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6/Mistoria argentina Punto de vista ae Dose ¢Do6nde anida la democracia? Programa de Estudios de Historia Econémica y Social Americana (PEHESA) La participacién popular y sus avatares, 1880-1943 En Argentina, el sistema politico democritico ha sufrido diversos ava- fares: algunos avances y muchos retro- esos. Es habitual que su andlisis se haga desde el punto de vista de los grupos dominantes, de los factores de poder, de Ia institucién militar, y que los sectores populares sean considerados apenas como fuerza impulsora 0 como los que otor- ‘ain el consenso que todo régimen estable necesita, Cabe sin embargo plantear el problema desde una perspectiva comple- Integran el PEHESA: Ricardo Gon- zilez, Leandro H. Gutiérrez, Hilda Sabato, Juan Carlos Korol, Luis Al berto Romero y Miriam Trumper. mentaria de aquélla: In de los propios sectores populares ~en definitiva los mis interesados en una demociacia autén- tica— y su capacidad para generar y ali- mentar procesos democraticos, Para los sectores populares, la de cracia implica un componente esencial: Ja participacién igualitaria, que hoy s6lo es posible en aquellas organizaciones celulares que funcionan en el interior de la sociedad civil. Un régimen democri- tico integral supone, ademas de ésta, otras muchas condiciones, y principalmente un sistema de partidos donde los intereses sectoriales se integran y se trasmutan en proyectos politicos. Pero éstos deben apoyarse necesariamonte en esa rod de organizaciones primarias donde se gesta Ja experiencia democratica, Son los duros avatares de la democra- cia en Argentina los que nos llevan a re- flexionar acerca de esas célults primeras, ‘e303 “nidos” en los que se realiza la ex- periencia inicial de la participaciOn igua- litaria, y en los que se refugia y manticne latente cuando el sistema politico gene- al deja de ofrecer —como ocurre con mucha frecuencia el marco para que la experiencia primaria se proyecte en la vida politica. Los comentarios que guen, referidos a los sectores popula de Buenos Aires entre 1880 y 1943, qui ren arrojar alguna luz sobre cuestiones que son muy actuales, El periodo formativo, 1880-1912 Hacia 1880 culmina el proceso de constitucién del estado nacional. Al ca- lor de ta creciente prosperidad econ6s ca, los distintos sectores de la élite tradicional concluyen las siete largas gcadas de lucha y se integran en torno de una formula politica que se expres en la 1axo Partido Autonomista Nac nal. Simultineamente culmina Ia orga- hizacién juridica del estado, en la que se conceden extensas facultades a un poder central fuerte, capaz de garantizar el orden y Ia unidad. El sistema politico que administrd el estado, y que dirigié la gran transformacion de Ia sociedad, se mantuvo largo tiempo restringido a Ia dlite tradicional y particularmente 4 una oligarquia politica que se consti- tuyé en su Paralelamente, la sociedad se reno- vaba totalmente, al ritmo del crecimien- to agropecuario y de la urbanizacién, En las grandes ciudades Buenos Aires y Rosario, particularmente~ los secto- tes populares. se constituyeron med te la integracién de los viejos grupos erio- los, os inmigrados en las décadas anterio- tes y los nuevos contingentes europeos. Fue ésta una etapa de formacion, en todos los niveles: de las actividades pro- ductivas, de las redes sociales —que se articularon primero en los conventillos ¥ luego en los nuevos barrios~ y de las diferentes tradiciones culturales Sobre esta sociedad atin en estado fluido procuré intervenir un estado que, si Ie vedaba la participacion politica, necesitaba ordenarli, disciplinarla y ge- nerar en ella un consenso minimo para su accién, La accién del estado sobre la Punto de vista Historia argentina/? sociedad civil fue intensa y se proyect® en distintos niveles: disciplina taboral, orden policial, control sanitario. La edu cacidn piblica ~herramienta formidable fue decisiva pam Ia integracién y nacio- nalizacion de los inmigrantes y, también. para la difusién de los principios basicos del orden. La legislacién sobre servicio militar obligatorio, concebida con los mismos objetivos, complets el proceso ‘en una etapa en la que el estallido de los Primeros conflictos graves oblig6 al es tado a acentuar su funcién represora. Pero simulténeamente, en el seno de esta sociedad en formacion, en la que la diferenciacin habfa avanzado solo ‘unos pocos tramos, se fueron gestando infinidsd de organizaciones colulares, 4 través de las cuales aquel conglomer do flufdo fue adquiriendo formas def nidas. En primer lugar, las diversas ins- tituciones que agrupaban a las colectivi- dades nacionales, cuya doble organiza- ‘ion —por lugar de origen y por zona de residencia en las ciudades— es caracte- Histica de esta etapa. Luego, las socieda- des gremiales y de socorros mutuos, a menudo entrecruzadas con aquéllas. En otro plano, tas diversas asociaciones con fines culturales 0 recreativos: los clubes, las bibliotecas populares, los grupos tea: rales 0 filodraméticos, las escuclas libertarias. . {Cuil fue Is funcion de este vasto conjunto de instituciones en el proceso de conformacién de los sectores popu- lares, y sobre todo en el de adquisicién de su identidad? Una de sus caracteris ticas fue 1a amplitud de los fines reales: més alld de los declarados—, la plural dad de funciones asumidas, su entrecru- zamiento y superposicion, y su relacion conflictiva, como la que caracterizé 4 sociedades de socorros mutuos y socie- dades de resistencia. Habja, sin duda, un espacio por ocupar, ancho y elistico, en buena medida coincidente con aquel sobre el que avanzaba el estado: en la educaci6n, por ejemplo, funcioné durante lun largo perfodo un’ sistema informal =bibliotecas populares, centros cultura- les, centros politicos cuya real mag- nitud nos es poco conocida pero que re- present6 una alternativa frente a la ense- flanza estatal. Pero el rasgo saliente de estas primeras organizaciones celulares €3 su carieter espontineo, que permitio luna participacion efectiva e igualitaria, luna experiencia concreta de discusién y gestion, de divergencia y acuerdo, de democracia embrionaria, en _sintesis. Entre ellas, nacieron unas muy pecu- liares, llamadas a trascenderlas: los. gre- mios por oficio, matriz. de los sindica- 10s. Es sabido que éstos tuvieron un tem- DPrano auge, si se considera lo incipiente del desarrollo de los sectores trabajado- es, su fragmentacién y el peso enorme de los que realizaban tareas. ocasiona- les 0 de los “cuenta propia”. En el acelerado crecimiento de estas organiza- ciones reivindicativas influyeron tanto los problemas concretos —condiciones de tra bajo, jornada laboral, salarios, inestabil dad~ ‘como el aporte de militantes ex- tranjeros, vinculado con su. precoz des- arrollo ideolbgico. Lo que més nos int resa en este caso es su propio funciona- miento intemo: tamatio reducido y aso- iacién voluntaria —de hecho, nucleaban a los. activistas~ implicaron un acabado funcionamiento democratico, similar al que se daba en las restantes organizacio- nes celulares, Pero, a diferencia de aque- llas, estos sindicatos alcanzaron répida- mente una fuerte capacidad de movil zacién, que se manifest6 en la serie de hhuelgas —de cardcter definidamente con- testatario— a lo largo de la primera dé cada de este siglo. Mis que la adhesion del conjunto de los trabajadores a. la ideologia anarquista —que era la domi- nante entre los dirigentes- se observa aqui una capacidad de éstos para captar las demands que en ese momento te- nfan los trabajadores y formular las con- signas que posibilitaban su. movilizaci6n, Por ese camino, algunas de aquellas orga- nizaciones celulares de la sociedad —y de sus trabajadores particularmente— comen- zaban a derivar en organizaciones més complejas y de funciones mas especi- ficas Algo similar ocurrié en ta esfera pro- piamente politica. Alli la restriccién im- pueita por el estado imperaba plenamen- te, reforzada por el hecho de que el io ala condicién necesaria para luna hipotética participacién electoral. Pero la falta de adquisicion de la nacio- nalidad cfvica en modo alguno excluia {/istria ergentina Punto de vista totalmente a los inmigrantes de una par- ticipacién politica, que se canalizaba por otras vias: las asociaciones de colectivi dades, que en ocasiones funcionaban como grupo de opinién o de presién, 4 través sobre todo de una prensa propia que fue haciéndose cada vez més impor- tante; los gremios y asociaciones de tra- bajadores, donde predominaban los migrantes, en los que la direccién anar. quista levaba a asociar fuertemente Ja lucha sindical con la politica. Inclusive, se dio la participaci6n directa, en la pro- testa callejera —en el ciclo ‘eritico de 1890-1895— y eventualmente en algunas formas politicas de violencia, Para los sec- tores criollos, por su parte, la inchisin en las clientelas propias de la politica tradicional representaba un primer paso ‘en el proceso de integracién a la vida po- Iitica, En. este proceso paulatino de poli- tizacién de los sectores populares re- Presenté un avance sustancial el sur- gimiento de partidos politicos moder- Nos que, aunque no especificamente populares, dieron amplia cabida a estos sectores, En el caso del radicalismo es necesario puntualizar que esa_participa- cién popular, que legs a ser importan- » no estuvo plenamente presente en sus ios. El Partido Radical fue, durante ‘un lapso prolongado —probablemente hasta 1905/1910— un partido de cua- dros, dirigido por un sector disidente de Ia élite tradicional, Su desarrollo hasta entonces represent6 tn sustancial aumen- to de Ia participscién, pero dentro de los limites del sistema establecido; sobre todo, después de los aflos criticos de 1890-1895, entré en un estado casi de latencia, Por otra parte, la definida he- terogeneidad de su composicién limité sus formulaciones programsticas al tema del sufragio e impidié que la participacién popular tuviera un perfil mis definido, En el caso del Partido Socialista, esa de- finicién programitica existi6: por prime- Ta vec, una agrupacién politica ofrecia lun programa para una clase obrera cuya formacién se estimulaba. Partido para os trabajadores, no fue sin embargo un partido predominantemente de los trabajadores. Su conduccién quedé reser: vada al nucleo de intelectuales que lo fundé y Ia participacién en él de los ‘gremialistas fue siempre restringida, al Punto que el grueso de ellos abandoné el Partido en 1905. Por otra parte, el lento avance de la nacionalizacion entre los trabajadores inmigrantes indica que la prédica del Partido en pro de una partici- icién politica electoral —que compe- tia con la tesis anarquista, mucho més exitosa— no lograba grandes éxitos. El primer impulso, 1912-1930 La etapa que va desde 1a sancion de la Ley Saenz. Pefta hasta la revolucién de 1930 estd caracterizada por una no- table extension en la participacién po- Iitiea y un aumento en la especificidad de as organizaciones a través de las cuales ésta se expresa. Probablemente, también se produjo un debilitamiento de muchas de aquellas primeras organi- zaciones celulares y un surgimiento de otras nuevas, ‘Aunque el desarrollo de la sociedad no presenta cesuras manifiestas, puede sefialarse sin embargo que, en esta se- gunda etapa, aquel proceso formativo ha dado paso a una etapa de estructura- cién creciente, Ea diferenciacién de la sociedad es manifiesta y, del conglo- merado inicial, pueden distinguirse con claridad a tos sectores trabajadores y a aquellos que han dado un paso impor- tante en la “aventura del ascenso”. Igua- les diferencias pueden hacerse entre cl mundo marginal y el mundo del trabajo, ¥ aun en éste, entre el conjunto de los trabajadores y ‘un sector obrero con per- files definidos. Por otra parte, la existen- cia de una segunda generacién de in- ‘migrantes —argentinos de nacimiento~ altera completamente los datos respec- to de su participacién politica. Final- mente, es més evidente que la onda general de prosperidad de la sociedad slobal —que arranca en 1880 y culmi- na en 1930— sufre interrupciones en coyunturas visibles y violentas, como el ciclo que sigue a la Primera Guerra Mun- dial, en las que los conflictes de la so- ciedad alcanzan picos culminantes. Pero lo decisivo para explicar los cambios en la participacién popular proviene de 1a esfera propiamente poli- tica, La Ley Sienz Pefta, en parte pro- ducto de un largo proceso de lucha y movilizacién, tuvo a su vez enormes efectos movilizadores. Apenas sancio- nada, la afluencia de afiliados a los par- tidos se increment6, y particularmente cambié 1a naturaleza del radicalismo. Esa participacién —tanto en afiliaciones omo en yoto— continué en aumento, hasta culminar en las elecciones de 1928, primer fenémeno de eleccién, masiva. En ello tuvo que ver, ademas de la Ley, que creaba el marco juridieo, 1a presencia de un gobierno popular, tanto or su origen como, en buena parte del periodo, por sus politicas. Sin entrar en la discusiGn de las bases ideolbgicas 0 os objetivos ltimos de tos gobiernos radicales -y particulammente de los de Yrigoyen— es evidente que en muchos aspectos fueron gobiernos més bien per misivos que restrictivos y que sus pol ticas estuvieron guiadas por lo que se Hamaba el “interés social” y Ia voluntad de mediar 0 conciliar en los conflictos socidles. Esta situacién creé un ancho campo para que se desarrollara la mo- vilizacion y participacién popular, y para que los grandes organismos destinados a canalizarla —sindicatos y partidos— se desplegaran plenamente. También, ereé las condiciones para una reaccién igualmente profunda de los sectores pro- pietarios y de las Fuerzas Armadas, de modo que pronto el gobiemo radical queds atrapado entre 1a movilizacién popular y la reaccién del establishment. La movilizacién sindical se hizo a la vez més intensa y més especifica, y sus fronieras con la accién definida como politica quedaron més claras. El des- plazamiento del anarquismo por el sin- icalismo correspondi6 al desarrollo de sindieatos de mayor envergadura, con un inicio de organizacion burocratica, mon- tados sobre actividades que reunian a muchos trabajadores y cuyas patronales estaban relativamente. unificadas, como las de los portuarios, los ferroviarios, los tranviarios 0 los maritimos. Los sindi listas cortaron los vinculos con los pa dos politicos, centraron su accién en la reivindicacién econémica, perseguida através del sindicato, y desarrollaron su estrategia en tomo de la negociacion, tanto con los patronos como con un estado que intervenfa cada vez més en Punto de vista Historia argentina/9 Jos problemas laborales. Las huelgas perdieron su cardcter “salvaje” de la eta- a anarquista y se centraron en Ia obten- cion de objetivos determinados y nego- ciables, Bl largo periodo critico, que se inicia hacia 1917, alcanza su pico en 1919 y se prolonga hasta 1923 (y en el que se insertan también importantes movilizaciones agrarias), lo fue menos por los objetivos declarados que por la suma de una serie de conflictos parcia- les, radicados, por otra parte, en centros neurdlgicos de la vida econémica, como eran las actividades exportadoras, Retirado el sindicalismo de la accién politica, su campo fue plenamente cu- bierto por unos partidos que se desarro- llaron ampliamente, organizaron la opi- nidn, compitieron por ella, impusieron sus representantes en las distintas ins- tancias del estado, divergieron y nego- ciaron: en suma, fueron los. vehiculos de la participacién democritica. Esta se advierte, naturalmente, en la creciente Participacion electoral. Pero también, en el desarrollo de aquellas secciones de 10s partidos politicos que operan en el nivel de la sociedad civil y que esta- blecen los vinculos de ésta con Ia poli- tica, Los comités radicales y soci no s6lo reclutaron votantes potenciales sino que difundieron entre ellos la ideo- Jogia partidaria, Cabe preguntarse cudl fue Ia relacion entre estos partidos y los niicleos previos que existian en la sociedad civil, un tema que parece crucial para comprender los alcances de esta primera gran experiencia democritica. En algunos casos, los comi: ts asumieron las funciones de os viejos niicleos culturales © sociedades mutua Jes a las que desplazaron. En otros, en ‘cambio, los absorbieron, déndole a sus actividades un cariz. politico. El clasico “puntero” fue también un dispensador de servicios y el comité pudo cumplir las funciones del club barrial, cuando estos clubes no eran controlados por algunos de los grupos politicos. El centro socialista reunid a los grupos con inte- reses culturales, organiz6 bibliotecas y cursos. El comité radical vendié pan barato en época de clecciones, etc Asi, buena parte de las funciones de Jas primeras organizaciones _celulares originarias fueron absorbidas por los par- tidos que les dieron una proyeccién po- litica 0, en otros casos, por las organiza- ciones sindicales de nuevo tipo. No ocu- m6, sin embargo, en todos los casos, y hubo resistencias, pujas y conflictos y también reivindicacién del apoliticismo. En otros casos, como en 1s educacién, fue el avance del estado el que, sin pro- ponérselo especificamente, restringié el campo a estas agrupaciones celulares. Por otra parte, la mayorfa de ellas cam- bid sustanciaimente de carécter, acom- pafiando al proceso de diferenciacion y estratificacion de Ia sociedad, Asi, las asociaciones de colectividades integraban 4 Ia totalidad de los miembros de una nacionalidad —que buscaba en ella beneficios cada vez més especificos— bajo la diteccién de los grupos mis ricos de la misma, De horizontales se hicieron verticales y fueron perdiendo aquel ca- tacter de Organos primarios de la demo- cracia. Es posible, sin embargo, que en otros sectores de la sociedad surgieran simulténeamente otras nuevas, aunque poco conocemos de ellas. {Se mantuvo esta prictica de la de mocracia primaria en Ias nuevas organi- zaciones —partidos y sindicatos—, creci- das con el proceso de movilizacién y participacion? La respuesta, en general, arece ser afirmativa, pero debemos consignar ciertas dudas, ciertas zonas os ‘curas en un desarrollo que nunca fue li- neal. En el Partido Socialista es conoci do el anquilosamiento de su direccién y la Hamada “dictadura” de sus miem- bros fundadores, lo que seguramente debe de haber repercutido en Ja vida interna de os centros de base. Los comités radi- ‘ales han sido vistos més bien como dis- Pensadores de servicios que como gene- radores de inquietudes, y las posibilida des de que éstas llegaran a una direccién que, hasta 1925, era sustancialmente similar a Ja de 1890, eran escasas. Ten- dencias similares quizis podrian detec {arse en sindicatos que empezaban 2 contar con grupos dirigentes estables y ‘que, como en el caso de los ferroviar fueron definidamente centralistas y auto- ritatios, porque asi lo requerfan las pro- pias condiciones de trabajo, Seflalemos un dltimo punto. Parti dos y sindicatos tienen en este periodo esferas de influencia claramente diferen- 10/Historia argentina Punto de vista ciadas. La corriente tlamada. “sindi lista", dominante en los gremios, recha- za a los partidos. Los sovialistas no solo tienen dificultades para hacer pie ‘entre los obreros sino que, en el propio partido, los dirigentes de origen gremial tienen un limitadisimo campo de accién El radicalismo no desarroll orginica- mente un sector gremial y sus relaciones con ese ambito se daban més bien en la epula, con algunos dirigentes “sind: calistas”. Desde el punto de vista de los trabajadores, esto significé que sus soli daridades se repartieron entre dirigentes gemiales y politicos, sin que su ad sion para la accién en una esfera especi fica implicara que debia trasladarse a ottas, Probablemente, si debian nego- iar condiciones de trabajo, apoyaran 4 los sindicalstas, y si las cosas Hevaban al enfrentamiento violento, siguieran a os anarquistas; pero cuando habfa que yotar, lo hacian por Yrigoyen. repliegue, 1930-1943 Li crisis de 1930 inauguré una etapa caracterizada por un régimen restrictivo apoyado en el fraude, que sin embargo no Uleg6 a negar, en el plano de los prin- ipios, el sistema democritico. El estado aument6 sus esferas de accién y negocio directamente con las organizaciones cor- porativas de los sectores propietarios, privando asia los partidos de una de sus funciones principales. Por otra parte, se doterior® progresivamente el apoyo consensual en el conjunto de la socie- dad, y particularmente entre unos sec- tores populares que cambiaban acele- radamente de fisonom/a, por obra de las migraciones y de la industrializacion. La restriceién politica conllevo un sierre de los espacios ganados en. la eta- pa anterior para la participacién popu- Jar. Sin embargo Sta resurgié, con impetu notable, en 1945. Cabe pregun- tarse, pues, en qué dimbitos se conserv6, dénde “anid6” en esos afios de latencia. Dificilmente la respuesta se encuentre en el imbito de los partidos politicos tradicionales, que casi sin excepciones se adecuaron al régimen fraudulento, Apartados del presupuesto y del poder, Jos comités casi no pudieron seguir des: arrollando sus funciones politicas, ni las sociales conexas, Los sindicatos, en cambio, aumenta- ron su campo de accién a lo largo de la déeada. Se revitalizaron jas organizacio- nes y se desarrollé un amplio proceso de movilizacién, conducido en buena me- dida por dirigentes de los partidos pol ticos obreros —socialistas y comunistas— ‘que volvieron a encontrar en los sindica- tos y Ia CGT un vasto campo de accion, Junto con las organizaciones crecieron Jos grupos sindicales de base, las comisio- nes internas y los nuevos sindicitos, al ritmo de la expansion y diversificscién de la industria; aunque no siempre hubo centre ellas y las direcciones una comuni- cacion fluida, en aquellos micleos. al menos -se mantuvo y reactivé la parti- cipacién igual Pero Jo mas interesante, y menos co- ngcido a la vez, es 10 que ocurrid en el resto de Jas organizaciones que se desarro- aban en el seno de la sociedad civil Muchas de las que nacieron en Ia etapa anterior desaparecieron, se burocratiza- fon anquilosaron, Pero surgieron otras nuevas, particularmente en los barrios, Viejos © nuevos, que desde principios de siglo habian sido los ambitos de articu: lacién de la nueva sociedad y que proba- blemente siguieron siéndoto a medida que €l_ proceso de las migraciones internas ampliaba la periferia portefia. En estos afios los clubes barriales, las sociedades de fomento, las bibliotecas populares y otras muchas instituciones de este tipo parecen haber vivide su época de mayor florecimiento y creatividad. La cuestion acerca de d6nde at Ja democracia en estos aflos es, sin duda, compleja y mal conocida, pero también lena de sugerencias para nuestro presen- te, también complicado y oscuro. La prueba de la existencia y vigor de estos nidos se halla en ese vertiginoso impulso de la movilizacion popular que acompa- 116 al surgimiento del peronismo, aunque sin agotarse en él, y que se manifest ‘en todos los niveles, desde Ia base hasta Inalta politica. Repliegues y avances se repitieron varias. veces mas ain, Cabe preguntarse sino es en este movimiento donde debe buscarse una de las claves de nues- tra vida politi 5 = e POPAMEGCA Director Saul Sosnowski Suscripciones a Hispamérica, re- vista de literatura, tres numeros por aio Individuales: u$s 12,00 Bibliotecas: u$s 18.00 Patrocinadores: u$s 25.00 (sus nombres son ‘mencionados en fa revista) TENEMOS NUMEROS ATRASADOS. Direccién: 5 Pueblo Court/Gaithers- burg, MD 20760, USA FOPAMECA

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