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Un orden internacional incierto


Soledad Loaeza
Enero 1, 2023

La caída y el desmantelamiento de la Unión Soviética en 1991 sacudió los fundamentos del orden internacional que se formó
después de 1945. Se le veía como un arreglo frágil y vulnerable, sometido a los vaivenes de las relaciones entre las dos
superpotencias nucleares. La distribución bipolar del poder, característica de la Guerra Fría, resultó más estable de lo que se
esperaba y, pese a la sensación de que los equilibrios internacionales eran inestables, el mundo ha vivido más de 75 años en
paz. Ciertamente, en un periodo así de prolongado ha habido muchas guerras, en particular en África; pero se ha logrado
mantenerlas localizadas y evitar un conflicto general que sería más devastador que la última guerra mundial.
Ilustración: Alma Rosa Pacheco

La ofensiva rusa contra Ucrania es una prueba de que desde el fin del bloque socialista el orden internacional no se ha
estabilizado. Una vez más las fronteras en el interior de Europa son cuestionadas; a regañadientes Alemania asume un
liderazgo que los demás desean y también temen. El resurgimiento de poderosas corrientes de extrema derecha en todo el
continente europeo augura tensiones entre demócratas y populistas, y quizá cambios de régimen que juzgábamos imposibles.

Rusia es una fuente de inestabilidad porque no está satisfecha con un mundo que ya no la reconoce como superpotencia, en
el que ha sido relegada a un posición inferior, en relación con Estados Unidos y sobre todo con China, que es la estrella
ascendente del escenario internacional. Si la ofensiva rusa en Ucrania termina en la mesa de negociaciones —que es lo más
probable—, Rusia tendrá que reconocer que ya no es lo que fue. Vladimir Putin debe renunciar a la fantasía de recuperar la
grandeza del Imperio ruso porque no tiene el poder, la autoridad ni la capacidad de influencia que en el pasado sostuvieron a
la Unión Soviética. Porque mirar hacia atrás sólo va a agravar los problemas sociales de su país.

En esas condiciones son muchas las preguntas que aún no tienen ni siquiera el esbozo de una respuesta; por ejemplo, cabe
preguntarse: ¿cuál puede ser el punto de equilibrio entre la Unión Europea y una Rusia reducida a potencia continental? ¿No
ha perdido razón de ser la OTAN, el pacto militar que vincula a Estados Unidos a la seguridad europea, que se firmó en 1949
para proteger a sus aliados europeos y para corregir el desequilibrio entre soviéticos victoriosos y europeos apenas liberados
de la dominación nazi? ¿Se justifica la presencia militar de Estados Unidos en Europa ahora que se ha reducido
dramáticamente la asimetría entre Rusia y sus vecinos al occidente? El desenlace del conflicto ruso-ucraniano habrá de
determinar las respuestas a estas preguntas, así como el lugar de Rusia en Europa.

Algunos piensan que la competencia comercial que se está librando entre Estados Unidos y China es una nueva versión de la
Guerra Fría. Sin embargo, el conflicto entre estas dos potencias no es ideológico. El liderazgo chino no tiene interés en
exportar un modelo de organización política y tampoco quiere difundir la palabra de su líder en todo el mundo. Considera
que su fórmula política no es un modelo, sino una solución única diseñada a partir del pensamiento y las tradiciones chinas.
Con base en esta creencia, Xi Jinping busca reconstruir el Imperio del centro. Pero su proyecto está fincado en el
pragmatismo. Sin embargo, una se pregunta si puede satisfacer las expectativas de las nuevas generaciones de jóvenes chinos
que tienen más prisa que él.

Para unos la incertidumbre es mayor que para otros. Para combatirla hay que mirar hacia adelante, porque el futuro ofrece
más oportunidades que el pasado que tiene sólo una: la que ya vivimos o dejamos pasar.

Soledad Loaeza
Profesora investigadora emérita de El Colegio de México. Investigadora emérita del SNI. Obtuvo el Premio Nacional de
Ciencias y Artes 2010. Su más reciente libro es A la sombra de la superpotencia. Tres presidentes mexicanos en la Guerra Fría,
1945-1958.

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