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APARECE PEPE GRILLO”

Compañeros y compañeras hoy me dirijo a ustedes para expresarles unas


palabras a modo de reflexión sobre lo que solemos llamar conciencia
después de meditar un poco sobre el libro ética para amador del escritor
español Fernando Savater. Les compartiré algunas ideas específicamente
del capítulo 6 cuyo título considero muy peculiar “aparece pepe grillo”

Saben ustedes quien es pepe grillo? Pues bien pepe grillo es la conciencia
de pinocho, ese ser interior que nos habla sobre el bien y el mal, aquellos
que queremos hacer y lo que en verdad debemos, lo correcto o lo
incorrecto, es decir lo que llamamos conciencia

Según Savater para lograr tener conciencia hacen falta algunas cualidades
innatas:

a) Saber que no todo da igual, porque queremos vivir y además vivir bien,
humanamente bien.

b) Estar dispuestos a fijarnos en si lo que hacemos corresponde a lo que de


veras queremos o no.

c) ir desarrollando el buen gusto moral, esto quiere decir si te acostumbras


actuar bien es lo que vas a recibir y si te acostumbra a lo contrario
lamentablemente también recibirás la recompensa de tu forma de vivir,
aunque no venga de dios o de la sociedad, vendrá de tu propio interior.

d) Renunciar a buscar coartadas que disimulen que somos libres y por tanto
razonablemente responsables de las consecuencias de nuestros actos.

Para un mejor entendimiento del tema voy a citarle uno de los ejemplos
utilizados por el escritor y se trata de la tragedia de RICARDO III DE
SHAKESPEARE donde narra la historia dl el conde de Gloucester un
hombre muy inteligente que nació con discapacidad física; el mismo
supone que el poder real compensaría en cierto modo su joroba y su pierna
renca, logrando así inspirar el respeto que no consiguió por medio de su
aspecto físico por lo que busca convertirse en rey, finalmente fue coronado
como Ricardo III, pero para conseguirlo elimina a todos los parientes
varones que se interpusieron entre el trono y él, incluyendo hasta niños. En
el fondo, Gloucester quiere ser amado, se siente aislado por su
malformación y considera que el afecto puede imponerlos a los demás... ¡a
la fuerza, por medio del poder! Fracasa, claro está: consigue el trono, pero
no inspiro a nadie cariño sino horror y después odio. Y lo peor de todo es
que él mismo, que había cometido todos sus crímenes por amor propio
desesperado, siente ahora horror y odio por sí mismo: ¡no sólo no ha
ganado ningún nuevo amigo sino que ha perdido el único amor que creía
seguro! él, de sí mismo.

Saben porque se convirtió en su propio enemigo? Un trono no concede


automáticamente ni amor ni respeto verdadero: sólo garantiza adulación,
temor y servilismo. Sobre todo cuando se consigue por medio de fechorías,
como en el caso de Ricardo III. En vez de compensar de algún modo su
deformación física, Gloucester se deforma también por dentro. Ni de su
joroba ni de su cojera tenía él la culpa, por lo que no había razón para
avergonzarse de esas casualidades infortunadas: los que se rieran de él o le
despreciaran por ellas son quienes hubieran debido avergonzarse. Sin
embargo de sus jorobas y cojeras morales es él mismo responsable, a
diferencia de las otras que eran azares de la naturaleza. La corona
manchada de traición y de sangre no le hacía más amable, ni mucho menos:
ahora se sabe menos digno de amor que nunca y ni él mismo se quiere ya.
Sin duda lo que amarga la existencia a Gloucester y no le deja disfrutar de
su trono ni de su poder son ante todo los remordimientos de su conciencia.

Aunque siempre usamos un sin número de excusas para evitar La culpa de


lo malo como son las circunstancias, la sociedad en la que vivimos, el
sistema capitalista, el carácter que tengo (¡es que yo soy así decimos), de
que no me educaron bien (o me mimaron demasiado), los anuncios de la
tele, las tentaciones que se ofrecen en los escaparates, los ejemplos
irresistibles y perniciosos...

Para terminar quiero que tengamos en cuenta que es nuestra


responsabilidad, saber que cada uno de nuestros actos nos van
construyendo, van definiéndonos, nos van inventando. Al elegir lo que
quiero hacer, voy transformándome poco a poco. Todas mis decisiones
dejan huella en mí mismo antes de dejarla en el mundo que me rodea. Y
claro, una vez empleada mi libertad en irme haciendo un rostro ya no
puedo quejarme o asustarme de lo que veo en el espejo cuando me miro...
Si obro bien cada vez me será más difícil obrar mal (y al revés, por
desgracia): por eso lo ideal es ir cogiendo el vicio... de vivir bien. Que es lo
mismo que cuidar nuestra conciencia.

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