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Disputas por la memoria

A mediados del siglo XX la memoria se convirtió en una categoría significativa en el campo de las
ciencias sociales sociedades contemporáneas y van constituyendo múltiples formas de culto al
pasado, llegando al punto en el que como lo afirma Traverso, “Hoy, todo se transforma en
memoria”

reaparecen en el Viejo Continente fantasmas del pasado a los que se creía ya definitivamente
enterrados: racismo, xenofobia, discriminación, violencia contra minorías, etcétera. Diversos
grupos y movimientos de ultraderecha adquieren un importante auge entre la juventud y un
notable peso en las urnas. Sin embargo, Europa se confronta también con las viejas heridas de su
pasado. Así, Austria, Francia y Alemania, entre otros países, rescatan verdades olvidadas y
reinterpretan su historia a la luz del presente. El dilema es, entonces: ¿Qué tendrá mayor peso: el
olvido o el vigor de la memoria? Ciertamente, los dirigentes alemanes de la posguerra
reconocieron la responsabilidad moral del país por su pasado nazi. Sin embargo, fue el silencio
soterrado, pero turbador, lo que permeó a la sociedad alemana desde 1945 en adelante. La
memoria colectiva de ese país reprimió los doce años de régimen nazi. Su inmediata división
después de 1945, la guerra fría y el proceso de desnazificación impulsado por las fuerzas aliadas
impidieron que Alemania elaborara el duelo, llorara el luto de la derrota y saldara cuentas con su
historia

Esta nueva derecha se alimenta del nacionalismo (de la xenofobia),


especialmente en Europa, pero también de la frustración de las clases
medias empobrecidas que han visto un deterioro importante en su
calidad de vida a partir de la crisis de 2008, lo cual se reforzó durante la
pandemia del COVID-19 ada partido o movimiento de derecha se nutre
de la historia del país en el que se origina y de los problemas que
enfrenta cada sociedad, 
ganaría terreno, etcétera, presagiaban el umbral de una nueva era. Sin embargo, al poco tiempo,
la conciencia de las democracias occidentales—aletargadas después de la euforia de la posguerra
bajo el supuesto de que bajo las ruinas del III Reich quedaba enterrada también la sinrazón de la
persecución étnica, racial o cultural— se confrontaba con viejas y olvidadas heridas. En una
atmósfera de pesimismo que parecía señalar que nada se había aprendido de la historia, Europa
era testigo de que la bandera de la “limpieza étnica” volvía a ser levantada en los Balcanes para
detener, expulsar y eliminar sistemáticamente a millones de personas; las imágenes desoladas de
familias enteras desposeídas de sus bienes y circulando en trenes para ganado levantaban la
amnesia que caía sobre un pasado todavía relativamente reciente.

La memoria de un pasado ultranacionalista, xenófobo y racista vuelve a recorrer Europa. En Italia,


Bélgica, Suiza, Austria y Francia existen movimientos de ultraderecha que no sólo actúan con
violencia en las grandes urbes mediante explosiones racistas, sino que adquieren un notable auge
entre la juventud15 y, lo que es más preocupante, adquieren un importante peso político por
medio de las urnas.
Si bien estos movimientos constituyen, hasta el momento, grupos marginales, en tiempos de crisis
política y económica sus odios y prejuicios pueden ser incorporados a discursos políticos más
amplios. Ése ha sido el caso de Francia, por ejemplo, donde las tesis de Jean Le Pen, líder del
ultraderechista Frente Nacional,

la cuestión clave, tanto para Le Pen como para Haider, es el problema de la inmigración extranjera,
a la cual culpan del desempleo creciente en sus respectivos países y contra la cual dirigen su
discurso excluyeme, racista, nacionalista y autoritario. Se trata, en ambos casos, de un discurso
xenófobo que responde más a obsesiones ideológicas y a la voluntad política de cerrar las
fronteras nacionales que a preocupaciones económicas relativas al desempleo supuestamente
causado por la migración 7 De igual modo, el paulatino desmantelamiento del Estado de bienestar
ha dejado a la intemperie a quienes hasta ahora gozaban de educación y salud aseguradas,
protección contra el desempleo y generosas pensiones de retiro. Asimismo, la reorganización
productivo-tecnológica en el marco de una economía globalizada y competitiva ha trasladado el
conflicto social a la “inclusión” o “exclusión” de los puestos de trabajo y del acceso al consumo.

y miedo al futuro,19 situación que afecta principalmente a los sectores más vulnerables de las
capas medias y bajas,20 y que evoca el clima político y económico de los años treinta y propicia el
surgimiento de líderes mesiánicos y autoritarios.21 A lo anterior cabe agregar los gigantescos
procesos migratorios que se dirigen hacia el Viejo Continente y que, más allá de la amenaza que
representan en relación con la disputa por las fuentes de empleo, confrontan a Europa con la
extranjería y el misterio del otro mediante palabras, rostros, gestos y vestimentas diferentes.
Europa Occidental —un espacio geográfico relativamente homogéneo y con una identidad
histórica común. teme perder su identidad nacional y cultural. Lo anterior se traduce, como se ha
señalado, en el apoyo electoral a partidos y movimientos de extrema derecha,23 como asimismo
en la victimización del otro—migrantes, refugiados, minorías, etcétera— por medio de nuevas
formas de racismo en las cuales la estigmatización, la discriminación, la segregación y la violencia
se producen en virtud de criterios de una “otredad” étnico-cultural. límites de trágica memoria.
“No es que se desee la conversión del otro, sino su muerte... pero la muerte del otro debe
entenderse en una multiplicidad de sentidos, desde el más simbólico hasta el más empírico: desde
la invisibilidad del otro hasta su aniquilamiento, su destrucción física. Sin embargo, al mismo
tiempo que Europa es recorrida por este abanico de trágicas memorias, el Viejo Continente
también se confronta con las cenizas de su pasado, y saca a la luz pública los fantasmas que un
largo silencio había escondido entre los pliegues de su conciencia, al tiempo que reinterpreta
también una historia hasta ahora considerada tabú.

Hoy la conciencia europea se encuentra dispuesta, en muchos sentidos, a abrir la caja de Pandora
de los silencios del pasado.28 Nuevos documentos, testimonios, investigaciones y análisis
evidencian el imperativo de rescatar verdades olvidadas, desmoronar viejos mitos, rescribir la
historia y reinterpretar la memoria de un siglo que llega ya a su fin.

rvorosamente a este régimen político. Suiza, por su parte, ha debido reconocer, en fechas
recientes y en medio de un gran escándalo internacional, que tras su imagen de país neutral,
democrático y eficiente, se esconde el “lavado” de millones de dólares saqueados por los nazis.
Este dinero permitió el funcionamiento de la maquinaria de guerra y, al mismo tiempo, contribuyó
a su fortaleza económica. Francia también se ha confrontado —y aun obsesionado— con lo
ocurrido entre los años 1940 y 1944, en especial cuando hoy existe una fuerte ofensiva de lo que
fue la ideología del régimen de Vichy.29 Por una parte, testimonios, documentos y libros han dado
reciente cuenta del destino individual de miles de personas en el interior de una historia colectiva
que llevó a entregar a la Gestapo a tres cuartas partes de los judíos que vivían en aquel momento
en Finalmente, en 1995 el presidente Chirac reconocía la responsabilidad del Estado francés en la
deportación de 70 000 judíos franceses a Alemania, y en fechas recientes, se ha comenzado a
identificar la propiedad confiscada y las obras de arte robadas a los judíos durante la Segunda
Guerra Mundial.

n segundo lugar, los partidos fascistas tradicionales de derechas han optado por moderar su
mensaje y el perfil de sus simpatizantes y profesar un "fascismo edulcorado". Los que antes eran
partidos puramente fascistas son ahora partidos populistas de derechas cuyos adeptos
constituyen una variada grey que engloba desde personas de ideología fascista hasta racistas,
xenófobos y los blancos alienados de clase trabajadora. Ahora se expresan en términos de nación,
tradición, soberanía y comunidad, en vez de eugenesia, exterminio y patria. La creación en 2007 del
Grupo Identidad, Tradición, Soberanía (ITS) en el Parlamento Europeo permitió asociarse a los
partidos ultraderechistas y racistas de Austria, Bélgica, Francia e Italia, así como de Bulgaria y
Rumania

Europa es reflejo de los buenos resultados obtenidos a nivel nacional. En 2002, Le Pen, que cree que
la ocupación nazi de Francia fue "esencialmente beneficiosa" pese a la muerte de 70.000 judíos
franceses en campos de concentración, quedó segundo en las elecciones presidenciales El líder del
Vlaams Belang, Filip Dewinter, anunció con orgullo que su partido era islamófobo, lo cual no fue
óbice para que casi se hiciera con el control en 2006 de Amberes, Alessandra Mussolini, nieta de
Benito Mussolini y fundadora del partido neofascista Azione Sociale, tendría una cartera ministerial.
En Polonia, el partido en el poder, Prawo i Sprawiedliwosc (Partido Ley y Justicia), ha formado desde
2005 una coalición no oficial con la LPR, que ha emponzoñado el entorno político con su
fundamentalismo católico y su nacionalismo extremo.

Las vías de evacuación facilitadas tampoco han resultado una


opción para estas personas que, afirma, se han visto obligadas a
andar kilómetros y kilómetros por miedo a recibir palizas, y que
han sido expulsadas de los trenes que se dirigían hacia la
frontera. El problema no termina ahí. “Cuando llegaban a la
frontera, las autoridades polacas también les ponían muchas
dificultades. Después, tras ese segundo rechazo, encuentran que
ya en Polonia existe una amenaza racista patente, por lo tanto, el
hecho de cruzar a este país ni siquiera es una garantía de
seguridad”.
Partido polaco Ley y Justicia rechaza cualquier tipo de
minorías sexuales y liberales y ha dejado clara su
negativa hacia la inmigración y a los refugiados. Sus
críticas al anterior gobierno por aceptar dar asilo a 7.000
inmigrantes como parte del plan de reasentamiento de la
Unión Europea lo constataron. La victoria de Ley y Justicia
no fue una sorpresa. Varias manifestaciones
multitudinarias en contra de la inmigración, ya no solo en
contra de los refugiados, tuvieron lugar en las grandes
ciudades del país durante este verano como en Varsovia,
Cracovia o Breslavia. 
Cada once de noviembre se celebra en Polonia el Día de
la Independencia de 1918. El evento, llamado “Marcha
Patriótica”, es organizado por grupos de extrema derecha
incluyendo el colectivo Renacer Nacional Polaco (NOP).
Este año se congregaron más de 70. 000 personas en
Varsovia bajo el discurso “Polonia para los Polacos,
Polacos para Polonia”.

 se podían leer eslóganes como “Stop la islamización de


Polonia”. La ciudad se tiñó de blanco y rojo, así como
jóvenes y no tan jóvenes paseaban sus banderas y botas
de estética neonazi. Las voces más críticas se refieren a
este momento como un “retroceso a la Edad Media”. Es
difícil esgrimir por qué ha aumentado este sentimiento
nacionalista y retrógrado que tanto le favorece al nuevo
gobierno. Ley y Justicia está haciendo un gran esfuerzo
para encender la mecha del racismo y que arrastre por su
camino todos los hogares polacos. Mediante el discurso
del odio y el miedo han creado un fantasma contra el que
se debe combatir y permanecer unidos: la inmigración.
Con la Iglesia Católica como eje ejecutador, han hecho
creer a todos sus ciudadanos que deben luchar por una
“Polonia para los polacos” y rechazar cualquier idea que
juzgue o cuestione los valores cristianos. 
https://www.eldiario.es/desalambre/polonia-ultraderecha-xenofobia-rechaza-
refugiados_1_2375067.html

Tras la ocupación nazi y soviética al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1944 se formó un
gobierno provisional que acabaría como satélite de Moscú y sería bautizado como República
Popular de Polonia en 1952. En 1980 se formó el sindicato independiente Solidaridad
(Solidarność) que acabó convirtiéndose en partido político y liderando las revueltas que dieron
paso al cambio de régimen y ganando las primeras elecciones parlamentarias parcialmente
libres y democráticas desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El movimiento Solidaridad
fue la vanguardia del colapso del bloque comunista y su dirigente, Lech Walesa, se convirtió en
Presidente de la flamante III República de Polonia. Hasta la Segunda Guerra Mundial, Polonia
era una sociedad religiosamente diversa, en la que coexistían una importante comunidad judía
(10% de la población polaca antes de la Shoah y cuna del judaísmo jasídico), cristianos
ortodoxos, protestantes, cristianos armenios y católicos romanos. Como resultado de la
devastación del Holocausto y la expulsión de las poblaciones alemanas y ucranianas, Polonia
pasó a ser en su gran mayoría católica romana y así permanece hasta hoy. El largo papado
(1978-2005) de Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyła), fue crucial en la caída del régimen comunista.
El catolicismo es un pilar fundamental de la identidad nacional polaca y siempre jugó un papel
de guardia cultural en las luchas históricas por la independencia. De sus 38.476.269 habitantes
(datos de julio de 2017) el 87,2% son católicos.

Tras la presidencia de Lech Walesa (1990-1995), Aleksander Kwaśniewski (Alianza de la Izquierda


Democrática) fue presidente durante una década (1995-2005), años fundamentales para la
apertura de Polonia como actor internacional (ingresa en la OTAN y en la UE), firmando el
proyecto de la nueva constitución (1997) e introduciendo supuestos en la ley antiaborto. En las
elecciones de 2005, ganó en primera vuelta el alcalde de Varsovia, Lech Kaczyński, frente a
Donald Tusk (hoy Presidente del Consejo Europeo y entonces líder de Plataforma Cívica). Lech
Kaczyński falleció trágicamente (junto a 89 altos funcionarios y políticos como el senador Jerzy
Szmajdziński, precandidato presidencial por la Alianza de la Izquierda Democrática) en un
accidente de aviación en Smolensk (Rusia) el 10 de abril de 2010, cuando se dirigía a la
conmemoración de las víctimas de la masacre de Katyń.

a Marcha de la Independencia en Polonia: el 11 de noviembre no es una conmemoración fascista

Esta fecha es para los polacos el recuerdo de la soberanía recuperada tras 123 años de
ocupación extranjera y de lucha por mantener su legado cultural y religioso

23 años de ocupación extranjera. Los repartos de 1773, 1793 y 1795 culminaron con la


desaparición de Polonia entre Prusia, Rusia y Austria.
La Marcha de Independencia se celebra por todos los polacos, sin distinción de siglas
políticas, y con banderas nacionales. Los ataques realizados por cierta prensa contra la
Marcha de la Independencia, constituye un insulto grave y una ignorancia supina sobre lo
que significa esta fecha para el pueblo polaco, similar a nuestro 2 de mayo o el 12 de
octubre, de mayor relieve en nuestra historia. Recuperada la soberanía en 1989 por la
caída del comunismo, se ha conmemorado hasta el día de hoy.

La identidad polaca se mantendrá gracias a que la


Iglesia Católica mantendrá viva la lengua polaca en las
escuelas parroquiales y favorecerá a través del
movimiento cooperativo el mantenimiento del mundo
campesino polaco, ante las políticas colonizadoras
germanas y rusas. El 11 de noviembre de 1918,
Polonia recuperaba su soberanía nacional tras la
disolución de los imperios después de la Primera
Guerra Mundial. La restauración del Estado polaco
trajo el difícil engarce de las viejas provincias, y la
defensa de unas nuevas fronteras a precio de sangre.

BORRAR LA MEMORIA Desde que el PiS gobierna, Polonia ha caído 36 posiciones en el ranking de
libertad de medios (escandalosos despidos de periodistas en emisoras públicas, presiones
financieras sobre medios privados, propaganda progubernamental en medios públicos,
financiación de medios afines como el Gazeta Polska etc). Reporteros Sin Fronteras y Human
Rights Watch ha pedido a la UE sanciones para el gobierno por graves violaciones de la libertad
de prensa y el pluralismo, como amenaza no solo en el plano interno sino a los valores que
representa la propia UE.
El euroescepticismo es un movimiento político y social que se basa en el rechazo, en mayor
o menor medida, de la Unión Europea por parte de los ciudadanos europeos. El partido está
hoy liderado por Jaroslaw Kaczyński (quien también dirige el Gobierno en la sombra), con un
programa duro de ley y orden basado en aumento de penas y restablecimiento de la pena de
muerte, la lucha contra la corrupción y un euroescepticismo combativo. Apoyan una economía
social de mercado, con políticas proteccionistas que han dejado atrás su liberalismo originario.
Profundamente católicos, se oponen a la eutanasia o al matrimonio entre personas del mismo
sexo. El PiS tiene 16 europarlamentarios y pertenece al Grupo de los Conservadores y
Reformistas Europeos (ECR).

El PiS ha sido también acusado de antisemita, al coincidir incidentes antisemitas (donde se


exhiben banderas del PiS junto a eslóganes fascistas) con la suspensión de comunicaciones del
gobierno polaco con los representantes oficiales de la comunidad judía, o el mensaje del
diputado Bogdan Rzońca en redes sociales que decía: «me pregunto por qué, a pesar del
Holocausto, hay tantos abortistas entre judíos».  Durante la campaña del PiS, se amenazó con
que los refugiados traerían epidemias y violarían a las mujeres polacas, se calificó al Islam de
«un gran peligro» y se vinculó sin rubor la ola de refugiados con los atentados de París y
Bruselas. Con motivo de la celebración del Día de la Independencia polaco, el 12 de noviembre
de 2017, decenas de miles de polacos se manifestaron en Varsovia con consignas y pancartas
antisemitas, racistas, xenófobas, ultranacionalistas y homófobas como «Europa será blanca o
deshabitada», “La Europa blanca de las naciones fraternas», «sangre clara, mente sobria» o «no
al Islam». 

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