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EL PESO DEL PÉSAME

Cuando alguien fallece, nos apresuramos a decirle a sus familiares más cercanos
que lamentamos su pérdida. Es una fórmula social de darles consuelo y
comunicarles que nos importan. Sin embargo en algunas ocasiones el pésame
consigue todo lo contrario a lo que pretende, aumenta el sufrimiento del doliente y le
hace sentir más aislado e incomprendido.
Estas son algunas características básicas que, en mi opinión, debe tener un pésame
para que no se convierta en una carga para quien lo recibe:
-1º Ser breve. Los familiares reciben cientos de pésames las horas siguientes
al fallecimiento de su ser querido. Es un momento de mucho malestar emocional y
atender a tantas personas se convierte en algo realmente agotador.
-2 Actuar según la intimidad que tenemos con esa persona. No se espera lo
mismo de un amigo cercano que de un conocido y no se hacen las cosas mejor
necesariamente por involucrarte más.
-3 Escuchar más que hablar. Puede que nosotros creamos que tenemos que
distraerle para que no piense o que tenemos que hacer que se desahogue, pero
quizás la persona no sea lo que necesita en estos momentos. Si cedemos el
espacio y permitimos que el otro nos indique, podremos actuar mejor en
consecuencia con lo que desea.
-4 Respetar el silencio. Quizás la persona quiera estar sin decir nada,
pensando o recordando a su fallecido, no le añadamos la tarea de darnos
conversación.
-5 No hay palabras mágicas. Es normal que queramos consolar a la persona
que está sufriendo. Sin embargo, no es posible que nada de lo que digamos
ahuyente el dolor que siente. Se pueden dar ánimos sin entrar en las típicas frases
de “está en un lugar mejor”, “todo se pasa”, “a él no le gustaría verte así”...
6 Elegir el momento oportuno. El pésame tiene sentido en los primeros días
tras la pérdida, no cuando ya ha pasado un mes. Soy consciente de que existe la
idea general de que uno no “ha cumplido” hasta que no lo ha dicho, pero a la
persona que lo recibe no le suele ayudar que estén contínuamente recordando su
pérdida.
Tampoco sirve hacerlo en cualquier lugar. Quizás el familiar ha salido a comprar o a
dar un paseo para despejarse y en esos momentos no desee que alguien le aborde
para que hablen unos minutos sobre el tema.
Por si sirve a modo de conclusión, podemos decir que si se quiere ayudar a alguien
que sufre, es necesario desprenderse de lo que uno quiere (cumplir, verle bien, que
se desahogue…) y ponerse al servicio de lo que la otra persona necesita.

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