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HORA SANTA POR LOS DIFUNTOS Y DIFUNTAS

MONICIÓN DE INICIO
Monitor(a): En este día, tendremos presentes a nuestros hermanos y hermanas
que han partido ya de este mundo, ofreciendo por ellos y por ellas la adoración
al santísimo Sacramento.
Todos nos debemos de sentir solidarios con los demás en el divino proyecto de salvación.
Y así como nosotros pedimos a Dios por las almas de los difuntos, también los santos o
bienaventurados piden a Dios por nosotros y por quienes han partido de este mundo.
A los santos del cielo solo les falta la glorificación del cuerpo por lo que oran por nosotros que
estamos privados de las bienaventuranzas, nuestra última perfección y sus oraciones tienen
eficacia en virtud de sus méritos anteriores y de la divina aceptación.
Dios quiere esta Comunión entre todos los bautizados y reparte su gracia a través de la Virgen
María, de los santos y las santas y del misterio santificador de la Iglesia mediante los
sacramentos. Nos ponemos de rodillas para recibir a Jesús sacramentado

CANTO EUCARÍSTICO Y EXPOSICIÓN DEL SANTISIMO

Celebrante: ORACIÓN DE INICIO (De pie)


Oh Señor Jesucristo, por la preciosísima sangre que derramaste durante tu dolorosa crucifixión,
te pedimos por nuestros difuntos y difuntas, en especial por nuestras amistades y familiares, y
concédeles la dicha eterna, para que te puedan Glorificar y Alabar en la Eternidad. Amén.

Lector(a): MOTIVACIÓN (Sentados/as)


Hermanos y hermanas, estamos aquí para recordar a nuestros difuntos y difuntas, que se nos
han adelantado en el camino que nos ha de conducir a la vida eterna.
Juntos afirmamos la esperanza en la vida eterna que Dios ofrece a todos sus hijos.
Jesucristo, nuestro Señor, nos ha dicho: “Crean en Dios y creed también en mí, porque volveré
y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes”.
Pero, ahora, junto al dolor de su partida, debemos unirnos también, de modo muy especial, al
consuelo de la esperanza. Creemos que, por encima de todo, Dios nos ama y nos acoge.
Y también ahora, en el dolor por su muerte, esperamos que él les acogerá como a sus hijos e
hijas queridos.
Pidámosle al Señor para que puedan serles útiles el bien que hicieron entre nosotros, todo lo
que ayudaron a los demás, para que, nuestro Padre, les reciba en su seno.
Así pues, pidamos también los unos por los otros, para que también a nosotros nos consuele y
nos dé fuerza la confianza en el amor del Padre, para que la luz de Jesucristo resucitado ilumine
en nosotros la esperanza de la resurrección.

Celebrante: ORACIÓN PREPARATORIA (De pie)


Señor Dios, Padre omnipotente, tú que nos has dado la certeza de que en los fieles difuntos se
realiza el misterio de tu Hijo muerto y resucitado, por esta fe que profesamos, concede a
nuestros hermanos y hermanas que han participado en la muerte de Cristo, resucitar también
con él en la luz de la vida. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

1
Lector(a): Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos (5, 5 – 11) (Sentados/as)

Monitor(a): SALMO RESPONSORIAL (Salmo 22, 1 – 3. 4. 5. 6) (Sentados/as)


Respondemos diciendo: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”
• El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace
recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis
fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
• Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas
conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
• Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges
la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
• Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi
vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Lector(a): Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (4, 13-18)
(Sentados/as)

Celebrante: Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 24-29) (De pie)

Lector(a): REFLEXIÓN (Sentados/as)


En medio de tanto dolor por las muertes por el COVID, la fe de muchas personas se ha visto
probada por haber perdido padres, madres, hermanos, familiares, amigos, consagrados y
consagradas. Hemos vivido la angustia y la desesperación de no poder acompañarles
personalmente por razones sanitarias al lado de sus camas y sosteniendo sus manos para que
sintieran el consuelo del ser querido.
Han vivido la tristeza de no poder despedirles, velando sus cuerpos y orando por ellos en forma
presencial. Hoy queremos elevar nuestra oración por las víctimas de este virus que ha puesto a
prueba a toda la humanidad y por las víctimas inocentes de la guerra, de la violencia y del
hambre. Queremos encomendarlos al Buen Dios, para que los reciba en la luz que no tiene fin,
para que gocen del descanso eterno junto con la Virgen María, san José y los santos.
Y a todos aquellos, que todavía no encuentran sentido a la muerte, que siguen sufriendo el
duelo por la pérdida del ser querido, déjense abrazar por Jesús, que es el único que sana
nuestras heridas y en quien tiene sentido la muerte, porque la ha vencido con su resurrección.
Que las almas de todos nuestros familiares y amigos difuntos, víctimas del COVID, vivan en la
eterna paz de la Jerusalén celestial, con todos los elegidos.

¿Por qué visitamos la sepultura de nuestros familiares y amigos?: Porque no sólo


manifestamos nuestro público cariño a su recuerdo y por cuánto hicieron y compartieron con
nosotros. También lo hacemos porque creemos en la resurrección, ya que la sepultura, es el
CAMPO SANTO, donde aguardamos la resurrección de los que han muerto.
¿Por qué adornamos con velas y flores sus sepulcros?: Porque creemos y celebramos la vida,
porque sabemos que sus almas viven y que nos aguardan a que el Señor venga de nuevo para
rescatarnos de la muerte. Las velas son el signo de la luz, de la calidez, de la vida, de la
presencia, de la vigilancia y de la espera. Las flores, son el signo de la alegría, de la ternura, del
reconocimiento, de la tranquilidad, de la paz.
¿Por qué inscribimos sus nombres en las lápidas?: Para que su memoria no desaparezca
porque sabemos que desde el bautismo su nombre está inscrito en el libro de la vida.

2
Celebrante: ALABANZA Y ACCIÓN DE GRACIAS (De pie)
Padre y Dios nuestro, te alabamos y te damos gracias porque en Cristo Jesús brilla la esperanza
de nuestra feliz resurrección. Padre bueno y misericordioso, te alabamos y te damos gracias,
porque tu Hijo Jesús es a vida de los hombres y la resurrección de los muertos
Padre clemente y amoroso, te alabamos y te damos gracias, porque Jesús, tu Hijo, entregó su
vida para que todos tuviéramos vida eterna. Padre santo y bueno, te alabamos y te damos
gracias porque la vida de los creyentes no termina, sino se transforma; y al deshacerse nuestra
morada terrenal, tú nos preparas una mansión eterna en el cielo.
Padre santo y justo te damos gracias porque tú enjugarás toda lágrima de los ojos de los santos
y no habrá ya muerte ni desdichas, ni lamentos ni aflicciones. Padre santo y justo, te alabamos y
te damos gracias, porque las almas de tus hijos brillarán como el sol en tu reino bendito.
Padre santo y justo, te alabamos y te damos gracias, porque las almas de los justos están en tus
manos y no les alcanzará tormento alguno.

Lector(a): LA FE EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS (Sentados/as)


TOMADO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
No. 248. "El máximo enigma de la vida humana es la muerte". Sin embargo, la fe en Cristo
convierte este enigma en certeza de vida sin fin. Él proclamó que había sido enviado por el
Padre "para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga la vida eterna" y también:
"Esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna; yo
le resucitaré en el último día". Por eso, en el Creo la Iglesia profesa su fe en la vida eterna:
"Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro". Apoyándose en la Palabra
de Dios, la Iglesia cree y espera firmemente que "del mismo modo que Cristo ha resucitado
verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después
de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado".
No. 249. La fe en la resurrección de los muertos, elemento esencial de la revelación cristiana,
implica una visión particular del hecho ineludible y misterioso que es la muerte.
La muerte es el final de la etapa terrena de la vida, pero "no de nuestro ser", pues el alma es
inmortal. Si por una parte la muerte corporal es algo natural, por otra parte, se presenta como
"castigo del pecado". El Magisterio de la Iglesia, interpretando las afirmaciones de la Sagrada
Escritura, "enseña que la muerte ha entrado en el mundo a causa del pecado del hombre".
La muerte es el paso a la plenitud de la vida verdadera, por lo que la Iglesia, invirtiendo la
lógica y las expectativas de este mundo, llama “dies natalis” (día del nacimiento) al día de la
muerte del cristiano, día de su nacimiento a la vida eterna, donde "no habrá más muerte, ni
luto, ni llanto, ni preocupaciones, porque las cosas de antes han pasado".
Es la prolongación, en un modo nuevo, del acontecimiento de la vida, porque como dice la
Liturgia: "la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y al deshacerse
nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo".
Finalmente, la muerte del cristiano es un acontecimiento de gracia, que tiene en Cristo y por
Cristo un valor y un significado positivo.
Se apoya en la enseñanza de las Escrituras: "Para mí vivir es Cristo, y una ganancia el morir";
"Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él".
La Iglesia, por otra parte, en su oración de sufragio por las almas de los difuntos, implora la
vida eterna no sólo para los discípulos de Cristo muertos en su paz, sino también para todos los
difuntos, cuya fe sólo Dios ha conocido.

3
Celebrante: SENTIDO DE LOS SUFRAGIOS (Sentados/as)
No. 251. En la muerte, el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle partícipe de
la vida divina.
Los sufragios son una expresión cultual de la fe en la Comunión de los santos.
Así, "la Iglesia que peregrina, desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo perfecto
conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, y así conservó con
gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios por ellos, "porque santo y
saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados" (2
Mac 12,46).
Estos sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio eucarístico, y después, otras
expresiones de piedad como oraciones, limosnas, obras de misericordia e indulgencias
aplicadas en favor de las almas de los difuntos.

Lector(a): SÚPLICA (De pie)


Dios nuestro, que tienes misericordia, por todas las criaturas del universo, porque de todas eres
Creador y Padre, vuelve tu mirada de compasión sobre las almas de nuestros difuntos y difuntas
que esperan confiadamente la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo.
Recuerda, Padre, que ellas son la obra de tus manos y el precio de las fatigas, dolores y muerte
de tu divino Hijo Jesús.
Te ofrecemos, a favor de estas almas, la sangre divina que Jesús derramó por ellas, el sacrificio
de la víctima por excelencia, la mediación poderosa de María y de los santos, las humildes
súplicas de tu iglesia y las oraciones y obras meritorias de sus hijos.
Apoyados en esto, esperamos mucho de tu misericordia, oh Dios, por aquellas almas que te son
queridas y con las que tenemos todavía deber de amar y socorrer.
Que tu paternal ternura desarme al fin tu justicia; ábreles tus entrañas de misericordia,
manifiéstales tu gloria y muéstrales lo que tú eres.
Derrama en sus corazones el torrente de tus inefables delicias porque tú eres para tus elegidos
una fuente sobreabundante y eterna de perdón y misericordia.

Celebrante: ORACIÓN COMUNITARIA (De pie)


Oremos a Cristo, esperanza de los que vivimos en este mundo, y vida y resurrección de los que
han muerto; llenos de confianza, digámosle: “Escúchanos, Señor”
 Tú que llamaste a la vida al hijo de la viuda de Naím. Oremos
 Tú que despertaste del sueño de la muerte a la hija de Jairo. Oremos
 Tú que resucitaste a tu amigo Lázaro y lo entregaste a sus hermanas Marta y María. Oremos
 Tú que prometiste al ladrón arrepentido de llevarlo al Paraíso. Oremos
 Tú que al resucitar llevaste al Paraíso a todos los justos del Antiguo Testamento. Oremos
Señor, nuestra vida es corta y frágil; la muerte que contemplamos hoy nos lo recuerda.
Pero tú vives eternamente, y tu amor es más fuerte que la muerte.
Llenos, pues, de confianza, ponemos en tus manos a nuestros difuntos.
Perdónale sus faltas y acógeles en tu reino, para que vivan feliz en tu presencia por siempre.
Oh Dios, Señor de la vida y de la muerte, muéstrales tu infinita Misericordia a aquellos
servidores que creyeron y pusieron tus esperanzas en ti. Concédeles todo indulto de sus culpas.
Por esto rezamos, por medio de la intercesión de la Santísima Virgen María y por medio de
Cristo, nuestro Señor. Amén.

4
Lector(a): ORACIÓN POR QUIENES HAN FALLECIDO (De pie)
Aclamemos a Cristo, el Señor, que al morir en la cruz borró el pecado y al salir del sepulcro
destruyó la muerte y digámosle: “Tú eres Señor, la resurrección y la vida”
 Oh Cristo, Hijo del hombre, que, cuando moriste en la cruz, quisiste tener a tu madre como
compañera en tu pasión y cuando resucitaste, la llenaste de gozo, levanta y robustece la
esperanza de los decaídos. Oremos.
 Oh Cristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro, lleva a
una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre preciosa. Oremos.
 Oh Cristo, consolador de los afligidos, que enjugaste las lágrimas de la madre viuda que
lloraba la muerte de su hijo, haciendo que resucitara, consuela también ahora a los que lloran
la muerte de sus seres queridos. Oremos.
 Tú que resucitaste a una niña, concede la vida eterna a nuestros difuntos y difuntas. Oremos
 Tú que desde la cruz prometiste el paraíso al buen ladrón, acoge a nuestros difuntos. Oremos
 Tú que experimentaste el dolor de la muerte y resucitaste gloriosamente del sepulcro,
concede a nuestros difuntos la vida feliz de la resurrección. Oremos
 Tú que lloraste ante la tumba de tu amigo Lázaro, dígnate enjugar las lágrimas de quienes
lloramos la muerte de nuestros difuntos. Oremos
Escucha, Señor, nuestras súplicas y ten misericordia de nuestros difuntos, para que no sufran
castigo por sus pecados, pues desearon cumplir tu voluntad; y, ya que la verdadera fe les unió
aquí, en la tierra, al pueblo fiel, que tu bondad ahora les una al coro de los ángeles y elegidos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Celebrante: Dales Señor, el descanso eterno. R/. Y brille sobre ellos la luz eterna.
Celebrante: Dales Señor, el descanso eterno. R/. Y brille sobre ellos la luz eterna.
Celebrante: Dales Señor, el descanso eterno. R/. Y brille sobre ellos la luz eterna.
Celebrante: Las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén

Lector(a): ORACIÓN POR NUESTROS SERES QUERIDOS DIFUNTOS (De pie)


Oh buen Jesús, que durante toda tu vida te compadeciste de los dolores ajenos, mira con
misericordia las almas de nuestros seres queridos difuntos. Tú que amaste a los tuyos con gran
predilección, escucha la súplica que te hacemos, y por tu misericordia concede a aquellos que
han partido de nuestro hogar el gozar del eterno descanso en el seno de tu infinito amor. Amén.

Celebrante: ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA (De pie)


Santa María, que permaneciste junto a la cruz, viendo morir a tu divino Hijo, intercede por las
benditas almas de nuestros difuntos y digámosle: “Ruega por ellos y por ellas”
▪ Virgen María, te rogamos por aquellas almas con las cuales tenemos alguna obligación de
justicia o de caridad. Oremos.
▪ Virgen María, te rogamos por las almas más abandonadas y olvidadas y a las cuales nadie
recuerda. Oremos.
▪ Virgen María, te rogamos por aquellas almas que en este mundo fueron víctimas de abusos y
de mucho sufrimiento. Oremos.
▪ Virgen María, te rogamos por aquellas almas que sufrieron los dolores de la enfermedad y
que fueron desahuciadas. Oremos.
▪ Virgen María, te rogamos por aquellas almas que sufrieron de la pobreza y de la injusticia.
Oremos.

5
Lector(a): ORACIÓN DE LOS FIELES (De pie)
Oremos confiadamente a nuestro Padre, el Dios de la vida, hagamos memoria de los fallecidos
por Covid y de todos los difuntos y difuntas que no pudieron ser despedidos debidamente.
Pidamos por quienes han muerto solos, sin la caricia de sus seres queridos; y por todas las
personas que han dado la vida por servir a los enfermos. Hacer memoria de quienes han partido
de este mundo, nos hace volver la mirada a Cristo, muerto y resucitado, fuente de Vida eterna.
Mirándolo a él recordemos a nuestros difuntos, diciendo: “Recíbelos en tu casa, Señor”.
1. Por la Iglesia. Que sepa renovarse constantemente, y avance cada día en la fidelidad al
Evangelio. Oremos.
2. Por nuestros difuntos y difuntas, para que la luz de la vida les ilumine eternamente. Oremos.
3. Por quienes han partido ya de este mundo, para que vivan para siempre en la alegría de Dios,
libres de todo mal, de todo dolor, de toda tristeza. Oremos.
4. Por nuestros familiares y amigos, que han perdido un ser querido, para que Dios nos dé su
fuerza y sepamos acompañarnos y consolarnos mutuamente. Oremos.
5. Por quienes sufren, sea cual sea su dolor o tristeza, para que puedan encontrar esperanza y
motivos para vivir y tengan a su lado quien les ayude y anime a salir adelante. Oremos
6. Por todos los hombres y mujeres del mundo, para que en todos crezca el sincero deseo de
hacer posible una vida más humana, más digna, más fraterna. Oremos.
7. Por los ancianos, muchos de ellos en hogares geriátricos, sin la posibilidad de estar entre los
suyos y con el contacto familiar deseado. Oremos.
8. Por los hijos e hijas, que partieron antes de tiempo, dejándonos el dolor grande de una
ausencia que pervive en cada recuerdo y en cada lugar. Oremos.
9. Por nuestros familiares y amistades que se han adelantado en nuestro camino a la Casa del
Padre. Oremos.
10.Por el personal de la salud y demás trabajadores esenciales que al frente de la batalla,
pusieron alma y cuerpo en su servicio y profesión, hasta dar la vida por los demás. Oremos.
11.Por quienes han partido sin haberlos podido despedir de la manera adecuada, como ellos se
merecían y como nosotros necesitábamos. Oremos.
Escucha, Padre, nuestras plegarias, y conduce a nuestros difuntos y difuntas hacia la vida plena
de la resurrección, con Jesucristo, tu Hijo, hombre como nosotros, que vive y reina contigo por
los siglos de los siglos. Amén.
Celebrante: ORACIÓN DE RECOMENDACIÓN DEL ALMA A CRISTO (De pie)
Señor, te encomendamos a tus hijos e hijas que han partido ya de este mundo y te suplicamos,
Salvador del mundo, que les permitas participar de tu Reino eterno. Recibe su alma en tu
presencia y no te acuerdes de sus pecados pasados ni de su debilidad humana.
Por intercesión de la Virgen María y de todos los santos, te pedimos por nuestros familiares,
por nuestros amigos que ya murieron.
También te pedimos por aquellos que no tienen quien pida por ellos, ten misericordia de ellos y
dales el descanso eterno.
Dios de misericordia y amor, ponemos en tus manos amorosas a nuestros hermanos y hermanas
que han partido de esta vida y ya que en esta vida les demostraste tu gran amor, y ahora que ya
están libres de toda preocupación concédeles pasar con seguridad las puertas de la muerte y
gozar de la luz y la paz eterna.
Habiendo terminado su vida terrena recíbelos en tu reino, en donde ya no habrá tristeza ni
dolor, sino únicamente felicidad y alegría con Jesús, tu Hijo, y con el Espíritu Santo, para
siempre. Amén.
6
Lector(a): LETANÍAS DE LOS FIELES DIFUNTOS (De pie)
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios, Padre del Cielo, Ten piedad de todos los fieles difuntos.
Dios, Hijo, Redentor del mundo, Ten piedad de todos los fieles difuntos.
Dios Espíritu Santo, Ten piedad de todos los fieles difuntos.
Santa Trinidad, un Solo Dios. Ten piedad de todos los fieles difuntos.
Santa María Madre de Dios. Ruega por ellos y ellas
San Miguel,
San Juan Bautista,
San José,
San Pedro,
San Pablo,
San Vicente mártir,
Santo Hermano Pedro,
San Gregorio,
San Ambrosio,
San Agustín,
San Jerónimo,
San Nicolás,
Todos los santos y santas de Dios,
De todo mal, Líbrales, Señor
Del rigor de tu justicia,
De la potestad del mal,
De la amargura eterna,
De la eterna tristeza,
De la horrible oscuridad,
Del llanto y de tu ausencia eterna,
Por tu encarnación y tu santo nacimiento,
Por tu santo nombro.
Por tu Bautismo y tu ayuno.
Por tu total obediencia.
Por tu pobreza.
Por tu paciencia y ternura.
Por tu amor infinito.
Por tu amargo sufrimiento.
Por tu sudor sangriento de temor.
Por tu cautiverio.
Por tu dolorosa flagelación.
Por tu coronación de espinas.
Por las burlas que sufriste.
Por tu juicio injusto.
Por tu agonizante abandono.
Por tus cinco santas llagas.
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Por tu corazón traspasado. Líbrales, Señor
Por tu gloriosa resurrección.
Por tu maravillosa ascensión.
Por la venida del Espíritu Santo.
Por los méritos de tu santa Madre.
Por los méritos de todos tus santos.
Por tu dulcísimo nombre,
Por tu ejemplar humildad,
Por la multitud de tus misericordias,
Por tus angustias y molestias,
Por tu cruz y tu dolorosa Pasión,
Por tu santa resurrección,
Por tu admirable ascensión,
Por la venida del Espíritu Santo,
En el día del Juicio,
Nosotros que somos pecadores. Te rogamos, óyenos.
Tú que absolviste a María Magdalena,
Tú que escuchaste al Ladrón arrepentido,
Tú que tienes las llaves de la muerte y del Infierno,
Para que te dignes salvar a nuestros parientes, amigos y bienhechores,
Para que te dignes apiadarte de aquellos que no tienen quien los recuerde,
Para que a todos ellos te dignes perdonarlos,
Para que contemplen tu rostro benigno y dócil,
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso.
Oremos: Oh Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, concede a nuestros difuntos y
difuntas la remisión de todos sus pecados, a fin de que obtengan por los méritos de nuestro
Señor Jesucristo y de santa María siempre Virgen el perdón que siempre han deseado. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Dales, Señor el descanso eterno. Y brille para ellos la luz perpetua.
Descansen en paz. Amén
Concluyamos nuestra oración rezando la salve:
SALVE
Dios te salve Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza
nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti
suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
¡Ea pues!, Señora y abogada nuestra: vuelve a nosotros tus ojos
misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús: fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Amén
PADRE NUESTRO... DIOS TE SALVA MARÍA… GLORIA…
RESERVA DEL SANTÍSIMO (De rodillas) COMUNIÓN
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