You are on page 1of 310
Cart Gustav UNG Osea CompLeta Vorumen 8 EDITORIAL TROTTA es y 83 Ah La eticibn de esta obra we ha realizado con la ayuda de pro Helvetia, ‘Fundacion suiza para la cura y de Erbengemeinschait C. G. Jung Cant. Gustav June ‘Onra Compuera be ta Funoaci6x C. G. Juve Toto omtoreat; Die Dinauik ous Use wussren (© Forroniat Trorra, S.A. 2008 ‘Trutrowo. st saa 0361 [8DovoRes Anatos, nana ta TRADUCCIEN, Dranito Gxctroo & Pener-Excieo tant av-a36t-298-3 (ouna comPLEtA) nex adcatet-a4e-» (vous #) Matra Iraesion, 8. CONTENIDO SOBRE LA ENERGETICA DEL ALMA L. Generalidades sobre el punto de vista neato fen la pie cologia A Introduccidn a. El sistema de valores subjetivo ‘i. La apreciaciGn objetiva de Ia cantidad IL La aplicacién del punto de vista energético A.El concepto psicolégico de energia B, La conseevacién de [a energia.. C. La entropia .. D. Energetisme y dinamismo IIL, Los conceptos fundamentales de la teoria de la libido A. Progresisn y regrosin« B, Extraversion ¢ introversi6n ww C. El desplazamiento de la libido... D.La ereacién de simbolos IV. El concepto primitive de libido LA FUNCION TRANSCENDENTE CCONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA TEORIA DE LOS COM EOS : EEL, SIGNIFICADO DE LA CONSTITUGION Y LA HERENCIA PARA LA PsIcoLoGta: nn : DETERMINANTES PSICOLOGICOS DEL COMPORTAMIENTO HU- iano . nnn A. Fenomenologia general B, Fenomenologia especial. INSTINTO E INCONSCIENTE LA ESTRUCTURA DEL ALMA 97 ut 17 118 123 129 ui 8. CONSIDERACIONES TEORICAS ACERCA DE LA BSENCIA DE LO. siquico La cuewién de lo inconsciente en la historia. 1B, [La importancia de lo inconsciente para la psicologt . La disociabilidad de la psique D. Instinto y voluntad E, Consciencia e inconsciente rR G H, {Co inconsciente como consciencia tiple asters of behaviour y arquetipo.. Reflexiones generale yperspectivas Epilogo . . 9. PUNTOS DE VISTA GENERALES ACERCA DE LA PSICOLOGIA DE Los SUES — 10, DE LA ESENCIA DE LOS SUESOS. 11, LOS FUNDAMENTOS PSICOLOGICOS DE LA CREENCIS EN LOS. spinsTus : os 12, Espigsru Y VIDA... 13. EL PROBLEMA FUNDAMENTAL DE LA PSICOLOGIA ACTUAL... 14, PSICOLOGIA ANALITICA Y COSMOVISION 1S. REALIDAD Y SUPRARREALIDAD . 16. EL PUNTO DE INFLEXION DE LA VIDA 17. ALMA Y MUERTE on 18. SINCRONICIDAD COMO PRINCIPIO. DE CONEXIONES ACAU= SALES. Brslogo Exposicion : Bi. Un experimen savage Apéndice . Los precursores de la idea de sincronicidad D. Conchusién Addenda 19, Sone siNCRONIEADAD, Wibegafin Indice wnomistics Iindice he noatores vu 161 161 168 175 180 186 192 201 217 227 237 281 299 319 339 359 383 387 403 ais ais 416 451 472 473 492 506 509 521 335 341 INTRODUCCION A LA EDICION ESPANOLA Enrique Galén Santamaria En Ja obra de Carl Gustav Jung abundan las referencias gnoscol6- sicas (relativas al conocimienco) y epistemoldgicas (relativas al co- nocimiento cientifico). No en vano la nocién de inconsciente rem te a la de consciencia, traduccién directa en nuestro idioma de la palabra latina conscientia, conocimiento. Desde sus primeros tex- tos, las conferencias dictadas en el club universitario Zofingia de los afios 1896, 1897 y 1898, de titulo bien explicito (Las zonas limitrofes de la ciencia exacta», «Algunas reflexiones sobre la psico- logfa» y «Reflexiones sobre la naturaleza y el valor del pensamiento especulativor) hasta el tiltimo escrito, ya péstumo, publicado origi- nalmente como «Acercamiento a lo inconsciente», el pensamiento junguiano presta especial atencién a las dificultades de objetivacién del fendmeno psiquico, que fenomenolégicamente se presenta como un hecho subjetivo. Qué otra cosa es la psicologia sino una ciencia del sujeto? Ahora bien, éc6mo mostrar la existencia de un sujeto objetivo inconsciente: el s{-mismo? Y, sobre todo, é&émo conoce Jung se presenta continuamente como un empirico. Y siempre fue esa su respuesta a quienes le tenian por mistico, cuando no visionario. Como cientifico natural en la frontera entre el positivis- ta siglo x1x, en cuyos dtimos afios cursa sus estudios de Medicina en la Universidad de Basilea, y el futurista siglo xx, cuando desa- rrollara su obra entre 1900 2 1961, Jung atraviesa las revoluciones cientificas que jalonan el siglo xx y ofrece su aportacién en el Ambito propio de la psicologia, que desde el tiltimo cuarto del siglo XIX se quiere ciencia natural La formacién cientifico-natural de Jung, como se comprobard a lo largo de la lectura de este volumen, se fundamenta, mas allé de la biologia, quimica y fisica médicas, en la etologia, en lo que tiene de ciencia del instinto, y en la fisica, primero la termodinémica como niicleo de la energética, para seguir inmediatamente los desa- rollos de la fisica del siglo xx —relatividad, mecénicas cusntica y “ondulatoria— por sus consecuencias cosmolégicas y epistemol6gi- cas, Autodefinido amathematikos, su taslaci6n de la «funcién trans- cendente» de Weierstrass a su propia teoria psicol6gica o su interés por el nimero como arquetipo de orden revelan un conocimiento de las matematicas mas que casual. Las especificas necesidades conceptuales de la psicologta anali- tica, obliga a que los objetos de investigacién pertenezcan a las amadas ciencias del espiritu. En cuanto al lector, esta circunstan- cia puede crear confusi6n en mentes no informadas, dando lugar tanto a malentendidos como a usos de la obra de Jung muy alejados del propésito de su autor. En lo que a éste se tefiere, reali26 su inmersién como cientifico natural en el Ambito de las ciencias del espiritu siendo muy consciente de los limites del conocimiento es- tablecidos por Kant y con suficiente informacién relativa a a filo- soffa occidental, de Herclito —uno de sus fil6sofos preferidos— a Heidegger, de quien decia despectivamente que sus seguidores s6lo se encontraban en los psiquistricos, bien como doctores bien como internos. Sera sin embargo especificamente en la filosofia hermética donde Jung muestre especial erudicién. Su acercamiento al pensamiento oriental es més secundario en sus fuentes, pero no por ello menos ritil para la definicién de los fenémenos psicol6gicos y el establecimiento de los paralelismos a destacar segiin las necesidades de su investigacién. Taoismo, budis- mmo e hinduismo son referencias frecuentes, desde distintos puntos de vista, en su obra. No s6lo por el contraste ¢ identidad con occi- dente, no s6lo para contextualizar sus estudios alquimicos 0 am- pliar Ia simbologia iconol6gica en la investigacién de los suefios y la imaginacion activa, sino que en la propia médula de su pensa- jento puede percibirse ef eco oriental: sea el juego de opuestos taoista, el atmian hindd que describe su «si-mismo» o el sufrimiento como ignorancia, de marchamo budista, A fin de ewentas, su «sin= crovicidads es ef nombre que da al fundamento del 1 Ching. Ja importancia que Jung otorst al simbolo en todas sus formu- Jaciones y usos fe oblijst at extender su campo de vision mas alla del lominiy crucial de [a flosotia, como pens. ontol6gico, gno- pos psicologicos, 1 ntrira especia INTRODUCCION A LA LDICION LEPAROLA aplicarse a la indagacién concienzuda dle los simbolos religio- s0s, bien los conocidos gracias a fa historia y la etnologta, bien los trabajados con pasién por los tedlogos de las confesiones constitui- das, especialmente el cristianismo, orden simbélico de occidente. cuanto al otro gran repertorio de simbolos del hombre, las ar- tes, a pesar de la importancia que para Jung tiene la imagen gréfica, is que de las artes plisticas la iconologéa que ilustea profusamente algunas de sus obras est tomada de la historia antigua, la antropo- logéa cultural o la algquimia, cuando no de las producciones auténo- mas de su propia psique o la de sus analizandos. Mucho mas fre- cuentes son las referencias a la literatura, tanto popular como culta, con la omnipresencia de Goethe y su Fausto, aunque conociera las corrientes literarias de su tiempo, segtin se desprende de su peque- fio texto sobre Ulises de Joye: Jung intenta probar la objetividad de la psique, la realidad del alma, mediante la observacién de los fenémenos psicoldgicos defi- niidos segiin las hipétesis y categorias conceptuales de la psicologta analitica, atendiendo al orden general que puede expresarse en le= yes. Elabora para ello su hip6tesis central de un inconsciente colec- tivo —psique de la especie en cada individao—, atemporal, aespa- cial y fuente del sentido objetivo. Los métodos de las ciencias del espiritu —comprensién frente a explicaciGn, historicidad frente a Icy natural, contingencia frente a necesariedad— le resultarsn i sustituibles pero no suficientes para su propuesta cientifica. De ahi que huyera del sistema, siquiera metodolégico, conformandose con el intento de atisbar una cierta validez a sus hip6tesis —ciertamente de largo alcance— sobre la base de los hechos delimitados cienti camente El cuidado de Jung por los aspectos epistemoldgicos tiene un cardcter eminentemente prictico. La variabilidad que ofrece la psi- cologia como ciencia, definida como esencialmente multiparadig- mitica, obliga a una especial atencién a los presupuestos te6ricos y personales puestos en juego. En psicologfa, y no digamos en psico- Jogia médica, se revela de la méxima importancia todo lo relativo a la «ecuacién personal». Por ello escribié Jung Tipos psicolégicos. Alli se habla de las actitudes basicas y de las funciones dominantes en cada individuo segiin fases y momentos vitales, gracias a las cuales experimentamos lo real y dirigimos muestros actos, Sirvan estas notas para introducir los textos que componen este volumen de la Obra completa. Se trata de escritos de importancia y extensidn diversas, fechados entre 1916 y 1954. Alauno de ellos, como «La funcién transcendente», escrita en 1916 y publicada ori- par xT INTRODUCCION A LA EDICION ESPANOLA ginalmente en 1957, 0 «Instinto e inconsciente», de 1919, donde se menciona por primera vez. «arquetipo», tienen un indudable interés histérico. «La estructura del alma» (1927) ofrece una imagen de los diferentes niveles de la psique —consciencia, inconsciente personal y colectivo— y sus distintos contenidos en interaccién compensatoria (del conificto a la complementariedad) a lo largo del ciclo vital. Ciclo deserito en términos generales en «Espiritu y vida» (1926), «El punto de inflexién de la vida» (1930) y «Alma y muerte» (1934). La dinémica biografica puede entenderse como tuna relacién més 0 menos agénica del yo, esto es, Ia consciencia, con la psique objetiva, auténoma, expresada en Jos instintos —«El significado de la constitucién y la herencia para la psicologia» (1928) y «Determinantes psicol6gicos del comportamiento huma- no» (1937) ademas de «lnstinto e inconsciente»—, los suefios —sPun- tos de vista generales acerca de la psicologia de los suefios» (1916) y «De la esencia del suefior (1945)— y los complejos —sL.os funda- ‘mentos psicoldgicos de la creencia en los espiritus» (1920) y «Con- sideraciones generales sobre la teoria de los complejos» (1934)—. Respecto al contexto histérico en que se desenvuelve toda biogra- fa, se encuentran en este volumen algunos articulos de temética cultural —Psicologia analitica y cosmovisiéne (1927), «El proble- ‘ma fundamental de la psicologia actual» (1931) y «Realidad y su- prarrealidade (1933). el conjunto sobresalen tres escritos, no solo exposicién de su psicologta sino una reflexién epistemologica, referida tanto a la problemitica de la psicologia como ciencia y a la dificultad de escribir la psique como hecho natural, no exclusivamente social 0 cultural, cuanto a la modificacién en a teoria del conocimiento a que obliga la introduccién de la nocién de inconsciente como psi- gue objetiva. El primero es el texto que abre esta seleceidn, «Ener sética del alma», fechado en 1928, antes de Ia aparicién del con- cepto de si-mismo. El segundo, «Consideraciones tedricas acerca de Ia esencia de lo psiquico», es la revision de 1954 del publicado en 1947 con el titulo de «El espiritu de la psicologiar, iniciada su etapa alquimica. Por iiltimo, «Sincronicidad como principio de conexiones acausaless, publicado reveladoramente junto al texto del fisico Wolfgang Pauli «La influencia de las ideas arquetipicas en las teorias cientificas de Kepler» en 1952, cuando Jung se acerca a sus ochenta atios xi Energia pstquica El término energia aparece en los textos aristotélicos para caracte- rizar la actualizacién de una potencia, definida como dynamis. Se trata de Ia efectividad, de la operacin que rige la creacién y el ‘mantenimiento de los seres, sujetos @ una cuddruple causa en su despliegie © interrelacién: material, formal, eficiente y final. La nociGn aristotélica pasaré al latin significando fuerza (vis) y como tal serd tratada en las ciencias empfricas que empiezan a constituirse en la Edad Moderna. Para ellas, s6lo habré una causa, la eficiente. En 1807, el fisico inglés T. Young utiliza por primera vez la palabra wenergia» en su sentido moderno de «capacidad de trabajo» y durante los afios 1830-1850 no menos de doce cientificos inten- tan claborar independientemente este concepto, que sera clave en la fisica y comin a todas sus formalaciones (mecénicas lésica, ewén- tica, ondulatoria, relatividad, electrodindmica y termodinémica) Serd la termodindmica de los seres vivos, que estudian con pasién los médicos-fisicos de la Asociacién Fisica de Betlin (Meyer, Hel- mholtz, Du Bois-Reymond, Briicke...) de donde saldra la formula- cin operativa del concepto. J. R. Mayer presenta en 1842 los hechos probatorios de la conservacién de la energia, de la cual subraya su aspecto causal, y en 1847 H. von Helmholtz publica Sobre la conservacién de la fuerza, monografia en la que oftece la formulacién matematica de la energfa, explicitando su aspecto uni- ficador de los fenémenos propios de los distintos Ambitos de la fisica. Dos afios después, l inglés W. Thomson introduce el térmi- no «energia» para caracterizar esa magnitud —diferencidndola ast de Ia fuerza— y su colega escocés W. J. M. Rankine estableceré a partir de 1852 con su «funcién termodinamicar las formas de con- vertibilidad de los diferentes tipos de energfa fisica presentes en la naturaleza. A este autor se le deben las expresiones «ley de conser~ vacién de la energia» (1853) y «energética» (1855), teorfa de la energia que establece las leyes de la dinmica. El paradigma newtoniano —mecénica clasica—, que habia do- minado la idea de ciencia natural durante dos siglos, no tiene ins- trumentos para operar en el domino de la energfa, que sera estudia~ da en rclacin al calor. A raiz.de la publicacin en 1850 del escrito de R. Clausius «Sobre la fuerza motriz. del calor», en 1854 W. ‘Thomson da su nombre a Ia termodinamica, y durante la década siguiente Clausius levantaré el edificio conceptual de esta ciencia, «que postula dos leyes: 1) la energia del universo es constante (ley de conservacidn de la energfa) y 2) la entropia del universo tiende aun xu INTROBUCCION A LA LDICION CSPAROLA ‘méximo (a icreversibilidad es fundamento de la naturaleza). El de terminismo de la primera ley se conjuga con el indeterminismo de Ja segunda, la dindmica subsume a la mecénica y la naturaleza es definida segin dos componentes fundamentales: materia y energia, Con la definicién del cardcter estadistico de la segunda ley por parte de Maxwell en 1867 y su formulacién en el steorema H» de Boltzmann en 1872, la termodinamica no sélo ofrecié un modelo para la teoria fisica del campo sino que establecié una nueva for- mulacién de la ley fisica, que dejaba de ser determinista para pre- sentar una naturaleza parcialmente aleatoria, probabilista. ‘Un nuevo materialismo, no mecanicista, surge en los dltimos veinte aiios del siglo xx, como respuesta al impulsado por el grupo berlinés de médicos legados a la fisica desde la fisiologia y que aplican necesariamente las nociones energéticas a la fisiologia (Helmholtz), 1a ncurologéa (Du Bois-Reymond) y la psicologia (Wunde funda en 1879 el primer laboratorio de psicologia experi- mental). La generalizacién de la termodindmica, de la nocién de energia 7 sus transformaciones, constituye el niicleo de la , escrito en 1916, en plena crisis, y no publicado hasta 1957. La denominacidn «funcién transcendente» 1a toma Jung del cereador del andlisis matemético moderno, K, Weierstrass, Se trata de funciones de variable compleja que integran néimeros transcen- dentes. Es decir, permiten establecer convergencias dentro de gran- des series que tienden al infinito. Para la experiencia de Jung inten- tando integrar contenidos conscientes ¢ inconscientes, cuya fuente parecia ser infinita, la nocién de funciGn transcendente era muy adecuada pues permitfa ver un sentido (una direccionalidad y un significado) alos diversos contenidos en compensacién. No en vano se entiende la funci6n transcendente de Jung como Ia articulacién de las cuatro funciones psiquicas —teorfa elaborada unos afios des- pues Si la psique se manifiesta como una fuente de imagenes, su dinamismo es fundamentalmente creativo, De abi que para Jung lo ineonsciente no tenga tanto que ver con Ia reptesiGn moral sino con la naturaleza y su feracidad, con lo que la indagacién psicol6- gica puede seguir lineamientos semejantes a los de la investigacién, fisica, Es decir, delimitar los hechos desde unos presupuestos te6ri- os y establecer hipétesis que gufen la investigacién, «La psique no tes en modo alguno un caos compuesto de arbitrariedades y casua- lidades, sino una realidad objetiva accesible a la investigacién por medio de métodos basados en las ciencias naturales (...) En la me- dida en que se trata de acontecimientos objetivos, éstos no pueden ser interpretados mas que como procesos energéticos (...) en virtud de los cuales pucden precisamente ser calificados de “fenémenos”, [sin que...] el aspecto energético abarque, 0 siquiera explique, la totalidad de la psiquer. Segiin esto, «la psique deberia poser un aspecto bajo el cual apareciera como niasa en movimiento, [que permitirfa pensar en...) una materia con una psique latente> (§ 441). Sus investigaciones sobre la sincronicidad se refieren precisamente a este particular. El objetivo de la psicologia es establecer conceptualmente esta realidad psiquica —Ia tinica realidad accesible directamente—. La rel cién de los procesos psiquicos con su base biolégica puede ser investigada en términos neuroldgicos y etoldgicos. En el primer caso, el objeto es el organismo material (el sistema nervioso como autorregulador), aunque, como trata en «Sincronicidad...», muchos hechos cuestionen nuestro sentido comiin al respecto. En el segun- xix INIROBUCCION A LA LOICION ESPAROLA do caso, jo relevante es la interrelacién vehiculada por los instintos entre ocganismos y del organismo con su medio, En «Determinan tes psicoldgicos del comportamicnto humano» (1937) Jung se refie- re a cinco grupos principales de factores instintivos: hambre, sexua- lidad, actividad, reflexion y creatividad. Si en 1919, en su «instinto ¥ atquetipo», habia definido el instinto como «forma tipica de la laccidnm cuya imagen seria el arquetipo, «forma tipica de la apre- hensién», en su texto de 1947 serd ain mis explicito: «No hay ningtin instinto amorfo, pues todo instinto tiene la forma de su situacién (...) La imagen representa el sentido del instinto» (§ 398). El propio arquetipo aparece como un instinto que presenta un polo psicoide —no representacional en cuanto biolégico-material— y otro espiritual —representacional en cuanto animico—. Jung es ex- plicito al respecto en su conferencia «Espiritu y vida» (1926): «La vida y el espiritu son dos poderes —o necesidades— entre los cua: les se halla el hombre. El espiritu da sentido a su vida y la posibi- lidad de desarrollarla al maximo. Pero a su vez la vida es imprescin- dible para el espiritu, pues la verdad de éste no es nada si no puede vivir» (5 648), Jung era muy consciente de la impopularidad que suponta ha- cer hineapié en nocin de expt. Como esribia a Pau en una carta de mayo de 1953, «en la historia moderna se ha considerado al espititu como parte intezrante de la psique y se le ha identificado con la funcidn del intelecto. De esta manera el espiritu ha desapa- recido por asf decirlo de nuestro campo de visién y ha sido substi- tuido por la psique, y nos resulta dificil conceder al espititu una autonomia y una entidad como las que asignamos sin ningin repa- 10a la materia». Sin embargo, es precisamente el espiritu como una consciencia mas amplia el factor fundamental del despliegue de la Humanidad y del individuo, y la respuesta a esa psicologfa sin alma propia de un mundo desencatadoy resuado del reduccionisme mecanicista desde el que se aborda la comprensién no sélo de fendmeno humano sino de la misma materia, vee ‘Unus mundus En 1952, el mismo afio que se publica Respuesta a Job, sale a la venta la cuarta entrega de los «Estudios del Instituto C. G. Jungs. Su titulo, La interpretacién de la naturaleca y la psique . Compues- to por dos artéculos, uno lleva la firma de Jung, «Sincronicidad como principio de conexiones acausales», el otro es de W. Pauli, premio Nobel de fisica en 1945 y uno de los promotores cientificos Xxx INTROBUCCION ALA ADICION LSPANOLA de Instituto desde su fundaci6n en 1948, y trata sobre «La influen: cia de las ideas arquetipicas en las teorfas cientificas de Kepler». Un paicdlogo y un fisico unian sus fuerzas, sumergigndose cada cual en tl Ambito profesional del otro, para ofrecer una imagen de la rea- lidad y del conocimiento de mayor amplitud que la habitual "Aunque ya el joven Jung habja sefialado en su conferencia Zo- fingia de 1897 que «el alma es una inteligencia independiente de ‘espacio y tiempo» no sera hasta 1930, en su necrologta de R. Wil- helm, cuando presente timidamente su idea de Ia sincronicidad: La ciencia del I Ching radica precisamente no en el principio de ‘ausalidad, sino en un principio hasta ahora innombrado —por no texistir entre nosotros— que yo he denominado tentativamente prin- ‘ipio sincronistica (...) Entre nosotros esta forma de pensar desapa rece de la historia de la filosofia con Heraclito, hasta que, con Leibniz, volvemos a percibir un lejano eco de la misma, Pero en el {nterin no se extinguid, sino que pervivis entre los claroscuros de la especulacién astrolégica». Pasarin veinte afios mis antes de que Jung presente adecuadamente su hipétesis juvenil. “Jung debe a Wilhelm, quien le impuls6 a que escribiera un comentario al texto de alquimia taoista El secreto de la Flor de Oro, haber alcanzado el punto central de su psicologia, Ia idea de si- mismo. Alli puede leerse: «El centro de gravedad de Ia personali- ddad no es mas el yo, que es un mero centro de conscieneia, sino un punto, por asf decir, virtual entre lo consciente y lo inconsciente, al que cabe designar como sé-mismo». Es la primera menci6n del ar- quetipo de la individualidad psicol6gica, al que dedicars una inves tigacién pormenorizada en Aion, publicado en 1951. En esta dl ‘ma obra Jung sefiala que «el punto de vista puramente bioldgico 0 cientifico-natural no es recomendable en psicologia, en la medida en que es principalmente slo de orden intelectual» y donde esti ausente la nocién de valor (sentimiento). En las tltimas paginas escribe que starde o temprano la fisica at6mica y la psicologia de lo inconsciente llegarén a aproximarse de modo significativo, pues ambas, independientemente y desde lados opuestos, asedian el Ambito transcendental, la primera con la idea del atomo, la segun- da con la del arquetipo (...) Psique y materia son uno y el mismo mundo, y la una participa de la otra, pues si no su accién reciproca se:‘a imposible. Por lo tanto, sila investigacién pudiera avanzar lo suficiente, tendrfamos que llegar a una coincidencia iima de los conceptos fisicos con los psicol6gicos». Fl libro publicado eon Pauli ‘es un primer paso en esa direccién que, tras Mysterinm contunctio- nis, culmina en su texto sobre los OVNI en 1958. xx Puede rastrearse la investigacién junguiana sobre la sincronici- dad —el término para significar la coincidencia de sentido entre extados piquicos y fies no ligadoseauslmenne— en la eorres- pondencia que Jung mantiene desde los afios treinta del siglo xx Con fscs de la tlle de Pal, susdscpuls Joan ews co Jos pioneros de la parapsicologia los psicSlogos Rhine, Abrams y el Psiquiatra Smythies. Comenta todo ello también con sus amigos y pos o con invesigadures como Bball mano Rhine que le envian sus cuestionatios, ° Jung conocia a Pauli al menos desde el aito 1931, cua deriva su dscpula E. Rosenbaum para seguir un snd aus serminarfa en 1934, Desde 1928 Pauli es profesor en la Escuela Técnica Superior Federal (HT) de Zirich —donde Jung volveria a la docencia en 1934, con «Consideraciones generales sobre la teria. de los compljoss como leecién inagural—. La corespon- dlencia entre ellos abarea de 1932 a 1957. Pauli mere en Copenhague sus aportaciones més importantes son el principio de exclusion (1924), la teorfa no relativista del spin (1927), la teoria cusoica general de los campos con Heisenberg (1929) y's post lacién del neutrino (1930), Coincidié y trabajé. con Einstein en Princeton a partic de 1940 y rcibié el Premio Nobel en 1945 Los primeras quince afins del siglo xx fueron para Europa ana belle epoque, arasada por lal Guerra Mundial. En la artes plist cas ylterris a mis, I losof, Ia arquitectura ydecoracién las ciencias exactas, fisicas y naturales, la medicina y la moral, las hnumanidades se viskumibra la misma transformacion esprit, Es la crisis de las certidumbres mateméticas, la aparicién de la relativi- dad y la mecinica cusntica, el redescubrimiento de los eromosomas y las leyes de la herencia, la secularizacién, lo inconsciente, el do- decafonismo, el cubismo, el expresionismo, el modernismo, dada Lo primitvoy ejano y deiconocido se hacia conocido, cezeano a tual. Protagonistas de esa ampliacién de sus especificos campos d Investigacion lo son tanto Jung como Pauli, cienifcos del stjeto y del objeto tespectivament. ee Jung, veinticinco aos mayor, durant ‘mayor, durante ese periodo delimita con- cepiual (1902) y experimentalmente (1905-1908) el complejo in- consciente, formula la primera lectura psicoanalitca de la psieosts (1807) y planta la hipstesis de lo inconscientecolectvo, sus sim et nace eel aiios de desolacién y transformacién personales, su psicologia ad. guiere mayor extensién y profundidad —Ias funciones psiquicas y doc INTRODUECION A LA EDICION au papel en fa relacién conseiente/inconsciente y la tipologga psico- Togica (1921), In dindmica psiquica del proceso de individuacion (1927 y 1928) y Ia direccién del proceso de individuaci6n alrede- dor del si-mismo (1929}—. Algunos de los capitulos de este volu- ‘men 8 son textos que fueron publicados en recopilacién durante los aiios treinta, como Problemas psiquicos del mundo actual (1931) ¥ Realidad del alma (1934), Para la fisica, el siglo comienza también en 1900 con el deseu- brimiento del cuanto gracias a Plank, continéa con el afio milagro- so de Einstein en 1905: fotén, célculo probabilistico de! movimien- to browniano y relatividad especial. El 1910 los esposos Curie ‘aptan las emisiones del radio. Un afio después Rutherford presenta su estructura del 4tomo, que en 1913 Bohr cuantiza. En 1917 Bin~ stein presenta su relatividad general. A partir de los primeros afios veinte De Broglie y Schrddinger fundan la mecénica ondulatoria. Se han puesto las bases para la gran transformacién en nuestro conocimiento de la materia, Jung conocié a Einstein de la €poca en que éste trabajaba en la EHT de Ziirich y le invit6 varias veces junto a otros colegas del Burgohlali a su casa. Como escribe en febrero de 1953 a C. Selig, «Conoci a Albert Einstein (..) y le recibt varias veces por esa época (.) Era al principio de su carrera (...) cuando desarrollaba su pri- sera teoria de la relatividad (...) Nosotros, psiquiatras, en tanto no ‘matemiticos, segufamos mal su argumentacién. Sin embargo com~ prendf lo bastante como para que ejerciera sobre mi una fuerte Impresidn (...) Es Einstein el primero que hizo nacer en mi la idea de una posible relatividad del tiempo y el espacio, que estarfan determinados por el psiquismo. Es a partir de esta primera impre~ sin como se desarrollaron treinta aftos mas tarde tanto mi relacién con el fisico W. Pauli como mis tesis concernientes a la sincronici- dad psiquica». Parece que Jung esperé a realizar gran parte de su obra antes de argumentar y generalizar su intuicién primera del alma como inteligencia atemporal y acspacial. Previamente tuvo que entender Ia estructura y Ia dindmica de esta alma elusiva que eonecta al yo con el cosmos. Fra un asunto resbaladizo que s6lo a partir de 1930 comienza a cartografiar. A P. Jordan, entonces un ayudante de Pauli que intenta explicar la telepatia desde Ia fisica c uintica, le escribe en 1934: «En lo que concierne a la hipétesis de Io inconsciente colectivo, estoy atin muy lejos de haber publicado todos los materiales al respecto que poseo (...) Los curiosos casos de paralelismo en el tiempo que generalmente se Ilaman coinciden- cias, pero que designo fenémenos de sincronicidad, son en el fondo 3oxuI INTRODUCCION A LA LDICION ESPAROLA muy frecuentes al observar lo inconsciente (...) Algo que entre nosotros se considera supersticidn». Las primeras noticias de estos fone Y sus impliacionesaparecen en sLa estructura del alma ), «El problema fundamental de la psicologfa actual» (1931 «Alma y muerte»(1934) “we oe Aiulos que ley8 J.B. Rhine, el dtecor del primer laborato- tio parapsicoldgico universiario, montado bajo los auspicios de W. MeDougall, viejo conocido de Jung. Rhine envia su Percepcidn extrasensorial (1934) a Jung, quien en su agradecimiento le comen- {2 los fendmenos parapsiquicos en su propia casa (la fragmentacién de un cuchillo en cuatro partes, la ruptura de una mesa secular en 1899), en relacidn con las experiencias ocultistas con su prima H. Preiswerck, sujeto de estudio de su primera obra cientifica de 1902, y le confiesa que «todas las cuestiones concernientes al caracter particular de la psique respecto al tiempo y al espacio, es decir, la supresién evidente de estas categorias en ciertas actividades, me interesa enormemente». No le oculta a Rhine, seis meses después, que «se corre el riesgo de ser tomado por un loco 0 un mentiroso (..) prefiero no dar a conocer un gran nimero de mis experiencias Pondrian al mundo cientifico ante problemas demasiado trastorna- doress. Pero necesita de los cientificos para poder formular tales fendmenos sin violar las leyes fisicas. En octubre de 1935 escribe a Pauli: «La estructura central de lo inconsciente no puede fijarse espacialmente, es una existencia idén- tica a si misma en todo lugar del espacio que debe set pensada como inespacial (...) Tengo la impresi6n de que esta caracteristica es también valida para el tiempo». Conocedor de las experiencias Paradgjcas que se plantean en los experimentos de la iia cust «a, donde algunos procesos microfisicos invierten aparentemente el orden causal, Pauli comenta a Jung ao y medio mis tarde que «la fsca ms reciente es apropiada para representa simbolcamente, incluso en sus detalles mas finos, los procesos psiquicos». Es por intermedio dela ciencia del objeto queen la mecca cuden solo puede ser diferenciado arbitrariamente del sujeto— como Jung, —aue sefiala la existencia de una psique objetiva mis allé del sujero consciente— podra articular su hipétesis de un orden acausal en la naturaleza, la sineronicidad. tag Aang conoeerdpersonalmente a Rhine en 1937 eon oeasin de las conferencias que dicta en Yale sobre Psicologia y religin y frantendrin una correxpondenca hata bien entrada la década de los cincuenta, interrumpida durante los primeros afios de la TI Guerra Mundial. En enero del aiio en que ésta se inicia, 1939, Jung .orV i INTRODUCCION A 1A IDICION ESFANOLA scribe al pastor F, Pfifflin que «la propiedad de anular el espacio y el tiempo debe ser inherente a nuestra alma (...) Hay razén para pensar que sélo lo que Ilamamos “consciencia” esta encerrada en el tiempo y el espacio, mientras que la parte restante del alma, es decir, lo inconsciente, se encuentra en estado de realtiva atempora- lidad y aespacialidads. Esa relatividad es el leitmotiv que orienta su investigacidn, acompafada en la distancia por las investigaciones, ‘experimentales de Rhine: «Su nuevo proyecto parapsicolégico [s0- bre la psicocinesis] me interesa mucho (...) Hablo mucho de su trabajo en mi entorno (...) Como usted, pienso que la ciencia de la naturaleza revestiré un aspecto muy particular en cuanto estemos fen posesidn de todos los hechos que puedan encontrarse en el do- minio parapsicolégico», le escribe en noviembre de 1942. El mismo dia que termina la I Guerra Mundial, el 7 de mayo de 1945, Jung esctibe a M. Fierz, catedritico de fisica tedrica de la Universidad de Basilea, que «mi reflexidn se refiere al problema mas general de Ia reconstruccién del fendmeno fisico como fend- meno psiquico. Paralelamente habria que contemplar también la “reconstruccién” de alguna manera inversa del fendmeno psiquico cen fendmeno fisico». Aprovecha entonces para referitse al libro recién publicado de Schrodinger éQué es fa vida?, que marcara el inicio de la biologia molecular, y donde se presenta a los seres vives como creadores de orden, bien a partir del orden —heren- cia—, bien a partir del desorden -—accidn sobre el medio, neguen: tropfa y, por lo tanto, informacién—. Cuatro meses después co- menta a Rhine que «he reflexionado mucho sobre la parapsicologia y he intentado evidenciar algunas relaciones (...) pero me absten- g0 de hablar pablicamente de este tema (,,.) No s€ tanto de pa rapsicologia como usted piensa (...) No me siento competente para tratar ampliamente este asunto». ‘A pesar de ello, dard su respuesta al cuestionario que le envia Rhine en noviembre de ese afio: 1) La parapsicologfa es una rama particular de la psicologia de lo inconsciente. 2) La parapsicologia puede ayudar a comprender cOmo la psique inconsciente modela y remodela sin cesar lo viviente. 3) La parapsicologia ha mostrado sobre todo que la psique presenta una cierta relatividad espacial y temporal 4) La parapsicologia trata por ahora de wn problema que concierne tinicamente a las ciencias de la naturaleza, no a la psi- ‘quiatrfa; y 5) «En el mundo microfisico la relatividad del espacio y el tiempo es un hecho establecido. En la medida en que la psique engendra fenémenos de cardcter aespacial y atemporal parece for- mar parte del mundo microfisico (...) Como la psique es un fené- xxv INTRODUCCION A LA KDICION EXPAROLA ‘meno energético posce una masa, una masa seguramente de impor- tancia o extensién microfisica. Podemos deducir de este hecho las acciones materiales de la psique. En la medida que la relatividad del espacio y del tiempo incluye Ia relatividad de fa causalidad, como la psique participa de la realidad espacio-temporal también relativiza la causalidad; y en la medida en que es microfisica pose tuna independencia al menos relativa respecto a la causalidad abso- uta (...) La percepcién extrasensorial es una manifestacién de lo inconsciente colectivo, psique que se conduce como wna (...), 20 es personal sino objetiva (...) Entiendo estos fenémenos como sincro- nicidad de acontecimientos arquetipicos». Unos afios después, en abril de 1948, saluda la aparicién de El nuevo mundo de la mente, de Rhine, como «una de las grandes con- tribuciones al conocimiento de los procesos inconscientes (...) Sus experiencias han confirmado sin duda ninguna la relatividad psiqui- ca del tiempo, el espacio y la materia (...) Mi principal preocupa- ci6n es el problema tedrico de la relacién entre la psique y el conti- suum espacio-temporal de la microfisica». Algunos meses mas tarde el microfisico Pauli escribe a Jung, en una carta donde aparece por primera vez la palabra “sincronicidad” en su correspondencia: «La accién dimanante del punto medio situado en un estrato intermedio ‘cuida en primer lugar de la discriminacién entre physis y psique y representa un orden que discurre fuera del espacio y parcialmente también fuera del tiempo». éNo es esa la definicién de si-mismo? Era el acicate que Jung esperaba. En enero de 1949 escribe al fil6sofo G. Frei, también promotor cientifico del Instituto C. G Jung y miembro habitual de Eranos, sobre las dificultades para enfocar el asunto: «Intento, segin la tarea que me es propia, abordar el proble- ma bajo el angulo cientifico. Desde el punto de vista cientifico, Es=M, energia igual a masa. La energia no sélo es cantidad, sino siempre cantidad de algo. Si consideramos los procesos psfquicos como energéticos les atribuimos una masa. Esta masa slo puede ser muy pequefa, si no la fisica podria demostrar su existencia. En los fenémenos parapsicol6gicos se hace demostrable, y a la vez se ob- serva que obedece a leyes, pero psiquicas, no fisicas, pues es parcial- mente independiente del espacio y del tiempo, en el sentido de que la energia psfquica se comporta como si espacio y tiempo no tuvie- ran sino una valide relativa. S6lo podria ser aprehendida mediante tun esquema cuatridimensional o multidimensional. (...) La fisica atémica ya lo hace con datos que atin pueden ser aprehendidos cuan- titativamente. La psicologfa no dispone ain de ninguna probabili- dad de aprehensién cuantitativa de sus datos» XXVE INTRODUCCION A LA LDIGION LSFAROLA Pero ya esté trabajando a fondo y en junio de ese mismo aio cenvfa a Pauli el primer borrador de su primer texto sobre la sincro- hicidad («Sobre sincronicidads): «Hace ya algin tiempo que usted ime sugiri6 que intentase poner por escrito en algiin momento mis ‘eas acerca de la sneronicidad. Por fin me ha sido posible atender ‘a su suigerencia y reunir en cierto modo mis planteamientos (con...] festa exposicién plagada de signos de interrogaciGn». El mismo dia hace llegar el manuscrito a Fierz: «Le envio adjunto el manuscrito de un texto que Pauli me ha incitado a escribir, Es una ordenacién de mis ideas concernientes al concepto de sincronicidad. Como los fisicos son hoy los tinicos que saben extraer algo de este género de ideas, espero encontrar en un fisico, precisamente, una compren- sin crftica». Pauli responde inmediatamente con sus sefialamientos. Le parece que hay diferencias entre la sinctonicidad y la parapsico- ogfa, considera necesario definir con mayor precisidn el concepto acausal” y pone reparos ala palabra “sincronistico”, que «me pare- ce hasta cierto punto carente de légica» Durante 1950 Jung va elaborando su manuscrito y comenta sus ideas y dificultades también con sus colegas. En abril de ese afio scribe a E. Whitmon sobre la sincronicidad como punto de encuen- tro entre la fisica y la psicologfa, y sefiala que «el método estadistico de las ciencias de la naturaleza, el Gnico que puede proporcionar pruebas, est en relacién de complementariedad con la sineronici- dad. Eso significa que si hacemos observaciones estadisticas elimina- ‘mos el fenémeno de sincronicidad, y reciprocamente». Asi pues hay ue utilizar el método adecuado para captar la sincronicidad. Dos ‘meses después comentara a Pauli, recordando que «el intelectualis- ‘mo de la ciencia experimental determina una imagen prejuagada de la naturaleza», que «los denominados métodos de azar manticos ponen por esta raz6n el menor ntimero posible de condiciones para asi poder captar la sincronicidad, es decir, a coincidencia conforme al sentido». En noviembre de ese afio tiene preparado un nuevo borrador. Pauli hace sus anotaciones: «Anélogamente a la complementat dad de Bohr en fisica, nunca puede verificarse una contradiccién entre causalidad y sincronicidad». Indica que el «acto de creacibn» de Jung puede entenderse como «observacidn irrepetible» y propo- ne el ctaternio aconservacién de la energialcontinuum espacio-tem- poral y causalidad/sincronicidad». En la respuesta a esta carta, Jung define la causalidad como «rclacién constante (relativa) por accién» y la sincronicidad como «relacién inconstante (relativa) por contin- gencia o “sentido”». Pauli manifestard un poco después su satisfac~ XXVIL INTRODUECION A LA EDICION ESPAROLA cin por esta correspondencia, «pues tengo la impresién de que se «std llegando a una discusin real sobre todos estos problemas fron- terizos desde dos lados diferentes», en la direccién deseada de «un nuevo lenguaje psicofisico unitario (“neutral”) que describa simbé- licamente una realidad invisible, potencial». En los Encuentros Eranos de 1951 Jung presenta esta primera formulacién tentativa, Describe a un corresponsal (el St. H., en Alemania) los aspectos que ha subrayado en su conferencia: «El arquetipo, en cuanto organizador de formas psfquicas en el interior y el exterior de la psique es de naturaleza “psicoide” y transcenden- te (...) Bl atomo esté constituido por relaciones cuantitativas, el arquetipo por relaciones cualitativas, es decir, relaciones de senti- do, y la cantidad s6lo interviene en el grado de numinosidad (...) La cualidad se manifiesta en fisica en las llamadas discontinuidades (...) Aunque el arquetipo psicoide no sea més que un modelo 0, si se quiere, un postulado, los efectos arquetipicos tienen tanta exis tenicia real como la radiactividad>. En esa sesién de Eranos, M. Knoll, profesor de electrotécnica de Princeton, habla en su pone! cia de la influencia de la radiacién de los protones solares, lo que permititia pensar la astrologia no como na mancia sino como un hecho causal. El «experimento astrolégico», el tratamiento estadis- tico de un grupo de hordscopos mezclados al azar que constituye el segnndo capimilo de su texto mayor sobre la sineronicidad, adqui re mayor relevancia y sufre una revisién, A finales de ese afio el libro de Pauli y Jung esta en prensa El articulo de Pauli se propone estudiar «el aspecto psicolégico de Ia formacién de los conceptos cientificos y de su fundamento arquetipico», algo que él lleva haciendo consigo mismo mediante el anilisis onfrico, y que de un modo mas objetivo realiza ahora con Kepler, elegido porque «sus ideas representan un estadio interme- dio notable entre las antiguas descripciones magico simbélicas de la naturaleza {las representadas por R. Fludd] y las modernas, carac- terizadas por su contenido matemstico cuantitativo». Demuestra que «en Kepler la imagen simbélica precede a la formulacién cons- ciente de una ley natural, Son las imagenes simbdlicas y las concep- ciones arquetfpicas las que originan en él la busqueda de las leyes naturales, y recuerda que, «trascendiendo cl significado de su per- sona, da lugar a la ciencia natural que hoy denominamos clasica». Desde la perspectiva de la mecénica cusntica, con los problemas de observacién que supone, «la fisica y la psicologia vuelven a reflejar para cl hombre moderno lo cuantitativo y lo cualitativo», Gracias a Ja complementariedad, las antinomias de la ciencia clésica se hacen XxXVOL INTRODUECION ATA EDICION FHPANOLA aparentes, con lo que «serfa sumamente satisfactorio que lo fisico ¥ To ps{quico pudieran ser aspectos complementarios de la misma realidad», Su objetivo de un lenguaje neutral y comin a fisica y psicologia vendra a través del nimero: «el nuevo tipo de estadisti- ¢a, ley natural de la fisica cuantica, que funciona como intermedia- rio entre el discontinuo y el continuo no puede, en principio, ser reducido a leyes deterministas causales en el sentido de Ia fisica clisica, y s6lo limitando lo que sucede, segin la ley, a lo que es reproducible se debe volver a percibir la existencia de Io esencial- mente tinico en los acontecimientos fisicos. Me gustaria proponer, siguiendo a Bohr, que esta nueva forma de ley natural se designara como “correspondencia estadistica”». Correspondencia es Ia palabra clave. Lo sefiala Jung en su tex- to, y es explicito en su carta a J. R. Smythies, que en ese momento, febrero de 1952, es profesor en la universidad de Edimburgo. De- finiendo «la psique como intensidad no desplegada en el espacio» y sel cerebro como convertidor (..) para transformar la tensién de intensidad relativamente infinita de la psique en sf en frecuencias 0 “extensiones” perceptibles», Jung contimia refiriéndose a «un prin- cipio de explicacién nuevo (en realidad, muy antiguo), la sincroni- cidad, nueva expresién para la antigua teoria de las corresponden- cias (...) Leibniz, el sltimo pensador medieval, el ltimo en pensar todavia en términos de totalidad, explieaba el fendmeno por medio de cuatro principios: espacio, tiempo, causalidad y corresponden- cia (armonia preestablecida)». En la misma carta subraya la clave emocional de la sincronicidad: «Las coincidencias de sentido se producen en ciertas condiciones psfquicas que apelan particular- mente a la emociss 5 Tras la publicacidn de libro Jung y Pauli contindan su reflexi6n comin. Para Pauli, como eseribe en febrero de 1953, «tna vez. que Ja materia se ha convertido también pata los fisicos modernos en tuna realidad invisible y abstracta, las perspectivas de un monismo psico-fisico son mucho més ventajosase. Y del mismo modo que Pauli considera que «el arquetipo del mimero es el que posibilita en ‘iltima instancia la aplicacin de la matemstica a la fisica» otro tanto le responders Jung siete meses mas tarde, al sefalar que «al menos visto desde el lado psicolégico, el dominio fronterizo entre Ia fisica y la psicologia que buscamos se encuentra en el misterio del rimerov, pues «tanto la psique como la materia son ambas, en cuanto “matrit”, en y por si una x, es decir, una ine6gnita transcen- dental, de ahi que no puedan separarse conceptualmentes esto es, son practicamente idénticas y solo diferentes en segunda instancia sox, INTRODUCEION A LA LDICION ESPANOLA como aspectos diferentes del ser». Y, ya despidiéndose, confiesa en sa misma carta de octubre de 1953 que «para mi significa mucho ver emo nuestros puntos de vista se aproximan entre si (...) No es aingiin placer tener que pasar siempre por esotérico». Dos aos mas tarde, al enviar a Pauli el primer tomo de Mysterium coniunc- tionis, Jung le comentara en el mismo tono que «he alcanzado mi limite superior y ya no estoy por consiguiente en condiciones de contribuir con algo decisivo. El que usted haya abordado con tanto denuedo el problema de mi psicologia me causa una gran satisfac- ci6n y me llena de un sentimiento de agradecimiento» Jung segura indagando sobre el particular, como se desprende tanto de sus escritos como de sus cartas. «No sé todavia cémo salir de esta jungla, pero tengo el sentimiento de que el origen del enig- ma podria encontrarse en las propiedades extratias de los niimeros enters. iEI viejo principio pitagorico!», escribe en febrero de 1956 a Grant Watson. AF. Lerch, siete meses después, refiriéndose a «esos problemas que me quitan el aliento desde hace afios, a saber, la relaci6n entre la psicologia de lo inconsciente y las propiedades de los niimeros enteros por una parte, y la materia por otra», le comenta que «no dudo que entre la fisica y la psicologia existen relaciones fundamentales y que la psique objetiva cuenta con imé- genes propias para esclarecer el misterio de la materia. Los fenéme- nos de sincronicidad, eon su acausalidad, permiten acceder al cono- cimiento de ese género de relaciones». El objetivo, como le comunica a Abrams, discfpulo y colega de Rhine, en 1957, es cap- tar el suenus mundus en el que las llamadas materia y psique ya no son magnitudes inconmensurables (...) Tengo el sentimiento bien claro de que el niimero es una clave del enigma, pues es tanto inventado como descubierto». Al inicio de esta carta puede leerse la declaracién de principio que siempre iluminé a Jung: «Como cien- tifico me guardo de especulaciones filoséficas y ante todo de con- clusiones que sobrepasen las fronteras de la experiencia». 20x LA DINAMICA DE LO INCONSCIENTE wiBie a Bort igre ‘m ‘i por oS 1 SOBRE LA ENERGETICA DEL ALMA* |. GENERALIDADES SOBRE EL PUNTO DE VISTA ENERGETICO EN LA PsiCoLocia ‘A. IxtRopuccion: El concepto de libido propuesto por mi? ha dado lugar a mu- chos malentendidos e incluso a un riguroso rechazo. No debe- rfa, pues, considerarse superfluo que aborde una vez mis los fundamentos de este concepto. Es un hecho notorio que los acontecimientos fisicos pueden ser contemplados desde dos puntos de vista: el mecanicista y el energético?. La visibn mecanicista es puramente causal y concibe el acontecimiento como consecuencia de una causa, de tal ma- neta que las substancias invariables cambian sus relaciones 1m tuas en virtud de unas leyes fijas. La visidn energética, por el contratio, es esencialmente fina lista? y concibe el acontecimiento partiendo de la consecuencia > ublicado orginalmente en Sobre lt enertica del aims (Tratados pico cos ID, Rascher, Zieh, 1928 Ligeramente reviado en Energtica pique eencis {el seo, Rascher, Zatch, 1988 1 Ch Thunsormaciones y snbolos de ls Hbido, pp. 120 ss. (Nueva edion: Sinboloe de traafrmacn [OC 8, § 190 ]) 3 Ci unde, Grondie der phsiolaicher Pecholgie Upp. 692 x8. Con respeeo al punt de vista namical. Harmann, Die Wellanschaang der mo dernen Physi, pp. 202 5. No utlizo ol ermino tleollgicos pas uso fabitual dl concepto de tleologa, 2 sabe imple la noon de un finlidad setepadora, citar ol malentendido inherent al Ta sposiién de que In tleologta 5 hacia la causa, de tal modo que una energia sirve de base a los cambios de los fendmenos, se mantiene constante precisamente en esos cambios y, por siltimo, provoca entrépicamente un esta do de equilibrio general. El desarrollo energético tiene una reccidn determinada (un objetivo), ya que obedece invariabl mente (irreversiblemente) ala caida de potencial. La energia no esuna visién de una substancia que se mueve en el espacio, sino tun concepto abstraido de las relaciones del movimiento, Sus bases, por lo tanto, no son las propias substancias, sino sus relaciones, mientras que la base del concepto mecanicista es la substancia que se mueve en el espacio. Ambos puntos de vista son indispensables para comprender cl acontecimiento fisico y, por ello, gozan de un reconocimie to general, de tal modo que, gracias a la coexistencia de la concepcién mecanicista y dela energética, ha ido surgiendo paulatinamente una tercera forma de vision mecanicista y ener- sética, si bien, desde una consideracién puramente légica, el ascenso de la causa a la consecuencia, el efecto causal progresi- ¥o, no puede ser al mismo tiempo la eleccién regresiva de un ‘medio para lograr un fin’, No cabe la posibilidad de que una misma concatenacién de hechos pueda ser al mismo tiempo causal y finalista, puesto que una determinacién exeluye a la otra, Se trata precisamente de dos concepciones diferentes, una de los cuales es la inversién de la otra, ya que el principio de finalidad es la inversion logica del principio de causalidad. La finalidad no es s6lo I6gicamente posible, sino que ademés es un principio indispensable de explicacién, dado que ninguna expli- caci6n natural puede ser s6lo mecanicista. Es més, si a nuestro punto de vista sélo se le proporcionaran substancias en movie ‘miento, sinicamente habria explicacién causal. Sin embargo, 44. sas causa ialesy ls casas mecansstas eexclyen cnt spor ua funcinunisoca no puede set al miso emo equvosa: (und pct. 728), Me parece inaiistble hablar de scasas con un abjtivor, ya qu Ete es un coneepeo Ibrido qu parte de una mezla de las concepciones cava y fina, En Wand lt Serie eal ex bamerbre unvocay sber, causa M y efecto Es sn emango, Stic finales rimerbre yequivoca, a saber, faci de un objtivo A, medio M y camp mento del objeuvo F- Consiero esta construc asimismo una imagen Mra, dado que el concepto de [a facdn de wn objetivo ex un supementa cxsalmente oncebido dela verdadera sere fal MLE, que sus ver es bimerbrey univoca, Ea fanto que ls concepcin fnalista es slo [a tversn de Ta cava (Wands), MCE es Simplement beac cali sauna que haya sido fad al prin r mente obras, Lt finaidad no conoce uns 0, ya que la coacepeién finals noes as 9 To tant, 9 tiene ningsin concepo de causa, dela misma manera gue la concep Sasa tmp tiene ingin concepto de camphimiento de un abe, 6 HOBRE CA ENERGETICA DIL ALMA también se le proporcionan las relaciones del movimiento, las tales le obligan a una concepeién energética’. Sino fuera asf, no habrfa sido necesario inventar ef concepto de energfa El predominio de una u otra eoncepcién depende menos de la conducta objetiva de las cosas que de la actitud psicolégica del investigador 0 pensador. La identificacién conduce a una cconcepeién mecanicista, y la abstraccidn a una energética. Am- has otientaciones tienden a cometer el error intelectual de hi- postasiar sus principios mediante los denominados datos objeti- vos de la experiencia, y de suponer que la visiGn subjetiva es idéntica a la conducta de las cosas y que, de este modo, a causalidad —por ejemplo—, tal y como la encontramos en no sotros, también se halla objetivamente en la conducta de las cosas, Este etror es muy frecuente y da lugar a conflictos per- manentes con el principio contrario, pues, como ya se ha dicho, no cabe la posibilidad de que la determinacién sea al mismo tiempo causal y final. Esta insostenible contradiccién, sin em- bargo, sélo tiene lugar por la ilicita c irreflexiva proyeccién de Ja meta concepcién en el objeto. Las concepciones solo carecen de contradiccién cuando se mantienen dentro de la esfera de lo psicol6gico y solo se proyectan hipotéticamente en la conducta “objetiva de las cosas. El principio de causalidad admite sin con. tradiccién su inversién I6gica, pero los hechos no; de ab que la finalidad y la causalidad se excluyan en el objeto. Con arreglo a la conocida costumbre de empequefiecerlo todo, se suele hacer tuna componenda —deficiente desde el punto de vista tedrico— que consiste en contemplar tal fragmento desde una perspectiva causal y tal otro desde una perspectiva finalista’, con lo que se dobtiene una mezcla de productos tedricos de toda clase que, no ‘obstante, en honor a la verdad, dan por resultado wna repro- duccidn relativamente fiel de la realidad”, No podemos olvidar 5. La polémia ene enengetismo y mecaicimo es un eso paalelo al viejo ema de fos unverales. Certamente, a percepién sensorial slo sel propo na ht cosa indvival yen es seid, cl nivenale slo aomen, ona palabra Pero Sl mie tiempo tambien see proporcionan Ia smiiadesoelaciones eels cous renee senda el universal es wba sealdad fel orale relatos de Abelard). La finaldady la usa som dos posihlidadesantinémias del compren sién, Son simeapretese (Wud) proresvor»represvos J, como tas, coniadito- tion. Exe axiom, natraments, slo es exact se parte dela bate de que el coneepto {Se energies ana sburacion que express rlaign oa energia es relate (v. Har ‘mann Weltanchovang,p. 196) Ese axioms, sn embargo, no es exacto se parte de Inbase de un concepeo de ener hipostasiad (com, pot empl, en Ostwald, Die Philosopbie der Werte) eta diferencia ene la concep teleoigia yl sus no es una diferencia el experiencia en dos imbtos dispaes,sno que objetiva que divda ls concer 7 nunca que, aunque los hechos coincidan perfectamente con esto punto de vss, lot principios de expicacin slo son concepciones, es decir, fenémenos de la actitud psicolégica y de las condiciones a priori del pensamiento. B. LA POSIBILIDAD DE LA DETERMINACION PSICOLOGICA, DE LA CANTIDAD De lo dicho hasta ahora deberia deducirse que todo aconteci- miento requiere tanto la concepcién mecanicista-causal como la energético-finalista. La oportunidad, es decir, la posibilidad de éxito, por si sola, sera la encargada de decidir si es preferible tuna u otra coneepeidn. Si lo que entra en consideracién es, por ejemplo, el lado cualitativo del acontecimiento, entonces se des- carta la concepeiGn energética porque no tiene nada que ver con las substancias, sino s6lo con sus relaciones cuantitativas de movimiento. Mucho se ha discutido ya sobre si el acontecimiento psiqui co podria ser asimismo sometido a una concepcidn energética 0 no. A priori no existe ninguna razén por la que esto no sea posible, puesto que no existen razones para exceptuar el acon tecimiento psiquico de los datos objetivos de la experiencia, ya que lo psiquico, por si mismo, también puede ser un objeto de Ia experiencia. Tal y como indica el ejemplo de Wunde', se puede dudar de buena fe sobre si el punto de vista energético es aplicable a los fendmenos psiquicos, y, en caso afirmativo, so bre si Ia psique puede ser contemplada como un sistema relati- vamente verrado, Kilo que respecta al primer punto, me adhiero por comple- to-a la opinion de von Grot-—uno de los primeros en posular la eneruétiea psfquica—, cuando dice: «El concepto de energia psfquica est4 tan funsamentado en la ciencia como el de energia fisica, y la energfa pslquica tiene tantas medidas euantitativas y formas diferentes como la fisica>’ En lo que respeeta al segunda punto, me diferencio de los que hasta ahora han tratado esta euestién en que no me ocupo las dos concepeiones slo som diferente Jel ut de vinta forma de a manera ue 2 toda relaién inalita Te correspond cnt eonylerne mwa vinelacon ex Sal del miso mode qu, 2 a avers, wa relacion iin pe aloptr, e080 ‘neceario, una fora telehagieae (Wd oe yp. 777). 1B. 'CE nota 4, al prin. Grote Beg der Sele und de paycizhen Energi in dr Pycbologi, de si los process energéticos psfquicos pueden encuadrarse en el sistema fisico. Y si no lo hago es porque sobre esta cuestion pposcemos, como mucho, vagas suposiciones, pero ninggin panto de apoyo real. Pese a estar seguro de que le energia psiquica, de tun modo u otro, esté intimamente vinculada al proceso fisico, todavia necesitamos experiencias y conocimientos muy diferen- tes para poder hablar de esta vinculacién siquiera con cierta competencia. En lo que atafe al lado filos6fico de la cuestién, me eifto por completo a las ideas desarrolladas por Busse”. ‘También me declaro conforme con Kiilpe, cuando dice al res- peeto: «Con arreglo a ello, darfa exactamente igual que un cuan- to de energia espiritual se intercalara en el curso de los procesos materiales 0 no: la ley de la conservacién de la energia en su interpretacién tradicional no ser‘a vulnerada>”, La relacién psicofisica es, a mi entender, un problema apar- te que quiza se resuelva algin dia. Pero entretanto, la psicologfa no ha de pararse en esta dificultad, sino que la psique puede ser contemplada como un sistema relativamente cerrado. Para ello, sin embargo, hay que romper con el punto de vista spsicofisi- co», que me parece insostenible, porque su concepcién epifeno- menoldgica sigue siendo un legado del antiguo materialismo Cientifico, Tal y como opinan, por ejemplo, Lasswitz, von Grot ¥ otros, los fendmenos de la consciencia no tendrian ninguna vinculacién entre si porque solamente (!) son «fenémenos, ma- hifestaciones y distintivos de ciertas relaciones funcionales més profundas», Las relaciones causales de los hechos psfquicos en- tre si, que podemos observar en todo momento, contradicen la visiGn epifenomenolégica, que tiene una fatal similitud con la opinién materialista de que la psique es la secreciGn del cerebro como la bilis es la del higado. A una psicologéa que contempla lo psiquico como epifenémeno més le valdria denominarse fi- siologia cerebral y conformarse con el escasfsimo fruto que pro- porciona tal psicofisiologfa. Lo psiquico merece ser considerado tin fenémeno en si, pues no existen razones para contemplarlo como un mero epifendmeno aunque esté ligado a la funcién cerebral, del mismo modo que tampoco la vida puede ser con- cebida como un epifendmeno de la quimica del carbono. La experiencia inmediata de las relaciones psfquicas dle can- tidad, por una parte, y la profunda oscuridad de una —todavia 10, Busse, Geist and Keer See und Leib 11, Rolpe, Einetung in de Pore, p. 150. 9 incomprensible— vinculacidn psicofisiea, por otra, autoriza para considerar la psique, al menos provisionalmente, como un siste- ma energético relativamente cerrado. Con ello me sitio en el polo opuesto de la energética psicolégica de von Grot. A mi entender, von Grot se mueve ahi en un terreno muy inseguro, pot lo que sus explicaciones mas detalladas también poseen Poca fuerza probatoria, No obstante, quiero ofrecer al lector un resumen de las formulacones de von Gro un pionero en este 1) Las energias psiquicas son cantidades y magnitudes igua- les que las fisicas. 2) Son mutuamente intercambiables como formas diferentes del trabajo psiquico y de la potencialidad psiqu 3) Asimismo pueden ser transformadas en energias fisicas, y viveversa (por mediacién de los procesos fisiolégicos) No es necesario aftadir que el axioma niimero 3 deberia ir acompafiado de un elocuente signo de interrogacién. En iiltimo ‘término, es Gnicamente la oportunidad la que decide, no ya sila concepeién energética es en si misma posible, sino si promete Exito en un caso prictico”. La posibilidad de la determinacién exacta de la cantidad de energia fisica ha demostrado la posibilidad de éxito de la con- cepcién energética del acontecimiento fisico. Sin embargo, tam- bién seria posible contemplar el acontecimiento fisico desde una perspectiva energética si no existiera una determinacidn exacta de la cantidad, pero sf la mera posibilidad de estimacién de las cantidades"', En cambio, si fuera completamente imposible quiera una mera estimacién, habria que renunciat a la concep- cidn energética, ya que cuando no existe como minimo una posibilidad de estimar las cantidades el punto de vista energéti- €o es absolutamente intl a. El sistema de valores subjetivo La posibilidad de aplicacién del punto de vista energético en la Psicologia se basa exclusivamente en la cuestion de si podemos 12. ¥. Gros op cit p. 323. 13. v.Grocilgainciaso a decir que la onus prod es coresponde a aquellos ‘que nian la posttidad de aplicacion de Ta lyse conservacisn se le energa 1 la Pricoopia,perb no a quienes [a resonacen (pet p 328) 1M. De hecho, te ee eno de Descartes, que fe el primero en plantar el principio de conservacien dela eantidad de movimiento, slo gue sn dspone de Los métodos fics de medion, que no se han descubiio hata a poca moderna 10 SOWRE LA ENIRGETICA DEL ALMA estimar la eantidad de jit psiquiea. A esta pregunta hay que responder, sin la menor reserva, afirmativamente, ya que nuestra psique posce incluso un sistema de estimacién minucio- samente elaborado, a saber, el sistema de los valores psicolégi- cos. Los valores son estimaciones energéticas de la cantidad. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que no sélo dispone mos de tin sistema de valores objetivo, sino también de un siste- ma de medida objetivo: los valores morales y estéticos colecti- vos, Este sistema de medida, sin embargo, no es directamente aplicable a nuestros fines, ya que es una escala de valores esta- blecida con earécter general, que sélo considera indirectamente las condiciones psicolégicas subjetivas o individuals. Lo primero que entra en consideracién para nuestro prop sito es el sisterna de valores subjetivo, es decir, las apreciaciones subjetivas de cada individuo. Podemos, en efecto, estimar hasta cierto grado los valores subjetivos de nuestros contenidos psico- Iégicos, si bien a veces nos resulta extremadamente dificil me- dirlos con objetividad, es decir, en comparacién con los valores establecidos con cardcter general. No obstante, como ya se ha dicho, esta comparacién es supertfua para nuestros fines. Pode- ‘mos comparar nuestras valoraciones subjetivas entre si y deter- ‘minar su intensidad relativa, Esta medida es, sin embargo, rela- tiva a los valores de los otros contenidos, por lo que no es absoluta ni objetiva, pero si suliciente para nuestro propdsito en cuanto que las intensidades de valores desiguales, dadas unas ‘ualidades iguales, pueden ser reconocidas con toda certeza, y los valores iguales, en iguales condiciones, esti comprobado que se compensan entre si a dificultad comienza cuando se trata de comparar intensi- dades de valor de cualidades diferentes, como por ejemplo el valor de un pensamiento cientifico o el de una impresién senti- mental. En este aso, la apreciacién subjetiva resulta insegura y, por lo tanto, poco fiable. La apreciacién subjetiva se limita a los contenidos conscientes; de ahi que sea initil respecto al valor de las influencias inconscientes, cuyo eéleulo deberta traspasat los limites de la eonsciencia. En cuanto a la conocida relacién de la consciencia con lo inconsciente", resulta precisamente de gran interés la posibili- 15, La uniter de a consienci &compensida po una poscin eventual ‘mente contaria colo inconscente, Los hechos dela picopaogta son los que mies fran con mayor clarad le actu compensstora de To inconsiente. Hay mucho navel prosatori al respecto et los esritos de read y de Adler, asf como en mi u dad de hallar determinaciones de valor para lo inconsciente. $i queremos poner en prictica una concepcién energética del acon- tecimiento psiquico, estamos obligados a tener en cuenta el im- portantisimo hecho de que los valores conscientes aparente- mente pueden desaparecer sin volver a mostrarse en un acto consciente anélogo. En este caso, te6ricamente, tenemos que esperar su aparicion en lo inconsciente. Pero dado que lo in- constiente no nos es directamente accesible ni en nosotros mis- mos ni en otro, la valoracién solo puede ser indireeta, por lo que necesitamos métodos auxiliares para hacer estimaciones. Para realizar una valoracién subjetiva basta con la sensibilidad y Ja inteligencia, ya que se trata de una funcién que lleva desarro- landose desde tiempos inmemoriales y cuyos matices estn muy diferenciados. Ya el nifio se ejercita desde muy temprano en la diferenciacién de su escala de valores, sopesando a quién quiere mis, sial padre 0 a la made, quién ocupa el segundo y el tercer lugar, a quién odia més, ete. Esta estimacién consciente no s6lo fracasa con respecto a las manifestaciones de lo inconsciente, sino que ademés incurre en apreciaciones claramente erréneas a las que se denomina srepresiones» 0 «desplazamiento del afec- to». Asi pues, para la estimacién de la intensidad de los valores inconscientes queda completamente descartada 1a valoracién subjetiva, En consecuencia, necesitamos puntos de apoyo objeti- vos que posibiliten una apreciacién indirecta, pero objetiva, b. La apreciacion objetiva de la cantidad Al investigar los fenémenos de asociacién'’, he mostrado que existen ciertas agrupaciones de elementos ps{quicos en torno a los contenidos sentimentalmente acentuados, denominados com- plejos. Bl contenido sentimentalmente acentuado, el complejo, consta de un elemento nuclear y de un gran nimero de asocia ciones secundarias. El elemento nuclear presenta dos compo: nentes: en primer lugar, una condicién que viene dada por la experiencia, es decir, una vivencia que esta causalmente vincu- ada al entorno; en segundo lugar, una disposicién natural in- manente al cardcter individual. El elemento nuclear se caracteriza por el denominado tono sentimental, la acentuacién del afecto. Esta acentuaci6n, expre- Prcologia de la demenciaprecos.Aspectosteoricos en sito ¢ inconscente> [cai talo 6 de este volumen|, Sobre la compensacinplguis en sus aspctoe generale c. Matde, Régulation prychign et gurion 16.) Ck Estudio de anvciacion dingatica, 12 sada desde el punto dle vista energéticn, es una cantidad de valor. La cantidad, siempre que el elemento nuclear sea consciente, puede ser estimada, en términos relativos, subjetivamente. Pero si el elemento nuclear, como ocurre con frecuencia, es incons- ciente”, 0 si lo es al menos en su significado psicol6gico, falla centonces la estimacién subjetiva. Aqui ha de emplearse el méto- do de estimacién indirecta, que en principio se basa en el si- iiuiente hecho: El elemento nuclear crea autométicamente un complejo en la medida en que esté afectivamente acentuado, es decie, en la medida en que posea un valor energético, tal y como he explicado en detalle en el segundo y tercer capitulo de mi Psicologia de la demencia precoz. El elemento nuclear tiene, con arreglo a su valor energético, una fuerza consteladora. De él se desprende una constelacién especifica de los contenidos psiqui- 17. Que un complejo osu neo exencil pueda se inconsciente no es wa hecho «que se dé por sobreentendo, Un complejo no seria un complejo sno vies ietta A inclso una consigrable— intensad fetivn. Este valor energetico deberia ‘eo earis esperar levaelo astomarcamente ala consienci, es deci, que sin ‘ence aractivo en realidad bers lamar la aencin dela comin: (Los campos ‘Be uerz se aaen tecprocament!) Pero la experiencia demoests que a menudo no ‘cure tal out, Jo gue require una expicacion apart. La explcacion mis inicada ¥ ‘nds seneilaos la proporions a ter dela reper de Freud. st eos psupo- ‘he una posicion de enfrentamiento por parte de a consiencia, es der, ue I aetiod Conscicnte ex por 3st devo, crema del complejo inconscene y no permite una oma de conscenca Eta tout expla efectivamente michhimos eats. Pero sega ‘nv experenia, evsten casos que no pusden explicirse con esta teorla. La teria dela {presi eo rildad slo tiene en events aquellos sso en os que un contenido, que {Se por sens facta de conscienia, 0 bien es teprmide para que no desaerole Ia ‘lena consienciay conver en inconsiente, oben es aparado a imine dela toma ‘econencin: Peto considera cos oor cot en lox qe, a pst de os materiales ‘Selo inconsiente que de por sl nen faclad de onsen, se forma un con ido de gran itenidad energetics qe, sn embargo, a principio, no puede vore Consent o blo puede hacerlo con enormes difefades Ea un eso as la actiud Consent no slo no es eneigh del contenido incomssene, sno que meta muy Bena csposcén con respeco-a cae tata dele nuevas ccscones, qo, com ‘sido, a menudo ene primerosnicior en lo inconssente. Del mist modo que In madee espera con inpacenca cl nacimieno de nt hijo sin embargo slo congue taco eate mundo con esacrzoy con dolor, ast ambien un contenido nuevo Y “restive, pewe 1 ls buena diposcidn de [a consiencia, puede permanecer mucho tiempo elo inconsiente sin ser =reprimidons pose un alt vale energéico ys fmbargo, nove vuelve conscience, No resulta demasiado dif explcar ete eso: dado ‘ge el contenido ee neve y, por lo tant, desconocido pata la consiencia, todavia no {xen aoclacions a vinlos con lo contends conscients, Antes que rad y con tun supremo esfuerzo, han de establecerse todos estos vinulos, Sin elle no puede furgir ninguna consiencia, De ah qe pars expire L inconsiencia de un complejo haya que tence en cucotaprincpalnte dos moxvos sida de un conte do con faulad de consciencia 2°) el desconocinienco de un contenido que todavia no ene faclad de eomssencs 13 a cos, De ahi surge el complejo, que es una constelacidn de cont niidos psfquicos dindmicamente condicionada por el valor ene ético. La constelacién resultante no es, sin embargo, una mera irradiaci6n del estimulo, sino una seleccién —condicionada por la cualidad del elemento nuclear— de los contenidos psiquicos estimulados, los cuales, naturalmente, no pueden ser explicados desde una perspectiva energética, ya que la explicacién energéti- ce cuantitativa, no cualitativa. Para la explicacién cualitativa necesitamos el punto de vista causal, Asf pues, el axioma en el aque se basa la estimacién objetiva de las intensidades de los valo- res psicolégicos esta concebido en los siguientes términos: La fuerza consteladora del elemento nuclear responde a la intensi- dad del valor o a la energia de dicho elemento. &€Con qué medios contamos para estimar en su valor energé- tico la fuerza consteladora que provoca el enriquecimiento de uun complejo en asociaciones? Podemos estimar esa magnitud cenergética 1) Segiin el nimero relativo de constelaciones provocadas por el elemento nuclear. Esta averiguacién se efectia, por una parte, mediante la observacién directa y, por otea, mediante la investigacién analitica, es decir, que cuantas mas constelaciones enicontremos condicionadas por un tinico complejo, mayor ser cl valor psicol6gico de éste. 2) Segin la frecuencia e intensidad relativas de las denomina- das caracteristicas del trastorno 0 complejo. Entre ellas no solo figuran las caracterfsticas que aparecen en el experimento de aso- iacién, que no son sino efectos del complejo cuya forma esti condicionada por la particular situacién experimental, sino que Jo que nos interesa son los fenmenos propios del proceso psico- 6gico no sometido a las condiciones experimentles. Gran parte de estos fendmenos los ha definido Freud del siguiente modo: equivocarse al hablar, equivocarse al escribir, olvidar, entender mal y otros actos sintomaticos. A ello hay que afiadir otros de nidos por mf: automatismos, «privaciones del pensamiento», «en- simismamientos», strabucarse al hablar»™, etc. La intensidad de estos fenémenos se puede determinar en parte directamente, mi- 18. O bien un concepto dela encrgishipostsiado, como el gue tiene Ostwald El concepto de subsanca neces para un modo de explcaion causal mecanista no debe, sin embargo, se rtado del sna manera, puesto ue seneglas en fondo silo es un concepto de canta vg, Se Sobel psoas de dementia prascoxs wm enayo (OC 3h 5 14 as diendo el tiempo, como he demostrado en el experimento de asociacién, Lo mismo cabe decir del proceso psicoldgico sin li- mmitaciones, cuya intensidad del valor se puede determinar fécil- mente midiendo con un reloj en la mano el tiempo que necesita ¢l paciente para hablar sobre ciertas cosas. Se podria objetar que los pacientes, muy a menudo, pierden la mayor parte de ese tiem- po hablando de cosas secundarias para eludir el asunto principal Pero eso demuestra precisamente cuénto mas importantes son para ellos las denominadas cosas secundarias. El observador ha de procurar no considerar —mediante un juicio arbitrario basa- do en una suposici6n teérica subjetiva— los principales intereses reales del paciente como cosas secundarias, sino que para averi- guar los valores ha de cefiirse a los criterios objetivos. Si, por ejemplo, una paciente pierde horas quejdndose de sus criadas en lugar de abordar el conflicto principal, tal vez muy acertadamen- te reconocido por el médico, esto significa o bien que el comple- jo de las criadas posce en la actualidad un valor energético supe- rior al del conflicto, que quiz’ todavia sea inconsciente pero que ira revelandose como el elemento nuclear en el transcurso del tratamiento, o bien que la inhibicién que emana del alto valor de la posicién consciente mantiene todavia al elemento nuclear, por tuna sobrecompensacién, en lo inconsciente. 3) Seg Ia intensidad de los fendmenos concomitantes afec~ tivos. Para determinar estos fenomenos tenemos posibilidades objetivas que no permiten medir la magnitud del afecto, pero si estimarla aproximadamente. La psicologia experimental nos ha proporcionado una serie de métodos para ello. Aparte de las ‘mediciones del tiempo, que determinan més la inhibicién del proceso de asociacién que los afectos actuales, contamos espe- cialmente con los siguientes medios: 4a) el esfigmograma®’ b) la curva respiratoria®* 6) el fenémeno psicogalvinico™ 20._ Cf Berger Ober die RaperlchenAusterungenpoychicherZastinde, A. Leh mann, Die konerlchon Auszeranen pychischer Zasande ‘2, Perera y Jung, sInvestyacionespsicfsica con el galvandmetoy el pe nda en sjetos normals» enfermos mentalese [OC 2,13} Nanberg, Uber Koper Tche Belecerschemungen asciativer Vorginge.Risksber y Jong, »Nocras investiga Clones sobre e endmene yavanico» [OC 2,14] Se. Veragth, Das pychogalamice Rflephanomen.Bisoanger, Uber das Ver atten des poycbogalsntachon Phinomens Bee Asaiaionsexporment. 1s Los cambios, ficilmente reconocibles, de estas curvas per- miten deducir aproximadamente la intensidad de las causas del trastomno. También es posible, tal y como ha demostrado la ‘experiencia hasta la saciedad, provocar intencionadamente fe- némenos afectivos en el sujeto de experimentacién mediante unos estimulos psicolégicos que, con arreglo al criterio del di- rector del ensayo, estén afectivamente muy acentuados en ell individao®. Aparte de estos métodos experimentales, tenemos también un sistema muy diferenciado desde el punto de vista subjetivo para reconocer y estimar los fenémenos afectivos de los dems: para ello existe un instinto de reconocimiento directo que inclu- s0 los animales poseen en alto grado, y no sélo con respecto a los de su misma especie, sino también con respecto a las personas ya ‘otros animales. Percibimos hasta las més sutiles fluctuaciones emocionales de los demas y somos muy sensibles a la cualidad y ala cantidad de los afectos de nuestros congéneres. HLA APLICACION DEL PUNTO DE VISTA ENERGETICO A. El, CONCHTO FSICOLOGICO DE ENERGIN La expresivin a psiquicar se utiliza desde hace ya mucho tiempo, La enconteamos, por ejemplo, en Schiller. EL punto de vista energético lo han utilizado también von Grot® y Th Lipps". Lipps diferencia la energga psiquica de la energia fisica; Stern” deja abierta la cuestiGn de esta relacién. A Lipps le debe- mos la division entre el concepto de energia psiquica y el de fuerza psiquica, La fuerza psiquica es para Lipps la posibilidad de que en el alma surjan procesos y alcancen un determinado grado de eficacia. La energia psiquica, por el contrario, es «la posibilidad que tienen los propios procesos de actualizar esa fuerza. En otro lugar, Lipps habla también de «cantidades 23. Para lloremito 2 mis Etude de asciacion dg as coma a Collec fed Papers on Analytica Pychoogy, cap. I [OC 2,10) 24. Schiller pens, por asi di, enrgicamente, Opera con ideas com tras fereacia dela iatnsidads ta. (Ober de stbeice Erich des Menschen) 28. ¥. Gi 26 Loo lee, mp. 62» 6 rnisdullon Differnsen, pp. 19 16 AURAL LA ENERGEHIGA DEL ALIA palquicase, La diferencia entre fuerza y energia es indispensable desde cf punto de vista abstracto, ya que la enerpia es en reali- dad un concept que, objetivamente, en si mismo no existe ‘como sparienci, sinicamente se da como base de la experiencia tespecifica; es decir, que en Ia experiencia la energia siempre es especifica: si es actual, como movimiento y fuerza, y si es po- tencial, como situacién © condicién. La energfa psiquica, si es actual, aparece en los especificos fenémenos dinémicos del alma, ‘comio el instinto, el deseo, la voluntad, el afecto, la atencién, el rendimiento en el trabajo, etc., que son fuerzas psiquicas. Si es potencial, la energia aparece en los especificos logros, posibili- Uades, disposiciones, actitudes, etc., que son condiciones. La diferenciacién de energias particulares, como la del pla- cer, la sensibilidad, el contraste, etc., que establece Lipps, me parece inadmisible desde el punto de vista conceptual, ya que las especificaciones de la energia son precisamente las fueraas y las condiciones. La energfa es un concepto cuantitativo que sub- sume las fuerzas y las condiciones. Solo estas siltimas estén cua- Titativamente definidas, puesto que son conceptos que expresan cualidades que adquieren eficacia mediante la energia. El con- cepto de cantidad no puede ser nunca al mismo tiempo cualita- tivo; de lo contrario, no permitiria describir relaciones de fuer- za, que ¢s su verdadera finalidad. Ya que por desgracia no podemos demusteat vientificamente ‘que existe una relacién de equivalencia entre energiafisica y psi- quica®, no nos queda mis remedio que o bien renunciar a la concepcidn energética o bien postular una energfa psiquica espe- cial, 1o que, planteado como una operacién hipotética, seria per fectamente posible. La psicologia, igual que la fisica, puede per- mitirse el lujo de crear sus propios conceptos, como sefialaba Lipps, siempre y cuando realmente merezca la pena una concep- cién energética y ello. no suponga una mera subsuncién en un vago concepto general, como subraya Wandt con raz6n. Noso- tos, sin embargo, opinamos que la concepci6n energética de los fendmenos psiquicos si merece la pena, porque precisamente las relaciones cuantitativas, cuya existencia en lo psiquico es un h cho incontestable, contienen posibilidades de conocimiento que una consideracién s6lo cualitativa no tiene en cuenta. 28, Maederopina inlso gue la actividad crestiva consume ans energlas en la prigue que en el organism. Autism sosene Ia opinion de que para In psi, [emis del principio de conseracién y de entropa, habia que formular wn terest principio lettin (Helang wed Entwicklung im Seceneber, pp. Sy 698). 7 Ahora bien, si la psique slo constara, como sostienen los psicélogos de Ia consciencia, de procesos conscientes (si bien, como ellos mismo confiesan, algo «oscuros»), podriamos con formarnos con el postulado de una «energia psiquica». Pero dado que estamos convencidos de que los procesos inconscien tes también pertenecen a la psicologia, y no solo a la fisiologia del cerebro (como meros procesos de substrato), nos vemos obligados a formular nuestro concepto de energia sobre una base algo mas amplia. Estamos plenamente de acuerdo con Wundt en que existen cosas oscuramente conscientes, Asimis- mo, aceptamos la hipétesis de una escala de claridad de los contenidos conscientes; pero alli donde empieza lo negro, no termina para nosotros Ia psique, continia en lo inconsciente. También concedemos su parte a la fisiologta, por cuanto que suponemos que las funciones inconscientes finalmente pasan a formar parte de los procesos de substrato, de los que no se puede decir que tengan cualidades psiquicas, a no ser que se parta de la hipétesis filos6fica del pansiquismo. “Tenemos ciertas dificultades para delimitar el concepto de energia psiquica porque carecemos de toda posibilidad de sepa- rar lo psiquico del proceso bioldgico. Lo bioldgico tolera tan bien como lo psiquico una coneepeidn energética, siempre que el bidlogo lo considere itil y valioso. Al igual que lo psiquico, el proceso dela vida tampoco guarda tna relacién de equivalencia exactamente demostrable con respecto a la energia fisica. Si nos cefiimos al sentido comin cientifico y nos abstene: mos de hacer observaciones filoséficas demasiado prolijas, lo mejor es que interpretemos el proceso ps{quico sencillamente como un proceso vital. De este modo ampliamos el restringido concepto de energia psiquica dandole un sentido mis lato, cl de ‘energia vital, que subsume la denominada energia psiquica como tuna especificacidn. Y asf obtenemos la ventaja de poder obser- var las relaciones cuantitativas —més allé del estricto ambito de 0 psiquico— como funciones biolégicas, lo que nos permitira juzgar con imparcialidad, cuando se presente cl caso, las rela ciones entre «cuerpo y alma», que indudablemente existen y sobre las que tanto se ha discutido. El concepto de energia vital no tiene nada que ver con lo que se denomina fuerza vital, pues €sta, como fuerza, no seria mis que una especificacién de una energia universal, con lo que el privilegio de una bioenergética frente a I energética fisica, que no tiene en cuenta el abismo que todavia media entre el proceso fisico y el proceso vital, quedaria abolido. He propuesto definir 18 o1éticamente aceptada eneria vital, en ateneidn a la apli- 1 psicoldgica que pretendemos darle, como libido y dite renciarla del concepto de energia universal, salvaguardando asi el privilegio de la biologia y la psicologia para la creacién de cconcepros propios. Con ello no pretendo en modo alguno pre- ir al bioenergético, sino confesarle con toda franqueza que he utilizado el término «libido» expresamente para nuestro uso. Para el suyo, el bioenergético podria proponer los términos de sbioenergiaw 0 «energia vitab Quiero evitar desde ahora mismo un posible malentendido. No tengo la menor intencién de entrar en el presente ensayo en tuna discusién sobre la controvertida cuestién del paralclismo psicofisico y de la accidn reciproca. Estas teorias son especula- ciones acerca de las posibilidades de cooperacién 0 accién com- binada del cuerpo y el alma y conciernen precisamente al punto que yo excluyo de mi observacién, a saber, la cuestién de si el proceso energético psiquico coexiste con el proceso fisico 0 est incluido en él. En mi opinidn, no sabemos nada al respecto. Al igual que Busse™, considero que puede haber una acei6n recipro: cay no encuentro ningiin motivo para contraponer a esta posibi- lidad la hip6tesis de un paralelismo psicofisico, ya que el psicote- rapeuta, cuyo verdadero campo de actividad reside precisamente en la esfera critica de la accién reciproca entre cuerpo y alma, considera sumamente probable que lo psiquico y Io corporal no sean dos procesos que discurren en paralelo, sino que estin vin- culados entre si por una acci6n reciproca, pese a que su verdade- ra naturaleza todavia se sustrae por completo a nuestra experien- cia, por asi decirlo. Discutir esta cuestién en profundidad probablemente sea indispensable para el filésofo, pero para una psicologfa empirica es recomendable ceftirse a asuntos accesibles a través de la experiencia, Aunque hasta ahora no hemos conse- guido incluir el proceso energético psiquico en el proceso fisico, quienes se oponen a tal posibilidad tampoco han logrado separar sin la menor duda el proceso psiquico del fisico. BB, La CONSERVACION DE LA ENERGIA Si observamos el proceso psiquico de la vida energéticamente contraemos Ia obligacién de no darnos por satisfechos con el 30. Geist nd Karp, See wnd Lib. 19 concepto, debemos comprobar ademas su aplicabilidad respecto al material empirico. Una concepcién energética sera superflua si su principal axioma, la conservacion de la enery resulta inaplicable. Para ello tenemos que guiarnos por la pro- puesta de Busse y diferenciar el principio de equivalencia del principio de constancia. El principio de equivalencia dice «que por cada energia que se utiliza 0 se consume en alguna parte para la produccién de un estado, aparece en otra parte un cuan~ to de igual magnitud de la misma o distinta forma energética»s el principio de constancia, por el contrario, dice «que la energia total... no varia nunca, es decir, no tiene capacidad para aumen tar ni para disminuir», De modo que el principio de constan- cia ¢s una deducci6n Igicamente necesaria, pero generalizado~ ra, del principio de equivalencia; de ahi que, desde el punto de vista practico, carezca de significacién, ya que nuestra experien- cia se basa siempre Gnicamente en sistemas parciales. [Asi pues, para nuestros fines s6lo nos interesa de momento el principio de equivalencia. En mi libro sobre las Transforma ciones y simbolos de la libido he mostrado la posibilidad de comprender ciertos procesos evolutivos y cambios similares mediante el principio de equivalencia. Ahora no voy a exten- derme demasiado sobre lo ya dicho, pero sf subrayar una vex iis que la investigacién de Freud sobre la sexualidad aporta luna gran riqueza a la cuestiOn que nos ocupa, En ninguna parte se ve mejor que en la relacién entre la sexualidad y el conjunto de la psique como la desaparicién de un cuanto de libido va seguida de la aparicién de un valor correspondiente con una forma diferente. Desgraciadamente, la —por otra parte, com- prensible— sobreestimacién de la sexualidad por parte de Freud Je ha llevado a reducir a la sexualidad incluso esas transforma- ciones, las cuales responden a otras fuerzas especificas del alma coordinadas con la sexualidad. El defecto de la visién de Freud est en la unilateralidad a la que siempre tiende la concepcién causal-mecanicista, es decir, en la simplificadora reductio ad causam, que cuanto més verdadera, mas sencilla y mas general sea, menos se corresponde con el significado de la forma anali- zada y reducida, Quien lea con detenimiento los trabajos de Freud vera sin dificultad el papel tan significativo que desempe- fia el principio de equivalencia en sus interpretaciones. Esto 31, Busse, op. et pp. 406 32 Nucrs ein: Sil ap (§ 204 ges La taenonn de nansformacin [OC 5}, CE. sabe rodo 2 pate, ‘kel bdo 20 AOMRE LA ENERGETICA DEL ALMA puede verse con especial clarida! en sus investigaciones easuis- ticas, donde describe las represiones y las formaciones sustituti- vas", Quien trabaje profesionalmente en este terreno sabri que el principio de equivalencia es de un gean valor heutistico tam- bién en el tratamiento de la neurosis; aunque no siempre se utilice conscientemente, sf suele utilizarse de manera intuitivas cuando un valor consciente cualquiera, por ejemplo una trans- ferencia, disminuye o incluso desaparece, inmediatamente s€ busca la formacién sustitutiva con la esperanza de ver aparecet cen alguna parte un valor equivalente. Si la formacién sustitutiva ces un contenido de la consciencia, no resulta dificil encontrar el equivalente. Sin embargo, ocurre con frecuencia que cierta can- tidad de libido desaparece sin aparente formacién sustitutiva En este caso, el equivalente es inconsciente 0, como sucede por regla general, el paciente no es consciente de que determinado hhecho nuevo es la formacién sustitutiva correspondiente. Pero también ocurre que una cantidad considerable de libido desapa- rece hasta tal punto, que da la impresién de que hubiera sido engullida por lo inconsciente, sin que de ahi surja una nueva posicidn de valor. En tal caso es aconsejable atenerse estricta- mente al principio de equivalencia, pues una minuciosa obse vacién del paciente permitiré constatar enseguida la aparicién de indicios de una actividad inconsciente, ya sea un aumento de ciertos sintomas, 0 un s{ntoma nuevo, 0 suefios peculiares, 0 cextrafios fragmentos fugaces de la fantasia, y similares. Si el anilisis de estos sintomas logra conducir esos contenidos ocul- tos a la consciencia, se puede demostrar entonces, por regla general, que la cantidad de libido desaparecida de la conscien- cia ha generado en lo inconsciente una forma que, pese a todas las diferencias que presenta, tiene no pocos rasgos en comin con aquellos contenidos conscientes que habian perdido su ene! fa. Es como si la libido hubiera arrastrado consigo ciertas cua- lidades para Hlevarlas a lo inconsciente, lo que a menudo resulta tan claro que ya en esos caracteres se puede reconocer de dénde procede la libido que activa lo inconsciente. De ello hay ejemplos notorios y convincentes: cuando el nifio empieza a separarse intcriormente de los padres, surgen en 4 fantasias de padres sustitutos. Tales fantasias son transferidas gencralmente a personas reales. Pero las transferencias de este tipo a la larga se revelan como insostenibles, pues la persona que est madurando tiene que asimilar el complejo parental, es 133. Sonolung kleiner Schriften zur Newrosenlebre 2 decir, la autoridad, la responsabilidad y la independencia, por- aque ella misma habed de convertirse algiin dia en padre o ma dre. Otro terreno Ileno de ejemplos interesantes es la psicologia religiosa cristiana. La represién de los instintos (en realidad, de la instintividad primitiva) lleva a formaciones sustitutivas reli- giosas, al «amot de Dios», en el que s6lo un ciego no sera capaz de ver su carécter sexual. Esta reflexién nos lleva a otra analogia con la teoria de la energia fisica. Como es sabido, la teoria de la energia no sélo conoce un factor de intensidad, sino también un factor de exten- sidn. Este tiltimo es un ingrediente necesario —desde el punto de vista préctico— del concepto de energia pura. Establece el vinculo entre el concepto de intensidad pura y el concepto de scantidad» (por ejemplo, cantidad de luz en oposicién a intensi- dad de la luz). «... la cantidad o el factor de extension de la energia esta sujeta a una forma... y no es transferible a otra sin que haya una transferencia de partes de esa forma; el factor de intensidad, por el contrario, puede pasar de una forma a otra, El factor de extensién proporciona, pues, la definicién dinémi- ca de la energia’, tal y como se presenta en cada caso en su manifestaci6n. Del mismo modo, hay también un factor de extensién psi- col6gica que no puede pasar a una forma nueva sin transferit partes o caracteres de la forma anterior, a la cual estaba sujcto, Sobre esta peculiaridad de la transformacién energética he Ila- mado la atencién con detenimiento en un trabajo anterior, en el que mostraba que la libido no abandona como pura intensidad tuna forma y pasa a otra, sino que transfiere a la nueva caracte- res de la antigua funcién*. Esta peculiaridad cs tan Ilamativa, que incluso da lugar a falsas conclusiones, no slo a falsas teo- rias, sino también a autoengafios de graves consecuencias, como por ejemplo que la cantidad de libido de una forma sexual determinada se transforma en otra forma llevandose consigo ciertas peculiaridades de su anterior aplicacién. En este cas0, cabria pensar que la dindmica de la nueva forma es asimismo sexual”. O bien que Ia cantidad de libido de una actividad 34. Vor. Harerann, Weltanschawung pS 35. La fsca de hoy Sena Ly energla con la masa, Exta constatacsn, sin embargo, no aos interes para macs props 46. Cl.Sinbolos de tansformacio [OC $,§ 2263) 37. Ca reduce de una forma comple la sexalidad slo ex una aplicacién ‘lida si anes se ha convenido en que Gaieasente se quire expicae La fancion de los “otnponcites sexuals en as formas comple. Per st se considera la reduced a In 22 » cspiritual se transforma en un interés esencialmente material, con lo que puede ercerse erréneamente que la nueva forma es asimismo de tipo espiritual. Esta conclusion es en principio fal- sa, pucs s6lo tiene en cuenta la relativa similitud entre las dos formas, pero olvida su diferencia, igualmente esencial. La experiencia préctica nos ensefia de manera muy general que una actividad psiquica s6lo puede ser sustituida por algo ‘equivalente; asi, por ejemplo, un interés patoldgico, un intenso aferramiento a un sintoma, sélo puede ser sustituido por una sujecién igualmente intensa a otro interés, por lo que tampoco Ia libido puede ser reemplazada nunca por el sfnroma sin ese equivalente. Si éste es de un valor energético inferior, € sabemos inmediatamente que tna cantidad parcial de la ha de ser hallada en otra parte, ya sea en la consciencia 0 en la imaginacién inconsciente 0 en un trastorno de las parties supé- riewres de las funciones fisiol6gicas (por valerme de la acertada expresin de Janet). Aparte de estas experiencias précticas, cuya existencia data de mucho tiempo atras, la interpretacin energética nos posibi- lita también otra creacién tedrica. La interpretacion causal de Freud remite siempre a la eficacia de las mismas substancias invariables, los componentes sexuales, y lo hace con una mond- tona uniformidad, como el propio Freud ha subrayado en algu- nna ocasion. Es evidente que el espiritu de la reductio ad causain 0 in primam figuram nunca puede responder plenamente a la —desde el punto de vista psicolégico— importantisima idea de la evolucién finalista, por cuanto que cualquier cambio de si- tuacién no es més que una «sublimacién» de las substancias bisicas y, por lo tanto, una nueva expresién metafdrica de algo antiguo, La idea de evolucién s6lo es posible si el concepto de subs- tancia invariable no es hipostasiado por la denominada realidad objetiva, es decir, sila causalidad no es identificada con el com- portamiento de las cosas, puesto que la idea de evolucién exige la variabilidad de las substancias, las cuales, contempladas des- de el punto de vista energético, son sistemas de energia en teo- sexualdad como una explicicén caus vid, ex necesriaentonces la tcita supa fio de que iniamente se ata de formas sexale, De exe modo, sn embargo, ‘lecarva a print qve una forma pales comple slo es una forma sexual, lo cul tuna evdente petit princi! Tampoco se puede afar gue Is sexualidad Sea e Sic nmin elemental del sina; de ak qu es explicacion sexual slo puede wna txpliecin de lor componenes,nanca una tora pscalgia saisactoria, 23 ria ilimitadamente reemplazables e intercambiables bajo el prin- cipio de equivalencia y bajo Ia natural suposicién de un posible desnivel. También aquf, como al examinar la vinculacién cau- sal-finalista, nos encontramos con una antinomia irresoluble debido a la proyeccién de la hipétesis energética, ya que la substancia invariable no puede ser al mismo tiempo un sistema energético™. Segiin el punto de vista mecanicista, Ia energia depende de la substancia; por eso habla Wundt de una «energia de Io psfquico» que, como ha ido aumentando en el curso del tiempo, no admite la aplicacién de los axiomas energéticos. Segiin la perspectiva energética, por el contrario, la substancia rho es otra cosa que la expresion o la sefal de un sistema ener- igético. Esta antinomia s6lo es irresoluble mientras no sepamos que las concepciones responden a criterios psicol6gicos funda- Imentales que, en cierta medida, coinciden claramente con las Condiciones del objeto, por lo que también son aplicables en la prictica. Por este motivo, es comprensible que tanto los causa- listas como los finalistas defiendan desesperadamente la validez objetiva de su principio, puesto que, al ser a su vez el principio de su criterio personal con respecto a la vida y al mundo, nadie aceptara sin mas su validez hipotética, del mismo modo que a nadie le gusta ~a no ser que sea una especie de suicida— serrar €l mismo la rama del dtbol sobre la que esta sentado. Pero las antinomias inevitables, que resultan de la proyeccién de princi pios logicamente fundamentados, obligan a investigar en pro- fundidad el propio punto de vista psicolégico, que es cl tinico modo de evitar la violacién de otro principio légicamente fun- damentado. La antinomia ha de reducirse a un postulado anti- némico, por muy insatisfactorio que esto sea para el concretis- mo del hombre y por mucho que repugne al espiritu cientifico conceder a la denominada realidad la esencia de wna misteriosa irracionalidad, forzosamente resultante del postulado antin La teorfa de la evolucién no puede comprenderse sin el punto de vista finalista; el propio Darwin trabaja con conceptos finalistas como adaptacién, etc., tal y como subraya acertada- mente Wundt. El hecho evidente de la diferenciacién y de la evolucién no puede nunca explicarse suficientemente con la causalidad, pues exige el punto de vista finalista, creado tam 438, Ene axioma naturalene slo tee valid paza el mbio macro, n el ce hay Heyes sabsoluase 39. Ch Tipon pacoligicos (OC 6, § 871 8). 24 bién por el hombre, como ef causal, en el transcurso de su evolucién psiquica. La interpretacion finalista concibe las causas como un me~ dio para lograr un fin, Un ejemplo sencillo es la cuestidn de la regresidn: Desde una perspectiva causal, la regresiGn est condi- cionada, por ejemplo, por la «fijacién a la madre». Desde una perspectiva finalista, sin embargo, la libido regresa a la imago de la madre, para descubrie alli’asociaciones de la memoria ‘mediante las cuales un sistema sexual, por ejemplo, pueda evo- ucionar hasta convertirse en un sistema espiritual. La primera explicacién se agota en el significado de la causa y olvida por completo el significado final del proceso de la regresin. De este modo, la creacidn cultural se convierte en un mero sucedéneo, puesto que el incesto es imposible. La diltima explicacién, sin embargo, permite prever todo lo que resultaré de la regresi6n y, al mismo tiempo, nos permite comprender ‘qué significan las imagenes de la memoria reanimadas por la libido regresiva. Como es natural, a causalista esta sltima inter~ pretacién le parece increiblemente hipotética, mientras que para el finalista la «fijaci6n a la madre» es una suposicin arbitraria a fa que reprocha olvidarse por completo de la finalidad, siendo 6sta la Ginica a la que se puede responsabilizar de la reanimacién de la imago de la madre. Adler, por ejemplo, pone numerosos reparos de este tipo a la teoria de Freud. Yo he intentadu jucgar con imparcialidad, aunque no explicitamente, estos dos puntos de vista en mi trabajo Transformaciones y simbolos de la libido, por lo que he sido acusado por ambas partes de adoptar una postura poco clara y dudosa, En este aspecto, comparto la suer- te de los que se mantuvieron neutrales durante la guerra, @ quie nies a menudo se les negé incluso la buena fe Lo que para la observacién causal es un hecho, es para la finalista un simbolo, y viceversa. Todo lo que para unos es Iegitimo, para los ottos es ilegitimo. De ahi que debamos con- formarnos con el postulado antindmico y contemplar el mundo también como fendmeno psiquico. Sin duda, para la ciencia es indispensable saber cmo ¢s dicho fenémeno «en si», pero tam poco la ciencia puede pasar por alto las condiciones del conoci- miento, y la psicologia esta especialmente obligada a tener en cuenta esas condiciones. Dado que el alma también posee el punto de vista finalist, es psicoldgicamente inadmisible —y ademés conducirfa a una monotonfa interpretativa— que pro- eedamos de manera puramente causal en lo que respecta al fenémeno psiquico.

You might also like