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Capitalismo, socialismo y democracia Volumen Il Titulo originals Capi © Routledge, Taylor & Francis Group, 2010 © de la traduccidn, Roberto Ramos Fontecoba © dea traduecién de «La marcha hacia el socialismo», Alejandro Limeres y Roberto Ramos Fontecoba Ode la presente edicién, PAGINA INDOMITA, 8 Providencia 114 bis, 4° 4" o86z4 Barcelona ‘wovw:paginaindomita.com Diseho de cubierta y comporicisn: Angel Urkiano Iustracién de cubierta: Diego Rivera Impresisn y encusdernscién: Romany’ Valls Primera edicin: octubre de 2015 ‘Todos los derechos reservados 1sBn obra completa: 978-84-943664-0-6 say volumen 1: 978-84-943664-4-4 Depésito legal: C-1385-2015 italism, Socialism and Democracy INDICE CUARTA PARTE, SOCIALISMO Y DEMOCRACIA 20. El planteamiento del problema 1. La dictadura del proletariado 2. La experiencia de los partidos socialistas 3. Un experimento mental ‘4. En busca de una definicién a1. La teoria clisica de la democracia 1. E] bien comiin y la voluntad del pueblo 2, La voluntad del pueblo y la voluntad individual La naturaleza humana en la politica 44, Razones de la supervivencia de la teoria 22, Otra teorfa de la democracia 1. La competencia por el liderazgo politico 2 La aplicaci6n del principio 25. Conelusi6n 1. Algunas implicacior 2. Condiciones para el democritico 3. La democracia en el orden socialista ss del anilisis precedente ito del método u 7 26 37 7 100 Quinta PARTE, BosQuEJO HISTORICO DE LOS PARTIDOS SOCIALISTS Preliminar La minoria de edad La situacién con que Marx se enfrenté De 18752 1914 1. La evoluci6n britanica y el espiritu del fabianismo 2. Suecia, por un lado, y Rusia, por otro 3. Los grupos socialistas de los Estados Unidos 4. El caso francés. Andlisis del sindicalismo s. El partido aleman y el revisionismo. Los socialistas austriacos 6. La Segunda Internacional De la Primera a la Segunda Guerra Mundial 1. El egran rifiuto» 2. Los efectos de la Primera Guerra Mundial sobre el destino de las partidos socialistas de Europa 3. El comunismo y el elemento ruso 4. zAdministracién del capitalismo? 5. La guerra actual y el futuro de los partidos socialistas Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial 1, EL Reino Unido y el socialismo ortodoxo 2, Las posibilidades econémicas de los Estados Unidos 1. Redistribucién de la renta mediante los impuestos 2. La gran posibilidad 3. Condiciones para su realizacién 4. Problemas de la transicién 5. La tesis del estancamiento 6. Conelusién 3. Imperialismo y comunismo rusos ADENDA. LA MARCHA HACIA EL SOCIALISMO. Inpice ONOMASTICO DE LA OBRA COMPLETA histérico, sociolégico, biolégico, psicolégico y econémico han resultado demoledores para ambos movimientos, y hoy en dia resulta complicado encontrar a algiin estudioso de los procesos sociales que tenga buenas palabras para cualquiera de los dos. Pero, por extraiio que pueda parecer, mientras el utilitarismo era demolido, la accién politica siguié inspiran- dose en él, Cuanto mis insostenible se demostraba, mis do- minaba la fraseologia oficial y la retdrica de los politicos. He aqui por qué tenemos que volver, en el capitulo proximo, a una discusién de lo que puede denominarse la «teoria clisica de la democraciae. Pero ninguna institucién ni préctica ni creencia se le- vanta 0 cae con la teoria que le sirve de punto de apoyo en un momento dado. ¥ la democracia no es una excepcién, En rea- lidad, es posible construir una teoria del proceso democritico que tenga en cuenta todas las realidades del obrar colectivo y de la mentalidad publica. Esta teoria se presentari en el capi tulo 22, y entonces hablaremos de la suerte que puede correr la democracia en un orden de cosas socialista. 36 a1 LA TEORIA CLASICA DE LA DEMOCRACIA 1, EL BIEN COMIN Y LA VOLUNTAD DEL PUEBLO La filosofia de la democracia del siglo xviir puede compen- diarse en la siguiente definicién: el método democratico es aquel sistema institucional de toma de decisiones politicas que obtiene el bien comtin dejando al pueblo decidir por sé mismo las cuestiones en litigio, mediante la eleccién de los individuos que han de congregarse para llevar a cabo su vo- luntad. Desarrollemos lo que esto implica. Se sostiene que existe un bien comtin, faro orientador de la politica, que siempre es facil de definir. Mediante la ar- gumentacién racional puede lograrse que toda persona nor- mal lo perciba. Por lo tanto, no hay excusa para no verlo ni hay, en realidad, ninguna explicacién para la existencia de jgente que no lo ve, a no ser por ignorancia —la cual puede climinarse—, estupidez o interés antisocial. Ademis, este bien comiin implica la existencia de respuestas definitivas a todas las cuestiones, de forma que todo hecho social y toda medida adoptada o por adoptar pueden clasificarse inequi- vocamente como «buenos» 0 «malos». Asi, como todo el mundo tiene que estar de acuerdo, al menos en principio, hay también una voluntad comin del pueblo (voluntad de todos los individuos con uso de raz6n) que se corresponde exactamente con el bien comiin, el interés, el bienestar o la 37 felicidad. Aparte de la estupidez y de los intereses sii lo tnico que puede ocasionar un desacuerdo, y ex existencia de una oposicién, es una diferencia de opinidn en cuanto a la rapidez con que hay que llegar a la meta, la cual es comiin a casi todos. Por lo tanto, todo miembro de la co- munidad es consciente de esa meta, sabe lo que quiere y dis- tingue lo bueno de lo malo, y toma parte, de forma activa y responsable, en el fomento del bien y en la lucha contra el mal, y todos los miembros juntos controlan la gestién de los asuntos piiblicos Es cierto que la gestién de algunos asuntos requiere ap- titudes y técnicas especiales, por lo que dichos asuntos han de confiarse a especialistas que las posean. Sin embargo, esto no afecta al principio, porque los especialistas tan solo actiian para llevar a cabo la voluntad del pueblo, tal como un médico acta para llevar a cabo la voluntad del paciente, que ¢s cu- rarse. También es cierto que en una comunidad de cualquier magnitud, sobre todo si acusa el fenémeno de la divisin del trabajo, seria muy inconveniente para todo ciudadano indi- Vidual el tener que ponerse en contacto con todos los demas ciudadanos para todos los asuntos, a fin de contribuir con su parte en el mando o Gobierno. Sera més conveniente reservar tan solo las decisiones més importantes para que se pronun- cien sobre ellas los ciudadanos individuales mediante el re- feréndum, por ejemplo— y dejar las demés a cargo de una comisién nombrada por ellos, esto es, a una asamblea o Par- Iamento cuyos miembros seran elegidos por sufragio popular. ‘Como hemos visto, esta comisién o cuerpo de delegados no representaré al pueblo en un sentido juridico, sino en uno ‘menos técnico: interpretaré, reflejaréo representaré la volun- tad del clectorado. Si la comisién es numerosa, puede des- membrarse, también por razones de conveniencia, en comi- siones menores para las distintas secciones de los asuntos piiblicos. Finalmente, entre estas comisiones menores habré tuna para los asuntos generales, en especial los relativos a la administracién corriente, llamada gabinete 0 Gobierno y 38 dirigida posiblemente por un secretario general 0 cabeza de turco, conocido como primer ministro." Tan pronto como aceptemos todas las hipotesis formu- ladas por esta teoria de la politica —o implicitas en la misma—, la democracia adquiere en efecto una significacién inequivoca y no plantea ningtin problema, salvo el relativo a ‘c6mo implantarla. Ademis, si ignoramos unos cuantos rece- los légicos, podremos afadir que el sistema democritico no lo sel mejor de todos los conocidos, sino que muy pocas personas tomardn en consideracién ningtin otro. Ahora bien, si hemos de llegar a esa conclusién, debemos comprobar que los hechos corroboran la hipétesis. Pero lo cierto es que re- sulta mucho mis fécil refutarla. En primer lugar, no existe un bien comin univocamente determinado con respecto al eval todo el mundo esta de acuerdo o puede llegar a estarlo mediante una argumentacién racional. No se trata de que algunos puedan querer cosas dis- tintas del bien comiin, sino fundamentalmente de que para los distintos individuos y grupos el bien comin ha de signi- ficar necesariamente cosas diferentes. Este hecho, que per- manecié oculto alos utilitaristas a causa de la estrechez de su visién del mundo de los valores humanos, provocar grictas en cuestiones de principio que no podrén arreglarse median- te una argumentacién racional, porque los valores tltimos —nuestra concepcién de lo que deben ser la vida y la socie- dad— estan més alld de la mera I6gica. En algunos casos puede tenderse un puente, pero en otros no. Algunos esta- dounidenses dicen: «queremos que nuestro pais se arme hasta los dientes para luchar en todo el globo por lo que conside- ramos justo». Otros, por el contrario, afirman lo siguiente: squeremos que nuestro pais resuelva sus propios problemas, ya que este es el tinico modo de servir a la humanidad». Asi, ambos grupos estin enfrentados por diferencias irreductibles «En efecto la eons oficial de las funciones den ministro de gab mete sostene que dicho ministro debe cuidar de queen su deparemento se cumpla la voluntad del pueblo de valores iltimos que un compromiso solo podria mutilar aba la escuela histérica de la jurisprudencia, De forma in- y degradar. genua, los utilitaristas derivaban la voluntad del pueblo de las ‘En segundo lugar, aun cuando un bien comiin definido voluntades de los individuos. Pero a menos que haya un cen- de forma clara resultase aceptable para todos —por ejemplo, wo, el bien comin, hacia el cual al menos a largo plazo gra- la maxima satisfaccién econémica a la que apelaban los utili viten todas las voluntades individuales, no obtendremos ese 25 —," esto no implicarfa respuestas igualmente definidas tipo especial de volonté générale «natural». Por un lado, el para los problemas singulares. Las opiniones sobre estos pro- centro de gravedad utilitarista unifica las voluntades indivi- blemas podrfan diferir hasta el punto de causar la mayoria de duales;tiende a fundirlas, por medio de la discusién racional, los efectos de una discrepancia «fundamental» acerca de los cn la voluntad del pueblo. Por otro lado, confiere ala tiltima propios fines. Los problemas relativos a la satisfaccién de las on exclusiva la dignidad ética pretendida por el credo demo- necesidades presentes frente a las futuras, incluso los relacio~ critico clésico, pero este credo no consiste simplemente en un nados con la eleccién entre socialismo y capitalismo, segui- culio a la voluntad del pueblo como tal, sino que descansa rian sin resolverse, por ejemplo, después de la conversién de sobre ciertos supuestos acerea del objeto «naturale de dicha cada ciudadano singular al utilitarismo. Todas las personas voluntad, Tan pronto como nos falla la idea del bien comin, pueden desearla «salud» y, sin embargo, discrepar en cuanto tanto la existencia como la dignidad de la volonté générale se ala vacunacién y la vasectomia. Y asi sucesivamente. desvanecen. E inevitablemente ambos pilares de la teorfa clé- Los padres utilitaristas de la teoria democritica no vi sica se reducen a polvo. ron toda la importancia de esto porque ninguno de ellos con- sider6 seriamente la posibilidad de una modificaci6n sustan- cial del cuadro econémico y de los habitos de una sociedad 2. LA VOLUNTAD DEL PUEBLO ¥ LA VOLUNTAD INDIVIDUAL burguesa. Su visién era tan solo un poco menos estrecha que lade un ferretero del siglo xvitt Por muy concluyentes que sean los argumentos anteriores En tercer lugar, debido a las dos proposiciones anterio- contra esta concepeién particular de la voluntad del pueblo, res, el concepto particular de la voluntad del pueblo o-volonté no deben impedirnos tratar de constrvir otra concepcién més générale adoptado por los utilitaristas se desvanece en aire. realista. No es mi intencién poner en tela de juicio ni la rea- ‘Como ya hemos sefalado, este concepto presupone la exis- lidad ni la importancia de los hechos sociopsicoldgicos en los tencia de un bien comiin claramente determinado y discerni- que pensamos cuando hablamos de la voluntad de una na- ble por todos. A diferencia de los roménticos, los utilitaristas cidn. Ciertamente, su anilisis es el requisito previo para no tenfan constancia del «espiritu del pueblo», esa entidad se- abrirse paso en el estudio de los problemas de la democracia. mimistica, dotada de una voluntad propia, que tanto apre- Sin embargo, seria preferible no conservar esta expresién, porque tiende a oscurecer que, si paramos la voluntad del pueblo de su connotacién utiitarista, construimos no una teoria diferente de la misma entidad sino una teoria de algo completamente distinto, Tenemos muchas razones para man- a. Elproposigiicado de ala mayor eliciadsprovoca sera duds ‘Auncuands fob pore dispar dei dodasy axgnar un signa claro dia att dele rater de as necesides eon dun grpo ds persona, ene aimo dependera de srucines 9 valores dan, la cuss tal ver no se puodan alteraro somcicr aun compromiso per medioe tenernos en guardia contra los peligros ocultos en la senda de eed esos defensores de la democracia que, bajo la presin de las 40 4 pruebas acumuladas, reconocen cada ver mis los hechos del proceso democritico, pero al mismo tiempo tratan de ungir sus resultados con aceite del siglo xvi. ‘Aun cuando fuese posible afirmar que una especie de voluntad comin o de opinién publica surge de la marafia in finitamente compleja de las situaciones, voluntades, influen- cias, acciones y reacciones individuales y colectivas que en= tran en el «proceso democratico», el resultado no solo carecerfa de unidad racional, sino que no superaria una prueba racional. Por un lado, la ausencia de unidad racional significa que, salvo de modo fortuito, los resultados no ten dran sentido por si mismos, tal como lo tendria, por ejemplo, Ia realizacién de cualquier fin o ideal. Si bien es cierto que, desde el punto de vista del anilisis, el proceso democratic ‘nos simplemente ca6tico, hemos de tener en cuenta que para el analista, si algo puede explicarse, no es caético. Por otro lado, puesto que esta voluntad no se acomoda ya a ningtin bien», la falta de sancién racional significa que, si queremos reclamar una dignidad ética para cl resultado, seré necesario confiar incondicionalmente en las formas democriticas de gobierno en cuanto tales, con independencia de la deseabili- dad de los resultados. Como ya hemos sefialado, no es facil adoptar este punto de vista. Incluso adoptindolo, haber pres- cindido del bien comiin utilitarista nos plantea serias dificul- tades. En particular, subsiste todavia la necesidad prictica de atribuira la voluntad del individuo una independencia y una calidad racional que son completamente irreales. Si preten- demos sostener que la voluntad de los ciudadanos constituye ‘per se un factor politico que estamos obligados a respetar,pri- ‘mero es preciso que exista dicha voluntad. Es decir, tiene que ser algo mas que un haz. indeterminado de vagos impulsos {que se mueven en torno a t6picos dados y a impresiones erré- reas, Todo el mundo tendria que saber de tun modo preciso lo que quiere defender. Y esta precisién de la voluntad tendria que estar fundada en la capacidad para observar¢ interpretar a deforma correcta los hechos que son directamente accesible. Por tiltimo, de estas voluntades definidas y de estos hechos indagados tendria que derivarse una conclusién clara y répida respecto a las cuestiones particulares. Y esto deberia ocurtir conforme a las reglas de la deducci6n l6gica y con tal grado dle eficiencia general que pudiese sostenerse, sin caer en el ab surdo, que la opinién de todos los ciudadanos es igualmente buena.’ Ademis, el ciudadano medio tendria que hacerlo todo por si mismo, actuando con independencia dela presién de los grupos y de la propaganda, pues la voluntad y las in- terferencias que se imponen al electorado no pueden consi- derarse como lo fundamental del proceso democritico. La 3, Esto explica el carieter fuertementeigualitari tanto de la teoria lisien de la democracia como dela ereencias demoeriticas populares. Mis ‘delanteseialremos emo laigualdad puede adquirr el estarus de un pos- tulado ética. Sin embargo, si nos basamos en los hechos, lx igualdad no puede aplicarse en ningun caso ala natursleza humans. En reconocimiento ‘le esta imposibilidad, con frecuencia e ha reformulado dindole el sentido ide sigualdad de oportunidadess. Pero, incluso si obviamos las dificuliades, nherentes ala palabra «oportunidad, esta reformulacién no n0s sve de mucho, porque es una igualdad efectiva (y no porencial) de racionalidad del ‘comportamiento politica la que se requiere si cada voto de un hombre ha dle tener el mismo peso en la decisibn de las controversias Debe observarse que la fraseologia democrdcica ha servido para 380 iar la sinjusticia» con las desigualdades de toda clase. Esta asociacign se Int convertdo en un arma clave del arsenal tanto del facasado como del po litico. Uno de los sfntomas més curiosos de este fenSmeno se manifest6 en |a institucién ateniense de ostracismo, © mais bien en el uso que se le dabs en ocasiones. El ostracismo consstia en la proseripeién de un individuo por voto popular, pero na necesariamente por alguna razén especial. A veces, serwfa para climinar aun ciudadano prominente que resultaba molesto por dlr la impresin de «coatar por mis de uno 4. Laexpresion propaganda se usa aqui en su sentido originario y no cenel que esti adquiriendo con rapidez. Este slimo sugiere la siguiente de- finicidn: propaganda es toda manifestacién que emana de una fuente que po nos gusta. Supongo que la palabra deriva del titulo de la comisién de cardenales que tiene asa cargo las cuestiones relativas ala difusi6n de la fe eatéics, ex decir, la Sacrs Congregatio de Propaganda Fide, Por lo tanto, su sentido original nies despectiv ni, en especial, implica una distorsién B cuestién de si estas condiciones se cumplen o no en la medida necesaria para que la democracia funcione no debe contes- tarse con una afirmacién o una negaciOn precipitadas. Solo se puede ofrecer una respuesta tras una laboriosa valoracién de todo un laberinto de pruebas contradictorias. Sin embargo, antes de embarcarnos en ello quiero ase- gurarme de que el lector aprecia plenamente otro punto que yahe sefialado, Por lo tanto, repetiré que, aun cuando las opi- niones y deseos de los ciudadanos individuales estén perfec- tamente definidos y sean los datos independientes que for- man la esencia del proceso democratico, y aun cuando todo el mundo acti con la racionalidad y la rapidez.ideales, no se sigue necesariamente que las decisiones politicas producidas por ese proceso puedan denomiinarse, de forma convincente, como la voluntad del pueblo. Asi, no solo es concebible sino también muy probable que las decisiones politicas tomadas no concuerden con «lo que el pueblo quiere realmente», sobre todo cuando las voluntades estan muy divididas. Ahora bien, tampoco puede negarse que se obtendré, si no exacta- mente lo que el pueblo quiere, si al menos un «compromiso honrado». Puede ser asi. Las probabilidades de que esto su- ceda son mayores cuando los problemas planteados son de indole cuantitativa 0 permiten una gradacién, como cuando se plantea cudnto debe gastarse en ayuda a los parados, ya que todo el mundo defiende algtin gasto para este fin. Sin em bargo, cuando los problemas planteados son cualitativos, como, por ejemplo, si se ha de perseguir 0 no a los herejes 0 entrar 0 no en una guerra, el resultado puede disgustar a todo el pueblo por igual —aungue por razones diferentes—, mien- tras que la decisidn impuesta por un organismo no democr’- tico podria resultarle mucho més aceptable. ‘de los hechos. Por ejemplo, se puede hacer propaganda de un método cea tfico. Solo significa la presentaci6a de hechos y argumentos con el props- sito de influ, en uns direeciin determinada, en las acciones b opiniones de los hombres. Lo ilustraremos con un ejemplo. Admito que el Go- bierno de Napoleén, cuando este era Primer Cénsul, puede clasificarse como dictadura militar. En ese momento, una de las necesidades politicas més acuciantes era la de lograr un concierto religioso que solucionase el caos producido por la Revolucién y el Directorio y levase la paz.a millones de co- razones, Esto lo consiguié Napole6n mediante una serie de golpes maestros que culminaron en el concordato con el Papa (1801) y los «Articulos organicos» (1802), los cuales, recon- ciliando lo irreconciliable, dieron la debida libertad de culto religioso al mismo tiempo que mantenian con vigor la auto~ ridad del Estado, Napoledn también reorganiz6 y refinancié a la Iglesia Catélica francesa, resolvié la delicada cuestién del lero «constitucional» y puso en marcha la nueva ordenacién de la manera mas favorable con un minimo de friccién. Si al- guna vez ha existido justificacién para afirmar que el pueblo desea algo claramente definido, este caso proporciona uno de los mejores ejemplos de la Historia. Esto ha de resultar no- torio para quien tenga en cuenta la estructura clasista de la Francia de aquella época, y su importancia queda resaltada por el hecho de que esa politica eclesidstica contribuyé enor- memente ala popularidad casi universal de que goz6 el régi- men consular. Pues bien, resulta dificil ver cémo ese resultado se podria haber obtenido de un modo democritico, El senti- miento antieclesiéstico no habia muerto y no estaba en modo alguno confinado a los jacobinos vencidos. Las personas de esta conviceién, o sus dirigentes, jams podrian haber con- certado un compromiso de esa extensién.’ En el otro extremo dela escala se extendia con rapidez una fuerte ola de furioso sentimiento catélico. Los que compartian este sentimiento, 0 los dirigentes que dependian de su buena voluntad, no po- Adrian haberse detenido en el limite napoleénico; en especial, 5: En efecto, los cuerpos legislativos, aunque extaban acobardados, dejaron de apoyar a Napoleda en esta politica. Algunos de sus psladines mis files se opusieron a ell, no podsfan haber tratado tan firmemente con la Santa Sede, para la cual no habria habido, ademas, ninguna raz6n para ceder en vista del sesgo que tomaban las cosas. Y, natural- mente, la voluntad de los campesinos, que ante todo querfan a sus sacerdotes, sus iglesias y sus procesiones, se habria visto inhibida por el miedo a que la soluci6n revolucionaria para el problema de la tierra peligrase si los miembros del clero ~ sobre todo los obispos— se sentaban de nuevo en sus silla. El resultado més probable de cualquier intento de resolver la cuestin por la via democritica habria sido el estancamiento © el conilicto interminable, los cuales habrian engendrado una creciente irritacién. Pero Napolen pudo resolverla de forma razonable precisamente porque todos esos grupos, que no habrian podido abandonar sus puntos de vista por su pro: pio pie, podian y al mismo tiempo querian aceptar la orde- nacién si les era impuesta. Por supuesto, este no es un ejemplo aislado.* Si una prueba de gobierno para el pueblo es la obtencién, a largo plazo, de resultados satisfactorios para dicho pucblo, hemos de tener en cuenta que el gobierno por el pueblo, tal come lo concebia la teoria cldsica, seria a menudo incapaz de superar esa prueba 3. LA NATURALEZA HUMANA EN LA POLETICA ‘Tenemos pendiente dar respuesta a la pregunta acerca de la certidumbre y de la independencia de la voluatad de los vo- antes, de su capacidad de observaci6n e interpretacion de los hhechos y de su aptitud para deducir de una manera clara y ré- 6. Podefan citarse otros ejemplos relacionados con la actuacién del propio Napole6n. Fue un autécrats que, siempre que no se viesen afectados us intereses dinisticos i su poltica exterior, procuraba hacer simplemente Jo que él ereia que el pueblo queria 0 necesitaba. As lo muestra el consejo {que dio a Fugéne de Beauharnais, relativo ala administracin del norte de Italia 46 pida las consecuencias racionales de ambas cosas. Este tema pertenece a un capitulo de psicologia social ria titu- laste. sntusdenn heanaven lagolidenn ra Tanto la idea de que la personalidad humana es una uni- dad homogénea como la idea de que la voluntad constituye el mévil principal de la accién fueron perdiendo fuerza du- rante la segunda mitad del siglo x1x—incluso antes de los tiempos de Théodule Ribot y de Sigmund Freud—. En par- ticular, estas ideas se fueron desestimando de forma progre- siva en el campo de las ciencias sociales, donde cada vez recibe ms atencién Ia importancia de los elementos extrarra- cionales 0 irracionales de nuestra conducta, como atestigua cl Traité de sociologie générale, de Pareto. Tan solo voy a mencionar dos de las muchas pruebas que se han acumulado contra la hipétesis de la racionalidad. La primera, a pesar del trabajo posterior mucho més cuidadoso, puede asociarse al nombre de Gustave Le Bon, el fundador o al menos el primer exponente de la psicologia de las multitudes (Psychologie des Fowles)" El autor puso de ma- espa ede sna ceutvados si poe uo le los radicales britanicos mis admirables que han existido jamés: a Walls A peu detodolequeseha ners desde enone sobre ate 4 pesar de todos los studios detallades que nos facilitan verla ahora con iar cards xo puede omens como aor ino decid psicologt polis. Sin embargo, después de haberlevad co adic honest vagus con asesuaron cris dea tcov ci sia el autor nolga aa conlain aba, Esto rsa mis notable te imental cientfieayno desde cennurara James Bryce pr habersedecarado, ns libro sobre Is Commonwealth americana, sfirmementesdecdido ‘eralgo de cielo ezul en medio de a ubes dees hechos deslsionants {Qué podemosdecinexlama Was de un metcordloge que aes debie su ventana insnteen que a visto in poco de cil azul? Ahora ben en parte constructive de este libro, Walls adopts apouimadamente el mise 1-La palabra slemara Masenprcbologie suger ua advetencia: la Pricologia de as mukitudes no debe er confundida con la psicclogiade las primera no contiene necesariamente ninguna connotaciGa classta nifiesto, si bien exageréndolas, las realidades del comporta- miento humano bajo la influencia de la muchedumbre, en es- pecial la desaparicién repentina, en un estado de excitacién, de los frenos morales y de los modos civilizados de pensar y de sentir, y la erupcién stbita de impulsos primitivos, infan- tilismos y tendencias criminales. Con ello, Le Bon nos en= frent6 con hechos siniestros que todo el mundo conocia, pero que nadie queria ver, y dio un serio golpe a la concepcion de Ja naturaleza humana en la que se basaban la teoria clésica de la democracia y el folclore democritico sobre las revolucio- nes. Sin duda hay mucho que decir sobre la estrechez de la base féctica de las conclusiones de Le Bon, la cuales, por ¢jemplo, no se ajustan al comportamiento normal de una multitud briténica o estadounidense. Los criticos, sobre todo aquellos que no simpatizaban con esta rama de la psicologia social, no dejaron de sacar partido de sus puntos vulnerables, Sin embargo, no hay que olvidar que los fendmenos de psi- cologia de las multitudes no estén confinados en modo al- guno las turbas que bullen en las estrechas calles de una ciu- dad latina. Todo Parlamento, toda Comisién y todo Consejo de guerra compuesto por una docena de generales sexagena- rios muestran, aunque sea de forma atenuada, alguno de los rasgos que asoman con tanta claridad en la chusma, en espe- , al significado puede derivarse del contexto ten la mayoria de ls casos, sino en todos. Por ejemplo, en la crcunstancias «en que se prodijo la alocucign de Gettysburg, podria infrirse que Lincoln, Alafirmar que «todos los hombres son ereados libres eiguales», queria dar ‘entender simplemente la igualdad del estat juricico frente ala especie de desigualdad imsplicita en el reconocimiento de la exclavitud. Este sigai- ficado estaria bastante definido, Pero si preguntamos por qué esa afirms cidn debe obligarnos moral polticamente, si rehusamos contest «por ue todo hombre ex por naturaleza exsctamente igual que todo otro hombres, entonces solo podemos recurrir la sanciéa divina que propor cions la fe cristina, Posiblement esta slucidn est implicia en la palabra screadose 62 las cosas. La misma palabra puede convertirse en una ban- dera, en un simbolo de todo lo que es més querido para un hombre, de todo lo que ama de su nacidn, exista o noun nexo racional entre ambas cosas. Por una parte, la cuestién de saber hasta qué punto los hechos de la politica concuerdan con las distintas proposiciones contenidas en el credo democritico se vuelve entonces tan irrelevante para el demécrata como lo es para el creyente catélico la cuestién de cémo se concilia la conducta de Alejandro VI con la aurcola sobrenatural que rodea al papado. Por otra parte, aunque el demécrata de este tipo acepte postulados con importantes implicaciones acerca de la igualdad y la fraternidad, estaré también en situacidn de aceptar con toda sinceridad casi todas las desviaciones de di- chos principios a que puede dar lugar su propio comporta- miento o su propia posicién. Y esto no carece de légica, pues Ja mera distancia de la realidad no constituye ningun argu- mento contra un precepto ético 0 una esperanza mistica. En segundo lugar, debemos tener en cuenta que las for- mas y frases de la democracia clésica estin asociadas para mu- chas naciones a los acontecimientos y la evolucién de su his- toria aprobados de forma entusiasta por grandes mayorias. Es probable que la oposicién a un régimen establecido utilice estas formas y frases, al margen de su significado y de sus rai- ces sociales." Si esta oposicién triunfa y su desarrollo poste- rior es satisfactorio, estas formas enraizarin en la ideologia nacional, Los Estados Unidos constituyen el ejemplo més notable de esta asociacién de ideas. Su propia existencia como Estado soberano esté asociada a la lucha contra una Inglaterra mo- nnérquica y aristocrética. A excepcién de una minoria de rea- 22, Tal vez pueda pensarse que deberiamos excluir la oposiciGn que surge dentro de los egimenes francamente autocriticos. mayorta de estos a surgido hist y ha basado su dominacin en a aprebacin del pueblo. A Julio César no lo asesinaron los plebeyos, sino los oligareas que también empleaban frases democratic. 63 listas, en la época de la administracién de Grenville los ame- ricanos probablemente habian dejado ya de considerar al mo- narca inglés como su rey y ala aristocracia inglesa como ss aristocracia. En la Guerra de Independencia combatieron contra quienes, de hecho y segin su sentimiento, se habian convertido en un monarca y una aristocracia extranjeros que intervenian en su politica yen sus intereses econémicos. Pero ya en una fase anterior habjan presentado el conflicto, que cra realmente nacional, como una contienda del «pueblo» contra sus ‘os cuenten de forma primordial y la capacidad lo haga solo de modo in dental es parte de la esencia del gobierno democritico. Vease el cap. 25 14, Si, como sucedié en Francia durante la II] Repiblica, et primer ministro no tiene tal poder, las camacilas parlamentarias adquieren tanta independencia que este paralelismo entre la aceptaciSn de un hombre por 1 Parlamento y por el electorado se debilita 0 desaparece. En ese caso, el deporte de la politiea parlamentaria degenera en confusin. A mi juico, se trata de un defecro de construccién cometide al delinea el plan de la mi {uina consttucional. Raymond Poincaré era de la misma opinién 76 En 1879, el Gobierno de Beaconsfield (Disraeli) se creia destinado a la victoria electoral después de casi seis afios de prdspero ¢jercicio del poder, cuya culminacién fue el éxito espectacular del Congreso de Berlin.'' Sin embargo, Glads- tone conmovié stibitamente al pais mediante una serie de arengas de insuperable vigor (Campaiia de Midlothian), en las que manejé las atrocidades turcas con tal éxito personal que se colocé en la cresta de una ola de entusiasmo popular. Su partido no tuvo nada que ver con esto. Varios de sus diri- gentes incluso desaprobaron su actitud. Gladstone habia abandonado afios antes elliderazgo del partido y ahora abor- daba el pafs en solitario. Cuando, ayudado por este impetu, el Partido Liberal obtuvo una victoria aplastante, resulté evi- dente para todo el mundo que Gladstone tenia que ser acep- tado de nuevo como lider del partido, y no solo eso, sino que tenia que serlo en virtud de su liderazgo nacional y que sen- cillamente no habfa espacio para ningiin otro lider. Gladstone llegé al poder envuelto en un halo de gloria Ahora bien, este ejemplo nos ofrece una buena leccién sobre el funcionamiento del método democritico. Para em- pezar, hemos de ser conscientes de que el caso de Gladstone Por supuesto, tales situaciones se dan también en el Reino Unido, pues el poder de disolucin del primer minstro —en realidad el poder de conser» al monarca la disolucion de a Cémara de los Comunes~ esi perante sine apoyo del nicleo duro de su partido o sila posiilidad de {he las elecciones refuercen su domiaio sobre el Palamento son remotas Es devs el primer ministo puede ser més fuerte (aungue también mis abil) en cl Parlamento que en el pas, Esto ourre en ocaiones cuando un Gobierno ha estado en el poder durante aos. Pero en el sister britinico cst desviacion no puede darar mucho tiempo. Ts. Com esto no quiero decir que lasolicin temporal de las cuestio- plameadas por la Guerra ruso-trcay la adquisicén,perfectamentein- Shlde laslade Chipresean obras maeseis del ane poco sino que, desde tl punta de vista de a politica nacional, etoslogros repesertaon la clase de eiton que, en una ttmésfera de patrotsmo, aumentan la vanidad del CGudadano medio y mejoran enormemente las perspectvas del Gobierno, Enefect, todo el mundo creia que Disrack habris ganado las elecciones de haber diselto el Parlamentojusta después de reresar de Berlin,

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