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Chapter Title: LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO.

UNA HISTORIA EN EPISODIOS


Chapter Author(s): Soledad Loaeza

Book Title: Historia y nación (actas del Congreso en homenaje a Josefina Zoraida
Vázquez)
Book Subtitle: I. Historia de la educación y enseñanza de la historia
Book Editor(s): Pilar Gonzalbo Aizpuru
Published by: El Colegio de Mexico

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctv47w6st.14

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Historia y nación (actas del Congreso en homenaje a Josefina Zoraida Vázquez)

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO.
UNA HISTORIA EN EPISODIOS

SoLEi>An LoAEZA*

Las reformas que introdujo el gobierno del presidente Carlos Salinas de


Gortari en 1991 que otorgaron reconocimiento jurídico a las Iglesias,
tenían por objeto fundamental modernizar las relaciones entre el Estado y
la Iglesia católica. 1 Los cambios constitucionales correspondientes a los
Artículos 3, 5, 27 y 130 fueron vistos por las autoridades eclesiásticas como
un paso satisfactorio hacia la normalización de la posición de la Iglesia,
entre otras razones porque la nueva legislación no le fue impuesta, sino que
fue en buena medida resultado de un intenso proceso de consulta y
negociación entre el Episcopado mexicano, el nuncio apostólico -Girola-
mo Prigione- y los responsables gubernamentales.
El propósito de invitar a los representantes de la Iglesia católica a
participar de manera activa en los cambios constitucionales era garantizar
la estabilidad en las relaciones Estado-Iglesia en México en el umbral del
siglo xx1. A pesar de estos cambios, el tema de la educación sigue siendo
un asunto pendiente en la agenda de las autoridades eclesiásticas. Las e
reformas suprimieron las restricciones a su intervención en tareas educa-
tivas, pero no desapareció el laicismo obligatorio en la enseñanza, y el
Estado sigue siendo el primer responsable de la educación en México.
Desde la perspectiva católica, tal continuidad mantiene viva la querella
escolar. Paradójicamente después de las reformas cuando, según un obser-
vador católico, se sentaron las bases para "tener un sistema racional de
relaciones entre el Estado y la Iglesia"2 diferentes miembros del Episcopado
han expresado su determinación de llevar a cabo una ofensiva educativa
que podría alterar el promisorio futuro de la reforma de 1991.3

* El Colegio de México.
1 Véase Loaeza, 1996.
2 Adame, 1993, p. 214.
s El 31 de enero de 1997 el arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera, dirigió un
documento al magisterio, a representantes de padres de familia y ministros religiosos en el que
subrayó el vínculo entre la Iglesia y la educación. También señaló los obstáculos que se oponen

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174 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

La relación entre la Iglesia católica y la educación en México evoca


inevitablemente uno de los conflictos cuya huella ha sido más profunda en
su historia política: la disputa por la escuela. Sus primeros episodios
ocurrieron en el siglo XIX, pero la legislación anticlerical de la Constitución
de 1917 abrió un nuevo capítulo, que desde entonces ha sido terreno y
materia de enfrentamientos de intensidad e importancia variables. La
persistencia del tema podría sugerir que la querella escolar se ha mantenido
idéntica a sí misma desde que la Constitución de 1857 estableció la separa-
ción de la If§lesia y el Estado; sin embargo, esta aparente continuidad oculta
los cambios sustantivos que han experimentado los protagonistas de la
querella, así como sus objetivos y estrategias.
La recurrencia de conflictos y tensiones asociadas con la escuela se
derivan de la calidad histórica esencial que tiene la enseñanza, el vehículo
por excelencia con que cuentan las sociedades para transmitir valores y
creencias de una generación a otra, porque "¿Acaso no las mentalidades
y los sistemas de pensamiento evolucionan muy lentamente y tienen una
gran capacidad de supervivencia frente a las circunstancias que les dieron
nacimiento?" .4 Una querella de esta naturaleza no tiene solución definitiva,
porque en las discusiones en torno a la escuela cristalizan las percepciones
que una sociedad tiene de sí misma, y éstas cambian en el tiempo, de la
misma manera que se alteran las imágenes de lo que pudo haber sido su
pasado y de lo que puede ser su futuro. Sin embargo, la querella escolar no
es un tema que involucra solamente continuidades. Dado que la educación es
uno de los caminos que aseguran y orientan la trascendencia de esta misma
sociedad, primeramente porque involucra a sus niños, la educación es tam-
bién un área muy susceptible a la politización y sensible a la dinámica de
equilibrios políticos coyunturales. Esta particularidad también contribuye
a explicar la recurrencia del debate educativo.
Como se dijo antes, una apariencia de continuidad recubre la historia
de la querella escolar en México. No obstante, el debate ha sufrido altera-
ciones significativas si se le mira desde la perspectiva de los protagonistas,
de sus objetivos y de sus estrategias. Desde esta perspectiva aquí se propone
un ordenamiento en tres grandes periodos. El primero dio inicio en 1833,
cuando el grupo de liberales reformistas encabezados por el vicepresidente
Valentín Gómez Farías y el doctor José María Luis Mora introdujeron leyes
secularizadoras, uno de cuyos aspectos centrales era el desmantelamiento
del monopolio de la Iglesia sobre la educación. Este episodio se prolongó

a la plena vigencia de esa relación: el liberalismo moral, el psicologismo, el sociologismo y el uso


inadecuado de los medios de comunicación. Citado en Educación 2001, núm. 22, marzo de
1997, p. 13.
4 Loaeza, 1988, p. 57.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 175

durante más de cien años, y se caracterizó por la existencia de políticas


educativas -diseñadas e impulsadas por los positivistas del porfiriato o por
los educadores de la Revolución- cuyo objetivo explícito es la seculariza-
ción de la sociedad, es decir, la transformación de valores. También tienen
lugar enconados conflictos -incluso enfrentamientos armados- entre la
Iglesia y el Estado, y sus respectivos partidarios en esta materia.
El segundo periodo de la querella escolar se inicia después de la
reforma de 1945 al Artículo 3º constitucional, con que finaliza el último
intento del Estado mexicano para forzar la modernización social mediante
la escuela -la educación socialista-, pero sin renunciar al control sobre la
educación ni al laicismo obligatorio. A partir de entonces la transforma-
ción de valores no será un objetivo explícito de la política educativa, ya que
ésta ocurrirá como una consecuencia de otros procesos de modernización:
el desarrollo de la industria y de la vida urbana. En cierta forma, la '
secularización de la sociedad se volvió un proceso espontáneo. El laicismo
obligatorio se mantuvo como una "herida abierta" -según la llamara en
alguna ocasión el obispo Sergio Méndez Arceo- en la conciencia de los
católicos mexicanos durante estos años, pero aunque no hubiera cicatriza-
do tampoco causó rupturas. A diferencia del periodo anterior, en éste -que
se prolonga hasta 1991- la armonía prevalece en las relaciones Igle-
sia-Estado, interrumpida sólo esporádica y superficialmente por el resurgi-
miento de las discrepancias en torno a la escuela: entre 1961 y 1964, cuando
se introdujo la primera versión de los libros de texto gratuitos, y en
1973-1975 a propósito de la revisión de los manuales escolares.
Después de las reform"as constitucionales, las autoridades de la Iglesia
católica emprendieron una nueva ofensiva en contra del Artículo 3º y del
laicismo obligatorio, hecho que permite augurar el inicio de un tercer
episodio en la querella escolar mexicana. No obstante, el que ahora se inicia
muestra rasgos novedosos que estaban ausentes de los periodos anteriores,
por consiguiente, el giro de esta nueva ofensiva puede traer consecuencias
imprevistas para la propia Iglesia católica. La naturaleza de los protagonis-
tas y los cambios que ha experimentado el sistema político mexicano en los
últimos quince años, básicamente la disminución del intervencionismo
estatal y el surgimiento político del Partido Acción Nacional como aliado
de las autoridades eclesiásticas, incrementan el potencial divisivo de la
querella. Más todavía, ese potencial se ha desplazado del campo de las
instituciones al de la sociedad, porque actualmente el principal enemigo de
la influencia social de la Iglesia y del catolicismo no es el Estado educador
de la Revolución, sino el efecto laicizador de las instituciones liberales sobre
la sociedad, y el proceso de pluralización que la caracteriza. En estas
circunstancias, a ojos de la Iglesia católica su participación en la educación
ha adquirido una urgencia apremiante.

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176 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

La persistencia de los desacuerdos en materia educativa entre el Estado


y la Iglesia en México se explica también porque se asienta en el antagonis-
mo entre dos concepciones antitéticas de la sociedad, que a finales del siglo
xx parecen plantearse casi en los mismos términos que en el siglo XIX, pues
lo que hoy en día está en tela de juicio para las autoridades eclesiásticas es
la idea de que las creencias religiosas pertenecen al mundo de lo privado,
y se niegan a aceptar la separación del mundo espiritual y del mundo
temporal. 5 Es decir, reducida a sus componentes básicos, la querella escolar
hoy en día está fincada en la oposición esencial de la Iglesia católica al
liberalismo, por esta razón se empeña en plantear la contradicción entre
los derechos del individuo y los de la familia, como uno de los ángulos
determinantes de la querella. El desafío al cual intenta responder el proyec-
to eclesiástico actualmente es mucho mayor que en el pasado porque su
principal adversario no es el Estado -un actor político homogéneo y hasta
cierto punto predecible-, sino una sociedad heterogénea y en movimiento.
La novedad de esta situación se acentúa porque en México el Estado
educador ha evolucionado con el tiempo, fundamentalmente porque se ha
alterado su orden de prioridades; en forma paralela ha cambiado el
contenido de su disputa con la Iglesia por el control de la escuela; y
mientras la Iglesia insiste en situar la discusión en el terreno de los valores
y los símbolos, que dominó la querella por lo menos hasta 1945, para el
Estado la discusión en estos términos ha pasado a segundo plano, pues
entiende hoy la educación más como un instrumento de desarrollo econó-
mico y bienestar material que como un agente de socialización o como un
vehículo de construcción de la nacionalidad.
Lo anterior sugiere que la disputa por la escuela transcurre en dos
registros paralelos; para los antiguos protagonistas de la querella, el Estado
y la Iglesia, la educación es igualmente prioritaria, pero por motivos
distintos y con metas también diferentes. Si el ritmo del debate escolar
dependiera exclusivamente de las relaciones Estado-Iglesia es posible que
el potencial de conflicto hubiera sido neutralizado. Sin embargo, se man-
tiene latente porque la sociedad mexicana actual de finales del siglo xx es
mucho más laica que la del México de la cristiada, y muestra una heteroge-
neidad cultural que tiende a expresarse también en una pluralización
religiosa, rasgos ambos que amenazan la posición monopólica de la Iglesia
católica. Es en el seno de la sociedad donde la Iglesia puede encontrar las
resistencias más poderosas a su ofensiva cultural. De ahí que ahora se
vuelva hacia el Estado, su antiguo enemigo, en busca de apoyo para
mantener la primacía como autoridad social que el liberalismo ha socava-
do. En este objetivo cuenta hoy con el respaldo del Partido Acción Nado-

5 Loaeza, 1988, p. 216.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 177

nal, que desde su fundación en 1939, hizo suya la demanda de supresión


del laicismo escolar.
En el terreno de la educación surge una fuerte contradicción que tiene
que resolver la Iglesia católica a finales del siglo xx. El Concilio Vaticano 11
se propuso reconciliar a la Iglesia católica con el mundo moderno. Uno de
los primeros pasos en esa dirección fue la aceptación de las instituciones
políticas liberales, entre otras razones porque la historia había demostrado
que eran las únicas que podían garantizarle supervivencia y un amplio
margen de libertad para desempeñar sus actividades. Sin embargo, una de
las repercusiones más notables de esas instituciones sobre la sociedad es la
mayor tolerancia en términos de actitudes y comportamientos, que ha de-
rivado en una liberalidad que ha reducido el espacio de lo religioso. 6 La
Iglesia católica se enfrenta hoy al dilema que supone combatir un aspecto
central del liberalismo político, la diferenciación funcional de lo civil y lo
religioso y las consecuencias de este proceso sobre su influencia social, sin
comprometer las ventajas que le ha traído la liberalización política que le
ha permitido volver a la vida pública. 7
Para discutir esta hipótesis, en la primera parte de este documento se
plantearán los términos de la querella escolar mexicana; luego, se expondrá
la relación entre Iglesia y educación desde la perspectiva más tradicional
del análisis de esta cuestión como un conflicto de modernización; la tercera
parte examinará el tema de los derechos del individuo y de la familia como
una contradicción de principio entre las raíces liberales de la tradición
educativa mexicana y el pensamiento católico y, por último, se verá el
sentido del Estado educador a finales del siglo xx y el impacto de los
cambios políticos sobre la querella escolar.

6 Blancarte, 1993; Barranco, 1997, pp. 30-34.


7 Esta contradicción está inscrita en los documentos de Concilio Vaticano 11: "[ ...]Vaticano
11 aceptó tres premisas del liberalismo político: primero, que el ámbito de la Iglesia no es el de
los gobiernos temporales; segundo, que la democracia liberal es la forma de gobierno
preferible; y tercero, que todo individuo tiene derecho a la libertad religiosa. Sin embargo,
implícitamente la aceptación del liberalismo político por parte del Concilio fue parcial. Para
la Iglesia el repertorio de temas sometidos a la negociación y al toma y daca de la política era
más restringido de lo que es para la mayor parte de los políticos que actúan en un Estado
liberal Aunque la Iglesia no se involucraría en asuntos de gobierno y reconocía la legitimidad
de las diferencias de opinión a propósito de determinadas decisiones de gobierno, impone
límites externos a las opciones de política gubernamental, límites que están definidos por
obligaciones morales inescapables. Así por tjemplo, los gobiernos tienen el derecho y el deber
de intervenir en problemas de sobrepoblación, pero la Iglesia no acepta ni el control de la
natalidad ni el aborto". Gene Burns, 1994, p. 54.

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178 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

EL ESTADO EDUCADOR y LA IGLESIA, MADRE y MAESTRA .

La disputa por la educación entre el Estado y la Iglesia católica en México


se planteó desde la Independencia, porque el triunfo de las ideas de la
Ilustración y del liberalismo acarreó el desmantelamiento del monopolio
escolar de la Iglesia durante la colonia. Su propósito, sin embargo, no se
limitó a separar el poder civil del religioso, sino que muy pronto los
liberales en el poder reconocieron en la educación el vehículo más apropia-
do para transmitir valores afines a los objetivos de la recién conquistada
autonomía civil, de la misma manera que antes los misioneros habían visto
en la educación el instrumento privilegiado de la evangelización. En su
calidad de agente transmisor de símbolos, valores y creencias, la educación
forma actitudes hacia la autoridad y la sociedad, que inciden en la capaci-
dad del individuo para identificarse con las instituciones, sean éstas públi-
cas o religiosas. Por esta razón, los conflictos más violentos entre estas
instituciones se han producido cuando cada una ha reclamado para sí
supremacía sobre el individuo, y han generado con ello una contradicción
insuperable entre la filiación política y la religiosa.
Así quedó establecida la querella escolar como un conflicto político
entre dos poderes que pretendían imponer su hegemonía -ideológica o
espiritual, como se prefiera- sobre la sociedad. A pesar de que algunas
autoridades eclesiásticas sostienen que el Artículo 311 constitucional vigente
mantiene un monopolio educativo "totalitarió y estatista de la educación", 8
lo cierto es que el Estado abandonó desde los años cuarenta las políticas
secularizadoras, de suerte que la modernización cultural fue antes que nada
un proceso espontáneo, en cierta forma residual al cambio económico.
El origen de la querella no es únicamente la rivalidad por las lealtades
del individuo, sino que nace de un antagonismo ideológico esencial que
opone al pensamiento católico, antiindividualista y en principio respetuoso
del orden social establecido, a la educación liberal, centrada en el individuo
y en la fe en el cambio. Por esta razón, durante el siglo XIX la querella se
expresó primordialmente como conflicto entre la tradición que encarnaba
la Iglesia católica y la modernidad que se empeñaba en construir el Estado.
Las discrepancias derivaban: primero, del rechazo de la religión al conoci-
miento científico y objetivo, y de su defensa de creencias apoyadas en los
dogmas de la verdad revelada; segundo, de la idea de que la primacía de
los valores religiosos obstaculizaba la estructuración de una comunidad nacio-
nal, mucho más amplia que la sociedad religiosa, por definición excluyente;

8 Citado en R.P. Edmundo B. Morales Romero, SBD, secretalio ejecutivo de la Comisión


Episcopal de Educación y Cultura María Esther lbarra, "Laicismo y educación religiosa, una
polémica inconclusa", &lucación 2000, núm. 6, noviembre, 1995, p. 11.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 179

y tercero, del lugar preponderante que la Iglesia atribuía a la familia frente


al individuo como núcleo de la vida social.
Pese a que las políticas educativas de la Iglesia y del Estado, respectiva-
mente, han variado y su contenido se ha modificado, persiste el antagonis-
mo original que nació del rechazo de la Iglesia católica al liberalismo, que
se ha mantenido pese a la capacidad de adaptación que ha mostrado esa
institución en relación con lús cambios que han impuesto los tiempo~. En
1864, el Papa Pío IX condenó en el Syllabus errorum la libertad de enseñan-
za como uno de los más graves errores referentes a la sociedad civil, de ahí
que las reformas de los liberales mexicanos precipitaran de inmediato un
conflicto con los católicos; sin embargo, desde 1917 la Iglesia se acogió a la
libertad de enseñanza para criticar el Artículo 3!!. Asimismo, hasta finales
del siglo XIX la Iglesia sostenía en materia educativa la primacía de sus de-
rechos con respecto a los de la familia; desde Rerum Novarum (1891) recono-
ce en ella al responsable original de la educación, posteriormente incluyó
a la persona, y desde 1948 asimiló su causa a la defensa general de los
derechos humanos, movimiento que se ha acentuado durante el papado de
Juan Pablo 11. Actualmente, la Iglesia lucha por la educación no en nombre
propio, ni de la familia, sino que se acoge a la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. De esta manera la Iglesia católica universaliza su causa. '
Al igual qtte muchos otros ordenamientos constitucionales mexicanos,
el Artículo 3!! ha sido reformado varias veces. El texto de 1917 establecía
de manera específica que la educación debía ser la"ica; en 1934 se modifi-
có para introducir la educación socialista; en 1946 fue nuevamente alterado
para definir el contenido de la educación como democrático. A raíz de la
reforma al Artículo 130 que otorgó el reconocimiento jurídico a las Iglesias
en 1991, se derogó la fracción IV del Artículo 3!! que prohibía la interven-
ción de "las corporaciones religiosas, los ministros de los cultos [.. ,) y las
asociaciones o sociedades ligadas con la propaganda de cualquier credo
religioso" en la educación de obreros y campesinos.
Sin embargo, la Iglesia católica considera insuficiente la reforma por-
q-qe no introdujo la libertad de enseñanza, pero sobre todo porque consi-
dera que cuando la fracción 1 establece que la educación "se mantendrá
ajena a cualquier doctrina religiosa" se funda en un concepto de laicismo
que no garantiza neutralidad frente a la influencia de la religión, porque
impide la educación religiosa.9 Para la Iglesia católica mexicana, la plurali-
zación religiosa de la sociedad es el fenómeno que ha agravado los efectos
de esta ausencia: "La realidad de la instrucción religiosa se hace no sólo
9 R.P. Edmundo B. Morales Romero, Adame Goddard sefiala que el problema estriba en
que la legislación no prohíbe la educación religiosa en la escuela pública, pero tampoco la
permite "[... ]éste es un problema sumamente sedo, pues se piiva a la nifiez mexicana en su
mayoría de tener fundamentos morales y espiiituales sólidos[ ...]"

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180 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

importante, sino urgente debido a que se dará, por así llamarla, 'una
competencia espiritual entre las distintas confesiones religiosas'. La educa-
ción religiosa[ ... ] será necesaria para preservarnos de ciertos fanatismos." 1 º
A pesar de su aparente dureza, la legislación anticlerical vigente hasta
1991 no impidió el desarrollo de las actividades de la Iglesia católica en
todos los niveles de enseñanza. 11 Por otra parte, la innegable presencia del
componente religioso en la cultura nacional sería una prueba en contrario
para quienes afirman que el laicismo obligatorio ha tenido efectos devasta-
dores sobre la religiosidad social mexicana. Asimismo, el éxito de las
sucesivas visitas del papa Juan Pablo 11 desmiente a quienes denuncian la
acción descatolizadora del Estado educador.
Lo anterior puede parecer sorprendente en vista de que la autoridad
que se atribuye al Estado en ese· ámbito, ha sido base de decisiones arbi-
trarias y blanco de los ataques de quienes defienden la libertad de enseñan-
za. Sin embargo, y por contradictorio que parezca, el intervencionismo
estatal en materia educativa se sustenta en la tradición liberal mexicana
-empapada del voluntarismo positivista que atribuía a la escuela un ex-
traordinario poder de transformación social. Esta orientación es el funda-
mento del Estado educador al menos en dos aspectos: por un lado, cuando
se propone inducir la laicización de la sociedad a través de la difusión y el
fomento de valores y símbolos distintos de los religiosos, y por otro, cuando
pretende liberar al individuo de las restricciones que le impone su medio.
Como se dijo antes, en los últimos treinta años el segundo aspecto se ha
impuesto al primero.
La historia de la segunda mitad del siglo xx mexicano ha demostrado
que la diferenciación de esferas de autoridad y la transformación de valo-
res que persiguen políticas secularizadoras, como las que adoptó el Estado
mexicano en el pasado, pueden apoyarse en cambios económicos y sociales
más amplios que escapan al control de cualquier autoridad. De tal suerte
que la Iglesia católica se ha visto obligada a ajustarse a ellos. La pluraliza-
ción de la sociedad y su acentuada heterogeneidad es uno de los cambios
que mayores dificultades plantea a la Iglesia católica, y una de sus expresio-
nes más patentes ha sido el crecimiento de otros credos que han ganado
terreno en México desde los años setenta. Entre 1970 y 1980 el número de
mexicanos protestantes aumentó de 876 879 a 2 201 609, y en ese mismo
periodo el número de mexicanos que declaraban no tener religión también

10Adame Goddard, 1993, p. 217.


11En 1981 más de 40% de la educación primaria privada era católica; pero su participa-
ción disminuía en los niveles siguientes: 18% en la secundaria, 15% en la preparatoria, 21% en
la educación normal y 21% en educación superior. Leonardo, 1983, p. 216.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 181

se incrementó de 768 448 a más de dos millones. En la década siguiente


ambas poblaciones se incrementaron. 12
En cambio, la oposición entre el individuo y la familia se funda en la
irresoluble incompatibilidad del liberalismo y el pensamiento católico. Por
otra parte, la vigencia de esta discusión se explica también porque la
defensa de los derechos de la familia es al mismo tiempo la defensa de
la estructura de clases y, para algunos, la del privilegio.

LAs POLÍTICAS DE LAICIZACIÓN DEL EsTADO MEXICANO Y SUS SALVEDADES

Aun cuando es cierto que uno de los objetivos constantes del Estado
educador fue en sus primeros tiempos la creación de una alternativa al
"monopolio católico sobre las conciencias", también es cierto que las
políticas con respecto a la Iglesia, salvo en momentos excepcionales, no han
dejado de reconocer la importancia de la religión como base de una comu-
nidad espiritual mexicana real y como un factor de cohesión social, con un
indudable valor político en términos de estabilidad. Tanto así que la
destrucción de la identidad católica per se nunca fue pensada seriamente
por los liberales, los positivistas del siglo xrx, o los anticlericales del xx, de
tal suerte que con ciertas excepciones puede afirmarse que dentro del
objetivo general de secularización, la diferenciación institucional fue prio-
ritaria frente al cambio de valores.
La determinación de transformar la sociedad a través de la educación
es anterior incluso a la Independencia, porque desde las reformas borbóni-
cas de finales del siglo xvm, se implantó en la conciencia de los "hombres
pensantes" la convicción de que para modernizar el país era necesario
sustituir la enseñanza dogmática que impartía la escuela dominada por la
Iglesia, por un espíritu de investigación y duda, conforme lo exigía el
progreso. 13
En los primeros años del liberalismo mexicano la Iglesia era considera-
da en primer lugar como un obstáculo para el progreso; el cual, para José
María Luis Mora, por ejemplo, era equivalente a: venta de bienes de manos
muertas, abolición de privilegios corporativos, difusión de la educación
pública, supresión de las órdenes monacales e introducción de las liberta-
des individuales. 14 Desde este punto de vista la secularización era una
diferenciación institucional entre el poder religioso y el poder civil, que
garantizaba la libertad.

12 Rosas Barrera, 1995, p. 37.


13 Véase por ejemplo Staples, 1981, pp. 101-144; Zea, 1985.
14 Citado en Zea, 1985, p. 76.

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182 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Ello significa, no obstante las acusaciones de la Iglesia, que los liberales


de la época proponían únicamente una política de autonomización y
desarrollo de instituciones distintas de las eclesiásticas. No pretendían
negar, ni siquiera suprimir, el poder de estructuración de la sociedad de la
Iglesia, simplemente se trataba de crear instancias alternativas que cumplie-
ran las mismas funciones, pero con base ya no en la verdad revelada, sino
en la razón. Tanto el doctor Mora como más tarde los liberales de la
Reforma reconocían la legitimidad social de la religión y la veían también
como un fundamento de la moral que era útil a la sociedad. 15
El conflicto que provocaron estas políticas de separación de la Iglesia
y el Estado, culminó con la condena por parte de las autoridades eclesiásti-
cas de la Constitución de 1857 que, decían, al suprimir el fuero religioso y
desamortizar los bienes de la Iglesia, desconocía "derechos legítimamente
adquiridos y solemnemente estipulados". 16 La protesta contra la libertad de
enseñanza señalaba que esta disposición permitiría "la enseñanza de la
irreligión y la impiedad".
Esta condena de los obispos mexicanos a la Constitución liberal se
fundaba en las posiciones oficiales de la Iglesia católica. En diciembre de
1864, el Papa Pío IX dio a conocer el Syllabus Errorum, cuyo tema central
era el rechazo al individualismo y a la intervención del Estado en la vida
social. También sostenía la superioridad del derecho natural frente al
derecho positivo, en cuanto a la orientación moral y política de la sociedad,
y denunciaba la separación Iglesia-Estado. En consecuencia con ello desca-
lificaba la libertad de enseñanza como un grave error en relación con la
sociedad civil y con la Iglesia.17
En el último tercio del siglo XIX, el positivismo se convirtió en la
ideología rectora del grupo en el poder, y con ello se arraigó en el universo
de valores del Estado mexicano la convicción de que él mismo debía asumir
la responsabilidad de la educación pública. Desde entonces, esta idea se
convirtió en presupuesto central de toda.política educativa.
Dos fueron las razones que impulsaron este desarrollo del liberalismo
en materia educativa: el conflicto entre liberales y conservadores -estos
' últimos apoyados por la Iglesia-y la inestabilidad del periodo anterior que
había provocado guerras civiles y una intervención extranjera. Estos fenó-
menos parecían demandar la identificación de un cuadro de valores comu-
nes que permitiera la construcción de un consenso amplio a partir de un
proyecto educativo nacional, que también transformara a la sociedad
librándola de la ignorancia que era, según pensaban entonces los positivis-

15 Para una discusión de los diferentes niveles de laicidad, véase Bauberot, 1989, pp.
93-103.
lli Reyes Heroles, 1985, p. 321.
17 Ehler y Morrall, 1954, pp. 281-285.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN Mtxl:CO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 183

tas, el único apoyo verdadero de la Iglesia. En 1875,Justo Sierra, el creador


de la educación pública mexicana, defendía la libertad de enseñanza en
estos términos: "El cáncer de la enseñanza religiosa, que falsea la ciencia,
que la anatematiza en sus evidencias antidogmáticas o la mutila en sus
hipótesis más racionales, debe extirparse de raíz en la instrucción". 18
La segunda razón que apoyó la formación del Estado educador -según
fórmula del propio Sierra- fue la necesidad de estimular la conciencia
nacional, objetivo que se impuso incluso a la urgencia de educar espíritus
científicos, sobre todo en la medida en que el orden público se convertía
·en el valor central del porfiriato. Este último objetivo ganó fuerza en la
justificación de una intervención más activa del Estado en la enseñanza que
la que habían previsto los liberales de la Reforma. Para finales del siglo XIX
parecía que la libertad de enseñanza no bastaba para hacer de México una
nación de buenos ciudadanos. Había que darle consistencia interna, intro-
ducir criterios de homogeneización para superar la diversidad étnica y
socioeconómica que era vista como un. obstáculo para la estabilidad y el
progreso. Dentro de este esquema a la escuela le correspondía un papel
central en la formación de esta comunidad, que era superior al de cualquier
otra instancia. De ahí el empeño de Sierra por centralizar la educación y
organizarla bajo la responsabilidad del gobierno de la República, con la
definición de normas de aplicación federal como la gratuidad o la laicidad
entendida conio neutralidad religiosa.
La querella escolar se había modificado, pues ahora la intervención del
Estado se justificaba, en primer lugar, en términos de la construcción de la
nación. No se había renunciado a combatir la ignorancia, pero el interés
primordial era "alcanzar la ansiada unidad nacional" .19
En este nuevo momento de la querella escolar (el debate con la Iglesia
que desarrollaba libremente sus funciones educativas en la escuela privada
y en las parroquias), las diferencias con el Estado giraban en torno a la inter-
pretación de la historia, al papel de la religión y de la Iglesia en la formación
de una nación mexicana, así como a la identificación de los héroes y villa-
nos del pasado nacional. Pero Justo Sierra, al igual que el doctor Mora antes
que él, también admitía que el catolicismo tenía una legitimidad social cuyo
impacto homogeneizador no le era ajeno. Por esta razón le atribuía "una
importancia capital", y reconocía que "el sentimiento religioso que (domi-
naba] en la inmensa mayoría de los mexicanos (debía] tenerse en cuenta en
toda educación".20

18 Sierra, 1977, p. 34.


19 Véase Vázquez, 1970, p. 97.
20 Sierra, 1977, p. 302.

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184 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

Incluso los líderes revolucionarios más radicales se vieron obligados a


aceptar la función de integración social que podía desempeñar la Iglesia
católica, y respondieron de dos maneras: trataron de suprimirla, como lo
intentaron Tomás Garrido Canaval en Tabasco, o Plutarco Elías Calles en
1925 con la reglamentación del Artículo 3!! y del 130, referente a los
derechos de los ministros de culto y al funcionamiento de las Iglesias en
México; o de asimilarla a las necesidades de la estructura política.
Ei intento de fundación de una Iglesia cismática mexicana en 1925,
promovida por el gobierno callista, es un ejemplo del reconocimiento de
la función social de la religión, y de que al mismo tiempo que se le combatía
se intentó utilizarla para beneficio del poder político. Un segundo ejemplo
lo ofrece la conferencia que pronunció el secretario de Educación Pública
del gobierno callista, José Manuel Puig Casauranc en 1926, ante la Asocia-
ción Católica de Jóvenes Mexicanos, ACJM. En ella, el secretario Puigjustifi-
caba el laicismo obligatorio y la exclusión de la Iglesia de la enseñanza
primaria, como un medio para asegurar una mejor educación religiosa
para los niños pequeños que, gracias a las nuevas leyes, recibirían esa
formación en el hogar, "libre de venenos y toxinas políticas y sociales" con
que -según Puig Casauranc- la mezclaban los sacerdotes. Tal vez los
párrafos más reveladores en cuanto a la función que este gobierno atribuía
a las creencias religiosas se referían al guadalupanismo:

(... ]cuando pensamos en concepciones religiosas, no las atacamos, pero sí


quisiéramos utilizarlas para reales bienes colectivos (... ] si pudiéramos utilizar
a la Virgen de Guadalupe, Virgen india, de nuestra raza y de nuestro color, que
en los pliegues de su capa cubierta de rosas lleva escondidos tantos anhelos de
pobres y de ricos, tantas aspiraciones de mejoramiento social y político, tantos
sueños místicos y tanta adoración nacional( ... ] si pudiéramos utilizarla para el
bien de México; si comprendiendo todos la significación simbólica del culto
a la Virgen mexicana, que es, al mismo tiempo y sobre todas las cosas, culto a
nuestra raza y a nuestro país[ ... ] si la Virgen hiciera el milagro de convertir el
cauce de inútil fe en una torrentera de sanos propósitos y de entusiasmo para
ali::anzar el bien público como sonreiría (con divino contento), la Virgen de
Guadalupe. 2l ,

Esta táctica fracasó entonces, y fue rechazada después cuando los


proyectos de educación radical de Narciso Bassols pretendieron efectiva-
mente sustituir los valores asociados con el catolicismo por los de un
proyecto social incluso distinto al del capitalismo y de la sociedad de clases.
El fracaso de esta política de secularización forzada es patente si considera-
mos que la reconciliación entre la Iglesia y el Estado que tuvo lugar desde

21 Puig Casauranc, 1930, pp. LXXX-LXXXI.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 185

finales del cardenismó, y que se consolidó durante el gobierno de Manuel


Ávila Camacho entre 1940 y 1946, puede ser interpretada como la práctica
de un acuerdo que parte del reconocimiento de las funciones sociales de la
religión y de la Iglesia, sin por lo tanto abandonar los objetivos de una
laicización limitada.
Esta propuesta era más aceptable para las autoridades eclesiásticas,
porque finalmente garantizaba su propia libertad, y puede describirse
como una situación de fragmentación institucional en la que la religión no
era coextensiva a la sociedad global, sino que era una más de las iiistitucio-
nes que la estructuran. Por otro lado, el Estado reconocía la legitimidad de
las necesidades religiosas y la utilidad de la moral como fundamento de la
sociedad; y, por último, el Estado no imponía una religión a expensas de
otra, sino que garantizaba la libertad de cultos y la posibilidad de que el
individuo no tuviera creencia alguna. 22
Por esta razón, para describir las políticas estatales con respecto a la
Iglesia parece más justo hablar de laicización que de secularización, en vista
de que el primer término es más modesto que el segundo y recoge entonces
con más fidelidad los propósitos perseguidos. Desde esta perspectiva es
más fácil explicar la restauración de la presencia social de la Iglesia, después
de los conflictos de los años veinte y treinta del presente siglo, y el renovado
fervor religioso que ha estimulado el papado de Juan Pablo II.
La simple constatación de la estabilidad en las relaciones Iglesia-Estado
durante casi medio siglo, a partir de 1940, incluso pese a la legislación
anticlerical, permite suponer que entre ambas instituciones había puntos
de convergencia que permitieron acuerdos parciales; por ejemplo, el mo-
delo de socialización de las escuelas católicas fomentaba actitudes confor-
mistas frente a estructuras verticales de autoridad afines al autoritarismo
político que sustentaba el Estado revolucionario. Estas coincidencias se
fueron diluyendo en los años ochenta, cuando diferentes obispos y grupos
de católicos se sumaron a la inconformidad política que estimuló amplias
movilizaciones electorales de oposición en esa década, y cuando la Iglesia
como institución asimiló su causa particular a la causa general de la
democracia.

EL ANTAGONISMO IRRESUELTO ENTRE EL LIBERALISMO


Y EL PENSAMIENTO CATÓLICO

El sentido de la querella escolar se ha modificado en los últimos años, en


algunos aspectos importantes. Primero porque, como se señaló antes, la

22 Véase Bauberot, 1989, p. 101.

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186 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

materia de disputa ya no es el monopolio educativo de la Iglesia. A este


respecto hay que destacar los cambios introducidos por el Concilio Vatica-
no II, que admitió, por ejemplo, que la escuela era un instrumento propio
de la cultura humana, y ya no sólo un medio que le era específico. Esto es,
la Iglesia posconciliar entiende su función educativa como parte de un
proyecto más amplio;2 3 más aún, el papa parece dispuesto a profundizar
esta vía cuando defiende el pluralismo escolar, es decir, el derecho de los
ciudadanos a elegir "instituciones escolares que correspondan a las opcio-
nes profundas y sagradas de las conciencias humanas y sabiendo coexistir
armoniosamente para el bien general de todo el pueblo" .24
Otro cambio muy importante consiste en que la Declaración del Con-
cilio Gravissimum educationis momentum, habla ya no de los derechos de los
padres o de la Iglesia en materia educativa, sino de sus obligaciones
respectivas para con el niño, el adolescente, el joven, apoyándose en la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada por las
Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.25 Esta redefinición concep-
tual no es menor, porque en ella la Iglesia parece acercarse a la tradición
liberal que ve en el hombre el sujeto central de la organización social. No
obstante, la convergencia es sólo aparente, pues la Iglesia aún piensa que la
responsabilidad original de la educación recae en la familia:

En la educación el deber primario gravísimo, y con éste el derecho también


primario ineludible e inalienable a la educación de los propios hijos radica en
los padres de familia, basados ambos en el hecho de la generación. Porque
tratándose de la persona humana, generación y educación constituyen un
binomio inseparable. 26

Así pues, la Iglesia posconciliar, más tolerante y plural, n~ ha renuncia-


do a las concepciones originales en que se funda el antagonismo esencial
que la opone al liberalismo: la superioridad del orden natural sobre
cualquier otro, la primacía de la familia con respecto al Estado en materia
educativa, y el principio de subsidiariedad.
La Iglesia define su noción de educación a partir del derecho natural,
cuyo fundamento es el orden del universo, anterior a cualquier convención,
legislación o institución e independiente de todo ello, y distinto, cuando no
contrario, al derecho positivo que parte de la facultad ordenadora del
hombre. Luego, como se señaló antes, para la Iglesia la responsabilidad de
la educación corresponde en principio a la familia que es una sociedad

23 Tones Septién, 1989, p. 9.


24 Juan Pablo 11, 1980, pp. 60-61.
25 Ce1·vantes, 1985, pp. 475-502.
26 lbid., p. 481.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 187

verdadera, más antigua que el Estado, con derechos y obligaciones particu-


lares, independientes.
La primacía de la familia en el ámbito educativo fue establecida por el
papa León XIII en la Encíclica Rerum Novarum, casi en los mismos términos
biológicos que después retomó el Concilio Vaticano 11; pero además en ese
documento original también se fija el alcance legítimo de la autoridad del
Estado en la sociedad, y se afirma que sólo puede intervenir para impartir
justicia cuando los derechos de los miembros del hogar están amenazados:

Pero los gobernantes del Estado no han de ir más lejos: aquí la naturaleza les
exige detenerse. La autoridad paterna no puede ser abolida ni absorbida por
el Estado; pues tiene el mismo origen que la vida humana misma. "El niño
pertenece a su padre", y es como si fuera la continuación de la personalidad de
su padre; y hablando en términos estrictos, el niño ocupa su lugar en la socie-
dad civil, no por derecho propio, sino en su calidad de miembro en la familia
en la que nace [... ] De manera que cuando los socialistas hacen a un lado al
padre de familia e introducen la supervisión del Estado, actúan en contra de la
justicia natural y rompen en mil pedazos la estabilidad de toda vida familiar. 27

En cambio, la tradición educativa mexicana tiene profundas raíces en


el liberalismo y, por consiguiente, parte de la supremacía de los derechos
del individuo; en la primera mitad del siglo XIX los defendía frente a las
corporaciones, leáse la Iglesia, que, según lo afirmaba el doctor Mora,
"ejercen sobre sus miembros una verdadera tiranía que hace ilusoria la
libertad civil y la independencia personal, que a sus miembros corresponde
como ciudadanos".28 Y luego, frente a la familia, pues desde el sigld XIX, la
enseñanza libre era entendida también como la había definido Víctor Hugo,
el derecho del niño, "más sagrado aún que el derecho del padre".29
De esta diferencia conceptual entre la educación como una obligación
del Estado y la educación como un derecho de la familia, se deriva una
discrepancia muy importante en tanto que la Constitución vigente la
entiende como un servicio público que le compete y que por naturaleza
º
"excede las iniciativas y recursos de los particulares". 3 Mientras que para
la Iglesia, la educación es un derecho natural que exige que la persona siga
el "dictamen de su conciencia, sin constreñirse por nada ni nadie". 31 De
aquí se derivan los derechos a la libertad de pensamiento y las diversas
libertades de expresión.

27 "Pope Leo XIII: Encyclical R.erum Novarum on the condition of the 'working classes'may
15 1891 ",en Ehler y Morral (eds.), 1954, p. 330.
28 Citado en Zea, 1985, pp. 79-80.
29 Citado en Moreno y Kalb, 1981, p. 57.
30 Ulloa Ortiz, 1976, p. 108.
31 ldem.

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188 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

La diferencia crucial entre el Estado y la Iglesia católica en este rubro


estriba en que a partir de la definición de la segunda, al primero le
corresponde sólo un papel subsidiario en la educación. Es decir, le toca
respetar y proteger "el derecho anterior de la familia [... ] así como el
derecho también anterior de la Iglesia, madre generadora en el orden
sobrenatural", 3 2 porque según los documentos papales:

[... ] no es lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus
propias fuerzas[ ... ] Y [esto] es juntamente un grave daño y un transtomo del
recto orden de la sociedad; porque el objeto natural de cualquier intervención
de la sociedad misma es el de ayudar de manera supletoria a los miembros del
orden social, y no el de destruirlos y absorberlos. 33

La contradicción con la tradición educativa mexicana reside precisa-


mente en que la intervención del Estado se justifica como un apoyo a las
fuerzas limitadas de un individuo frente a la sociedad, con base en la
convicción de que la acción pública es un instrumento de redención
individual. En la tradición liberal mexicana cuando el Estado asume la
responsabilidad educativa, su propósito es sustraer a la escuela de las
condicionantes de la estructura de clases, antes que dominar ideológica-
mente a la sociedad, como lo denuncia la Iglesia.

EL EsrADO EDUCADOR MEXICANO A FINALES DEL SIGLO XX

De las páginas anteriores podría desprenderse la idea de que las bases de


la querella escolar mexicana se han erosionado, y que su persistencia se
explica solamente por obsesiones simbológicas o como una controversia
artificial que se mantiene sólo en función de los intereses políticos del
Estado autoritario. No obstante, una interpretación de esta naturaleza
pierde de vista el hecho incontrovertible de que la naturaleza y la historia
de la Iglesia católica en México se cuentan entre las razones centrales que
dieron origen al Estado educador.
Es decir, la tradición educativa mexicana fue cincelada por los objetivos
del Estado liberal empeñado en modernizar a la sociedad, incluso contra
su voluntad, 34 pero también por las características de una sociedad desigual
que tiene como una referencia ineludible a la Iglesia. Los rasgos de esta
organización y de su influencia también determinaron el comportamiento

32Cervantes, 1985, p. 483.


33S.S. Juan XXII, Mater et Magistra, México, Ediciones Paulinas, 1961, p. 15.
34 "Los países que servían de modelo a los liberales habían llegado a la situación en que
se encontraban por la vía de su natural desarrollo. México, no. México sólo podría llegar a

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MÉXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 189

del Estado en materia educativa, dado que, como se analizó antes, además de
abrir brecha al progreso y de sentar las bases de una comunidad nacional,
la acción educativa del Estado parecía el único medio civilizado posible
para rescatar al individuo, primero del control de la Iglesia, y luego de la
desigualdad social.
Desde el fin del sexenio cardenista en 1940, el Estado posrevoluciona-
rio limitó su compromiso de luchar contra la desigualdad al garantizar la
igualdad de oportunidades, a través de la expansión del sistema educativo.
De hecho, puede pensarse que esta política contribuyó de manera muy
importante a la movilidad social que se registró durante el periodo de
crecimiento económico. Puede entonces afirmarse que el Estado educador
cumplió con ese cometido original de redimir al individuo de su medio, y
aunque no logró sustraer del todo a la escuela de las desigualdades sociales,
no cabe duda de que ha sido un amortiguador central de los conflictos
entre las clases, precisamente porque pese a todo sigue siendo una vía
limitada de democratización. Resulta difícil pensar que de haber cumplido
una función meramente marginal o supletoria hubiera podido responder
de manera más eficiente a su compromiso con la igualdad.
La propuesta de que la familia sea la responsable original de la
educación, contraviene ese objetivo de la política educativa y convierte
a la escuela en un mecanismo de reproducción social porque la introduce
de lleno en la estructura de clases. En ese caso se desvanecería el esquema
liberal y moderado del cambio social, que se entiende sólo como la suma
de muchas liberaciones individuales.
Por otro lado, es posible que los planteamientos educativos de la Iglesia
posconciliar -en términos de mayor tolerancia al pluralismo- sugieran
permeabilidad a los cambios de la época, pero no hay que perder de vista
que el comportamiento de la Iglesia católica en México también está determi-
.nado por su apreciación del contexto en el que actúa.
En su última visita a México, el PapaJuan Pablo 11 afirmó que en México:

[... ] el mensaje de Cristo la ha ido configurando [a la patria] profunda y


eficazmente en su mentalidad, en su idiosincrasia, en sus raíces, modelando su
fisonomía y contribuyendo más que cualquier otro factor cultural a su identi-
dad étnica y nacional[... ].35

Este tipo de mensaje revela que el hecho de que la Iglesia se considere


a sí misma como representante y rectora de la religión de la mayoría de la
sociedad, puede empujarla a comportarse como una Iglesia preconciliar, es

situación semejante venciendo su propia naturaleza, negando su natural modo de ser en que
había sido formado en cuatro siglos de colonización hispana[ ... ]" Zea, 1963, p. 21.
SS Juan Pablo 11, 1990, p. 34.

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190 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

decir, intolerante y usurpadora de los derechos del individuo. En esos


términos, en México el Estado educador no ha perdido su razón de ser.
El discurso que identifica a la nación con la religión tiene un marcado
acento de exclusión, porque supone que quienes no son miembros de la
comunidad católica tampoco son miembros de la comunidad nacional. La
idea de que la religión es el cimiento de la identidad nacional, ha sido una
fuente inagotable de conflictos; es la misma que actualmente reclaman los
partidos nacionalistas de los católicos croatas y de los musulmanes bosnios.
La nueva ofensiva de la Iglesia católica mexicana en el terreno de la
educación ha recuperado el elevado potencial de conflicto que tuvo en el
pasado porque su propuesta puede traducirse en políticas gubernamenta-
les gracias a la alianza que parece haber establecido con el Partido Acción
Nacional.
Uno de los aspectos más importantes del cambio político mexicano de
los últimos quince años ha sido el fortalecimiento de los partidos de opo-
sición. Para la Iglesia católica éste ha sido un desarrollo importante porque
ha favorecido en particular al Partido Acción Nacional. La demanda de
reforma del Artículo 32 constitucional había sido una constante en las
plataformas electorales de este partido. La del periodo 1991-1994 afirmaba
que su proyecto educativo y cultural era "libertario, democrático y plural",
y sostiene que la educación es el camino para que el hombre "conozca la
verdad", que debe ser una tarea de todos los miembros de la nación y que
si bien es un deber del Estado, esto no significa que deba ser un monopolio.
Al igual que para las autoridades eclesiásticas, para los autores de la
plataforma panista el aspecto más importante de la educación es de índole
valorativa.
La plataforma no se refiere explícitamente al tema de la educación
religiosa o de la participación de la Iglesia en actividades educativas, pero
el sustrato católico de la propuesta se hace presente en varios de sus puntos,
Por ejemplo, afirma que la materia de educación sexual debe ser tratada
"de acuerdo a la idiosincracia de la mayoría", 36 una fórmula indirecta de
referirse a los valores asociados con la religión católica, que, dado que en
México es mayoritaria -según este partido-, debe ser la fuente de inspira-
ción de los lineamientos educativos en esa materia. Por otra parte, la Agenda
Legislativa de la plataforma anuncia la supresión del laicismo obligatorio,
que para Acción Nacional es sinónimo de monopolio estatal, la atribución
al Estado de un papel subsidiario en materia educativa "para devolver a la
sociedad su responsabilidad y derecho en esa materia". 37
La ofensiva de la Iglesia católica en materia educativa ya se ha traduci-
do en políticas de gobierno en los estados gobernados por Acción Nado-

3ti PAN, 1991, p. 199.

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LA IGLESIA Y LA EDUCACIÓN EN MtXICO. UNA HISTORIA EN EPISODIOS 191

nal. Por ejemplo, en el estado de Guanajuato se ha lanzado un proyecto


educativo que, según sostienen las autoridades locales, 38 se limita a inter-
pretar "las expectativas sociales, encarnadas en las demandas familiares".
Sin embargo, los avances del proyecto fueron presentados mediante libros
de texto que provocaron una fuerte polémica porque estaban empapa-
dos de referencias religiosas y el gobierno federal tuvo que intervenir para
que fueran retirados. En los primeros meses de 1997 se ha planteado el
debate en el estado de Jalisco, donde se introdujo un manual titulado Erue-
ñanza para el amor, que pretende ser un libro de moral, y cuyo contenido
niega los principios elementales del conocimiento científico en temas
como la evolución.39
La previsible reaparición de la querella escolar en México está vincula-
da con los cambios políticos que ha experimentado el país, entre ellos uno
de los más sobresalientes es la reanimación de la militancia católica. Sin
embargo, en esta ocasión, como ocurrió también en cierta forma en el
pasado, el problema escapa al control de los protagonistas tradicionales
de la querella. Por un lado, la ofensiva educativa de la Iglesia forma parte de
la reconquista cultural que emprendió el Vaticano bajo el papado de Juan
Pablo 11. Dentro de esta perspectiva el activismo del Episcopado mexicano
en esta materia es una línea de política general del Vaticano. En Francia
y en España la querella escolar también ha sido reanimada por la propia
Iglesia que ahora demanda el apoyo del Estado para mantener sus activida-
des educativas, por ejemplo, mediante subsidios a las escuelas particulares,
y con la exigencia de un espacio para la educación religiosa en las escuelas
públicas. Ambas demandas ya han sido expresadas por la Iglesia en México.
Por otro lado, el objetivo de la ofensiva católica es la sociedad laica de
finales del siglo xx que puede mostrar resistencias muy fuertes para
someter su comportamiento y actitudes en relación con temas de interés
para la Iglesia como la planificación familiar o las conductas sexuales, a la
normatividad que pretende imponer la cultura católica. La intensificación
de este proceso de reconquista cultural es un mal augurio para la paz
escolar en México.

37 Idem.
38 Antes de ocupar el cargo público de secreta1io estatal de Educación en Guanajuato,
Fernando Rivern Barroso se había dedicado exclusivamente a la educación privada. Fue asesor
de la Confederación Nacional de Escuelas Particulares y de Asociaciones de Padres de Familia,
coordinador de la Comisión de Instituciones Privadas para el estudio del Proyecto de la Ley
General de Educación del Comité Coordinador de la Educación Privada, y muchas otras
actividades todas orientadas hacia la defensa de la escuela privada. Esta experiencia forzosa-
mente condiciona su visión de la educación pública gunajuatense.
39 El secretario de educación de Jalisco es Efraín González Morfín, quien hasta 1978 fue
dirigente distinguido del PAN, conocido sobre todo como profesor de filosofía y profundo
conocedor de la doctrina social de la Iglesia.

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192 HISTORIA DE LA EDUCACIÓN

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