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Hermanos es hora que todos nos humillemos ante nuestro Dios. Si no le estamos
hablando aunque sea a una persona diaria del Reino de Dios, entonces no
tenemos el avivamiento que Dios quiere que tengamos. A si que la primera
condición para que exista un avivamiento genuino es que tenemos que
humillarnos, reconocer nuestros pecados y vivir haciendo la voluntad de Dios.
Los estudios bíblicos y predicas cristianas nos instan a orar por todas esas almas
que están siendo arrebatadas por Satanás diariamente. Por todas esas almas que
Él Señor quiere en su Reino pero que la palabra no les esta llegando.
Tenemos que buscar el rostro de Dios y pedir que Él sea quien nos dirija. Que Él
dirija nuestra vida tal como lo que Él quiere. Que nos dirija a las almas que Él
quiere que entren en su Reino. Pero esto solo lo logramos usando las dos
primeras condiciones del avivamiento.
Nosotros tenemos que ser el ejemplo en el mundo, tenemos que llevar el mensaje
más importante de todo el mundo, cual es la salvación a través de nuestro Rey y
Salvador Jesucristo.
Es hora que nosotros hagamos la voluntad de Dios y hagamos que los que están
a nuestro alrededor despierten a la realidad. Basta ya de mentiras de Satanás,
basta ya de sufrimientos, enfermedades y problemas.
Para Concluir
Necesitamos un avivamiento, necesitamos conocer las tres condiciones para que
Dios envíe un avivamiento.
Tiene primero que todo tenemos que humillarnos. Tenemos que dejar el orgullo y
la arrogancia a un lado y humillarnos ante Dios. Muchos en el mundo piensan que
ellos no tienen problemas porque son buenas personas. Están completamente
engañados por Satanás; el ser una buena persona no sirve de nada si no esta
Cristo en un corazón.
Segundo tenemos que orar y buscar el rostro de Dios. Si no oramos y buscamos
el rostro de Dios no estamos haciendo nada. Tenemos que estar orando
continuamente por todos esos hermanos y hermanas que están en el mundo.
Orar para que el Señor tenga misericordia de ellos tal como tuvo con cada uno de
nosotros. Orar para que el Señor les permita que escuchen la palabra. Tenemos
que orar para que al mundo llegue un avivamiento tal como el que esta llegando a
esta pequeña comunidad de Dios. Porque eso es lo que nosotros estamos
teniendo, un avivamiento mandado por Dios. Orar para que los hermanos y
hermanas a cuales les llevamos el mensaje de Dios se conviertan de sus malos
caminos.
Tercero, tenemos que convertirnos de nuestros malos caminos y hacer la voluntad
de Dios. ¿Quién necesita un avivamiento? Todos lo necesitamos. Ahora le
pregunta es: ¿Lo quieres tú?
La fe mueve montañas
Lectura Bíblica: Santiago 1:1-8
Introducción
En el vocabulario de alguien que profesa fervientemente el Evangelio, la “fe” es una palabra crucial.
Vivimos a través de ella y en su virtud, permitimos que se haga una voluntad superior a la nuestra:
la de Jehová.
Gracias a la fe podemos adquirir sabiduría y sin ella cualquier cosa que hagamos es en vano. Pues
de nada sirve hacer actos en los que no creemos.
No solo es una cualidad más, es preciso que trabajemos y prestemos atención a nuestro nivel de
fe. En realidad se trata la parte central que nos permite entregar nuestra existencia por un
propósito qué no vemos, pero sentimos.
Sí somos capaces de creer con una fe inamovible, somos capaces de hacer todo lo que Dios nos
proponga. Es la raíz de la confianza y el amor; para hacer qué permanezca debemos saber
cuidarla. Pues cómo se nos explica en Hebreos 11:6 “sin fe, es imposible agradar a Dios”.
I. La fe mueve montañas – Característica de la fe
1. Certeza y convicción (Hebreos 11:1)
En éste fragmento se nos ilustra brevemente aquello que contiene el significado de la fe: certeza y
convicción.
Generalmente en la vida estamos en constante espera. Sabemos que van a pasar distintas
situaciones y etapas. Esperamos que los niños crezcan, que las estaciones pasen, que el día
termine. ¿Podemos verlo? No, nos es imposible mirar el futuro, pero tenemos convicción de qué va
a suceder.
La fe es una garantía de que estamos existiendo, vivos, presentes aquí y ahora. Es la manera en
que Dios se manifiesta ante nosotros de manera soberana y poderosa.
2. Vivimos en la fe (2 Corintios 5:6-7)
La fe es central en nuestras vidas porque andar en ella significa despojarnos del mundo. Sí bien
existimos en el cuerpo, las Escrituras nos exhortan a no vivir haciendo caso al cuerpo. En cambio
debemos prepararnos para estar presentes en el Señor. Esto solo puede conseguirse creyendo
firmemente la palabra de Dios.
Creer va de la mano con la manera en la que vivimos. Mas allá de ser una condición para seguir a
Dios, se convierte en el camino para seguirlo. No solo debemos “tener fe”, sino vivirla, habitarla y
no olvidarnos de ella.
3. La fe es constancia (Santiago 1:3)
Cuando uno cree realmente en algo, no lo abandona. En la fe hay también una paciencia
persistente y en calma. Ella crea constancia y nos invita a creer que todo es posible.
Lo primero que necesitamos entender, para poder manifestarnos a través de la fe, es disposición.
Sí encontramos afán en la espera de que “algo suceda”, no estamos habitando la fe con
honestidad. En este aspecto, nuestra fe debe ser humilde, como la de un niño. Esperando porque
sabemos que algo va a suceder, no con incertidumbre ó miedo.
No existe espacio para la duda cuando se trata de la fe.
II. La fe mueve montañas – La fe como armadura
1. La fe nos arma de valentía (Mateo 8:23-27)
Ante la aflicción, Jesús uso la fe como su mayor armadura. En éste pasaje incluso les dijo a sus
discípulos “hombres de poca fe”, por asustarse ante la tormenta.
El susto es una reacción natural del cuerpo en situaciones de peligro. Sin embargo, cuando
tenemos fe en que Dios puede salvarnos, ese miedo se disipa.
La fe nos hace valientes para atravesar cualquier problema. Pero lo mas importante es saber
que esto no ocurre por nuestros propios méritos. Tener fe es una acto humilde, pues
2. La fe como salvación (Juan 11:25-26)
La resurrección de Lázaro es uno de los pasajes mas maravillosos que encontramos en las
Escrituras. Nos enseña que realmente Jesús es fuente de vida, pero qué para ver esa inmensa
gloria, necesitamos tener fe.
Marta creyó tan fuertemente que Jesús hizo el milagro. Su hermano fue salvado gracias a esa
convicción. De igual manera también nuestra propia salvación consiste en vivir la fe. Debemos
creer que Jesús ha vencido al mundo y en esa certeza, nos apropiamos de su promesa.
Para poder transitar éste mundo conforme a los preceptos de Dios, necesitamos que sean sus
promesas las que guíen nuestros actos. Es parte de nuestro camino guardarlas y compartirlas en
comunidad. De eso se trata la salvación.
3. Pedir con fe (Mateo 21:20)
Jesús enseñó la manera correcta de orar a Dios. Siempre desde la fe y la humildad, jamás
exigiendo nada. Sabemos que podemos pedirle pues el como Padre, conoce nuestras
necesidades. Sin embargo, se nos recuerda que debemos pedir creyendo con verdad.
Para el Creador no hay nada imposible o difícil. Cuando aceptamos ésta verdad, entendemos que
en sus manos no hay nada que temer.
III. La fe mueve montañas – ¿Cómo debe ser nuestra fe?
1. Como un grano de mostaza (Mateo 17:20)
La fe no es algo que podamos medir, es un don de Dios y como tal su dimensión supera los límites
de aquello que conocemos. Sin embargo, las Escrituras en dos ocasiones usa ésta metáfora.
Debemos tener al menos la fe como un grano de mostaza. ¿Qué significa esto?
Un grano de mostaza es en definitiva bastante pequeño. Lo particular de él, es que si es cuidado
debidamente, crece y se expande como un árbol enorme.
De ésta manera nuestra fe debe asemejarse a una semilla que sembrada correctamente, es capaz
de transformarse en la manifestación de la obra de Dios. Empieza muy pequeña y humilde, para
convertirse en algo grandioso.
Así nosotros en el Evangelio, debemos proyectar que nuestra fe nos haga crecer sin límites.
2. La fe debe ser firme (Santiago 1:6)
El inicio del libro de Santiago, se extiende sobre éste tema. Explica que quiénes todavía tienen
dudas son como las olas de mar, yendo de un lado para otro. Cuando estamos firmes en la fe pasa
lo contrario. Encontramos seguridad en el Evangelio y entre mas fe tenemos, mas difícil es que nos
apartemos de el.
Sí estamos seguros en nuestro Dios y lo que profesa su palabra, ningún tipo de pecado podrá
atravesar nuestra fe. Ella nos mantiene enraizados, sin que desviemos nuestro camino.
Esto no significa que el pecado deja de existir, sino que ahora tenemos la fuerza de Dios y su
poder a nuestro lado.
CONCLUSIÓN
Conclusión
Cuando algo es realmente importante en nuestras vidas, lo cuidamos con esmero y queremos que
permanezca. Siendo Dios nuestra mayor prioridad, es necesario qué en nosotros habite una fe
cuyas dimensiones hagan justicia a ese nivel de importancia.
La fe debe ser un tema que cultivemos en oración y ayuno constante. Debemos sustentarnos
en ella cómo árboles plantados, siendo fuertes y honrando a Dios con nuestra existencia.
Recordemos que sin ella, es imposible acercarnos al Padre y entender ese inmenso amor.
Ella es sobrenatural y encontramos repuestas qué el mundo no puede responder. En esa verdad
hay regocijo y refugio, pues el mundo tiene sus aflicciones y soledades, pero como no actuamos
según el mundo, podemos sentirnos a salvo. A través de nuestra fe, somos salvados.
Es necesario preguntarnos cómo está nuestra fe todos los días de nuestra vida. De ella depende
nuestro crecimiento y desarrollo cómo cristianos. Aspiremos a ser como el grano de mostaza, y en
esa irremediable transformación, seremos capaces de sentir lo qué predicamos.