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Vicente Urbistondo La metdfora don Alejo/ Dios en E/ lugar sin limites Me temo que todavia no nos hayamos librado de Dios puesto que creemos en la gramética, Nierzcue. El lugar sin limites, de José Donoso, cuenta el transcurso de un do- mingo decisivo en la existencia de la Estaci6n EI Olivo, un caserio cercano a Talca, en la regién central de Chile. Los acontecimientos estan vistos a través de la conciencia de la Manuela, copropietario del prostibulo del pueblo con la Japonesita, su hija de 18 ahos. La his- toria es, entonces, la de ese domingo y su narracién —siguiendo las categorias propuestas por Gérard Genette "— descansa principal y légicamente en el “récit” de la Manuela; y, secundariamente, en los “récits” de la Japonesita y Pancho Vega, un camionero primitivo y obtuso. Chispazos de la conciencia de otros personajes iluminan acon- tecimientos actuales y recordados. La tnica conciencia inaccesible al lector es la de don Alejo. Siendo el “stream of consciousness”, el flujo de la conciencia de los personajes, el recurso estilistico dominante, lo que éstos cuentan y su significado depende, en gran parte, de lo que Gérard Genette llama sistema de figuras; y que, basicamente, no es otra cosa que la vieja retérica desprovista, eso si, de su rigidez tra- dicional, y considerada como organismo autéctono2 La Estacién El Olivo es un pueblito creado por don Alejo, duefio de fundo que lo hizo construir “cuando heredé hace mas de medio siglo... para que el tren se detuviera allf mismo y se Ilevara sus pro- 1 En Figures, Paris: Seuil, 1966, pp, 210, 211. ® Seguimos aqui la ex in de Robert Scholes en Structuralism in Literature (New Haven & London: Yale University Press, 1974), p. 161. icente Urbistondo (Chile) se doctoré en literatura por Ia ha desempefiado desde 1958 como profesor. Ensefia en San Francisco State Uni- Algunas publicaciones: BY naturalismo en la novela chilena (1966), Bitdcora (1970), Acelabors en TEXTO GRITICO 9 (1978) con un trabajo sobre el machismo en la nueva literatura hispanoamericana iversidad de California, Ber- El lugar sin limites 281 ductos”.* Es también un pequefio mundo en plena decadencia, que, dia a dia, ve alejarse la meta que lo sostuvo ese medio siglo: la elec- trificacién. Hasta la esperanza de que el camino pavimentado —el lon- itudinal— pase por El Olivo mismo, se ha perdido: pasa a dos kiléme- tros del pueblo. Pero la gente sigue esperando que se cumplan las prome- sas de! creador de ese lugar. Es senador “ y tan bueno don Alejo. ¢ Qué seria de la gente de la Estacién sin é1?” (p. 20). La novela carece de un narrador omnisciente tradicional, pero la voz impersonal que se oye —muy poco— jamds compara a don Alejo con Dios. Los perso- najes son los que lo divinizan. A mitad de novela, en el capitulo VI, la Japonesa Grande, madre de la Japonesita y fundadora del burdel, expresa este sentimiento por medio de un poderoso simil, destinado a catequizar a la Manuela: “No, no hay nadie como don Alejo, es unico. Aqui en el pueblo es como Dios. Hace lo que quiere” (p. 74). En la primera etapa de su desarrollo, don Alejandro Cruz (el im- portante apellido es muy comin en los paises de habla hispana) despliega poderes y cualidades que Dios y él tienen en comtin. Al final del parrafo inicial de la narracién recuerda Ja Manuela que “Pancho Vega anduvo por el pueblo para la vendimia y se present6 en su casa [el burdel] con una pandilla de amigos prepotentes . . . capaz que hasta hubiera corrido sangre si en eso no llega don Alejandro Cruz que los obligé a portarse en forma comedida” (p. 10). El camionero Vega, hombre fuerte/ ademas de primitivo, jura venganza contra la Manue- la y la Japonesita, pero no se le pasa por la mente rebelarse contra la divinidad. Ni esa satisfaccién les da el Poderoso a los matones: “Ha- bian comenzado a molestar a la Japonesita cuando Ilegé don Alejo como por milagro, como si lo hubieran invocado” (p. 11). Estos miles son perfectamente adecuados a la mente 4gil pero sin cultivar de la Manuela y ni siquiera se destacan especialmente durante una primera lectura del texto. La segunda etapa en el desarrollo de este personaje estaria ya mar- cada por la decadencia misma del poder terrenal de Dios, principa mente en sus aspectos econémico y politico. La corrupcién que anun- cia la decadencia se manifiesta en el destino que dé don Alejo a la escuela de El Olivo. Sin poder ya funcionar en el galpén del senador el pueblo queda simplemente sin colegio como se ve a través de lo que le ocurre a la propia Japonesita: “Cuando chica la _Japonesa rande la mandaba a la escuela, cuando habfa escuela en El Olivo y .,,.° José Donoso, El lugar sin limites (México: Joaquin Mortiz, 1971), p. 20. Todas las citas del texto estin sacadas de esta edicién, la segunda, 282 Vicente Urbistondo funcionaba aqui mismo, en este galp6n, antes que lo comprara don Alejo” (p. 32). . a oa tiltima etapa de don Alejo es la del ocaso de sus divi- nos poderes; su fracaso final anuncia también su desaparicién. El sis- tema de simbolos creado por Donoso en El lugar sin limites lleva irre- misiblemente a ese eclipse definitivo y hace de la novela una vivida y escalofriante alegoria. La desintegracién de la Estacién El Olivo es una etapa y un anuncio de la muerte de nuestra cultura occidental. El proceso se va revelando tanto en el “récit” como en la historia misma.* El récit, el discurso narrativo que es tal s6lo porque cuenta una historia (a diferencia, por ejemplo, de El sentimiento trdgico de la vida, de Unamuno), y esa historia es presentada por un individuo (no es, por ejemplo, una serie de documentos arqueolégicos ), destaca el colapso divino por medio de descripciones del personaje y de anécdo- tas que lo van definiendo en sus distintas etapas, todas parte integral de monélogos interiores de la Manuela, Pancho Vega, la Japonesa Grande y la Japonesita. La historia, de la cual se alimenta el “récit” sin la cual por cierto que no existiria, expone la caida de Dios acumu- *lando e hilvanando !o que ha expuesto el “récit” sirviéndose de sim- bolos y figuras que van armando y posibilitando la lectura alegérica de la novela, En El lugar sin limites, la historia aparece fragmentada, pues el comienzo est4 en el capitulo VI. Este retroceso o salto atras es la parte mas extensa del “récit” de Donoso que en este capitulo slo cede la palabra ocasionalmente a la Japonesa Grande y a la Ma- nuela, recién llegada a El Olivo. La Manuela, cuyo domingo, final o no, da estructura al “récit” y a la historia, y determina el estilo na- rrativo de la obra —flujo de conciencia 0 stream of consciousness 0 monélogo interior, los tres nombres son adecuados aunque el mas exacto es el tercero— es, como don Alejo, un simbolo: el del arte y su papel en el mundo de El Olivo, metaéfora a su vez, del nuestro. Hay otros simbo'os dentro del sistema alegérico discernible en El lu- gar sin limites. Pancho Vega y su camién colorado —como el vestido de espafiola de la Manuela— es el principio masculino desprovisto de cortapisas intelectuales que lo frenen. Y hay otros. Pero en este trabajo nos limitaremos a cxaminarlos sélo en su relacién directa al tema cen- tral de la novela, el de la desaparicién de Dios. Siguiendo basicamente a Genette en los aspectos teéricos, volva- mos, ahora con mas detalle, a la trayectoria del creador de la Esta- cién El Olivo en El lugar sin limites, * Usamos aqui las distinciones que halla Genette en Figures III, Paris: Seuil, p. 74. Las tres categorias que distingue Genette son muy semejantes a las establecidas en 1927 por E. M, Forster, en Aspects of the Novel. El lugar sin limites ves Su primera intervencién para salvar a la Manuela cobra dimen- siones providenciales en el texto del mondlogo interior del amenazado. Pancho Vega tiene “manos duras, pesadas, como de piedra” y “el aio pasado al muy animal se le puso entre ceja y ceja que bailara espa- fol... ;C6mo no! ; Macho bruto! ;A él le van a estar bailandole, mirenlo nomas!” (p. 10). La negativa de la Manuela enardece al matén y a sus amigotes. “Empezaron por trancar el negocio y romper una cantidad de botellas y platos y desparramar los panes y los fiam- bres y el vino por el suelo. Después, mientras uno le retorcia el brazo, Jos otros le sacaron la ropa y poniéndole su famoso vestido de espafiola a la fuerza se lo rajaron entero” (p. 11). En buenas cuentas, nada debié salvar a la Manuela como no fuera la intervencién de una especie de Deux ex machina: don Alejandro Cruz, “que los obligé a portarse en forma comedida y como se aburrieron se fueron” (p. 10). Sola- mente un ser con poderes extraordinarios podia desafiar a Pancho Vega y a sus matones ebrios. Este episodio establece la antitesis entre Jo bueno y lo malo, entre don Alejo y Pancho; sobre todo si se tiene presente que el personaje aparece aqui con su nombre completo: Ale- jandro Cruz. Don Alejo no es s6lo un Alejandro Magno: es un Ale- jandro cristiano como lo indica su apellido. Cabe observar, ademas, que la presentacién de ambos principios por medio de simbolos den- tro del mondlogo interior de la Manuela, corrobora lo que mantiene Robert Humphrey sobre los escritores del “stream of consciousness” y sus recursos. El simbolismo es uno de esos recursos. Siendo el sim- bolo una met4fora trunca —le falta la parte inmediatamente identi- ficable—, estamos aqui nuevamente ante una figura (de retérica) que es parte del “récit” de la Manuela y también de la historia. Esta primera intervencién del buen don Alejandro en el texto de la novela, queda reforzada en el salto atras que nos lleva en el capi- tulo VI al comienzo de la historia, segan ya se dijo, por medio de un elocuente primer parrafo: Las mujeres del pueblo se pusieron de acuerdo para no protestar por te- ner que quedarse en sus casas esa noche, sabiendo perfectamente que todos los hombres iban donde la Japonesa. La esposa del Jefe de Estacion, la del Sargento de Carabineros, la del Maestro, la del Encargado de Correos, todas sabian que iban a festejar el triunfo de don Alejandro Cruz y sablan dénde y cémo lo iban a festejar. Pero porque se trataba de una fiesta en honor del sefior y porque cualquier cosa que se relacionaba con el sefior era buena, por esta vez no dijeron nada (p. 64). 8 En Stream of Consciousness in the Modern Novel (Berkeley: University of Califor- ania Press, 1972), pp. 77, 78. he Vicente Urbistondo La palabra est4 usada aqui metaféricamente y el resto de la figura es la misma palabra escrita con mayiiscula y aplicada a Nuestro Sefior Jesucristo, consustancial con Dios, el Padre Eterno. Donoso refuerza ia metafora dentro de la misma oracién repitiendo la palabra y Ila- mando la vista al burdel “fiesta en honor del sefior” —;ceremonia?, ¢ritual?— y explicando que es cosa buena —¢sagrada?— todo lo que con el sefior se relaciona. Al nivel puramente realista la metafora des- cansa sobre la religiosidad tradicional de las mujeres pueblerinas de nuestra América, aplicada en el texto a las de la Estacién El Olivo, El novelista completa esa metaforizaci6n de don Alejo con la reve- lacién de la Japonesa Grande a la Manuela y que conviene citar aqui de nuevo: “No hay nadie como don Alejo, es Gnico. Aqui en el pueblo es como Dios. Hace lo que quiere” (p. 74). Légicamente, la metafora don Alejo/Dios alcanza su desarrollo maximo bastante tiempo después, dieciocho aiios, en la conciencia de una Manuela enteramente habituada al personaje y conocedora de su mundo de El Olivo. Dada la estructura de la historia, un domingo —cel Gltimo?— en la vida de Manuela, ese apogeo de la figura (de retérica) esta al comienzo del texto. Es parte del primer mondlogo interior de la Manuela al levantarse. Volvamos a ese pasaje del “récit” con mas conocimiento de causa: “Habjan comenzado a molestar a la Japonesita cuando Ileg6 don Alejo como por milagro, como si lo hubieran invocado, Tan bueno él. Si hasta cara de Tatita Dios tenia, con sus ojos como loza azulina y sus bigotes y cejas de nieve” (p. 11). Esta segunda versién del suceso, ya esbozado en el primer parrafo de la novela, intensifica la aparicién repentina de don Alejo divinizan- dola por medio de un doble simil: “como por milagro” y “como si lo hubieran invocado”. La conducta milagrosa es atributo divino y s6lo se invoca a Dios 0 a los seres sobrenaturales. Lo que sigue pareceria debilitar el efecto de los similes, pero no es asi en realidad. Decir que don Alejo es tan bueno es también relacionarlo con Dios, puesto que la bondad cs atributo divino y hace del personaje un ser superior a los que lo rodean, Cuando la Japonesa Grande le presenta don Alejo a la Manuela, la metafora se nutre de las cualidades que Dios y ese personaje tienen en comin, y que, por lo tanto, se reflejan en la conducta de ambos. Al comienzo de la novela ya la Manuela ha ido mas lejos y asegura que don Alejo tiene “hasta cara de Tatita Dios . . . con sus ojos de loza azulina y sus bigotes y cejas de nieve”. En este “después” que no reco- noceremos como tal hasta el salto atras del capitulo VI, los colores tienen un papel engafiadoramente sencillo. Presentados por la imagi- El lugar sin limites 08s nacién creadora de la Manuela, fortalecen la metafora al maximo. Asi el color de los ojos de don Alejo le recuerda el de la loza barata cuyo color indudablemente le gusta y lo asocia al azul del ciclo donde ra él vive Dios. El nombre nieve tiene doble papel en el desarrollo de la metafora: evoca, sobre todo cn Chile, las altas montajias y las regiones mas préximas a los cielos de Dios. La nieve es también sim- bolo de pureza como el blanco; y el dios judeo-cristiano que adora la Manuela es puro. De ahora en adelante, los colores van a inten- sificar cada vez més el juego de figuras y simbolos de Donoso, orien- tando al lector hacia la interpretacién alegérica del texto. En la pri- mera confrontacién dominical de Pancho Vega y don Alejo, cuenta el “récit” de Donoso: “En todo ese espacio parduzco, donde hasta la cal del muro era de color tierroso, lo tinico vivo era el azulino de los ojos de don Alejo...” (p. 34). Aqui parduzco y azul crean una antitesis con- ceptual: todo, hasta la gente —la inclusién queda implicita en el uso de “todo”— tiene el color de la tierra; pero el azulino de los ojos de don Alejo recuerda al cielo. Mas abajo, en la misma pagina, leemos: “Los ojos de loza de don Alejo sostuvieron la mirada negra de Pancho, obligandola a permanecer fija bajo las pestafias sombrias, El [don Alejo] leia en esos ojos como en un libro” (p. 34). El color refuerza aqui una antitesis conceptual ya establecida, bueno y malo, con otra: débil y poderoso, que es lo mismo que decir terrestre y celestial. En la pagina 11, Donoso presenta a los perros de don Alejo. La Manuela ha dormido mal porque ha tomado Chacoli en demasia y encima “quien sabe por qué los perros de don Alejo se pasaron la noche ladrando en la vifia” (p. 11). Esos perros (negros) “aunque sean otros se llaman siempre igual, Negus, Sultan, Moro, Otelo” (p. 118) y tienen con su amo una relacién metonimica: son simbolos y pro!ongaciones de su poder ¢ instrumentos de castigo. De ahj su color, tradicionalmente asociado con lo malo y lo triste. Aparecen por pri- mera vez en la vifia del sefior, base de su poder econémico y simbolo cuyo desarrollo queda dentro de otro monélogo interior dela Manuela: Vifias y vifias y ms vifias por todos lados hasta donde aleanzaba la vista hasta la cordillera, Tal vez no fueran todas de don Alejo. Si no eran su eran de sus parientes, hermanos y cufiados, primos a lo sumo, Todos Cruz. .. Tanta plata y tanto poder... Y tan bueno don Alejo (p. 24). También hay metonimia en el tratamiento de este simbolo: cada vez que alguien habla de vifias y vinos, 0, directamente, de dinero y poder, se refiere, en realidad, a don Alejo. La Japonesa Grande deja esto en claro al convertir a la Manuela a la religién de El Olivo junto con 286 Vicente Urbistondo Hegar el artista al burdel. Después de explicarle que don Alejo es como Dios le dice que “Todos le tienen miedo. ; No ves que es duefio de todas las vifias, de todas, hasta donde se alcanza a ver? Y es tan bueno que cuando alguien lo ofende ... después se olvida y lo per- dona” (p. 74). La impregnacién de la Japonesa Grande por el recién Ilegado es también, de cierta manera, intercambiable con el poder de don Alejo. La Japonesa Grande lo seduce para ganar la apuesta que el dios le hace y asi llegar a ser la propietaria del prostibulo, La sinécdoque también aclara y vitaliza aspectos de El lugar sin limites. Octavio, cufiado del torpe Pancho Vega, se sirve de esa figura sin saberlo para explicarle a su pariente el poder terrenal de don Alejo: “Esto es lo que vale, compadre, no sea leso: la plata. ¢ Usted cree que si uno tuviera no seria igual a él?” (p. 90). Aqui el dinero que explica parcialmente la prodigiosa personalidad de don Alejo re- presenta la totalidad del divino personaje. Si la conciencia de Octavio se proyecta en el didlogo y no en el mondlogo interior como en el caso de los demés personajes es porque el cufiado de Pancho es un afuerino y no est sujeto a la voluntad del dios de El Olivo. Las figuras —seguimos con la terminologia de Gérard Genette— se destacan mas en los mondlogos interiores, directos, indirectos 0 mix- tos,” de los personajes, pero también alimentan la categoria estética y expresiva de las escenas presentadas por el autor mismo, generalmen- te para mantener la vitalidad del ritmo narrativo que tiende a frenar la exposici6n subjetiva. En la mafiana del domingo abarcado por la historia, va la Manuela por la calle, camino a su misa, y ve de repente: “unos bigotes blancos..., unos ojos azulinos..., y detras los cuatro perros negros” (p.27). La sinécdoque da aqui especial fuerza expre- siva al encuentro sin que la manta de vicufia y el sombrero negro del personaje debiliten la imagen, puesto que son prendas que todo indi- viduo de su clase lleva o puede llevar. Con solo percibir los simbolos de los atributos fundamentales de! extraordinario personaje la Ma- nuela sabe a quien tiene al frente. El blanco de los bigotes y el azul de los ojos bastan, puesto que representan para la Manuela todo el personaje como se comprueba cuando le habla: “Por Dios, don Ale- Jo..., ete.” (p. 27). ® Mondlogo interior directo es el que presenta la conciencia del personaje al lector con poquisima 0 ninguna intervencién del autor. Desaparecen “él o ella dijo”; “él o ells 135” ¥ otras indicaciones, Ejemplo: el soliloquio de Molly Bloom en el Ulises'de Joyce. El mo- nélogo interior indirecto admite la presencia del autor que guia al que lee siviéndose de comentarios y deseripciones. En El lugar sin limites, Donoso maneja ambos recursos, y, en iertos pasajes, los combina, Para més detalies y ‘ejemplos consiltese el capitulo’ 2 de Stream of Consciousness in the Modern Novel, obra eitada en la nota 5. El lugar sin limites 287 El creador de la Estacién El Olivo es también padre en la novela. La primera vez que confronta a Pancho Vega, el camionero recuerda Jo que en el pueblo creen de él: “Hijo, decian, de don Alejo. Pero lo decian de todos... de la Japonesita y de qué sé yo quien mis, tanto de ojos azules por estos laos, pero yo no” (pp. 37, 38). Pancho Vega est4 pensando en una paternidad biolégica, pero, momentos an- tes, cuando se ha dejado insultar por don Alejo en cuyo fundo se ha criado, tolera la actitud paternal del ex-patrén suyo. En la mente de Pancho don Alejo es el padre nuestro de la oracién, ¢l procreador de todo y de todos, por lo tanto. Como Dios, nada ignora y ni lo que Pancho piensa se le escapa: “Los ojos de loza de don Alejo sostuvieron la mirada negra de Pan- cho... El leia en esos ojos como en un libro: Pancho no queria que Octavio supiera lo de la deuda” (pp. 34, 35). No es éste el tinico ejem- plo de la omnisciencia de don Alejo. En el capitulo V aconseja a la Japonesita que ponga un negocio en Talca con la Manuela porque ha fracasado la tan esperada electrificacién del pueblo y le dice: “Pla- tita tienes harta en el banco. Yo sé...” (p. 56). Las pruebas que le ofrece no alteran su omnisciencia: todo lo sabe y lo controla todo. También en este capitulo aparece la primera falla en la divinidad de don Alejo. El dios, que ha ido al prostibulo a dar las malas noticias sobre la electrificacién, se entera que la vieja Ludo quiere irse a Talca. “:Es de ella la casa .. . ?”, pregunta don Alejo. “Entonces la Manuela se acordé de que la Ludo le habia dicho que don Alejo queria com- prarsela, de modo que sabia muy bien de quién era la propiedad” (p. 55). Un ser omnisciente que de alguna manera afirma no saber algo tiene que estar mintiendo, y la mentira es, en este caso, sefial de debilitamiento. Es importante que sea la Manuela, simbolo del arte, la que lo pilla en la mentira: “Con los aiios el viejo se estaba poniendo transparente. Sus ojos azules chisporrotearon con el asunto de la casa de la Ludo” (p. 57). Ser artista es, entre otras cosas, tener conciencia de lo que los demas no ven: “Pero ella, la Manuela, era muy diabla, y no la iba a engafiar. Lo conocia desde hacia demasiado tiempo pata no darse cuenta de que algo estaba tramando. Siempre habfa querido pillarlo en uno de esos negocios turbios de que lo acusaban sus enemigos po- liticos” (p. 57). La Manuela ofrece aqui una antitesis a la metafora don Alejo/Dios: el personaje es ahora un politico, simbolo de amora- lidad si no de corrupcién, un ser mucho més cerca del diablo que de Dios, por lo menos del Dios cristiano que es el que presenta Donoso: 288 Vicente Urbistondo el epigrafe de El lugar sin limites mantiene que el infierno es el mundo en que vivimos.* . Este descubrimiento desconcierta a la Manuela: “:Qué quiere hacer con nosotros ahora? ;No le parece suficiente lo que ya ha hecho? ¢ Qué se le ha metido en la cabeza ahora... ?” (p. 57). En su monologo interior la Japonesita ofrece una respuesta: “...don Alejo, tal como habia creado este pueblo, tenia ahora otros designios y para Ilevarlos a cabo necesitaba eliminar la Estacién E] Olivo..., todo para algiin propésito incomprensible” (pp. 59, 60). Lo que nos ofrece Donoso, entonces, es una antitesis temporal, una figura de tran- sicién para llegar a un concepto mas complejo de Dios que ni la Ma- nuela, el artista, comprende porque Dios crea y destruye sin dar ex- plicaciones. Resumiendo y ampliando un poco: el uso del stream of concious- ness —flujo de conciencia o monélogo interior—, para desarrollar la historia, permite presentarla de manera fragmentada en el “récit” total, dividiendo la trayectoria de don Alejandro Cruz en las tres eta- pa sefialadas al principio de este trabajo. Al iniciarse la novela, el creador de la Estacién El Olivo aparece todopoderoso y bueno, pero en el capitulo V la Manuela y la Japonesita se dan cuenta de que es capaz de mentir. El capitulo siguiente, que abarca la mitad de la obra, retrocede a un pasado remoto para la Manuela: su llegada a El Olivo, Es la edad en que el dios se halla en el apogeo de su poderio y su bondad; sin embargo, la Japonesa Grande ya da indicios de esa divina corrupcién que captar4n s6lo ms tarde su hija, la Japonesita, y el padre de esa hija, Manuel Gonz4lez Astica, la Manuela. Ha- blando de su primera campaiia politica, dice que “el dia de las elec- ciones él mismo vino con un camién y a todos los que no querian ir a votar los eché arriba a la fuerza y vamos mi alma, a San Alfonso a vo- tar por mf, y les dio sus buenos pesos y quedaron tan contentos que después andaban preguntando por ahi cuando iba a haber mis elec- ciones” (p. 75). En esa ocasién, la Manuela, que viene conociendo a + Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno. Dime, gdénde queda et lugar que los hombres llaman infierno? eS pare ats ta eet Mefisté(cles: "En fas entratias de estos elementos. Donde somos torturados y permanecemos siempre. El infierno no tiene limites, ni queda circunscrite 1 un solo lugar, porque el infierno es aqui donde estamos y aqui donde es el infierno tenemos que permanecer. .. Martower, Doctor Fausto Donoso, of. eit. p. & Bl lugar sin limites oa don Alejo, demuestra la finura de su Percepcién a la propia divinidad: “La Manuela le guifié un ojo porque vio que estaba ahogando los postezos. Sélo ella se habia dado cuenta de que estaba aburrido ...” . 77). (P77); scadencia dle los poderes “sobrenaturales” de don ‘Alejo va cambiando la forma en que los personajes lo ven. Cuando Pancho Vega va con Octavio a pagar el préstamo que le ha hecho el sefior de EI Olivo, cuenta el novelista: “Pancho lo vio tan alto, tan alto como cuando lo miraba para arriba, él, un nifio que apenas sobrepasaba la altura de sus rodillas” (pp. 95, 96). Las cosas cambian una vez cancelada la deuda: “Se dej6 caer [don Alejo] en un sill6n de mim- bre y los dos hombres quedaron parados ante él, Pequeiio se veia ahora. Y enfermo” (p. 96). El fin de Dios se acerca y Pancho se da cuenta “que don Alejo se va a morir. La certidumbre de la muerte de don Atejo vacié la noche y Pancho tuvo que aferrarse de su manu- brio para no caer en ese abismo” (p. 101). Pancho no es el tinico que presiente la desaparicién de Dios. Aun- que de otra manera, también la presiente don Céspedes, el anciano inquilino y cuidador del fundo. La noche de ese domingo que ya ha visto la cancelacién de la deuda de Pancho y verd el que tal vez sea iltimo baile de la Manuela, el viejo habla de don Alejo a Octavio yala Japonesita: “Me dijo que se iba a morir, cuando estuvo a con- versar conmigo en la Ilaveria esta noche... Cosas raras dijo... que no quedara nada después de él porque todos sus proyectos le fraca- saron” (p. 115). Contrariamente a Pancho, que ante la terrible pers- pectiva siente la nausea del vacio, don Céspedes se rebela y rehiisa acreer lo que ha ofdo: el mundo de E! Olivo es la creacién de Dios, est4 bajo su vigilancia y no puede desaparecer. Son cosas raras de don Alejo, Nada mas. Pero el nivel alegérico de El lugar sin limites se ha impuesto ya al lector: la humanidad actual est4 condenada a vivir sin Dios —sin el Dios que simboliza don Alejo— o a perecer. La Manuela, el artista cuya existencia depende también de la proteccién de don Alejo, presiente antes que los otros la desaparicién de Dios. Ha comprobado que la divinidad envejece: “Con los aiios el viejo se estaba poniendo transparente” (p. 57). Pero su sensibilidad artistica le impide protegerse y no puede rehusar la oportunidad de bailar para Octavio y Pancho ese domingo. Hasta rechaza su pater- nidad para destacar su misién estética: Papa de nadie, La Manuela nomis, la que puede bailar hasta la madru- gada y hacer reir a una pieza lena de borrachos y con la risa hacer que olvi- den a sus mujeres moquillentas mientras ella, una artista, recibe aplausos, 290 Vicente Urbistondo y la luz en un sinfin de estrellas, No tenia para que pensar en el desprecio en las risas que tan bien conoce porque son parte de la diversién de los jombres . .., pero en la pista, con una flor detras de la oreja, vieja y patuleca como estaba, ella era mas mujer que todas las Ludys y las Clotys y las Ja- ponesitas de la tierra . . . curvando hacia atras el dorso y frunciendo los labios y zapateando con més furia, reian mas y la ola de la risa la Tlevaba hacia arriba, hacia las luces (pp. 110, 111). El triunfo hace olvidar a la Manuela el ocaso de Dios. Después del baile tienta a Pancho Vega que es incapaz de distinguir entre la crea- cién artistica y el creador: el camionero se deja besar por la Manuela. La vacilacién del macho puro transforma las certidumbres culturales de ambos hombres en ambigiiedades que ni uno ni otro son capaces de enfrentar y persiguen a la Manuela para castigarlo. El artista busca la proteccién divina que lo ha salvado antes. “Tenia que correr hacia alla, hacia la estacién, hacia el fundo El Olivo porque mis alla del limite lo esperaba don Alejo, que era el tinico que podia salvarlo... Las casas de El Olivo... con un pino alto como un campanario all4 donde convergen las vifias, esperandolo, don Alejo esperandolo con sus ojos celestes” (pp. 130, 131, 132). Si El lugar sin limites presenta el tiltimo domingo en la vida de la Manuela, su muerte no es necesariamente lo que cierra el libro, sino mas bien su desaparicié6n por falta de proteccién divina. No hay prue- ba de su muerte fisica en el “récit” de Donoso: ++. lo encontraron y se lanzaron sobre él y lo patearon y le pegaron y lo retorcieron, jadeando sobre él, los cuerpos calientes retorciéndose sobre la Manuela que ya no podia ni gritar..., los tres una sola masa viscosa retor- ciéndose como un animal fantastico de tres cabezas y multiples extremidades heridas e hirientes ..., manos calientes, cuerpos babientos y duros hiriendo -. -y que buscan romper y reconocer ese monstruo de tres cuerpos .. . hasta que ya no queda nada y la Manuela apenas ve, no, no ve y ellos se escabullen a través de la mora y queda ella sola junto al rio que la separa de las vifias donde don Alejo espera benevolente (pp. 132, 133). El fracaso y la agonfa de don Alejo forman una met4fora —una fi- gura— tras la cual se oculta apenas la desaparicién de Dios, asi como la imposibilidad de la Manuela para seguir siendo el artista de El Olivo substituye un eclipse del arte dentro de su mundo que es otra figura dentro de la alegoria total: una representacién del mundo mo- derno, segtin hemos visto. En este infierno del epigrafe que, segtin Mefistéfeles, queda “de- bajo del cielo” y que “es aqui donde estamos” y “donde... tenemos El lugar sin limites 291 que permanecer”,” no quedaria ma: i - aun nivel muy basico. Es lo que hace I ames ae ere la vida aw biel a bas ibilid ido desprovisto de la proteccién divi gue fendi ra hay Dios ¢ dad de fantasear con el Wurlitzer” (p. 136) por ey Pateen Sola oe cectrifique al pueblo. Sé'o ird a Tata ae ie strola de segunda mano par: | eS Fags on ab) Vea ope tpl, ke nuela, diciéndole a don Céspedes: “Me ha hecho est padre, la Ma- carabfnect J cee ymic lo Wraeadie vada calladitos. (p.138), a Rencia. de artista y la funcién del arte son inciertas ¢ {p.188). i Dg Bream vital mc ava sin Iimites. a por el sistema de figuras de El lugar 8 Ver nota 7.

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