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‘ABUSO SENUAL INFANTIL eye bir 9 Ole) Mop LTT an ass fa caPiTuLo 4 LA REALIDAD Y SUS MASCARAS: PERFIL DEL ABUSADOR El hombre se acomoda con parsimonia en la silla, Me mira en silencio durante interminables minutos. El clima se torna into- lerablemente tenso, EI se decide a hablar. Se le Henan los ojos de ligrimas y pide: “Doctora, trateme pero no me acuse”. Néstor Ilevaba varios meses de psicoterapia individual. Ha- bfa sido derivado por el Juzgado Civil y la Asesoria de Menores {que intervenian en un juicio de divorcio de curso rutinario has- ta que el tinieo hijo del matrimonio, de 7 aiios, relat6 episodios de manoseos durante las salidas con el padre. Este los justificé argumentando que su intencion habia sido higienizar al nifto correctamente. El juzgado, después de validar el relato del me- nor, interrumpe el regimen de visitas y recomienda el trata- miento psicologico de Néstor. Comunicarse con él resultaba muy dificil. Las sesiones pa- recian un campo de batalla: el silencio ylaironia cruel y despec- tiva eran sus armas; las mias, slo la confrontacién con el relato de Diego, su hijo. Néstor, siempre a la defensiva, como si estu- viera declarando en una comisaria, se cuidaba mucho de admi- tir Ios contactos sexuales inadecuados. ‘Trasgresor a su manera, aquel pedido que Néstor formulé cen la sesion, dejaba al destudo una de las dificultades mas co- munes para entender el fenémeno del abuso infantil en gene- ral y de la dinamica del perpetrador en particular: la disocia- i6n, mecanismo por el cual facetas diferentes, aun contradicto~ rias, de personalidad, pueden coexistir y ser desplegadas por tuna misma persona con la Ginica condicién de que esos aspectos incompatibles no contacten entre si, Cuando la disociacién es exitosa, la consecuencia inexorable es la fragmentacién. de la 7 uso SEXUAL INFANTL personalidad, A partir de ahi, todos los recursos se ponen en marcha para sostener esta situacién que evita el dolor -0 la sen- facion de aniquilamiento~ que surgiria si el individuo tuviera que aceptar que, detras de su fachada pacifica y colaboradora, subyacen profundos impulsos destructivos y asesinos de la sub- jetividad ajena. ‘Cuando Néstor y los otros hombres que tienen el mismo problema que él salen a la calle y comparten nuestra vida diaria, hada los diferencia del resto de las personas, Muchos estén aaceptablemente integrados a la comunidad, tienen sus familias, tun trabajo, hacen deportes, miran la televisiGn, van al cine. Pue- den estar sentados al lado nuestro en un viaje en colectivo, en la mesa de al lado en un café o haber animado esa reuni6n social cen la que tanto nos divertimos. Pueden, también, ser profesio- nales y dirigir grupos de personas ¢ incluso desempeiiar activi dades en las que tienen nifios a su cargo. Estas caracteristicas, junto con la consternacién que senti- mos con solo pensar en acercamientos sexuales de un adulto ha- Cia un nifio, hacen que muchas veces nos resulte increible o inae ceptable el relato de la victima. Con frecuencia se escucha de bboca del profesional involucrado en un caso de abuso: “El padre » puede ser, Acompaiié a la esposa a la consulta y era el mas interesado en que se descubriera la verdad”. Oa algan familiar: “No voy a permitir que se calumnie a este hombre. El es un ex: celente docente” (0 abogado, médico, ingeniero, contador, etcétera) ‘Ninguna de estas circunstancias, de manera aislada, impide que una persona tienda a abusar de chicos. Por lo cual una sos- pecha de abuso no se invalida por la ocupactén, la posicién so- Eioeconémica, el nivel educativo ni por el ascendiente social que detente el adulto, ‘Sin embargo, esta realidad inquietante -Ia atracci6n sexual que un adulto puede sentir por un nifio, sumada a las similitu- des que solemos compartir con los abusadores- puede facilitar fen la comunidad la aparicién de mecanismos defensivos, que fayudan a tolerar los sentimientos negativos que estos hechos producen. Es asf que resulta més tentador para el imaginario popular pensar que s6lo abusan sexualmente de los nitios los (UA REALIDADY SUS MASEARAS: PERFIL DEL ABUSADOR “Viejos verdes”, los desconocidos, las personas con retardos mentales, los alcohélicos y/o los drogadictos, os individuos que padecen frustraciones sexuales, los alienados o la gente abierta- mente violenta.! Muchas veces, Ia identifieacién con los aspectos no ocultos del adulto perpetrador puede Hlevarnos por un lado a minimizar, racionalizar ¢ incluso a negar los contactos abusivos y, por el otro, a compadecernos por el sufrimiento -que también nosotros sen- mos- ante las medidas destinadas a proteger a los nitios: la exclusin del abusador de su hogar, su pérdida de contacto con Ja familia, la separacién conyugal, los procedimientos legales. Lo que inquieta del abuso sexual de nifios es la forma en. que esta realidad repercute en nuestro universo de certidum- bres cotidianas; seria més tranquilizador encontrar evidencias exteriores de monstruosidad en sus autores, Deberian ser fran- camente diferentes a nosotros. Ysi no lo son, deberiamos desha- cernos rapidamente de ellos. Es asf que solemos escuchar un amplio espectro de sugerencias, desde las mas drésticas ("hay {que matarlos a todos") hasta las mas moderadas (“que se pu- Gran en la carcel", aunque sin tratamiento, por supuesto). No faltan las propuestas quirdrgicas para las cuales se reclama la contratacién de Lorena Bobbit* Dejando la ironia de lado, lo cierto es que raramente esta- _mos dispuestos a investigar por qué ciertas personas de aparien- cia normal cometen este tipo de acciones. Hacerlo implicaria aceptar la complejidad de los factores que intervienen. Sin me- noscabar la responsabilidad del perpetrador, esta complejidad hace que, en cierto punto, se confundan victimarios y victimas. A pesar de que las estadisticas sobre los antecedentes de abuso sexual en las infancias de los perpetradores no son coin- ‘identes, los porcentajes no son para nada desdeitables: oscilan centre el 22% y el 82%. cifras que exceden ampliamente la fre- cuencia esperable en Ia poblacidn general. * Lorena Bobbit se hizo conocida por Ia opinion publica mundial a ralz de haberle cortado el pene a su marido después de que él Ia for- ‘ara a mantener relaciones sexuales. El hombre, ademas, era un gol peador erénico, —- pMBERRSSESSTRSR Sau aucstasetcchtatcacacasussinstntntatesecsestataiestarteveisensuaraten aso SEXUAL MART, En los comienzos, las poblaciones de abusadores sexuales descritas provenian de las cdrceles. Esasi que, por ejemplo, en un sondeo de 1965 entre los hombres encarcelados por abusar de ni- jias se encontré que el 34% habia sido victimizado en ta infancia, 9,6% por mujeres y 24,4% por varones; entre los que habian abu- sado de varones la vietimizacion previa ascendia al 39,8% 7,7% por parte de mujeres y 82,1% por varones.} Un estudio de 1984, con una poblacién similar, sefialé un 29,8% de antecedentes de abuso sexual entre los abusadores de nitias ~15,8% por mujeres y 14% por hombres y un 40,6% entre los abusadores de varones 6% por mujeres y $4,6% por varones.* Encuestas menos porme- norizadas describen una incidencia del 46% en paidofilicos fija- dos y del 59% en abusadores encarcelados.* Se suele criticar que este tipo de trabajos Hevados a cabo entre poblacién carcelaria no refleja las caracteristicas de la to- talidad de los abusadores. Sin embargo, otras investigaciones. centradas en las vietimas de abuso sexual en la infancia afirman que tienen entre cinco? y diez* veces mas probabilidades de vic- timizar a un nifio que una persona que no vivié tal experiencia. Resulta interesante citar los hallazgos de otro informe en el que se rastrearon los antecedentes de 196 hombres abusadores que cumplian funciones paternas como: a) padres biolégicos convivientes; b) padres biolégicos no convivientes y ¢) padras- tros 0 compaiieros de las madres.® En aproximadamente la cuar- ta parte del total de casos de los tres grupos, no existian antece- dentes de abuso sexual en los hombres ni en las madres y, entre el 10 y el 15%, también de los tres grupos, admitia anteceden- tes en. ambos progenitores. En los casos en que el perpetrador cera el padre biol6gico conviviente, los antecedentes de abuso de los padres o de las madres eran bastante parejos. Cuando los res- ponsables eran los padrastros, los antecedentes de victimizacion eran predominantemente maternos: 70%; pero, cuando los vic- timarios eran los padres no convivientes, un 68% de ellos pre~ sentaba historia de traumatizacién sexual ‘También hay trabajos que tienen en cuenta la asociacion de antecedentes de abuso sexual con otras formas de maltrato infantil padecidas por los perpetradores, Uno de estos trabajos realizado en EE.UU. y publicado en 1990, correlaciona ambos LU REALIDADY SUS MASCARAS: PERFIL DEL ABUSADOR tipos de maltrato en la infancia con la gravedad de la victimi- zaci6n y el empleo de la violencia."® De un total de 383 abusa- dores (de los cuales 97,9% eran varones), el 53,5% habia sufri- do abuso sexual y el 52% maltrato fisico. Sin embargo, su diferencias entre abusadores institucionalizados en carceles 0 clinicas psiquistricas, por considerarselos peligrosos para la so- ciedad y aquellos en tratamientos ambulatorios menos violen- tos, Las cifran mostraban que entre los abusadores institucio- nalizados, del 61% al 65,1% habia sufrido abuso y, del 61% al 66,7%, maltrato fisico, mientras que los ambulatorios entre el 48,7% y el 50%, habia padecido abuso y, entre el 41% y 48,3%, maltrato fisico. En mi experiencia personal, todos los abusadores sexuales que traté revelaron episodios de traumatizacién sexual en la in- fancia por parte de hombres y/o mujeres. En este sentido, pien= so que la presencia de porcentajes menores en la bibliografia in- ternacional podria deberse a que los datos se recaban en las pri- meras entrevistas ~muchas veces en entrevistas de admision y mediante cuestionarios auto-administrados-, mientras que la mayoria de los relatos de episodios abusivos en la infancia a los que me refiero, fueron surgiendo bastante tiempo después de comenzados los tratamientos psicol6gicos. Asimismo es importante destacar que como no hay infor- ‘macién adecuada acerca de la cantidad de nitios victimizados se- xualmente que se transforman en adultos no abusadores, cabe la posibilidad de que nos estemos ocupando de s6lo una peque- fia parte del total, sin tener en cuenta a la mayoria que no vieti- EQuiénes son? En la mayor parte de los casos ~del 90% al 95% los abusa- dores son varones. Aunque debemos admitir que ignoramos la verdadera magnitud del abuso perpetrado por mujeres, dificil de develar para las victimas y subregistrado por las estadisticas, Habitualmente, cuando no queda mis remedio que acep- tar la incontestable veracidad de ciertas crénicas sobre el abuso ‘NSO SEXUAL WANT sexual de nitios, tendemos a pensar que son hechos cometidos por degenerados, que se aprovechan de la ingenuidad infantil Por lo tanto, solemos aconsejar a nuestros hijos que descontfien de los extraios, que no hablen con quien no conocen, que no acepten regalos, golosinas ni dinero de nadie. Lamentablemen- te, la realidad es otra y -al igual que los adultos— nuestros chicos no estin advertidos. “El enemigo esta en casa” fue el titulo de una investigacin sobre abuso sexual y maltrato da por el noticiero de un canal de televi de 1994, Titulo absolutamente veraz y descript rre con este problema. Contra lo que quisiéramos creer, otra ver. mas nos toman por sorpresa las estadisticas internacionales que sefialan a los padres biolégicos como los principales responsables de los abt sos, Estariamos tentados a argumentar que eso corresponde a otras culturas, otras idiosincracias, otros estilos de crianza, Recu- ramos al estudio levado a cabo en Buenos Aires entre 1989 y 1992 sobre 138 casos.!! Los datos son incuestionables: el 42,5% de los abusadores son los padres biol6gicos. En segundo lugar aparecen los familiares cercanos ~incluyendo tios, abuelos, her- ‘manos, primos, etcétera~ que representan el 23,7%. El tercer lu- gar corresponde a los conocidos no familiares, con e! 17,5%. S- lo en el diltimo lugar entre los perpetradores identificados estan quienes la opinién general supone son los abusadores mas fre- cuentes: los padrastros, responsables de estos hechos en el 13,8% de los casos. Paul Mones afirma que “sin tener en cuenta la edad, es seis, veces mas probable que una mujer sea atacada fisica 0 sexual: mente por un varén de su propia familia o un amigo, que por un desconocido”. Un especialista en el tratamiento de ofensores sexuales, con mas de treinta afios de experiencia William E, Prender- comenta: “La mayoria de los abusadores que conocé tan- prictica privada como en mi experiencia institucional eran personas agradables: educados, caballeros, cooperadores, de buen comportamiento y muy trabajadores. Hacen todo lo posible para agradar y ser aceptados. Es bastante comin que ha- ‘gan del terapeuta el progenitor positivo que munca tuvieron € de lo que ocu- LU REALIDADY Sus MASEARAS: PERFILOEL ABUSADOR intenten establecer una relacién personal entre ellos y su tera peuta”.!5 Un poco de historia ‘Como ya se mencion6, las primeras descripciones de las ca racteristicas de personalidad de los abusadores sexuales se basa- ron en estudios llevados a cabo en cérceles de varones. Y fueron, precisamente estos estudlios los que dieron pie a la clasificacién que estuvo vigente durante mas de una década y media. Teniendo en cuenta las inclinaciones sexuales de los abusado- res, se los clasific6 en dos grupos. Por un Jado, los abusadores extrafaniliares © paidofiicos cuyos impulsos, intereses y fantasias sexuales estin centrados en prepiberes (por lo general meno- res de 13 aiios). A los individuos s6lo atraidos sexualmente por nifios, se los considers paidofilicas exclusives, mientras que los que también se sentian atraidos por adultos constituian el sub- grupo de los paidofiticos no exclusives. Cabe aclarar que esta atrac- ci6n podia ser tanto selectiva hacia varones o nifias por separa- do como indiscriminada, es decir que cualquier menor podia ser objeto del impulso sexual. Los paidofilicos, por un lado, no manifiestan haber mante- ido relaciones sexuales adultas exitosas; por el otro, pierden sus trabajos con facilidad aunque se muestran sumisos y someti- dos tanto en sus lugares de trabajo como en sus hogares y no in- tentan controlar a los adultos con los que estan en contacto. Si bien no poseen metas claras y realistas en sus vidas, albergan fuertes sentimientos de fracaso que con frecuencia no condicen con Ia realidad. Son solitarios con tendencia a aistarse de las in- teracciones sociales, temen expresar su enojo y tienden a caerle bien a los demas, en especial a los nifios. La motivacién de los acercamientos sexuales a los menores es la seduccién, donde la victima representa al abusador cuando era nifio 0 a una ideali- zaci6n de si mismo. Por eso se preocupa de que los contactos se- xuales resulten placenteros para los nifios tanto como para ellos mismos. La Asociacién Americana de Psiquiatria observa que, por lo general, si para la satisfacci6n sexual del individuo no re- 2 SO SEXUAL igANTL sulta necesario ejercer violencia ni provocar dolor, el paidofili- co “puede ser generoso y estar muy atento a todas las necesida- des del nifto que no estén relacionadas con la victimizacion se~ xual, de manera tal que logra ganar su carifio, interés y Iealtad yse asegura que la victima mantenga el secreto acerca de la ac- (ividad sexual”. El otro grupo estudiado es el de los abusadores intrafamilia- res, endogdmicos 0 incestuasas que dirigen sus intereses sexuales preferentemente hacia las nifias de sus familias. Suelen haber tenido relaciones sexuales exitosas con parejas adultas. Se mues- tran mejor adaptados a la comunidad y resuelven adecuada- mente sus problemas cotidianos. El desempetio laboral es satis- factorio, egando muchos de estos individuos a sobresalir en los negocios o en sus profesiones y a ser considerados ciudadanos modelo. Desde el punto de vista social, logran mantener una fa- chada intachable aunque sean tirénicos en sus hogares, diri- giendo y controlando las vidas de sus cényuges e hijos. No te- ‘men manifestar la ira y pueden tornarse abiertamente violentos. EI motive principal del abuso es precisamente la ira y las victi- mas representan sustitutos de sus esposas 0 parejas. Las conduc tas sexuales estan dirigidas a satisfacer sus propias necesidades, sin tener en cuenta las de las victimas. ‘Cuando se toma como parimetro clasificatorio la edad de las victimas, se puede subdividir a los perpetradores en paidofil- (05 propianentedichos y hebefticos. Los paidofiics eigen nitios pre~ piiberes sin capacidad orgésmica, sin hacer distincién en cuan- to al género. Se afirma que, como regla general, la preferencia por nifios mas pequefios indica un mayor grado de patologia del adulto, aunque la caracteristica de este subgrupo es el estilo fijado de abuso, que sera descrito en este mismo apartado. Se- leccionan nifios que acepten amoldarse a los rituales sexuales {que satisfacen sus necesidades a la ver que resulten faciles de controlar sin representar una amenaza de agresi6n fisica. La ex- cusa que emplean para justificar sus actos es la de la “educaci6n sexual” y, como necesitan complacer a sus victimas para sentirse aceptados, suelen ser los que estimulan a los nifios sin solicitar reciprocidad. Presentan importantes rasgos de inmadurez.¢ ina- decuaci6n. El desempeito laboral esta por debajo de sus poten- U REALIOAD SUS MASCARAS: PERFIL DEL ABUSADOR cialidades ya que prefieren los puestos donde cumplen tareas pasivas y de servidumbre. Se muestran temerosos tanto de sus pares como de otros adultos y s6lo se sienten cémodos interac ‘tuando con nifios o con otros adultos que tengan las mismas di- ficultades que ellos. El pronéstico ~aiin con psicoterapia— es ma- lo, ya que se han observado muy pocos cambios, inclusive con tratamientos prolongados. Los hebefiicos prefieren piberes 0 adolescentes, capaces de experimentar orgasmos. Por lo general, la eleccién de la edad de las victimas coincide con la edad que ellos tenian cuando lo- graron disfrutar més plenamente de su sexualidad, lo que pue- de considerarse un indicador del periodo de fijacién sexual. E1 mecanismo de abuso es regresivo y en este subgrupo pueden in- luirse algunos padres incestuosos. El objetivo de los acerca- mientos sexuales es mantener una relaci6n sexual, por lo cual catalogan sus comportamientos como “romances” y, por Io tan- to, necesitan la participacién y la reciprocidad del menor. Eli {gen jovenes a los que pueden influenciar y controlar fécilmente sin que representen una amenaza fisica, los tratan como si fue- ran sus parejas aunque por las caracteristicas de los menores, se aseguran que Ia convivencia sea imposible, evitando de esta ma- nera la posibilidad de fracasar en la relacién. Tienen mejor adaptacién social que el subgrupo anterior y pueden aleanzar éxito y notoriedad en sus ocupaciones. Se relacionan de mane- ra adecuada con la gente de su edad en todos los aspectos me- nos en el sexual. En los ‘70 se decia que el pronéstico era bue- no ya que bajo tratamiento se observaban cambios rpidos.'® ‘Veamos ahora otra de las clasificaciones: segrin el estilo de la conducta abusiva se encasill6 a estos hombres en fijados y regresi- 105.6 Los primeros tienen preferencias sexuales casi exclusivas hacia los nifios, instaladas desde la adolescencia, y sus acerca- mientos sexuales hacia los menores no estan precipitados por si- tuaciones especiales de la vida. Antes bien estos acercamientos son compulsivos, planificados y premeditados y no generan sen- timientos displacenteros en el abusador. Con frecuencia, estos individuos son solteros, tienen escasos contactos sexuales con sus pares y su interés esta fundamentalmente dirigido hacia va~ rones. Suelen identificarse con los nitios y preferir su compaiia ‘So SEXUAL INFANT ala de los adultos. No presentan antecedentes de adicciones unque poseen rasgos de inmadurez y de inadecuaci6n de la personalidad. Por el contrario, los abusadores regrsivas se muestran bis camente orientados hacia compaferos sexuales de a misma Edad. Sin embargo, ante situaciones de stress esta orientacién se modifica de manera transitoria y epis6dica llevandolos a invol rarse en actividades sexuales con menores, sobre todo con nk fas, La atraccién hacia las nenas comienza en la adultez y coe- ‘iste con tna actividad sexual aparentemente normal con pare- jas de su edad. En general, el acercamiento inicial hacia la nia Te mis bien impulsivo, no premeditado. No es raro que estos hombres tengan problemas con el alcohol. Admiten que lo que han hecho es incorrecto y manifiestan sentimientos de culpa Podemos resumir, entonces, las clasificaciones en las que desembocaron los estudios de la primera época de investigacion sobre el tema, de la siguiente manera: extrafamiliares, paldofilicos «seg as incinaciones sales inwafamiares, tndoglmicosincestuosos paidotticos exchsvos 9 segiin la exclusividad fe Bir aracion por nor \ paidoftcos no exclusivos pidofticos __ opiamente dichos segin la edad ——~ dde las victimas —_ ~~ hebeiiticos ee sanoaeaim — regresivos = fijados Lu neALionDY sus WASEARAS: PERFIL DEL ABUSADOR ‘Asociando Ia primera clasificacion con Ia dtima, se dijo que centre los paidofilicos predominaba la personalidad fijada mien- tras entre los endogimicos lo mas comtin era la personalidad re sgresiva ya que, a pesar de haber abusaco de menores, lt mayoria nanten‘a relaciones con parejas heterosexuales adultas. 'A partir de estos modelos explicativos se extrajeron concl- siones que orientaban las estrategias terapéuticas y las medidas de proteccién hacia los niftos. Por ejemplo, se afirmaba que el individuo que abusaba de nifios de su familia de manera inci- dental -el abusador endogamico regresivo— no representaba un peligro para otros nifios y que superada la situaci6n desencade- ante de los episodios abusivos, el riesgo disminufa dristica- mente. El paidofilico fijado, por el contrario, siempre represen- taba una amenaza y debia impedirsele el contacto con nifios, aunque podia considerarse que no se interesaba por aquellos que integraban su grupo familiar. Principio de realidad Estas concepciones orientaron el trabajo desde finales de Jos “70 hasta comienzos de los ‘80. Hasta que, lenta pero inexo~ rablemente, los datos de la experiencia clinica desdibujaron los ‘asilleros que resultaban tan tranquilizadores. En primer lugar, comenz6 a hacerse evidente que el niime- ro de criaturas victimizadas por cada abusador era mayor que 1 {que hasta ese momento se pensaba: una investigacion de 1981 Gstablecié que un grupo de paidofilicos heterasexuales habia Victimizado un promedio de 62,4 nifios cada uno."” Mis atin, se- iin un estudio realizado por el Instituto Psiquidtrico del Estado fhe Nueva York, 232 abusadores sexuales a quienes se les garan- tiz6 absoluta confidencialidad, admitieron que intentaron co- neter 55.250 actos abusivos de los cuales egaron a completar 38.727.18 Nuevos trabajos revelaron, por un lado, que 58 perpe- tradores habian cometido 25.757 delitos sexuales'® y, por el ‘otro, que de 65 padres biologicos que habian abusado de sus hk jas 1 80% lo habia hecho con mas de un nino y, alrededor de ‘un 30% lo hacfa con menores ajenos al grupo familiar =" 16 USO SEAL Wea A su ver, la prolija clasificacion de las inclinaciones sexua- kes también comenz6 a estar jaqueada por los datos elinicos: en tuna muestra de 159 abusadores incestuosos, el 12% habia ab, sido, ademas, de varones de fuera del grupo familiar, el 49%, dle nifias con las que no estaban emparentados y el 19% habig violado a mujeres adultas.2! Por si fuera poco, otro estudio sea. {aba que el 59% de los paidotilicos mayores de 20 atios que ha. bian abusado de nifias y el 37% de los que habian abusado de varones, estaban casados. Estos porcentajes se incrementaban si fe tena en euenta que, en la misma muestra, un 82% de los que habjan tenido contacto con nifias y un 16% de los que habi tenido contacto con varones habian estado casados” Es decir ue el 91% de los paidofilicos atraidos por nifias y el 53% de los atraldos por varones se interesaban y habfan logrado mantener tuna relacién heterosexual con una persona de su edad. Otro in. vestigador informé, en 1976, que el 59% de abusadores de ni. fos estaban casados. Este porcentaje englobaba al 43% que ha- bis abusado de varones, al 72% que lo habia hecho de nifiasy al 62% que abusaba de nifios sin distinci6n de género. Para agregar clementos a la complejidad, otras cifras setia Jaban que era dificil sostener la division tajante entre abusadores intra y extrafamiliares: en una muestra de abusadores sexuales se encontr6¥ que el 44% de los que habfan abusado de sus hija, en sus hogares, también habfan abusado de niias fuera del hogar y un 11% habian molestado a varones no emparentados A partir de estos datos innegables, hacia finales de los “80 y Principios de los ‘90, la conclusion generalizada era que “estos hombres (las perptradores de inceso] no constituyen un grupo ho, mogéneo” y que los datos que permitian clasificarlos en difee rentes categorias no resultaban confiables ya que eran suminis. trados por los mismos abusadores, quienes podian falsear la in. formacién por los motivos més diversos Para poder comprender por qué los datos suministrados or estas personas son poco contfiables, es preciso tener em Cuenta que el paidofilico es adicto a su comportamiento del mismo modo que lo es el alcohdlico. Es asi que, por lo general, dice algo esperable para protegerse a si misino y proteger su adiccién, Cuando Ia negacién no puede sostenerse, siempre ‘UA REALIDADY SUS MASCARAS, PERFILOEL ABUSHOOR queda el recurso de minimizar los hechos, con lo cual le resulta preferible describirse como un abusador regresivo ~5 ademis de haber padecido maltrato fisico y negligencia ~en el estudio citado, los porcentajes correspondian al 63% y al 70% Fespectivamente. A su vez, suelen provenir de familias con serios problemas de funcionamiento debido a trastornos fisicos mentales, adicciones o conductas delictivas de los padres. Supongo que el lector se habra dado cuenta, a esta altura, que uno de los grandes obstaculos que se oponen a la compren. sion del abuso sexual infantil es la tendencia a encarar la tema Pen ee ‘UA REALIDADY SUS WAscARAS: PERFIL OEL ABUSADOR lica desde una posicién poco flexible. Después de adentrarse en {as conclusiones de investigaciones tan diversas como las citadas, resulta innegable que es muy dificil enfrentar este problema si uno no esti dispuesto a cuestionar supuestos que han funciona. {le como verdades inamovibles, nto en lo que hace a la psico- logia individual o familiar como a valores sociales mas bikicos, Adentrarse en el abuso sexual es semejante a introducitse en un laberinto de espejos: nada es lo que parece, nuevos interrogan, tes y problemas surgen cuando creemos que ya hemos encontra, do la solucién y donde lo crucial es tener en cuenta los hallan, 0s y las pistas que dejan los que han transitado el lugar antes que nosotros, ( { ( ( ( ( 4 4 4 ¢ « caPtruvo 5 VICTIMAS: LA OTRA CARA DE LA MONEDA Las cosas por su nombre Los investigadores, los médicos, los legisladores y los abogados, centre otros, hemos desarrollado un amplio léxico que por su asepsia contribuye a minimizar la naturaleza verdaderamente brutal de algunos actos, Aunque esta terminologia aséptica nos permite referirnos a ciertos hechos ¢on comodidad, sin necesi- dad de evocar las imagenes reales de aquello que estamos nom- brando, no esta demas jugar con nuestra imaginaci6n a situar- nos en el lugar de nuestros pacientes. La experiencia resulta aterradora cuando se trata de victimas de abuso sexual en la in- fancia Supongo que a esta altura todos coincidimos con Paul Mo- nes cuando dice que la palabra “abuso” no es lo suficientemen- te desagradable como para describir lo que algunos adultos ha- cen a los nitios. Se puiede considerar a la expresién “abuso se- xual” como una expresin desagradable pero, por cierto, no re- fleja la sordidez de los actos en sf mismos.! Donna Montegna, en su libro “Prisoner of Innocence” ("Prix sionera de la inocencia"), relata su victimizacién a manos del abuelo materno, desde los seis hasta los trece aiios. Los siguie: tes parrafos ~acerca de sus vacaciones en un campamento de ve- rano a los ocho afios~ quiz puedan dar una idea aproximada de lo que siente un niio abusado, ‘El verano transcurria muy lentamente. No podia ya per- mitirme estar con mis amigas. Cada minuto que pasaba con cllas a la fuerza, encerraba la posibilidad de que descubrieran mi horrible secreto, Permanecia sola todo el tiempo que la tia anuso SexuAL rani. Susana* me dejaba. Muchas veces caminaba por el campo para poder pensar y esconderme de la fealdad que estaba descu- briendo en mi vida y en mi. Sentada bajo la sombra protectora de un gran olmo, rumiaba obsesivamente acerca de la forma en que mi abuelito me queria. :Por qué me hacia cosas que solo se suponia que hacia la gente casada?

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