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dieta antiinflamatoria
RBA INTEGRAL
SANTI ÁVALOS
LA DIETA ANTIINFLAMATORIA
Aunque se considera que los consejos e informaciones son exactos y ciertos en el momento de su
publicación, ni los autores ni el editor pueden aceptar ninguna responsabilidad legal por cualquier error u
omisión que se haya podido producir.
RBA INTEGRAL
REF: OEBO911
ISBN: 9788416267927
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A MI SOBRINITO SERGI
Contenido
Salud plena
La inflamación aguda
El fantasma de la inflamación crónica
La importancia de la dieta
Todo es cuestión de equilibrio y moderación
Alimentos antiinflamatorios
La piña (Ananas comosus)
La cebolla (Allium cepa)
Las semillas de lino (Linum usitatissium)
El pimiento (Capsicum annum)
El cacao (Theobroma cacao)
El aceite de oliva
El rábano (Raphanus sativus)
Otros alimentos
Condimentos y especias
El ajo (Allium sativum)
La cúrcuma (Curcuma longa)
El jengibre (Zingiber officinale)
El clavo de olor (Syzygium aromaticum)
Menús antiinflamatorios
Menú semanal de primavera-verano
Menú semanal de otoñoinvierno
Recetas
Ensaladas
Cremas y sopas
Verduras
Cereales y legumbres
Pasta
Proteínas
Postres y desayunos
Salsas y patés
Bebidas y zumos
Salud plena
La salud es una condición que nos corresponde por derecho, y que va más allá de
la simple ausencia de síntomas. Cuando es plena, no solo se refleja en nuestro
cuerpo físico, sino que se manifiesta en nuestro ánimo y en todos los aspectos de
nuestra vida. Si nuestro cuerpo está en armonía, gozamos de una belleza natural
que se muestra en una mirada más brillante y diáfana, y en una piel libre de
impurezas; tenemos más energía, lo que hace que encaremos la vida con más
entusiasmo; hay bienestar, lo que se refleja en el buen humor y en un sueño más
profundo y reparador. También tenemos mejor apetito, nuestros sentidos están
más despiertos, y es más fácil disfrutar de los placeres de la vida. A veces nos
creemos sanos porque no tenemos ninguna enfermedad o síntomas clínicos, pero
hay algo en nuestro cuerpo, una condición invisible pero insidiosa, que nos
impide gozar en plenitud.
Detrás de esta falta de vigor, muchas veces se encuentra el fantasma de la
inflamación crónica, un problema sistémico en apariencia inofensivo, pero que si
no se corrige a tiempo mediante una serie de hábitos saludables como ejercicio
físico moderado y una alimentación equilibrada, puede acabar desencadenando
trastornos de gravedad creciente.
LA INFLAMACIÓN AGUDA
La inflamación aguda es la respuesta natural del organismo a una agresión o
estrés, ya sea de origen interno o externo. Cuando nos damos un golpe, por
ejemplo, nuestro sistema defensivo desencadena una serie de reacciones que
comienzan con la liberación de ciertas sustancias, entre las que se encuentra la
llamada histamina. Esta molécula provoca la dilatación de los vasos sanguíneos;
lo que hace que se produzca una mayor afluencia de sangre en la zona afectada,
con el consiguiente enrojecimiento y aumento de temperatura. Al mismo tiempo
se enlentece la circulación, lo que facilita el trabajo de las células defensivas y la
combustión de las sustancias de desecho. Pero esto no termina aquí, porque
además, los tejidos inflamados liberan un líquido (exudado inflamatorio) que, al
acumularse, excita las terminaciones nerviosas, lo que nos provoca dolor e
impide el movimiento.
Hemos puesto este ejemplo, porque todos hemos experimentado alguna vez
las consecuencias de alguna contusión y reconocemos fácilmente la conexión de
estos síntomas con su causa (el golpe). Sin embargo existen otros muchos
factores, menos visibles, que son capaces de provocar una respuesta inflamatoria
de manera parecida a como lo haría un trauma físico. Cualquier agresión que
suponga una amenaza, o que provoque un daño celular que tenga que ser
reparado, puede estar detrás de esta respuesta defensiva del organismo. Algunas
de estas agresiones pueden ser la invasión de un microorganismo (ya sea un
virus, una bacteria o un hongo), la exposición a radiaciones, el daño producido
por toxinas, el frío o el calor extremos; y, desde luego, ciertos desequilibrios
dietéticos, como puede ser un exceso de proteínas o de grasas.
A todas estas causas físicas, además, hay que añadirle el factor psicológico
del estrés. Cuando nos vemos desbordados por las responsabilidades del trabajo
y de la familia, o cuando nuestros proyectos y planes de vida no se cumplen
como lo habíamos planeado, el cuerpo no tarda en responder a nuestra tensión y
frustraciones, perdiendo su capacidad natural para regular la respuesta
inflamatoria. Hay estudios que demuestran que las personas sometidas a un
estrés prolongado están más predispuestas a sufrir infecciones comunes, como
un resfriado, debido a que se crea una condición inflamatoria que favorece la
invasión del virus. En este caso, vemos que se invierte la relación causa y efecto,
porque ya no es la presencia del virus lo que desencadena los síntomas, sino que
son los distintos marcadores proinflamatorios (creados por el mismo estrés
psicológico), los que crean el terreno propicio para que se pueda asentar la
infección. Hay muchos investigadores que creen que este es el mecanismo
puente que permite que ciertos estados emocionales acaben desencadenando
trastornos cardiovasculares, problemas asmáticos y las llamadas enfermedades
autoinmunes.
Todos estos síntomas de los que hemos hablado (calor, rubor, dolor,
hinchazón), aunque molestos, cumplen una función positiva y tienen como
objetivo restablecer el equilibrio perdido. Un tratamiento integrador, bien
enfocado, buscará eliminar la causa del problema, al mismo tiempo que tratará
de modular los síntomas de la inflamación, sin llegar a reprimirlos
completamente. El objetivo es reducir las molestias, pero manteniendo los
mecanismos de defensa activos, hasta que estos ya no sean necesarios y
desaparezcan por sus propios medios, al eliminar el origen del problema.
LA IMPORTANCIA DE LA DIETA
Cualquier asunto de salud se tiene que abordar desde diferentes ángulos si
queremos conseguir los mejores resultados. Las medicinas con una visión
holística, mal llamadas alternativas, proponen muchas formas de abordar este
problema, cada vez más frecuente, sobre todo entre la población que vive sin
contacto con la naturaleza. El ejercicio físico moderado, la práctica de la
meditación o la relajación, la hidroterapia, o el contacto de los pies descalzos
con la tierra (earthing), son algunas de las prácticas que nos pueden ayudar a
recuperar el equilibrio perdido. Todas estas y muchas otras terapias tienen su
propio modo de encarar el problema y son muy efectivas, pero sus efectos
positivos durarían bien poco si no se acompañaran de unos buenos hábitos
alimentarios.
La alimentación, y a veces el ayuno, es clave para solucionar el problema de
la inflamación por muchas razones distintas. En primer lugar, porque nos
permite suministrar al organismo toda una serie de nutrientes que nos pueden
ayudar a controlar esta condición (vitaminas C y B6, selenio, cobre,
antioxidantes, fitoquímicos). En segundo lugar, porque podemos regular la
cantidad y calidad de las grasas que comemos y, por consiguiente, controlar la
síntesis de las prostaglandinas (muy importantes para mantener a raya los
síntomas que llevan el sufijo de «itis»). Pero sobre todo, gracias a que es posible
actuar sobre la causa misma del problema; como cuando eliminamos ciertos
ingredientes causantes de alguna intolerancia alimentaria, cuando evitamos la
sobrealimentación, o cuando excluimos de nuestra dieta los aditivos tóxicos y los
alimentos de difícil digestión. Aquí hay que recalcar la importancia que tiene
seguir una alimentación lo más biológica posible, porque esto nos permitirá
librarnos de una gran parte de sustancias químicas irritantes como hormonas,
pesticidas y residuos antibióticos.
Hemos de tener presente que nuestro sistema defensivo tiene una capacidad
limitada de respuesta, y que esta, está determinada por nuestra energía vital.
Cualquier factor irritante (un tóxico, un virus, metales pesados) y tiene un efecto
acumulativo, que se va sumando hasta que desborda al sistema. A partir de ese
momento crítico, nuestro organismo pierde la capacidad para restablecer el orden
y aparece la enfermedad. Con la dieta podemos eliminar muchos de esos factores
irritantes, de manera que nuestro cuerpo disponga de mayor capacidad para
responder ante otros, más difíciles de evitar, como la polución o el estrés
psicológico. Por otra parte, unos platos que abunden en alimentos frescos, vivos
y ricos en nutrientes nos darán la energía necesaria para incrementar la fuerza
vital de nuestro organismo y mejorar su capacidad de respuesta ante la
inflamación.
Un tratamiento natural y holístico busca regular las funciones generales de
limpieza y reconstrucción, con la intención de llevar a todo el sistema a un
estado de orden que permita la buena marcha de sus funciones vitales. Esto no
sería posible si solo tratáramos los síntomas, sofocándolos, o nos centráramos en
el funcionamiento aislado de un solo órgano. La idea es la de actuar como un
jardinero, que intenta procurar unas buenas condiciones de luz, tierra y humedad,
para crear el terreno propicio que facilite el desarrollo de la naturaleza, con todo
su esplendor y vida.
Por esa razón, la dieta que aquí proponemos no solo es útil para prevenir y
reducir la inflamación, sino que nos llevará a un grado de bienestar y energía que
va mucho más allá de la simple ausencia de síntomas. Una alimentación integral
como esta facilita el tránsito intestinal, mejora la circulación sanguínea, favorece
la eliminación de toxinas, es ligera y alcalinizante, estimula el sistema
inmunológico y mejora el rendimiento de muchos órganos importantes, como el
hígado o los riñones.
LAS PROTEÍNAS
Además de suministrar energía (4 kcal/g), las proteínas son los ladrillos con los
que están fabricadas las células de los tejidos corporales, y su presencia es
esencial para que se puedan llevar a cabo muchas funciones vitales del
organismo. A veces forman parte activa del sistema defensivo, actuando como
anticuerpos, pero también participan en el control de numerosos procesos
metabólicos, como hormonas o enzimas.
Se considera que un adulto debe de consumir una media de proteína de 0,75
g/kg/día, lo que supone un aporte de unos 50 a 55 gramos de promedio. Sin
embargo, estas necesidades son muy variables, y dependen de factores como
nuestra actividad física, pero sobre todo, del periodo de crecimiento en el que
nos encontremos. Un niño de tres años de edad necesita 1,13 g/kg/día, y un
adolescente 0,99 g/kg/día. Estas cifras pueden extraerse de medias semanales, ya
que nuestro cuerpo dispone de reservas, y no es necesario obsesionarse en
cumplirlas, de manera estricta, día por día. Una dieta ovolactovegetariana o
incluso una dieta vegana, sin productos lácteos ni huevos, puede cubrir
fácilmente estas necesidades esenciales, con proteínas de alta calidad.
Pero ¿a qué se refieren los nutricionistas cuando hablan de proteínas de alta
calidad? Para entender esto hay que partir de la premisa de que una cosa es lo
que se come y otra muy distinta lo que el cuerpo es capaz de asimilar. Esto es así
en la mayor parte de los nutrientes, incluidas las vitaminas y los minerales, pero
es especialmente importante en lo que se refiere a las proteínas. El huevo, por
ejemplo, está considerado una buena fuente de proteínas, no solo porque
contiene todos los aminoácidos esenciales, sino porque estos están disponibles
en una proporción que los hace muy asimilables. Los productos lácteos, la carne,
y el pescado, contienen proteínas con un alto valor biológico, mientras que, a
excepción de la quinoa o la soja, la mayor parte de las fuentes de proteína
vegetal son deficitarias en algún aminoácido.
Pero esto no significa que no podamos obtener buenas proteínas de los
vegetales, porque la buena noticia es que es posible, y además muy fácil,
combinar distintos alimentos vegetales para optimizar el aprovechamiento de sus
aminoácidos. Una de las fórmulas más empleadas es la combinación de
cualquier cereal con alguna legumbre, como cuando se sirven unas fajitas de
maíz con frijoles, o un plato de cuscús con garbanzos. Otra buena alianza en la
cocina, que mejora el aprovechamiento de estos alimentos, es la de los cereales
con frutos secos o con alguna semilla como el sésamo. Un ejemplo que nos
puede servir de inspiración es un buen plato de pasta integral, con una deliciosa
salsa pesto, cuyo ingrediente base son los piñones. Además, cuando incluimos
productos lácteos en una receta, mejoramos la asimilación proteínica de los
alimentos vegetales que los acompañan. Como podemos ver, es muy sencillo de
conseguir, y mucho más fácil aún, si tenemos en cuenta que no es necesario que
se combinen en el mismo plato, ya que uno de los ingredientes puede estar en los
entrantes y el otro en el postre. De esta manera obtenemos proteínas de gran
calidad, y mucho más ligeras que las que podemos conseguir de otras fuentes de
origen animal.
Aminoácidos como la arginina, que se encuentra en alimentos como la soja,
las nueces o la avena, y la fenilalanina, abundante en los productos lácteos y las
legumbres, son muy importantes para el control de la inflamación.
LAS GRASAS
Conocer el papel de las proteínas, y saber cuáles son los aminoácidos más
importantes para resolver los problemas inflamatorios nos puede servir de gran
ayuda, pero como veremos más adelante, las grasas tienen un protagonismo
fundamental en este tipo de dieta. Los expertos en nutrición insisten, una y otra
vez, en la importancia de distinguir entre las grasas «buenas» y las grasas
«malas», y en la necesidad de controlar la proporción de este nutriente, tan
energético, en la ingesta total de calorías. Estas consignas son muy prácticas a la
hora de prevenir todo tipo de trastornos cardiocirculatorios, y están en la base de
la mayoría de los regímenes de adelgazamiento pero, además, nos podrán ayudar
a orientarnos en la tarea de diseñar unos buenos platos desinflamantes.
Como ya hemos explicado, la obesidad es un nido de moléculas
proinflamatorias, y las grasas, debido a su poder energético (9 kcal/g) y a su
facilidad para ser almacenadas, se convierten en el primer acusado de esta
condición. Sin embargo, su presencia en la dieta es indispensable, porque, entre
otras muchas funciones, actúan como transportadoras de las vitaminas llamadas
liposolubles (A, D, E y K ) y participan en la síntesis de vitaminas, hormonas y
ácidos biliares. Pero lo que las hace tan interesantes para nosotros es que nos
permiten regular la síntesis de prostaglandinas.
LAS PROSTAGLANDINAS
Para entender mejor lo que son las prostaglandinas, y por qué son tan
importantes en el control de la inflamación, hemos de empezar explicando los
diferentes tipos de grasa que podemos encontrar en cualquier sabroso plato de
comida que nos sirvan en la mesa.
Las grasas están constituidas por ácidos grasos, que según el tipo de enlace
están clasificados en saturados, monoinsaturados o poliinsaturados. Aunque
todos los alimentos contienen grasas en diferente grado de saturación, los
saturados (salvo algunas excepciones como la grasa de palma y el aceite de
coco) son más frecuentes en el reino animal y sus derivados, mientras que los no
saturados abundan en el reino vegetal, aunque también los podemos obtener del
pescado.
Nuestro organismo es capaz de crear, a partir de otros nutrientes, todos los
tipos de ácidos grasos que necesita, menos los que pertenecen a la series omega
6 y omega 3, por lo que se consideran esenciales. Los primeros los podemos
encontrar principalmente en los frutos secos, en algunas semillas y en las
legumbres, mientras que los famosos omega 3, que muchas veces se consumen
en forma de complemento alimenticio, son abundantes en el pescado azul, la
semillas de lino o en las nueces. Ninguno de los dos debería de faltar en muestra
dieta, pero es muy importante que se encuentren en equilibrio, cosa que no suele
suceder en un régimen donde prevalecen los alimentos procesados, la bollería
industrial y la comida rápida.
A partir de estos ácidos grasos esenciales las células de nuestro cuerpo
sintetizan unas sustancias, llamadas prostaglandinas, que actúan como si fueran
hormonas de efecto local. Las hay de tres tipos; las PGE1 y las PGE2, que
derivan de los omega 6, y las PGE3, producidas a partir de los omega 3. Estas
sustancias son tan interesantes para nosotros porque unas son inflamatorias y
tienen un efecto vasodilatador (PGE2), mientras que las otras tienen una acción
básicamente antiinflamatoria (PGE1 y PGE3).
Según los expertos, el consumo de grasas saturadas o de grasas trans
(margarinas, bollería industrial, etc.), así como un exceso de ácidos grasos
omega 6 en nuestra dieta, tiende a estimular la producción de prostaglandinas de
tipo (PGE2), y otras muchas sustancias con poderosos efectos inflamatorios.
Pero la buena noticia es que cuando incluimos en nuestros platos alimentos
como las algas, semillas de lino, avellanas, pipas de calabaza, brócoli o, si no
somos del todo vegetarianos, pescado azul, nuestro cuerpo es capaz de producir,
a partir de los ácidos grasos de estos alimentos, prostaglandinas del tipo (PGE3),
que tienen la virtud de controlar la inflamación.
Sin embargo hay «alimentos», como el azúcar refinado, que dificultan la
producción de estas sustancias antiinflamatorias, además de otros factores como
el estrés, o la falta de vitaminas C, B3 o de zinc. Además, esta «alquimia»
transformadora de unos ácidos grasos en prostaglandinas se lleva a cabo en el
laboratorio del hígado, lo que significa que todo lo que favorezca la salud de este
órgano, tan polifacético, será bueno para controlar el dolor, los edemas y la falta
de energía.
Todas estas grasas insaturadas, a pesar de ser tan beneficiosas para nuestra
salud, tienen un importante inconveniente, y es que se oxidan con mucha
facilidad. Si detectamos olores indeseables en un aceite, o se nos ha pasado su
fecha de caducidad, hemos de desecharlo sin miramientos. Cuando empleamos
en la cocina aceites rancios, ya sea porque llevan mucho tiempo almacenados o
porque no se han conservado en buenas condiciones, pueden llegar a ser tan
nefastos para nuestro cuerpo como cualquier grasa hidrogenada.
Los mejores aceites son los obtenidos por primera presión en frío, más ricos
en ácidos grasos y antioxidantes, pero la calidad tiene un coste, y es que se
degradan fácilmente cuando son sometidos a altas temperaturas. Cuando esto
sucede, se reduce mucho su capacidad para crear prostaglandinas y pierden
buena parte de sus propiedades salutíferas. A partir de una temperatura crítica,
que el propio aceite nos indica cuando comienza a humear, se generan sustancias
muy tóxicas, independientemente de la calidad del aceite que hayamos escogido.
Un buen consejo es que, si queremos beneficiarnos plenamente de las
propiedades antiinflamatorias de estas grasas, lo mejor es emplearlas crudas,
como condimento para las ensaladas, y evitar en lo posible los fritos que,
además, incrementan considerablemente la carga de calorías.
EL ÍNDICE GLUCÉMICO
Para poder saber el efecto que tienen algunos alimentos sobre la carga de
insulina, hay un factor, llamado índice glucémico, que nos puede servir de gran
ayuda. Los alimentos que son ricos en azúcares simples suelen ser los que tienen
un mayor índice glucémico, pero si estos mismos alimentos contienen fibra
vegetal, pueden bajar muchos puntos en la escala de glucemia, lo cual es
positivo, debido a que la fibra ralentiza la absorción de la glucosa. Por esa razón,
alimentos ricos en azúcares de absorción rápida como las frutas, pueden ser tan
recomendables como otros alimentos con hidratos de carbono más complejos.
Por el contrario, los alimentos que han sido refinados, procesados o manipulados
mecánicamente, pueden escalar muchos puestos en esa lista, y convertirse en
productos poco aconsejables en una dieta saludable.
Una dieta con un bajo índice glucémico es muy útil para diseñar dietas para
diabéticos, y para crear platos que mejoren nuestro rendimiento mental o que
reduzcan la inflamación.
LA FIBRA VEGETAL
Ya hemos visto la importancia que tiene la fibra vegetal en una alimentación
diseñada para que nuestro cuerpo reciba un suministro regular de glucosa; que
evite los picos de insulina, y la respuesta inflamatoria dirigida desde el hígado.
Sin embargo, a pesar de que este tipo de carbohidratos no nos aporten energía,
tienen otras muchas funciones importantes, como regular el tránsito intestinal y
contribuir a la desintoxicación general de muchas sustancias que, de no ser
eliminadas, mantendrían al sistema inmunológico en un estado de alerta
continua. Esta misma fibra favorece el desarrollo de nuestra flora intestinal, y
crea unas condiciones beneficiosas en nuestro intestino que impiden la
proliferación de cepas bacterianas, que son el origen de muchas infecciones y
sustancias irritantes.
VITAMINAS Y MINERALES
Todos estos importantes nutrientes que hemos nombrado (proteínas, grasas e
hidratos de carbono) no podrían ser ni tan siquiera metabolizados sin la
participación de las vitaminas y los minerales. Estas moléculas esenciales se
necesitan en cantidades muy pequeñas, pero su presencia es vital porque al
formar parte de la regulación enzimática del metabolismo, nuestro cuerpo las
necesita para convertir en energía y tejidos esos deliciosos platos que cocinamos.
Existen dos grupos fundamentales de vitaminas: las que se disuelven en agua,
llamadas hidrosolubles, y las liposolubles, que se disuelven en grasa. Al primer
grupo pertenecen todas las vitaminas del complejo B (B1, B2, ácido fólico,
niacina, B6, B12, ácido pantoténico y biotina) y la famosa vitamina C, muy
conocida por su eficacia para proteger contra las infecciones. El grupo de las
liposolubles lo forman las vitaminas A, D, E y K.
Ya hemos explicado que la inflamación es una respuesta defensiva ante
determinados factores amenazadores, ya sea internos o externos. Entre algunos
de estos factores están las sustancias tóxicas y los metales pesados, pero uno de
los agentes con mayor poder para despertar esa respuesta de autoprotección son
los radicales libres. Estas moléculas inestables se generan de forma natural para
atacar bacterias y virus, pero también se originan por un exceso de calorías, la
polución ambiental o algunos aditivos químicos. Los alimentos ricos en
vitaminas C y E son unos importantes aliados a la hora de combatir estos
enemigos de la juventud, porque se trata de dos vitaminas con grandes poderes
antioxidantes. Estos dos micronutrientes son buenos compañeros de trabajo,
porque cuando actúan en equipo, se cumple la máxima de que «el conjunto es
superior a la suma de sus partes», y su potencial para reducir el daño oxidativo
se multiplica. Así que intentaremos que estén juntas en nuestras recetas, como
por ejemplo cuando rociamos un buen aceite de oliva sobre una ensalada de
espinacas frescas o de berros. Si incluimos en nuestros platos alimentos como
los pimientos, el brócoli, el kiwi, la col o el melón, estaremos bien surtidos de
vitamina C. Otra vitamina con grande poderes antioxidantes que no debe de
faltar en nuestra dieta es la vitamina A, muy abundante en los albaricoques, los
espárragos, las zanahorias, el alga dulse y los guisantes, entre otros.
También entre los minerales hay importantes antioxidantes, como el selenio
o el zinc, el cual, además de formar parte de algunas enzimas, es un elemento
necesario para que se lleve a cabo esa química de trasformación que convierte
los ácidos grasos en esas prostaglandinas de efecto antiinflamatorio.
Aunque algunas de estas vitaminas sean especialmente útiles para prevenir y
tratar los problemas relacionados con la inflamación, todas, en su conjunto, son
igualmente importantes, ya que actúan en sinergia, y nuestro cuerpo solo las
puede asimilar bien cuando se encuentran en equilibrio.
Consumir grandes cantidades de una determinada vitamina a través de
comprimidos puede llegar a ser contraproducente. Ahora se sabe que un exceso
de un mineral o de una vitamina específica es capaz de provocar los mismos
síntomas que su deficiencia, debido a que se rompe el equilibrio respecto a otras
vitaminas o minerales antagónicos. Más de lo bueno, no siempre es mejor, y la
mejor forma de asegurarnos una provisión bien equilibrada de estas sustancias
vitales es llevar una alimentación variada y lo más rica posible en alimentos
frescos y biológicos.
LOS FLAVONOIDES
Aparte de los nutrientes principales (grasas, proteínas, hidratos de carbono) y de
las vitaminas y los minerales, en los alimentos que ingerimos hay cientos de
sustancias diferentes que los defienden del ataque de los microorganismos y de
sus propios procesos degenerativos. Se trata de unos pigmentos, los flavonoides,
que son los causantes de los intensos colores de las cerezas, los arándanos y
otras frutas del bosque, pero que también se encuentran, de una manera muy
activa, en el cacao y el té verde. Estas sustancias, que tienen un poderoso efecto
antioxidante y antiinflamatorio, constituyen un auténtico escudo protector frente
a la acción de los radicales libres, y ayudan a prevenir enfermedades como el
cáncer o los trastornos degenerativos del sistema nervioso. Es importante que
nos aseguremos de incluir en nuestra dieta alimentos ricos en estas fantásticas
sustancias, o tomarlas en forma de complementos, porque nuestro organismo no
puede sintetizarlas.
Solemos tener la costumbre de desechar las hojas verdes externas de algunas
verduras como la lechuga y la col, porque resultan más fibrosas y duras, pero son
estas, precisamente, las que tienen un mayor poder antioxidante. Una buena
forma de aprovecharlas es incluirlas en algún zumo depurativo, en una salsa, o
como base para un caldo. Los alimentos que han sido cultivados mediante
sistemas de agricultura ecológica o biodinámica, además de no tener residuos
agroquímicos suelen tener una mayor cantidad de antioxidantes. Esto es así
porque las propias condiciones de cultivo, más naturales, les estimulan a
desarrollar estas sustancias de autodefensa.
Alimentos antiinflamatorios
OTROS ALIMENTOS
Todos estos alimentos que hemos descrito son solo algunos ejemplos
representativos de esta espectacular «farmacia» de la naturaleza, pero hay otros
muchos, que por alguna u otra razón también podrían formar parte de este
«ránking» de alimentos antiinflamatorios. Algunos de los que se han ganado
también ese derecho son el bulbo de hinojo, la granada, la papaya, el té verde,
los berros, las semillas de chía, la algarroba, las uvas, las algas… y, por
supuesto, el agua, que tiene una importancia decisiva sobre nuestra condición
física o psicológica, porque de ella dependen funciones tan vitales como la
digestión, la circulación o la excreción.
INTOLERANCIAS ALIMENTARIAS
Una dieta antiinflamatoria no tendría consistencia si no se tratara el tema de las
alergias y las intolerancias alimentarias. El consumo de alimentos demasiado
procesados, la manipulación genética de los cultivos, la alarmante pérdida de
diversidad alimentaria en pro de productos más rentables para la industria
agrícola, el exceso de aditivos en nuestros platos y la falta de variedad en nuestra
dieta están haciendo que los problemas inflamatorios relacionados con algún tipo
de intolerancia alimentaria se estén empezando a convertir en una auténtica
epidemia. Hay estudios que afirman que casi la mitad de la población podría
estar sufriendo este problema.
Pero para entender la repercusión que este asunto puede llegar a tener sobre
nuestra salud, es preciso que expliquemos la diferencia entre lo que se considera
una reacción alérgica a un alimento y lo que es una intolerancia alimentaria. Dos
problemas que se suelen confundir porque a veces manifiestan síntomas
comunes.
Cuando nuestro organismo está en equilibrio y dispone de la energía
suficiente, el sistema inmunológico nos protege de las proteínas extrañas a
nuestro cuerpo, provocando una reacción para eliminarlas. En el momento en
que ese mecanismo se trastorna, comienza a defenderse contra moléculas que en
circunstancias normales resultarían inocuas, y desencadena un protocolo de
defensa que se inicia con la producción de los anticuerpos. Estos mismos
anticuerpos liberan sustancias, como la histamina, que se desplazan rápidamente
por el cuerpo para combatir, mediante una reacción inflamatoria, lo que se
considera un invasor extraño (alérgeno), y es aquí cuando sufrimos los
indeseables síntomas de una alergia. Estos problemas se suelen manifestar como
dolor de vientre, hinchazón, eccema, enrojecimiento y vómito, entre otros.
A diferencia de una alergia, la intolerancia no tiene como desencadenante al
sistema inmunitario, sino que se trata de una particularidad del metabolismo. Los
síntomas son menos alarmantes y aparecen más tarde, lo que hace que muchas
veces se pierda el rastro del origen. En las intolerancias suele haber molestias
como cansancio, dolor en las articulaciones, retención de líquidos o migrañas,
que se sienten algunos días después de que el sistema digestivo entra en contacto
con ciertos componentes de algunos alimentos, pero otras veces son debidas a
que no se producen las suficientes enzimas para digerir determinados nutrientes.
Un ejemplo que se da con mucha frecuencia son los problemas de distensión
abdominal y diarreas que sufren algunas personas cuando consumen leche,
debido a la deficiencia de una enzima que es necesaria para metabolizar la
lactosa (un azúcar de la leche). Muchos casos de obesidad relacionados con la
retención de líquidos podrían corregirse fácilmente si se indagase en busca de
alguna intolerancia alimentaria.
La mejor forma de prevenir este tipo de problemas es cuidando la mucosa que recubre la
pared intestinal, ya que es la encargada de filtrar las moléculas que provocan
hipersensibilidad. Para conseguirlo, es necesario:
Azúcar refinado
El azúcar blanco es un producto muy refinado que se obtiene mediante un
proceso químico industrial a partir de la caña de azúcar o de la remolacha.
Aunque su origen sea natural, este disacárido ha sido completamente despojado
de las vitaminas, los minerales, los oligoelementos y toda la fibra con la que
estaba asociado en su fuente natural. Esto lo convierte en un «alimento»
desequilibrado y vacío, que solo aporta calorías, pero sin los principios
necesarios para ser debidamente metabolizado, ya que se los han arrebatado
durante el proceso de purificación. Para que pueda ser aprovechado, tiene que
volver a reunirse con esas sustancias vitales que le acompañaban en su estado
natural, y así se apropia de nuestras vitaminas y minerales, vaciando las reservas
del calcio y del magnesio.
En el momento en que consumimos azúcar refinado, los niveles de glucosa
en la sangre se elevan, lo que provoca la respuesta del páncreas, que es el
encargado de segregar la insulina, hormona que permite que la glucosa pueda ser
aprovechada por las células, pero cuando esta ya tiene suficiente se desencadena
toda una serie de acontecimientos que provocan obesidad, problemas
cardiocirculatorios y la indeseable inflamación. El consumo de otros alimentos
refinados, como las harinas blancas o los cereales no integrales, es igualmente
pernicioso para nuestra salud, aunque sus efectos no sean tan extremos como los
del azúcar, debido a que aún conservan algunos pocos nutrientes.
No debemos de olvidar que el azúcar refinado es un aditivo muy empleado
en la industria de la alimentación. Más allá de los clásicos dulces, chucherías y
refrescos, que son una auténtica bomba de sacarosa, la podemos encontrar oculta
en muchos alimentos procesados como salsas, panes, aliños, caldos y todo tipo
de comidas preparadas. Para endulzar nuestras recetas podemos recurrir al
azúcar integral, que aún conserva minerales y vitaminas, u otros edulcorantes
como la miel, la estevia, o melazas de calidad, como el sirope de agave.
Cuando masticamos y ensalivamos debidamente lo que comemos, evitando
engullir los bocados después de haberles dado cuatro mordiscos, enseguida nos
daremos cuenta de que el sabor de esos alimentos se transforma en nuestra boca,
que nuestro paladar se sensibiliza, y que somos capaces de apreciar nuevos
matices de sabor. El dulzor natural que estaba encerrado en los alimentos emerge
a la superficie, y ya no tenemos tanta necesidad de edulcorarlos.
Grasas hidrogenadas
Las grasas hidrogenadas son un tipo de grasa artificial que están fabricadas de
manera industrial a partir de uno o varios aceites vegetales. Estas grasas
vegetales, en un principio insaturadas, son sometidas a altas temperaturas para
después inyectarles hidrógeno, lo que hace que se vuelvan sólidas a temperatura
ambiente y tarden más en oxidarse. El ejemplo más representativo de este tipo de
grasa es la margarina.
Como su origen es vegetal, no contienen colesterol, y este fue el principal
argumento utilizado por la industria alimentaria para convencer a los
consumidores de sus bondades, y poder beneficiarse de sus ventajas comerciales.
Pero lo cierto es que los aceites vegetales, cuando son sometidos a este proceso
de hidrogenación, mutan su estructura a otra completamente artificial, de tipo
trans. La consecuencia de todo esto es que, lejos de tratarse de un producto sano,
estos aceites desnaturalizados no solo tienen el efecto de elevar el colesterol
malo (LDL) y los triglicéridos, sino que son capaces de reducir el colesterol
bueno (HDL), algo que es nefasto para nuestra salud. Al tratarse de un producto
artificial, nuestro cuerpo no tiene mecanismos para aprovecharlo debidamente, y
al reconocerlo como un agente extraño se activan los mecanismos de alarma que
generan inflamación.
Las grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas están presentes en
muchos alimentos de bollería industrial bajo la etiqueta de «elaborado con grasas
vegetales». Para los fabricantes de estos alimentos, la utilización de las grasas
trans supone muchas ventajas comerciales, porque mejoran las cualidades
organolépticas de sus productos, alargan su conservación y resultan más baratos.
Sin embargo, ya comienzan a reconocer sus riesgos, y están buscando nuevas
técnicas para reducir el empleo de estas grasas artificiales. Afortunadamente, la
misma presión del consumidor, cada vez más informado y consciente, está
haciendo que se busquen nuevas alternativas a la hidrogenación, como la
adicción de emulgentes naturales. Mientras tanto, nosotros podemos hacer una
deliciosa mantequilla vegetal con el aguacate, o emplear el tahini, también
conocido como la mantequilla de sésamo. La mantequilla, siempre que sea de
calidad y la consumamos con moderación, es preferible a cualquier grasa
hidrogenada. Además, también tenemos la mantequilla clarificada o ghee, todo
un emblema de pureza en la India, muy utilizada por la antigua medicina
ayurvédica por sus virtudes, y que también podemos preparar en casa a partir de
mantequilla convencional. La mantequilla clarificada es resistente a la
descomposición y puede alcanzar temperaturas de hasta 200 ºC sin quemarse.
Glutamato monosódico
Es un potenciador del sabor que se utiliza, con demasiada frecuencia, en muchos
alimentos procesados. Se le suele asociar con la comida barata, y no sin razón,
porque la industria alimentaria y algunos restaurantes de comida rápida lo suelen
emplear para realzar el sabor de los ingredientes de poca calidad. Y es que este
aditivo alimentario, que se obtiene de la fermentación de ciertas melazas, es el
recurso secreto de los malos cocineros, ya que tiene la propiedad de hacer
sabrosas, e incluso adictivas, hasta las recetas más simples y desaboridas. Pero
este «truco de magia» culinario tiene un precio para nuestra salud, porque
además de ser un reconocido neurotóxico, está bajo la sospecha de provocar
migrañas, reacciones alérgicas y aumento de peso. Hay estudios recientes que
parecen demostrar que el consumo de glutamato monosódico dispara la
producción de insulina, lo que provoca la generación de sustancias
proinflamatorias por parte del hígado.
Lo podemos encontrar en patatas fritas, nachos, sopas, salsas, hamburguesas,
embutidos, e incluso en algunos alimentos de dietética, bajo la etiqueta de E-621
o GMS. Otros aditivos relacionados, con efectos semejantes, son el E-620 ácido
glutámico, E-622 glutamato monopotásico, E-623 glutamato cálcico, E-624
glutamato amónico, y E-625 glutamato magnésico.
Pautas para una alimentación antiinflamatoria
En las tablas que exponemos en este capítulo hemos presentado una propuesta de
menús que han sido diseñados con la mayoría de las recetas descritas en el
capítulo final de recetas del libro, unos saludables platos repletos de alimentos
antiinflamatorios. Al planificarlos los hemos dividido en dos temporadas anuales
distintas; primavera/verano y otoño/invierno, escogiendo los ingredientes por su
temporada natural.
Las recetas más refrescantes y ligeras, con una mayor proporción de
ingredientes crudos, forman parte de los menús de primavera/verano, mientras
que los platos más consistentes y calientes nos servirán para reconfortarnos en
los meses más fríos del año. Se ha incluido un postre en el almuerzo, pero nada
nos impide tomarlo a media tarde, tal como aconsejan algunos nutricionistas.
Las cenas son frugales y fáciles de digerir, y en ellas prevalecen los alimentos
relajantes, para facilitar un sueño reparador. En el desayuno, en cambio, la idea
es la de activar las energías y darnos un empujoncito para comenzar el día con
entusiasmo. En esta primera comida de la mañana, hay días que se ofrecen dos
opciones distintas (A y B); de esta manera podremos escoger entre un desayuno
consistente u otro más ligero.
Recetas
ENSALADAS
Para la salsa
•100 ml de yogur de soja (kéfir)
•50 ml de aceite de oliva virgen
•Medio melocotón
•Una pizca de sal
Se tuestan las pipas en una sartén sin grasa a fuego medio, removiendo para que
no se quemen. Se dejan enfriar.
Se pelan los melocotones y se cortan a tacos iguales. Se lavan bien las
manzanas, se les extraen las semillas y se cortan también a tacos como los
melocotones, pero sin pelar. Se corta la col en juliana fina, se lava y se escurre y
se mezcla con la fruta y las semillas de girasol. Se desmenuza el queso con los
dedos y se incorpora a la ensalada. Se pone el alga en remojo durante 5 minutos,
se escurre y se añade a la ensalada cortada finamente.
Para hacer la salsa, se vierte el kéfir, el aceite, y medio melocotón a trozos
en el vaso de una batidora, se añade la sal y se bate la mezcla hasta que quede
cremosa y homogénea. Aliñamos con esta salsa nuestra ensalada y
espolvoreamos con eneldo fresco picado.
Para el aliño
•45 ml de aceite de oliva virgen
•1 cucharadita de vinagre de Módena
•1 cucharadita de miel
•Una pizca de sal
Se lavan bien la espinacas. Se pelan la manzanas, se les extrae el corazón y se
cortan a trozos medianos. Se lavan las fresas, se les quita el pedúnculo y se
cortan en cuartos.
Se mezclan todos estos ingredientes junto con los brotes de alfalfa y el maíz,
y se colocan en una ensaladera o en cuatro platos individuales. Se desmenuza un
poco el queso fresco con los dedos, se añade a la ensalada y se espolvorea el
cebollino picado por encima. Se ponen todos los ingredientes del aliño en un
cuenco, se agitan bien con unas varillas pequeñas y se vierte sobre la ensalada
justo antes de servir.
Para el aderezo
•40 ml de aceite de oliva virgen
•30 ml de zumo de limón
•½ cucharadita de miel
•Sal marina
•Pimienta a las cinco bayas recién molida
Se calienta en seco una sartén a fuego medio y se tuestan las almendras
fileteadas. Se dejan enfriar. Se limpian las peras, se cortan longitudinalmente en
cuñas y se les extraen las semillas (si son biológicas es mejor no pelarlas). Se
rocían con el zumo de limón para que no se oxiden. Se les quita los tallos duros a
los berros y cortamos las shiitakes en rodajas bien finas.
Se disponen todos los ingredientes en la ensaladera y se mezclan con
delicadeza.
Para hacer el aderezo se mezcla el aceite, el zumo, la miel, la sal y la
pimienta en un bol. Se agita bien con unas varillas pequeñas y se vierte sobre la
ensalada en el momento en que la vayamos a servir.
Para el aliño
•1 cucharadita de zumo de lima
•1 cucharadita de mostaza
•1 cucharada de yogur de soja
•1 cucharadita de perejil picado
•40 ml de aceite de oliva virgen
•Sal marina
•Pimienta blanca recién molida
Se lavan las hojas de lechuga y la rúcula. Se escurren bien, se trocean, y se
colocan en la ensaladera junto con las cebolletas cortadas a rodajitas y el tomate
en octavos.
Se pelan los aguacates y se les retira el hueso. Se cortan en rodajas finas y se
untan con el zumo de lima para que no se oscurezcan. Se disponen de manera
decorativa sobre la ensalada y se añaden las semillas de calabaza por encima.
Para preparar el aliño se introducen todos los ingredientes en un tarro con
tapa de rosca. Se cierra y se agita bien hasta que los ingredientes se hayan
mezclado. Se vierte sobre la ensalada y se sirve inmediatamente.
Para la salsa
•100 ml de yogur natural
•2 cucharaditas de miel
•1 cucharada de aceite de oliva virgen
•Una pizca de sal marina
Se lavan y se escurren los berros. Se trocean en ramitas grandes, retirándoles los
tallos más gruesos y se reparten en platos individuales. Se limpia la escarola, se
trocea y se añade sobre los berros.
Se pela la piña, se corta en trozos uniformes y se dispone sobre los berros.
En el centro colocamos una montañita de chucrut y se agrega la cebolleta bien
picada. Se desgrana la granada y se añade a la ensalada.
Se prepara la salsa introduciendo todos los ingredientes en el vaso de una
trituradora de brazo y se baten hasta obtener una crema fina. Se vierte la salsa
sobre la ensalada y se sirve inmediatamente.
CREMAS Y SOPAS
Gazpacho de remolacha
Ingredientes para 4 personas
•2 remolachas
•2 tomates rojos
•1 cebolla pequeña tipo platillo
•2 dientes de ajo
•1 pimiento verde pequeño
•1 cucharada de vinagre de manzana, aceite de oliva
•Sal marina
Se precalienta el horno a 200 ºC. Se corta la base de las remolachas y les
extraemos las hojas. Se lavan bien y, sin pelar, las untamos en un poco de aceite
de oliva. Se colocan en una fuente refractaria y se asan en el horno durante una
hora. Cuando veamos que están tiernas se sacan del horno, se dejan enfriar y se
pelan. Se trocean un poco, se introducen en un robot de cocina con un poco de
agua y se trituran.
Se añade la cebolla pelada y troceada, los tomates cortados a cuartos, los
ajos pelados y el pimiento sin las semillas. Se vierte el agua que consideremos
necesaria, el aceite de oliva, el vinagre, un poco de sal y se bate hasta obtener un
gazpacho cremoso. Se rectifica de sal si fuera necesario y se introduce en la
nevera para servir bien frío.
Salmorejo de papaya
Ingredientes para 4 personas
•1 kg de papaya
•2 tomates maduros
•20 ml de vinagre de manzana
•Aceite de oliva virgen
•1 diente de ajo
•Sal marina
•Pimienta blanca recién molida
•Unas hojitas de menta
Se pela la papaya eliminando las semillas y se trocea. Se introduce en un robot
de cocina con los tomates, el ajo, el vinagre y el aceite. Se tritura todo y se pasa
por un colador chino. Se salpimenta al gusto y se introduce en la nevera para
servirlo bien frío. Lo adornaremos con la menta fresca.
VERDURAS
Para el aliño
•150 g de rabanitos
•125 g de yogur de soja
•15 g de aceite de oliva virgen
•Pimienta a las cinco bayas recién molida
•Zumo de limón
•1 manojito de hierba buena fresca
•Sal marina
Se trocea el brócoli en ramitas pequeñas y uniformes, y se introduce en una
vaporera de bambú. Se llena con unos dedos de agua una cazuela que tenga el
mismo diámetro que la cesta. Se añaden media cucharadita de sal, unas hojitas
de salvia fresca y la corteza del limón. Se coloca la vaporera de bambú con la
verdura sobre la cazuela y se tapa. Se pone el agua a hervir y se deja cocinar a
fuego moderado durante 15 minutos. Mientras tanto se tuestan los piñones en
una sartén antiadherente, sin aceite, y se reservan.
Para preparar el aliño se lavan los rabanitos, se les retiran las puntas y se
trocean. Se trituran un poco con una batidora eléctrica. A continuación se
incorpora el yogur, el aceite, la sal, la pimienta a las cinco bayas, una cucharadita
de zumo de limón, y se vuelve a triturar hasta conseguir un salsa fina. Se añaden
las hojas de hierba buena y se tritura de nuevo, pero solo hasta picar ligeramente
la hierba fresca. Se sirve el brócoli con esta salsa, espolvoreando por encima los
piñones tostados. Esta receta resulta deliciosa con anacardos o nueces.
La salsa de rabanitos la podemos emplear en todo tipo de crudités o como un
entrante para mojar con pan tipo pita. También la podemos preparar con un
yogur convencional.
Sushi vegetariano
Ingredientes para 4 a 6 personas
•250 g de arroz integral tipo glutinoso
•2 cucharaditas de vinagre de arroz o de manzana
•4 hojas de algas nori
•50 g de pepino
•50 g de pimiento rojo
•1 chirivía
•Gomasio
•Pimienta negra recién molida
•Tamari (salsa de soja)
Se pone el arroz, junto con la chirivía pelada, en una cazuela llena de agua, y se
deja cocinar hasta que esté en su punto. Se escurre el arroz y se corta la chirivía
en tiras.
Cuando el arroz esté frío se le agrega un poco de gomasio, la pimienta negra
y el vinagre, mientras se remueve con una cuchara de madera. Se pela el pepino,
se despepita el pimiento rojo, y se cortan a tiras para formar el relleno.
Se tuestan las algas, manteniéndolas a unos centímetros de la llama y
moviéndolas horizontalmente durante unos segundos, hasta que se tornen de un
color verde brillante. Se colocan las hojas de nori ya tostadas sobre unas
esterillas de bambú, y se extiende el arroz, de manera uniforme, sobre la hoja de
nori. Se cubre el arroz con las verduras y se forma un rollo, presionando
firmemente.
Se deja reposar en la nevera durante 30 minutos y en el momento de servir
se corta cada rollo en unos 5 trozos, con la ayuda de un cuchillo muy afilado.
Otros rellenos alternativos podrían ser judías Bobby al vapor, tofu, aguacate,
espárragos o zanahorias.
Para la bechamel
•30 g de mantequilla, aceite de oliva
•1 cucharada de harina
•300 ml de leche
•Sal marina
•1 hoja de laurel
Para preparar la salsa se escaldan los tomates enteros para poderles quitar la piel
fácilmente. Se cortan por la mitad, se les extrae las semillas y se trocean. En una
sartén, se calienta aceite de oliva y se rehoga en él la cebolla picada durante unos
minutos. Seguidamente se incorporan los tomates troceados, el orégano y la sal y
se deja cocer durante 15 minutos aproximadamente removiendo de vez en
cuando para que no se pegue.
Para preparar la bechamel se pone a derretir la mantequilla en un cazo junto
con un poco de aceite. Se añade la harina y se remueve con unas varillas. Se
incorpora la leche, poco a poco, junto con la hoja de laurel y la sal. Se deja
cocinar, sin dejar de remover, hasta que espese lo suficiente. Se retira la hoja de
laurel y se reserva tapada.
Para preparar el relleno se pone aceite a calentar en una cazuela de fondo
grueso, y una vez caliente, se incorporan las cebollas ya peladas y picadas.
Cuando estén transparentes se agregan los ajos picados, y se deja cocinar unos
minutos más hasta que se dore. En ese momento se añaden la piña ya pelada y
troceada, el cilantro fresco picado y las espinacas bien lavadas. Se salpimenta al
gusto y se rehoga hasta que las espinacas estén hechas.
En una olla con abundante agua hirviendo y un poco de aceite, se incorpora
poco a poco la pasta y se deja cocer durante 3 minutos. Pasado ese tiempo se
echan en un escurridor y se extienden en paños de cocina para que se sequen.
Se precalienta el horno a 180 ºC y se extiende un poco de salsa bechamel en
la base de una bandeja refractaria. Se coloca una capa de pasta y a continuación
una capa de salsa de tomate, seguidamente el relleno de espinacas con piña y de
nuevo otra capa de pasta. Se repite de nuevo el proceso hasta obtener varios
pisos. Se recubre la última capa de pasta con la bechamel y el parmesano, y se
deja cocer en el horno hasta que se gratine. Se espolvorea unos cuantos piñones
por encima.
Para el condimento
•60 ml de aceite de oliva virgen
•45 ml de vinagre de manzana
•Sal marina
•Pimienta negra recién molida
En una cacerola alta se pone abundante agua a ebullición con un poco de sal.
Cuando rompa a hervir se añade la pasta y se deja cocer hasta que esté al dente.
Se escurre y le pasamos un chorro de agua fría para que se corte la cocción.
Se trocea la lechuga y la achicoria, se lavan y se escurren bien. Se lavan las
peras, y tras quitarles el corazón se cortan a tacos, sin pelar. Se rocían con el
zumo de limón y se reservan. Se corta el tomate a cuartos. Se pela la zanahoria y
se corta, primero en rodajas finas en diagonal, y después en palitos. Pelamos las
escalonias y las cortamos en juliana fina. Se trocea el queso en dados.
Se introducen todos los ingredientes en una ensaladera amplia y se remueve
para que se mezclen bien. Se introduce el aceite, el vinagre, un poquito de sal y
algo de pimienta negra en un tarro con tapa de rosca. Se cierra y se agita bien
hasta que se emulsione la salsa. Se rocía con esta vinagreta la ensalada de pasta y
se sirve inmediatamente.
Pizza de cebolla y azafrán
Para 4 personas
•3 o 4 cebollas
•¼ de cucharadita de azafrán molido (en 50 ml de agua)
•1 cucharada de cebollino fresco picado
•Sal marina
•1 cucharadita de orégano seco
Crepes de verduras
Ingredientes para 4 crepes
•100 g de judías verdes tipo Bobby
•2 zanahorias
•2 calabacines
•1 cucharada de miso
•40 ml de aceite de oliva virgen
•1 cucharada de perejil picado
Para la masa
•90 g de harina integral de trigo
•40 g de harina de alforfón
•300 ml de leche
•2 huevos
•Sal marina
•Aceite para freír las crepes
En el vaso de una batidora se mezcla la leche, la harina de trigo y alforfón, los
huevos y un poco de sal. Se bate todo junto hasta conseguir una mezcla
homogénea y se deja reposar como mínimo 30 minutos.
Mientras tanto se lavan las verduras, se pelan las zanahorias y se les quita las
puntas a las judías. Se cortan todas las verduras en tiras finas y se cocinan al
vapor durante 10 minutos, o hasta que veamos que están hechas pero crujientes.
Se disuelve el miso con un poco de agua caliente, el aceite de oliva y el
perejil picado. Se añade esta pasta a las verduras hervidas, se remueve y se deja
que las verduras se maceren un poco con el aliño.
En una sartén caliente, con unas gotas de aceite, se vierte un poco de la
masa. Se voltea para que cubra de manera uniforme el fondo de la sartén, y se
cuece la crepe, a fuego medio, hasta que se dore y despegue con facilidad. Se le
da la vuelta y se deja cocer un minuto más por el lado contrario. Así, hasta
obtener todas las crepes.
Colocamos un poco de las verduras en cada crepe y las enrollamos para
servir.
PROTEÍNAS
Huevos marmolados
Ingredientes para 4 personas.
•4 huevos
•1 cucharada de sal
•4 bolsitas de té negro
•2 anises estrellados
•1 cucharada de tamari
•2 cucharaditas de sal
Se pone en un cazo la cantidad de agua suficiente para que pueda cubrir los
huevos que se van a hacer.
Se pone el cazo al fuego y cuando rompa a hervir se echa la sal y se
introducen los huevos con cuidado.
Se deja cocinar durante 12 minutos, y pasado ese tiempo se retira el agua
caliente y se echa agua fría para que se pare la cocción.
Una vez que los huevos ya se han enfriado, se golpean suavemente con la
parte convexa de una cuchara por toda la cáscara, con la intención de cascarla
pero sin llegar a romperla.
Se coloca de nuevo un cazo de agua al fuego, se agregan las bolsitas de té
negro y los anises estrellados, y se deja que hierva durante unos minutos.
Se retira del fuego, agregamos el tamari y agitamos. Se sumergen los huevos
en esa infusión, y se dejan reposar con la cazuela tapada durante 40 minutos.
Cuando los pelemos, los huevos duros presentarán unas bonitas vetas
oscuras que darán la sensación de que están hechos de mármol.
POSTRES Y DESAYUNOS
Pudin de dátiles
Ingredientes para 8 personas
•200 g de dátiles sin hueso
•100 g de harina de fuerza
•100 g de harina integral
•250 ml de agua
•130 g de azúcar integral
•90 g de mantequilla clarificada
•1 cucharadita de bicarbonato
•2 huevos
•1 cucharadita de semillas de linaza
•Aceite para untar el molde
Se precalienta el horno a 190 ºC. Se unta un molde cuadrado con aceite y se
forra el fondo con papel encerado. Se pican los dátiles y se ponen al fuego en un
cazo con el agua. Cuando el agua rompa a hervir se retira del fuego, se agrega el
bicarbonato y se deja enfriar.
Se echa en un bol amplio la mantequilla clarificada junto con el azúcar, y
con la ayuda de unas varillas se bate hasta dejarlo espumoso. Se van añadiendo
los huevos de uno en uno mientras se continúa batiendo. Se mezcla la harina de
linaza con 50 ml de agua y se disuelve. Se añade al bol y se bate de nuevo.
Se tamizan las harinas sobre la crema de huevo y azúcar, se añaden los
dátiles junto con el agua y se remueve hasta ligar la mezcla. Se vierte en el
molde y se hornea durante 40 minutos o hasta que al insertar una brocheta en el
centro esta salga limpia. Se deja reposar unos minutos y se desmolda.
Alioli
Ingredientes
•5 dientes de ajo
•250 ml de aceite de oliva virgen
•Sal marina
Se pelan los ajos y se machacan en un mortero (de mármol o loza) con un poco
de sal. Se trabajan removiendo concienzudamente con la maza hasta conseguir
una pasta fina.
Se va echando poco a poco el aceite, primero gota a gota y más tarde en un
hilillo fino, al mismo tiempo que se remueve sin parar y siempre en el mismo
sentido. Seguir hasta que emulsione la mezcla y adquiera una consistencia
espesa.
Una variante de esta salsa consiste en añadirle la yema de un huevo después
de haber machacado los ajos y proceder como en la receta base. También se le
puede agregar un chorrito de zumo de limón o vinagre.
Mayonesa a la cúrcuma
Ingredientes
•2 yemas de huevo
•Pimienta negra
•1 cucharadita de cúrcuma en polvo
•1 cucharadita de zumo de limón
•1 cucharadita de perejil fresco picado
•250 ml de aceite de oliva
•Sal marina
Se ponen las yemas de huevo en un mortero (de mármol o loza) junto con la sal
y se remueve con la maza.
Se va añadiendo poco a poco el aceite, en hilillo fino, mientras removemos
de manera constante y siempre en el mismo sentido para que no se desligue.
Cuando la salsa haya cogido cuerpo se añade la pimienta negra recién
molida, la cúrcuma, el zumo de limón, el perejil picado y se remueve de nuevo.
Es importante que, antes de incorporarlos al mortero, tanto el aceite como las
yemas de huevo estén a temperatura ambiente.
Salsa tahini
Ingredientes para 6 personas
•100 g de semillas de sésamo crudas
•80 ml de aceite de oliva virgen o de sésamo
•Sal marina
Tostamos ligeramente las semillas de sésamo en una sartén sin aceite. Se dejan
enfriar y se colocan en un mortero convencional o en un suribashi (mortero
tradicional japonés).
Se trituran poco a poco mientras vamos agregando un hilo fino de aceite,
hasta obtener la textura deseada.
Al final, se añade un poco de sal marina, y si vemos que nos ha quedado
demasiado espesa, puede diluirse añadiéndole un poco de agua.
Esta receta sirve de base para otros preparados como el humus o el paté de
berenjenas.
Humus de zanahoria
Ingredientes para 4 personas
•300 g de garbanzos ya cocidos
•150 g de zanahoria cocida
•1 cucharada sopera de tahini
•2 dientes de ajo majados
•1 cucharada sopera de zumo de limón
•Perejil fresco
•1 cucharada sopera de aceite de oliva virgen
•Sal marina
Se ponen todos los ingredientes en un robot de cocina y se trituran hasta
conseguir una crema homogénea. Si quedara demasiado espesa se puede
rectificar añadiendo un poquito de agua.
Esta salsa resultará más cremosa y suave si se le añade un poquito de yogur.
Té de los yoguis
Ingredientes para 4 tazas
•1.250 ml de agua mineral
•10 clavos de olor
•12 granos de pimienta negra
•16 granos de cardamomo
•1 bastoncito de canela
•4 cucharaditas de té verde
•2 cucharaditas de miel
Se pone el agua a hervir junto con los clavos de olor, la pimienta negra, los
granos de cardamomo y la canela.
Pasados 5 minutos se añade el té verde, se baja la llama del fuego a potencia
media-baja y se deja cocinar durante 2 minutos más.
Se retira del fuego, se cuela y se añaden dos cucharaditas de miel. Se toma
bien caliente.
Hay a quien le gusta con un poquito de leche.