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Eduardo Azcuy Ameghino El latifundio y la gran propiedad colonial rioplatense FERNANDO GARCIA CAMBEIRO -* C. &. HUM. (Cat de Estdinoe de Humertleson UNS Abreviaturas utilizadas en las notas para referencias de archivos y documentales Archivo Artigas. Montevideo, 195: -1990, tomes I al XXII, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Apéndice Documental. Archivo General de Indias, Sevilla Archivo General de la Nacién, Uruguay. GN. Archivo General de la Nacién, Buenos Aires. Archivo General de la Nacién, manuscritos de la Biblioteca Nacional. Archivo Hist6rico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata. HA. Documentos para Ia Historia Argentina. Pac. de Filosofia y Letras, UBA,, 1913-1919, tomes I a XIL : PROLOGO ‘ Se también que adquiero poderosos enemigos particulares, Juan José Sagasti, 1783, ‘Nuestro conocimiento del pasado 65 una zona violentamente disputada, Jean Chesneaux EI libro que presentamos al lector est estructurado a partir de la combi- nacién de un estudio sobre los rasgos bsicos de la historia de la apropia- cion del espacio rural rioplatense, desde la fundacion de Buenos Aires y Montevideo hasta las visperas de la Revolucién de 1810; y un apéndice documental de testimonios que a nuestro juicio entregan elementos de prueba suficientes como para una cabal demostracién de las tesis funda- mentales que sustentamos: a) La existencia de una clase terrateniente de origen colonial’ y precapitalista ») La politica de tierras aplicada en los hechos por la corona espa- ola favoreci6 la apropiaciOn latifundista del espacio rural, al priorizar el criterio fiscalisia —con magro resultado por cierto— por sobre una politica de poblacion y colonizacion que excediera las coordenadas socia- les de la élite virreinal y poco mis. ©) Al menos en las tierras al sur del rio Yien la Banda Oriental, y en toda la campaiia bonaerense hasta el Salado,! existio un alto grado de conflicto social en tomo al dominio del suelo, toda vez que el “hambre” * rads ae oegeas so del attr. 1g realidad all donde se asguta a superfice y las aparencas de los fenémenos de apropiacién teratericnte del suelo emerge caslivarablemente la presencia del conto ‘ical, impicta en al deralop la swbordnacs de ls productores diecos habeualeate inaalados en dichos campos en clic de primeres y auténticos colonzadores. As por temple, como se veré en el captulo I, ambien ol su enteriano conehuye un texizonio incontrasable de las lucha los confliossurgdos en tomo a la ocupacon legal el esPa- cou de tierras del campesinado colision6 con sui apropiacién por el sector termateniente, slidamente apoyada en el derecho y el poder colonial Si tenemos presente que en lo esencial no estamos estudiando las relaciones de! hombre con ia tera, sino entre los hombres a través de la terra, se comprenderi plenamente la razon de la presencia permanente de la sociedad, el estado colonial, las clases y sus vinculos, como el insos- layable escenario sobre el que se desarrola histéricamente la. propieclad en su doble —y a veces contradictorio— significado de relacion de pro- luccidn (nivel econémico) y derecho de propiedad (nivel juridico). Muchas cosas que se afirman respecto a la tierra, podrin verse de un modo muy diferente si insistimos, se parte del hecho de que en reali- dad lo que procuramos comprender son lis relaciones —de produccion, dle explotacién— que vinculan contradictoriamente a los hombres a través ce In tir, 0 como las denorira Vir, “isons sce en fmm a ja tiers"? La atencion sobre esta acepcion de propiedad entendida como rela- iénces) de produccién, debe completarse —sin confundir ambos nive- les— con el andlisis de las formas juidicas® que las expresan y a iravés de las cuales se desenvuelven, es decir con el derecho de propiedad vigente en un momento histrico dado sie sefalamiento te6rico-metodologico se refieja no s6lo en los capi- tulos preliminares sino también en el criterio utlizado al seleccionar los documentos, La rlacion de propiedad-no propiedad (y de subordinacion) 3d, acids mane main ey seit a0 ema Cres, Barcelona, 199, p17. 4 akapsoqik joe Scatatenras trevor esneaeet Fem Genes 190. seep sot er de ac er cn ep po tc conser Cave, Burohont, Matoeae Pres fuct ens COGSBSD, ge civ Nadi 197). Savedia Pepe ¥ iter Ran (a) Selon: cempares et pent in sige SVHEAN: Cen acon 199 Dc igpnoalaince en stao poo ne ph i a <2 Smtr eps eo erespnar co ene oe een vee rhs, est Smee es eno ae Sea BG a toe cic psn oy uo sn pence pric Obes Sr ropa cnn ye eto de propia, er Ox, aE orn a Harsco lee Rio Nero, I Jornada Ines y Deparametas de Hbo- i Rouario, 199 : 10 presente en el linzamiento 0 desilojo de un productor directo por pare ‘el propietario del *sefiorio” territorial Gutidico © de hecho), o fa relacion Gel terrateniente con los campesinos que obligados a conseguir un pedazo de suelo donde reproducir su existencia se tansforman en sus “feudata- rios"; constituyen situiciones indisolublemente ligadas a la forma como se apropi el espacio rural colonial y al marco legal. que presidi6 dicho proce- 50, y asi sera reiteradamente reflejado por Jos testimonios epocales, los diecisiete textos que integran el apéndice documental, algunos de ellos inéditos, han sido elegidos por su plena relevancia para informar sobre los puntos objeto de investigaci6n. El conjunto es una muestra bas- tante homogénea, de fuentes cualitativas seriadas, en las que se reiteran elementos fundamentales para el andlisis e interpretacion: “El historiador, como el juez, rechaza el testimonio aislado... s6lo la frecuencia en la repeti- cidn confiere al documento subjetivo su grado de significacion objetiva’> De manera que se ha tenido especialmente en cuenta que Ia selec- ci6n respete el criterio de presentarse acotada temitica y temporalmente y aun cuando los escritas se manifiesten con diferentes énfasis y espectf- ca 0 colateralmerte vinculados a la cuestién de la apropiacién del suelo, modalidades y consecuencias, el asunto se halla siempre presente. ‘Con respecto a las fechas de los documentos, estos se despliegan cenie 1782 y 1803, con la obligada excepcion de la Instruccion de 1754 (doc.1) y el texto final —de Manuel Belgrano— perteneciente al Correo de Comercio editado en 1810 (doc.17), que fue incluido per creerlo imprescindible péra analizar algunos aspectos de las relaciones entre dere cho de propiedad del suelo y produccién agricola en las postsimerfas del régimen colonial El primer conjunto, articulado en tomo a las sepresentaciones que Juan José Sagasti remiti6 al Rey en 1782 y 1783 (doc-2), reune algunas de {as opiniones mis significativas relacionadas con la enajenacion de los terrenos realengos en las campaiias bonaerense y oriental, ademiis de hnutrida informadén generalmente vinculada al denominado “arreslo de los campos’s ubicados al note del rfo de In Plata. Se incluyen aqui sels documentos: un informe del comandante de los resguardos de Montevi- deo, Francisco Ortega Monroy, fechado en 1784 (doc.3); otro del segun~ ido comandante de dicho resguardo, Cipriano de Melo, comespondiente 4 1790 (doc.4); y los cuatro restantes —todos de 1792— debidos respectiva tmente al sindico del cabildo de Montevideo’ (doc.5); al avuntamiento de Montevideo, que se manifiesta contrario a la opinion de su procurador 5 tar, Pierre. Crectnient y desartollo. Ariel, Barcelona, 1985, p.347. 2 6 AGN IX 80-39. El contenido de esta denominacion se estudia en of capulo I u (oc 6); al sindico del eabildo de ; Buenos Aires 2 Ja propia inst "cen capinlarbonaerense (oc. Or geet a 1794 y 1795 son las notas de Agustin de ; stn de Ia Rosa enviadas respec- tivamente a 10s vis ftamente a los vineyes Aredondo y Melo; en elas doc.) se desetoen ig Gauss coneniones de fenémenos ils como el land, el vaga- ne yk suborinasién campesina respeco alos eatenientes siguiente fuente seleccionada (doc.10) presenta testimonios del Somandante de Ene Ros, Tomés Rocamors, y de los cabilos de Guale- ay y Gualeguaychd a propésito de los confictos ry {que se regisirron —a Comienzos de la dca de 1780— en el ur de esta ere js cake : fos participar de la fundacion de dichos pueblos y los Poderosos denunciantes de ls eras reslengas de aus alrededores. ext te, onjunto de documentes, acaso el mAs sgnficativo para el xtudio de la resin bonaerense, esié conformado por un dictamen de estat de Aguire —tirmado en 1796 en su calidad de sindico del con- sulado, donde 2 propésito de las pugnas ene lot greios de haces bs ciantes realiza una breve sintesis de la historia de la cam- Paia, su poblamiento, los tipos de estnci, as caracteisticas de poseedores, y otras observaciones soci és oseedores, y ots obseraciones socioecondmicas de similar iners En segundo término se re i se reproduce el informe de Félix spe el esto de i tna font al sur de Benn Aes corespon- fete a econocimiento que efecuara en 1796 (Gos: 12). a see se 8 picts con un documento —defiitvo en cuanto a esiblecer la existenca 3 las madalidades del proceso de expansion terateiente en curso a fines el siglo xv1— que registra la oposiciOn del comandante De la Quintana al proceso de avance del latfundio encarmado en las denunciss de ti tal como se desarrollaban hacia 1797 (doc.13). ali De imprescindible consulta a propésito de numerosos asuntos, y no sempre al aeance de los interesados en su lectura, se ha considersdo la necesidad de reeditar la Memoria sobre el estado (doc.14), firmada por Azara en 1801 aigeaasc"* EI siguiente texto seleccionado corresponde al ao ‘ 1803 (doe.1 consite en un arculo del Sersanati eA set aun Ga Gedicado a cuantiticar y clasificar los distintos gastos que en mayor o enor media debian afonar 10s aspraes + adi propiedsd de terenos realengos de acuerdo con los me: ‘ los terenos )tener armas y caballos, concurr al servicio del rey cada vez que se solicite, etc; or lo que “hay que recalcar que el caricter esencial de la expansion espatiola esti dado por el sentido sefiorial que la domina” 5 Segiin las leyes impuestas por el invasor, el dominio eminence” de la corona espafiola sobre las tierras americanas solo podia transformarse en dominio de particulares a wavés de una gracia)o mercecPreal, que, como qued6 claramente estatuido en la Recopilacién de 1680, debia beneficiar Prionitariamente a los conquistadores, a los primeros pobladores, y a sus descendientes, previa acreditacion de los méritos concurrentes y pago de los comespondientes gastos impositivos y administrativos.* En los afios siguientes a la fundacion el circulo de propietarios se fue ampliando por la reiteracion de las donaciones de tierras realengas, 3 Los ltes pars chaca se compontan de $50 2500 vas de frente y 6000 (una legua) eon minus uel nance ain 300 sr oe fete y un egesy es oe fondo (alrededor de 1875 hecieas) y exaban vbicadas sobre ls Hos Lajim Las Conchos, Riachuelo Parand ce las Palmas, Cadads de la Cruz fo de la Pata en cl ariguo pago de Magdalena, a 4 Feudo: comtao por el cual os soberanosy los grandes setores concedian erat 0 fens en usufcto obigindoe el que as recibia 3 guitar Melita de vsallo ya terns fade prtacones Dino eligi de lng pai, Bd Ganav Gi acl $a calidad de vecino,sesereada a muy pocos —yx que el reto de fa poblacisn era ‘DE impresionamte patrimonio de este horsbre rico poderoso™ conwta en un informe iguereio Sanuel y Gandia Enrique. Hernardaris de Soaveda, Historia de le tna, vo. Ill, ANH, Ba. AS, 1961. 9 cias reguladas la suerte que menos a media legua de frente sobre rfos 0 aguadas permanentes y legua y media de fondo tierra adentro. Y aunque | no puede dudarse que en este repartimiento qued6 bastante extens siempre, no tardé mucho en aplicarse, porque los vecinos principales por sus servicios en la guerra que era frecuente con el indio birbaro y otros ‘motives, solicitaban por merced terrenos comprensivos de la extensién proporcionada a su mérito’ #2 1 ‘Queda claro pues que la compra-venta efectuada entre particulares corresponderfa durante largo tiempo a las tierras inicialmente entregadas por gracia real,2 y luego a las previamente adquiridas por remates y ‘composiciones de los terrenos realengos.# Es decir que en todos los ‘casos de incorporacion de nuevas tiers, siempre Ia corona (y sus repre- sentantes) —con sus exigencias, requisitos y prejuicios econdmicos, poli- ticos, sociales y culturales— se constituy6, mis tarde o mas temprano, en obligado intermediario y valla entre la inmensa mayoria de quienes dese- aban asentarse en Ios terrenos y la posbbilidad legal de efectivamente hacerlo. ‘También, en otros casos, podian cumplir un papel similar los ttula- res de mercedes que, aunque otorgadas con anterioridad, eran revalidadas anos después. Asi, en 1640: “se leyé (en el cabildo) una peticién de Anto- nio Gonzilez de Acosia en que pide quiere poner una estancia y hacer los edificios en unas cabeceras de tierras que tiene en el pago de las Matanzas que le dio el gobernador Hemando Arias y habiéndose leido se le dio licencia para hacer labores y edificios que le pareciese en ellos sin 21. nombre “suene” de estancia lene su origen en que muchas de las repanias al fundarse Buenos Aires fueron, de acuerdo con una antigua costumbre, sacadas la suerte. 2 AD. Doe. n#9, 23 Por ejemplo, en 1640, “en este cabo Francisco Gonziler Pacheco alguscll mayor presents unm peticioa con vn tuo y merced del seBor Juan Ramirez de Velszco de una fesancla que hizo merced 3 juan Léper Alosolado el viejo, de que le hizo versa de ella Juan ope su hi... isto mandaron que use de sutavle y venva y para que en conformidid de sus thulos se le dela poses jdicial que se require”. ACBA. IX, p. 6. 24 Sobre el égimen de la era en Is colonia, entre otros estudios se pueden mencionae Levene, Ricardo. Investigaciones acerca de Ia hioria econdmica del vereiaato det Plata ANH, Bs, As, 1962. Manlaz Urquifo, JM. Af riginen de la terra en of derecho indiana Perrot, Bs. As, 1978. Ots Capdequi, José M. Bf rigimen de teras en ta época colonial PCE, México, 1959: Marfany, Roberto H. El régimen colonial de la terra. Ea Levena, Ricardo, (ic) Historia de la provincia de Buenos Aires y formacicn de sus pueblos. 1a Pata, 1940. Oddone, jacinio, La burguesiaterratenianie argeniva Libera, Bs AS, 1967- Aunque relacio- ado especficamente a la stuacion en Chile, resulta dil: Mufoe Corea, Juan G. La conce- sim de mercedes de tieras en la doctrina de Nalloa, Colchagua,siglos XVI y XVI. XIV. Jor das de Histora Bconémics, Crdoba, 1994. 20 perjuicio de tercero conforme al titulo y merced que de las dichas tierras tiene”23 En este sentido, la demora con que algunas tierras, generalmente fronterizas y/o relativamente alejadas de los centros de consumo urbano, fueron apropiadas juridicamente, y por ende la existencia de una posibii- dad prictica aunque riesgosa de asentamiento libre en la tierra por parte de ‘campesinos y otros pobladores, se revelaria como un paréntesis inestable e ilegal —los terrenos no dejaban de pertenecer al Rey en su caricter de terrateniente nominal—, al que en general puso fin la codicia latfundista toda vez que estim dads las condiciones para consumar su apropiacion. La imporancia de la propiedad territorial desde la misma fundacién de Buenos Aires y las consiguientes disputas por su control se reflejaron, sin dejar lugar a dudas, en numerosos documentos, como los registros, capitulares comespondientes 2 1606, donde el procurador de la ciudad ‘manifestaba la necesidad de amojonar las chacras conforme al padrén del repartimiento dado que "hay muchas diferencias entre los vecinos y sefio- res de ellas*.¥6 la persistencia de las rencillas por el dominio legal de las tierras ‘yuelve a manifestarse en 1608 a través del testimonio del gobemador Her- nandarizs: “Cada dfa vienen ante su sefioria con quejas, agravidndose, los vecinos y moradores de esta ciudad, en raz6n de las tierras, chacras y ‘estancias que tienen, diciendo que sus vecinos se meten en partes de elias como consecuencia de Ia poca justficacion, cuenta y raz6n que hay sobre lo que pertenece a cada uno, y de no haberse hecho las medidas y amo- jonamientos que conviene. Asimismo, muchas personas tienen y poseen muchas tierras sin titulos, orden, ni raz6n alguna, y otras que se han dado por personas no legitimas en nombre de S.M.; y para que haya en todo el remedio que conviene y sean desagraviados los que lo estuvieren, y se sepa lo que est vacante y se posee sin drdenes ni titulos, ha resuelto SS. que se vea lo que conviene y a cada uno toca, determinindolo conforme al repartimiento de la fundacién y mercedes posteriores".27 on las limitaciones propias de una economia y sociedad apenas incipientes,¥* los derechos de propiedad parecen haber sido celosamente Achav1X, p60. % Saco p22 eliza in are, cl ago del agrimensor consists en una donacién de temas a conus cine a aia hacen ensurada, FP 4cBA tp. 107. ay que dewacar que los archivos guardan numerosospletos por tieras, muchos conus dos aka en enti el siglo XIX, erignados en mercadesreaes de comenaos del XVI 5B Teague presets que desde la primecs menauraofkial —la ocdenada por Hemandac 2 custodiados por las autoridades, en especial cuando se trataba de sitios ubicados dentro del rea mas proxima a la ciudad, medianamente pobl da y con posibilidades de explotacién econdmica. Algo de esto se expli {a en 1640, al establecerse “que ninguna persona ponga chdcara si no fue- re presentado primero en este cabildo el titulo que tuviere de las dichas lierras, pena de cincuenta pesos corrientes para Ia real cimara y se le derribara lo hecho y edificado, y mandaron se pregone el auto y acuerdo de este cabildo sobre que no pueblen chacaras ni estancias ni hagan ouros edificios". ‘Ahora bien, los repartos de Garay y las mercedes de derras otorga- das en el siglo xv1, qué grado de eficacia prictica ejercieron sobre la economia y Ia sociedad? {Que significacion se puede otorgar al dominio de los campos como parte de los procesas socioeconomicos fundaciona- les de la historia bonaerense? Fs sabido que “el valor de la tierra en aquellos lejanos tiempos era insignificante... Asi una legua de campo en Lujin fue cambiada por un tra- iE Estos datos se confirman con el estudio de las dotes correspondien- {eS a casamientos de miembros de la élite donde resulta Facil comparar las tasaciones de esclavos, mobiliario, ropas, alhajas y tierras, verificindose generalmente una desproporcién notable en detrimento de los terrenos! En consonancia con estos elementos de juicio, diversos historiadores tendicron a subestimar el papel de la propiedad territorial desde la misma fundaci6n de Buenos Aires: “La tierra no fue un factor en nuestra forma- cidn social antigua hasta mediados del siglo xvi, porque carecia de pre~ cio’ 5 Sin embargo, oiros investigadores como Rodriguez Molas han afir- mado que “ao tiene ninguna validez cientifica In afirmacién de algunos historiadores al sostener que Ia tierra no pose valor ni interés por parte los pobladores. El hecho de discutirse apasionadamente los derechos de propiedad y el sisiema de las vaquerias resta seriedad a la tesis susten- ada" Flas en 1608— pasarian todavia casi dos siglos y medio hasta que en 1855 “por primera vez Se cercara perimetalmente con alambre una estancia argentina, fiindose asi con precsia sus contornos y garantizindose ls seguridad de los gamadosy las mieses". Sbara, Noel, Hise ‘ora del alamerado en la Argentina. Budeba, 8s. As, 1964, . U 2 ACBL IX, p. 5, 39 Udnondo, Enrique, Rete bikirica dela Villa de Lujn. Bs. Ax, 1939, p. 9. 31 Lafuente Machain, R. Buanos Aires en el sigl XVIL Bs. As, 1980, p. 102. 32 Levene, Ricardo. Jnvetigaciones...p. 16, 33. Rockler Molas, Reaedo. Historia socal del gaucho, Mard, Bs. As, 1968, p. 63. 2 Indudablemente 1a realidad, tal como imperfectamente permiten vis- lumbrarla las fuentes documentales, contiene elementos que pueden ser tenidos en cuenta para una y otra perspectiva de anilisis; por lo que debe concluirse que se trata, en suma, de un problema de inverpretacion —vin- culado directamente al marco teérico ¢ ideolbgico de los historiadores— que en ningtin caso resulta recomendable simplificar. Es cierto que el precio de la tierra era bajo, pero también lo es que un traje de confeccion europea constituia una rareza en el Buenos Aires de 1600, como se desprende de las afirmaciones probablemente exagera- das del cabildo: “muchas personas espafiolas por falta de capa y manieo no oyen misa ni salen de sus posadas ni sus hijos por no tener una cami sa”.35 Asimismo, en otros sitios de la América colonial, ‘os conquistaciores y colonos de los primeros tiempos estaban dispuestos a dar mucho oro — les costaba poco— a cambio de aceite, vino 0 vestides llegados de Euro- pa". Notese que si algo podia disponer con moderada abundancia la éti- le de vecinos porteftos, en condiciones de una economia que suponiendo {que no fuera esencialmente natural se caracterizaba por la absoluta insufi- Ciencia de moneda, eran precisamente tierras, y en conexién con ellas, a partir de cierto momento, “ganado vaco”. En este sentido, el andlisis de Ia liera por su precio, y su comparacion con otros precios, puede resultar engafioso respecto al papel que por entonces tentfan las mercedes y dona- ciones como via privilegiada —y cuasi gratuita— de acceso al derecho de propiedad. 34 No hay que olvidse que el precio de compra o el aloe” dels ter, consttuye “una ‘categoria pea facie Inacional..toda vex que lz Uerra no es producto del trabajo ni puede, or ammo tener un vale’; es dec que la era no ¢6 una mereancia aunque en determinado ‘momenta del desarrollo hidrico comienza a revestit ~se le adbire- eta condiciin. En ee fentido, en sociedades con cleno grado de monetizacién y mercantizacion de la produc~ ‘in socal -no necesariamente sociedades capitalists el precio dela tera se determina, al menos parvalmente ya que pueden pesar todavia diversos concicionantes exraecondmicos, 4 uaves ce [a capitalizacin de Ia renta anual que percibe el teratenient, Poco de ex ocurte en Buenos Aires a comlenzes del siglo XVI, cuando las condl- ciones de produccién se earacterizan por su extrema precariedad, inclu Ia incplencia de la propia poblacién, y con ello la diculiad de obtener rentas de alguna signicacin, ¥ so ‘embargo la propiedad de la era es inaceesble para la inmensa mayoria de la gevte. 35 "Respect al precio del trajeeanjeado por la legua de irra en Lun, ya en 1900 se ind- ‘6 que eeglin otras ‘eferencias ocumentales a comier20$ cel siglo XVIL et precio de llega na reglon mercionacla se faba en forno a los cien pesos plata. Podemos considerar enton~ ‘2s como cima —atendiendo a tempo, lugar y excuastanclas— la segurimente muy cod sada prenda, Garcia, juan Agustin, La ciudad indiana. Zamora, 3s. As, 1958, p. 37. 38) Via, Plemre y otos, EI mod de product feudal, Bd. Arivos Mundo, Bs. Aa 1982, 6 B Por lo tanto, la primera afirmacién que se debe hacer respecto a esta problemitica consiste en dejar taxativamente establecido, con lo cual se despeja lo esencial del asunto, que tanto el oro, Ia tierra, 10s trajes europe- 93, etc., constituyeron objetos absolutamente fuera del alcance de la: inmensa mayorfa de la poblacién, que no pudo acceder al ejercicio de ningGin tipo de derecho de propiedad sobre ellos. * Se puede, sobre esta base de andlisis, establecer ahora que para Ponderar el problema de la importancia de la tierra —del derecho de pro- piedad sobre ella sostenido por el poder del estado colonial— debe par- tirse del hecho de que se rat6 de una prerrogativa monopolicamente cir- cunscripia al interior de la élite local, en tanto Gnico sector en’condiciones de apropiarla legalmente; es decir a todas aquellas “personas beneméritas” que Hernandarias caracterizaba como permanentes pleiteadores en defen- sa de derechos reales 0 supuestos. Desde el punto de vista de la mayoria de la poblacion, la importan- cia de la tierra es innegable: ademas de ser el medio de produccién fun- damental, expresaba —junio a otras atribuciones y patrimonios— Ia linea divisoria mas gruesa de las jerarquias sociales propias del mbito rural, y aun del urbano, en condiciones de relativa indiferenciacion de ambos espacios. Asi, existian “hijosdalgos de linaje y solar conocido" de un lado, titu- lares del derecho de propiedad de chacras y estancias, y por otro algunos arendatarios, aparceros, medieros, etc., ademis de una mayoria de sim- ples y precarios ocupantes —en cltima instancia ilegales— de_los terre- nos. Y en tanto resultaban todos vasallos de la corona, sus obligaciones para con ella —y las relaciones de produccién que establecian entre estaban fuertemente determinadas por aquella asimeura. El inconveniente para visualizar las cosas de este modo puede radi- car en la observacién anacrénica del objeto de estudio. Es decir un ancla- je insuficiente en la interioridad del tiempo y el lugar investigndos, pro- ducto quizi de Ia aplicacién de ‘modelos" elaborados a partir de otras realidades geogrificas y temporales, posiblemente dotadas de una mayor quota de modernidad, que se presuponen vilidos para el abordaje de aquella comarca, lejana y miserable, en la que sin embargo el poder, los nacientes beneficios econdmicos, el ejercicio de minimos derechos civiles, ¥ otras prerrogativas, definian —ya desde la misma fundaci6n de 1580— Ia existencia, en aquellas condiciones concretas, de una élite, en cuya estructuracion el derecho de propiedad sobre las tierras no era un factor irelevante. Como no lo era, en aquel tiempo y circunstancias, controlar 10 fundamental de la producci6n bonaerense —trigo, ganado manso y, sobre todo, cimarrén—, que aun en el marco del apenas incipiente desarrollo 24 de las fuerzas productivas no dejaba de ser la ‘base econémica inmediata aquella pequenia ‘sociedad. ed 'Es importante reflexionar sobre qué idea se tiene cuando se piensa cl concepto de élite: en una sociedad de clase, y a colonial con sus part- cularidades lo era, dicha categoria refleja la existencia de sectores diferen- Giados y privilegiados en relaci6n con la mayoria de los habitantes. Privi- legiados en concreto, es decir dadas las condiciones que en un tiempo y lugar determinados, de acuerdo a la situaci6n real de unos y otros sujetos sociales en el interior de la estructura social, ae ae, ‘tanto, i ‘unos viven a expensas del trat fos, fidemis ‘aie ofras prerrogativas como las “permisiones" comer- ciales que solia otorgar el gobierno espafiol, a cuya sombra también se beneficiaban del trifico de contrabando —como el efectuado en la ense- nada de Barragin por terratenientes como José Arregui y el propio Anto- nio Barragin— con portugueses, holandeses, ingleses. i a élite colonial de burécratas del gobiemo, y especialmente de mili- tures, mercaderes ¥ terratenientes —a menudo dos 0 mas caracteristicas se reunian en un solo personaje— no debe formalmente parecerse sino a cella misma, pues qué sentido tiene, para establecer su importancia, com- parar, por ejemplo a los *hacendados" bonaerenses de 1650 con otros mis ricos y poderosos instalados en otros lugares y/o circunstancias? a ulilidad eventual de hacerlo puede resultar en informaciin sobre los rasgos especificos del sector comparado y aun de los mis generales de 1a formacion econdmico social de la que resultan emergentes, pero vamos ‘a evaluar principalmente la importancia y significacion de Ia élite local, en. teste caso del siglo Xt, desde los ojos —y los indicadores— de la aristocra- ‘ca, digamos limema, 0 desde la situacion y perspectivas de las castas opri- midas y postergadas que habitaban los campos de Buenos Aires?” 57 ze las consecuenclesinterpretaivas Gdelogias) de tomar Ia opcién de miner desde ara" 0 “desde afvera" pueden coniatte,erte ols de inl serio, las tor “Boones sobre Ia “buena vide" de los exlavorropatenses comparados con ws pares de Gos sion 0 que la pobleclén furl bonaerense —el pobrero— ra “mer que en ota teglones, ee (Notee que de alls la rea ferencal ftemaconal de Laci —por la cual FERS ie confoves laren lo generan mi oe obreror europeos que ls campesinos { tularados argesings hay un paso) Ete tipo de eas auele aicuzre con fs pols: {on de que los sectors Gomiranes locales enn rs cbies © menos expltadres qe wis pes dears sos. Tanti con ea sobre papel el ead ems ¥ ‘Zendos mercadon) bonaerense en todo tiempo y ccunsancia.. Y as eva conse "El desarllr unisteraimemtealgin aopeco dela reallad y desconearto de au propio Conteno-el gen de una Rizora angentins Od, alt dels buenas sencooes, so 2 Ton poderosos de timo. cO ereeremes que la tora la historiografa son ajenas ala pica Yyala ca de casest 25 eee En este sentido, resulta indispensable recordar que Garay no s6lo reparti6 tierras entre los conquistadores: lo mismo hizo con todos aquellos indios que habitando en la zona pudieron ser sometidos, los que sumados | 4 Tos guaranies traidos desde Asunci6n proporcionaron lo esencial de la | mano de obra que sent6 las bases de Ia nueva ciudad En marzo de 1582 se registr6 1a constancia del repartimiento,3® que _ algunos autores han estimado en algunos miles de indios distribuidos en 64 encomiendas, de las cuales todavia en 1673 se conservaban, aunque poco numerosas, no menos de 26.9 El punto no carece de interés, sobre todo en la medida que “vecindad”, propiedad de tierras, acci6n al ganado cimarrén, y obtenci6n de permisiones comerciales, se acepten como ind cadores del dominio tan incipiente como efectivo que la élite® colonial bonaerense iba estableciendo sobre las condiciones de produccién vigen- tes en el Ambito regional mis inmediato a la ciudad puerto. En este contexto, y aun aceptando las opiniones que enfatizan “la escasez de indios en la pampa bonaerense”#! no puede dejar de sefialarse que los naturales encomendados y otros igualmente someticlos —no eran infrecuentes las malocas de punicion y de caza de cuasi esclavos al estilo de las organizadas por Hernandarias—*? constituyeron durante varias décadas un componente destacado de los productores directas. Por otro, lado la servidumbre indigena no se circunscibio a los involucrados en el repanto inicial, ¥ sus vaivenes dependieron mis de la dificultad de atrapar- los y estabilizar su control que de una eventual falta de interés por parte de los conquistadores, que én su pretension de vivir de la explotacién det Uwabajo de los naturales no fueron distintos a sus pares de otras regiones de América: *mande Vuestra Merced —se pedia en 1389 al gobiemo— parecer el registro y padron que hay en esta tierra y sabré V.M. quienes son (vecinos), y asi mismo de los que no lo son podra V.M, hacer algunos indoles indios.." #3 8 son K-41 x el padein de! repartimlento Garay deja corstancia que en vstud de edulis y pro- Visiones reales “repant todos los indios naturales que habian en las provincias de la cludad ie Ia Trinidad 2 los pobladores y fundadores conquistadors de la dicha chudad. en alguna recompensa de los muchos gastos y trabajos que han tenido en la dicha p 2 Tome Revelo, Jost. Sociedad colonia. Las clases socales. La ciudad y la campaga, Ex Historia deta Nacion Argentina... voLV, 1 seccin,p. 315. Macfany, Robeno H. El ngimen colonia... 30. Gelman, Jorge D. Cabildo ya local. El eato de Buenos ire ool siglo XVIL 88. Asn 1984, mimeo 41 con, Eeulo. BI gaucho, Sudamericana, Bs. As, 1945, p19. $2 ACBA LI, p. 398 B Aca LI, p20. m las actas del 12 de mayo de 1589, constando que “en todas ls 26 Los testimonios resultan elocuentes, y el tema sin duda amerita una ripida revisiOn de algunos de ellos, en este caso contenidos en los regis- ‘yos capitulares bonaerenses. En 1607 se plantea en el cabildo que ‘en raz6n de los indios de “antonio Moyano y de otros sobre que alquilan los dichos indios a excesi- ‘vos precios y que se ponga remedio a ello". En el mismo afo se solicita que “los yanaconas que hay y entraren no salgan de la ciudad una legua 2 la redonda si no fuere que lleve cédu- In de su amo atento al dario que hacen en las chacras de noche”. Alejando cualquier duda sobre la condicién social de estos indios, el decreto ‘ue satisface el pedimento afirma: "Se pregone pablicamente que ningéin yanacona salga afuera de esta ciudad un cuarto de legua sino fue- re de dia con cédula de su encomendero’. Igualmente se autoriza a los duefos de haciendas a apresarlos ya sea de dia o de noche. En 1609 se indica que "por cuanto las sementeras estin para segar y no hay servicio suficiente entre los vecinos para dicha siega”, se saquen los indios forasteros de donde estin haciendo tapias y otras obras, “repar- tiendolos a las personas que tienen mis necesidad... pagindoseles su tra- bajo". En 1614 en virtud del presunto traslado del sacerdote a cargo, se menciona “la reducciOn, asiento y doctrina de los indios comarcanos de los vecinos de esta ciudad”; agregindose que “los dichos indios estin con gusto y quietud por el amor que tienen al dicho Padre Fray Alonso y si faltare él todo seria en gran dafo de los naturales y vecinos”.17 En 1618, ante la creciente influencia de algunos portugueses instala~ dos en la ciudad y las quejas de quienes se sentian perjudicados, el gobernador resuelve que en virtud del “gran perjuicio que es a la repibli- se indi la obi dems pares dels Indias tay reso de fs vecinos « indios que ten fclon de que “todas las peronas que tuvieren cédular de indios las registraser ante el frcrbano de gobemaciin. no mostando as cichas cédulas y mercedes denvo del empo {nkado los dba Vat. oi por vacos" Wo gcRa tI, 4 5 cma. 9.315. 6 cea.e typ. 28. 9 cma th. 112 Sin a pers misc del siglo XVI se cuertan en Buenos Aires algunas redcclones de indi, como Ia de San Jos, a orilas del io Areco; la de Tubichamint en Magaleas la de Baader, con indiosguaranes del des; Ia forzaca ea 1665 con indios Ques —que darian orgen la chidad de su sombre desaraigados de sus eras tcumanas pot la tena rexiencia que opusiern a conquizado 27 «2 lo contenido en esta proposicién y el gozar los dichos portugueses contra las reales cédulas y lo que Su Majestad manda de los aprovecha- ientos de tierras ¢ indios de que deben gozar los conquistadores y veci- nos, mandaba y mando que en ninguna manera los dichos portugueses gocen de los dichos indios ni de datas de tierras ¥ otros aprovechamien- tos...” En diciembre de 1620, por estar proxima la cosecha “conviene se ponga diligencia para que se acuda sin perder tiempo a la siega haciendo ‘memoria de los indios que hay en esta ciudad y haciendo el Sr. Gobema- dor que de las reducciones de su jurisdiccién vengan los indios que es costumbre para que se repartan entte los vecinos y chacareros". En 1639, se indica que “se de orden al corregidor que tiene a su car- 0 los charrdas envie a esta ciudad ordinarios diez indios para que asistan en esta ciudad para lo que fuera menester..” 5 Y¥ en 1642, aludiendo no s6lo ya a los indios sino al conjunto de los Sectores oprimidos, se ordena que “en razén de vagamundos que andan por las estancias se publique bando de gobiemo que todas las personas {que tuvieren en sus estancias, casas, chicaras y servicio algunas personas los manifiesten y no los tengan sin licencia, orden y concierto de Ia ju cia"st Una resefia documental similar podrfa hacerse respecto al papel de los esclavos negros en Buenos Aires ya desde fines del siglo xvi? y comienzos del xvit, cuando no resulta infrecuente “que se pida a Su Majestad haga merced a esta ciudad de darle licencia para meter trescien- tos negros para el sustento de esta tierra y que no salgan de la tierra so pena de perdidos’ 3 © como consta afios después, en 1615: “que se escriba al Rey Nues- tro Seftor suplicindole se sirva hacernos merced y como a tan leales vasa llos suyos nos conceda algunas licencias de esclavos para sustentar nues- tras haciendas de labranzas y estancias’, Aludiendo por un momento a los, conflictos politicos y econémicos que agitaban la vida portefia por aque- llos aftos, continga el documento sefialando que “hasta ahora que S.M. les ‘envi6 por gobernador al sefior Hernandarias de Saavedra nos valiamos de CBA. IV, p.70. ‘CBA. Y, p 451, ‘ACBA. VM, p. 347, ACBA.. Xp. 256 Studer, ler FS, La trata de negrs en of Rio de la Plata Hispamériea, Bs. As, 1964, 31 3 p87. 53 CBA p.90. algunos esclavos de negros que a este puerto le venian de arribada a true~ que de nuestros frutos, 1o cual no podra ser més de aqui en adelante por @l rigor con que ha comenzado a despachar los navios que hall6 en este puerto." Y la vida de los negros* tanto como la de los indios —proveedores fortados de gran parte de la mano de obra durante el periodo que revisa- ‘mos— se caracteri26 por su extrema dureza. Asi, ante las faltas donde al espaol se lo sancionaba con una amonestacién 0 una multa, a ellos les ‘comespondian, como se estipula en distintos bandos de gobiemno,severos castigos corporales: ‘si fuere negro o indio cien azotes”. ‘De manera que, verificando el principio que afirma que la opresién genera inevitablemente resistencia, os indios, negros, mestizos, etc. des wn su oposicion —generalmente inexistente a Tos ojos de Ia histo- fia. offcial—* a las formas més extremas de explotacin, como se des: prende del texto de algunas ordenanzas en las que también se indican tras formas de dominio de larga tayectoria en la historia rural argentina, como los tutelajes, protecciones y padrinazgos. “Se manda (en 1649) que ninguna persona encubra negro ni indio huido porque de ordinario lo andan por hallar ocasi6n de encubrirlos y tenerlos en las chacras y estan- cis y casas de ellos y de la ciudad de que se les siguen grandes dafios a sus duefios”. Para los indios dependientes de los conquistadores espafoles, para los primetos esclavos negros, para las castas en formacion —incluidos los blancos pobres—, todos ellos integrantes y productores directos en una sociedad incipiente,* la de élite era una nocién ficilmente comprensi ble,® tanto como que uno de sus atributos consistia en el ejercicio del derecho de propiedad sobre estancias y chacras. Propiedad con conse 54 ACBA tp. 237 55 Un personae como el mencionado juan de Vergara, ademis de disponer de “enco- sepia de Indios’, era propictro de alededor de 60 excavon. 5S tn ene senudo conviene no olvidar que las fuentes hstoricas —generalment de ove fen eautal— am ver reflean salvo cator extremos por su magolud, las peourias y le Irchas de fs productores drecios, Slo por ia expresa voluniad de! hstorade, ast como for la paturlena de i mateo tesco y Ia cicidad de sus métodoe de indagacin,resuta fosble tear repone lo Hechosexcluios y alos secs sociale qu los pretagenizar. ST ACA UX. 9. M6, 58 En una de las pocas obervaciones demogrfcas conockag se extimaba que en 1650 fobaban Buenos Ares alrededor de 2300 “biancos’ 200 inci y 1950 negros 39 veaae slguno ve los métodos que ayudabaa a esta “comprension en ocseén de prohibtee que sisuiera que foc Danco senda negocios de pulp Cobviamente Fropieied Ge sus aon), otdeaba se den al negro 0 neg, indioo indi, que se halle Fecicnds le dices plperas, len azotes en la plaza piblica.” ACBA «Xp. 258 29 ‘uencias concretas: si se atiende a que, por ejemplo, el 84% de las 5: fanegas que rindié el trigo en 1645 se coseché en Conchas, Matanza Monte Grande, puede concluirse que estos terrenos —que por su ubic: ion habian sido objeto de reparto y donacién desde la misma funda de la ciudad— dificilmente se encontraban al alcance de cualquier labra-| dor, salvo que aceptase la imposicion de rendir algiin tipo de renta o tri: bbuto al titular del dominio. tra cualidad que caracteriz6 y diferenci6 a unos pocos terratenien tes del resto de la sociedad fue la posibilidad de acceder legalmente a k ganados cimarrones que teinta afds después de fundada la ciudad vaga; ban-por la campafa, y que pricticamente durante un siglo proveyeron | gran parte de los cueros exportados; mientras que las estancias —que | también aportaban algunas pielés,6' sobre todo provenientes del ganado | destinado al consumo— comenzaban a orientarse por entonces a atender | la internacion en pie de algunos vacunos y mulas, en especial hacia la | region minera altoperuana, como parte de la circulacién interregional que permitia concentrar en Buenos Aires el metilico con que sostenia en bue; na medida su médico comercio atlintico. En este sentido vale recordar-que el origen de la ganaderia en la region bonaerense se remonta a 1536, cuando Pedro de Mendoza introdu- jo los primeros equinos; del mismo modo, Garay’en 1580 hizo conducic ‘entre 300 y 500 vacunos desde Asuncién, en apoyo desu plan de repo- blamiento dé Buenos Aires. Estas serian las bases sobre las cuales se pro~ duciria la multiplicacion y acrecentamiento de los planteles que constitu- yeron, desde el siglo xvt, el modesto pero principal recurso originado en el hinterland de la ciudad —"principal riqueza de estos habitantes’—, al que debe sumarse el producto del laboreo de chacras y huertas,% directa- mente vinculado a la subsistencia del ndcleo urbano, y secundariamente al aprovisionamiento de tropas de carretas y de los escasos ¢ irregulares navies que representaban el “mercado”, SCBA LIX p. 456. Bl cesto se repané ener Luin y Magdalena {1 Slo en pequefa escala, y cuando por el tipo de operacién —de pocas pieles 0 de Lurgemte embarque-— se hacia imprescindible, podia resutar conveniente recur a la esta clas como fuente fundamental de provision de cueros. & Mowtoukias, Zacaras. Gontrabando...p. 180 S Acarete Du Biscay. Relacin de los ves al Rio de la Plata y desde aqut por tera hase ol Pert, La Revista de Buenos Aire, Xl * Gonailez Lebrero, Rodolfo. Chacra y.exancias en Buenos Aires 3 prncipios del siglo ZO Bo Fry Ra, (emp) Labora eran dl Bo de a Pata cloi. CBA, Be ‘© Treles, Manuel R Repsto estaditico det Fstada de Buenos Aires, aries 1856 a 1867, 30 Con respecto a la propiedad de los animales, debe tenerse presente que la de los caballos figura entre las recompenssas offecidas por Garay a fos fundadores, ya que era conocids Ia existencia de un crecido nimero de animales, producto de 39 afios de reproducci6n libre en las pradieras ‘de la descendencia cimarrona de unos pocos animales que habian escapa- do al control de los hombres de Mendoza, 0 que fueran abandonsdos por @stos al dejar la ciudad. Es asi como las actas del cabildo de Buenos Aires dejan constancia, el 16 de octubre de 1589, que el ganado yeguarizo, ‘les pertenece a los, hijos de los primeros conquistadores ser suyos y gozar de los caballos, cimarrones como a gentes que de sus padres lo heredaron... y en lo que toca a las vacas, que se dice son mostrencas, en la ciudad no hay ninguna porque todas son de los vecinos de esta ciudad”. Con este antecedente inmediato, el derecho de propiedad otorgado por la merced o gracia real de tierras facilitaria la posterior apropiacion del vacuno cimarrén —en la medida que los vecinos fundadores recibie- ron estancias en donacién—, lo que aunado a su participacién en el con- trol de los bovinos domésticos produjo, desde el inicio, una relacion int- ma entre Ia tierra y el ganado, resultando frecuentemente aquella condicion para acceder legalmente a éste. Lo cierto es que todavia en 1604 el vacuno resultaba escaso en Bue- nos Aires,®” raz6n por la cual se contindan registrando las marcas que indicaban la propiedad de cada hacendado,® llegndose en circurstancias extremas a la restriccion del consumo de came; sin embargo, se sibia que los animales alzados habjan originado un plantel cimarrén relativamente ‘numeroso que continuaba multiplicindase en libertad en las campos cer- ‘anos. En 1606 se menciona oficialmente 1a existencia de “ganado vacuno cimarron y bueyes mostrencos”, que se reservan por entonces a la reden- cidn de cautives; y en 1609 se comienzan a tomar frecuentes las solicitu- des para hacer matanzas en él con el objeto obtener cueros y sebo, en © Achat 1, p.51 En 1590 se encuentran catos como al de Banolomé Ramirez, que al presestarse ant cl eabldo afrma que restiendo en la cudad, -y para que pueda gozar de lo de In ier ast Toe potros come de lo deers de ella, a Vuestras Mercedes pido y suplico sean servides

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