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LECTURA 1 U2 - EL Derecho A Aprender. - Darling
LECTURA 1 U2 - EL Derecho A Aprender. - Darling
P.p 155-161
2. Las condiciones para el desarrollo de la comprensión
El aprendizaje activo refleja el viejo dicho: «oigo y olvido; veo y recuerdo; hago y
entiendo)). El aprendizaje activo que persigue la comprensión genuina comienza
con los contenidos, no con un activismo insulso a base de acciones separadas de
los conceptos de las disciplinas como malinterpretan algunos críticos del
aprendizaje activo, y trata a las disciplinas como algo vivo, no inerte. Las escuelas
que enseñan para la comprensión implican a los estudiantes en hacer un trabajo de
escritores, científicos, matemáticos, músicos, escultores y críticos, en conflictos tan
realistas como sea posible, y utilizan criterios propios de la realización de las
diferentes disciplinas como estándares que han de perseguir los profesores y
estudiantes.
Además de los resultados de la investigación que antes cité en torno al
aprendizaje activo en la década de las reformas curriculares de los años sesenta y
setenta, otras más actuales han confirmado que el rendimiento, tanto en exámenes
convencionales como en los test tradicionales, aumenta mediante el aprendizaje
activo. En un estudio sobre más de 2.000 estudiantes en veintitrés escuelas
reestructuradas, Newmann, Marks y Gamoran (1995) encontraron niveles altos de
desempeño en tareas complejas de matemáticas y humanidades en el caso de
estudiantes de cualquier condición que habían tenido la ocasión de experimentar
modelos de la que estos autores denominan ((pedagogía autentica», esto es, una
instrucción centrada en el aprendizaje activo en conflictos de la vida real que exigen
operar con esquemas de pensamiento complejo, la consideración de alternativas,
la utilización de las ideas sustantivas y la lógica de la investigación disciplinar, la
práctica frecuente de la composición escrita y la elaboración de sus trabajos para
una audiencia no sólo reducida al ámbito de la escuela. Así mismo un análisis
reciente de los datos de la Encuesta Longitudinal de la Educación Nacional de 1988
puso también de manifiesto que los estudiantes en escuelas de secundaria
reestructuradas donde se experimentaba de manera generalizada la «instrucción
auténtica» logran niveles más altos de rendimiento en los test convencionales. Los
investigadores concluyeron que «un estudiante medio que acuda a una escuela que
practique alto grado de pedagogía auténtica puede aprender aproximadamente el
78 % más de matemáticas entre octavo y décimo curso que un estudiante que va a
una escuela donde no se lleve a cabo ese modelo pedagógico)) (Lee, Smith y
Croninger, 1995, p. 9).
Para implicar a los estudiantes en los procesos y resultados propios de un
pensamiento profundo, las tareas sobre las que trabaje deberán representar formas
de ejecución real en un determinado ámbito de estudio (no fragmentos separados y
algorítmicos escasamente relacionados con los contextos reales de aplicación). Así,
por ejemplo, un estudiante debiera tener la ocasión de diseñar, dirigir y organizar un
experimento, en lugar de limitarse a aprender de memoria los pasos del método
científico; escribir e interpretar un fragmento literario, en vez de, simplemente,
identificar el significado de una frase en un párrafo aislado; elaborar y verificar
hipótesis y no sólo realizar un experimento de laboratorio enlatado. Igualmente,
podrían cuidar y mantener un jardín y observar los resultados de sus acciones;
cuidar animales y estudiar su crecimiento; dirigir una investigación sobre
condiciones ambientales locales; escribir y producir un periódico de una época
histórica; desarrollar y argumentar un caso famoso en un juicio simulado; construir
una casa a escala, o montar una dramatización artística. Una mañana de la Nueva
Escuela del Bronx de la ciudad de Nueva York nos ofrece una buena cantidad de
ejemplos:
En una clase, un grupo de estudiantes de 4." y 5." grado hace preparativos para pasar el día en
el puente de Brooklyn, acompañados de un profesor de arquitectura que les está visitando, así como
de sus estudiantes de la universidad local […] El grupo realiza una reunión antes de partir, en la que
se discute acerca de cierta información arquitectónica pertinente para la investigación que realizarán
[...] En otras clases de 4." y 5.' curso hay un mapa que representa una visita reciente al lago de Van
Cortland. Un grupo de niños examina el agua de un temario y comprueba los criterios que ha de
reunir un «estanque vivo*, lo que constituye una parte de un estudio que están realizando sobre
ecosistemas.
Los niños de segundo y tercer curso acaban de terminar su reunión de la mañana en la que han
tratado sobre la terminación de dos amplios estudios antes del fin de año: uno sobre Egipto, y otro
sobre ciencia en hábitats humanos y animales [...] Al observar el aula mientras los niños trabajan en
sus proyectos pueden verse gráficos, esquemas, mapas y listas donde van anotando lo que ya saben
y lo que todavía necesitan saber sobre cada tema [...] Las mesas se agrupan para que puedan
sentarse en ellas tres o cuatro niños a la vez. Dos niñas están hablando sobre la longitud del Nilo, y
aplican etiquetas al Nilo Alto y al Nilo Bajo. Otras tres están pegando los pilares de una pirámide de
papel para que después se seque. Otros estudiantes escriben informes e historias sobre lo que ya
han aprendido. Algunos están buscando la longitud exacta del río Nilo para diseñar una medida
correcta en su mapa. Los adultos y los niños trabajan juntos, y todos están decididamente implicados
en sus tareas. (Darling Hammond et al, 1993, pp. 31-35).
Entre los miembros de la Coalición por Buenas Escuelas, la metáfora más al uso
para referirse al aprendizaje activo es la de «el estudiante como un trabajador». El
propósito que se persigue es capacitar a los estudiantes para que operen con sus
conocimientos de manera intencional. Como Sizer (1992) explica: (Mostrar lo que
se sabe es algo que puede realizar con relativa facilidad un estudiante pasivo.
Usarlo requiere que el estudiante sea una parte fundamental del proceso» (p. 85).
De igual forma, en las aulas de una Comunidad de Aprendices, los alumnos actúan
como investigadores, asumen la responsabilidad de su propio aprendizaje sobre
diversos temas en relación con los cuales podrán enseñar al resto de la clase
(Brown, 1994). La necesidad de enseñar algún contenido a otros facilita una
implicación más activa y un aprendizaje más profundo que lo que comporta el hecho
de que los estudiantes se sienten de manera pasiva en sus pupitres mientras los
profesores explican, ellos escuchan y más tarde dan cuenta de lo aprendido en un
examen. Habitualmente se espera de los estudiantes que planifiquen y estructuren
un tema de investigación, que incorporen e integren el aprendizaje académico en
actividades prácticas, que proyecten su propio trabajo, desde la búsqueda de
materiales para una creación artística hasta la construcción de diseños
experimentales o informes precisos. La clave es proporcionar oportunidades para
que ocurra el aprendizaje.
Las estancias en determinados contextos de actividad en calidad de aprendices
son una de las maneras por medio de la que los estudiantes pueden adentrarse en
un determinado ámbito de estudio, comprender sus múltiples facetas y desarrollar
actividades prácticas a través del modelado tácito o una enseñanza formal y
explícita. Esas estancias permiten a los estudiantes aprender de manera concreta
tareas complejas en etapas progresivas. Se trata de experiencias de aprendizaje
que pueden organizarse en torno a ciertos servicios a la comunidad o un
determinado tipo de actividades prácticas dentro y fuera de las escuelas, así como
por medio de tutorías entre iguales en las que los alumnos puedan aprender de sus
compañeros mayores o más expertos en aulas que acojan a sujetos de distintas
edades. Gardner (1991) argumenta que las estancias de aprendizaje pueden
considerarse como uno de los modos de enseñanza que emula con mayor
efectividad los modos según los cuales, la mayoría de la gente aprende mejor:
combinan, simultáneamente, el aprendizaje experiencia1 y formal con una
orientación personalizada:
[Las estancias de aprendizaje] permiten a los jóvenes trabajar directamente con profesionales en
ejercicio, incluso establecer vínculos personales, así como un sentido del progreso hacia un
horizonte claro. Frecuentemente también pueden utilizarse para cubrir tramos intermedios en el
desempeño de un trabajo que tiene diferentes niveles de excelencia, de modo que un aprendiz puede
apreciar mejor de dónde viene, dónde está y anticipar hacia dónde habría de llegar. Esta forma de
aprendizaje generalmente resulta muy motivadora; los jóvenes entran directamente en el contexto
que envuelve a una tarea compleja e importante, y percibe cuales son los criterios del éxito y los
costos del fracaso, así como hasta que grado son difíciles. Las estancias de aprendizaje, a fin de
cuentas, condensan el conocimiento secular sobre cómo llevar mejor a cabo una tarea, y además lo
inserta en el momento preciso en el que es necesario, en lugar de situarlo arbitrariamente a la mitad
de una lección magistral, un texto, o un plan de estudios (p. 124).