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DANZA

CARDUMEN

El mensaje
del agua
Movimiento Acuático
Danza cardumen
El mensaje
del agua

Miguel Burkart Noe


1. ª edición: septiembre de 2019

Danza cardumen. El mensaje del agua.

Miguel Burkart Noe

Revisión de textos: Elina Aguirre y Santiago García Navarro

Diseño editorial: Valeria Galliso

Fotografía: Carolina Nicora

ISBN: 978-987-86-1607-0

Impreso en Argentina
Reglas para jugar:

Primera regla
Cuidarnos entre todxs
Segunda regla
Cuidarnos entre todxs
Tercera regla
Cuidarnos entre todxs
Índice

Palabras preliminares. Una gota lanzada al mar 13


Agradecimientos 20

La danza acuática: investigación transformativa 27


La unidad del universo: punto de partida 34
Ambivalencia del presente: lecturas del contexto 41
El agua: mensajero del universo y memoria de la vida 52
La danza original 65
Cardumen en danza 94
Un cuerpo nuevo: erotismo y cuidados 111
La revolución yin que se viene 123
Sobre la escasez y la abundancia 132

Notas 146
Bibliografía 150
A mis hijos Jano y Teo,
y a todxs lxs niñxs del mundo
(más allá de las edades)
Palabras preliminares. Una gota lanzada al mar

Mi recorrido acuático se inició con el surf,


cuando tenía 9 años. En 1987, fuimos a vivir un
tiempo con mi familia a Brasil. Allí ocurrió un
encuentro profundo con el mar. Aprendí a jugar
en sus olas y a escuchar sus ritmos, sus fuerzas y
sus tiempos. Fue el nacimiento de una pasión que
marcó para siempre mi camino. A partir de allí, y
ya viviendo nuevamente en Buenos Aires, cada
verano, cada viaje, eran una oportunidad de reen-
cuentro con el mar. Al mismo tiempo, al vivir en
una ciudad sin mar, mi juventud estuvo signa-
da por una especie de nostalgia del surf, que traía
constantemente la pregunta sobre cómo “surfear”
la vida en tierra. Esto abrió un largo recorrido de

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búsqueda y experimentación con el cuerpo: mu-
chos deportes, yoga, danza aérea, capoeira, y en
los últimos trece años, el kung fu interno taoísta.
En 2011, escuché por primera vez hablar
del aguahara, y recibí mi primera sesión en brazos
de un amigo, Pedro Carmoveloso. Fue una expe-
riencia conmovedora. Al fin encontraba un modo
de conectar con la inmensidad del océano en una
piscina en medio de la ciudad. El verano siguiente,
en enero de 2012, las sincronías de la vida hicieron
que pudiera participar de la formación de aguaha-
ra que dictó Alexander Siebenstern en la Bahía de
San Agustinillo, en las costas del Pacífico mexicano.
El aguahara es una investigación frondosa
sobre la medicina del agua. Una técnica de sana-
ción acuática que se practica a partir de encuentros
entre dos personas. Una de ellas funciona como
puente entre la otra y el agua, con la que pro-
cura facilitarle un estado de conexión profunda.

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A partir de ahí, se activa un proceso de tra-
bajo interno, de alquimia, producido por la re-
lajación, el soltar, los efectos del silencio, del
movimiento fluido y del “diálogo” con el agua.
Desde aquella formación en México, empe-
zó para mí un proceso sostenido de práctica y ex-
perimentación en el agua, en diálogo con sucesivos
retiros de formación de la técnica: en Cacheuta, en
Tigre, en Guaviyu. Y un legendario festival de dan-
za acuática en Arapey. Inolvidables experiencias de
aprendizaje, comunión y tejido fraterno, en las que
fui conociendo a mis queridxs hermanxs acuáticxs.
El aguahara fue a la vez la puerta que me
permitió conocer la danza acuática. El descu-
brimiento de la danza acuática fue un aconteci-
miento en mi vida, y originó un profundo pro-
ceso de transformación, que aún sigue abierto.
Luego de dos años de ir a danzar con regulari-
dad al agua, fui descubriendo puntos de coincidencia

15
y retroalimentación entre la creación de movi-
miento en el agua y las prácticas de kung fu in-
terno taoísta, que ya hacía años venía practican-
do en tierra. Así nació Chiagua. El concepto de
chi alude al estado de unidad, y el agua nombra al
elemental del origen de la vida. Chiagua -unidad
origen- es una investigación transformadora que
tiene como objetivo “acuatizar el mundo”, es decir,
promover y difundir el mensaje del agua y todas
las potencias vitales que la danza acuática habilita.
Este laboratorio de investigación de danza
acuática, que coordino desde 2017 en Buenos Ai-
res, es un dispositivo de trabajo grupal donde las
prácticas de kung fu interno taoísta buscan pro-
fundizar la comprensión de los procesos de al-
quimia interna, a partir del cruce entre el saber
fluir en el agua y el manejo de energía en la tierra.
El diálogo con el agua, la vocación y el oficio, me
llevó a dedicarme a acompañar procesos de sanación.

16
Estudié psicología y devine “terapeuta taoísta”,
mezclando la medicina y la astrología. El apren-
dizaje sobre el cuidado de la salud y de la vida me
fue uniendo a grandes y bellxs hermanxs de cami-
no. Así es como conocí la cosmomagia, una he-
rramienta de sanación vibracional canalizada por
Bernardo Zabalaga, con el que venimos dialogan-
do sobre la exploración del poder sanador del agua
y los modos en que nos relacionamos con aquello
que percibimos pero no podemos ver: lo invisible.

Un proverbio del budismo tibetano se pregun-


ta: ¿cómo se hace para que una gota no se seque? Se
la tira al mar. La gota sola se seca, se evapora. Para
conservar su existencia líquida, debe asumir su per-
tenencia al vasto océano. Devenida en mar, amplía
la escala, las posibilidades y dimensiones de lo que
implica la existencia. Debe resignar su existencia in-
dividual para pasar a ser parte de una fuerza mayor.

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La gota lanzada al mar es lo humano asumien-
do su interdependencia. Sabe que, a pesar de ser una
materia viva, múltiple y heterogénea, también forma
parte de una vibración - sustancialidad elemental,
desde la que emergen necesidades comunes a todas
las vidas. La gota lanzándose al mar es cada unx de
nosotrxs intuyendo que la competencia, el miedo y el
aislamiento nos entristecen, enferman y desvitalizan.
Una gota lanzada al mar es también el con-
junto de afinidades que decidimos lanzarnos al agua
a danzar, en encuentros y sincronías no azarosas, en
tiempos y espacios diversos. Arrojadxs a la explora-
ción de la vida, del cuerpo, del invisible; entregadxs a
la exploración de las figuras, las fuerzas y las formas
que componen el cardumen trabajosamente configu-
rado cada vez. Colectivo de experimentación nacido
de la decisión de apropiarnos del tiempo y del deseo.
Una gota lanzada al mar es, de algún modo,
este libro: enunciación colectiva de pensamiento
puesta a circular en las tramas de la vida en común.

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Agradecimientos

Danza cardumen está hecho de palabras e


imágenes. Textos y fotografías que fueron escritos y
tomadas por el pulso de la sangre que fue moviendo
el encuentro con la danza acuática. La idea de com-
binar el lenguaje de la escritura con el de la fotografía
viene de la sensación de que existen capas de la danza
acuática que exeden a lo que se puede nombrar y des-
cribir mediante palabras.
El encuentro con la potencia de las imáge-
nes de Carolina Nicora nos permitió atestiguar la
intimidad profunda que implica danzar en el agua
y el extenso universo sensible que inaugura. Estoy
infinitamente agradecido de haber podido crear

20
junto a Carolina, querida amiga, este libro: regis-
tro poético de una verdadera práctica alquímica.
Varios de los capítulos de Danza cardumen
fueron escritos a partir de registros de conversacio-
nes elaborativas (balbuceantes) en las que buscamos
comprender y cartografiar las múltiples capas e in-
tensidades que las danzas en el agua contienen. Estas
conversaciones se dieron con hermanxs de aprendiza-
je de distintas prácticas -como el tai chi, el aguahara,
el bazi, la cosmomagia, la clínica-, lazos fundados en
la amistad y en el amor que nos fueron y van tejiendo.
Katya Mora Crisóstomo, hermana del tao,
maestra bazi y artista virtuosa, con quien hace
años compartimos un espacio de investigación
de la cosmovisión taoísta centrado en la elabora-
ción continua de nuestras experiencias de vida.
Alexander Siebenstern, gran maestro del agua,
creador del aguahara, junto a quien descubrí la dan-
za acuática, por el que inicié este proceso de aprendi-
zaje y transformación.

21
Bernardo Zabalaga, brujo de alta conexión
cósmica, canalizador de la cosmomagia, camarada en
la exploración de la sanación y la transformación de
la conciencia.
Santiago Carlomagno, astrónomo autodi-
dacta, investigador del universo y sus misterios, con
quien venimos pensando las similitudes que existen
entre el funcionamiento y las dinámicas de los astros
en el cielo y el de los cuerpos que danzan en el agua.
Elena de la Aldea, gran consteladora familiar,
terapeuta y aprendiz infatigable, con la que comparti-
mos y elaboramos la experiencia profesional de la clínica
y las preocupaciones por el devenir de nuestra especie.
Todxs ellxs, además de amigxs entrañables,
son coautores de las ideas y experiencias que aquí
compartimos.
En otros casos, las conversaciones y los afectos
que alimentaron las ideas de este registro operaron
de modo más indirecto, difuso y reticular, pero no
por eso menos inspirador y nutritivo para el proceso.

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Agradezco infinitamente la claridad y profun-
didad de las charlas con mis hermanxs: Pato Suárez,
Carolina Haftel, Agustín Valle, Fernando Aíta, An-
drés Pezzola y Adrián Gaspari; el amor y lucidez de
las lecturas que fue haciendo Clara Cardinal, compa-
ñera de camino y de crianza; la sabiduría y amplitud
de las lecturas y los aportes de mi hermano Santiago
García Navarro; el acompañamiento y la ayuda de mi
amiga Casandra Velásquez, con quien organizamos
la experiencia de Chiagua (Laboratorio de Investi-
gación de la Danza Acuática) y la paciencia y dedi-
cación con la que mi amiga Valeria Galliso me ayudó
en el diseño y materilización de este libro.
También son parte de él: Lu Grasso, El Sike,
Santiago Martinengo, Flavia Afraanchino, Dalila
Iphais Fuxman, Seba Tutt, Coky García, Maite At-
chugarry, Sol Rodríguez de la Torre, Anahí Burkart
Noe, Violeta Burkart Noe, Juliana Yoguel, Micaela
Sourigues, Paz Riveiro, Rocío Gomez Nicolau, Kari
Muñoz, Erika Roedelsperger, Katerina Saligarillo,

23
Aline De Queiroz, Laura Ferreira, Marina Sans,
Vale Mantel, Maxi Orieta, Gabriel Palacio Pomade-
ra, Brian Corin, Facundo Finolli Gondora, Genove-
va Zuloaga. Ellxs son solo algunxs de mis hermanxs
acuáticxs, con lxs que venimos explorando el agua y
las danzas, con quienes estamos tejiendo vida.
Agradezco además con mucho cariño y respe-
to a mis maestrxs amigxs: Ignacio Lewkowicz, Cris-
tina Corea, Lucía Scrimini, Diego Sztulwark y Silvia
Duschatzky, con quienes aprendí a transitar la vida
como territorio de pensamiento e investigación. A
Ariel Sikorsky y Matías Reynoso, de quienes aprendí
a explorar la potencia del cuerpo con escucha y liber-
tad. Y al gran Liu Ming, maestro generoso, de gran
corazón y compromiso con el cuidado de la vida y
del tao, estudioso del I Ching y de las diversas técni-
cas del funcionamiento de la energía vital, gracias a
quien me acerqué a la sabiduría taoísta y a la comple-
jidad de relaciones que tejen el entramado.

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Por último, comparto un profundo y especial
agradecimiento a mi amiga del alma, Elina Aguirre,
por el amor, la paciencia, el compromiso y la rigu-
rosidad con los que me acompañó en la corrección,
edición y pulido de estos textos. En mi experiencia
de vida, escribir y compartir esa escritura para que
sea leída, ha sido posible gracias a su compañía, in-
tercambio y presencia.

¡Que la trama de afectos que florece en torno


a la danza acuática sea de inspiración para la creación
de nuevos modos de relación con nuestro cuerpo, con
el tiempo y con la vida!

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La danza acuática: investigación transformativa1

Todas las aguas son una, todas las aguas son


la vida, en nuestro planeta y en el universo. Lo que
nuestros cuerpos cardúmenes están vibrando viven-
cialmente es la información que late en el agua del
mundo.
Buenos Aires es una de las ciudades en donde
desemboca el gran río. La expansión de esta investi-
gación transformativa, que a través de la danza acuá-
tica estamos creando en sus aguas (y en las nuestras),
canaliza la información del agua que baja por él.

Corazón cardumen,
nudo de respiración en llamas,
fluir de gran caudal de energía,
encendido colectivo

27
de una hoguera remolino
de un continuo fluir cayendo
en una textura
de dilución absoluta…
reinventarse la vida
al decidir danzarla.

Los Andes son la columna vertebral del con-


tinente, de este costado del planeta. El agua que nace
de sus deshielos y sus vertientes carga la información
de la gran montaña. La voz profunda de la madre
tierra resuena en la médula de esta gran columna. El
agua que de ella surge trae su canción.
En la vera del gran río, entramos al agua a
danzar para aprender de sus cantos y hacer que sus
enseñanzas se propaguen por nuestro interior y en
las cuatro direcciones. Danza acuática de experi-
mentación continua, gestación de ideas que nutren
nuestros encuentros en la vida.

28
Queremos compartir los hallazgos, las re-
flexiones y los aprendizajes que la danza acuática
nos viene trayendo. Por eso en este libro los orde-
namos y elaboramos.
El que escribe, lxs que escriben: cardúme-
nes gestados en danza, tejido humano en crea-
ción pulsante, experimentación y conversación de
múltiples cuerpos colectivos.
Esa experiencia, esas conversaciones nos
dicen que danzar en el agua es una práctica con
gran poder de sanación, que despliega la trans-
formación vital, amplifica la conciencia, sutiliza
nuestra sensibilidad y capacidad de cuidarnos.

La hipótesis es que el agua, como elemento


donde nace la vida, contiene información sensi-
ble muy profunda sobre cómo la vida funciona y
sobre cómo debemos funcionar nosotros los hu-
manos para poder cuidar de ella.

29
El agua se nos presenta como la abuelamadre
de la vida, portal de formación vital, sabiduría ances-
tral de la naturaleza, y tiene mucho para enseñarnos
sobre cómo deberíamos tratarnos a nosotrxs mismxs
y a las demás formas de existencia, para intentar re-
vertir el proceso de deterioro profundo de nuestra
relación con la naturaleza.
La danza acuática aquí se presta como una
práctica catalizadora que permite crear nuevas sensi-
bilidades y abrir interrogantes sobre nuestras relacio-
nes sociales y modos de vida: ¿qué idea tenemos de la
vida y de todas sus formas? ¿Qué relación armamos
con cada una de ellas? ¿Qué entendimiento tenemos
de nosotrxs mismxs? ¿Qué relación tenemos con
nuestro cuerpo y con el de lxs otrxs? ¿Cuál es el tono
vincular reinante? ¿Cómo circula la afectividad entre
nosotrxs? ¿Cuánta libertad tenemos para expresarla?
Los espejos reflejan similitudes y diferencias.
La danza acuática permite ver, en la suavidad que

30
envuelve, la rispidez y la violencia del afuera. ¿Y si
usamos esta danza como espejo para observar nues-
tros modos de movernos y relacionarnos en el res-
to de los ámbitos de nuestras vidas? ¿Qué relación
existe entre el sentir y la vulnerabilidad? ¿Cuál es el
grado de intimidad y de apertura con el que nos re-
lacionamos? ¿Qué le sucede al cuerpo que crea mo-
vimientos? ¿Cuánto escucho lo que siento y lo que
necesitan lxs otrxs? ¿Qué formas de contacto físico
normalizamos e instituimos? ¿Cuánto me dejo afec-
tar por lxs otrxs? ¿Puedo tocar con escucha sin ser
invasivo? ¿Qué sucede cuando dos o más cuerpos
juegan en el agua a enredarse?
La danza acuática invita a crear otra lógica de
relación con la vida, y echa luz sobre los modos vin-
culares establecidos.
Hasta podríamos pensar cada práctica cotidiana
como una danza. En todas las prácticas que realiza-
mos hay una rítmica, hay dinámicas de movimiento

31
interno y externo, distintos tonos de contacto y múl-
tiples intercambios con las fuerzas. Nuestra sensibi-
lidad y habilidad para componer con estos ritmos,
dinámicas y movimientos va a dar como resultado la
calidad de nuestras danzas, la sincronía que enhebra
la creación del cardumen.
En el juego metafórico de la vida cotidiana
como danza, queremos desglosar los planos y ope-
raciones que componen la danza acuática, para re-
gistrar con mayor detalle los modos concretos en los
que venimos “danzando” nuestras vidas, y así poten-
ciar, abrir y desplegar la creación de nuevas formas de
tejer-nos-en-danza.

32
La unidad del universo: punto de partida

El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao.


El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del Universo; y con nombre
es la madre de todas las cosas.
Desde el no ser comprendemos su esencia;
y desde el ser sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no ser, tienen el mismo origen,
aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en este misterio se haya la puerta de toda maravilla.
Lao Tse

El universo late en perpetua trasformación: un


océano inmensurable de fuerzas fluyendo en continuo
intercambio. La vida en él, como unidad, se despliega
a través de infinitas formas. Todos compartimos los

34
cambios, todxs compartimos los ciclos rítmicos del
latir cósmico.
Gracias a lxs sabixs de la antigüedad, las aguas
de la sabiduría llegan viajando por los ríos del tiempo
a nuestro frágil presente. Gracias a lxs sabixs de nues-
tro tiempo, esas aguas no se secan y nos permiten
beber de ellas desde nuevas vertientes.
Desde hace miles de años, en distintas partes
del planeta, la humanidad que se asume parte de lo
natural viene estudiando su relación con las fuer-
zas de la naturaleza y preguntándose: ¿cómo fluye
la vida?, ¿cuáles son sus ritmos de transformación?,
¿cuáles son los modos en que la energía vital se ma-
nifiesta? Formas elementales desde las que se cons-
tituyen todas las vidas… Energía y materia en danza
de transformación continua.

Desde la antigua China nos llega una sabidu-


ría poética del universo, que nos resuena y cautiva.

35
El tao nombra lo innombrable del origen del
universo. Esa unidad de cambio permanente, en per-
petuo latido de apertura y cierre. Unidad constituida
por una dinámica de polaridad interdependiente, yin
y yang en danza, yin y yang en intercambio, yin y
yang en armonía: a eso se le llama tai chi, a esa ley
de funcionamiento cósmico que posibilita la vida. El
tai chi nombra ese diálogo original de las fuerzas que
se reproducen fractalmente en todas las capas de la
existencia.
Yang nace de yin, yin nace de yang, son uni-
dad, son dos polos de una misma fuerza; no hay uno
sin el otro, no hay apertura sin cierre, no hay día sin
noche, no hay agua sin fuego.
Cinco tiempos del ciclo de transformación
cósmica: los cinco elementos, cinco modos de mani-
festación de una misma energía.
El comienzo se da en el agua, el agua es el ori-
gen, donde se inicia la vida.

36
Del agua nace la madera,
de la madera, el fuego,
del fuego, la tierra
y de la tierra, el metal.
El metal es la vertiente mineral
desde la que nace nuevamente el agua
y así el ciclo se completa y relanza.
Una espiral ascendente
que tiende naturalmente
a la expansión y al crecimiento.

Energía y materia, unidad dinámica de trans-


formación constante. Para comprender el universo
hay que empezar conociendo el propio cuerpo y el de
nuestra madre tierra.
Los cambios fluyen a través de los ciclos de las
cuatro estaciones, reloj natural de orden permanente.
La mitad yang del ciclo está conformada por
la primavera (madera) y el verano (fuego); la mitad

37
la mitad yin, por el otoño (metal) y el invierno (agua);
la tierra es el quinto elemento, la tranquilidad que
permite la trasmutación y el cambio: hacia el final de
cada estación la tierra vibra sosteniendo la transfor-
mación de los distintos tiempos del ciclo.
Nuestro funcionamiento físico está guiado por
la ley que organiza a nuestra madre tierra. Funcio-
namos de la misma forma y con la misma dinámica
energética. Cada ser humano es un pequeño planeta
Tierra en el que se manifiestan de modo singular las
leyes generales del universo.
El adentro y el afuera como dos caras de un
espejo. El adentro y el afuera divididos por una valla
imaginaria que nos brinda seguridad de ser: por un
lado, el yo; por otro, el resto. Mismo todo a dos voces.
¿Dónde termina el universo y dónde empieza unx?

Saberse piedra de montaña,


saberse agua del río.

38
¿Volver a ser afecto?,
recuperar la piel abierta del embrión,
respirando cada vez más fino
hasta diluir nuestros bordes.
Sentirse sernaturaleza,
unidad respirante y viviente.

Investigar nuestro cuerpo y su infinita sensi-


bilidad es la clave para explorar el funcionamiento
del universo. ¿Cómo tejer intimidad con el universo?
¿Cómo enraizarse en él y habitarlo cada vez con ma-
yor claridad?

39
Ambivalencia del presente: lecturas del contexto

Existe una relación estrecha entre los sentidos


del sentir y los sentidos de las significaciones. Dime
cómo sientes y te diré cómo ves, cómo decodificas y
cómo piensas.
La relación que tejemos con el universo, con
el mundo y con lxs otrxs es un reflejo de la relación
que tejemos con nosotrxs mismxs. ¿Acaso puedo es-
cucharme, decodificar lo que siento y entender lo que
necesito? ¿Podré escuchar, decodificar lo que sienten
lxs otrxs y entender lo que necesitan?
¿Qué sensibilidad cultivan nuestros encuen-
tros?
Sin sentir no hay sentido.
La banalidad del consumo y de la “vida hecha”

41
que caracterizan el mundo en el que vivimos nos po-
nen de cara a un profundo vacío de sentido.
La fragmentación interna y externa, la disper-
sión, la frialdad del eficientismo empresarial y la glo-
rificación del pensamiento racionalista/cientifisista,
nos empujan a un nihilismo gris, al aislamiento em-
pantallado y empastillado. Cuerpos desvitalizados
por la trama del confort. Mentes extraviadas en un
pensar maníaco, disperso y pixelado. Vidas artificia-
les huérfanas de la tierra. Vidas alienadas por el fe-
tichismo mercantil. La superficialidad del consumo
plastifica las almas y envenena los espíritus, desco-
nectándonos de la unidad originaria.
El filósofo feminista Paul Beatriz Preciado
(2015) afirma que estamos en los tiempos de la so-
matopolítica, en los que el dominio y el control po-
lítico operan directamente desde el interior de los
cuerpos, por medio de una política fármaco - por-
nográfica, que implica, por un lado, la generación

42
de una dependencia farmacológica, y por el otro, la
estimulación permanente del deseo sostenida por la
lógica pornográfica de la publicidad.
¿En qué confiar ante tanta banalidad? ¿Dónde
ir a buscar los sentidos profundos de la vida? ¿Se tra-
ta de ir a buscarlos, o de despejar nuestra sensibilidad
para poder percibir las cosas “tal como son”?
Los sentidos profundos están en la superficie
de las cosas, a la vista, expresándose constantemente.
Las verdades se manifiestan todo el tiempo. El pro-
blema es que vivimos ciegos y desensibilizados.
Aislados por la lógica del miedo y la compe-
tencia, encerrados en el packaging que se nos ofrece
como “normalidad”, nuestra percepción está atrofia-
da: nuestro tacto, plastificado; nuestras miradas, ence-
guecidas; nuestra sangre, sin tierra; nuestro gusto, sa-
turado de esencias producidas en laboratorios.
¿Cómo siento lo real? ¿Qué entendimiento
despliego a través de ese sentir?

43
El tiempo es la ilusión básica donde se en-
cuentra presa nuestra conciencia. ¿Cómo se articulan
la duración y la sensibilidad?
La apropiación del tiempo es el primer paso
en el camino hacia la liberación del sentir. En los
modos de habitar el instante, el presente, están las
llaves para abrir las puertas de la percepción.

Pausa y silencio.
En la inmensidad de un cuerpo,
un bosque subcutáneo
respira a través de nuestro hígado y tendones,
las terminaciones de sus raíces
asoman debajo de nuestras uñas.

La “normalidad” es una construcción en la que


confluyen múltiples engranajes de dominio, que pro-
ducen la fijación y el encorsetamiento de una afecti-
vidad de naturaleza abierta, múltiple y heterogénea.

44
La normalidad impone códigos de relación con unx
mismx, con lxs demás y con la naturaleza. Proceso de
normalización: adiestramiento del sentir y del pen-
sar. Los sentidos que le damos a la vida están deter-
minados por los modos de relación que establecemos
con “lo normal”. ¿Cuánto nos medimos con la vara
de “lo normal”?
La libertad comienza por el cuestionamiento
de “lo normal” y de los códigos establecidos en la so-
ciedad en que vivimos: ¿cómo asumimos la relación
con la vida y con la muerte? ¿Cómo nos relacionamos
con lo heredado? ¿Cómo amamos? ¿Cómo nos mo-
vemos? ¿Desde qué modos de contacto? ¿Qué ética
de cuidados creamos?
El despliegue de la sensibilidad del cuerpo es
la puerta hacia el camino de la creación de sentido.
Dice Krishnamurti:
“Mirar sin pensar; sin reconocer; sin juzgar; sin
memoria; sin reaccionar; sin yo… es el único camino para

45
conocer la realidad. (…) Hay que deshacerse de las ideas
y de los supuestos que tenemos de las cosas para poder
conocerlas” (2001).

En el inicio de la vida (y en la vida como ini-


cio): un estado de infancia (Paolo Virno, 2011), un
estado vital de apertura a la creación de sentido. Un
encontrarse con las cosas por primera vez. Ver sin in-
terpretar, sentir sin juzgar, desconocer los condicio-
namientos. Ahí empieza la libertad profunda.

¿Y si por un instante pudiésemos detener


nuestros códigos de percepción adquiridos y jugar
por los terrenos que ellos invisibilizan? ¿Es posible
recuperar el estado de infancia y percibir más allá de
“lo permitido”? ¿Quién sabe lo que un cuerpo puede
sentir?
Existe una relación directa entre el sistema
nervioso central y el aparato locomotor, es decir,

46
nuestros patrones de movimiento arman patrones de
pensamiento, y viceversa. Para renovar y crear nuevas
conexiones neuronales -a partir de las cuales podrían
gestarse nuevos modos de pensar-, se recomienda in-
ventar nuevos modos de moverse.
Danzar, buscar el movimiento auténtico, es
en cierto modo transgredir los patrones establecidos
como normalidad. Ir en busca de esos movimientos
que no haríamos habitualmente, romper por mo-
mentos la rítmica de lo normal, salirse a voluntad del
comportamiento estandarizado: ejercer a conciencia
una transgresión dinámica.

¿Cuántas texturas de movimiento conocen


nuestros huesos? ¿Cuánto respira nuestra piel? ¿Qué
ritmos, qué tonos, qué pulsos habitan ocultos en los
territorios del cuerpo?
Danzar permite crear nuevos estados del ser,
nuevos modos de estar en el mundo. Danzar como

47
un modo de creación, como un modo de responsabi-
lizarnos de lo que le proponemos al mundo. Es nece-
sario inventarse una sensibilidad que esté a la altura
de las circunstancias en las que vivimos.

¿Cómo desarrollar una sensibilidad fina y sutil


-como la piel de unx recién nacidx- en medio del
“campo de batalla”? ¿Cómo desarmar las murallas
que produce el miedo, sin negar las intensidades vio-
lentas y dañinas con las que convivimos? Henos aquí
ante un dilema actual.
No es posible defenderse y crecer al mismo
tiempo: se hace una cosa o se hace la otra. Para que
haya crecimiento interno, expansión de los niveles de
conciencia, se necesitan tranquilidad y paz. Es difícil
relajarse en un combate.
La construcción mediática del miedo es una
de las estrategias más eficaces para hacer que nues-
tros cuerpos se abroquelen, se insensibilicen, se des-

48
conecten de sus afectos y se encierren en la fantasía
de la realización personal.
Desanudar el miedo es un paso central para
crear nuevos modos de encuentro.

Agua y viento.
El viento dispersa la energía
y el agua la contiene.
Hay que cuidar el agua
y cuidarse del viento.

La ritualidad es una estrategia de creación:


vincular, energética y afectiva. Modos de vincularse
con otros códigos de cuidado y con otras dimensio-
nes de lo que es. Donde se hacen coincidir en una
misma experiencia la creación de sentido y de nuevos
modos de sentir.
Lo ritual abre un tiempo distinto que altera las
formas establecidas del encuentro, del sentir.

49
Lo ritual: modo de actualización del diálogo
con las fuerzas ancestrales; reapropiación de los mo-
dos de conexión con las fuerzas de la vida y la natu-
raleza.
¿Y si en parte se tratara de crear la propia mís-
tica y de recuperar la magia2?

50
El agua: mensajero del universo
y memoria de la vida

En la provincia de Mendoza, en las afueras de la ciu-


dad de Malargüe, se encuentra el Observatorio As-
tronómico Pierre Auger, uno de los más importantes
del mundo. Allí se detectan rayos cósmicos extraga-
lácticos (exteriores a nuestra galaxia). Para lograrlo,
además de antenas de sofisticadísima tecnología, uti-
lizan un dispositivo conformado por tanques de agua
purificada distribuidos por la superficie terrestre. Las
dinámicas e intercambios de la energía y la materia
cósmica emiten información vibrátil que viaja por el
universo en forma de partículas de energía. Cuan-
do dichas partículas atraviesan nuestra atmósfera,

52
se diseminan en forma de cascadas de información
cósmica sutil que caen hacia la superficie terrestre. El
agua purificada de los tanques es el receptor sensi-
ble más agudo conocido para recibir esa información
cósmica.
En el documental El botón de Nacar3, Patricio
Guzmán cuenta:
“Cuando el agua se mueve, el cosmos interviene. El
agua recibe la fuerza de los planetas y la trasmite al suelo y
a todas las criaturas. El agua es un órgano mediador entre
las estrellas y nosotros”.

En el vasto océano del universo, millones de


galaxias fluyen en armoniosa danza. Esa gran danza
tiene leyes y dinámicas de circulación que se repro-
ducen en el agua. El agua contiene en sus leyes físicas
de circulación la misma lógica que la matriz de cir-
culación cósmica, es un espejo del universo, la gran
maestra terrestre del funcionamiento intergaláctico.

53
Al igual que nuestra madre tierra, estamos he-
chos en un 70% de agua.
Celularmente podemos sentir y entrar en la
danza oceánica del universo. Entrar al agua, encontrar
la propia danza y aprender a funcionar en consonancia
con sus leyes, es un modo de aprehender prelingüísti-
camente el funcionamiento del universo.
Basta entregarse al agua, devenir agua, para que el uni-
verso dance en nosotros y así ser la gota lanzada al mar.

Aguas en danza I
En el círculo de palabra de cierre del Laboratorio
de Danza Acuática Chiagua, una compañera compartió
con el grupo una experiencia que tuvo mientras danzaba:
se sintió un espermatozoide. El comentario causó muchas
risas y una serie de chistes. Sin embargo, fue sincero, y me
conmovió.
La cuestión me quedó dando vueltas en la cabeza.
Es dable pensar que en nuestras aguas guardamos

54
la información de todos los tiempos que hemos atra-
vesado como vida: ¿y si a través de la danza acuática
fuera posible acceder a la información que habita en la
memoria celular y de ese modo reconectar con ciertas
experiencias pasadas?

Sabemos que la vida en nuestro planeta se ini-


cia en el agua, pero ¿cómo llegó el agua al planeta?
A partir de diversos descubrimientos as-
tronómicos, se supone que el agua llegó a la Tierra
por un proceso de “fecundación cósmica”. En 1950,
el astrónomo estadounidense Fred Lawrence Whip-
ple reveló que el corazón de los cometas que tran-
sitan por el universo está conformado por agua. La
hipótesis que se abre a partir de este descubrimiento
es que hace miles de millones de años una lluvia de
cometas embistió, como si fueran espermatozoides
intergalácticos, la estructura de un asteroide de pie-
dra (ovular) engendrando así nuestro planeta.

55
¿Estará en la memoria del agua la información
de lo que ese encuentro astronómico fecundó?

La llegada del agua a la Tierra


generó un tai chi
de armonía e intercambio
entre el yin y el yang,
entre el agua y el fuego del sol.

El agua es la madre
de los cinco elementos.
El agua es el tímpano
desde el que el planeta
se comunica con el universo.

Al ser nuestro ser de agua,


estamos aptos para recibir,
como antenitas humanas,
la información de lo que vibra
en el gran cosmos.

56
¿Cuál es la mente que puede fluir en unidad
con el todo? ¿Y cuál, el corazón?

En el documental Agua, el gran misterio4, ase-


guran que el agua tiene memoria, y muestran de qué
manera recibe y hace una impresión de cualquier in-
fluencia externa, recordando todo lo que sucede en el
espacio que la rodea.
La estructura del agua es mucho más
importante que su composición química; porque
es la que define cómo se organizan las moléculas.
Esta organización se produce por medio de los
clusters, racimos de moléculas de agua que se or-
ganizan de modo singular. Trabajan como la me-
moria celular del agua, en la que se guarda, como
en una cinta magnética, la información de toda la
historia de su relación con el mundo. La estructu-
ra de los clusters -del mismo modo que un siste-
ma nervioso- reacciona ante cualquier estímulo.

57
Son unidades de memoria celular, dentro de cada uno
de los cuales hay 440.000 paneles de información.
El modo de entrelazamiento dinámico que
tiene la estructura interna de los clusters genera cier-
ta estabilidad estructural, ya que las moléculas que
los componen pueden ir cambiando sin desarmarse,
y de ese modo lograr que la información que cada
cluster contiene sea más duradera.
La estructura molecular es el alfabeto del agua.
La dinámica molecular del agua crea la estruc-
tura del ADN, así como también la estructura de las
proteínas.

En la gestación del cachorro humano, las


aguas son para el embrión como una gran compu-
tadora universal que le revela su programa biológico.

El agua tiene una fuerte memoria fotográfica y


también puede ser impresa por energías sutiles.

58
El agua cumple un papel fundamental en la
comunicación telepática. Los líquidos del cuerpo
también llevan a cabo una función de transmisión
de información.
La memoria del agua es un fenómeno de la
memoria estructural de la vida.
La contaminación desestructura la memo-
ria del agua. Y si bien esta posee una capacidad de
autolimpieza muy alta -su purificación ocurre en
la fase de transición: cuando se evapora o congela;
allí sacude y suelta la suciedad que carga-, con el
tiempo, la contaminación podría hacerle perder su
estructura.

Entrar al agua, danzar en y con el agua, es un


modo de ponerse en diálogo con esa memoria de la
vida. No es gracias a la razón que se “habla” con lo
profundo de la vida, sino gracias a la energía y a la
sensibilidad sutil que se enciende desde el corazón.

59
Desde el aparato sensorio percibimos el inter-
cambio energético sensible (cuántico) que produce el
encuentro de la piel con las fuerzas líquidas.
La relajación en el agua guarda una clave para
conectar con la capacidad sensible de cada célula.
Nuestra gestación dentro del vientre materno trans-
currió en las suaves texturas del agua. Cuando entra-
mos a danzar al agua y nos entregamos a ella, se pro-
duce una recuperación celular del tono de respiración
intrauterino. Las células se distienden y la energía
activa su circulación. Recuperamos así la posibilidad
de acceder a la memoria de las distintas formas que
tomó la vida en su evolución.
En ese estado de relajación físico y mental, se
desdibujan los bordes de la identidad construida y se
disuelven las tensiones que el cuerpo ha acumulado
en su recorrido. Gracias a ese soltar radical, se crean
nuevos modos de conexión con el inconsciente co-
lectivo, océano de la gran inteligencia viva.

60
Así se abre la posibilidad de sanar tensiones y
de acelerar los procesos en los que estamos, en el en-
cuentro con la información vital que el agua contiene.

Aguas en danza II
En las aguas de la Bahía chica de San Agusti-
nillo, en el Pacífico del gran México, una mañana en la
que el mar estaba muy calmo, el maestro de aguahara
Alexander Siebenstern se encontró con una mujer para
darle una sesión.
La mujer había sido buceadora, pero decidió
abandonar el buceo el día que, al llegar a ochenta me-
tros bajo el agua con su equipo de entrenamiento, sintió
un grado de dilución con el mar tan profundo, que se
sacó de la boca el respirador de los tubos de oxígeno.
Ella misma decía que había sido un acto sin pensa-
miento, un simple impulso.
La sesión comenzó tranquila, pero a medida
que la mujer fue entrando en la relajación, soltándose

61
cada vez más al agua, el mar empezó a embravecerse.
Lo tranquilo del inicio fue cobrando intensidad. Cada
vez aparecían más olas, y a Alex se le hacía muy difícil
sostener la flotación del cuerpo, hasta que sintió que,
si no la sacaba en ese mismo momento, no iba a poder
hacerla salir. Cuando estaba por sacarla del agua, ella
reaccionó y tomó la iniciativa de salir por sí misma.
Pero ni bien tocó la orilla, exhausta y gateando, se for-
maron unas olas grandes que la envolvieron y llevaron
otra vez mar adentro. Esto se repitió cuatro veces, has-
ta que por fin logró tomar distancia suficiente del mar
como para dejarse caer en la arena de la playa, desfa-
lleciente de cansancio. A medida que fue relajándose la
respiración de su cuerpo, la furia del mar también fue
atenuándose.

La leyenda cuenta que las Selkies son mujeres


con espíritus marinos de foca, que pueden salir a tierra
firme guardando la conexión con su ser subacuático a
través de sus trajes.

62
Son espíritus del mar que, con sus cantos, hacen po-
sible la magia que entrelaza los mundos (humano,
natural, invisible, cósmico). Cuando el canto de las
Selkies se seca, los espíritus musicales de la magia
que rondan por el mundo se endurecen y convierten
en piedra.

63
La danza original

Desde los inicios de la humanidad, danzamos.


Todas las culturas en todos los territorios y todos los
tiempos experimentaron y crearon sus propias dan-
zas. La danza brinda formas de conexión profunda
con la naturaleza, con las fuerzas inmateriales del
universo y con las fuerzas internas del propio ser.
Un cuerpo que danza es un cuerpo que se
apropia de su capacidad creativa, expresiva y sensi-
ble. Un cuerpo que danza es un cuerpo que pausa sus
hábitos de movimiento y abre el juego de crear otros
modos de habitarse a sí mismo. La danza es un modo
material de activar ese empoderamiento del ser. Es
un canal de conexión profunda con nuestra sensibili-

65
dad, con nuestro cuerpo y con las múltiples texturas
y ritmos del movimiento, así como también un canal
para experimentar nuevos estados de conciencia, no
regidos por el juicio y la razón.
Danzamos como un modo de encuentro con
nosotrxs mismxs, con el “ser esencial” (unidad men-
te/cuerpo/espíritu) que late en nuestro interior. La
danza se ofrece como camino hacia el “movimiento
auténtico”, que permite conectar y descubrir ese ser
esencial que nos habita.

Aguas en danza III


Los dos cuerpos danzan como planetas, orbi-
tando desde el mismo centro. Constelaciones de molé-
culas de agua que sintonizan en una misma música.
Con cualquier parte del cuerpo que contacto, por míni-
ma que sea, puedo sentir la totalidad del cuerpo del/a
otrx. Contacto sutil y preciso, contacto de acomodación
permanente. La tonalidad del contacto tiene muchas

66
variaciones. Del sujetar el cuerpo del/a compañerx,
al hilito de agua que te enlaza al final del remolino
que deja el último dedo de su pie .
Abrazos de nudo entre ambos cuerpos gene-
ran una bola de luz que sólo es vista desde adentro.
Los cuerpos devienen amorfos bajo el resonar de un
latido común. La paz y la suavidad de la entrega
sintonizan las respiraciones en una unidad de amor
y confianza.
La energía sexual se transforma en una cua-
lidad del amor más amplia y sutil. Un amor con la
vida, con unx mismx, con lxs otrxs y con el mundo,
que se produce por el entrelazamiento dinámico de las
danzas submarinas.
Cuerpos acuatizados por la apertura sensi-
ble y emocional que permite el portal líquido. Cuer-
pos entregados a la danza desde su sensibilidad más
atenta. Cuerpos que buscan en el agua las claves para
fluir con la unidad de la vida.

67
La danza acuática es una puerta para “entrar”
al agua. Para entrar a su vibración, su lógica, a su di-
námica y respiración. ¿Qué posibilita ese simple y
mágico hecho de entrar al agua?. Entrar a unx mismx.
Estamos hechos de agua, y al entrar al agua
podemos experimentar un modo de habitarnos muy
particular: en profunda relajación, entrar a unx mis-
mx soltando y entregándose.
Entrar al agua también implica la posibilidad
de limpiar, ampliar, suavizar y transformar la propia
esencia, la propia energía. En nuestros líquidos, en
nuestras aguas habitan todas nuestras emociones,
patrones de movimiento y funcionamiento cogniti-
vo. Al entregarnos al agua, dentro de su suavidad, la
circulación de los líquidos del cuerpo se activa. La
piel y los huesos se abren y el corazón se expande,
porque el fluir de los líquidos internos produce un
acercamiento íntimo con las múltiples posibilidades
del sentir que habitan en nuestro corazón.

68
El agua es un portal que tiene el poder de
abrir y expandir nuestra sensibilidad, de reconectar-
nos con las infinitas gamas del sentir que hay en
nosotrxs. El refinamiento de la sensibilidad es dis-
parador de transformación vital y amplificador de
conciencia. El agua nos lleva.
La alegría que vibra en los cuerpos que dan-
zan es efecto de ser testigos carnales de la magia que
habita en la vida.

La danza acuática es la experiencia más cerca-


na a volar -en nuestra desnudez original- que hasta
el momento conocemos. La unión entre la fuerza de
las piernas y los brazos es lo que permite el desplie-
gue y la apertura de las alas del vuelo subacuático.

Seres de agua surcando las ventosas vetas del


agua. Vuelo remolínico que interconecta la suavidad
más sutil con el camino hacia la propia esencia.

69
Probablemente desde los orígenes de la hu-
manidad, hemos soñado con volar como los pájaros.
Danzando en el agua, hemos conseguido volar como
los peces.

¿Qué tonalidades musculares puede experimen-


tar un cuerpo sin el peso de la gravedad?
La gravedad, la fuerza de imán que la Tierra
ejerce sobre los cuerpos, talla la base de nuestra expe-
riencia material de sostenernos. El peso del cuerpo, la
tarea de sostén continuo de nuestra masa corporal, va
esculpiendo tramas de tensiones en nuestro territorio
físico. La danza acuática permite diluir las tensiones en
las que se guarda la memoria emocional del alma.
En ese soltar de los tejidos del cuerpo que la dan-
za produce, las emociones salen a flote y se limpian en el
fluir del agua. Allí, los nudos se desanudan y sueltan las
deudas. Así, la memoria del pasado se aligera y la liber-
tad de elegir nuevamente quiénes somos se actualiza.

70
Al mismo tiempo, cuanto más se relajan los
tejidos del cuerpo, más se distiende la ansiedad
respiratoria.
Respirar implica una ansiedad originaria, la
de convivir con el miedo tangible de que podemos
dejar de hacerlo de un momento a otro. Convivimos
con la conciencia de que nuestra vida habita en nues-
tra respiración. Dejar de respirar es despedirse de la
vida. Todas las prácticas que implican la relajación y
ampliación del ciclo respiratorio trabajan de algún
modo con esa ansiedad respiratoria originaria. Soltar
la respiración, confiar que en algún momento llegará
la próxima inhalación, no apurar ni una célula para
que ello acontezca, implica un trabajo mental pro-
fundo, desde el subsuelo de la confianza al devenir
del flujo que nos lleva.

En el enredo dancístico entre dos o más cuerpos, el


espacio interno que se genera determina la amplitud

71
de variación del movimiento que cada cuerpo podrá
alcanzar. Ese espacio interno está hecho de la respi-
ración, es decir que se abre, se expande y se conquista
por medio de la respiración.
¿Cuánta amplitud conquista una respiración
que se respira a sí misma?
Cuando dos cuerpos comparten el campo
energético, la respiración de ambos se unifica, gene-
rando un latido propio, un nuevo espacio rítmico -
respiratorio dinámico. Al unificarse los campos, cre-
ce el espacio interno de los cuerpos y sus habilidades
de encastre dinámico se amplían exponencialmente.

La unión entre mente y cuerpo es lo que nos


da la densidad de nuestras existencias. Cuanto más
en unidad estemos, más caudal de energía seremos
capaces de manejar. La densidad de unión de un
cuerpo está ligada a la sutileza del manejo y de la
percepción del chi 5que posee ese cuerpo.

72
¿Cuánto puede sentir un cuerpo? ¿Cómo
vaciarse y al mismo tiempo dirigir esa densidad
existencial?

Aguas en danza IV
Elena tiene 37 años y está embarazada de siete
meses. Es su segundo embarazo. Llegó para tomar una se-
sión de aguahara conmigo. Sentía cierta pesadez y un dolor
suave en las lumbares.
Ya hacía seis años de mis primeras sesiones de
aguahara, y recién era la primera vez que tenía la oportu-
nidad de compartir una sesión con una mujer embaraza-
da. Fui al agua con toda la atención que tenía disponible,
mientras escuchaba la voz del maestro recomendando “cui-
dado y suavidad en los movimientos, y mucha delicadeza
en el viaje al que se la acompaña”. Fui dispuesto a lo sutil, a
lo pequeño, a la menor cantidad de movimientos necesaria.
Era la primera sesión de aguahara que Elena recibía y
venía sin mucha idea de lo que se trataba.

73
Conversamos sobre las cuestiones generales
para iniciar la sesión, e hicimos una pequeña en-
trada meditativa para el momento del primer des-
pegue, momento en que su cuerpo se recuesta en el
agua. Todo en el inicio fue de suma tranquilidad y
suavidad. Mi sorpresa se produjo cuando, a poco de
iniciar la sesión, su cuerpo comenzó a crear movi-
mientos por cuenta propia. En vez de entregarse a
la flotación y a los sutiles movimientos a los que yo
la impulsaba en el agua, se lanzó a danzar en ella.
Su cuerpo fue cambiando de tono muscular, y al poco
rato de moverse, las volteretas y los remolinos a alta
velocidad surcaban el agua. Tuve cuidado entonces
de acompañar su danza con la mayor escucha, gracia
y contención posibles.
Al volver del “viaje”, después de unos minu-
tos, me contó que la danza se había producido porque
conectó de algún modo con los movimientos que hacía
su hijita dentro de ella.

74
Madre e hija, unidas en un cuerpo, entraron al
espacio acogedor del agua cálida para encontrarse en el
juego de la danza.

En su libro El origen de la danza, Pascal Quignard


(2017) plantea que todas las danzas tienen su génesis en
la “danza prenatal”. Antes de nacer, exploramos jugando
en las aguas del vientre materno todas las posibilidades
del movimiento. Esa danza original se produce en un
estado de unión con el interior del cuerpo de la madre
-con los fluidos, la temperatura, la textura de su vientre-
del que aún la experiencia psíquica y sensible del/a bebé
no se ha diferenciado. En el origen, sentir, moverse y
respirar son una experiencia inseparable del cuerpo de
la madre.
La hipótesis de Quignard es que las danzas que
los humanos creamos después de nacer son modos múl-
tiples de reconectar con la potencia vital de aquella danza
originaria que experimentamos en la vida intrauterina.

75
En la danza acuática, al recuperar el agua
como territorio de exploración de la creación del mo-
vimiento, y al compartir esa exploración en contacto
íntimo con otros cuerpos, se recrean materialmente
aspectos muy similares al de aquellas primeras danzas
prenatales. El juego de danzar en el agua nos permi-
te volver a experimentar -ya sin metáforas- la danza
originaria, diluir el tiempo y el espacio y restablecer
aquella potencia vital con la que llegamos al mundo.
Estado de vulnerabilidad radical que se entrelaza con
una potencia vital inmensurable: ambivalencia con la
que llega a la vida el embrión danzante.

De allí intuimos que proviene la sensación de


“renacimiento” que se siente al volver a tierra luego
de haber danzado en el agua. Ese renacimiento es
un estado de vacío de representaciones y definiciones
identitarias de apertura emocional y fuerte activación
de sensibilidad microfísica. Un estado en el que hay

76
ausencia de distancia con la vida, en el que se diluye
la separación entre el/la observador/a y lo observado.

Cuerpo materno,
materia ensoñada,
origen de nuestra psiquis,
de nuestra sensibilidad
de nuestro pensamiento.

En su libro Materialismo ensoñado, León


Rozitchner escribe:
“Si tomamos en serio el carácter prematuro del na-
cimiento del hombre a la cultura, quiero decir del niño que
nace del vientre de la madre y forma con ella al comien-
zo el primer Uno, que solo el tiempo irá desdoblando y
separando y reconocemos por lo tanto en nuestro origen
la existencia de una etapa arcaica en la infancia donde la
carne, materia ensoñada desde el origen de la materiali-
dad humana, organiza las primeras experiencias en unidad

77
simbiótica con el cuerpo que le dio la vida, absoluto sin
fisuras donde el sueño y la vigilia no estaban separados
todavía. Y si pensamos que aquello que ahora llamamos
‘mundo exterior’ al principio se despliega desde adentro
hacia afuera, donde una parte de lo ensoñado, puramente
subjetivo al principio, queda cuasi encapsulada luego, sin
salida, y con la intensidad indeleble que tienen para siem-
pre las primeras marcas. Y al mismo tiempo sabemos que
este capullo de imágenes y sensaciones que va floreciendo
y se abre en el cuerpo del niño, cuyas raíces se despliega sin
distingo en la tierra de la madre en la que siguen buscando
todavía su savia más profunda, esa madre queda contenida
como fuente de vida en una memoria, que por ser origina-
ria no tiene espejo para reflejarse porque las palabras como
meros signos aún no existían.
Y que cuando al fin se hagan dos y se separen y los
cuerpos antes yuxtapuestos se desunan y el sueño y la vigi-
lia se distancien y el niño se haga hombre, el Uno sensible
se mantendrá como secreto de unidad imborrable con la

78
madre, aunque la “realidad” de los que solo sueñan cuando
duermen conspire para olvidarla.
Su estela ensoñada será el origen de todo el incons-
ciente de todo pensamiento” (2011).

Con la danza acuática entramos en relación


con lo primigenio, lo precultural, lo atávico. Entra-
mos en relación con vivencias de las que no tenemos
memoria consciente. Recuperamos nuestro ser anfi-
bio, y también ese tiempo en que fuimos vidas acuá-
ticas unicelulares que se reproducían por división.

79
Cardumen en danza

El Cielo y la Tierra deben su eterna duración


a que no hacen de sí mismos la razón de su existencia.
Lao Tse

El único virtuoso es aquel que tiene


plena conciencia de su condicionamiento
y que a través de ella logra liberarse.
Krishnamurti

Danza acuática:
máquina de guerra,
devuelve a los cuerpos la apertura original
con la que llegamos al mundo.
Desatanudos en la materia,
activa y desbloquea canales energéticos.

94
Brinda una posibilidad material
de creación infinita de movimientos.

¿Cuántas formas de moverse pueden inventar


nuestros cuerpos?

Cuando un cuerpo aprende a desarmarse, a


multiplicar sus centros, gana en libertad de creación
quinético-respiratoria. Esa libertad de creación de-
penderá entonces de la flexibilidad, la variación de
movimientos y los tonos de contacto que el cuerpo
sea capaz de alcanzar. De allí su fluidez para jugar al
enredo dancístico con lxs otrxs. Suavidad, blandura,
escucha, “no intención”.
Los engranajes sensibles que guían el devenir
de la danza se encuentran en la piel, en los puntos
de contacto entre los cuerpos. Dejarse guiar por la
sensibilidad de los poros, respirar con lxs otrxs en el
latido de la danza.

95
La apertura, desenvoltura y flexibilidad de la
columna al danzar hacen al desarme del cuerpo. La
columna es el receptor medular del cuerpo y contiene
un espacio de variabilidad inagotable.
Para el taoísmo, el cuerpo aloja en su colum-
na la energía del dragón, energía que simboliza la
esencia más pura de nuestro ser. Allí se encuentran
los principales centros energéticos del cuerpo, desde
donde se sintoniza con la energía de lxs otrxs cuando
se danza. Dejar que el movimiento de lxs otrxs en-
tre hasta nuestra columna posibilita un alto grado de
composición entre los cuerpos.
Encendido medular del dragón del cuerpo, ac-
tivación explosiva del campo energético, despertar de
la sensibilidad guardada en el cerebro reptiliano. El
dragón representa la esencia de nuestra energía más
propia. Cuando esa energía se enciende, se produce
una afirmación vital profunda de la propia singula-
ridad, de la propia potencia. El compromiso con la

96
vida se redobla con cada confirmación y descubri-
miento de la magia que en ella habita.
Asumirse dragón, ser capaz de bucear las os-
curidades profundas, atravesarlas, asimilarlas y tras-
cenderlas. Asumirse dragón, ascender y volar hacia la
claridad de la luz, hacia la complejidad de la sabidu-
ría. Silenciarse internamente para ver las cosas como
son: sin escapes ni huidas ni ilusiones proyectivas.

El agua tiene un gran poder vinculante, per-


mite armar hermandad amorosa fácilmente.

Cuando entre muchxs se crea una danza, logra


componerse un cuerpo energético colectivo, un car-
dumen, una unidad de fuerzas e información vibrátil
que es mucho más que la suma de sus partes. Los
cuerpopeces devenidos cardumen crean canales de
energía más intensos de lo que son capaces de mane-
jar como cuerpos individuales.

97
Aguas en danza V
Hace apenas un tiempo, en la piscina, expe-
rimenté de manera muy directa una conversación
con el agua. Cada vez que me desconectaba de ese
diálogo, yo era literalmente expulsado de la dan-
za. Mi cuerpo tenía que mantenerse en el equili-
brio justo entre entrega y acción, evitando salir de
la tensión. Si me dejaba llevar demasiado, ningún
cuerpo me agarraba; si imponía mi voluntad, estaba
en constante choque con lxs otrxs.
Este ejercicio, que supone practicar la medida
justa entre entrega y acción, y al mismo tiempo estar
atento a un cuerpo colectivo que opera con reglas
bien distintas a las de la vida cotidiana, me hizo
pensar en cómo estos mecanismos colectivos se acti-
van sin la necesidad de que todos los cuerpos estén
vibrando de igual manera, a la misma velocidad o
con el mismo nivel de intensidad, inteligencia, to-
nicidad o potencia. Cada unx a su modo, desde su

98
lugar, trabaja en el “todo”, generando este cuerpo co-
lectivo superlativo.
Fue verdaderamente revelador para mí darme
cuenta de que no es necesario atravesar un discurso,
una lógica o una forma de hacer de manera individual
antes del encuentro con lxs otrxs, para que las faculta-
des de la inteligencia de lo común se desplieguen.

La danza permite experimentar distintos to-


nos de contacto al mismo tiempo. Cada cuerpo trae
su tiempo, fuerza, tono y energía. Si con mi brazo
contacto una pierna, y con mi pie, una espalda, me
convierto en el canal de conexión vibrátil que pone a
esos cuerpos en diálogo.
Al soltarse al devenir del cardumen, los cuer-
pos van sincronizando los tonos de contacto y crean-
do uno común, en el se equilibran las diferencias. En
el encuentro de esa tonicidad común con otrxs, hay
una gran usina de fuerza vital.

99
La máquina cardumenendanza
crea corrientes fluidas de cuerpos
en enredo dinámico,
que se entrelazan
como cadenas de ADN.

Esas cadenas humanas


son corrientes vivas
de información sensible
que fluyen a través de los cuerpos.
Cuando cada cuerpo individual
se integra en su fluir
a los suaves ensambles movientes,
un río humano se enciende.

¿Qué potencias de reconfiguración vital con-


tienen las cadenas humanas que fluyen por esos ríos?
¿Y si el cardumen que crea la danza fuese la
llave para crear nuevos modos de lo vivo, nuevos
cuerpos humanos?

100
Es necesario desmontar ciertos automatismos.
El silenciamiento del propio juicio es el pri-
mer paso para la creación de nuevos modos de decir,
de movernos y sentir.
Cuando el pensamiento es repetición, es pasa-
do. Es lo que ya somos, lo ya sabido. ¿En qué orillas
termina ese pensamiento? ¿De qué están hechas las
playas en las que sus apalabradas olas rompen?
¿Y si otros estados de conciencia nos esperan
más allá de sus orillas? ¿Estados de percepción sutil?
¿Estados vibrátiles? ¿Sensorialidad disponible para
percibir lo invisible?
La mirada y el pensamiento -especulativo-
son socios en el sostén de nuestros clichés de fun-
cionamiento.
Unos ojos se cierran mientras millones de po-
ros se abren para desplegar una escucha más sutil.
Enceguecernos por un rato para ampliar las superfi-
cies de lo perceptible.

101
Crear confianza, cuidado, intimidad y respeto
con y en el afuera, nos da el sostén y la contención
necesarios para experimentar distintos modos de ha-
bitar nuestro interior. Entregarse al río, abrirse a un
estado de vulnerabilidad, soltar el pensamiento re-
petido hacia nuevos estados de conciencia, explorar
los territorios donde se diluyen los bordes entre lo
mental y lo sensible.
La intención, el deseo, el “yo quiero”, son la
materia prima del barullo que impide escuchar el
silencio. Sólo silenciándonos podemos percibir las
cosas “tal como son”.
¿Cómo conseguir la calma del silencio para la
creación de una danza que parta de la escucha? ¿Cuál
es el estado de la mente que habita el silencio?
Para Krishnamurti (1985), existe una diferen-
cia muy significativa entre una mente concentrada y
una mente atenta. La atención y la concentración or-
ganizan la sensibilidad del cuerpo de modo diferente.

102
Cuando la mente se concentra, pone toda su
intensión perceptiva en su objeto de concentración.
Esto hace que la sensibilidad se disponga a seleccio-
nar únicamente aquellos planos de información de la
escena que se relacionen con su objeto y con los senti-
dos que éste implique. En consecuencia, se distrae de
otros. Así es que, según Krishnamurti, la mente con-
centrada supone siempre distracción, supone siempre
un centro desde el que se mira. Un yo, un ego que
significa lo que se va viendo. Y que se separa de lo
que ve.
Por el contrario, en la atención, la mente se de-
clara equidistante de todos los elementos de la situa-
ción en la que está sumergida, y se arroja a un sentir
abierto, en el que no hay nada que privilegiar, donde
todos los planos de información son igualmente va-
lorados. Y la sensibilidad queda así abierta hacia to-
das las direcciones posibles. Se trata de un estado de
procesamiento de información inmanente y múltiple.

103
Camino para experimentar un estado de ob-
servación sin centro, sin adjudicación reactiva de sen-
tido.
¿Cómo desarrollar una mente atenta? ¿Es po-
sible ejercitar la atención? ¿Cómo estar presentes al
mismo tiempo en los diferentes planos de una expe-
riencia?

El espacio interno abarca las dimensiones del


vacío que la mente genera. Es el campo energético
interno que habitamos. Nuestro registro del espacio
produce el modo en el que vivimos cada momento
presente. La mente percibe el espacio interno, y al
mismo tiempo es el espacio interno. Y para su expan-
sión, debe aprender a vaciarse.

Una mente para expandirse


debe soltarse a sí misma.
Una mente para expandirse
deviene sentir.

104
Mente que se percibe y siente
devenida en mente
que sensosiente 6.

Para poder fluir en la danza, hay que poder


vaciarse, soltar el ego, soltar la intención de que el
movimiento vaya en una dirección, dejar de medir
con qué partes de mi cuerpo y con qué partes de los
otros cuerpos estoy contactando, evitar retener las si-
tuaciones de placer. Para poder fluir en los ríos que
crean las cadenas de cuerpos, hay que poder vaciarse,
entregarse con confianza y arrojo a que nos lleven las
fuerzas en juego. Soltar el deseo, el control, el cálculo,
y devenir unidad con las fuerzas en danza. Ese soltar
es de cierto modo vaciarse, entregarse al “no hacer”,
para que el río nos lleve y la danza suceda.
Cuando no logramos silenciar la mente, apagar
esa pequeña vocecita que se pregunta por su seguri-
dad y conservación, estamos fuera del río, haciendo
un cálculo de lo que pasa allí.

105
Ese cálculo traba nuestra capacidad física,
afectiva y espiritual de fluir. Traba el propio ensamble
en el cardumen.
Vaciarse es, en cierto sentido, relajar la inercia
de pensarse, de observarse, de sentirse recortadx de
las fuerzas que nos rodean y atraviesan. Al fundirnos
con esas fuerzas, achicamos la distancia con la vida.

Mente y respiración están estrechamente re-


lacionadas. La unidad mentecuerpoespíritu tiene en
la respiración uno de sus epicentros. Vaciarse y en-
tregarse implica soltar la preocupación por cuándo
va a llegar la próxima inhalación. Soltando esa pre-
ocupación, nuestra mente tiene más posibilidades de
expandirse y diluirse en el gran río.

La mente líquida vibra y vive


sin separarse de la vida.
Pensarse como parte de la unidad ya es separarse,

106
a la unidad sólo se la conoce habitándola,
desde la experiencia,
sin distancia.
Dejar de respirar como individuo
para pasar a ser respirado
por las fuerzas de las aguas en danza.

Vaciarse
es asumirse partícula del todo,
átomo contenedor y contenido
de los infinitos universos existentes.
Respirador respirado por la vida.

Para dejarse llevar por lxs otrxs en la danza


acuática, es necesario entregarse a la estela de vacío
que van dejando con sus movimientos. Esa estela de
vacío tiene una dinámica espiralada que hace que, al
ser llevado por ese vacío, el propio cuerpo termine
espiralándose en múltiples direcciones.

107
En los espirales reside un poder de acomo-
dación inagotable y las claves de la circulación de la
energía cósmica.

Aguas en danza VI
Después de participar de un encuentro de
Chiagua, un compañero asegura que cuando el cardu-
men danza, él se siente pensado por los pensamientos de
lxs otrxs. Como si se formara un quantum de energía
psíquica común, que queda a disposición de todxs lxs
que conforman el grupo, y en el que cada unx se siente
alojadx o cobijadx. Un devenir cardumen que produce
un cuerpo psíquico y físico colectivo desde el cual sen-
tirse y pensarse.

¿Es posible pensar el agua como habilitado-


ra de un “campo psíquico energético común”? Un
campo que brinda un espacio de tramitación psí-
quico, energético y emocional complejo y potente,

108
conformado por la suma de los recursos, las experien-
cias y las habilidades que cada unx posee, más un plus
de sensibilidad y capacidad de pensamiento dado por
el cardumen.
¿Cómo es sentirse y pensarse desde la sensibili-
dad que crea con su danza el cardumen, desde dentro
de ese gran cuerpo colectivo?
Intuimos que la danza acuática es una máquina
que potencia la elaboración existencial de los cuerpos
que la transitan.
Cuando se es parte del cardumen, la superficie
epidérmica de cada uno de los participantes se expan-
de en proporción a la cantidad de piel del conjunto de
los cuerpos que componen ese cardumen. A más cuer-
pos en danza, mayor superficie epidérmica sensible.
Si el agua fuese la psiquis de la vida, danzar en
ella creando cardúmenes, entrar en su información
danzando, sería un nuevo modo de activación de la
inteligencia vital colectiva.

109
Un cuerpo nuevo: erotismo y cuidados
Cuida de tu remolino y cuidarás el de todxs

El taoísmo nos enseña que el cuerpo (micro-


cosmos) funciona desde las mismas leyes y dinámicas
que el gran cosmos. Por eso, si quisiéramos ahondar
en la exploración del misterio del universo, debería-
mos refinar nuestros modos de habitarnos. Pero no es
yendo más lejos hacia fuera que se expande nuestro
entendimiento del misterio, sino yendo con mayor
sutileza hacia adentro.
Las transformaciones acontecen en el plano
de lo conocido y en el de lo desconocido al mismo
tiempo. El misterio del universo no es estático: se
transforma.

111
Si pudiéramos desprendernos de la idea de
que el cuerpo es el límite, podríamos tal vez sondar
mejor el misterio. Encarnando de modos diferentes,
ampliamos y resignificamos la forma en que habita-
mos nuestro cuerpo. No es el cuerpo que somos, son
los cuerpos que somos. Gracias a los desdoblamientos,
exploramos nuestra multiplicidad de cuerpos: físico,
emocional, mental, energético, astral, onírico7…
Necesitamos crearnos cuerpos nuevos, más
flexibles, que nos permitan indagar las nuevas
formas del misterio. Flexibilidad aquí implica ir
más allá del cuerpo como mero cuerpo material,
experimentarlo como nodo de entrada a las múl-
tiples dimensiones de lo real (las conocidas y las
que aún desconocemos).
Hay dolores que son miedo a lo desconoci-
do. Esos dolores tienen su origen en placeres que
no nos permitimos experimentar. Los placeres blo-
queados causan dolores que se expanden.

112
La moral cristiana condena el placer como
pecado, y lo censura y menosprecia frente a algo
siempre verdadero, generando así innumerables
modos culturales de represión, cierre, control y en-
durecimiento. Esta especie de “protección” que nos
imponemos bajo una moral para evitar los placeres
intensos, obstruye la posibilidad de refinar nuestra
sensibilidad y, por tanto, nuestros modos vitales de
relación y encuentro.
A veces pareciera que nuestros cuerpos no
están preparados para habitar el caudal de energía
que el deseo abre. ¿Cómo habitar el cuerpo desde
el deseo?
En relación con los dolores que nos atraviesan
el cuerpo, hay dos trabajos por hacer: uno yin y otro
yang. El trabajo yin procura cerrar las heridas del
cuerpo generadas por experiencias traumáticas. El
trabajo yang, en cambio, busca habilitar en nuestro
cuerpo nuevas sensibilidades para habitar el placer.

113
¿Cuánto espacio físico, psíquico y espiritual
debemos desarrollar para transitar las altas intensi-
dades de energía que nos recorren cuando sentimos
un caudal de placer muy intenso? ¿Cómo transitar el
placer desde una ética de la abundancia, sin querer
retenerlo, poseerlo, quedarnos en él?
El cuidado más vitalista pasa por enseñarle al
cuerpo a experimentar con el placer sin que el exceso
lo desborde y por eso mismo lo lastime.
Si aprendemos a fluir con nuestro cuerpo y
nuestra mente, no hay exceso que controlar, no hay
impulso vital que desborde y lastime.
Cuerpos anfibios hacen la experiencia del fluir
en el agua y trasladan ese aprendizaje a la tierra, re-
gándola, humedeciéndola, haciéndola más fértil.
Estamos necesitados de contacto y ternura,
también sedientos de placer. Vivimos en un encierro
cada vez más ríspido, ruidoso, violento y maníaco.
Si el dolor son placeres que no nos permitimos
-o no nos permiten- sentir, nos hace falta “un cuerpo

114
nuevo” que esté preparado para experimentar con el
erotismo y el placer. Un cuerpo y una mente flexibles,
con la responsabilidad para explorar la capacidad de
sentir placer y manejar el caudal de energía que eso
supone, sin desbordarse.

La sensibilidad erótica de nuestros cuerpos in-


volucra un conjunto de campos heterogéneos.
Vivimos como sociedad en una paradoja en-
fermiza. Por un lado, nuestras formas de vida están
cada vez más codificadas, reprimidas y encapsuladas,
por efecto de la ruptura del vínculo social y la desa-
fectivización del cuerpo, y el miedo que esto genera.
Por otro, los medios de comunicación, las redes so-
ciales, la publicidad y el marketing tienen un tono, ya
no sexual, sino pornográfico. Estamos interpeladxs a
desear de modo permanente. El sexo y el goce auto-
referencial son importantes focos de fuga. Y cuando
se habitan así, ya no arman una relación con el placer

115
que amplía la conciencia y la conexión con la vida
y con lxs otrxs, sino más bien un placer que es pura
distracción, refugio del sin sentido, donde el/la otrx
se eclipsa como sujeto.

Vidas cada vez más esclavas


encuentran en el sexo
una pequeña rendija
de liberación.

Las violencias y sometimientos


más atroces
encuentran en el sexo
otra pequeña rendija
de liberación.

La amplia exploración de lo erótico y placen-


tero queda encerrada en la esfera de lo estrictamen-
te sexual. Vivimos vincular, física y afectivamente

116
reprimidxs lo que hace que, en el sexo como -¿úni-
co?- canal de placer y de descarga habilitado, se ex-
presen las violencias contenidas y los desbordes.
Ante la ausencia de una libertad más plena y
genuina, se canaliza a través del sexo un caudal de
energía altísimo que, repartido por la infinidad de
fuentes eróticas de placer, no produciría las agresio-
nes y obsesiones que hoy provoca.
Para lograr estados de conexión con la unidad,
necesitamos silencio; para poder explorar el erotis-
mo, necesitamos silencio. Soltar el cálculo y el con-
trol sobre lo que sentimos. Cuando la sensorialidad
del cuerpo se despierta, hay que hacer el trabajo de
soltar el impulso que nos lleva a dirigir esas sensacio-
nes hacia fines específicos.
El erotismo es el conjunto de capacidades sen-
sibles que tenemos. ¿Cuál es la ética de contacto que
permite explorar el erotismo de un modo cuidadoso,
respetuoso, amoroso?

117
Por medio del erotismo podemos acceder a
estados de unidad más intensos y complejos, y tras-
cender así la prevalencia del placer y el goce propios.

En la danza, cuando el erotismo se vuelca


hacia lo sexual, el deseo del ego toma el control
y la entrega falla. Se abre así una tensión entre la
apertura hacia la multiplicidad de las fuerzas y la
realización del propio deseo. El ejercicio de redi-
reccionar la energía sexual hacia la danza erótica
sutil habilita modos profundos de conexión con lxs
otrxs y con las fuerzas en juego, así como también,
nuevos estados de conciencia. Cuanto más refinado
el erotismo que se enciende, ¿más profunda la re-
configuración alquímica que se habilita?
En esta circunstancia sagrada, donde las po-
sibilidades de conexión con el universo son infini-
tas, dejar que la energía se encauce hacia un solo
lado supone una gran pérdida. La idea del tantra es

118
justamente lo contrario: usar toda la potencia de la
energía sexual para habilitar la conexión del espíritu
con la unidad del universo, asumiendo la dimensión
erótica como terreno de experimentación, y abriendo
así nuevos modos de conexión con el gran misterio.
Las jams8 acuáticas son ceremonias de sana-
ción y alquimia9 que permiten trazar un puente: el de
la conexión con unx mismx por medio de la conexión
con lxs otrxs. Si los cuerpos se entregan francamen-
te a conectarse, se hace más amplia y profunda esa
conexión. Allí se pone en juego la generosidad del/a
que se suelta como apuesta a algo que lx excede, pero
de lo cual recibirá más de lo que puso en principio.
Trabajamos para que se multipliquen estos
espacios, para que cada vez más hombres y mujeres
entren al agua a danzar, a sanar sus heridas y a recon-
figurar los patrones sensibles de funcionamiento que
rigen nuestro mundo. El cuidado es nuestra micro-
política.

119
Las condiciones materiales en las que se desa-
rrolla convierten a la danza acuática en una experien-
cia de mucha cercanía e intimidad. Cuerpos semi-
desnudos, en trajes de baño, se entregan al agua, ese
gran amplificador sensible, para entrar en el juego de
la danza de contacto: escucha, respeto, suavidad, si-
lencio, calma, flexibilidad, permeabilidad a lo que lxs
otrxs sienten y proponen, vaciamiento de la propia
intención, relativización del impulso que se impone
desde el propio deseo…
Cuando los cuerpos se entregan al agua, suel-
tan todos sus cálculos y defensas y quedan expuestos,
vulnerables. La vulnerabilidad y la fluidez aumentan
el caudal de amor y la sensibilidad que atraviesa el
cardumen.
Al crear este tipo de espacios, donde invitamos
a la entrega, la apertura, el desarme, estamos ante el
riesgo de caer en un abuso perverso de poder si se
aprovecha ese estado de apertura e indefesión para

120
conseguir un beneficio propio: control de lxs otrxs,
goce solitario, adulación.
Cuanto más sutil es la sensibilidad con la que
trabajamos, más refinadas deben ser nuestra ética y
nuestras prácticas de cuidado. En las jams de dan-
za acuática especialmente, esas prácticas de cuidado
no sólo pasan por generar las condiciones de con-
fianza que permitan soltarse para que la danza se
produzca, sino también por proponer un código de
comunicación abierto, donde se puedan expresar y
elaborar las tensiones e incomodidades -si es que
éstas aparecen- y por brindar una situación de cie-
rre, en la que cada unx pueda retomar la modulación
de su energía e integrar la experiencia vivida antes
de volver al “mundo externo”.
El encuentro que produce la danza acuática es
una lupa del vínculo social. Al asumir la complejidad
de los cuidados que requiere, nos preparamos para
cuidarnos también en otro tipo de situaciones.

121
La revolución yin que se viene

Para la cosmovisión taoísta, el agua es la ener-


gía yin máxima, energía receptiva, permeable, de aco-
modación. La energía femenina por excelencia, de la
inteligencia sensible, de la sabiduría, donde se guarda
la información de la vida de las especies.
En el ciclo de transformación de la tierra, el
momento del agua es el invierno, cuando la energía
disuelve sus formas para reconectar con la potencia
esencial de la vida y, desde allí, pulsar los nuevos bro-
tes que están prontos a nacer.
Nuestro mundo actual padece un exceso de
energía yang. Su lógica de funcionamiento produc-
tiva, económica, social, vincular y subjetiva está cen-

123
trada en el modo en que la energía yang opera cuan-
do pierde el intercambio de equilibrio y armonía
con la energía yin, su opuesto complementario. Este
exceso de energía yang genera dinámicas de uso y
abuso de poder, de control y de sometimiento, que se
expanden en todas las direcciones.
En el agua, máxima energía yin, se oculta un
extenso caudal de información sobre los movimien-
tos de transformación que necesitamos hacer como
especie para que la vida se renueve y florezca.

Aguas en danza VII


En una jam, observo cómo el remolino de cuer-
pos gira incesante. Un espiral humano que comienza
a girar sobre su eje, poniendo a todxs en órbita. La
mayoría de los cuerpos masculinos se dispone a mover
a los cuerpos femeninos. Códigos de comportamiento
social que cargamos celularmente: los hombres llevan
y controlan, las mujeres se entregan y se dejan llevar.

124
Estereotipos que tallan nuestras mentes -sus sentidos- y
cuerpos -sus sensibilidades. De todas formas, algunxs,
con sus estrambóticas danzas, desdibujan los bordes de
los clichés de género establecidos.
Me pregunto cómo diluir los patrones de com-
portamiento. ¿Cómo liberarnos de los estereotipos de
género heredados? ¿Cómo ser yin y yang en alternan-
cia fluida constante, evitando fijar identidades de com-
portamiento estables y rígidas?

El proceso de nacimiento y expansión de la


danza acuática coexiste con la actualización y el for-
talecimiento de la organización de la lucha feminista
-Ni una menos, 8 M, los pañuelos verdes por la lega-
lización del aborto, etc.-, que pulsa la transformación
del sistema patriarcal capitalista (Rolnik y Bardet,
2018).
Si bien estos movimientos son heterogéneos
en los planos que involucran y las escalas en las que

125
se manifiestan, existe entre ambos una sintonía ener-
gética y una coherencia de sentido. Podríamos decir
que comparten una misma certeza: la necesidad de
transformación de nuestro planeta hacia una lógica
más yin, que compense el exceso de yang, creando un
nuevo equilibrio.
La revolución yin que ya estamos viviendo es
la manifestación de una necesidad de la vida en su
conjunto. Es la sanación del femenino del mundo.
Transformar el sistema capitalista, machista, patriar-
cal, es una tarea que nos urge a todxs lxs que consi-
deramos inhabitables las desquiciadas dinámicas que
gobiernan nuestro mundo.
Entender el problema del patriarcado única-
mente como una lucha de poder entre hombres y
mujeres es reducir una tensión de fuerzas múltiple
y compleja a una simple confrontación de géneros.
Uno de los riesgos quizá más burdos de esta opera-
ción es el equívoco de pensar el actual movimiento

126
de transformación como el pasaje del abuso de poder
del hombre sobre la mujer a su inversión: la conquista
de un poder de la mujer sobre el hombre, como si se
tratase de un tiempo en el que las mujeres consiguen
su revancha alimentada por el odio acumulado a lo
largo de los siglos.
La revolución yin es un problema mucho más
complejo, es la creación de un nuevo modo de relación
con la vida y con nosotrxs mismxs. Es una revolución
que debe jugarse esencialmente en lo afectivo, lo sen-
sible, lo emocional y en la esencia de nuestras concien-
cias10. Reconfigurando esos planos de nuestras vidas
es que hombres y mujeres podríamos alterar desde sus
raíces los modos de relación que hemos construido.
El patriarcado es una lógica de relación con el
poder, con el saber, con la ambición, con el control,
con el placer, con la realización personal y con el de-
seo. Es una lógica que atraviesa los cuerpos en general,
cualesquiera sean su sexo y su género.

127
Sin duda el cuerpo de las mujeres ha padecido a
lo largo de los siglos y sigue padeciendo aún el maltrato
y la desigualdad, y es claro que parte de la revolución
actual consiste en hacer visibles esas desigualdades y
crear modos más equitativos y justos de relación. Pero
no es menos cierto, como dice Rita Segato (2017), que
también el cuerpo de los hombres padece el patriarcado
al ser objeto del mandato de masculinidad: la necesidad
del hombre de mostrar su fuerza para poder verificar su
pertenencia.
Hombres esclavos de mostrar superioridad sobre
la mujer, e incluso de constituirse como hombres impo-
niéndose a las mujeres con las que convive.
La revolución que se viene es yin en tanto reorga-
niza y sana la relación con nuestra madre tierra y nuestra
abuela naturaleza, a las que, tomados por “delirios an-
tropocéntricos de grandeza”, nos arrogamos el poder de
saquear y arrasar, desde una lógica excesivamente yang,
de consumo, control, dominio y depredación.

128
La revolución yin que se viene implica redefi-
nir nuestros modos de relación con la propiedad pri-
vada, el consumo y el uso de las cosas.
Dejar de considerarnos dueñxs, cuando sólo
somos pasajerxs. Desarticular el patriarcado consiste
en la creación de una nueva lógica regenerativa, más
comprometida con el cuidado y el respeto de las dife-
rencias y la multiplicidad.
El rol protagónico del universo femenino en
esta revolución está dado por el hecho de que su sen-
sibilidad e inteligencia afectiva están natural y cultu-
ralmente mejor preparadas para cuidar y crear vida.
Tal vez el mejor modo de asumir y acompañar como
hombres este cambio sea soltando nuestra posición
de saber, poder y control, para dejarnos fluir hacia el
despliegue de otros modos de sentirnos, relacionar-
nos y tratarnos.
La revolución yin que se viene es una responsa-
bilidad de todxs como especie, es dejar de naturalizar

129
y reproducir la violencia de la lógica competitiva, ex-
plotadora y acumulativa.
La médula de la transformación yin en la que
estamos es el amor, el cuidado de la vida, la alteración
del modo de habitar el tiempo y el aprender a vivir
muriendo. Debemos aprender a dejarnos morir, para
poder encontrarnos con lo nuevo.

130
Sobre la escasez y la abundancia

En la medida en que el poder económico y po-


lítico se concentran en menos manos, parecería que
la posibilidad de incidir con nuestra acción en el pla-
no macropolítico mengua hasta casi desaparecer. Los
cambios estructurales nos quedan cada vez más lejos.
Como herederxs de las tradiciones políticas liberta-
rias del siglo XX, la imposibilidad de incidir en la
macroestructura se traduce anímicamente como im-
potencia. Esta impotencia nos entristece y debilita,
desconectándonos de nuestra capacidad transforma-
dora y fuerza vital creativa.
Necesitamos nuevas praxis que nos despabilen
y activen, que nos conecten con lo que podemos y

132
enciendan nuestra capacidad creativa hacia la con-
solidación de nuevos modos de vida y encuentro. El
“mensaje” del agua es una gran fuente de inspiración
para este proceso de renovación.
La creación de nuevos modos de sentirnos,
movernos, pensarnos, relacionarnos, habitarnos y or-
ganizarnos es la transformación política que está a
nuestro alcance. Y nuestra sensibilidad física, psíqui-
ca y emocional es el suelo donde debemos sembrar
las semillas de esos nuevos modos de relación con la
vida. La acción es micropolítica en primer lugar. Si
no comenzamos por allí, la dimensión macropolítica
nos quedará cada vez más lejos.

El historiador Ignacio Lewkowicz (1999)


propone leer nuestra época como un tiempo de ten-
sión entre dos paradigmas: el de la escasez y el de la
abundancia. La premisa central del paradigma de la
escasez es la creencia de que los recursos son escasos

133
e insuficientes y, en consecuencia, tenemos que com-
petir y acumular para sobrevivir. La confusión que
instala la escasez hace que la vida se ponga al servicio
del capital, y que el sentido de ésta gire en torno a la
acumulación de bienes materiales. Es el paradigma
de la competencia y de “la ley del más fuerte”, que
instala el miedo y la desconfianza como matriz vin-
cular.
Desde esta lógica, lo “normal” es competir, ver
al/a otrx como amenaza, y que algunxs ganen y otrxs
pierdan, que unxs pocxs tengan mucho y otrxs mu-
chxs no tengan nada. Mentiras “democráticas” que
naturalizan la desigualdad, las injusticias, las violen-
cias y el sometimiento del pasado y el presente. Arbi-
trariedades que se instalan como verdades absolutas,
como obviedades: la supremacía de la especie huma-
na sobre las demás formas de vida, la necesariedad
de la propiedad privada, la realización personal por
medio de la acumulación de poder, dinero y fama.

134
El paradigma de la escasez es el “sálvese
quien pueda”, la creencia de base que sostiene al
capitalismo contemporáneo.
Nuestro problema no es la escasez de re-
cursos. Los recursos no son escasos: lo que falta es
justicia en su distribución. Claro que eso es lo que
se intenta mantener oculto, y en su lugar se ins-
tala la creencia de que si algo falta o falla es por
imposibilidad personal, y si algo se consigue es a
costa de lxs otrxs, pasando por sobre lxs otrxs, en
una competencia despiadada. Eso que hoy llaman
meritocracia.
El sufrimiento contemporáneo no es en-
tonces por la escasez, sino por vivir inmersos en
la lógica de la escasez, por el tipo de subjetividad,
de vínculos, de justificaciones, de inequidades que
esta cosmovisión produce. Padecemos el cálculo y
el encierro fragmentador e individualista en el que
la paranoia de la escasez nos sumerge.

135
El miedo a que nos falte algo, a quedar fuera
de juego, la necesidad de ser reconocidxs, la búsqueda
de seguridad mediante la acumulación de bienes ma-
teriales: son los fantasmas de la escasez que a todxs
nos persiguen, con los que todxs tenemos que lidiar.
Esa es la complejidad de nuestro tiempo. La pola-
ridad entre la destrucción y el cuidado de la vida se
tensa y crece a ritmo acelerado.
¿Cómo reorganizar nuestra sensibilidad y co-
nexión con la existencia en estas condiciones? ¿Cómo
co-crear nuevos modos de tejernos y entramarnos?
¿Cómo fundar el cotidiano en el amor y la coope-
ración, en el encendido de la inteligencia colectiva y
cuidado de la vida?
En tensión con la lógica de la escasez, crece y
se despliega una ética de la abundancia. La abundan-
cia no es un problema de cantidades -tampoco lo es
la escasez-, sino una cierta disposición para habitar
la vida. Podríamos decir que la abundancia es la na-

136
turaleza misma de la vida. En la vida todo está en
potencia. También lo que necesitamos para soste-
nerla, reproducirla y expandirla. En la naturaleza
abundante de la vida podemos encontrar los recur-
sos necesarios para cuidarla.
Desde la ética de la abundancia es posible
ensayar la cooperación, hacer que el poder circule y
evitar la jerarquización de las diferencias. La abun-
dancia se sostiene en la conciencia de la unidad de
la vida. La unidad es prolífica, nunca homogénea.
La matriz vincular en la abundancia se basa
en la reciprocidad, en la confianza, el amor, el res-
peto y la valoración de las diferencias. Desde esta
lógica, la realización individual es efecto de encon-
trar el modo propio de participar en el cuidado del
conjunto. Bajo la ética de la abundancia, el desplie-
gue de la propia singularidad y el compromiso a
participar del cuidado de lxs otrxs no se oponen. Es
más, el propio bienestar depende del bienestar de

137
lxs demás: cuanto más aportamos a lxs otrxs, mejor
nos sentimos.
Humberto Maturana (2013) habla de la bio-
logía del amor y pone en cuestión la premisa de la su-
pervivencia del más fuerte. Toma el funcionamiento
de la biología de nuestro cuerpo como modelo para
explicar la ética en la que se sostiene la vida: ninguna
célula toma más de lo que necesita ni da menos de
lo que le demanda el cuerpo en su conjunto. Nuestro
cuerpo funciona desde la cooperación. Ninguna cé-
lula puede recortarse caprichosamente del resto, y si
lo hace, el cuerpo en su totalidad comienza a pertur-
barse (de eso se trata el cáncer: células del cuerpo que
se desligan de su “función social” y sólo se ocupan de
reproducirse).
La filosofía Munay, originaria del altiplano
andino, habla del causai como la conciencia de re-
ciprocidad con el tejido. La gran maga Majanda11
habla de “respirar el bien del mundo”, remarcando el

138
grado de afectación que tenemos sobre el entramado
en cada aliento.
Si nos sumergimos en el agua, si escuchamos
lo que allí sucede, se hacen visibles las tensiones que
nos acechan. Y al mismo tiempo, en la fluidez que el
agua propone, es posible orientar los encuentros bajo
la naturaleza de la abundancia. ¿Qué afectos, qué
contactos, qué tipo de amores, se forjan en el am-
biente acuático?
La ética que pulsa el agua es plenamente co-
herente con la lógica vincular de la biología del amor:
la realización individual depende directamente de
la cooperación y del entregarse a lo que necesita el
cuerpo colectivo. La creación de la danza cardumen
requiere un compromiso profundo de cada individuo
con el cuidado y bienestar del conjunto. Ese estado
de despersonalización es medicina sanadora para el
ser, porque allí, en el interior del cardumen, se pro-
duce una actualización de la conexión con el vacío y

139
con la propia esencia, una recuperación pasajera de
aquel estado de “danza original” -intrauterina- don-
de la experiencia individual aún no tenía distancia
con el cuerpo materno y con el mundo. Con la danza
cardumen recuperamos una desnudez protegida y se-
gura del alma que nos funde en unidad con la vida.
Para cambiar el mundo, debemos ser el cam-
bio que queremos que el mundo haga.
El sentir tiene que ver con hacerse espacio in-
terno. Vaciarnos para que las reverberaciones de las
cosas entren, nos afecten y transformen.
Difícil practicar la abundancia si no la atrave-
samos con el cuerpo. Danzar en el cardumen produce
cuerpos abundantes, con espacio para habitar el pla-
cer y el amor que esto genera. Cuerpos con espacio
para relacionarse con el misterio, con lo desconocido,
para sentir con la amplitud del gran océano, para de-
jarse afectar y transformar por los encuentros que la
danza trae. Cuerpos con valentía para encender sus

140
fuegos y conectar con la abundancia del campo elec-
tromagnético que interconecta el entramado.
Amar sin poseer, cuidar sin retener, sentir sin
juzgar, recibir sin demandar, dar sin invadir, entregar-
se al cambio diluyendo la angustia por lo que se está
perdiendo. El cuerpo abundante es humilde y aus-
tero, valora y aprecia las diferencias sin verse nunca
por encima del resto. El cuerpo abundante no busca
ninguna realización más que ser lo que se está ha-
ciendo, pero al mismo tiempo sabe que la abundancia
es expansiva y que, cuanto más nos entregamos, más
nos potenciamos. El cuerpo abundante es un cuerpo
medicina.
La realidad es creación. Cultivar una mente y
un cuerpo abundantes requiere no ponerse límites a
la hora de concebir algo: deslimitar de ideas lo posible.

Ante una realidad que impone la lógica de la


escasez como forma única y universal de concebir la

141
vida, la creación de cardúmenes -máquinas de gue-
rra- que siembren abundancia física, afectiva y vin-
cular, es un acto político imperioso. Cuando todo
parece derrumbarse, del agua brotan cardúmenes que
danzan: fuentes de abundancia.

¡Danza cardumen!
Despabílanos
y devuélvenos la conexión
con la unidad, el vacío
y la esencia.

Que las aguas nos unan en danza,


y que las danzas nos guíen
hacia la transformación radical
de nuestra conciencia.

De nuestra carne depende


el devenir del mundo.

142
Notas

1
El concepto de investigación transformativa fue
tomado de una conversación con Alexander Siebenstern,
con el que intentamos enfatizar la interdependencia que
existe entre el proceso de investigación de la danza acuáti-
ca y la transformación vital que produce en los que parti-
cipamos de esta experiencia.
2
Para la cosmomagia, la magia no es otra cosa que
el hecho de constituirnos en creadorxs de nuestras pro-
pias vidas, y así devenir activxs ennoblecedorxs del espacio.
Este trabajo apunta a generar un cuerpo portal o cuerpo
medicina. Un cuerpo que activa la posibilidad de nuevas y
brillantes formas de habitar el espacio, en comunión con
las formas que promueven la vida. Cuerpos sensopercepto-
res en diálogo con un espacio impersonal, activadores de
consciencia.

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3
El documental El botón de nácar, escrito y dirigido
por el documentalista chileno Patricio Guzmán, y produ-
cido por Renate Sachse, se estrenó el 15 de octubre de
2015.
4
Dirigido por Julia Perkul y producido por Saida
Medvedeva y Sergey Shumakov, se estrenó en 2006.
5
Chi o qi es el concepto que usa la cultura china
taoísta para nombrar la energía que sostiene todas las for-
mas de manifestación de la vida.
6
La imagen de sensosentir (senso: estado percepti-
vo de la mente; sentir: apertura sensitiva del cuerpo) está
siendo trabajada por Bernardo Zabalaga y hace alusión a
la operación que permite ampliar la sensibilidad para afi-
nar nuestra relación con lo invisible.
7
Para ampliar la información sobre los desdobla-
mientos recomiendo consultar La teoría del desdobla-
miento del tiempo, de Jean Pierre Garnier Malet.
8
El término jam hace referencia a encuentros colec-
tivos de improvisación. Se usa generalmente en el ámbito
artístico de la danza (jam de contacto-improvisación) y de
la música (jam de jazz).

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9
Tomamos el concepto de alquimia de la práctica
de la “alquimia interna” del kung fu interno taoísta, que se
sostiene en el manejo de la circulación de energía, proceso
que purifica el cuerpo, la mente y el espíritu e integra a
nuestro ser en unidad.
10
Para profundizar en los detalles que implica el
trabajo que necesitamos hacer para trascender nuestra
conciencia, recomiendo la lectura del libro de Jiddu Krish-
namurti El estado creativo de la mente. Nombre orignal:
Krishnamurti, Taks in Europe 1961.
11
Majanda Ayoroa, vive en La Paz, Bolivia. Es una
hija despierta de madre tierra y del padre sol. Ser que se
atreve a ser libre, caer, levantarse, amar, reír, llorar. Vivir,
recordar el futuro y honrar el origen. Parte de este mági-
co tejido cósmico. Ahora mujer camino, mujer medicina,
para luego tracender y solo SER inhalando y exhalando
gratitud.

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