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s6lo una modalidad social de reunién de las personas, sino una verdadera unidad funcional, tan cargada de consecuen- Cias y de efectos positivos (y negativos) como para ligar a los familiares en una tinica entidad. Extendiendo este concepto se llega a la asamblea como una unidad amplia, funcional al individuo, Mi modo de ser se liga en parte también a mis hijos. Yo no sé si he realizado algo significativo en mi vida (a veces me le- vanto con la sensacién de un error de decisién o de direccién fatal), pero en ese caso se lo debo también a ellos, ademas de a aquella que ha compartido mi vida. Sies asi, entonces también mi cambio, mi «cura» depen- de en gran parte de ellos, que enriquecen mi deseo de mejo- rar, mi esperanza, Querido amigo, ahora quiero entretenerte un momento en tuna de las diferencias mas profundas entre generaciones, y en particular entre la de los padres y los hijos. . (La expresién «padres ¢ hijos», ya lo has entendido, no debe ser tomada al pie de la letra en el sentido de que se pre- tenda excluir a las madres y a las adolescentes. Es una f6r- ‘mula lingiistica con un significado no literal.) Me refiero al riesgo 0, mejor, a su percepei Es muy dis a inta la percepcién que tienen del riesgo los pa- dres y los hijos y, mas especificamente, la percepcidn que tie- nen los padres de los riesgos que corren los hijos respecto de Ja percepcién que tienen los hijos mientras los corren. El riesgo, como sabes, es la probabilidad, mas 0 menos levada, de un acontecimiento desagradable o perjudicial, El riesgo es a veees calculable sobre bases estadisticas, aunque la légica de los grandes niimeros no expresa a fondo lo que puede ocurrirle a una persona, Se puede cuantificar la 30 probabilidad de un desastre aéreo, medida segin las horas de vuelo, o de un accidente automovilistico, pero estos datos no ayudan a comprender el acontecimiento especifico. ara cada riesgo existen también condiciones que pueden favorecerlo 0 hacerlo menos frecuente. Y entre éstas siempre hay alguna que no depende del individuo, sino de la posibi- lidad de que éste sea victima de errores ajenos o de situacio- nes no controlables: en un avién mucho mas que conducien- do un coche. Es precisamente esta complejidad, esta multifactorialidad Ja que lleva a algunos a no toma: ni siquiera en consideracién el riesgo, a no preocuparse de é1, como si se tratara de una es- pecie de destino, de una fatalidad. Una actitud que devuelve a los dioses caprichosos de la Grecia antigua, la causa, con sus decisiones tomadas por jue- go o en virtud de logicas alejacisimas de lo humano, de ca- da acontecimiento que ocurre sobre la tierra. Quien tiene semejante visién de las cosas se siente libre de hacer lo que quiera, y asi el concepto de riesgo desaparece. Para algunos esta eliminacién facilita la vida, porque vuelve superfluos los célculos que habria que hacer continuamente frente a la posibilidad de reventar. La vida, para éstos, es un largo desafio a la ruleta y la mejor manera de afrontarlo es apuntar sin ninguna légica, confiando en la sensacién inme- diata, en el momento propicio. Todo es posible en todo mo- mento, el destino es un absurdo imponderable. Si fuera asi, mis consideraciones podrian concluir aqui. Muchos adolescentes piensan de esta manera y pueden de- jarse seducir por el poder de fascinacién del riesgo. Asi, cuan- to mas alta es la probabilidad de jugarse la vida con una ac- cién, mas impulsados se sienten a realizar esta accién, para ver cémo acabara. En resumen, el riesgo puede convertirse 31 Para estos chicos en el criterio de eleccidn y no de evitacién: cuanto més alto es, mas atrae y, por tanto, mas hay que so- meterse a él. A menudo se dice que arriesgarse es casi natural en los jé- venes, una especie de «derecho», mientras que los viejos debe- rian tratar de evitar cualquier riesgo imponiéndose la pruden- cia y moviéndose siempre con una particularisima atencién, También éste es un mito que hay que refutar. Seria mejor decir que con las edades cambian los tipos de riesgo, y que sien los jévenes prevalecen los del cuerpo y de la vida fisica, en las edades mas avanzadas se corre el riesgo de perder el re. nombre alcanzado, de mancillar la imagen que la sociedad se ha hecho de nosotros. Pero volvamos a los «padres e hijos» y a la distinta per- ccepcién del riesgo. Que no se explica sobre la base de la l6= gica racional, valida para todos, sino que debe ser recondu cida a una serie de factores psicologicos, de experiencias precedentes, al deseo de protagonismo y al rol especi se ejercita en aquel momento. Silos padres piensan que tienen la posibilidad de impedir tuno de los comportamientos de riesgo de sus hijos 0 de con- dicionarlo, no sélo lo hacen, sino que piensan que en caso contrario faltarian a su deber. Te ha sucedido desde luego también a ti si conoces a al- guien que arriesga la vida, tiendes a hacer algo para no ser el testigo pasivo de una desgracia. Si vas caminando por la calle y Ves a un nifio que trata de cruzarla cuando el trafico es in- tenso, te precipitas a detenerlo y ni siquiera te preguntas si es tu deber, si hay que respetar su libertad. Lo mismo harias si se tratara de un viejo. Quiz no te moverias si quien esta a punto de realizar s+ te peligroso gesto fuera un adolescente, uno de tu edad. Por 32 drias justificarte por el hecho de que no lo conoces personal- mente: tendrd sus «buenos» motivos que, de todos modos, no te conciernen. En cualquier caso, prescindiendo de tu modo de interven, es muy probable que hicieras algo para evitar que alguien se haga daiio, sobre todo si piensas que no esta en condiciones de valorar la situacién y, por tanto, el riesgo que corre. Pues bien, los padres piensan que las acciones de los ado- lescentes son en gran parte inconscientes, que ellos no se dan cuenta de los peligros que corren y que semejante incons- ciencia es dificil de echar por tierra a través de sistemas de persuasién. En consecuencia, ciertos comportamientos deben ser impedidos y punto, sin rodeos. He aqui muchos de los «noes», he aqui las numerosas ne- gaciones, las prohibiciones de los padres. Es preciso reconocer que hay maneras y maneras. En mi ‘opinién, los padres deben valorar los riesgos que corren sus hijos, a veces deben adoptar incluso la prohibicion, que es un instrumento educativo a breve plazo, pero es preciso evitar las interpretaciones exageradas y extremas del peligro, que egan a shacer estar en ascuas» a un padre y una madre de lamafiana a la noche, y s6lo les hacen encontrar un poco de paz cuando su hijo esta encerrado en su habitacion. Esta me- dida de seguridad funcionara hasta que se den cuenta de que en una habitacién se pueden realizar actos peligrosos y correr riesgos elevados, como consumir drogas o enviar virus a los ordenadores del prdjimo u ofender por teléfono al vecino, ‘que acabara presentando una denuncia por difamacién. La percepcion del riesgo se liga, ademas, al miedo. Es mas, el riesgo es una alarma itil sélo si esté acompafiada por el ‘miedo, que es una reacci6n defensiva, un mecanismo que nos 33 ayuda, justamente, a defendernos de correr riesgos de muer- te o de limitacién de nuestra funcionalidad fisica y mental. Si una persona no siente miedo, y por tanto tiene este me canismo desajustado, en la percepcién del riesgo no adverti ra una participacién emocional, sino sélo una vaga concien- cia de algo que no le concierne 0 no le concierne de una manera comprometedora. El mismo resultado se tendrd si el mecanismo del miedo funciona perfectamente pero el sujeto ‘no consigue percibir el riesgo: en este caso el mecanismo no se activara. Si, por el contrario, un padre o una madre ven por todas partes riesgos para el propio hijo, se encontrarén en un esta- do de panico continuo y vivirén como si su hijo estuviera a punto de morir, por consiguiente, en una situacién de duelo tremenda. ‘También por esto es preciso que frente a tu madre, que ve el peligro cerniéndose sobre tu cabeza, como una espada que est a punto de atravesarte —y a ti te parece una exageracion teatral—, te acuerdes de que en realidad ella esté muy mal, Porque esta viviendo el estado de animo que acompaiia tu Pérdida. Podemos distinguir dos tipos de miedo. Uno es el inme- diato, que salta ante un peligro concreto, como el de una pre- sa ante un predador: cuando se lo encuentra delante debe reaccionar y el miedo se convierte en el motor de la defensa, de la fuga o de la agresién al enemigo, aunque sea de d mensiones desesperantes, Luego hay un miedo anticipado, que salta no en presencia del peligro, sino cuando sencillamente nos lo imaginamos. La imaginaci6n leva a vivir situaciones como si fueran reales, mientras que son s6lo pensadas. A menudo las madres y los padres son presa de este mie- 34 do anticipatorio que los induce a representarse mentalmente Ja muerte de su hijo exactamente como si estuvicra a punto de ocurrit, mientras que ellos estén alli, en la cama, esperan- do su regreso. Frente al miedo es preciso reaccionar, es mejor hacer algo para tener la sensacién de impedir la desgracia, incluso cuan- do es simplemente ilusoria Tu padre y tu madre, en cambio, estan en casa y no pue- den hacer nada, 0 acaso se comportan de una manera ab- surda llamandote mil veces al mévil que ta has apagado pre- cisamente para evitar oirlos. O ben llamando a mil personas que piensan que estén contigo y luego a la direccién de al- ja de trafico y luego a ur- guna discoteca y, después, a la poli gencias de los hospitales y luego... Al final entras contento, ellos no s6- caso con la alegria de alguna cerveza de mas, y lo no estan en condiciones de comprender tu hilaridad, sino que te atacan, cargados de tension. Y con frecuencia llegan un movimiento de manos, que habria sido mejor mantener quietas en los bolsillos que los pantalones de los pijamas y los camisones por desgracia no tienen. Creo que es titil que sepas que las madres 0 los padres ate- rrorizados por los peligros que corren los hijos manifiestan ante todo problemas de inseguridad, personal o de rol, y por tanto deben ser «curados». Exactamente como los hijos que nunca ven el peligro, como si levaran lentes oscuras, y a los que habria que devolver al mundo, Para ellos se podria tra- tar de una fuga de lo concreto para pensarse en una realidad virtual del todo especial, en la que no hay riesgos de ningu- na clase. Semejante angelismo es del todo inoportuno en un mundo en que las insidias existen y son bastante graves. Es- tos muchachos deben ser «curados», analizando bien su re- presentacién del mundo, para asegurarse de que no les falta 35 esa concrecién en cuyo interior s6lo se contemplan los peli- gF0s reales. Por un lado estan los padres con miedo a todo, incluso miedo al miedo, y por el otro los adolescentes con la actitud chulesca del «para mi no hay nada imposible». En la base de estos casos limite esta el problema de la con- fianza, Si una madre no tiene confianza en su hijo, siempre esta- 14 en ascuas si no lo tiene bajo su control directo, porque es- td convencida, aunque quiza s6lo de manera inconsciente, de que con ella es un chico fantéstico y sin ella uno que se es- trella al doblar la esquina. Es una madre ligada simbiética- mente, en «cuerpo y alma, con su hijo: sin ella, el diluvio. Naturalmente, he aqui las « maneras y maneras». fampo- co la madre que no piensa jamas en su hijo, esté donde esté y haga lo que haga, esta bien. Demuestra, por el contrario, que no tiene ningiin vinculo fuerte con su hijo, 0 porque es una madre robot, afectivamente gélida, 0 porque est con- vencida de que el hijo, su hijo, se las apaiia siempre, mientras que acaso ella «tropieza» por doquier y, por tanto, es inclu- so mejor que él se las arregle solo. Asi inventa una indepen- dencia total que en realidad es un abandono de hecho. Te he conducido por un gran laberinto y te pareceré un camino sin salida. Un laberinto que esti en el origen de mu- chos conflictos cotidianos entre padres ¢ hijos, que generan discusiones, mentiras ¢ interferencias desastrosas. La percepcidn del riesgo, como ves, es una clave de lectu- ra de gran parte de la dinamica de la relacién entre los jéve- nes y los adultos, y representa a veces un estorbo tan grande que no deja espacio para interrelaciones mas titiles y produc- tivas. Bloqueadas por la sospecha, la desconfianza y las acu- saciones de no haber hecho mientras estibamos empefiados 36 en hacer y por las mentiras que scn consideradas, sea como fuere, una técnica de supervivencia o una manera de «tomar el pelo» a los propios padces, faltindoles al respeto. Y todo esto acaba dando inicio a una estrategia de la oposicién, has- ta llegar a la guerra y a las vidas paralelas. Una vida fuera, con el grupo de coetineos y otra vida, totalmente distinta, dentro de casa. La téctica de decir poco o nada, Ante una pregunta, se ha- ce valer la facultad de no responder 0, en el mejor de los ¢a- sos, se responde con la mentira mas cretble. Semejante situacién acrecienta la inseguridad de los pa- dres y las madres, que reaccionan a su vez aumentando los controles, obteniendo como efecto el de incrementar en los hijos la rebelién hasta impulsarlos a comportamientos prohi- bidos, no por el gusto personal de realizarlos, sino porque son acciones de molestia y de guerra, respuestas a los con- troles asfixiantes. Lo que se llama un circulo vicioso. Precisamente la divergencia en la percepci6n del riesgo es- tien la base del «estar en contra» de los hijos respecto de los padres, particularmente en la adolescencia. Hemos entrado en el conflicto, un tema del que debo ha- blarte porque estoy seguro de que te afecta. El conflicto com- porta que dos partes tengan necesidades diferentes y que una viva la actitud de la otra como un avasallamiento, como un poder que no acepta y ante el que es preciso reaccionar. Hay tres maneras de «estar en contra» y es importante que ti las conozcas para identificarte con una de ellas, y pa- ra comprender mejor algunos de tus comportamientos. | Desde luego, también podrias estar completamente fuera del conflicto, pero en este caso no pienses que me haces es- pecialmente feliz, porque el conflicto, aunque es lucha, es muy til para crecer, 37 Pienso que si durante la adolescencia no existe contraste entre padres e hijos, esto significa que no se esta creciendo y, Por tanto, se permanece en una edad de la nifiez que no plan. tea grandes problemas en la vida cotidiana, pero expone al riesgo de un infantilismo estructural o prolongado. En rest- ‘men, no tengo simpatia por los vinculos idilicos entre adul- tos y adolescentes, bajo la ensefia del «ningiin problema», aunque siempre es preciso intentar evitar que el contlicto se vuelva destructivo e impida esa relacién afectiva indispensa- ble para el crecimiento, Existe, pues, un contraste positivo, y el andlisis de las tres maneras de «estar en contra» te ofrecera algunas indicacio- nes para encuadrarlo mejor. La primera viene dada por la transgresin. La transgre- sin es una desviacién transiroria de la norma. Herbert Marcuse, un socidlogo muy conocido en los aiios sesenta del siglo xx, sostenia que la transgresién es una téc- nica de la que se sirve el poder para imponerse, y, por tanto, no s6lo es permitida, sino promovida por la autoridad. El carnaval de Venecia, introducido por la Serenisima Re- Pablica, permitia que durante algunos dias al afio los vene- cianos llevaran una mascara, y que se volvieran, por tanto, itreconocibles, y hacer todo cuanto quisieran: incluso se po- dia ofender al dux y no privarse de nada de cuanto normal- mente estaba prohibido. Pero, acabado el carnaval, habia ue volver a seguir las normas, lo cual hacian cargados por la sugestién de ser libres. En resumen, la transgresién es una tactica de la sumisién. Es la ilusion de sentirse libres sin serlo. Romper un contene. dor de basura, ir con cl ciclomotur en direccién contraria, mo- lestar haciendo ruido de noche, agredir a una chica que se ha mostrado poco cortés, garabatear la libreta de notas de la pro- 38 fesora de matematicas: en otras palabras, faltar al respeto al otro con atropellos 0 pequefias viclencias y luego «huir» sim- tiéndose muy listo es lo que caracteriza al transgresor. Son sos comportamientos los que las madres hacen entrar en las 0 cuentan a sus amigas. «travesuras» de los hijos, y que lu Te confieso que no siento simpatia por los transgresores. La segunda manera es la oposicién. Una actitud por la cual ante una solicitud de los padres se responde haciendo exac- tamente lo contrario, y esto independientemente de la natu- raleza de la solicitud y del hecho de que la respuesta «en con- tra» sea mas conforme a nuestras necesidades. Si no hubiera habido sol a po (én no se aparta de le dependencia, 0 sea, de de- cir que sia cada orden. Respecto de la obediencia pasiva, la oposicién es sélo antitética. «Mela dicho que no fumara, yo no lo habria hecho, pero puesto que me lo ha pedido yo res- pondo haciéndolo.» : Son muchfsimos los casos de oposicién pasiva y no sien- to por ellos ni simpatia ni antipatia. Los leo como la sefial de una falta de personalidad, un problema que merece ayuda, scuras>, vee forma de «estar en contra» es la rebelién. De ello ha hablado de manera extraordinaria Albert Camus en El hombre rebelde y en La peste. La rebelién es la capacidad de decir que no, pero sélo des- pués de haber valorado la solicitud, haber constatado que no es compatible con las propias convicciones, con los princi- pios en los que se cree. Por tanto, sélo se puede desobedecer, para no sentir que se trapichea con las propias convicciones y no perder la dignidad de hombres. “Bs casi superfluo que te lo explicite, pero yo siento una itud, el comportamiento nunca se habria mani- 39 gran simpatia por el hombre rebelde, y también por la rebel- dia del adolescente, porque en esta forma de desobediencia se plantea también la posibilidad de que una generacién ven- za las resistencias y los errores de las precedentes. En resumen, la rebeldia es la fuerza de una sociedad, es la fuerza de su parte joven, a través de la cual evoluciona hacia nuevas modalidades de organizacién y de justicia. Y en este sentido, pero sopesa bien las palabras atribuyéndoles el sig- nificado que les he dado, elogio la desobediencia e incluso la rebeldia. Yonos en cual de estas tres formas te reconoces. Desde luego seria bueno que las discutieras, incluso con tu padre y con tu madre, para examinar las dinémicas de tu conflicto con ellos. En el tema de la rebelidn entran también la justicia social, la percepcién de la dignidad de cada uno. Hay adolescentes que no toleran la injusticia y que rechazan los signos del bie- nestar que los situarfan en un estado de privilegio que ellos viven como injusto. Esté claro que semejante percepcidn es antitética a la de un padre que, habiendo partido de una posicién de subordi- nacién social, ha conseguido geacias a su trabajo cambiar es- te destino, El considerard el privilegio como un signo distin tivo no sélo que exhibir sino en el que basar su dignidad. He aqui una divergencia posible entre la generacién de los padres que han conquistado una posicién de la que la po- breza los excluia, y la de los hijos que juzgan indigno su es- tado de bienestar y critican con dureza a los coetancos que resumen de la riqueza, como de un distintivo de superiori- dad y una licencia para acciones impedidas a otros. La ley del privilegio y de la cartera, 40 Siempre en cuestiones de conflictos entre padres ¢ hijos, quiie- ro referir de manera sintética un descubrimiento reciente que, si quieres, podrias dar a conocer a tu padre y a tu madre. Se ha demostrado que la intensidad del enfrentamiento de Jos adolescentes con sus padres depende también del tipo de relacién que tenian con ellos en la nifiez. ‘Como sabes, los nifios depositan en las figuras familiares estables stu seguridad. Experimentan vinculos particular- ‘mente geatificantes y en ellos encuentran serenidad. Estén or- gullosos del propio padre y la propia madre, y les agrada el lugar en que vive su familia, Una luna de miel, una vision c lor de rosa del propio nido y de quien garantiza su solidez. Esta relacién idilica se rompe con la pubertad y esto es funcional al crecimiento, que prevé el distanciamiento de la familia y la entrada en una comunidad mas amplia, donde se adquirira una identidad social. El teatro no puede ser mas aque la familia de origen, a la que deben reemplazar el grupo de iguales y la sociedad. Para esto es preciso distanciarse de las figuras parentales. Pues bien, cuanto mejor ha sido la rela infancia, tanto mayor sera el esfuerzo de distanciamiento y, por tanto, la intensidad del conficto, que se convierte en el detonante para romper el vinculo infantil. En vez de responder de manea violenta, los padres y las, madres deberian saber que la contlictividad del adolescente es la seftal de que la relacién instaurada con él en la primera fa- se del crecimiento ha sido excelente y que, por tanto, ahora st hijo debe hacer un mayor esfuerzo para separarse. Si no lo ha- ce, corre el riesgo de seguir siendo infantil. Se puede continuar manteniendo con los padres una relacién serena, de obedien- cia y admiracién, pero el precio es el bloqueo del crecimien- to, y el erecimiento requiere salir del ambito familiar. 4n Intenta pensar, desde esta ptica, en el absurdo de esas ma- dres que intentan convencer a los dems, pero sobre todo a si mismas, cuando afirman que no pueden aceprar la provo- cacién de su hijo adolescente y que, por tanto, ante esos «ca- prichos» deben reaccionar, a pesar de todo, con decisién y métodos fuertes, con alguna bofetada, para decirlo con cla- ridad. Ignoran cuanto acabo de decirte, y he aqui, una vez mas, Ja ocasién para subrayar la importancia de la comprension respecto de la imposicién al adolescente de un manual de hermosos y buenos modales. Es mejor descubrir qué tipo de relacién necesita para cre- cer ese adolescente, y saber que el conflicto debe existir, y que incluso esta calibrado sobre la bondad y la solidez de la re~ lacién instaurada-en la infancia, y no sobre su fracaso. Para seguir a la adolescencia en su metamorfosis, lo repi- to, es preciso que cambien también los padres y las madres, que se transforme su percepcién de las necesidades de sus hi- jos. Cambiar para ayudar al cambio: ;que no se diga que los padres no deben fosis de reflejo. mbiar jamas! Deben vivir una metamor- He partido del riesgo, de la percepcién de un peligro acom- paiiado por el miedo, capaz de anticipar su posible conversion en desgracia. He intentado sostener que sobre esta percepcién se basa el desacuerdo entre generaciones, y que el comporta- miento y la comunicacién acaban convirtiéndose en un cere- monial de liberacién del miedo y del duelo, por hechos ocu- rridos en la imaginacién, La relaci6n, a causa de este conflicto y de las respuestas que activa, acaba creando un clima policial, entre quien controla y debe controlar, y quien infringe y trata de demostrar que no ha hecho nada malo. Y por esto el in- 42 vestigado miente o se atrinchera en un mutismo defensivo: el Encogimiento de hombros, el «cofazo», hasta el portazo pa- ra borrar a la madre y al padre, reducidos a la imagen de una corneja y un cuervo. Z He hablado de miedos, de riesgos, de datios hipotéticos y porcentualmente evaluables, de casos extremos, de madres {que temen a todo y de padres catastroficos que te imaginan siempre en un atatid. He evocado a madres convencidas de que entre las tres y las cuatro de la maiiana puedea suceder cosas obscenas, mientras que en las otras horas del dia no, y a partir de las tres son presa de una desesperacién inconsolable y viven el re- reso a casa de su hijo como un auténtico milagro, del que no Se debe abusar,y esto significa que mafiana por la noche se produciré una desgracia. Pero ahora debo recordarte que a veces las desgracias ocu- tren y, es mas, el peligro radica en su relacién con la desgra- cia, Recuerda que los hechos drematicos se verifican de ver- dad y que los adolescentes «rotos» existen, y se rompen cada dia. Siento tener que hablar también de ellos, sin que mi carta se transforme en la crénica de una tragedia 0 en un boletin de guerra ‘Ademas quiero evitar dar una visi6n catastrOfica del mun- do juvenil. No estimo en absoluro que la adolescencia sea diezmada de manera especial por las desgracias, atin menos cn este periodo historico. Me bastaria evocar la tragedia de las dos guerras mundiales, que han enviado a la muerte a nu- merosos adolescentes por la idiotez del «puesto al solr 0 de la gloria de la Naci6n aliada con el gran dictador aleman. En- tonces los adolescentes morian en las guerras y eran recom- pensados con una tumba al soldado desconocido. re Yo s6lo quiero que ta dediques un momento a la memo- ria de aquel amigo tuyo: era de tu mismo grupo y aquel dia se cayé del ciclomotor, no Hlevaba casco. Murié después de diez dias en cuidados intensivos. Parecia un extraterrestre, entubado por todas partes, y tii lo has visto a través de una pared de cristal y ya no tenia ganas de vivir, aunque con el ciclomotor hacia gala de una habilidad increible, parecia un loco. Consideraba el casco una mania de los adultos, es mas, luna manera de encadenar a los chicos. Una especie de yelmo que atin querian imponer a los jévenes por aquella antigua pasién de mandarlos a la guerra para combatir al enemigo. Quiero que dediques un minuto a la memoria de aquel otro amigo tuyo: tenia quince aitos y murié a causa de la droga. Habia empezado a los doce con la marihuana y esnifaba co- ‘mo un enajenado. No un porro cada tanto, como hacian mu- chos. No, él era un verdadero campeén de los porros, para él todo el mundo se habfa convertido en porto y encontrarse en Brupo significaba ir con aquellos que siempre tenian hierba y eran generosos con ella. Ofrecian sabiendo qué quiere decir no tener y desear conseguirla. Luego habia esnifado alguna raya de cocaina, para ser un campeén entre campeones, debia ir siempre mas alld, sin miedo, incluso porque ahora la vida se habia reducido a esas sustancias, Todo lo demas no existia: basta de escuela, basta de familia, basta incluso de amigos que no fueran los del grupo de la muerte. Habia intentado chu- tarse droga en la vena cuando habia constatado que los demas se lo hacfan encima de solo pensarlo y un dia se quedé inmé- vil para siempre, mirando aquella jeringa clavada en un bra- zo. Una sobredosis. Fl fin de un héroe de la nada, un héroe de la droga, de la mercancia vendida no por adolescentes, sino Por cerdos adultos, dispuestos incluso a que los jévenes re- Ventaran si esto producia dinero y riqueza. 44 Adolescentes que piensan que «estan en contra» siguien- do los caminos de las mafias que se alimentan de la muerte, 0 siguiendo a quien vende droga para poder vivir clandesti- namente en tna nacién en la que se sobrevive matando. Slo quiero que recuerdes a estos compafieros tuyos y sientas la misma compasién que yo. Porque pienso que estos jvenes podrian estar ain entre nosotros y que la sociedad ha perdido a dos adolescentes no sélo simpaticos, como ti po- drs atestiguar al haberlos conocido, sino también tiles a to- dos. Porque esta sociedad no puede hacer nada sin los jove- nes y todos los j6venes tienen derecho a vivir ya formar parte de ella Quisiera que recordaras también a Mario, al que no co- nocias directamente. Era un joven que pasaba las veladas con su grupo y durante el dia trabajaba y era muy estimado. Una tarde, todos juntos, deciden ir a un paso elevado de la auto- pista cercana, coger unas piedras y tirarlas abajo tratando de darle a los coches. Una empresa dificil, puesto que en la os- curidad un auto se reduce a dos faros. Y en aquel punto va a una velocidad constante. Las piedras, adems, son pesadas y la red de proteccién impone imprimirles una trayectoria particular, lanzdndolas primero hacia arriba para que luego caigan apuntando al objetivo. Solo un juego. Aquella tarde Mario tuvo un éxito enorme. Una punteria de eampeén, un resultado para recordar. Mario maté a una joven que viaja- ba junto a su novio, y ahora esta en la carcel, donde perma- neceré diecisiete aft. Pensemos juntos, durante sélo un momento, en aquella mujer y en él, un adolescente en la carcel. Piénsalo bien, al- sguien como ti en la carcel durante muchos afios. “Tampoco has conocido a Carlo, pero quiz hayas ofdo ha- blar de él, Era un chico muy inteligente, tenia una compaiie- 45 ra de clase, al igual que él de dieciséis aitos, y estaba enamo- rado de ella. Queria dominarla, queria demostrar su superio- ridad, no aceptaba que se distrajera con otros y por esta ex- trafia necesidad de propiedad disputaba a menudo, rompian pero luego volvian a estar juntos. ‘Una mafiana, en la escuela, la escucha mientras cuenta a tuna amiga que habia estado en la discoreca y que habia sen- tido placer bailando con algunos de la clase de al lado. El pierde la paciencia, siente una rabia terrible, coge un navaji- ta que su compaiiera de banco tiene en el estuche. Va al ba- fio, la usa sobre si mismo y se rasga el brazo como para dar- se dnimos, luego, durante el recreo, golpea en el cuello a la muchacha, que muere. Una historia de adolescentes. EI no percibia el peligro de la violencia que habia enmascarado de- trds de un comportamiento heroico, y ahora ella ya no vive mas que en su memoria. Ahora Carlo debe expiar una pena, que desde luego tendra término, pero quedard en él la culpa de haber decretado la muerte de una chica a la que queria y que deseaba, como todos los adolescentes de antes y de aho- ra, ser amada. Historias que merecerfan una mayor reflexién, al menos por el dolor que las une. Historias centradas en j6venes protagonistas que no han valorado el riesgo, los efectos que podian deducirse de su comportamiento. Ejemplos de aquel empirismo que nunca se basa en la evaluaci6n preventiva, en un saber que deriva de la historia de los otros, del anilisis de sucesos que deberian hacer pensar y no ser convertidos en espectaculo. He aqui qué significa tener en cuenta el riesgo preventi- vamente, y no limitarse a constatarlo cuando se toma nota de sus consecuencias, cuando se ha transformado en tragedia Pero quiero explicartelo aiin mejor y siempre haciendo re- 46 ferencia a casos extremos, que no son algo absurdo, alejado de ti, sino sencillamente expresar. una fiebre muy alta, que ayuda a comprender también las fiebrecillas difusas en tu mundo. Fiebrecillas que incluso un simple «resfriado» pue- de facilmente elevar. Entre la normalidad y la locura (0 lo que parece locura) hay un puente que cualquiera de nosotros podriamos atra- vesar, puesto que no existen inmunidades o barreras de pro- teccion segura. 7 Pietro Maso es un paradigma de la ausencia de percepcién del riesgo. Necesita dinero, Desea comprarse un automévil, un BMW especial que entonees, en 1991, cuesta cincuenta y dos millones de liras. Tiene diecinueve afios. Se ha puesto a hacer célculos sobre su herencia y descubre que el patrimo- nio familiar llega al millardo y cuztrocientos millones de liras. TTenerlo en seguida le permitiria satisfacer ése y otros deseos. Estudia un plan tendente a acelerar su derecho de sucesién y junto con otros tres amigos, mas jévenes que él, mata a sus padres, Acabada la carniceria, que dura cincuenta minu- tos —tanto tardan en morir el padre y la madre, sefial de que querian permanecer en este murdo—, se van a la discoteca pensando en el «follén» de la mafiana siguiente, cuando sean descubiertos los cadaveres y nadie piense en ellos como res- ponsables del hecho. Ni él, ni sus cémplices tenian la percepcién de la cdrcel, de a eventualidad de ser condenados por homicidio: todo era considerado de una extremada facilidad, de una simplicidad ingenua. Pietro Maso pensaba en cémo plantear las entre- vistas en televisién. Por lo demas, su idolo, Don Johnson, el protagonista de Miami Vice que viajaba en aquel auto del de- seo, era imbatible. | Ahora estén los cuatro en la carcel, y él con la acusacién 47 mis infamante, el homicidio de sus padres por motivos fiti- les y hasta indignos. Mandan mensajes de arrepentimiento, piensan en cémo dar un sentido a sus vidas fracasadas, a sus existencias rotas. Mientras que las de los sefiores Maso es- tn encerradas en un atatid, y el destino les habria dado atin més tiempo para vivir y ocuparse de aquel hijo: Lo sé, ests convencido de que esta historia habla de idio- tas y, antes bien, habrias sido mas severo al infligirles la pe- na, habrias condenado a cadena perpetua a Pietro, en vez de a veintisiete afios de cércel. Créeme, no se trata de locos 0 de idiotas, sino sencilla- mente de vidas llevadas con una superfi ialidad tal que ni si- quiera admiten la previsién de las consecuencias de acciones tan extremas. Y con una manera extraiia de percibir la muer- te. Pero sobre este aspecto volveré mas adelante. Estoy impresionado por el absurdo del mal y por su ba- nalidad, pero te ruego que me creas cuando te digo que la cantidad de mal, su gravedad, desde hacer una zancadilla hasta matar, es el resultado de un tinico proceso mental. La gravedad, las consecuencias sociales son manifestaciones en gran parte casuales. Conoci a una chica que para conseguir droga cada tanto pedia dinero para alguna prenda de vestir que ninguna madre © padre pueden negar, también porque dan importancia, y en general mucha, a que sus hijos estén a la altura de los otros ysi provienen de una familia con buenas posibilidades eco- nomicas, a hacer que superen a todos en clegancia. Pues bien, ella cogia el dinero, compraba la droga y luego, de acuerdo ‘con una amiga, se hacia prestar la prenda que habia pedido comprar y la ensefiaba a sus padres especificando su coste y sometiéndola a su juicio. Luego se la ponia durante un tiem- po y la devolvia a su amiga. Recurriendo repetidamente a es- 48 ta técnica, obtenia bastante para invertir en droga, y hacia creer que habia gastado la suma en los rios del consumismo, hacia el cual las familias estan bien dispuestas. Una orquestacién ingenua, un jueguecito dist puesto, del asesinato a lo Pietro Maso, pero ambas actitudes dependen de una misma manera de razonar, de gestionar las relaciones familiares: con la astucia, la falta de respeto y el gusto de tomarles el pelo a los paéres, de ridiculizarlos en su presuncion de ser unos controladores infalibles. Pero no quiero detenerme sélo en los comportamientos que minan la propia integridad o la de los demas, hasta la muerte. Quiero aludir también a la fallida percepcién del riesgo de engendrar un hijo. Considero ésta una experiencia extraordinaria tanto pa~ ra el hombre como para la mujer, pero es preciso tener pre~ sentes también las necesidades de quien nace y la posibilidad de darle o no una respuesta adecuada. En resumen, engen- drar no es s6lo el efecto de una gimnasia agradable, sino que implica también una toma de corciencia de qué significan el embarazo y la maternidad. ‘Angela tiene catorce afios, descubre que esta embarazada y se espanta. No quiere decirlo en casa, a aquella desgracia se afiadiria otra desgracia. El compafiero de escuela con el que ha tenido la relacién ahora es un completo extraio, al punto que ni siquiera tiene la intencién de hacerle participe del asunto, Vive dramaticamente y en soledad una experiencia que en otras condiciones seria extraordinaria, pero ahora asume unos tintes infernales. Con la perspectiva de un aborto clan- destino 0 efectuado en un hospital donde es posible liberar- se de una concepcion desageadable, pero es imposible man- tenerla oculta. nto, por su- 49 Ya esta vivencia, esta condicién en s ma que dejar huella, Angela pare sola, el nifio muere, la desesperacién se hace Perenne en esta madre que en aquel momento es sélo una adolescente que necesita una madre y un padre. Un nifio muerto antes de nacer, concebido en el drama en vez de en la alegria. Me quiero referir también al riesgo de las elecciones apre- suradas, de todas las pequeitas y grandes decisiones tomadas a partir de estimulos inmediatos. Desde luego el escenario es ‘menos dramiético, pero no carece de efectos que pueden cam- biar una vida. ( representa un trau- Asistir a la misma escuela que un compafiero simpatico sin preguntarse si esa orientacién corresponde a las propias cualidades. La eleccién de una actividad deportiva siguien- do el impulso del momento, sin valorar las alternativas y, por tanto, la utilidad de un compromiso que debe ser consciente yadecuado y que no siempre es el que aparece en un primer momento. ‘Tii conoces perfectamente la insensibilidad al riesgo de la velocidad, a un correr en zigzag por calles enloquecidas pa- ra llegar antes o sencillamente para exhibir una habilidad que tu amigo no tiene o ya no tiene, después de aquel récord con el que ha conquistado una tetraplejia y una silla de ruedas que ahora lo han convertido para siempre en un nifio. Conozco muchas historias de adolescentes en silla de rue- das que recuerdan comportamientos sin sentido, como si quienes los hubieran levado a cabo hubieran sido nifios que ni siquiera saben qué significa estrellarse contra un objeto duro 0 acabar bajo las ruedas de un coche. Quisiera contarte la increible inconsciencia del riesgo in- ducida por la bebida, por ese tragar alcohol para una exhibi 50 cién insensata, sin valorar qué significa y sin saber que des- pués de los primeros vasos la percepcién del peligro disminu- yeo incluso desaparece. Todos sabemos que el borracho afir- ‘ma que no ha bebido y, en cualquier caso, est convencido de que se comporta perfectamente. Y acaso conduce sin ni si- quiera ver los semaforos o ignorando completamente qué es una recta ‘Como ves, los riesgos existen de verdad y percibirlos es fundamental, no es s6lo una obsesién que puede ocupar la mente de una madre o de un padre. Y esta realidad debe afrontarse reconociendo que ciertos riesgos forman parte de la vida, también de la tuya, pero que es posible prevenitlos, con un poco de atencién. Tenerlo pre- sente significa impedir muchas historias como aquellas en que nos hemos detenido. El tema del riesgo, del que he parcido, me ha Ilevado, como ves, al capitulo del dolor. 'Y aqui no me sirven tanto las palabras como el poderlo evocar dentro de mi. Cada uno de nosotros conoce el dolor, aunque a veces se presenta con miscaras que parecen aleja- das del sufrimiento. Incluso la violencia es una expresiOn, desde luego inade- cuada, del suftimiento: si quieres entender la violencia debes saber qué es el miedo y qué el dolor. El dolor dentro de mi, el dolor que se esconde dentro de ti y que golpea de repente oscureciendo incluso la esperanza. No me refiero al dolor fisico, sino a aquel dolor ligado a la existencia, ala fatiga de vivir. Un mal que va més alld de lo fisico y se refiere al Yo, ala unidad de nuestra persona, ¥ que puede hacer sufrir hasta el punto ¢e sofocar en nosotros el de- onces el dolor asume el rostro de la muerte y seo de vivi st se quiere que todo termine, que desaparezca también ese sen- tido de inadecuacién que nos hace sentir monstruosos. La depresi6n es una de las manifestaciones de esta forma de dolor y hoy sabemos que golpea también a la adolescencia. Y a muchas madres: la mujer es la mas expuesta a esta pato- logia y asi, en el silencio de muchas casas, se esconde un gran sufrimiento. Conozco adolescentes que han roto con su familia y se sienten solos, abandonados, renuncian a una casa y quizé Prefieran la calle y se encuentren inmersos en el dolor, en los callejones del sufrimiento chulesco, Adolescentes que se ha- cen dao, haciendo dao. Conorco a padres destrozados por el comportamiento de tuna hija: sin embargo, han contribuido a él, pensando que ac- tuaban por «su bien», y ahora se ven obligados a constatar su fracaso, que es una de las mascaras posibles y frecuentes del dolor. Querido amigo, pienso que todo cuanto te he dicho has- ta ahora puede traducirse en el dolor, de los padres y de los hijos. Cuanto dolor escondido detras de alardes de seguridad que traicionan slo una gran debilidad, tanto de unos, los pa- dres, como de los otros, los hijos. Ayer, al pasar por una calle de las afueras de mi ciudad, vi sentada en las escaleras de una iglesia, cerrada y abando- nada, a una chica, de unos diecisiete aftos. Oscurecia, ya, y me acerqué a preguntarle si necesitaba ayuda, Me sonrid, res- pondié que no y luego me conté con lagrimas en los ojos que estaba fuera de casa desde hacia tres dias y que no sabia c6- mo pasar la noche. La noche era el momento mas dramatico, el miedo era mis fuerte y se sentia iniitil y con el deseo infantil de ser abra- 52 zada y de cerrar los ojos sin pensar, en la tranquilizadora cer- tidumbre de que otros estan pensando en ti. Habia proyectado estar con un chico que luego se habia cesfumado ante las primeras dificultades y el padre, inflexible, la habia echado por el honor de la familia. No sabia qué decirle. Lloré con ella. Podia ser su abuelo, y la invité a regresar a casa. La acompafié yo mismo y cuan- do vi que su padre la abrazaba y qu: su madre finalmente po- dia aflojar una tensién que sabia a desesperacién, senti una alegria inmensa. Me dijo, aquel padre, que ya no tenia paz, que queria bus- cat a su hija y al mismo tiempo pensaba que no debia ceder, para no dar muestra de una debilidad que se habria eviden- ciado atin mas negativa. Estuve un rato con ellos, hasta que comenzaron a hablar. (Of que se apagaba la voz. del televisor y, entre silencios y algunas palabras, recomenzaba la vida Aquella chica estaba asustada y temblaba cuando la vi en las escaleras. Ahora atin tenia miedo, pero su miedo, junto al del padre, mostraba un rostro distinto, habria podido ge- nerar una nueva fuerza de vivir. Quiza sea porque soy viejo, pe-o creo que el dolor es una pagina intensa de nuestra existencia y que domina el escena- rio humano. Y creo que deberiamos desear con mayor fuer- za la serenidad, evitar creer que estamos rodeados de perso- has que no nos quieren, incluidos nuestros hijos o nuestros padres, Cuando un padre hace dafio, aunque sea inconscien- temente, a una de sus criaturas, con ese mismo gesto se hace dafio a si mismo. Pero no quiero que esta carta sea triste o demasiado me- lancélica, quisiera que alguna vezintentaras ejercitarte en es- ta traduccién del dolor y, bajo la superficie de los conflictos y las broncas cotidianas, trataras de vislumbrar el dolor. Pre- guntindote si no es él, precisamente, el protagonista de esa enésima historia de discordia o incluso de odio. Y aprende también a reconocer tu dolor, sabiendo que a menudo en el suftimiento nos volvemos malos, como si per- cibiéramos en nosotros una debilidad y no la aceptaramos, por miedo al dolor mismo, porque infunde un sentimiento de incapacidad, de inadecuacidn frente a un mundo que parece chulesco y Ileno de energéa. A veces la maldad no es mas que una farsa del miedo interpretada por los titeres de la tabla r donda o las marionetas sicilianas. Vestidos siempre con co- raza y con la espada desenvainada, y llenos de miedo. Yo sé que tii y todos los adolescentes atravesdis momen- tos, a veces momentos interminables, de miedo, de senti- miento de inadecuacién, y 0s sentis incomprendidos. Sé qué significa la depresién de un chico que quisiera ser un porque cree que es la tinica manera de vivir su edad. La depresién te hace sentir incluso culpable de estar en el mundo, abandonado, solo dentro de una ciudad abarrotada donde nadie te ve, como si fueras transparente. Como si aquel estruendo y aque! mundo pudieran continuar sin ti, co- mo si ti no estuvieras, fueras un muerto que camina. Sé qué sientes al verte el pecho exageradamente grande. Sé que te avergiienzas y no sabes dénde meterlo ni cémo es- conderlo, y entonces te escondes a ti misma y quieres desa- oe parecer incluso para tus ojos, y s6lo piensas en morir yen e6- mo morit, Sé que la principal causa de muerte de los adolescentes es el suicidio y que muchos de los accidentes callejeros, que re- presentan la segunda causa, son suicidios encubiertos: como si se fuera al encuentro de la muerte riendo y tratando de pa- recer imbatibles o inmortales. 54 Por eso quisiera que frente a los conflictos, a las percep- ciones del riesgo y a los miedos vividos, pensaras en el do- Jor, en el dolor de la violencia, en el dolor que une a padres c hijos. En el dolor y en la necesidad de entender el dolor. No tener miedo de tu dolor, hablar de él y, aunque se ex- prese con lagrimas, no temas, llora, y hazlo delante de tu pa- dre y de tu madre, porque esas lagrimas expresarén aquello {que tantas palabras no han consegaido comunicar. Quiza te encuentres en una situscién dificil que no habias no piensas en absoluto previsto y ahora no sabes qué haces y : en hablar con ellos, porque crees que no te entenderian y aca so agravarian las cosas. Te equivocas, ve donde ellos y llora, comparte el peso insoportable de tu secreto, esa historia que te pertenece y de la que no conoces e! final, pero que podria interrumpir la historia mas importante, que es la de tu vida. Una historia que piensas que ya se ha consumado y que, en cambio, esta totalmente por desarrollar. Mira, muchos me consideran fuerte y sereno, como si no aceptaran que al ayudar a los demas yo tenga necesidad de ayuda. Si supieran cudntas veces lloro y me desespero: lo sa- ben mis hijos, que a veces me consuelan y me abrazan para animarme. Y a veces soy yo quien estrecha su debilidad y su dolor. Un abrazo vale mas que uns teoria sobre el dolor y que un tratado de psicologia escrito por sabios que a menudo no son padres y aconsejan qué hacer a los padres. Después de haberte recordado el dolor y haber quiz remo~ vido ese dolor que esta dentro de ti, manifiesto o escondido en tu memoria, ahora quiero hablarte del perdén. Creo que el perdén es inhumano y me refiero a la impo- sibilidad de olvidar a quien te hz hecho daiio, sobre todo si 55 se ha tratado de algo irreparable. Pienso en quien ha provo- cado la muerte de una persona querida o le ha causado una limitacién que permanecera para siempre, y, por tanto, ha cambiado la vida de alguien que es indispensable para ti Todo dentro de nosotros lleva a coneluir que frente a un ‘enemigo que nos hace dafio la respuesta natural es la lucha. ‘Te debo confesar que el aspecto que mas me impacta del mensaje de Cristo, y estoy convencido de que es la parte mas original y extraordinaria, es precisamente el perdén, que no puede ser negado ni siquiera al enemigo que te ha hecho un dajio irreparable. Me impacta precisamente porque es un mensaje que invierte la tendencia, nuestra propensién, en parte biolégica y en parte ligada a la cultura, a no suftir y, si acaso, a imponer, alinedndonos con el mas fuerte. El mensaje cristiano es, en cambio, perderse, para encon- trar otro sentido a la existencia. Una inversion que no deja lugar a equivocos: si quieres seguirme, dice Cristo, perdona Y no te vengues, como la misma naturaleza exige. ‘Tengo un gran respeto por todos los «credos» y pienso que son importantes para afrontar la cuestién del sentido de la vida y también de una adolescencia extenuante y borras- cosa, pero mi deber es interpretar los mecanismos que regu- lan la Ciudad de la tierra y no me corresponde recordar las reglas para la Ciudad del cielo. Hay personas, y muchas son amigas mias, que han elegi- do dedicarse a esta misién, ponerse del lado de Cristo y di- fundir su mensaje. Yo pienso que no es posible perdonar y que ¢s humana- mente injusto. Tanto mas que, si es llevado al extremo, este principio podria hacer estimar que no se debe aplicar la pe- naa ninguna culpa y que s6lo se debe perdonar, No seria jus- to, y la justicia representa uno de los goznes fundamentales 56 para vivir en este mundo. La gracia elevada a sistema seria al go paradéjico y por combatis Dicho esto con mucha claridad, déjame conjugar, sin em- bargo, dos términos.a la vez, perdén y amor, y por tanto tr tar de revisar mi conclusién al menos en un caso del todo es- pecial: el caso de un daiio hecho por alguien que te quiere, por alguien que esta tan ligado a ti que siente el daito que te hha provocado como si, al menos en parte, se lo hubiera pro- vocado a si mismo. Un caso en el que es dificil distinguir el perjuicio al otro del perjuicio a si mismo. Ya te he recordado la circunstancia en que los padres, al cometer errores, incluso graves, en relacién con sus hijos, se hacen dafio a sf mismos. Quiero partir de un ejemplo, aunque pueda parecerte le~ jano: el caso del celoso. El celoso es una persona que, Por miedo a perder el objeto de su amor y, por tanto, el vinculo cesencial sin el cual le parece imposible continuar viviendo, lo golpea y lo afea hasta destruirlo. Imaginemos que lo rompa hasta que ya no exista: de este modo habra provocado también la propia muerte, puesto que sin ese amor él no sabe vivir y vivird como un muerto. Recuérdalo: el celoso es un enamorado toral, alguien que ve en la persona amada el tinico sentido de su existencia. He aqui, pues, el ejemplo de un mal extremo hecho a quien se ama. Pero mas alld de esta situacién limite, cuyas manifesta ciones recuerdan la locura de amor y la pérdida de todo sen- tido de la realidad hasta el delirio, en las relaciones de amor corrientes es posible romper el imperative del «ojo por ojo, diente por diente» y encontrar en el perdén un modo de fun- dar un nuevo vinculo. 57 He seguido con atenci6n algunas historias de amor en las ue uno hacia dafio al otro para luego reconciliarse con de- claraciones pasionales: de la rabia destructiva a la unin, in- cluso de los cuerpos, que expresa la necesidad de un vinculo total entre dos personas. Y tengo experiencia de la «belleza del perdén» entre pa- dres ¢ hijos. He sido testigo de la alegria de un padre que perdona a un hijo y de un hijo que perdona a un padre. Verlos de nuevo abrazados es conmovedor. Déjame usar una palabra que pa- rece paraddjica: es bello, Te hace tocar con la mano la importancia del perdén den- tro del amor, En resumen, el perdén, humanamente injusto, se convier- te en humanisimo cuando se conjuga con el amor. Quisiera que tii intentaras perdonar, si tuvieses ocasién, a la persona a la que quieres y quisiera que trataras de ha- cerlo también con tu padre y con tu madre, en el caso de que te hicieran sufrir. Es bellisimo decir «te perdono», te lo aseguro. Ya lo sabes, se ha demostrado que nosotros tendemos a hacer dato sobre todo a las personas queridas, como si con éllas nos sintiéramos en la situacién, y quiz incluso con de- recho, de ser entendidos y perdonados. La casa puede convertirse de nido de defensa a un espa cio del mal y del sufrimiento inducidos precisamente por es- te mecanismo: se aflojan los frenos inhibidores y cae el sen- tido del respeto en virtud de una pretensién de perdén por amor. Situ padre y tu madre realizan acciones que ta vives co- mo heridas, independientemente de sus intenciones, nunca olvides que te quieren, que quieren tu bien y que te necesitan, 58 Su vida no puede seguir sin ti, aunque hagan afirmaciones de liberacion. - ; Se trata, de todos modos, de amos, aunque borrascoso, y sion de acontecimientos ex- por lo demas el amor es una su traordinarios, en un continuo que admite cansancio, dudas y acaso frustraciones. Te puedo decir, al estar casado desde hace treinta y siete {que un vinculo de amor es como un péndulo que se ale ja pero sabes que luego regresa y vuelve a aparecer. Como el cocéano: después de la marea baja, ests tranquilo de que el agua recuperaré su caudal y todo, en torno, cambiard, ese rompiente dejado al descubierto se cubrira de nuevo y el va- cio se llenara y dentro del agua regresaran los peces y se reno- vard el misterio de la vida. Creo haber concluido, ahora, el recorrido iniciado con los conflictos entre padres ¢ hijos, que ha tocado la percepcién del riesgo y los miedos anticipatorios, que a veces se convier- ten de verdad en erénica de sueesos y tragedia consumada. Un camino que me ha llevado a recordar el dolor y el perdén. Dentro del amor hemos querido releer el perdén que, en cambio, fuera, se vuelve incomprensible e injusto. Adin que- da por hablar de una parte esencial, que se liga esta ver alas singularidades de la adolescencia. La anatomia de esta par- ticular edad, lo que la caracteriza y de la que dependen tam- bién los estilos de vida que uno elige. El cuerpo Ya he aludido al cuerpo, como recordaras, a propésito de la metamorfosis, cuyo aspecto mas visible le concierne precisa- mente.

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