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Momento V Eduardo
Momento V Eduardo
“ese central tenía 942 hectáreas que ahora están perdidas, el compro ese
lote de tierras completo, lo primero que el compro fue lo que llamaron
“Quintana” por donde está la barranca amarilla como hasta la mitad, hasta
la quebrada del Carúpano de allí para abajo lo fundaron la gente del
Matilde que fue lo que posteriormente lo compró, bueno y Carúpano y
Carachico eso lo fundaron los cubanos, y compraron parte de terrenos
donde estaba la ganadería, los cubanos eran Antonio Cabrec y Pilo
Azqueta, quien era el accionista mayor del Central Matilde en Chivacoa,
ese central lo funda me imagino que para los años 40, si porque las
familias que fueron las autóctonas de San José, la familia de los Blanco,
los Sanabria, los Lovetos, ellos no vivían en el caserío, ellos llegaron al
caserío cuando comienza a funcionar el central…” (Entrevista, 2022).
“Yo llego aquí a Yaracuy y aquí a San José más menos como en los años
50, yo vengo del estado Lara, me vine aquí buscando una mejor vida,
porque aquí había mucho movimiento laboral cuando en ese tiempo
estaba el Central Azucarero, allí trabajaba todo el mundo de esta
comunidad tanto hombres y mujeres” (Entrevista, 2022).
Cabe destacar que el dueño de hacienda hizo una gran inversión de capitales y
estaba claro de la importancia que tenía la producción de caña de azucara a nivel
comercial ya que era un rubro que paso hacer deseable para el consumo humano y
para la industria, la hacienda tuvo tanto impacto económico en esta comunidad y por
ende a nivel regional, se convirtió en una fuente de empleo significativa y un lugar
sumamente productivo.
Aunado al hecho, esta hacienda azucarera fue una de escuela para todo aquel
que allí laboró, debido a que existían diferentes actividades que permitieron a las
nuevas generaciones ponerlas en prácticas como por ejemplo todo lo relacionado a la
preparación de la tierra, cultivo, mantenimiento y producción de caña, a su vez la
práctica y conducción de las maquinarias utilizadas como lo son las jaibas,
remolques y tractores que eran utilizados para la arrime de la caña que estaba lista
para llevar al proceso de molienda y de esta manera obtener los productos terminados
como lo eran el guarapo y la azúcar moscabada que era la que se obtenía para la
época.
Como complemento, Camacaro, L. (2022), comenta que:
“el que no trabajaba en la hacienda trabaja de herrero, mecánico, pero de
la misma empresa, ellos tenían su propio taller, con dos mecánicos cuatro
o cinco ayudantes, hay mucha gente aprendió, Joseito Travieso es el
herrero de San José y el aprendió fue ahí, eso fue como una escuela, y
muchos tractoristas aprendieron fue en la hacienda a manejar y trabajar
con los equipos y maquinarias agrícolas” (Entrevista, 2022).
No importa que hablemos de los pequeños trapiches, los cuales llega la caña
en camioncitos o en burros en los cuales los primitivos de la industria se manifiesta
por la alimentación manual del ruidoso molino, por el traslado del bagazo sobre los
grandes cueros de animales y arrastrados por hombrecitos, por los grandes ramillones
utilizados para el transporte del guarapo para obtener la panela.
No importa que se hable de los grandes centrales, con una velocidad por la
caña de azúcar que la arria grandes camiones, de sus gigantescos y complicados
molinos alimentados por una correa transportadora que no necesita descansar, de sus
importantes maquinas controladas por hombre con el sello característico de quien
sabe lo que hace, para obtener el proceso del guarapo, el melado, la azúcar hasta su
refinación.
No es fácil su trabajo, no lo es en pleno campo bajo un sol implacable o
repentinos aguaceros, tampoco en trapiche o en la fábrica de humedad permanente,
altas temperaturas y ruidos trepidantes. Su vida es dura, su trabajo es duro, largas
horas de pie, pesadas cargas, viejas maquinarias, iluminación y ventilación deficiente
no constituye el mejor ambiente desde el punto de vista de seguridad industrial y
humana.
En las áreas rurales la familia del trabajador de la caña de azúcar conserva
muchas de características de la familia venezolana tradicional, el padre es el sostén
del hogar y la madre es el eje del hogar que establece pautas y patrones de conducta.
El hijo tiene una vida de privaciones, si se les considera desde el punto de vista de su
formación académica o de su nutrición, pero infinitivamente rica en contacto con la
naturaleza e intercambios humanos. Por eso, aunque su infancia transcurra en su
caserío lleno de otros niños, con una escuela lejana y carente de atractivo la mayoría
de ellos encuentra alimentos para superar estas limitaciones.
Desde los tiempos en que centenares de trapiches bordaban el territorio
nacional hasta nuestros días, en que los gigantescos centrales acusan definitivamente
su presencia, la actividad azucarera ha marcado indeleblemente la comunidad en que
se asienta.
Los niños corretean por todo el espacio de los trapiches, beben hasta saciarse
o comen ávidos de la melcocha todavía caliente. En épocas pasadas en tiempo de
zafra era tiempo de ebullición, de mayor concentración de la zona, de tensiones,
apresuramientos, emociones y de dinero a manos llenas era el tiempo de vida.
En la actualidad las cosas han cambiado muchos para estas comunidades ya
que los centrales han crecidos y sus pobladores ya no dependen exclusivamente de el
para su subsistencia, también la mayoría de sus trabajadores se queda todo el año
realizando metimiento cuando no es tiempo de zafra. Pero aun asi las actividades
efervescentes del central en su tiempo de vida se contagia igual que antaño inundando
a todos los corazones.
Por otra parte, su influencia ha cambiado paulatinamente la fisonomía de los
poblados vecinos.
Genera un ingreso que aumenta la capacidad adquisitiva de un grupo
de personas, lo cual a su vez estimula el comercio y la oferta de
servicios.
Incorpora la población autóctona grupos de diversas formaciones,
capaces de contribuir a enriquecer las tradiciones del lugar
Proyecta sobre la comunidad obras de grandes trascendencias;
comedores, servicios médicos y programas cultures.
No cabe duda de que el central representa como antes el trapiche un papel
determinante en la comunidad que lo acobija y la inversa la comunidad sigue siendo
vital para su existencia