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Bert - Daelemans SJ
Bert - Daelemans SJ
RESUMEN
D
esde hace años ofrezco los Ejercicios partiendo de la contempla-
ción de obras de arte. A esta propuesta acuden grupos y ejercitan-
tes individuales muy diversos, de edades y procedencias distintas
y de diversa afiliación a la Iglesia, a veces gratamente sorprendidos por la
fecundidad de una experiencia que resulta ser brisa de aire fresco, a la vez
suave e intensa, para quien se deja llevar.
La dinámica es muy sencilla: contemplamos una obra por la mañana
y otra por la tarde. Solemos recoger el día en un cuarto de hora senci-
llo, contemplando en silencio las imágenes rezadas durante el día: para
muchos suele ser el momento cumbre de la experiencia. Mi gran sor-
presa es que, cuando se acompaña bien el proceso, estamos ante un
enorme tesoro, un campo todavía poco transitado en el cual cada obra
es como un manantial inagotable cuando en ella dejamos que Dios hable
de tú a tú.
Bert Daelemans
1
B. DAELEMANS, «Tres claves ignacianas para orar con el arte»: Manresa 92 (2020) 337-357;
«“Sentir y gustar” [Ej 2]. Sensibilidad estética», en R. MEANA PEÓN (dir.), El sujeto. Reflexiones
para una antropología ignaciana, Universidad Pontificia Comillas-Sal Terrae-Mensajero,
Madrid-Bilbao 2019, 553-574.
Ejercicios con arte: un nuevo modo de hacerlos
ciana. Ahora bien, solo cabe descartar esas obras que «no me ayudan
para el fin para el cual soy creado» [Ej 23]: si a otros ayudan, quién soy
yo para juzgarlos.
Romano Guardini afirma que todo arte merecedor de ese nombre no nos
devuelve simplemente la realidad tal cual, como lo
haría un espejo o un periódico, sino que la celebra
con una nota de esperanza, mostrando en esa reali- Rezar con el arte trata
dad también los gérmenes del Reino de Dios: de tal
modo, puede hacer presente la violencia sin violen- más bien de contemplar
tar, activándonos para el bien (cf. el sentirse «agita- el arte por sí mismo y
do» para comprobar que está habiendo ejercicio descubrir un trasfondo
espiritual [Ej 6]). Obviamente, ni para Guardini ni
para nosotros, el arte que logra esto tiene que ser de espiritual en él.
temática religiosa2.
Para exponer un modo ignaciano de acercarse
al arte, conviene poner en guardia contra tres modos de usar el arte no
totalmente ignacianos, pero que tal vez hayamos empleado en nuestras
tandas: usar el arte con fines religiosos o como ilustración de un discur-
so y observar el arte como espectadores. Son modos ciertamente legíti-
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mos y tienen su lugar en los Ejercicios, pero ahora quisiera poner de
relieve un modo realmente nuevo e ignaciano en su médula, en que el
arte ya no es un mero parche o una aplicación, sino el lugar y la letra
misma de la oración.
2
R. GUARDINI, «La esencia de la obra de arte», en Obras de Romano Guardini, vol. I, Cris-
tiandad, Madrid 1981 [original 1948], 308-331.
Bert Daelemans
Otro modo muy parecido sería usar el arte de modo secundario, para
ilustrar un pensamiento previamente expuesto. El arte viene ensegundo
lugar, a lo mejor como aplicación de los sentidos, tras un buen trabajo de
las células grises.
Ahora bien, sería muy distinto ofrecer primero la imagen como compo-
sición de lugar, como espacio que se nos abre, ya no por medio de palabras,
sino con «palabras visibles», para decirlo con una expresión de san Agus-
tín, es decir, por medio de colores, líneas, volúmenes, luz, espacio, gestos,
miradas y manos que nos hablan sin necesidad de palabras.
Es cierto, las palabras ayudan, pero más como subtítulos y notas al pie,
aclarando más que explicando, desplegando más que cerrando el espacio
abierto por la obra. En este sentido, las palabras, las ideas y los conceptos
son en realidad necesarios, porque aquí no se trata de mero sentimentalis-
mo ni de vagar sobre emociones, sino de entender con todas las facultades
mentales y desde una concepción holística de la razón y de la inteligencia,
incluyendo lo emocional y la imaginación.
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c) Observar versus rezar con el arte
existen obras maestras que con asombrosa facilidad logran hablar a mucha
gente del encuentro con Dios de modo inmediato, casi sacramental: son
vehículos de la Palabra de Dios que hacen presente al Verbo encarnado.
Por lo tanto, para que la observación se convierta en oración hace
falta, en primer lugar, tiempo, silencio, atención y disponibilidad para
dejarse interpelar, para dejar que el objeto (la obra de arte) sea la voz del
Sujeto: es decir, que hable en la obra Dios, que tiene la iniciativa en la
oración. En segundo lugar, es imprescindible exponerse uno mismo
como caja de resonancia de esa voz que nos sale a través de la obra, para
escuchar en el interior de uno mismo lo mínimo de resonancia o resis-
tencia que provoque lo contemplado: «Notando y haciendo pausa en los
puntos que he sentido mayor consolación o desolación o mayor senti-
miento espiritual» [Ej 62].
Un modo ignaciano de acercarse al arte es, en esta línea, «reflectir para
sacar algún provecho» [Ej 108] de lo contemplado, ser caja de resonancia
para lo contemplado, escuchar en uno mismo las mociones y las agitacio-
nes [cf. Ej 6] que podrían ocurrir, sin descartar ninguna. Es decir, dejar que
el misterio contemplado literalmente se refleje en nosotros como ‘espacio’
liberado, como si fuéramos un espejo.
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Para eso es imprescindible «preparar y disponer» [Ej 1] el espacio que
somos, que no significa tanto eliminar manchas y arrugas en un perverso
afán de ser inmaculado y puro, sino ordenarlas, poniendo las preocupacio-
nes, las dudas de fe, las faltas de caridad y de esperanza donde tienen que
estar: no ocupando todo el espacio, sino orientándolas en su orden relativo
a Cristo que, recapitulándolas, nos «consagra en el amor» (Ef 1,4.10).
En definitiva, se trata de disponerse como espacio abierto y receptivo,
pero de ningún modo pasivo y atontado, sino alerta y con astucia como una
serpiente (cf. Mt 10,16) y activando todas las facultades mentales, no para
que hable Dios, sino para poder escuchar lo que dice. La contemplación, en
efecto, es un ejercicio de escucha. Observar el arte y usarlo con fines reli-
giosos o para ilustrar un discurso no dejan de ser aún sino acercamientos
externos (mirar, entender, acumular información sobre la obra o su autor),
mientras que rezar con el arte implica esencialmente contemplar y escuchar
lo que Dios dice en nuestro interior.
2. Frutos de la experiencia
Rezar con el arte representa una enorme ventaja con respecto a una
manera más tradicional de ofrecer los Ejercicios: evita los atolladeros de
interponerse entre el ejercitante y su Creador y de perderse en elucubracio-
Ejercicios con arte: un nuevo modo de hacerlos
Las palabras ayudan, pero también a veces impiden. Deberían dar lugar
y llevar al silencio y a la contemplación. El arte permite un contacto más
inmediato con el misterio que los discursos de la mente. Amplía las ideas
mentales hasta incluir lo emocional, lo afectivo, lo sentido y lo corporal. El
modo de rezar con el arte no deja de lado la razón, al contrario: la activa
aún más, sobre todo sus vertientes menos aprovechadas. No es, por lo tanto,
una experiencia irracional, sino profundamente reflexiva y reflexionada.
Cuanto más hago y doy los Ejercicios, más me doy cuenta de que lo que
Ignacio tenía en mente era una schola affectus: más contemplativo y menos
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mental, más del orden de los sentidos espirituales, del sentir y gustar, de los
coloquios amorosos y de las repeticiones que son, realmente, condensacio-
nes afectivas.
En este sentido, el arte ofrece una gran ventaja: es capaz de «habitar»
las cosas (Merleau-Ponty); y rezar con el arte hace habitarlas internamen-
te. Es el «quedaos» al cual nos invita Jesús cuando nos acogen en una casa
(Mc 6,10); o, en lenguaje ignaciano: «En el punto en el cual hallare lo que
quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante hasta que me
satisfaga» [Ej 76]. Es lo contracultural de no ir de una cosa a otra sin tomar
el tiempo de terminar bien una sola: «Sola una cosa es necesaria» (Lc
10,42).
El arte permite que uno entre por sí mismo en el espacio del encuentro
con su Creador y Salvador, lo que es más ignaciano, según la conocida
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regla de no interponerse entre el ejercitante y su Creador y Señor [Ej 15],
que una tanda donde uno lo espera todo del predicador.
Cuando los ejercitantes comparten algo de lo vivido y rezado, suele sor-
prenderme gratamente cuántas cosas contempladas se han conectado casi
espontáneamente con experiencias personales, cuántas pistas inéditas y
para mí insospechadas han nacido en su oración, cuán fértil y siempre ina-
cabado es el campo del arte, cuánta riqueza está escondida en cada una de
esas obras que son como manantiales por donde fluye el río de la gracia y
se oye la voz de Dios.
Cuando me cuentan esas maravillas, cuando las comparten conmigo
haciendo como la Virgen que no podía quedarse sola con tanta bendición
recibida y se puso en camino para compartirlo todo con Isabel, así siento
cómo sus palabras llenas de vida y de emoción transforman mi espacio a
primera vista profano en sagrado y sacramental, un espacio aparentemente
mediocre, cotidiano y vacío en espacio habitado y lleno de la presencia de
Dios. Algo similar se puede ver en el asombroso fresco de Fray Angelico
de la Anunciación en el convento dominico de Florencia: un espacio gris se
convierte en espacio sagrado por el maravilloso encuentro que ahí tiene
lugar en ese silencio habitado por una presencia invisible, aunque no intan-
gible para quien haya ejercitado su sensibilidad.
Me asombra cómo los ejercitantes han pasado el tiempo con esas obras
Bert Daelemans
ya amigas que les han visitado y habitado por algún tiempo y que ahora,
después del tiempo de gracia de los Ejercicios, les siguen acompañando en
su camino. Sí, el arte es sin fondo, y nuestro Dios parece tener una opción
preferencial por el arte, porque nos lleva tan directa y naturalmente a los
sentidos espirituales más profundos que la mente y la emoción, al sabor, a
la contemplación y a las entrañas, allí donde nace la vida nueva que gesta-
mos gracias a Dios.
Por eso suelo reducir mis charlas a lo mínimo, ofreciendo solo unas pau-
tas posibles, no para explicar la imagen, sino para desplegarla y para que
pueda conectar mejor con la vida que trae cada uno. Entre las pistas ofre-
cidas, cada ejercitante habrá de encontrar la que le indica el Espíritu para
ese momento de oración.
3
J. DEWEY, El arte como experiencia, Paidós, Barcelona 2008 [original 1934].
Ejercicios con arte: un nuevo modo de hacerlos
9. No es necesario que nos guste la obra para poder rezar con ella
sencillo gesto o una mirada que le ha abierto el corazón de modo más inme-
diato que lo hubiera hecho una idea o unas palabras.
palabras que, como el arte mismo, «habiten» y «hagan presentes» las cosas
más que explicarlas, según los célebres dichos de Merleau-Ponty y de
Dewey. Palabras, por lo tanto, que sugieren y evocan y no obligan a una
sola lectura o interpretación. Palabras que abren un espacio, y no palabras
que siguen una sola línea recta por la que caminar.
Por eso, prefiero acompañar cada obra de una ficha con pautas ignacia-
nas, sugerencias de textos bíblicos que puedan servir para ensanchar el
espacio, y preguntas para conectar lo contemplado con experiencias de
vida, ensanchando así la oración con la vida, encontrando ahí cómo la Pala-
bra de Dios se encarna concretamente en los encuentros y desencuentros
del día a día.
Son palabras que, más que determinar, abren un espacio por donde
entrar. Son como notas a pie de página, o subtítulos, senderos posibles en
la espera que suscitan en cada ejercitante vías propias, más personales. Se
trata de darles el gusto de emprender el camino, de ponerse a caminar y de
ver lo que ocurre. Si ya con una migaja o semilla se les ha llenado el cora-
zón, quedo más que agradecido. Porque «no el mucho saber harta y satis-
face el ánimo, sino el sentir y gustar de las cosas internamente» [Ej 2].
Durante los años que llevo en España, he podido desarrollar y compro-
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bar la fecundidad de dos itinerarios principales: el primero, siguiendo las
estaciones de un viacrucis en bronce, al que he llamado Encuentros en el
camino y que publicó en 2015 la editorial PPC. El segundo, más reciente,
se titula Abrazar al Dios vulnerable y se inspira en dos volúmenes de la
serie En el arte: un recorrido espiritual, sobre la vulnerabilidad y el abra-
zo (PPC 2021, saldrá próximamente). Allí podrán encontrar muchas imá-
genes y pautas posibles para rezar con el arte.