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Por una estética de la naturaleza:

la belleza natural como argumento ecologista


MARTA TAFALLA
Universidad Autónoma de Barcelona

RESUMEN. En este artículo defiendo la ABStRACT. In this paper, I defend the


tesis de que la estética de la naturaleza thesis !hat aesthetics of nature can offer
puede ofrecer a la ética de la naturaleza to the ethics of nature one of the best
uno de los mejores argumentos ecolo~ ecological arguments. I believe that !he
gistas. Creo que el valor estético de la aesthetic value of nature, which was tra-
naturaleza, tradicionalmente olvidado ditionally neglected by philosophy, can
por la filosofía, puede revitalizar las dis- revitalize the discussions which take
cusiones que tienen lugar en la ética de place in the ethics of nature, and allows
la naturaleza, y permite enfocar de un to approach in a new way the question if
modo nuevo la cuestión de si la natura- nature has an intrinsic or an instrumen-
leza posee un valor intrínseco o un valor tal value.
instrumental.

1. LA EXPANSiÓN DEL CÍRCULO paces de ofrecer una sólida respuesta uná-


DE LA MORAL nime a la pregunta teórica de fondo: ¿ exis-
te una buena razón o buenas razones para
Aunque ya no cabe la menor duda de que proteger la naturaleza? El consenso que
la catástrofe ecológica que estamos provo- hemos alcanzado en la conciencia de la
cando, y que no nos hace desmerecedores crisis, se desvanece en cuanto nos plantea-
de la controvertida metáfora del cáncer, se mos los interrogantes filosóficos. Y es que
ha convertido en la mayor crisis que ha cuestiones del tipo: ¿tenemos los seres
tenido que afrontar la humanidad a lo lar- humanos obligaciones morales respecto a
go de su historia y, a pesar de que no exis- los bosques y los océanos? o ¿por qué es
te tarea más urgente que encontrar solu- un mal la extinción del lince ibérico o la
ciones prácticas para cada uno de los deforestación del Amazonas? o simple-
diversos factores implicados en la drástica mente ¿por qué no debemos destruir la
pérdida de biodiversidad o en la contami- naturaleza?, no son preguntas que se ago-
nación y el consecuente calentamiento del ten en sí mismas o en los problemas prác~
planeta, sin embargo, todavía somos inca- ticos a los que se refieren, sino que nos

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NOfAS y DISCUSIONES

conducen inevitablemente a algunas de las Lo que permite realizar esa primera


más decisivas y difíciles preguntas filosó- fase de la expansión sin demasiados pro-
ficas, a cuestionamos la naturaleza y el al- blemas teóricos, es que no necesitamos
cance de la moral, a definir cuál es el lugar cambiar de lenguaje; la mayoría de con-
del ser humano dentro del reino de la vida, ceptos básicos con los que hemos cons-
o a decidir, a fin de cuentas, cómo quere- truido teorías morales para los seres huma-
mos vivir y convivir en este planeta. nos, pueden seguir siendo utilizados
Extender el círculo de la moral más cuando extendemos la moral a nuestra
allá de la especie humana parece ahora relación con los animales. Esto es así por-
una necesidad, y, sin embargo, ¿hasta dón- que, en primer lugar, los animales son
de debemos ampliarlo? Si examinamos seres individuales. Ese chimpancé que
brevemente el proceso por el cual la moral hemos visto en el zoo, el perro que encon-
intenta trascender la especie humana, tramos extraviado en la carretera, aquel
podemos distinguir en él dos fases diferen~ elefante que actúa en el circo, la ballena
ciadas. En la primera, que resulta todavía varada en la playa, el cerdo que muere en
relativamente sencilla en comparación con el matadero, son seres a los que podemos
la segunda, la moral se extiende para abra- dar un nombre (y algunos responden a él),
zar a los animales, y en especial, a aque- que tienen una historia que podría ser
llos a los que los seres humanos hemos in- narrada (yen algunos casos así se ha he-
tegrado en nuestra forma de vida, ya sea cho), que poseen personalidad, sentimien-
porque los hemos adoptado como anima- tos e inteligencia, aunque en diferente gra-
les de compañía, o bien porque los utiliza~ do, y con lasque podemos relacionarnos.
mas como instrumentos en la producción Yen segundo lugar, porque son Seres a los
de alimentos, la experimentación o el que podemos causar sufrimiento físico y
entretenimiento. En este caso, extender el psíquico, y en cuya conducta podemos re-
círculo de la moral es una consecuencia conocer ese sufrimiento; por lo que el
razonable de una convivencia secular. Y dolor en sus diversos tipos funciona como
los intentos de esa extensión son parella un indicador básico (aunque no siempre
igualmente seculares. Si el budismo ofre- necesario ni suficiente) para detectar cuán-
ció en Oriente una moral de compasión do esas criaturas son tratadas de forma
hacia los animales, en Occidente esta injusta. Así pues, emplear nuestro vocabu-
cuestión se remonta a diversos filósofos lario moral tradicional y hablar de esclavi-
griegos y romanos que fueron ya defenso- tud, tortura, crueldad, maltrato, para refe-
res del vegetarianismo, como Pitágoras de rimos a los animales, tiene pleno sentido.
Samas, Plutarco de Queronea o Porfirio de Hasta el punto de que, según diversos teó-
Tiro; y de Plutarco sabemos también que ricos, la expansión del círculo de la moral
se opuso públicamente a los cruentos a los animales puede entenderse como la
espectáculos con animales del circo roma- continuación de un proceso histórico por
no. Y aunque el cristianismo predominan- el que la humanidad ha ido superando, una
te en la filosofía medieval silenció esas tras otra, las ilusorias fronteras del racis-
voces, sus demandas no tardaron en reapa- mo, el sexismo y finalmente el especismo.
reCer en las voces de la Ilustración. Auto- Esta ampliación también puede expli-
res como Hume, Bentham, Rousseau, Vol- carse en otros términos: en los de expan-
taire, Leibniz o Kant, no sólo coincidieron sión de la moral más allá de las relaciones
en su defensa de las libertades humanas y recíprocas. Desde hace unas décadas son
su lucha por sociedades más justas, sino muchos y de diversas procedencias teóri-
también en reclamar un trato más humano cas los pensadores que trabajan en territo-
para con los animales. rios de la moral antes considerados limí-

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NOTAS y DISCUSIONES

trofes O marginales debido a esta ausencia otros animales no lo son, entonces pode-
de reciprocidad. Determinar qué deberes mos maltratarlos impunemente, resulta
morales tenemos hacia aquellos seres que hemos convertido el hecho de ser
humanos que no pueden reconocer ni asu- agentes morales en una justificación para
mir deberes hacia nosotros, ya sea porque maltratar. ¿Dónde queda entonces la mo-
son enfermos en estado vegetativo, o por" ralidad del agente moral?
que padecen graves carencias psíquicas, Por todas estas razones, argumentar a
nos obliga a formular teorías morales que favor de un trato justo hacia los animales
no pueden basarse en contratos ni diálo- es una cuestión relativamente sencilla, y
gos, en los que no podemos confiar en que la mayoría de teóricos se limitan a exten-
los otros nos traten como los tratemos, y der a las otras especies animales las mis-
ni siquiera esperar el mero reconocimiento mas teorías morales que hemos elaborado
si los tratamos con justicia. Aún más, los para la nuestra. Así, existen defensores de
movimientos que reclaman justicia para los animales que son utilitaristas, otros
víctimas que ya han fallecido, o que rei- que emplean una moral de la compasión
vindican los derechos de las generaciones de raíz schopenhaueriana, los que buscan
futuras, extienden la moral no sólo más argumentos en Kant, o los que toman la
allá de la reciprocidad, sustituyendo el idea de los derechos humanos y tratan de
diálogo por la memoria o por la imagina- aplicarla como derechos de los animales l.
ción, sino incluso, en el segundo caso, y subrayo esa relativa sencillez por con-
para exigirnos deberes morales hacia seres traste, porque una vez intentamos avanzar
que ni siquiera sabemos si existirán. Nues- un paso más, e iniciamos la segunda fase
tra relación con los animales es sólo uno de la expansión del círculo de la moral, no
más de los diversos ámbitos en los que la sólo más allá de la especie humana, sino
moral se expande trascendiendo la reci- también del reino animal, dejamos atrás
procidad. y en todos estos casos, sabemos toda posibilidad de extender nuestras teo-
que existe una sencilla razón por la cual la rías morales tradicionales.
moral no puede detenerse allí donde la re- Cuando comenzamos a preocuparnos
ciprocidad deja de ser posible: porque por la naturaleza en su conjunto, y anali-
aquellos seres (humanos o no, vivos o no) zamos problemas tales como la contami-
que no son capaces de comportarse moral- nación del ártico o la destrucción de los
mente, que no son propiamente agentes fondos marinos, con el fin de intentar
morales, son aquellos que más fácilmente esclarecer cuáles son nuestras obligacio-
acaban siendo víctimas de injusticias. nes morales al respecto, nuestro lenguaje
Simplemente porque el no ser agentes mo- moral tradicional comienza a fallarnos. y
rales no sólo significa que no pueden com- nos falla, en primer lugar, porque esos
portarse con justicia hacia los demás; sig- problemas ya no pueden plantearse al
nifica asimismo que no pueden exigirla nivel de seres individuales. Lo relevante
para sí, que no son capaces de defenderse aquí son los sujetos colectivos: por un
o denunciar cuando son maltratados. lado, las especies, y por otro, los ecosiste-
De todos modos, si alguien sigue con- mas. O incluso hay quien argumenta que
siderando que los animales no merecen el verdadero sujeto que merece considera-
consideración moral porque ellos mismos ción moral es la biosfera, puesto que todas
no son agentes morales con los que poda- las formas de vida conforman una unidad
mos dialogar o firmar contratos, es conve- que es inútil e ilusorio dividir en unidades
niente prestar atención al argumento que menores, ya que los problemas de una
se está empleando. Si decimos que, porque especie o de un ecosistema tienden a aca-
nosotros somos agentes morales y los bar afectando a otros. Y en segundo lugar,

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NOTAS Y DISCUSIONES

porque si los conceptos de malo de injus- raleza no incluía la violencia y los anima-
ticia todavía siguen siendo válidos para les no se devoraban entre sí, o que Isaías
referimos a las especies, los ecosistemas o predijera una naturaleza reconciliada en
la biosfera, entonces ya nada tienen que cuyo seno el león pacerá con el cordero.
ver con el dolor, sino con la pérdida de Dada toda esta serie de dificultades,
biodiversidad o con el desequilibrio. ¿qué buenas razones podemos encontrar
y la complejidad no acaba aquí. para proteger la naturaleza?
Encontrar buenas razones para proteger la
naturaleza también incluye dar buenas
2. EN BUSCA DE BUENAS
razones para preservar elementos naturales
RAZONES PARA PROTEGER
que ni siquiera están vivos. Esas razones
LA NATURALEZA
también deben ser capaces de explicar por
qué no deberíamos destruir las estalactitas El debate filosófico en busca de esas razo"
y estalagmitas que han tardado miles de nes se ha dividido en dos grandes co-
años en formarse en una gruta, o por qué rrientes opuestas, que se subdividen a su
no deberíamos destruir las rocas modela- vez en muchas otras 2. Sintetizado de ma-
das por el viento de la ciudad encantada de nera brevísima, la posición más sencilla y
Cuenca para construir bloques de aparta-
más frecuente nos dice que la mejor razón
mentos en su lugar. Destruirlas nos parece
para proteger a la naturaleza somos noso-
un mal, pero ¿qué tipo de mal es ése?
tros, mientras que la posición más minori-
¿Puede una entidad inorgánica ser víctima
taria y difícil argumenta que la mejor ra-
de un mal? ¿Podemos ser injustos con una
zón para proteger a la naturaleza radica en
piedra? ¿Por qué sería incorrecto convertir
la luna en un vertedero, si ni está viva ni la ella misma.
habita ningún ser vivo? La primera de estas posiciones concibe
y no olvidemos, para añadir una últi- el valor de la naturaleza como un valor ins-
ma dosis de complejidad, que aunque asu- trumental para un sujeto. La versión mayo-
mamos algún tipo de deber moral hacia la ritaria de esta posición afirma que ese suje-
naturaleza, renunciamos de entrada y por to somos nosotros mismos (lo cual puede
razones obvias a introducir la moral en el incluir a las generaciones futuras), y se de-
ámbito de las relaciones entre el resto de nomina por ello antropocentrismo. En una
seres vivos. Es decir, consideramos que es versión minoritaria, el sujeto son todos los
justo preservar la naturaleza tal y como es, animales entendidos individualmente, y
a pesar de que en ella las criaturas vivan hablamos de zoocentrismo. En ambos casos
sometidas a unas leyes amorales que las la naturaleza es concebida como el hábitat,
obligan a vivir vidas de crueldad y de fuente de recursos, materiales, energías u
dolor. Con lo cual asumimos la obligación objeto de estudio, y la razón para protegerla
moral de preservar un reino de la vida es, por tanto, una razón egoísta.
amoral y cruel. Yeso otorga un carácter Los detractores de esta posición han
trágico a cualquier ética de la naturaleza, intentado superar sus limitaciones afir-
como ya nos enseñaron Schopenhauer o mando que la naturaleza, lejos de reducir-
Darwin, o como en el fondo nos han ense- se a un mero instrumento, posee un valor
ñado desde hace siglos el budismo y el intrínseco, y es en realidad un fin en sí
judaísmo. Debemos tratar con justicia a misma. Esta posición, denominada biocen-
una naturaleza que no será jamás un reino trismo, no sólo expande el círculo de la
justo para sus habitantes, por mucho que moral hasta abrazar toda la naturaleza,
el Génesis se inicie con la añoranza de un sino que expulsa al ser humano de su cen-
primigenio jardín del Edén donde la natu- tro y entrona en su lugar a la vida misma,

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con lo cual podría entenderse como el últi- sión metafísica, religiosa o mística, algu-
mo y definitivo paso en el proceso de des- nas de cuyas versiones, demasiado inspira-
centramiento del ser humano en el orden das en Heidegger, se sitúan más bien a la
de la realidad que se inició con Galileo y ultraderecha. Como advierte Tom Regan,
prosiguió con Darwin. Algunos de sus de- en el holismo acecha el totalitarismo 3.
fensores denuncian la posición anterior Así pues, si todo cuanto podemos
como ecología superficial y apuestan por hacer es escoger entre el egoísmo de fon-
el salto a una ecología profunda; y aunque do del antropocentrismo, que es un límite
hay algo de cierto en intentar superar así la para formular razones sólidas de protec-
egoísta perspectiva humana, más cierto es ción de la naturaleza, y la suspensión de la
aún que en la prometida profundidad de moral en el biocentrismo, más que ante
las teorías biocentristas nos acechan peli- dos opciones, parece que nos encontremos
gros nada desdeñables. ante el cruce de dos callejones sin salida.
En primer lugar, lo que se hace evi- Tras afirmar la imposibilidad de
dente con celeridad es que instaurar la encontrar razones morales para proteger la
vida como centro del círculo de la moral naturaleza, y describir las dificultades para
significa en realidad disolver la moral y formular razones éticas, concluye Jürgen
sumirse en la amoralidad natural. Las teo- Habermas: «En algunos aspectos, las razo-
rías biocentristas identifican la vida o lo nes estéticas son incluso de más peso que
natural con lo bueno, y, en consecuencia, las éticas. Pues en la experiencia estética
se precipitan en la falacia naturalista. Ade- de la naturaleza, las cosas se retiran por
más, algunas de ellas extraen la conclu- así decir a una inaccesible autonomía e
sión de que ciertas formas de violencia
intangibilidad, y sacan entonces a la luz su
pueden ser justas, siempre que sean natu-
vulnerable integridad con tanta claridad
rales (por ejemplo, la caza, y aquí hallamos
que nos parecen inviolables por sí mismas,
uno de los puntos de enfrentamiento entre
y no meramente como partes deseadas de
ecologistas biocentristas y defensores de
una forma de vida preferida» 4. ¿Es esto
los animales). y en segundo lugar, una
tan sólo la excusa de un filósofo moral
amplia mayoría de biocentristas se decla"
ran holistas, disolviendo al individuo en la intentando pasarle a otra disciplina un pro-
especie, en el ecosistema O simplemente blema que él no sabe resolver? ¿O debe-
en el todo de la naturaleza. Me parece ob- ríamos tomarnos la idea en serio? J. Baird
vio que conceder mayor peso a entidades Callicott, un biocentrista de cuya preocu-
supraindividuales y amorales como los pación ecologista no cabe duda, reconoce
ecosistemas o la biosfera que a los seres igualmente: «many more of our conserva-
humanos, es una vía segura para acabar tion and preservation decisions have been
perdiendo de nuevo los derechos y liberta- motivated by beauty than by duty 5». ¿Po-
des que tanto tardamos en lograr. (Si po- dría ése ser realmente un camino? ¿Podría
nemos los intereses de la biosfera absolu- la estética abrimos un camino nuevo allí
tamente por encima de los nuestros, el donde la colisión entre antropocentrismo y
mayor interés de ésta es, sin duda alguna, biocentrismo nos dejan atrapados?
que reduzcamos de inmediato nuestra
población en un 90 por 100.) En realidad, 3. LA BELLEZA NATURAL
el biocentrismo no es exactamente una COMO ARGUMENTO
teoría moral. Tiende a suspender la moral
por renunciar a la perspectiva individual y Suspendamos por ahora la discusión sobre
por sumisión a la amoralidad de la natura- si la naturaleza posee un valor intrínseco o
leza, y se construye como una cosmovi- instrumental. De lo que no nos cabe duda,

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es que posee un valor estético, pues está Cuando yo digo que la mUSica de
llena de seres vivos, entidades inorgánicas Mahler, la pintura de Pollock O la literatu-
y paisajes que reconocemos como bellos. ra de Marsé me proporcionan experiencias
y que reconocemos esa belleza significa estéticas muy placenteras, nadie me res-
que nos deleitamos en su contemplación: ponde que estoy instrumentalizando esas
que nos agrada contemplar flores de hibis- obras de arte. En realidad, estoy haciendo
co de las que vienen a alimentarse los coli- todo lo contrario. La mirada estética inte-
bríes; que pasear por una playa desierta en rrumpe el quehacer práctico, pone fin al
una mañana de invierno nos devuelve la reino de la razón instrumental y a nuestras
calma perdida en la ciudad; que contem- ansias de dominio más egoístas sobre todo
plar altas cumbres nevadas nos despierta cuanto existe. Por ello, en cuanto le re-
sentimientos de admiración, humildad y conocemos a un objeto un valor estético,
respeto. La belleza natural, en su infinidad dejamos de verlo como un instrumento, de-
de formas, incluso es capaz de provocamos jamos de usarlo como un medio para con-
una sensación de libertad, de encontramos seguir nuestros fines, y en vez de eso, nos
con nosotros mismos; por ello a menudo detenemos para contemplarlo y admirarlo.
escogemos parajes naturales para retirar- Nuestra voluntad se detiene ante éL Lo
nos por unas horas a pensar, a tomar deci- respetamos. Ésa es una intuición que los
siones o a recuperamos de un disgusto. Y filósofos del arte llevan siglos intentando
más allá de 10 que percibimos de forma conceptualizar, e incluso podría afirmarse
inmediata, si un microscopio nos invita a que la historia de la estética ha sido la his-
penetrar en lo minúsculo, o un telescopio toria de intentar diferenciar la esfera de lo
nos permite viajar con la mirada a lo más estético de la esfera de la utilidad. Kant lo
lejano, lo que descubrimos continúa siendo formuló con la idea del desinterés. Scho-
bello. (De algunas de esas cosas diríamos penhauer argumentó que la contemplación
incluso que, más que bellas, son sublimes, estética era capaz de suspender la ansiedad
pero dada la brevedad de mi exposición, permanente de la voluntad de vivir en su
no puedo abordar aquí la cuestión de lo lucha por la supervivencia. Adorno busca-
sublime natural.) Creo que la mayoría de ba en la experiencia estética el fin de la
seres humanos valoramos esas experien- voluntad de dominio sobre todo cuanto
cias, y que vemos privados de ellas nos existe, y el lugar donde el ser humano
parecería un mal. Así pues, ¿podría la puede descubrir y aprender a valorar lo di-
belleza de la naturaleza alzarse como una ferente de sí mismo.
buena razón para protegerla? Es cierto que el arte también nos per-
En una primera impresión, podría pa" mite realizar, además de experiencias esté-
recer que mi argumento «debemos prote- ticas, experiencias de aprendizaje moral,
ger la naturaleza porque está llena de de protesta política o de muchos otros ti-
cosas bellas» en el fondo es equivalente a pos. Pero lo importante aquí es que esa
«debemos proteger la naturaleza porque a experiencia estética es posible. Así pues,
los seres humanos nos produce placer~~ y, si la experiencia estética del arte nos per-
por tanto, sería un argumento del mismo mite tener con él una relación no instru-
tipo que «debemos proteger la naturaleza mental, la experiencia estética de la belle-
porque está llena de productos que podrían za natural también debe permitimos tener
usarse en la industria farmacéutica». Y, una relación no instrumental con la natura-
sin embargo, ¿es el valor estético un valor leza. Mientras que normalmente tendemos
instrumental? Considerar que la naturaleza a concebir y valorar la naturaleza como
tiene un valor estético, ¿implica reducirla una fuente de materias primas, energía,
a un mero instrumento? alimentos, productos farmacéuticos o

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como un objeto de estudio, la experiencia tanto que entidades supraindividuales que


estética nos abre a otra forma de verla y son algo más que los individuos que las
valorarla. Somos capaces de extraerla de forman? ¿No coinciden incluso nuestras
la esfera de la utilidad y contemplarla tal dificultades para hablar moralmente de
como lo hacemos con las obras de arte. En ambas, y el peligro de ponerlas demasiado
esos momentos se detiene nuestra volun- por encima de los derechos de los indivi-
tad de dominio, nuestra razón instrumental duos? O, por otra parte, la ambigüedad
y los cálculos de utilidad, y nos limitamos que sentimos ante los museos, con nuestra
a admirarla y respetarla. Y es así como la admiración hacia su voluntad de preservar
experiencia estética de la belleza natural elementos de culturas ya desaparecidas,
nos enseña a proteger la naturaleza. Aun- pero al mismo tiempo la añoranza hacia
que la naturaleza sigue siendo una fuente esas culturas cuyos restos sólo citan y evo-
de recursos que necesitamos para vivir, can, o a menudo la indignación porque
aprender a admirarla estéticamente nos esos museos son en realidad botines de
enseñará a limitarnos, a poner límites en guerra de los vencedores, que a veces
nuestro uso de la naturaleza. incluso traicionan el sentido de la cultura
y aquí recuperamos un hilo argumen- expuesta, ¿no recuerda la ambigüedad de
tal anterior. Habíamos dicho que la mayor los zoos, al mismo tiempo ecos del intento
dificultad para hablar de la protección de de Noé de salvaguardar la diversidad de la
la naturaleza es que nos falla el lenguaje, vida, pero que a menudo parecen más bien
que los conceptos morales de siempre ya la exposición del botín de una guerra
no nos sirven. ¿Podría ser entonces que el ganada contra la vida salvaje?
lenguaje más apropiado para hablar de la Mi tesis es que para elaborar un len-
protección de la naturaleza fuese en reali- guaje con el que defender la preservación
dad el mismo lenguaje que usamos para de la naturaleza, podemos aprender más
hablar de la conservación de las obras de del lenguaje sobre la conserv.ación del arte
arte? y la cultura, que no del lenguaje moral tra-
Cuando la mala gestión de la catástro- dicional. y creo que eso no sólo es válido
fe del Prestige inundó de chapapote las para las semejanzas, que acabo de intentar
playas gallegas, afirmamos con indigna- sugerir, sino también para las profundas
ción que eso era un mal, y exigimos un diferencias que existen entre la experien-
plan urgente de recuperación de las zonas cia estética del arte y la experiencia estéti-
afectadas. ¿No es ésa la misma indigna- ca de la naturaleza. Veamos ahora esas
ción que sentimos al saber que los solda- diferencias.
dos estadounidenses en Irak están dañando La primera gran diferencia tiene que
gravemente las ruinas de la ciudad de ver con los sentimientos y pensamientos
Babilonia y exigimos que sean restaura- sobre nosotros mismos que las experien-
das? ¿No es el mismo tipo de mal? La de- cias estéticas nos provocan. Cuando admi-
saparición de culturas minoritarias, la pér" ramos la pintura de Pollock, esa admira-
dida de diversidad cultural, ¿no es una ción nos conduce de manera casi
pérdida del mismo tipo que la extinción de inmediata a admirar a su autor, de ahí a
especies, que la disminución de biodiver- admirar la cultura de la cual surgió su
sidad? Nuestro deseo de que no desaparez- obra, y finalmente, a enorgullecemos de la
can culturas, géneros artísticos, tradiciones inteligencia y la creatividad del ser huma"
artísticas, ¿no es afín a nuestro deseo de no. Delante de uno de los cuadros de
que no se pierdan ecosistemas o especies? Pollock, podemos decimos que a pesar de
¿No existe además una profunda semejan- todo lo que hacemos mal, la especie
za entre una cultura y un ecosistema, en humana merece la pena aunque sólo sea

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por las obras que ha creado, por haber la arquitectura nos permite entrar en ella,
inventado la pinmra, la música o la litera- pero por ello mismo siempre ha sido con-
tura, y haber hecho el universo más her- siderada la forma artística donde el arte se
moso. confunde en mayor grado con la utilidad.
Ahora bien, cuando es la naturaleza En cambio, la naturaleza, que no es
quien nos cautiva, cuando nos maravillan obra nuestra, carece de límites y marcos, y
las formas, los colores y los cantos de las no sólo nos lo permite, sino que nos invita
aves o cuando reconocemos la magnifi- a entrar en ella y recorrerla. La experien-
cencia del firmamento estrellado, recono- cia estética de la naturaleza es la experien"
cemos al mismo tiempo todo lo que no cia de algo que se abre para acogemos,
somos capaces de crear, la belleza que ya que nos envuelve. Dejamos de ser meros
existía en el universo antes de nuestra lle" espectadores distantes para encontramos
gada y que en cambio nosotros estamOs dentro de ella, participando de ella, descu-
poniendo en peligro. Gozar de la belleza briéndonos como habitantes, como miem-
natural es también una lección de humil- bros del mundo natural. Un paseante reco-
dad, que nos invita a tomar conciencia de rriendo un paisaje pasa a formar parte de
nuestra pequeñez frente a las maravillas de ese paisaje, y por eso la naturaleza es la
la naturaleza, ya sean criaturas vivas, única obra de arte de la que podemos for-
lunas, estrellas o nebulosas. Esa belleza mar parte como individuos físicos, en
nos recuerda nuestras limitaciones, pero nuestra corporalidad, si se me permite de-
también nos enriquece al permitimos ver cirlo así.
más allá de nosotros mismos. Asumir la La tercera diferencia la encontramos
propia finitud significa abrirse a descubrir cuando decidimos entrar en la naturaleza.
criaturas y paisajes que no seríamos capa- En cuanto nos adentramos en un bosque o
ces de inventar. Incluso cuando intenta- emprendemos el ascenso a una montaña,
mos colaborar con la naturaleza, cuando la naturaleza nos ofrece estímulos para los
practicamos el arte milenario de la jardine- cinco sentidos; en ella podemos acariciar
ría, o su versión actual de la gestión de la corteza de los árboles, oler la hierba
paisaje, sabemos que no somos verdaderos mojada tras la lluvia, escuchar cantar a los
artistas, sino que nos parecemos más bien mirlos, probar si las moras ya están madu-
al curador de una exposición o el conser- ras, y contemplar la luz de la mañana. Y
vador de un museo, que cuida, reordena y no sólo apela a nuestros cinco sentidos,
presenta aquellas obras que no es capaz de sino a todas nuestras capacidades. Tanto
crear. puede despertamos la atención y la curio-
Existe una segunda diferencia que sidad del naturalista que observa una oru-
resulta incluso inquietante. En las obras de gaen la palma de su mano, como estimu-
arte, que son obra nuestra, no podemos lar nuestra imaginación o los más diversos
entrar. Las obras de arte son la invención sentimientos. y ese mundo que nos habla
de otros mundos, pero esos mundos rehú- en todas las lenguas que nuestro cuerpo
san nuestra entrada en ellos. Por mucho reconoce, no cesa de hablamos nunca,
que las obras existan físicamente, están porque es un mundo vivo, plural y en
definidas y protegidas por unos marcos constante transformación, impredecible e
que no podemos traspasar; no son en reali- inagotable regalador de sorpresas. No hay
dad más que mundos cerrados en sí mis- dos instantes idénticos, nada vuelve a
mos. Una pintura podemos contemplarla, repetirse jamás. Aquella noche de agosto
una novela leerla, una sonata escucharla, en que fuimos a la playa a contemplar las
pero siempre existe una distancia infran- estrellas fugaces es irrepetible, como lo es
queable entre la obra y nosotros. Tan sólo la nevada que nos sorprendió de excursión

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en la montaña. Nunca vuelve a darse la hablar de biocentrismo de la estética.) Mi


misma combinación de luz, colores, olo- convicción es que el reconocimiento de la
res, sonidos y sabores. Uno vuelve una y belleza natural nos permite debilitar el
otra vez al mismo lugar preferido, y cada antropocentrismo, pero evitando precipi-
vez es distinto. La experiencia estética de tarnos en el biocentrismo. Si el peor defec-
la naturaleza es de una riqueza, pluralidad to del antropocentrismo era justamente su
y diversidad infinitas, capaz de proporcio- egoísmo, creo que éste puede corregirse
narnos formas distintas de belleza por toda sin necesidad de disolver al individuo en
la eternidad. Si este tipo de experiencia el todo, que es la drástica solución biocen-
desapareciera, no podríamos sustituirla trista. Creo que el mejor modo de no re-
por ninguna otra. El arte y la naturaleza nunciar a la individualidad ni a la moral,
nos provocan algunas de las experiencias pero que al mismo tiempo nos hace cobrar
más placenteras que podemos tener a lo conciencia de nuestra finitud como seres
largo de nuestra vida, pero ninguno de los humanos, eS aprender a reconocer y gozar
dos puede sustituir al otro. Si perdiéra- de lo diferente, a descubrir frente a lo dife-
mos la belleza de la naturaleza, si per- rente nuestros límites y limitar nuestro
diéramos la diversidad de especies y de egoísmo, es simplemente aprender a admi-
paisajes, ninguna obra de arte podría com- rar la belleza natural.
pensamos por esa pérdida. La belleza Antes de finalizar, debo hacer dos pre-
natural, una vez destruida, no puede ser cisiones respecto al status de este argu-
recuperada. y es así, por tanto, mucho mento. En primer lugar, el recurso a la
más frágil que nuestras obras de arte, de estética para lograr un antropocentrismo
las que siempre podemos al menos hacer débil, y dar así una razón fuerte para prote-
copias. ger la naturaleza, no debe verse como una
Así caracterizada brevemente la expe- renuncia a la moral. Se trata tan sólo de
riencia estética de la naturaleza (y soy una de esas muchas y diversas ocasiones
consciente de que tal brevedad deja algu- en que la estética le echa una mano a la
nos cabos sueltos que aquí no tengo espa- moral. Muchas obras de arte nos han ayu-
cio para abordar), creo poder afirmar que dado a plantear con mayor precisión con-
su valor estético es una razón fuerte y sóli- flictos morales difíciles, han educado
da para proteger la naturaleza. ¿Dónde se nuestra libertad o formado nuestros senti-
sitúa este argumento en la discusión entre mientos morales. Y aún más, a veces inclu-
antropocentristas y biocentristas? Tal so consideramos que algunas obras de arte
como he afirmado, el valor estético no es pueden hacer justicia de algún modo,
un valor instrumental, sino que, todo ]0 como cuando una obra recupera la memo-
contrario, nos enseña a valorar la naturale- ria de personas que fueron víctimas de
za como algo que no es un mero instru- injusticias. Aquí se trata tan sólo de que la
mento. Sin embargo, tampoco podemos mirada estética nos permita ver con mayor
asumir que el valor estético sea un valor claridad dónde están los límites entre el
intrínseco del tipo que defienden los bio- uso del medio natural y su preservación.
centristas, pues la experiencia estética es La segunda precisión se refiere a que
siempre la experiencia de un sujeto que estoy afirmando que el valor estético de la
contempla un objeto, y en este sentido naturaleza es una buena razón para su pro-
toda experiencia estética es antropocéntri- tección, pero de aquí no debe deducirse
ca. (Quizás un día descubriremos que que nuestra actividad de conservación de
algunos animales también tienen experien- la biodiversidad deba guiarse exclusiva-
cias estéticas y hablaremos de zoocentris- mente por un criterio estético. Hacerlo
mo, pero desde luego carece de sentido sería un disparate y tendría sin lugar a

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NOTAS y DISCUSIONES

dudas consecuencias catastróficas. No se No es que el olvido haya sido unánime,


trata de conservar sólo lo que nos parece pero sí mayoritario. Cierto es que la estéti-
más bello y desatender lo que pueda pare- ca moderna, que nació en aquella Inglate-
cemos feo. La belleza natural nos enseña rra próspera y en paz forjada por la revolu-
que debemos proteger la naturaleza, pero ción de 1688, en la que florecieron artes y
cómo debamos hacerlo es una pregunta de ciencias, nació como reflexión estética
tipo práctico que debe responderse en cada sobre el arte y la naturaleza; y que el pro-
caso concreto teniendo en cuenta diversas yecto kantiano de incluir la estética en su
disciplinas científicas. sistema trascendental continuó abrazando a
Aclarados estos aspectos, y asumiendo la vez a ambos. Según Adorno, incluso
de nuevo que dejo muchos cabos sueltos habría que afirmar que las más penetrantes
en mi exposición, queda, sin embargo, una apreciaciones de la Crítica del Juicio son
pregunta central que no puedo obviar. Si las que se refieren a la belleza natural 8.
la belleza natural es una razón tan buena Pero esa feliz convivencia apenas se pro-
para proteger la naturaleza, entonces, ¿por longó unas décadas. El idealismo se encar-
qué apenas se la emplea? gó de ponerle fin, reduciendo la estética a
filosofía del arte, y su dictamen fue escru-
pulosamente respetado por la gran mayoría
4. EL aLVIDa DE LA ESTÉTICA de filósofos. Así, mientras cada vez más
DE LA NATURALEZA artistas de todas las disciplinas se inspira-
ban en la belleza natural o la recreaban; y
A finales de la década de los sesenta del
al mismo tiempo que la apreciación estéti-
pasado siglo, se alzaron dos voces para
ca de la naturaleza estaba presente en
protestar por el olvido de la estética de la
muchos viajeros y descubridores; y se con-
naturaleza. Una de ellas era la de Ronald
vertía en un tema literario desde Melville o
Hepburn, quien en 1966 publicó un artícu- Tolstoi a Thomas Mann, la filosofía conti-
lo titulado «Contemporary Aesthetics and nuó sin prestarle atención. No fueron filó-
the Neglect of Natural Beauty» 6. La otra sofos académicos quienes formularon, por
era la voz de Theodor W. Adorno en un ejemplo, lo que denominamos estética
capítulo de su Teoría Estética, que apare- positiva de la naturaleza, forjada en los
ció publicada póstumamente en 1970 7• La escritos de Henry David Thoreau, John
relativa coincidencia de fechas no es Muir, Aldo Leopold y otros, quienes des-
casual. Ambos, ante la conciencia de una cubrieron y describieron en el continente
catástrofe que era ya visible, en medio de americano una naturaleza virgen que ya no
las primeras voces de alarma, unían a su existía en Europa, y exaltaron el paisaje no
denuncia de la explotación desmedida de tocado por la mano hUmana, ofreciendo
la naturaleza su lamento por el modo argumentos que en su día sirvieron para la
como la filosofía había desatendido la creación de parques nacionales en Estados
estética de la naturaleza. Y no sólo desa- Unidos y que hoy siguen siendo de inspira-
tendido, sino incluso deslegitimado. Pues ción para muchos ecologistas. y esa ausen-
aunque en todas las épocas una considera- cia de reflexión filosófica tiene seguramen-
ble mayoría de las personas han gozado de te mucho que ver con que, cuando Adorno
un modo u otro de la belleza natural, el denuncie el olvido de la belleza natural, ya
hecho de que la filosofía no prestara aten- no llegue a tiempo de ofrecer una estética
ción a esas experiencias, les negaba una positiva de exaltación de la naturaleza vir-
reflexión teórica que permitiera hablar de gen, sino que tenga que limitarse a una
ellas con precisión, analizarlas, compren- estética negativa que descubre a una natu-
derlas y defenderlas. raleza dañada, llena de cicatrices, deforma-

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NOTAS Y DISCUSIONES

ciones y ruinas. La belleza natural que a res, nos están permitiendo descubrir que
Adorno le toca contemplar es una forma de el disfrute de la belleza natural siempre
belleza que reclama ya la ayuda de la ha formado parte de la existencia huma-
memoria, pues ha iniciado el proceso de su na, en todas las épocas y culturas, por
desaparición. mucho que la racionalidad oficial la desa-
¿Por qué ese olvido? Adorno había tendiera o reprimiera 11. Probablemente
aprendido de Simmel que la filosofía ha nacimos admirando la naturaleza en la
olvidado demasiadas cosas. El dolor, los que nacimos; nuestra primera experiencia
animales, el paisaje y las mujeres forman estética de la naturaleza debió de ser la
la constelación de aquellos temas que han de la sabana africana en la que nos desa-
sido persistentemente olvidados por la his- rrollamos como especie. Algunos se pre-
toria de la racionalidad occidental. y guntan incluso si ese primer paisaje que
Adorno nos recordaba que toda forma de nos maravilló no habría inspirado la des"
olvido es una forma de dominio 9. Lo que cripción del jardín del Edén, o si no sería
ese olvido encubre es nuestra violencia esa imagen recordada de la sabana, de
contra lo olvidado. extensiones de hierba salpicadas de árbo-
Las protestas de Hepbum y Adorno les y recorridas por riachuelos, con eleva-
lograron que los filósofos que se ocupaban ciones y refugios, lo que continuamos
de la belleza natural dejaran de ser una intentando evocar en una gran mayoría de
mera excepción, aunque tan sólo para los jardines que creamos. Que todavía
pasar a ser una digna minoría. Un pequeño conservemos esa imagen del primer pai-
grupo de autores en lengua inglesa, como saje contemplado en nuestra memoria de
Allen Carlson, Arnold Berleant, Malcolm especie, y que incluso nuestros gustos
Budd, Thomas Heyd, Emily Brady, Hol- estéticos en materia de paisaje puedan
mes Rolston 11I, Noel Carroll y otros, y un estar influidos por ella, es algo que no
reducido grupo de autores en lengua ale- somos capaces de demostrar. Pero si
mana, que incluye a Gemot Bohme y Mar- tenemos esa memoria, más nos vale con-
tin Seel, han emprendido un proceso de servarla. Dado el camino que ha tomado
rehabilitación de la estética de la naturale- la humanidad, es bien posible que dentro
za que pretende devolverla al debate filo- de algunos siglos, lo único que nos quede
sófico !o. Que lo consigan no será indepen" de ese primer paisaje que vio al nacer la
diente de que logremos salvar a la biosfera humanidad, y de tantos otros que descu-
de la catástrofe que la amenaza. brimos después en la historia de una gran
Los estudios de estos autores, junto aventura de conquista, sea, precisamente,
con los de algunos biólogos e historiado- la memoria.

NOTAS

I Un compendio de las diferentes opciones puede 4 Jürgen Habermas, Aclaraciones a la ética del
encontrarse en M. Tafalla (ed.), Los derechos de los discurso, Madrid, Trolla, 2000, p. 231 (las cursivas
animales. Barcelona, Idea Books, 2004. son mías).
2 Una exposición sistemática de la diversidad de 5 Baird Callicott, Companion to a Sand County
corrientes puede encontrarse en Andrew Light y Hol- Almanac. University of Wisconsin Press, 1988, p. 158
mes Rolston II1 (eds.), Envi1'Onmental Ethics. An An- (las cursivas son mías).
thology. Blackwell, 2003. 6 Publicado en B. Williams y A. Montefiore (eds.)
3 Citado en Andrew Light y Holmes Rolston II1 British Analytical Philosophy, Londres, Routledge,
(eds.), Environmental Ethics. An Anthology. ed. cit., 1966.
p.25.

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NOTAS Y DISCUSIONES

7 Frankfurt Suhrkamp, 1970. Traducida en Aka!, 1998; G. Bohme, Für eine okologische Naturiisthetik,
Madrid, 2004. Frankfurt, Suhrkamp, 1999; A. Carlson, Aesthetics
8 T. W. Adorno, Teoría Estética, Madrid, Akal, and the Environment, Londres, Routledge, 2000;
2004, p. 88. E. Brady, Aesthetics 01 the Natural Environment, The
9 M. Tafalla, Theodor W. Adorno. UnafilosoJUl de Oniversity of Alabama Press, 2003; A. Carlson y
la memoria, Barcelona, Herder, 2003. A. Berleant (eds.), The Aesthetics 01 Natural Environ·
10 Véase, entre otros, M. Seel, Eine iisthetik der ments, Ontario, Broadview Press, 2004.
Natur, Frankfurt, Suhrkamp, 1996; A. Berleant y " Véase, entre otros, E. O. Wilson, Biophilia, Har·
A. Carlson (eds.), Journal 01 Aesthetics and Art Criti. vard UniversityPress, 1986; E. O. Wilson (ed.), The
cism. Special lssue: Environmental Aesthetics, 56:2, Biophilia Hypothesis, Island Press, 1995.

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