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I Entre los hombres que hicieron la revolucién de la indepen- dencia argentina, hay uno cuya actuaci6n singularfsima no ha tenido la celebridad que merece, o cuyo mérito, cuando le fué reconocido, no se le atribuy6 por las verdaderas razones a que s¢ debia. Y sin embargo es una figura que por sus perfi- les sorpresivos y a la vez armoniosos, permite plantear en to- _ da su complejidad los problemas histéricos y politicos rela- cionados con la obra emancipadora en que colaboré y con la patria entre cuyos padres se cuenta. £ Me refiero a don Tomfs M. de Anchorena, héroe de Ma- yo y de Julio, que a diferencia de sus famosos compafieros de generacién, no pasé como un meteoro del firmamento na- cional, sino que al contrario quedé como una de sus estrellas fijas, de amplia trayectoria, susceptible del estudio mas ins- tructivo para el conocimiento del sistema social a que per- tenece. I Hermosa cabeza de tipo aquilino; noble frente ligeramen-. te hacia atrds, unida por linea casi griega a una nariz fina y fuerte, de acentuada curva en la parte superior, y acabada en aguda punta; boca de labios delgados; mentén saliente cuyo vigor se amortigua en uma suave papada; ojos muy jun- tos y profundos, de recto mirar ; orejas grandes pero bien for- madas, de lébulos pegados al cuello; abundante cabellera ondulada que se agolpa en la frente y las sienes sin achicar en lo mds minimo la amplitud de esos rasgos. La estampa del hombre es tan précer como sus acciones, revelando intimas afinidades entre lo psiquico y lo fisico. Es un yastago de esa raza vascongada que tanta parte tuvo en la formacién de nuestra sociedad, bajo los auspicios de] Estado espafiol. Su padre, don Juan B. de Anchorena, era navarro de nacimiento. Su madre, dofia Ramona Lépez de ‘Amaya, era ¢riolla, pero vasea de origen. Estas uniones entre varones peninsulares y mujeres salidas de familias con arrai- go en la tierra, era entonces, mas que ahora, el modo usual y racional que seguian los paises de aluvién constituidos en América por los imperios europeos, para acrecentar su pobla- cién. Los contrayentes eran, salvo raras excepciones, compa- triotas. Pero como el sexo femenino emigraba menos, mien- tras la esposa era easi siempre del lugar, el marido era fo- rastero, Asi, don Juan Esteban, que habia venido al Plata, segtin la observacién de Alberdi acerca de su propio padre, no “como emigrado, sino como el que cambia de domicilio en su pais mismo’’, eas6 en Buenos Aires con Ja porteiia dofia Ramona, dando origen 2 una de las familias més genuina- mente nacionales, hasta el punto de yolverse su nombre en un siglo, sinénimo de esa riqueza de que el pais Megé en cier- to momento a preciarse mis que de nada; basta recordar las Sy ULES TRAZUSTAT ae ae TOMAS DE ANCHORENA Précer de la Revolucién, la Independencia — y la Federacién Te 1784 - 1847 : Editorial LA VOZ DEL PLATA ~ Buenos Aires 10 : JULIO IRAZUSTA palabras de Mefistéfeles a Fausto, en la versién gauchesea del famoso drama goethiano por Estanislao del Campo: mas que la de Anchorena mi bolsa siempre est& lena. No importan aqui todos los detalles de e6mo la pareja ma- nejé sus intereses desde el momento de su unién, hasta aquel en que su primogénito aparece en la escena piiblica, sino Gni- camente el de que, para ese entonces, la familia los tenia vas- tisimos en todos los territorios que bajo el régimen colonial dependian de la jurisdiccién del antiguo virreinato de Bue- nos Aires. Cireunstancia decisiva en la carrera de nuestro personaje. Entre los prohombres del movimiento revoluciona- rio, los principales eran, o funcionarios piiblicos, o jefes de milicia, 0 representantes de intereses ajenos, 0 abogados sin pleitos. Los menos, en fnfima minoria, tenian interes propios, Entre ellos, don Toms representaba, como miembro de su familia, los mas cuantiosos intereses particulares que gra- vitaron en los dirigentes de la revolucién. Pero no anticipemos. Antes que legara a representarlos, asi en el antiguo régimen como en el nuevo salido del movi- miento de Mayo, debemos mencionar que su preparacién para ja tarea no habia sido empirica, sino cientffica, pues recibié la mejor educacién asequible en su tiempo, primero en el Real Colegio de San Carlos, fundado en Buenos Aires por Vertiz con los despojos de los jesuitas expulsados de todo el imperio espafiol, y Inego en la universidad de Charcas. Mads tal vez que la flamante ecreacién del wiltimo gobernador de Buenos ‘Aires, el viejo instituto de ensefianza superior que funciona- ba en el altiplano habia sufrido el soplo renovador del espi- ritu del siglo, que procedente de Europa occidental habia peneirado en Espafia y Iegado hasta las Indias, Y aunque en los claustros la modificacién de los programas no hubiese sido muy grande, la euriosidad de profesores y alumnos por Jas novedades que en materia de ideas habia despertado la revolucién francesa era irresistible, y no habia prohibiciones oficiales que pudieran con ella. Nuestro Geciotiege quedé inmune a esas golitaciones es- pirituales, De la misma ciudad donde Moreno leyé. a Rousseau. y lo admiré hasta luego hacerse su traduetor, Anchorena vol- vié tan tradicionalista como los espafioles chapados a la anti- gua, con verdadero odio hacia el maestro de anarquistas, au- tor del “Contrato social’’. Privilegiado de la sociedad en que vivia, a diferencia de la mayoria de los de su clase, en Euro- pa y América, no era de los sofistas que razonan en contra de sus propios intereses sin tener la consecuente abnegacién de renunciarlos, aan Por el contrario, empezé a disfrutarlos a fondo desde un principio. Cuando apenas tenfa veintitrés affos, y era un fla- mante abogado, fué elegido Regidor del Cabildo en 1807. No habré sido ajeno a esa eleccién el influjo de su padre, que no era simple comereiante, sino también hombre de pro, como Jo demuestra su nombramiento para primer cénsul, hecho por el rey al crear la famosa institucién del constlado de Buenos Aires, a pedido de los portefios, nativos o de adopeién, y el haber dado a su primogénito una educacién jurfdica, supe- rior a la que solfan entonces recibir los hijos de las familias burguesas més acaudaladas, No resulta extrafio que fuese don ‘Tomas Manuel, con la sensatez que exhibiré en toda su carre- ra, quien hasta sus iiltimos dias rechace el eargo de opresores formulado contra los espafioles, pues no podia considerarse oprimido un pais cuyos nativos accedian a las posiciones pi- Dlicas a edad tan temprana. Sin embargo lo veremos en 1810, entre los miembros de la corporacién municipal de la metrépoli virreinal, como uno de los ms decididos por la afirmacién de Ja independencia. En abril de ese aiio, y en compaiiia de Manuel Mansilla, exhorta a sus colegas de cuerpo a pronunciarse como lo hatia un mes mas tarde, sin ser eseuchado. Pero su exhorta- cién habia quedado registrada en el acta de la sesién en que Ja formulara, y ¢l virrey Cisneros le mand6 decir con Hui- dobro que procederfa contra 6] y todos los que quisieran per- turbar el orden existente. La intimidacién surtié tan poco efecto en el animoso joven, que al plantearse en él Cabildo el problema del cambio operado en Espafia, donde la Junta Central declarése disuelta, previa ecreacién de una Regencia eomo suprema autoridad imperial, don Tom4s Manuel de An- chorena fué el tinico cabildante que vot6 en contra del pro- 14 . JULIO IRAZUSTA Reenter eee yeeto de reconocer la nueva institucién, redactando una pro- testa para oponérsele. Por todo 1o cual fué desterrado y pro- eesado, entendiendo en el proceso el Dr. Passo, a quien Je seria f4cil, a favor de las cireunstancias inmediatamente sub- siguientes, sacarlo absuelto de culpa y cargo, hacerlo restituir al ejereicio de sus funciones y que sus colegas fuesen conde- nados a indemnizarlo por dafios y perjuicios. Indemnizacién a la que el Defensor de Pobres, (funcién que el procesado desempefiaba en la corporacién) renuncié magnénimamente. Por estos antecedentes, y sus actitudes posteriores, su participacion en los sucesos de mayo, de solidaridad sin dis- erepancia registrada documentalmente con la mayoria del ayuntamiento bonaerense, que los historiadores presentan ¢o- mo partidaria de la continuacién del virrey en el mando por puro espaiiolismo, no puede considerarse sino como debida ‘a la conviceién de que las razones dadas por aquella, para utilizar la autorizacién de erear un nuevo gobierno (recibida del Cabildo Abierto) en beneficio de Cisneros, eran valederas. No hay duda de que la corporacién municipal era reac- cionaria, de que al convocar el congreso general no hizo mas que ceder al torrente de la opinién piblica, y de que al nombrar a Cisneros sucesor de Cisneros, no sélo queria evi- tar toda eruenta alteracién del orden en el virreinato, sino ademés eludir las consecuencias del cambio impueste por las cirennstancias, Pero tampoco la hay de que los peligros alegados por “los sefiores del ayuntamiento’’ para fundar su maniobra de cambiar la base del mando, sin cambiar el mandatario, eran tan reales que pesaron hasta en el dnimo de los extermistas que quisieron la emancipacién total des- de el primer momento, y sin émbargo sé avinieron a que la revolucién se hiciese a nombre de Fernando VII. Si la pru- dencia de Anchorena coincidia con la habilidad de sus cole- gas, las mas elementales reglas de la politica le aconseja- ban no desechar una'solucién que ereia buena por el mero afan de hacer un juicio de intenciones. Del mismo modo ha- prin pensado Saavedra y Castelli, dos de los principales pro- motores del movimiento de mayo, cuando se avinieron a for- mar parte de la primera junta nombrada por el Cabildo, con dee Goliea oy Goongroiints sates ka raron de ella, al ver la resistencia que esa solucién hallé 2 lates eee diente a su influjo. Iv. a 5 Toms Manuel de Anghorena era tan partidario como el que m4s de emancipar a su pais de la sujecién a Espaua y de que en él se ereara una nueva nacién. Pero sus méviles mo eran de un ambicioso resentido, ni de un idedlogo extra- viade por el espiritu del siglo. No podia tener agravios per- sonales contra el régimen colonial que a edad tan tempra- na Je dieron acceso a encumbradas posiciones directivas, y su re¢titud moral le impediria fingirlos a posteriori como instrumentos de uma lucha emancipadora que siempre debié considerar justa, desde que fué uno de sus primeros promotores. No se asimilé jams ninguna de esas ideas abs- tractas acerea de las formas de gobierno, que tanto pertur- baron a sus mejores contemporimeos del mundo entero, sobre todo a sus compatriotas criollos, haciéndoles malograr una empresa politica viable, Desgraciadamente no poseemds sino mais testacitnes tar- dias de su pensamiento acerea de la revolucién. Pero como ellas coinciden con su actnacién en los sucesos de mayo, y dados los prejuicios corrientes en la época que las escribié, més bien se perjudicaba que se beneficiaba con ellas, pode- mos aceptarlas como recuerdo fehaciente de opiniones in- variables. Otros préceres, que en el movimiento observaron una conducta prudente como la suya, arreglaron sus actitu- des histéricas para aparecer ante la posteridad con figura de preeursores que a la luz de los hechos resultan incon- gruentes. Sin embargo, sus explicaciones ex post fae- to se recibieron generalmente como palabras de evangelio. Sin ineurrir en la misma violacién de las reglas de una ‘mena hermenéutica, nos equiyocaremos menos, admitiendo como verosimil el juicioso tradicionalismo de quien sin em- bargo fué el tmico eabildante de 1810 opuesto a la Regencia 18 JULIO IRAZUSTA See ee nee eee de CAdiz y partidario de la emancipacién, que considerando furibundog revolucionarios de Ja primera hora tantos cor- deros, que los sucesos transformaron en lobos. Pocos meses antes de morir, Anchorena escribid a su primo Juan Manuel de Rosas, (quien no habia actnado ni en mayo de 1810 ni en julio de 1816) dos cartas sobre ambos acontecimientos, tratando de darle la nocién de la época. Y en ellas nos ha dejado una versién de los hechos que, por su rareza, es singularmente interesante. En efecto, en una de ellas le escribe: “Wuestra Merced “sabe que el 25 de mayo de 1810, o por mejor decir el 24, se “establecié por nosotros el] primer gobierno patrio a nombre ‘(de Fernando VII. y que bajo esta denominacién recono- © eiendo por nuestro rey al que lo era de Espaiia nos ponia- “mos sin embargo en independencia de esta nacién, que con- “‘sideraba a todas las Américas como colonia suya; para pre- “seryarnos de que los espafioles aputados por Napoléon, ne- “ gociasen con 6] su bienestar a costa nuestra, haciéndonos “pavo de la boda. También le exijimos a fin de aprovechar “Ja oportunidad de erear un nuevo titulo para don Fernando “VII. y sus lejitimos sucesores con que poder obtener nues- “tra emancipacién de la Espafia y que consideréndosenos “una nacién distinta de esta, aunque gobernada por un mis- “mo rey, no se saerificasen nuestros intereses a beneficio “de la peninsula espaiiola; pues a todo esto nos daba dere- “cho no sélo el habernos defendide de los ingleses sin auxilio *‘alguno de la Espaiia, manteniéndonos siempre fieles y lea- “Jes al soberano que lo era de la Espaiia, sino también el “nuevo sacrificio y esfuerzo de lealtad que emprendfamos “hacer erigiendo un gobierno a nombre del rey cautivo que **conservase bajo su obediencia todas estas provincias duran- “te su cautiverio, para continuar despues prestando el de- *bido homenaje luego que recobrase su libertad. De este mo- “do era como yo oja diseurrir entonces a los patriotas de “primera figura en nuestro pais; y todos los papeles oficia- “Jes no respiraban sino entusiasmo por la obediencia y sub- “ ordinacién a Fernando VIL, pero con tal sinceridad a juicio “de los patriotas de buena fé, que el Dr. Zavaleta en el ser- TOMAS MANUEL DE ANCHORENA 19° Oe eee “mén que predieé a presencia de la Primera Junta en eele- “bridad de su instalacién, hablando de la imputacién que “nos hacian nuestros enemigos, quienes decian que todas “esas protestas de obediencia y sumisién a Fernando eran “ fingidas, y que nuestra intencién era sublevarnos contra su “ antoridad, les contest6 con un esforzado mienten,... “por todas partes resonaba en boca de los patriotas Viva “Fernando y esta aclamacién duré hasta que reunida la “ Asamblea General de todas las provincias se erigié un supre- “mo Direetor del Estado, y se encomendé este elevado cargo “al notario de nuestra curia eelesiéstiea Don Gervasio Po- sadas’’. “Mas no por esto’’, sigue diciendo Anchorena, “cay6 en «‘deserédito el gobierno mondrquico constitucional; que se- “ gan ofa yo discurrir entonces generalmente, se deseaba que “el monarea fuese algiin vistago de la familia de Borbén “yeinante en Espafia. Nadie, nadie se ocupaba del sistema “ yepublicano federal, porque todas las provincias estaban en “tal estado de atraso, de pobreza, de ignorancia y de des- “ unién entre si, y todas juntas profesaban tal odio a Bue- “nos Aires que era como hablar de una quimera el discurrir “sobre el establecimiento de un sistema federal; y el de una “ monarquia llamando a alguno de los Borbones se creia que “ podria desbaratar los pretextos con que nos hacian la gue- “‘rra los espafioles, y ensayar un ejemplo que podrian seguir “Jos demds pueblos de América, o de este continente y con . “@l afianzar todos su libertad e independencia de un modo “ eonstitucional, porque educados todos bajo el sistema mo- ““narquico, los hombres de mas saber opinaban que en estos “paises de América era imposible formar gobiernos estables “y bien ordenados bajo puras formas democraticas, y que “«siendo insoportable y ruinoso a todo Estado el gobierno “absoluto, debia ser el nuestro mondrquico constitucional. “ De este modo se discurria en el interior el afio de 1814, en “el que regresé a esta ciudad (de Buenos Aires) y legué “e] 21 de junio, habiendo hecho el viaje desde Santiago del “Estero en compafiia con otros, y con el general Belgrano, “que por orden del gobierno fné detenido en Tujin y des- pues confinado a la chacra de su cufiado Lisaur en la costa. “Hstando alli, Don Manuel Garcia, que me parece era enton- “ees miembro de un consejo del gobierno, me hablé para “iy a una misién a Europa, dirijida por nuestto gobierno pa- “‘ya arreglar nuestros asuntos politicos, Me le eseusé, y en- 22 . JULIO IRAZUSTA “tonces me pregunt6, si querria aceptarla Belgrano, a lo “que le contesté que no sabia, pero que si queria, yo le escri- “biria preguntandoselo. Me dijo que si, y yo entonces escri- “‘bi a Belgrano todo lo ocurrido sobre el particular, y fui “a hablar con él para aconsejarle, como le aconsejé, que si “la comisién era honorable, la admitiese para tapar con ella “la boea a sus enemigos que no eran pocos. La admitié eon “efecto en compafiia con Don Bernardino Rivadavia, y sa- “lieron ambos para Europa a fines de otro afio, pero yo, “nunea supe determinadamente e] objeto de la misién, sino “en los términos generales que llevo expresados, Despues se “dijo piblicamente que habian ido a tratar con los reyes “ padres, es decir Carlos IV. y su esposa Maria Luisa, sobre “la coronacién en estos paises de uno de los principes de la “familia bajo la forma constitucional, que se les propondria, “y no me acuerdo haber oido reprochar esta idea como anti- “ patriética, porque entonces, aunque no dejaria de tener *€ opositores, no era Mirada como opuesta a los votos de los “pueblos que habian integrado el virreynato del Rio de la “Plata. Asf fué que en la revolucién del 15 de abril de 1815 “en que fué depuesto Alvear del mando de supremo Director “‘y obligado por capitulacién a emigrar de la Repfblica, y “en que disuelta la Asamblea sus diputados fueron procesa- “dos y algunos de ellos espelidos del pais, se les formaron “cargos por actos de arbitrariedad y tirania que habian co- “metido; pero no se les dijo cosa alguna por la misién de “ Belgrano, Rivadavia y Sarratea, no obstante que se habia “hablado y hablaba del objeto de ella en los términos que “recuerdo y he dicho a Vd. Despues cuando en septiembre “de 1815 se procedié a nombrar diputados para el congreso “de Tueum4n, el poder conferido a cada uno de ellos dice, “que es para que determinasen el Ingar en donde deben con- “timuar las sesiones y proceder inmediatamente a fijar la “suerte del Estado, y formar y dar constitucién que deba “yvegirlo, En las instrueciones se les enearga la divisién y “‘deslinde claro de los tres poderes, lejislativo, ejecutivo y “ judicial, que dejen bien garantidos los derechos individuales “de los ciudadanos, y fijen perfodo para la revisién y en- “mienda de la constitueién que sancionen segin el tiempo “cy las circunstancias. Nada, nada se les dice-de la forma de “Gobierno, sino esto solo, y de consiguiente no se excluye, “al menos expresamente, el monarquico constitucional. Los “diputados pues que formaban el congreso en Tucumin es- “taban en la creencia de que si juzgaban conveniente a fijar “Ja suerte del pais, el proclamar y establecer una monarquia “ constitucional... podian hacerlo en eumplimiento de su de- “ber. Por esto fué que habiendo Hamado al general Belgrano “a la sala de sesiones, para que informase cual era el juicio “ que él habia traslucido en su viaje a Europa y tuviesen for- “mados los gabinetes europeos sobre la clase de gobierno que “més conviniera a los nuevos Estados de América, contesté “que estaban, a su vez, decididos por la forma monarquica “constitucional. Y habiéndole respuesto que con respecto a ‘nosotros ;En quien erefa é] que a juicio de esos mismos go- “biernos podriamos fijarnos? Contesté que a su juicio parti- “ular debiamos proclamar la monargqnia de un vastago del “Tnea que sabia existia en el Cuzeo’’. , YI “Al oir esto”, sigue diciendo Anchorena, “los diputados de “Buenos Aires y algunos otros mds nos quedamos aténitos ‘con lo ridieulo y estravagante de la idea, pero viendo que “el general insistia en ella, sin embargo de varias observa- “ ciones que se le hicieron de pronto, aunque con medida, “porque vimos brillar el contento en los diputados cuicos (0 “sea los del Alto Pera), en los de su pais asistentes a la ba- “rra y también en otros representantes de las provincias, “tavimos por entonces que callar y disimular el sumo des- “precio con que mir4bamos tal pensamiento quedando al “mismo tiempo admirados de que hubiese salido de boca del “ general Belgrano. El resultado de esto fué que al instante “se entusiasm6 toda la cuicada, y una multitud considerable “de provineianos congresales y no congresales; pero con tal “calor, que los diputados de Buenos Aires tuvimos que mani- “festarnos tocados de igual entusiasmo por evitar una dis- “Jocacién general en toda la Repiblica; y bien persuadidos “que conducido el negocio, con sagacidad y prudencia al fin ‘‘quedaria en nada, nos adelantamos a proponer que, en “atencién a ser un acto tan serio, que seguramente iba a de- “‘cidir de la suerte del pais, era necesario tratarlo con toda “ gireunspeceién, diseutiendo publicamente en sesiones es- “ traordinarias que se fijaron a la noche para que todo el “mundo pudiese asistir a la barra. —Asi se acordé y se prac- d “tied, y por este medio logramos nuestro objeto, que pasado “aquel primer calor, por medio de la discusién, de la prensa “y de las eorrespondencias particulares, se hiciese sentir lo “ despreciable que era el tal pensamiento. Mas esto no fué “yechazado y ridiculizado en el ptiblico porque hubiésemos “proclamado, 0 porque nos hubi-semos ocupado de discutir “si debiamos proclamar un gobierno monadrquico consti- 26 JULIO IRAZUSTA “tucional, sino porque poniamos la mira en un monarca de “Ja easta de los chocolates, cuya persona, si existia, probable- “mente tendriamos que sacarla borracha y cubierta de an- “drajos de alguna chicherfa para ¢olocarla en el elevado “+trono de un monarea, que deberiamos tenerle preparado. ““Reeonviniendo yo privadamente al general Belgrano por “ana oeurrencia tan ex6tica, con que nos habia expuesto “peligro de un trastorno general en toda la Repéblica, me “ contest, que €1 lo habia hecho con &nimo de que corriendo “Ia yoz, y penetrando en el Perf, se entusiasmasen los in- “dios y se esforzasen en hostilidar al enemigo, con lo que “ distraido este, tendria el general Belgrano tiempo de en- * grosar su ejército para atacarlo Hegada la oportunidad. He “hecho a Vd. esta marracién para manifestarle que la idea “de monarea y de monarquia en nuestro pais no fué siem- “pre mirada con mal 0jo, antes por el eontrario, tuvo mucho “tiempo la mejor acogida en el concepto de que la forma “mondrquica constitucional, era la que mAs nos convenia. “ Bsto era en el concepto de las jentes que diseurrian, porque “en el comin del pueblo, ms que odio a Buenos Aires habia “ espfritu de desunién’’. Para precisar los conceptos de Anchorena sobre el pro- ceso de la independencia, entre el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816, conviene transeribir un fragmento de Ta otra carta aludida. En 1846, al celebrarse el aniversario de la reyolucién, el Te Denm fué seguido como de eostumbre por una oracién patri6tica, dicha por algiin sacerdote cuyo nom- bre no interesa. Tres dias m4s tarde, don Tomas, al cabo de extensa misiva, lena de solicitudes de gracia, hechas con motivo de las fiestas, escribla a su primo esta post-date: “Be ofdo hablar con gran entusiasmo (a quienes no lo en- “tienden) del sermén de nuestro 25 del presente Mayo; y “si es como me lo han informado varias personas, le suplico “no permita su impresién, porque a mi juicio, y sin duda al- “ guna no es més que un amontonamiento de mentiras y bar- “paridades contra el gobierno espafiol y los soberanos de “Espaiia a quienes protestamos solemnemente obediencia y “gomisién con la més firme lealtad en Mayo del Afio Diez, “elasificando a la Espafia de Madre Patria fobreciedan au- “xiliarla en su defensa con nada blandas esperanzas Y sacri- “ficios; de modo que segim eso o mienten los tales predicado- “res o si dicen verdad, nosotros hemos sido unos (gcanallas?) “que con simulaciones, mentiras, protestas y promesas falsas “nos propusimos entonces separarnos de la obediencia de los “Reyes de Espafia y de hecho nos separamog fingiendo con “alevosia y perfidia que nuestro Gobierno era como se titu- “laba entonces a nombre de Fernando VII. Cualquiera de “estas dos partes es muy vergonzosa a nuestra reputacién y “de consiguiente el finieo modo de hablar con dignidad, de- “cencia y honor del 25 de mayo del 1810, es hablar como “hablé Vd. en su altima arenga que me parece que fué el “25 de Mayo de 1836 y no fingir ni suponer crueldades, des- “potismo y arbitrariedades que no hemos experimentado’’.

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