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Debilidades y Desafíos como

Investigador.

IDENTIFICACIÓN DEL DOCUMENTO

PROGRAMA: Doctorado en Economía y Finanzas

MATERIA: Curso Propedéutico DEF

GRUPO: G1

UNIDAD: Curso Propedéutico DEF

AUTOR: Jaime Esteban Rodríguez Acurio

FECHA: 24 de septiembre del 2022


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Tabla de contenido
Debilidades y desafíos como Investigador. .............................................................................. 2
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Debilidades y desafíos como Investigador.

Mi postura surge como expresión de lo que acontece con la producción de conocimiento


en Ecuador y en otros países de Latinoamérica. No es desconocido hoy que menos del
15%1 de la producción del conocimiento en América Latina surge desde el ejercicio de
los cuidados asistenciales y que el grueso de ella ha brotado en el espacio universitario,
pero posterior a los años cincuenta del siglo pasado, por la incidencia de organismos
internacionales con apoyo en becas para formación de investigadores en diferentes
instituciones universitarias. La cultura institucional investigativa nuestra ha sido
predominantemente asistencialista y no se ha dejado permear por la urgente necesidad
de ejercer la investigación científica. Hoy esta cultura plantea dos retos de cambio: uno,
para quienes dirigen las instituciones, principalmente los centros de investigación; y otro
para las universidades, pues el eficientísimo que la política mercantilista está exigiendo
a las instituciones de educación es un obstáculo para potenciar el cuidado desde el
ejercicio crítico de la evidencia científica, pero, a su vez, la eficiencia del cuidado
conlleva, entre muchas otras responsabilidades, obrar desde los aportes de la
investigación científica.

Mi inquietud sobre la necesidad de insistir en que el presente y el futuro de la


investigación está en la capacidad investigativa que despertemos en nuestro relevo
generacional, ante los problemas simples o complejos del tema investigativo, se ve hoy
favorecida por el entusiasmo de la Fundación Index de Granada (España) en pro de
fortalecer la formación de jóvenes investigadoras e investigadores, con el apoyo de
universidades en Latinoamérica. Esto favorece, entre muchas cosas, los esfuerzos por
pensar la profesión y su desarrollo disciplinar desde la ciencia, por aupar la producción
científica de conocimientos, por comprender nuestras complejas realidades, por
visibilizar múltiples identidades en la producción de conocimientos científicos y por
elaborar propuestas en pro del desarrollo y del bienestar de nuestros pueblos.

La educación superior está en la mira neoliberal, bajo el mismo libreto implementado en


investigación, por ello considero que es responsabilidad de quienes contribuimos a
fraguar procesos de formación hacerlo con alto sentido de calidad y pertinencia social,
para resistir los embates que buscan excluir la posibilidad de crecer en lo disciplinar a
partir de conocimientos propios y articular lo pertinente del mundo global. Esta exclusión
limita la creatividad pedagógica y la conciencia social vital de la importancia estratégica
que tiene el aprender desde el avance de la ciencia y la tecnología, con procesos de
indagación propios, que brinden alternativas para conjurar no sólo la crisis económica,
sino la crisis de valores y de calidad en la formación profesional que nos potencie en el
mundo global.

Es responsabilidad nuestra no defraudar a quienes creen que la investigación, en sus


diferentes niveles, les puede otorgar condiciones de excelencia para ser ciudadanos o
ciudadanas honestas, éticas y con competencias suficientes para avizorar los problemas
de su entorno, para comprender el debate histórico sobre explicación y comprensión (en
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alemán Erklären y Verstehen) y contribuir con alta pertinencia a la cimentación disciplinar


desde procesos rigurosos de indagación.

Ante ello surgen dos preguntas: ¿cuáles son esas dimensiones complementarias del ser
investigador que la educación superior puede destacar en la forja de espíritus
científicos?, y ¿cuáles son los obstáculos que nos corresponde superar? Para responder
acudo a la experiencia comprensiva, que me ha enseñado que en este asunto de
contribuir a abrir caminos de indagación y de participar en la forja de espíritus científicos
a partir de su deseo es imprescindible discutir y analizar
tres dimensiones, complementarias entre sí, que intervienen en este proceso lento, pero
necesario. Estas son: el deseo del sujeto, la voluntad política de la institución y el campo
del saber. Estas dimensiones tienen que ver con las preguntas centrales de todo
proyecto de investigación formativa o científica: ¿qué investigar?, ésta implica al campo
del saber, del conocimiento y de la realidad que se explora, y ¿cómo investigar?, que
involucra a los sujetos y la institución, por las actitudes, aptitudes, competencias y apoyos
requeridos para su desarrollo.

Cuando pienso yo como el sujeto investigador, representado en el estudiante y el


docente como interlocutores primarios inmersos en ese ideal de aptitudes y actitudes
para la exploración, cavilo en la capacidad investigativa que se ha de forjar como un
satisfactor de la necesidad de entendimiento, que se constituye en un dispositivo para
despertar el deseo, entendido como sentimiento de apetencia que exige la intervención
de la voluntad para dirigir la acción hacia la posesión, conocimiento o disfrute de algo.
Se trata, pues, de un impulso asociado a la idea de un objetivo.

El ideal de ser investigador implica avizorar los problemas del entorno, ser capaces de
mantener un pensamiento sistemático de observación, de preguntarse por lo que desean
ser, por lo que estudian, por lo que hacen, por lo que piensan; ser capaces de dudar, con
argumentos significativos, frente al conocimiento que se brinda; de curiosear entre
múltiples referentes bibliográficos; de indagar más allá de lo simple y cotidiano; ser
capaces de replantearse los paradigmas desde donde hablan los docentes, como así ha
de ser el espíritu investigativo; es ir formándose su propia personalidad conceptual con
el estudio riguroso que la ciencia y los demás saberes nos aportan día tras día; es ser
capaz de trabajar intelectualmente con persistencia y profundidad sobre los problemas
de cualquier orden; es ser productivo intelectualmente, mostrando escritos que
argumenten sus verdades; es ser capaz de asumir el aprendizaje como proyecto de vida
e incentivar la autoestima profesional para superar las inseguridades que la debilitan; en
últimas, es darle sentido y significado a su acción de cuidar desde el acto de conocer.

Es necesario reconocer que no es nada fácil combatir la pereza intelectual, cuando


estamos tan acostumbradas a guarecernos académicamente en el empirismo (hablo del
empirismo aprendido de la filosofía occidental de John Locke y Francis Bacon en que
todo conocimiento se basa en la experiencia y niega la posibilidad de pensamiento a
priori); esto porque por múltiples razones la mayoría de docentes no asumimos la
docencia conscientes de la ciencia, es decir, no asumimos la práctica como fuente de
crítica, nos hemos vedado la investigación sistemática del conocimiento que impartimos
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como docentes o que recibimos como estudiantes; hemos creído que la investigación es
una materia más por cumplir en el currículo, o que es interés de un pequeño grupo de
docentes, o que es una serie de tareas y compromisos que el currículo fragmentado
exige; no se asume como un compromiso ético-social del rol docente y del rol de
estudiante.

Formar ese ser investigador implica superar estos obstáculos iniciales, haciendo
conciencia de esa lucha permanente que debemos mantener contra la propensión al
conservadurismo y el conformismo intelectual, pues, como Bachelard nos lo advierte, al
final, el instinto formativo acaba por ceder frente al instinto conservativo. Llega un
momento en el que el espíritu prefiere lo que confirma su saber a lo que lo contradice,
en el que prefiere las respuestas a las preguntas.

Mantener este instinto formativo implica avivar de manera sistemática el deseo de


aprender y explorar, tanto del estudiante como del docente que se proponen un proceso
de formación desde las herramientas pedagógicas que otorga el ejercicio de la
indagación; es decir, es necesario que los investigadores superen el nivel de observación
Es necesario, además, que se ejerza la investigación a partir de problemas con sentido,
problemas que permitan la contrastación teórica, que eviten la dogmatización del
conocimiento, que permitan el aprendizaje desde preguntas inteligentes, desde la
validación del error como fuente de aprendizaje, desde posturas críticas, reflexivas e
interpretativas, en fin, desde preguntas renovadoras que rompan la pobre y castrante
rutina de la repetición textual. El investigador, en particular, ha de estar comprometido
con la lectura permanente de nuevos discursos, con una comunicación intersubjetiva que
haga de la comprensión y la interpretación una función complementaria a la descripción
y explicación en el sentido de N. Bohr, lo cual quiere decir que el conocimiento mediante
la objetivación y el conocimiento mediante la comprensión intersubjetiva se completan y
se excluyen respectivamente y al mismo tiempo. Este ha de ser el camino pedagógico
para que los sujetos de la comunicación se mantengan vivos y en permanente
complementariedad en este proceso de formación de nuevos espíritus científicos.

A manera de síntesis. He aprendido que para forjar y cualificar espíritus científicos en los
que se articulen las tres dimensiones complementarias planteadas es necesario
acciones prácticas; en primer lugar, abonar el terreno y esparcir semillas; para ello, entre
muchas cosas que se pueden hacer, considero necesario potenciar el trabajo en grupo,
pues el colectivo se convierte en un catalizador de ideas y argumentos que posibilitan al
joven investigador decantar sus propios conceptos, para entrar en una dinámica de
relación entre ellos que le darán un cuerpo coherente de lo comprendido. Y el colectivo
se convierte en una red que potencia la credibilidad y el respeto por las ideas del autor,
pero a su vez visibiliza los campos oscuros y los contornos del conocimiento en los cuales
puede incidir con sus nuevas preguntas, es decir, comprender que tiene un territorio por
explorar, un terreno propio desde el cual puede tejer nuevo conocimiento.

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