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La sustancialización de los conceptos psicoanalíticos: efectos y callejones sin salida

Thiago Pereira da Silva 

Simone Zanon Moschen 

Resumen

Este artículo es parte de un debate actual sobre la política conceptual del campo lacaniano. Se
busca explorar uno de los rasgos distintivos de este debate: la crítica a la progresiva tematización
de la insuficiencia del lenguaje y la fundamentación de los conceptos psicoanalíticos en el
movimiento lacaniano, crítica identificada en la obra de algunos psicoanalistas. Este trabajo, por su
parte, marcaría otra lectura del texto lacaniano, lectura vectorizada por un horizonte ético-
epistemológico diferente, marcadamente antisustancialista. Destacaremos el lugar de una política
para el uso de tres conceptos fundamentales en este campo: real, goce y cuerpo. A partir de las
articulaciones propuestas, intentaremos presentar el sustancialismo como un obstáculo potencial
para el psicoanálisis lacaniano, además de analizar algunas de sus posibles implicaciones éticas,
clínicas y epistemológicas.

Palabras llave:
Psicoanálisis; real; goce; ética

Introducción

Quizás son pocos los campos que encuentran en la instauración, traducción y labor de crítica de la
obra de un autor una problemática tan amplia y persistente como la lacaniana. Es innegable que la
producción de Lacan presenta en el contexto psicoanalítico una dificultad que le es propia, incluso
uno de sus rasgos distintivos. Por la complejidad de sus proposiciones y los efectos de su estilo, el
psicoanalista francés es convencional, a veces al nivel del cliché, como un autor difícil. Además, el
carácter mayoritariamente oral de su enseñanza, privilegiando el seminario como formato, tanto
pone de manifiesto la procesualidad de un pensamiento en construcción, con sus idas y venidas,
imprecisiones y ambigüedades, como que presenta un problema fundamental: el de la
transcripción y el establecimiento” oficial” de su texto. Así,

Esto, por supuesto, no impidió que el campo lacaniano produjera una serie de estabilizaciones,
compartidas incluso entre corrientes discordantes. A lo largo de los años, a través del trabajo de
comentario, formación y organización institucional, un conjunto de nociones y presupuestos en
ella fueron sedimentando en una política de lectura que hoy goza de ciertos efectos de consenso,
o, al menos, de un considerable empuje argumentativo. Este empuje se siente en contextos como
espacios de enseñanza y supervisión, exposiciones clínicas, producciones teóricas, jornadas
institucionales, etc.

Tales efectos de consenso, lejos de ser evidentes, se harán visibles por un trabajo de análisis crítico
que se ha intensificado en los últimos años, especialmente a partir de estudios como los de
Eidelstein (2008);2015)es deGoldenberg (2015);2018). Obras como estas cuestionan la forma en que, a
partir de una obra tan compleja y con enunciados a veces difíciles de cohesionar entre sí, algunos
enunciados se difunden y estabilizan como lecturas compartidas, incluso evidencias primarias,
mientras que otros también están presentes, a menudo, en los mismos textos básicos, no son
tratados ni reconocidos de la misma manera. En este movimiento veríamos la producción
paulatina y sistemática de una “versión oficial” de la posición lacaniana ubicada, en un proceso
que, a juicio de los autores, traería como consecuencia la sorprendente fabricación de un Lacan
quizás demasiado poco… lacaniano. Es decir, una versión en la que se perdería algo que marca lo
más interesante y subversivo de su propuesta. 1

Este artículo busca explorar uno de los rasgos distintivos de este debate: la progresiva
tematización de la insuficiencia del lenguaje y la sustancialización de los conceptos psicoanalíticos
en el movimiento lacaniano, identificados por este trabajo crítico. Una tendencia progresiva de
valoración teórico-clínica de los límites externos del lenguaje, aliada a una pregunta por aquellas
instancias o categorías que, en el pensamiento psicoanalítico, englobarían lo que está más
allá o más allá de él .

Entendemos la propuesta sustancialista como una política de lectura que se organiza, produce,
infiere y/o se sustenta en la asunción de una instancia “debajo” o “dentro” de las cosas sobre las
que opera. Una instancia a menudo asumida como anterior a la lectura misma, y que apunta a
algo así como el núcleo esencial de una positividad en sí misma, a menudo asumida como
prediscursiva. El sustancialismo, enfatizamos, es también una política de protección: blinda la
lectura construida por la asunción de esa existencia previa, que la garantiza.

Para pensar este proceso, destacaremos el lugar privilegiado de una política de usos actuales de
tres conceptos fundamentales en el campo lacaniano: real, goce y cuerpo. A partir de las
articulaciones propuestas, y en diálogo con los autores mencionados, intentaremos aquí presentar
el sustancialismo como un obstáculo potencial para el psicoanálisis lacaniano.

Nuestro interés en ello no consistirá en un censo ni en la legitimación de modelos de apropiación


conceptual de la obra lacaniana, sino en una reflexión sobre las implicaciones éticas y clínicas que
acompañan a nuestras distintas políticas conceptuales. Creemos que el interés de encontrar estas
discrepancias está mucho menos en afirmar una “verdad” o un “origen” del texto lacaniano que en
analizar las consecuencias de sus lecturas para la actualidad del psicoanálisis como campo,
práctica y disciplina. En otras palabras, apostamos a que este contraste invita a una reflexión -que
preferimos continua- sobre los modos en que el psicoanálisis constituye su inteligibilidad clínica,
cómo piensa la especificidad de sus operaciones, cómo concibe los elementos sobre los que opera
y, finalmente, el que acaba estableciendo, de una forma u otra,

líneas de empuje

Comenzaremos identificando la tendencia mencionada. Aunque no se circunscribe a esta


perspectiva, el problema señalado encuentra considerable expresión en estudios que enfatizan la
producción tardía de Lacan como punto de corte en relación con sus aportes anteriores,
delimitando una “última enseñanza”. En esta perspectiva, se asume una mirada evolutiva del
camino lacaniano en cortes progresivos: desde un primer período de estudio del registro
imaginario, a un segundo, de la primacía de lo simbólico y, finalmente, a un tercero, de la
prevalencia de lo simbólico. el Real. Este último incluiría una tematización de los límites del
lenguaje y una nueva centralidad de la noción de goce como operador conceptual y faro clínico,
íntimamente articulados a un enfoque sobre este real y sobre el cuerpo en su condición
decuerpo vivo Esta lectura, compartida por una serie de destacados autores del campo lacaniano,
a menudo presenta la concepción del goce como una instancia real, primaria, articulada al cuerpo
vivo y anterior al significante y al campo del lenguaje, sobre el cual operan. . Es un movimiento
queDunker (2019, pág. 101)designa como “realismo” o “naturalización” del goce en el campo
lacaniano, entendido como una de sus tendencias metafísicas. Habría sido construida como
respuesta a ciertos riesgos de un “idealismo del significante” —igualmente metafísico para el
autor— por una “inversión metodológica” de este:

Frente al monismo del significante surge la naturalización del goce y su incorporación a un sistema
ontológico clásico. Hay una sustancia fija, aunque inaccesible. Ella no es naturaleza, sino
disfrute. Del otro lado del dualismo partícula-onda está el significante, que traduce posiciones,
puntos de vista y perspectivas en el goce, cómo la forma da forma a la materia, cómo las
categorías aprehenden la experiencia. El exceso de goce corresponde a un déficit del significante,
mientras que la intrusión de lo real debe ser enfrentada por procesos simbólicos. Hay una sola
sustancia y múltiples puntos de vista, valores o culturas (significantes-significados) sobre ella. La
ontología es fija, la epistemología variable. (Dunker, 2019, pág. 101; nuestra traducción)

Como exponentes de este movimiento en el lacanismo,Dunker (2019)destacarán autores como


Miller, Pommier, Melman, Lebrun y Soler. Aquí, si bien vemos la pertinencia de un análisis más
detallado de las particularidades de cada uno de estos autores, nos interesa subrayar que esta
naturalización identificada no es exclusiva de una u otra vertiente, sino una posición
aparentemente compartida por los autores entre sí. para quienes la disputa doctrinal no sólo está
presente sino que es notoria, marcando incluso puntos de disidencia radical en la historia del
movimiento lacaniano. Esto nos muestra una vez más que el problema que aquí planteamos
implica, más bien, la composición de líneas de empuje, de lógicas y políticas de lectura que operan
sin fronteras institucionales rígidamente delimitadas.

Como limitación necesaria, nos centraremos aquí en la producción de Miller, subrayando que no
es exclusiva de lo que ubicamos como la ubicación de un centro de gravedad sustancialista. Le
agregaremos algunas otras producciones más adelante. Paramolinero (2003), la “última
enseñanza” de Lacan tendría como programa una especie de retorno a las cosas mismas, en un
enfoque al nivel de los datos inmediatos de la experiencia analítica.  Esto le permitiría acercarse
tanto a los límites del campo del sentido como de la lógica en el psicoanálisis, fuerte hasta
entonces, pero que daría paso a la poesía. Encontraremos ecos de esta lectura enGuerra y Souza
(2006), por ejemplo, cuando indican la composición de una segunda clínica en Lacan, en la que:

Detrás de este sistema de leyes hay un real de datos inmediatos que no se pueden


descifrar. Existiría una especie de materia prima de los hechos , sin estructura lógica
alguna, anterior a este sistema de ordenamiento estructural. Sobre él se construiría la elaboración
de sentido, un saber. Esto habría llevado a Lacan a una nueva fenomenología , a ordenar un fuera
real del sentido, anterior al que confiere la estructura y que, por eso mismo, no puede ser
definido. (p. 12; énfasis agregado)

Notaremos que esta noción de subyacente también participará de un reposicionamiento del


concepto de inconsciente sugerido porMolinero (2012b), quien identificará en Lacan la
proposición de un inconsciente real, situado por debajo del inconsciente simbólico ordenado por
la transferencia. En esta transición, el inconsciente simbólico vendría a concebirse como una
defensa contra lo real que lo subyace, y el desmantelamiento de las defensas contra este real
supondría el nuevo objetivo del trabajo analítico. Este giro en la enseñanza de Lacan, luego del
momento de primacía de lo simbólico, sugeriría la consideración de un “ser anterior” al sistema
significante: “Este ser anterior es un ser de goce, es decir, un cuerpo afectado por el goce”
(Molinero, 2012a, PAGS. 30). Esto tendría como consecuencia hacer del goce “una instancia
primaria a partir de la cual situamos el significante y el sujeto ” (Molinero, 2005,
PAGS. 124; énfasis añadido), que sería el “origen del significante” (p. 124). Frente a esto, que
afirma el “carácter real del goce”, el significante y “la estructura misma del discurso”
quedan reducidos a la apariencia (p. 125).

En “Los seis paradigmas del goce”,Molinero (2012a)señalará que lo que define el último abordaje
de Lacan sobre el tema “es que toma como punto de partida el goce. […] El punto de partida de
esta perspectiva no es La relación sexual no existe , sino, por el contrario, es un Hay. Hay
disfrute”. (pág. 41). Haciendo uso del concepto de sustancia gozante, calificará esta proposición de
la siguiente manera: “Hay goce como propiedad de un cuerpo vivo, es decir, es una definición que
relaciona el goce sólo con el cuerpo vivo” (p. 42) . Un goce del cuerpo sin relación alguna con el
Otro, que conduce al “Uno-totalmente-solo” (p. 43), y que se manifiesta en el individualismo
contemporáneo. “La demostración de Lacan es que todo goce efectivo, todo goce material es un
goce Uno, es decir, goce del propio cuerpo” (p. 44), que “no se dirige al Otro” (p. 46) y “pertenece
al Otro (p. 46). real” (p. 46).

Ahora nos interesa analizar el estado de este organismo. Unos años antes,Molinero (2009b)fijado:

El cuerpo, el ente del cuerpo, es lo que hay que asumir para que el goce tenga un soporte.

Esto es lo que objeta al concepto de sujeto del significante. Esto es lo que llevará a Lacan a
conceptualizar al paciente, en la experiencia analítica, como un parlêtre , es lo que lo obliga a
reponer el ser en el sujeto. El analista no escapa a esto; no es bajo el pretexto de que hace
interpretaciones que se tomará a sí mismo como sujeto del significante. Queda algo llamado su
presencia; esto no puede ser simplemente una nota al pie; además, está presente; es que él
también aporta su cuerpo. Cuando imaginamos que todos estos son sujetos del significante, es
simple, hacemos análisis por teléfono ( risas ).). ¡Los hace reír! Sois buenos parisinos, buenos
franceses. Se practica análisis telefónico. En nombre de Lacan. Sujeto del significante al sujeto del
significante. Recuperé algunos de los que pasaron por este molino, ¡y bien! Puedo decirte: ¡no
importa, no existe! Es una broma. Malo. ¡Es una pena! Imagínate el campo que nos abriría internet
( risas ). (Molinero, 2009b, p/p; nuestra traducción)

El cuerpo, referido como entidad, es pensado desde un modo de presencia que no puede
reducirse a la dimensión del significante. Será concebida como una instancia positiva que
confrontaría el carácter negativo de la estructura significante, y claramente concebida en términos
de una presencia física. Paramolinero (2009b, p/p; nuestra traducción) la noción de sustancia
gozosa restituye al pensamiento psicoanalítico la “entidad corporal” y la “unidad del
organismo”. Parece válido, por tanto, suponer que aquí confluyen cuerpo y organismo, así como
intuir el goce como propiedad de este organismo. Miller enfatiza: “es necesario que haya cuerpo
en el sujeto, presencia, como dicen. Cuerpo." (2009b, s/p; nuestra traducción). Una vez más,
cuerpo y presencia se equiparan, y una presencia concreta, como acertadamente demuestra el
ejemplo que nos traen: la presunta imposibilidad de un análisis a distancia, por teléfono o por
internet, por falta de un cuerpo presente. dos

Esta matriz positiva también aparecerá cuando Miller señale la presencia ineludible de un resto de
goce al final de un análisis. Propone que, mientras “el deseo implica una negatividad esencial”,
“por el contrario, el goce es una positividad”, que aceptará variaciones
cuantitativas ( más o menos ), pero que será “imposible de negativizar” (Molinero, 2009a, s/p,
nuestra traducción). La positividad aparece como una característica compartida entre el cuerpo y
el goce. Con esto, se señala que una nueva formulación posible para el fin del análisis sería la de
“reconciliación, de alianza con este goce, en el que no preside el no — n. Los. O3— sino el sí, el sí a
la contingencia que me hizo ser lo que soy” (2006b, s/p, traducción nuestra) — tomando ese “lo
que soy” como “la forma en que esto se disfruta”. El fin del análisis (en sus dos sentidos)
devolvería al sujeto a un goce imposible de negativizar, con el que podría reconciliarse.

Dos advertencias son importantes con respecto a la lectura de los extractos recopilados. La
primera, volviendo a lo dicho al principio, es que no consideramos tales proposiciones como
propiedades privadas de la perspectiva milleriana. La segunda es que no se trata de suponer aquí
que sus producciones —al igual que las de Lacan— compondrían algo así como una totalidad
inequívoca. Creemos que el tema es ciertamente más complejo. Reconocemos, por ejemplo, que
esta rama tiene un trabajo conceptual sobre la noción de lalengua que podría participar de
momentos de un modelo de anterioridad del goce que no es estrictamente
extralingüístico. También consideramos el posible argumento de que la anterioridad a la que se
refieren estas categorías es, más bien, una anterioridad lógica, y que esto tendría consecuencias
para la reflexión. Finalmente, no descartamos la posibilidad de que la noción de cuerpo pueda ser
trabajada por Miller en otro lugar desde una definición más alejada de lo orgánico que la que
hemos subrayado.

Lo que pretendemos demostrar es que esta matriz de conceptualización, si no refrenda


inequívocamente una posición sustancialista, al menos abre el camino para una práctica lectora
efectiva, es decir, además de presentar una serie de insistencias que marcan esta lógica. El
impacto de esta perspectiva puede reconocerse en obras comoKlautau, Winograd y Souza (2014),
por ejemplo, para quien el período final de la enseñanza de Lacan consolidaría “un lugar
privilegiado para la dimensión prediscursiva de la experiencia humana” (p. 116), en un retiro
“hacia los momentos inaugurales de la vida psíquica” (p. 116). ).116), antes de la adquisición del
habla. En esta lectura, informada por la propuesta milleriana, los autores argumentan que Lacan
habría modificado sus concepciones para incluir en su enseñanza, y en el escenario analítico, un
campo prediscursivo de elementos que escapan a la red significante. Una operación que acercará
lo real, el goce y el cuerpo como instancias previas, y que pondrá en ellas un fundamento para los
procesos analíticos.

Además, tales equiparaciones son más evidentes cuando se trata de producciones en las que el
psicoanálisis busca ofrecer un diagnóstico de la cultura, o bien dialogar con otras áreas del
conocimiento. La noción de goce primario, por ejemplo, aparecerá en obras como las deHoffman
(2012a);2012b). Centrándose en cuestiones políticas, el autor propone distinguir lo que él llama goce
sexual , introducido por el lenguaje, de “un goce más primario que es el de los vivos, en el que el
cuerpo goza en un autismo que abre el acceso a la 'furia destructiva'”. (Hoffman, 2012b,
PAGS. 12). Este goce inherente al cuerpo vivo, destructivo, autista y anterior, será mediado por el
lenguaje en una transposición al goce sexual, en una teoría del proceso humanizador: “Lo
simbólico hace más que metaforizar lo real del goce primario del cuerpo a cuerpo , transforma este
goce en pulsión” (Hoffman, 2012a, PAGS. 49; cursiva nuestra). Esta propuesta teórica permitirá
leer fenómenos sociales como la violencia y la pornografía como síntomas de un proceso de
“desexualización” en la cultura, de una ausencia de inversión libidinal en el lazo social promovida
por la demanda capitalista de goce ilimitado (Hoffman, 2012b). Esto daría cabida al predominio de
la pulsión de muerte articulada a este goce primario en contextos en los que el vínculo social
retrocede. Asimismo, el fenómeno del paso al acto será concebido como “una regresión de este
trabajo de subjetivación por un retorno hacia lo real del goce mortífero” (Hoffman, 2012a,
PAGS. 49).

También en los debates y colaboraciones entre el psicoanálisis y los estudios de género podemos
ver mencionada la tendencia sustancialista.Dufour (2002)discute la oferta de cirugía de afirmación
de género y la cuestión de la posible “elección” del sexo en términos de una “tentación de escapar
de lo real del sexo como un ideal angélico, cristiano y divino” (p. 24; traducción y énfasis
agregados) . Este “sexo real” se presentará de la siguiente manera:

Si partimos de lo real, hay dos sexos. Hay dos sexos porque hay dos textos, dos escrituras
genéticas que ahora sabemos leer con certeza: XY para los hombres y XX para las mujeres. Desde
el punto de vista de lo real, pues, somos de uno u otro sexo, y esto es lo real del sexo. Es lo real
porque se refiere a las condiciones orgánicas del ser vivo, generalmente indiferente a lo que se
diga de él . (p. 7; énfasis añadido)

En otros lugares, la expresión real del cuerpo también será utilizada por autores como
JulietaJerusalén (2018)como referente al plan del organismo en la sexuación. Esto será entendido
por ella “como una operación de inscripción del sujeto del inconsciente a partir del cual se teje una
lógica discursiva que no está determinada por lo real orgánico , pero que, al mismo tiempo, no es
indiferente a este registro del cuerpo […].” (p. 103, énfasis añadido). Una proposición similar será
hecha porTeixeira (2018), al afirmar que, además de su faceta imaginaria, “el cuerpo como
organismo concierne a lo Real como un dato ineludible, que no depende de la simbolización, ni de
la imaginación” (p. 63).

Siguiendo con el tema de los procesos de sexuación, veremos enGómez (2018)las expresiones
“Real de la diferencia sexual anatómica” (p. 41), “Real del sexo” (p. 44) y “Real del cuerpo” (p. 44)
usadas en equivalencia. Para el autor, será este real el que proporcionará las preguntas que
condicionarán el “trabajo del inconsciente para significar, cifrar, escribir algo” (p. 44) en el proceso
de constitución subjetiva sexual. Sin embargo, sostiene, los discursos contemporáneos
evidenciarían una serie de “perturbaciones” en las relaciones del sujeto con este real, en un cierto
impulso hacia la abolición de la diferencia sexual anatómica y sus consecuencias psíquicas -de las
cuales las intervenciones en los cuerpos serían una posible efecto.

Finalmente,Zucchi y Coelho dos Santos (2006)critican lo que ven como una tendencia, por parte
de las teorías de género y algunos psicoanalistas, “a borrar la materialidad del cuerpo como
referente esencial en la determinación de la sexualidad” (p. 120), subrayando la importancia de la
“materialidad real de la diferencia” (p. 120).anatomía entre los sexos” (p. 120) para la constitución
subjetiva. Al componer un límite a las ficciones lingüísticas sobre la sexualidad, la anatomía sería
para ellas “el fundamento de la sexuación. Qué podría ser más real” (p. 121).

Pues bien, proponemos que podamos leer en esta serie de citas la constitución de una tendencia
lectora dentro del movimiento lacaniano, en la que participan ciertas ecuaciones entre real, goce y
cuerpo. Estas se presumirían como sustancias previas, sobre las cuales se articularía el discurso
con diversos grados de (in)eficacia. Como hemos visto, tales modalidades de articulación podrían
tomarse, por un lado, en el sentido de una asimilación o traducción de elementos sustanciales en
términos del lenguaje como sistema representacional, o, por otro lado, en el sentido de un
“modificación”, siempre precaria, de esta sustancia, aviso previo resultante de este proceso. Aquí,
no sólo a pesar de recurrir a lo indecible, a lo irrepresentable o a la imposibilidad de acceder a
ellos, sino que a menudo se sostiene con razónen esto operaría el supuesto teórico de “algo
debajo” —y que mantiene con el lenguaje y el discurso una relación de presunta exterioridad y/o
anterioridad. Esto los inserta en la tendencia a la naturalización queDunker (2019)apunta a
una ontología clásica , oa lo que aquí nos referimos como una matriz sustancialista .

puntos de oposición

Parece factible, sin embargo, leer también en Lacan la insistencia de un programa epistemológico,
clínico y ético considerablemente diferente. Observemos las siguientes afirmaciones: el
psicoanálisis trata hechos de discurso (1972-73), “no hay génesis sino de discurso” (p. 9), “no hay la
menor realidad prediscursiva” (p. 36; nuestra traducción); “es el mundo de las palabras el que crea
el mundo de las cosas” (1956/1998, p. 277); “la pulsión es un eco en el cuerpo del hecho de que
hay un decir” (1975-76, p. 6; nuestra traducción); “el lenguaje es una condición del inconsciente”
(1969-70, p. 17; nuestra traducción); “el significante es la causa del goce” (1972-73, p. 31; nuestra
traducción); la captura del inconsciente reside en un motérialismo4(1975); finalmente, la “idea
misma de materia” sólo será “pensable estrictamente” como “surgida del material significante, del
cual encuentra sus primeros ejemplos” (1974-75, p. 47; nuestra traducción).

En cuanto al concepto de lo real, veremos que, si bien conserva en ciertos momentos el sentido
común de lo “concreto”, la sustancia y el “más allá” del lenguaje, también se presenta
sistemáticamente como un imposible lógico-matemático (Lacan, 1971-72); callejón sin salida de la
formalización (Lacan, 1972-73); se asocia con el número, con la letra matemática y con la
estructura (Lacan, 1972/2003); deliberadamente separada de cualquier referencia “corpórea” o
“material”, características de la realidad (Lacan, 1971-72, PAGS. 92), así como diferenciado del
biológico:

No es por ser biológico que esto es más real : es el resultado de la ciencia que se


llama biológica . Lo real es otra cosa: […] es a lo que te enfrentas precisamente: porque no puedes,
en matemáticas, escribir nada.  (pág. 27)

Esta lectura de lo real lacaniano se distancia decisivamente de una categoría sustancial o


inmediata. Como imposible lógico-matemático, su acceso sólo podría ser a través de lo simbólico,
ya que sólo en él se puede establecer la imposibilidad: “lo llamado 'real', es en y por este imposible
que sólo lo simbólico define que accedemos eso" (Lacan, 1971-72, PAGS. 58, traducción y énfasis
añadidos). Para Lacan, “si existe la posibilidad de plasmar algo que se llama lo real , no está más
que en la pizarra […]” (Lacan, 1969-70, PAGS. 85, nuestra traducción).
Autores comoEidelstein (2015)yGoldenberg (2018)han propuesto un trabajo basado en estos
conceptos. En él, los autores no sólo señalan una tendencia en el campo lacaniano a enfatizar las
definiciones más acostumbradas a una matriz sustancial, sino que también sustentan la relevancia
teórico-clínica de un énfasis en este otro conjunto de definiciones.

En una propuesta que retoma de adentro hacia afuera la tendencia presentada, para esta segunda
perspectiva el “primer carácter” sólo podría ser del lenguaje, de modo que a éste, el significante,
el discurso y lo simbólico serían asumidos como lógicamente anteriores a todo lo que se sitúa
como tal . “ser” o como “sustancia” en la experiencia analítica, incluso lo real, el goce y el
cuerpo. Estos no serían el origen, sino el efecto . Percibiremos en esto, por tanto, un
paradigma radicalmente antisustancialista .

Una lectura que privilegia este carácter de la enseñanza de Lacan se encuentra no sólo en los
autores mencionados, sino también en otros. Por ejemplo,Krymkievicz (2018)Argumentaré que el
estatuto radical del orden significante en la teoría lacaniana introducirá una antionología .Casin
(2013), a su vez, ve una proximidad entre la propuesta lacaniana y el discurso sofístico, en la
posibilidad de romper con la matriz aristotélica de regulación del logos (lenguaje, discurso,
razón). A esta regulación, propuesta como una adecuación al ser y sus propiedades, externas al
lenguaje , una discursividad sofístico-analítica nos haría advertir que el discurso del ser
(ontología) olvida que también es discurso.  Para el autor, esta otra discursividad pone de
manifiesto la dimensión radicalmente performativa del acto de lenguaje: el discurso es “capaz de
producir un efecto de mundo” (Casin, 2013, PAGS. 55; nuestra traducción).

La negativa a fundamentar los conceptos psicoanalíticos también figurará con fuerza en obras
como la deBesos y Ravanello (2009)yRavanello, Dunker y Beividas (2017);2018). En estos
encontramos como punto común el proyecto de pensar el lenguaje como base fundamental para
el abordaje de los afectos, el goce y el problema cuantitativo en psicoanálisis, oponiéndose a la
perspectiva de su reducción a un fundamento sustancial. En esta vista:

la hipótesis de bases semióticas para lo económico implica que conceptos como el goce y el afecto
son repensados en una matriz no sustancialista, en la que el lenguaje participa no sólo como
medio de propagación, sino también como forma de constitución. (Ravanello, Dunker y Beividas,
2017, PAGS. 26)

Para los autores, si bien quizás podamos leer en momentos de la producción de Lacan un aparente
“retroceso” hacia el sustancialismo —especialmente a partir de interpretaciones de su obra que
subrayan la noción de goce de la sustancia— este movimiento debe ser relativizado “en términos
del mayor peso de otras formulaciones contradictorias” (p. 26). Formulaciones como las que
trajimos anteriormente.

Su posición cuestiona una lectura que se establece como cierto canon en el lacanismo, para el cual
la tesis del inconsciente estructurado como lenguaje habría perdido su peso paradigmático al
ubicarse como un período en la obra de Lacan, o como uno más de sus registros ( lo simbólico)
(Besos, Ravanello, 2009). Los autores destacan lo que perciben como los peligros de este
movimiento: “Habiendo perdido el lastre paradigmático y relegado la tesis a un breve momento
de 'dating' de Lacan con la lingüística y el estructuralismo, sin ningún matrimonio más estable, el
psicoanálisis poslacaniano corre el riesgo de ser desheredado epistemológicamente [...]”. (pág.
86). En este movimiento, corre el riesgo de perder su especificidad como disciplina y práctica.  Sin
este lastre paradigmático, según los autores, “difícilmente el psicoanálisis evitará el riesgo de ser
tragado por el paradigma competidor, el de las ciencias fisiológicas, especialmente las
neurociencias” (p. 86). Esto le presentaría una elección forzada:

O retomar el compromiso teórico-conceptual con el paradigma semiótico, registro del sentido,


episteme del lenguaje […]; o bien no podrá defenderse de su dilución paulatina en un
'neuropsicoanálisis' (el término ya se usa hoy, aquí y allá), como etapa intermedia hacia una
neurobiología final o fatal. (pág. 87)

Implicaciones ético-clínicas

Habiendo destacado los riesgos epistemológicos del sustancialismo, también nos interesa
cuestionar algunas de sus posibles consecuencias éticas y clínicas . Encontramos una primera
basada en la contribución deEidelstein (2015): si lo que asumimos como base de los procesos
psicoanalíticos es un ser previo, anterior, subyacente y sin estructura lógica, entonces nos
correspondería a nosotros ordenar la práctica analítica según esta premisa. Así, si la “causa” es
concreta, anterior y subyacente al lenguaje, sería siempre, de antemano, imposible de decir, o
incluso, en el límite, de modificar. Como posible consecuencia de esta maniobra se extrae una
clínica que corre el riesgo de convertirse en una economía resignada de lo inefable . Si se asume lo
real como concreto, sustancial, inaccesible e inmutable, ¿habría otra dirección de sanación que
una propuesta adaptativa, apaciguadora?

Los mismos problemas participarían en el tratamiento del concepto de goce: “El ser según Miller
es el ser del goce; y este ser es el de la ontología: sin cambio, imposible de negativizar, sin otro. […]
Y como el goce es y será lo que es, hay que aliarse con él, no hay otra posibilidad” (Eidelstein,
2015, PAGS. 278; nuestra traducción). Aquí volvemos a la expresión “imposible de negativizar”
como calificativo del goce, lo que implicaría, como hemos visto, considerarlo una positividad
ineludible. ParaEidelstein (2015), así como paraGoldenberg (2018), esto no sólo mostraría el
marco sustancial en el que se piensa este concepto, sino que también sería contradictorio con los
aportes de Lacan.

Los autores destacan el carácter negativo del goce, basándose principalmente en la siguiente cita:
“¿Pero qué es el goce? Esto es precisamente lo que, por el momento, se reduce a una instancia
negativa para nosotros: el goce es lo inútil” (Lacan, 1972-73, PAGS. 4; traducción y cursivas
nuestras). Además, señalan como sistemático el esfuerzo de Lacan por vaciar de sustancia lo
concerniente al goce, incluso, y quizás especialmente, cuando lo articula al concepto filosófico de
sustancia —en diálogo con Descartes y Aristóteles (Eidelstein, 2015,Goldenberg, 2018). inverso
deMiller (2009a);2009b), para quien la consideración de la sustancia gozante se relaciona con la
unidad del organismo, con la entidad del cuerpo, con la noción de presencia y con una positividad
cuantificable, los autores se sirven de extractos como este:

Para medir lo que está en juego en sus efectos sobre el goce, conviene establecer, al nivel de este
término, una serie de principios. Es decir, que si introducimos el goce, se trata del modo —lógico—
de lo que Aristóteles llama una οὐσία [ousia], una sustancia, es decir, algo que muy
precisamente no puede ser …

así se expresa en su libro de las Categorías


… que no puede atribuirse a un sujeto, ni ubicarse dentro de ningún sujeto. Es algo que no es
susceptible de “más o menos”, que no se introduce en ningún signo comparativo, en
ningún “menor o mayor” o incluso “menor o igual”.  (Lacan 1966-67, PAGS. 183; nuestra
traducción)

Un goce que no es propio, que no es interior, que no se establece en un espectro cuantitativo, sea
absoluto o comparativo (mucho/poco, más/menos, mayor, menor o igual). Desde su articulación
con Descartes, además, la concebiríamos como una instancia que no pertenece al campo del
pensamiento consciente ( res cogitans ), pero tampoco al de la materialidad concreta ( res
extensa ) (Lacan, 1972-73). En el límite, para esta lectura, si el goce consiste en una sustancia,
sería, más bien, una sustancia... insustancial (Eidelstein, 2015).

Eidelstein (2008);2015)sostiene que la presunta sustancialidad de conceptos como real, goce y


cuerpo en el lacanismo está íntimamente relacionada con los procesos de individualización y
biologización de la corriente humana en la historia (especialmente reciente) de la cultura
occidental. Para él, en un comentario similar al deBesos y Ravanello (2009), al redefinir lo real y el
goce como propiedades naturales del cuerpo, y equiparar este cuerpo como el organismo anterior
al significante, el psicoanálisis lacaniano corre el riesgo de volver al paradigma biomédico del que
Lacan habría querido separarse.  Y, con ello, pasaría a reforzarlo : volvería a asimilar algunas de las
premisas implícitas en el soporte mismo de las modalidades del sufrimiento sobre las que opera.

ParaEidelstein (2008);2015), podemos concebir que el sufrimiento al que responde el psicoanálisis


aparece, en la modernidad, como el resultado de una matriz discursiva compuesta
fundamentalmente por tres ejes: el individualismo, el nihilismo y el biologicismo. Si este es el caso,
argumenta, varias de las formulaciones más actuales del lacanismo (como el goce singular, el
sinsentido, la inexistencia del Otro y la prevalencia de un “real del cuerpo”) parecen curiosamente
responder precisamente a la refuerzo de esta sede. Subraya cómo esta política conceptual a
menudo implica proyectar un fin de análisis al locus .de un verdadero ser más allá de las
apariencias, ocupado por el 'real del goce' único de cada hablante. El autor cuestiona, entonces, si
desde estos supuestos “no estamos trabajando con la idea de que la dirección de la cura es
alcanzar el individualismo más absoluto” (Eidelsztein, 2009, p. 99; nuestra traducción), si no
estaríamos imaginando como meta clínica un “modo corporal de solipsismo” (p. 99, nuestra
traducción) — recordamos aquí el “Uno-totalmente-solo” deMiller (2012a, pág. 43). Ahora bien, si
aceptamos que el individualismo es uno de los rasgos constitutivos del sufrimiento con el que
opera el psicoanálisis, ¿no sería un despropósito que éste se opusiera a él a través de un
dispositivo de tratamiento que lo acentúe?

Eidelsztein sostiene que el psicoanálisis debe posicionarse frente a esta matriz, involucrando en
ella el horizonte de su producción conceptual. Es una perspectiva, identificada en Lacan, que lo
cuestiona retomando el lenguaje, la articulación significante, el discurso y el lazo social como
causas del sufrimiento, síntoma, goce y cuerpo que atañen a un psicoanálisis. Como subraya: “Para
Lacan, tanto el cuerpo como el goce provienen de la inexistencia, porque habitan y se originan en
el hueco que sólo existe a partir de la función legalizada de la articulación significante en el espacio
del discurso como lazo social […]” (Eidelstein, 2015, PAGS. 429; nuestra traducción).
Otra faceta teórico-clínica fundamental en el proceso de naturalización de los conceptos en el
campo lacaniano trata de su inflación como categoría explicativa . como mencionasGoldenberg
(2018):

hoy, de nuevo, sólo se habla de goce, en detrimento de todas las demás nociones. […] Todo es
“goce” y sólo goce. Disfrutar es disfrutar. No disfrutar, es disfrutar. Hacerse daño o divertirse es
divertido. ¿Leer y escribir? ¡disfrute! Hacer una película o cocinar un plato, así como verlo o
comerlo, son placeres. ¿Un cáncer? ¡es divertido! Broxing es divertido. Y permanecer erguido sin
gozar nunca es también gozar. (pág. 82)

Apunta a una difusión generalizada de esta noción como respuesta común, en la que su
indiscernimiento es a veces tan notable como su omnipresencia. Dinámica que guarda una serie
de paralelismos con la señalada porLicenciatura (1938/1996)sobre el sustancialismo como
obstáculo epistemológico a la producción científica. En este, la causa de los fenómenos será
concebida como una manifestación de las propiedades de una sustancia, desconociendo el campo
efectivo de relaciones en el que emergen, el estatus activo del investigador, el lugar fundamental
de la hipótesis, entre otros. Esta posición, argumenta, incurriría en una monotonía explicativa 5que
“ detiene la investigación en lugar de provocarla ” (p. 27; cursiva agregada).

Esto visibiliza las formas en que afirmaciones como “ahí hay un goce”, “porque lo disfruta”, o “es
mucho goce” (a veces calificadas como “mortales” o “perversas”), suelen ser planteadas al lugar
de la causa última o la verdad revelada, especialmente en situaciones de impasse
clínico. Deberíamos preguntarnos por el efectivo alcance explicativo y operativo de esta política
conceptual. En el límite, ¿no incurriríamos aquí en la monotonía explicativa que denuncia
Bachelard? ¿De qué sirve una categoría que se aplica a todo, de forma aparentemente
homogénea? Además, ¿qué produce su unidad?

Señalemos de paso que un uso conceptual así organizado es, en el límite, francamente
metafísico. Algo se acuña como punto central, al que siempre se vuelve, del que todo parte, y que
regiría como causa última el amplio conjunto de nuestras inteligibilidades. Así, tendríamos una
similitud a considerar entre tales usos y la tendencia metafísica a establecer un “ser último o
irreductible, de un prima ens en el que consisten todos los demás” (Ferrater Mora, 1965,
pág. 323; nuestra traducción). ¿No sería esto legible en una definición del goce como ser primero,
uno, real, origen del significante y del sujeto, anterior al lenguaje?

De hecho, la figura de una “monotonía explicativa” abre una importante vía de


reflexión. Podríamos leer en autores como Goldenberg un cuestionamiento sobre los efectos
de circularidad de los argumentos clínicos que hacen uso de una lógica de conceptualización como
esta. En una conferencia en la Universidad de São Paulo en 2015, comenta:

No entiendo cómo no se dan cuenta de que responder "porque disfrutas" a la pregunta "¿por qué
tienes este síntoma?" no responde nada , no significa nada en absoluto . O peor aún: la referencia
a su goce apela a una psicología que hace del paciente el culpable de lo que le sucede, dando lugar
a un modo de tratarlo en el que el analista se convierte en poco menos que un
inquisidor. (Goldenberg, 2015)

Así, si por un lado la “monotonía explicativa” apunta a una posible deserción o estancamiento
epistémico del psicoanálisis lacaniano, por otro lado, es necesario considerar que las lógicas de
lectura que se reiteran en esta detención (la concepción de los procesos de causalidad, por
ejemplo) son fundamentales para las órdenes de una práctica clínica que seguirá
desarrollándose . Una vez más, surge la pregunta de si esta política de conceptos no contribuye al
mantenimiento de un vínculo analítico que conserva en su funcionamiento los motivos mismos del
sufrimiento neurótico.

ParaGoldenberg (2018), el proceso de naturalización del goce participa en la constitución de una


clínica que tomaría para sí, quizás sin darse cuenta, la ataraxia6como ideal terapéutico. Tal clínica,
según él, asumiría la posibilidad de modificar esta sustancia a través de una intervención
específica, que apuntaría a un real “puro”, fuera de la elucubración de lo simbólico. Con ello se
buscaría “barrer de goce las manifestaciones del sujeto, para que deje de estar satisfecho con lo
que sufre. Sin embargo, el autor afirma que lo que se destaca de esto es la composición de un
horizonte que no solo es teóricamente impreciso, sino también imposible.

Hay una clínica basada en la ataraxia que promueve la carencia, la carencia, la abstinencia, la


renuncia, el desapego, en fin, el ideal de no sentir nada parecido al horizonte de un
psicoanálisis. Vagamente estoica como la ética. Sin embargo, como es imposible no sentir nada, lo
que en realidad sucede es que se está promoviendo un aumento de la culpa, el martirio y el
autocastigo. (Goldenberg, 2018, PAGS. 166)

Desde esta perspectiva, el sufrimiento neurótico escondería en sí mismo un goce personal como
causa que habría que desvelar —y de la que habría que hacerse cargo el hablante—. En esto
tendremos una teoría de la agencia, especialmente exacerbada cuando se articula con una
determinada teoría de la causa. Un posible segundo camino, defendido porGoldenberg (2018), lee
en este primero un riesgo, si no la certeza, de un aumento de la culpa neurótica. Que el analista
proponga el “goce perverso” como interpretación de un síntoma neurótico no haría más que
reforzar la lectura que condiciona al sujeto a su propio impasse. Y así la escena analítica se
convierte en un diálogo en el que se reitera una estructura confirmatoria: “Todo esto es culpa
mía” — “Sí, es verdad”.

Eidelstein (2015)subraya que esa sería la respuesta social común al síntoma: las cosas son como
son, el goce es lo que es, habría que hacerse cargo y dejar de quejarse. Agrega: “en esto reside el
Discurso del Maestro” (p. 232; nuestra traducción), contradictorio con el Discurso del Analista.

Consideremos los argumentos de Eidelsztein y Goldenberg en lo que anuncian como


consecuencias de este paradigma. ¿Habría procesos de reiteración del sufrimiento, de supresión
de la denuncia y, añadimos, de desresponsabilidad del analista respecto de la conducta de su
práctica? Nos parece fundamental que nos preguntemos, como practicantes del psicoanálisis, en
qué medida frases como “pero ella lo disfruta” o “es mucho placer”, dichas en nuestros contextos
de reflexión clínica, vienen en el sentido de subrayar la implicación necesariadel hablante en su
sufrimiento, o si estas mismas expresiones no estarían a veces más al servicio de apaciguar la
angustia del analista frente a sus impasses clínicos. La factura, por tanto, cambiaría muy
fácilmente de bolsillo: si el analizando sufre es porque él, individualmente, disfruta, y si esto no
cede, debe ser porque disfruta demasiado. La pregunta pasa a ser la de un sujeto que no renuncia
a su goce, a pesar del esfuerzo de su analista, y no a las lógicas de lectura e intervención que ha
utilizado en el tratamiento, y por qué éstas no han producido efectos de recorte.
Así, es necesario considerar cómo una teoría se relaciona, articula e incluso posibilita una política
de tratamiento. En esta mirada, proponemos que la matriz sustancialista sea tomada en el campo
lacaniano por lo que es: como una política de lectura que obstaculiza el psicoanálisis como práctica
y disciplina. Aquí también destacaremos de paso cómo la política conceptual del psicoanálisis
indica los compromisos ético-políticos que adopta en los contextos en los que se inserta. En esto,
destacaremos el carácter a veces conservador de sus propuestas en el debate con los estudios de
género, apoyados en la lectura sustancial de lo real, como apuntábamos más arriba.

En esta producción de diferencias, condición esencial para el establecimiento de cualquier lectura


crítica, creemos que un trabajo sobre las formas alternativas de conceptualización presentadas
abre caminos no sólo fructíferos sino necesarios para la reflexión psicoanalítica. Un trabajo sobre
lo real como imposibilidad lógico-matemática podría advertirnos de los momentos en que
nuestros usos de este concepto indican la producción de un locus esencial de la verdad —a
menudo asumido fuera del lenguaje— y de las apelaciones normativas que acompañan esta
producción. Por otro lado, la obra del goce como causada por el significante, y lógicamente
determinada como la ousia aristotélica —que no supone ni más ni menos, que no es de sujeto,
ni predicable—.a un sujeto— desmantelaría sus usos como propiedad individual y como
herramienta clínico-conceptual individualizadora. En consecuencia, ambas proposiciones, en tanto
pertenecen (y producen) un marco de lectura diferente para pensar el psicoanálisis, sugerirían
otra experiencia analítica como horizonte posible. Señalamos la relevancia de futuros estudios que
puedan recoger más de cerca los efectos de esta matriz, en sus poderes y posibilidades, pero
también en los nuevos problemas y callejones sin salida que, invariablemente, traerá
consigo. Creemos que es en esta confrontación de lo posible, en la crítica y en el trabajo con la
contradicción, que nos permitiremos tomar una posición más comprometida.

 Financiamiento/Financiamiento : Este trabajo no fue apoyado. / Este trabajo no recibió


financiación.

 *1

Trabajo realizado en el Centro de Investigaciones en Psicoanálisis, Educación y Cultura (NUPPEC),


Eje 2 (Psicoanálisis, Educación y Cultura), de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul –
UFRGS. Basado en la disertación titulada Políticas de Lectura en Psicoanálisis: Vínculos entre
Epistemología, Ética y Clínica , de la autoría de Thiago Pereira da Silva y supervisada por el
Prof. Dr. Simone Zanon Moschen, defendida en 2020 en la UFRGS, por PPG Psicoanálisis: Clínica y
Cultura.

 1

Como decíamos, esta riña no es nueva. En la década de 1980, poco después de la muerte de Lacan,
autores como Allouch (1986a , 1986b)analizó las formas en que la instauración de su texto oficial
invirtió en ocasiones el sentido de su propuesta y borró el estilo de su transmisión —habla de un
“Lacan censurado”—, así como la forma en que el lacanismo amalgama al psicoanalista francés
con la figura de Freud, como si sus propuestas no difirieran.

 dos
Es interesante notar que el período de producción de este artículo está marcado por una
pandemia (COVID-19) que no solo exige el aislamiento social de la mayor parte posible de la
población de los países afectados, sino que también invita al grupo de psicoanalistas. pensar la
posibilidad del análisis al mismo tiempo que la distancia — y, con ello, reconsiderar las
modalidades de teorización de la presencia en la escena analítica.

 3

Non (no) y nom (nombre) son homofónicos en francés.

 4

Palabra materialismo ( mot ).

 5

El sustancialismo sería una “explicación monótona de las propiedades por la sustancia”


( Bachelard, 1996, p. 27 ).

 6

La ausencia de cualquier sensación o sentimiento.

 Cita/Cita : Silva, TP da, & Moschen, SZ (2021, diciembre). La fundamentación de los


conceptos psicoanalíticos: efectos y callejones sin salida. Revista Latinoamericana de
Psicopatología Fundamental, 24 (4), 659-681.http://dx.doi.org/10.1590/1415-
4714.2021v24n4p659.9

 Copyright : © 2009 Asociación Universitaria para la Investigación en Psicopatología


Fundamental/Asociación Universitaria para la Investigación en Psicopatología
Fundamental. Este es un artículo de acceso abierto, que permite el uso, la distribución y la
reproducción sin restricciones en cualquier medio, siempre que se mencione el autor y la
fuente / Este es un artículo de acceso abierto, que permite el uso, la distribución y la
reproducción sin restricciones en cualquier medio medio, siempre que se acrediten los
autores originales y las fuentes.

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