You are on page 1of 30

Juana Curuchet

RESUMEN
LINGÜÍSTICA Y DISCURSIVIDAD SOCIAL

PUNTOS DE VISTA
AUTORES
SAUSSURE
LINGÜÍSTICA Y DISCURSIVIDAD

ESTRUCTURALISMO Benveniste - Jakobson

SOCIOLÓGICO Bajtín- Volóshinov - Cros


SOCIAL

Austin - Searle
PRAGMÁTICA
Benveniste - Bourdieu
BIOLÓGICO Chomsky

T. ENUNCIACIÓN Benveniste

Esta materia está organizada por puntos de vista. Tenemos diferentes autores, en distintos contextos, que
se preguntan acerca de cuál sería el objeto de estudio de la lingüística. Siempre vamos a tomar como punto
de partida a Saussure, porque este es el precursor de la lingüística, es el primer autor que al dictar el Curso de
Lingüística General comienza a pensar cual sería el objeto y método de estudio de la lingüística. Lo que
Saussure no va a estudiar van a ser: las lenguas o las diferencias entre las lenguas; la historia y la evolución; la
práctica (lo estudian los pragmáticos); el contexto extraverbal (lo estudian los sociológicos); qué mecanismo
cerebral se da para que tengamos signos (lo trabaja Chomsky).

Punto de vista: Saussure


Saussure
Para Saussure el objeto de la lingüística es la lengua y método que plantea es un método sincrónico (un
método sin tiempo). De este modo, planteando como objeto de estudio la lengua, que es concreto e integral,
él se aseguraba que la lingüística iba a ser una ciencia. Porque en este tiempo, a principios de 1900, para que
una disciplina sea científica tenía que cumplir con determinados requisitos, que eran parte del positivismo de
la época. En este sentido, lo primero que se plantea Saussure y el punto de partida de su Curso de Lingüística
General (CLG), es está pregunta: ¿Cuál es el objeto, concreto e integral, de la lingüística?
Este autor plantea que la dificultad era que la lingüística no tenía un objeto de estudio, había que
construirlo. Así, Saussure construye su objeto en función de este objetivo (algo que después Chomsky le critica)
y a partir de esto, logra establecer a la lingüística como una ciencia.
Comienza analizando el lenguaje (algo que después otros autores van a tomar como objeto de estudio) pero
lo descarta porque plantea que es muy heterogéneo. El lenguaje se define como un conjunto de fenómenos
lingüísticos. Al analizarlo, se va a dar cuenta que este conjunto de manifestaciones tiene una parte que social
y una parte que es individual. Por ejemplo, al hablar utilizo una manifestación que es individual, pero también
tiene una parte social que tiene que ver con las asociaciones psíquicas, que nos permite comprender lo que
estoy diciendo.

1|P á g i n a
Juana Curuchet

CIRCUITO DEL HABLA

Entonces, el lenguaje se caracteriza por ser heteróclito, multiforme y que presenta tres dominios del
circuito del habla:
• PSÍQUICO: El cerebro es punto de partida de este circuito, allí los conceptos se encuentran asociados
a las imágenes acústicas, este fenómeno es psíquico.
• FISIOLÓGICO: El cerebro transmite a los órganos de fonación un impulso correlativo a esa asociación,
y en la dirección inversa desde B a A, se transmite un impulso del oído al cerebro, ambos procesos
son fisiológicos.
• FÍSICO: Luego las ondas sonoras se propagan de la boca de A al oído de B, este proceso es puramente
físico.

Estamos en condiciones de afirmar que justamente el lenguaje se presenta de modo HETEROGÉNEO porque
abarca los tres dominios antes descriptos.

El cerebro es punto de partida de este circuito, en donde tenemos un sistema de signos lingüísticos (un
sistema de lengua, un sistema de asociaciones psíquicas) este sistema es un sistema social, porque lo
registramos pasivamente, es impuesto (el sujeto hablante no tiene la posibilidad de elegir las asociaciones
psíquicas, están apoyados en hábitos colectivos). En el sistema de la lengua, los conceptos se encuentran
asociados a las imágenes acústicas, este fenómeno es psíquico. Al pensar este sistema, define cual va a ser su
objeto de estudio. Se posiciona en el terreno de la lengua y la toma como la base para el resto de las
manifestaciones lingüísticas. La lengua para Saussure es esencial, porque nosotros tenemos asociaciones
psíquicas que son las que nos permiten diferenciar la realidad. Entonces el lugar de la lengua es en el cerebro,
donde se asocian estas dos partes, concepto e imagen acústica. Por lo tanto, la lengua así delimitada, es de
naturaleza homogénea. Además, Saussure afirma que la lengua no es una nomenclatura (Conjunto de
términos o palabras), porque en la lengua no hay una etiqueta a las cosas. Para él la lengua no es una
nomenclatura porque no une una cosa y un nombre, sino que une un significado y un significante.
Cualquier cosa que nosotros recibamos pasivamente por el oído, nos va a despertar una asociación
psíquica.

LENGUA HABLA
Homogénea Heterogénea
No premeditada Acto de voluntad e inteligencia
Social Individual
Esencial Accesoria

SISTEMA DE SIGNOS LINGUISTICOS

Entonces, en nuestro psiquismo tenemos este sistema de signos lingüísticos, un sistema de asociaciones
psíquicas. Entonces Saussure va a definir que este sistema de signos, es sistema porque siempre es relacional.
No tenemos un solo signo, tenemos un sistema, porque los elementos del sistema se presentan en relación.
Los signos se relacionan unos con otros en el interior de nuestro sistema de lengua. Esa relación, también va
a ser a la diferencia, porque los signos lingüísticos van a ser diferentes. No vamos a tener nunca dos signos
iguales.
La definición de signo lingüístico: es una entidad psíquica de dos caras, formada por un significado y un
significante. Estos dos elementos, que son psíquicos, están relacionados con un vínculo de asociación. No
puedo pensar en un signo de una sola cara; siempre todas las asociaciones van a tener un sonido, que es lo

2|P á g i n a
Juana Curuchet

que recibimos, que nos dejó la huella (imagen acústica) asociada a la idea que tenemos de ese sonido. Por eso
decimos que es una entidad, porque si bien está formado por dos caras, el signo es toda esa entidad psíquica.
Saussure en primera instancia, piensa que el signo estaría formado por la idea y el sonido, después
reemplaza idea por concepto, sonido por imagen acústica; y, por último, reemplaza el concepto por significado
y la imagen acústica por significante.
Este signo lingüístico tiene dos principios que son: la arbitrariedad del signo y el carácter lineal.

ARBITRARIEDAD DEL SIGNO

Saussure dice que el nexo que une el significante con el significado es arbitrario. No hay motivo por el cual
nosotros tenemos tal o cual asociación psíquica. Esta arbitrariedad viene a justificar la idea de que la
naturaleza del signo es psíquica, porque no hay motivo para que se asocie tal significado con tal significante,
porque no tiene nexo con la realidad (Benveniste le critica no haber incorporado la realidad). Para Saussure
la naturaleza del signo es psíquica, aunque no lo podamos justificar.

CARÁCTER LINEAL

Para Saussure el significante (que es la huella que nos dejó el sonido, la imagen acústica) se organiza
linealmente. Por ejemplo: e-s-t-u-d-i-o =
Se organiza de forma lineal porque toma los caracteres del tiempo. (esto lo podemos relacionar con lo que
plantean los estructuralistas, los niveles de análisis lingüísticos de Benveniste, que retoman esta idea de
carácter lineal).
El carácter lineal del significante lo podemos relacionar con las relaciones sintagmáticas, porque, por
ejemplo, tenemos j-u-n-i-o, un elemento asociado a otro elemento y así sucesivamente. Hay una relación
sintagmática que está determinada.
Entonces, significante se va organizando en función de estas relaciones sintagmáticas que son
determinadas.

MUTABILIDAD E INMUTABILIDAD

Un punto fundamental de Saussure, que se desprende de la arbitrariedad, es la mutabilidad y la


inmutabilidad. Como no hay motivo para que tengamos tal o cual asociación psíquica, esa asociación podrá
ir mutando con el paso del tiempo. La lengua pasa de generación en generación, y puede ser que se produzca
una alteración en la relación significado-significante. Puede ser que se altere el significado o el significante.
Entonces, la mutabilidad implica alteración. La lengua se altera porque es social.
Pero, a su vez, vamos a hablar de inmutabilidad. Porque si bien, puede haber una mutación en la relación
significado-significante, en paralelo, no va a cambiar en su totalidad. Por eso, también es inmutable, porque
la lengua como sistema de signos lingüísticos no se modifica directamente nunca; sufrirán modificaciones
algunos signos. Y esta inmutabilidad, tiene que ver con que nosotros tomamos la lengua tal cual es, como un
producto heredado. En resumen, si bien puede sufrir alguna modificación algún signo, no va a sufrir alteración
la totalidad de la lengua.
Una señal de transito no es un signo lingüístico, el signo es la representación que yo tengo de eso. El símbolo
tiene nexo con la realidad, en el signo no.
El concepto de la arbitrariedad lo va a retomar en el capitulo de valor, cuando plantea dos definiciones
principales: la lengua es forma y no sustancia, y la lengua es un sistema de valores puros. Lo que trata de hacer
Saussure es poder justificar esa arbitrariedad, esa naturaleza psíquica.

Al decir que la lengua es un sistema de valores puros, dice que en la lengua todo es diferencial. Porque
estos elementos (los signos) van a tener un valor diferencial. No vamos a tener dos signos iguales (un signo
lingüístico silla, va a ser diferente a la asociación psíquica sillón). Estos valores son puros, porque la lengua es
forma, el signo tiene una forma especifica que está dado por el recorte arbitrario de dos masas amorfas (el

3|P á g i n a
Juana Curuchet

pensamiento y el sonido). Sustancia sería considerar pensamiento y sonido aisladamente, Saussure dice que
la lengua no es sustancia. En resumen, la lengua hace un recorte y une arbitrariamente el pensamiento y el
sonido (significado y significante). Significado y significante son sustancias, pero cuando hay asociación forman
el signo.
El valor de un signo emana del sistema, recorta, asocia, deslinda, organiza, y le da forma a algo. El valor
esta determinado en el sistema de signo. El orden de la significación hace referencia a un signo como una
entidad. El signo posee significación porque es una entidad cerrada, esta formada por un significado y un
significante. Algo tiene significación por si mismo, pero en relación a otra cosa tiene valor.

Punto de vista: Estructuralismo


Benveniste
Benveniste critica a Saussure:
• Arbitrariedad: Para Benveniste el nexo del significado con el significante no es arbitrario, sino que
es necesario.
• Mutabilidad e inmutabilidad: Para Saussure lo mutable e inmutable estaba en relación a signo y a
la lengua. En cambio, para Benveniste lo mutable e inmutable va a estar en relación a la realidad,
al objeto (puede ser que un objeto que pasa a llamarse de otro nombre, me despierte otra
asociación psíquica).
• Noción de valor: Para Saussure el valor está en el sistema, mientras que para Benveniste va a estar
en relación a la realidad. Tendrá valor si está en nuestro sistema de lengua. Si esta asociada a la
realidad, va a tener valor sino no. (si yo escucho un sonido y ese sonido no pertenece a mi sistema
de lengua no tendrá valor)

Entendemos por lingüística estructural un conjunto de investigaciones que descansan sobre la hipótesis de que
es científicamente legítimo describir el lenguaje como si fuera esencialmente una entidad autónoma de
dependencias internas o, en una palabra, una estructura.

Con el Estructuralismo, la lingüística empieza a constituirse como una ciencia sistemática, formal y
rigurosa en los procedimientos, preocupada por formular el algoritmo del lenguaje.
La tarea del lingüista será, pues, deslindar y describir configuraciones específicas, esa arquitectura singular
que conforman las partes en el todo. Se toma una expresión lingüística nativa, se procede por vía analítica a
una descomposición estricta de cada enunciado en sus elementos, y luego por análisis sucesivos a una
descomposición de cada elemento en unidades cada vez más sencillas. Esta operación tendrá por fin deslindar
las unidades ‘distintivas’ de la lengua.
En efecto, los constituyentes del lenguaje son discretos porque son unidades completas y no unidades
continuas. Por ejemplo, una oración puede estar integrada por cinco, seis o siete palabras (unidades discretas),
pero no por cinco palabras y media o seis palabras con sesenta. Además, el lenguaje presenta una naturaleza
articulada porque se organiza por medio de niveles que relacionados entre sí.
El estructuralismo sostiene dos operaciones específicas de las que dependen las demás: la segmentación
y la sustitución. Analizar una expresión lingüística supone, entonces, segmentarla primero en partes cada vez
más reducidas hasta llegar a los elementos no descomponibles (que constituyen las unidades discretas últimas
de la lengua, los elementos más elementales) y paralelamente identificar tales elementos por las sustituciones
que permiten. Estos elementos básicos no descomponibles se denominan rasgos distintivos o merismas, son
unidades mínimas que pueden concurrir en una unidad de complejidad mayor. Esta unidad es el fonema, un
concepto derivado desde el punto de vista de la estructura lingüística, que remite a los elementos de
articulación despojados de significación. El ensamble selectivo y distintivo de fonemas produce elementos
significantes signos (remite a categorías como morfema, lexema y palabra), que aparecen así como las más
pequeñas de las unidades que comportan significado propio y cuya combinación da lugar a la frase, última
unidad de análisis del nivel superior. (ver ejemplo clase 5)

4|P á g i n a
Juana Curuchet

NIVELES DE ANALISIS LINGUISTICO

NIVEL UNIDAD DE ANALISIS SEGM SUST


• CATEGOREMATICO FRASE SI NO
• SIGNICO/PALABRA PALABRA (LEXEMA) SI SI
• FONEMATICO FONEMA (LETRA) SI SI
• MERISMATICO RASGO DISTINTIVO NO SI
(MERISMA)

RELACIONES

• SINTAGMÁTICAS: relación del elemento con los demás elementos simultáneamente presentes en la
misma porción del enunciado.
EJ: frase: HOY – ES – JUEVES Palabra: H-O-Y E-S J-U-E-V-E-S
• PARADIGMÁTICAS: relación del elemento con los demás elementos mutuamente sustituibles.
La frase no es posible sustituirla, se puede sustituir una palabra por otra.
EJ: ESA – LA MUCHACHO – HOMBRE.

Jakobson

El funcionalismo europeo, del cual Jakobson es uno de los representantes más destacados, pone el acento
tanto en la función de las unidades lingüísticas como en las estructuras que ellas forman, considerando la
función esencial del instrumento que es una lengua, la de la comunicación

LA NOCION DE CODIGO

El Funcionalismo de Jakobson concibe a la lengua como un código que permite que las personas entren en
relación unas con otras; es más, desde este punto de vista, los cambios que presentan las lenguas en el eje de
la diacronía se conciben como mecanismos a los que apelan las lenguas para adaptarse del modo más
económico posible a satisfacer las necesidades de comunicación de los hablantes.
Se sostiene, además, que la lengua no manifiesta su existencia más que por el discurso. Así, la oposición
Lengua/Habla saussureana se reinterpreta, al poner el acento en la comunicación, particularmente, en las
nociones de código y mensaje.
El código es pensado por Jakobson como un repertorio de unidades léxicas, como un fichero de
representaciones prefabricadas, como un conjunto de posibilidades ya previstas y preparadas.
Un hablante en su elección de palabras no es libre, sino que debe tener en cuenta lo que le ofrece el código;
pero no olvidemos que el mecanismo de la lengua no consiste sólo en seleccionar determinadas entidades de
un repertorio, sino en poder combinarlas en un nivel de complejidad cada vez más elevado. En su actividad de
hablar, un hablante selecciona palabras y las combina formando secuencias de acuerdo con el sistema
sintáctico de la lengua que emplea. Los dos modos según los cuales los hablantes combinan los elementos
lingüísticos son la concatenación y la concurrencia.

MODELO COMUNICACIONAL

El punto de vista de vista de Jakobson es la lengua como instrumento de comunicación, ésa es su función
primordial. Su abordaje comunicacional persigue o busca delimitar y determinar la esencia misma del acto
comunicacional, bajo el presupuesto de que siempre que nos hablamos nos comunicamos o, mejor dicho, es
porque necesitamos entendernos unos con otros que hablamos. Es por esto que en su elección de palabras el
hablante no sólo está limitado por el código sino por elegir palabras que tiene en común con la persona a
quien se dirige.

5|P á g i n a
Juana Curuchet

Jakobson monta su teoría de la comunicación con el objetivo de buscar la esencia del acto de comunicación
en lo que hace a un intercambio óptimo de información; es por esto que busca la relación entre teoría de la
información y la ingeniería de la comunicación con la Lingüística: se pregunta entonces cuál es exactamente
la relación entre la ingeniería de la comunicación y la Lingüística.
Así como la teoría de la información tiene como objetivo aislar de sus contextos particulares aquellas
representaciones invariables; la lingüística estructural tiene como objetivo llegar a la formulación de
invariantes relacionales. Ambas disciplinas trabajan en base a la oposición binaria: cuando los ingenieros de
la comunicación definen la información selectiva de un mensaje como la cantidad mínima de decisiones
binarias que permiten al receptor reconstruir lo que necesita deducir del mensaje a partir de los datos de que
se dispone, tal fórmula puede aplicarse al papel de los rasgos distintivos en la comunicación verbal. Así, la
teoría de la comunicación puede ofrecer una serie de incentivos a la lingüística: un proceso de comunicación
“normal” funciona con un codificador y un decodificador. El decodificador recibe el mensaje, conoce el
código. El mensaje es nuevo para él y, en virtud de este código, interpreta el mensaje.
Los ingenieros de la comunicación presuponen un “sistema realizable” de posibilidades preconcebidas más
o menos común al Emisor y al Receptor de un mensaje verbal, y la lingüística saussureana, a su vez, introduce
la noción de lengua, que hace posible un intercambio de habla entre los interlocutores.
El problema más esencial de la comunicación de la comunicación “eficaz” es el de la comunidad de código
entre Emisor y Receptor que está en la base del intercambio de mensajes. Así, las nociones de código y
mensaje pertenecientes a la teoría de la información, deben suplantar a las de lengua y habla, si el objetivo
es la lengua como instrumento de comunicación.
Es por esto que para Jakobson no hay propiedad privada del lenguaje: todos, afirma, al hablar con una
persona desconocida tratamos de modo consciente o no, de establecer un vocabulario común, ya para
hacernos entender o hasta para deshacernos de él, nos servimos de los términos de nuestro destinatario. En
el lenguaje todo está socializado; desde el momento en que el intercambio verbal exige por los menos dos
comunicantes, no existe la propiedad privada en el lenguaje.
El código ya está presente como previsto, preconcebido, homogéneo, en tanto es el mismo tanto para el
Emisor como para el Receptor. El código, además, no se construye, pues los signos y símbolos que lo
componen ya están presentes en el lenguaje de la comunidad. De este modo, E y R se definen como usuarios
y también, observadores y copartícipes potenciales y reales en el intercambio de mensajes.

EL CARÁCTER DOBLE DEL LENGUAJE: LAS OPERACIONES DE SUSTITUCION Y CONTIGUIDAD

Jakobson retoma las relaciones sintagmáticas y asociativas pensadas por Saussure.


Hablar supone dos operaciones: seleccionar determinados signos lingüísticos y combinarlos en oraciones,
lo que implica concurrencia de entidades simultáneas y concatenación (encadenamiento) de entidades
sucesivas.
Todo signo lingüístico se dispone según dos modos de relación: la combinación y la selección. La
combinación implica tener en cuenta el contexto, entendiendo por tal a la ocurrencia de un signo en la cadena
sucesiva, en tanto un signo -por ejemplo, un fonema- está formado de otros signos constitutivos y a la vez
aparece en combinación con otros signos en la frase. Un signo puede servir como contexto para las unidades
mínimas y a la vez, encontrar su propio contexto en una unidad lingüística de un orden superior como la frase.
La combinación y la contextura forman parte entonces de la misma operación. La selección u opción entre dos
posibilidades implica que se puede sustituir una de ellas por la otra - un signo puede ser sustituido por otro
que forme parte del mismo paradigma-. Esto muestra cómo la lengua emplea ambos modos de relación, en
tanto un signo puede sustituirse por otros signos más explícitos del mismo código y, además, combinarse con
otros signos dentro de la cadena sintagmática definiendo así su significado contextual.
De esta caracterización surge la descripción de los dos tipos básicos de afasia: el trastorno de la semejanza
en el que un hablante no puede ni seleccionar ni sustituir y el trastorno de la contigüidad, en la que un
hablante no puede ni combinar ni contextualizar.
En el trastorno de la semejanza el contexto se constituye en el factor decisivo para poder hablar ya que al
no poder seleccionar no pueden nombrar, por lo tanto, las operaciones en las que interviene la selección
serán reemplazadas por las basadas en la combinación. Por ejemplo, un paciente de este tipo que no consiga

6|P á g i n a
Juana Curuchet

recordar la palabra negro describirá este color diciendo "lo que se hace por los muertos". Cuando la capacidad
de efectuar selecciones está seriamente dañada y se conserva la capacidad de combinación, la contigüidad es
la que determina la totalidad de la conducta verbal en este tipo de pacientes.
En el trastorno de la contigüidad el código es el que se constituye en el factor decisivo para hablar. Estos
pacientes no pueden formar oraciones porque no pueden combinar. Disminuye entonces la extensión de las
frases, se pierden las reglas sintácticas y fundamentalmente, lo primero que desaparece son las palabras
utilizadas para combinar: preposiciones, conjunciones y artículos. Como falla la contextura, el paciente maneja
semejanzas y cuando identifica algo lo hace de modo metafórico. Por ejemplo, en lugar de decir: "encendé el
mechero de la cocina" va a decir "fuego"

TRASTORNO DE LA SEMEJANZA TRASTORNO DE LA CONTIGUIDAD


FACTOR DECISIVO PARA CONTEXTO CODIGO
PODER HABLAR
CONSECUENCIA NO PUEDEN NOMBRAR PORQUE NO PUEDEN NO PUEDEN FORMAR ORACIONES PORQUE NO
SELECCIONAR PUEDEN COMBINAR
EXPLICACION CUANDO LA CAPACIDAD DE EFECTUAR COMO FALLA LA CONTEXTURA, EL PACIENTE
SELECCIONES ESTA DAÑADA Y SE CONSERVA LA MANEJA SEMEJANZAS Y CUANDO IDENTIICA
CAPACIDAD DE COMBINACION, LA CONTIGUIDAD ALGO LO HACE DE MODO METAFORICO
ES LA QUE DETERMINA LA TOTALIDAD DE LA
CONDUCTA VERBAL EN ESTE TIPO DE PACIENTES,

Jakobson correlaciona estas operaciones con dos figuras de la tradición retórica: la metáfora y la
metonimia. La metáfora puede definirse como una transposición basada en la analogía (semejanza de
sentidos) La metáfora, entonces, constituye una relación en ausencia, es decir, una relación paradigmática.
La metonimia es una transposición por contigüidad. Lo que hay aquí es un vínculo existencial entre la
expresión y el significado literal. La metonimia, entonces, constituye una relación en presencia, es decir, una
relación sintagmática. Así, la reformulación de las relaciones sintagmáticas y asociativas de Saussure, le
permite a Jakobson no sólo caracterizar los dos tipos de afasia, sino, y fundamentalmente, caracterizar las dos
grandes directrices semánticas mediante las cuales puede engendrarse un discurso.
Jakobson ve en la metáfora y la metonimia la base de la formación del sentido de todo sistema semiótico.

Punto de vista: Biológico


Chomsky
Chomsky es el autor principal de la última parte de la década de los ’90, porque marca un quiebre o ruptura
en la lingüística a nivel científico, epistemológico e histórico porque el empieza a pensar en función qué es lo
que pasa en nuestro cerebro que hace que podamos tener el conocimiento de la lengua. Entonces, comienza
a plantear ideas justificadas desde el punto de vista biológico algo que hasta ese momento nadie se había
preguntado, porque hasta ese momento se asumía la lingüística estructuralista. Chomsky piensa que la base
está en el problema de Platón, el cual se pregunto ¿cómo es posible que alguien adquiera el conocimiento de
una lengua a partir de estímulos tan pobres, escasos, fragmentarios? ¿Y cómo es que sin instrucción se
aprende a la perfección el conocimiento de esa lengua? Para Chomsky, la respuesta al problema de Platón
está dada por la Gramática Universal (GU); este es su punto universal, porque es su punto de partida, en la
década del ’60. Su hipótesis es que la GU es una capacidad innata, con esto se refiere, a que es una capacidad
que poseemos todos los individuos, porque es común a la especie humana, que es la que nos permite adquirir
el conocimiento del lenguaje, en tanto haya una experiencia presente. Es decir que, la GU es esa facultad
lingüística con la que ya nacemos, no es aprendida, algo que es previo a la experiencia, la que nos permite
adquirir el conocimiento de la lengua. Tiene que haber experiencia para que esa capacidad innata se
transforme en la lengua, que sería nuestra lengua I. Todas estas ideas de Chomsky se enmarcan dentro del
generativismo o el Proyecto de Investigación de Gramática Generativa Chomskiana, donde él supone que

7|P á g i n a
Juana Curuchet

hay un sistema de principios innatos, que son comunes a todas las lenguas y a la especie, con la que nacemos
los sujetos.
A partir de la década del ’60 hasta los ’90, él se va a preguntar por la naturaleza, el origen y el uso del
lenguaje, que son las preguntas que guían el resto de las investigaciones. La GU es un concepto dentro de este
proyecto. Chomsky tiene una base innatista, por eso retoma la idea de Platón de la teoría de la reminiscencia
(si aprendemos algo en esta vida es porque antes teníamos el conocimiento). Entonces Chomsky es innatista
(porque sostiene que hay capacidades innatas), universalista (porque sostiene que esta capacidad es
universal), también sostiene que hay módulos internos que hace a esa facultad lingüística, y se plantea una
psicología individual (por lo tanto, no va a estudiar las regulaciones sociales, ni las regulaciones culturales que,
por ejemplo, trabajan los sociológicos o los pragmáticos). Por último, en este primer gran parte de Chomsky
en los ’60, él critica las ideas Saussureanas y a las estructuralistas, entonces, marca el desplazamiento del
objeto de estudio de lengua exteriorizada (E) a lengua interiorizada (I). La lengua exteriorizada se concibe de
modo exterior al estado mente-cerebro y se concibe como un sistema de enunciados externos, como un
sistema de hábitos como lo planteaban los conductistas; y a su vez, esta lengua es como si tuvieras un
artefacto, un constructo que no es real. Chomsky dice que esta lengua exteriorizada no es un objeto real de
estudio, lo que hay que estudiar es el interior, es la lengua interiorizada (I). La Lengua I si será una estructura
cerebral que va a ser dependiente del estado mente-cerebro, en cual hay que preguntarse ¿qué es lo que
conoce ese sujeto que tiene lengua? ¿qué pasa en esa persona que conoce esa lengua? Por eso se dice que
Chomsky es una vuelta al realismo, porque marca el desplazamiento del objeto de estudio y planta un objeto
que es real.

El objetivo del proyecto chomskiano, desde sus inicios, consiste en producir la mejor ciencia de las lenguas
naturales. Es un programa de investigación. Esto significa que la totalidad de sus trabajos deben ser
entendidos como distintos estadios de un desarrollo científico del lenguaje humano; esto es, no vamos a
encontrar en ellos el compendio de una teoría cerrada y completa.
La Facultad del Lenguaje (GU) como una capacidad lingüística humana de carácter biológico que todos
nosotros traemos al nacer. Pero lo que sí se ha producido a lo largo del proyecto chomskiano es que este
núcleo duro sufrió cambios radicales. Uno de esos cambios, es el referido al contenido que se le ha atribuido
a la Facultad del Lenguaje en lo que hace al contraste entre el Modelo de Principios y Parámetros y el
Minimalismo Biolingüístico en el que se lleva a cabo una notable reducción de la GU.

MINIMALISMO

El Minimalismo apunta a comprender la función y el diseño de la facultad del lenguaje y, por lo tanto, hacia
la comprensión de cuál es la mejor teoría que puede desarrollarse para explicar ahora esa función y ese diseño.
Es en este sentido que se refiere a una teoría "óptima" acerca del lenguaje. Si este intento resulta exitoso, la
lingüística progresa no sólo por resolver el Problema de Platón sino en otros aspectos, fundamentalmente en
los aspectos epistemológicos y metodológicos.
La Facultad del lenguaje (FL) es un sistema especializado en el almacenamiento y manipulación de datos
relacionados con el sonido, el significado y la organización estructural de los ítems léxicos. La FL procesa datos
encaminados a servir a los sistemas de actuación relacionados con el pensamiento simbólico y la activación
motriz de los órganos vocales. En suma, lo que diferencia a los seres humanos de los primates superiores, lo
que cambia en los seres humanos, es que la facultad de lenguaje debe satisfacer condiciones impuestas por
la interfaz.
Las expresiones lingüísticas deben ser la realización óptima de las condiciones de interfaz. Esto se enuncia
en la Tesis Minimalista Fuerte (TMF), según la cual, el diseño óptimo de la F.L será el que satisfaga las
condiciones impuestas por la interfaz A.P (articulatorio perceptual) y C.I (conceptual intencional)
respectivamente. Si las expresiones de una lengua satisfacen la TMF serán “visibles” a la interfaz. Dicho de
otra manera, para que una expresión sea visible debe estar bien formada de acuerdo a los requerimientos de
los sistemas A.P y C.I.

8|P á g i n a
Juana Curuchet

LA FACULTAD DEL LENGUAJE EN EL MINIMALISMO BIOLINGUISTICO

Chomsky pone todo su empeño ahora en investigar al lenguaje como un objeto natural, es decir, como
cualquier otro sistema biológico, en la medida en que cree que las respuestas a estas cuestiones son
fundamentales no solo para comprender la naturaleza y el funcionamiento de los organismos y sus
subsistemas sino también para investigar su crecimiento y evolución. De este modo, la FL está a la par con los
sistemas de visión de los organismos o cualquier otro sistema y es por esto que puede estudiarse como
parte del mundo natural. El marco minimalista, no solo tiene como objetivo solucionar el problema de la
adquisición del lenguaje, sino que quiere ir “más allá de la adecuación explicativa”, y pretende ofrecer una
explicación fundamentada, de las propiedades del sistema cognitivo lingüístico basada en principios.
Los tres componentes del modelo minimista de adquisición del lenguaje (la GU, los estímulos lingüísticos
del entorno y las condiciones externas) se corresponderían, así, con los tres factores que intervienen en la
evolución de las especies: a) la información genética (canales del desarrollo predeterminados, mutaciones al
azar), b) la selección natural (la adaptación a las presiones ambientales) y c) restricciones estructurales, leyes
generales de la física o de la química que limitan la variedad y la forma de los organismos y los sistemas
complejos.

COMPONENTES DEL MODELO MINIMISTA DE ADQUISICION FACTORES QUE INTERVIENEN EN LA EVOLUCION DE LAS
DEL LENGUAJE ESPECIES
GU LA INFORMACION GENETICA
ESTIMULOS LINGUISTICOS DEL ENTERNO LA SELECCIÓN NATURAL
CONDICIONES EXTERNAS RESTRICCIONES ESTRUCTURALES

La intención del Minimalismo de estudiar el lenguaje como un objeto natural implica asumir que en la
explicación de su crecimiento y evolución entran en juego los tres factores que intervienen en la evolución de
las especies. De esos tres factores, el Minimalismo Biolingüístico hace foco en el tercer factor.
El Biolingüismo considera entonces que los tipos de principios del tercer factor que pueden ayudarnos a
explicar las propiedades de la facultad del lenguaje son dos: por un lado, principios de arquitectura estructural
y, por el otro, condiciones de economía o eficiencia computacional.
Dando por sentado que la facultad del lenguaje contiene tres sistemas, el sistema cognitivo, el sistema A.P
y el sistema C.I, y que dichos sistemas se conectan entre sí, los principios de arquitectura estructural del tercer
factor son principios explicativos relacionados con las “condiciones de interfaz” impuestas sobre el sistema
cognitivo lingüístico por los sistemas articulatorio-perceptual y conceptual-intensional con los que
interacciona.
El segundo tipo de principios del tercer factor que explican por qué la facultad del lenguaje tiene las
propiedades que tiene son las condiciones de computación eficiente que el sistema cognitivo lingüístico debe
respetar en tanto que sistema computacional. Estas son condiciones que afectan a cualquier sistema de este
tipo y que son, no solo extralingüísticas, como los principios de arquitectura estructural, sino también externas
al organismo.
Luego de identificar las clases de principios del tercer factor que podrían explicar las propiedades de la
facultad del lenguaje, el Biolingüismo pone entonces en marcha la Tesis Minimalista Fuerte. Someterá a
prueba esta idea, se empeñará en comprobar hasta qué punto esta Tesis es cierta y tratará de determinar qué
propiedades de la facultad del lenguaje encuentran su explicación en condiciones del tercer factor y cuáles no.
La búsqueda minimista de una explicación de las propiedades del lenguaje a partir de principios del tercer
factor trae como consecuencia el hecho de intentar reducir al máximo el contenido de la GU. La razón es que
atribuir demasiadas propiedades a la GU (la dotación genética para el lenguaje) equivaldría a renunciar a
explicarla de manera independiente, en los términos de la Tesis Minimista Fuerte.
El siguiente objetivo que ahora persigue: explicar las propiedades de la facultad del lenguaje por medio
de principios del tercer factor. Solo con una GU infradeterminada se puede ofrecer una explicación plausible
de la evolución del lenguaje.
Chomsky tiene una visión rupturista de la evolución del lenguaje frente a la postura de continuidad. La
cuestión "continuidad versus exaptación" gira en torno al problema de si el lenguaje humano evolucionó por

9|P á g i n a
Juana Curuchet

la extensión gradual de sistemas de comunicación preexistentes, o si los aspectos importantes del lenguaje
han sido exaptados de su anterior función adaptativa.
Chomsky sostiene que uno de los objetivos es establecer una conexión más fuerte entre la Biología y la
Lingüística mediante la identificación de los puntos de contacto y acuerdo entre ambos campos. En la medida
en que esto se logre, se logrará clarificar la perspectiva biolingüística en el lenguaje y su evolución. Según la
postura rupturista, las propiedades específicas del lenguaje humano surgieron hace muchos años,
posiblemente como resultado de una mutación genética que produjo cambios en el cerebro de una pequeña
población en el linaje de los homínidos. Si se acepta esta concepción discontinuista de la evolución del
lenguaje, el asunto está entonces en afrontar lo que se denomina el “problema de Darwin”: ¿cómo surgieron
hace tan poco tiempo, y de manera tan abrupta, las propiedades cualitativamente distintas que caracterizan
al lenguaje humano? En opinión de Chomsky, la solución a este problema pasa por asignar el menor contenido
posible a la GU, dado que “cuanto menor sea el peso de la información genética (en este caso, la GU) a la
hora de determinar el desarrollo de un organismo, más factible es el estudio de su evolución”
Una GU minimizada tiene, básicamente, dos componentes: un conjunto de rasgos (o propiedades
lingüísticas) con el que se forman unidades léxicas y un mecanismo computacional, la operación de Ensamble,
que combina las piezas léxicas para construir expresiones lingüísticas complejas.
La teoría de las propiedades nucleares del lenguaje (la Gramática Universal) debe proporcionar, primero,
un inventario estructurado de unidades léxicas posible; y segundo, mecanismos para construir a partir de estas
unidades léxicas la infinita variedad de estructuras internas que participan en el pensamiento, la
interpretación, la planificación y otras acciones de la mente humana.
La operación de Ensamble, en concreto, aplicada de manera recurrente e ilimitada permite captar una de
las propiedades más definitorias del lenguaje humano: la infinitud discreta, la capacidad de producir un
número potencialmente infinito de expresiones jerárquicamente estructuradas a partir de un número finito
de unidades. En este sentido, la tarea fundamental de la lingüística teórica es comprender cómo una Lengua-
I permite hacer un uso infinito de recursos léxicos finitos y es a esta característica de la FL que Chomsky
denomina infinitud discreta. En conclusión, la GU está formada esencialmente, ahora, por un inventario de
rasgos léxicos y por una única operación computacional de Ensamble, a la que volveremos más adelante.
Chomsky indaga en torno de la discusión sobre la especificidad y unicidad del lenguaje humano. Bajo este
objetivo distingue dos concepciones distintas de la facultad del lenguaje, una más general y abarcadora, la
facultad del lenguaje en sentido amplio (FLA), y otra más restringida y excluyente, la facultad del lenguaje
en sentido estricto (FLE)
La FLA, por lo tanto, involucra todas las capacidades que participan en el lenguaje, con independencia de
que sean específicas de este dominio cognitivo o exclusivamente humanas. La facultad del lenguaje en sentido
estricto (FLE) es un subcomponente de la FLA y solo está compuesta, en cambio, por propiedades específicas
del lenguaje y específicas de la especie.
El componente medular de la FLE son los mecanismos computacionales de la recursividad (para el
Minimalismo Biolingüístico, recordemos, la recursividad está dada por la operación de Ensamble) que dan
lugar a la propiedad de infinitud discreta a la que aludimos antes. Así, un hecho elemental sobre la facultad
de lenguaje es que es un sistema de infinitud discreta. Llamamos “Ensamble” a cualquier sistema como este
está basado sobre elementos primitivos que toma objetos ya construidos y construye a partir de ellos un
nuevo objeto: en el caso más simple, el conjunto de estos objetos.

PROYECCION A LAS INTERFACES

La FLE es un sistema computacional (sintaxis estricta) que genera representaciones internas y las proyecta
a la interfaz del sensorio-motor a través del sistema fonológico y en la interfaz conceptual intencional por el
sistema semántico (formal). Todos los enfoques coinciden en que una propiedad del núcleo del FLE es
recursividad, atribuido a la sintaxis estricta. FLE toma un conjunto finito de elementos y produce una variedad
potencialmente infinita de expresiones discretas. Esta capacidad de FLE se denomina infinitud discreta (una
propiedad que caracteriza también a los números naturales). Una meta del estudio de la FLE y, más
ampliamente, de la FLA es descubrir como la facultad del lenguaje satisface estas condiciones básicas y

10 | P á g i n a
Juana Curuchet

esenciales. Las oraciones se construyen a partir de unidades discretas: hay oraciones de 6 y de 7 palabras, pero
no oraciones de 6,5 palabras.
La tarea a la que se enfrentan los investigadores es, entonces, comparar el lenguaje humano con los
sistemas de comunicación animal y con otros dominios cognitivos y determinar qué propiedades de la
“proyección a las interfaces” se integran o en la FLE (son exclusivas tanto de la especie como del lenguaje), o
en la FLA (son compartidas por otras especies o están presentes en otros dominios cognitivos).
La recursividad, tal y como se manifiesta en el lenguaje humano, es una propiedad exclusiva de nuestra
especie, que no se encuentra en ninguna otra especie animal. Distintos estudios muestran que se puede
observar algo semejante a la recursividad en el canto de las aves y de otras especies, como las ballenas, en el
que la combinación reglada de notas da lugar a unidades mayores con una limitada estructura jerárquica.
Chomsky acepta que la FLA puede ser una adaptación evolutiva para la comunicación, pero rechazan esa
misma hipótesis para la FLE.

LOS SUPUESTOS DEL PROGRAMA MINIMALISTA

• La facultad del lenguaje es un componente del cerebro humano.


• La facultad del lenguaje tiene al menos dos componentes: el sistema cognitivo y unos sistemas de
actuación o sistemas externos. El primero almacena información, los segundos acceden a esta
información y la utilizan de distintas formas. El sistema cognitivo consta, a su vez, de un sistema
computacional que es el componente sintáctico en un sentido amplio y del lexicón, el primero utiliza los
elementos del lexicón para generar expresiones/ derivaciones y el segundo especifica los elementos que
entran dentro del sistema computacional.
• El sistema cognitivo interactúa con los sistemas de actuación o externos por medio de niveles de
representación lingüística, también llamados niveles de interfaz: a través del nivel de FF (forma fonética)
interactúa con el sistema articulatorio-perceptual (A-P), y por medio del nivel de FL (forma lógica) lo hace
con el sistema conceptual-intensional (C-I).
*leer clase 7, 8 y 9*

Punto de vista: Pragmática


Austin
La pragmática estudia el significado del lenguaje en uso y su contexto.
➢ El lenguaje no es exclusivamente descriptivo.
➢ El enunciado puede diferenciarse de diferentes funciones, pero la única no es describir el estado de las
cosas.
➢ En otras ocasiones puede cumplir con una acción.
➢ NO describe el estado de las cosas sino una acción.
(los enunciados no descriptivos adquieren un propio dentro de la reflexión filosófica.
Austin va a recuperar el habla, que era lo que había sido dejado de lado por Saussure.
Va a revalorizar el lenguaje corriente o cotidiano, concibiéndolo como un instrumento, una herramienta
útil empleada por generaciones que lo han ido ajustando a las necesidades de cada momento.
Austin se inscribe en la llamada "filosofía del lenguaje ordinario" que, a grandes rasgos, se concentraba
en torno a los siguientes supuestos:
• Los problemas filosóficos demandan para su tratamiento del uso de un lenguaje claro y simple.
• Los problemas filosóficos en realidad son pseudo problemas porque son problemas de lenguaje,
problemas que surgen cuando el lenguaje ordinario o natural es sacado de los contextos en donde cumple
cabalmente su función. Puesto que el lenguaje es una forma de vida, no puede considerárselo
aisladamente.
• La tarea filosófica consiste básicamente en la elucidación de conceptos ordinarios, incorporados al
lenguaje común (atención a esto porque es la base de lo que constituirá su objeto de estudio). Hacer

11 | P á g i n a
Juana Curuchet

filosofía es poner en claro el complejo aparato conceptual presupuesto en el empleo ordinario de las
palabras y expresiones cruciales que, en su mayoría, pertenecen al lenguaje cotidiano.
• El lenguaje ordinario o natural recoge las principales distinciones que vale la pena hacer, por lo menos en
todos los aspectos prácticos de la vida humana. En consecuencia, un estudio detenido de él, hecho con
paciencia y minuciosidad, permite resolver todos los problemas filosóficos genuinos relativos a aquellos
aspectos.
• Los problemas filosóficos demandan, como tarea previa e indispensable, dominar adecuadamente el
cúmulo de distinciones y la riqueza de matices que exhibe el lenguaje ordinario. Austin se pregunta: ¿por
qué apresurarnos a buscar nuevas formas de discriminación conceptual sin haber examinado
previamente las numerosas distinciones que encierra el lenguaje ordinario?

La pragmática va a recuperar el habla elaborando la conocida “Teoría de los actos de habla”, de aquí nace
la idea de que el lenguaje no es exclusivamente descriptivo, el tema de a verdad no es lo único que debe
interesar en la filosofía del lenguaje porque el lenguaje tiene otras funciones que no se limitan a describir, a
informar, sino que, tiene muchísimas otras funciones que hay que estudiar. Por ejemplo, el lenguaje puede
ser considerado como acción.
Este autor va a hacer una distinción entre oraciones y enunciados. La oración es un tipo de estructura
gramatical que es abstracta y que no es realizada, es decir, es un enunciado que no se hace en una realización
concreta, no esta emitida por un hablante. Y como es algo abstracto, solamente puede evaluarse en términos
estrictamente formales. En cambio, el enunciado es un tipo de acción porque es una realización concreta de
una oración emitida por un hablante concreto, en una circunstancia determinada.
La filosofía del lenguaje se va a dedicar al estudio de los enunciados, los actos de habla es el estudio de los
enunciados, NO de la oración.

MODOS DE LA COMUNICACIÓN
En los actos de habla se pueden distinguir dos tipos de enunciados: constatativo o descriptivos y los
performativos o realizativos.

CONSTATATIVOS O DESCRIPTIVOS PERFORMATIVOS O REALIZATIVOS


COMO SON LAS COSAS HACER COSAS
SE LIMITAN A DESCRIBIR NO REGISTRAN HECHOS
SON SUSCEPTIBLES DE SER VERDADEROS O FALSOS NO SON SUSCEPTIBLES DE SER VERDADERO O FALSO
EJ: JUICIOS, PROPOSICIONES, AFIRMACIONES. EJ: PROMETER, INAUGURAR, DECLARAR, EXPULSAR.

Estos enunciados performativos o realizativos no son ni verdaderos, ni falsos, pero si pueden ser
afortunadas o desafortunadas, dependiendo las circunstancias en la que se emite. No todo se puede decir de
cualquier modo, o en cualquier situación, o decir determinadas cosas. Por ejemplo, por mas que yo diga “los
declaro marido y mujer” mi acción no vale de nada, porque no soy la autoridad competente para decirlo. Para
que sean adecuados deben cumplir determinadas reglas; Austin norma 6 reglas que se deben cumplir y cuando
se infligen estas reglas, se dice que el enunciado es desafortunado o que se comete un infortunio.

Las reglas o condiciones que, según Austin, se aplican a los actos ritualizados son:
1) La existencia de un procedimiento convencional que incluya la emisión de determinadas palabras por
parte de determinadas personas y en determinadas circunstancias. (Para que sea afortunada la emisión de un
enunciado realizativo, ese enunciado debe ser realizado mediante un procedimiento convencionalmente
establecido y aceptado que manifieste un efecto convencional, por ejemplo, si “los declaro marido y mujer”
lo esta diciendo un sacerdote, dentro de una iglesia, delante de dos personas que quieren casarse)
2) Las personas y circunstancias que concurren deben ser las apropiadas para el procedimiento. (Si el que
dice “los declaro marido y mujer no es un sacerdote” no tiene la autoridad para declararlos marido y mujer
ese enunciado no esta cumpliendo con esta regla)

12 | P á g i n a
Juana Curuchet

3) Todos los participantes deben actuar de la forma requerida por el procedimiento. (Si uno de los dos fue
obligado. Los participantes no están actuando de la forma requerida, por lo tanto, el casamiento seria nulo)
4) Además, deben hacerlo así en todos los pasos necesarios. (si se omite algún paso de la ceremonia
tampoco sería enunciados afortunados)
5) Cuando el procedimiento requiere que las personas que lo realizan alberguen ciertos pensamientos o
disposiciones de ánimo, deben tenerlos. (En este caso, tiene que ver con los factores intencionales, psíquicos,
mentales de los participantes. Realmente debo tener la intención de prometer a mi esposo respetarlo toda la
vida, sino el acto no sería sincero)
6) Además, los participantes deben comportarse efectivamente de acuerdo con tales pensamientos.

Basándose en la violación de alguna de las reglas anteriores. Austin va a desarrollar la Teoría de los
Infortunios. Lo infortunios son fallos o violaciones a la correcta aplicación de las reglas de uso del lenguaje en
la comunicación
Austin realiza una clasificación de los infortunios:

INFORTUNIOS

DESACIERTOS ABUSOS

ACTO NULO ACTO “HUECO”

MALAS MALAS ACTOS INCUMPLIMIENTOS


APELACIONES EJECUCIONES INSINCEROS

? MALAS ACTOS ACTOS


APLICACIONES VICIADOS INCONCLUSOS

Austin realiza una clasificación de los infortunios, esto puede ser que nos lleve a desaciertos, por ejemplo,
el caso de las malas apelaciones (si en una boda el oficiante de la boda invierte el orden de las distintas partes
de la que consta el acto, entonces, el acto que se intento hacer queda nulo, o por ejemplo si una boda católica
se celebra en una playa también ese acto esta viciado porque es nulo, porque la ceremonia católica se puede
celebrar en una iglesia). Puede pasar también que haya una mala ejecución del enunciado performativo que
el acto queda inconcluso, que también llevaría a un acto nulo (por ejemplo, que el oficiante de la ceremonia
omita algún paso de la misma, eso llevaría a un acto inconcluso y nulo). También puede que esos enunciados
performativos tengan malas aplicaciones (por ejemplo, que el enunciado “te bautizo en el hombre del padre,
del hijo, del espíritu santo”, quien emite ese enunciado no es la autoridad adecuada para serlo, si yo digo eso
no va a tener validez; otro ejemplo es que si estando casada le digo a mi marido “me divorcio de vos”, con el
solo hecho de decirlo no hay divorcio, para que haya divorcio se necesita un juez que lo declare).
Después tenemos los abusos, que es cuando el acto es llevado a cabo en circunstancias no adecuadas, o
porque el acto no se adecua con las intenciones, sentimientos o pensamientos, del que ejecuta la emisión;
cuando no hay adecuación entre lo que se dice y entro lo que se piensa o lo que se siente, por eso por eso
puede ser que sean actos insinceros (por ejemplo si yo digo “te pido perdón” pero esa petición no alberga
esas intenciones, no hay una adecuación entre lo que siento y lo que estoy pidiendo; o si le digo a alguien
“quiero otro plato de comida” cuando no quiero otro plato de comida, esto es un acto que no es sincero). O
puede que prometa cumplir algo, sin la intención de cumplirlo, esto lo llamo actos incumplidos (por ejemplo,

13 | P á g i n a
Juana Curuchet

“te prometo que voy a ir a tu cumpleaños”, pero se que no voy a cumplir esa promesa; esto es un abuso, un
acto hueco, un incumplimiento).

TRICOTOMIA DE LOS ACTOS DE HABLA


Este autor comienza a cambiar esa distinción que él hace entre enunciados constatativos y enunciados
performativos, al encontrarse con numerosos enunciados que sin ser realizativos (performativos) presentan
las características de estos (por ejemplo, “gire”, “yo giraría”, “estaré allí”; estos enunciados sin tener las
características de un enunciado realizativos si lo son aunque no de manera explícita) Para resolver este
problema elabora una distinción entre tres niveles en el acto enunciativo, que es lo que se conoce como la
tricotomía de los actos de habla.
Distingue tres niveles en el acto enunciativo:
• Acto locucionario: es el hecho mismo de hablar o decir algo (de producir una emisión). Y va a
comprender tres tipos de actos diferentes, es decir, dentro del acto locutivo tenemos el acto fónico
(la emisión de sonido), el acto fático (la emisión de palabras) y el acto rético (la emisión de tales
palabras con un sentido y una referencia)
Ejemplo: “préstame tu cuaderno”
• Acto ilocucionario: El acto que se realiza por medio de la emisión. Es la intención o propósito que
tiene el emisor al expresar la oración. Siempre el acto ilocucionario se va a realizar con determinados
verbos, no todos los enunciados son ilocutivos (por ejemplo, aconsejar, pedir, suplicar, prometer,
bautizar; son verbos que se hace aquello que se dice)
Ejemplo: Pedir el cuaderno
• Acto perlocucionario: Es lo que se consigue o realiza al proferir un enunciado. El efecto que produce
el hecho de haber emitido ese enunciado (por ejemplo, yo le pedí el cuaderno y eso produjo un
efecto en la otra persona que hizo que me preste el cuaderno)
Ejemplo: Que le preste el cuaderno.

En los enunciados performativos estos actos se realizan de manera simultánea.

El que continua la línea de investigación va a ser Searle.

Searle
John Searle continuo y desarrolló la línea de investigación iniciada por Austin. Pero hay algunas cosas de
las que se va a diferenciar, por ejemplo, a negar la distinción inicial que hizo Austin entre enunciados
constatativos y enunciados performativos, y va a decir que en realidad que todos los enunciados son
performativos. Todas nuestras emisiones lingüísticas deben ser entendidas como acciones, es decir, todas
nuestras emisiones lingüísticas son emisiones que se hacen y que se llevan a cabo en el mundo y que producen
efectos. Todo enunciado produce un efecto en el mundo. Searle va a identificar la acción y el lenguaje; él dice
que el lenguaje es acción.
A partir de las ideas de Austin, Searle:
• Niega la distinción entre enunciado constatativos y performativos
• Toma la idea de que el lenguaje es acción

Otra cosa que va a plantear Searle es que, el significado de una expresión va a depender tanto del aspecto
convencional, es decir va a depender de las reglas oficiales e informales de una lengua, pero también, va a
depender del contexto o supuestos de fondo en que es usada dicha expresión, además también va a depender
de la intencionalidad del hablante. Esto quiere decir que, , al igual que Austin, el significado va a estar definido
por el uso de la expresión lingüística en un juego de lenguaje determinado, porque el lenguaje siempre se va
a realizar bajo el gobierno de ciertas reglas y, por lo tanto, aprender y dominar el lenguaje va a suponer

14 | P á g i n a
Juana Curuchet

aprender y dominar ciertas reglas. Pero Searle considera que, el significado no basta con que sea definido por
estar en un determinado jugo del lenguaje, sino que, también va a depender del contexto de la circunstancia
y la intención del hablante. Aquí es cuando propone un ejemplo: Sara emite el enunciado “Lourdes duerme”,
este enunciado puede tener diferentes significados dependiendo el contexto en el que es enunciado y también
las intenciones del hablante. Si suponemos que, golpean la puerta de mi casa y buscan a Lourdes, y el que la
busca sea el ex novio, y yo le digo “Lourdes duerme”, estoy mintiendo, pero, en el caso del significado de ese
enunciado yo estoy queriendo que el destinatario (el ex novio) se vaya. En ese caso hay un contexto
determinado y hay una intención de mi parte. Si esa emisión es dicha por una estadunidense que quiere
aprender castellano y está ensayando, ahí tenemos otro contexto y otra intencionalidad, por lo tanto, va a
variar el significado.
Searle va a afirmar que para las expresiones tengan significado deben producirse intencionalmente por un
ser semejante a él y no con cualquiera intención, deben producirse en un acto de habla determinado. Para
saber el significado de un enunciado tenemos que analizar los actos de habla. Los actos de habla concretos y
emitidos por una persona particular y también dependiendo del contexto y la intencionalidad del hablante, va
a ser la unidad básica de comunicación, y es la unidad básica en la que debe centrarse toda filosofía del
lenguaje. Él argumenta que si estudiamos los actos de habla nos ayudaría a esclarecer la noción de juego del
lenguaje y a esclarecer el significado de las expresiones. Para saber el significado de una expresión hay que
estudiar en concreto los actos de habla, las condiciones en las que son realizadas estos actos de habla y su
clasificación. Es por eso que el va a acordar con Austin en la clasificación de los actos de habla (acto
locucionario, ilocucionario, perlocucionario)

Resumen Clase 11

Para Searle, el lenguaje es una forma de vida y no puede considerarse independientemente del uso, es
decir, independientemente de las funciones que cumple en la vida de quienes lo emplean. Para hallar la
verdadera naturaleza del lenguaje hay que mirar el lenguaje ordinario y, por lo tanto, el intercambio
comunicativo que se da en cada acto de habla. Aparece, así, un aspecto que no estaba tan explícitamente
presente en Austin: se trata de la idea de que toda la actividad lingüística es convencional en el sentido de
que está controlada por reglas.
La noción de acto de habla de Searle es central y es concebida como la unidad mínima de la comunicación
lingüística. Las oraciones, por su parte, no pueden ser la unidad de la comunicación humana porque, en tanto
unidades abstractas no realizadas, no han sido producidas. Así, la razón para concentrarse en el estudio de los
actos de habla es que toda comunicación lingüística incluye actos lingüísticos y esos actos ponen de relieve la
concepción del lenguaje focalizado en la producción puesto que tiene que ver con el uso. Es por esto que
Searle sostiene que la unidad de la comunicación lingüística no es el símbolo, la palabra o la oración sino más
bien la producción o emisión de un símbolo, palabra u oración al realizar el acto de habla. La producción o
emisión de una oración bajo ciertas condiciones constituye un acto de habla.
Hemos afirmado anteriormente que los actos de habla están gobernados por reglas, pero ¿por reglas de
qué tipo? Searle distingue dos tipos de reglas: las regulativas y las constitutivas.
Son reglas regulativas aquellas que regulan una actividad preexistente, es decir, regulan acciones cuya
existencia es lógicamente independiente de esas reglas. (La expresión formal de una regla de este tipo sería
la siguiente: ‘si X, haga Y’; por ejemplo, ‘si el semáforo está en rojo, detenga su automóvil’). Es decir, se trata
reglas que se imponen sobre una actividad en términos tales que esta puede describirse con prescindencia
absoluta de aquellas)
Las reglas constitutivas, en cambio, crean o definen (y también regulan) nuevas formas de conducta.
Son reglas, en efecto, que atañen a la constitución más íntima de la actividad reglada. Por lo mismo, regulan
una actividad cuya existencia es lógicamente dependiente de la misma regla. (Ejemplos de este tipo de reglas
son las que gobiernan el ajedrez o el fútbol porque son reglas que no solo regulan el juego, sino que lo
constituyen, lo estructuran)
Hecha esta distinción, Searle afina su hipótesis y establece que los actos de habla están regidos por reglas
constitutivas. Así pues, el lenguaje se entiende como una realización convencional de conjuntos de reglas

15 | P á g i n a
Juana Curuchet

constitutivas, y los actos de habla son actos realizados de acuerdo con esos conjuntos de reglas
constitutivas. Aquellas que fijan el valor ilocutivo de un enunciado son constitutivas con relación con el empleo
de este enunciado: desde esta concepción, es imposible emplear una fórmula de promesa sin asumir la
obligación de cumplir lo que se ha prometido. La relación entre acto de habla y convención es el problema
entre lo que se quiere decir y el significado de las palabras que se utilizan. Por esto, Searle aborda el problema
general del significado. El hecho de que los actos de habla tienen un significado que se centra en la convención,
lleva a Searle a afirmar también que los actos de habla son entonces hechos institucionales en tanto, a
diferencia de otro tipo de hechos, una ceremonia de matrimonio, un partido de fútbol, una promesa no puede
especificarse si no se dan ciertas condiciones que tiene que ver con cierto género de instituciones. Así, realizar
un acto de habla como, por ejemplo, hacer una promesa es un hecho institucional y por ende puede explicarse
solamente en términos de las reglas constitutivas subyacentes.
En la íntima relación entre la fuerza ilocucionaria y la estructura sintáctica de la oración podemos
determinar en esta última en dos partes:
a. un indicador proposicional: que es el contenido expresado por la proposición (por lo general, la unión
de una referencia y una predicación).
b. un indicador de fuerza ilocucionaria: que muestra en qué sentido (con qué fuerza) debe interpretarse
la proposición, y, en suma, cuál es el acto ilocucionario que está realizando el hablante al emitir la oración.
Entre los indicadores de fuerza ilocucionaria se encuentra el orden de palabras, el énfasis, la curva de
entonación, la puntuación, el modo y los verbos realizativos. Así, en "Prometo que vendré", “Prometo” es el
indicador de fuerza ilocucionaria y "que vendré" es el indicador de contenido proposicional.
Todos estos desarrollos llevan Searle a establecer que el acto fundamental del acto de habla lo constituye
el acto ilocucionario y, de hecho, a partir de sus formulaciones, este concepto es adoptado sin más como
piedra angular de una teoría general del lenguaje: hablar es realizar actos ilocucionarios. Y realizar actos
ilocucionarios es comportarse conforme a las reglas que constituyen la semántica de cada lengua.

Benveniste
Benveniste examina críticamente los criterios austinianos de definición de un realizativo.
En primer lugar, Benveniste señala que Austin no recurre a “criterios lingüísticos” para definir al realizativo
y llama la atención sobre la vacilación del filósofo del lenguaje en relación con:
• El establecimiento de un criterio, sea de gramática o de vocabulario, que permita resolver si tal
enunciado es realizativo o constatativo.
• La forma que otorga al realizativo: luego de inclinarse por preferir la primera persona del singular
del presente del indicativo para caracterizar a los realizativos comienza una lista interminable de
dudas y vacilaciones que terminan por otorgar la categoría de enunciado realizativo a cualquier
enunciado, hasta el extremo de ubicar dentro de esta categoría a una señal como el cartel que
muestra la imagen de un perro.

Para Benveniste, entonces, lo primero que hay que hacer es delimitar el campo de examen y tomar
ejemplos adecuados, esto es, hay que elegir realizativos en pleno ejercicio puesto que es de la realidad de
los empleos de donde deslindaremos la naturaleza de las funciones y los criterios de definición. Así los criterios
que propone Benveniste para caracterizar y legitimar al enunciado performativo/realizativo y deslindarlo del
constatativo son los siguientes:
• Un enunciado performativo no tiene realidad más que si es autenticado como acto. Fuera de las
circunstancias que lo hacen performativo no es nada. Un enunciado realizativo que no sea acto no
es ya nada.
• Por lo tanto, la condición de validez es inherente a la persona que lo enuncia y a las características
de la enunciación. Este es el criterio que debe tenerse en cuenta y no la elección de los verbos. Un
verbo cualquiera aún el más común es apto para formar un enunciado performativo.

16 | P á g i n a
Juana Curuchet

• El enunciado performativo, al ser un acto, tiene la propiedad de ser único. Es un acto con valor de
realización, esto es, no puede ser ejecutado más que en circunstancias particulares una vez y una
sola vez en una fecha y en un lugar determinados.
• Tiene la propiedad de ser sui-referencial: se refiere a una realidad que él mismo constituye. Es por
esto que, en el performativo, el significado es idéntico al referente.
• Un enunciado es performativo por denominar el acto ejecutado y al ejecutante, por el hecho de que
ego pronuncie una fórmula que contenga al verbo en primera persona del singular del presente del
indicativo.
• La diferencia entre un performativo y un imperativo reside en el hecho de que, si bien el imperativo
produce un resultado, un performativo es tal no en lo que pueda modificar la situación de un
individuo, sino en tanto que es por sí mismo un acto. Un imperativo no es denotativo y no aspira a
comunicar un contenido, sino que se caracteriza como pragmático y aspira a actuar sobre el auditor,
a intimarle un comportamiento. El imperativo no es un tiempo verbal, no porta ni marca temporal
ni referencia personal. Mientras que el imperativo produce un comportamiento, el performativo
es el acto mismo que denomina y que denomina a su realizador. Por lo tanto, no es el
comportamiento esperado del interlocutor aquí el criterio sino la forma de los enunciados
respectivos.
• Según Austin, la advertencia dada por un letrero equivale a un enunciado performativo: no es así, el
letrero es una "señal": a usted le toca sacar la conclusión que quiera en cuanto a su comportamiento.
Sólo la fórmula "le advierto que..." es performativa de advertencia: no hay que tomar la implicación
extralingüística como equivalente al cumplimiento lingüístico, sostiene Benveniste. Esto es, no hay
que confundir una señal icónica con un enunciado performativo. La performatividad no es una
cuestión de resultado obtenido

Benveniste admite como criterio de la performatividad de un enunciado el hecho de que sea un acto de
la enunciación y distingue los enunciados que producen efectos a la manera de un acto (imperativos y
advertencias) de los enunciados que se plantean como actos siendo estos últimos los propiamente
performativos. Como esa distinción está próxima a la que Austin establece entre acto ilocucionario y
perlocucionario, Benveniste parece tener otra razón para rechazar al realizativo primario o implícito: la
necesidad de atenerse a criterios precisos de orden lingüístico y formal, de tipo gramatical. Como ya
señalamos, el criterio de performatividad no lo da el comportamiento esperado del interlocutor sino la forma
de los respectivos enunciados.

“No vemos razón para abandonar la distinción entre performativo y constatativo. La creemos justificada y necesaria,
a condición de que se la mantenga en las condiciones estrictas de empleo que la autorizan, sin hacer intervenir la
consideración del “resultado obtenido” que es fuente de confusión.”

17 | P á g i n a
Juana Curuchet

Austin advierte semejanzas entre constatativos y realizativos que cuestionan muchas de sus consideraciones
previas. En concreto, los constatativos parecen susceptibles de sufrir, como los realizativos, infortunios. Y esto se
vuelve particularmente evidente cuando se los considera como plenos actos de habla. Al mismo tiempo, los
realizativos parecen a veces establecer con los hechos relaciones en cierto modo análogas a las veritativas. Ante
estas evidencias, Austin vuelve a sugerir el criterio de reducibilidad al realizativo explícito, pero la existencia de
emisiones como “asevero que” lo obligan a abandonar esa búsqueda. “Asevero que” es plenamente realizativa
(enunciar “asevero que” es aseverar) y al mismo tiempo, plenamente constatativa (describe algo verdadera o
falsamente). Ante pruebas de este tipo, Austin no tarda en reaccionar: abandona la noción de realizativo y
propone, como vimos, un nuevo planteamiento: la teoría de los actos de habla.2 Si se los mira con atención,
podrá advertirse que los problemas señalados abren, en rigor, dos caminos: (i) sostener la oposición
realizativo/constatativo y establecer un límite preciso a la extensión de la clase de los primeros o (ii) abandonar
esa limitación, con lo cual la noción de constatativo se desvanece y, consecuentemente, también la de los
realizativos. Como sabemos, Austin toma esta segunda opción, renuncia a la oposición constatativo/realizativo y
reconoce en todo enunciado el carácter de acción que posee. Así, la oposición inicial entre clases de enunciados
es superada por una distinción más radical que atañe a los niveles que pueden distinguirse en todos los
enunciados, tres tipos de actos que se llevan a cabo simultáneamente: el acto locucionario, el acto ilocucionario y
el acto perlocucionario. Como vimos también, a partir de las formulaciones de Searle (1965), el acto ilocucionario
se constituye como el acto fundamental del acto de habla: hablar es realizar actos ilocucionarios y realizar actos
ilocucionarios es comportarse conforme a las reglas que constituyen la semántica de cada lengua. Por su parte, el
planteo de Benveniste se ubica en (i) porque, guiado por su objetivo de atenerse a criterios precisos de orden
lingüístico y formal, de tipo gramatical, mantiene la distinción constativo/performativo.

Bourdieu
Más allá de las diferencias en cada desarrollo, debe señalarse ahora una cuestión central: en el tratamiento
de la performatividad, Austin y Benveniste apenas abordan el aspecto social del lenguaje. Incluso cuando
evalúan los actos de habla como convencionales y no desconocen el contexto en que son proferidos y las
intenciones del hablante, estos autores asumen que la eficacia del acto de habla reside en el discurso, en la
sustancia propiamente lingüística.

En la caracterización de las emisiones realizativas de Austin y en la del enunciado performativo de


Benveniste, hay una sostenida preocupación por describir la materialidad verbal, por dar cuenta de las
propiedades lingüísticas que debe reunir un enunciado para ser realizativo/performativo (y para diferenciarse
de otro que no lo es). Podemos señalar ahora que, en esa búsqueda de rigurosidad en la descripción formal,
esos enfoques no toman en consideración la enunciación performativa, entendida como un fenómeno mucho
más amplio, con aspectos que podrían abordarse más allá del campo de estudio de la lingüística.
Concretamente, los tratamientos de Austin y Benveniste no permiten dar cuenta de hasta qué punto los
intercambios lingüísticos están gobernados por condiciones externas, no consiguen explicar en qué medida
son resultado de relaciones de un poder que viene desde fuera. Este es, justamente, un aspecto capital de la
crítica que reciben desde la sociología, en particular, de la obra de P. Bourdieu.

El planteo de Bourdieu es muy claro: “Intentar comprender lingüísticamente el poder de las


manifestaciones lingüísticas, buscar en el lenguaje el principio de la lógica y de la eficacia del lenguaje de
institución, equivale a olvidar que la autoridad le viene dada desde afuera”.
La cuestión de los enunciados performativos adquiere nuevos rasgos en el momento en que Bourdieu los
contempla desde la óptica de las relaciones de poder y, particularmente, como un caso particular de los
efectos de dominación simbólica que tiene lugar en todo intercambio lingüístico.

18 | P á g i n a
Juana Curuchet

La relación lingüística de fuerzas nunca se define exclusiva ni simplemente por la relación entre las
competencias lingüísticas de los hablantes y, en consecuencia, la eficacia del acto de habla no debe buscarse
-como habían planteado filósofos del lenguaje y lingüistas- en el acto mismo. La eficacia del acto de habla
reside, en términos de Bourdieu, en las condiciones institucionales de su producción y recepción de los
enunciados. Es por eso que, a su juicio, el error de los teóricos de los actos de habla radica en desconocer que
el acto de habla performativo carece de poder y de validez a menos que esté autorizado institucionalmente.
Y que un acto de habla esté autorizado por una institución incluye, naturalmente, que sea llevado a cabo por
una persona que cuente con la auctoritas para hablar.
El peso de los diferentes agentes depende del reconocimiento que obtienen de un grupo que les da lugar
y los legitima. Pero esa imposición simbólica solo puede funcionar en tanto y en cuanto se reúnan condiciones
sociales absolutamente exteriores a la lógica propiamente lingüística del discurso.

Para que el lenguaje de importancia (del filósofo, del profesor, del médico, del psicólogo, etc.) se acepte
como este lenguaje pide ser aceptado, es preciso, señala Bourdieu, que se reúnan las condiciones sociales
necesarias para que se le conceda la importancia que él se concede. La instauración de un intercambio ritual
como el de la misa, por ejemplo, implica, entre otras cosas, que aparezcan reunidas todas las condiciones
necesarias para asegurar interlocutores conformes con ella, es decir, avenidos entre sí.

Bourdieu describe de este modo el cambio de enfoque: La investigación austiniana sobre los enunciados
performativos solo puede concluirse en los límites de la lingüística. La eficacia de esos actos de institución es
inseparable de la existencia de una institución que defina las condiciones (en materia de agente, de lugar, de
momento, etc.) que deben reunirse para que las palabras puedan actuar.

Bourdieu procura hacer notar que cuando Austin habla de las condiciones de felicidad remite solo y
exclusivamente al acto extralingüístico: cualquiera puede “declarar abierta la sesión”, con independencia de
que su declaración tenga o no efectos, pero, para abrir la sesión, hay que estar habilitado.
Pero, tal como advierte Bourdieu, los lingüistas no se detuvieron a revisar el alcance de estas importantes
consideraciones y se apresuraron en encontrar, en las vacilaciones de la definición austiniana de lo
performativo, un pretexto para hacer desaparecer el problema que Austin, lúcidamente, había marcado, para
volver a una definición estrictamente lingüística. Y al hacerlo, añade Bourdieu, cometieron una omisión
importante: ignoraron el hecho del poder simbólico de toda palabra, recusaron el análisis de las condiciones
sociales del funcionamiento de los enunciados performativos.
El poder de las palabras debe hallarse en el hecho de que quien las emite, el portavoz, no lo hace a título
personal: éste solo puede actuar por medio de las palabras–es decir, de forma indisociable, la materia de su
discurso y su manera de hablar- y lograr un efecto sobre los otros agentes y sobre las cosas mismas, si está
autorizado, si su palabra concentra el capital simbólico del grupo que le ha otorgado ese mandato y de cuyo
poder está investido. De este modo, las condiciones que deben cumplirse para lograr un enunciado
performativo se reducen a la adecuación entre locutor (más concretamente su función social) y el discurso
que profiere. (Ejemplo: Si en un examen el profesor dice “estas aprobado”, está realizando un acto
performativo porque al emitir ese enunciado genera el efecto simbólico en el que el alumno pasa del estado
regular al estado de aprobado. Es una institución la que delega ese poder simbólico a los profesores).
El poder de la palabra sobreviene desde afuera y el portavoz es un sujeto provisto de un skeptron (cetro,
lo que recibe el orador antes de comenzar su discurso y constituye lo que vuelve legitima su palabra y lo
autoriza a hablar)

19 | P á g i n a
Juana Curuchet

Punto de vista: Teoría de la Enunciación


Benveniste
La lengua re-produce la realidad. Esto hay que entenderlo de la manera más literal: la realidad es producida
de nuevo por mediación del lenguaje. Así la situación propia al ejercicio del lenguaje, que es la del intercambio
y del diálogo, confiere al acto del discurso una función doble: para el locutor, representa la realidad; para el
oyente, recrea esta realidad.
De lo expresado, puede deducirse que es importante, en su visión, determinar un campo de trabajo que
implica dos ejes: el semiótico y el semántico. Frente a la dicotomía lengua / habla saussureana, Benveniste
considera que en la lengua hay que diferenciar dos dominios diferentes: el de la semiótica y el de la semántica.
El ámbito semiótico se caracteriza como una propiedad de la lengua; su unidad es el signo, la totalidad de los
signos forman la totalidad de la lengua. Cada uno de ellos establece sus relaciones y oposiciones con otros
signos que lo definen y delimitan dentro de la lengua
La noción de Semántica nos introduce en el dominio de la lengua en su uso y en acción; vemos esta vez
en la lengua su función mediadora entre el hombre y el hombre, entre el hombre y el mundo, entre la mente
y las cosas, transmitiendo la información, comunicando la experiencia … en una palabra, organizando la vida
de los hombres”
Plantea que la concepción estructuralista de la lengua como “código” debe dejarse de lado para abordar la
realidad lingüística y propone un cambio en la constitución de su objeto.
Es así como plantea una lingüística del discurso, que se configura sobre la alocución (discurso) y el diálogo.
La lengua, en un sentido semiótico (cerrado, genérico, intralingüístico, sistematizado e institucional) se
pone en acción expresándose en la frase u oración que articula los signos mediante una relación de conexión
o de sintagma, convirtiendo al signo en palabra como consecuencia de la actividad del hablante
La enunciación es definida como una instancia en la cual se pone a funcionar la lengua por un acto individual
de utilización. Es acto que consiste en la apropiación de la lengua por un individuo concreto. La condición
específica de la enunciación es el acto mismo de producir un enunciado y no el contenido específico de ese
enunciado.
Esta diferencia entre lo que es el acto y el producto resultante es importante para discriminar cuál es el
ámbito de trabajo de la teoría de Benveniste, el cual se orienta específicamente sobre el “acto” de producir
una enunciación.
Previa a la enunciación, la lengua solo tiene la posibilidad de ser lengua; después de la enunciación, la
lengua se establece como una instancia de discurso producida por un locutor. Esta apropiación individual trae
con ella la instauración de un alocutario, a quien se dirige la enunciación producida; por ello es el diálogo el
dominio específico en el que se produce. El objetivo más importante de Benveniste es el de caracterizar
formalmente la instancia de enunciación, descubrir sus manifestaciones, revelar sus huellas. En tal sentido,
determina distintos tipos de recursos lingüísticos que señalan la persona, ya sea en su manifestación verbal
o pronominal, el tiempo y el espacio.
La lengua se efectúa en una instancia de discurso, que emana de un locutor, forma sonora que espera un
auditor y que suscita otra enunciación a cambio. En cada ocasión que un hablante se apropia de la lengua y
produce una enunciación, nos encontramos con una instancia de discurso. Esta se constituye en un centro de
referencia interna a partir de la presencia del locutor en su enunciación. Cuando se introduce la figura del
locutor apropiándose de la lengua se focaliza en la naturaleza del lenguaje, contrastando la idea de lenguaje
entendido como instrumento y la del lenguaje como propiedad de la naturaleza humana. En cuanto a esto,
Benveniste afirma: el pico, la flecha, la rueda no están en la naturaleza. Son fabricaciones. El lenguaje está en
la naturaleza del hombre que no lo ha fabricado. Es un hombre hablante el que encontramos en el mundo, un
hombre hablando a otro y el lenguaje enseña la definición misma del hombre. Es así como el lenguaje se
considera el medio por el cual el hombre se constituye como sujeto. (la crítica de Benveniste a la noción del
lenguaje entendido como instrumento, postulando que este se encuentra en los fundamentos de la propia
naturaleza humana. A este respecto, es posible afirmar que no es el hombre quien creó el lenguaje como una
extensión fuera de él, como una forma exterior para manifestar una interioridad preexistente, sino que es el
mismo lenguaje el que ha constituido la especificidad de lo humano y hace posible la definición misma de
hombre. Es por él que son visibles las fronteras entre el hombre y la naturaleza, la conciencia de sí y del otro.

20 | P á g i n a
Juana Curuchet

Es entonces que Benveniste afirma: “Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto,
porque el solo lenguaje funda en realidad, en su realidad, que es la del ser, el concepto de “ego” ).
Sin embargo, la concepción de un sujeto hablante es entendida como un locutor que dirige su discurso a
otro: el yo implica necesariamente al tú, ya que el ejercicio del lenguaje es un acto que apunta al otro,
conforma su presencia. Es esta una condición dialógica que resulta inherente al lenguaje mismo – que posee
las formas yo/tú para expresarla – y su visibilización en la comunicación se sigue, entonces, de su propia
organización interna. Los propios términos de que nos servimos aquí yo y tú, no han de tomarse como figuras
sino como formas lingüísticas que indican la “persona”. Estos pronombres se distinguen de todas las
designaciones que la lengua articula fundamentalmente por esto: no remiten ni a un concepto ni a un
individuo. No hay concepto “yo” que englobe todos los yo que se enuncian en todo instante en la boca de
todos los locutores, en el sentido de que hay un concepto “árbol” al que se reducen todos los empleos
individuales de árbol. Yo se refiere al acto de discurso individual en que es pronunciado, y cuyo locutor designa.
Es un término que no puede ser identificado más que en lo que por otro lado hemos llamado instancia de
discurso, y que no tiene otra referencia que la actual.
Los fundamentos para determinar el carácter eminentemente lingüístico de la noción de subjetividad:
• el primero de ellos deriva de la “polaridad de las personas”. El acto de decir es fundante tanto del
sujeto como, simultáneamente, del otro en el ejercicio del discurso.
Podemos decir, entonces, que Benveniste aborda el fenómeno lingüístico a partir de la relación del locutor
con su discurso y con el alocutario, en una situación espacio-temporal específica. En este sentido, el ejercicio
del lenguaje, que conlleva la situación de intercambio y de diálogo, implica un acto discursivo que posibilita al
locutor re-presentar la realidad, y al alocutario, re-crearla, en el marco de una comunicación intersubjetiva.
• La subjetividad lingüística se fundamenta en el reconocimiento de otros elementos que, al igual que
los pronombres personales, se clasifican como formas vacías; a esto nos referimos con formas
lingüísticas cuya significación se realiza en el acto de discurso que las contiene. Estos son los
indicadores de la deixis, demostrativos, adverbios, adjetivos, que organizan las relaciones
temporales y espaciales en torno al “sujeto” tomado como punto de referencia: “esto, aquí, ahora”,
y sus numerosas correlaciones “eso, ayer, el año pasado, mañana”. Tienen por rasgo común definirse
solamente por relación a la instancia de discurso en que son producidos, es decir, bajo la
dependencia del yo que en aquella se enuncia.
Estos elementos indiciales organizan el espacio y el tiempo alrededor del eje ocupado por el sujeto de la
enunciación. En consecuencia, todo discurso señala un aquí que presenta de inmediato un allí, un allá – que
discriminan posiciones con respecto al aquí de la enunciación. Paralelamente, el discurso especifica un ahora
en función del que se establece una división entre el presente – el ahora del acto de decir – y los tiempos del
enunciado.
• El tercero de los fundamentos para definir el carácter lingüístico de la enunciación es la expresión de
la temporalidad. El tiempo presente no puede ser definido si no es con referencia a la instancia de
discurso que lo enuncia. Así afirma Benveniste: “Ahora este “presente” a su vez no tiene como
referencia temporal más que un dato lingüístico: la coincidencia del acontecimiento descrito con la
instancia de discurso que lo describe. El asidero temporal del presente no puede menos que ser
interior al discurso”. El presente es el tiempo en que se habla. Todo acontecimiento enunciativo
origina un presente en función del cual es posible comprender los tiempos del enunciado.

El lenguaje es pues la posibilidad de subjetividad, por contener siempre las formas lingüísticas apropiadas
a su expresión, y el discurso provoca la emergencia de la subjetividad, en virtud de que consiste en instancias
discretas. El lenguaje propone en cierto modo formas “vacías” que cada locutor en el ejercicio del discurso se
apropia, y que refiere a su “persona”, definiendo al mismo tiempo él mismo como yo y a una pareja como tú.
La instancia de discurso es así constitutiva de todas las coordenadas que definen el sujeto.
Podemos descubrir la subjetividad generada a partir de la apropiación de la lengua por parte de un sujeto
que se instala como locutor y la convierte en discurso, es decir, en la enunciación. Sin embargo, la enunciación
es una realidad que consiste en un acto individual de utilización, lo que implica que es fugaz, evanescente. Lo
que se registra es el producto que queda de este acto, es lo que denominamos el enunciado. El análisis para

21 | P á g i n a
Juana Curuchet

identificar las marcas (huellas) de la enunciación se realiza sobre el enunciado y la identificación de las mismas
nos permite reconstituir el acto de la enunciación.

LA SEMANTIZACION DE LA LENGUA

El sentido de la frase es en efecto la idea que expresa; este sentido es realizado formalmente en la lengua
por la elección, la disposición de las palabras, por su organización sintáctica, por la acción que ejercen unas
sobre otras. Una frase participa siempre del “aquí-ahora”: determinadas unidades del discurso están en ella
unidas para traducir cierta idea que interesa a cierto presente y cierto locutor.
En el desarrollo teórico del autor se retoma la noción de lengua saussureana entendida como un sistema
semiótico, en el que los signos se organizan de acuerdo con un criterio de significación, mientras que el
“sentido” se describe como lo hemos referido previamente. Ambos coexisten y se complementan.

LA CATEGORIA DE PERSONA

La subjetividad se define, según Benveniste, como la posibilidad de un sujeto de erigirse como tal a partir de la apropiación de la
lengua y su conversión en discurso. Así, “es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque el solo
lenguaje funda en realidad, en su realidad, que es la del ser, el concepto de “ego”. Es de este modo que nos encontramos ante
un sujeto hablante, que es un locutor que dirige su discurso a otro: el yo implica necesariamente al tú, ya que el ejercicio del
lenguaje es un acto que apunta al otro, conforma su presencia.

Benveniste determina dentro de su teoría, dos categorías que la organizan. Las categorías pueden definirse
como una abstracción de las características y atributos de los fenómenos, de modo que es posible en función
de ellas establecer una visión de la realidad (en este caso, la realidad de la enunciación). Las categorías
alcanzan relevancia ya que se constituyen en instrumentos de análisis y organización. La teoría de la
enunciación puede organizarse sobre la base de dos categorías: la categoría de persona y la categoría de
tiempo.
Una teoría lingüística de la persona verbal no puede constituirse más que sobre el fundamento de las
oposiciones que diferencian las personas; y se resumirá por entero en la estructura de dichas oposiciones.
Para sacarla en claro podrá partirse de las definiciones que emplean los gramáticos árabes. Para ellos, la
primera persona es “el que habla”; la segunda, “al que se dirige uno”; pero la tercera es “el que está ausente”.
En estas denominaciones está implicada una noción justa de las relaciones entre las personas, justa sobre todo
por revelar la disparidad entre la 3ª persona y las dos primeras.
En las dos primeras personas hay a la vez una persona implicada y un discurso sobre esa persona. “Yo”
designa al que habla e implica a la vez un enunciado a cuenta de “yo”: diciendo “yo” no puedo no hablar de
mí. En la 2ª persona, “tú” es necesariamente designado por “yo” y no puede ser pensado fuera de una
situación planteada a partir de “yo”; y, al mismo tiempo, “yo” enuncia algo como predicado de “tú”. Pero de
la 3ª persona, un predicado es enunciado fuera de “yo-tú”; de esta suerte tal forma queda exceptuada de la
relación por la que “yo-tú” se especifican. En este punto y hora la legitimidad de esta forma como “persona”
queda en tela de juicio. Estamos aquí en el meollo del problema. La forma llamada de 3ª persona trae consigo
por cierto una indicación de enunciado sobre alguien o algo, mas no referido a una “persona” específica. El
elemento variable y propiamente “personal” de semejantes 3 denominaciones falta aquí. Se trata en efecto
del “ausente” de los gramáticos árabes. La consecuencia debe ser formulada netamente: la “3ª persona” no
es una “persona”; es incluso la forma verbal que tiene por función expresar la no-persona.

Es posible, a partir de este análisis, establecer relaciones recíprocas entre estos elementos, que serán
denominadas por Benveniste correlaciones. Para configurarlas, opera retomando el criterio de hacerlo a
través de rasgos (heredado del análisis estructuralista) que diferenciarán a los términos constitutivos en

22 | P á g i n a
Juana Curuchet

marcados y no-marcados. Expone su clasificación en “correlación de personalidad” y “correlación de


subjetividad”.
• Correlación de personalidad: “yo-tú” posee la marca de persona; “él” está privado de ella. La “3ª
persona” tiene por característica y por función constantes representar, al respecto de la forma misma,
una variante no-personal, y nada más.

Al interior de la “correlación de personalidad” determina la mencionada “correlación de subjetividad”

• Correlación de subjetividad: El “tú” puede pues definirse como la ‘persona no yo’”. Hay así ocasión
de verificar una oposición de “persona-yo” a “persona no-yo”. (…) A la pareja yo-tú pertenece en
propiedad una correlación especial, que llamaremos, a falta de otra cosa, correlación de subjetividad.
Lo que diferencia “yo” de “tú” es primeramente el hecho de ser, en el caso de “yo”, interior al
enunciado y exterior a “tú”, pero exterior de una manera que no suprime la realidad humana del
diálogo. Cuando salgo de “yo” para establecer una relación viva con un ser, encuentro o planteo por
necesidad un “tú”, que es, fuera de mí, la sola “persona” imaginable. Estas cualidades de interioridad
y trascendencia pertenecen en propiedad al “yo” y se invierten en “tú”. Se podrá pues definir el “tú”
como la persona no subjetiva, frente a la persona subjetiva que “yo” representa; y estas dos
“personas” se opondrán juntas a la forma de “no-persona”

EL APARATO FORMAL DE LA ENUNCIACION

Benveniste manifestó que abordará la enunciación en el marco formal de su realización. Con este objetivo,
se dedica a encontrar en los enunciados las huellas que en él deja el sujeto que lo ha producido. Estas pueden
determinarse en tanto, cada vez que un sujeto se apropia de la lengua, selecciona una serie de elementos que
le permiten instaurarse en el propio discurso. A estas formas específicas cuya función es poner al locutor en
relación constante y necesaria con su enunciación las organiza en el denominado “aparato formal de la
enunciación”. Es posible identificar en la totalidad que conforma el lenguaje, un subconjunto que incluye a
aquellas formas que constituyen el denominado “aparato formal de la enunciación”.
• Está primero la emergencia de los indicios de persona (la relación yo-tú), que no se produce más que
en la enunciación y por ella: el término yo denota al individuo que profiere la enunciación, el término
tú, al individuo que está presente como alocutario.
• Con la misma estructura de enunciación, son los indicios numerosos de la ostensión (tipo este, aquí,
etc.), términos que implican un gesto que designa el objeto al mismo tiempo que es pronunciada la
instancia del término. Las formas llamadas tradicionalmente “pronombres personales”,
“demostrativos”, nos aparecen ahora como una clase de “individuos lingüísticos”, de formas que
remiten siempre y solamente a “individuos” por oposición a los términos nominales que remiten
siempre y solamente a conceptos. Ahora, el estatuto de estos “individuos lingüísticos” procede del
hecho de que nacen de una enunciación, de que son producidos por este acontecimiento individual.
Son engendrados de nuevo cada vez que es proferida una enunciación, y cada vez designan de nuevo.
• Otra serie de términos aferentes a la enunciación está constituida por el paradigma entero de las
formas temporales que se determinan por relación con el EGO, centro de la enunciación. Los
“tiempos” verbales cuya forma axial, el “presente”, coincide con el momento de la enunciación,
forma parte de este aparato necesario.

Cuando un sujeto se apropia de la lengua, estableciéndose como locutor, necesariamente establece un


alocutario y un referente; manifestados a través de un yo, un tú o vos, un él o ello. Son estas formas
gramaticales como también lo son los pronombres y las desinencias verbales las que señalan la persona.
Pueden ser clasificados como índices de persona. Al mismo tiempo, utiliza palabras y expresiones que indican
el lugar y el tiempo de la instancia de discurso, los que reciben la denominación de deícticos. Su aparición en
el enunciado constituye la deixis (que proviene del griego, y significa “indicar”, “mostrar”). Se entienden como

23 | P á g i n a
Juana Curuchet

índices espacio-temporales. Finalmente, los tiempos verbales se organizan en función del presente de la
enunciación.

LA CATEGORIA DE TIEMPO

La enunciación no sólo hace posible el enunciado, sino que fundamentalmente permite al sujeto tener
una experiencia del tiempo muy particular. Benveniste reconoce que el sistema temporal de la lengua no
reproduce la naturaleza del tiempo objetivo, es decir que, las categorías temporales de la lengua no describen
el tiempo material de los sucesos físicos externos, de allí que la Lengua en su conjunto no sea una
nomenclatura. Por lo tanto, Benveniste comienza distinguiendo tres tipos de experiencias en relación con el
Tiempo: 1) Tiempo Físico, 2) Tiempo Crónico, y 3) Tiempo Lingüístico. Cada uno de esos tiempos no sólo supone
una experiencia singular para el sujeto, sino también una manera singular de organizar temporalmente la
realidad.

De este modo, este autor discrimina lo que él denomina el “tiempo físico”: un continuo uniforme, infinito,
lineal, segmentable a voluntad. Tiene por correlato en el hombre una duración infinitamente variable que
cada individuo mide de acuerdo con sus emociones y con el ritmo de su vida interior. Es decir, el tiempo físico
es un tiempo psíquico, que refleja la vivencia que los individuos tenemos del paso del tiempo y que podemos
sentir que transcurre de una forma lenta o veloz según, por ejemplo, el tipo de actividad que estamos
realizando.

Paralelamente a este concepto, se plantea la existencia del “tiempo crónico” entendido como el “tiempo
de los acontecimientos”. En tanto todo aquello que ocurre se produce en el tiempo, los hechos se ubican unos
respecto de otros, de forma tal que es viable establecer relaciones de anterioridad, posterioridad y
simultaneidad entre ellos. Si nos ubicamos desde una visión subjetiva, el tiempo cronológico permite
comprender nuestra perspectiva de todo lo ocurrido en relación temporal con hechos fundamentales de
nuestra existencia: Antes de que me fuera de mi casa, Cuando compré este auto, Después de que me reciba.
El tiempo cronológico supone la necesidad de apelar a fenómenos universales, observables y conocidos
por toda la comunidad, en función de los que se hace posible la medición del tiempo. Se recurre, entonces, a
fenómenos naturales como la alternancia del día y la noche, la creciente periódica de un río, las estaciones del
año, entre otras. De este modo es posible recordar, por ejemplo, que algo ocurrió un par de noches antes o
señalar qué sucederá en la próxima bajamar siguiente. La organización “objetiva” del tiempo crónico se revela
en los calendarios. En este sentido existen, según Benveniste, tres dimensiones comunes a todos los cómputos
cronológicos:
1) Un punto cero, del que parte la medida, establecido a partir de un hecho que se entiende como
fundamental en la historia de la comunidad en particular: la creación del mundo, el nacimiento de
Cristo, la hégira de Mahoma, entre otros. Este punto es fijo en cada momento.
2) Determinado este punto cero, el resto de los acontecimientos se ubican antes de ese
acontecimiento, durante ese acontecimiento o después de él.
3) Por último, se determinan unidades de medida, fundamentadas en fenómenos naturales, que
señalan cuánto tiempo antes o después se produce un acontecimiento, permiten darle una fecha.
El tiempo crónico fijado en un calendario es ajeno al tiempo vivido y no puede coincidir con él; por el hecho
mismo de ser objetivo, propone medidas y divisiones uniformes donde se alojan los acontecimientos, pero
estas no coinciden con las categorías propias de la experiencia humana.

En relación con el tiempo crónico, se constituye el tiempo lingüístico. Como el tiempo crónico, se
fundamenta en un punto cero, pero ese punto no es estático sino dinámico, móvil. En principio, es posible
considerar que el punto cero lingüístico coincide con el momento de la enunciación. Todo acto lingüístico
será así su propio eje de referencia temporal en torno del cual los acontecimientos pueden considerarse
anteriores, simultáneos o posteriores. Las diferentes lenguas poseen la capacidad de mensurar las distancias
temporales utilizando expresiones tales como: dentro de media hora, hace una semana, quince días después.

24 | P á g i n a
Juana Curuchet

¿Cuáles son las distinciones que se establecen entre el tiempo crónico y el tiempo lingüístico?
Una fecha aislada, 27 de enero de 1995 por ejemplo, indica un día concreto de uno de los meses que
componen el año citado. Podemos situarla en la línea del tiempo cronológico y, puesto que conocemos el
funcionamiento del calendario, podríamos, en caso de interesarnos, calcular el número de días (o incluso de
horas, minutos, etc.) transcurridos desde el punto cero o desde otra fecha. Sin embargo, no nos dice nada
acerca de la situación relativa de quien ha aludido a ella. En cambio, un elemento del sistema lingüístico
temporal como ayer no nos permite situar el día referido en un punto concreto de la línea del tiempo
cronológico, pero estamos seguros de que se está haciendo referencia al día anterior a aquel en que se habla
y también de que debe seguirle una forma verbal congruente con dicha anterioridad: Ayer
aprendí/*comprenderé.

Punto de vista: Sociológico


Bajtín
Ya no nos ocupamos de la enunciación desde un punto de vista estrictamente lingüístico, una enunciación
anclada en la subjetividad del locutor, en el ego, sino que empezamos a considerarla desde una perspectiva
sociológica, sostenida en una relación intersubjetiva y social y en el marco de una disciplina que puede
entenderse como una translingüística, como un estudio que se abre a la discursividad social. Este enfoque es
el llevado a cabo por el Círculo de Bajtín, conformado por un grupo de intelectuales, epocalmente
contemporáneos a Saussure, pero cuya producción es recuperada, dentro de la Lingüística occidental, por la
escuela postestructuralista francesa hacia fines de los años 60.
La propuesta bajtiniana reinstala el lugar del hablante en el espacio social. El foco, en consecuencia, está
puesto en la vinculación entre el lenguaje y la sociedad, se estudia el lenguaje desde su dimensión
comunicativa y social. Las producciones del Círculo bajtinano se sostienen sobre el presupuesto de que el
lenguaje refracta la sociedad. Esto quiere decir que, para estos autores, la expresión verbal, la enunciación,
no refleja pasivamente una situación, sino que la interpreta ideológicamente, representa su solución, se
vuelve su conclusión valorativa.
Se emprende, entonces, el análisis de las expresiones concretas realizadas en el flujo de los discursos
sociales y producidas en contextos comunicativos específicos. Estas expresiones, los enunciados, son
concebidas como manifestaciones lingüísticas emitidas por un sujeto en permanente interacción con otros y
definidas como unidades reales de la comunicación discursiva. De esto se desprende, entonces, que, para este
abordaje, el discurso solo existe en forma de enunciados.
Bajtín vincula los discursos con las prácticas sociales e históricas y propone el concepto de género discusivo
para caracterizar ciertas regularidades que comparten los enunciados. Bajtín establece que, en la sociedad,
los distintos sectores con sus distintos intereses y en distintas esferas de actividad, producen enunciados con
rasgos similares. Estos enunciados que comparten tema, estilo y estructura conforman, para Bajtín, un género
discursivo. El concepto de género discursivo remite, entonces, a tipos de enunciados relativamente estables
que tienen propiedades en común y se corresponden con determinada esfera de la praxis social. Un diálogo
cotidiano, una clase universitaria, una carta, una declaración policial, un cuento literario, se incluyen entre los
géneros discursivos. Podrían pensarse como matrices de producción y de percepción que regulan, de algún
modo, lo que se puede decir y cómo en cada contexto determinado.
Con este concepto, lo que se sugiere desde este punto de vista es que el hablante no sólo dispone de
formas obligatorias de la lengua, sino que cuenta también con formas discursivas normativas cuyo manejo es
necesario para la intercomprensión. Los géneros no son creados por él, sino que le son dados. Lo interesante
es que se plantea que los géneros son “relativamente estables”, esto es, no permanecen fijos y clausurados,
sino que evolucionan y se mueven con la cultura (son ágiles y plásticos, en consecuencia, caen en desuso,
cambian, se combinan, dan lugar a nuevas formas).
• No se puede pensar en el enunciado individual porque si bien por separado, cada uno de ellos es singular,
solo pueden concebirse en el marco mayor del género.
• No es posible hablar por fuera de los géneros, porque están enlazados y determinados por las prácticas
sociales.

25 | P á g i n a
Juana Curuchet

Bajtín pone de relieve la relación inevitable del lenguaje con “la vida social”, los enunciados y los géneros
discursivos son, a su juicio, correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua. El
lenguaje participa de la vida y, de modo inverso, la vida interviene en el lenguaje también a través de los
enunciados.
Critica: Se trata de un proceso complejo, multilateral y activo que debe ser estudiado por las distintas ramas
de la lingüística y las ciencias dedicadas al análisis del lenguaje en su verdadera dimensión y no, de modo
sesgado o esquemático, como hacen ciertos enfoques, que caen en lo que Bajtín llama “ficción científica”

En cada esfera de la praxis, existe todo un repertorio de géneros discursivos que se diferencia y desarrolla
a medida que se complejiza la esfera misma (está determinado por la situación discursiva, las relaciones entre
los hablantes, su posición en la jerarquía social).
Propone un acercamiento primero a través de una clasificación:
Sobre todo, hay que prestar atención a la diferencia, sumamente importante, entre géneros discursivos
primarios (simples) y secundarios (complejos); tal diferencia no es funcional. Los géneros discursivos
secundarios (complejos) -a saber, novelas, dramas, investigaciones científicas de toda clase, grandes géneros
periodísticos, etc.- surgen en condiciones de la comunicación cultural más compleja, relativamente más
desarrollada y organizada, principalmente escrita: comunicación artística, científica, sociopolítica, etc. En el
proceso de su formación estos géneros absorben y reelaboran diversos géneros primarios (simples)
constituidos en la comunicación discursiva inmediata. Los géneros primarios que forman parte de los géneros
complejos se transforman dentro de estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación
inmediata con la realidad y con los enunciados reales de otros, por ejemplo, las réplicas de un diálogo cotidiano
o las cartas dentro de una novela, conservando su forma y su importancia cotidiana tan sólo como partes del
contenido de la novela, participan de la realidad tan sólo a través de la totalidad de la novela, es decir, como
acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana.

Todo enunciado es, expresa Bajtín en una de esas iluminadoras metáforas con las que da cuenta de sus
proposiciones, un eslabón en una cadena de enunciados. Y de este modo anula toda posibilidad de pensar un
texto cerrado sobre sí mismo, en una clausura que busque dar cuenta de su estructura. El enunciado se abre
hacia el afuera, hacia el contexto, hacia el otro.
Y en ese sentido, no hay enunciado primero, ni último: todo enunciado es respuesta de enunciados
anteriores y será, a su vez, respondido en enunciados posteriores.
Por eso, todo enunciado es orientado, destinado, existe sólo en una orientación valorativa hacia el
interlocutor. En esta propuesta, el oyente tiene un papel activo, no es un mero receptor del discurso, no es
engendrado por un yo que gobierna de modo absoluto la enunciación.
Así entonces, y distanciándose de otros enfoques que entienden al receptor como responsable de la
decodificación pasiva del mensaje emitido, Bajtín conceptualiza al oyente como contestatario, una figura que
replica, comenta, completa, actúa (no sólo a través de palabras, también las acciones -una sonrisa, un leve
movimiento de cabeza, la tos, una trompada-, también la postura, también el silencio son respuestas).

La relación que establece entre el lenguaje y la organización de la conciencia: Bajtín asume que la fuente
del psiquismo la constituyen las relaciones sociales y la comunicación que se establece dentro de la praxis
humana y, que, por lo tanto, la conciencia es un reflejo activo de la realidad, que surge como algo que se
construye desde afuera. La realidad es reflejada (mejor aún, como vimos, refractada) a través del lenguaje, de
las expresiones verbales que son los signos. Los signos, entonces, funcionan como mediadores en la relación
del hablante con la realidad. Bajtín sostiene, así, que la conciencia individual tiene una organización
semiótica, está poblada por signos, pero esos signos, no se incorporan a una conciencia vacía, sino que la
propia conciencia es resultado de la acción de los signos, no existe sin ellos.

El principio y el final de los enunciados están determinados, entonces, por el hecho de que los hablantes
los intercambian con otros, y es por eso que un enunciado individual representa, para esta teoría, una
contradicción pues siempre que se enuncia se lo hace en relación con otro/otros. En este sentido, el proceso

26 | P á g i n a
Juana Curuchet

discursivo implica necesariamente, al menos, dos sujetos hablantes, o sea, una relación dialógica en la cual el
enunciado resulta afectado por la participación activa de ambos. Como ya señalamos, esto diferencia este
planteo de otros enfoques sobre la comunicación, que atribuyen al oyente un papel pasivo, ajeno al
enunciado.

LAS PROPIEDADES DEL ENUNCIADO

Bajtín establece claras diferencias entre el enunciado como unidad del discurso frente a las unidades la
lengua: las palabras y oraciones.
Mientras que, los límites del enunciado están determinados por el cambio de los sujetos discursivos, -lo
que supone, para Bajtín, su primer rasgo constitutivo-, la oración, como unidad de la lengua, tiene una
naturaleza gramatical y, por lo tanto, sus límites son, también, gramaticales: empieza con mayúscula y
termina con un punto. Así, como unidad aislada, es monológica y, por tanto, resulta imposible adoptar con
respecto a ella una postura de respuesta (a menos que sepamos qué es aquello que el hablante quiso expresar
y que eso fue todo cuanto él quiso decir. Pero en ese caso no estaríamos ante una oración sino ante un
enunciado, como veremos en detalle en lo que sigue). Al respecto, señala Bajtín que las unidades de la lengua
tienen un significado abstracto, no relacionado con ningún contexto real. Tomando un ejemplo muy sencillo,
el de la oración “Ya salió el sol”, muestra que, aunque pueda ser analizada según las reglas de la lengua,
reconocida como una construcción del español y examinada en todos sus constituyentes internos, no resulta
posible entenderla más que como una unidad cerrada sobre sí misma, que no provoca respuesta alguna. Sin
embargo, esa oración, una vez ubicada en un contexto discursivo, en una cadena de comunicación con sujetos
hablantes concretos implicados, una vez incluida en una situación dialógica determinada, se convierte en un
enunciado, porque obtiene un sentido específico, por ejemplo, “Ya es hora de levantarnos”, “Dejó de llover”,
“No tiene sentido salir” o muchas otras interpretaciones dado que, en situaciones discursivas distintas, puede
adoptar sentidos también distintos. Ese sentido, por lo tanto, aparece determinado por múltiples factores que
no actúan dentro del sistema de la lengua, sino que importan dentro de un marco discursivo concreto y son
de otro carácter: para analizarlos deben considerarse las complejas determinaciones sociales, ideológicas y
culturales que prefiguran y moldean el discurso de un hablante. Mientras que el significado de la oración es
sometido a la operación de reconocimiento, el sentido del enunciado -social, ideológico, mutable y flexible-
es interpretado, comprendido en función de los contextos comunicativos concretos.

Estrechamente vinculado al primero, el segundo rasgo constitutivo que Bajtín atribuye al enunciado es el
de su conclusividad específica. La conclusividad indica que el enunciado:
a. consiguió agotar el sentido de su objeto en una situación concreta, es decir, que el oyente advierte que
se ha producido un agotamiento temático.
b. muestra la concepción que el hablante tiene ante el objeto del discurso, esto es, es posible captar la
intención discusiva y la voluntad del hablante
c. está constituido por rasgos típicos que lo ubican como perteneciente a un género discursivo con sus
propiedades estructurales de clausura o conclusión específicas.

La oración como unidad de la lengua carece de todos esos atributos: no se delimita por el cambio de los sujetos
discursivos, no tiene un contacto directo con la realidad (con la situación extraverbal) ni tampoco se relaciona de una
manera directa con los enunciados ajenos; no posee plenitud de sentido ni una capacidad de determinar directamente
la postura de respuesta del otro hablante, es decir, no provoca una respuesta.

Así llega Bajtín al tercer rasgo constitutivo del enunciado: la actitud del enunciado hacia el hablante
mismo y hacia los otros participantes en la comunicación.
Esta también es una característica del enunciado que lo distingue de las unidades de la lengua. Bajtín lo
denomina “momento expresivo” y remite a la actitud subjetiva y evaluadora del hablante hacia el
objeto/tema de su discurso, hacia el contenido semántico de su propio enunciado. La lengua, como sistema,
ofrece al hablante recursos expresivos (por ejemplo, adjetivos valorativos, tipos de oraciones, signos de

27 | P á g i n a
Juana Curuchet

puntuación, entre otros) por lo que las palabras y oraciones pueden ser marcadas estilísticamente a nivel
lingüístico, pero esos recursos son absolutamente neutrales en relación con cualquier valoración real
determinada. Las palabras y oraciones en sí mismas no evalúan nada, no dan cuenta de la visión del mundo,
de los valores o las emociones del hablante. Sólo adquieren matiz expresivo en el marco de un contexto
específico. Y es por las mismas razones, que no se puede hallar un enunciado absolutamente neutral. Uno de
los recursos más potentes para expresar la actitud evaluadora y emotiva del hablante es la entonación
expresiva que, conviene recordarlo una vez más, no es individual sino social, por lo que solo podrá darse
cuenta cabal de ella si se la pone en relación con otras propiedades del enunciado como la orientación y la
responsividad. A continuación, recuperaremos las líneas centrales sobre este concepto trazadas por Valentín
Voloshinov, otro representante del Círculo bajtiniano.

Volóshinov

LO DICHO / LO SOBREENTENDIDO

Volóshinov establece, así, que en el enunciado además de lo expresado verbalmente, se debe considerar
también una parte extraverbal, no expresada pero sobreentendida, sin cuya comprensión no resulta posible
entender la enunciación misma.
Cada enunciación efectiva tiene un sentido determinado, que solo se puede comprender en una situación
concreta. Para mostrarlo, Voloshinov recurre a un enunciado mínimo del tipo ¡Vaya! y señala que, a quienes
desconocen las condiciones en las que se enuncia la expresión, la misma les resulta incomprensible. Como
sabemos, en condiciones distintas, en situaciones distintas, esta enunciación tendrá también sentidos
distintos: podría ser un signo de maravilla, de indignación, de alegría, de tristeza, podría ser respuesta o réplica
a acontecimientos y circunstancias absolutamente diversos y disímiles.
Como podemos advertir, para poder entender el enunciado, es preciso conocer algo más que la emisión
proferida, es necesario recuperar la parte extraverbal de la enunciación: saber dónde y cuándo ocurre, cuál es
el tema de la conversación y, finalmente, la relación que los interlocutores tienen con respecto al tema y cuáles
son sus respectivas valoraciones del mismo.
Supongamos, ahora, que esos momentos se vuelven conocidos. Aunque para nuestra comprensión fue
necesario explicitarlos, se trata de aspectos de la enunciación que estaban sobreentendidos por los hablantes.
La vida misma completa directamente la palabra, la que no puede ser separada de la vida sin que pierda
su sentido.
¿Qué fue necesario conocer para poder comprender la conversación? Por un lado, el tono con que fue
pronunciada (reproche, indignación, fastidio, desagrado) y por el otro, el contexto extraverbal que los
participantes del intercambio compartían y que les permitió tener una comprensión común de lo que estaba
ocurriendo.
Voloshinov establece que este contexto extraverbal se compone por tres momentos:
a. el horizonte espacial compartido (lo visto)
b. el conocimiento y comprensión común de la situación (lo sabido)
c. la valoración compartida de la situación (lo evaluado).
Estos momentos constituyen el sobreentendido, ese horizonte espacial y semántico de los hablantes, que
conocen, entienden y evalúan conjuntamente la situación.
Voloshinov sostiene que el enunciado cotidiano es un entimema, es decir, una forma de silogismo en que
una premisa o la conclusión aparece silenciada, pero puede ser recuperada fácilmente por el oyente. Establece
el autor que todo enunciado cotidiano es un entimema objetivo y social. Se constituye, así, como una suerte
de “contraseña” conocida solamente por aquellos que pertenecen al mismo horizonte social.
Entonces este carácter social impregna el enunciado: en primer lugar, el enunciado está dirigido a alguien
(lo que quiere decir que hay, como decíamos al inicio, por lo menos esa microsociedad formada por dos
personas, el hablante y el oyente); en segundo lugar, el mismo hablante es siempre un ser social.

28 | P á g i n a
Juana Curuchet

Las valoraciones sociales organizan la forma del enunciado, organizan también el gesto, (porque el cuerpo
también permite la expresión de valores, gesticulando el hablante ocupa una posición activa con respecto a
evaluaciones determinadas) pero es en la entonación donde la valoración encuentra su expresión más pura.
La entonación establece el vínculo entre la palabra y el contexto extraverbal: La entonación se encuentra
siempre en el límite entre lo verbal y lo no verbal, lo dicho y lo no dicho. En la entonación, el discurso entra en
contacto inmediato con la vida. Y es ante todo mediante la entonación como el hablante entra en contacto
con los oyentes: la entonación es social por excelencia.
Existen tres participantes en una enunciación: el hablante, el oyente y aquel de quien o de que se habla.

LO INDIVIDUAL Y LO SOCIAL EN LOS ESTUDIOS SOBRE EL LENGUAJE

El círculo de Bajtín entabla un diálogo polémico con la Psicología, la Lingüística y los Estudios literarios,
respectivamente. En términos muy generales, podríamos decir que el fundamento de la polémica es, en todos
los casos, la oposición entre lo social y lo individual.
Ningún enunciado puede atribuirse solo al hablante, sino que es el resultado de la interacción entre
interlocutores por lo que tampoco puede concebirse por fuera de la situación social compleja que lo engendra
y a la que interpreta ideológicamente. En ese marco, incluso el acto más personal, la toma de conciencia de
sí, implica siempre ya un interlocutor, una mirada ajena que se posa sobre el hablante.
De este modo, si lo intersubjetivo y lo social son rasgos constitutivos del lenguaje y si, por otra parte, y, al
mismo tiempo, son esenciales al hombre, se impone por sí misma una conclusión: el hombre es un ser
originalmente social, al que no cabría reducir a su dimensión biológica sin privarlo de los rasgos que lo hacen
hombre; de ahí la oposición a cualquier psicología biológica o subjetiva (individualista).
Los representantes del Círculo de Bajtín establecen la especificidad cultural e histórica de la conciencia
humana. Desde su postura, el contenido del psiquismo es absolutamente ideológico: La personalidad del
hablante, entonces, tomada desde adentro, diríamos, resulta ser totalmente un producto de las
interrelaciones sociales. No solo su expresión externa sino también su experiencia interna son territorio social.
Por lo tanto, todo el camino entre la experiencia interna (lo "expresable") y su objetivación externa (el
"enunciado") cruza territorio social.
Voloshinov dirige sus críticas al freudismo. Según él, este enfoque, de algún modo, hace descansar al
psiquismo humano sobre una base biológica y concibe el inconsciente como anterior, o exterior, al lenguaje.
No obstante -señala este autor- no es posible acceder a él más que por medio del lenguaje, y nada autoriza a
ver en él un terreno virgen de cualquier huella verbal. Este énfasis en los factores sociales no debe
interpretarse, sin embargo, como una falta de preocupación por lo psicológico, sólo significa que, en términos
de Voloshinov, la actividad psicológica solo puede entenderse comprendiendo lo social.

CRITICAS AL SUBJETIVISMO INDIVIDUALISTA

Voloshinov analiza críticamente la lingüística romántica o “subjetivismo individualista”, de Humboldt a


Vossler y Spitzer, que reconoce y valora solo las variaciones lingüísticas individuales y se niega a reconocer a
la “lengua”, a la que considera una ficción. Esta corriente llama la atención sobre el papel creador del
enunciado singular y trata de explicarlo en función de la vida psíquica individual del hablante.
El subjetivismo individualista considera que la base del lenguaje es el acto de habla individual creativo.
El origen del lenguaje está en la psiquis individual. Las leyes de la creatividad del lenguaje son las de la
psicología individual, y estas leyes son precisamente lo que se supone que deben estudiar el lingüista y el
filósofo del lenguaje.
Voloshinov rechaza la teoría de la expresión que sustenta el subjetivismo individualista porque, como
vimos, entiende que el centro organizador de toda emisión, de toda experiencia, no está adentro sino afuera,
en el medio social que circunda al ser individual. De acuerdo con Voloshinov, la experiencia no organiza la
expresión, sino a la inversa: la expresión organiza la experiencia. Cualquier clase de emisión que consideremos,

29 | P á g i n a
Juana Curuchet

incluso aquella más elemental de la expresión verbal de una necesidad —el hambre, por ejemplo—está
orientada socialmente en su totalidad.

CRITICA AL OBJETIVISMO ABSTRACTO. LA CUESTION DEL SIGNIFICADO

Podría decirse que no existe corriente ni escuela posterior que no reconozca, de algún modo, la enorme
contribución que ha significado el CLG, no solamente para la ciencia del lenguaje, sino también para el
desarrollo del pensamiento formal en las ciencias de la sociedad y la cultura. Pero Voloshinov lo examina desde
un ángulo crítico y polemiza con los presupuestos que allí se sostienen.
Critica Lengua/Habla: Voloshinov entiende el habla y el sistema lingüístico en una unión indivisible que no
puede ser estudiada al aislar una de otro. Sostiene que no es posible manejar adecuadamente la emisión
concreta sin, simultáneamente, tener en cuenta el sistema lingüístico que en ella se despliega.
Según Voloshinov, la lengua como un sistema de formas normativamente idénticas no es sino una
abstracción, obtenida mediante un arduo trabajo realizado para determinados propósitos cognoscitivos y
prácticos. Es, en suma, el producto de una reflexión sobre el lenguaje que de ningún modo llevan a cabo los
hablantes y oyentes de una lengua determinada, una construcción teórica que no permite captar el problema
de la realidad concreta de los fenómenos del lenguaje, el resultado de un abordaje que en absoluto sirve para
llegar al auténtico problema de la realidad lingüística.
La realidad concreta del lenguaje en cuanto discurso no está en la identidad y equivalencia, en el sistema
abstracto de formas lingüísticas despojadas de su contenido ideológico (como tampoco lo está en el enunciado
monológico y aislado, ni en el acto psicofísico de su realización, como sostenía el subjetivismo individualista)
sino en la novedad, en el acontecimiento social de interacción discursiva, llevado a cabo mediante la
enunciación y plasmado en enunciados específicos.
Voloshinov plantea, entonces, el reconocimiento y la comprensión como dos operaciones de análisis del
signo: el signo es reconocido como forma idéntica a sí misma, en su momento de unidad, con un significado
fijo y estable; el signo es comprendido en tanto se asume que su sentido es ideológico y que está determinado
plenamente por su contexto pues no es independiente de las condiciones en que se produce. “En realidad,
hay tantos significados para una palabra como contextos de uso”.
Al postular que la verdadera realidad del lenguaje no reside ni el habla individual aislada, ni en el sistema
abstracto de normas lingüísticas, Voloshinov justifica la tesis fundamental de los teóricos del círculo
bajtiniano: dicha realidad no debe buscarse sino en el hecho social de la interacción verbal que se cumple en
uno o más enunciados. Es allí donde se halla la solución al problema del modo real de existencia de la lengua.

30 | P á g i n a

You might also like