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ee 2. TODO LO SOLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE: MARX, EL MODERNISMO Y LA MODERNIZACION El nacimiento de la mecanizacin y la industria moder- nna. fue seguido de una irrupcién violenta semejante a tuna avalancha por su intensidad y extensién. Todas los i- rites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el diay a noche, fueron superados. El capital celebré sus or- ‘las. El capital, libro t Soy el espiritu que todo lo niega. —Mefisto en Fausto jAutodestruccién innovadoral Anuncio de Mobil Oil, 1978 Una carta comercial del archivo de investigaciones de Shearson Hyden Stone, ne, leva esta eta de Herddito: “Todo fluye, nada permaneces , la encontrare- ‘mos en todas las obras de Marx. En todas partes choca como una con- tracorriente con las visiones marxistas més «s6lidas» que tan bien co- rnocemos. Es especialmente nitida y lamativa en el Manifiesto comu- nista, De hecho abre toda una perspectiva nueva sobre el Manifiesto como arquetipo del siglo de manifiestos y movimientos modernistas que estaba por venir. El Manifiesto expresa algunas de las més pro- fundas percepciones de la cultura modernista y, al mismo tiempo, dramatiza algunas de sus mas profundas contradicciones internas. En este punto serfa razonable pregunta: zno hay ya més que su- ficientes intexprotacioncs de Marx? ¢Realmente necesitamos un Marx modernista, un alma gemela de Eliot, Kafka, Schoenberg, Gertrude Stein y Artaud? Creo que si, no s6lo porque esta ahi, sino también porque tiene algo distintivo ¢ importante que decir. De hecho Marx nos puede decir tanto acerca del modernismo, como éste puede de- cimnos acerca de él. El pensamiento moderno, tan brillante a la hora de iluminar el lado oscuro de todos y todo, tiene sin embargo sus pro~ pios y reprimidos rincones oscuros, sobre los que Marx puede arro- jar una luz nueva. Especificamente, puede clarificar la relacién entre la cultura modernista y la economia y la sociedad burguesas —el mundo de la «modernizacién»— del que aquélla emand. Veremos que tienen mucho més en comtin de lo que tanto a los modernistas como a la burguesia les gustaria pensar. Veremos al marxismo, al mo- dernismo y a la burguesia atrapados en una extraiia danza dialéctica, y si seguimos sus movimientos podremos aprender algunas cosas de importancia acerca del mundo moderno que todos compartimos. Mars, el modersismo y la modernizacion 8s 1, LA VISION EVANESCENTE Y SU DIALECTICA El drama bisico por el que es famoso el Manifiesto es el desarrollo de la burguesfa y el proletariado modernos y la lucha entre ambos. Pero podemos encontrar que dentro de este drama hay otro drama, Ia lucha dentro de la conciencia del autor sobre lo que esté sucedien- do realmente y sobre el significado de la lucha a mas largo plazo. Po- drfamos deseribir este conflicto como la tensi6n entre su vision «5 lida» y su visién y «si Himitada forma burguesae. En una sociedad combnies, a limieada forma burguesa seri eliminada, afin de que se pueda hacer realidad el pencil moderno, Comienza el ané- lisiscon ua contrast ente la concepcinclsia (expecficamentesrietrdica)y Ia con- cepcién moderna de la economia y Ia eociedad. «Por eso, la concepci6n antigua segin la cual el hombre [..] aparece siempre, igualmente como objetivo de ls produccién, parece muy excess frente al mundo modemo donde Is prodvcciin aparece como ob: Jetivo del hombee y Ia riqueza como objetivo de la produecion.« Pero, de hechon, dice Mare, =i se despoja ala Fqueza de su limitada forma bur- guess, Zqué es la rigueza sino Is universalidad de lat necesidades, capacidades, goces, fuerzas productvas, ete. de los individuos ereada en el intereambio universal? 2Qué sino el desarollo pleno del dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de la as llamada naturaleza (externa) como sobre su propia naturaleza? avariciosa y mezquina y, entrlazada con ella una sindusteiawabireay reoluctonaria. Pero Veblen caece del interés de Marx por la e- Incinentre el desarrollo de la industri el derarolo del individu. ‘Mars, el modemismo y la modernizacion e nifiesto comunista, el conjunto de la apologética capitalista de Adam Ferguson a Milton Friedman, resulta notablemente palida y carente de vida. Aquellos que celebran el capitalismo nos dicen sorprenden- temente poco acerca de sus horizontes infinitos, su audacia y su ener- gia revolucionarias, su creatividad dinamica, su encanto y su aventu- rerismo, su capacidad de hacer que los hombres se sientan no s6lo ‘més cémodos, sino también més vivos. La burguesia y sus idedlogos runca se han hecho notar por su humildad o su modestia; sin em- bargo, parecen estar extraiiamente empeiiados en ocultar la verdad. Larazé6n, creo, es que hay un lado oscuro de esta verdad que no pue- den suprimir. Son vagamente conscientes de ello; los asusta e inco- moda profundamente, hasta el punto de que ignorardn o negarén su fuerza y cteatividad antes que mirar ala cara sus virtudes y vivir con ellas. ¢Qué es lo que temen reconocer en si mismos los miembros de Ja burguesia? No su tendencia a explotar a las personas, a tratarlas simplemente como medios o (en un lenguaje econémico més que mo- ral) como mercancias. A la burguesia, tal como la ve Marx, esto no le quita el suetio. Después de todo, se lo hacen unos a otros, e inclu- 80 a si mismos, asi que ¢por qué no iban a hacérselo a todos los de- més? La verdadera fuente de problemas es la pretensién burguesa de ser el «partido del orden» en la politica y Ia cultura modernas. Las inmensas cantidades de dinero y energia invertidas en la construc- » ¥_el carécter conscientemente monumental de buena parte de ella —de hecho, a lo largo del siglo de Marx, en un interior burgués no habia mesa ni silla que no pareciera un monumento— testifican la sinceridad y seriedad de esta pretensidn. Y, sin embargo, el fondo de la cuestién, en opinién de Marx, es que todo lo que la burguesia construye, es construido para ser destruido. «Todo lo sélido» —des- de las telas que nos cubren hasta los telares y los talleres que las te- jen, los hombres y mujeres que manejan las méquinas, las casas y los barrios donde viven los trabajadores, las empresas que explotan a los trabajadores, los pueblos y ciudades, las regiones y hasta las naciones que los albergan—, todo esté hecho para ser destruido mafiana, aplas- tado o desgarrado, pulverizado 0 disuelto, para poder ser reciclado © reemplazado a la semana siguiente, para que todo el proceso reco- mience una y otra vez, es de esperar que para siempre, en formas cada vex. més rentables. El patetismo de todos los monumentos burgueses es que su fuer- 2a material y su solidez no significan nada en realidad, no soportan % Marshall Berman ningiin peso "°, son batidos como débiles juncos por las mismas fuer- zas del desarrollo capitalista que exaltan. Hasta las construcciones burguesas mas hermosas e impresionantes, y las obras pablicas, son desechables, capitalizadas para una rapida depreciacién y planifica- das para quedar obsoletas, mas semejantes en sus funciones sociales alas tiendas y los campamentos que a «las pirimides de Egipto, los acueductos romanos, las catedrales géticas» *. Si miramos detris de los sobrios escenarios creados por los miem- bros de nuestra burguesfa y vemos la forma en que realmente operan y-actian, vemos que estos s6lidos ciudadanos destrozarian el mundo siello fuese rentable. Hasta cuando atemorizan a los demas con fan- tasias de venganza y rapacidad proletarias, ellos mismos, con sus ina- gotables desarrollos y tratos, lanzan masas de seres humanos, mate- riales y dinero, de un lado a otro del mundo, erosionando o explo- tando a su paso el fundamento mismo de las vidas de todos. Su se- °° En el prumer capitulo de El capital, «La mercanctae, Marx nunca se cansa de repeir que et «valor de las mercancfas es todo lo contraio dela tosca materalidad de su sustancia; en su composicién no entra i un étomo de materilidad>, Ch. MER, pp. 305, 312.314, 317, 328, 40. "Bagels, s6lo unos aos antes del Manifest, en La stuacion de la clase obrera ex glare CON, episod Uthat obi truidss por especuladores que buseaban beneficios ripidos,estabaa hechas pars durar slo cuarenta aos, No podiasospechar que éste sera el modelo arquetipico de cons- truccién en la sociedad burguesa.Irdnicamente, hasta las mansiones mis espléndidas {de los capitalists mis acaudalados desaparecerian en menos de cuarenta aos —no #0 lamente én Manchester, sino en prdctieamente todas las ciudaes capitalist, alq Iadas o vendidas a empresarios y derribadas por los mismos impulsosinsaciables qle Jas habianlevantado. (La Quinta Avenida de Nueva York representa un ejemplo pa- tente, pero estos e208 se encuentran en todo el mundo moderno.) Considerando Ia rapier y Ia brotalidad del desarrollo capitalists In sonpresa real no consiste en que tanto de nuestro patrimonio arquitectinico haya sido destruido, sino en que todavia ‘quede ago por conservae. ‘Sélo recentemente los pensadores marsistas han comenzado a explorar este tema El expecialista en geograia ceondmica David Harvey, por ejemplo, tata de mostrar ‘en detallecémo la repetida destruccin dliberada del ventorno construido> forma par- tede la acumulacin de capital. Los exritor de Harvey estin muy diepersos; para ona [icida introduccin y andliss,véase Sharon Zukin, «Ten years of the new urban s0- cology, Theory and Society, julio de 1980, pp. 575-601 Trdnicamente, los Estados comunistat han hecho mucho més que lo capitalise por conservar la esencia del pasado en sus grandes ciudades: Leningrad, Praga, Var- Sovia, Budapest, eteftra. Pero esta politica no se debe tanto al espeto por la belleza {7 los logros humanos como al deseo de los gobiernos autocrticos de moviliza las Teskades tadicionalistas ereando un sentimiento de continuidad con las astocracat del pasado, Mare, el moderniomo y la modemizacion ” creto —un secreto que han conseguido ocultar incluso a si mismos— es que, detrés de sts fachadas, son la clase dominante més violenta- mente destructiva de la historia. Todos los impulsos anarquicos, des- medidos, explosivos que la siguiente generacién bautizaria con el nombre de «nihilismo» —impulsos que Nietzsche y sus seguidores atribuirdn a traumas tan césmicos como la Muerte de Dios— son lo- calizados por Marx en el funcionamiento cotidiano, aparentemente banal, de la economfa de mercado. Pinta como nihilistas consumados, alos burgueses modernos a una escala mucho més amplia de la ima- ginada por los intelectuales modernos *. Pero estos burgueses se han alienado de su propia creatividad, porque no soportan mirar al abis- mo moral, social y psiquico abierto por su creatividad. Algunas de las imagenes mas vividas y sorprendentes de Marx tie- nen el objetivo de obligarnos a confrontar ese abismo. Asi «esta so- ciedad burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de produccién y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros» (478). Esta imagen evoca los espiritus del oscuro pasado medieval supuestamente enterrado por nuestra burguesia moderna. Sus miembros se presentan como seres racionales y pricticos, no mé- tices come hijos de la Mustraci6n, no de la oscuridad. Cuando Marx describe a los burgueses como magos —recordemos también que su empresa ha hecho surgir «poblaciones enteras [..] por encanto», sin mencionar el «fantasma del comunismo»— apunta a profundidades * fn realidad el témino enibilsmos procede de la generacin de Mar: fe au fad por Torgner como ler de Bazarov, su here rafal de Paes © jos (1861) Y dearllado de manera macho mis srs por Doses ea Memon del eabselo (186) y Grimenyenigo (18561857) Nierache explora fonts le sigiadon 4 mito comin mayor profunidad en Le volumad del poder (1885 a8, e pecalente en el Hiro primero, El nibllamo eurpeos. Poca veces se mencons Pero vale Ta pena sear que Nietache cosieraba qu a plienyln conomta mo. terns ern Se por sf profundamente iia, Ves secon I que olrece uni ‘entaro delat races de iilismocontermporneo, Alguno dels imgensy andiss de Nictsche ag cas nen tna resonanciasorprendenemene marta. Vanse ls sectone 6, aceren dele consecencas esprit, ano neaias cone vax del seco del erétit, del comercio le meds de anspor vel manda 1 6, sobre sl inde lon benes eats. cation om lgar de oracions dai) lero: {ami tlégrfo 1 entralzacin de un enorme mime dentereses en una sla la, {ue por nt misma rnd debe se muy fuerte yprtecs (Traducde por Water Ka tmson RJ Hollings, Vintage, 1968) Pero estas asociaciones ere ean mo deena yl conomi moderna nine ero clorads por Niet» (con muy 6 sss crepcones tampoco fueron vert siguiers por su segidors. o [Marshall Berman negadas por ellos. Las imagenes de Marx proyectan, aqui como siem- pre, un sentimiento de admiracién ante el mundo modero: sus po- deres vitales son deslumbrantes, abrumadores, van mis allé de todo Jo que hubiera podido imaginar —y no digamos calcular o plani ‘car—la burguesia. Pero las imagenes de Marx expresan también aque- Ilo que debe acompafar a todo genuino sentimiento de admiracié un sentimiento de temor. Pues este mundo magico y milagroso es también demoniaco y aterrador: oscila de forma salvaje y sin con- trol, amenaza y destruye ciegamente a su paso, Los miembros de la burguesia reprimen, al mismo tiempo, la admiracién y el temor por Jo que han construido: estos poscedores no quieren saber cusn pro- fundamente son poseidos. S6lo aprenden en los momentos de ruina personal y general, es decir solamente cuando es demasiado tarde. El mago burgués de Marx es descendiente del Fausto de Goethe, desde luego, pero también de otra figura literaria que hizo volar la imaginacién de su generaci6n: el Frankestein de Mary Shelley. Estas figuras miticas, que luchan por expandir los poderes humanos me- diante la ciencia y 1a racionalidad, desencadenan fuerzas demonfacas {que irrumpen irracionalmente, fuera del control humano, con horri~ bles resultados. En la segunda parte del Fausto de Goethe, la poten- cia internal consumada que finalmente deja obsoleto al mago, ¢s todo tun sistema social moderno. La burguesfa de Marx se mueve dentro de esta drbita trigica. Marx sitda su mundo infernal dentro de un con- texto terrenal y muestra cémo, en un millén de fabricas y talleres, bancos ¢ intercambios, los poderes oscuros operan a plena luz del dia y las fuerzas sociales son arrastradas en direcciones pavorosas por los incesantes imperativos del mercado que ni siquiera el burgués mis po- deroso puede controlar. Esta visién de Marx hace que el abisino se aproxime a nuestros hogares. ‘Asi, en Ia primera parte del Manifiesto, Marx expone las polari- dades que animarén y darn forma a la cultura del modernismo en el siglo siguiente: el tema de los deseos ¢ impulsos insaciables, de la re- volucién permanente, del desarrollo infinito, de la perpetua creacion y renovaci6n de todas las esferas de la vida; y su antitesis radical, el tema del nihilismo, la destruccién insaciable, el modo en que las vi- das son engullidas y destrozadas, el centro de la oscuridad, €] horror. ‘Marx muestra cémo estas dos posibilidades humanas han impregna- do la vida de todos los hombres modernos a través de las presiones «c impulsos de la economia burguesa. Con el transcurso del tiempo, los modernistas produciran un gran ntimero de visiones cés Mars, el modernismo y le modemizacién ~ apocalipticas, visiones de la felicidad mas radiante y la desesperacién mis sombria, Muchos de los artistas modemistas mas creaivon, se. rin simulténeamente poscidos por ambas fuerzas y empujados sin ce sar de un extremo a otro; su dinamismo interno reproducira y ex- presaré los ritmos internos que dan movimiento y vida al capitalismo mmodermo, Marx nos lanza las profundidades de este proceso via, modo que nos sentimos cargados de una energia vital que magni- fica la totaidad de nuestro ser y somos simultancamente embargaclos por los golpes y convulsiones que a cada instante amenazan con ani- quilarnos. Entonces, mediante la fuerza de su pensamiento y su len- suaje, trata de convencernos para que confiemos en su visidn, para {que nos dejemos llevar con él al climax que esta justo por delante. Los aprendices de mago, los miembros del proletariado revolu- cionario, estén destinados a arrebatar el control de las fuerzas pro- ductivas modernas a la burguesia faustico-frankesteiniana. Cuando lo hayan hecho, transformardn estas fuerzas sociales, volatiles y explo- sivas, en fuentes de belleza y alegria para todos, haciendo que la his- toria trigica de la modernidad tenga un final feliz. Al margen de que este final llegue 0 no a hacerse realidad, el Manifiesto es notable por su fuerza imaginativa, su expresién y su captacién de las posibil des luminosas y terribles que impregnan la vida moderna, Ademis de todas las otras cosas que es, es la primera gran obra de arte moder- nista. __ Pero aun cuando rindamos homenaje al Manifiesto como arque- tipo del modernismo, debemos recordar que los modelos arquetipi- cos sirven para tipificar no s6lo las verdades y fuerzas, sino también las tensiones y presiones internas. Asi, en el Manifiesto, como en sus ilustres sucesores, encontraremos que, contra las intenciones del c dor y probablemente sin su conocimiento, la visién de la revolucién y la resolucién genera su propia critica inmanente, y nuevas contra- dicciones rasgan el velo tejido por esta visién, Aun cuando nos de- jemos llevar por el flujo dialéctico de Marx, nos sentimos arrastrados por corrientes de incertidumbre e inquietud que no estaban en el imap Quedamos arapaos en una sere de tensones radials entre ls intenciones y visiones de Marx, entre lo que quiere y lo que ve. ‘Tomemos, por ejemplo, la teoria de las eriss de Mara: «ers [ que, con su retorno periédico, plantean, en forma cada vez més ame- rnazante, la cuestion de la existencia de toda a sociedad burguesa» (478). En estas crisis recurrentes, «se destruye sistematicamente, no sélo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de 100 Marchall Berman Jas mismas fuerzas productivas ya creadase. Marx parece creer que estas crisis debilitaran de manera progresiva el capitalismo para final- mente destruirlo. Y sin embargo, su visiOn y su anilisis de la soci dad burguesa muestran lo bien que esta sociedad puede sortear las cri~ sis y las catastrofes: «de una parte, por la destruccién obligada a una ‘masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mer- cados y la explotacién més intensa de los antiguos». Las crisis pue- den aniquilar a personas y grupos que, de acuerdo con las definicio- nes del mercado, son relativamente débiles e ineficientes; pueden abrir espacios vacios las nuevas inversiones y desarrollos; pueden obligar a la burguesia a innovar, a expandirse y a combinarse de manera mis amplia ¢ ingeniosa que antes: as{ pueden actuar como fuentes ines- petadas de fortaleza y resistencia capitalista. Tal vez sea cierto que, como dice Marx, estas formas de adaptacién s6lo preparan «crisis mas ‘extensas y més violentas». Pero dada la capacidad burguesa para ha~ cer rentables la destrucci6n y el caos, no existe una razén aparente por Ia cual Ia espiral de estas crisis no pueda mantenerse indefinida- mente, aplastando a personas, familias, empresas, ciudades, pero de~ jando intactas las estructuras del poder y de la vida social burguesa. ‘A continuacién podemos tomar la visién de Marx de Ia comuni- dad revolucionaria. Sus bases, ironicamente, seran sentadas por la propia burguesia. «Bl progreso de la industria, del que la burguesia, ineapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamien- to de los obreros, resultante de la competencia, por st unién revolu- cionaria mediante la asociacién» (483). Las inmensas unidades pi ductivas inherentes a la industria moderna reuniran aun gran niim« 10 de trabajadores, los obligarin a depender unos de otros y a coo- perar en el trabajo —Ia division moderna del trabajo requiere una in- trincada cooperacién momento a momento a una escala amplia— y asi les ensefiardn a pensar y actuar colectivamente. Los vinculos co- munitarios de los trabajadores, generados inadvertidamente por la produccién capitalista, a su vez generardn instituciones politicas com- bativas, asociaciones que se opondrin al marco privado y ator de las telaciones sociales capitalistas y finalmente lo derribarin. Asi Jo cree Marx. Y sin embargo, si es cierta su visién general de la modernidad, gpor qué han de ser las formas de comunidad producidas por la in- dustria capitalista més s6lidas que cualquier otro producto capitalis- ta? {No podrian resultar esas colectividades, como todo lo demas en el capitalismo, tinicamente temporales, provisionales, construidas Mars, el modertismo y la modemizaciin 101 para la obsolescencia? En 1856 Marx hablaré de los obreros indus- triales como hombres nuevos [...] un invento de la época moderna, como las propias maquinas». Pero si esto es asi, entonces su solida- ridad, por impresionante que sea en un momento dado, puede resul- tar ser tan transitoria como las maquinas que manejan o los produc- tos que producen. Hoy los trabajadores pueden apoyarse unos a otros en Ia cadena de montaje 0 en el piquete, s6lo para encontrarse ma- ‘sana dispersos entre las diferentes colectividades, con diferentes si- tuaciones, diferentes procesos y productos, diferentes necesidades ¢ intereses. Una vez més, las formas abstractas del capitalismo parecen subsistir —capital, trabajo asalariado, mercancfas, explotaci6n, plus- valor— mientras que sus contenidos humanos estin sometidos a un cambio perpetuo. ¢Cémo en un terreno tan poco firme pueden des- arrollarse vinculos humanos duraderos? Incluso si los trabajadores Hegaran a construir un movimiento co- ‘munista triunfante y tal movimiento generara una revolucién igual- ‘mente triunfante, Zc6mo, entre las mareas de la vida moderna, se las arreglardn para construir una sOlida sociedad comunista? ¢Qué evita- 4 que las fuerzas sociales que han hecho desvanecerse al capitalismo hhagan desvanecerse también al comunismo? Si todas las nuevas rela- siones se hacen aficjas antes de haber podido osificarse, ¢eémo po- drin mantenerse vivas la solidaridad, la fraternidad y la ayuda mu- tua? Un gobierno comunista podria tratar de poner compuertas a la rmarea imponiendo restricciones radicales no solamente a las activi- dades y empresas econémicas (todos los gobiernos socialistas lo han hecho, lo mismo que todos los Estados capitalists del bienestar), sino también a la expresin cultural, politica y personal. Pero en la medida en que tal politica consiguiera su objetivo, no seria una trai- cién a a aspiracién marxista de un libre desarrollo para todos y cada ‘uno? Marx consideraba el comunismo como la culminacién de la mo- deridad; pero ge6mo podria el comunismo atrincherarse en el mun- do moderno, sin suprimir esas mismas energias que promete liberar? Por otra parte, si diera rienda suelta a esas energias, ino seria posible au el lj espontno del energia popular barra la misma nc: vva formacién social? ", Los valores, temas critics y paradojas de este pirrafo han sido brillantemente desaerollados en Europa oriental por la tadicindisidente del -homanismo marxsta> ‘que va desde pensadores como Kolakowski en su fase posterior 2 Sain (y anterior a Onlord) y los pensadores de ls «Primavera de Praga ea los aos sesenta, hasta George 102 Marshall Berman Por lo tanto, con una simple lectura cuidadosa del Manifiesto, y uuna seria consideracién de su visién de la modernidad, legamos a plantearnos preguntas serias acerca de las respuestas de Marx. Pode- mos ver que el objetivo de plenitud que Marx ve a la vuelta de la es- quina, podria tardar mucho tiempo en llegar, si es que llega; y po- demos ver que incluso si llega, puede ser tan s6lo un episodio fugaz y transitorio, esfumado en un instante, afejo antes de haber podido osificarse, barrido por la misma marea de perpetuo cambio y progre- so que brevemente lo pusiera a nuestro alcance, dejandonos flotar in definidamente, impotentemente. También podemos ver cémo el co- munismo, para no desintegrarse, podria sofocar las fuerzas dinmi- cas, activas, de desarrollo, que le han dado vida, podria defraudar mu- chas te las esperanzas que lo hicieran digno de luchar por él; podria reproducir las injusticias y las contradicciones de la sociedad burgue- sa bajo un nuevo nombre. Irénicamente, pues, podemos ver e6mo la dialéctica de la modernidad de Marx recrea el destino de la sociedad que describe, ganando energias e ideas que se desvanecen en su pro- pio aire. IML, DESNUDEZ: EL HOMBRE DESGUARNECIDO Ahora que hemos visto la visién «evanescentes de Marx en accién, «quisiera utilizarla para explicar algunas de las imagenes de la vida mo- derma més poderosas del Manifiesto. En el pasaje que sigue, Marx tra~ ta de mostrar cémo el capitalismo ha transformado las relaciones de las personas entre si y consigo mismas. Pese a que, en la sintaxis de ‘Marx, «la burguesia» es el sujeto —en sus actividades econdmicas que traen consigo los grandes cambios—, los hombres y las mujeres mo- dernos, de todas las clases, son objetos, pues todos han cambiado: Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus «superiores na- turales» (la burguesia] las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir ‘otro vinculo entre los hombres que el frio interés, el cruel «pago al conta do». Ha ahogado el sageado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caba- Ieresco y el sentimentalismo del pequefio brugués en las aguas heladas del Konrad y Alexander Zinoviey en los setenta, Las variaciones rusas de este tema serin analiadas en el capitulo 1. Mars, el modernismo y le modemizacion 10 calculo egoista [...] La burguesia ha despojado de su aureola a todas las pro- fesiones que hasta entonces se tenfan por venerables y dignas de pialoso res- peto [--] La burguesia ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalis- ‘mo que encubria las relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de dinero [..] En lugar de la explotacin velada por ilusionesreligiosas y po- 25, ha establecido una explotacién abiert, descarada, directa y brutal, Aqui la oposicién basica de Marx es entre lo abierto y desnudo, y Io oculto, velado, cubierto. Esta polaridad, perenne tanto en el pensa- miento oriental como en el occidental, simboliza en todas partes la diferencia entre un mundo «real» y otro ilusorio. En la mayor parte del pensamiento especulativo antiguo y medieval, todo el mundo de experiencia sensorial aparece como ilusorio —el «velo del maya hin- di— y el mundo verdadero es considerado accesible tinicamente a través de la trascendencia de los cuerpos, el espacio y el tiempo. En algunas tradiciones, la realidad es accesible a través de la meditacién filos6fica o religiosa; en otras, s6lo nos sera asequible en una exis- tencia futura después de la muerte: «Ahora vemos a través de un vi- rio oscuro, pero después lo haremos cara a cara», dijo San Pablo. La transformacién moderna, que comienza en la época del Rena- cimiento y la Reforma, coloca estos dos mundos sobre lt tietray en cl espacio y en el tiempo, y los puebla de seres humanos. Entonces el mundo falso aparece como un pasado hist6rico, un mundo que he- mos perdido (0 que estamos perdiendo) en tanto que el mundo v dadero es el mundo fisico y social que existe para nosotros aqui y ahora (0 que esté naciendo). En este punto surge un simbolismo nuc- vo. Las ropas se convierten en emblema del viejo ¢ ilusorio modo de vida; la desnudez. pasa a significar la verdad recientemente descubier- ta y experimentada; y el acto de quitarse la ropa se convierte en un acto de liberaci6n espiritual, de hacerse real. La moderna poesia er6- tica desarrolla este tema, tal como lo han experimentado generacio- nes de amantes modernos, con alegre ironia; la tragedia moderna pe- netra en sus profundidades tenebrosas y temibles. Marx piensa y tra- baja dentro de la tradicién tragica. Para él las ropas son quitadas, los velos desgarrados, el proceso de despojamiento es violento y brutal; y sin embargo, de algén modo, el movimiento tragico de la historia ‘moderna tiene una supuesta culminacién en un final feliz La dialéctica de la desnudez que culmina en Marx es definida en 1 comienzo mismo de la época moderna, en El rey Lear, de Shakes- peare. Para Lear, la verdad desnuda es lo que el hombre se ve obli- 104 ‘Marshall Berman gado a afrontar cuando ha perdido todo lo que otros hombres pue- den quitarle, excepto la vida misma. Vemos cémo su voraz familia, ayudada por su propia ciega vanidad, desgarra el velo del sentimen- talismo. Despojado no sélo de poder politico, sino hasta de los ilki- mos restos de dignidad humana, es arrojado a la intemperie en me- dio de la noche, en lo més recio de una tormenta torrencial y aterra- dora. A esto, dice, es a lo que se reduce al final la vida humana: los solitarios y los pobres son abandonados al frio, en tanto que los per- versos y los brutales disfrutan de todo el calor que puede ofrecer el poder. Tal conocimiento parece ser excesivo para nosotros: «La na- turaleza del hombre no puede soportar Ia aflicin ni el temor.» Pero Lear no se doblega bajo las réfagas heladas de la tormenta, ni tam- poco huye de ellas; por el contrario, se expone a la furia de la tor- ‘menta, la mira a la cara y se afirma frente a ella, aun cuando le sa- cuda y desgarre. Mientras vaga sin rumbo con su bufén real (acto 1, escena IV) se encuentran con Edgar, que se ha disfrazado de mendigo loco, totalmente desnudo y aparentemente atin més miserable que él. ; as Ia sociedad comunist liberard ela universalidad td las necsidades,eapacidades, goces, fuerzas productiva [... el desarrollo de todas las foerzas humanas en euanto tales; el hombre produciré «su plenitud» y vivid xen ‘movimiento absoluto del devenire, Si se toma en serio esta visi6n, es evidente que ‘eri fel satisfacer las necesidades universles de todos, y que la persecucign del des- arolloinfinito para todos tendera a producirseris conllitos humanos; puede que ‘tos sean diferentes de los conflctos de clase endémicos n la sociedad burguess, pero ts probable que sean como minimo igual de profundos. Mare s6lo admite la posibi- Tidad de este tipo de conflictos de la manera mds oblicua, y no dice nada acerea de la forma en que una sociedad comunisa podria sbordarlos. Puede ser éta la razén por la cual Octavio Paz dice (Alternating cuovent, p. 121) que el pensamiento de Mare, aunque és prometeico, eritico y filantrOpico no por eso es menos niilsta, pero que, desgraciadamente, wel de Marx es un niilismo que se ignora PTs palabra Wissenschaft puede ser taducida de muchas maneras, en sentido es- tricto como «ciencian,o-en sentido mas amplio como =conacimientow, «saber ticidne, 0 cualquier ocupacin intelectual sostenida y seria. Sea cual fuere leninistas del siglo XX cuya preten- 1 Acerea dl sare por el artes, véase Ammold Hauser, The social bistory of at, 1949; Vinage, 1958, vol [Historia social dele literatura el are, Madtid, Guada- rama, 3 vol, 1968]; César Graéa, Bohemian versus bourgeois society andthe French ‘man of letters in the nineteenth century, Basic Books, 1964; edicion de 1967 en rstica reticulada Modernity and its discontents; TJ. Clark, The absolute bourgeois: arts «and politics in France, 1848-1851, New York Graphic Society, 1973. La mejor intro- ‘duccién al circulo de Comte, se puede encontrar en Frank Manuel, The Prophets of Pari, 1962, Harper Torchbooks, 1965. "" Hans Magnus Enzeasberger, en su billante ensayo de 1969 . Reco Prion necboks, selon, compas y adc lings por Quinn Hoare Gets Nowe Sit Ineratonal Pblbers, 1971, 173. Mare, el modernimo y la modemizacin 19 CONCLUSION: LA CULTURA Y LAS CONTRADICCIONES DEL CAPITALISMO En este ensayo he tratado de definir un espacio en el que el pensa- ‘miento de Marx converja con la tradicién modernista, Ante todo, am- bos son intentos de evocar y captar una experiencia diferenciadamen- te moderna. Ambos hacen frente a este campo con emociones entre mezcladas; el jabilo y el temor se funden con un sentimiento de ho- rror. Ambos consideran que la vida moderna esté acrbillada de im- pulsos y posibilidades contradictorios, y ambos adoptan una visién de una modernidad dltima o ultra —los chombres nuevos [...] inven- to de la época moderna, como las propias maquinas», de Marx; «II fant étre absolument moderne», de Rimbaud—como el modo de atra- vvesar y dejar atras estas contradicciones. En este espiritu de convergencia he tratado de interpretar a Marx como un escritor modernista, revelando la vivacidad y riqueza de su lenguaje, la profundidad y complejidad del mundo de sus imagenes —vestidos y desnudez, velos, aureolas, calor, frio— y mostrando con cudnta brillantez desarrolla los temas por los que el modernismo lle- gard a definirse: la gloria de la energia y el dinamismo modernos. los estragos de la desintegracién y el nihilismo modernos, la extraiia inz timidad entre ellos; la sensacin de estar atrapado en tna vordgine en |a que todos los hechos y valores se arremolinan, explotan, se des- componen, se recombinan; la incertidumbre basica sobre lo que es fundamental, lo que es valioso, hasta lo que es real; el estallido de has esperanzas mas radicales en medio de sus radicales negaciones. Al mismo tiempo, he tratado de interpretar el modernismo de un modo marxista, sugiriendo c6mo sus energias, percepciones y ansie- impulsos y las tensiones de la vida jica moderna: de su incesante ¢ insaciable presién en favor del crecimiento y el progreso; su expansién de los deseos humanos més alla de los limites locales, nacionales y morales; sus exigencias de que las personas no s6lo exploten a sus semejantes, sino también a si mi ‘mas; la infinita metamorfosis y el cardcter volitil de todos sus valo- tes en la vorigine del mercado mundial; su despiadada destruccion de todo y todos los que no pueden utilizar —buena parte del mundo premoderno, pero también buena parte de sf mismo o de su propio mundo moderno— y su capacidad de explotar la crisis y el ca0s como ‘tampolin para un desarrollo todavia mayor, de alimentarse de su pro- pia destruecién. dades caracteristicas emanan de lo: a ‘Marshall Berman, No pretendo ser el primero en acercar marxismo y modernismo. De hecho se han acercado por si mismos en varios momentos del si glo pasado, de la manera més espectacular en situaciones de crisis his. tbrica y esperanzas revolucionarias. Podemos ver su fusion en Bau- delaire, Wagner, Courbet, asi como en Marx, en 1848; en los expre- sionistas, futuristas, dadaistas y constructivistas de 1914-1925; en la fermentaci6n y agitacién de Europa oriental después de la muerte de Stalin; en la iniciativas radicales de los aftos sesenta, desde Praga has- ta Paris pasando por Estados Unidos. Pero cuando las revoluciones han sido reprimidas 0 traicionadas, la fusidn radical ha dado paso a |a fisidn; tanto el marxismo como el modernismo se han petrificado en ortodoxias y han seguido caminos separados, mirindose con mu- tua desconfianza *, Los llamados marxistas ortodoxos en el mejor de los casos han ignorado al modernismo, pero con demasiada frecuen- cia han tratado de reprimirlo, por temor, quiza, a que (como dijo Nietzsche) si continuaban contemplando el abismo, el abismo, a su vez, comenzaria a mirarlos®, Los modemnistas ortodoxos, por su parte, no han ahorrado esfuerzos a la hora de remodelar para si la aureola de un arte «puro» no condicionado, liberado de la sociedad y de la historia, Este ensayo trata de cerrar la salida a los marxistas Srtodoxos mostrando cémo el abismo que temen y del cual huyen se abre dentro del propio marxismo. Pero la fuerza del marxismo ha residido siempre en su disposicién a partir de unas realidades socia- les aterradoras abriéndose camino en elas hasta agotar sus posibil dades, Abandonar esta fuente fundamental de fuerza deja al marxis- mo con poco més que el nombre. En cuanto a los modernistas or- todoxos que evitan el pensamiento marxista por miedo a que les des- poje de sus aureolas, deberian aprender que podria ofrecerles algo me- * El marxismo y el modernismo también se pueden acercar como Fantasias utpi= ‘eas en un periodo de calma politica: cf, el superteaismo de los aos veintey Ia obra ‘de pensadores norteamericanos como Paul Goodman y Norman O. Brown en ls cin~ ‘suenta Herbert Marcuse cubre ambas generaciones, especialmente en su obra mis ori tinal, Eros ycvilcacin (1958). Otro tipo de convergenciaimpregna las obras de Maia Korski, Brecht, Benjamin, Adorno y Sartre, que experimentan el modetnismo como ‘ona vorigine esprital y el marxizmo como ez feste Burg de roca maciza, y se pasan Ia vida padando entre ambos, aunque con frecuencia erean sintesisbrillantes, su pesr. 12 Lukies el ejemplo mas notable y fascinante:obligado por la Kominern a de~ Jar todas sus primeras obras modernists, dedies décadas y volimenes a vilipen- iat el modernismo todas sus obras. Véase, por ejemplo, su ensayo «The ideology ‘of modernism, en Realm in our time: literature and the lass struggle (1957), tr2- ‘ducido al ingles por John y Necke Mander, Harper & Row, 1964 Mars, el modernism y la modernizacn ma jor a cambio: una capacidad superior para imaginar y expresar las re- laciones infinitamente ricas, ir6nicas y complejas que existen entre ellos y la «sociedad burguesa moderna» que tratan de negar 0 desa- fiar. La fusion de Marx con el modernismo disolveria el cuerpo de- ‘masiado sélido del marxismo —o por lo menos lo entibiaria y ablan- daria— y, al mismo tiempo, daria al arte y al pensamiento moder- nista una nueva solidez, dotando a sus ereaciones de una insospecha- da resonancia y profundidad. El modernismo se revelaria como el rea- lismo de nuestro tiempo. Quisiera, en esta seccién final, relacionar las ideas que he desa- rrollado aqui con algunos debates contemporsneos relativos a Marx, el modernismo y la modernizacién. Comenzaré por considerar las acusaciones conservadoras al modernismo desarrolladas a finales de los sesenta, que han florecido en el ambiente reaccionario de la dé- cada pasada. De acuerdo con Daniel Bell, el mis serio de estos po- lemistas, «el modernismo ha sido el seduetor» que ha inducido a hom- bres y mujeres (¢ incluso nifios) contempordneos a abandonar sus po- siciones y deberes morales, politicos y cconémicos. Para los autores como Bell, el capitalismo es totalmente inocente en este asunto: es retratado como una especie de Charles Bovary, poco apasionante, pero decente y cumplidor de sus deberes, que erabaja duramente para dar satisfaccidn a los insaciables deseos de su caprichosa mijer y pa- gar sus insoportables deudas. Este retrato de la inocencia capitalista tiene un delicado encanto pastoral; pero ninggin capitalista podria per- mitirse tomarlo en serio si esperara sobrevivir una semana siquiera en el mundo real construido por el capitalismo. (Por otra parte, los capitalists pueden cierament disfrutar de este cuadro como un buen ejemplo de relaciones piblicas, y reirse durante todo el trayecto al banco,) También debemos admirar el ingenio de Bell al omar una de las ortodoxias modemnistas mas persistentes —Ia autonomia de la cul- tura, la superioridad del artista con respecto a todas las normas y ne- cesidades que atan a los mortales que lo rodean— y volverla contra el propio modernismo * ee ee ee ih lastenssteh xe eee teenie es Poa lee eae era ee no stn jal y noe gp. 6209) shes pete pe ee ee eee eae eee 12 Marshall Berman Pero lo que tanto modernistas como antimodernistas ocultan en este caso es el hecho de que estos movimientos espirituales y cultu- rales, a pesar de su poder eruptivo, han sido borboteos en la super- ficie de un caldero social y econémico que ha estado hirviendo y de- rramandose durante mas de cien afios. Es el capitalismo moderno, y no el arte y la cultura modernos, el que ha mantenido el caldero en ebullicién, por reacio que sea el capitalismo a enfrentarse al calor. El nihilismo enloquecido por la droga de William Burroughs, bestia ne- gra preferida de la polémica antimodernista, es una pélida reproduc~ ciGn del trust ancestral cuyos beneficios financiaron su carrera de van- guardia: la Burroughs Adding Machine Company, ahora Burroughs International, sobrios nihilistas de retaguardia. ‘Ademas de estos ataques polémicos, el modernismo siempre ha provocado objeciones de orden muy diferente. Marx, en el Manifies- to, hacia suya la idea de Goethe de una incipiente «literatura mun~ dial», explicando cémo la sociedad burguesa moderna estaba dando luz una cultura mundi ae Bee eds Suore’ gas rokenan pen su eueccion product de eve Sone ee ee eee ates foe me cece tobe eee ee Sa reer mementos ee ees ie i re Se era eee fare eee ja ee a ee ce ae eta ees ee eee Es See cnen ee ee ee aaa fi, eel movimiento modema [..J rompe la unidad de la cultura, destroza ela "cos- | ga coma” que sbyact caf itn del mundo Burge de una relacion rde- MEG Spc yl tempor sent En Pen Rea, 15 (1978) pp. 2-215, fenlitada alae siguiente como preacio dela eicin en sien de Cultural contra. “Tian. Bell diferencia deslgunos de sus amigos neoconservadores, ene por lo me- ford vlor de 1 incoherencin Marz, el madernismo y le modernizacion a Este argumento de Marx podsfa servir como programa perfecto para el modernismo internacional que ha brotado entre su época y la nues- tra: una cultura de mente amplia y muchas facetas, que expresa el rnorama universal de los deseos modernos y que, pese a la mediacién de la economia burguesa, es

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