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Durante casi 26 largos, pero a la vez cortos años de vida, es curioso ver como nada cambia,

aun seguimos siendo el mismo país tan rico y diverso, pero tan obre y bruto. Delirio, novela
escrita por Laura Restrepo, resalta las principales problemáticas que son rutina en el pueblo
colombiano y es que el contexto del libro está enmarcado en los años 1980, pero que, hoy
en día, pleno 2022, siguen siendo iguales, el narcotráfico en el poder, la economía por en el
suelo, la sangre recorriendo la selva y lo rural llegando a las ciudades.

Es imposible no entrar en delirio, cuando un ser querido sale a laborar para traer el pan de
cada día, pero sale a una realidad oscura y perversa en la cual son asesinados para
convertirse en un espantapájaros más al que visten con botas. En el caso de Agustina, es
absurdo querer continuar viviendo en un entorno donde las tragedias familiares, pasan
todos los días.

Todos hablan de resistir y aguantar la vida que nos tocó, pero una cosa es decirlo y otra
vivirlo, por que al final de cuentas la falta de empatía por el otro y sus circunstancias se
suman a las problemáticas colombianas, por que eso de ser “un perro vagabundo que ni
siquiera recuerda que alguna vez tuvo casa”, no nos conmueve o quizás preferimos vivir
negados a la realidad, desde una gran casa, nevera llena y cama calidad, un muerto mas que
mas da.

Vendepatrias resuena mucho ahora, pero como no, cuando llego la era donde nada esta
oculto, los amigos de los narcos, los hijos de las elites que juegan golf los fines de semana y
salen con cinco guardaespaldas como sombras. Llevan años quitando recursos y matando a
su antojo, no contaban con un pueblo cansado y agobiado de ser ellos los desaparecidos o
los agujereados a punta de metralla.

A modo de conclusión, he querido traer este pequeño fragmento sacado de la novela delirio,
“ al cabo nuestra ceremonia es de curación y amparo, yo nunca te voy a hacer mal, yo solo
te protejo”, podemos interpretarlo de múltiples maneras, pero en lo personal me gustaría
dejar plasmar mi primera interpretación, la cura para un pueblo dolido nace en recuperar
sus raíces, su gente, su espacio, por que al final del camino, como psicólogos solo somos el
puente que los ayuda a llegar a su nido.

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