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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico.

Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

NUEVA YORK: DE LA CIUDAD CONSTRUIDA A LA VIVIDA. (1925-1975)

ÍNDICE
PÁG.
1.0. Introducción: Ville y Cité. ¿Conceptos antagónicos?..........................................2
1.1. Richard Sennett: la fractura entre lo vivido y lo construido. ……………2
1.2. Jane Jacobs: las raíces de la vida en las ciudades. ..…………………..3

2.0. Nueva York: paradigma del crecimiento urbano en EE. UU. (1925-50)……..….4
2.1. Los 5 boroughs y su afectación por el zoning. .…………………………4
2.2. El bulldozer de Robert Moses y la renovación urbana. ……………….. 5

3.0. Robert Moses y Jane Jacobs: Ville y Cité personificadas. (1950-75)……………7


3.1. La teoría de Moses: una calle es un espacio muerto. ………………….7
3.2. La experiencia de Jacobs: una calle es un espacio vivo. ……………...9
3.3. Lewis Mumford contra los remedios de ama de casa. ………………..12
3.4. Nuevos guetos: remedios y problemas de la superpoblación. ……… 14

4.0. Conclusiones: la madera torcida de Kant. ………………………………………..17


4.1. ¿Son irreconciliables la ville y la cité en Nueva York? ¿Dónde y cómo
se identifican estos conceptos? ¿En cuáles de esas zonas aparece
realmente la vida pública, tal y como entiende Jacobs? ……………..17

4.2. ¿Fueron los remedios contra la superpoblación propuestos por los


CIAM y su interpretación norteamericana, las causas de la fractura
social en las grandes ciudades como Nueva York? ¿Qué análisis
proponen desde Col·lectiu Punt 6? ………….………………………….18

4.3. ¿Qué se hizo desde el urbanismo después de que se derruyeran los


proyectos de Pruitt-Igoe, o se acabaran los días de Moses como
planificador urbano de Nueva York? ¿Siguen siendo estas relaciones
de dominación las regidoras del urbanismo de nuestros días? ……..19

5.0. Bibliografía. …………………………………………………………………………..21

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

1.0. INTRODUCCIÓN: Ville y Cité. ¿Conceptos antagónicos?


1.1. RICHARD SENNETT: La fractura entre lo vivido y lo construido.
El objeto de estudio de este trabajo es la ciudad de Nueva York durante mediados del
S.XX, y sus estrategias de análisis parten de dos referencias teóricas del urbanismo:
Richard Sennett, en concreto desde la premisa de su última obra Construir y habitar.
Ética para la ciudad. (2018), donde se afronta la grieta abierta entre la arquitectura e
infraestructura construida que configura actualmente las ciudades, y la manera de vivir
que realmente se desarrolla en el medio físico de las mismas.
Para ello se respalda en los conceptos franceses Ville y Cité que toma en su acepción
más histórica o esencial: Ville como ciudad física, y Cité como ciudad sensorial, la cual
nos remite a los sentimientos que provoca la ciudad en nosotros como habitantes, los
sentimientos que la gente albergaba acerca de los vecinos y los extraños.
Este entendimiento del concepto cité es clave para entender la segunda referencia,
completamente desligada de los tecnicismos y el abigarramiento intelectual de
Sennett. Se trata de una involución en los genes del concepto, que nació en Francia a
finales del s.XIX como tipología arquitectónica para gente desfavorecida en los
aledaños de la ciudad, que ha pasado al inventario popular como barrios obreros, o
barrios mayoritariamente residenciales con usos apenas mixtificados. Esta última
concepción es simplista, y elude la complejidad que realmente compone los tejidos
urbanos de las ciudades en la actualidad.
La cité no son solamente las extensiones interminables de barrios periféricos, sino
también todas las actividades que se desprenden de ellas (económicas, sociales,
culturales, políticas, de movilidad...), así como las consecuencias que genera la buena
o mala gestión de estas actividades (desigualdad en el reparto de la riqueza o
equidad, racismo o integración cultural, inversión en planificación urbana o en
promociones inmobiliarias, planificar desde la sostenibilidad o eludiéndola).
No obstante, estas actividades y sus consecuencias no atañen únicamente al
perímetro de manzanas construidas, sino al conjunto de elementos que permiten
asegurar el desarrollo y la prosperidad de ese perímetro de manzanas. Es el conjunto
de esos elementos y la manera que tienen de acoplarse dentro de la ville (del medio
ya construido, donde ya se desarrolla la actividad de la ciudad) lo que definen a la cité.
En definitiva, la cité también está viva, y hay que reconocerla como tal, como otro
ecosistema distinto a la ville, para considerarla parte de la ciudad. De lo contrario,
estaremos negando la vida pública a gran parte de los barrios residenciales que
configuran nuestras ciudades actualmente.
No se pueden construir barrios enteros pesando que nadie va a caminar por la acera,
o que solamente los coches pueden pasar por algunos lugares céntricos. Pero a
continuación veremos que este no fue el criterio para la planificación de Nueva York.
Cité y Ville se relacionan con Nueva York de la siguiente manera, según Sennett:

“Vale la pena rescatar el empleo más antiguo del término, porque describe una
distinción básica: una cosa es el medio construido y otra como vive en él la gente.
Hoy, en Nueva York, los atascos de tráfico en los túneles defectuosamente diseñados
pertenecen a la ville , mientras que la carrera de locos que impulsa a muchos
neoyorquinos a los túneles al amanecer pertenece a la cité.”
Richard Sennett, Construir y habitar. Ética para la ciudad. (P.10)

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Los túneles defectuosos a los que se refiere Sennett son los construidos por Robert
Moses durante la década de los 50 y sucesivas, cuando en Washington, empezando
por Eisenhower, estaban a la entera disposición de lanzar interminables autovías que
conectaran el país, así como vías rápidas para conectarlas con el corazón de las
ciudades. Defectuosos, porque tenían la altura limitada a vehículos particulares, para
que su uso se remitiera a los habitantes de los nuevos barrios residenciales de Nueva
York, la clase media adinerada de Norteamérica, y evitar así el trasiego de autobuses
públicos urbanos, camiones u otros servicios de movilidad.
1.2. JANE JACOBS: Las raíces de la vida en las ciudades.
La segunda referencia que encauza este trabajo es Jane Jacobs, precisamente
conjugando sus reflexiones de Muerte y vida de las grandes ciudades (1961) con el
objeto de trabajo, Nueva York, donde su activismo tuvo un hondo calado,
trascendiendo ante la planificación urbana imperante de Robert Moses.
Además, el mayor exponente del pretendido significado de cité puede leerse en las
páginas de su obra mentada, cuyas observaciones y análisis son profundos y
minuciosos desde la perspectiva de un transeúnte, del ciudadano a pie de calle, es
decir, desde el objetivo o beneficiario de la planificación urbana. Y esa beneficiaria
describe una realidad precisamente contraria a los principios que soportan la definición
de planificación urbana; ciudades inseguras, lúgubres, que no funcionan, donde existe,
precisamente y desde hace ya medio siglo, una fractura entre lo vivido y lo construido.
Las dos referencias entran en contacto fácilmente, puesto que ambas se plantean el
gran conflicto existente en las ciudades de su tiempo, mayormente americanas, cada
uno en un momento histórico distinto, pero ambos coincidentes en una óptica
pragmática: las ciudades del siglo XX no funcionaban, denunció Jacobs, y las
ciudades del siglo XXI no solamente siguen sin funcionar, reafirma Sennett, sino que
sus problemas son otros, mayores y recrudecidos por el avance galopante de las
tecnologías. Aunque según el autor, precisamente en el empleo adecuado de las
tecnologías reside la solución.
¿Pero cuáles son las razones por las que los túneles a los que alude Sennett son una
representación del conflicto entre ville y cité? Precisamente en Jacobs hallamos la
respuesta: constituyen un elemento de segregación de la población, son el motor de la
ciudad dispersa o de baja densidad. Aquella a la que Frank Lloyd Wright dedicó su
vida, la Broadacre City, y que con el paso del tiempo acabó sedimentando y
convirtiéndose en la ideología de la planificación territorial en Estados Unidos.
Jane Jacobs habla en Muerte y vida de las grandes ciudades de Los Ángeles como
ejemplo de ciudad dispersa, con 17 áreas metropolitanas e índices de criminalidad
altísimos (32 violaciones por cada 100.000 habitantes en 1958).
No obstante, Jacobs nos cuenta que, dentro de esas áreas metropolitanas, los
habitantes de las zonas residenciales de clase media se sentían más inseguros en sus
calles desiertas que los habitantes de barrios obreros o de clase baja. Precisamente
los usuarios para los que Wright construía sus residencias de lujo eran quienes más
inseguros se sentían en sus urbanizaciones aisladas. No había ojos en las calles.
Reforzando la idea de Jacobs, otra puesta en escena de este fenómeno ocurrió en la
residencia Robie, de Frank Loyd Wright, cuyos vecinos, años después de su
construcción, se quejaron del muro este de la parcela, que cerraba un patio exterior de
esta casa de la pradera, con tres metros de altura y de manera ciega hacia la calle.

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El muro dotaba de tanta privacidad al interior (premisa fundamental de la arquitectura


moderna) que el vecindario temía lo que pudieran estar haciendo al otro lado de él, y
actuó como los ojos de una calle que se percibía insegura, obligando al arquitecto a
retirarlo de su proyecto.
Pero Jacobs no quiere ahondar aquí en las razones sociológicas que generan la
inseguridad, o aquellas que llevan a cometer un delito, sino solamente constatar que:
“[…] Construir barrios que son como un traje a medida para el delito fácil es algo
totalmente estúpido. Y eso es precisamente lo que estamos haciendo”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. (P.57)

Incluso lo que, hoy en día, sesenta años después, seguimos promoviendo. Pero más
adelante veremos cómo, además del diagnóstico de la disfunción y el colapso de las
ciudades, Jacobs también observa cuales son aquellos elementos capaces de hacer
próspera y duradera la vida en las ciudades. Estos elementos son todos iguales, pero
a pequeña escala: la vida en los barrios, es decir, la vida de la cité.
2.0. NUEVA YORK: paradigma del crecimiento urbano en EE. UU. (1925-50).
La ciudad de Nueva York, a finales del siglo XIX y principios del XX experimentaba un
fuerte crecimiento, que había logrado aglutinar los cinco distritos más de la ciudad. Sin
embargo, gran parte de estos distritos seguían siendo edificios antiguos, viviendas de
gente de clase media que las había vendido o alquilado a clases más bajas.

2.1. Los 5 boroughs y su afectación por el zoning.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, los cinco distritos principales de Nueva York
(Manhattan, Bronx, Brooklyn, Queens y Staten Island) unifican su administración para
configurar la conocida como Gran Manzana. Esto es debido al ingente incremento de
habitantes en todos ellos, pero sobre todo en Manhattan y las áreas más próximas al
futuro centro de negocios de Nueva York. Después, Bronx y Brooklyn, las zonas más
alejadas. Todas ellas con áreas que presentaban aparentes problemas de seguridad.
En nombre del progreso y tomando como motivo los problemas de seguridad que se
alegaban en estas zonas, se iniciaron los procesos de zonificación en Manhattan, que
comenzaron por el centro de la franja y se fueron extendiendo hacia el norte hasta
llegar al Bronx y hacia el sur hasta cruzar el canal y llegar a Brooklyn. Robert Moses,
como luego veremos, fue el encargado de coordinar estos procesos.
La intención de la zonificación en Manhattan era delimitar sectores de la ciudad en los
que predominara un uso del suelo por encima de los demás, en concreto el comercial
ligado a la administración (sedes de grandes marcas del sector privado), densificando
el sector para monetizar la inversión hasta el borde de sus posibilidades. De esta
manera, los vecinos que llevaban toda la vida en sus barrios se vieron de la noche a la
mañana realojados en altas y modernas torres de viviendas, erigidas sobre las ruinas
de las zonas suburbiales del Bronx o Brooklyn más próximas a la nueva metrópolis.
La zonificación, por tanto, iba acompasada en todos los distritos. Para unificar el uso
del suelo en un distrito, había que realojar a sus habitantes en otro, dentro de zonas
residenciales aisladas, es decir, también de uso único. Robert Moses no pasa por alto
esta estrategia, sino que camina junto a ella. Y hará uso de ella hasta exprimir todo el
jugo a las posibilidades económicas que conllevan los procesos de zonificación.

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Franco Mancuso, en su libro Las experiencias del zoning, define la zonificación en


Nueva York como la máxima expresión de lo que estaba ocurriendo en el resto de
ciudades norteamericanas. Esto quiere decir que la desigualdad económica comenzó
a crecer de manera exponencial, creándose una fractura social, insalvable aún hoy en
día, entre distintas zonas dentro de cada uno de los cinco distritos.
La zonificación expulsa de la ciudad a sus habitantes, alejándolos de su medio de
subsistencia, y por tanto tiende a empobrecer a la población. Además, no todos los
habitantes de Manhattan en 1925 podían permitirse un Ford para ir a trabajar desde su
adosado en Queens todas las mañanas.
Durante estas cinco décadas, Nueva York entró en un bucle de crecimiento tan
desmesurado, que apenas había tiempo para que los precios del suelo en las zonas
más céntricas se estabilizaran, ya que el suelo de las periferias más próximas al centro
subía como la espuma, casi constantemente.
Pero las razones por las que se ejerce la zonificación no suelen estar al descubierto.
La zonificación en EE. UU. siempre oculta o maquilla sus intenciones, porque rara vez
ha tenido intereses volcados íntegramente en mejorar la vida pública de la ciudadanía.
Es el caso de Modesto, en California, donde el zoning sirvió para confinar a las
lavanderías en la zona menos concurrida de la ciudad; casualmente, las lavanderías
de Modesto solían estar regentadas por población china. Fue un modo idóneo de
apartar a la población china de las calles más frecuentadas sin dar muestra alguna de
racismo. Las lavanderías no provocaban disturbios, pero su presencia era novedosa,
resultaba extraña y desconocida. Y que el problema de segregación de la raza negra
siguiera sin resolver desde el siglo XIX, no hacía ningún favor a la integración del resto
de razas que llegaron en el siglo XX.
Cuando Robert Moses hablaba en nombre del progreso, Henry Ford se frotaba las
manos, pues con ello anunciaba nuevos túneles y vías rápidas, que conllevaban la
venta masiva de automóviles. Cuando Moses hablaba sobre salubridad urbana, el
sector de la construcción se frotaba las manos, porque eso significaban prontas
promociones inmobiliarias, mega bloques de manzanas donde entonces había
pobreza y casas en ruinas.
En cualquiera de los dos casos, las víctimas eran siempre las mismas: los estratos de
la población que habían vivido siempre en esa área de la ciudad, cuyas raíces habían
sido extirpadas. Paradójicamente, los supuestos beneficiarios de la zonificación en
Nueva York se acabaron convirtiendo en sus víctimas.
2.2. El bulldozer de Robert Moses y la renovación urbana.

Robert Moses empezó a ejercer la función pública en 1922, de la mano del gobernador
Alfred E. Smith, y en 1924 ya era comisionario de la centralización de Long Island. Sus
primeras zonas de intervención fueron las más deprimidas de la ciudad de Nueva
York, en las que instalaba parques infantiles, equipamientos, etc. Este era el Robert
Moses anterior a la segunda Guerra Mundial.
El gobernador Smith seguía una estrategia que años después sería conocida como
New Deal, y empleada contundentemente durante los tres mandatos de Franklin D.
Roosevelt (1933-1945). Sin embargo, Robert Moses carecía de formación urbanística;
estudió en Yale, se graduó de ciencias políticas en la universidad de Columbia, y en
jurisprudencia en Oxford. Su papel era el de un mero coordinador.

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Pero en la época que Moses comenzó a ejercer la función pública, el desarrollo de las
ciudades era un asunto crucial: la modernidad estaba en pleno apogeo, las influencias
europeas eran acogidas con los brazos abiertos por sus coetáneos norteamericanos.
La Ville Radieuse de Le Corbusier para París, empezando por Philip Johnson, entre
otras eminencias arquitectónicas de la época, fue aclamada y venerada en todas las
universidades de Norteamérica, pero no rigurosamente aplicada a la construcción de
las nuevas ciudades norteamericanas.
En Nueva York, como en tantas otras ciudades, se actuó según la lógica imperante del
New Deal capitalista: hacer dinero rápido y fácilmente. Se aplicó un sistema teórico
europeo (que ni siquiera fue aceptado allí tal y como se planteó) en un contexto
completamente distinto, en el que, para más inri, se estaba produciendo un cambio de
paradigma económico (el crecimiento de las ciudades y la bonanza económica volvían
a inflar la economía después del crac del 29).
No obstante, el cambio de paradigma también fue demográfico, puesto que las
ciudades experimentaron un crecimiento insólito: el procedente de la diáspora europea
provocada por la segunda Guerra Mundial, y el aún candente problema de la pobreza
asociado a la raza negra, irresoluto desde el siglo XIX.
Allá entonces se deberían haber sentado las bases de un proceso de reestructuración
de la sociedad, que tuviera en cuenta a la población de raza negra, después de la
abolición de la esclavitud en 1863. Es decir, que la situación de este sector de la
población era de una marginalidad recalcitrante durante la primera mitad del siglo XX,
y la segregación racial estaba establecida con absoluta normalidad.
El resultado fue que Robert Moses, durante y después de la gran guerra, totalmente
instalado en el sistema liberal del New Deal y conocedor de todos sus secretos, no
tuvo reparos en aprovecharse y exprimir el sistema hasta su última gota.
Es comúnmente conocido como el bulldozer, ya que sus procesos de renovación
urbana en los barrios más humildes de Nueva York, se basaban en detectarlos
mediante observadores que los reconocían como guetos, y por tanto como suciedad:
algo a retirar de la calle. Las máquinas de recogida de escombros eran un habitual en
los barrios de Nueva York, incluso después de que Roosevelt fuera presidente.
Todos los presidentes que vinieron después aceptaron los preceptos de la renovación
urbana de Moses sin rechistar. Su arrogancia, su codicia y sus contactos con las
grandes empresas constructoras del sector privado, lo convertían en la catapulta
económica perfecta. Las enormes cantidades de inversión pública que conseguía del
gobierno federal atraían a tantísimos inversores privados, que las ganancias para
Moses y sus socios (entre ellos Washington) fueron sumas astronómicas.
Por lo tanto, de la renovación urbana también formaban parte la construcción de sus
famosos túneles, casi privados, concertados para el trasiego de la población de clase
media y alta desde sus barrios residenciales periféricos, construidos sobre guetos
borrados del mapa, a las zonas de trabajo concentradas en la gran ciudad.
Es la puesta en escena de la separación explícita entre ville y cité, de su punto
máximo de conflicto según se dan a entender estos conceptos en el presente trabajo.
Sin embargo, este modelo de segregación de la ciudad se contradice en su propia
metodología: dota de la misma forma, con el mismo volumen a las oficinas de la ville y
a las residencias de la cité. Corrompe la ideología (ya maquiavélica) importada de Le
Corbusier, para sacar el máximo rédito económico por cada edificio construido. Esta
corrupción del urbanismo corbuseriano se aprecia también en el uso que se le dio al
zoning en Nueva York, sobre todo en el distrito de Manhattan, como ya se ha visto en
el apartado anterior (2.1).

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3.0. ROBERT MOSES Y JANE JACOBS: Ville y Cité personificadas. (1950-75)

Tras haber introducido los conceptos de ville y cité, y exponer algunos de los conflictos
provocados por el crecimiento urbano en Nueva York hasta la mediados de siglo XX,
el trabajo procede a sintetizar los primeros elementos con el segundo, mediante el
conflicto entre Robert Moses y Jane Jacobs a partir de la mitad del siglo XX.
En la introducción resalta la idea de una cité viva, de que en las calles de los barrios
alejados también debe haber gente, que es precisamente lo que proclama Jacobs.
Frente a esta idea se impone la tradición, la ville: una zona única y centralizada donde
se desarrolla la actividad en la ciudad. Pero, además, este concepto está asociado a
un entramado de vías rápidas que conectan la ville con el resto de barrios periféricos,
cité, cuyas calles, desde la óptica de los procesos de renovación urbana de Robert
Moses, son inertes. Es entonces cuando la idea de cité viva se perfila como la única
manera de responder a los condicionantes que le impone el distanciamiento de la ville.
Como podemos apreciar en el documental Citizen Jane. Battle for the city (2016), el
activismo de Jane Jacobs ante las políticas irrefrenables de Moses empezó en la
década de los 50, cuando ella trabajaba como periodista local, pero su máximo
exponente llegó en los 60 cuando los tentáculos de la regeneración urbana alcanzaron
el barrio de Jane en Manhattan, Greenwich Village. El conflicto entre estas dos figuras,
y la óptica de Jane Jacobs, Konrad Lorenz (premio nobel de medicina 1973), y Richard
Sennett conduce el trabajo hasta sus conclusiones.
3.1. La teoría de Moses: una calle es un espacio muerto.

Durante los años anteriores a 1950, Washington Square Park estaba en el punto de
mira de la regeneración urbana en Nueva York, ya que se sitúa en la desembocadura
de la Fifth Avenue y es la frontera con el barrio del Soho y Lower Manhattan. Robert
Moses planteó la ruptura de la manzana en dos, para hacer pasar una vía rápida a
través del parque, y por tanto su destrucción.
La película The heiress (La heredera), de William Wyler, está inspirada en la novela
homónima de Henry James Washington Square, ambientada en Nueva York en 1850,
y basada en un hecho real que escuchó el escritor en Londres. En ella se aprecia la
vida que este lugar lograba aglomerar a mediados del siglo XIX, y que evidencia por
tanto el núcleo histórico de actividad que configura dentro de la ciudad.
Por lo tanto, nada hace pensar que este lugar debiera ser destruido, ni que una vía
rápida debiera atravesarlo. Cuando Moses presenta el PRU de esta área en 1950,
aparece Jane Jacobs, desde el papel del activismo ciudadano, a reivindicar que la
calle necesita ojos, y que esos ojos están puestos en Washington Square Park. Sus
convecinos se suman a la reivindicación desde todos los frentes, ya que la propuesta
había sembrado verdadera polémica en los barrios que envolvían al parque (el Soho,
Lower Manhattan, Greenwich Village y East Village)
La repercusión de las protestas fue tal que las autoridades se vieron obligadas a
recular los planes de Moses, y fue solo a partir de entonces que algunos de los PRU
de Nueva York se detuvieron gracias a la combatividad popular de esos barrios,
incentivada por las ideas de Jane Jacobs. Sin embargo, las vías rápidas seguían
siendo subvencionadas por el gobierno federal, y su construcción era un asunto de
mayor envergadura como para ser detenido únicamente mediante el activismo.
Así sucedió con la autovía del Bronx, cuya construcción facilitaba la conexión del norte
de Manhattan con la carretera interestatal. Esta vía rápida no hizo sino dividir al distrito
en dos partes, East Bronx y West Bronx, que quedaron como siameses unidos por una
gruesa línea que descompuso los ya degradados barrios de este distrito, y por lo tanto
sus estructuras sociales.
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Las consecuencias fueron catastróficas, en este y en otros tantos distritos de Nueva


York y de toda Norteamérica; los índices de criminalidad crecieron de manera
exponencial, hasta tal punto que estas zonas acabaron convirtiéndose en inhabitables.
Así pues, el propio devenir histórico da la razón a Jane Jacobs, y echa por tierra los
métodos devastadores de Robert Moses. Del mismo modo, los métodos evidenciaron
ser contraproducentes en otras ciudades como San Luis, en Missouri, donde los
bloques de viviendas construidos por Pruitt-Igoe fueron derruidos en los años 60, ya
que entonces eran el núcleo de los más graves problemas de seguridad del condado.
Todo ello es muestra fehaciente de cómo la reinterpretación de los postulados de los
CIAM, con el único objetivo de obtener el máximo rédito económico, planificaron las
calles de las ciudades norteamericanas. Y de cuáles fueron las consecuencias de esa
planificación improvisada e impuesta a medida del poder: calles oscuras, inhóspitas,
de altos edificios con gran densidad, pero cuyos habitantes no se atrevían a pasear
por el barrio, a menos que fuese en su vehículo para entrar y salir de él.
Estas políticas fueron en gran medida las propias causantes de la inseguridad en las
aceras, pues indujeron un cambio en el comportamiento de los neoyorquinos. Este
cambio en el comportamiento fue un eslabón más dentro del sistema de valores de la
sociedad estadounidense, tal y como la conocemos en la actualidad, y su máximo
exponente se halla precisamente en las vísceras de su mayor urbe: Nueva York.
Por lo tanto, tomar Nueva York como muestra de trabajo aporta una perspectiva
bastante amplia, en lo que se refiere a los conflictos producidos en la sociedad a
causa de un cambio en su hábitat, y por lo tanto en su percepción del entorno. Los
procesos de crecimiento urbano desmesurado (PRU, vías rápidas, zoning) fueron el
caldo de cultivo de todos los problemas posteriores (criminalidad, drogadicción, etc.,).
Konrad Lorenz, premio nobel de medicina en 1973, hace un apunte importante sobre
la superpoblación en su libro Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada:
“Nosotros, los que vivimos en países civilizados de gran densidad demográfica o en
inmensas urbes, ignoramos ya cuánta falta nos hace el altruismo generalizado,
entrañable y acogedor. Uno necesita llegar como visitante inesperado a una casa de
cualquier país densamente poblado donde muchas calles sórdidas de varios
kilómetros separan entre si a los vecinos, para apreciar lo hospitalario y filantrópico
que puede ser el hombre cuando no se le apremia constantemente, a desplegar su
capacidad para los contactos sociales. […]”
Konrad Lorenz, Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada, P.21.

“Sin duda el confinamiento de las masas humanas en los modernos centros urbanos
tiene mucha culpa de que no percibamos ya el semblante del prójimo en ese escenario
fantasmagórico donde se trucan, superponen y desdibujan incesantemente las
imágenes humanas. Nuestro amor al prójimo se atenúa tanto con la excesiva
proximidad de los innumerables semejantes, que en última instancia apenas queda
rastro de él.”
Konrad Lorenz, Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada, P.22.

En la introducción se exponía el problema de inseguridad que supuso la propagación


del modelo de ciudad dispersa, propuesto por la Broadacre City ideada por Frank
Lloyd Wright, en cuyos barrios residenciales de gran extensión la policía apenas podía
dar abasto. Incluso la propia obra magna de Wright, la casa unifamiliar Robie, se vio
obligada a sufrir modificaciones debido a su hermetismo, lo cual ya nos daba algunas
pistas sociológicas que nos llevan a pensar en la seguridad: el hecho de que la calle
tuviera ojos que la miraran.

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Sin embargo, Konrad Lorenz acaba de aportar otra idea excluyente de la seguridad: la
aglomeración provoca cambios en el comportamiento que anulan la afectividad y el
altruismo en los ciudadanos. El miedo también se instala en las comunidades de las
nuevas áreas urbanas construidas en la periferia de la ville, de altas torres y largos
bloques de viviendas en corredor; la cité densificada, con un modo de vida utópico,
todos aquellos barrios nuevos que respondían a la tergiversación de la Ville Radieuse.
Entonces, podemos concluir que ninguno de los dos modelos es capaz, por sí mismo
como elemento ordenador, de cerciorar la seguridad dentro del área de la ciudad que
ocupan. Esto significa que tampoco pueden funcionar como elementos autónomos: la
contextualización dentro de la ciudad obliga a cualquier método que intervenga en ella,
desde la planificación urbana, a tener en cuenta la lógica de relaciones que la rige.
Pero las ciudades que habitamos están compuestas de una amalgama de modelos
impuestos a parches, y en el caso de Nueva York, mayoritariamente son parches de
Ville Radieuse encajados en la ville tradicional o colonial, entremezclados con el
modelo de la Broadacre City que se extiende en los distritos más alejados de
Manhattan, como Queens o Staten Island.
Es decir, existen zonas de muy baja densidad demográfica colindando con otras, más
cercanas al centro, cuya densidad aumenta drásticamente. Y en ninguno de los dos
casos podemos asegurar que se den las condiciones para que haya gente en las
calles de estos barrios. La cité, tal y como pretendemos concebirla, se desvanece, y
en los barrios sólo quedan estrechas e infinitas líneas que no llevan a nadie tras de sí,
excepto a los automóviles.
3.2. La experiencia de Jacobs: una calle es un espacio vivo.

Cuando Robert Moses dio a conocer públicamente el PRU (Plan de Renovación


Urbana) de Greenwich Village en 1961, probablemente Jane Jacobs estuviera
presentando su libro Muerte y vida de las grandes ciudades en alguna librería antigua
y reformada, en la planta baja de algún edifico de su barrio; Greenwich Village.
Y mientras Robert Moses anunciaba su propuesta, seguramente estaría pensando en
la edición que había recibido hace pocas semanas del libro de Jacobs, por parte de su
editor, y en cómo enmascarar sus sentimientos retrógrados hacia ella.
Lo que sucedió durante las semanas siguientes es que el activismo de Jane Jacobs,
que ya había sumado descontentos por las intervenciones en sus barrios (como el
caso de Washington Square Park, desarrollado en el apartado 3.1), se vio multiplicado
después de la publicación de su obra maestra. Las calles se llenaron de estas masas
de descontentos, pero no solo en Greenwich Village, sino en gran parte del suroeste
de Manhattan.
A partir de estos años, la fuerza de Robert Moses como planificador de Nueva York se
había visto menguada por la falta de aceptación de los vecinos. Aunque eso seguía sin
pararle, como hemos visto en el caso de financiación federal con la autovía del Bronx
(apartado 3.1.), sus horas estaban contadas cuando llegó la recesión de los años 70.
El gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, no tuvo reparo en dejar marchar a
Robert Moses después de una de sus negativas, que este lanzaba a modo de órdagos
contra el sistema, pero que no le sirvieron con el magnate de la familia Rockefeller.
De este modo, la figura y actividad de Jane Jacobs en Nueva York (sobre todo su
activismo popular, ya que la repercusión de su obra a nivel académico e institucional
no llegó hasta años después), sirvió como tapón contra la regeneración urbana de
Moses, que planeaba reconvertir todo el sur de Manhattan en un centro de negocios,
en torno a una vía rápida que conectara el sur de la isla de Manhattan con Brooklyn.

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Sin embargo, The Lower Manhattan Plan fue presentado en 1966, y en él se


materializaba la parte inevitable que traspasó el tapón de Jacobs: la llegada de un
distrito financiero y de servicios al sur de Manhattan. Aquí se proyectaba lo que se
acabaría conociendo como World Trade Center, edificios megalíticos que superaban la
altura de todo su contexto urbano. Hablamos de la zona costera del suroeste de la isla,
por debajo de Canal St. y el barrio de Jane Jacobs, Greenwich Village.
Pero en lo que concierne a la aportación de Jacobs, fue crucial precisamente el hecho
de que señalara algunas prácticas, incluso de manera premonitoria, como causantes
de los problemas de seguridad y funcionamiento en las ciudades. En la introducción
(1.2.) se exponía el concepto de que la ciudad tuviera ojos que la miraran, y ojos por
los que mirar, en el caso de la casa Robie y su muro ciego a la calle, en un barrio de
baja densidad (ciudad dispersa) y de clase alta en Los Ángeles.
En Nueva York se ha expuesto (apartado 2.) cómo los sucesivos modelos de zoning y
regeneración urbana actuaron como parches en la ciudad, y acabaron aglomerando a
la población en suburbios lejanos e inhabitables. El modelo de ciudad es distinto al de
Los Ángeles (ciudad dispersa - de alta densidad), pero los problemas de inseguridad
también están presentes, aunque por otros factores distintos.
En la obra de Jacobs aparece un concepto crucial, en lo que se refiere al modo de vida
en los barrios de las grandes ciudades, como Nueva York:
“Esta convicción tiene un nombre: confianza. La confianza en una calle se hace con el
tiempo a partir de muchos y muy ligeros contactos públicos en sus aceras. Sale de las
personas que se paran en un bar para beber una cerveza, a las que el tendero
aconseja y que aconsejan al quiosquero de la esquina, confrontan opiniones con otros
clientes de la panadería y saludan a los dos chavales que beben limonada en el portal
y miran a las niñas esperando la hora de cenar, sermonean a los niños […]”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.84.

No obstante, para que esta confianza pueda existir entre vecinos de una comunidad, el
uso del espacio público se tiene que fomentar muchísimo, a todas las horas del día
posibles. Para ello, podríamos pensar que en los barrios de clase alta, dotados de todo
tipo de establecimientos (comercios, equipamientos deportivos, bibliotecas, servicios
de hostelería), el funcionamiento de estos se coordina para que la calle esté transitada
el mayor tiempo posible. Jacobs, sin embargo, hace algunas apreciaciones de las que
se desprende que esto no sucede del todo así:
“Un barrio logrado es un lugar que mantiene sus problemas a una distancia tal que no
se deja destruir por ellos. […] Está de moda suponer que unos toques de buena vida
crearán un buen barrio: escuelas, parques, casas limpias y demás. ¡Qué fácil sería la
vida si así fuese! […] Un estudio sobre Pittsburgh […] comparó las cifras de
delincuencia en barrios bajos aún no saneados y en unos complejos de viviendas
nuevos, y llegó a la embarazosa conclusión de que la delincuencia era mayor en los
alojamientos mejorados. […] Significa que otras cosas pueden ser mucho más
importantes que el alojamiento; y también significa que no existe una relación directa y
simple entre una buena casa y un buen comportamiento.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.143-144.

“Los barrios de una ciudad tienen que proporcionar medios para desarrollar un tipo
civilizado de autogestión. Éste es el problema.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.148.

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Cuando Jacobs habla de autogestión, se refiere, dentro de esta, a los elementos de


autogobierno de los barrios, como la vigilancia y el concepto ojos de la calle, o la ya
mentada confianza entre el vecindario.
Además, después de la última cita, destaca la convivencia dentro de la ciudad entre
tres tipos de vecindades: la de la ciudad en su conjunto (aquel sector de la población
cuya actividad implica una movilidad constante dentro de la ciudad), la de las calles o
barrios (como el vecindario de la propia Jane, según ella misma reconoce, Hudson
Street) y aquella presente en los grandes distritos de dimensiones suburbanas (hasta
cien mil habitantes, o más en las grandes ciudades como Nueva York).
Según se ha desarrollado en los apartados 2.2. y 3.1., las preocupaciones hacia las
que se encauzaba la planificación urbana en Nueva York eran muy distintas a las que
plantea Jane Jacobs: destrucción de barrios para ceder espacio al tráfico de coches, y
además fomentar la densificación del suelo en todos los barrios nuevos de la ciudad.
Los intereses eran puramente económicos, y las repercusiones sólo fueron vistas
desde una perspectiva formal y simplista: mejores viviendas, mejor calidad de vida.
Pero las repercusiones fueron mucho mayores: todos los elementos que intervienen
en el autogobierno de un barrio, y de los cuales depende su autogestión, se ven
cercenados cuando el barrio se amputa de raíz, como se hizo durante los largos años
del bulldozer de Robert Moses, y como se siguió haciendo frecuentemente después.
En contrapartida, la influencia de Jane Jacobs en la sociedad norteamericana, aunque
no pudo contener el Lower Manhattan Plan de 1966, sí que sirvió para frenar la
construcción de la Lower Manhattan Expressway, planteada por Robert Moses pocos
años atrás, y cuya concepción rápidamente se tradujo en planos y bocetos de Paul
Rudolph, arquitecto norteamericano, que pasarían a la historia como parte de una
visión distópica sobre la ciudad de Nueva York.
Por otra parte, veamos un factor que concierne a otra escala de los barrios que forman
la cité; la diversidad en el uso del suelo, en oposición al zoning planteado en los cinco
distritos principales (apartado 2.1). En la segunda parte del libro, Las condiciones para
la diversidad urbana, Jacobs explica cómo es el desarrollo de la vida en los barrios:
“Como humilde ejemplo de los efectos económicos de la gente repartida durante todo
el día, les pido que recuerden aquella escena callejera, el ballet de Hudson Street. La
continuidad de este movimiento (que da su seguridad a la calle) depende de un
substrato económico de usos básicos combinados. Los trabajadores de los
laboratorios, de las plantas de procesamiento cárnico, los almacenes, […] mantienen a
todos los restaurantes y a muchos otros comercios al mediodía. […] Mantenemos
estos servicios conjuntamente, cooperando económicamente de manera inconsciente.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.185-186.

Según Jacobs, este es sólo uno, aunque esencial, de los cuatro factores principales de
los que depende la diversidad urbana en los barrios de las ciudades. Los vecinos y los
trabajadores, juntos, activan un mecanismo que no funcionaría con la suma de las dos
partes por separado.
Este mecanismo atrae a gente más diversa a los barrios, cuyos comercios dependen
del uso que hacen de ellos los tres tipos de vecindades que se han expuesto
anteriormente (la de la ciudad en su conjunto, la de calle o barrio, y la de los grandes
distritos de dimensiones suburbanas). Pero Jacobs hace una advertencia:
“Pero una cosa es la mera cantidad de personas que usan las calles de una ciudad, y
otra cómo estas personas se desenvuelven allí durante las horas del día.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.186.

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Con esta advertencia, hace referencia al problema que se empezaba a vivir a pocas
manzanas de Greenwich Village, tangible con tan solo pasear por alguna calle céntrica
de Manhattan. El distrito que contenía a Wall Street ya concentraba gran parte de la
actividad económica de la ciudad en 1960, y esto se traducía en una monotonía en los
servicios que se prestaban dentro de él.
Dentro de un esquema de usos múltiples (comercial, administrativo, residencial), el
suelo estaba distribuido en proporciones desequilibradas con respecto a su tiempo de
utilización. Por lo tanto, los recursos que se podían prestar solían ser insuficientes a
hora punta, y de escasa variedad en líneas generales.
Sin embargo, en el sur de la isla de Manhattan ocurre una paradoja, según la propia
Jane: existe una gran cantidad de gente aglomerada, que además valora la diversidad
en el uso del suelo, y enormes extensiones de espacio vacío en el que se podría
desarrollar la diversidad. Pero ¿Por qué esto ocurre así? ¿No deberían llenarse estos
espacios con la afluencia de estas aglomeraciones de gente?
Precisamente, por la mala distribución horaria del uso de los establecimientos: estos
espacios se abarrotan a las horas neurálgicas del día (franjas horarias de descanso y
comida), y el resto permanecen como espacios sin uso, diáfanos e inhóspitos. Durante
el resto de horas del día, junto con los espacios sin uso, las tiendas y comercios
mueren también. De este modo, los mecanismos propios de una comunidad en la cité
(como la sinergia entre habitantes y trabajadores o la autogestión, entre otros factores)
se ven debilitados con creces.
Así, podemos establecer la premisa, a partir de las observaciones de Jacobs, de que
la diversidad y combinación de usos primarios en un sector de la ciudad con gran
afluencia de uso público (como se actuó en el World Trade Center, contenido en Lower
Manhattan Plan de 1966, siguiendo el ideario del progreso de Robert Moses), no
garantizan, al menos por sí solos, que en ese sector de la ciudad haya vida constante.
Bajo el mismo criterio, podemos asegurar que los fenómenos de zoning en los cinco
distritos de la ciudad (apartado 2.1.), no solamente contravenían la diversidad urbana
por antonomasia, sino que además soportaban el peso de un modelo de crecimiento
en Nueva York cuyas consecuencias, pocos años después, lo reflejarían como un
método completamente ineficiente y destructivo para la ciudad. Estos reflejos se
pudieron ver, por ejemplo, en la demolición de las viviendas sociales de Pruitt-Igoe.
Finalmente y como ya se ha mencionado, la regeneración urbana de Robert Moses fue
el culmen de la contradicción en la planificación urbana de Nueva York, ya que sus
supuestos beneficiarios acabaron siendo sus víctimas. Las comunidades de barrios
enteros cohesionados y con complejos tejidos sociales, fueron extirpadas y disueltas.
Todos los mecanismos de autogobierno que en ellos existían, desaparecieron.
3.3. Lewis Mumford contra los remedios de ama de casa.
El activismo de Jane Jacobs, como se ha visto, fue el motor que impulsó la fuerza que
frenó los procesos de regeneración en la ciudad, y su impacto en la manera de pensar
las ciudades no se vio reflejado hasta mucho después de la publicación de su obra en
1961. Denisse Scott Brown, planificadora urbana, arquitecto y diseñadora, decía que:
“Coloca a un grupo de diseñadores urbanos, arquitectos, y planificadores urbanos en
un autobús turístico y obsérvalos como si fueras el obturador de su cámara. ¿Dónde
disparan los arquitectos? A los edificios o conjuntos de edificios, a los objetos –
puentes, esculturas, postes. Los diseñadores urbanos disparan donde las cosas se
juntan – puentes con edificios, postes junto a pequeñas casas. Los planificadores
urbanos están muy ocupados discutiendo entre ellos como para mirar por la ventana.”
Denisse Scott Brown, 2002. What we see. Advancing the observations of Jane Jacobs. P.87.

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Lewis Mumford, urbanista, historiador, sociólogo y filósofo estadounidense, criticó


duramente la obra de Jane Jacobs Muerte y vida de las grandes ciudades, mediante
un artículo en The New Yorker en 1962 que tituló “Mother Jacobs home-remedies”. En
él alegaba que una simple ama de casa no podía entender los problemas de las
ciudades, por lo que empleaba métodos, coloquialmente hablando, de andar por casa.
Rob Cowan, urbanista británico, en su ensayo The fine arts of seeing: professions,
places, art and urban design, parte de la antología What we see. Advancing the
observations of Jane Jacobs, cita al arquitecto y educador inglés perteneciente al
movimiento Arts and Crafts William Lethaby, quien escribió que los malos hábitos
pueden ser ocultados, los libros pueden no ser leídos, pero nada excepto la ceguera o
la anulación de nuestra capacidad de observación puede defendernos de los edificios.
What we see. Advancing the observations of Jane Jacobs. P.87.

Así pues, podemos deducir que cuando Lewis Mumford hablaba sobre Jacobs lo hacía
según la perspectiva académica de la planificación urbana, es decir, compartiendo los
preceptos que llevaron a justificar los intereses de planificadores como Robert Moses.
Un sector de los fenómenos de transformación urbanística en los barrios de Manhattan
que, según define Denisse Scott Brown, antepone la discusión a la observación.
Estaríamos hablando de una anulación propia de la capacidad de observación, por
parte de Lewis Mumford, a la hora de obviar la cantidad de observaciones que Jane
Jacobs puso sobre la mesa en 1961. Y al mismo tiempo de la justificación de los
procederes habituales en lo que se refiere a los procesos de regeneración urbana en
Nueva York, es decir, del bulldozer.
En el minuto 46:25 del documental Citizen Jane. Battle for the city, se escucha la voz
de Jane Jacobs describiendo lo que ella considera la función básica de su trabajo en
ese momento: frustrar a los planificadores urbanos, incentivar a la ciudadanía a
protestar contra los planes que las administraciones públicas estaban imponiendo en
sus barrios de toda la vida.
Luchar contra los objetos muertos, como las oficinas de planificación urbana, que al fin
y al cabo se traducen en planes de regeneración urbana al servicio de los intereses
económicos capitalistas. Esto significa crecimiento ilimitado, y como ya hemos
explicado en el apartado 3.1, estas soluciones contra la superpoblación en las grandes
ciudades como Nueva York resulta insostenible a largo plazo.
Zaida Muxí, en el prólogo del libro Urbanismo Feminista. Por una transformación
radical de los espacios de vida, del Col·lectiu Punt 6 de arquitectas, sociólogas y
urbanistas, describe de esta manera la ocupación del espacio público en la historia:
“Los lugares no son neutros en escala alguna: nos condicionan, nos envían mensajes,
nos dicen constantemente cuáles son los comportamientos adecuados y cuáles no.
Por lo tanto, su transformación con criterios de igualdad, de cuidados y de redes es
imprescindible.
La lucha por el espacio urbano se ha entendido tradicional y clásicamente desde un
punto de vista económico y de clases; sin embargo ha sido a las mujeres a quienes se
nos ha negado el acceso al derecho a la ciudad como espacio público, político, de
encuentro, de movimiento y de libertad.”
Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida. P.12.

En lo que se refiere al pensamiento de Lewis Mumford en su artículo Mother Jacobs


home-remedies, salvando las distancias del contexto histórico, este se ve impregnado
de una costra academicista (es decir, clasista) y claramente arraigado al machismo
imperante en la sociedad académica de la época.

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El desprestigio de la mujer por su mera condición biológica representa, en gran


medida, la sociedad que también llevaba años construyéndose en las ciudades
norteamericanas como Nueva York, junto a sus planes de regeneración, vías rápidas y
rascacielos como los del World Trade Center.
Esta sociedad estaba sumida en una crisis, en los casos de los barrios suburbiales
afectados por la construcción de vías rápidas y nuevas torres en las salidas y entradas
a la ciudad. Pero también las poblaciones de los barrios más céntricos, como los del
sur de Manhattan, corrían peligro, como hemos visto en los casos de Washington
Square Park y Greenwich Village en las décadas de 1950 y 1960.
De este modo, podemos concluir que la ideología de figuras de la talla intelectual de
Lewis Mumford, que tan influyente ha sido para concebir cómo han sido las ciudades,
en la práctica se traduce en la regeneración urbana y el zoning, por oposición a las
observaciones de Jane Jacobs, que son el único modo de combatir frontalmente las
consecuencias de estos modelos de planificación urbana, que únicamente responden
a intereses económicos, y no a cómo la gente habita en el espacio público.
“Históricamente, el urbanismo ha sido considerado una materia neutra, es decir, como
si la manera de diseñar los diferentes espacios no favoreciera o perjudicara a ninguna
persona o colectivo en particular y solamente buscara la eficiencia”
Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida. P.18.

3.4. Nuevos guetos: remedios y problemas de la superpoblación.

Antes de tratar este tema en relación con los fenómenos de regeneración urbana o la
construcción de vías rápidas, cabe destacar el final de la cita de Konrad Lorenz con
respecto a la aglomeración de grandes masas que veíamos en el apartado 3.1.:
“Nuestro amor al prójimo se atenúa tanto con la excesiva proximidad de los
innumerables semejantes, que en última instancia apenas queda rastro de él.”
Konrad Lorenz, Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada, P.22.

La construcción de vías rápidas se planteó como método de transporte para los barrios
de la periferia de la isla de Manhattan, pero acabó consumándose como método de
zonificación y segregación racial en algunos distritos como el de Brooklyn, como ya
hemos visto en el apartado 2.1. según la obra de Franco Mancuso.
El estado federal acabó tomando medidas contra este método de segregación y
zonificación de las poblaciones, mandando derruir promociones enteras de viviendas
tras comprobar los graves problemas de convivencia y seguridad que se generaban en
ellos, como el complejo de edificios Pruitt-Igoe en San Luis, Misuri, construido en 1955
y derribado en la década de 1960.
Sin embargo, en Nueva York estos problemas de seguridad, aunque también existían,
estaban paliados por las dimensiones de una gran ciudad, así como por su frente
marítimo, y por lo tanto el conflicto no tenía unas repercusiones insalvables como en el
caso de San Luis. Pero al mismo tiempo, las dimensiones de una gran ciudad como
Nueva York, y como ya ha quedado expuesto con la cita de Konrad Lorenz, suponen
también un perjuicio a la población debido al desgaste causado por la enorme cantidad
de contactos a los que está expuesta.
Así pues, no podemos concluir que los remedios contra la superpoblación sean, por el
mero hecho de seguir un modelo semejante en distintos contextos urbanos, siempre
igual de dañinos. Es inequívoco que la seguridad de los barrios depende más de sus
habitantes que de las formas urbanas; que son las estructuras sociales de estos los
agentes que acaban definiendo el funcionamiento del espacio público, y no su diseño.

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Las estructuras sociales dentro de un barrio, las cuales dependen de factores como la
jerarquía y la transversalidad, no solamente definen el uso del espacio público, sino
que además son las portadoras de una gran responsabilidad: la cohesión, que en otros
términos se traduce en la confianza entre los distintos elementos que configuran una
pequeña sociedad vecinal. Es decir, la mentada confianza de la que hablaba Jane
Jacobs, concepto básico para la autogestión de los barrios, es la principal baza que
estos tienen para evitar la decadencia y la crisis social de su población.
Cuando en el distrito neoyorquino del Bronx se construyó la vía rápida que lo unía con
Manhattan, el distrito quedó dividido en dos partes, la zona este y la zona oeste, que
desde el momento de su separación comenzaron a tener fuertes rencillas entre ellas.
Esto fue debido a que la construcción de la autovía destruyó el barrio; por ende sus
estructuras sociales se debilitaron tanto que se rompieron, y con el tiempo la identidad
de un barrio evolucionó en una marcada enemistad entre dos barrios, entre los cuales
se puso una frontera infranqueable, y en los que sus identidades se fueron disociando.
El objetivo de la autovía estaba claro: aproximar a una gran cantidad de población que
entonces vivía en el extrarradio de la ciudad al centro. Pero las consecuencias de las
grandes intervenciones en el territorio nunca se tuvieron en cuenta, como en el caso
de las vías rápidas.
Solamente Jane Jacobs fue capaz de parar la construcción de una de estas vías: la
vía rápida del sur de Manhattan, precisamente porque se dio cuenta de las terribles
consecuencias que le conllevarían a su barrio, Greenwich Village, así como al parque
público más grande del sur de Manhattan: Washington Square Park.
Cuando hablamos de preservar las estructuras sociales, Jane Jacobs lo define en
Muerte y vida de las grandes ciudades mediante el siguiente ejemplo, a pequeña
escala y con grandes matices:
“Quizá se explique mucho mejor este sutil e indispensable equilibrio ilustrándolo con la
costumbre, extendidísima en Nueva York, de dejar las llaves del piso en una tienda
cuando vienen amigos de visita.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.87.

Esta es una buena representación de lo que supone una unidad mínima de confianza
en una comunidad: una extensión del hogar, una pieza de la vivienda que funciona
como satélite de la misma, desprendido de ella y orbitando alrededor. Los intereses de
la población se comparten, los contactos en el tiempo y el espacio se multiplican, y en
definitiva la diversidad se propaga, entretejiendo la estructura social del barrio.
Estos factores, sin embargo, no se daban en los nuevos barrios como los creados a
los laterales de la vía rápida del Bronx: altas torres de viviendas con escasa diversidad
de usos del suelo. Es decir, grandes masas de población socialmente desestructurada,
hacinadas en altas torres de viviendas que, según se ha expuesto en las citas del
premio nobel de Medicina de 1973, Konrad Lorenz, por el hecho de estar aglomeradas
sufren variaciones en su comportamiento social, restringiéndolo ante la abundancia de
contactos entre transeúntes que se producen en las grandes ciudades.
En Nueva York, gran ciudad por antonomasia, la suma de los factores que se daban
en el Bronx tras la construcción de la vía rápida, hizo de este distrito uno de los más
inseguros de la ciudad. Además, la segregación racial en el Bronx, unida al racismo de
la sociedad norteamericana, potenció aún más el caldo de cultivo de los conflictos.
En el subapartado Subiendo y bajando barrios de la obra Muerte y vida de las grandes
ciudades de Jane Jacobs, la autora comienza hablando así de cómo funcionan estos
barrios dentro del esquema de una gran ciudad:

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“Los barrios bajos y sus poblaciones son las víctimas (y los perpetuadores) de una
serie de problemas al parecer interminables y que se refuerzan recíprocamente. Los
barrios bajos operan como círculos viciosos. Con el tiempo estos círculos viciosos
enredan el funcionamiento entero de una ciudad. […]
Nuestras leyes de rehabilitación actuales son un intento de quebrar este particular
engranaje de los círculos viciosos barriendo directamente los barrios bajos y sus
poblaciones, reemplazándolos por bloques de viviendas que buscan mayor
rentabilidad fiscal o atraer poblaciones más fáciles y con menos requerimiento de
gasto público.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.307.

Esta explicación del funcionamiento de los barrios bajos puede sonar fría, pero no por
ello se aleja de la realidad. En su obra Las ciudades y la riqueza de las naciones,
Jacobs aclara por qué los barrios bajos son un círculo vicioso de conflictos, sin que
exista una solución aparente para que estos dejen de perpetuarse:
“Muchos de los procesos básicos que funcionan en la ecología y en nuestras
economías son sorprendentemente similares, y podemos aprender mucho sobre los
éxitos y los fracasos en nuestro propio ordenamiento notando, por ejemplo, que cuanto
más vacíos se llenen en un ecosistema natural dado, siempre y cuando todo lo demás
permanezca igual, se está utilizando con mayor eficacia la energía que tiene a su
disposición, y más rica será la vida y los medios para mantener esa vida. Exactamente
lo mismo sucede con nuestras economías: cuanto más distintamente se llenen los
distintos vacíos, más ricos serán los medios para mantener la vida. No es más ni
menos que otra forma de decir que las economías que producen de manera diversa y
amplia para su misma gente y para sus productores, lo mismo que para los demás, se
comportan mejor que las economías especializadas, como por ejemplo, las regiones
abastecedoras, desalojadas y trasladadas. En ecología, a mayor diversidad, hay
también mayor flexibilidad, debido a la existencia de un mayor número de lo que los
ecologistas denominan “circuitos cerrados de retroalimentación homeostática”,
refiriéndose con ello a la existencia de un mayor número de controles recíprocos que
permitan realizar una autocorrección automática. Y lo mismo sucede con nuestras
economías. He expuesto la idea de que precisamente la existencia de escasos
circuitos cerrados de retroalimentación es el defecto que conduce a las naciones a la
más desastrosa inestabilidad económica y a sus ciudades a la pobreza en cuanto a la
autocorrección económica.”
Jane Jacobs. Las ciudades y la riqueza de las naciones. P.214.

Así pues, queda probado que los barrios bajos y su conflictividad no son un fenómeno
causado ni provocado intencionadamente por agente alguno, sino que responden a un
mecanismo de autodefensa de las propias ciudades, frente a las malas praxis en lo
que a la planificación urbana y el diseño de las ciudades se refiere. Según Jacobs, las
ciudades funcionan como un ecosistema, porque las ciudades son organismos vivos.
Dentro de estos organismos, la pobreza aparece como una enfermedad: cuando la
ciudad margina a parte de su población, cuando la convivencia no es transversal, y
sobre todo cuando las estructuras sociales no lo son, y por el contrario se caracterizan
por una marcada jerarquización de las clases sociales, e incluso, como decía Zaida
Muxí, por una exclusión del espacio público de sectores como el de la mujer.
Jacobs hace un símil del comportamiento económico de las ciudades como un
organismo vivo, que se autorregula; del mismo modo, los factores que aparecen en su
obra como regidores de la autogestión de los barrios (la confianza, los ojos de la calle)
son, en el plano social, aquellos responsables de que la vida y convivencia en los
barrios también funcione como un gran organismo que se regula a sí mismo.

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4.0. CONCLUSIONES: La madera torcida de Kant.

Richard Sennett, en la introducción de su obra Construir y habitar, emplea un símil


entre el paradigma filosófico de la madera torcida de Kant y la complejidad en torno a
la situación racial en Boston, donde él mismo ha actuado en una intervención urbana.
Immanuel Kant observaba en un ensayo sobre la vida cosmopolita de 1784 que “de la
madera torcida de la humanidad nada recto puede hacerse”. Se refería a que una
ciudad no es recta, sino defectuosa, torcida, debido a su diversidad, a la multitud de
inmigrantes que hablan distintas lenguas, a las chocantes desigualdades que existen
en ella. Pero, si aceptamos esta premisa, estaríamos asegurando que los conceptos
de ville y cité jamás podrán conciliarse, al suponer que la diversidad en las ciudades
no tiene cabida, y que por tanto la actividad urbana de la cité no tiene la misma
importancia que la de la ville. Estaríamos dando la razón, en cierta medida, al zoning
de Le Corbusier.
4.1. ¿Son irreconciliables la ville y la cité dentro de Nueva York? ¿Dónde y cómo se
identifican estos conceptos en la ciudad? ¿En cuáles de esas zonas aparece
realmente la vida pública, tal y como entiende Jacobs?
Recordemos la definición de ville, lugar donde se desarrolla la actividad dentro de una
ciudad, en contraposición a la definición de cité que se ha introducido en el apartado 1,
como una herencia del término francés del siglo XIX, aunque con la complejidad que
un barrio periférico necesita para ser próspero dentro de una gran ciudad, es decir, la
cité junto a todos aquellos elementos que la permiten no estar marginada dentro del
conjunto de ville y cité.
Así pues, según la propia definición de ambos, son términos complementarios. Aunque
su origen histórico tenga raíces distintas (ville referido a la ciudad, y cité al resguardo
de la urbe), su confluencia a lo largo de la historia ha hecho que estos conceptos ya no
puedan disociarse, sino que, a pesar de sus diferencias funcionales, estén obligados a
definirse mutuamente y a funcionar dentro de un mismo engranaje que es la ciudad.
El crecimiento urbano desmesurado en las grandes ciudades estadounidenses ha
hecho que ville y cité lleguen a confundirse en algunos casos. En Nueva York, por
ejemplo, hemos visto como el propio Sennett se refería a un mismo lugar físico para
diferenciar los dos conceptos, los túneles pertenecientes a las vías rápidas de Robert
Moses, asociando los atascos de tráfico a la ville, y la carrera de locos que cada
mañana conduce a los trabajadores de Nueva York a esos atascos a la cité.
No obstante, encontramos más ejemplos cuando tratamos de responder a la última
pregunta. La vida urbana, como hemos visto en el apartado 3.2, lleva de la mano el
contacto entre distintas vecindades, de distintas ocupaciones: lazos de confianza
tendidos entre una gran diversidad de habitantes, que son los agentes entre los cuales
se producen encuentros que generan vida en el espacio público.
Así pues, los lugares en los que se producen estos contactos humanos, bajo un
contexto de diversidad urbana (en cuanto a no-segregación racial y posibilidades
comerciales se refiere), son los más susceptibles de generar vida en torno a ellos.
Los mayores focos de atención del activismo de Jane Jacobs estuvieron puestos en
preservar su barrio, Greenwich Village, y Washington Square Park; este último fue
quizá el más simbólico en cuanto a la vida que conseguía aglutinar en su espacio,
como se aprecia en la película The heiress (La heredera) de 1949.
4.2. ¿Fueron los remedios contra la superpoblación propuestos por los CIAM y su
interpretación norteamericana las causas de la fractura social en las grandes
ciudades como Nueva York? ¿Qué análisis proponen desde Col·lectiu Punt 6?

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Según la propia Jane Jacobs, el modelo de ciudad más eficiente es la ciudad densa,
intercalando el modelo de torre con el de manzana lineal. Sin embargo, Jacobs insiste
también en la necesidad de que estas manzanas sean pequeñas, para que el contacto
que se produce al doblar la esquina con otra calle ocurra con la mayor frecuencia
posible. Asimismo, insta a los modelos de planificación a tener en consideración los
edificios antiguos, incluso los residenciales, con el fin de no romper las estructuras
sociales que estos han constituido en derredor suyo.
Así pues, podemos dictaminar que el modelo de Ville Radieuse de Le Corbusier,
implantado en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna como modelo a
seguir para las transformaciones en las ciudades de entonces, donde se proyectaban
altas torres y tramas urbanas radiales, como la de Brasilia, no fue más que una base
teórica, con sus ventajas y desventajas, de la que se nutrió el verdadero responsable
de las calamidades en que se vieron inmersos los suburbios norteamericanos.
El verdadero responsable es la malinterpretación que tuvo esta base teórica desde las
instituciones norteamericanas, tanto académicas como administrativas o políticas. El
modelo de las torres, así como el de la zonificación de la ciudad por usos del suelo,
fueron traídos interesadamente por parte de las instituciones hacia la proyección de
nuevos edificios megalíticos, así como a la destrucción de los barrios preexistentes. Y
todo ello por rédito fiscal y/o político, en la mayoría de los casos.
Cabe recordar el mensaje de Zaida Muxí en la cita anterior (Pág. 14) del prólogo del
libro Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida,
cuando dice que el urbanismo ha actuado siempre como si su papel fuera neutro,
mientras que se ha demostrado sobradamente que tiene repercusiones que favorecen
y perjudican a distintos colectivos. Podríamos continuar diciendo que, entre estos
colectivos, se encuentra la raza negra, marginada y torturada dentro de su propia
reclusión en barrios suburbiales de distritos como el Bronx.
Desde el colectivo de arquitectas, urbanistas y sociólogas Punt 6, apuntan hacia
Dolores Hayden, arquitecta, urbanista e historiadora estadounidense, que en 1980
escribió el artículo ¿Cómo sería una ciudad no sexista? En él, analizaba críticamente
el modelo de suburbio americano, y cómo la falta de diversidad en sus calles de
viviendas unifamiliares provocaba que las mujeres norteamericanas estuvieran lejos
de aquellos lugares donde se desarrolla la vida cotidiana.
Frente a este modelo, Hayden propuso un nuevo paradigma de vivienda, de barrio y
de ciudad, reflejado en los programas HOMES (Homemakers Organization for a More
Egalitarian Society) a través de los cuales se repartían las tareas domésticas y de
cuidado entre hombres y mujeres, se eliminaba la segregación residencial por clase,
edad y raza, y se luchaba contra las medidas estatales que reforzaban la idea de que
la mujer tenía que hacerse cargo de las tareas domésticas y, en general, contra la
desigualdad imperante en la sociedad patriarcal, dentro de la vida doméstica en los
barrios de las ciudades norteamericanas. Podemos tomar este modelo como ejemplo
del concepto que se desarrollará en el apartado 4.3.: el urbanismo feminista.
Finalmente, podemos concluir que las mujeres de raza negra eran el colectivo más
vulnerable dentro de los suburbios neoyorquinos, ya que estaban sometidas a la
marginación por parte de la sociedad y las instituciones por motivos de raza, y a su
vez dentro de la sociedad patriarcal, usurpadas de su participación en la vida pública,
tanto por motivos machistas como de carente diversidad urbana.
4.3. ¿Qué se hizo desde el urbanismo después de que se derruyeran los proyectos
de Pruitt-Igoe, o se acabaran los días de Moses como planificador urbano de
Nueva York? ¿Siguen siendo estas relaciones de dominación social las
regidoras del urbanismo de nuestros días?

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

Aunque Jane Jacobs nunca se declaró abiertamente feminista, sí que podemos tomar
su activismo como elemento fundamental para la causa feminista, fijándonos en todos
los movimientos sociales impulsados por una mujer desde su inicio, como fue el caso
de Jane en Nueva York, y posteriormente en Toronto.
Sin formación académica como urbanista, el carisma y la capacidad para observar y
analizar lo observado de Jane la convirtieron en alguien verdaderamente especial,
situándose en la intersección de lo que ocurría en las ciudades en su momento,
dándolo a conocer y haciendo pedagogía de ello.
Alguien, después de todo, mucho más versada en temas de planificación y diseño
urbano que sus coetáneos planificadores, urbanistas y académicos, quienes se
dedicaron a ignorarla y menospreciarla desde un inicio, haciendo gala del machismo
recalcitrante que, actualmente, con el presidente Donald Trump al mando, sigue
presente en las instituciones norteamericanas.
Desde el Col·lectiu Punt 6 hacen una diferenciación básica entre lo que ellas nominan
como Urbanismo Feminista, que se refiere a aquel heredero de las observaciones y
programas impulsados por activistas como Jane Jacobs y Dolores Hayden; y aquel
llamado Urbanismo Normativo, referido a la lógica asentada de entendimiento de las
ciudades, propia de figuras como Robert Moses o Lewis Mumford.
En la página 158 del libro Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los
espacios de vida, el Urbanismo Normativo aparece caracterizado por estar basado en
la autosuficiencia y el individualismo, frente a la consideración de la dependencia y la
vida comunitaria que tiene el Urbanismo Feminista. Asimismo, el primero es ajeno y
estático, mientras que el segundo es acorde con la realidad del contexto. Lo normativo
es estandarizado y homogeneizador, mientras que el urbanismo feminista y heredero
de Jane Jacobs es flexible y tiene que estar adaptado a las condiciones del lugar,
integrando las desigualdades y diversidades, así como apostando por la sostenibilidad
de la vida en los barrios de las ciudades.
James Stockard, en su ensayo The obligation to listen, learn and teach en el libro What
we see. Advancing the observations of Jane Jacobs (Pág.152), hace un buen apunte
que este trabajo, concerniente a una carrera de arquitectura, no debe olvidar: Jane
Jacobs amaba la ciudad, y al criticar los modelos de planificación de Robert Moses y la
regeneración urbana, Jacobs no criticaba a las profesiones que, de algún modo, eran
parte de las terribles consecuencias que estos modelos provocaban.
Jane Jacobs amaba la vida en las ciudades, y quiso identificar todo aquello que la
hacía posible. Las profesiones que nos dedicamos a representar las transformaciones
de la vida en las ciudades de algún u otro modo (sociólogos, arquitectos, geógrafos,
urbanistas, planificadores…) tenemos que ser conscientes de su legado, y hacerlo
nuestro a la hora de ejercer nuestra profesión con responsabilidad y equidad, sin
recaer en los errores del pasado que ella misma detectó.
Así pues, podemos concluir que la disciplina urbanística, después de la destrucción de
los edificios de Pruitt Igoe y el fin de la regeneración urbana en Nueva York, como
hitos de la caída de los interese económicos y financieros dentro del urbanismo, se
hizo permeable a las observaciones de Jane Jacobs, y adquirió nuevas perspectivas
desde donde ser mirada y recuperó los planos de actuación que hasta entonces había
obviado, por no formar parte estricta de la disciplina urbanística y arquitectónica.
Manuel Castells, sociólogo y economista español, en su obra Movimientos sociales
urbanos, define lo que hemos visto en los suburbios neoyorquinos como “problemática
urbana”. Estas problemáticas tienen su reflejo en el surgimiento de los movimientos
sociales urbanos, como el activismo de Jane Jacobs en Greenwich Village.

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

“Cuando se habla de problemas urbanos nos referimos más bien, tanto en las ciencias
sociales como en el lenguaje común, a toda una serie de actos y de situaciones de la
vida cotidiana cuyo desarrollo y características dependen estrechamente de la
organización social general. Efectivamente, a un primer nivel se trata de las
condiciones de vivienda de la población, el acceso a los servicios colectivos (escuelas,
hospitales, guarderías, jardines, zonas deportivas, centros culturales, etc.), en una
gama de problemas que van desde las condiciones de seguridad en los edificios (en
los que se producen cada vez con mayor frecuencia accidentes mortales colectivos)
hasta el contenido de las actividades culturales de los centros jóvenes, reproductoras
de la ideología dominante.”
Manuel Castells. Movimientos sociales urbanos. P.3.

El Col·lectiu Punt 6 también apunta hacia esta última observación de Castells, de que
la ideología dominante se transmite mediante los centros culturales, la publicidad, y
una amplia gama de factores que, en su caso, perpetúan el estándar patriarcal que
configura las ciudades actuales.
Beatriz Colomina, arquitecta, historiadora y teórica de la arquitectura, ha analizado a lo
largo de su vida la domesticidad y su papel en la historia de la arquitectura, llegando a
la conclusión de que los medios emplean una narrativa que resalta la domesticidad en
el suburbio, reproduciendo mediante anuncios el rol femenino asociado a las tareas
del hogar en los barrios periféricos o degradados.
Tanto las observaciones de Castells como las del Col·lectiu Punt 6, como avance de
las ya expuestas por Jane Jacobs, dan a entender que las relaciones de dominación
establecidas dentro de la sociedad neoyorquina durante la segunda mitad del siglo XX,
después de casi un siglo de historia, son ahora evidentes y el urbanismo actual ha
podido evolucionar con respecto a su anterior desconocimiento.
Sin embargo, a pesar de que las disciplinas urbanas sean hoy más diversas que
nunca, y las relaciones de dominación social sean reprobadas por los movimientos
sociales urbanos, e incluso, en casos históricos como los de Jane Jacobs, se hayan
subvertido; estas relaciones de dominación no han cambiado demasiado en Nueva
York desde la época de la regeneración urbana de Robert Moses, puesto que los
poderes financieros y económicos siguen presidiendo las oficinas de planificación
urbana, no solo en Nueva York, sino en la mayoría de las ciudades contemporáneas.
Pero lo que sí podemos asegurar es que después del enorme legado de Jane Jacobs,
y el tiempo y el espacio transcurrido desde sus observaciones, estamos en una
posición muy ventajosa para ejercer nuestra profesión como arquitectos desde la
mirada de un transeúnte, de un arquitecto, de una mujer, de una persona de otra etnia
o raza distinta a la nuestra, de una persona transexual, de un pequeño comercio; o de
cualquier elemento dentro de la diversidad urbana que caracteriza y ha de caracterizar
a las ciudades actuales, en un mundo globalizado.
1. “No podemos pensar el medio urbano sin la relación directa con el medioambiente
y con los entornos periurbanos y rurales, con los recursos que gastamos y la
contaminación que producimos, etc. Es necesario incorporar una perspectiva
ecologista y ecofeminista que asuma los retos que supone estar inmerso en un
mundo en colapso por crisis ambiental”
Nuestro manifiesto propositivo para un urbanismo feminista. Punto Nº1.

Col·lectiu Punt 6. Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida. P.212.

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

BIBLIOGRAFÍA

 Libros (L) y artículos (A):


 (L) Castells, Manuel; Movimientos sociales urbanos. (1973)
 (L) Hall, Peter; Las ciudades del mañana. (1996)
 (A) Hayden, Dolores; What would a non-sexist city be like? Signs. (1980)
 (L) Jacobs, Jane; Muerte y vida de las grandes ciudades. (1961)
 (L) Jacobs, Jane; Las ciudades y la riqueza de las naciones: principios de la
vida económica. (1986)
 (L) Lorenz, Konrad; Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada.
Premio Nobel de Medicina 1973. (1973)
 (L) Mancuso, Franco; Las experiencias del zoning. (1980)
 (A) Mumford, Lewis; Mother Jacobs home-remedies. The New Yorker. (1962)
 (L) Sennett, Richard; Construir y habitar. Ética para la ciudad. (2018)
 (L) Col·lectiu Punt 6; Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de
los espacios de vida. (2019).
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Downtown New York. (2002)

 Audiovisual:
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 Wyler, William; The heiress. (1949)

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 https://en.wikipedia.org/wiki/Lewis_Mumford
 https://en.wikipedia.org/wiki/Jane_Jacobs
 https://es.wikipedia.org/wiki/Ville_Radieuse
 https://es.wikipedia.org/wiki/Broadacre_City
 https://es.wikipedia.org/wiki/Pruitt-Igoe

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

ANEXO I: Ampliación de las conclusiones con respecto al subapartado 3.3.: Lewis


Mumford contra los remedios de ama de casa.
4.4. ¿Por qué es necesaria una relectura actual, feminista y no clasista del artículo:
“Mother Jacobs home-remedies” de Lewis Mumford en The New Yorker (Págs. 148-
179) The Sky Line, December 1, 1962, N.Y.?
Cuando Lewis Mumford, sociólogo, historiador y filósofo de la tecnociencia
estadounidense, en 1962 se dispuso a encauzar su crítica a la obra de Jane Jacobs,
había escrito en 1961, el mismo año que Jane Jacobs publicó Muerte y vida de las
grandes ciudades, un gran ensayo sobre las ciudades llamado La ciudad en la historia.
En él no hace una crítica a las ciudades y a su modelo de crecimiento como tal, sino
que plantea un crecimiento equilibrado que no entre en conflicto con las fuerzas de la
naturaleza. En definitiva, que el crecimiento urbano de las ciudades funcione como
parte de un organismo vivo, la ciudad como un todo, y no como una fuerza destructora
de la naturaleza que rodea a la ciudad. Porque, tarde o temprano, la naturaleza que
rodea a la ciudad acabará formando parte de ella. En el capítulo final, Retrospect and
Prospect, examina hacia dónde se dirige la ciudad y quién encabeza este camino.
Algo no muy lejano a lo que se plantea Jane Jacobs en el capítulo vigésimo de su obra
Muerte y vida de las grandes ciudades, Salvemos el conjunto, en el que señala que las
condiciones de la vida en la ciudad radican en la concepción de esta como conjunto:
“Cuando se habla de salvar o mejorar conjuntos, en tanto conjuntos, se repite el error
básico. El objetivo debería coger esos conjuntos, esas manchas sobre la ciudad,
trenzarlos sobre el tejido urbano, y en ese proceso reforzar el tejido que lo rodea. […]
Los principios elementales para llevar la vida a un conjunto y a las fronteras donde,
teóricamente, deberían unirse con el distrito, son los mismos que los requeridos para
revitalizar cualquier área urbana. Los urbanistas han de diagnosticar qué condiciones
generadoras de diversidad faltan ahí: si hay una carencia de usos primarios
combinados, si las manzanas son demasiado grandes, si no hay suficiente mezcla de
edad y de tipo de los edificios, o si la concentración de la población es insuficiente.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.430

Como podemos apreciar, son dos maneras de abordar el conflicto de la ciudad en el


territorio, es decir de su crecimiento; por parte de Mumford, el análisis de esta con
respecto a sus cambios en la historia, y por parte de Jacobs desde una perspectiva
que recorre las escalas de la ciudad (desde la calle, pasando por el barrio hasta llegar
al distrito).
Pero ambas visiones, tanto la de Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes
ciudades, como la de Lewis Mumford en Las ciudades en la historia, aunque desde
perspectivas distintas, miran a la ciudad como conjunto. Además, la idea que repite
Lewis Mumford tanto en el artículo como en su obra más reciente, de que la ciudad
debe funcionar como un organismo vivo, será algo que Jane Jacobs no tardará en
desarrollar a escala territorial e incluso a escala nacional, en su obra “Las ciudades y
la riqueza de las naciones. Principios de la vida económica.” (1986).
Lewis Mumford comienza su artículo destacando las aportaciones que el colectivo de
arquitectos, sanitarios, físicos y reformadores ha tenido sobre la legislación para definir
las condiciones mínimas de habitabilidad a lo largo de la historia. Y no le falta razón.

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

Él mismo se postula en estas primeras páginas como el defensor y agitador de


muchas de las causas que provocan los problemas de insalubridad denunciados por
Jane Jacobs en su obra Muerte y vida de las grandes ciudades.
De hecho, a lo largo de todo el artículo, Mumford comparte gran parte del enfoque de
Jane Jacobs, pero en ocasiones trata de poner en duda sus observaciones como
ciudadana, matizándolas de maneras poco ortodoxas.
“This new costume of theory, though not quite as airy as the Emperor’s clothes,
exposes such large areas of naked unawareness that it devaluates Mrs. Jacobs’ many
sound statements. Some of her boldest planning proposals rest on faculty data,
inadequate evidence and startling miscomprehensions of views contrary to hers.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.154.

Hablar del libro de una mujer norteamericana como un “nuevo vestido teórico, aunque
no tan airoso como los ropajes del emperador, que deja al descubierto grandes áreas
desnudas de inconsciencia” es evidentemente una apreciación machista. Porque aun
suponiendo que existiera (cuya concepción ya es un síntoma patriarcal) un emperador
teórico, como sería el mismo Lewis Mumford, tendría la misma validez para hablar
sobre cuestiones respectivas a la ciudad en el ámbito académico que Jane Jacobs,
una mujer. Y para más inri, el uso de términos para referirse a las observaciones de
Jane Jacobs asociados a la domesticidad y el ideal de mujer americana (vestido).
En la misma página 154 aparece un anuncio publicitario sobre vestidos, “Nantucket
Naturals” que reproduce la ideología del estándar de comportamiento patriarcal en la
sociedad norteamericana, representado a una mujer blanca con vestido como mujer
ideal americana. De esta manera, por el mero hecho de acompañar al texto en el lugar
pertinente, este anuncio publicitario queda irremediablemente asociado a la lectura del
artículo. Un hecho al que ya han apuntado otros investigadores con anterioridad, como
Manuel Castells, Beatriz Colomina o el Col·lectiu Punt 6.
En la cuarta página del artículo, Mumford menosprecia las observaciones de Jacobs
por basarse en “datos defectuosos, pruebas inadecuadas y en incomprensiones
alarmantes de visiones contrarias a la suya”. En la quinta página de su artículo, vuelve
a acusarla de algo parecido, con respecto a lo que Jane Jacobs consideraba enemigos
de la ciudad, los planificadores urbanos:
“Her misapprehension of many plans she regards as subversive of her own concepts of
urban planning leads her to astounding statements, and she even attempts to liquidate
possible opponents by treating those who have attempted to improve the design of
cities by methods not her own as if such people were determined enemies of the city.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.157.

Pero cuando Jane Jacobs criticaba a los planificadores urbanos como responsables de
la miseria de la ciudad lo hacía apuntando a lo alto: a Robert Moses y la interpretación
que se le había dado desde las oficinas de planificación de Nueva York, que era la
ciudad donde ella residía, a la Ville Radieuse de Le Corbusier. Pero Jane Jacobs en
ningún momento habla de “intentar liquidar posibles oponentes”, como Mumford se
refiere a sus visiones críticas de la regeneración urbana.
El concepto que Jane Jacobs tenía por ciudad no implicaba la liquidación de nadie, de
hecho su lucha es precisamente contra la devastación de la regeneración urbana, no
contra las oficinas de planificación, como se aprecia en su propia obra (Pág. 6, cita 2).

2
Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

Además, Jane Jacobs, a lo largo de su vida, se caracterizó por ser alguien humilde,
autocrítica, que no negaba la posibilidad de otras visiones distintas a la suya. En una
carta con Hidenori Tamagawa, ingeniero y urbanista japonés, Jane Jacobs le apela
con las siguientes palabras:
“One thing I do know, is that it is more important to look at the real world, not at what
somebody has said is right -and that includes me! So be skeptical and critical in
considering what I say, but not because of what somebody else says. Rather because
of what real life informs you.”
Carta de Jane Jacobs a Hidenori Tamagawa. November 29, 1990.

What we see. Advancing the observations of Jane Jacobs. (2010). P.10

El hecho de que Lewis Mumford interprete que Jane Jacobs está tratando de acabar
con las oficinas de planificación urbana, cuando ella misma treinta años más tarde,
reconoce que sus propias visiones no son ni mucho menos definitivas, sino que hay
que “ser escéptico y crítico” con lo que dijo, refleja lo ideologizado y sujeto a la
interpretación liberal del poder financiero que está el enfoque que le da el historiador y
filósofo Lewis Mumford a la obra de Jacobs “Muerte y vida de las grandes ciudades”.
Otra manera de desprestigiar a Jane Jacobs es la puesta en duda de la validez de su
criterio por vivir en Greenwich Village. Cuando Lewis Mumford, en la octava página
(Pág. 162) de su artículo, dice: “as one as spent more than fifty years in New York,
[…]” refiriéndose a su barrio en Upper West Side, al oeste de Central Park, en la zona
más adinerada del distrito de Manhattan, no tiene en cuenta la perspectiva de alguien
al sur de la isla, barrios mucho más pobres y degradados, como el Soho, Chinatown o
el barrio de Jane Jacobs, Greenwich Village.
Lewis Mumford también critica el propio barrio de Jane Jacobs por tratarse de un tejido
que quedó fuera de la retícula que fue aplicada a las manzanas de Manhattan en 1811
conocida como Manhattan’s Grid, y le acusa por lo tanto de ser ajena al diseño urbano
y a las estructuras reticulares que ordenan las manzanas de Manhattan:
“Mrs. Jacobs has no use for the orderly distribution of these activities or the handsome
design of their necessary structures: she prefers the hit-and-miss distribution of the
present city”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.167.

Esta afirmación es rotundamente falsa, ya que Jane Jacobs, en el capítulo noveno de


su obra Muerte y vida de las grandes ciudades, Necesidad de manzanas pequeñas,
trata la cuestión de cómo los largos bloques lineales impiden la posibilidad de doblar
las esquinas con frecuencia. Jacobs habla de manzanas pequeñas, y por lo tanto no
desprecia el orden, sino que lo matiza y subdivide para optimizar el contacto humano.
“La mayoría de manzanas deben ser cortas; es decir, las calles y las oportunidades de
doblar las esquinas tienen que ser frecuentes.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.211.

De estas dos últimas apreciaciones podemos extraer la conclusión por la que el propio
autor, Lewis Mumford, acomodado en su perspectiva académica ha perdido o se ha
privado de la capacidad de observación de un transeúnte real, en cualquier punto de la
ciudad. Debido a esta acomodación académica y al distanciamiento de su perspectiva
con respecto a la realidad urbana, podemos definir su enfoque como clasista y en total
confrontación con la diversidad urbana.

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

Durante todo el artículo Lewis Mumford toma en consideración observaciones de Jane


Jacobs por separado, es decir, obviando el vigésimo capítulo de su obra que se mentó
en el inicio del apartado, Salvemos el conjunto, y que como hemos visto tiene relación
directa con su obra más reciente antes de publicar el artículo, La ciudad en la historia.
“She recognizes that a city is more than buildings, but she failed to perceive that a
neighborhood is more than its streets, or that the static geometrical order of the gridiron
plan and the old-fashioned rectangular blocks has long been one of the chief obstacles
to an effective neighborhood life.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.164.

“Since her obstinate belief in high population density underlies Mrs. Jacobs entire
argument it gratuitously vitiates even her valid contributions”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.168.

En estas dos citas casi consecutivas vemos como Lewis Mumford, repetidamente,
toma en consideración factores de la obra de Jane Jacobs por separado, como es la
alta densidad en las aceras y los grandes bloques de manzanas, y los juzga como
insuficientes o contraproducentes, mientras que para Jane Jacobs dentro de su obra
Muerte y vida de las grandes ciudades todo funciona dentro de un conjunto de factores
que configuran y permiten la vida en las ciudades, sin que ninguno de ellos, por sí solo
y de manera independiente al resto, sea un motivo inequívoco de la vida en la ciudad.
Además, Lewis Mumford, a pesar de su reputación como historiador, en su artículo
comete dos graves fallos de descontextualización histórica, al comparar el caso de
Nueva York a mediados del siglo XX, lugar en el que Jane Jacobs emplazaba sus
observaciones, con contextos temporales y espaciales históricamente antagónicos
como Venecia en el siglo XV o Londres en el siglo XVIII.
“But if this remedy were a sound one, eighteen-century London, which met all of Mrs.
Jacobs’ planning prescriptions, would not have been the nest of violence and
delinquency it actually was.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.162.

“Venice was one of the few cities that, from the Middle Ages onward, were deliberately
planned and practically organized on the neighborhood principle, each parish with the
little campo at the center -occupied by a café and shops and a fountain- and its
guildhall and its church, […]. There is still plenty of variety and domestic vitality in such
neighborhoods despite their long decay, but they do not follow Mrs. Jacobs’ formula of
shops and factories strewn all over the quarter.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.170.

Una vez más, Lewis Mumford considera un factor que Jane Jacobs analiza dentro del
conjunto de la ciudad, como la combinación de usos primarios, para desmentirlo por
individual, en el contexto de Londres en el siglo XVIII, diciendo que, de ser verdad esa
condición para la seguridad en las ciudades no hubiera sido “el nido de violencia y
delincuencia que realmente fue”.
En el caso de Venecia comete la misma inexactitud, al referirse a la combinación de
tiendas y fábricas como factor único para la vida en una ciudad que, además, nada
tiene que ver en cuanto a la configuración de una gran metrópolis como Nueva York,
con apenas 300 años de historia, con respecto a la histórica planificación medieval que
el propio Mumford le reconoce a Venecia.

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

Otras inexactitudes en las que cae el autor del artículo tienen que ver con el concepto
que él mismo tiene de diversidad urbana, en el cual no entra la población de las zonas
suburbiales, los pequeños comercios o las personas que miran desde las ventanas de
sus casas hacia la calle, sin necesidad de estar en ella para vigilarla.
“The huge, impersonal supermarket is symbolically the ultimate goal of unregulated
metropolitan expansion. Mrs. Jacobs wishes to fight new forms of economic
organization that are wiping out choice and variety.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.171.

“Mrs. Jacobs innocently believes that complexity and diversity are impossible without
the kind of intense congestion that has in fact being emptying out the big city.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.172.

Además de la defensa de las grandes superficies comerciales, Lewis Mumford, de


ideología tecnócrata, sólo es capaz de ver la diversidad en las ciudades en el hecho
de que sus aceras estén abarrotadas de gente. Esto le lleva a confundir los conceptos
diversidad urbana y densidad de población, sin percatarse de que la complejidad de la
que habla Jane Jacobs con su concepto “ojos de la calle” va más allá del mero hecho
de que una calle esté llena de gente o vacía. Los ojos también son las ventanas de las
casas, desde las cuales los inquilinos que son permanentes miran a la calle.
Del mismo modo, un potente mecanismo homogeneizador de los bienes de consumo
como las grandes superficies comerciales (por ejemplo, los supermercados),
abastecidos por grandes empresas que monopolizan los medios de producción, es
visto por Lewis Mumford como un canalizador de la diversidad, llevándole a confundir
los términos diversidad de bienes y servicios y congregación de bienes y servicios.
“Strangely, the city that so insistently drives its population into the suburbs is the very
same city that Mrs Jacobs quaintly describes as vital. She forgets that in organisms
there is no tissue quite as “vital” or “dynamic” as cancer growth.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.173

Aquí hay una apreciación delicada que hacer. El concepto de suburbio, para Lewis
Mumford, entra dentro del de la salubridad urbana, y conforme a ello establece una
comparación entre la diáspora de la población urbana desde el centro de la ciudad
hacia estas zonas suburbiales, y el crecimiento de un cáncer.
Conforme a esta manera de entender la pobreza en los barrios suburbiales, Lewis
Mumford niega la vida en estas zonas de la ciudad, reconociéndolas únicamente como
áreas que han atraído población conflictiva que hay que erradicar.
Sin embargo, Jane Jacobs, en el capítulo decimoquinto de su obra Muerte y vida de
las grandes ciudades, Subiendo y bajando barrios, establece una relación mucho más
compleja de la ciudad con el suburbio en la que plantea hechos diferenciales de unos
barrios bajos con respecto de otros, sin negarle al suburbio su lugar en la ciudad.
“Utilizaré el calificativo barrios bajos perpetuos para referirme y describir los barrios
bajos que con el tiempo no muestran signos de mejora social o económica, o que
retroceden tras una ligera mejoría. Sin embargo, si en una vecindad se pueden
introducir las condiciones que generan diversidad y si se estimulan en lugar de
obstaculizarse los indicios de rehabilitación, creo que ningún barrio bajo tiene por qué
ser perpetuo.

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La incapacidad de un barrio bajo perpetuo para retener suficiente población dispuesta


a rehabilitar es una característica que empieza antes incluso de que el barrio sea bajo.
Existe la ficción de que el barrio bajo al formarse suplanta malignamente el tejido
urbano sano. Nada está más lejos de la verdad.
El primer síntoma de un barrio bajo incipiente, mucho antes de que la carcoma sea
visible, es el estancamiento y la monotonía. Las vecindades aburridas son
inevitablemente abandonadas por sus ciudadanos más dinámicos, ambiciosos y
opulentos, y también por los jóvenes que se pueden ir. Fracasan a la hora de atraer
nuevos vecinos. Además, aparte de estas deserciones selectivas y la no menos
selectiva carencia de sangre viva y vigorosa, estas vecindades pueden sufrir
repentinas deserciones en masa de su población no degradada.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. Págs.309-310

Así pues, Jane Jacobs no niega la vida en los suburbios, sino que analiza los motivos
por los que son vistos como una enfermedad de las ciudades, identificando como
barrios bajos perpetuos aquellos más proclives a ser abandonados y, por lo tanto, a
perpetuarse como barrios bajos dentro del círculo vicioso que estos constituyen en las
ciudades. Pero el análisis de Jacobs hace hincapié en aquello que Lewis Mumford
pasa por alto; el hecho de que los tejidos degradados lo están por algún motivo, que
los barrios bajos lo son por el hecho de haber sufrido el abandono de su población, y
no por su causa posterior, el “crecimiento de un cáncer”, como señala Mumford.
Mientras que Lewis Mumford no considera al suburbio como parte de la diversidad
urbana, reafirmándose en su óptica clasista, Jane Jacobs sí que apunta en sus últimas
líneas en una dirección paralela a la de Lewis Mumford: la ciudad es una masa de
población en movimiento, y los barrios tan pronto pueden subir como bajar. Esta
premisa se desarrolla en la obra del sociólogo Zygmunt Bauman, “Vida líquida” (2005).
Jane Jacobs, en el quinto capítulo de su obra Muerte y vida de las grandes ciudades,
Uso de los parques vecinales, hace una crítica al papel que han desempeñado los
parques en la ciudad, aludiendo a su situación de abandono como “una especie de
carcoma”. Pero, al mismo tiempo, confirma su rol de contorno urbano en derredor del
cual debe propiciarse la diversidad de actividades.
En definitiva, hace una crítica a las consecuencias que tuvo la implantación del modelo
de Ciudad Jardín en Nueva York, pero sin referirse en ningún momento a su cabeza
pensante, Ebenezer Howard; ni siquiera a las oficinas de planificación urbana como
responsables. En todo momento, su crítica se dirige hacia motivos que ella misma ha
apreciado con anterioridad, como la necesidad de combinación de usos primarios:
“No fueron necesariamente las oficinas las que despoblaron el parque. Cualquier
actividad dominante que imponga un solo tipo de usuarios y horarios dará siempre
resultados similares.”
Jane Jacobs. Muerte y vida de las grandes ciudades. P.129

En última instancia, hemos visto distintos casos de cómo Lewis Mumford encamina su
crítica a “Muerte y vida de las grandes ciudades” omitiendo parcialmente algunas de
las observaciones de Jane Jacobs, por motivos de clase social como hemos visto en el
caso de Greenwich Village, por la mera inexactitud de su lectura, o por motivos que
tienen que ver con asignaciones de género a la sociedad que perjudican al género
femenino, es decir, machistas, como veíamos en la segunda página del apartado
(Pág. 2, cita 1).

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

Los casos más flagrantes del desprestigio machista de Lewis Mumford en el artículo
tienen lugar en la decimoquinta y decimosexta páginas del artículo, cuando acusa a
Jane Jacobs de haberse montado un melodrama personal con Ebenezer Howard por
criticar la Ciudad Jardín, así como al igualar su crítica del planeamiento urbanístico a
una “mezcla de sentido y sentimentalismo, de juicios maduros y aullidos de colegiala”.
“Ebenezer Howard -the archvillain in Mrs. Jacobs private urban melodrama- “
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.172

“But if “The death and life of great American cities”, taken as a critique of modern city
planning, is a mingling of sense and sentimentally, of mature judgments and schoolgirl
howlers, how does it stand as an interpretation of the larger issues of urban
development and urban renewal, which is the title itself she boldly points to?”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.173

Con respecto a estas últimas apreciaciones de Lewis Mumford sobre la figura de Jane
Jacobs como mujer blanca norteamericana propensa al “melodrama”, y sobre algunas
de sus observaciones como “aullidos de colegiala” cabe replantearse la cuestión inicial
del apartado. ¿Por qué una crítica actual, feminista y no clasista a este artículo?
Porque a pesar de reconocer algunas de sus observaciones, Lewis Mumford ejerce su
crítica desde una posición muy privilegiada dentro del mundo académico, lo cual le
lleva, como ya hemos visto, a perder la perspectiva de las clases sociales más bajas
de la ciudad. Del mismo modo, vemos cómo emplea sus privilegios como hombre
blanco dentro del mundo académico para desprestigiar a Jane Jacobs, por el mero
hecho de tratarse de una mujer blanca de una clase inferior que habla sobre temas
que también conciernen a su materia como académico.
Lewis Mumford emplea un lenguaje agresivo, seguramente, porque se siente atacado
por las visiones de Jane Jacobs. Porque no es capaz de concebir el enfoque de Jane
Jacobs conviviendo junto a su misma manera de ver la ciudad. Porque, en definitiva,
su óptica tiene asimilada la dicotomía público-privado, y a su vez asignados los roles
de masculino-público y femenino-privado, como señalan desde el Col·lectiu Punt 6.
“El espacio se configura a partir del dualismo público-privado que segrega el espacio
según dos esferas, la productiva y la reproductiva, y asigna funciones específicas con
categorías genéricas de lo masculino y lo femenino, produciendo así un sistema
binario y opresivo.
Con la definición del espacio público y del espacio privado, por un lado, se construye
la segregación entre el mundo de los hombres y el de las mujeres y, por otro, se
invisibilizan las actividades no productivas que se realizan en el espacio público,
especialmente las reproductivas y de cuidados, porque están asignadas al espacio
privado y no remunerado.”
Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida. Págs. 65-66.

Ampliando la cita, podría decirse que Lewis Mumford menosprecia las observaciones
de Jane Jacobs por el hecho estar emitidas por una mujer, género que él asocia al
espacio privado. Cuando tilda sus observaciones como “aullidos de colegiala” refleja
su deseo de que Jane Jacobs solamente fuese una niña adolescente enrabietada. Con
estas palabras, una vez más, Lewis Mumford está coartando a la lectura que él mismo
ha hecho del libro de Jane Jacobs, por tratarse de una mujer en el ámbito académico,
espacio público asociado tradicionalmente al género masculino.

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Teoría de la ciudad y debates urbanos. E.T.S.A. Valladolid. Curso 2019-2020. Trabajo teórico. Anexo I.
Profesor: José Luis Sainz Guerra. Alumno: Pablo Gutiérrez Salamanca.

En cuanto a la elección del título de su artículo, Lewis Mumford no pensó en Jane


Jacobs más que como un ama de casa y en el ideal de mujer blanca americana, y no
como la persona que hizo todas las observaciones que, al final de su propio artículo,
acaba reconociendo como válidas.
“A quick, purely local answer to these problems is no better than applying a homemade
poultice for the cure of a cancer. And that, I am afraid, is what the more original
proposals of “The death and life of great American cities” come to.”
Lewis Mumford. Mother Jacobs’ home remedies. The New Yorker. December 1, 1962. P.179

BIBLIOGRAFÍA
 Bauman, Zygmunt. Vida líquida. (2005)
 hooks, bell. El feminismo es para todo el mundo. (2017)
 Jacobs, Jane. Muerte y vida de las grandes ciudades americanas. (1961)
 Jacobs, Jane. Las ciudades y la riqueza de las naciones: principios de la vida
económica. (1986)
 Mumford, Lewis. La ciudad en la historia. (1961)
 Mumford, Lewis. Mother Jacobs home-remedies. The New Yorker. (1962)
 Col·lectiu Punt 6; Urbanismo Feminista. Por una transformación radical de los
espacios de vida. (2019).
 VV. AA. (A. Goldsmith, Stephen; Elizabeth, Lynne; Eds.); What we see. Advancing
the observations of Jane Jacobs. (2010)

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