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Bringas Galindo Maraliz del Carmen 27 octubre 2022

Reflexión sobre las repercusiones del pensamiento existencial

Vivir (Akira Kurosawa)

Dejando de lado los comentarios técnicos con relación a la iluminación, la


fotografía, la música y las actuaciones me parece que es una película cruda, una
película que muestra la realidad que se repite incansablemente en las grandes
ciudades en torno a la administración pública, ese sistema monstruoso de
engranes cual máquina que además funciona mal, y en la que los seres humanos
no son otra cosa sino simplemente parte de la maquinaria.

Un sistema plagado de círculos viciosos, en el que las mentes se


encuentran adormecidas, y los valores son confusos, una humanidad esclavizada
por ese adormecimiento, como hipnotizada.

El protagonista es un padre de familia, viudo, que tenía la responsabilidad


de mantener a su hijo y que contaba con un trabajo gubernamental que poco a
poco lo va desensibilizando, deshumanizando, en el que todo son papeles que hay
que firmar, sellar y archivar, totalmente inconsciente de que detrás de cada una de
esas peticiones había personas, vidas en general, se deja llevar por la monotonía,
por la costumbre al grado de perder contacto con lo que hace, y llegar a la
conclusión de que sólo sabe que está ocupado y aburrido.

Es hasta que tiene una sacudida, tal vez una experiencia límite Jasperiana,
tras la “noticia” porque hasta a la verdad le tiene miedo la sociedad, en la que
sabe que tiene cáncer que está próximo a morir, que se cuestiona la vida, y poco a
poco va tomando la rienda de ella, primero en la búsqueda, a través de su
compañera de trabajo, donde también se puede apreciar lo prejuiciosa de la
sociedad, y luego la revelación, “Hacer algo”, hacer algo que verdaderamente
tenga sentido para él, y entonces vuelve al trabajo, pero vuelve ahora con una
mayor conciencia de sí y del mundo, y de lo importante de la participación, esa de
la que habla Sartre con relación a la conciencia social y la verdadera rebeldía que
es la toma de conciencia de la propia libertad, o la participación desde Marcel, en
la que el otro importa y no somos sino con, ante y para el otro.

El final es magistral, sólo por un momento muy breve, tras la elaboración


del duelo sus compañeros toman conciencia de lo que le pasó, y de su
adormecimiento, para luego muy rápidamente volver al mismo sueño, de manera
que en la última escena vemos a su sucesor dispuesto a permanecer sentado en
el mismo escritorio ocupado y aburrido, para el resto de su vida.

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