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UNIVERSIDAD DEL CAUCA

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES


DEPARTAMENTO DE HISTORIA

La higienización en Bogotá desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad
del siglo XX

Escrito por Isabela Farfán

Docente
Gilma Ríos Peñaloza

Popayán, 4 de octubre de 2021


Introducción:
En este trabajo final quiero acercarme cómo a finales del siglo XIX y la primera mitad del
XX en la ciudad de Bogotá, la concepción del cuerpo, las diferentes enfermedades y el gran
desorden en la población adquirieron una gran importancia durante el periodo de la
Regeneración como ámbitos que debían ser reformados y estudiados, pues la nación iba en
pro de un desarrollo moderno e intelectual y cómo el mismo gobierno con la implementación
de instituciones o ciertas prácticas le confirieron un gran poder de autoridad a las figuras
médicas, quiénes eran los actores principales en prevenir la transmisión de enfermedades y
velar por el cuidado de las familias colombianas y su higiene. También me parece importante
resaltar la figura de Jorge Bejarano Martínez, quien fue el precursor de estas prácticas
higienistas, al poseer una conciencia de que estas prácticas podrían influenciar en la
cotidianidad de las familias y en su mejora a la hora de alimentarse, de cómo cuidar a un niño
y las leyes que impulsó para el control del ejercicio de los médicos, farmacéuticos, control de
medicamentos y cómo también, este personaje dio un lugar a la mujer como sujeto activo en
el estudio de la medicina.
En este orden de ideas, el trabajo final estará compuesto, primeramente con una
contextualización, de cómo la sociedad bogotana dió lugar al desaseo y a la proliferación de
diferentes bacterias y enfermedades, las cuales se fueron convirtiendo en una parte más de la
cotidianidad bogotana, pero que a partir de 1886, comenzaron a ser objeto de reflexión por
parte de la comunidad médica para poder resolver los problemas derivados por la falta de
higiene y de organización.
En la primera parte me centraré en cómo durante la Regeneración se comienza a generar una
conciencia civilizatoria y centralista, la cual buscaba una transformación urbana y social,
paralelamente con una transición de la medicina practicada popularmente a la medicina
profesional. Seguido de esto, entraré en materia acerca de cuáles fueron las medidas y
políticas de higiene que realizó el entorno médico para poder conducir a la sociedad bogotana
hacia el progreso.
La segunda parte del texto estará constituida principalmente por las medidas y acciones que
realizó Jorge Bejarano Martínez, pues él al ser uno de los precursores de la higiene, junto a
otros médicos tomó conciencia de que su profesión médica respondía a un proyecto de
control social y de progreso racial, otorgándole así, a la figura médica un cierto prestigio
intelectual y un control político. Siguiendo con la figura de Bejarano Martínez, es
importante analizar cómo también los referentes europeos, sobre todo la medicina francesa
influyeron en la forma de pensar e implementar estas nuevas conciencias acerca de la
limpieza, no solo del entorno, sino también del cuerpo humano y también un pragmatismo a
la hora de poder controlar el brote de enfermedades que estaban causando estragos en la
población bogotana.
Para finalizar con este ensayo quiero concluir con un último aspecto que es sobre la
concepción del cuerpo y de la enfermedad, el cual quiero dejar claro, pues estos términos
poseían diferentes percepciones a las que se tienen hoy en día y cómo estas fueron utilizadas
como un factor de exclusión social y de legitimidad política.

Malos olores y miasmas:


En el libro de 1892: un año insignificante, se menciona como “Bogotá en el siglo XIX olía a
mierda. Los tufillos eran tan penetrantes que un viajero, ante tanta hediondez, alguna vez dijo
que si le tocara recetar algo al universo enfermo, empezaría con una medicación para
Bogotá”. (Herring Torres, p. 19). Considero que tenía razón para ese entonces, pues la
inmundicia estaba esparcida en casi toda Bogotá, como desde las casas, construidas
toscamente con un tipo de barro, hasta sus calles angostas, sin pavimentar y que no solo
estaban concurridas por cerdos, gallinas y cabras, sino que también corrían excrementos y
residuos de todo tipo, ya fueran de las letrinas públicas y privadas, de animales y de basura
acumulada. El olor eran tan nauseabundo y penetrante que se adentraba al cuerpo por medio
del aire y de los alimentos que se consumían, volviéndose como una parte más del cuerpo,
degradando no solo la salud del individuo, sino que también afectaba la salubridad de la
ciudad; tanto así, que cuando las fuertes lluvias azotaban la capital, el precario sistema de
alcantarillado no soportaba y las pocas alcantarillas se rebosaban e inundaban las calles con
una mezcla de barro y de todos los residuos de la población, prácticamente, las alcantarillas
eran un como un “foco de muerte”, tal y como lo describe el caricaturista Alfredo Greñas, de
las cuales brotaban todo tipo de asqueroso ser, como las ratas, cucarachas o moscas que
contaminaban la comida.
Con este panorama tan desagradable, el brote de enfermedades y de epidemias, tales como: la
sífilis, la lepra, la fiebre tifoidea y el tifo, las cuales eran ocasionadas por la precariedad de las
letrinas y las aguas contaminadas; al igual que la disentería que se obtenía por la mala
cocción de los alimentos y por el abuso de la chicha. La capital Colombiana era producto de
toda esta podredumbre, que fue el resultado de la inestabilidad económica, política y social
ocasionada por la guerras civiles desde la primera mitad del siglo XIX y también por la
migración de diferentes sectores del país hacia Bogotá, en busca de mejores oportunidades, lo
cual empeoró la situación de salubridad.
Paralelamente a este ambiente virulento, la teoría miasmática tuvo gran acogida por parte de
los intelectuales y médicos, que utilizaron esta teoría para poder explicar el origen de todas
estas enfermedades que mencioné anteriormente, pues se tenía entendido que estas
enfermedades y virus tenían su origen en el polvo o ciertos vapores que desprendían de la
tierra, como al igual que los olores de los cadáveres o las sustancias de los residuos. El auge
de este pensamiento miasmático logró reforzar la perspectiva médica de cómo las
enfermedades provenían de los fluidos que desprendían las aguas estancadas, pantanos o
cuerpos en estado de descomposición, al igual que animales muertos y cómo también
señalaban unos espacios específicos, que eran en dónde se concentraban los olores más
penetrantes y en dónde había más contaminación; entre ellos estaba el cementerio, el Hospital
Civil, la cárcel y el matadero, aunque también recayó la especial atención en las habitaciones
con las condiciones más precarias, rodeadas de fuertes olores y la gran cantidad de gente que
habitaba en estos pequeños espacios y en los cuales se acumulaba la ropa sucia y los
excrementos, como también el humo de los fogones que utilizaban para cocinar; tal y cómo
se puede observar en esta pequeña descripción de la tesis de Elías Sánchez Castañeda, el cual
cita un apartado de la tesis de José Gaitán Hurtado, que se tituló Higiene de barrios obreros.

Para 1911, una descripción de la época mencionaba que las habitaciones eran
estrechas, sin ventanas y tenían una puerta baja y angosta que servía para la renovación del
aire y de la chimenea. En aquel entonces se calculaba que un individuo necesitaba como
mínimo 10 metros cúbicos de aire, las condiciones de las habitaciones no permitían que esa
cantidad estuviera disponible. Esos ranchos estaban compuestos por una sola habitación
sucia, donde estaban amontonados en completa confusión utensilios de toda especie con los
escasos víveres de la familia. ( Gaitán Hurtado, J. p. 8, 1913, citado por Elías Sánchez, 2014)

La higiene era la solución, no solo para mejorar el espacio público, sino que también buscaba
influenciar la vida familiar, mejorando la vida de las clases populares, no solo a nivel físico,
sino también en lo moral, ya que el objetivo sobre todo por parte de los médicos más
ilustrados era poder controlar el brote de enfermedades, mediante la supervisión de los
sectores de la población que tiraban los excrementos a la calle o hacían sus necesidades en
sitios públicos y que no tenían conciencia alguna acerca de cómo mantener su cuerpo limpio,
suscitando un montón de repudios y de medidas que serán explicadas a continuación, ya que
lo que se buscaba por medio de estas prácticas higienistas era conducir al país hacia un
modelo más civilizado que tuviera una conciencia acerca del buen manejo del espacio en que
habitaban y poder disminuir el contagio de estas epidemias, pues esto demostraba una cultura
atrasada e ignorante, pero que con la llegada del periodo de la Regeneración, la higiene y la
medicina tomarán un papel principal a la hora de cómo educar a estas clases desadaptadas.

Prácticas higiénicas y la estrategia científica:


Durante este período de la Regeneración, los terribles olores, el desaseo y las enfermedades,
que ya eran parte de la vida cotidiana bogotana fueron la mayor preocupación, no solo por la
mayoría de médicos bogotanos, sino también por el gobierno conservador, quien consideraba
que una nación no podía desarrollarse totalmente si sus ciudadanos no eran personas íntegras
y no contribuían al orden social, ya que todo este ambiente maloliente y de desorden tanto
social, como moral era el resultado de por qué Colombia seguía siendo una nación tan
atrasada y por tal, debía ser objeto de transformación, mediante el orden, la desinfección de
los espacio públicos y privados, como también la transformación de las clases populares y
obreras hacia una clase más consciente acerca de su integridad física y de los espacio que
habitan, pues estas clases fueron el mayor foco de contagio y de insalubridad, relacionándolo
a la vez con la integridad moral.
Frente al fracaso del gobierno liberal, el positivismo, el determinismo biológico y el
darwinismo recibieron gran acogida, pues con el retorno del partido conservador al poder
tenía como objetivo un nuevo proyecto político que implementara la integración del progreso
y el orden; por tal razón los intereses tanto de los políticos como de los médicos fueron
mutuos, durante las crisis sociopolíticas y sanitarias, como la propagación de estas epidemias
en la capital colombiana; siendo estos últimos, la figura de mayor autoridad frente al
comportamiento social y los que crearían las estrategias necesarias para combatir el
desatraso, participando a la vez en la política de Estado, por medio del control de las
epidemias y el desaseo y así, paralelamente, fomentando la política centralista. En este orden
de ideas, es necesario resaltar que la práctica de la medicina se formalizó con la fundación de
academias médicas, como la academia Nacional de Medicina colombiana, al igual que los
congresos profesionales y la publicación de artículos escritos por diferentes médicos en las
revistas de medicina; dando lugar a un estrecho vínculo entre la política y la medicina, tanto
así, que se dio una confrontación entre los médicos formales y los empíricos, pues estos
habían gozado de gran popularidad durante el mandato liberal, ya que durante este gobierno
federal se eliminó el requisito de poseer un título profesional para ejercer la medicina,
permitiendo que los empíricos como “teguas” o “culebreros” pudieran practicar la medicina
de forma legal, pero por medio de métodos informales, fuera de las facultades y sociedades
médicas, también como a la hora de prescribir menjurjes y remedios caseros sin ningún
estudio riguroso que se hubiera hecho previamente. Para reforzar más la legitimidad del
oficio de la medicina, se expidió en 1897 el ejercicio de la medicina en Cundinamarca, pues
se consideraba que la medicina debía actuar en conjunto con las prácticas del Instituto de
Medicina Legal en un solo edificio con la participación de médicos y científicos, pero solo
eran los primeros quienes podían realizar las prácticas forenses.
El proceso de la institucionalización de la higiene se afianzó más con la ley 30 de 1886, la
cual fue fuertemente impulsada por el médico Nicolás Osorio y en la que se menciona en la
reseña sobre la higiene en Colombia, escrita por Jorge Bejarano, ya que el artículo 1º
decretaba que:

El Poder Ejecutivo, con el objeto de obtener los datos científicos necesarios para resolver
las cuestiones que se rocen con la salubridad pública, establecerá una Junta de Higiene
Central, residente en la capital de la República, y Juntas Departamentales de Higiene
residentes en las capitales de los Departamentos o en sus ciudades principales. (p. 8)

Con la creación de la Junta Central de Higiene se quiso reglamentar la higiene para que las
medidas que fueran implementadas se les adjudicaran un carácter obligatorio. En este sentido,
me parece pertinente dividir en dos periodos el proceso de institucionalización de la higiene,
ya que el primero va desde la Regeneración hasta 1920, el segundo va desde 1920 hasta la
mitad de los años cuarentas. Anteriormente ya había mencionado cómo desde la
Regeneración, la conciencia de higiene y de los cuidados sanitarios tomaron un papel
relevante en el contexto socio-político, así que en este primer periodo quiero entrar más en
materia acerca de cuáles fueron las principales estrategias que se emplearon. Para controlar
los fuertes olores y la acumulación de las heces humanas, primero se reglamentó el control y
la vigilancia de las heces humanas en los espacios públicos de la ciudad, como también la
contratación de vigilantes que estuvieran pendientes de mantener el espacio público limpio y
multar cuando las personas incumplieran esta orden; y lo segundo, fue que se establecieron
urinarios y retretes en diferentes sectores de la ciudad, al igual que el uso de letrinas en las
casas independientes. Para poder combatir esta acumulación de residuos de todo tipo, se
implementó en 1887 por parte de la Junta Central de Higiene, un acueducto para poder
construir unas alcantarillas y poder conectarlas con las tiendas-habitaciones que manipulaban
alimentos por medio de cañerías o tubos, como también la creación de un sistema de
depuración de aguas sucias y por otro lado, se buscaba desocupar los desperdicios de las
habitaciones, la plaza de mercado y los edificios públicos, por lo cual la alcaldía designó
unas personas que se transportaban en unas carretillas encargadas de recorrer los diferentes
barrios de la ciudad para recoger todos los desperdicios.
Respecto al tema del contagio de las epidemias, la Junta de Higiene formó una comisión de
médicos, que se encargaron diseñar las políticas de higiene para poder enfrentar la alta tasa de
contagios, comenzando con el establecimiento de una casa Hospital para los enfermos de
sarampión y nombró a unos agentes especiales para inspeccionar cada domicilio del cual se
tuviera sospecha de que ahí habitaba alguien que estaba contagiado y que no tomaba las
medidas necesarias de prevención. Otro medida que ayudaba a reducir los contagios de estas
enfermedades mencionadas anteriormente fue la prohibición de personas reunidas con
animales en sitios donde hubiera ventilación y también la normalización del aseo de los
espacios comunes, el acueducto y también al interior de los hogares, pues en 1897 se
desencadenó una epidemia de viruela, la cual alertó a los diferentes médicos, obligándolos a
tomar medidas relacionadas con el aumento personal de aseo, la vacunación inmediata y
obligatoria de todos los habitantes de la ciudad de Bogotá y la ampliación de los Hospital los
Alisos para recibir a los enfermos con las debidas medidas de limpieza, pues era menester,
mantener a los enfermos en cuarentena, alejados de todo contacto humano, a excepción del
sacerdote y el médico; como también desinfectar sus habitaciones y sus utensilios personales,
tanto como su ropa, sábanas y cubiertos, los cuales eran desinfectados con una solución de
mercurio; sin embargo en 1900, la aparición otra vez de la viruela y el tifus alarmaron los
médicos, debido al permanente desaseo de la ciudad, las consecuencias de la guerra civil y de
la producción y manipulación de alimentos, lo cual se debía al sistema precario del
recogimiento de basuras y la costumbre de los bogotanos de arrojar todo tipo de desecho a las
calles, e incluso, a los ríos que atravesaban la ciudad. Por esta razón, la Junta decidió enviar
médicos a que atendieran gratis a los barrios más pobres de la ciudad en donde se observaban
las condiciones más precarias y los mayores focos de contagio; aunque las habitaciones de las
clases más pobres no eran el único de lugar de contagio, ya que el gobierno le puso
demasiada atención a las carnicería, pues la la mayoría eran sitios clandestinos, en donde la
carne era de dudosa procedencia, no había desinfección regularmente del espacio, ni tampoco
cuando se sacrificaban a los animales, razón por la cual dictaminó una serie requisitos que
debían cumplir estos espacio como: la ventilación, el uso de ganchos de acero para colgar los
pedazos de la carne y tablas de mármol para cortarlos, y también, se tenían que recoger todos
los restos de animales en un cubo para entregarlos al personal de limpieza y era de suma
importancia de los demás habitantes compraran solo la carne en la plaza de mercado.
Ya para finalizar con este periodo, cabe resaltar que el control de la higiene no solo quería
transformar el espacio físico, ni acabar con la suciedad y los contagios, sino que buscaba
acabar también con la suciedad y degenere moral, pues estas hacian parte del alcoholismo y
la prostitución; pues por el lado del alcoholismo, las chicherías fueron el lugar en donde se
desarrolló este, pues según las observaciones de los médicos e intelectuales, la chicha
embrutecía las mentes de quienes las consumían y los volvía ignorantes, alejándolos del
orden y de los buenos modales; pero que además, este espacio era también un gran foco de
contagio, pues se establecieron visitas regulares aproximadamente en 30 chicherías en la
ciudad, y dos tuvieron que ser cerradas, porque no cumplían con medidas de sanidad, pues
esta bebida fermentada se le adjudicó que era la causa de una tuberculosis abdominal, ya que
la mayoria de bogotanos eran sucios y realizaban muy poco aseo a la hora de fabricar la
chicha, debido a que esta bebida tenía contacto contacto con diferentes secreciones humanas
y los barriles de fermentación jamás eran lavados. Por el lado de la prostitución, estaba la
sífilis, pues las autoridades públicas creían que si se combatía contra la prostitución, por
medio del control y la vigilancia se podría frenar el contagio de esta enfermedad venerea;
puesto que con la profesionalización médica, se pretendió entender este fenómeno social y
cómo frenarlo, por lo que se propusó el establecimiento de un dispensario, el cual funcionaría
con un médico jefe y otros médicos de cabecera que reportarían al jefe médico, los informes
y avances sobre la contención de la sífilis. Esta constante preocupación por la propagación de
la sífilis se puede observar en el artículo Cuadro de las enfermedades de las mujeres que se
han inscrito en el libro del servicio de sifilíticas del Hospital San Juan de Dios en los años de
1886 a 1892, publicado en la revista de medicina y escrito por el doctor Gabriel Castañeda.

En principio, se hablaba de las consecuencias sociales de la enfermedad: estados


enfermizos que conducen a la incapacidad para el trabajo y frecuentemente a la miseria;
recargos para la asistencia pública; invalidez de muchos soldados del ejército;
contaminaciones innumerables diseminadas en la población; peligros concernientes al
matrimonio en razón de la desunión de las familias causadas por la introducción de la sífilis
en el hogar conyugal; esterilidad de un gran número de matrimonios o lo que es más grave
decaimiento o degeneración de la raza; mortalidad más grande de los niños; contaminación
de las nodrizas. (Castañeda, No.15, 1892, citado por Elías Sánchez, 2014)

Con esta anterior cita del doctor Gabriel Castañeda se puede dar cuenta de los resultados
desastrosos a nivel moral y biológico para poder causar también un impacto a la población y
con la retórica de las pruebas y estadísticas científicas se quería advertir a la gente que la
mayoría de quienes padecían esta enfermedad eran los más miserables, pues con las
estadísticas que sacó el Hospital San Juan de Dios se demostraba que la mayoría de mujeres
sifilíticas eran sirvientas, costureras, lavanderas, aplanchadoras y jornaleras, sucitando una
gran preocupación en los médicos, ya que la prostitución se consideraba una actividad libre,
pero que para estos, era de suma importancia que se ejerciera el control policial sobre las
prostitutas y la identificación de quienes estaban enfermas para poder recluirlas en
cuarentena, pues esto atentaba contra la moral pública.

En el segundo periodo, el control de la higienización se centró en el control de las mercancías


de los puertos y en el saneamiento de estos, como también en la prevención del contagio de
infecciones. Estos nuevos cuidados, estuvieron fuertemente influenciados por los acuerdos
internacionales, específicamente por la fundación Rockefeller, pues esta empezó a ejercer
presión sobre como controlar enfermedades endémicas, como: el paludismo y la fiebre
amarilla.
Desde 1919, se tenía pensado la necesidad de incluir la asistencia pública dentro de las
políticas de higiene, pues estas asistencias debían comprender: repartición de medicamentos,
ayuda médica, alimentos y utensilios higiénicos gratis que fueran llevados a domicilio a los
barrios más pobres de la ciudad, como también los servicios de consultas y dispensarios sin
ningún costo, pues lo que se buscaba era que todas estas medidas fueran cubiertas por el
Estado. Por tal razón en 1925 se establece la ley 15, la cual afirmaba que la asistencia
pública, por medio de campañas se encargaría del tratamientos contra las enfermedades
venéreas y la tuberculosis, como también, el cuidado de los niños; ya que es en este periodo
lo que más le preocupó a Junta de Higiene, además del control de las enfermedades, fue la
alta mortalidad infantil que se pudo haber evitado con unas normas higiénicas, pero que,
desafortunadamente, fue hasta 1929 que la asistencia pública le prestó su respectiva atención,
debido a que los niños eran un pilar fundamental del mejoramiento de la raza y el progreso
del país, y por tal, había que estar al servicio de los cuidados, tanto de los niños enfermos,
como de los niños sanos para poder brindarles los alimentos y cuidados necesarios, al igual
que estar pendientes de su desarrollo y de cuándo prestar atención médica en las diferentes
instituciones médicas, sumándole, la enseñanza de los cuidados higiénicos, ya fueran
privados, públicos o sociales.
Para aumentar la capacidad administrativa del control de la higiene, se logra la estructura y la
la conformación del Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública, entidad
independiente y la cual infundió la implementación y vigilancia de la higiene público y
privada, prestando a su vez, toda la asistencia pública a nivel nacional, reafirmando la
centralización y unificación del servicio de la higiene a nivel nacional. Otros dos aspectos
que contribuyeron a la independencia del Departamento de Higiene fue, primero, la creación
de un laboratorio bacteriológico y químico para el estudio de las enfermedades, el análisis de
el agua que era designada para el consumo y la inspección de medicamentos para ser
repartidos luego a la población; y el segundo aspecto tiene que ver con que se creó como tal,
una carrera de higienista, para quienes se quisieran dedicar a las cuestiones sanitarias,
especialmente para la formación de médicos e ingenieros sanitarios y que así, estuvieran
capacitados para hacer parte de esta institución higiénica y que debido a la tecnificación de
esta, se comienza a sugerir entre los diferentes higienistas, apoyados por la Academia
Nacional de Medicina, la creación de un ministerio que se enfocara solamente en las
cuestiones de salubridad, la asistencia pública y el trabajo; pero es hasta 1938 que el congreso
aprueba finalmente la creación del ministerio de higiene y de trabajo. Sin embargo, en ese
mismo año se realizó la décima Conferencia Sanitaria Panamericana en Bogotá, en la cual el
ministro del entonces ministerio de higiene y trabajo, Alberto Jaramillo Sánchez, el cual
reconocía el avance que se había hecho con la limpieza de los espacios públicos, la
disminución de la mortalidad infantil y la lucha contra la propagación de las enfermedades
tropicales y las venéreas, al igual que la provisión de agua potable. El gran rol que Jaramillo
Sánchez le atribuía a la higiene se puede apreciar en el artículo, titulado El proceso de
institucionalización de la higiene, escrito por María Teresa Guitiérrez, la cual resalta un
pequeño fragmento de Jaramillo Sánchez en la conferencia Sanitaria:

Difícil conseguir el ideal sanitario en climas como los nuestros, pero para buscarlo no han de
faltar a este gobierno ni entusiasmo ni constancia en el esfuerzo; porque sabe que al
perseguirlo defiende y acrecienta el único capital invaluable de que disfrutan las naciones: el
hombre, como núcleo permanente de la raza, como proyección, seguirá hacia el porvenir.
(Jaramillo Sánchez, p. 10. 1938, citado por Guitérrez, 2010)
Para alcanzar ese objetivo de progreso, se tenía que legalizar la profesión de higienista por
todo el sacrificio que había hecho para mejorar las condiciones de la ciudadanía, lo cual se
pudo lograr en 1946 cuando se creó el ministerio de Higiene como tal, pues se hizo la
separación de las cuestiones de higiene, frente a las de asistencia públicas y las del trabajo,
logrando que por un lado se declarara obligatoriamente las enfermedades transmisibles, y que
por el otro lado, se implementara por fin una carrera pública de higienista. Esto último, da
paso para seguir con el otro tema, que trata sobre la importante figura de uno de los
higienistas más prestigiosos de ese entonces, Jorge Bejarano Martínez, quien se destacó en
todos los campos de la higiene, logrando diversificar y aplicar diferentes medidas a ciertas
clases que al principio del siglo XX casi no se les había prestado mucha atención.

La biopolítica de Jorge Bejarano:


“Higiene y educación es todo lo que necesita nuestro pueblo”.
La higiene siempre fue un tema central en la vida de Jorge Bejarano, ya que desde joven,
decidió cursar la carrera de medicina en la Universidad Nacional en 1909 y paralelamente,
mientras hacía su carrera de medicina, Bejarano participó en varios cargos de entidades
sanitarias como: jefe de clínica en el servicio patológico general, para después también ser
jefe de clínica, pero en los servicios de clínica quirúrgica. Después de terminar sus estudios
de medicina en la Universidad Nacional, Bejarano viaja a París para especializarse en higiene
y pediatría, pues en ese entonces la medicina francesa era el referente de los estándares más
altos en el campo de la medicina y no había nada mejor para un médico colombiano que
complementar sus estudios en Francia y poder aprender todo acerca de las salas operatorias,
los hospitales y los utensilios quirúrgicos, pero nada superaba que lo que más había brindado
esta medicina francesa era la formación del médico como persona y profesional, tal y como lo
afirma el mismo Bejarano en la conferencia de la Alianza Colombo-Francesa y que después
es publicada en el la revista de la facultad de medicina de la Universidad Naciona. “Ese
médico general, calcado a la francesa, sabía de todo lo pertinente a la medicina. Era apto para
todo. Era, sobretodo, apto para ejercer en estos países de población pobre y enfermiza, donde
no hay sino escasos núcleos que pueden darse el lujo de especialista”.
Al llegar a Colombia, reformado por el pensamiento médico francés, Bejarano fundó en la
Universidad Nacional la Cátedra de Higiene e ingresó a la Academia Nacional de Medicina,
de la cual fue presidente desde 1946 hasta 1948. La mayor parte de su trabajo y de su obra se
enfocó los infantes y en el cuidado materno, tanto que participó en la organización del I
congreso del niño y como un fiel defensor y adepto de la higiene y todo lo relacionado a ella,
fue director nacional de salubridad y hasta la creación del Ministerio de Higiene fue el
resultado de intervención, posicionándose como el primer ministro de higiene como tal. Para
Bejarano, la medicina no sólo pertenecía a los hospitales, ni a los anfiteatros, sino que
también tenía cabida en la política, ya que fue elegido cinco veces para ocupar una curul en el
consejo de Bogotá y también hizo parte del Parlamento; impulsando medidas de higiene y del
cuidado de la salud como: la profesionalización a la hora de ejercer como médico,
odontólogos y farmacéuticos, al igual que el control de medicamentos, alimentos y la práctica
de la medicina popular, como su distribución de remedios tradicional; aunque una de las
cosas contra las que más luchó fue contra las bebidas fermentadas, especialmente el consumo
de chicha, pues quería obtener la regulación de esta bebida que embrutecía las mentes de los
colombianos y demostraba su falta de clase y civilización.
Aquí es donde quiero entrar en materia, pues como mencioné anteriormente, Bejarano
también hizo parte del entorno político, pero de una manera muy particular, ya que su labor
se caracteriza por una “biopolítica” muy particular, ya que, primero, su trabajo se desempeñó
mayoritariamente en las cuestiones de salud, llevando a que sus acciones y pensamientos
fueran el resultado de un pensamiento profesional y especializado, más no el de un simple
intelectual o por ósmosis; y lo segundo tiene que ver con que a pesar de la situación política
por la que atravesaba el país, los objetivos con la higiene no cambiaron, sin que al contrario,
se intensificó la ampliación de las responsabilidades del Estado y el derecho a la vida,
demostrando que durante la primera mitad del siglo XX, no sólo el médico, sino que la
higiene, en específicamente posee una gran influencia, no solo en las clases sociales, sino
también en las políticas de Estado para poder alcanzar un ideal de progreso y de mejorar las
condiciones de la población, la salud y el trabajo. Curiosamente, Bejarano no utilizó sus
saberes, ni sus recursos para ejercer un poder político como tal, a pesar de que se valiera del
conocimiento y de retórica, su intención no se identificaba con ninguno de los partidos
políticos, ni con una escritura-poder, como lo demuestra la mayoría de sus trabajos y estudios
médicos que no reflejan aspectos de su pensamiento, sino que se centró estrictamente en las
labores médica y en la visión técnica del ejercicio de la medicina, sin incursionar en el
terreno de lo ensayístico, como a diferencia de otros intelectuales contemporáneos que
mediante los ensayos plasmaron esa subjetividad. De hecho, la intención de los escritos de
Bejarano tenían como objetivo, llegar a la mayoría de la población, como por ejemplo lo
hizo, mediante la publicación de artículos periodísticos, los cuales se caracterizaron por su
enfoque social y educativo, con el objetivo de que sus pensamientos se pudieran desarrollar
en un programa político determinado; sin embargo, este programa político, no hacía parte de
los programas, ni de las ideologías del partido conservador o liberal, sino que la mayoría de
sus trabajos influyeron de manera decisiva en la organización de la salud del país, por medio
de las políticas de asistencia pública y la intervención social, por medio los cuidados de la
higiene, tales como: la crianza, la maternidad, la higiene en las escuelas y el control del
alcoholismo para mejorar las condiciones sanitarias de las esferas públicas y privadas, pues
consideraba que la salud era un asunto público y un derecho de toda la población.
Bejarano no fue la excepción del intervencionismo de las políticas norteamericanas y del
nuevo modelo médico norteamericano, ya que en la década de los años 20, Bejarano participó
en las discusiones sobre la decadencia de la raza, pero con un pensamiento optimista acerca
del mejoramiento de esta y de cómo la higiene podría mejorar el desatraso y la decadencia de
la población colombiana, ya que frente a las exposiciones del “problema sobre la raza en
Colombia”, le restó importancia a los rasgos fenotípicos y al degenero de la raza, centrándose
más bien, en cómo la educación y la higiene como una tarea civilizatoria podían lograr una
transformación nacional y poder crear una conciencia colectiva que tuviera de base a la
higiene, la educación, la importancia de las ciencias, la acción social y el mejoramiento de las
condiciones de las clases obreras; cosa que se lograría con la educación de la mujer-madre, la
nutrición, la crianza de los niños y su educación, pues para Bejarano los pilares más
importantes de la civilización y el mejoramiento de la raza, era la implementación de la
educación física en la niñez, en las cuales se podían modificar ciertas características
culturales, morales y corporales, a través de los recursos de la higiene, debido a que los niños
y los jóvenes se les adjudicó un papel relevante en la construcción de una nación moderna y
por lo cual, debían ocupar buena parte de su tiempo en realizar actividades físicas que
contribuyeran al mejoramiento de las facultades física e intelectuales, como también a
adquirir disciplina y dedicación. Otro pilar fundamental que se desprendía de la educación
física, era la educación de la mujer-madre, pues Bejarano se preocupó por la indiferencia que
la mujer recibía, respecto a su educación moral e intelectual, puesto que las mujeres eran un
factor relevante de civilización, y por ende, su educación física debe ser enfocada en el
ejercicio muscular para mejorar su condición como ama de casa y la base de toda estabilidad
en el hogar, cómo también evitar los ataques de histeria, pues se pensaba que estos eran
causados por la quietud que llevaban la mayoría de mujeres. Respecto a la maternidad,
Bejarano enfatizaba en la toma de unas medidas de higiene que fortalecieran las condiciones
a la hora de criar un niño, cómo debía ser el cuidado materno y cómo las madres tienen la
tarea encargada de garantizar el porvenir físico y moral de la nación colombiana; aunque su
interés por educar a las madres debe entenderse de acuerdo a este contexto específico de la
labor política y pediátrica, eso no deja de lado también, el hecho de que Bejarano apoyaba el
ingreso de las mujeres a la universidad, al derecho a estudiar y a desempeñarse en diversos
campos de las las artes y las ciencias, ya que Bejarano fue relevante en la gestión de la
creación de la sala de maternidad y de la primera escuela de enfermeras en el país, para que
las mujeres encontraran otro medio para servir a la sociedad y tener una realización distinta a
la del matrimonio y de quedarse en las casas.

Conclusión:
Para finalizar con este ensayo quiero hacer una pequeña reflexión sobre la relación de la
higiene con el cuerpo, pues como se sabe, esta no siempre ha sido igual, ya que el cuerpo
posee diferentes representaciones en contextos específicos y obedece siempre a un discurso;
demostrando que la higiene ha sido un instrumento de civilización, ya sea de forma directa o
indirecta, que va transformando progresivamente, pues como lo menciona George Vigarello
en su libro de “lo limpio y lo sucio”, durante las epidemias en Europa, el único recurso para
evitar el contagio era la huida, ya que las enfermedades no se enfrentaban con la higiene o el
auto cuidado como se tiene entendido hoy en día, puesto que la higiene estaba relacionada
con la apariencia y el adorno. La higiene era un tema tratado sólo en los manuales de
comportamiento y por lo cual, la mayoría de normas y de recomendaciones solo hacían parte
de una clase distintiva, ya que las clases de abajo no podían concebir la higiene, no tenían los
medios y la indumentaria para poseer el estatus que se necesitaba y por tal, esta concepción
de higiene se utilizaba para marcar una distinción social. Durante el siglo XIX, con el auge
del método positivista y científico, el concepto de higiene adquiere un cambio, en el caso
estudiado, la higiene empieza a ser un tema abordado en los libros y artículos de medicina, al
mismo tiempo se crea una conciencia de lo limpio y desarrollan medidas para combatir contra
esos microbios y gérmenes, además del esparcimiento de enfermedades; como también el
desarrollo urbano y el crecimiento poblacional empezaron a ser objetos de estudio por parte
de las políticas higienistas, las cuales fueron encaminadas por los médicos. Eran los
encargados de proporcionar el orden y las soluciones para contrarrestar ese malestar, no sólo
físico, sino también moral, ya que no sólo se buscaba prevenir enfermedades, sino que
también actuaba como un medio hegemónico que buscaba ejercer un dominio y control sobre
la población y que a la vez, la higiene fue un factor excluyente que ayudó a reforzar esa
brecha de la desigualdad social, logrando intervenir en la esfera privada y pública, mediante
la implementación de hábitos de higiene y de organización; pues esto demostraba que iba
acorde de una nación en progreso.
El interés de este trabajo se centró en cómo y cuáles fueron las medidas de higiene que se
desarrollaron en Colombia, teniendo en cuenta como determinantes al periodo de la
Regeneración y la influencia del pensamiento científico y también cómo el gobierno adoptó e
implementó estas medidas al caso específico de Bogotá, pues la higiene se le adjudicó un
papel central para mejorar ese degeneramiento de la sociedad y cómo se convirtió en una
práctica relevante en la cotidianidad de la sociedad bogotana, ya que se siguió
implementando con mayor frecuencia en los gobiernos venideros, pero siempre respondiendo
a unos intereses y necesidades específicas, tal y como se puede observar hoy en día con esta
coyuntura de la pandemia, pues la higiene hoy más que nunca ha retomado su papel relevante
a nivel mundial, pues es mediante esta que se puede prevenir y combatir directamente el
virus.

Bibliografía:
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