You are on page 1of 1

Espinas Del Bosque

De: Herman Uriel Rosales Sandoval

Hacía ya un tiempo que estos lugares yacían desolados, ningún alma se había pasado por
aquí al menos desde hace tres décadas. Y es de esperarse, este lugar se encuentra entre los
bosques más espesos y las montañas más dominantes. Se trataba así, del lugar perfecto
donde construir mi hogar.
Un día apareció un muchacho, de cabello rizado color trigo, no debía pasar de los 12 años y
llevaba una vestimenta muy curiosa, absurda a mi parecer. Se le notaba maravillado por la
manera en que estaba construida mi casa, tan maravillado que parecía no importarle
encontrarse a más de 100 kilómetros del pueblo más próximo.
Llevaba mucho tiempo si hablar con alguien, en mí ya no había rastro alguno de carisma.
De cualquier manera, nunca fui una persona muy sociable. Es por eso por lo que vivo de
esta manera, lejos, solo y por mi cuenta.
Miré alrededor para ver si lograba ver los padres de tan peculiar intruso, pero lo único que
logré distinguir entre tantos árboles gigantes fueron aquellos ciervos que llenaban de vida al
profundo bosque, aquel mismo bosque que me saludaba a través de mi ventana cada
mañana. Era imposible que un niño llegara hasta este lugar completamente solo.
Me acerque a él. Ni mis pesadas prendas de pieles de animales salvajes parecían llamarle la
atención en lo más mínimo. El seguía perdido en un constante abismo mientras observaba
los atrapasueños que había fabricado con restos de cornamentas y huesos de alces, alces
que cazaba recurrentemente para poder alimentarme.
Sin apartar la vista de los artilugios y con una voz completamente serena me dijo:
- ¿Es que no te aburres de vivir de esta manera?
No pude hacer más que mirarlo mientras se columpiaba sobre sus propios pies, balanceando
sus brazos hacia delante y hacia atrás. Estaba un poco enfadado, pero también estaba
confundido ¿de donde había salido este niño y porque me hizo dicha pregunta?
Tan pronto como se me ocurrió una respuesta adecuadamente amargada para la situación, el
niño volteó a verme a los ojos, extendió su brazo y me tomó de la mano. Mi cabeza hoy
sigue sin procesar esa escena, el muchachito comenzó a desvanecerse en cientos de pétalos
de rosa hasta desaparecer totalmente. En el lugar que los pétalos tocaron el verde césped,
emergió un hermoso rosal.
Cada día, cuando el canto del ancho bosque y el brillo de las enormes montañas nevadas
me despiertan, puedo observar aquel frondoso arbusto, reluciendo con las docenas de rosas
color cielo que aquel misterioso muchachito había dejado en su espontanea marcha. De
alguna manera, me hace sentir feliz. Me hace sentir acompañado.

You might also like