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Hulda
Hulda
Para el tiempo de Josías, el templo en Jerusalén había sido arrasado con la adoración de ídolos, y
Josías ordenó un minucioso proyecto de limpieza con el fin de devolverle el templo a Dios. En el
proceso de esta renovación, un obrero encontró un antiguo manuscrito, el cual entregó al sumo
sacerdote Hilcías. Los cortesanos del rey no podían entender este documento, pero cuando se le
leyó una parte al rey, este reconoció que la ira de Dios estaba a punto de descender sobre Judá
por todas sus prácticas malvadas. Entonces, Josías ordenó que su personal ubicara a un profeta
confiable para que le explicara el contenido completo del rollo. En ese entonces, Jeremías estaba
profetizando en Jerusalén (Jeremías 1:2), lo mismo que Sofonías (Sofonías 1:1). Pero el sumo
sacerdote no acudió a estos profetas varones, sino a una mujer llamada Hulda.
Por este texto, pocas cosas podemos decir de Hulda: Era casada con Salúm, vestidor del rey, y
vivían en la ciudad nueva, por lo que serían de situación holgada económicamente hablando.
Hulda, ante el temor del rey porque las palabras de la Ley durante mucho tiempo han sido
ignoradas por el pueblo, le predice que efectivamente, una tragedia vendrá sobre el pueblo infiel
a Dios, pero que su penitencia (rasgar las vestiduras) y su interés en restaurar el verdadero culto,
le librarán de padecerla bajo su reinado, que será de paz. Este breve relato demuestra que Hulda
sería considerada como mujer de Dios, con carácter firme, amor por su pueblo y profetisa de
Israel, al ser a ella a quien se le consulta sobre el Libro de la Ley hallado. Su testimonio es,
además, una autenticación de este, lo que la une directamente con Moisés, los profetas y la ley.
Al establecer la antigua alianza, Dios había prometido a su pueblo enviarle profetas como
Moisés, que mantuvieran y continuasen la obra comenzada. La narrativa bíblica nos cuenta que a
medida que aumenta el peligro para Israel de abandonar a Dios, entran en acción los profetas,
preparando al pueblo para la llegada del Mesías. Dios escoge a cada uno y los prepara para la
misión. Ellos por su parte se entregan de lleno al ministerio cumpliendo su deber con valentía
ante poderosos y humildes, reyes, sacerdotes y el pueblo en general1.
Dios elige y llama a cada uno según su voluntad, de acuerdo con las necesidades del pueblo y, a
veces se acompañaba tan señalada gracia con el signo externo de una unción especial. Dios
escogía para este ministerio personas de todas las capas sociales: Jeremías y Ezequiel eran de
linaje sacerdotal, Isaías de real estirpe, Amos de dedicaba al oficio de pastor etc. En este
contexto también Dios llamo a mujeres para esta misión, una de ellas fue Hulda
Las funciones de los profetas bíblicos tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo
Testamento eran 3: anunciar, denunciar y dar esperanza2.
“…el profeta es un hombre que tiene una experiencia inmediata de Dios, que ha recibido la revelación de
su santidad y de sus deseos, que juzga el presente y ve el futuro a la luz de Dios y que es enviado por Dios
para recordar a los hombres sus exigencias y llevarlos por la senda de la obediencia y de su amor.”
“Y ella les dijo: así dice Yavhe Dios de Israel, decid al hombre que os ha enviado. He aquí que yo traeré
sobre este lugar y sobre sus habitantes…”
“Según las palabras que el rey de Juda ha leído, porque me han abandonado y han quemado
incienso a otros dioses, provocándome la ira, por eso se encenderá mi ira contra este lugar y no
será apagada”
El mensaje que Hulda recibe esta en consonancia con la tradición bíblica ya que era un rasgo
común en los profetas la insistencia en proclamar que la sociedad a la que pertenecían y a la que
dirigían su mensaje estaba corrompida. Eran implacables en sus denuncias que alcanzaban a
poderosos y a humildes. No tenían ni la más mínima duda de que esa corrupción que veían
acampar por todas partes era el resultado de haber abandonado a Dios.
“por cuanto tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Yavhe cuando escuchaste lo que
he pronunciado contra este lugar y sus habitantes…por cuanto rasgaste tus vestiduras y lloraste en mi
presencia, yo también te he escuchado…”
El segundo oráculo de Hulda es una forma clara de transmitir esperanza a los oyentes del pueblo,
a la cual, emite su mensaje de Dios. En sí, profetiza que el pueblo volverá a ser un nuevo pueblo,
un pueblo restaurado, no por iniciativas meramente humanas y categoriales, será una
restauración de la sociedad, la vida, las relaciones interpersonales, se logrará el cambio suscitado
desde el interior del hombre, desde su corazón, pero todo ello por iniciativa de Dios. Dios es
aquel que está acompañando a su pueblo, porque fue elegido por él. Y, esta convicción la tiene
clara Hulda a la hora de emitir su mensaje.
Hulda fue una portadora de la verdad: quizás ella pudo haber sentido compasión por el fiel
rey cuyo pueblo sufriría la ira de Dios. Sin embargo, para ella prevaleció la verdad del mensaje
de Dios, ella dijo las malas noticias con fidelidad. Por eso al igual que Hulda, tenemos que hablar
la verdad, nunca con dureza, pero siempre con fidelidad. A veces necesitamos soportar malas
noticias, pero también debemos recordar a la gente la misericordia de Dios.
Una maestra de las escrituras: el texto bíblico nos recuerda que Hulda era una gran conocedora
de las escrituras y gracias a ello pudo interpretar con claridad el mensaje de Dios en el rollo que
le envió el rey para ser interpretado. Hoy día hay mujeres que con sus conocimientos técnicos,
bíblicos, teológicos se convierten en agentes transformadores de sus comunidades, ministerios y
comunidades en general.
Hulda fue una verdadera ayuda (ezer): ella auxilio a su rey y nación, usando sus dones
intelectuales y espirituales. Ayudó a estos líderes a entender la Palabra del Señor, y, como
consecuencia, Josías implementó una enorme purga de los ídolos de cada lugar del territorio de
Judá. Sobre la base de la enseñanza de Hulda, todos los que vivían en Judá fueron salvados de la
destrucción inminente.
La experiencia de Hulda desafía a las mujeres de todos los tiempos a aceptar los dones de Dios y
los distintos llamados que tiene para cada una. Si realmente hemos creído en el Dios bíblico,
sabremos que su mensaje es sin acepción de personas y que el espíritu santo reparte dones a
quien el quiere.