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Textos para meditar ante el Sagrario

¡ANDA!
¿QUÉ HACE Y QUÉ DICE
EL CORAZÓN DE JESÚS
EN EL SAGRARIO?
SAN MANUEL GONZÁLEZ, OBISPO DE LOS SAGRARIOS ABANDONADOS

Lectura del santo evangelio según San Mateo 9, 1-9

Subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad.


En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la
fe que tenían, dijo al paralítico:
«¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron:
«Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
«¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir:
“Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu
camilla y vete a tu casa”».
ANDA
(Mt 9,5-6)
¡Cuántas, cuántas veces te he oído esa palabra en tu Evangelio!
¡Cuántas veces la debes repetir en tu Sagrario!
Ese anda era casi la única condición que ponías al agradecimiento
de los beneficiados por tus milagros.
Es para hacerme pensar y meditar muy despacio que al paralítico a
quien das movimiento, al ciego y al leproso a quienes devuelves la
salud, al muerto a quien das vida, o a la pecadora a quien otorgas el
más generoso de los perdones, al apóstol a quien entregas el universo
para convertirlo, a todo el que pasa junto a Ti, sacándote virtud, le
impones siempre este mandato: Anda...
¡Cuánto dice esa palabra pronunciada en los momentos solemnes
que seguían a aquellas curaciones y operaciones estupendas!

El «anda» de las madres


¿Os habéis fijado en lo que hacen las madres, sobre todo las
madres pobres cristianas, con sus hijos pequeños antes de mandarlos a
la escuela?
Han rezado con ellos las oraciones de la mañana, los han lavado y
peinado, han sustituido la ropita sucia o rota del día anterior con otra
limpia y remendada y después de darles el frugal desayuno y de
prepararles la meriendita en el canastillo que cuelgan del brazo del
pequeño escolar, estampan un beso sonoro en su frente, y... anda, hijo
mío, les dicen, mientras los ven partir bañados en las oleadas de una
mirada toda satisfacción y todo cariño.
El «anda» del Evangelio

Se parece mucho a este otro anda de las madres a sus hijos...


No es la palabra de la despedida para siempre, no es la repulsa del
que fastidia, no, no es eso, es la palabra del Amor que ha terminado su
obra y espera la correspondencia, es la palabra de la complacencia no
en el bien realizado sino en la felicidad del que lo ha recibido, es el
deber sobreponiéndose al gusto, es el amor haciéndose principio y
móvil de la actividad, es Jesús Madre despertando, aseando, curando,
vistiendo, engalanando, alimentando y besando a sus hijos para que
éstos vayan cada día con nuevo gusto al surco que les toca abrir... a la
siembra que les toca hacer... a la cosecha que les toca recoger...
Almas de fe, que por misericordia de Él estáis de pie y sentís en el
alma las santas impaciencias del celo que quiere andar, o los penosos
decaimientos de la flaqueza humana que no quiere seguir andando,
tomad este consejo que os da quien conoce un poquito a Él y os quiere
mucho a vosotras:
No echéis a andar por ningún camino ni dejéis de andar por el que
hayáis comenzado mientras en vuestra Comunión de la mañana no
oigáis el anda del Jesús Madre que recibís. Es decir, que el Sagrario
sea el punto de partida y el punto de llegada de toda actividad.

Ya veréis qué bien se andan los caminos más escabrosos cuando


al pisarlos, y aun al herirnos, podemos saborear allá dentro el anda del
Jesús de la Comunión de aquella mañana...

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