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El fin de la realidad cuántica:

Conversación con Wolfgang Smith


Por Samuel Bendeck Sotillos

Wolfgang Smith [nacido en 1930] es un académico e investigador en los campos de la


matemática y la física, pero también es escritor de teología, metafísica y religión.
Debido a sus extraordinarias calificaciones en las disciplinas científicas y teológicas,
escribe con gran autoridad sobre muchos temas de interés para los estudiosos religiosos
y científicos de hoy en día. Se graduó a los dieciocho años de la Universidad de Cornell
con una licenciatura en matemáticas, física y filosofía. Dos años más tarde obtuvo la
maestría en física teórica en la Universidad de Purdue, tras lo cual se unió al grupo de
aerodinámica de Bell Aircraft Corporation. Fue el primero en investigar el efecto de un
gas extraño en el calentamiento aerodinámico, y su trabajo sobre el efecto de los
campos de difusión proporcionó una clave para la solución del problema de reentrada
para los vuelos espaciales. Se doctoró en matemáticas por la Universidad de Columbia y
ha ocupado cargos docentes en el M.I.T., U.C.L.A. y la Universidad Estatal de Oregón
hasta su jubilación en 1992.
El profesor Smith ha publicado extensamente sobre temas matemáticos relacionados
con la topología algebraica y diferencial; sin embargo, desde su juventud ha tenido un
profundo interés en la metafísica y la teología. Tras un período de estudio bajo la tutela
de Swami Nikhilananda [1895-1973], viajó extensamente a la India para profundizar su
conocimiento de la tradición hindú, y pasó tiempo en compañía de Sri Anandamayi Ma
[1896-1982], una de las grandes figuras espirituales del siglo XX. Su pensamiento
presenta un singular encuentro entre la ciencia contemporánea y la sabiduría universal e
intemporal que no es ni de Oriente ni de Occidente. Tras volver a sus raíces católicas
asumió su vocación de autor, y ha escrito numerosos libros: Cosmos and
Transcendence (1984), Teilhardism and the New Religion (1988; reeditado como
Theistic Evolution, 2012), The Quantum Enigma (1995), The Wisdom of Ancient
Cosmology (2003; reeditado como Ancient Wisdom and Modern Misconceptions, 2013),
Christian Gnosis (2008), Science and Myth (2010), Unmasking the Faces of Antichrist:
Interview with Dr. Wolfgang Smith (2017), In Quest of Catholicity: Malachi Martin
Responds to Wolfgang Smith (2016), Rediscovering the Integral Cosmos (con Jean
Borella, 2018) y Physics and Vertical Causation (2019).
Wolfgang Smith es el fundador de la Philos-Sophia Initiative Foundation. En enero de
2020 se estrenó un largometraje sobre la vida y la obra del profesor Smith, titulado The
End of Quantum Reality (Productor: Richard DeLano; director: KTEE Thomas). Esta
entrevista, realizada en casa de Wolfgang Smith en Camarillo, California, el 29 de
noviembre de 2019, se centra en el muy esperado estreno de esta trascendental película
y en el legado del profesor Smith.
1
Samuel Bendeck Sotillos: Si le pidieran una breve sinopsis de su película, El Fin de la
Realidad Cuántica, ¿cómo la articularía para el público que no está familiarizado con su
trabajo?
Wolfgang Smith: Lo que esperamos lograr es liberar a la audiencia de una visión
errónea del mundo que nos ha sido impuesta en nombre de la ciencia, y al hacerlo,
liberarla de un estado crónico de esquizofrenia que es consecuencia de tal visión del
mundo.
La física ha afirmado desde hace mucho tiempo -supuestamente con sólidas bases
científicas- que todas las cosas son simplemente compuestos de las llamadas partículas
fundamentales. Lo que hemos demostrado, sobre la base de la propia teoría cuántica, es
que no es así: el mundo en el que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser no se
reduce a meras partículas. Esto significa que el mundo que normalmente percibimos por
medio de nuestros cinco sentidos no es, después de todo, ilusorio, como se nos ha
enseñado a creer desde la Ilustración.1
SBS: Ha logrado una notable hazaña exponiendo los errores fundamentales de la ciencia
contemporánea de un modo incomparable. Sus hallazgos desafían fundamentalmente la
ideología que preside nuestros tiempos y se consideran "heréticos" porque deconstruyen
la ideología como idolatría. ¿Cómo ocurrió esta intuición o proceso?
WS: En primer lugar debo decir que, debido a las circunstancias de mi vida, tenía
ventaja sobre mis colegas. A consecuencia de largos viajes en lugares remotos del
mundo, en particular en las regiones del Himalaya de la India y Nepal, tuve contacto
con tradiciones espirituales vivas que me permitieron salir de la limitada
Weltanschauung de nuestros días. Aprendí a ver el mundo de una manera muy
diferente. Disfruto así de la incomparable ventaja de haber sido, al menos hasta cierto
punto, liberado del Zeitgeist imperante que tan rigurosamente determina cómo vemos el
mundo. Creo que esto puede ser lo que me ha permitido llegar a ciertas percepciones
que otros, quizás mucho mejor informados que yo, no han podido captar.
SBS: Usted habla de nuestro tiempo como "un momento singular en la historia" y hace
una conexión entre el "problema de la realidad cuántica" y un arco de cuatro siglos de
historia que René Guénon [1886-1951] denominó "el reino de la cantidad" 2, que parece
estar llegando a su fin. ¿Puede ampliar esta importante idea y discutir la relevancia del
metafísico francés René Guénon en su trabajo?
WS: En realidad fue René Guénon quien hizo que me diera cuenta de lo extraña que es
nuestra Weltanschauung contemporánea, ya que pretende reducir toda la realidad
objetiva a la categoría de la cantidad. Guénon me hizo ver que las cantidades son
correlativas a las cualidades, y que mientras que las cantidades derivan de abajo,

1
Editor: Más tarde en esta entrevista, el profesor Smith amplía la discrepancia ontológica entre los reinos
físico y corporal, señalando la necesidad de una reorientación de la física con la metafísica tradicional.

2
Véase René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos (Barcelona, Paidós Ibérica,
1997).

2
metafísicamente hablando, es decir, del lado de la materia, las cualidades derivan de
arriba: del lado de morphē o de la forma en el sentido aristotélico y platónico. Así que
esa fue una importante rectificación que resultó ser una condición sine qua non para
desentrañar el enigma del mundo cuántico.
Encontré por primera vez el legado de René Guénon en un monasterio hindú. Me
interesé mucho. Al regresar a Occidente me propuse adquirir sus libros, y se produjo un
período de más de un año, durante el cual estuve absolutamente inmerso en el estudio de
los escritos de Guénon. Y eso sin duda ha tenido un profundo impacto en mi
pensamiento. Guénon me ayudó a comprender lo que es la auténtica metafísica. En el
Occidente moderno hemos olvidado lo que es la metafísica, debido al impacto de
filósofos como Immanuel Kant [1724-1804] y sus sucesores. Hemos olvidado lo que es
la filosofía en el verdadero sentido, y sobre todo lo que la metafísica es por derecho.
René Guénon fue un maestro en ese sentido. No sólo me introdujo en lo que podría
llamarse la metafísica perenne, sino que me permitió ver la civilización contemporánea
desde un auténtico punto de vista metafísico. Y éste es realmente el punto de partida de
mi trabajo serio. El hecho de poder ver la civilización contemporánea desde este punto
de vista me dio una ventaja decisiva sobre otras personas preocupadas por estos temas.
Así que estoy profundamente agradecido a René Guénon por esta inspiración tan
crucial.
SBS: Usted plantea algo notable que sorprenderá a muchos: que hay muy pocas pruebas
empíricas de la física de Einstein. Se refiere específicamente a su teoría de la relatividad
especial, y la gente generalmente no sabe que su fórmula E = mc 2 no tiene nada que ver
con la teoría de la relatividad. Hoy en día se considera a Einstein [1879-1955] como una
de las más grandes mentes del siglo XX; y como usted mismo ha señalado con
perspicacia, el mundo mismo se ha convertido en cierto sentido en "einsteiniano". La
idea de que podría haberse equivocado es virtualmente inconcebible para la mentalidad
contemporánea. ¿Puede explicarlo, por favor?
WS: Bueno, me alegro de que plantees esta pregunta, ya que toca un tema muy
importante. Debo admitir que hasta hace unos años, yo estaba entre los que
consideraban la física de Albert Einstein, en sus principales afirmaciones, al menos,
como sacrosanta. Por lo tanto, me sorprendió encontrar que esto no era así. En primer
lugar, como has mencionado, resulta que la famosa fórmula E = mc2 que Einstein
derivó de su especial teoría de la relatividad, en realidad está implícita en la física
clásica de Newton-Maxwell, y de hecho apareció en la literatura de las revistas antes del
surgimiento de la relatividad einsteniana: El propio Einstein admitió el hecho en un
libro publicado en 1950 [De mis últimos años]3 pero para entonces el daño ya estaba
hecho: el mundo entero, casi, se había convertido a la relatividad de Einstein en gran
medida por la fuerza de esta fatídica fórmula. Además, cuando empecé a mirar más
críticamente la física de Einstein, descubrí -para mi gran sorpresa- que había
experimentos, remontándose a 1913, que parecían desmentir la teoría, mientras que
resulta que los hallazgos experimentales que se dice que la respaldan resultaron ser
3
Véase Albert Einstein, De mis últimos años (Aguilar, 1969).

3
problemáticos al examinarlos más de cerca. Parece ser que no hay un solo resultado
experimental que corrobore inequívocamente la relatividad de Einstein.
Por ejemplo, si se toman las famosas observaciones de eclipses solares de 1918 que se
dice que corroboraron la curvatura relativista de los rayos de luz en la vecindad del Sol,
basta con decir que estos resultados están muy lejos de verificar claramente la teoría
general. Por un lado, hay otras posibles explicaciones para las desviaciones observadas:
por ejemplo, la presencia de una atmósfera alrededor del Sol. De otra parte, los datos
numéricos no parecen coincidir con las predicciones de Einstein. Por lo tanto, si se
examina más de cerca, parece que la física de Einstein no se comprobó adecuadamente.
Además, en los últimos decenios un gran número de predicciones basadas en la teoría
de Einstein han resultado ser falsas: los anales de la física de partículas, en particular, lo
atestiguan. Sin embargo, el ejemplo de fracaso más impactante es la astrofísica de
Einstein, la célebre teoría del Big Bang, que se ha enseñado en nuestras escuelas como
la narración "científica" de cómo el mundo llegó a ser. Por increíble que parezca a la
mente así adoctrinada, el hecho científico es que las mediciones del CMB o Fondo
Cósmico de Microondas, obtenidas por el satélite Planck lanzado en 2009, han refutado
definitivamente este escenario del Big Bang, sin que exista la más mínima posibilidad
de reparación. Nos llevaría demasiado lejos entrar en los detalles. Baste decir que los
datos de Planck revelaron la existencia de un eje global en el CMB que contradice
rotundamente los supuestos de la astrofísica de Einstein. Lo que quiero decir es que una
vez salimos de entre las filas de creyentes einstenianos para echar un vistazo crítico, se
hacen fácilmente visibles las grietas en la estructura einsteniana. Por mi parte, estoy
convencido de que la teoría ha sido refutada, y que su efecto en el conjunto de la física
ha sido desastroso.
SBS: Un dogma central del mundo moderno es el evolucionismo. ¿Podría hablar de este
dogma tanto en su forma darwinista, como en lo que se conoce como evolución
"teísta"?
WS: En cuanto a la evolución darwiniana, el hecho es que en 1859, cuando Charles
Darwin [1809-1882] propuso esta idea, tal vez podría verse como una posible teoría
científica, algo que podría ser cierto por la sencilla razón de que todavía teníamos muy
poco conocimiento de la biología. A mediados del siglo XX, con el descubrimiento del
ADN, tal déficit desapareció. Para cuando se descubrió el genoma, estas estructuras
vastas e increíblemente complejas que existen en cada núcleo de cada célula viviente -
el darwinismo se volvió básicamente inconcebible.
Y de hecho, en 1998, cuando William Dembski [nacido en 1960] publicó su notable
teorema sobre la producción de la llamada información específica compleja (IEC), y
demostró con certeza matemática que las causas naturales, es decir, lo que llamo
"causación horizontal", no pueden producir información compleja específica, la
hipótesis darwinista se volvió insostenible: ese teorema matemático refutó
definitivamente la conjetura de Darwin. No hay absolutamente ningún modo de evitar
este hecho. Con certeza matemática podemos decir ahora que las causas naturales no

4
podrían haber producido organismos vivos porque el teorema de Dembski demuestra
que es imposible: las toneladas de información específica compleja contenida en el
núcleo de cada célula de un organismo vivo simplemente no pueden producirse por
causas naturales.
Por supuesto, como sabemos por el trabajo pionero de Thomas Kuhn [1922-1996] [La
estructura de las revoluciones científicas], una teoría científica no se desecha
inmediatamente una vez que ha sido refutada. Kuhn demostró, creo que de manera
convincente, que no funciona así. Después de que una teoría alcanza el estatus de
paradigma, no se abandona hasta que se descubre una alternativa. En el caso del
darwinismo, esto implica que la teoría estará con nosotros durante bastante tiempo.
En cuanto a la evolución teísta -la ingeniosa noción de que Dios mismo interviene
ocasionalmente para hacer que la evolución darwinista funcione- creo que es seguro
decir que debemos tan notable noción a los poderes imaginativos de un carismático
jesuita llamado Teilhard de Chardin [1881-1955]. Se le ocurrió la idea y la promulgó de
manera convincente con el genio de sus escritos, los cuales -aunque carentes de méritos
tanto científicos como teológicos- han sido lo bastante persuasivos como para convertir
a importantes segmentos de la intelligentsia, especialmente en el mundo católico. Me
parece seguro decir que el Teilhardismo jugó un papel importante en el Concilio
Vaticano II y sus secuelas, defendido como lo fue por figuras líderes como Henri de
Lubac [1896-1991]. Desde entonces, la doctrina teilhardiana de la evolución teísta
parece haber adquirido el estatus de dogma sostenido por el establecimiento vaticano y
grandes franjas de la intelectualidad católica.
¿Qué es entonces, exactamente, lo que afirma la evolución teísta? Bueno, sabemos que
el mecanismo darwiniano, las mutaciones más la "selección natural", no bastan para
cambiar una especie por otra. Lo que la evolución teísta dice es que Dios interviene para
marcar la diferencia: Dios funciona como un deus ex machina que, en el momento
crítico, da un pequeño empujón al proceso darwiniano para producir una auténtica
morfogénesis. Y como he señalado en un artículo reciente ["Evolutionist Scientism:
Darwinist, Theistic, and Einsteinian"]4 Dios realmente hace un poco más: Se las arregla
para llevar a cabo lo que el propio Teilhard llama "la supresión automática de los
orígenes", lo que supuestamente explica el hecho de que no haya formas intermedias
entre las distintas especies o géneros que se encuentran en el registro fósil. Parece que
una vez que Dios entra en el proceso, casi cualquier dificultad puede ser fácilmente
resuelta "por la omnipotencia divina."
Sin embargo, los vítores lanzados desde detrás de las murallas fueron prematuros: a la
sobria luz del día, el teilhardismo no es más que una conjunción de ciencia engañosa y
teología absurda. Es asombroso - y nos dice algo sobre el estado de nuestra civilización
- que una teoría tan obviamente defectuosa como la "evolución teísta" pudiera haber
captado la admiración de una élite intelectual.

4
Wolfgang Smith, "Evolutionist Scientism: Darwinist, Theistic, and Einsteinian" (26 de noviembre de
2019), este artículo puede consultarse en: https://philos-sophia.org/evolutionist-scientism/.

5
SBS: Usted sostiene que la ciencia necesita volver a sus raíces metafísicas y
espirituales, que requiere renunciar a sus actuales premisas materialistas. Surge la
pregunta: ¿se puede reconciliar la ciencia sagrada -que es supratemporal y
supraespacial, donde la totalidad o la unidad precede a la división- con la ciencia
moderna, que no sólo es materialista y se ocupa de lo que puede medirse y validarse
empíricamente por los cinco sentidos, sino que se basa en un fundamento ontológico y
epistemológico fragmentado? Y si esa reconciliación no es posible, ¿cómo vamos a
proceder con esta refundación de la ciencia tal como se conoce hoy en día?
WS: Lo primero que hay que entender es que la física, por su propia naturaleza, su
estructura fundacional, se basa en la idea de que el todo es la suma de sus partes
infinitesimales. Por supuesto, esta asunción es inválida. Lo sorprendente, sin embargo,
es que -por muy inválida que sea- la ciencia derivada de esta suposición (a saber, la
física) tiene una notable eficacia para permitirnos explicar numerosos fenómenos.
La maravilla -desde mi punto de vista- es que este poder surge de una suposición que es
ontológicamente espuria en la medida en que, en términos generales, el todo no se
reduce a la suma de sus partes. Un todo generalmente es más que la suma de sus partes;
y de hecho, las partes se definen normalmente con respecto al conjunto. La maravilla -
dado este hecho- es que la física tenga una esfera de aplicación notable: que pueda de
hecho "mostrar grandes signos y maravillas que puedan engañar incluso a los
elegidos".5
Sin embargo, el alcance de la física es en verdad muy limitado: esto es algo que sin
duda alguna saldrá a la luz en un futuro próximo. De hecho, en mi último libro [Physics
and Vertical Causation] me he encargado de explicar que la física es forzosamente "la
ciencia de lo inorgánico", lo que significa que incluso el organismo vivo más simple -
digamos una ameba- es incomparablemente más que "la suma de sus partes", y por lo
tanto no puede realmente entenderse exclusivamente sobre la base de la física.
Actualmente hay discrepancias en la biología que la física no puede explicar. Parece que
con el descubrimiento del genoma y de las estructuras moleculares que se encuentran en
los núcleos de los organismos vivos, la biología entró en una etapa de su desarrollo en la
que ya no puede ignorarse esta discrepancia ontológica entre un organismo biológico y
los mecanismos físicos que le están asociados. Hoy en día estamos a punto de descubrir
que la física, lejos de ser "la ciencia de todo", es en realidad la ciencia de lo inorgánico,
es decir, que incluso el organismo vivo más simple trasciende su ámbito.
SBS: Su trabajo demuestra de manera convincente el callejón sin salida de la ciencia
contemporánea y pone de relieve una idea chocante y alarmante para muchos,
enunciada por el físico estadounidense Nick Herbert [nacido en 1936] cuando en 1985
escribió: "Uno de los secretos mejor guardados de la ciencia es que los físicos han
perdido el contacto con la realidad"6. Para muchos, la ciencia (o más bien el

5
Mateo 24:24

6
Nick Herbert, "Physicists Losing Their Grip”, en Quantum Reality: Beyond the New Physics (Nueva
York, NY: Anchor Books, 1987), p. 15.

6
cientificismo) es una Weltanschauung, una visión totalizadora del mundo parecida a un
sistema de creencias o una ideología más que una disciplina empírica basada en hechos.
En pocas palabras, esta ideología afirma que la ciencia moderna es el único árbitro de la
verdad, que sólo a través de su epistemología puede conocerse la verdad y la realidad.
¿Sería tan amable de comentar las implicaciones correspondientes a la confesión de que
"los físicos han perdido el control de la realidad"?
WS: Este hecho - la pérdida de ese "contacto" - se hará cada vez más evidente en el
futuro próximo, en una o dos décadas. Por un lado, cada vez se reconoce más
ampliamente que la física fundamental, al menos durante los últimos cincuenta años, ha
consistido en una sucesión de fracasos. Por ejemplo, el Gran Colisionador de Hadrones
de Ginebra, el equipo científico más grande y caro jamás construido por el hombre -con
un túnel de veintisiete kilómetros de circunferencia y un precio de tantos miles de
millones- hasta ahora no ha logrado revelar la existencia de las mismas partículas para
las que se construyó: las llamadas partículas de "supersimetría". Ésta iba a ser la
siguiente etapa en la exploración de los fundamentos de la materia, basada en la llamada
teoría de las cuerdas. Creo que la mayoría de los físicos ya se han dado cuenta de que
fue un gran error: un intento fallido de integrar la gravedad de Einstein en la física
cuántica. Éste es uno de los grandes fracasos de la física teórica en las décadas
recientes.
Hace unos minutos mencioné el fracaso de la astrofísica: el hecho de que el modelo del
universo del Big Bang, que durante muchas décadas se consideró la descripción
definitiva del universo -desde su origen estipulado hace unos 14.000 millones de años
hasta el presente- literalmente acaba de explotar con el descubrimiento de un eje en el
CMB. Nos encontramos así en un punto de inflexión, o más precisamente, en un arco de
la historia de la humanidad que comenzó hace unos cuatrocientos años con Galileo y
Descartes y que ahora se acerca a su fin. Lo que está en juego -y empieza a tambalearse-
son las premisas de la llamada Ilustración, la noción de que el mundo objetivo se reduce
a la pura cantidad, y que por lo tanto puede comprenderse con exactitud por los métodos
de la física. Se reduce a la seductora idea de que el todo no es más que la suma de sus
partes. Y esa visión del mundo, esa falacia ontológica, está ahora sufriendo una
reducción al absurdo.
Con la llegada de la teoría cuántica comenzó a verse que la física en realidad no trata
con el mundo como tal, sino con cierto sustrato del mundo, que podríamos llamar el
reino cuántico, que estrictamente hablando, ¡en realidad no existe! Como dijo el gran
físico Werner Heisenberg [1901-1976], estas llamadas partículas cuánticas constituyen
algo "a medio camino entre el ser y el no-ser, que por lo tanto recuerdan a las
potencialidades aristotélicas". Y no hace falta decir que tal reconocimiento supuso una
completa conmoción para la comunidad física: ¡habiendo alcanzado por fin lo que se
suponía que era el “fondo” -el reino de los tan esperados átomos “democriteanos”- se
encontraron en su lugar con potencialidades aristotélicas “a medio camino entre el ser y
el no-ser”!

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A nivel técnico, el punto muerto asumió la forma del llamado "problema de medición":
el hecho aparentemente inexplicable de que cuando medimos un sistema cuántico, éste
experimenta una discontinuidad instantánea conocida como "el colapso de la función de
onda". Los físicos se han esforzado por explicar este fenómeno -o mejor dicho, por
negarlo- durante casi un siglo, pero evidentemente sin éxito. Y la razón de este fracaso
no está muy lejos: el llamado colapso de la función de onda indica que la física no nos
lleva hasta el final. La cuestión es que el instrumento de medición no se reduce a un
sistema cuántico: ha salido a la luz una discrepancia ontológica entre lo que denomino
el reino corpóreo y el físico, entre el mundo perceptible en el que vivimos, nos
movemos y tenemos nuestro ser, y el mundo según lo concibe el físico.
Resulta que solo la mitad del mundo -ontológicamente hablando- puede describirse en
términos cuantitativos: es decir, la "mitad subexistencial", que consiste en las
"potencialidades aristotélicas". Resulta que la física, por su propio modus operandi, se
ciñe a un dominio subcorporal "a medio camino entre el ser y el no-ser", como
comprendió Heisenberg hace tanto tiempo. El problema es que el físico corriente es
simplemente incapaz de comprender este hecho. Tampoco el establecimiento de la física
está listo para admitirlo. La historia está obligada a seguir su curso, aunque la suerte ya
esté echada. Independientemente de lo que los expertos de hoy en día piensen o digan,
lo que René Guénon describió como "el reino de la cantidad" está acercándose a su fin.
SBS: Se han publicado decenas de libros populares, como El Tao de la física (1975),
Fabric of the Universe (1976), La danza de los maestros de Wu Li (1979), Otros
mundos (1980), Dando el salto cuántico (1981), El código cósmico (1982), En busca de
la Realidad (1983) y muchos otros, que piden una nueva física o paradigma científico.
Algunos podrían argumentar, o asumir, que su trabajo no es nuevo, sino que
simplemente es una continuación de estos trabajos. ¿Cómo respondería usted a esto? ¿Y
cómo diferencia su trabajo de estas otras teorías?
WS: En realidad, el hecho es que mi trabajo es muy opuesto a ese género. De los seis
libros que nombras, sólo he leído tres: El Tao de la Física, La danza de los maestros de
Wu Li y El código cósmico. El problema de estas publicaciones es que toman las
enseñanzas de la física contemporánea, junto con sus fundamentos pseudo-filosóficos,
como una especie de verdad religiosa. En otras palabras, su aceptación de la física es
completamente acrítica: se dejan llevar por la pseudo-filosofía, las suposiciones
científicas que suelen confundirse con hechos científicos. No distinguen entre el hecho
científico y la fantasía científica, sino que lo agrupan todo siguiendo a los expertos de
nuestros días. Además, entre ellos hay quienes hablan con reverencia de las antiguas
escuelas de sabiduría, y llegan a afirmar que la física moderna ha redescubierto antiguas
verdades, cuando en realidad destripan esa antigua sabiduría reduciéndola en efecto al
ámbito cuantitativo.
Fritjof Capra [nacido en 1939], por ejemplo, afirma que conecta la Weltanschauung
científica de la física contemporánea con las enseñanzas hindúes del Vedanta y otras
doctrinas relacionadas de Oriente, como el taoísmo, todo lo cual equipara de alguna
manera con los descubrimientos de la física contemporánea. Pero por muy estimulante

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que sea todo esto para la imaginación, nos lleva en realidad a una tierra de fantasía. En
definitiva: rechazo totalmente casi todas las facetas de lo que Fritjof Capra tiene que
decir en este sentido. En primer lugar, como he dicho, su comprensión de la física
contemporánea es deficiente en el sentido de que no distingue entre los hechos
empíricos concretos y la pseudo-filosofía; y en segundo lugar, rebaja estas doctrinas de
Oriente, las "bastardea", mejor dicho, reduciéndolas en efecto a una mezcolanza de
ideas científicas descabelladas. Insto a guardar una distancia prudencial de los libros de
esta clase, que confunden y engañan a los incautos.
SBS: A muchas personas les interesaría ver qué piensa usted del trabajo del físico
teórico americano David Bohm [1917-1992], y cómo podría alinearse con su propia
perspectiva o diferenciarse de ella.
WS: Bueno, en primer lugar, con respecto a su teoría de las "variables ocultas" estoy
personalmente convencido de que constituye un enfoque fundamentalmente erróneo.
David Bohm quería reinstituir una especie de determinismo laplaciano postulando
trayectorias de partículas determinadas por ecuaciones diferenciales de movimiento
como base de la física en general. Y debo decir que la forma en que lo logró es
absolutamente ingeniosa y extremadamente brillante. De hecho, los físicos más ilustres
de la época declararon de antemano que lo que Bohm intentaba hacer era simplemente
imposible: ¡y lo hizo! Pero la cuestión es: ¿cuál es el significado de ese trabajo? ¿Qué es
lo que logra o demuestra?
En primer lugar, no creo que la física de Bohm permita resolver ningún problema real
que no pueda resolverse igualmente bien -y de hecho más simplemente- con los
métodos de la mecánica cuántica estándar. Sin embargo, la razón por la que considero
que la física de Bohm es "peligrosa" es que fomenta el retorno a la noción clásica de
partículas reales, que siguen trayectorias reales según ecuaciones diferenciales dadas: en
otras palabras, a la física precuántica. Bohm parece sugerir que ha logrado extender la
física precuántica al ámbito cuántico: pero simplemente no es así. Formalmente puede
que lo haya hecho, pero en realidad los llamados fenómenos cuánticos, como la
incertidumbre de Heisenberg, permanecen inalterables. El mundo de la física clásica o
newtoniana ha desaparecido, para no volver nunca más: ¿por qué entonces trabajar para
mantener el ahora anticuado formalismo?
Estoy persuadido de que Bohm quería "dar marcha atrás": pretendía que su formalismo
se interpretara ontológicamente y, por lo tanto, atestiguar que el mundo cuántico está
formado por partículas reales, que siguen trayectorias reales, de acuerdo con las
ecuaciones diferenciales de su teoría de las "variables ocultas". Y el hecho es que esto
es totalmente engañoso. Intenta socavar y anular las implicaciones ontológicas de la
mecánica cuántica, que afirma que en realidad no existe una partícula real, ni una
trayectoria bien definida de la misma. Las partículas y las trayectorias simplemente no
pertenecen al reino cuántico, lo que significa, en palabras de Heisenberg, que estamos
tratando con "potencialidades aristotélicas" a diferencia de lo que yo llamo entidades
corpóreas. Además, cuando una de estas llamadas partículas cuánticas se actualiza, en
ese mismo instante la ecuación de Schrödinger queda superada, "reiniciada" como dicen

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los físicos. El hecho de que en el formalismo bohmiano no haya una discontinuidad
correspondiente constituye, a mi juicio, no un mérito, sino un defecto fatal: una
indicación de que ese formalismo bohmiano no es natural, ni auténtico, sino artificial.
Es necesario que el acto de medición produzca tal discontinuidad: la ontología lo exige.
Todo lo que resulta esencial para una comprensión ontológica de la mecánica cuántica
está de alguna manera escondido y negado en la formulación de Bohm. Parece persuadir
a sus seguidores de que en la mecánica cuántica seguimos tratando inherentemente con
el mundo clásico, en el que las partículas democriteanas se mueven según ecuaciones
diferenciales de A a B, y todo es predecible, determinista e inherentemente newtoniano.
Pero obviamente esto no es así.
Por otro lado, tengo que elogiar a David Bohm por el hecho de que parece haber
captado la idea ontológica de totalidad como algo más allá de un mero ensamblaje de
partes. En algunos de sus escritos posteriores habla de este tema de una manera que deja
claro que se había vuelto cauteloso con respecto a la reducción del todo a sus partes
infinitesimales. Como he señalado antes, la física matemática como tal se basa en esa
premisa. Los físicos, con muy pocas excepciones, si es que las hay, lo dan por sentado,
y no es cierto: el todo es más que la suma de sus partes. Y tarde o temprano ese hecho
debe manifestarse en forma de inexplicables discrepancias de algún tipo; y entonces los
físicos se verán obligados a reconocer las limitaciones de su disciplina. La noción de
que la física es potencialmente "una ciencia del todo" es infantil. Al contrario: el poder
mismo de la física surge de su limitación. En mi último libro [Physics and Vertical
Causation] me he propuesto argumentar que es precisamente por eso que la física no se
aplica de hecho con la precisión adecuada a los organismos vivos, ya que un organismo
vivo es una entidad corpórea dotada de una llamada forma sustancial comúnmente
conocida como su "alma". Ahí es donde lo orgánico, propiamente dicho, entra en
escena; y la física no puede llegar hasta allí. Ahora bien, creo que David Bohm estaba
empezando a percibir el hecho de que hay "efectos de totalidad" que no se ajustan a las
acostumbradas "leyes de la física". Por ejemplo, se dio cuenta de que lo que se
denomina "no-localidad" en la teoría cuántica es un efecto de totalidad. A este respecto,
superó a Albert Einstein, que nunca pudo aceptar el fenómeno de la no-localidad:
burlonamente lo llamó "spukhafte Fernwirkungen" o "acción fantasmal a distancia". La
cuestión es que Bohm lo hizo mejor: reconoció que existen órdenes de fenómenos
indicativos de totalidad que no se pueden entender en el acostumbrado marco reductivo.
Parece que estaba convencido de que se podían explicar estos efectos con adaptaciones
dentro de la propia física -lo que puede ser cierto hasta cierto punto- pero, en cualquier
caso, se había emancipado del reduccionismo simplista de los einstenianos.
Permíteme hacer un comentario más: David Bohm tuvo una larga amistad con un asceta
indio llamado Krishnamurti [1895-1986], y supongo que puede ser de él de quien
recibió la idea de "totalidad" como algo que está por encima de la suma de sus partes:
ciertamente esa idea es básica en el contexto del pensamiento indio. Da la sensación de
que Bohm fue por naturaleza "matemático" o extremadamente " orientado
cuantitativamente", es decir, que la mencionada noción de "totalidad" aparece en cierto

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modo como un "elemento extraño" en su pensamiento. Y aunque la noción enriqueció
su reflexión posterior dando lugar a algunas observaciones profundas y fascinantes,
Bohm no se convirtió totalmente a una perspectiva "holística": si lo hubiera hecho,
nunca habría propuesto su teoría de las "variables ocultas".
SBS: Ha habido un creciente movimiento para reconciliar la doctrina de la no-dualidad,
como se encuentra a través de las tradiciones religiosas y espirituales del mundo, con la
ciencia contemporánea; sin embargo, este intento parece tener muy poco discernimiento
en cuanto a lo que constituye la auténtica espiritualidad y lo que es la ciencia real.
¿Tiene alguna idea sobre esta cuestión?
WS: ¡No podría estar más de acuerdo con lo que dices! La idea genuina de la no-
dualidad -advaita en el sentido vedántico- es algo muy elevado y extremadamente
esotérico, que realmente, en mi opinión, no se presta a difusión académica. Es algo que,
en primer lugar, requiere una aptitud especial y un entrenamiento riguroso para poderse
abordar con seriedad. Cuando se tiene un curso o una conferencia con las palabras
"Vedanta advaita" en su título, lo que se tiene no es Vedanta en absoluto, sino mucha
confusión. Veo estos intentos de traer la "sabiduría de Oriente" a nuestro discurso
contemporáneo como una profanación de algo que es inherentemente sagrado. Debemos
recordar que el término Vedanta -la palabra significa literalmente "el fin de los Vedas",
que son las escrituras sagradas de la India anteriores al Antiguo Testamento- se refiere a
enseñanzas destinadas a ascetas que han renunciado al mundo en busca de la Realidad
Última: ¡nada menos que en busca de Dios mismo! Eso no es algo para entretener a las
personas corrientes, ocupadas con las cosas de este mundo. Si alguien realmente quiere
saber sobre el advaita, que vaya a la India, encuentre un gurú calificado, y pase algunos
años preparándose para recibir estas enseñanzas. Pero permíteme transmitir lo que yo
mismo aprendí a ese respecto: cuando se trata del advaita, la palabra para simples
mortales como nosotros, es "sin interferencia".
SBS: Presenta usted la noción de causación vertical y sus diferentes grados como
diferenciada de la causación horizontal que opera "en el tiempo" y que depende del
desarrollo de sucesos temporales. ¿Qué significa esta distinción para la ciencia
contemporánea y la recuperación del cosmos integral?
WS: Veamos, lo que llamo causación "horizontal" es una causalidad efectuada por
transmisión a través del espacio y el tiempo. Algo se mueve por el espacio con efecto
sobre otras cosas: y esa es la causación horizontal. Y esa es la causalidad con la que
normalmente tratamos en física. Sin embargo, lo notable es que cuando se trata de la
medición de un sistema cuántico, se produce una transición desde lo que llamo el nivel
físico hasta el nivel corpóreo; y en la medida en que el paso entre dos planos
ontológicos diferentes no puede ser más que instantáneo, la causalidad implicada en ese
acto de medición no puede ser horizontal. La medición de un sistema cuántico trae
consigo, por lo tanto, un acto de causación vertical. Y así es como supe por primera vez
de la existencia de la causalidad vertical.

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Por sencilla que sea esta constatación de causalidad vertical, por lo visto al físico
contemporáneo la misma noción le resulta difícil de entender: parece que Albert
Einstein no está solo en su antipatía por la llamada "acción fantasmal a distancia". Pero
una vez superada esta antipatía -que sospecho se basa en el prejuicio-, se hace
relativamente fácil discernir la acción de la causalidad vertical en innumerables
fenómenos que abarcan muchas ciencias. Para dar un ejemplo importante: el teorema de
1998 de William Dembski según el cual la causalidad horizontal no puede producir
información compleja específica o ICE -que ya he citado en relación con la teoría de
Darwin- resulta ser un medio fértil para el descubrimiento de causación vertical: todo lo
que hay que hacer es apuntar a la producción de ICE, y voilà: ¡ahí tenemos -
indiscutiblemente- un efecto de causación vertical! Lo que le estoy diciendo en este
momento es un ejemplo: en la medida en que no solo estoy reproduciendo lo que yo o
alguien más ha dicho o escrito, sino que en realidad estoy "componiendo" un nuevo
texto, estoy en verdad produciendo ICE: y eso es algo que la causación horizontal no
puede lograr. En última instancia se descubre que la causación vertical es de hecho
primaria: que opera en todo el cosmos integral y tiene el poder de anular la causalidad
horizontal. A riesgo de escandalizar a todo el mundo, permíteme señalar que el
descubrimiento de la causación vertical abre la puerta al redescubrimiento de las
antiguas ciencias tradicionales, como la astrología y la alquimia, que durante mucho
tiempo se han visto como supersticiones "pre-científicas". Tomemos la astrología en
particular: constituye el polo opuesto de la física, ya que mientras que la física opera
exclusivamente con modos de causalidad horizontal, la astrología por su parte funciona
-de nuevo exclusivamente- con causalidad vertical. Es cierto que los astrólogos de hoy
en día pueden imaginar que el planeta Júpiter, por ejemplo, actúa sobre nosotros a través
de regiones intermedias del espacio mediante alguna misteriosa radiación, pero eso solo
demostraría que no entienden la ciencia que pretenden aplicar. El hecho es que la
astrología no funciona con modos de causación horizontal - no a través de transmisiones
a través de millones de kilómetros - sino instantáneamente mediante causalidad vertical.
Hasta que no se rompe el bloqueo de la Weltanschauung post-cartesiana, no se puede
captar ni siquiera un atisbo de las ciencias tradicionales, que en ciertos aspectos son más
poderosas y eficaces que las nuestras.
SBS: También plantea usted una diferenciación clave, con la que muchas personas
pueden no estar familiarizadas, en cuanto a la realidad física y la corpórea. ¿Podría
explicar estas ideas, y por qué son importantes?
WS: El mundo en el que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser es corpóreo. La
silla en la que estoy sentado es corpórea, el escritorio en el que escribo es corpóreo, y
también mi propio cuerpo. Lo que hace a un objeto corpóreo, sin embargo, es una forma
correspondiente: una forma sustancial, para ponerlo en términos escolásticos. Tenemos
materia y forma, y la realidad corpórea se produce por la unión de ambas. La forma de
un objeto corpóreo, llamada forma sustancial, es lo que lo hace una sustancia, lo que le
da el ser.

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Ahora bien, el universo físico es simplemente el mundo tal como lo concibe el físico. Es
puramente cuantitativo, y se describe mediante ecuaciones diferenciales. Sin embargo,
con la llegada de la teoría cuántica, se descubrió que semejante mundo no existe en
realidad: por increíble que parezca, tal es la conclusión a la que llegamos
inevitablemente, nos guste o no. Las llamadas partículas del reino cuántico no son
verdaderos átomos "democriteanos", sino algo "a medio camino entre el ser y el no-ser",
volviendo a citar a Heisenberg. Lo que diferencia a las entidades corpóreas de las cosas
cuánticas sub-corpóreas, como se podría suponer, no es sino una forma sustancial, de la
que recibe el ser corpóreo. Para hablar en términos icónicos derivados del hilomorfismo,
se podría decir que la naturaleza corpórea viene de arriba, mientras que la física -
aquello con lo que trata el físico - viene de abajo. Y esto es lo que hace que la visión
contemporánea del mundo sea tan mortífera: reduce lo más alto a lo más bajo, lo que
significa que pone las cosas al revés.
SBS: Defiende que mediante un punto de vista metafísico informado por las tradiciones
sapienciales del mundo podemos "volver, por fin, al mundo real". ¿Qué significa esto,
en tanto que la mayoría de las personas asumiría que nuestra experiencia presente del
mundo fenoménico es real? Sin embargo, usted concluye que éste no es el caso. ¿Podría
por favor ampliar esta idea?
WS: Desde la llegada de la Ilustración, al menos a los estratos educados de la sociedad
se les enseñó a creer que "el mundo real" no es nada menos que el mundo del físico,
compuesto de átomos, que ahora sabemos que están hechos de partículas cuánticas. Y
esto significa que el mundo en el que realmente vivimos, y nos movemos, y tenemos
nuestro ser -el mundo en el que la hierba es verde, por ejemplo- constituye algún tipo de
ilusión subjetiva: un mundo que consiste en res cogitantes o "cosas de la mente", como
célebremente declaró Rene Descartes [1596-1650]. Pero el hecho es que eso no es
realmente así, y a partir del siglo XX, la propia física nos lo dice, ¡solo con que seamos
capaces de prestar atención! Sucede, sobre la base de la propia física, que este mundo
en el que nos encontramos, donde la hierba es realmente verde, muy lejos de ser una res
cogitantes, no es nada menos que "el mundo real".
SBS: Aunque su trabajo apunta a resucitar el cosmos integral a través de la ciencia
sagrada enraizada en la metafísica, también parece facilitar un marco paradigmático
para lo que el gran historiador de arte del siglo XX, Ananda K. Coomaraswamy [1877-
1947], llamó psicología tradicional o perenne.7 ¿Ve su trabajo como una ayuda
adicional para la refundación de la psicología o la "ciencia del alma", que también está
en crisis y estancada? Me pregunto si estaría de acuerdo con estas observaciones.
WS: Es inevitable que lo que he llamado "retorno al mundo real" impacte en todo tipo
de ciencia, por supuesto sin excluir la psicología. Debo añadir, sin embargo, que a lo
que me he referido como "el redescubrimiento del mundo real" ha llevado de hecho al
redescubrimiento de lo que en la jerga tradicional puede llamarse el "cosmos integral",
que resulta ser tripartito [consistente en lo corpóreo, lo intermedio o psíquico, y los
7
Ver Ananda K. Coomaraswamy, "Psicología tradicional e India, o más bien Neumatología", en
Coomaraswamy, Vol. 2: Metafísica, Independently published (2019), págs. 379 a 401.

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dominios arquetípicos o espirituales]. Menciono esto en conexión con la psicología,
porque el redescubrimiento del cosmos integral pone a la psicología sobre una base
ontológica que nunca ha tenido en los tiempos modernos. La cuestión es que el estrato
medio o "intermedio" del cosmos realmente consiste en un dominio ontológico sujeto a
la condición del tiempo, mas no del espacio: y eso es precisamente el ámbito psíquico,
que es el dominio de la "psicología" en el sentido pleno y auténtico del término.
SBS: Si tuviese alguna reflexión o pensamiento final que querría que permaneciera con
los espectadores de la película, ¿cuál sería?
WS: Creo que lo que me gustaría que quedase para los espectadores de la película
difícilmente se puede expresar más claramente que el "retorno al mundo real", en el
sentido de un redescubrimiento. Diría a la audiencia: se le ha enseñado a creer que el
universo está hecho de "partículas cuánticas", que su esposa, su esposo o su hijo no son,
en última instancia, más que un agregado de tales partículas. Y por supuesto, no lo
creyó completamente, ¿cómo podría hacerlo, y aun así seguir siendo humano? Así que
dentro de sí mismo se dividió en dos: la mitad de esto, la mitad de aquello. En suma,
quedó condenado a un estado de esquizofrenia sin remedio.
Y entonces compartiría con ellos las buenas noticias. Diría que ya no es necesario estar
dividido. El mundo que percibe, con sus colores, la fragancia de las flores y los cantos
de los pájaros, no es, después de todo, una res cogitans: ¡puede, a partir de ahora,
abrazar a su hijo, sabiendo con certeza que es real! En definitiva, se puede volver a ser
humano. Y como si esto no fuera suficiente: podemos volver a transitar los antiguos y
sagrados caminos de nuestros padres, confiando en que nos llevarán a buen término.
SBS: Muchas gracias por tomarse el tiempo de su apretada agenda para reunirse
conmigo a fin de discutir y aclarar muchas de estas importantes ideas. Espero que su
película llegue a una amplia audiencia ya que es extremadamente valiosa y significativa
para los tiempos que vivimos.

Traducción al español: José A. Estarelles

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