You are on page 1of 59

UNIVERSIDAD DE BARCELONA

FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA CULTURAL E HISTORIA DE


AMÉRICA Y DE ÁFRICA

PROGRAMA DE DOCTORADO. RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA, AMÉRICA


LATINA. BIENIO 2004-2006

“ASISTENCIA, SANIDAD Y POBLACIÓN EN LA CIUDAD DE SAN


FRANCISCO DE CAMPECHE, 1812-1861”

CARLOS RAMÓN ALCALÁ FERRÁEZ

TESIS DIRIGIDA POR:


DRA. PILAR GARCÍA JORDÁN

Barcelona, 2008
3. EL MARCO INSITUCIONAL DE LA SALUD. LEGISLACIÓN,
HOSPITALES Y PENSAMIENTO MÉDICO, 1812-1861

Después de analizar el contexto histórico y conocer las condiciones urbanas de


la ciudad de Campeche, en este capítulo estudiaré la composición de la estructura que se
encargaba de la salud pública en el puerto. Es necesario establecer dos elementos para
comprender la salud pública; el primero se refiere a la asistencia social, encargada de
los hospitales, las casas de beneficencia y los hospicios; el segundo es la sanidad
pública enfocada al saneamiento ambiental a través del aseo de los espacios públicos y
la prevención de epidemias.
El objetivo de este capítulo es conocer los organismos de la salud pública que
existían en el puerto de Campeche, las dificultades que enfrentaron durante su
funcionamiento y las ideas médicas que predominaron al respecto. Son tres aspectos los
que abordaré; en primer lugar, los aspectos legislativos que se presentaron a nivel
nacional y local en materia de salud pública; en segundo lugar el funcionamiento de los
principales hospitales del puerto y, en tercer lugar, las principales teorías médicas que
explicaban el proceso de enfermedad y su aplicación en la viruela y el cólera, aspecto
que nos servirá de enlace para el siguiente capítulo.
Antes de la Constitución de Cádiz, el funcionamiento de los hospitales en la
Nueva España estaba en manos de las órdenes religiosas y fueron sitios donde ingresaba
gente enferma, personas sin recursos o viajeros en busca de hospedaje, donde el
principal objetivo era la caridad cristiana. Posteriormente este planteamiento se
transformó para dar paso al Estado como máximo responsable de la asistencia y la
sanidad pública, siendo entonces los ayuntamientos las instituciones que desempeñaron
el protagonismo.
Por otra parte, conviene hacer una pequeña reflexión sobre la enfermedad; en
este sentido sabemos que hasta el siglo XVIII dominó la teoría humoral según la cual lo
importante era mantener el equilibrio de los cuatro líquidos que conformaban el cuerpo
humano; posteriormente las observaciones del medio ambiente, el clima y la calidad del
aire se vincularon al proceso de enfermar. Aparecieron entonces las primeras medidas
de saneamiento ambiental y el olor se convirtió en el principal indicador para la
purificación del aire e identificar enfermedades. El discurso médico ganó espacios y la
influencia de su pensamiento se manifestó en las medidas que los ayuntamientos
tomaban con respecto a la obra pública.

112
3.1. Aspectos legislativos
Durante la colonia, la salud y la higiene pública estaban encomendadas a
diversas autoridades cuyas facultades se duplicaban o entraban en competencia. En la
ciudad de México, el ayuntamiento era la principal autoridad encargada de velar por la
salud pública, principalmente, en tres áreas: en primer lugar, el saneamiento municipal a
través de una Junta de Policía que generalmente se enfrentó a problemas financieros; el
abastecimiento de agua y la construcción de los cementerios en el exterior del espacio
urbano. En segundo lugar, el Tribunal del Protomedicato1, establecido en 1646 en la
Nueva España y que estaba constituida por tres miembros principales llamados
protomédicos, designados entre el profesorado de la Escuela de Medicina de la
Universidad de México, un abogado, un notario y tres alcaldes “examinadores” quienes
examinaban a los candidatos para ejercer la medicina, la cirugía y la farmacia. Otra de
sus funciones consistía en vigilar las farmacias a través de inspecciones bienales, cuyo
objeto era comprobar que los boticarios tuvieran licencia para ejercer su profesión y que
las drogas en existencia fueran efectivas. Técnicamente, la autoridad del Protomedicato
se extendía a toda la Nueva España, porque el tribunal de México era el único de su
especie en toda la colonia. Los integrantes eran consultados por el Virrey con respecto a
la medicina o la salud pública (Cooper, 1980: 30-60). En tercer lugar, el Virrey como
autoridad máxima era responsable en la definición de líneas políticas para la realización
de obras públicas. La Audiencia intervenía en contadas ocasiones en el campo de la
salud pública y cuando lo hacía era en casos de arbitraje. Por último, la Iglesia se
encargaba de los hospitales y cementerios, así como la organización de procesiones para
que los santos intercedieran en el alivio de las enfermedades (Cooper, 1980: 30-60).
Desde fines del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX las instituciones evolucionaron, el
poder de la iglesia dio paso al Estado, el liberalismo económico transformó el régimen
de propiedad y el concepto de caridad se convirtió en el de beneficencia.
Estos cambios modificaron la concepción hospitalaria que se manejaba desde la
edad media -como un asunto de caridad y refugio al enfermo o al desvalido por parte de
las órdenes religiosas- a un proceso secularizado donde el Estado asumió las
responsabilidades concernientes a la salud pública desde la óptica institucional. En la
Nueva España, las disposiciones contra las epidemias formaban parte de las funciones
del ayuntamiento, pero con estas transformaciones del pensamiento, las instituciones

1
Con respecto al protomedicato en la Nueva España, revisar Ortiz, 2004 y Ramos, 1994: 39-46.

113
estatales reforzaron su grado de responsabilidad ante el resto de la población. Para esto
fue necesario establecer un marco legal que lo llevara a la práctica siendo antecedente
del mismo la real cédula del 25 de diciembre de 18042 que ordenó la enajenación de
bienes raíces y capitales de Capellanía y Obras Pías que, en la Nueva España y por
disposición del virrey Juan Ruiz de Apodaca se aplicó en la ciudad de México (Muriel,
1990: 321).

3.1.1. Las bases legales de la salud en México, 1812-1861


En 1812, la Constitución de Cádiz estableció, en el artículo 321, que los
ayuntamientos se encargaban de la salubridad, el cuidado de los hospitales, hospicios y
casas de expósitos:
“Art. 321. Estará a cargo de los ayuntamientos:
Primero: La policía de salubridad y comodidad
Sexto: Cuidar de los hospitales, hospicios, casas de expósitos y demás
establecimientos de beneficencia, bajo las reglas que prescriban” (Tena, 1999:
96-97).

En octubre de 1820 fueron suprimidas las Órdenes hospitalarias. En la Nueva


España, la disposición entró en vigor a principios de 1821 y fue un nuevo paso en la
secularización de la asistencia social. Ese año se consumó la independencia de México y
durante este proceso se presentaron planes y principios legales que justificaban la
formación de un nuevo país, como fueron la Constitución de Apatzingán de 1814 y el
Plan de Iguala de 18213; en esta se planteaba que la Iglesia mantuviera el control de los
hospitales a través del artículo 14: “El clero secular y regular será conservado en todos
sus fueros y preeminencias” (Muriel, 1990: 321-322). En general, los proyectos no
mencionaron aspectos relacionados con la salud pública.
En México, el 22 de mayo de 1822, Miguel Muñoz4 propuso la supresión del
Protomedicato y fue sustituido por Juntas de Salud Pública. Muñoz consideraba la
necesidad de unificar a los médicos y cirujanos en una sola profesión, así como la
creación de centros de enseñanza para la práctica médica en la ciudad de México y el

2
El origen de esas medidas se remonta a fines del siglo XVIII con Real cédula del 21 y 26 de febrero de
1798. En España, fue el punto de partida del proceso desamortizador que se desarrolló a lo largo del siglo
XIX donde el Estado por unilateral decisión, se apropió de los bienes inmuebles pertenecientes a la iglesia
y las vendió al mejor postor con el objeto de amortizar la deuda pública (Maza, 1985:178). En México, el
sector liberal propuso estas disposiciones con las Leyes de Reforma que se implementaron en 1856 (ver
más adelante).
3
Ver capítulo 2.
4
Miguel Muñoz (1779-1855), cirujano-partero. Fue conservador de la vacuna contra la viruela entre 1804
y 1842 en la ciudad de México (Cordero, 2000: 157-161).

114
resto del país. Mientras tanto, las Bases Constitucionales de 1822 y la Constitución de
1824 tampoco destacaron la salud pública en la agenda política. En 1833, el
Establecimiento de Ciencias Médicas5 sustituyó al Protomedicato. Tal como mencioné
durante el primer capítulo, el país vivió un periodo de inestabilidad ante la falta de
capacidad por establecer un proyecto estado-nación que tuviera el acuerdo unánime de
los sectores dirigentes.
Ante esta situación, una de las medidas que tomó el gobierno fue la ocupación
de los fondos de beneficencia en calidad de préstamo, aunque nunca fueron devueltas, a
pesar de que los presupuestos generales asignaban subvenciones y se otorgaba a la
beneficencia participación en el producto de ciertos impuestos, pero en general:
“siempre fue aumentando la penuria de los establecimientos a medida que disminuían
sus capitales propios y el servicio fue empeorando” (González, 1960, IV: 403). Para
obtener más recursos, en 1829 y 1842, las autoridades mexicanas vendieron la mayoría
de los bienes de hospitales6.
Por otra parte, no había unidad en la administración de la beneficencia. La
autoridad civil ejercía su inspección a través de la Secretaría de Gobernación sobre los
establecimientos administrados por el Ayuntamiento. La Secretaría de Justicia y
Negocios Eclesiásticos regulaba los que dependían del clero. Era tangible la falta de
administración y un plan general de nación. Las causas eran los conflictos políticos y
por lo tanto, no era posible ejecutar trabajos administrativos y las propuestas quedaban
en el papel (González, 1960, IV: 408).
El aspecto de la salud y las instituciones hospitalarias aparecieron de nuevo en
las Bases Orgánicas de 1836, documento de tendencia centralista que en el artículo 25
señalaba: “Estará a cargo de los Ayuntamientos la policía de salubridad y comodidad,
cuidar de las cárceles, de los hospitales y casas de beneficencia que no sean de
fundación particular”. En el proyecto federalista moderado de 1840, la referencia fue
similar: “Toca a las Juntas Departamentales dictar, con sujeción a las leyes, las
disposiciones convenientes a la conservación y adelanto de establecimientos públicos de
instrucción y beneficencia del departamento, que se hallen bajo la protección del

5
En 1833, el presidente de la república, Valentín Gómez Farías realizó una reforma educativa. Suprimió
la Universidad de México y creó la Dirección General de Instrucción Pública. El organismo se dividió en
seis establecimientos: de estudios preparatorios, estudios ideológicos y humanidades, ciencias físicas y
matemáticas, ciencias médicas, jurisprudencia y ciencias eclesiásticas. En 1834, cuando Santa Anna
retomó el poder, suprimió las disposiciones del gobierno anterior, pero el Establecimiento de Ciencias
Médicas no modificó su estructura (Martínez, 1997: 59-62).
6
En Campeche, el hospital de San Lázaro fue uno de los afectados por esta medida. Ver el apartado 3.2.2.

115
Gobierno y de acordar la creación de otros nuevos”. El artículo 150 mencionó: “el
cuidado de los hospitales y casas de beneficencia que no sean de fundación particular
corresponde a los Ayuntamientos” (Tena, 1999: 280-284).
Los proyectos federalistas de 1842 omitieron temas como la educación,
beneficencia y salud pública. Las Bases Orgánicas de 1843, sin embargo, señalaron que
las facultades de los Departamentos consistían en: “crear fondos para Establecimientos
de instrucción, utilidad o beneficencia pública”, “crear y reglamentar Establecimientos
de beneficencia, corrección o seguridad” y “cuidar la salud pública y reglamentar lo
conveniente para conservarla” (Tena, 1999: 290). Lo destacado en esta constitución era
el papel directo del Estado con respecto a la salud pública y la asistencia social (Muriel,
1990: 324).
En 1855, con el triunfo de la Revolución de Ayutla, Ignacio Comonfort ocupó el
cargo y durante su gestión se estableció el Estatuto Orgánico Provisional de la
República Mexicana mientras se redactaba la nueva Constitución. En este documento, el
artículo 17 mencionaba: “Es obligación del Gobierno en cada Estado, crear fondos para
Establecimientos de beneficencia […] Cuidar de la salubridad pública y reglamentar lo
conveniente para conservarla” (Tena, 1999: 295). En 1856, las leyes de desamortización
determinaron el traspaso de las propiedades civiles y eclesiásticas al estado.
El corte liberal de la constitución de 1857, así como las leyes de desamortización
propiciaron que el sector conservador se levantara en armas e iniciara una lucha que
duró tres años. Entonces la república mexicana tuvo dos gobiernos, uno conservador en
la ciudad de México que devolvía al clero sus propiedades y otro liberal establecido en
Veracruz, al mando de Benito Juárez quien a través de la Ley del 12 de julio de 1859
nacionalizó los bienes del clero y que en la Ley del 2 de febrero de 1861 estableció en el
artículo 1°: “Quedan secularizados todos los hospitales y establecimientos de
beneficencia que hasta esta fecha han administrado las autoridades o corporaciones
eclesiásticas” y en el 2°: “El gobierno de la nación se encarga del cuidado, dirección y
mantenimiento de dichos establecimientos en el Distrito Federal, arreglando su
administración como parezca conveniente” (Muriel, 1990: 329 ).
El 5 de febrero de 1861 se expidió la reglamentación de los establecimientos de
beneficencia, que fueron definidos como: “los hospicios, hospitales, casas de dementes,
orfanatorios, casas de maternidad y en general a todos aquellos que reconozcan por base
la caridad pública, así como los destinados a la instrucción primaria, secundaria y
profesional”. El artículo 67 se refería a “Los establecimientos de beneficencia que

116
administran corporaciones eclesiásticas o juntas independientes del gobierno se
secularizarán y se pondrán bajo la inspección inmediata de la autoridad pública,
nombrando el gobierno en el D. F. y los gobernadores en los estados a los directores y
administradores de ellos”. El artículo 68 estableció que “El gobierno general y los
gobernadores reglamentarán todo lo concerniente a dichos establecimientos en lo
administrativo y económico vigilando esto especialmente, pues los cortes de caja se
publicarán en los periódicos” (Muriel, 1990: 330). El 28 de febrero se creó la Dirección
General de Fondos de la Beneficencia Pública, dependiente del Ministerio de
Gobernación, primer organismo que asumió como deber del estado la asistencia social
(Muriel, 1990: 330).

3.1.2. El marco legal en la península de Yucatán


En territorio yucateco, a partir de 1823 las disposiciones que se tomaron en el
Congreso local se presentaron en forma de leyes, decretos y órdenes, que conformaron
cuatro grupos. El primero se refirió a la sanidad y medicina preventiva, principalmente a
la creación de Juntas de Sanidad para enfrentar epidemias, así como el control de las
patentes de sanidad de navíos que arribaran a los puertos de la península y la aplicación
de la vacuna contra la viruela, aspectos que serán tratados con más detalles en el
siguiente capítulo. El segundo grupo abordó las disposiciones en asistencia social, la
aprobación de los reglamentos del hospital San Juan de Dios y la Casa de Beneficencia
en Mérida; la liberación de recursos para el mantenimiento del hospital del mismo
nombre y la Casa de Beneficencia en la ciudad de Campeche. El tercer grupo consistió
en la normatividad de la práctica médica, la autorización para el ejercicio de la medicina
y la farmacia, así como la creación de la escuela de medicina y el protomedicato que, a
diferencia del contexto nacional siguió funcionando en la península hasta 18407. El
cuarto bloque correspondió al régimen de los ayuntamientos8 que delimitó la función de

7
El Protomedicato en Yucatán tenía las mismas funciones que las del sistema colonial, básicamente en
regular la práctica médica y la vigilancia de las boticas. Como ejemplo se encuentran la orden por parte
del Congreso Estatal en septiembre de 1840: “Se faculta al protomedicato para que pueda nombrar una
comisión de su confianza que examine en la ciudad de Campeche a D. Ciriaco Salazar en el arte de
farmacia”, y decreto del 21 de diciembre de 1841: “Para que nombre una comisión de peritos que
examine en la ciudad de Campeche al ciudadano Feliciano Primo Miró en la facultad de farmacia,
hallándose éste con las cualidades que las leyes del caso exigen”(Peón,1841, I: 173, 319, 328; 1846, II:
160).
8
El reglamento para el gobierno interior de los pueblos se promulgaron en 1824, 1841, 1850 y 1853. Los
textos se encuentran en las Colecciones de Leyes y Decretos que se publicaron en la península durante el
siglo XIX. En 1861 se publicó esta ley en el estado de Campeche.

117
éstos con respecto a la salud en sus aspectos más generales, reforzando las disposiciones
del marco legal nacional9.
En relación con la enseñanza médica, a través del decreto del 10 de junio de
1833 se creó la escuela de medicina en la universidad de Yucatán, donde podían
obtenerse los títulos de “bachiller y doctorado, con arreglo á los estatutos de la
universidad y los otros que no podrán obtener mas que el de licenciados en cirugía
boticarios y parteras”. En Campeche, el 26 de abril de 1849 fue aprobada la solicitud
que los médicos Manuel Campos y Domingo Duret hicieron al gobierno del estado para
abrir una escuela en el puerto. El 26 de agosto de 1852, la institución fue incorporada a
la Universidad y entre las asignaturas destacaban: anatomía general y descriptiva,
fisiología; patología interna y externa; “materia médica, arte de partear, medicina legal y
operatoria”. Con la separación de Campeche, el 28 de octubre de 1859 la escuela de
medicina se anexó al Instituto Campechano10.

3.1.3. El Ayuntamiento de Campeche


Durante la colonia se establecieron organizaciones político administrativas para
el control de los territorios sometidos conocidas como Cabildos. En este contexto, el
Ayuntamiento fue la principal institución; entre sus actividades se encontraban la
distribución de tierras a los ciudadanos, la aplicación de impuestos locales, la seguridad
pública, la construcción, conservación y mantenimiento de cárceles y caminos,
inspección a hospitales, regulación de los días feriados, públicos y religiosos;
participación en procesiones eclesiásticas y supervisión de los precios en los mercados
locales (Alcocer, 2007: 16).
A partir de la Constitución de 1812 se determinó que los ayuntamientos estarían
compuestos por alcaldes11, regidores12, procuradores síndicos13 y un secretario14

9
Este tipo de reglamentos reforzaban los planteamientos de la Constitución de Cádiz con respecto a la
función de los ayuntamientos.
10
En 1859, como parte de la reforma educativa que implementó Pablo García para la creación del Estado
de Campeche, fundó el Instituto Campechano (Alcocer, 2003, IV: 111-117).
11
El número de alcaldes podía variar. En Campeche, generalmente, fueron dos a excepción de 1854 y
1861, cuando el distrito de Campeche gestionó ante el Congreso de la Unión la separación de Yucatán y
fue conocido como el presidente del Ayuntamiento (Alcocer, 2007: 72-73).
12
Los regidores comprendían un número de diez o doce y estaban a cargo del abasto, el control de precios
y las obras públicas (Alcocer, 2007: 71-73).
13
Los síndicos aparecieron por decreto de la Constitución de Cádiz e intervenían en los asuntos de
carácter administrativo y judicial que le afectaran a la corporación (Alcocer, 2007: 71-73).
14
Se encargaba de registrar las sesiones de Cabildo (Alcocer, 2007: 71-73)

118
presididos por el jefe político15. En Campeche, el cargo principal correspondió al
teniente del rey, el cual desapareció en 1823 y el jefe político adquirió esa
responsabilidad, con atributos en materia de salubridad, policía, educación,
beneficencia, puentes y caminos vecinales, cárceles, construcción, obra pública y
pavimento16 (Alcocer, 2007: 71) (cuadro 3).
Después de la independencia y de acuerdo con los reglamentos para el gobierno
interior de los pueblos, las funciones del ayuntamiento en materia de asistencia social
correspondieron a los jefes políticos, quienes sabrían dar cuenta al gobierno de sus
actos, publicar las leyes, decretos y órdenes que le comunicara el gobierno del Estado.
También fueron el conducto ordinario de comunicación entre el gobierno y las demás
autoridades locales. Además: “cuidaban que en los hospitales, hospicios, casas de
amparo y demás establecimientos de beneficencia, que no sean de fundación particular,
se observen los reglamentos respectivos de su administración económica, tomando
conocimiento del estado de sus fondos para dar cuenta anualmente al gobierno,
proponiéndole á la vez las medidas que crea más oportunas á la conservación de sus
rentas y á las mejoras mas conducentes al logro de su respectivo objeto” (Aznar, 1851,
III: 476-489).
En general, las atribuciones del ayuntamiento con respecto a la salud se dirigían
a la policía de salubridad, específicamente la limpieza de las calles, mercados, plazas
públicas, hospitales, cárceles, casas de caridad y de beneficencia. También se ocupaban
de la calidad de los alimentos, la ubicación de los cementerios, la desecación de
pantanos, salida de aguas estancadas y remoción de todo lo que en el poblado ó en sus
inmediaciones pudiera alterar la salud pública. Por otra parte, nombraban a dos médicos
y un farmacéuticos para que, acompañados por un síndico, inspeccionaran las boticas
con la finalidad que éstas no adulteraran sus medicamentos. En casos de epidemia
notificaban al jefe político y convocaban las juntas de sanidad, mientras que los alcaldes
estaban facultados para velar sobre: “la ejecución y cumplimiento de las leyes, decretos
y órdenes superiores que les comuniquen los jefes políticos, las disposiciones de éstos
acerca de los mismos objetos, los reglamentos de policía, ordenanzas municipales y
acuerdos económicos que tomen los ayuntamientos conforme a sus atribuciones” (Peón,
1846, II: 103-104).

15
El artículo señala que podían ser más de un alcalde y que a su vez, en ausencia del jefe político eran la
máxima autoridad (Tena, 1999: 95).
16
En 1853, con el restablecimiento del centralismo, esta función pasó a manos de los prefectos y
subprefectos.

119
Cuadro 3. Organigrama del Ayuntamiento de Campeche.

Teniente del Rey


Jefe Político
Prefecto de Distrito

Alcaldes
(2 o 3)

Regidores

Síndicos Diputados de abasto

Procuradores Testigos de asistencia

Secretario o Vocal Secretario

Fuente: Alcocer, 2007: 72-73.

El 23 de junio de 1813 se crearon las Juntas Provinciales de Sanidad para todos


los territorios españoles (Osorio, 1944: 328). Esta debía formarse cada año y estar
integrada por el Alcalde Primero, el cura párroco, un médico, un regidor y de uno a más
vecinos. En Campeche se estableció esta organización, cuyo principal objetivo era
proteger a los poblados del territorio de las epidemias, a través del control marítimo y
terrestre; la creación de medidas preventivas ante las noticias de enfermedades en otros
sitios y las conducentes a combatir la epidemia si el poblado era afectado17. En el caso
de Yucatán, existía una Junta Superior de Sanidad, que se encargaba a nivel estatal de
estas situaciones, mientras que los ayuntamientos crearon las Juntas Locales de Sanidad
y estaban en contacto permanente con las autoridades municipales y el gobierno
estatal18.
Con respecto a la entrada de personas y productos al puerto, la Junta de Sanidad
enviaba inspectores a los navíos que desearan ingresar para la autorización
correspondiente. En caso contrario tenían que retirarse del puerto, como lo hizo en 1833

17
AMC. Acuerdos de la Junta de Sanidad de la ciudad de Campeche. 1813,1814 y 1820. Fondo:
Salubridad. Caja 1, exp. 2.
18
Las atribuciones de las Juntas locales de Sanidad se encuentran en los Reglamentos para el gobierno
interior de los pueblos.

120
Frederick de Waldeck19, y observar los señalamientos referentes a las cuarentenas que
les aplicaban durante un tiempo determinado. En 1846, Karl Bartolomeus Heller
mencionaba:

“Y dieron las ocho de la noche antes de que se echase el ancla, ya que la entrada,
a causa que hay en Campeche, tiene que hacerse con muchas precauciones. El
mar es tan poco profundo en la pequeña rada que los transportes ligeros tienen
que anclar a una milla naútica de la tierra y los más pesados a dos o tres. Por
ello, ya no pudimos esperar la visita del comité de sanidad, por la que debíamos
pasar, ni tampoco bajar a tierra y, para pasar el tiempo comimos los deliciosos
cangrejos de mar […] fumamos un puro y charlamos muy agradablemente
durante la velada con el capitán, hasta que llegó la hora de descansar. Pronto
llegó el bote de sanidad con el médico y el comandante de la guardia de
seguridad, que pidieron los papeles necesarios, se llevaron consigo a dos
pasajeros que eran yucatecos y al capitán, pero a mí, por ser extranjero, me
detuvieron mucho tiempo hasta que obtuve el permiso de ir a tierra y logré un
fiador” (Heller, 1987 [1853]: 190-191).

3.2. Los hospitales en la Ciudad de Campeche

Después del sometimiento de la Gran Tenochtitlan por parte de Hernán Cortés,


se edificó la ciudad de México. Una de las preocupaciones entonces fue la obra
hospitalaria y entre los años de 1521 y 1524 se fundaron los hospitales de La
Concepción y el de San Lázaro (Muriel 1990, I: 37-52). Las órdenes religiosas,
principales responsables de la asistencia y la caridad, se preocuparon por expandir los
hospitales en el territorio mexicano. Las agrupaciones que sobresalieron fueron la orden
de la Caridad, de San Juan de Dios, los Canónigos Reglares de San Agustín, Nuestra
Señora de Belén, franciscana y dominica (Muriel, 1990, II: 7-13).
En la Península de Yucatán, los franciscanos construyeron edificios en Izamal,
Conkal y Maní para atender enfermos. En los pueblos que no tenían monasterios,
instruyeron a personas para que éstas proporcionaran los cuidados necesarios. De los
fondos de Comunidades de Indios se destinaron recursos para el pago de médicos y
medicinas, generalmente en caso de epidemias. Se realizaron diversas obras pías con el
objetivo de proporcionar cuidados y atención a las personas necesitadas. En 1550, en la
ciudad de Mérida se levantó un edificio con fondos proporcionados por el ayuntamiento
y vecinos con el nombre de Nuestra Señora del Rosario. A partir de 1625, los religiosos
de la orden de San Juan de Dios se hicieron cargo del hospital.

19
Ver capítulo 4.

121
Otras fundaciones que existieron en Mérida desde el siglo XVI fueron la
hermandad de Santa Lucía que asistía a los enfermos en sus domicilios, especialmente
pobres y necesitados; el hospital del Convento Grande en el que se estableció una
botica; la obra pía de Juan Muñoz Bermón para mujeres en edad matrimonial que no
tuvieran dote y la obra pía de Palomar para los presos de la ciudad. Durante los siglos
XVII y XVIII aparecieron otras instituciones de beneficencia como la botica del
Obispo, que fue la primera farmacia pública en Yucatán, el hospital de la Mejorada, la
casa de las arrepentidas, la casa de las recogidas, así como las obras pías de Ulíbarri y
Juan de Dios Bermón. Por otra parte, el 16 de septiembre de 1821, el Hospicio de San
Carlos se convirtió en la Casa de Amparo y en 1833, en Casa de Beneficencia (Ferrer,
1944: 21-64). En la ciudad de Campeche, las principales instituciones hospitalarias
fueron: el hospital de San Juan de Dios, ubicado en la zona intramuros de la ciudad y el
de San Lázaro, a orillas del mar, en las afueras del barrio de San Román.

3.2.1. El Hospital de San Juan de Dios


Durante la segunda mitad del siglo XVI, el hospital conocido como el de
Nuestra Señora de los Remedios fue fundado por el Ayuntamiento campechano, que en
1626 pasó a la administración de la orden de San Juan de Dios, tal como sucedió en
Mérida20. El hospital funcionó con fondos que se obtenían de la soldada de marinero, de
impuestos por encomiendas, contribuciones militares, donativos, capellanías y colectas
de vecinos. Con los ingresos se realizaron algunas modificaciones estructurales al
edificio, hasta que la Ley del 1° de octubre de 1820 suprimió las órdenes Hospitalarias,
la cual entró en vigor en la Nueva España al año siguiente.

El espacio que ocupaba el conjunto hospitalario fue de 7208 metros cuadrados.


Contenía la iglesia, atrio, enfermerías, botica, torno, claustro, cementerio, troje de
granos y una gran cantidad de casas adjuntas al edificio que servían para dependencias y
alquiler. El hospital tenía un sólo nivel, su planta era cuadrangular, al igual que los
demás hospitales de la orden: “sus crujías con arcadas rodeaban el patio y sus muros se
ornamentaron con pintura al falso fresco” (Ortiz, 2004: 10). El edificio se componía de
la sala de la administración, donde se encontraban los registros de los militares pobres y
las mujeres, los libros de control de las casas que pagaban renta, un estante con libros de

20
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, llegó a la Nueva España en 1604 y se expandió por todo el
territorio hasta 1820. véase los trabajos de Alberro, 2005 y Muriel, 1990, acerca de la Orden de San Juan
de Dios y los Hospitales de la Nueva España respectivamente.

122
la vida de San Juan de Dios, cuadernos de estancias militares, reglamentos del
establecimiento y material para la práctica médica como estuches con bisturís rectos y
curvos; tijeras convexas, curvas y rectas; torniquetes, lancetas para sangrar, jeringa de
plata y medicinas21. Por el material documentado, en el hospital se llevaban a cabo
procedimientos quirúrgicos de primer orden así como curación de heridas.
El cuarto de practicantes contenía material para uso profesional, como latas de
ungüento, espátulas elásticas, pinzas rectas, sondas canulares y rectas con dos piezas22.
La botica tenía aceites esenciales, vegetales y minerales; sales minerales simples, raíces
y cortezas, hojas y flores, gomas y resinas, polvos simples y compuestos, éteres,
tinturas, emplastes, ungüentos, jarabes entre otros utensilios23. El espacio destinado a la
enfermería de hombres estaba dotado de un retablo con la imagen de Jesús Nazareno,
ocho cuadros de varias imágenes, sesenta y seis camas, así como sesenta bacinillas. La
enfermería de mujeres constaba con un retablo con la imagen de Nuestra Señora de los
Dolores con corona y daga de plata, así como doce bacinillas de losa inglesa24. También
existía el cuarto de la matrona y la iglesia.
A pesar de la existencia de espacios físicos para hombres y las mujeres, el
juzgado de primera instancia del distrito de Campeche se quejó por la falta de control:

“En las visitas que semanalmente se pasan en el Hospital de San Juan de Dios de
esta ciudad, en concurrencia de los Señores Alcaldes, se ha advertido que sería
muy útil y conveniente hacer una separacion entre hombres y mujeres, bien sea,
poniendo una reja ó de la manera que v.s tenga á bien disponer, con el objeto de
evitar la frecuente comunicación que se nota en todas las personas de ambos
secsos, cuya circunstancia, proporciona el desorden y otras consecuencias
lastimosas desagradables que dejo a la persuasión de V. S. y que el celo del
Administrador por mas eficaz que sea podrá manifestar en manera alguna y
correspondiendo a Usted remediar esos males trascendentales espero que al
efecto, se dignará tomar las medidas que juzque arregladas”25.

21
AMC. Inventario de las alhajas y útiles de la iglesia y el hospital de San Juan de Dios. 1844. Fondo:
Salubridad. Exp. 240, Caja 5.
22
AMC. Inventario de las alhajas y útiles… 1844.
23
AGEC. Inventario de la botica del hospital de San Juan de Dios. 1844. Fondo: Periodo Yucateco. Caja
2, exp. 129.
24
AMC. Inventario de las alhajas y útiles… 1844.
25
AGEC. Se notifica que los alcaldes están de acuerdo en separar en el hospital de San Juan de Dios a los
hombres de las mujeres. 1844. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 2, exp. 149.

123
En 1849 el Ayuntamiento compró la casa contigua al hospital para ampliar la
sección de mujeres26.
Por otra parte, los juaninos auxiliaban a la gente necesitada en sus instituciones y
salían a las calles para ejercer su labor caritativa. Ya en las postrimerías de la colonia,
en 1813, el ayuntamiento recibió una denuncia por las actividades de la Orden; el Dr.
Cipriano Blanco, integrante de la Junta de Sanidad, limitó las actividades de los
religiosos a la asistencia de los enfermos y les prohibió la aplicación de conocimientos
médicos porque estos correspondían a los profesionales que se habían preparado para el
ejercicio correspondiente. El establecimiento atravesó periodos de crisis por carencia de
fondos. Fray Manuel de Zamora, prior del hospital solicitó al ayuntamiento que se le
destinara un arbitrio a favor del establecimiento. El cabildo respondió que de acuerdo a
la Constitución de 1812, eran responsables de las instituciones pero no podían ejercer
algún tipo de jurisdicción porque ésta se encontraba a cargo del clero regular y por lo
tanto, las autoridades civiles no tenían injerencia. Sin embargo, las autoridades
remitieron 122 pesos, que se recolectó entre los concejales y un impuesto por
espectáculos (Lanz, 1875: 347-350).
En 1814, el ayuntamiento campechano reportó al Jefe Político y Capitán General
de la Provincia de Yucatán, Manuel Artazo, la falta de capacidad que los juaninos tenían
para la administración de los recursos otorgados. Fray Manuel de Zamora volvió a
solicitar un impuesto a favor del hospital. El cabildo solicitó un informe sobre el estado
del edificio, pero el Prior de la Orden se negó argumentando que una circular de
Prelado, del 30 de mayo de 1809, impedía toda intervención de la autoridad civil en los
asuntos eclesiásticos. La institución se mantenía a través de 100 pesos, que donó Doña
María Concepción Calzadilla, una contribución de los abastecedores de carne de res y la
tercera parte de las ganancias de los abastecedores de carne de cerdo (Lanz, 1875:347-
350). En 1820, con la restitución de la Constitución de Cádiz, se retomó el tema de la
beneficencia y los cabildos de Mérida y Campeche formaron comisiones para la
inspección de hospitales. En el puerto, el informe de Juan Totosans señalaba:

“Apresurarnos a conseguirla, sin miramientos de respecto alguno. Asi es que en


pocas palabras dira la comision que los enfermos se hallan tan mal asistidos, que
solo se les alimenta cada veinticuatro horas con un poco de caldo mal
condimentado, una pequeña presa de carne y un poco de arroz en seco. Que no
tienen quien les auxilie ni de la mano para auxiliar al debil y extenuado. Que sus
26
AGEC. Autorización para comprar la casa contigua al hospital de San Juan de Dios para su
ampliación. 1849. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 9, exp. 653.

124
necesidades corporales se envuelven en su propio lecho, y en fin que carecen de
medicinas. Que estan en un total desaseo y que reciben los mayores insultos del
negro cocinero quando reclaman algun socorro. Esta es la exposición que
general y particularmente han hecho los enfermos pobres y que tambien me han
comprobado los demas enfermos militares; añadiendo que a no ser por una taza
de atole que diariamente les subministra la Sra. Doña María Josefa del Valle,se
verían en un total desamparo. No es extraño por tanto que lejos de encontrar la
salud en el hospital, los enfermos encuentran el desconsuelo o la muerte
frecuentemente como es público y notorio”27.

La referencia es clara en cuanto a los que ingresan a este tipo de lugares: pobres
y militares. La gente con recursos era tratada en casa para su curación o fallecimiento.
Lo más frecuente era que las personas hospitalizadas fallecieran. Esto resultaba más
económico para los responsables de la administración. Por otra parte, la asistencia se
consideraba un deber del estado, como lo manifiesta el oficio que la Comisión de
hospitales envió al Jefe Político, Juan Rivas Vértiz, para resolver esta situación: “se
servira resolber como es propio de los sentimientos que le caracterizan de amantes de la
humanidad y bien público”28.
El hermano mayor del hospital argumentó en su defensa, el celo de la Orden
para la atención de los enfermos y propuso el nombramiento de personas que vigilaran
las actividades del hospital. Ante la pugna entre la orden y la comisión, el Jefe Político
determinó lo siguiente: formar una lista de vecinos que pudieran turnarse cada día para
asistir al hospital y vigilar la asistencia a los enfermos, así como su alimentación y aseo;
avisar al Regidor Comisionado de Hospitales y entregar un reporte mensual29. Esto creó
tensión entre el hermano mayor y la comisión porque en la primera propuesta, éste sería
el responsable de nombrar a las personas que harían la vigilancia, mientras que la
comisión determinaba la responsabilidad del ayuntamiento:

“En su lugar debe V.S nombrar la comision propuesta de tres individuos del
seno de V. S y de dos vecinos de la mejor opinión, para examinar el estado del
hospital e informar sobre todo lo conducente a la asistencia de los enfermos en
union con la nombrada para el mismo objeto que el Sr Capitán General; y en

27
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales sobre las observaciones del Hospital de San Juan de
Dios en Campeche. 1820. Fondo: Salubridad. Exp. 54, Caja 1. En general estas eran las condiciones de
los hospitales. Durante el siglo XVII, Cipolla afirmaba con relación a los hospitales italianos:
predominaban condiciones increíbles: mal olor, suciedad y pacientes amontonados en una sola cama,
colchones sucios y malolientes impregnados de orina y otras cosas” (Cipolla, 1993: 124).
28
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales…1820. Para un estudio más detallado de la asistencia
y el sistema hospitalario en España: Carasa, 1988, y Maza, 1985. Para Yucatán. Castillo, 2002.
29
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales… 1820.

125
vista de su exposición se dictaran las providencias convenientes para el alivio
de los enfermos”30.

Finalmente, la comisión determinó ejercer más control de los alimentos entre los
pacientes moribundos y los que tenían un padecimiento menos grave, considerar un
mayor número de comidas. Las condiciones del clima, el aislamiento de los enfermos, la
sudoración que los deshidrataba, el olor que emanaba del edificio, los deshechos
fisiológicos y la suciedad de la ropa contaminaba el ambiente porque las personas
respiraban “miasmas insalutíferas”. Otra disposición consistió en: “que los servicios y
escupidoras fueran de losa o por lo menos vidriados porque siendo más facil su aseo
diario, es tambien mas dificil se impregnen de olfatos desagradables que ofenden al
paciente, aumentan sus dolencias y alejan a las personas caritativas de aquel lugar
sagrado”31. De igual forma:

“Tambien es preciso para contribuir al aseo que se pinten las camas, se vistan
con las correspondientes sabanas y almoada y aun servilleta, de crudo para que
se limpien los enfermos, que comen sin el auxilio de cubiertos de metal, o
madera se hace absolutamente indispensable como el que haya celo para evitar
el extravio de estos utiles que tanto contribuyen a la decencia de aquella casa y
al alivio de los pacientes. Por ahora en cuanto puede exponer la Comisión en
este particular, como ya ha manifestado”32.

En febrero de 1821, se realizó la entrega del Hospital de San Juan de Dios al


Ayuntamiento a través de una comisión compuesta de un eclesiástico (José Dionisio
Iglesias), y un regidor (José Antonio Boves), quienes hicieron un inventario de los
bienes muebles, objetos de valor y el archivo para realizar la entrega formal a la
autoridad política con el objeto de la distribución entre las otras iglesias o parroquias33.
Se nombró a don Agustín Costa y Costa como administrador y a Don Vicente Méndez
como capellán del hospital. También se propuso la elaboración de un reglamento, cuya
elaboración quedó a cargo de los regidores Arrigunaga, Bóves, Buenaventura Oliver y
Juan Totosans (Álvarez, 1912, I: 125-126).

30
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales… 1820.
31
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales…1820. La contaminación implica una relación con
explicaciones políticas y morales que activan mecanismos de control social (Larrea, 1997: 81).
32
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales… 1820.
33
AGEY. Correspondencia de los gobernadores, Copiador de la Correspondencia de los gobernadores
con las autoridades de Campeche. 2 de febrero de 1821. Fondo: Colonial. Vol. 4. exp. 1.

126
Ese año, los dirigentes del hospital solicitaron al ayuntamiento sirvientes y
recursos para el régimen interno del hospital; el suministro de alimentos y medicinas
para los enfermos, así como el nombramiento de Luciano Zapata como segundo
capellán. Al poco tiempo se presentaron reportes de un incremento de fallecimientos en
el hospital, aparentemente por un brote de tifo. Sin embargo, Juan Antonio Frutos,
médico del hospital, manifestó que las muertes se debieron a que algunos enfermos no
respetaron el tratamiento que se les dio para las fiebres intermitentes (Lanz, 1875: 350-
351).

Pronto se manifestaron las dificultades para la manutención del hospital. El


reglamento del hospital mencionaba un impuesto de un medio por ciento al comercio.
Para que entrara en vigor era necesario que el Ayuntamiento suprimiera el 1% de
cañoneros que en el puerto cobraba la hacienda pública, pero como esto crearía
dificultades para el erario municipal, se estableció un 4 a 5% sobre rentas eclesiásticas.
Mientras tanto, el administrador puso de sus ingresos personales, pero no fueron
suficientes para el pago de sueldos del capellán y otros empleados. Don Vicente
Méndez renunció al cargo de capellán y fue sustituido por José María Massó. El
administrador Costa y Costa rindió cuentas, con un saldo favorable y dimitió por
enfermedad (cuadro 4). El padre Arellanos fue nombrado de manera interina hasta que
Manuel Lara tomo posesión en el cargo (Lanz, 1875: 352).

Cuadro 4. Administradores del hospital San Juan de Dios, 1821-1856.

Administradores del hospital Periodo


Agustín Costa y Costa 1821
Manuel Lara 1821
Pablo Salazar 1828-1829
José de Echartea 1829-1830
Francisco Abreu 1830-1843
José María Pasos 1844
José Ignacio Medina 1844
José Cáceres 1844
Antonio Arias 1844
Vicente Méndez 1844-1852
Antonio Arias 1852-1856

Fuente: Lanz, 1875: 350-366.

127
A finales de julio de 1821, en la sesión de cabildo, el concejal Buenaventura
Oliver manifestó las deplorables condiciones del hospital. Propuso que el municipio se
dirigiera al teniente del rey, Hilario Artacho, para que los militares enfermos en el
Hospital respetaran el orden de su régimen interior y colocaran en la puerta principal
una guardia para el control de los internos. Se propuso que un regidor llevara
semanalmente la relación de los enfermos que ingresaran, quienes debían llevar una
papeleta que constara el estado de pobreza. Se invirtieron recursos en la compostura de
puertas, cerraduras y reparación de muebles deteriorados. Se instaló una botica y se
trasladaron osamentas al cementerio general (Lanz, 1875: 352). Paralelamentes e
buscaron diversas fuentes de ingreso tales como una pensión semestral por 440 pesos, el
proyecto de una empresa de lotería, cuyo producto se destinaría para el hospital;
también se autorizaron impuestos sobre los buques y espectáculos públicos, así como la
donación de una casa destinada para beneficencia en el barrio de Guadalupe, a través de
Manuel Anselmo López Carta. Sin embargo, las condiciones del hospital continuaron
siendo deplorables, realizándose incluso una investigación sobre el destino de los gastos
realizados. El ayuntamiento estableció que la principal fuga de recursos se encontraba
en la compra de medicamentos, pero el Dr. Frutos afirmó que éstos eran indispensables
para la recuperación de los enfermos (Lanz, 1875: 352).

Los recursos para el hospital fueron limitados y en noviembre de 1821, el


administrador del hospital, Manuel Lara, solicitó 300 pesos. Los criterios para la
recepción de personas en el centro se restringieron y era necesaria la demostración de
pobreza extrema. En efecto, se rechazó la manutención de uno de los sirvientes de Pedro
Sainz de Baranda, a pesar que éste ofrecía como pago algunos productos de su rancho.
Por otra parte, Juan Blanco, comandante de inválidos, estuvo en desacuerdo con el
hecho que la milicia pagara impuestos a favor de la corporación, situación
fundamentada en un convenio firmado con los juaninos, en el que se les eximía de esa
retribución, pero el Ayuntamiento objetó que al recibir un sueldo, tenían que pagar la
cuota de 4 reales (Lanz, 1875: 354).

En 1821, el hospital ingresó 1,896 pesos, resultado de 1,104 en donativos y 792,


correspondientes a los fondos del mes de julio. Del total que ingresó, se invirtieron 712
en la compra de utensilios para enfermos y 1,184 para la reedificación del local.
Considerando que el costo total de los arreglos del edificio fue cotizado en 2,050 pesos,
el déficit era de 866. Además, durante el mes de abril, las cuentas reportaron un balance

128
en contra por 130 pesos, que en su mayor parte se gastaron en medicamentos. Ante esta
situación, Manuel Casares y Joaquín Ruiz de León, propusieron que el ayuntamiento
liberara 200 mensuales para sostener el hospital, así como 2,000 para la compra de
medicamentos en la ciudad de Nueva York, solicitud rechazada porque el cabildo
compraría una botica dirigida por Juan Pedro de Castro (Lanz, 1875: 356).

Sin embargo, durante el mes de agosto, el ayuntamiento acordó remitir 100


pesos de lo pactado, el resto sirvió para el pago de una deuda de 300 que el hospital
tenía: “y que el Cuerpo no podía suministrarle ni un centavo mas, por lo que debía
arreglar sus gastos á los ingresos que tuviese” (Lanz, 1875: 356). La Diputación
Provincial negó imponer en beneficio del hospital, el derecho de 3 reales sobre el
quintal de palo de tinte que se exportaba (Lanz, 1875: 355). Por lo tanto: “El hospital
cerró sus puertas á los desgraciados enfermos que mendigaban un asilo, en ese año en
que las enfermedades se cebaron en la clase mas indigente de la sociedad” (Lanz, 1875:
356).

En 1822, las condiciones del hospital continuaron sin cambios. Ingresaron al


hospital 1,313 pesos en concepto por donaciones, distribuidos de la siguiente manera:
102 de Bartolomé Ponce de León; 68 obsequiados por Miguel Duque de Estrada; una
casa que se encontraba junto al edificio y que serviría como cocina, con un valor de 710,
propiedad de José Miguel de Estrada, quien donó 423 por la adquisición de otra casa
perteneciente al hospital; la contribución de 2 reales sobre cada barril utilizado para la
destilación de aguardiente y 200 pesos mensuales asignados mediante decreto del 4 de
julio de 1821. Por otra parte, el cura de la parroquia Don José Benito y Cano reclamó al
Ayuntamiento por el pago de los derechos de exequias de un capitán del ejército que
había fallecido en el lugar. El caso llegó al obispado y se determinó que el párroco no
asistiera a los militares enfermos y se pagaron los derechos de 21 pesos para la
manutención del hospital. Con respecto a la compra de la botica de Juan Pedro de
Castro, sabemos que no se llevó a cabo, y en 1823 se determinó comprar las medicinas
en los Estados Unidos (Lanz, 1875: 354-356).

Entre 1828 y 1829, José de Echartea ocupó el cargo de administrador e informó


al Ayuntamiento que la escasez de las rentas se debía al número reducido de militares y
mujeres depositadas que pagaban estancias. El 12 de octubre de 1829 quedó prohibido
el expendio de la botica para el público, pero fue restablecido con la condición que los
farmacéuticos estuvieran certificados. Sin embargo, la botica fue cerrada y se celebraron

129
contratos con otras farmacias para la distribución de medicamentos (Lanz, 1875: 362).
El hospital recibió una pensión que le asignó el gobierno del estado. En mayo de 1830,
Francisco Abreu sustituyó a Echartea y recibió las siguientes instrucciones: el cobro de
réditos vencidos de los capitales correspondientes al hospital; el rechazo de personas
cuando el número de enfermos pobres fuese igual a los que pagaban sus estancias, y la
inclusión en el presupuesto de $20 mensuales para emplear un escribano (Lanz; 1875:
357).

En 1830, José María Pasos fue el siguiente administrador del hospital, quien
durante su gestión recibió 3,000 pesos: “para el socorro de los pobres enfermos de
solemnidad del Hospital San Juan de Dios”34. Se invirtieron 270 por la compra de
medicamentos en Nueva Orleáns35, y más de 4,000 por estancias militares36; en mayo de
1833, el Congreso del Estado asignó 100 pesos mensuales al hospital para
complementar los 300 que el Ayuntamiento adeudaba (Peón, 1851: 111). Años más
tarde, en 1842 el Ayuntamiento mandó reedificar las salas de San Felipe y San José,
estableció un nuevo reglamento para el régimen interior del hospital, solicitó que la
Aduana auxiliara con 500 pesos mensuales y que se le quitara el 25% según el decreto
de 25 de Octubre de 1841. Además se invirtieron 1,300 pesos para la remodelación de la
iglesia, la enfermería de mujeres se amplió con una casa conocida como “El Zaguán de
San Cristóbal”, sitio al que fueron trasladados los enfermos y muebles del Hospital de
San Lázaro37 y se aprobaron 6,091 pesos para restaurar el convento y 22 casas
pertenecientes al hospital, con el objeto de ponerse en renta y obtener más recursos para
la manutención de la institución38.

Pocos meses después, el 17 de noviembre de 1843, se eximió del pago de toda


contribución a los capitales que correspondían a los Colegios y Hospitales de
Campeche. El Ayuntamiento, cómo órgano responsable del manejo administrativo,
deseaba el control financiero. Solicitó la documentación de las personas que otorgaban
un capital para la aplicación de impuestos relacionados con el establecimiento, y

34
AGEY. Cuenta de la caja de fondos de propios y arbitrios… 1843.
35
AGEY. Cuenta de la caja de fondos de propios y arbitrios… 1843.
36
AGEY. Cuentas de debe y haber de los propios y arbitrios del Ayuntamiento Constitucional de
Campeche, del año 1833. Noviembre 18 de 1834. Fondo: Poder Ejecutivo, ramo: Ayuntamientos.
37
El traslado se hizo entre los meses de noviembre de 1842 y enero de 1843. Básicamente, el traslado era
de los enfermos con sus imágenes de santos y algunos trastes. AMC. Cuenta de los fondos comunes de la
ciudad de Campeche. 1843. Fondo: Hacienda, propios y arbitrios. Caja 4, exp. 186.
38
AGEC. Autorización de la solicitud del Ayuntamiento de Campeche para la reparación del desagüe, la
casa de la municipalidad y del hospital de San de Dios. 1844. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 2, exp. 127.

130
realizar el cobro completo39. La cuenta de fondos comunes de la ciudad mencionó el
ingreso de 200 pesos, 2 reales por réditos de Magdalena Pérez, quien estuvo internada
en el hospital desde 1839 hasta su fallecimiento. En 1844 se invirtieron 900 pesos, para
los enfermos del San Lázaro que fueron trasladados al hospital40; en junio se aprobó un
impuesto de 5 pesos sobre los pasajeros extranjeros que llegaran al puerto (Peón, 1851,
II: 1851: 498).

Ese año falleció José María Pasos y se realizó un procedimiento administrativo


para elegir a su sucesor. La documentación consultada muestra el proceso de la elección
del administrador:

“En esta virtud, pues y deceoso en dedicarme con desprendimiento de


cualquiera otro objeto al mas puntual y esacto cumplimiento de los deberes de
dicho encargo lo que en manera alguna podría verificarse sin contar con la
propiedad y obsequiando los deseos de algunos amigos de la humanidad
interesados en los progresos y mejoras del repetido establecimiento”41.

El jefe político y otros miembros del Ayuntamiento citaron a José Ignacio


Medina, para que solicitara el nombramiento definitivo. Se estableció una comisión para
revisar las cuentas del hospital con resultados favorables a la gestión de Pasos. Medina
fue ratificado y se le pidió un fiador porque el ayuntamiento entregaba una cantidad
para gastos del hospital:

“No ha encontrado la comision sino muy pocas diferencias entre los inventarios
existentes de 1841 por lo que se hizo cargo del establecimiento el finado Pasos y
las que ahora se han formado sino la diferencia de algunos muebles y utensilios
que se hayan en mayor numero y mejor estado que el que la comision dice
haberlo encontrado todo en el mejor orden de conservación aseo y cuidado, á
esepcion de los ornamentos de la Iglesia que necesita de un pronto reparo, pues
se hayan en un estado de deterioro muy grande. Respecto de las cuentas que de
el establecimiento haya dejado pendiente el Sr. Pasos hoy mismo la emitieron
entre su dictamen sobre las que le fueron confiadas para su rebision con fecha 8
del corriente. Debe advertir la comision que el haver el inventario encuentro
existente en el estante que sirve de archivo al establecimiento un cofrecito con
algunas prendas pertenecientes a la finada Doña María Antonia Machín que
39
AGEC. Disposiciones para el pago de las contribuciones de los colegios y los hospitales de Mérida y
Campeche. 1844. Caja 2, exp. 124. El decreto del 11 de octubre de 1850, ratificó esta exención al pago de
contribuciones. AGEC. Notificación de envío del decreto que establecen que quedan exceptuados de
contribuciones los capitales de los hospitales de San Juan de Dios de Mérida y Campeche. 1850. Fondo:
Periodo Yucateco. Caja 15, exp. 1072.
40
AMC. Cuenta de fondos comunes de la ciudad, 1843. Caja 3, exp. 156. Fondo: Administración.
41
AMC. José Ignacio Medina solicita lo nombren administrador propietario del hospital San Juan de
Dios. 1844. Fondo: Salubridad. Caja 224, exp. 4.

131
quedaron en deposito por estancias que al fallecimiento de dicha señora quedó
debiendo al establecimiento a la vez que unos papelitos por valor de 80 pesos
que tambien quedandose en deposito por entradas que igualmente quedó
debiendo a su fallecimiento el alferes Don Timoteo Alvarez y por ultimo una
peineta con su franja de oro tambien en deposito por deuda en alquiler de una
casa perteneciente al establecimiento que del cual firmó el recibo […]
autorizando en la del Señor Alcalde 1° y la de la asistencia […] habiendosele
entregado dichas prendas se sirvió del inventario hasta nueva resolucion. La
virtud de la instrucción que el Cuerpo dio a la comisión para exijir al Sr. Medina
un fiador que […] la fianza de tres mil pesos que debe prestar á este cuerpo;
dicho Señor tiene á bien ofrecer al Señor Don Pedro Ramos, cuyo Sr. Si esta r.
Comision lo encuentra idoneo, la comision procedera inmediatamente á que
otorgue dicha fianza en las formalidades y seguridades de costumbre. Esto es
todo lo que la comision cree de su deber poner en el alto conocimiento de usted
para que en virtud de ellos se sirba resolver lo que tenga por mas conveniente.
Campeche Agosto 16 de 1844”42.

Medina propuso a Pedro Ramos como fiador y asumió el puesto de forma


interina, pero renunció debido a conflictos con el personal del hospital, cargo ocupado
primero por José Cáceres y posteriormente por Antonio Arias. El trámite seguido para
acceder al cargo iniciaba cuando el ayuntamiento publicaba la convocatoria, las
personas interesadas llevaban la solicitud y ésta era evaluada por la Comisión, quien
designaba al que tuviera más requisitos. Estos podían ser por experiencia previa o de
acuerdo a ciertos intereses como José Cáceres, militar, y la presencia de éstos en el
hospital tendría como consecuencia más participación de esta corporación en el
ayuntamiento43. Los pagos por la estancia en el hospital se realizaban por depósitos que
les permitieran a los internos recibir la atención correspondiente o el pago de réditos por
la utilización de casas del establecimiento44.
Posteriormente, el Pbro. Vicente Méndez ocupó el cargo de administrador, pero
durante su gestión tuvo problemas con Manuel Campos, médico del hospital y Andrés
Ibarra, administrador de la botica. Al primero lo quiso despedir, pero el Ayuntamiento
intentó conciliar intereses, ante las aportaciones profesionales del médico. Sin embargo,
Andrés Ibarra renunció y estableció una botica particular. En 1844, el Dr. Campos
visitaba semanalmente el hospital, y en caso necesario, el San Lázaro. La institución
hospitalaria tenía problemas de personal, contaba con un solo practicante, el número de
enfermos aumentaba y la atención no era la adecuada. Por lo tanto, el médico recibió un

42
AMC. José Ignacio Medina… 1844.
43
AMC. José Dolores Cáceres y Matías Izquierdo, solicitan la vacante de administrador del Hospital, San
Juan de Dios. 1844. Fondo: Salubridad. Caja 5, exp. 235.
44
AMC. José Dolores Cáceres y Matías Izquierdo… 1844.

132
aumento de sueldo por sus servicios45. En 1846 se reportaron hasta el mes de septiembre
ciento nueve fallecidos (Cuadro 5).
Por otra parte, los profesionales de la medicina necesitaban los espacios de
participación y el reconocimiento a su práctica. La cuestión de los sueldos con la carga
de trabajo no fue sólo queja del médico. En 1848, durante la guerra de castas, Campeche
sirvió como refugio de personas que escapaban de la zona de conflicto46, las protestas
se hicieran más fuertes, como el de la patrona del hospital, quien recibió 2 pesos más de
sueldo47.El hospital entregó dos bolsas de cirugía para los médicos que estaban en
campaña, pero al pedir la devolución, éstas se reportaron extraviadas y solicitaron a la
Aduana, la reposición de éstas48.

Cuadro 5. Fallecidos en el Hospital San Juan de Dios. Enero a septiembre de 1846.

Meses Número de muertos Número de Total


muertas
Enero 3 3 6
Febrero 1 5 6
Marzo 6 4 10
Abril 8 6 14
Mayo 9 3 12
Junio 4 8 12
Julio 8 7 15
Agosto 8 7 15
Septiembre 12 7 19
59 50 109

Fuente: AHDC49. Legajo Estadística, 1599.

Los problemas entre el hospital y la corporación continuaron. En 1848 se


aprobaron las cuentas del mes de abril, pero el administrador en turno renunció sin
entregar un reporte adecuado del estado financiero. Antonio Arias ocupó el cargo
nuevamente, y para la aprobación de fondos se dispuso una evaluación realizada por dos

45
La institución llegó a tener dos practicantes, mientras que el médico anterior, el Dr. Frutos, tenía un
sueldo mayor que el de Campos. AMC. Inventario del hospital San Juan de Dios y Dictamen de aumento
médico cirujano Manuel Campos. Fondo: Salubridad. Exp. 229, Caja, 4. 1844.
46
Revisar capítulo 2.
47
AGEC. Notificación de la aprobación del aumento del salario de la patrona del hospital de San Juan de
Dios. 1848. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 8, exp. 591. El documento no señala quien ocupaba el cargo.
48
AGEC. Notificaciones de la entrega de las bolsas de cirugía para el servicio del hospital de San Juan de
Dios. 1849. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 9, exp. 682.
49
Archivo Histórico de la Diócesis de Campeche.

133
peritos; en caso de discordia, debía ser nombrado un tercero para que tomara
resoluciones definitivas y considerara un marco legal más amplio. Este asunto llegó al
gobierno del estado, quien aprobó la propuesta realizada por el ayuntamiento
campechano50.
El decreto del 23 de abril de 1848 asignó 2,000 pesos, para el mantenimiento del
hospital: “los mismos que ha estado percibiendo este ayuntamiento de la Aduana de este
puerto, según le han permitido las escaceses del erario”51. Sin embargo, éste se derogó
el 20 de diciembre, y el cabildo campechano manifestó los siguiente: “Mas ahora por el
Decreto de Diciembre último, se há establecido aquel impuesto en mayores cuotas que
las señaladas antes, y no se dice nada en él, respecto á las referidas designaciones: decea
saber ésta corporación si continuará con derecho á percibir de la hacienda pública los
2,000 pesos destinados para el Hospital de ésta Ciudad, ó si como antiguamente estaba
determinado, se le declara alguna parte del mismo impuesto”52. El 25 de enero de 1849,
el gobierno estatal resolvió que el hospital recibiría esa cantidad anualmente y anuló el
decreto que enviaba a los prisioneros de guerra a los hospitales y casas de
beneficencia53.
En 1850, el personal del hospital lo formaba primero el administrador, quien se
encargaba del régimen y economía interior del hospital, vigilaba el cuidado higiénico de
los enfermos, la inspección de alimentos y medicinas, la distribución de los recursos
para diversas áreas del nosocomio e incluso, en algunos casos, el ornato y la limpieza
del establecimiento. Segundo un médico director que asistía a los enfermos, fijaba el
método curativo que generalmente debía adoptarse, realizaba las operaciones
quirúrgicas y resguardaba los instrumentos, libros y material de apoyo. Tercero un
capellán que asistía a los enfermos y llevaba el control de los fallecidos en los que
reportaba su nombre, apellido, sexo, patria, domicilio, edad y oficio. Y finalmente tres
practicantes que debían llevar a cabo las indicaciones del médico; el cabo de salas, tres

50
AGEC. Notificaciones de la renuncia del administrador de San Juan de Dios y del acuerdo para que el
hospital se sujete al fallo de los peritos de arbitrios, en caso de discordia entre el Ayuntamiento y el
Hospital se nombrará una tercera persona. 1848. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 8, exp. 571.
51
AGEC. Solicitud para la aclaración de la cantidad que recibía el hospital de Campeche y que no
aparece en el decreto del mes de diciembre de 1848. 1849. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 9, exp. 686.
52
AGEC. Solicitud para la aclaración de la cantidad que recibía el hospital de Campeche… 1848.
53
AGEC. Notificaciones del boletín No.217 que publica el decreto que destina a los presidiarios al
hospital y sobre la destilación de aguardiente. 1849. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 9, exp.680.

134
enfermeros, un escribiente, el sacristán de la iglesia, un carretonero, tres mozos, la
matrona, dos lavanderas y dos cocineras54. (Cuadro 6).
En enero de 1852, Méndez renunció al cargo ante una comisión encabezada por
Domingo Ruiz, Miguel Oliver y Felipe Vallejo. También se proyectó la construcción
de una escalera de caracol que no perjudicara la sala de administración con la sección
destinada al coro de la iglesia; la epidemia de cólera de 1853 retrasó los trabajos de la
obra hasta que en 1854 y mediante donaciones, se reunió el dinero necesario55. En 1856
se desamortizaron los bienes del hospital, de acuerdo a las leyes de reforma expedidas
por el presidente de la república Ignacio Comonfort (Lanz, 1875: 361). En noviembre
de 1857 se desplomó la sala de “San Juan de Dios” del departamento de hombres, no se
reportaron fallecimientos y los enfermos fueron conducidos a la iglesia. En agosto de
1858, se aprobó un presupuesto de 762 pesos para la reparación del lugar, que culminó
en julio de 1860 y se invirtieron 2,874, es decir, más del presupuesto inicial (Álvarez,
1912, I: 543-544). Parte del resto del dinero se obtuvo de la autorización de 600 pesos,
por el Gobernador Pablo García y 440, pertenecientes al municipio, del producto de
fiestas y de réditos solicitado al gobierno estatal (Lanz, 1875: 362).

Cuadro 6. Organigrama del personal que laboraba en el Hospital San Juan de Dios
en 1850.

Administrador del
Hospital

Médico Capellán Cabo de Sala Mozos Matrona Escribiente

Practicantes Enfermeros Lavanderas Cocineras

Fuente: AMC. Cuentas Del hospital de San Juan de Dios correspondientes al mes de mayo.
1850. Exp. 256, Caja 6.

54
En ocasiones, la situación económica y el aumento del número de enfermos permitía este tipo de
contrataciones. A manera de recapitulación, en 1844, cuando Manuel Campos solicitó un aumento de
sueldo por falta de personal. En 1850 existían tres practicantes y enfermeros. AMC. Cuentas Del
hospital de San Juan de Dios correspondientes al mes de mayo. 1850. Fondo: Salubridad. Exp. 256, Caja
6.
55
AMC. Cuentas de los gastos por reparación de la escalera de caracol y tren del campanario del hospital
San Juan de Dios. 1854. Fondo: Obras públicas. Caja 6, exp. 312.

135
Sobre esta cuestión conviene señalar que a pesar de las dificultades, el hospital
recibió donaciones de cantidad considerable pues en 1837 percibió, 2,000 pesos, de
Doña Josefa Barahona; en 1846, 200 pesos legados por Miguel Ayros y un crédito de
109 pesos, que el gobernador Miguel Barbachano ordenó que pagase la Aduana. Los
benefactores eran personas con recursos que dejaban en vida o a su muerte importantes
bienes para beneficio del hospital; las cantidades significaban una fuente de ingreso para
subsanar la situación económica del centro, afianzar el patrimonio hospitalario y una
mejor atención a los enfermos (Lanz, 1875: 361).

3.2.2. El hospital de San Lázaro


Además del hospital de San Juan de Dios, en 1779 se propuso la creación de un
hospital para enfermos de lepra, por lo que el Brigadier Hugo O’ Connor, quien fuera
gobernador de Yucatán, legó 10,000 pesos, para su construcción. En cédula firmada el
13 de diciembre de 1783 dirigida al obispo Fray Luis Piña y Mazo, se ordenó el
levantamiento de la obra, con el dinero donado por el brigadier y con 300 más, de la
depositaria general de Campeche. En 1795 se destinaron 40,000 pesos para concluir los
trabajos, después del fallecimiento del obispo. En 1805 el hospital sirvió de refugio a las
personas que venían del interior de la península, víctimas de las hambrunas que se
presentaron. La importancia de este hospital radicó en que fue el segundo por su
naturaleza en construirse en el virreinato de la Nueva España (Fajardo, 1985: 69-75).
De acuerdo al plano del proyecto para la construcción del hospital, la parte
anterior contenía la entrada principal y el zaguán que conducía hacia el interior del
hospital. En esta zona se encontraban los cuartos para el médico, personal
administrativo y de guardia; la cocina y cuatro habitaciones para los enfermos. El ala
derecha tenía a los extremos áreas destinadas para que los enfermos se reunieran, once
habitaciones y un área común para hombres. En la parte posterior de derecha a
izquierda, tres habitaciones para gente privilegiada; la capilla; seis habitaciones para
matrimonios de enfermos y un pasadizo que comunicaba con el área común de las
mujeres. El ala derecha tenía cinco habitaciones para matrimonios enfermos y la mitad
cerraba un cuadrante pequeño conformado de izquierda a derecha por un espacio para
mujeres y tres cuartos que servían para despensa así como la oficina del capellán. Al
centro había otro pasillo con diez habitaciones dividas en dos grupos de cinco por la
oficina del capellán. El hospital tenía tres patios, el más grande situado a la derecha del

136
plano, tenía al centro un aljibe para surtir agua y atrás del ala posterior se encontraba
otro patio y el cementerio (figura 3).
Al igual que el hospital de San Juan de Dios, el lazareto tenía las mismas
condiciones por la falta de recursos del ayuntamiento y la intendencia de Yucatán. En
1813 la subsistencia del hospital dependía de 50,000 pesos, que obtenían por rédito
concedido por las Casas de Hacienda de Mérida, suma que se les depositaba cada
cuatro meses. Pero ante la falta de fondos, la cantidad no fue otorgada durante el
segundo cuatrimestre de ese año. El ayuntamiento solicitó al intendente la utilización de
fondos ingresados en casas de la plaza en calidad de préstamo, pero les fue negada. Se
recurrió al virrey Félix María Calleja para que intercediera ante esta situación, pero éste
dejó en manos de la intendencia la resolución final56.
El aspecto a considerar con respecto a la solicitud de los réditos por parte del
Ayuntamiento campechano es un indicador del pensamiento que existía con respecto a
la asistencia pública. En primer lugar, destacaban la necesidad de contar con esa suma
para la atención de los enfermos que pertenecían a los estratos sociales inferiores y en
segundo lugar, la importancia de recurrir a cualquier instancia para la obtención de
recursos, tal como se menciona a continuación:

“Gratificaciones, raciones y demas avonos que bajo cualquier titulo se les


hubiere hecho, á exepción de los Yndividuos que por hallarse en campaña
debian continuar gozando de las gratificaciones que les estaban señaladas, cuya
medida obligó a V. E. tomar las extremosa urgencia de caudales en que se halla
el erario público, imposibilitado de atender en el dia aun a los pagos mas
urgentes, como réditos de Capitales, impuestos, libranzas, suplementos y otros
objetos, privilegiados; pero que no debian de entenderse suspensos por V. E
aquellos reditos que tienen un objeto tan de absoluta necesidad como es el
sustento de enfermos absolutamente desvalidos, pues no se contrahía a esto su
Superior orden cita de 16 de abril, y aun en el cuento de deber suspenderse en
efecto, no podía alcanzar esta providencia á los infelices enfermos Lazarinos,
que se hallaban en la misma y si cabe mayor necesidad que los que salen a
Campaña, por así como á estos no se les debe añadir á los males de la guerra el
de la falta de socorros, tampoco á aquellos se les debe aumentar á las
privaciones que sufren, la mas cruel de todas, pues perseguidos del hambre
terrible enemigo de la humanidad se entregarían de una vez con sus dolorosos
quejidos á la de desesperación y á la muerte, y esto no lo podría tolerar sin el
mayor sentimiento una Nación Cristiana y un Gobierno justo y benéfico”57.

56
La intendencia no cambió su postura. Archivo General de la Nación (en adelante AGN). El
Ayuntamiento Constitucional de esta ciudad, sobre que se pague al Hospital de San Lázaro los réditos de
50 000 pesos que reconozcan las cajas de Mérida. 1814. Campeche, vol. 48, exp. 21, fjs. 581-587.
57
AGN. El Ayuntamiento Constitucional de esta ciudad… 1814.

137
Figura 3. Plano del Hospital de San Lázaro, 1791.

Fuente. AGI. Signatura: MP, México, 767. Catálogo Adiciones planos y mapas de México.

138
Esto demuestra la preocupación que el Ayuntamiento tenía con respecto a los
recursos que necesitaba el hospital y al mismo tiempo, cómo el tema de la salud y
enfermedad se convertía en asunto de estado y no solamente de las órdenes religiosas.
En este caso, estamos hablando de una institución secular como el San Lázaro, cuya
administración era del ramo civil. Además, ante la negativa por parte de la intendencia,
se recurría a instancias más elevadas como la del mismo virrey, lo que prueba una
incipiente participación directa del estado en el control hospitalario que se acrecentó
durante el siglo XIX.
El Ayuntamiento solicitaba dinero para el hospital, exigía al administrador del
lazareto la comprobación de gastos y solicitaba recursos para su funcionamiento58. Se
impuso un derecho por 2 reales a cada barril de aguardiente que se destilara en la ciudad
y las subdelegaciones del Camino Real Alto y Champotón, que en 1820 se restableció
con el retorno de la Constitución de Cádiz59. Ese año, la comisión de hospitales
manifestaba las condiciones de los hospitales del puerto. Del San Lázaro mencionaba
que a diferencia del San Juan de Dios no tenía defectos esenciales. Según el documento,
los internos estaban conformes con la conducta del Mayordomo. Sin embargo, en lo
estructural, la Comisión determinó la importancia de reparar el edificio eliminando las
goteras del techo y cambiar el suelo de piedra del zaguán por hormigón porque
lastimaba los pies ulcerados de los leprosos60. Las fuentes establecen la preocupación

58
Un ejemplo de esta situación se encuentra en la solicitud que se le hizo al administrador José Ignacio de
Cáceres, de las cuentas que se habían realizado entre octubre de 1819 y abril de 1820, las cuales
ascendían a novecientos pesos un real. AMC. Solicitud para la revisión de cuentas del hospital de San
Lázaro. 1820. Fondo: Salubridad. Caja 1, exp. 22.
59
“dos reales que contribuye cada barril de aguardiente que se destile en el año proximo venidero en esta
ciudad y en sus barrios y en las subdelegaciones del Camino Real alto y Champotón hacia al Hospital de
San Lázaro […] y que ocho días antes de concluirse los pregones se fixo en carteles en los paraxes
publicos y acostumbrados conbocando postores para el remate que deberá celebrarse el dia veinte y
quatro de diciembre proximo benidero prebia cita de los señores vocales de la Junta Municipal que
concurran á la acta poniendose esta resolucion en noticia de los subdelegados de los partidos” […]Juan
Esteban Tec que hace oficio de pregonero: quien quisiere hacer postura al derecho de dos reales que
contribuye cada barril de aguardiente de caña que se destila en esta ciudad y sus barrios y en los partidos
del camino real alto y champotón por lo que le respecta al año venidero de mil ochocientos veinte
destinado al hospital de San Lázaro […] entre ellas don Feliciano Quintero Ribas que ofrecio por el
derecho del aguardiente en lo tocante á esta ciudad y sus barrios, setecientos pesos. AMC. Impuesto de la
destilación del aguardiente, correspondiente al Hospital de San Lázaro. 1820. Fondo: Salubridad. Caja 1,
exp. 14. Centro de apoyo a la investigación histórica en Yucatán, en adelante CAIHY. Manuscritos,
“Actas de Cabildo de Mérida” No. 13, sesión del 7 de mayo 1813. f. 42. El motivo por el cual se cobraba
ese impuesto a la destilación del aguardiente se debía a que no era producto de primera necesidad, pero sí
un “manantial de vicios”. CAIHY. Manuscritos. “Actas de la Exma. Diputación Provincial de la
Península de Yucatán, 3 de noviembre de 1820 al 27 de agosto de 1821”, No. 105, sesiones del 28 de
marzo y del 4 de abril de 1821, fs. 79-82 y 87.
60
Para estas reparaciones, se aprobaron setecientos pesos. AMC. Autorización para la reconstrucción del
edificio del Hospital de San Lázaro. 1820. Fondo: Salubridad. Caja 2, exp. 68.

139
con respecto a las condiciones que tenía el edificio y el discurso asistencial sobre las
políticas de infraestructura sanitaria y asistencia:

“Con deseo sincero de remediar los males que afligen a la humanidad conduce
en el todo nuestro desempeño en tan interesante comision; para no incidir en el
menor herror, sometemos al juicio de la ilustración de Vuestra Señoría estas
observaciones para que en ellas tome las medidas que siempre las han
caracterizado y particularmente en bien de estos establecimientos que estan al
amparo de sus generosos sentimientos y torna la parte mas interesante de las
atribuciones de Vuestra Señoria”61.

La distribución de capital para los hospitales de las principales ciudades de la


península generó algunos conflictos y el lazareto resultó afectado62. La escasez de
recursos del San Juan de Dios de Mérida provocó que el Ayuntamiento de esa ciudad
solicitase a la diputación provincial la concesión de algunos fondos destinados al
sanatorio campechano porque este último recibía suficiente dinero para sus gastos, ya
que “por cada mil vivientes de la provincia no hay uno tocado del mal elefancíaco63, que
son los que tienen acogimiento en San Lázaro”64.
La diputación provincial aprobó la propuesta a favor del ayuntamiento de la
capital del estado. Por lo tanto, el impuesto de dos reales sobre cada barril que se
destilaba en Mérida, ya no se remitió al San Lázaro; se encargó al Tesorero de las
limosnas del San Juan de Dios emeritense para recaudar ese rubro e informarse acerca
de los rematadores y las condiciones en que se llevaría a cabo65. Además, el informe de
gastos del lazareto reflejaba un excedente de 5,000 pesos, lo que otorgaba más
elementos a los responsables del hospital de Mérida.66 El Ayuntamiento de Campeche
no estuvo de acuerdo en la resolución, pero al parecer, la decisión fue revocada67.
En 1821, el hospital de San Lázaro tenía capacidad para alojar treinta enfermos,
cada uno en cuartos separados; existía una botica para la distribución de medicamentos;

61
AMC. Notificación de la Comisión de Hospitales… 1820.
62
Así eran conocidos los hospitales para leprosos.
63
A los enfermos de lepra se les llamaba lazarinos o elefancíacos porque el padecimiento era conocido
como elefantiasis.
64
CAIHY. Manuscritos, “Copiador de oficios del Ayuntamiento de Mérida”, No. 52, 13 de febrero de
1821. fs. 1-2.
65
CAIHY. Manuscritos, “Actas de Cabildo de Mérida” No. 16, sesión del 3 de abril de 1821, f. 27.
66
CAIHY. Manuscritos. “Actas de la Exma. Diputación Provincial de la Península de Yucatán, 3 de
noviembre de 1820 al 27 de agosto de 1821”, No. 105, sesiones del 28 de marzo y del 4 de abril de 1821,
fs. 79-82 y 87.
67
CAIHY. Manuscritos, “Actas de la Exma. Diputación Provincial”, No. 105, sesión del 14 de junio de
1821, f. 113. Con respecto al proceso secularizador de las instituciones de beneficencia en la península de
Yucatán, véase la tesis doctoral de Jorge Castillo Canché, defendida en 2002 en El Colegio de México.

140
la atención estaba a cargo de un médico capellán, mientras que los servicios se sostenían
por medio de donativos, pagos de pacientes e impuestos. Con respecto al pago de
manutención y servicios a los enfermos, el ayuntamiento recibía esa cantidad
mensualmente y la destinaba directamente al hospital68. Como ejemplo de esta
situación, los enfermos pagaban 8 pesos y además existía una persona encargada
directamente para su atención, la cual recibía un sueldo de 4 pesos69.
Durante la época independiente, la dirección y la administración del hospital
estaban a cargo del Ayuntamiento (Fajardo, 1985: 72-73). El personal constaba de un
médico, un practicante, un capellán, un administrador y otros empleados
complementarios así como un mayordomo que percibía 15 pesos, mensuales70. Los
asilados estaban recluidos, sin comunicación con el exterior y sólo en casos
excepcionales se concedía permiso para pasear por los alrededores del hospital. El
capellán tenía una pieza contigua al oratorio así como los empleados; sólo el médico
vivía en la ciudad y realizaba visitas diarias. Los enfermos ejercían el derecho de
petición hacia el Ayuntamiento cuando se quejaban por falta de ropa y otras
deficiencias71.
A finales del periodo colonial las cajas nacionales que administraban el capital
del hospital fueron constantes con el pago de réditos. A partir del periodo independiente
y después del primer semestre de 1822, el Ayuntamiento realizó gestiones al respecto
pero sin obtener resultados. Es necesario recordar que la diputación provincial dispuso
que el producto de los dos reales por destilación de aguardiente de todos los partidos se
distribuyera para el hospital de San Juan de Dios de Mérida y el San Lázaro de
Campeche, lo que redujo sus ingresos en 1876 pesos. El 14 de diciembre de 1833 se
invirtieron 247 pesos 7 y medio reales, para mejoras en la infraestructura del hospital,
pero considerando los gastos que se hicieron durante la epidemia de cólera y la

68
Esta descripción del régimen administrativo del hospital la realizó Justo Sierra O’ Reilly en su obra
“Un año en el Hospital de San Lázaro”, publicada entre 1845 y 1846 en el periódico “El Registro
Yucateco”. Actualmente existe una edición realizada por la Universidad Autónoma de Yucatán (Sierra,
1997).
69
AMC. Gastos por mantenimiento y servicios a los enfermos del Hospital de San Lázaro.1844. Fondo:
Salubridad. Caja 4, exp. 211.
70
AMC. Gastos por mantenimiento y servicios… 1844.
71
Con respecto a la ropa en 1844 se invirtieron 23 pesos, medio real y en 1855 49 pesos. AMC. Gastos
por la adquisición de ropa para los enfermos del hospital de San Lázaro. 1844. Fondo: Salubridad. Caja 5,
exp. 236. y AMC. Presupuesto del vestuario para la Casa de Beneficencia de San Lázaro. 1856. Fondo:
Salubridad. Caja 6, exp. 306.

141
hambruna que azotaba el estado, José Dolores Espínola, administrador del hospital, no
recibió el total del presupuesto aprobado “a causa de la absoluta carencia de fondos”72.
En 1840, un nuevo informe por parte del ayuntamiento manifestó las
condiciones deplorables en las que se encontraba el lazareto, por la falta de fondos que
dejó de percibir desde 1821 y solicitó nuevamente la restitución del derecho por dos
reales en concepto de la destilación de aguardiente de todos los partidos, así como el
rédito correspondientes a los 50,000 pesos, que se les había asignado desde 1807. El
argumento fue que el dinero era más útil para el lazareto porque estaba en peores
condiciones que el San Juan de Dios de Mérida73.
Por lo tanto, es necesario recapitular la dotación de recursos al hospital San
Lázaro después de su fundación: 40,000 pesos, de los expolios de Fray Luis de Piña y
Mazo, quien fuera obispo de Yucatán; 10,000 pesos del fondo de comunidades de
indios, 2 reales por impuesto a los barriles de aguardiente de caña destilada en toda la
provincia, 4 reales por las mandas forzosas de San Antón y San Lázaro, con la
condición de que los sobrantes de esas rentas sirvieran para edificar una casa de cuna o
expósitos, que daban un total de 50, 000 pesos, 6 reales74. Esta medida se aplicó a partir
de 1809 a través de un rédito de un 5 % anual y desde 1822, no se pagaron 1,150 pesos
de los réditos de los expolios y de las comunidades de indios, mientras que la reducción
del impuesto por destilación de aguardiente, propició que las rentas anuales
disminuyeran a 4376 pesos75.
La solicitud de 1840 argumentó que los fondos del hospital disminuyeron en
1821 por la redistribución del impuesto del aguardiente para el San Juan de Dios de
Mérida, tal como lo señalé en párrafos anteriores y que, de acuerdo a las autoridades
campechanas, fue la principal razón por la que no se levantó la casa de expósitos. El
cabildo campechano expuso la necesidad de levantar el edificio por la cantidad de niños
expuestos que morían en la ciudad y que al no contar con un sitio donde fueran
recluidos, eran condenados al abandono durante los primeros años de vida. Esto tenía
fuertes implicaciones sociales, dependiendo del papel que el expuesto jugara en el sito
que fuera acogido, como criado o miembro de la familia:
72
AGEY. Cuenta de la caja de fondos de propios y arbitrios del ayuntamiento de Campeche. Enero 1° de
1833. Fondo Poder Ejecutivo, ramo Ayuntamientos. Vol. 3, exp. 8.
73
AGEY. Informe del síndico procurador del Ayuntamiento de Campeche, sobre el estado en que se
encuentra el Hospital de San Lázaro y pidiendo se imponga a los partidos en impuesto para dicho
establecimiento. Campeche, Diciembre 13 de 1840. Fondo: Poder Ejecutivo, ramo: Ayuntamientos. Vol.
4, exp. 52.
74
AGEY. Informe del síndico procurador del Ayuntamiento de Campeche… 1840.
75
AGEY. Informe del síndico procurador del Ayuntamiento de Campeche… 1840.

142
“Y en su restante edad mucho peor que el más odiado criado, por razón de
tenerlos como participantes o de la sangre de la familia, ó lo que es peor cuando
no es eso asi como uno que se les quita parte del caudal hereditario, ya por razón
de herencia ó ya por la equitativa obligación que se tiene de educarlos y criarlos,
de donde crecen recibían daño o molestias sin tener a ello ninguna obligación”76.

Retomando la cuestión económica, el informe mencionaba que se consumieron


las rentas en 12,323 pesos, 3 y un cuarto reales, que fueron suplidos del fondo de
propios y arbitrios hasta finales de 1833 y de 8000 a 10,000 pesos, según las cuentas
realizadas por el ayuntamiento. El edificio estaba en ruinas y en 1840, el
establecimiento se mantenía con el producto del impuesto de la destilación de cinco
partidos77 que en años pasados había sido rematada en 500 pesos y en ese momento
había llegado hasta 1000; de réditos de los capitales impuestos a su favor, 340 pesos y
200 con el charco de cuajos de sal. En general se gastaban 1940 pesos en la siguiente
forma: 145 mensuales en alimentos, alumbrado, lavado y salarios al capellán,
facultativo y demás sirvientes, más 200 pesos en medicinas, ropa y pequeñas
reparaciones al edificio 78.
Durante 1842 y 1843 se realizaron trabajos de reparación con un costo de 150
pesos, 2 y un cuarto reales, que se distribuyeron en albañilería, herrería, carpintería y
pintura. El 51% del dinero invertido se destinó al pago del personal que realizó las
labores79 (Cuadro 7). Con respecto a las donaciones, en 1844 Felipa Medina entregó 25
pesos, a favor del establecimiento80. De las cuentas del ayuntamiento, las fuentes sólo
refieren las de 1843 y 1844, pero con estos dos documentos podemos darnos una
aproximación del porcentaje de ingresos y egresos con respecto al hospital. En el primer
caso, 2.78 % de los cargos a favor por parte del cabildo correspondieron al lazareto, en
su mayoría réditos por préstamos y deducciones de impuestos, mientras que 27.78 % a
los egresos, principalmente por pagos en atención a los enfermos, reparaciones y ropa81.
Un año después, de los cargos a favor del ayuntamiento, 30 % correspondieron a réditos

76
AGEY. Informe del síndico procurador del Ayuntamiento de Campeche… 1840.
77
Campeche, Hecelchakán, Lerma, Seyba y Carmen. AGEY. Informe del síndico procurador del
Ayuntamiento de Campeche… 1840.
78
AGEY. Informe del síndico procurador del Ayuntamiento de Campeche… 1840.
79
AMC. Cuentas de los trabajos realizados en la reparación del Hospital de San Lázaro. 1843. Fondo:
Administración. Caja 3, exp. 160.
80
AGEC. Se notifica al Ayuntamiento de Campeche que nombre a la persona que recibirá la suma de
veinticinco pesos para el hospital de San Lázaro. 1844. Fondo: Período Yucateco. Caja 2, exp. 146.
81
AMC. Cuenta de los fondos comunes de la ciudad, 1843. Caja 3, exp. 156. Fondo: Administración.

143
para el establecimiento, mientras que el 64. 10 % de los egresos se destinaron para
sueldos, manutención de enfermos y ropa82.

Cuadro 7. Gastos realizados para las reparaciones en el Hospital San Lázaro en


1843.

Rubro Costo en pesos ($)


Sueldos peones y albañiles 53, 2
Materiales 25,4
Madera 36, 2 ¾
Herrería 21, 4
Pinturas 15, 2
Total 150, 2 ¼

Fuente. AMC. Cuentas de los trabajos realizados en la reparación del Hospital de San
Lázaro. 1843. Fondo: Administración, Caja 3, exp. 160.

Otros fondos que sirvieron para la manutención del San Lázaro fueron las
donaciones del matrimonio Borreiro, quienes desde 1798 cedieron la quinta parte de sus
bienes. Esta cantidad ascendía a 4,291 pesos y medio reales de las que 2,514 pesos y
medio real se invirtieron en dos casas que servirían para asilos y el resto, es decir 1,777
pesos, 3 reales, quedaron en poder de los albaceas para ser invertidas en el objeto
destinado. En 1851, el Ayuntamiento autorizó al padre Méndez ponerse en contacto con
los albaceas de la señora Fuente de Borreiro, de quienes obtuvo las dos casas señaladas
y una más por el costo restante. Además, Manuel Anselmo López Carta donó 10,000
pesos de cuyos réditos se disfrutó hasta 1855 (Lanz, 1905: 348).

Como mencioné al principio del apartado, el hospital de San Lázaro fue


construido para recluir a los enfermos de lepra. Se encontraba fuera de la ciudad por las
condiciones climáticas y la cercanía del mar. Los vientos eran “saludables” para los
enfermos, que se encontraban aislados de la sociedad. La enfermedad fue descrita en la
Biblia, tenía implicaciones morales y desde el punto de vista médico, se consideraba

82
AMC. Cuenta de fondos comunes del H. Ayuntamiento. 1844. Fondo: Hacienda. Caja 4, exp. 186. El
sistema contable de los hospitales se manejaba con el sistema de cargo y data. El cargo de la cuenta
señala los cobros que recibe un hospital para afrontar los gastos del ejercicio económico. La data de la
cuenta establece los pagos efectuados durante el ejercicio económico (López, 2007: 64-65).

144
como un padecimiento contagioso. Sin embargo, existía un debate sobre el carácter
expansivo del mal y los efectos que en realidad pudiera ocasionar a la sociedad83.

En este caso, es importante describir cómo se detectaban a los posibles enfermos


del Mal de Hansen84 y la activación del mecanismo institucional para evitar la
“propagación de la enfermedad”85. El debate de la opinión médica en relación con el
cuadro de la enfermedad, el cuestionamiento del cabildo ante el diagnóstico diferencial,
la respuesta por parte de los afectados, las ventajas de una posición socioeconómica y
los dictámenes del ayuntamiento son claves para el análisis del padecimiento en
Campeche durante la primera mitad del siglo XIX.
En Campeche se presentaron varios casos durante el mes de agosto de 1820. El
ayuntamiento recibió la noticia de once personas que adquirieron la enfermedad. Los
afectados pertenecían a diversos niveles sociales, desde hacendados hasta presbíteros y
panaderos. El 8 de agosto se constituyó la Junta de Sanidad; las personas fueron
examinadas y de acuerdo al grado de la enfermedad se dictaminó lo siguiente: Los de
primer grado serían curados y se mantendrían en contacto con las personas. Los de
segundo grado podían permanecer en sus domicilios, sin realizar actividades que
pusieran en peligro a los demás habitantes. En el tercer grado, los afectados recibían una
notificación por escrito para su traslado al San Lázaro86.
Sin embargo, la reclusión en sitios ajenos al hospital provocó que las
autoridades cuestionaran a los facultativos, considerando que el San Lázaro fue
levantado con ese fin y era necesario excluir a los enfermos para proteger a los
habitantes del puerto. Los médicos reconocieron las ventajas que el hospital ofrecía para
un mayor control, pero señalaron que si la enfermedad estaba en fases tempranas, la

83
Durante la edad media, se consideró que la lepra era un castigo de Dios por pensamientos y actos
relacionados con la sexualidad. La justificación se encontraba en el texto bíblico del Levítico, capítulo 13
(Watts, 2000: 74).
84
Es otra denominación de la lepra. Armauer Hansen, médico noruego, descubrió en 1873 el agente
causal de la enfermedad, una bacteria llamada Mycobacterium leprae (Watts, 2000: 75). “Una dolencia
infecciosa crónica que ataca la piel, los nervios periféricos e involucra las estructuras profundas como
músculos, huesos, ojos y vísceras. […] De las variedades existentes, la lepra lepromatosa se caracteriza
por daño a los ojos, médula ósea, nódulos linfáticos, laringe, hígado y bazo; produce ceguera, deformidad
y destrucción de las falanges y los tabiques nasales” (Obregón, 2002: 37).
85
El entrecomillado es mío.
86
“quando aparecen pocos y ligeros tuberculos […] cuando el rostro apenas ha tomado el color negro
[…] ó aspero que le es propio que las narices estén completamente sanas, que no hay tumefacción alguna
o muy poca en las manos y pies, esto llamo el estado incipiente; […] AMC. Notificaciones sobre la
epidemia del mal de San Lázaro. 1820. Fondo: Salubridad. Exp. 88, Caja 2. El segundo grado consistía en
afección de los huesos, y lesiones incipientes en el paladar interno y la nariz. El grado más avanzado se
caracterizaba por la deformación de las extremidades y la nariz (Obregón, 2002: 83).

145
reclusión no era necesaria; sin embargo, responsabilizaron a las autoridades de la toma
de decisiones87.
Ante el “horror”88 que ocasionaba la presencia de un lazarino, el Ayuntamiento
asumía como prioridad el manejo de los casos, el seguimiento por parte de los
facultativos, la detección de casos incipientes y una revisión semestral de los casos
presentados. En esta situación, el nivel social de los afectados jugaban un papel
importante; las personas enfermas con recursos tenían la opción de estar en su casa o
retirarse a las haciendas de su propiedad, en total aislamiento89. No cumplir la
disposición significaba su automática reclusión en el hospital “a cuyo efecto se
notificará a Margarita Rosado, Felipa Figueroa y Don Lorenzo Leon y Gonzalez,
guarden reclusion en […] para ebitar con su separacion el contagio de los demas
habitantes […] que de lo contrario se tomará contra ellos las mas serias providencias”90.
A pesar de las medidas del Ayuntamiento, algunos de los examinados no
acataron las disposiciones como el panadero Domingo Muiño, quien fue diagnosticado
con el segundo grado de la enfermedad y se le ordenó que permaneciera en casa. Esta
persona cambió de oficio y se dedicó a la fabricación de tabacos “cuya laboriosidad es
tan perjudicial y transcedendente lo que hacía presente el Cuerpo para las resoluciones
que tenga por oportunas”91. Miguel Duque de Estrada, responsable del Ayuntamiento,
ordenó la investigación correspondiente y notificó a Muiño para que cumpliera las
disposiciones. La presencia de leprosos en la ciudad generaba una mayor participación
ciudadana, pues los vecinos y la milicia recibían la orden para que reportaran los casos e
informaran sobre los ya conocidos. El 14 de agosto de 1821, ante la negativa del
panadero por cumplir la orden, se determinó: “á pesar de la notificación que se le hizo
en veinte de Junio próximo pasado constante de este expediente, ha continuado en la
elaboración de tabaco en puros que se le prohivio, y de que han habido posteriores

87
De acuerdo con Obregón, el cuadro clínico de la lepra es variable y con frecuencia se confunde con
otras enfermedades (Obregón, 2002:19).
88
El entrecomillado es mío.
89
En la construcción de la lepra como mecanismo de control social, el nivel económico jugó un papel
importante durante la edad media. El patrimonio de una persona era importante para determinar su estado
de salud, porque en algunos leprosarios sólo se admitían gente con recursos, los enfermos eran
considerados mercancía para su reclusión y por último, era el pretexto para la transferencia de
propiedades (Watts, 2000: 92-93). La legislación española señala que las personas con recursos podían
evitar la reclusión en instituciones destinadas a ese fin a condición de aislar a los enfermos de forma
privada.
90
AMC. Notificaciones sobre la epidemia…1820.
91
AMC. Notificaciones sobre la epidemia… 1820.

146
quejas, su merced mandó sea recluso en el Hospital de San Lázaro para evitar por este
medio la infeccion contagiosa que pueda propagar”92.
En resumen, el ayuntamiento, a través de la Junta de Sanidad, solicitaba a los
facultativos que realizaran el análisis correspondiente. Por otra parte estaban los vecinos
de los enfermos quienes vigilaban que éstos no estuvieran en contacto con otras
personas y la milicia, responsable del traslado de las personas enfermas al hospital. Por
último, los enfermos que pertenecían a los sectores dominantes de la sociedad podían
ser asistidos en casa u otro lugar alejado de la ciudad; mientras que los desvalidos, a
pesar de la orden que recibían de permanecer en sus domicilios, tenían que cubrir
necesidades básicas y trabajar, porque el estado no tenía una política de protección
social a través de pensiones u otro tipo de apoyos.
Cuando se presentaban casos de lepra en otros poblados de la península, los
Jueces de Barrio, por medio del alcalde, notificaban los casos positivos, estos eran
evaluados por los médicos de la localidad y los enfermos conducidos al hospital del
puerto93. El traslado podía ser voluntario, como el de tres lazarinos del hospital de San
Juan de Dios en Mérida. El Ayuntamiento de esa ciudad consideraba que la medida era
adecuada. Parte del pensamiento médico establecía que el contacto de personas
enfermas con leprosos retardaba su alivio o contribuía a la complicación de su
enfermedad. Al mismo tiempo, la mejor ventilación del San Lázaro representaba una
ventaja para los pacientes94.
Posteriormente, se reportaron otros casos que menciono aquí porque permiten
ver tanto que la gestión de las epidemias por parte del poder público no estaba exenta de
las influencias y poder de los eventuales enfermos. Así era la sociedad de la que
formaban parte, como los cambios que se produjeron en la gestión de la salud pública.
En 1832 enfermó Hilario Pan, cacique del barrio de San Román y en 1835, Cristóbal
Cortés, quien no presentó signos positivos de la enfermedad al ser examinado por el
facultativo Juan Antonio Frutos. Otros causaron conflictos entre la autoridad y los
familiares de algunos de los enfermos, como el de Don Rafael María Saury y Salazar, a
quien se le ordenó el ingreso en el San Lázaro por el segundo alcalde, Don Alejandro
Duque de Estrada. El Sr. Saury solicitó pasaporte para trasladarse a Veracruz y se le
negó. Su madre, Doña Mercedes Salazar inició las diligencias correspondientes para que

92
AMC. Notificaciones sobre la epidemia… 1820.
93
CAIHY. Manuscritos, “Actas de Cabildo de Mérida”, No. 13, sesión del 7 de mayo 1823. f. 42.
94
CAIHY. Manuscritos, “Copiador de oficios del Ayuntamiento de Mérida, no. 52, 22 de febrero de 1822.
f. 159v.

147
éste permaneciera en su domicilio bajo sus cuidados (Lanz; 1905: 374). También
solicitó que los facultativos de la ciudad: Alejandro Mc Kinney, José María Conde y
Muñoz, Guillermo de la Vega, Joaquín Delhone, Enrique Perrine y Juan Antonio Frutos,
examinaran a su hijo. Estos determinaron que Don Rafael no padecía la enfermedad y
no debía ser aislado. Ante este dictamen, la señora Salazar se quejó ante el
Ayuntamiento con base a la nota de la Ley 3° Título 38, Libro VII de la Novísima
Recopilación que señalaba: la opción de no ingresar al establecimiento si contaba con
los espacios y recursos para aislarse de manera particular95 (Lanz, 1905: 375).
El Ayuntamiento, no conforme con el dictamen, solicitó la intervención del
Licenciado José María Regil, para discutir el marco legal en el que se apoyaba la familia
del afectado. El abogado mencionó las contradicciones con respecto al trato que se les
daba a personas con sífilis o tuberculosis. La primera tenía una fuerte carga moral,
debido a la forma de propagación y que de acuerdo al pensamiento médico era una señal
de corrupción que manifestaba conductas desordenadas96. Sin embargo, no eran
separados de la sociedad y señaló que las enfermedades requerían la atención de la
salud pública. Desde el punto de vista racional y humanitario, Regil aceptó la reclusión
en espacios privados:

“Que la mendicidad contagiada encuentre su asilo y medios para su sanidad en


los hospicios de la caridad, lo dicta la justicia, lo reclama la humanidad; no
porque sea preciso que la sociedad los excluya de su gremio, sino porque,
presentándose, escitando por todas partes el horror y la repulsa, la sociedad que
debe socorrerlos, los acoge, y la policía que nota el disgusto general y el
universal clamor que promueve su presencia, los aparte de la vista pública. Mas,
la ley, que por el solo hecho de restringir la libertad, causa siempre un mal,
nunca debe traspasar los límites que la necesidad prefija, y siempre que consiga
la curación del enfermo y su ocultación de los demás, de un modo y por medios
menos gravosos y aflictivos, á ellos debe acudir so pena de cometer una
arbitrariedad, de perpetrar una injusticia” (Lanz, 1905: 375).

Legalmente, esto tenía sustento en la cédula de 15 de mayo de 178897: “que los


lazarinos se hagan recoger precisamente en los hospitales, si no tienen comodidades y
proporción para estarlo en sus casas” mientras que la Recopilación de Indias, que
confirma las ordenanzas del Hospital de San Lázaro de México, se refiere a los pobres.

95
La Ley 3° se refiere al establecimiento de hospitales en los pueblos á cargo de sus Justicias y
Ayuntamientos para la curación de pobres llagados. Novísima Recopilación de las Leyes de España,
Tomo III, Libros VI y VII: 695.
96
La sífilis y la lepra eran enfermedades estigmatizadas. La tuberculosis se consideraba como
contagiosa., pero solamente a los lazarinos, los aislaban de la sociedad.
97
Nota I título 28, libro VII de la Novísima Recopilación.

148
Finalmente, la corporación aceptó las disertaciones de Regil y el 29 de enero de 1835,
acordó que los enfermos de elefantiasis que optasen por la reclusión de sus casas,
observarían esa ley sin asomar al marco de ellas. En caso de no cumplir las
disposiciones, se les multaría con $10 que serían a beneficio del delator de la infracción
y el infractor sería encerrado en el hospital, sin derecho a interponer otro recurso (Lanz,
1905: 376). El temor hacia la enfermedad se describió de la siguiente manera:

“Era tal la aversión que inspiraba el desgraciado elefancíaco, por lo penoso y


contagioso de la dolencia, que la manifestación de solo una afección cutánea era
motivo para la delación, a la que seguía el reconocimiento pericial, cuyo fallo
era, salvo en muy pocos casos, el diagnóstico de la terrible enfermedad y los
alguaciles terminaban la escena, dando con el enfermo en el lazareto” (Lanz,
1905: 347).

En 1838, un informe de los facultativos campechanos indicaba que la lepra no


era una enfermedad contagiosa: “Se basaron en obras de médicos como Enry y
Delafontaine quienes afirmaban que personas enfermas se habían casado y procreado
hijos sanos” (Álvarez, 1912, tomo I: 306-307). El edificio fue habilitado como centro de
refugio durante conflictos bélicos. Sin embargo, la idea de beneficencia por parte del
estado estaba presente:

“Es fuera de duda, que cualquiera que sea el origen del establecimiento, la mira
de los fundadores, fue el amparar á la humanidad afligida y si estos vivieran,
viendo su obra sin el objeto que se propusieron, lo destinarían á otros; y parece
de justicia que el Gobierno conformándose con la intención de los donantes,
aplique dicho establecimiento á beneficio común”. (Álvarez, 1912, tomo I: 430)

En 1848, Vicente Méndez propuso que el edificio albergase la Casa de


Beneficencia así como la Casa de Cuna y Dementes. El motivo para trasladar los
establecimientos consistía en aprovechar el espacio físico del lazareto98 formándose una
comisión para elaborar el dictamen correspondiente. El 30 de noviembre de ese año se
aprobó la propuesta, se creó un departamento especial para los lazarinos y la institución
quedó bajo el patronato del Ayuntamiento. El 25 de enero de 1849, el gobierno estatal
autorizó la aplicación de los capitales pertenecientes al hospital; pero en 1852, se
clausuró la Casa de Cuna, por falta de recursos destinados entonces a hacer frente a la
guerra de castas, pero los otros establecimientos permanecieron en funciones (Álvarez,
1912, tomo I: 430-431).

98
La Casa de Beneficencia se inauguró en 1846 y se encontraba en intramuros (Lanz, 1905: 343).

149
Desde su fundación, en 1846, el personal de la Casa de Beneficencia estaba
integrado por dos directores, dos matronas y un capellán. El primer director debía ser
eclesiástico secular, marido o hermano de la matrona primera, con virtudes morales y un
sueldo de 40 pesos mensuales. Se encargaba del registro de los pobres con día de
ingreso, egreso o fallecimiento en el San Juan de Dios, ocupación o inutilidad según sus
capacidades. Tenía el control de los ingresos del ayuntamiento, donativos, gastos diarios
y mensuales. Recibía el listado de las compras que el regidor abastecedor realizaba para
ocupar a los miembros de la casa. Era el responsable del establecimiento; de la conducta
de los subalternos; distribuía los trabajos de los pobres y vigilaba la conducta de los
internos; según el delito establecía penas corporales como prisión y supresión de dietas.
Vivía en la sala principal de la casa, y entre los internos que mereciera su confianza
nombraba al portero para el cuidado de los portones durante el día99.
El segundo director, que recibía 20 pesos mensuales, se encargaba de la
recepción de los hombres pobres para acomodarlos en el sitio, les prepararles un baño y
proporcionaba ropa que debían usar; era responsable de levantarlos a las seis en
invierno y a las cinco en verano para dar gracias a Dios, rezar el Padre Nuestro, el Ave
María, un salve, un credo y otras oraciones. Recibía del primer director, las raciones de
pan de trigo y de la matrona: porciones de café, chocolate y atole. Coordinaba a los
pobres para que barrieran las salas, corredores y asearan las bacinillas, así como la
compostura de camas. Junto con el primer director repartía el material que debían
trabajar los internos; vigilaba directamente la conducta de los internos y castigaba con la
privación de una o dos raciones si faltasen a la moral de la Casa; regulaba los horarios
para la toma de alimentos; recibía el trabajo del día por parte de los internos, reunía a
todos los internos a las siete de la noche para rezar y repartía ropa limpia los domingos;
en caso de que algún pobre enfermara, lo conducía al hospital de San Juan de Dios en
una cama pequeña destinada para ese fin100.
La primera matrona era la esposa o hermana del primer director, percibía 16
pesos mensuales, sus funciones con respecto al segundo director eran similares para la
recepción de las mujeres y su traslado al San Juan de Dios. No permitía que las mujeres
hablaran con los hombres, a excepción de los comisionados del Ayuntamiento.
Igualmente, no permitía que salieran a la calle ni al portón, a menos que ella estuviese

99
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia de la ciudad de Campeche,
Impreso por José María Peralta, 1847: 3-4.
100
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 4-7.

150
presente101. La segunda matrona ganaba 12 pesos mensuales, vigilaba a las cocineras,
molenderas y lavanderas para que cumplieran sus funciones, entregaba las comidas
tanto al segundo director como a la primera matrona para que la distribuyeran; los lunes
recibía las mudas de ropa para que se lavaran y conducía a las enfermas al hospital de
San Juan de Dios en los mismos términos que el segundo director. Por último, el
capellán se encargaba de oficiar misa, impartir doctrina, administrar el sacramento de la
penitencia y la comunión a los internos102 (cuadro 8).
Según el día asignado, a cualquier hora se recogían a los mendigos de la ciudad
y extramuros. En caso de enfermedad eran trasladados al hospital de San Juan de Dios,
el primer director recibía a cualquier persona que deseara ingresar. Los dementes de
ambos sexos, certificados por un facultativo, eran recibidos y encerrados en los cuartos
de sus respectivos departamentos –hombres y mujeres- . También eran recibidas
mujeres con hijos; si estos tenían más de dos años, el ayuntamiento se responsabilizaba
de la educación. Las mujeres embarazadas eran trasladadas al San Juan de Dios si
estaban por concluir la gestación y a los treinta días del parto, regresaban al
establecimiento para trabajar y criar a sus hijos hasta los dos años. Los huérfanos eran
recibidos para trabajar hasta que el ayuntamiento les encontrara oficio a los hombres y a
las mujeres, las acomodaba en casas como sirvientas103.
Los trabajos que se realizaban en el establecimiento se distribuían de acuerdo al
sexo: Los hombres se encargaban de despepitar algodón, deshuesar el tabaco, torcer pita
fina para costurar, torcer cordel de pita para redes e hilo de henequén. Las mujeres
hilaban algodón, torcían tabaco, guisaban comida, molían pan, lavaban ropa y
costuraban. Ambos hacían estopa y encajonaban puros. Por otra parte, los alimentos que
recibían eran por las mañanas un pote de atole o café con dulce y pan; al mediodía,
pescado y pan de maíz; a las embarazadas y a las que criaban a sus hijos se les
proporcionaba dos huevos, sopa de arroz, carne, puerco, verduras, una taza de caldo
para comer, un pote de atole con dulce y tres onzas de pan en la noche. Los domingos y
los días de fiesta, además del pescado, recibían una ración de frijol o un huevo y una
cuartilla de dulce o fruta de la temporada104.

101
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 7-8. El término matrona
aparece en el impreso.
102
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 8-9.
103
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 12-14.
104
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 15-16.

151
La casa de beneficencia se mantenía con los arbitrios procedentes primero, una
suscripción voluntaria única, semanal y mensual, entre los vecinos de la ciudad y
barrios. Segundo, por cada perro macho o hembra que no se alimentaba de la madre, el
dueño pagaba medio real y por cada diez cabras que no se alimentaban de la madre, dos
reales; por cinco, un real y por dos, medio real. Los pagos eran mensuales y esto se
debía porque:

“No hay persona que no se lamente del daño que los perros y cabras ocasionan
á la moral pública y aunque no dejan de ser de alguna utilidad, ciertamente
perjudican demasiado al público y á los vecinos en particular. Los primeros es
incalculable el número que agovia á esta ciudad siendo muchos de ellos
objetos puramente de recreo y de lujo; los segundos pastan en los terrenos del
público”105.

Tercero, sobre los caballos de paseo que no servían a carretas ni calesas debían
pagar 4 reales mensuales porque “Los caballos de paso son objetos de lujo y solamente
las personas de proporciones pueden sostener éstos; así es que bien pueden por pagarse
de su recreo contribuir al sostenimiento del piadoso establecimiento”106. Para los que
organizaban corridas de toros 50 pesos, y para los que autorizaran juegos sin extender
licencia, 70 pesos: “además de las desgracias traen consigo, tienen la inmediata de
venderse al público la carne irritada entumecida y dañada de los toros”107.
Finalmente, los interesados en toda diversión pública como loterías, comedias y
licencias sobre tiendas provisionales en fiestas debían pagar entre 4 reales a 2 pesos,
extendiendo este arbitrio a las poblaciones inmediatas del partido. “auxilien al
establecimiento con parte del lucro que con ellas agencia y por lo mismo se les grava
con el pequeño impuesto”108 y los efectos extranjeros de importación marítima debían
pagar un medio por cien sobre el total de los derechos por la necesidad de tener un
ingreso fijo porque el ayuntamiento “teniendo el sentimiento de no poder hacerlo por sí
solo por las graves atenciones también de suma utilidad que tiene que cubrir”109.

105
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 18.
106
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 18.
107
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 18.
108
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 18.
109
Reglamento que debe observarse y regir en la Casa de Beneficencia… 1847: 18.

152
Cuadro 8. Organigrama del personal de la Casa de Beneficencia.

Primer
Director

Segundo Capellán
Director Primera
Matrona

Segunda
Matrona

Fuente: Reglamento que deber observarse y regir en la Casa de Beneficencia de la ciudad de


Campeche, Impreso por José María Peralta, 1847.

En 1849, Vicente Méndez solicitó, sin éxito, al gobierno del estado, las rentas
correspondientes a favor del establecimiento110. En 1854, Joaquín García Rejón,
administrador de rentas del estado, reconoció los derechos del Ayuntamiento
campechano con respecto a la liquidación y reconocimiento de la deuda a favor de
Yucatán, Se retomó el tema de los 50,000 que el hospital tenía derecho desde 1807 y
que desde 1822 no recibía. El Presidente de la República, el General Santa Anna
mencionaba: “que desea mejorar ó conservar los establecimientos, me manda que
Vuestra Excelencia, tome informes circunstanciados del Ayuntamiento de Campeche,
como patrono de la Casa de Beneficencia, ó de quien corresponda, del motivo porque se
suspendió el pago de los réditos por aquella Aduana” (Álvarez, 1912, tomo I: 486).
Esta situación existía desde 1824, cuando fueron separadas las rentas locales y
federales. Entre éstas, se encontraba dinero que se debía a los estados y para Yucatán,
considerando la inestabilidad política por el enfrentamiento de federalistas y
centralistas, el secesionismo de la península durante la década de 1840 y la guerra de
castas de 1847, se iniciaron los trámites para que se formularan las cuentas pendientes.
Esta liquidación incluía: Fondo de Comunidades de Indios, Fondo de Medio Real de
Ministros (Holpatán), Fondo de Vacantes Menores, Fondo del Hospicio de San Carlos o

110
AGEC. Notificación de envío de la solicitud del canónigo Vicente Méndez, correspondiente a las
rentas del hospital de San Lázaro. 1849. Fondo: Periodo Yucateco. Caja 9, exp. 671.

153
Casa de Beneficencia, Fondo de Pósitos de Pueblos, Fondo de Municipalidades, Fondo
de Concordia, Fondo de Depósitos Judiciales, Anticipaciones de Contingente y el Fondo
de Consolidación (Ferrer, 1944: 25).
Las rentas relacionadas con las instituciones de beneficencia eran la Casa de
Beneficencia y el Fondo de Consolidación. Se presentaron las cuentas ante la Tesorería
General de la Nación, pero éstos nunca reconocieron el adeudo y siempre objetaron
deficiencias en la solicitud. Ante la serie de informes que trataban el tema, García
Rejón estableció que se debía al hospital la mitad del rédito vencido en 1822, es decir,
$1250 y los de 1823 en adelante, pero no incluyeron los de San Lázaro, por no recibir
los comprobantes por parte del Ayuntamiento Campechano. El lazareto sólo recibió la
contribución de dos reales impuesta a cada barril de aguardiente que se destilaba en la
península; al producto de un charco de cuajar sal de algunas fincas y subsidios
otorgados por el ayuntamiento. Además, por iniciativa del padre Méndez, el 12 de junio
de 1856 se acordó un ingreso de 65 pesos mensuales por la importación de algunas
mercancías y fiestas públicas (Lanz, 1905: 347-348).
En 1854, el Ayuntamiento ordenó al padre Méndez que suprimiera el
departamento de dementes y que se trasladaran al San Juan de Dios, pero ante la
negativa de éste, se le privó de las rentas. El sacerdote solicitó la devolución de 7,000
pesos, que había invertido por cuenta propia en la remodelación del edificio. Pero una
serie de situaciones legales de contrato y confusiones provocaron que Méndez pasara
por alto la instancia municipal, quien negaba cualquier tipo de deuda con respecto al
lazareto. En efecto, al solicitar la devolución del dinero al Cabildo, el organismo
argumentó que la Casa de Beneficencia fue iniciativa personal del cura y por lo tanto,
no le correspondía pagar esa retribución:

“Atendiendo a que solo el establecimiento es el obligado y en ningún caso la


renta municipal á pagar los gastos hechos en él, pues aunque es cierto que V.S.
tiene el patronato del establecimiento considerado como reclusion de las armas
y aunque tambien es verdad que V. S. lo ocupa con la casa de beneficencia, no
por eso debe considerarse como su propietario al R. Ayuntamiento”111.

La comisión continuó con la explicación afirmando que el error estuvo en que el


Pbro. Méndez y el alcalde creyeron que las rentas consignadas para la beneficencia

111
AMC. Informes de la comisión responsable en la reparación del hospital de San Lázaro. 1856. Fondo:
Salubridad. Caja 6, exp. 271.

154
serían suficientes para los gastos del lazareto, pero esto no significaba que se le hubiera
autorizado alguna mejora material al edificio. La resolución fue que el edificio debía
pasar a manos del ayuntamiento, para que éste prestara el apoyo mensual:

“V. S. mismo y el Sr. Méndez creyeron equivocadamente que las rentas


consignadas a la beneficencia serian suficientes para cubrir su alcance al 2°
ademas de sostener las […] gastos del establecimiento y para mayor necesidad
del Sr. Mendez fue obligado el edificio. Lo expuesto es sin duda alguna la
verdadera relacion de lo currido y la consecuencia necesaria que debe
deducirse es que el único contrato que entre V. S y el Sr. Mendez ha ecsistido
es el acuerdo primero del 14 de octubre de 852 y á cuyo literal tenor debemos
atenernos; puesto que ni el Sr. Mendez solicitó ni obtuvo nunca de V. S. el
consentimiento de V.S el empezar la reedificación ni nada aparece escrito
sobre asunto antes del acuerdo referido. La comisión no desconoce que siendo
responsable el edificio al Sr. Méndez y estando este ocupado por la
beneficencia debiera esta cubrir una moderada renta mensual atendiendo el
corto espacio que ocupa; sería primero necesario que dejase, de existir la ley
que declarando al edificio propiedad de la nacion, volviese este al estado en
que antes se hallaba, pues de otro modo existen hoy las mismas causas que
obligaron a V. S a dar al Supremo Gobierno el informe siguiente, que aunque
demasiado extenso ha creido la comision conveniente insertarlo para ilustrar
mejor la materia”112.

El edificio se habilitó como hospital para variolosos y sitio de refugio para


113
tropas y el 1° de marzo de 1855 se encargó de su dirección José Jesús Pérez quien fue
sustituido en 1857 por Vicente Castellanos. En 1856, el edificio del San Lázaro
albergaba entre los meses de febrero y marzo un total de 30 personas, entre las que se
encontraban el administrador y la matrona. De estas, 7 pertenecían eran hombres: 3
dementes, 1 ciego, 1 clasificado como inútil, 1 sentenciado cuyo cargo era de sirviente y
el administrador del hospital que recibía un sueldo de 20 pesos. Las otras ocupaciones,
que en su mayoría se encargaba los habitantes del establecimiento eran de limpieza. Con
respecto a las mujeres, la matrona se encargaba de las labores de costurera y recibía 6
pesos al mes. De las mujeres internadas, 3 estaban ciegas, 4 fueron catalogadas como
violentas, 3 voluntarias y 7 dementes pacíficas. Sus actividades se enfocaban a la
cocina, lavandería y la molienda114 (Cuadro 9).

112
AMC. Informes de la comisión responsable… 1856.
113
Después de abandonar la dirección del San Lázaro, el padre Méndez fundaría otra Casa de
Beneficencia frente al Baluarte Santiago. (Lanz, 1905: 344)
114
AMC. Cuentas de la casa de beneficencia correspondiente a los meses de febrero y marzo. 1856.
Fondo: Hacienda, propios y arbitrios. Exp. 279, Caja 6.

155
3.3. El pensamiento médico

En el siglo V a.c., la teoría humoral surgió gracias a los filósofos presocráticos y


su principal aportación fue la separación de las creencias sobrenaturales con respecto a
la causa de las enfermedades. Planteaba que el cuerpo humano se componía de cuatro
líquidos o humores: la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra que poseían
cualidades que las mantenían en equilibrio115 y la enfermedad se producía por un
desequilibrio entre estos elementos (Márquez, 1994:115). En el siglo XVII, el médico
inglés Thomas Sydenham agrupó esta teoría bajo el concepto de las constituciones
epidémicas y dividió las enfermedades en epidémicas, estacionarias, intercurrentes y
anómalas.

Entre los siglos XVI y XVIII surgieron otras teorías cuya duración fueron
efímeras116 hasta que el surgimiento del higienismo durante la Ilustración planteó la
influencia del ambiente y el medio social en el desarrollo de las enfermedades. Al
respecto, Urteaga menciona:

“La raíz del pensamiento higienista está en el impacto que produce en los
espíritus europeos el proceso de la revolución industrial; su desarrollo debe
inscribirse en la historia (o la prehistoria) de las ciencias sociales modernas, es
decir, de cualquier reflexión sobre lo social, que trate de explicar los desajustes
y conflictos provocados por los nuevos fenómenos que genera la
industrialización” (Urteaga, 1980: 1).

El aire fue señalado como fluido elemental para el cuerpo humano, pero contenía
emanaciones telúricas, transpiraciones vegetales y animales. En su investigación Corbin
afirmó que durante los siglos XVIII y XIX en Francia “el aire de un lugar es un caldo
espantoso mezclado por vapores de todo tipo que se exhalan de la tierra y las materias
fulminantes que vomita, las mofetas, aires mefíticos que se desprenden de los pantanos,
de minúsculos insectos y sus huevos, de animáculos espermáticos; y lo que es peor los
miasmas contagiosos que surgen de los cuerpos en descomposición” (Corbin, 1987: 21).

115
Como señala Vera, los postulados no son teóricos, la sangre es visible, la flema se observa en los
catarros nasales, vómitos o diarreas mucosas; la bilis amarilla en los casos de ictericia que reflejan
padecimientos hepáticos-biliares y la bilis negra considerada el verdadero agente patógeno que
ocasionaba cefalea, vértigos, convulsiones y parálisis (Vera, 1999: 4).
116
La iatroquímica del siglo XVI estudiaba los fenómenos biomédicos desde la perspectiva química. La
iatromecánica con bases químicas y el vitalismo, también conocido como animismo que uno o más
elementos inmateriales conforman los seres vivos. Éstos eran conocidos como ánimas (Vera, 1999: 5).

156
Este es el fundamento de la teoría miasmática que predominaba en el siglo XIX, hasta
los avances bacteriológicos de Luis Pasteur y Robert Koch.
Los miasmas eran sustancias disueltas en la atmósfera, originadas por la
descomposición de cadáveres, elementos orgánicos y emanaciones de enfermos que
determinaron una serie de medidas terapéuticas y preventivas, que consistían en la
fumigación de los lugares apestados con diversas sustancias117 (Urteaga, 1980: 5). Son
tres los significados del vocablo, el primero emanaciones malolientes producidas por el
hombre y los animales en su ciclo natural de vida; las exhalaciones morbifíticas del
suelo, principalmente de los pantanos conocidas como efluvios y los resultantes de las
descomposiciones de la materia animal muerta o separada del ser vivo (panteones,
curtidurías, mataderos). El segundo significado, el modo de acción de ciertos ambientes
denominados focos de infección. El tercero, las emanaciones nocivas que se
desprendían de las personas enfermas y objetos contaminados. En resumen, los miasmas
eran partículas nocivas que circulaban por la atmósfera118. También se relacionaron las
bebidas, los alimentos, las condiciones de la habitación, el clima y las estaciones del año
(Martínez, 2001: 125-128).

Si los miasmas pútridos emanados de los cuerpos enfermos o en estado de


descomposición eran inhalados por el organismo, rompían el equilibrio interno y de
acuerdo a Corbin: "esto puede provocar el triunfo de la gangrena, la viruela, el
escorbuto, las fiebres pestilentes o pútridas" (Corbin, 1987: 25). La aportación de la
teoría miasmática consiste en el saneamiento ambiental. Si partimos de la teoría
humoral y del equilibrio que debe tener el cuerpo humano, el papel de los médicos
consistía en mantenerlo a través de los alimentos, los bálsamos y la aromatización
(Corbin, 1987: 27).

La teoría del contagio fue otra de las propuestas para explicar el origen de las
enfermedades. Esta postulaba que existía la especificad mórbida, es decir, un agente que
se transmitía principalmente por la piel cuyo mecanismo de acción era directa (contacto
inmediato) o indirecta (contagio por medio de un tercero, de la ropa o el aire).

117
Véanse los trabajos de Corbin, 1987 y Larrea, 1994.
118
“El fondo de la epidemia es su foco, que conviene neutralizar en el plano colectivo desinfectándolo y
adoptando una técnica de evasión (emigrar hacia lugares sanos) […] el foco es a la vez local e irradiante,
produce, mantiene y propaga la infección que ocasiona la irritación en los cuerpos de las personas cuya
economía ha sido impregnada por los miasmas que éste emite” (Bourdelais, 1999: 137).

157
En Europa se generó una discusión sobre las teorías más adecuadas para explicar el
origen de la enfermedad, discusión no ajena a los intereses comerciales de las
principales potencias. Generalmente se aceptó la teoría miasmática pero las medidas
preventivas de las cuarentenas, aislamientos y lazaretos se basaban en el contagio y no
dejaron de aplicarse119. A continuación tomaré dos enfermedades que durante el siglo
XIX originaron problemas de salud pública en el puerto de Campeche, como medio para
conocer el pensamiento médico así como la influencia de la teoría miasmática y
contagionista120.

3.3.1. La vacuna contra la viruela


La noción de prevención estuvo presente en las ideas que sobre la enfermedad se
desarrollaron en la cultura oriental y con respecto a la viruela se aplicaba la
variolación121. Esta técnica consistía en aplicar por vía nasal a personas sanas, el polvo
de costras obtenidas de niños que padecían una forma de viruela benigna (Vera, 2000:
4). Una variante de la variolación fue la inoculación, que transplantaba pus de las
pústulas de enfermos de viruela a través de una incisión o punción en la piel de una
persona sana (Oliver, 2006: 212). En la Nueva España, esta técnica se utilizó durante las
epidemias de viruela de 1779 y 1797 pero con reservas por las infecciones que se
producían como reacción secundaria a su aplicación (Oliver, 2006: 212).
El principio de la vacunación lo realizó el médico rural inglés Edward Jenner,
por medio de la inoculación con pústulas de vacas con viruela. Esta práctica no estaba
aprobada, sobre todo si recordamos que la teoría humoral y la teoría miasmática
planteaban la existencia de un germen infeccioso específico122. Jenner publicó los

119
Las primeras pandemias de cólera durante el siglo XIX fueron las generadoras de este debate. Al
respecto véase, Briggs, 1977; Bourdelais, 1999 y Watts, 2000. En 1832, la Junta de Sanidad yucateca al
recibir los informes del cólera en los Estados Unidos estableció una serie de medidas para la prevención
de la enfermedad enfocada hacia las cuarentenas de los buques que anclaban en los puertos de Campeche
y Sisal, pero las medidas hacia el interior de las ciudades eran de influencia miasmática. En el siguiente
capítulo haré una explicación más detallada sobre la actuación de las juntas de sanidad en la prevención
de la viruela y el cólera.
120
Con respecto a la lepra, el discurso de los facultativos campechanos señalaban que este padecimiento
era contagioso y producido por miasmas: “Lo que se sabe es que es contagiosa y la pregunta es por qué el
riesgo de exposición ya que en todas las etapas, aparecen erupciones exteriores, cuios exhalaciones,
miasmas, o efluvios se impregnan en la ropa, paredes, etc”. AMC. Notificaciones sobre la epidemia…
1820.
121
La variolación fue concebida por curanderos chinos en el siglo X y como práctica preventiva persistió
hasta 1976 en países como Etiopía y Afganistán (Vera, 2000: 4).
122
Sin embargo, Jenner observó que las ordeñadoras expuestas a la infección de la viruela bovina no se
contagiaban. En 1796 tomó líquido de una vesícula con viruela, en la mano de una paciente y realizó la
primera vacunación a un niño de ocho años.

158
resultados de sus observaciones en un trabajo titulado An inquiry into the causes and
effects of Variolae Vaccinea. A Disease Discovered in some of the Western Contries of
England y la vacuna se extendió al continente europeo (Vera, 2000: 5 y Oliver, 2006:
213). En 1800 se aprobó en España y la expedición de Balmis la introdujo a la Nueva
España123. La vacuna generó resistencia en algunos sectores de la población y los
médicos elaboraron un discurso en el que mencionaron las ventajas de este tratamiento
para la viruela y otras enfermedades:

“Como son todas aquellas que tienen por base ó por causa, una debilidad
parcial ó general del sistema nervioso, con disminución de la sensibilidad y del
movimiento, y aun de la inteligencia (astenia nerviosa en general): por
consiguiente, es útil la vacunación, en la disminución de la vista: hemeralopia
de los autores: en la gota serena incipiente (amaurosis): en la tardia del oido,
en la del olfato y en la del gusto: en la parálisis de los párpados, en la de los
músculos de la laringe con pérdida de la voz (afonía): en la debilidad del
ecsófago y del estómago: en la de los órganos genitales, en la de las
extremidades: en el collapus cerebral; la demencia y el idiotismo: en el
sincope, &c. &c., cuyas lesiones patológicas, pertenecen todas á la astenia
nerviosa: es igualmente eficaz la vacuna en las inércias del corazon y de los
pulmones; y por consiguiente lo es en las del sistema vascular rojo y muy
principalmente del blanco ó linfático: en la descomposición pútrida de la
sangre ó en su disolución, en el escorbuto no inflamatorio &c. &c., para cuyo
efecto se debe aplicar la vacuna con la mayor constancia y repetición”
(Muñoz, 1844: 6).

Los médicos locales manifestaron la importancia de la vacuna mediante


comunicados con el gobierno estatal, de acuerdo a los conocimientos vigentes en
aquella época, como por ejemplo, los escritos de Manuel Campos y Alejandro Mc
Kiney:

“La vacuna es una inflamación pustulosa de la piel que presenta las mayores
analogías con las viruelas de las cuales es un preservativo seguro y que se […]
por efecto de la inoculación de un fluido ó virus tomado de las pústulas que
espontáneamente se presenta con los pesones de las vacas (…) ó en las que ya
ha producido esta inocularon en el hombre. Hay una verdadera y otra falsa.

123
Ver capítulo 4.

159
Cuadro 9. Relación de personas que habitaron el edificio del Hospital de San Lázaro entre los meses de febrero y marzo de 1856.

Personas Empleo Sueldos Ynutilidad Ocupaciones


José Jesús Pérez Cosme Administrador 20
Don Julian Cisnero ciego Estopa
Don Martín Cilberte inútil Portero y estopa
Antonio Morales Demente pacífico Id.
Nicolás López Demente pacífico Id.
Francisco Colon Demente pacífico Id.
José María Ca.. Chí Sentenciado Cirviente
Juana Valdez Matrona y costurera 6
Felipa Becerra ciega Estopa
Josefa Molina Id. Id.
Ancencion Ribero
Leonarda Rus boluntaria Cocinera
Jacoba Lara ynutil Estopa
María Heredia Id. Id.
Bernardina May Demente pacífica Molendera
Faustina Cortés Id Labandera
Teodora Aguilar Id. Cirvienta
Encarnación Coréa Id. Estopa
Tomasa Jiménez Y salió Id. Id.
María Elena Laballe Id. Id.
Prudencia Gomes Id. Id.
Juana Zapata Ciega Id.
Rosario Rodríguez
Ana María Márquez
Leonarda Beltrán Furiosas
Gregoria Bendito Id.
Gabriela Quijano Id.
Santas Claez Id.
Juliana Reyes boluntaria Pobre inútil Estopa
Faustina Horeza boluntaria Molendera

Fuente: AMC. Cuentas de la casa de beneficencia correspondiente a los meses de febrero y marzo. 1856. Exp. 279, caja 6.

160
La vacuna verdadera preserva de las vesículas, y se le reconoce en los signos
siguientes: en general no se advierte ninguna novedad en las picaduras hasta del
tercero al quinto dias y entonces se persibe una ligera rubicundes y un poco de
elevación que se aumenta hasta el dia sesto. El septimo es el incremento mas
manifiesto y se percibe un granito de color plateado, deprimido en el centro y
lleno en circunferencia de una materia raspante, rodeado de un pequeño círculo
encorvado. El octavo se pone tensa la base del grano, se aumenta el círculo
encorvado y muchas veces se hincha; otras se acelera el pulso y se calienta la piel
y el grano contiene mas materias, este estado se aumenta en los dias siguientes
nono y decimo; el undecimo y el duodecimo empieza a posarse negra la
supresión, el grano adquiere en seguida un color gris amarillento y entonces
contiene una materia semejante al pus desde el dia trece en adelante se seca el
grano y se transforma en una costra dura y parda y al fin negra que pasa de los
veinte á los veinte y cinco dias. Tal es el curso de la verdadera vacuna, la unica
que preserba de las viruelas”124 (figura 4).

La llamada vacuna falsa se caracterizaba porque desde el primer día, el niño


vacunado sufría prurito en las picaduras y se formaba una pequeña dureza rojiza, antes
del sexto día, el grano tenía elevaciones de diversas formas y se formaba una ampolla
con líquido seroso- sanguinolento, es decir, manifestaciones de una infección cutánea
(Muñoz, 1844: 14). La causa de la viruela eran las partículas miasmáticas que se
encontraban en el aire y la ventaja de la vacuna consistía en prevenir que las personas
enfermaran:

“Es por esto para mí muy seguro que la vacuna verdadera precave de las viruelas
contagiosas, sin que me estrañe de que algun vacunado sea contagiado, en el
rigor de las grandes epidemias, pues que yo he visto en tales circunstancias de
venenosidad atmosférica, también atacados por segunda vez á los que habian
sufrido ya las viruelas: este último hecho es conocido de todos; pero por fortuna
muy raro, aquí y en todas partes” (Muñoz, 1844: IX.)

La técnica de aplicación de la vacuna también fue descrita en la documentación


de la época, en la que según Alejandro Mc Kiney:

“Se usa de una lanceta fina limpia y bien afilada: con esta se hace dos pequeñas
cortadas en cada braza bien superficiales; las costras se introducen al fluido
vacuno con la misma lanceta, cuidando que se secan bien las sisuras antes de
separarse el paciente del practicante. El mejor pus es lo que sacan del grano al

124
AGEY: El Jefe Superior del Departamento de Campeche mandando al gobernador los opúsculos sobre
la vacuna de los facultativos don Manuel Campos y don Alejandro Mc Kiney. Campeche, abril 26 de
1842. Poder Ejecutivo, Ramo Gobernación. Vol. 1, exp. 19.

161
tiempo de usarlo, sin embargo el pus conservado en vidrio bien cerrado sirve
muy bien humedecido con un poco de agua fresca al tiempo de usarlo. La época
mas apropiada para sacar el pus del grano es desde el noveno hasta el duodecimo
dia, teniendo el grano un color de perla”125.

El suero se obtenía por la aplicación del fluido vacuno, que se colocaba en


cristales pequeños de una pulgada cuadrada por una de las superficies. Éstos se unían y
eran cubiertos con papel y depositados en una cajita de hoja de lata con el objetivo de
protegerlas por cuatro meses, de la sequedad, la humedad, el calor y el clima (Muñoz,
1844: 12-16).

La resistencia que existió a fines del siglo XVIII y principios del XIX por parte
de las autoridades, desapareció ante los resultados positivos de su aplicación y el
discurso médico adquirió mayor importancia ante los responsables de la salud. Esto
permitió la aceptación de la medicina como disciplina científica y autoridad en el
manejo de las enfermedades, desplazando otros esquemas de pensamiento. La vacuna se
convirtió en una práctica institucional de cuya distribución eran responsables los
Ayuntamientos126.

3.3.2. La idea sobre el cólera durante la primera mitad del siglo XIX
En 1832 los médicos peninsulares reconocían su preocupación por el cólera,
porque era la primera vez que amenazaba a Yucatán. Sin embargo, través de la prensa
existía la idea de que la enfermedad era causada por el tamaño reducido de las
habitaciones, la suciedad de estas, la insalubridad de las viviendas, el agua contaminada,
la ropa sucia, la embriaguez, la excesiva e irregular alimentación, el miedo a enfermarse
y los cambios climáticos127. Con respecto a la sintomatología del cólera, Waldeck
describió su experiencia durante el brote que se presentó en el poblado de Frontera en
1833:

“Era al principio un ligero malestar de cabeza, seguido una hora después de un


insoportable dolor en la misma parte del cuerpo. Al cabo de media hora,
desapareciendo el dolor de repente, esperaba que estos primeros síntomas no
125
AGEY: El Jefe Superior del Departamento de Campeche mandando al gobernador los opúsculos sobre
la vacuna… 1842.
126
La política sobre la aplicación de la vacuna significó un triunfo para la medicina científica sobre otras
formas de curar. En Argentina, Silvia de Liscia analiza la consolidación de la profesionalización médica
sobre la medicina popular e indígena. Di Liscia, 2002.
127
El Baluarte de la Libertad” Sabatino Patriótico de Mérida de Yucatán. No. 91, vol. 1, Julio 6 de 1833.

162
tendrían ninguna consecuencia. Pero apenas transcurría un cuarto de hora el
estómago era presa de un fuerte calambre, que se repetía bien pronto en las
extremidades y particularmente en la planta de los pies. Entonces sobrevenían
frecuentes vómitos que agotaban las fuerzas del enfermo y que persistían de
ordinario durante dos horas poco más o menos; las materias expulsadas eran
verdes y mezcladas de bilis. Una vez calmados los vómitos, cesaban todos los
dolores y los pies comenzaban a enfriarse. Un invencible sopor que al
principio de la epidemia se tomaba por un resultado de los esfuerzos del
paciente, embotaba los sentidos y las facultades; después se perdía el
conocimiento y tras una hora de agonía el enfermo expiraba. Mientras que el
dolor tenía su sitio en la cabeza, el pulso era muy elevado, pero no más
precipitado que en el estado de salud, cuando los calambres estomacales
sucedía al dolor de cabeza, disminuía de fuerza y se volvía más rápido: daba
entonces cien pulsaciones por minuto; desde que el calambre pasaba a las
extremidades, se debilitaba y retardaba, a punto tal que era menester prestarle
la mayor atención para sentirlo latir. Durante el vómito daba ciento veinticinco
pulsaciones; inmediatamente después desaparecía en su totalidad por algunos
minutos; en seguida recobraba de modo progresivo su actividad hasta otro
vómito, y así sucesivamente, durante este período de esfuerzos convulsivos y
de deyecciones. En la última crisis, es decir durante el sopor, el pulso era
regular y marcaba de sesenta y seis a setenta pulsaciones; al fin se debilitaba
insensiblemente hasta que aparecía por completo con el principio de la vida”
(Waldeck, 1996 [1837]: 55).

Durante el siglo XIX se empleaban diversos remedios para combatir la


enfermedad. Como señala Márquez: “los tratamientos aplicados consistían con cierta
generalidad, con independencia de la enfermedad, y otras específicas que ya tenían
reconocimiento y se habían usado tanto en el país como en Europa” (Márquez, 1994:
125). Los remedios más eficaces fueron los opiáceos y astringentes (Carrillo, 1992: 75).
En Francia, a los pacientes enfermos de cólera se les trataba con bismuto, opio, alcanfor,
baños de vapor y la bebida abundante de agua, así como las aplicaciones de sangrías y
sanguijuelas (Sendrail, 1983: 375).
En la península de Yucatán, el tratamiento del cólera fue empírico y enfocado a
la sintomatología. Entre las medidas conocidas destacaron las recetas a base de alcanfor
y vino, flor de azufre y carbón pulverizado (Laviada, 1993b: 95-98). El Dr. Ignacio
Vado Lugo propuso el tratamiento del agua fresca con el siguiente objetivo:
“Desembarazar quizá el estómago de la causa morbífica por medio del vómito, causar
por medio del vómito la reacción y suministrar a la sangre el agua que ha perdido por el

163
vómito y la diarrea serosa, porque del agua que se bebe algo se absorbe y va a dar al
torrente sanguíneo”128.
Los impresos difundieron tratamientos del cólera según la fase de la enfermedad:
en etapas iniciales, las medidas eran de prevención y no se aplicaba ningún
medicamento a excepción de los purgantes. Cuando el paciente era diagnosticado, el
tratamiento individual por vía oral era a base de preparados en los que se mezclaban
diversos ingredientes como píldoras de calomel u opio para inducir el vómito y eliminar
el agente morbífico. Las familias debían tomar una poción preventiva compuesta por
azúcar blanco, canela, tintura de cachunde, opiata, sal, agua de canela o menta mezclada
de pimienta. Para evitar los calambres se aplicaban medios físicos: fricciones con
láudano en el abdomen y extremidades; cataplasmas en la parte anterior del tronco y
vasijas de barro con agua hirviendo. También se proponía la ingesta de cloroformo e
infusiones de jengibre. Posteriormente, el objetivo consistía en intensificar el
tratamiento individual, beber agua caliente con azúcar y aguardiente. Durante la
convalecencia, en casos de fiebre, dolor de cabeza y congestión cerebral, el esquema era
a través de sal común, bebidas refrigerantes, lociones frías y la aplicación de
sanguijuelas en la cabeza (Canu, 1848: 5-8).
Otros remedios para paliar y curar a los afectados por el cólera fueron la ingesta
de aceite común, pluma bañada en aceite, caldo con carne de vaca y gallina acompañado
de garbanzos, hierbabuena, vino y agua fría. Se prohibieron la aplicación de sangrías,
sinapismos, vejigatorios, ladrillos calientes, fricciones sudoríficas y toda clase de
medios antifolísticos y debilitantes a diferencia del método señalado en el párrafo
anterior (Vázquez, 1834). Se recomendaba la flor de azufre con carbón pulverizado para
sahumar la habitación de los enfermos. También se mezclaba con agua de romero,
hierbabuena y magnesia calcinada; para el vómito se recomendaba un preparado con
ajenjo, jugo de limón, agua de hierbabuena y jarabe de goma en agua. Para los
calambres se aplicaban friegas con manteca, azufre, alcanfor y álcali; para el dolor de
estómago: cataplasmas de amapola con álcali, agua de manzanilla y hierbabuena129. En
el medio rural, ante la falta de médicos y la resistencia de los indígenas en aplicar los
tratamientos propuestos por la Junta de Sanidad de Yucatán, se emplearon recetas a base
de plantas con propiedades medicinales las cuales mezclaron con algunas sustancias que

128
Esta explicación aparece citada por el Dr. Laviada y pertenece al siguiente texto: Vado Lugo I, Disertación sobre
el método curativo del cólera morbus por el vómito provocado por medio del agua fresca. 1833.
129
Descubrimientos contra el cólera morbus interesantes al pueblo (1850), Mérida, Imprenta a cargo de
M. Mimenza.

164
eran parte de los esquemas aceptados en ese tiempo130. En 1853, algunos médicos
recurrieron a la homeopatía, sistema médico que el Dr. Salvador Riera trajo a la
península cuyos resultados fueron positivos131. En resumen, los tratamientos eran
empíricos al desconocer la causa inicial de la enfermedad y se enfocaba en los síntomas,
pero sin una base científica como se maneja actualmente.
En efecto, los facultativos de la época reconocían esta situación al mencionar
con respecto a la terapéutica: “En una palabra, cualquier cosa es buena al principio,
porque lo que importa es atacar prontamente el mal”132, aunque cada quien afirmaba que
su método era el mejor. Esta situación no fue exclusiva en Campeche ya que si
comparamos con otros autores que han trabajado el tema, los resultados son similares.
Al respecto José María Moro nos comenta: “En cuanto a los tratamientos y a las
medicinas utilizadas para la curación de los invadidos, su evolución fue permanente a
los largo de las fases epidémicas, actuando casi siempre por tanteo, al carecerse de una
explicación científica sobre la causa de la enfermedad y las vías de transmisión” (Moro,
2003: 267).

130
AGEY: Correspondencia de varios funcionarios de los pueblos con el gobernador del estado, con
informes de la epidemia del cólera morbo, 1833. Fondo: Poder Ejecutivo, ramo: Correspondencia oficial.
Vol. 3, exp. 15. Por ejemplo: cocimientos de la sanguinaria, yerbas suodoríficas, atole de maíz, arroz y
harina, epazote; mientras que en el caso de la diarrea blanquecina: cocimientos con cáscara de granada y
gotas de tintorea tebaica.
131
“La homeopatía es un método para tratar las enfermedades, que data de 1810 cuando Hahnemann, su
fundador, publicó […] la primera edición del Organon del Arte de Curar. […] La experimentación de los
medicamentos en el hombre sano produce un conjunto de síntomas y lesiones; ahora bien, el método
terapéutico homeopático, la Homeopatía, emplea para curar dichas enfermedades un medicamento en
cualquiera dosis (masiva, mínima o infinistesimal) cuyos síntomas y lesiones sean semejantes a los
síntomas y lesiones que presenta el enfermo. Por esta razón su ley de indicación clínica se enuncia con el
aforismo latino similla similibus curentur, es decir lo semejante cura lo semejante. De manera que la
Homeopatía se funda: I.-En la experimentación de los medicamentos en el hombre sano; II.- En la
administración de los remedios según la ley de similitud; III.-En el empleo de las dosis según las
enseñanzas de la clínica” (Romero, 1977, tomo IV: 345).
132
Descubrimientos contra el cólera morbus interesantes al pueblo. Imprenta a cargo de G. Buenfil,
Campeche, 1850: 7.

165
Figura 4: Evolución de la vacuna desde el día 4° al 15°.

Fuente: Muñoz, 1844.

166
* * *
Las reformas borbónicas determinaron que el Estado tomara las riendas con
respecto a la salud e inició una política de secularización de las instituciones
hospitalarias. La constitución de Cádiz estableció que el ayuntamiento fuera la
institución encargada en materia de salud. Era la responsable del cuidado de los
hospicios, hospitales y casas de expósitos, así como el saneamiento ambiental a través
de la limpieza de las calles. Los proyectos de nación que se presentaron durante la
guerra de independencia, como la Constitución de Apatzingán y los Sentimientos de la
Nación, no señalaron en algún punto aspectos relacionados con la salubridad.
Después de la independencia, existieron algunas propuestas por parte del Estado
para el manejo de la salud pública a nivel nacional como la creación de las Juntas de
Salud Pública, Establecimiento de Ciencias Médicas y el Consejo Superior de
Salubridad, pero en materia constitucional, algunos documentos como el de 1836 y
1843 reafirmaron lo que mencionaba la constitución de Cádiz. Más tarde, las Bases
Orgánicas de 1843 señalaron la necesidad de la participación directa del estado. En
México, los que llevaron a la práctica el manejo de la salud pública fueron los liberales,
que después de la revolución de Ayutla afirmaron que una de las obligaciones del estado
mexicano era la creación de fondos para establecimientos de asistencia, y las leyes de
desamortización fueron parte de ese plan. Después de la guerra de Reforma, se creó el
primer organismo que tomaría la asistencia social como deber de estado, la Dirección
General de Fondos de la Beneficencia Pública.
En Yucatán, el Congreso local expidió una serie de leyes y decretos referentes a
la salud pública, las cuales fueron de cuatro tipos: el primero se refirió a cuestiones de
sanidad y la viruela; el segundo a cuestiones de asistencia social, principalmente los
reglamentos del hospital de San Juan de Dios de Mérida y la aprobación de recursos
para la manutención de los hospitales de la capital y la ciudad de Campeche; el tercero,
la normatividad de la práctica médica, y el cuarto, los reglamentos para el gobierno
interior de los pueblos donde señalaba a los ayuntamientos como máximos
responsables. Entre 1833 y 1849 se crearon las escuelas de medicina de Mérida y
Campeche respectivamente.
Con respecto al organigrama político para el manejo de la salud pública, los
jefes políticos de los partidos eran los encargados del enlace entre el gobierno del estado

167
y los ayuntamientos y vigilaban el cumplimiento de los reglamentos de las instituciones
de asistencia social así como el pago de las rentas. Los ayuntamientos eran los
responsables directos, tal como he mencionado. En caso de epidemia notificaban al jefe
político para enterar al gobierno del estado y convocaban las juntas locales de sanidad
para tomar las medidas preventivas. Estos organismos eran responsables de la entrada
de los navíos al puerto y mantener las cuarentenas correspondientes.
Por lo que se refiere a los hospitales de la ciudad de Campeche, las condiciones
del San Juan de Dios y San Lázaro fueron deficientes, la infraestructura de los edificios
se reparaba constantemente, la escasez de recursos era una variable recurrente, los
malos olores y la falta de higiene reforzaban los postulados de la teoría miasmática que
convertían a estos edificios en focos de enfermedades. Además del dinero que el
ayuntamiento proporcionaba, las donaciones de distintas familias sirvieron para
enfrentar los gastos. En general, la falta de ingresos para los hospitales generó conflictos
con Mérida y las autoridades nacionales. El principal aspecto fue el adeudo de un fondo
a favor del hospital de San Lázaro y que nunca se pagó, asunto que reclamaron las
autoridades campechanas. Además, algunos impuestos favorables al hospital fueron
repartidos al hospital de San Juan de Dios de Mérida, lo que generó descontento en el
puerto.
A pesar de estas dificultades, los hospitales continuaron funcionando, el de San
Juan de Dios como un hospital general, en el que también se alojaban gente desvalida y
militares, mientras que el San Lázaro era un hospital de leprosos, hasta que en 1837 esta
enfermedad fue declarada no contagiosa. Posteriormente, el edificio albergó la casa de
beneficencia y sirvió como lazareto para enfermos de viruela. Con respecto a la lepra,
los casos que se mencionaron en 1820 reflejan la idea que existía con respecto a la
enfermedad, cómo el ayuntamiento involucraba al colectivo para identificar a las
personas potencialmente enfermas. El temor que existía ante el padecimiento por los
signos que manifestaba y que significaban un estigma social. Esto implicaba el
aislamiento de las personas enfermas. Sin embargo, estaban en juego otros factores: el
económico, para evitar la estancia en el lazareto y la resistencia a obedecer las
indicaciones de las autoridades, ante las necesidades que las personas afectadas
pudieran tener.
Finalmente, con respecto a los orígenes de las enfermedades, hemos visto que la
teoría miasmática fue el planteamiento que predominó durante la primera mitad del
siglo XIX; la connotación del aire contaminado fue la que impulsó toda la serie de

168
medidas para el manejo de los olores y procurar la limpieza de los espacios externos e
internos. Alejar los cementerios y mataderos, así como a los enfermos, significaba
purificar la atmósfera. Un aire limpio significaba ausencia de enfermedad, era
importante protegerse de los vientos y cubrirse adecuadamente. Cuando la epidemia
afectaba, los tratamientos eran sintomáticos, pero con la idea de expulsar el miasma del
cuerpo, es decir, descontaminar por medio de la aplicación de bálsamos, provocar el
vómito, las sangrías, entre otros remedios. Con respecto a la viruela, la vacuna fue
reconocida por las autoridades como el principal remedio para evitar su propagación y
los médicos prepararon un discurso en el que establecieron todos los beneficios que su
aplicación pudiera tener.
En general, las medidas para la viruela y el cólera generaron resistencia en
algunos sectores de la población. Por ejemplo, durante la epidemia del cólera de 1833,
algunas poblaciones rurales establecieron su propia terapéutica y en 1853, la
homeopatía se convirtió en un remedio alternativo que confrontó a la medicina
alopática. A continuación, en el siguiente capítulo se analizará el papel que jugaron las
instituciones de salud en la prevención y el manejo de estas enfermedades.

169

You might also like