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Hora Santa Por Las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas 10 Noviembre 2022
Hora Santa Por Las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas 10 Noviembre 2022
SACERDOTALES Y RELIGIOSAS
MONICIÓN DE INICIO
Monitor(a): Hermanos y hermanas, nos hemos reunido esta noche para
pedir a Dios por las vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y laical.
Pidamos a Jesús Sacramentado, por todos los jóvenes de nuestra parroquia para que suscite en
ellos el deseo de consagrar su vida a Dios en el servicio a los más necesitados de amor. Nos
ponemos de rodillas para recibir al santísimo sacramento del altar.
Tengo sed de ti, de tu amor y lealtad. Tengo sed de ti, de tu paz y perdón.
Tengo sed de ti, de tu pureza y alegría. Tengo sed de ti, de tu fortaleza y bondad.
Todo mi ser se abre a tu gracia esperando el rocío de la mañana.
Tu lealtad vale más que la vida. Tu amistad, más que todos los triunfos.
Quiero saciarme de tu presencia. Quiero llenarme de tu Santo Espíritu.
Quiero sentirme en plenitud de tu gracia.
Tú estás despierto en mi noche. A la sombra de tus alas canto con júbilo. Tu amor me sostiene.
Mi corazón se alegra contigo, Dios mío, porque mi vida te pertenece.
1
Celebrante: Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 1-3. 16) (De pie)
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a
todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: La mies es abundante y los
obreros pocos: rueguen, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Pónganse en camino! Miren que los mando como corderos en medio de lobos.
El que los escucha a ustedes, a mí me escucha: y el que los rechaza, a mí me rechaza; y el que
me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado" Palabra del Señor.
2
Lector(a): LECTURA PASTORES DABO VOBIS, (Les daré pastores) (Sentados/as)
Es un extracto de la exhortación apostólica publicada por el Papa san JP II (Ns. 38-39)
«Les daré pastores según mi corazón». Con estas palabras Dios promete a su pueblo no
dejarlo nunca privado de pastores que lo congreguen y lo guíen: «Pondré al frente de ellas
Pastores que las apacienten, y nunca más estarán asustadas».
La Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva y exigente de Jesús, que nos pide que
«roguemos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies».
Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe,
pues al rogar por las vocaciones —mientras toma conciencia de su gran urgencia para su vida y
misión— reconoce que son un don de Dios y, como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y
confiada.
Ahora bien, esta oración, centro de toda la pastoral vocacional, debe comprometer no sólo a
cada persona sino también a todas las comunidades eclesiales.
Nadie duda de la importancia de cada una de las iniciativas de oración y de los momentos
especiales reservados a ésta, así como el compromiso explícito de personas y grupos
particularmente sensibles al problema de las vocaciones sacerdotales.
Pero hoy, la espera suplicante de nuevas vocaciones debe ser cada vez más una práctica
constante y difundida en la comunidad cristiana y en toda realidad eclesial.
Así se podrá revivir la experiencia de los apóstoles, que, en el Cenáculo, unidos con María,
esperan en oración la venida del Espíritu, que no dejará de suscitar también hoy en el Pueblo de
Dios «dignos ministros del altar, testigos valientes y humildes del Evangelio».
También la liturgia, culmen y fuente de la vida de la Iglesia y, en particular, de toda oración
cristiana, tiene un papel indispensable, así como una incidencia privilegiada en la pastoral de
las vocaciones. En efecto, la liturgia constituye una experiencia viva del don de Dios y una gran
escuela de la respuesta a su llamada.
Como tal, toda celebración litúrgica, y sobre todo la eucarística, nos descubre el verdadero
rostro de Dios; nos pone en comunicación con el misterio de la Pascua, o sea, con la «hora» por
la que Jesús vino al mundo y hacia la que se encaminó libre y voluntariamente en obediencia a
la llamada del Padre; nos manifiesta el rostro de la Iglesia como pueblo de sacerdotes y
comunidad bien compacta en la variedad y complementariedad de los carismas y vocaciones.
El sacrificio redentor de Cristo, que la Iglesia celebra sacramentalmente, da un valor
particularmente precioso al sufrimiento vivido en unión con el Señor Jesús.
Los Padres sinodales nos han invitado a no olvidar nunca que «a través del ofrecimiento de los
sufrimientos, tan frecuentes en la vida de los hombres, el cristiano enfermo se ofrece a sí
mismo como víctima a Dios, a imagen de Cristo, que se inmoló a sí mismo por todos nosotros»,
y que «el ofrecimiento de los sufrimientos con esta intención es de gran provecho para la
promoción de las vocaciones».
En el ejercicio de su misión profética, la Iglesia siente como urgente e irrenunciable el deber de
anunciar y testimoniar el sentido cristiano de la vocación: lo que podríamos llamar «el
Evangelio de la vocación». También en este campo descubre la urgencia de las palabras del
apóstol san Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizara!». Esta exclamación resuena principalmente
para nosotros pastores y se refiere, juntamente con nosotros, a todos los educadores en la
Iglesia.
La predicación y la catequesis deben manifestar siempre su dimensión vocacional: la Palabra de
Dios ilumina a los creyentes para valorar la vida como respuesta a la llamada de Dios y los
acompaña para acoger en la fe el don de la vocación personal.
3
Celebrante: LETANÍAS A NUESTRO SEÑOR EN LA EUCARISTÍA (De pie)
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Pan de los ángeles, RUEGA POR NOSOTROS
Pan Vivo bajado del Cielo,
Pan exquisito, que contiene en Sí toda delicia,
Pan dado para la vida del mundo,
Pan que eres prenda y deleite del Reino,
Pan de vida y sabiduría,
Pan verdadero que nos confortas,
Dios escondido y salvador,
Tú, cuyo Espíritu es más dulce que la miel,
Tú, cuya comunión alegra y regocija,
Tú, cuya herencia es dulcísima,
Tú, de cuya plenitud todos hemos recibido,
Tú, en quien exultan nuestra alma y nuestro cuerpo,
Tú, en quien está toda esperanza de vida, virtud, gracia y verdad,
Maná escondido,
Cofre de amor,
Fruto del más bello Árbol,
Trigo de los elegidos, Suma de perfección,
Fuente de dulzura y de gracia, Diluvio de generosidad,
Manantial de Vida, Vínculo de paz y caridad,
Piedra de la que mana miel, Remanso de las almas santas,
Tesoro de la Casa de Dios, Inapreciable riqueza de los
Torrente de gozo, creyentes,
Antídoto de inmortalidad, Propiciación de los pecadores,
Fruto de Vida eterna, Solaz de los afligidos,
Hostia santa, Alimento de los hambrientos,
Gema preciosa, Medicina de los enfermos,
Cordero sin mancha, Viático de los que mueren,
Manjar espiritual, Prenda de la gloria futura,
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
4
Celebrante: PLEGARIA UNIVERSAL (De pie)
Dios escoge aquellos a quienes Él quiere, oremos al Señor para que envíe trabajadores a sus
campos, diciendo: “Señor, confiamos en ti”
Tal como tú llamaste a Abraham para ser padre de muchas naciones, inspira a muchos
jóvenes a responder a tu llamada. Oremos
Tal como tú llamaste a Moisés, tendiendo las multitudes de Jetró, proporciona pastores
dignos a tu pueblo en nuestro día. Oremos
Tal como tú llamaste a Aarón para servirte en tu templo, llama a quienes quieras para que
sirvan a tu Iglesia. Oremos
Tal como hablaste para despertar a Samuel con tu llamada, abre los oídos de tus elegidos,
para que, escuchando tu voz, puedan seguirte. Oremos
Tal como cada Sumo Sacerdote fue elegido asiste a los sacerdotes para que puedan ofrecer
el santo y vivo sacrificio. Oremos
Tal como Eliseo fue ungido por el profeta Elías, dales a los que llamas fuerza para seguirte
sin voltear atrás. Oremos
Tal como llamaste a los Apóstoles para ser mensajeros de Cristo, así envíanos predicadores
fervientes para fortificar nuestro espíritu. Oremos
5
Celebrante: ORACIÓN POR LOS SACERDOTES (De pie)
Oh Dios eterno y omnipotente, mira al rostro de tu Cristo, y por amor a Él, que es el Sumo y
Eterno Sacerdote, ten piedad de tus sacerdotes.
Recuerda, Dios misericordioso, que no son sino unos seres humanos débiles y frágiles.
Renueva en ellos la gracia que han recibido por la imposición de las manos del obispo.
Guárdalos cerca de ti para que el enemigo no prevalezca contra ellos; a fin de que nunca hagan
nada que desdiga en punto alguno de su sublime vocación. Amén
OH JESÚS, ETERNO SUMO SACERDOTE A TI ROGAMOS:
• por tus sacerdotes fieles y fervorosos;
• por tus sacerdotes infieles y tibios;
• -por tus sacerdotes que laboran en casa o fuera, en campos de misión;
• -por tus sacerdotes jóvenes y mayores;
• -por tus sacerdotes moribundos;
• -por tus sacerdotes difuntos.
PERO SOBRE TODO TE ENCOMENDAMOS:
a los sacerdotes que nos son más queridos;
al sacerdote que nos bautizó;
a los sacerdotes que nos absolvieron de mis pecados;
a los sacerdotes que nos dieron tu Cuerpo y tu Sangre en la Sagrada Comunión;
a los sacerdotes que nos enseñaron, instruyeron o nos animaron y nos ayudaron;
a los sacerdotes a quienes debemos algo en cualquier otro modo.
Oh Jesús, guárdalos a todos cerca de tu Corazón y bendícelos copiosamente, así en el tiempo
como en la eternidad. Amén.
Lector(a): OREMOS POR LOS MINISTROS DE LA IGLESIA (De pie)
Respondemos diciendo: “Escúchanos, Señor”
Por el Papa Francisco, dale Señor tu corazón de Buen Pastor. Oremos
Por los sucesores de los Apóstoles, para que cuiden de sus sacerdotes. Oremos.
Por los Obispos, para que pastoreen a sus ovejas. Oremos.
Por los párrocos, para que aprendan a servir y a no desear ser servidos. Oremos.
Por los confesores, para que sea instrumentos dóciles de tu Espíritu. Oremos.
Por los que anuncian tu palabra, para que comuniquen espíritu y vida. Oremos.
Por los Laicos y Laicas, para que evangelicen con su testimonio. Oremos.
Por los que trabajan por la juventud, para que lo hagan con cre4atividad. Oremos.
Por los que trabajan entre los pobres, para que te vean y te sirvan en ellos. Oremos.
Por los que atienden a los enfermos, para que sean pacientes con ellos y ellas. Oremos.
A los sacerdotes pobres, socórrelos, Señor. Oremos.
A los sacerdotes enfermos, sánalos, Señor. Oremos.
A los sacerdotes ancianos, dales alegre esperanza, Señor. Oremos.
A los sacerdotes tristes y afligidos, consuélalos, Señor. Oremos.
A los sacerdotes turbados y confundidos, dales tu paz, Señor. Oremos.
A los sacerdotes que están en crisis, muéstrales tu camino, Señor. Oremos.
A los calumniados y perseguidos, defiéndeles y ayúdales, Señor. Oremos.
A los sacerdotes tibios, inflámalos, Señor. Oremos.
A los sacerdotes desalentados, reanímalos, Señor. Oremos.
6
A los que aspiran al sacerdocio, dales la perseverancia, Señor. Oremos.
A todos los sacerdotes, dales fidelidad a ti y a tu Iglesia, Señor. Oremos.
A todos los sacerdotes, dales obediencia y amor al Papa, Señor. Oremos.
A todos los sacerdotes, ayúdales a que vivan en comunión con su Obispo, Señor. Oremos.
Que todos los sacerdotes, sean uno como tú y el Padre, Señor. Oremos.
Que todos los sacerdotes promuevan la justicia entre los fieles laicos cristianos. Oremos.
Que todos los sacerdotes colaboren en la unidad del presbiterio, Señor. Oremos.
Que todos los sacerdotes llenos de ti, vivan con alegría en el celibato, Señor. Oremos.
A todos los sacerdotes, dales la plenitud de tu Espíritu y transfórmalos en ti, Señor. Oremos.
Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento, que quisiste perpetuarte entre nosotros por
medio de tus Sacerdotes, haz que sus palabras sean sólo las tuyas, que sus gestos sean los tuyos,
que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres y hablen a los hombres de Dios.
Que no tengan miedo al servicio, sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo, caminando por las sendas de la
historia con tu mismo paso y haciendo el bien a todos.
Que sean fieles a sus compromisos, celosos de su vocación y de su entrega, claros espejos de la
propia identidad y que vivan con la alegría del don recibido.
Señor Jesús, presente en el santísimo Sacramento, que quisiste perpetuarte entre nosotros por
medio de tus Sacerdotes, haz que sus palabras sean sólo las tuyas, que sus gestos sean los tuyos,
que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres y hablen a los hombres de Dios.
Que no tengan miedo al servicio, sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo, caminando por las sendas de la
historia con tu mismo paso y haciendo el bien a todos.
Que sean fieles a sus compromisos, celosos de su vocación y de su entrega, claros espejos de la
propia identidad y que vivan con la alegría del don recibido. Amén
7
Lector(a): |ORACIÓN A MARÍA POR LOS SACERDOTES (De pie)
Recemos siempre a María, Madre de los sacerdotes, para que Ella los guie por el camino de
Cristo Jesús. Te lo pedimos por tu Madre santa María: Ella que estuvo presente en tu vida
estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes. Amén.
San Juan Pablo II hizo esta oración pidiéndole a la Virgen por todos los sacerdotes:
Oh María, Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes: acepta este título con el que hoy te
honramos para exaltar tu maternidad y contemplar contigo el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y
de tus hijos, oh Santa Madre de Dios.
Madre de Cristo, que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu
Santo para salvar a los pobres y contritos de corazón: custodia en tu seno y en la Iglesia a los
sacerdotes, oh Madre del Salvador.
Madre de la fe, que acompañaste al templo al Hijo del hombre, en cumplimiento de las
promesas hechas a nuestros Padres: presenta a Dios Padre, para su gloria, a los sacerdotes de tu
Hijo, oh Arca de la Alianza.
Madre de la Iglesia, que con los discípulos en el Cenáculo implorabas el Espíritu para el nuevo
Pueblo y sus Pastores: alcanza para los presbíteros la plenitud de los dones, oh Reina de los
Apóstoles. Madre de Jesucristo, que estuviste con Él al comienzo de su vida y de su misión, lo
buscaste como Maestro entre la muchedumbre, lo acompañaste en la cruz, exhausto por el
sacrificio único y eterno, y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo: acoge desde el principio a
los llamados al sacerdocio, protégelos en su formación y acompaña a tus hijos en su vida y en
su ministerio, oh Madre de los sacerdotes. Amén