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MATEO 14, 22-33

Jesús manda a sus discípulos a través del lago de Galilea para que vayan delante hasta la otra orilla.
Sube a orar a la montaña, mientras que los discípulos en medio del lago enfrentan una tempestad
durante toda la noche. Ya cerca del amanecer, Jesús se aproxima a ellos caminando sobre el mar. Los
discípulos se perturban. Entonces Jesús revela su identidad, frente lo cual Pedro desafiando el poder del
nombre de Jesús pide poder caminar sobre el agua. Pedro anduvo pocos pasos cuando comenzó a
hundirse. Grita y es salvado por Jesús. Es reprendido y, luego, todos en la orilla se postran ante él para
adorarlo como el “Hijo de Dios”, es decir, como uno que vive en una relación de carácter privilegiada
con Dios.
 
Algunos puntos importantes del pasaje:
 
1.  la oración es el marco de todo el texto: 
(a) Al comienzo Jesús ora en la montaña y desde su oración acompaña pacientemente la travesía que
están haciendo sus discípulos en el lago (Mt 14,23);  Jesús está con nosotros en nuestras “travesías” de
la vida, él nos sostiene siempre (con su oración desde la montaña) particularmente cuando en la vida
enfrentamos adversidades. 
(b) Las dos intervenciones de Pedro, en la que grita “¡Señor!” (Mt 14,28.30), tienen fuerza desde la
oración. 
(c) La reacción final de la comunidad, apoyada en un gesto de postración ante Jesús (=adoración) y
expresada en un claro reconocimiento de divinidad de Jesús, es el culmen de todo este camino
oracional que sirve de eje al texto y de ejemplo a nuestro camino de oración. La fe se expresa en la
oración.
 
2. El relato apunta a una confesión de fe: los discípulos terminan postrados adorando al Hijo de Dios.
Esta reacción es la primera confesión de fe comunitaria (14,33) y responde a lo que se espera debemos
hacer todos nostros en la oración, confesar siempre el poder de Dios cuando tenemos dificultades.
Debemos pensar que Dios siempre es más grande que nuestros problemas.
 
 
3. La experiencia de Pedro es un modelo para nuestro camino de la fe.  En el centro del relato está el
episodio del diálogo Pedro y Jesús. En el texto se capta el siguiente proceso: 
(a) Comienza con un juego de palabras: Jesús dice “Soy Yo”, Pedro dice “si Eres Tú” (14,27-28). 
(b) El “Soy Yo” en boca de Jesús es un eco de la revelación de Yahvé a Moisés (ver Ex 3,14-15), el
mismo Dios que abrió camino en lugares imposibles (el desierto); ahora nostros también tenemos que
reconocer que él es nuestro Dios para que siga abriendo caminos que a veces pensamos son imposibles.
(c) Jesús atiende la petición de Pedro y hace que Pedro vaya donde Jesús caminando sobre las aguas
(14,29). 
(d) Cuando Pedro siente miedo comienza a hundirse y grita “¡Señor, sálvame!”; Jesús por su parte le
tiende la mano, eso significa que en medio de nuestro miedo tenemos que clamar a Dios para que nos
siga salvando y rescatando.
(e) Una vez en la barca junto con todos se postra y confiesa la fe (14,33). Después que Dios nos salva
del peligro no podemos olvidarnos de él, tenemos que ir a adorarlo.
 
En medio del peligro y con un gran sentimiento de impotencia Pedro clama al Señor con una de las
oraciones más breves y más bellas del Evangelio: “¡Señor, sálvame!”. 
 

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