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Be Moe Te Reservas todos los derechos. El contenido de esta obra estépro- tegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas,ade- Inés de las correspondientesindemnizaciones por dafios¥ perji- os, para quienes reprodujeren plagiarea, distibuyeren o comani- caren piblicameate, en todo 0 en parte, una obra litraia,arts- tiea o ientfica,o su transformacién,interpretaci 0 ejecucién listen fjada en cualquier ipo de soporte 0 comunicada a través e cualquier medi, sin la pereepuva autorizacin, © Apata Comrisa, 1993, ‘© EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S. A), 2008 Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 Madad ISBN: 978-84-309-4778-2 Depésito Legal: M.37.160-2008 Printed in Spain, Impreso en Espatia por Fernéndez Ciudad, S. L. INTRODUCCION - INDICE Pig. EL HIBRIDISMO IDEOLOGIGO DEMOCRACIA SIN DOGMAS LAS CONTRADICCIONES DEL LIBERALISMO POLITICO VaRI2DADES DEL LIBERALISH 7 Latte, enue «averse» Det LineRALISHO FLOSOMCO AL LIBERALISMO POLITICO = [BL SeXTDO DEL LIERALISMO POLITICO on : [UN NCCLEO MINIO DE VALORES MORALES necro JEnea-OCIO%: 1 IDEAL DE HOMBRE [BALANCE DE LIRERALISMO MOLTICO LEGITIMACION DEL ESTADO ¥ TECNOLOGIA SOCIAL .. 1. UNA YISION PALIMIASTA DAL SISTEMA DE LA SABIDURIA 2. RACIONALIDAD ECONOMIA ¥ PRAXIS POLITICA RACIONAL 3. LEGETDCACONS DEL ESTADO Y TECNOLOGIA SOCIAL wu 4 5. [Las rises DEL ESTADO « EL sgeT0D0 De 1 PRAXIS FOL HICA RACIONAL. IZQUIERDA SIN DOGMAS: UN SOCIALISMO PROCEDIMENTAL ‘BuENO, PERO Z0UEES & SOCIALisMO? ZaQIBRDA SN DOGMA... [La mROrUNDUZACIN EN EA DUMOCRACIL UNA ETICA BELA INSTITU” NES oa : 4, "TaEs OPCIONES PARA EL SOGIALISMO scree 5. UNSOCIALISMO FROCEDIMENTAL SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL La COSSTETUCION BEL YO a “SOCIALISMO PRAGMATICO-TRASCESGESTAL® EL PACTUA DEL WHBRIDISNO SOCIALISMO DEMOCRATICO LIBERAL = pee a ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL 4. Tres tradiciones se 42. Tewaldad complejo: una sociedad sin dominacién = Pare, DEMOCRACIA RADICAL DOS CONCEPTOS DE DEMOCRACIA: HOMBRE ECONOMICO FRENTE A HOMBRE POLITICO .. Dos concertos De DEMOCRACIA 7 EL MopeLo PxRTicPATIv [Los HABERES Dak MODELO ELITISTA 2Que Hacen? — [ETICA DEL DISCURSO Y DEMOCRACIA PARTICIPATIVA ess LUNA DEMOCRACIA ALA ALTURA DELOS TIEMPOS sss 2. USA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA COMUNITARIA: DEMOCRACIA FUSRTE 3. CPENDAMENTA La ETICA DEL DISCURSO UNA DEMOCRAGIA PARTICIPA: 14, APLICACION BEL PRINCIIO DE LA EICA DISGURSIVA AL AMBITO FO LIMO nnn ven 4, La propuesta de K.O. Apel 42. Unmodelo de democracia inspirado en la Teoria del Discurso deJ. Hobermas = : 5. ECA DAL BISCURSO Y DEMOCRACIA PARTICIPATIVA RADICALIZAR LA DEMOCRACTA DESDE UN NUEVO SUJETO. MORAL, 1. LACRINCA DEL SUE 2. HACIA UNA MOURA INEDITA DE SUIETO 3. BL actu DLA auTONOMIA a 5 [NUEVO MUMANISMO VERSUS NEDINOIVIOUALISMO [La TEORLA DEL SUIETO EN LA PRACAEATICA FORMAL Sil, La génesis psicosocal del sujet 52. Ladoble dimensin del sujet: atonomia y auorreaicaci 53. Unconcepio tansformado de autenomia 5.31, Inebasabiidsd de la incersubjeividad 5.32. Lrebasabildad dela subjetividad 16. Divens0s us0s DEL TERMI «ALTONOMIA»> 6.1. Elambito politico 62. Elambito moral 63. Eldmbito médica 6A. El ambito pedagdgico inpIcE IDEAL PARTICIPATIVO Y SOCIEDAD CIVIL sn BL IDEAL DEL PARTICIPACIONISMO enna EL PENDULO DELA HISTORIA EL DESENCANTO POLIMCD wns AbvOs 4 HEGEL: HL FOTENGIAL Fico BE LA SOCIEDAD CHV [EMA DE LA SOCIEDAD CIVIL: DE LOS DERECHOS A LAS RESPONSABIL- eee LOS RETOS DELA ETICA APLICADA EL ESTATUTO DE LA ETICA APLICADA .. es Enea ¥ Mona “TAREAS DELA ec : [EL AUGE DELA ETICA APLICADA. ovo EL ESTATUTO DE LA Emica APLICADA a APLICACION DEA ETCA DISCURSIVA ‘Sls MIFOTESIS PARA UNA ETICR APLICADA pear MODOS DE ENTENDER LO MORAL |. MORAL DEL CARACTER, MORAL COMO CAPACIDAD PARA INFEENTAR ANTE [EA MDESHORLIZACION ees 2. MORAL COMO BOSQUEDA DEA FEIEIDAD wn 5. Mora Da. DERER . MORAL COMO CUMPLIMIENTO De DERERES HAGA LO (QUEESEL FINEN Si MISMO : 34. Los inevitables conflicts enre lo justo y lo placentero 32. Limite de los deberesincondicionados:el problema de la vio. enc legit ac 44, MoRAL DELAS VRTCDES COMUNTTARIAS 5. MORAL COMO CUMPLIMIENTO DE FRINCIIOS UNIVERSALES ETICACIVICA 1. GMORAL CIVIL 0 MORAL RELIGIOSN? cee 2. Laresswo v FDEISwO I 3. {QUESGNIICA WEUNDAMENTAR LA MORALD? sons 3.4. Complejiad del fenémeno moral 32. Eforistaniomo no es wna moral 44. BTICAS DE MAXIMOS ¥ ETICAS DE MINIMOS sonst 5, LOS FINDAMENTOS ETIC0S DE LA MORAL CIVICA MORAL DIALOGICA Y EDUCACION DEMOCRATICA 1 (VALE LA Pra ENSENAR LA ViRTUD? 10 15. ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL 2, INSURICIENCTA DE LA ADQUISICION DE DESTREZAS PARA CONSTRUIR LNA [NIVELES DELA EDUCACION MORAL DELA NDOCTRINACION 4 LA TERENCIA MORAL “MORAL BIALOGICA ¥ EDUCACION DEMOCRATICA LUN CONCEPTO «TRANSFORMADO» DE PERSONA PARA LA BIO- ETICA enon 1. BLAMBITO DELA ROENCA sen 2. Losmmuscites beta aiogrica 3. EL DISCURSO DE LA DIGNIDAD PERSONAL 4 LaavtoNoMa coma FUNDANGENTO DE LA DIGNIDAD 5 6 {{DE QUE ES DIONA UNA PERSONA? ‘APcaciOn aL mlogTica DeL. COSCEPTO DE PERSCKA COMD INTERLO- ‘CuTOR VALID MORI HUMANAMENTE, 1, EL JUEGO HUMANO DE LAS ETIQUETAS 2. LAMMUERTE DESDE HL HORIZONTE DE LA RLICIDAD 3.LA Muri: DESDE EL HORIZONTE pEDNTOLBGICO * BLL, La muerte involunta en 3.2. Lamuerte volunaria wove ASPECTOS ETICOS DEL PROYECTO «GENOMA HUMANO> [EL TEMOR DE LOS CENTOS ANTE UNA BTCA INQUISTORIAL EL PROYECTO Gexoxth Huneaxo [US MUNDO DE RECELOS ETICOS {{COw0 RESPONDER ETICAMENTED EL sur enco De La DECISION JUSTICACION ETICA DEL PROYECTO GENOMA HLMAND ~ [ETICA DELA EMPRESA: SIN ETICA NO HAY NEGOCIO! {GBS osm UNA ETICA ECONOWCA? “SEL Negoauo Es EL NEGOCIO>: UX vIEIO TEMES EEL NACIMIENTO DE LA BTICA EMPRESARIAL OFTICA DE LOS NEGOCIOS “ No es ésa la opeign que defendesé, como pede verse en el capttulo 13 del pre- sente libro. PNTRODUCCION 7 de que el participacionismo es al menos la expresién de un doble sen- timiento: la insatisfacci6n por una forma de organizacién politica que reduce la participacién social de las ciudadanos al papel de electores ocasionales, pero también la insatisfacciin por entender igualmente que la participacién de Jos hombres en las actividades piiblicas-se reduce al papel de electores en la cosa estatal. Se trata de una insatisfaccién recurrente, que no ha sido capaz por el momento de plasmar una.alternativa técnicamente realizable en la vvida politica, tal vez porque como decia J. L. Aranguren, la democracia participativa es ante todo una aspiracién moral. Mientras que la demo- cracia politica se las ha necesariamente con el mundo de la prudencia y la estrategia, la pretensién participativa es cosa de una «democracia ‘como moral —decia ya hace afios J. L Aranguren'— y la historia le hha dado la razén, porque la insatisfaceién por la escasa participacién en asuntos que a todos nos afectan ha ido generando en Ia vida social una ‘multiplicidad de exigencias éticas, que se plasman en ese conjunto al que se ha llamado «éticas aplicadas», éticas que tienen en comin la necesidad y el deseo de que en los distintos campos sean los afectados por las decisiones quienes tengan no sélo la ultima, sino también algo més que la tltima palabra. La ética es algo més —mucho més— que una moda o que una cos- mética, Naturalmente puede utilizarse como maquillaje en la politica y cn las empresas 0 como mereancia en las publicaciones, ya'que al cabo todo puede ser convertido en cosmética; en mercancfa y en moda, pero si puede usarse con fines espurios es porque ya tiene un’ valor para el piiblico, porque es un reclamo que sirve para movilizar sentimientos y voluntades. Segrin Lipovetsky, la necesidad de la ética procede de que hemos entrado en Ia época de! liberalismo postmoralista, 1o cual significa que los individuos, conscientes de ser fines en sf mismos, como quiere la tra- dicién kantiana, no comparten, sin embargo, con esta tradicién la idea , eli- giendo aquellas que gozan a la vez de un fuerte componente filoséfico y de un manifiesto deseo de orientar la accién. YY como no es ésta una novela policiaca, en la que la intriga consti- tuya un ingrediente indispensable, anunciaré desde el comienzo que en esta primera parte no habré ni vencedores ni vencidos, sino la convie- cién de que hoy en dia es imposible renunciar totalmente a alguno de Jos legados—liberal 0 socialista—, porque se va produciendo wn fend- ‘meno al que quisiera calificar de hibridismo: ni los liberalismos extre~ ‘mos ni los socialismos puros dan cuenta de la Yeafidad: nf unos ni otros Sabon proporcionar proyectos de futuro moralmente deseables y técni- “Tainehte Viables. Sdlo el cruce dé To mejor de ambos puede hoy ayudar- Os a pergetar una democraci@autntica SSS ~~Akora bin, enfrentar la tarea de su posible disefio es cosa que sélo puede hacerse atendiendo a dos polos: alos modelos de democracia que histdricamente se nos han ido ofreciendo, y a las realidades concretas. Por eso nuestro siguiente paso consistiré en considerar distintos mode- Jos de democracia, tejidos, en tiltimo término, sobre la urdimibre de dis- tintas concepeiones de hombre, lo cual nos Hlevard a la que considero més adecuada y ya he mencionado: la del hombre como interlocutor vé- lido, tal como la sugiere en principio la ética del discurso y tal como ‘reo puede ser ampliada y profundizada. De justificar con argumentos mi opci6n por este tipo de ética, como también de exponer sus trazos y ponerla en didlogo con otras éticas con- tempordneas me he ocupado ya en trabajos como Razén comunicativa responsabilidad solidaria y como Etica minima’ y, por tanto, remito a ‘ellos para la tarea de fundamentacién y diseiio de la ética del discurso, asi como a las obras de sus creadores ¢ intérpretes. Como también re~ mito a Etica sin moral que se ocups ya de realizar una tiple tarea: situar ‘A, Contina, Razén conunicatva y responsabilidad soidaria, Sigueme. Salamanca, 1985; Erica minima, Teenos, Madd, 1986. Ver también Esca dela razdn cordial, NO- bel, Oviedo, 2007 INTRODUCCION 2 ala ética del discurso en el contexto de la las clasificaciones éticas y en ‘el mundo de la discusidn entre comunitarios, universalistas y postmo- demos; iniciar un serio proceso de autocritca, ya que nuestra ética puede acabar disolviendo la moral si no trata de superar sus limites; y sugerir por iiltimo algunos caminos para llevar a cabo tal superacién' Quedaba apuntada en aquel trabajo, entre otras cosas, la posibilidad de que una ética semejante, con las complementaciones necesarias, alum bara un modelo de democracia. Y es de corregir y desarrollar amplia y detalladamente tal apunte de lo que se ocupard la parte central de Etica aplicada y democracia radical, que ya no entiende la participaciGn Iitica como una forma de-vida, sino como un mecanisto, a diferencia de lo que ocurria en Etica sin moral: pero que —eso si tata de salvar la verdad del participacionismo por otros conductos, porque Ia aspira- cin de los participacionistas tiene —como he dicho— una muy buena parte de verdad que es urgente satisfacer Esta parte de verdad nos leva curiosamente de la mano a la exi- gencia de una ética de la sociedad civil y sobre todo a los sujetos mo- rales, que constituyen la raiz. de la politica y de cualquier &mbito vital. De ahi que los capitulos 8 y 9 configuren el nicleo del libro, el nudo en que se articulan los dos momentos que lo componen: el de la democra- cia considerada como mecanismo politico (partes 1 y I) y cl de la exi- gencia de participacién de todos y cada uno de los hombres desde los, distintos sectores de la ética aplicada (parte IID). Porque, en definitiva —y ésta seria mi conclusion—, una democracia radical es imposible sin construir una moral civil desde los distintos dmbitos de la llamada ica aplicaday. Es este terreno de la aplicacién, més que el de la fundamentacién, el que parece estar hoy de moda, tanto en la vida cotidiana (a través, de los medios de comunicacién, los eédigos de conducta, las protes- tas de moralidad), como en el dominio de los expertos, en el que se multiplican las revistas especializadas y las monografias sobre el tema, Pero que esté de moda no es necesariamente una ventaja, porque el he- ccho de que la opinién publicada le preste sus paginas y sus ondas no significa que sepamos en qué consiste ni tampoco que hayamos po- dido descubrir si se trata slo de un asunto fugaz o de una radical exi- gencia humana. Por eso la parte TH del libro emplea sus energfas en intentar desentrafiar cudl sea el estatuto de la ética aplicada, como se "A. Conina,Etica sin mora, Teenos, Madrid, 1990, De expresar en forma de en sayo el contenido de los libros citados me he ceupado en La moral del camaleén, Es- pase-Calpe, Madrid, 1991 2 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL construye y cul es su fuerza exigitiva, ya que es éste un tipo de saber {gue ni se identifica con el derecho ni puede quedar en mera conviccién individual Para Hevar adelante tal propésito nos hemos ido adentrando en aquellos émbitos de la vida social desde los que se va forjando la ética {que nos ocupa, y un recorrido semejante ha mostrado que no es la ética aplicada’una simple moda, creada por la opinién publicada, ni tampo- co el maquillaje que recubre compasivo los rasgos de una sociedad enferma, sino Ia exigencia cada vez més imperiosa que surge en los dis- tintos campos al ir reconociéndose los hombres a si mismos como las personas, como los interlocutores insoslayables que son’ Una sociedad que, en su organizacién y funcionamiento, no les tenga por tales, estd muy lejos de haber llegado a su raiz, suite de pro- funda desmoralizacién, se encuentra moraimente bajo minimos, y es una simple exigencia de justicia que se apreste a cubrirtos. Ayudar ‘modestamente en esta tarea es el propésito de Etica aplicada y demo- cracia radical. Nar también sl respcto A. Cortina, La iar de ly sociedad civil, Anaya/Alude, “Maid, 194; Por una éica del consumo, Tears, Mads, 2002: A. Corti y D. Garcia. Marzi, Racin piblieaycica epicadar, Teens, Madr 2003. PARTE I EL HIBRIDISMO IDEOLOGICO i 1 j | | | 1. DEMOCRACIA SIN DOGMAS Cada nifio leva al nacer, bajo el brazo, un pan —dice el refrin so- ‘bradamente conocido—'. Cada época —podriamos afiadir por nuestra ‘cuenta y riesgo— Hleva, al nacer y desarrollarse, algunos dogmas bajo cel brazo que le permiten sacralizar determinadas consignas sin tener que dar criticamente razén de ellas. Dar razén de todo es agotador e incluso inhumano. Detenerse en un punto de la argumentacién ¢ inmunizarlo frente a la critica racional, porque lo ha revelado la autoridad competente 6 porque es evidente de suyo, es el recurso de todos los tiempos que en el mundo han sido —y presumiblemente de los que seriin— para ahorrar energia teflexiva y critica Porque, si reflexionar es agotador, No lo es menos crticar seriamente Por eso los hombres solemos optar por el dogmatismo, apoyéndonos en distintas épocas en dogmas diversos, de suerte que el presunto progreso critico més parece consistir en sustituir unos dogmas por otros que en evitar el dogmatismo, ‘No hace mucho, ante las dificultades de entender determinadas re- laciones econémico-sociales, decia el hablante, con la suficiencia de quien recurre alo incuestionable: es que son «dialécticas». Y el oyente, apabullado, asentia en silencio, replicando implicitamente: éah, bueno, si es asf.» Nadie sabia aciencia cierta qué significaba aquello de «dialéctica», pero usar el término daba buen resultado al hablante, porque podia per- suadir a cualquier oyente, sin necesidad de argumentos, de que lo dicho iba a misa y debia orientar su conducta Nunca mejor dicho lo de ir @ misa, porque este nuevo dogma venia allenar de algtin modo el vaeio dejado por afiejas expresiones que, ante Ja inadmisible injusticia humana, atribufan su misterio en stimo término la voluntad de Dios. «Es que Dios lo quiere» —justificaba el hablante, también con la rotundidad de lo inapelable— Este capftlo tiene su origen en la parte 1. de eDemocracia. El dogma de mucsto tiempos, Claes de Razin Pracica,1.* 29 (1993), pp. 25-32 (25) 26 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL {Qué alegar ante la inescrutable voluntad de Dios? {Qué alegar ante Ja no menos inescrutable dialéctica? Y no es que tales expresiones carecieran de significado, al menos ese una teoria no empirista del significado. Es que importaba al ha- blante no actararlo para seguir usdndolo- en un sentido dogmdtico, es decir, emotivista® ‘Como sabemos, un término se usa en sentido emotivista cuando el ha- blante no pretende ofrecer razones al oyente para que las pondere y tome decisiones de modo auténomo, sino que intenta causar en él una actitud, predisponerle a obrar en una direccién que resulta conveniente al usuario del término. Naturalmente, en esta empresa de inducir conductas sin ofre- cer razones los dogmas son de una utilidad difiilmente superable y por so conviene al hablante que su significado permanezca oscuro, convien ‘no aclararlo, para poder seguir usiindolos de forma acritica, emotivista’, Porque zy si, una vez aclarado el significado de la expresién, se legaba a descubrir que la voluntad de Dios es alérgica ala injusticia que tan ale~ sgremente se le adjudicaba? ,Y si la dialéctica, bien miradas las cosas, no debfa llevar a una nueva explotacién del hombre por el hombre? Hoy podria parecer que cualquier intento de utilizar términos en sen- tido.dogmatico esta llamado al fracaso en una sociedad como la nues- tra, sometida —segiin se dice— a un drastico tratamiento de desmitifi- ‘cacidn. Tras siglos de oscurantismo —se dice— estamos asimilando por fin el lema ilustrado: «;despréndete de andadores y atrévete a servirte de tu propia razén!», Hasta tal punto que la misma raz6n ilustrada viene siendo cuestionada desde hace tiempo desde «lo otro» de la raz6n, desde esa dimensién inconsciente, corporal, sentimental de los individuos, que obliga a dudar del sujeto racional y consciente. Sin embargo, no pode- ‘mos dejar de preguntamos: es cierto? zya no nos apoyamos en dogmas, sino que nos comportamos de un modo eritico? ‘Yo me permitiria insinuar que esa razén critica ilustrada, a la que hoy algunos atribuyen todos los males causados por la irracionalidad, todavia no se ha estrenado. Como me permiticia insinuar, rebuscando en nuestros usos lingiifsticos, que mas de un término continta ejerciendo Ja vieja funcién emotivista, pero también que en el podio de Tas expre- * Un excelente andliss del emotivismo como «moral vvida» de nucsiro momento eso realizado por A. Macintyre en Tras la vir, Critica, Barcelona, 1987, sobre todo caps. 1.293. [De una erica al emotivismo en su vesién ica y politica me he ocupado en La ‘moral del camaleén DEMOCRACTA SIN DOGMAS a siones dogmaticamente aderezadas ocupan puestos bien clevados la «de- ‘mocracia> y \o «democritico». Cualquier institucién, relaci6n u organizacién a la que se aplica el predicado «funciona democraticamente» merece, al menos verbalmente, aprobacién general; cualquiera que repela semejante predicado merece, al menos verbalmente, general repulsa, y es sentir comtin que deberia convertirse al buen camino. Pero zpor dénde discurre el camino demo- cexético? ,Qué es un proceder democrético? Contestar a estas preguntas es urgente, porque, si bien es cierto que ‘con la excepcién del Estado islémico fundamentalista, la democracia es €l tinico modelo de gobierno que goza en la actualidad de una amplia legitimidad ideol6gica; si distintas teorias éticas se precian de funda ‘mentarla racionalmente, no es menos cierto que su significado sigue siendo Io suficientemente oscuro como para poder ser usado en un sen tido emotivista, es decir, manipulador, Y, como muestra, basta un botdn: zqué significa la expresién «de~ mocritico> si se aplica ala organizacién de la familia y de distintas ins- tituciones —como la escuela, la universidad, los hospitales—. del mismo modo que se aplica a una forma de organizacin del Estado? Cuando M, Walzer afirma que s6lo un Estado democritico puede crear una so- ciedad civil demoerética y que, a su vez, s6lo una sociedad civil demo- critica puede mantener un Estado democritico’, o cuando habla Haber- mas de una «formacién democratica de la voluntad», refiriéndose, no sélo.a la formacién de la voluntad politica, sino también al mundo de la vida, ;tiene sentido en ambos casos hablar de «pueblo» y de «sobera- nia» como base del funcionamiento democritico, o habriamos de reco- nocer que la democracia es tnicamente una forma politica de gobierno, no extensible a otras formas de organizacisn social? Encontrar respuesta a estas preguntas €s hoy sin duda urgente por va~ rias razones. En principio, aunque s6lo fuera por intentarevitar el dogma- tismo emotivista al que he aludido y que no puede conducir sino a la ma- nipulacién de unas personas por parte de otras, coneretamente por parte de aquellas que tengan el poder féctico para hacerlo, Un mundo de hombres, hheterénomos, en que unos se sirven de los restantes como medios para sus, fines, es el tnico resultado posible de este dogmatismo emotivista. ‘Ahora bien, si evitar una consecuencia semejante es ya raz6n sufi- ciente como para iniciar un proceso autocritico en el caso de la nocién de democracia, no lo es menos la segunda de las razones a que antes hemos * M, Walzer, «The Idea ofa Civil Society», Dissent (1990) 28 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL aludido: el intento de evitar el imperialismo politico, en el que incurrea tanto los participacionistas politicos como los representacionistas parti- darios de entender la profundizaci6n en la democracia como una exten- sin de los mecanismos de la democracia representativa a las dems es- feras. Aunque estas dos corrientes difieren entre sf le hora de entender fen qué consiste el gobierno del pueblo —Ia participaciéa directa en la toma de decisiones frente a la eleccién de representantes—, no se dife- rencian en su afén de identificar lo politico y lo social, ni en el de extract ‘como consecuencia de la superioridad de Ia democracia frente a otras for- ‘mas de gobiemo la necesidad de extenderla a cualquier otra esfera. Por ditimo, una tercera raz6n queda, al menos, para empefarse en. aclarar qué sea una democracia sin dogmas, y consiste en el intento de comprender a qué se refiere cualquier ideologfa politica —socialista 0 liberal—, que se pretende progresista, ya que desde hace algain tiempo unas y otras coinciden en erigirse como paladines de la democracia. Y en el caso de determinada izquierda, de una democracia radical. En efecto, aunque el modelo de democracia triunfante es et liberal, un ‘buen niimero de socialistas europeos afirman que hoy la identidad de la inquierda consiste en llevar adelante la tarea de profundizar en la demo- cracia,o bien en hacer posible una democracia radical. En este timo sentido dird Habermas expresamente que «Ja izquierda no comunista no tiene raz6n alguna para deprimirse», porque le quedan un lugar y un pa- pel politico: contribuir a la construcci6n de una democracia radical’, Si esto €s cierto, entonces, como veremos més adelante®, el socia- lismo no es ya una cosmovisi6n, ni tampoco una «teor‘a moral» de 1o bueno para los hombres, sino un conjunto de procedimientos impregna- dos de valores, concretamente de aquellos procedimientos que permiten construir una democracia radical. Autores como Apel 6 Habermas ha- brian diseftado, més 0 menos intencionadamente, los rasgos de lo que creo adecuado ilamar un socialismo procedimental, apto para acceder & Ja deseada democracia radical, si bien es cierto que, por su parte, otros autores como J. Rawls 0 Ch. Larmore habrian bosquejado los trazos de un liberalismo procedimental, también desde una nocidn de democracia. iQue significaria en todos estos casos el término «democracian? ‘A pesar de los rfos de tinta que a cuento del tema se han vertido, si- ‘gue siendo dificil responder a esta cuestién, y no s6lo porque, como he + J. labermas, «Nachholende Revolution und linker Revision bedart. Wa hiss So- zialismas heute?» en Die nachholende Revolution Suhskamp, Frankfur. 1990. pp. 179- 24 (tod, cas en Leviatn. n° 43,44 (1991, pp. 39°58). Ese ese programs que Ha- ‘demas desaroard como «politica deliberavas en Facticidad y valde, Tota, Madd, 1998, yen La incusin del or, PaidSs, Barceion, 199, * Nercaptslo 4 del presente ibe DEMOCRACIA SIN DOGMAS 29 comentado, interesa en ocasiones mantener la oscuridad de ciertos tér- ‘minos para reforzar conductas que benefician al hablante, sino también porque el Ambito seméntico de la expresi6n «democracia» se ha am- pliado hasta tal punto que de ella hacen uso cuantas comrientes de pen- samiento queremos considerar en los capitulos de este libro y un buen niimero més al que nos es imposible atender. En efecto, piensa Popper, como veremos, que la democracia no es el gobierno del pueblo, sino més bien «el gobierno de la ley que postul el ineruento despido del gobiemo mediante un voto mayoritario», mien tras que los participacionistas continian aferrados a la idea de que no hay democracia sin gobierno del pueblo, es decir, sin participacién di- recta del pueblo en el ejercicio del poder, el elitismo pluralista abunda en la idea de que la democracia es un mecanismo de eleccién de gober- nantes, y autores como N. Bobbio, con un buen nimero de seguidores en nuestro pais, optan por una presunta «democracia radical», que de- sea extender tna forma de democracia representativa a otros émbitos, distintos del politico. ‘Ante la heterogeneidad de significados parece que en ocasiones en- trael desdnimo. Y, sin embargo, dejarse ganar por él no tiene mejor con- secuencia que abandonar una empresa en la que nos jugamos nuestra ‘entrada en la Mustracién, al menos en lo que se refiere a prescindir de andadores emotivistas en la construccién de /o que puede ser el dogma de nuestro tiempo o bien su mas radical elemento critico. Porque podria ser que el significado de la expresiGn «democracian, tuna vez «des-dogmatizadon, se convierta en el criterio mds radical de critica a muestras «democracias reales». Un criterio que, por otra parte, no se extrae de un mundo trascendente, sino que esté ya encarnado en ‘nuestra propia realidad social y s6lo falta desentrafiarlo, ‘A ello quisiera dedicarse este libro, que tiene, por lo mismo, una meta bastante clara: en la bisqueds de legitimidad ha recurrido el poder politico 2 diversos expedientes y parece haberse mostrado por iltimo ‘que s6lo un modo democratico de gobierno puede pretender legitimidad ¢ incluso justicia. Pero mientras permanezca en la oscuridad qué sea la democracia y por qué presta legitimidad a la dominacién quedaran los, opta E. Tugendhat, como muestra J.Co- aillen El enigma del animal fantéstico, Teenos. Mari, 1991, cap. 6. 40 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL Haciendo, pues, pie en ese sentido de la justicia que se expresa en los juicios ponderados y en la cultura politica trata Rawls de desentra- fiar qué valores se encuentran en su base y obtiene como resultado los valores tradicionales de la Revolucién francesa —igualdad, libertad y fraternidad—, articulados de un modo peculiar: la libertad, expresada enel primer principio de la justicia, es prioritaria con respecto a la igual- dad, expresada en el segundo, y con respecto a la fraternidad, que se plasma en el principio de la diferencia, porque en definitiva la nocién kantiana de persona moral es Ia que subyace a nuestros juicios sobre 1o Jjusto y tal nocién descansa fundamentalmente en la de autonomia. ‘Sin embargo, considera Ch. Larmore, por su parte, que ni siguiera en tomo a la nocién de autonomia se logra un acuerdo, porque tanto du- rante la época roméntica como en nuestro momento la polémica entre individualistas y tradicionalistas lleva a los primeros a considerar cen- tral la autonomia de los individuos, mientras que los segundos abogan porla tradicién y la comunidad. De ahi que el liberalismo politico tenga ‘que dejar de considerar la autonomia como el valor central y se vea obli- gado a seguir buscando aquellos minimos morales que todos puedan ‘compartir. Esta tarea de rasireo levaré a nuestro autor, mediante procedimien- tos que no especifica, a dos normas que, segiin él, todos comparten: ef didlogo racional y el respeto igual a las personas. La idea de persona que subyace a estas normas no precisa ser la de una persona auténoma, ‘como quiere Rawls, sino que basta con tenerla por un ser capaz de pen sar y actuar contando con razones. Sea cual fuere la fuente de tales ra- zones, «el liberalismo politico es la concepcién de que debemos afirmar ‘esas normas»", para Jo cual no necesitamos mds aval que el hecho de ‘que estos principios hayan formado una gran parte de la cultura occi- dental y que los hayan compartido, no sélo los individualistas moder- nos, sino también la mayorfa de los erticos roménticos del individua- lismo. ‘Ante afirmaciones como éstas ¢abe dudar de que el liberalismo po- Iitico pueda alguna vez. llevar a cabo su tarea de encontrar unos mini ‘mos compartidos en los que nadie discrepe porque, a la vista de los con- flict teéricos y pricticos que se producen en las democracias oecidentales, ro parece vislumbrarse valor alguno en tomo al que reine el total acuerdo. Los tradicionalistas podrn poner en duda el carécter central de la auto- noma de los individuos, pero me temo que para lograr coincidencia uni- * Ch, Larmore, «Political Liberalism, p. 384 LAS CONTRADICCIONES DEI. LIBERALISMO POLITICO 4 versal en tomo a la centralidad del igual trato y el didlogo racional seré preciso entenderlos en un sentido tan vago que no signifique nada para la accién. ;Se trata, pues, de ir reduciendo y debilitando los minimos morales en cuanto se aprecie que pueden dar lugar a discrepancias? De hecho, el propio Rorty parece diferir de Larmore a la hora de ca- racterizar al liberalismo, ya que no tiene por liberal a quien defiende el didlogo racional y el trato igual, sino—siguiendo a J. Sklar— a quien piensa que los actos de crueldad son lo peor que se puede hacer”. Ca- racterizacin hermosa, por cierto, pero con la que no iremos muy lejos si,ademds de hacer una frase, queremos averiguar qué sea el liberalismo y qué valores avala como innegociables. ;Cual es el procedimiento, en- ‘tonces, para detectar los minimos morales compartidos, si no es la total ausencia de discrepancia en tomo a ellos? Dejando abierta por el momento esta cuestién, que intentaremos ir respondiendo a lo largo de! libro, tratemos antes de imaginar qué tipo de hombre se seguiria de Ia puesta en prictica de las distintas propues- tas de liberalismo politico. Porque, a pesar del deseo liberal de mante- ner la neutralidad con respecto a ideales de hombre, sus propuestas pro- ducen inevitablemente estilos de vida que generan tipos de hombre concretos. La pretensién de neutralidad es una de las grandes ficciones del discurso liberal. 6. ETICA-FICCION: EL IDEAL DE HOMBRE El hombre necesario para mantener las instituciones propias de una hegetiana, afectos .un ethos concreto, a contextos concretos. Para los primeros, es posi- ble alcanzar un punto de vista racional que trasciende los contextos con- cretos aun cuando se extraiga de ellos, mientras que los hegelianos abun- dan en ia imposibilidad de trascender el contexto® Rory, por su parte, que se confiesa hegeliano naturalizado, propone una solucién saloménica: los puntos de vista kantianos pueden defen- derse usando técticas hegelianas, porque Ia autoimagen de la sociedad americana est ligada al vocabulario de los derechos inalienables y de Ja dignidad del hombre; los defensores hegelianos de las instituciones. liberales pueden defender una sociedad basada en unos y otra desde la solidaridad con su propia comunidad, sin necesidad de trascender a esa supuesta «humanidad> inexistente desde la que presuntamente es po- sible lograr un «conocimiento objetivo». Lo que la objetividad pro- ducfa lo obtiene ahora mediante la sofidaridad un fil6sofo norteameri- ‘cano, que ponga su filosofia al servicio de las instituciones de su ‘comunidad. Sin embargo, ante afirmaciones como las precedentes no podemos ‘dejar de preguntamos: cpodria un tipo de ciudadano semejante defen- der los valores de una forma de vida democratica que nos parezca de- seable? ;No cae el liberalismo politico en contradiccién con sus propios prineipios? ® Mehe ocupado de esta polémica ampliamente en Erica sin moral, sobre todo en lapare 1 * R, Rony. «Postmodernist Bourgeois Liberalism, p. $84, 44 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL BALANCE DEL LIBERALISMO POLITICO. El liberalismo politico tiene a su favor una serie de factores que fa- vorecen hoy su expansién, pero que conviene calibrar con objeto de di- rimir qué de é1 es irrenunciable, qué un éxito coyuntural y qué una li- mitacién. En principio, la experiencia negativa producida por cuantos fana- tismos en el mundo han sido y son, los dafios causados por la intran- sigencia y la intolerancia de uno wotro signo, nos llevan a considerar, no s6lo como gratificante, sino como irrenunciable, la defensa de la convivencia entre distintas concepciones de vida buena, entre di tas concepciones de lo que es bueno para los hombres. Y en {ido ov ore] que abe calc de challargo> aguel doble descubri- ‘miento de! liberalismo de los origenes: unos mfnimos morales constituyen la condicién de posibilidad de que cada quien pueda vivir segtin sus ideales, segtin sus méximos, y a la vez prohfben la arbitra- ria interferencia del Estado o de los demés ciudadanos en el desarro- lo del plan de felicidad de cada quien. El minimalismo ético en aque- los valores 0 procedimientos que se pretendan universalizables es, pues, inrenunciable. Sin embargo, tales minimos no pueden defenderse sin convicciones que, para no degencrar en fanatismo, tienen que ser racionales. Y aqui entramos en uno de los aspectos contradictorios del liberalismo politico, porque conviceiones racionales no son s6lo las que se refuerzan social- mente, sino las que se apoyan en argumentos intersubjetivables, desde los que es posible a la vez respetar la autonomia de cada sujeto y enta- blar un dilogo racional, llegando a acuerdos. En este sentido creo que el liberalismo politico de nuestros dias deberia ser superado a un doble nivel: al nivel de la vida cotidiana, en el que s6lo la conviccién racional de que la democracia es la me- jor forma de organizacién politica para la realizacién de los hom- bres concretos puede invitar a los ciudadanos a desearla y fomen- tarla, y al nivel filoséfico, en el que es preciso intentar desentrafiar Jas razones de tal superioridad, tal como hizo el liberalismo filos fico. Porque el liberalismo filoséfico de los origenes fundaba fi- los6ficamente una convivencia politica plural, pero sin reducir por ello la conviccién filosoficamente fundada a funcionamiento politico. En algsin lugar he afirmado al respecto, y sigo teniendo por buena lnafirmacién, «adelga7ése la religién en filosofia y parece que es tiempo de adeigazar a ésta en politica [...-.gPuede la religién, por mucho peso LAS CONTRADICCIONES DEL LIBERALISMO POLITICO 45, ‘que pierda, quedar en filosofia? ;Puede ésta, a su ve7, tras dietas y sau- nas, quedar en politica?» Ciertamente que no, porque la politica busc reforzar consensos fiicticos, que convienen a quien detenta el poder, mientras que la filosofia se sigue viendo obligada a someter también los, ‘consensos fécticos a la critica racional, para lo cual ha de desentrafiar las condiciones de racionalidad de la accién, Cierto que el término «fundamentacién», que conviene a este in- tento de descubrir las condiciones de racionalidad, inspira descon- fianza, no s6lo a los filésofos que se declaran expresamente «libera- les politicos», sino también a sectores de izquierda que dicen temer el retorno de verdades con contenido, fijas para todo tiempo y lugar, y prefieren entonces el postmodemo fin de los metarrelatos como ex- presién de tolerancia, Se alinean, pues, con entusiasmo en as filas del ya mencionado «liberalismo burgués postmodernom, sin perca- tarse —espero— de que esta opcién no conduce sino a un conserva- durismo dogmatico, extraio al espfritu tanto de un liberalismo como de un socialismo ilustrados, porque, en definitiva, las instituciones y précticas de que partimos quedan inmunizadas frente a la critica racional Naturalmente, cabe replicar que de lo que se trata es de intentar cap- tar las intuiciones morales que laten en el fondo de esas instituciones, articularlas conceptualmente y, desde la articulacién lograda, crticar las instituciones que no se ajusten a ellas. Con lo cual no es que estemos re- ‘chazando cualquier criterio que sirva para la critica, sino que lo estamos tomando de las intuiciones morales ya compartidas en las sociedades ‘con democracia liberal. ‘Sin embargo, aceptar tales intuiciones como criterio para la critica ‘es, ami modo de ver, mas que problematico. En principio, porque nada ros garantiza que sean moralmente comrectas, ya que s6lo podrian ha- cerlo una filosofia de la historia o una teoria de la evolucién social, que ‘nos mostrara edmo la I6gica del desarrollo moral conduce a intuiciones de este tipo. Teniendo en cuenta que una légica del desarrollo supone que los estadios posteriores exhiben una mayor madurez que los ante- Flores, las intuiciones morales de las democracias liberales serfan més maduras que las de estadios anteriores. Ahora bien, esta légica del de- sarrollo, aplicada al nivel social, es admitida por K. O. Apel y J. Ha- bbermas, pero no por el liberalismo politico, que no precisa mas prueba * A. Cortina, La moral del camaleén, p13 46 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL de la correccin de las intuiciones morales que el consenso existente en tomo aellas*. _ A mayor abundamiento, precisar los minimos morales en tomo a Jos que puede existir tal consenso, sin contar con una légica del desa- srolio o.con una teorfa de la racionalidad, resulta harto dificil, si no imposible. Y prueba de ello es que ni siquiera los defensores del libe- ralismo politico son capaces de llegar a un acuerdo sobre cules sean 0s minimos: hemos sefialado eémo Larmore abandona incluso la idea Kantiana de autonomia, que Rawls tena por uno de los minimos, y opta por el didlogo racional y el trato igual que, a su juicio, no precisan ba- sarse en la idea de hombre como ser autGnomo. Suponiendo que esto fuera cierto, jes verdad que tales valores constituyen un minimo com- partido? ‘Me temo que un intento de explicitarios levaria de nuevo a discre- pancias, porque algunos identificarian el didlogo racional con el dis- curso, al modo de la ética discursiva, otros, con la «conversacién edifi- ante» de que habla Rorty, y asf un largo eteétera dificil de cortar. Y, en Jo que respecta al «trato igual», las dificultades serfan idénticas. Por otra parte, para convencer a un individuo de que le favorecen instituciones regidas pot los dos principios mencionados, es preciso mos- trarle que le beneficiardn en el curso de sw vida. Porque, si no podemos, aducir en su favor tna superioridad filoséfica, habremos de alegar una superioridad pragmstico-individual. Y, sin embargo, las teorfas de la de- ccisin racional nos recuerdan que el Sptimo de racionalidad en estos ca- sos consiste en conseguir que todos cumplan la ley, excepto yo. Es de- cir, que en nuestro caso la situacién méximamente deseabie para un ividuo es aquella en que todos recurren al dislogo racional, todos tra- tan alos dems de modo igual, excepto él, que impone su autoridad sin rmediaciones dial6gicas y es objeto de trato preferente. Por suerte 0 por 88 (1989), pp. 117-127. K, Popper, «La sociedad ablertay sus enomigosrevisiadas, Estudios de Filoso- fla, Universidad de Antioquia, Medellin, 1990, pp. 79-87; ver tambiés A. Muioz,Razén Dréctica y democracia en K. Popper, Waleneis, 1993, HL Albert, Traktar ber rationale Pacis, cap. 1V.V y VL s4 ETICA APLICADA Y DEMOCRACIA RADICAL legitima de la fuerza, Pero esta afirmacién no implica la legitimacién del Estado, sino que es simplemente una tesis de tecnologia social. La cues- tin consiste entonces s6lo en analizar si el Estado es o no inevitable” Y en este sentido parece que hoy, curiosamente, ¢s el socialismo el ‘que ha desesperado de que el Estado pueda desaparecer, mientras que son los liberales quienes abogan por su extincién. Asi lo muestra esa unin de neoliberalismo radical y anarquismo que recibe el nombre de «libertarismo» y que cuenta con nombres como los de D. Friedman 0 M. Rothbard en la vertiente «economicista», mientras que el ya citado Norick se presenta como un cuasilibertario, al crticar por inmoral cual- ‘quier intervencionismo del estado que atente contra derechos supuesta- mente naturales de los individuos ¥, por tanto, la noci6n de justicia dis- tributiva!, En este Gitimo juicio Ié acompatiard de algiin modo Alber, al afirmar que la justiciaestatal no puede entenderse desde Ia justicia re- tributiva o desde la distributiva, dada la imposibilidad —en este tiltimo ‘caso— de encontrar im criterio comtin para la distribucién. De la fuerza del Estado se puede esperar justicia en el sentido de proteccisn del or- denamiento juridico, pero no produccién de justicia distributiva”. En este timo sentido es necesario el Estado porque, a pesar de que en de Harsanyi incluyen el elemento «justicia» a la hora de calibrar el bienestar social”. Sin embargo, Albert se encuentra més préximo a las corrientes neo- liberales que tienen también en cuenta la dimensién institucional, por- que considera que lo que ha de ponerse en duda no es una prucba con- cereta —como seria el caso del teorema de imposibilidad de Arrow—, sino la fecundidad de este modo de tratar los problemas, en que. la idea de calculabilidad de las decisiones se proyecta a la conexién global de la vida social. Un institucionalismo al estilo de J. Buchanan serd, pues, més adecuado, no para explicar el origen del gobierno, sino para ayudar a perfeccionar las instituciones gubernamentales existentes. ‘También Buchanan propone reformas marginales y no cambios to- tales, utilizando explicitamente el «individualismo metodol6gico», que. ‘no se confia al mercado ni al Estado, sino que concibe «a los individuos como tinicos responsables finales de Ia determinacién de la acci6n del ‘grupo asf como de la accién privada". La cuesti6n es entonces si la bisqueda del interés egofsta del individno puede traducirse en un bien, en politica, de igual modo que ocurre en la economia, ya que no puede suponerse en todos intereses altruistas Y, en este sentido, el individua- lismo metodolégico se reclama de una tradicién ilustrada, igual que Al- bert: la tradicién humana, segdin la cual «la raz6n del hombre es escla- vva de sus pasiones y, reconociendo esto acerca de sf mismo, el hombre puede organizar su propia asociaciGn con sus compafieros de tal modo que se puedan maximizar efectivamente los beneficios mutuos de in- terdependencia sociab»"® En esta linea de un individualismo metodoldgico institucionalista, que, situéndose entre la anarquia y el Leviatén, propone reformas mar ginales, se sinéa Albert recordando, sin embargo, que es menester tener en cuenta no s6lo el «apriori institucional», sino también el cultural y el motivacional. El Gltimo de los fines estatales combina dos elementos clésicos —a justicia y Ja ibertad— en «ana idea de justicia destinada a asegu- rar la libertad. La clave de la justcia consiste, pues, en asegurar un ‘mareo en el que los individuos puedan realizar libremente sus ideales J.C. Harsanyi, «Cardinal uty in Welfare Economics and in the Theory of Risk ‘Taking>, cn J.C. Harsanyi, Essays on Ethics, social Behaviour and Scientific Explana™ tion, Donérecht, 1976: D. Salcedo, Eleecién socal desigualdad econémica, Anthropos, Barcelona, 1994, "SJ. Buchanan y G. Tllock, Et edlculo del consenso, Madi, 1980, p. 22. ° Ibid, p. 386, ® Hi. Alber, Tratat uber rationale Pras, p. 142. LEGITIMACION DEL ESTADO Y TECNOLOGIA SOCIAL ST 4e felicidad, con lo cual la jurispridencia, intentando superar todo mo- delo jusnaturalista o positivista de «revelacién», se comprende a la vez. como tecnologia social al servicio de la libertad". Los ecos kantianos en esta nocién de derecho son claros: el fin del derecho no es disponer la, felicidad de los stbditos, lo cual llevar‘a a un gobiemo paternaista, sino organizar el marco de relaciones de la libertad extema entre los hom- bres, de modo que cada uno persiga sus propios fines. Para ello, desde la perspectiva de Albert, un «capitalismo domesti- cado» —no el originario ni tampoco el marxismo— parece presentar las mejores condiciones: un capitalismo que no entiende el concepto de pro- piedad de modo fijo ¢ inmutable, sino como un conjunto de derechos, flexible y en continuo cambio, El concepto de propiedad se ampliaria, entonces a todas las regulaciones juridicas que delimitan el émbito de Jas decisiones libres de los individuos, con lo cual, como Buchanan cons- tata, resulta imposible distinguir entre derechos humanos y derechos de propiedad”. 5. EL METODO DE LA PRAXIS POLITICA RACIONAL Una vez considerados los fines del Estado desde Ia opcién por tra- diciones liberales, cuyo mérito fundamental consiste en evitar el uto- pismo dogmatico y revolucionario, cabe preguntar si tales fines propo- nen recomendaciones para la praxis politica racional, manteniendo el ideal normativo de la filosofia politica, o si —por el contrario— per- manecen tan alejados de la praxis concreta como los ideales ut6picos. A tal pregunta contesta Albert combinando La nocién kantiana de idea regulativa con las ventajas, proporcionadas por las ciencias positivas, de explicabilidad y realizabilidad. En efecto, el facionalismo critico propone considerar las ideas de paz, bienestar, justicia y libertad, asi como la de voluntad racional uni- versal que las comprende a todas, como ideas utilizables como norma y como canon para la critica de las instituciones politicas, con lo cual pa: rece mantener su potencia el criticismo Kantiano en este nuevo criti- cismo, ‘Sin embargo, las ideas regulativas tienen que sufrir una doble rec- tificacién: deben convertirse en hipétesis normativas y recurrir a las ® Ibid. apanado 11 H. Albert, Traktat siber rationate Praxis, pp. 158-

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