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Eco y Narciso A\ Japiter le encantaba coquetear con las ninfas. Algunos dias, bajaba a los vergeles* de la Arcadia sin més propésito que bromear con ellas y robarles un beso si se ofrecia la ocasion. Sin embargo, sabia muy bien que su felicidad entrafiaba un cierto peligro. Jupiter no olvidaba nunca que, si su esposa lo descubria jugueteando con las ninfas, estallaria en un violento ataque de celos cuyas consecuencias podian ser horribles. Un dia, al egar ala Arcadia, Jupiter le dijo a una de las ninfas: —Ve en busca de Juno y hiblale. :Que le hable? 2Y de qué? —Tanto da. Lo que importa es que no se dé cuenta de que he ve- nido aqui a pasar el rato... La ninfa, que se lamaba Eco, cumplié el encargo a la perfeccién, Desde entonces, cada vez que Jupiter aparecia por la Arcadia, Eco iba en busca de Juno y le hablaba sin parar. A la diosa le encantaba escu- charla, pues Eco contaba las historias con una gracia infinita. Su parlo- teo incesante levantaba el nimo y mataba las penas. Pero un dia, mientras Eco charlaba, Juno oyé de pronto las risotadas de Jupiter, y entonces comprendié el verdadero sentido de la chachara* de Eco. Lo- ca de furia, Juno exclamé: —:De modo que vienes a embobarme con tu palabrerfa para en- cubrir a Jiipiter? jEres una traidora, Eco, y vas a pagar tu maldad al precio mas alto! A partir de hoy, podrés parlotear todo lo que quieras, pero ni una sola de las palabras que digas sera tuya. ; Desde aquel dia, en efecto, Eco se limité a repetir las tltimas pala~ ) bras de lo que decian los demas. Cuando el pastor gritaba: «{Viene el ~ — Jobol», Eco repetia: «(El lobo, el lobo...!», y cuando los nifios proclamaban desde la copa de los arboles: «E] bosque es mio!», Eco murmuraba con falsa alegria: «(Es mio, es mio, es mio....s. Su voz se convirtié en un simple espejo, roto y confuso, de las palabras ajenas. Eco ya no podia conversar con nadie, ni expresar sus sentimientos ni desahogar su alma. Se sentia tan aver- gonzada que se retiré a lo mas hondo del bosque para que nadie pudiera verla. Una mariana, descubrio entre fos arboles a un joven cazador. Era, en verdad, un muchacho hermoso, y Eco no pudo resistir la tentacién de es- ECO Y NARCISO 93 piarlo, Le encantaron sus ojos y sus manos, y el aire distinguido de su modo de andar, Al mirar a aquel joven, Eco noté una brecha de luz en las tinieblas de su alma, Aunque jamés habia estado enamorada, reconocié al instante los sinto- mas del amor. Entonces mas que nunca aftoré el don de Ja palabra, Habria querido acercarse a aquel muchacho y confesarle lo que estaba sintiendo, pero su vor ya no servia para esas cosas... De repente, Eco pisé una rama seca, y el joven Narciso, alarmado por el chasquido, la descubris entre los arboles. —Quién eres? —le pregunts. —Eres... —dijo Eco. —zPor qué me miras asi? —Asi. —zEs que quieres decirme algo? —Algo... Eco se sintié tan impotente que decidié demostrar con hechos lo que no podia decir con palabras, asi que se acerod a Narciso y lo abrazé con todas sus fuerzas. El joven quedo tan sorprendido que aparté a Eco de un empujén. —Estis loca! —dijo—. {No vuelvas a tocarme! Nadie podria describir lo que Eco sintié en aquel momento. El desdén de Narciso fue un zarpazo brutal que trastorné para siempre su castigado cora~ z6n. Abatida, Eco se refugié en una cueva, donde permanec dias, con el dolor del alma en carne viva, lamentindose sin descanso de todos los bienes y alegrias que le estaba prohibiendo el destino. durante muchos 94 METAMORFOSIS En realidad, Eco no fue la primera victima de Narciso, ni habria de ser la iltima, Con su belleza’sobrehumana, aquel muchacho despertaba pasiones en todas partes, y eran muchas las ninfas y doncellas que le habian declarado su amor, Narciso, sin embargo, las rechazaba a todas sin contemplaciones, con el desdén olimpico de quien nunca ha sentido pasién por nada. Bajo su rostro, demasiado hermoso, se escondia en realidad un coraz6n muy aspero. Pero Eco no podia aceptar que Narciso tuviera defectos, asi que justificaba su desdén y se culpaba a si misma, Encerrada en el laberinto de su pena, del que le era im- posible escapar, Eco dejé de comer y de dormir, Para ella, el amor no fue una suma sino una divisin, pues, en lugar de conquistar a Narciso, acabé por per- derse a si misma. Abandonada a la faria del dolor, se fue apagando poco a po- co igual que un fuego que nadie alimenta. Su cuerpo entero se encogié como una flor marchita, y todo su ser acabé por consumirse. Sus manos y su boca, us ojos y sus huesos se convirtieron en aire, y lo tinico que qued6 de su perso- na fue su voz, lastimera, que seguia repitiendo sin sentido las palabras que la gente decia por el bosque. La tragedia de Eco desaté la indignacién de las otras ninfas que habian si- do rechazadas por Narciso. Reunidas en un claro del bosque, decidieron pedir justicia. Fueron en busca de Nemesis, la hija de la Noche, que es experta en la venganza y castiga a los hombres arrogantes. Cuando Némesis supo el despre cio con que Narciso trataba a sus pretendientes, sentencid con voz firme: —Vuestra peticién es justa. Os prometo que Narciso pagaré muy pronto por todo el mal que ha causado. ECO Y NARCISO 95 La venganza se cumplié un mediodia, cuando el calor entorpecia el pensa- miento y calcinaba los campos. Narciso habia estado cazando durante horas, y sentia en la garganta la irritacion de la sed. Al pasar por una floresta, encontré tuna charca y decidié acercarse a beber. Cuando se incliné junto a la orilla, no podia imaginar que su destino estaba a punto de cambiar para siempre. Desde que era muy nifio, su madre le habia prohibido que bebiera en las aguas estan cadas. Narciso habia respetado siempre aquella precaucién, sin preguntarse ja- mis por su sentido. Aquel dia, sin embargo, sentia una sed tan acuciante® que olvidé por completo la advertencia de su madre. Al inclinarse en Ia charca, descubri algo asombroso: en el fondo del agua, como un magnifico ahogado de ojos abiertos, habia un muchacho que lo estaba mirando. Tenia la mirada verde y la piel pilida, y era més bello que la luz del sol. Narciso no comprendio entonces que se estaba viendo a s { mismo. Metié la mano en la charca para acariciar las mejillas de aquel extrafio, pero, en cuanto sus dedos rozaron el agua, la cara se deshizo en una desbandada de ondas azules. Luego, la charca se serend, y el rostro volvié a aparecer, Narciso se acercé entonces a besar al desconocido, pero su cara se esfumé de nuevo en la frescura expansiva de las ondas. Cuando el rostro regres6 por segunda vez, Narciso comprendis al fin lo que estaba pasando... Noté que el desconocido parpadeaba al mismo tiempo que él, y que sus labios se acomodaban al ritmo de su sonrisa. Entonces ya no tuvo dudas: aquel muchacho de ojos verdes y nariz bien perfilada, de piel ra~ diante y labios purisimos era el propio Narciso. 96 METAMORFOSIS Casi al instante, una ninfa pass junto a la charca. Conocia la historia de Narciso, y se sobresalté al verlo cara al agua. Alarmada por la situacién, cottiendo en busca de la madre del muchacho. —iVe a la charca, Litiope —le advirtié—, porque tu hijo se est mirando en el agua! La ninfa Liriope se sintié al borde de la muerte. Llevaba aftos temiendo aquel momento. Mientras corria hacia la charca, un reguero de légrimas resba- | laba por sus mejilla | el mundo con su belleza. Las ninfas se acercaban a verlo, los envidiaban el verde intenso de sus ojos, ¢ incluso los pé i ramas para admirat la hermosura cautivadora de aquel nifio excepcional. Lirio- Desde su misma nifiez, Narciso habia hechizado a todo itiros del bosque jaros se posaban en las ( pe, en cambio, se sentfa atormentada por la angustia, pues estaba convencida | de que las grandes bellezas acarrean siempre grandes desgracias. Algunas no- ches se despertaba sudando, con el corazén alborotado | ligrimas, estremecida por el presagio de que su hijo iba a morir muy joven. \ Cuando Narciso cumplié dos aftos, Liriope fue a ver al anciano Tiresias, el | adivino de Tebas, y lo puso al corriente de su inquietud. | —Tengo un mal presentimiento que no me deja vivir —le dijo. Tu que | conoces el futuro, sabio Tiresias, dime si mi hijo tendra una vida larga. | Tiresias, que era ciego, traté de ver a Narciso con las manos. Le palpé la y los ojos bafiados en frente y las mejillas, el arco de las cejas y el perfil de la nariz, la curva de los k bios y el hueco del mentén. Luego, respiré hondo como s todo el aire que rodeaba a aquel nifio tan bello, y contest6 con mucha seriedad: —Ti hijo puede llegar a viejo, pero tan solo si respeta una condicién. —Dime de qué se trata y haré que se cumpla —replicé Lirfope. —Si quieres que tu hijo tenga una vida larga —concluyé Tiresias permitas jamas que se vea a si mismo. Durante afios, Liriope mantuvo a su hijo apartado de rios y arroyos, para que no pudiera verse reflejado en el agua. Cuando el muchacho empezé a re~ quisiera capturar nO ECO Y NARCISO. 97 correr el bosque a solas, lo convencié para que no se acercara a los estanques ni a las chareas, asi que Narciso legé a los dieciséis afios sin haber visto jamés su Propio rostro, Pero aquella sana ignorancia acababa de tocar a su fin. Cuando Lirfope Mego a la charca, Narciso seguia frente al agua, ensimismado en la contemplacién de su propia belleza. Lirfope lo agarr6 por el brazo y le suplicé ae se Ievantase, pero Narciso ni se movié ni despegé los labios. Todo lo que ocurtia a su alrededor habia dejado de interesarle, Lo tinico que le importaba en Ia vida era aquel rostro perfecto que se reflejaba en el espejo del agua man- sa. Desde aquel dia, Narciso no hizo otra cosa mis que adorar su propia ima- gen. Dejé de comer, dejé de dormir, y ni siquiera se atrevié a beber agua, por miedo a deshacer la hermosura que lo tenia cautivado. Asi, insensible a todo salvo a su propia belleza, se fue acercando a la muerte. Un dia, ya en el limite de sus fuerzas, susurré con vor resignad —Mi amor es inttil... Entonces la ninfa Eco, que, aunque invisible, permanecfa a todas horas jun= toa Narciso, repiti6 con voz muy triste: —Mi amor es initil... Cuando Narciso muri, las ninfas que habian pedido venganza a Némesis fueron a buscarlo para incinerar su cuerpo, pero no lograron encontrar el cadé- ver.” Y es que, al morir, Narciso se habia transformado en una flor de intenso Perfume que brota desde entonces junto a la charca todas las primaveras, Se lama narciso, y tiene el aire contemplativo y orgulloso de los hombres que solo se quieren a si mismos.

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