You are on page 1of 3

Shedden Tomás – S-6270/7 – Comisión 20b – Profesora Infante Verónica

Josef Breuer (1842-1925) llevó a cabo su tratamiento de Anna O. entre 1880 y 1882. Breuer tenía una alta
reputación en Viena como facultativo de gran experiencia y destacado científico, en tanto que Sigmund
Freud (1856- 1939) apenas se iniciaba como médico.

Los estudios que realizó Freud con Charcot se centraron en gran medida en la histeria. Cuando retornó a
Viena en 1886 y se estableció como médico de enfermedades nerviosas, al comienzo confió en los métodos
terapéuticos habitualmente recomendados, pero cuando estos demostraron ser insatisfactorios dirigió su
pensamiento en otra dirección, la hipnosis. Freud practicó la hipnosis con el fin del método catártico.

Los Estudios sobre la histeria parecen haber sido publicados en mayo de 1895, el libro fue acogido
desfavorablemente en los círculos médicos alemanes. Se lo suele considerar como el punto de partida del
psicoanálisis.

Anna O., la paciente de Breuer, puso de relieve y superó ella misma el primer obstáculo: la amnesia
característica del paciente histérico. Cuando se trajo a la luz la existencia de esta amnesia, de inmediato se
advirtió que el contenido psíquico manifiesto de la paciente no lo era todo, que había detrás un contenido
psíquico inconsciente.

Desde el principio quedó en claro que el problema no consistía meramente en la investigación de procesos
psíquicos candentes, para los cuales bastarían los métodos de indagación ordinarios de la vida cotidiana; si
también había procesos psíquicos inconscientes, se requería a todas luces un instrumento especial. El
instrumento obvio para este propósito era la sugestión hipnótica utilizada para persuadir al paciente a que
produjera material oriundo de la región inconsciente de la psique. Con Anna O. apenas se hizo necesario
recurrir a este medio; ella producía torrentes de material de su inconsciente, y todo lo que Breuer tenía que
hacer era sentarse a su lado y escucharla sin interrumpirla, pero no todos los histéricos eran tan accesibles
como ella.

Freud abandona el hipnotismo, lo que amplió aún más su intelección de los procesos psíquicos, revelándole
la presencia de otro obstáculo: la resistencia de los pacientes al tratamiento, su renuencia a cooperar en su
propia curación.

En los años inmediatamente posteriores a los Estudios, Freud pasó a confiar en el flujo de «asociaciones
libres» de los pacientes. Esto abrió el camino para el análisis de los sueños, lo cual le permitió, en primer
lugar, inteligir el funcionamiento del «proceso primario» de la psique y la forma en que influye en la
producción de nuestros pensamientos más accesibles. Pero, en segundo lugar, el análisis de los sueños
posibilitó su propio autoanálisis y sus consecuentes descubrimientos de la sexualidad infantil y del complejo
de Edipo.

Afirman que, en el decurso normal, si una vivencia es acompañada por un gran monto de «afecto», ese
afecto o bien es «descargado» en una variedad de actos reflejos conscientes, o bien desaparece
gradualmente por asociación con otro material psíquico consciente. Pero en el caso de los pacientes
histéricos no sucede ni una cosa ni la otra. El afecto permanece «estrangulado» y el recuerdo de la vivencia a
la que está adherido es suprimido de la conciencia. A partir de entonces el recuerdo afectivo se exterioriza
en síntomas histéricos, que pueden considerarse «símbolos mnémicos».

La hipótesis del «principio de constancia» puede definirse en los términos empleados por Freud: «El aparato
anímico se afana por mantener lo más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente
en él». Breuer la formula en términos muy similares, pero con un sesgo neurológico: «la tendencia a
mantener constante la excitación intracerebral».
Se busca investigar el surgimiento de la histeria: el proceso en virtud del cual el fenómeno en cuestión se
produjo la primera vez, hecho este que suele remontarse muy atrás en el tiempo. En el caso de la histeria
«traumática» es evidente que fue el accidente el que provocó el síndrome.

Nuestras experiencias nos han mostrado que los síntomas más diferentes, tenidos por operaciones
espontáneas de la histeria mantienen con el trauma ocasionador un nexo tan estricto como aquellos otros
fenómenos más trasparentes en este sentido.

La desproporción entre los años que dura el síntoma histérico y su ocasionamiento único es la misma que
estamos habituados a ver de una manera regular en la neurosis traumática; con frecuencia son sucesos de la
infancia los que han producido para todos los años subsiguientes un fenómeno patológico más o menos
grave. El nexo suele ser tan claro que es bien visible cómo el suceso ocasionador produjo justamente este
fenómeno y no otro. En otros casos, el nexo no es tan simple; sólo consiste en un vínculo por así decir
simbólico entre el ocasionamiento y el fenómeno patológico, como el que también las personas sanas
forman en el sueño.

Los síntomas histéricos singulares desaparecían enseguida y sin retornar cuando se conseguía despertar con
plena luminosidad el recuerdo del proceso ocasionador, convocando al mismo tiempo el afecto
acompañante, y cuando luego el enfermo describía ese proceso de la manera más detallada posible y
expresaba en palabras el afecto. Un recordar no acompañado de afecto es casi siempre totalmente ineficaz.

El empalidecimiento o pérdida de afectividad de un recuerdo depende de varios factores. Lo que sobre todo
importa es si frente al suceso afectante se reaccionó enérgicamente o no. Por «reacción» entendemos aquí
toda la serie de reflejos voluntarios e involuntarios en que se descargan los afectos. Si esta reacción se
produce en la escala suficiente, desaparece buena parte del afecto. Si la reacción es sofocada, el afecto
permanece conectado con el recuerdo.

La reacción del dañado frente al trauma sólo tiene en verdad un efecto plenamente «catártico» si es una
reacción adecuada, como la venganza. En otros casos, el decir mismo es el reflejo adecuado, como queja y
como declaración en el caso de un secreto que atormenta. Cuando no se produce esa reacción, el recuerdo
del hecho conserva en principio su tinte afectivo.

Dos series de condiciones bajo las cuales es interceptada la reacción frente al trauma:

En el primer grupo incluimos los casos en que los enfermos no han reaccionado frente a traumas psíquicos
porque la naturaleza misma del trauma excluía una reacción, o porque circunstancias sociales la
imposibilitaron, o porque se trataba de cosas que el enfermo quería olvidar y por eso adrede las reprimió de
su pensar consciente, las inhibió y sofocó. A esas cosas penosas, justamente, se las halla luego en la hipnosis
como base de fenómenos histéricos.

La segunda serie de condiciones está comandada por los estados psíquicos en que sobrevinieron las
vivencias en cuestión; en la hipnosis, uno halla como ocasionamiento de síntomas histéricos también
representaciones que deben su conservación a la circunstancia de haberse generado en afectos graves y
paralizantes, o directamente en estados psíquicos anormales. Aquí fue la naturaleza de esos estados lo que
imposibilitó reaccionar frente a lo que sucedía.

Ambos tienen en común que los traumas psíquicos no tramitados por vía de reacción no lo son tampoco
mediante procesamiento asociativo. En el primer grupo es el designio del enfermo el que quiere olvidar las
vivencias penosas y excluirlas en lo posible de la asociación; en el segundo, ese procesamiento asociativo no
se produce por falta de un enlace asociativo entre el estado de conciencia normal y el patológico en que se
generaron aquellas representaciones.
Existe en toda histeria la inclinación a disociar y, con ello, al surgimiento de estados anormales de
conciencia, que nombraremos «hipnoides», sería el fenómeno básico de esta neurosis.

You might also like