La palabra interculturalidad se refiere a las relaciones de intercambio y comunicación
igualitarias entre grupos culturales que diferentes en atención a criterios como etnia, religión, lengua o nacionalidad, entre otros. Por principio, el término no reconoce superioridad de una cultura sobre otra, independientemente de la relación entre mayoría-minoría. La interculturalidad apunta a construir una sociedad más democrática al visualizar, describir y valorar igualitariamente los modos de apropiación y reelaboración de significados entre diferentes grupos. Está referida a los procesos de interrelación y comunicación de saberes, códigos, patrones y valores entre diferentes grupos culturales, entendiendo que existe igualdad entre sujetos, independientemente de la posición que ocupen en el sistema. La Unesco refiere este concepto en su página web como "la construcción de relaciones equitativas entre personas, comunidades, países y culturas". La pertinencia de esta definición se justifica en el marco de las sociedades globalizadas actuales, que arrastran históricamente el peso de la perspectiva colonizadora, en la cual el sector mayoritario o dominante se ha pretendido erigir como un "modelo cultural superior". En este contexto, las palabras mayoría o minoría no se refieren al número de individuos que conforman un grupo, sino al modo en que el poder es ejercido. Así, será "mayoría" aquel grupo que ejerza la hegemonía cultural, y será "minoría" el grupo que no tenga el control del poder. Se hace evidente que este término tiene como propósito la reivindicación y comprensión de la diferencia cultural, en atención a variables de tipo histórico, político, cultural, antropológico, ambiental, entre otras. Principios de la interculturalidad La interculturalidad supone la aplicación de una serie de principios, que hacen de este un concepto complejo. Entre ellos tenemos: Reconocimiento de la ciudadanía. Reconocimiento del derecho a ejercer la identidad originaria de los pueblos. Rechazo a las formas de imposición de la cultura hegemónica y marginación de la cultura minoritaria. Comprensión de las culturas como fenómenos dinámicos. Comunicación horizontal. Etapas de la interculturalidad La cultural occidental ha tomado consciencia hace relativamente poco de la noción de interculturalidad. Por ello se hace necesario una reeducación. Toda educación tiene una metodología. La interculturalidad también debe seguir, grosso modo, una serie de etapas para poder lograr el objetivo. Estas son: El respeto mutuo: implica saber reconocerse como iguales en el escenario de intercambio, reconocer la otredad, ejercer y permitir la libre expresión y saberse escuchar mutuamente. El diálogo horizontal: supone generar relaciones con igualdad de oportunidades, relativizando el propio punto de vista. La comprensión mutua: se refiere a la disposición empática a comprender a los otros. La sinergia: se enfoca en apuntar hacia resultados donde la diversidad se vuelve fortaleza. Interculturalidad en la educación El término interculturalidad ha ido ganando espacios en la definición de políticas públicas para la construcción de relaciones sociales más equitativas. En este sentido, existen diferentes iniciativas en el ámbito de la educación, vehículo fundamental para la formación de valores. La educación intercultural se refiere a dos estrategias que deben combinarse: La educación cultural bilingüe, donde a los sectores no dominantes con lenguas propias se les permite ser educados en su propia lengua (las comunidades indígenas de América Latina son foco de interés). Rediseño transversal de políticas públicas para la educación, que impliquen revisión de los contenidos, planes educativos, formación docente, cultura escolar, intercambio comunitario y mucho más, desde un enfoque intercultural. ¿Interculturalidad, multiculturalidad o pluriculturalidad? El término de interculturalidad puede confundirse fácilmente con el de multiculturalidad o pluriculturalidad. Aunque se relacionan semánticamente, no significan lo mismo. Los términos multiculturalidad o pluriculturalidad se refieren a la situación en la que diferentes culturas coexisten y hasta se influyen, pero esto puede ocurrir independientemente del reconocimiento mutuo o, incluso, independientemente de que las personas se relacionen entre sí. Diferentes grupos culturales pueden coincidir en un espacio-tiempo, pero sin existir comunicación entre ellos. En su lugar, el término interculturalidad se refiere a la interacción desde un enfoque igualitario entre las culturas o sectores diferentes de una sociedad, a la relación. Es decir, es un término relacional. Independencia de Guayaquil El 9 de octubre de 1820 la Provincia de Guayaquil inició su proceso emancipador del Imperio español, impulsando el comienzo de la guerra de independencia de la Real Audiencia de Quito. Este evento histórico fue precursor de la independencia de la República del Ecuador y se enmarcío en el contexto de las guerras libertarias de Hispanoamérica, lideradas por los criollos. La ciudad de Guayaquil, en aquella época, era un puerto estratégico que contaba con una reserva superior a 1.500 hombres, los cuales, en su mayoría, eran nativos de la provincia y simpatizaban con la causa independentista. Cuando el Mayor Miguel de Letamendi y los capitanes Luis de Urdaneta y León de Febres Cordero, oficiales degradados del batallón “Numancia” por sus tendencias antirrealistas, arribaron al puerto, entraron en contacto con pobladores que compartían sus ideas. Fue así como el 8 de octubre de 1820 luego de haber estructurado un plan conjunto, los revolucionarios, tanto oficiales como nativos, decidieron que en la madrugada del día siguiente tomarían los cuarteles de la ciudad. En Guayaquil casi no existió oposición a esta revolución, a excepción del batallón “Daule”. Como resultado de ello, el 9 de octubre se proclamó la Independencia de Guayaquil y se organizó una Junta de Guerra presidida por Luis de Urdaneta, donde se nombró a José Joaquín de Olmedo como jefe político y al teniente Gregorio Escobedo como comandante militar. Desde entonces, año a año, se conmemora esta fecha con actividades culturales y musicales, así como, desfiles, eventos religiosos y demás exposiciones que reúnen a la comunidad bajo un sentir de pertenencia y orgullo. Según cuenta la tradición oral de sus habitantes fue Francisco de Orellana quien fundó la ciudad bajo el nombre de la “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de Guayaquil”. En la actualidad, la urbe es conocida como “la Perla del Pacífico”, es la ciudad más grande de la República del Ecuador y se destaca por su belleza natural, arquitectónica, gastronómica y cultural. Esta urbe alberga cerca de 3 millones de habitantes y conserva una historia vital para los pueblos de la región Andina. El Parlamento Andino, considerando la importancia de la ciudad, se une a la conmemoración de los 202 años de su independencia. Asimismo, el organismo destaca la participación de la Facultad de Derecho de la Universidad Espíritu Santo (UEES), ubicada en Guayaquil, frente a la instalación del primer Parlamento Andino Universitario de la República del Ecuador en el 2015, mediante el cual se realiza un ejercicio académico y democrático que replica el modelo del Parlamento Andino involucrando a los estudiantes, con el fin de impulsar la participación real y el liderazgo juvenil en la región latinoamericana. Llapingacho Llapi, en el Diccionario quichua-castellano, castellano-quichua, de Luis Cordero, se traduce por tacto y llapina es un verbo anticuado que significa tantear, palpar. No parece muy lejano el referente real, puesto que para hacer la tortilla de papa se debe tocar, tantear y palpar la masa hasta dar con la forma adecuada. Gacha, en español, era una especie de tortilla de harina de trigo que se cocinaba con agua. Se nota que el término se formó en la colonización española y en este caso, gacho sería una variación de gacha. La hacendosa cocinera andina repitió los términos, el de su lengua, el quichua, y el del español, hasta ligarlos. En nuestro tiempo se usa con frecuencia la palabra tortilla para designar la masa de papa; en plural se acostumbra decir porque, sencillamente, nadie come un solo llapingacho. Los buenos llapingachos se hacen con papa chola, aunque no quedan mal con papas cuya masa sea algo amarilla. Menos aptas para elaborar llapingachos son las masas blancas; estas, flojas y aguachentas, no se comportan como es debido en planchas, latas y sartenes. Suelen expandirse y terminar en pegotes grasos. Ocurrió que la vecina –una mujer que arrendaba una habitación en la casa de un tío, en Ambato, y que tenía un puesto para vender alimentos en la plaza– solía, sobretarde, mondar las papas, cocinarlas y luego aplastarlas. Añadía luego a la masa una pequeña cantidad de manteca roja, un picadillo de cebolla blanca o, como dicen en el sur del continente, de verdeo y algo de sal. Manipulaba todo y lo extendía en el interior de una batea. Toda la noche reposaba la masa debajo de un mantel floreado. Ya en la plaza, los clientes consumían las tortillas. Nunca comentaban el sabor ligeramente ácido de ellas, pero, con únicamente verlos en el acto de muquir se podía deducir que eran deliciosas. Con las manos se forman los llapingachos. Se hace un hoyo en la porción de masa y se lo llena con queso fresco, desmenuzado. Se cubre con la misma masa. Se tuestan los llapingachos sobre lata caliente y para que mejore su sabor se los baña con manteca de puerco. Están hechos cuando por los dos lados aparecen costras del color del oro viejo. El plato completo es un conjunto de lechugas picadas y rociadas con agua sal, uno o dos huevos fritos con las yemas a medio cuajar, una tajada de aguacate y unos trozos de chorizo artesanal de rojo intenso. En algunos casos este chorizo deja lugar a la caucara o carne del diafragma de res que se cocina hasta ablandarla; la caucara se corta en pequeños trozos y se fríe aliñada con sal. Los tres llapingachos que sustentan el plato pueden ir con una deliciosa salsa de maní tostado y cebollas blancas picadas. A gusto del comensal se añade una salsa de ají. Estos son los famosos llapingachos ambateños, por algún tiempo, único plato ecuatoriano que aparecía en recetarios internacionales. En las actuales limpias mesas de los mercados de algunas ciudades, después de consumir los llapingachos se bebe una rica chicha de avena cocinada con cáscara de piña o, en su lugar, un jugo de naranjilla enfriado con cubos de hielo.