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[A SELECTA Federico Garcia fa ¢ ara be futinep, Coase cho rel, a 1 Me ta ery" aa] 1. Un mito mas alla de la escritura \ veces no acertamos a yer la importancia de un escritor a causa de la ausencia de datos 0 de yaloraciones criticas. Otras veces, por el contrario, nos lo dificulta su sobreexposici6n a la luz, como si la propia abundancia de estudios, biografias, ediciones, apologias..., calcinara su figura y terminara borrandola ante nuestros ojos. Es este el caso de Federico Garcia Lorca (1898-1936), probablemente el poeta espanol del siglo xx mas difundido, traducido, leido y valorado en todo el mundo. Podria decirse sin hipérbole que su fama ha desbordado no solo las fronteras geograficas, lingiiisticas y culturales, sino, sobre todo, su propia condici6n de poeta. El personaje Lorca sustancia una mitologia contempordnea vinculada a una idea vitalista y tragica del arte; pero también, en muy buena medida, vinculada a Espatia y lo espanol. Y aiiddanse dos precisiones sobre las que se reflexionara en estas paginas: su condicién de mito contemporneo actia, tanto como entre los poetas, fuera del territorio especifico de la poesia; y la de emblema de lo espaiiol impera, mas generalizadamente que en Espafia, fuera de ella. Es como si desde dentro del arte se le regatearan aplausos que le conceden fuera, y como si desde dentro de la cultura espafiola hubiera resistencias a ser representados por alguien a quien en el exterior perciben como quintaesencia de lo espaiiol; quizd porque se piensa que su éxito universal se alza sobre una banalizacién de su sentido profundo con la que no se quiere transigir. [Asi las cosas, vale la pena proceder a una ponderacion de este escritor extraordinario (si: a pesar o al margen de los aplausos). Para ello deben identificarse, en primer lugar, las causas no necesariamente literarias, 0 al menos no solo literarias, que explican la propagacién universal de su figura. La primera de estas causas tiene que ver con los avatares de su vida, breve, y sobre todo con su asesinato, sintesis del horror vivido en Espaiia entre 1936 y 1939, y también sintesis mas abarcadora de una idea de fatalidad que trasciende toda concrecién histérica y que tiene una veta de tragedia clisica. Ante esta fascinaci6n ejercida por una muerte como la suya, la literatura puede decir poco. Varios aftos después de su desaparici6n, su compaiero Damaso Alonso, uno de los integran la joven literatura a la que conocemos como generacién del 97 « veladamente, puesto que no lo nombraba, a lo mucho que prestigio mundial de Lorca a las circunstancias de su muerte: un gran poeta espanol conquiste una verdadera fama intern necesario que le asesinen»', escribia, cuando se disponia a n, otro de los poetas de aquel tidad estética de Jorge Guill Los efectos de ese asesinato, cuyo conocimiento fue abriéndo entre incertidumbres, rumores oficiosos y desmentidos de ida resonaron en todo el mundo concernido por la guerra de E a fin de cu como la de un martir contemporaneo, a ella hubiera podido at el versiculo de Poemas humanos, del peruano César Vallejo, pat la guerra espafola fue su postrera fuente de inspiracié: poseo para expresar mi vida sino mi muerte». Pero lo anterior quizd atenta contra lo que hubiera sido el d poeta, un vividorapasionado pese al designio funesto que le Mas aun: desde un estricto punto de vista literario, la cor su vida como un relato regido por el desenlace perturba la con de su escritura. Esta lectura de su obra, contaminada patétican su asesinato, la convierte en una especie de anunciacin o p de su muerte, que de todos modos es una obsesion de la libera. Un segundo elemento en este proceso, que ademas actia con el que acaba de exponerse, es la personalidad seducto avasalladora, del escritor, de la que sus contemporan innumerables testimonios mucho antes de que se cony martir. Para decirlo categéricamente, Lorca era ya algo un mito antes de que la muerte viniera a multiplicar su simbélica. Es muy facil espigar manifestaciones de ese h quienes lo trataron; y eso que le tocé vivir en una €poca, Edad de Plata por los historiadores de la cultura, superpol Se ee eee " Damaso Alonso [1952], Poetas esparioles contempordneos, Madrid, Gredos, 10 refulgentes que se ha € si, Pues ni siquiera la lgica as, y sobre todo Ia evidencia ran aquellos genios a quienes n brillo a las expresiones de dicho ian competencia er existencia de rivalidades estéticas y huma del «tamaiio naturals con que se nos mue hemos podido ver de cerca, re embelesamiento. Por citar algunas entre much nombres mayores del surrea , el cineasta Luis Bufiuel, uno de los mo artistico, escribié en sus memori De todos los seres vivos que he conocido, Federico es el primero. No hablo ni de su teatro ni de su poesia, hablo de él. La obra maestra era cl. [...] Era como una Iama»*. El poeta Rafael Alberti se manifiesta asi, tras haberlo conocido: «jNoche inolvidable la de nuestro primer encuentro! Habia magia, duende, algo irresistible en todo Federico. 2Como olvidarlo después de haberlo visto 0 escuchado una vez? Era, en verdad, fascinante: cantando, solo 0 al piano, recitando, haciendo bromas e incluso diciendo tonterias»*. 8, Incluso, ha escrito Alberti, «diciendo tonterfas». Federico, como se referian a él casi todos sus amigos, es lo contrario de un intelectual o un artista que se tomase demasiado en serio a si mismo. Su caracteristica alegria, y aun el halo dramatico que se escondia tras ella, asoman a menudo con apariencia de intrascendencia, como en un torbellino de palabras, gesticulaciones, risas, teatralizaciones, chiquillerias. Y asi era hasta el punto de que a muchos les servia como medida para enjuiciar a los demas. Cuando Carlos Morla Lynch, el diplomatico chileno que registré en un diario su estrecha convivencia con el poeta, conocié a Gerardo Diego, aprecié su educacién y amabilidad, pero vefa en él al profesor juicioso y severo cuya imagen contrapone a la de Lorca. Este, senala Morla, puede tumbarse en el suelo o sentarse a caballo en una illa mientras enhebra un largo mondlogo improvisado y enloquecido, pero arrebatador y genial, saltando despreocupadamente de un tema a otro —las virgenes de las iglesias de Andalucfa, el lenguaje poético de Gongora, las nanas infantiles, su concepto del duende..—, como un nino ajeno a lo que hace, sin percatarse de que est convocando al misterio insondable de la poesia. Pues eso precisamente es lo que © Luis Buiiuel [1982], Mi tiltimo suspiro, Barcelona, Plaza y Janés, 1994, p. 184. > Rafael Alberti, La arboleda perdida, en Obras completas. Prosas I. Memorias (La arboleda perdi- da), ed. R. Marrast, Barcelona, Seix Barral / SECC, 2009, p. 144, n sucedi6 en casa del matrimonio de poetas e impresores Concha y Manuel Altolaguirre, la noche del 2 de diciembre de 1939, see escrito Morla en su diario, todavia maravillado por lo que acababal y escuchar: «Sin duda que lo habita esta noche el diablillo magieg pienso que jamas nadie podra ofrecernos una conferencia come hoy nos ha dado —montado en su silla € inclinado sobre su resp ya deslumbrante de fulgores, ya sombrio —con aforanzas d voz—, ya lanzando carcajadas al aire. Invencible, maravilloso, a, sino en el lenguaje de sus manos, de sus b de su ser entero», no solo en su lak boca, de su cabellera desordenad: Ante el alud de elogios, no es extrano que algunos marcaran dis renuentes a dejarse encandilar por quien tan facilmente lo ¢6 con casi todos. Juan Larrea, uno de los grandes que rehus6 en los fastos generacionales de 1927 en torno a Géngora, fue por su intimo amigo Gerardo Diego para presentarselo a antes de la muerte de este. Al parecer, Lorca juzgaba imp que, a esas alturas, atin no se conocieran personalmente. La sin embargo, result6 un fracaso, pues Larrea no pudo so verbosidad y gesticulacién nerviosa de Lorca, eso mismo que: les parecia una muestra de su talante arrollador®. ¥ su p Rafael Alberti consideraba que, durante su estancia en Ja de Estudiantes, Lorca se dejaba enredar por la corte de palmeros que encarecian sus virtudes como escritor y A fin de cuentas, refiere Alberti, su simpatia, atractivo, eran tales que lo trastornaban, convirtiéndolo en una torero de la poesia, rodeado siempre de una facil residentes jaleadores, que le hacian regalar su tiempo»; regresaba a Granada en las vacaciones veraniegas, donde contacto con las fuentes de la creacion. A ello aludio tamb Juan Ramén Jiménez, que temia que tantos elogios lo m de dar sus frutos maduros. * Carlos Morla Lynch, En Espana con Federico Garcia Lorca, Sevilla, 311. ° Testimonio de R. Gurney; en J. Fernandez de la Sota, Juan Larrea: el guian las palomas, Bilbao, El Gallo de Oro, 2014, pp. 16-17. ° Rafael Alberti, «Cuando por fin entré en Granada», El Pais, 17 de Obras completas. Prosas II. Memorias (La arboleda perdida), cit., p. 470. 12 Hay una tercera circunstancia que, junto a las de su muerte y su arrebatadora personalidad humana, contribuye a explicarsu magnetismo tanto entre lectores espanoles ajenos al meollo intimo de la poesia como entre lectores de fuera de Espaiia, muchos de los cuales han de leerlo traducido. Se trata, si vale la paradoja, del casticismo universal del poeta, que presenta una serie de mticleos simbélicos de la Espaiia profunda o seterna», contraida a los mitos romanticos vinculados al flamenquismo, a la Andalucia tragica, incluso a la «gitaneria», y que son susceptibles de ser interpretados bien en clave de tipismo superficial, bien en clave de sentimientos generales y atemporales, segtin cual sea la sensibilidad y profundidad lectoras. Lo cual supone asumir que la universalidad de Lorca se construye sobre su «espafiolidad» mas restrictiva. Ello habfa comenzado a producirse muy pronto, al menos desde que colaboré con Falla en la organizacién del Concurso de Cante Jondo que se celebraria en 1922, y para el que compuso a toda velocidad su Poema del cante jondo dado a conocer por entonces, aun cuando finalmente tardara una década en publicarlo. Su participacién en el Concurso, y su conferencia «El cante jondo (primitivo canto andaluz)» con la que preparé el terreno al leerla en febrero en el Ateneo granadino, lo convirtieron muy pronto en un emblema del andalucismo folclérico que adquiriria plenitud con la publicacién de Romancero gitano en 1928, y del que no pudo desprenderse a pesar de sus esfuerzos por conseguirlo. Baste algiin ejemplo para evidenciarlo. Invitado a impartir una conferencia en Pontevedra, la revista local Cristal abria con este anuncio su nimero 5 (noviembre de 1932): «Pronto sera huésped de Pontevedra Garcia Lorca, el gitano de los romances. [...] para nosotros Garcia Lorca no es mas que un gitano. Un gitano legitimo. Un gitano que sabe serlo. Un gitano de navaja, luna y Guardia Civil. Un gitano que hace romances». Toda una declaracin de topiqueria contra la que Lorca se venia rebelando infructuosamente, cuesti6n a la que habremos de volver. El interés culto por las raices folcl6ricas no era nuevo, sino que procedfa de los viajeros romanticos, y se reactiv6 en el entorno de autores como Augusto Ferran, del circulo de Bécquer, y del institucionismo de Giner de los Rios y de sus discipulos y seguidores: Deméfilo, padre de los hermanos Machado; los propios Manuel y Antonio Machado; 0, en fin, Juan Ramon Jiménez. B A pesar de la nobleza de los precedentes, la reduccién de Lorea a los aspectos mas aflamencados ha provocado cierta a asumir su legado por parte de poetas posteriores; lo con ejemplo, de lo que ha venido sucediendo con Cernuda, Bs la causa de este desvio no sucle achacérsele a Lorea, sing profesional, al andalucismo de carton piedra (toro, lung reyerta, gitano, navaja), a sus imitadores —a veces letristas folelérica—, a los que han banalizado su arte o lo han mim vez y otra hasta su calcificacion ret6rica. Para los escritores, dificil salir indemnes de la influencia de Lorca, por el peligro, en el remedo de unas imagenes y un lenguaje simbélico de ta tan inmediatamente reconocibles. A ello se ha referido, po Luis Garcia Montero, poeta él mismo y estudioso de Lorca, su influencia suele ser devastadora, muy pesada para los po intentado seguirle, incapaces casi siempre de levantar su por encima de los emblemas lorquianos»’. En este orden de cosas, algunos consideran que su anclaje de la gran poesia universal ha ido acompatiado de la 5 de su altisimo legado, cuando no de usurpaci6n de su fi Cernuda, poeta al que admiré Lorca y que fue admirado | libro postrero Desolacién de la Quimera incluye el poema sentimiento», donde arremete contra el secuestro del poema andlogo en el tema a «Birds in the night», del mi donde son Verlaine y Rimbaud los malditos a quienes vez muertos la sociedad hipécrita que los condené mient apropiacién de ti, que nada suyo / fuiste o quisiste ser n / es lo que ahi despierta mi extraiieza»; y remata les basta / a tus compatriotas haberte asesinado? // sucede al crimen»*. Mas la censura de esa incautacién, de la escritura han hecho sus imitadores, de los clichés han favorecido su fama universal, incluso del exc ? Luis Garcia Montero, La palabra de Icaro. Estudios literarios sobre Ga nada, Universidad de Granada, 1996, p. 29. ? * Luis Cernuda, La realidad y el deseo, Madrid, FCE, 1974, p. 345. 4 circunstancias de su el reconocimiento de propésito se dirige esta selecci6n « puede surgir de nuevo el i 2. Trayectoria del hombre, construccién del poeta 2.1. De la Vega granadina a la gloria de Madrid cia Lorca un 5 de junio de 1898 en Fuente Vaq (Granada), hijo primogénito del hacendado agricola Federico Rodriguez y de Vicenta Lorca Romero, con quien se habia casado dre habia ejercido como maestra de las tradicione: Nacio Federico Gi segundas nupcias. Si y su amor por la misica, la poesi Concha e Isabel. La primera nifiez de Federico wanscurrié en la Vega granadina, Fuente Vaqueros y luego en Asquerosa (hoy Valderrubio), adonde traslad6 la casa familiar. Fue, pues, un niio en estrecho contacto el campo y con la cultura rural, con algunos problemas motores en pierna que le dejaron la marca de unos andares torpes, y muy a dentro del gineceo doméstico en torno de dofia Vicenta. Aunque la familia pas6 a residir en Granada en 1909, Federico sinti6 su vida atraccién por ese breve paraiso claustral de su infancia. el regreso al lugar de sus origenes era un modo de activar su insp de su teatro bebe de las historias y leyendas del entorno geografico la Vega. Su apertura a espacios urbanos nunca desplaz6 de su escena imaginativo el mundo campesino del que procedia. Sin embargo, caracteristicas de ese lugar no son, sin mas, las del locus amoenuso de la naturaleza al margen de Ia historia. En él aparecen tamb asi lo confirman los temas de su poesia y de su teatro, las situaci sociales y las circunstancias antropolégicas tal como se manifiestan sus ojos de nifo observador y de familia pudiente: jornaleros, tradiciones ancestrales de dominacién o de injusticia, rea ideolégico, erotismo amordazado, resentimiento social. La educacién del muchacho, ya en Granada, siguié los pasos p alguien de su clase. Tras haberlo iniciado en Almeria, curs6 el B en Granada, y emprendié estudios musicales con Antonio Seg mantuvo con intermitencias hasta la muerte de este en 1916. Del 16 que sintio por su maestro da cuenta la emotiva dedicatoria que, dos afios mas tarde, encabezaria su primer libro publicado, Impresiones y paisajes. Los regresos veraniegos a la Vega de Granada se conciliaban con los periodos de la habitual vacaci6n estival en Malaga, donde tuvo ocasién de conocer a quienes serian compaiieros en lides artisticas, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre Concluides con tropiezos los estudios de Bachillerato, que habia acompanado con los de piano, en 1915 ingres6é en la Universidad granadina, en el curso preparatorio para las carreras de Filosofia y Letras y Derecho. Federico nunca fue un estudiante modélico en el terreno estrictamente académico, pero sus inquietudes culturales y artisticas le permitieron obtener todo el fruto que una modesta capital de provincia le podia proporcionar a través de algunos profesores de su Universidad, y de circulos de amistades y tertulias, como la denominada «el Rinconcillo», que solia reunirse en el café Alameda. Aunque en distintas épocas, ncluso cuando Federico ya estaba regularmente en Madrid, en esa tertulia coincidieron diversos jévenes, entre los que cabe citar, ademas de a su hermano Francisco, a Manuel Angeles Ortiz, Melchor Fernandez Almagro, Antonio Gallego Burin, Constantino Ruiz Carnero, José y Manuel Fernandez-Montesinos... En esas reuniones se cre6 un poeta apocrifo, Isidoro Capdepén, cuyos textos se deben, parcialmente al menos, a Federico. En su proceso formativo tuvo extraordinaria importancia el profesor Martin Dominguez Berrueta, catedratico de Teoria de la Literatura y de las Artes y uno de los textos vivos que, por encima de sus escritos, fueron muchos de los profesores forjados en el espiritu de la Institucién Libre de Ensefianza (ILE) fundada en 1876 por don Francisco Giner de los Rios. Dominguez Berrueta, ejemplo de profesor progresista contra las fuerzas reactivas, y preocupado por la renovacién pedagégica, organizé diversos viajes con los estudiantes de su catedra para el conocimiento de los paisajes, los pueblos y las gentes de Espaiia, germen del patriotismo sano al que aludié Antonio Machado en su poema «A don Francisco Giner de los Rios», con motivo de su muerte en 1915. Precisamente visitaron a Antonio Machado en Baeza, de cuyo instituto era profesor de francés, y a Miguel de Unamuno en Salamanca, en dos de esos viajes a 7 S que asistié Lorca en 1916 y 1917, y de cuyas experiencias procede sy _ srimer libro, Jmpresiones y paisajes (1918), algunas de cuyas estampas en: prosa habian aparecido previamente en Diario de Burgos. La publicaci6n de ese librito supuso una firme determinaci6n literaria, ya abandonados los estudios musicales (y ante la negativa paterna a que los prosiguiera en Paris), sin que por ello dejara Lorca nunca de considerarse un musieg que habia desembarcado en la literatura. En ese tiempo comenzé con a escritura de su primer libro de versos. Otro mentor de Federico, casi un padre intelectual, fue don Fernando de los Rios, catedratico de Derecho Politico en Granada, ademas de institucionista y sobrino del propio Giner de los Rios. El convencié al padre del poeta para que le permitiera trasladarse en 1919 a Madrid un puiiado de directivos que pudieran empujar a Espafia en Ia senda del progreso material y espiritual. Durante cerca de una década la Residencia fue su lugar de estancia mds regular, aunque discontinua. Cont6 enseguida con la ayuda de su director, don Alberto Jiménez Fraud, que habia puesto en marcha ese proyecto dentro de la fidelida al espiritu de su maestro Giner. En la Residencia, que tras u primera ubicacién estaba emplazada desde 1915 en la calle del Pin se produjo la maduraci6n integral de Federico, pues constituys un centro de extraordinaria efervescencia donde la mejor intelectualidad espaiiola se retroalimentaba, y recibia estimulo de filsofos, arti escritores 0 cientificos europeos, que acudian a «la Resi» o «la Colina de los Chopos», como la denominé Juan Ramén Jiménez, a imparti conferencias, dar recitales de misica, representar obras de teatro, Alli coincidieron, como residentes unos y como visitantes asiduos 0 varios, personajes que tendrian gran relevancia cultural en los ai posteriores. Y alli trab6 Lorca amistad, en momentos sucesivos, José Moreno Villa, José («Pepin») Bello, Luis Bufuel, Salvador Dali... padre artistico de muchos de ellos fue Juan Ramén Jiménez, que un tiempo en la Residencia como encargado de publicaciones, y! referente inexcusable para los jovenes que se adentraban en la lite1 con pretensiones renovadoras. * Nada hubiera sido lo mismo en Lorca sin la Residencia y los el primeros receptores de muchas de sus obras y proyectos artis 18 Cuando salié de alli no solo estaba formado como escritor, sino que ya cra alguien consolidado en la cultura espafiola. Su curiosidad, entusiasmo y caracter extravertido fueron determinantes en la creacién de una red de amistades y contactos que hicieron de él, antes de publicar sus titulos més relevantes, un personaje central en la vida de la Residencia y, pronto, en la cultura espanola. Su actividad literaria fue incesante en esos aiios; no asi la académica: hasta 1923 no terminaria Derecho, y dejo sin concluir Filosofia y Letras. En 1920, en el madrileiio teatro Eslava, estreno su obra teatral El maleficio de la mariposa, que result6 un fracaso. En 1921 aparecié Libro de poemas, la coleccién de versos en que Ievaba tabajando algunos aos, y que debe entenderse como un compendio de su primera escritura, excluidos los poemas de estricto aprendizaje. A medida que avanzaba en su trayecto estético, Lorca fue sintiéndose distanciado de esa obra, en la que podian percibirse acaso demasiado las influencias a que obedecia: nada inhabitual en los primeros libros. Cuando se public6, ya estaba el poeta depurando su poética en un conjunto de «suites» con las que pensaba componer un libro de ese titulo, aunque finalmente no cuajé en volumen impreso. Varias de estas «suites» vieron la luz en Ia revista Indice (1921-1922), de Juan Ramén Jiménez; asi los polipticos «El jardin de las morenas», «“Suite” de los espejos» y «Noche» (ntimeros 2, 3 y 4 respectivamente). La ayuda prestada a Garcia Lorca por Juan Ramén fue fundamental, tanto por la inclusion de sus poemas en esa revista de «poesia nueva» como por abrirle las puertas de otras publicaciones. Para entonces, Lorca ya trabajaba en su libro Canciones, y escribié Poema del cante jondo. Uno y otro verian la luz aios después; pero asi como cl primero fue un libro de composici6n lenta, el segundo lo remat6 practicamente en noviembre de 1921, en el contexto de la preparacién del Concurso de Cante Jondo, que se celebrarfa en junio de 1922 y en el curso del cual lo ley6 en piiblico. De hecho, el 19 de febrero de 1922 habia dictado en el Ateneo granadino una conferencia sobre el cante jondo que proyecta luz cenital sobre su propia poética. La defensa del cante jondo como una realidad mucho mas antigua que el flamenco, debe entenderse como una reacci6n contra su banalizacién, dirfamos hoy, turistica. | = | citado Concurso, con las circunstancias que lo rodearon, constituy6 ra Federico un episodio de la mayor importancia en ese tiempo, rante el que tuvo ocasién de frecuentar a Manuel de Falla, a Ja sazn residente en Granada. La colaboracién de Lorca y sus jévenes € conoclastas amigos del Rinconcillo con figuras mayores de la misiea, como Falla, y la pintura, como Ignacio Zuloaga, fue singularmente provechosa tanto para la vida cultural granadina como para el desarrollo estético de Lorea, que encontré en Falla un valedor y una referencia de autoridad, y con quien trabajaria en distintos proyectos musicales y teatrales. Lorca continu6, mientras tanto, con la escritura poética y dramatica (Retablillo de don Cristbal), ofteciendo recitales, impartiendo conferen- cias, con todos los poros de su sensibilidad abiertos para recoger las incitaciones ¢ influencias del medio. Su crecimiento como poeta no puede precisarse con total exactitud, pues, pese a estar embarcado en varies libros, estuvo mucho tiempo sin publicar ninguno, desoyendo consejos de algunos de sus amigos. En una carta a Jorge Guillén de 20 de mayo de 1923, comenta Pedro Salinas la excelente impresién producida por la obra inédita de Garcia Lorca a la que habia tenido acceso: «Estancia de Federico Garefa Lorca, en Madrid, que me ha dado ocasién de conocer sus tiltimas cosas, vivaces, frescas y espontaneas hasta en lo rebuscado, como ningunas otras; un modo de tratar los temas populares andaluces que a veces raya en lo gongorino [...]. Es un chico al que le falta atin severidad y cernido, pero la Materia prima es espléndida y abundantisima. Total: un descubrimiento de esta primavera»’. En 1925 pas6 la Semana Santa en Cadaqués, en Ia casa familiar de su amigo Salvador Dali, a quien habia conocido en 1928, y con el que habia concebido una colaboracién en el libro Los putrefactos, nunca cor en la practica, donde Dali pensaba retratar a los representantes del costumbrista y tradicional contra el que se erigian. En la casa de posteriormente en el Ateneo de Barcelona, adonde se trasladaron amigos unos dias, ley6 Lorca su recién concluida obra teatral Pineda, todavia demasiado subsidiaria de un lenguaje mas propio poesia que del drama; de hecho, la critica de La Vanguardia con * Pedro Salinas & Jonge Guillén, Comespondencia (1923-1951), ed. A. Soria Olmedo, Jona, Tusquets, 1992, p. 40. 20 de su estreno dos aitios después concretaba el problema dramatiirgico del primer Lorca, a quien juzgaba mas como un poeta delicado que como un constructor de caracteres. Las producciones respectivas de Dali y de Lorca venian cruzéndose en una influencia reciproca: del pintor al poeta—que compuso una «Oda a Salvador Dali» de estructura cubista—, a quien incité en su labor como dibujante muy estimable, y del poeta al pintor, a quien empujé en el camino de la creacién literaria. 2.2. En torno a 1927: canonizacién generacional y del autor En los aiios previos a 1927, a medida que se iba haciendo mas tupida la red de relaciones personales y estéticas entre los artistas j6venes, s€ habia ido fraguando un homenaje a Luis de Géngora que se queria hacer coincidir con el tercer centenario de su muerte. Ello dio pie a una serie de actuaciones de vario signo, que arrancaron algunos anos atras, ya las que Lorca contribuy6 con su conferencia «La imagen poética de don Luis de Géngora», que ley en 1926 en el Ateneo de Granada. En realidad, el homenaje de los jvenes poetas a Géngora era tanto una defensa del autor cordobés, desdefiado por las fuerzas vivas de la cultura académica, como una presentacién de la nueva literatura, que lo tomaba como bandera por su metaforismo exacerbado y su antipatetismo vinculado a la deshumanizacién del arte. En el programa de actuaciones sucesivas hubo ediciones de Géngora, antologias en su honor, colaboraciones de artistas plasticos y musicales. En enero de 1927, la revista murciana Verso y Prosa publicé en su primer ntimero un articulo de Melchor Fernandez Almagro, componente del Rinconcillo y amigo de Lorca, titulado «Némina incompleta de la joven literatura», donde pasaba lista a los poetas —y a algunos prosistas— que conformarian el grupo del 27. De Lorca afirmaba lo siguiente: «Lleg6 desde la Miisica, en un tren que le sirvi6 para recorrer la Espaiia mas vieja con sus companeros en la catedra de Teoria del Arte de la Universidad de Granada. Y lleg6 con un libro raro y curioso en que manejaba palabras que, por lo visto, le fueron reveladas de stibito. “Pero, chiquillo —decian muchos— equién te ha ensefiado a tia decir ‘canéfora’...?” Ya en Madrid, acab6 de urbanizarse, y se caracteriza muy bien de Residente. No da gran crédito [. 11 reloj ni al almanaque. Es violento de gesticulacién y ademan como un’ itano. Y moreno, naturalmente»™ Otras revistas vinculadas al 27 fueron fijando la némina que quedarfa para la historia literaria; es lo que hicieron la malaguenia Litoral, de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre; y, también, Carmen y su «amiga y suplemento» Lola, gobernadas por Gerardo Diego, que a los efectos de la generaci6n es su munidor y el principal promotor. El colofén del homenaje gongorino desgranado a lo largo de ese ano fueron los actos celebrados en Sevilla, en diciembre de 1927. Alli se concentraron, con Garcia Lorca, Jorge Guillén, Rafael Alberti, Gerardo Diego, José Bergamin, Damaso Alonso, Juan Chabas y Mauricio Bacarisse; y en Sevilla entraria el granadino en contacto con Fernando: Villalon, Joaquin Romero Murube y Luis Cernuda, que habia estudiado en la Universidad hispalense, aunque a la saz6n era apenas un meritorio que no aparece en la celebérrima foto del Ateneo atribuida a Pepin Bello (en realidad, el salén de actos no era el del Ateneo, sino de la Sociedad Econémica de Amigos del Pais, al estar aquel ocupado con otra actividad). A todos ellos los habia convocado el Ateneo de la ciudad, que se hizo cargo de los gastos con la generosa aportacién del torero Ignacio Sanchez Mejias, cufiado del mitico y ya fallecido Joselito. Ademas de las intervenciones mas reivindicativas en lo literario, contra la vulgaridad realista y el arte viejo, hubo otros episodios en los que predominé el jolgorio, el flamenco y la locura de unos jévenes «desmonterados». Una de esas juergas tuvo lugar en Pino Montano, la finca de Sanchez Mejias. Los actos de Sevilla, que tuvieron eco en la prensa local y madrilena, fueron la presentaci6n oficiosa del grupo del 27, pese a que faltaran algunos poetas relevantes, como el sempitern: enfermo Vicente Aleixandre o Pedro Salinas. En carta a Jorge Guillén Salinas, el 1 de diciembre de ese aiio, este dio la bendicion a su para que acudiera a Sevilla, una vez se informé de la deriva j que se anunciaba, pero de inicio decfa sentirse muy lejos de esos extranos a la verdadera literatura: «Ya me dicen que vas a Sevilla. ° Melchor Fernandez Almagro, «Nomina incompleta de la joven literatura, Verso y 1 (1927); en Juan Manuel Rozas (ed.), La generacién del 27 desde dentro, Madrid, 1987, p. 25. opinion sobre esa aceifa lirica fue al principio adversa: Ateneo sevillano, Sanchez Mejias, cosas que aunque ellas quieran tienen muy poco 0 nada que ver con [a literatura»!, Al margen de estas actividades de grupo, en las que tiene tanta relevancia la voluntad de unos jévenes de situarse en el centro de la escena literaria espaiiola, Lorca no estuvo mano sobre mano en ese annus mirabilis de 1927. En junio se produjo el estreno de Mariana Pineda en Barcelona (teatro Goya); para prepararlo, pas algunas semanas en Figueras y Cadaqués con Salvador Dali, que se ocupé de los decorados. En el otono se estren6 la misma obra en Madrid (teatro Fontalba). En uno y otro caso fue de la mano de Margarita Xirgu, tan importante en el despliegue de la carrera dramatica del granadino, que tras el fracaso del primer estreno comenzaba asi a afianzarse. La representacién madrilena, por cierto, le permitié conocer a un nuevo amigo, Vicente Aleixandre: la némina canénica del 27 se iba completando. Por lo demas, en 1927 se publicé Canciones, concluido unos anos atras, que aparecia como suplemento de Litoral. El hecho es importante, pues, salvo su ya antiguo Libro de poemas de 1921, Lorca era un poeta de circulos privados, cuyo eco social era fruto de las lecturas a sus amigos, en casas particulares o en reuniones mas formalizadas de ateneos y centros de cultura, y de la publicacién de poemas sueltos en revistas de acceso restringido. Aunque radicado en Madrid y diseminado por diversos lugares de Espaiia, Federico no perdié nunca el contacto con sus amigos de Granada. Espoleado por la actividad incansable de algunos jévenes, entre quienes se encontraba su hermano Francisco, contribuy6 a la publicaci6n de la revista Gallo, que solo tuvo dos niimeros (1928). En ella colaboraron, ademas de Lorea y los tertulianos del Rinconcillo, Dali en la parte del diseno e ilustraciones y otros autores del 27. 1928 fue un aiio de gran resonancia lorquiana, debida sobre todo a la edicién en el mes de julio de una obra largamente esperada y anunciada: Romancero gitano. El éxito fue enorme e inmediato, y confirmaba la mitificaci6n que ya habia comenzado a propagarse fuera del control 4 Pedro Salinas & Jorge Guillén, Correspondencia (1923-1951), cit., p. 78. {el autor, quien asistia a su entronizaci6n como «poeta-gitano» entre desconcertado y desconfiado, y finalmente disgustado por el mal entendimiento de su libro. Lorca no tardé en respirar por la herida de la incomprensi6n, temiendo en su interior haber dado pabulo a las reservas de algunos: de sus amigos y al manifiesto desagrado de otros. No habian pasado dos meses desde la publicacién de Romancero gitano, y ya evidenciada su repercusion popular, cuando recibié una carta de Dali en que condenaba crudamente su deriva estética y el cardcter anticuado y costumbrista de la obra, perteneciente, en suma, a la poesia vieja. Para Juan Ramon Jiménez, el Lorca popularista habia rendido su alma de artista al alhambrismo, y no seria piadoso con el granadino al aludir a su cesion ante esa Espafia de pandereta identificada con el andalucismo superficial: «Tan de pandereta es la Andalucia de Théophile Gautier como la de Salvador Rueda o la de Federico Garcia Lorca». Un poeta de los aledaiios del 27, el ganadero de toro bravo Fernando Villalén, confiesa en una carta a Gerardo Diego, refiriéndose a su propio andalucismo locat: «Un Gabriel y Galan andaluz me pone nervioso y solo pensar en eso me inutiliza para escribir en dos © tres dias»'’. En una. resefia entusiasta de Sobre los dngeles, de Alberti, que el critico no situaba’ por detras de Iluminaciones de Rimbaud, José Bergamin arremetia en La Gaceta Literaria (marzo de 1929) contra Romancer gitano, sin citarlo, en general contra «todo lo gitano andaluz», de un costumbrismo. populachero y pintoresco. Los poetas sabian de estos ataques, y taml del enojo que producfa en Lora la reduccién de su obra a la gitana. Asi, el muy joven Miguel Hernandez, molesto ante la paternalista que le habfa dado Garefa Lorca a una carta suya en que reclamaba desahogadamente atenci6n a su primer libro, Perito en encabez6 confianzudo ¢ impertinente una carta de 30 de mayo de I «Dispensa, Lorca, amigo, calorré de nacimiento»"... 3 '* Juan Ramén Jiménez, La corriente infinita, Madrid, Aguilar, 1961, p. 157. a 's En Gerardo Diego (ed.), Poesia espariola. Antologia 1915-1931, 1932; en Gerardo Poesia espariola (Antologias), ed. J. Teruel, Madrid, Catedra, 2007, p. 395. ‘Miguel Hernandez, Obra completa, Il, Madrid, Espasa, 2010, p. 1507. Esta produce la primera (eds. A. Sanchez Vidal & J. C. Rovira, con la Alemany), Madrid, Espasa Calpe, 1992, 2 vols. 4 De todos modos, el éxito alcanzado colocé a Lorca a la cabeza de los nuevos poetas; si acaso situado amistosamente frente a su contrapeso mas intelectual y «geométrico», mas esencialista y puro: Jorge Guillén. E] vallisoletano Guillén, ademas de ser de los mayores del grupo, era catedraticouniversitario, habia animado importantes revistas del periodo y, ese mismo aio de 1928, daba a la luz su primer libro, Céntico, cuya influencia era grande desde tiempo atras. Curiosamente, tanto Cantico de Guillén como Romancero gitano de Lorca habian tenido, cada uno en su trinchera, existencia ptiblica mucho antes de que aparecieran impresos Los tiltimos meses de 1928 fueron una época de gran zozobra personal para Lorca, en la que sin duda tuvieron mucho que ver las opiniones negativas sobre su poesia de Dali y las que podia suponer de otros compaieros poetas; pero a la que también contribuyeron las desavenencias con el escultor Emilio Aladrén, por quien sintié una inclinacién amorosa muy intensa, aunque no correspondida en la manera que pretendia Lorca. Escritor de éxito, hombre que vivia su homosexualidad con el temor de que trascendiera 0 comprometiera a su familia, perseguidor del amor absoluto que quiz no consiguié del todo, y marcado tiltimamente por una leyenda que lo reducia a algunos estereotipos pintorescos, Gareia Lorca estaba precisado de un cambio de aires que ya no podia proporcionarle el solo trasiego entre Madrid y Granada. Todavia pudo intimar con alguien que estuvo conectado a él hasta su muerte: se trata de Carlos Morla Lynch, diplomatico chileno bastante mayor que cl poeta. A él y a su esposa Bebé Vicuiia les dedicaria Poeta en Nueva York. Morla habia legado desde Paris a Madrid en 1928, afligido por recientes desgracias familiares. Una lectura casual de Romancero gitano lo deslumbré de tal modo que se propuso conocer a su autor. Los salones de los Morla fueron lugar de reunién nocturna y de amistosa tertulia para numerosos escritores, intelectuales y artistas, en la que Lorca, asistente casi diario durante sus estancias en Madrid, fue el alma con sus recitaciones, anécdotas, confidencias, interpretaciones al piano o a la guitarra. Ademés de todo, aquel chileno cosmopolita tenia formacién musical y puso miisica a diversos textos del poeta, cuya vida exterior queda registrada en un diario en el que Morla se oculta mientras muestra a los demas, pues pocas veces deja transparentar su personal fondo intimo. 25 PO 2.3. Crisis personal, inflexién lirica La pretensién lorquiana de cambiar de vida Ia facilité Fernando de lo Rios, su antiguo profesor y amigo de la familia, quien diez aos atras habia propiciado su traslado de Granada a Madrid. En esta ocasi6n, lo insté para que lo acompaiiase a un viaje a Nueva York. Las razones! parecian obvias: podria familiarizarse con el inglés y conocer otra | cultura, lo que le reportaria indudables beneficios creativos. La ocasion era pintiparada para el poeta, situado en un trance personal y estético en! el que necesitaba redefinir su proyecto existencial. 4 Lorca apur6é su tiempo antes de salir hacia Nueva York. Prueba del reconocimiento que habia cosechado, La Gaceta Literaria le ofteci6é un banquete de homenaje. Finalmente, y tras pasar por Paris y Londres, poeta y su mentor don Fernando, a quien, segtin escribié a su muchos confundian con su padre por el trato protector que le atravesaron el océano en el Olympic antes de Hegar a destino el 26 d junio. Desde entonces hasta marzo de 1930 residi6 en Nueva York Vermont; a partir de ahi hasta junio, en Cuba. En conjunto, este supuso una inflexi6n evidente en la trayectoria creativa de Lorca, qi tuvo ocasién de avanzar artisticamente en una direcci6n que, a solidaria con su producci6n anterior, suponfa una incursi6n en territo inexplorados, a los que obedece toda la poesia de su madurez. El impacto de la gran ciudad en alguien hiperestésico y con tan honda raices en el campo habria de ser definitivo. Lorca suelta el lastre de nombre ya hecho y reasume la precariedad del anonimato, se da bruces con una lengua que desconoce, topa con la pluralidad € y religiosa en la que se deslien convenciones y dogmas he1 sorprende ante una mecanizaci6n exacerbada, y trata de hallar su entre la turbamulta de la ciudad inabarcable. Pero no debe entenderse que la ciudad le provoca el rechazo pro de quien estuviera formado en un bucolismo ut6pico. Al cont su capacidad de absorcién y su voluntad de comprensi6n le lleva familiarizarse con el jazz y asimilar los ritmos afronorteamericanos espiritual negro—, como hiciera antes con el flamenco. También leer poesia de autores norteamericanos, como Walt Whitman o Eliot, lo que, a su vez, le mostraria el despliegue de recursos ritmi 26 articulacion compleja del versiculo. La experiencia del «cine hablado» le subyugé, al punto de que se plante6 trabajar en él, y aun redact6 un guion para una pelicula. A finales de octubre de 1929, valorando la conveniencia de asistir a la boda de su hermana Conchita, escribe a su familia manifestando acatamiento a la decisién que tomaran, pero insiste en la conveniencia de quedarse un tiempo mas y en la posibilidad de ganar algun dinero y de representar ahi su teatro; y comenta: «He visto una revista negra que es uno de los espectaculos mas bellos y mas sensibles que se pueden contemplar, y me he aficionado al cine hablado, del que soy ferviente partidario porque se pueden conseguir maravillas. [...] En el cine hablado se oyen los suspiros, el aire, todos los ruidos, por pequefios que sean, con una justa sensibilidad»!°. Menos rendimiento obtuvo, al parecer, de sus clases de inglés en Columbia University. Eran los dias del crack de la Bolsa de 1929, con su particular semana de pasién: Jueves Negro (24 de octubre), Lunes Negro y Martes Negro (28 y 29 de octubre). Resulta asombrosa la descripcién que el poeta ofrecié a su familia en carta de comienzos de noviembre, donde la desgracia relatada parece quedar empequeiiecida ante la belleza de ese cataclismo que le fue dado contemplar en directo: panico, lloros y lamentaciones, histeria y suicidios, sometimiento del hombre ante un turbién causado no por Ia naturaleza furiosa o vengadora, sino por la codicia de unos cuantos plutécratas. Sobre otras cosas, le llama especialmente la atencién la desvertebracion social y los modos de segregacién racial, lo que le permite establecer nuevas pautas imaginisticas para los conflictos existenciales y sociales de su literatura: como los gitanos de su obra precedente, los negros americanos concentran simbdlicamente la experiencia del sojuzgamiento ante el mundo moderno, y constituyen asimismo la puerta de atras de la sociedad capitalista, que hizo despertar a Lorca de su ensofacién andaluza. De todo ello dan testimonio sus «

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