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Acidia Melancolia y Noche Oscura Actuali
Acidia Melancolia y Noche Oscura Actuali
DE LA ACEDIA BARROCA
A LA MELANCOLÍA MODERNA
EDITORIAL SINDÉRESIS
2020
1ª edición, 2020
info@editorialsinderesis.com
www.editorialsinderesis.com
ISBN: 978-84-18206-57-3
Reservados todos los derechos. De acuerdo con lo dispuesto en el código Penal, podrán ser castigados con penas de
multa y privación de libertad quienes, sin la preceptiva autorización, reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una
obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.
ÍNDICE
Datos de los autores........................................................................................... 7
Presentación ...................................................................................................... 15
Melancolías de lo sublime (una lectura de la melancolía desde Aristóteles y
Longino), Miguel Ángel Rodríguez López ................................................... 21
El tratamiento de las pasiones en las homilías de Alfonso de Castro, José
Félix Álvarez Alonso .................................................................................... 29
La noche oscura del alma: las formas de la melancolía en la mística y la
lírica de San Juan de la Cruz, Guillermo de Eugenio Pérez ........................ 39
Actualidad de la psicología de la purificación de San Juan de la Cruz, Martín
F. Echavarría ............................................................................................... 49
Apatía melancólica frente a pasividad teopática en los místicos del Siglo de
Oro, Simona Langella .................................................................................. 81
El tema de la melancolía en la Dignotio de Alfonso de Santa Cruz,
Emanuele Lacca ........................................................................................... 95
Francisco de Vitoria y su tratado sobre las pasiones, Mª Idoya Zorroza y
Cecilia Sabido Sánchez Juárez .................................................................... 105
La tribulación en el barroco: vida conyugal y acción política según Pedro
de Ribadeneyra, Luis Carlos Amezúa Amezúa ............................................. 117
Apetito sensitivo y apetito racional en Suárez: expresiones de la
perseverancia en el ser, Jean Paul Coujou................................................... 153
Juan de Mariana (1536-1624) y De Reformatione Societatis, Francisco
Javier Gómez Díez ....................................................................................... 165
La ética como orden social e individual: Juan de Mariana y su crítica de la
corrupción, Manuel López Forjas ................................................................ 193
6 ÍNDICE
San Juan de la Cruz es un autor peculiar. Santa Teresa es una autora experimen-
tal, que habla de las cosas espirituales a partir de su viviencia y las describe minu-
ciosamente y con gran profundidad y agudeza psicológica1. En san Juan de la Cruz
el aspecto experimental y psicológico es también esencial, pero éste es interpretado
y sistematizado desde principios teológicos tomados fundamentalmente de la esco-
lástica que aprendió en los tiempos de mayor esplendor de la Universidad de Sala-
manca2. El santo de Fontiveros cita explícitamente a muy pocos autores. Todas
estas referencias explícitas son de autoridades tradicionales de la escolástica: Aris-
tóteles, san Agustín, el Pseudo Dionisio, san Bernardo y santo Tomás de Aquino.
No veo motivos serios para dudar de que éstas sean las fuentes principales de su
1
Cfr. E. Stein, “El castillo del alma”, en E. Stein, Obras selectas, Monte Carmelo, Burgos, 1997,
pp. 444-445: “Cuando se encuentra una ceguera tan incomprensible respecto de la realidad del alma,
como la que encontramos en la historia de la psicología naturalística del siglo XIX, cabe pensar que
la causa de esa ceguera y de la incapacidad de llegar a lo profundo del alma no reside simplemente en
determinados principios metafísicos, sino en una inconsciente angustia de encontrarse con Dios. Por
otra parte, ahí está el hecho de que nadie ha penetrado tanto en lo hondo del alma, como el hombre
que con ardiente corazón ha abarcado el mundo, y que por la fuerte mano de Dios ha sido liberado de
todas las ataduras e introducido dentro de sí en lo más íntimo de su interioridad. Al lado de nuestra
Santa Madre Teresa encontramos aquí en primera línea a San Agustín, tan profundamente afín a ella,
como ella lo sentía. Para estos maestros del propio conocimiento y de la descripción de sí mismos, las
misteriosas profundidades del alma resultan claras: no sólo los fenómenos, la superficie movediza de
la vida del alma, son para ellos innegables hechos de experiencia, sino también las potencias que
actúan sin mediaciones en la vida consciente del alma, e incluso la misma esencia del alma”.
2
Cfr. Crisógono de Jesús, “Vida de San Juan de la Cruz”, c. 10, en San Juan de la Cruz, Vida y
Obra de San Juan de la Cruz, La Editorial Católica (BAC), Madrid, 1946, p. 65.
50 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
3
Cfr. K. Wojtyla, La fe según san Juan de la Cruz, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid,
1997, pp. 7-9.
4
K. Wojtyla, La fe según san Juan de la Cruz, pp. 6-7: “La huella de la teología escolástica quedó
hondamente grabada en San Juan de la Cruz, como lo atestigua el prólogo a Cántico espiritual. No
sólo aprendió una técnica segura, sino también echó en su mente los cimientos doctrinales –los prin-
cipios– que después desarrollará en su obra, aplicándolos al campo de la mística. De ahí proviene,
como ha advertido dom Chevalier, la radical conformidad de su doctrina con la del Doctor Angélico”.
Cfr. J. González-Arintero, La verdadera mística tradicional, Editorial Fides, Salamanca, 1980, p. 92:
“La poderosa influencia ejercida por el Universal Doctor Angélico en los grandes místicos especula-
tivos que le sucedieron, puede verse con sólo leer un poco a Taulero, a Dionisio Cartujo, a Álvarez de
Paz o a La Puente. […] La que no es tan notoria, es la ejercida en los místicos prácticos, en los Maes-
tros en quienes predomina la experiencia sobre la especulación y la teoría. Mas no por eso deja de ser
muy real, especialmente en los más acreditados, como lo son S. Juan de la Cruz y Sta. Teresa. En
aquél la ejerció en parte directamente y en parte quizá por medio de Taulero, en quien manifiestamen-
te parece haberse inspirado no pocas veces el extático Doctor Carmelitano”. Cfr. J. González-
Arintero, La verdadera mística tradicional, p. 93: “Mas S. Juan de la Cruz, con ser también originalí-
simo, parécesele en todo, en el fondo y aun con suma frecuencia hasta en la misma forma o expresio-
nes de las altísimas enseñanzas que más le caracterizan y acreditan”.
5
Cfr. Th. Vallgornera, Mystica theologia D. Thomae, utriusque theologiae scholasticae et mysti-
cae principi, Marietti, Torino, 1890; R. Garrigou-Lagrange, Perfection chrétienne et contemplation
selon S. Thomas d’Aquin et S. Jean de la Croix, La vie spirituelle, Saint Maximin, 1923; J. González-
Arintero, La verdadera mística tradicional, p. 93 (nota 3).
6
Aunque no comparto su perspectiva hermenéutica, Cfr. L. González Suárez, “La noción de ‘al-
ma’ en san Juan de la Cruz: Una medictación sobre las aportaciones de la mística a la antropología
filosófica”, Stoa, 2016 (7, 14), pp. 27-52. Sobre la antropología general de nuestro autor, L. González
Suárez, “La antropología mística de San Juan de la Cruz: una meditación fenomenológica”, Albertus
Magnus, 2016 (7, 2), pp. 293-313; P. Cerezo Galán, “La antropología del espíritu en San Juan de la
Cruz”, en O. González de Cardenal / J. V. Rodríguez Rodríguez (coords.), Actas del Congreso Inter-
nacional Sanjuanista, vol. 3, Junta de Castilla y León, Ávila, 1991, pp. 127-154.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 51
sensitivas del hombre. Esta estructura es tomada por san Juan de la Cruz para divi-
dir la purificación de las potencias en dos “noches”, la del sentido y la del espíritu:
“Esta Noche que decimos ser la contemplación, dos maneras de tinieblas o pur-
gaciones causa en los espirituales, según las dos partes del hombre, conviene a
saber, sensitiva y espiritual. Y así la una noche o purgación será sensitiva con
que se purga o desnuda un alma según el sentido, acomodándose al espíritu; y la
otra noche o purgación espiritual, con que se purga y desnuda el alma según el
espíritu, acomodándole y disponiéndole a la unión de amor con Dios”7.
En la parte inferior tenemos las potencias de conocimiento sensorial, es decir,
sentidos externos y sentidos internos, y los apetitos sensitivos a los que, siguiendo
una terminología que se remonta a Pedro Lombardo, llama con el nombre genérico
de “sensualidad”. La versión de los sentidos internos que presenta nuestro autor
está sumamente simplificada, mencionando explícitamente sólo a la imaginación y
a la memoria sensorial8. A estos sentidos internos los considera íntimamente rela-
cionados con el modo discursivo de funcionar que tiene la razón humana9. Como
en la escolástica, los movimientos del apetito sensitivo son las pasiones. Siguiendo
una concepción clásica, que fue plenamente asumida por santo Tomás10, san Juan
de la Cruz reduce a cuatro las pasiones principales: gozo, dolor, esperanza y te-
mor11. En la parte superior tenemos tres potencias: memoria (espiritual), entendi-
miento y voluntad12. En esto, san Juan de la Cruz se aparta aparentemente de la
organización más común, especialmente a partir de santo Tomás, y sigue la tripar-
tición agustiniana, usada muy frecuentemente en los autores de teología mística y
también empleada por Juan Baconthorp, maestro de la orden carmelitana. De todos
modos, pensamos que no se debe tomar esta división necesariamente como una
7
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 8, 1, p. 503. Citamos los textos de nuestro autor siempre
según la edición de San Juan de la Cruz, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 1990.
8
A esta última, la ubica explícitamente en el cerebro, Cfr. San Juan de la Cruz, Subida del Monte
Carmelo, III, c. 2, 5, p. 356.
9
Cfr. San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 9, 8, p. 509: “La tercera señal que hay para que se
conozca esta purgación del sentido es el no poder ya meditar ni discurrir en el sentido de la imagina-
ción”.
10
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 25, a. 4 (todas las citas de santo Tomás están
tomas de http://www.corpusthomisticum.org/).
11
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 13, 15, p. 528: “De donde, en sosegándose por continua
mortificación las cuatro pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor”.
12
Cfr. E. Wilhelmsen, “La memoria como potencia del alma en San Juan de la Cruz”, Carmelus:
Comentarii ab Instituto Carmelitano Editi, 1990 (37, 1), pp. 88-145.
52 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
posición filosófica formal13. Nuestro autor se sirve de las nociones filosóficas con
una finalidad práctica y espiritual, y no es su intención desarrollar una teoría espe-
culativa. No olvidemos que sus obras teológicas son comentarios de sus propias
poesías. Por otro lado, san Juan de la Cruz menciona también en algunas ocasiones
la división aristotélica de entendimiento “activo” y entendimiento “pasivo”14, y,
por otro lado, un Tomás de Aquino acepta la división de San Agustín en memoria,
inteligencia y voluntad para describir la imagen de Dios en la mente, aunque para
este autor no sea una distinción al nivel de las potencias, sino de los hábitos y de
los actos15. San Juan de la Cruz pone la virtud teologal de la esperanza en la memo-
ria, no en la voluntad (contrariamente a Tomás de Aquino y a Baconthorp16), pero
ya había un vestigio de esta posición en San Buenaventura, que la admite con ma-
tices como sede secundaria de la esperanza, siendo la sede propiamente dicha la
voluntad en cuanto irascible17.
13
Cfr. Elisée de la Nativité, “La vie intellectuelle des Carmes”, Études Carmélitaines, 1935, pp. 93-
157; p. 138 (nota 1): “Toutefois, l’auteur [el P. Crisógono de la Cruz] a tort de préconiser que saint
Jean de la Croix a parlé en scolastique, alors qu’il distingue la mémoire de l’intelligence et qu’il fait
de la mémoire le sujet de l’esperance. Comme lui répond fort bien le P. Marcel de l’Enfant Jesus, El
tomismo de San Juan de la Cruz, Burgos, 1930, p. 131: il faut interpréter largement saint Jean de la
Croix, sinon on le met en contradiction avec tous les thélogiens et on lui fait professer une doctrine
qualifiée d’erronée et témeraire par Suárez”.
14
Cfr. M. F. Echavarría, “La luz natural del entendimiento o entendimiento activo según san Juan
de la Cruz”, en J. F. Sellés (Ed.). El intelecto agente en la escolástica renacentista, Eunsa, Pamplona,
2006, pp. 315-332.
15
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 93, a. 7.
16
Tomás de Aquino, In II Sententiarum, d. 26; cfr. Elisée de la Nativité, “La vie intellectuelle des
Carmes”, p. 112 (nota 12).
17
Cfr. S. Buenaventura, In III Sententiarum, d. 26, a. 2, q. 5 ad 4: “Et quia imago recreationis plus
se tenet ex parte affectivae, ideo duae virtutes sunt in parte affectiva totaliter et principaliter, videlicet
spes et caritas. Et virtus spei reformando potentiam irascibilem, quae est potentia affectiva, per con-
sequens reformat ipsam memoriam, quae in acto communicat cum ea, videlicet in actu tenendi. Et
ideo non oportet, quod spes reponatur in memoria sicut in proprio subiecto”. Citado por I. Andereg-
gen, Contemplación filosófica y contemplación mística: desde las grandes autoridades del siglo XIII
a Dionisio Cartujano (s. XV), EDUCA, Buenos Aires, 2002.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 53
2. La noche oscura
18
Cfr. K. Wojtyla, La fe según san Juan de la Cruz, p. 94: “La palabra ‘noche’ es típica de San
Juan de la Cruz y se halla a cada paso en sus escritos. Es la que da a su doctrina ese tinte de ‘noctur-
na’, en contraposición al matiz ‘solar’ de la agustiniana. El origen de ‘noche’ se remonta ciertamente
al Pseudo-Dionisio”.
19
En san Juan de la Cruz, la palabra noche es usada con sentidos parcialmente distintos a lo largo
de su obra, y no sólo para referirse a esos períodos de oscuridad, pero en todo caso esa oscuridad
tiene que ver con una falta de luz espiritual que priva a la potencia de la visión y disfrute de su objeto;
Cfr. K. Wojtyla, La fe según san Juan de la Cruz, p. 95: “Tal es el concepto de ‘noche’, fundamental
en la doctrina del Doctor Místico; un concepto, como hemos dicho, psicológico, pues sugiere o se
refiere a la potencia privada de su objeto”. Sobre el símbolo de la noche, cfr. E. Stein, Ciencia de la
Cruz. Estudio sobre San Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos, 1989, pp. 49-54 (cap. 1.1).
20
Cfr. I. Andereggen, Contemplación filosófica y contemplación mística, pp. 293-307.
21
Cfr. Tomás de Aquino especialmente, Summa Theologiae, II-II, q. 24, a. 9: Utrum convenienter
distinguantur tres gradus caritatis, incipiens, proficiens et perfecta.
22
San Juan de la Cruz, Noche oscura, II, c. 19, 5, p. 600.
23
San Juan de la Cruz, Cántico espiritual (B), Canción 27, 5, p. 804: “La ciencia sabrosa que dice
aquí que la enseñó es la teología mística, que es ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales
contemplación, la cual es muy sabrosa, porque es ciencia por amor, el cual es maestro de ella y el que
lo hace todo sabroso”.
54 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
sapida scientia24), y en esa línea se mueve también Juan de Santo Tomás, quien
diría en su tratado sobre los Dones que en el ejercicio de la sabiduría infusa “amor
transit in conditionem obiecti”25.
A este amor a veces san Juan de la Cruz lo llama “pasión” y “apasionado”, por-
que cuando se lo tiene no es libre, sino que uno es como arrebatado pasivamente,
no porque pertenezca al apetito sensitivo, a la parte inferior del alma. San Juan de
la Cruz tiene algunas dificultades teóricas para explicar exactamente de qué se
trata. Este amor no es libre, por lo tanto parece no ser de la voluntad, sin embargo
también le pertenece radicalmente a esta potencia:
“A esto se responde que aquí no hiere derechamente este amor pasivo en la vo-
luntad, porque la voluntad es libre, y esta inflamación de amor más es pasión de
amor que acto libre de la voluntad; porque hiere en la sustancia del alma este
calor de amor, y así mueve las afecciones pasivamente. Y así, ésta antes se lla-
ma pasión de amor que acto libre de la voluntad; el cual, en tanto se llama acto
de la voluntad, en cuanto es libre. Pero, porque estas pasiones y afecciones se
reducen a la voluntad, por eso se dice que, si el alma está apasionada con alguna
afección, lo está la voluntad, y así es la verdad; porque de esta manera se cauti-
va la voluntad y pierde su libertad, de manera que la lleva tras sí el ímpetu y
fuerza de la pasión. Y por eso podemos decir que esta inflamación de amor es
en la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad; y así, ésta antes se lla-
ma, como decimos, pasión de amor que obra libre de la voluntad”26.
Nuestro autor está hablando en este texto de un amor infuso, que no procede de
la deliberación de la razón ni, consiguientemente de la elección de la voluntad, sino
que procede desde dentro, desde la sustancia del alma, hacia la potencia volitiva,
que se ve arrebatada por este amor, amor que alcanza incluso a las pasiones del
apetito sensitivo. Esto nos recuerda muchísimo el concepto tomista de redundan-
tia27. Pensaría mal, sin embargo, quien interpretara estas palabras como si se tratara
de una espiritulidad sensiblera, romántica e irracionalista. Por el contrario, san
Juan de la Cruz es muy claro acerca de la necesidad de purgar las tendencias del
24
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 43, a. 5, ad2.
25
Juan de Santo Tomás, Cursus Theologicus, I-II, d. 18, a. 4.
26
San Juan de la Cruz, Noche oscura, II, c. 13, 3, p. 577.
27
Cfr. en A. Berro, “Afectividad y corporeidad: el concepto tomista de redundantia”, en Actas de
la XXXII Semana Tomista. Filosofía del cuerpo, Sociedad Tomista Argentina, Buenos Aires, 2007
[http://www.sta.org.ar/xxxii/files/Miercoles/Berro_07.pdf (23/02/2017)]. Según la antropología de
santo Tomás, el problema se soluciona desde su concepción amplia de la voluntad como potencia
afectiva, Cfr. M. F. Echavarría, “El corazón: Un análisis de la afectividad sensitiva y la afectividad
espiritual en la psicología de Tomás de Aquino”, Espíritu, 2016 (65, 151), pp. 41-72.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 55
apetito sensual e incluso de la voluntad así como están en nosotros, como conse-
cuencia del pecado. Para eso sirven las noches oscuras del alma. A este respecto
hace una doble distinción de noches:
a) Noche activa y noche pasiva: la noche activa es la actividad ascética que el
alma voluntariamente y por propia iniciativa emprende para conocerse y mejorar,
por medio de la mortificación de las pasiones y del ejercicio de las virtudes. Este es
el discurso que desarrolla principalmente en su comentario a la Subida del Monte
Carmelo. La noche pasiva, en cambio, es una purificación que Dios produce en el
alma, no por iniciativa de ésta, sino de Dios mismo. La noche pasiva es consecuen-
cia de una mayor infusión de la gracia, y muy particularmente de una mayor infu-
sión de la luz de la contemplación. Por esta luz, Dios se va dando al alma cada vez
más plenamente, pero también la va haciendo cada vez más consciente de sus pe-
cados, vicios y defectos, muchos de los cuales desconocía. En efecto, si bien somos
por definición conscientes de nuestros pecados mortales y de los veniales hechos
con deliberación, hay muchísimas imperfecciones que limitan el desarrollo espiri-
tual de las que somos inconscientes. La toma de consciencia de estos defectos es
parte importante del sufrimiento de las noches oscuras. Cometeríamos un error si
interpretáramos estas noches como un mero ejercicio de desprendimiento cognos-
citivo natural. El motor del proceso es afectivo, sobrenatural e infuso. Por eso es
cristiano y no gnóstico28.
28
Me parecen completamente desnortadas afirmaciones como las siguientes de R. H. Ríos, La
noche oscura del alma. Ensayo sobre el origen de la vida espiritual, Kier, Buenos Aires, 2006, p. 16:
“En general, los comentarios del santo racionalizan bastante, y con una pronunciada adhesión a los
cánones de la Iglesia Católica, lo que en los poemas apenas se insinúa o simplemente se ignora […].
Por eso, quizá, la doctrina de la noche oscura le debe menos a los calabozos del dogma cristiano que
a los gnósticos, los verdaderos enemigos de los Padres de la Iglesia”. R. H. Ríos, La noche oscura del
alma, p. 18: “La vía mística de la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz contiene y reformula
buena parte de la cosmogonía y la teología herética del gnosticismo cristiano, incluso en el erotismo
de sus poemas y la recurrencia a las bodas sagradas del principio femenino –el alma– con el mascu-
lino – el Espíritu Santo. […] Para los espirituales (término que se reitera en los comentarios de Juan
de la Cruz y para quienes se reserva el camino místico) o pneumáticos (del griego pneuma, espíritu)
no hay realmente peligro de cometer pecado, aunque se dejen llevar por todos los placeres licencio-
sos”. Estos y otros disparates suponen un desconocimiento sorprendente de la tradición mística cris-
tiana y de su diferencia esencial con el gnosticismo, no sólo en cuanto a terminología y formas, sino
en cuanto al fondo, a la caridad y la gracia como fundamento, a la vida moral como requisito indis-
pensable, y al alcance universal de la llamada a la salvación y a la vida mística, contraria al elitismo
gnóstico.
56 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
b) Noche del sentido y noche del espíritu: hemos señalado que uno de los fun-
damentos de esta segunda división es la estructura del alma humana, con una por-
ción superior y otra inferior. Junto con esto es necesario mencionar la doctrina
tomista del estado de santidad y justicia original, que consistía en que las potencias
inferiores estaban sujetas a las superiores (entendimiento y voluntad) y en que es-
tas potencias superiores estaban sujetas a Dios, que está por encima del alma29. El
pecado deshizo esta armonía original. El hombre apartó sus potencias superiores de
la sujeción a Dios, y por eso éstas quedaron sujetas al desorden de la concupiscen-
cia30. Por lo tanto, el proceso de reconstitución del orden en el interior del hombre
busca recuperar este orden original. La noche del sentido apunta a la purificación
de las potencias inferiores, particularmente del apetito de la sensualidad, para aco-
modarlo a la razón. Esto es algo que el hombre con sus solas fuerzas puede hacer
sólo imperfectamente, y por eso, además de la ascesis necesita de la purificación
pasiva infundida por Dios. Esta noche del sentido se daría cuando los principiantes
en la vida espiritual empiezan a ser colocados en la vía iluminativa. La noche del
espíritu, por su parte, tiene como tarea la purificación de las potencias espirituales,
memoria, entendimiento y voluntad, para que ejerzan en sujeción a Dios las virtu-
des de la esperanza, la fe y la caridad, pasando del estado de proficientes al de
unión con Dios.
29
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 95.
30
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 82, a. 3.
31
Especialmente en su Tratado práctico o El monje, donde trata de los célebres ocho pensamientos
que asaltan al monje, entre los que se encuentra la pasión que nos ocupa en este congreso, la acedia.
Cfr. Evagrio Póntico, Obras espirituales, Ciudad Nueva, Madrid, 1995, pp. 129-175. Sobre los ocho
pensamientos o pasiones, Cfr. J. C. Larchet, Thérapeutique des maladies spirituelles, Cerf, Paris,
1997, pp. 131-284. Sobre su carácter muchas veces inconsciente, Cfr. J. C. Larchet, L’inconscient
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 57
ler33 –autor de gran influencia en san Juan de la Cruz–, para mencionar sólo a unos
pocos), san Juan de la Cruz desarrolla una verdadera tarea de desenmascaramiento
mucho antes de los que Ricoeur ha llamado “maestros de la sospecha” (Nietzsche,
Marx y Freud)34. Sin embargo, cometeríamos un error si consideráramos que la
actividad desenmascaradora de un Nietzsche35 o un Freud es de la misma naturale-
za que la descripción de los vicios de los cristianos (principiantes y aprovechados)
hecha por nuestro autor36. Mientras que en estos autores la finalidad es la de de-
spirituel, Cerf, Paris, 2005, p. 148: “Il faut enfin signaler le caractère profondément pathogène des
passions inconscientes. Les passions qui sont reconnues affectent gravement l’âme, mais l’homme
peut du moins plus facilement les combattre. Les passions cachées (qui se cachent, que l’on se cache
ou que l’on cache) cependant font encore plus de tort à l’homme et rendent l’âme très gravement
malade, enseignent les Pères”.
32
Cfr. N. González Vidal, Inconsciente, conflicto y autoengaño. La psicología de Gregorio Magno
en el comentario al libro de Job, Eunsa, Pamplona, 2014, p. 92: “Un campo en el cual Gregorio
Magno demostraría singular maestría y sutileza psicológicas estaría constituido por los diversos
pliegues y facetas del mal y su capacidad de sacarlos a la luz, desenmascarándolos. Las verdaderas y
más profundas intenciones, el disfraz de virtud bajo el que se presenta el vicio y las falsas apariencias
son objeto de un incansable análisis bajo la mirada de nuestro autor, mostrando en ello sus mejores
capacidades”.
33
Ver especialmente sus Instituciones, que tienen observaciones psicológicamente muy profundas
y agudas sobre la falsa humildad, el autoengaño, la falsa religiosidad, etc.
34
P. Ricoeur, Freud: Una interpretación de la cultura, Siglo XXI, México, 2004, p. 32.
35
Cfr. M. F. Echavarría, “La psicologia di F. Nieztsche e il suo influsso nella psicoanalisi”, Sapien-
tia, 2005 (60, 21), pp. 89-107. Según Scheler, Nietzsche habría confundido el amor cristiano con la
filantropía moderna cuando hace brotar el ideal cristiano del resentimiento; cfr. M. Scheler, El resen-
timiento en la moral, Caparrós, Madrid, 1998, p. 91: “Nietzsche no advirtió que el amor, en el sentido
cristiano, se ha referido siempre, primaria y exclusivamente, al yo espiritual ideal del hombre y a su
cualidad de miembro del reino de Dios. Esto tuvo por consecuencia que Nietzsche pudiese identificar
la idea cristiana del amor con otra idea completamente distinta, que nace en un suelo histórico y
psicológico muy diferente y que descansa en valoraciones, que también nosotros consideramos, con
Nietzsche, como arraigadas en resentimiento: me refiero a la idea y movimiento de la moderna filan-
tropía universal, del ‘humanitarismo’, ‘amor a la humanidad’ o, plásticamente expresado, ‘amor a
cuanto tiene faz humana”. En realidad el amor cristiano, el de caridad, si bien tiene como objeto a
Dios y al prójimo en Dios, se dirije a este último no como un “yo ideal”, expresión que se acerca
mucho a la concepción filantrópica, sino que es un amor profundamente personal. Por eso, la diferen-
cia fundamental no es que en un caso se ame a Dios en el hombre y en el otro lo humano en el hom-
bre, sino también que en un caso se ama realmente al hombre concreto, que por eso es “prójimo”,
mientras que en el otro se ama la Humanidad abstracta, aunque con frecuencia despreciando a las
personas.
36
Muchos menos considero que se pueda interpretar adecuadamente la experiencia y doctrina de
autores como san Juan de la Cruz desde la concepción reduccionista de autores como Freud; cfr. C.
Domínguez Morano, Experiencia mística y psicoanálisis, Sal Terrae, Bilbao, 1999. Es un equívoco
58 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
mostrar que todos los ideales superiores no son más que ilusiones, y que tendrían
su origen en los deseos más abyectos (actitud detrás de la cual se adivina el resen-
timiento37), la finalidad del análisis de san Juan de la Cruz es poner a la luz lo que
debe ser purificado con la finalidad positiva de crecer en el amor de Dios. Frente a
una psicología de la sospecha tenemos una psicología de la purificación.
Juan de la Cruz estructura su discurso en este punto tomando como referencia la
división clásica de los siete vicios capitales. Pero podemos señalar algunas diferen-
cias respecto de la consideración que de los mismos hace nuestro autor y san Gre-
gorio Magno (Moralia in Job, XXXI)38. San Juan de la Cruz pone como primer
vicio capital a la soberbia, en lugar de la vanagloria de san Gregorio y santo To-
más39. Para Gregorio, la soberbia era un vicio aún más capital que los vicios capita-
les, un vicio capaz de suscitar universalmente todos los otros vicios, incluidos los
capitales. Por otro lado, san Juan de la Cruz nos señala que él toma estos vicios
capitales en un sentido parcialmente distinto, diríamos que analógico. Se trata de
versiones espirituales de los vicios capitales, porque tienen por objeto realidades
espirituales. Además, coexistirían con el estado de gracia, lo que no puede darse en
el caso de aquellos vicios capitales en sentido estricto que por su especie inclinan a
pecados mortales, como la envidia o la lujuria. Se trata, además, de defectos gene-
ralmente inconscientes que no llegamos a descubrir por un examen de consciencia
hecho a modo humano, porque se trata de defectos profundamente radicados en
nuestra personalidad.
La idea de san Juan de la Cruz es esta: cuando el hombre se determina a tener
una vida espiritual seria y a cultivar la oración con constancia, frecuentar los sa-
cramentos y realizar otros “ejercicios espirituales”, es decir, comienza a ser un
“principiante” en la vida espiritual, trae consigo todos los defectos estructurales
que previamente tenía, que no desaparecen instantáneamente, sino justamente por
medio de la purifiación espiritual de la noche oscura. Por otro lado, es característi-
que se remonta a psicoanalistas creyentes como Charles Odier y Françoise Dolto; cfr. Ch. Odier, Les
deux sources consciente et inconsciente de la vie morale, Éditions de la Baconnière, Neuchâtel, 1947;
F. Dolto, “Comment on crée chez l’enfant une fausse culpabilité”, en AA.VV., Trouble et lumière,
Études Carmélitaines / Desclée de Brouwer, Bruges, 1949, pp. 43-55. Aunque hay puntos en común
entre el desenmascaramiento freudiano y el sanjuanista, la conceptualización y el espíritu no podrían
ser más divergentes y no es posible una síntesis, como no la hay entre cristianismo y gnosticismo.
37
Nos referimos en particular a ese “rencor” que san Gregorio Magno y santo Tomás ponen como
“hija” de la acedia, que es fruto de la amargura del alma; cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae,
II-II, q. 35, a. 4.
38
Cfr. N. González Vidal, Inconsciente, conflicto y autoengaño, pp. 205-213.
39
Santo Tomás desarrolla el tema a partir de San Gregorio; cfr. Tomás de Aquino, Summa Theolo-
giae, I-II, q. 84, a. 3 y 4; De malo, q. 8-15.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 59
co del estado de los principiantes el tener con facilidad placer sensible en las cosas
espirituales. Pero como no se han purificado las inclinaciones, se producen muchos
desórdenes en ese modo sensible de sentir las cosas espirituales. Se trata de una
espiritualidad sensualizada y egocéntrica, si bien en su raíz no es falsa, sino inma-
dura. San Juan de la Cruz va tratando una por una estas versiones “espirituales” de
los vicios capitales, empezando por la soberbia40. No podemos en esta sede tratar-
los pormenorizadamente. Nos contentamos aquí con tratarlos rápidamente para
pasar después a la acidia.
Respecto del primer vicio capital, san Juan de la Cruz describe cómo el vicio de
la soberbia, insidiosamente, se oculta en los principiantes detrás de una apariencia
y falsa conciencia de virtud, llevando a actitudes de altanería y de falta de caridad,
lo que derivaría de lo bien que se sienten y de la facilidad que tienen para los ejer-
cicios de devoción:
“Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en las cosas es-
pirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque es verdad que las co-
sas santas de suyo humillan) por su imperfección les nace muchas veces cierto
ramo de soberbia oculta, de donde vienen a tener alguna satisfacción de sus
obras y de sí mismos. Y de aquí también les nace cierta gana algo vana, y a ve-
ces muy vana, de hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de en-
señarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a otros cuando no
los ven con la manera de devoción que ellos querrían, y aun a veces lo dicen de
palabra, pareciéndose en esto al fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre
las obras que hacía, y despreciando al publicano (Lc., 18, 11-12). […]
Y a tanto mal suelen llegar algunos de éstos, que no querrían que pareciese
bueno otro sino ellos; y así, con la obra y palabra, cuando se ofrece, les conde-
nan y detraen, mirando la motica en el ojo de su hermano, y no considerando la
viga que está en el suyo (Mt., 7, 37); cuelan el mosquito ajeno y tráganse su
camello (Mt., 23, 24).
A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son confesores y pre-
lados, no les aprueban su espíritu y modo de proceder (porque tienen gana que
40
Cfr. E. Stein, Ciencia de la Cruz, p. 63: “El Santo demuestra con vivos ejemplos, que en los
principiantes se encuentran los siete pacados capitales, trasladados al terreno espiritual: soberbia
espiritual, con alguna satisfacción de las propias gracias y virtudes y desprecio de los demás, prefi-
riendo enseñar a ser enseñados; avaricia espiritual, que no se harta de libros, cruces, rosarios, etc.
Para librarnos de estas faltas tenemos que ser destetados de la leche de los consuelos y alimentarnos
con la sólida corteza”.
60 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
estimen y alaben sus cosas), juzgan que no los entienden el espíritu, o que ellos
no son espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y así,
luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto; porque ordina-
riamente desean tratar su espíritu con aquellos que entienden que han de alabar
y estimar sus cosas, y huyen, como de la muerte, de aquellos que se los desha-
cen para ponerlos en camino seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos. Pre-
sumiendo, suelen proponer mucho y hacen muy poco”41.
En resumen, a causa de su bienestar, que aunque tenga un origen espiritual es
básicamente sensorial, se engañan a sí mismos creyendo haber alcanzado ya la
perfección, y cayendo en el juicio del prójimo.
Análisis semejantes encontramos en relación a otros vicios espirituales. Respec-
to de la avaricia. Muchos “no se acaban de hartar de oír consejos y aprender pre-
ceptos espirituales y tener y leer muchos libros que traten de eso, y váseles más en
esto el tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza interior de
espíritu que deben. Porque, a más de esto, se cargan de imágenes y rosarios bien
curiosos”42.
El tratamiento de la lujuria espiritual es muy interesante, y para hacerle justicia
deberíamos dedicarle un artículo entero. En este capítulo, el santo Doctor se preo-
cupa de ciertos movimientos sensuales de naturaleza sexual que se producen con
frecuencia en los principiantes involuntariamente cuando se hallan en las activida-
des espirituales, como la oración o la recepción de los sacramentos:
“Porque muchas veces acaece que en los mismos ejercicios espirituales, sin ser
en manos de ellos, se levantan y acaecen en la sensualidad movimientos y actos
torpes, y a veces aun cuando el espíritu está en mucha oración, o ejercitando los
Sacramentos de la Penitencia o Eucaristía”43.
San Juan de la Cruz, lejos de caer en una culpabilización morbosa de estos actos
involuntarios, los atribuye a tres causas: primero, a la unidad del alma humana que
hace que los movimientos espirituales superiores se traduzcan en el orden de las
potencias inferiores en movimientos sexuales, hasta que se purifica el alma por la
noche oscura:
41
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 2, 1-2, p. 485. La descripción que nuestro autor hace de
la soberbia de los principiantes se parece notablemente a la descripción que hace Tauler de la falsa
humildad en sus Instituciones, por ejemplo en el c. III; cfr. J. Tauler, Instituciones. Temas de oración,
Sígueme, Madrid, 1990, pp. 47-50.
42
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 3, 1, p. 489.
43
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 1, p. 491.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 61
“La primera, proceden muchas veces del gusto que tiene el natural en las cosas
espirituales; porque, como gusta el espíritu y sentido, con aquella recreación se
mueve cada parte del hombre a deleitarse según su porción y propiedad; porque
entonces el espíritu se mueve a recreación y gusto de Dios, que es la parte supe-
rior; y la sensualidad, que es la porción inferior, se mueve a gusto y deleite sen-
sual, porque no sabe ella tener y tomar otro, y toma entonces el más conjunto a
sí, que es el sensual torpe. Y así, acaece que el alma está en mucha oración con
Dios según el espíritu, y, por otra parte, según el sentido siente rebeliones y
movimientos y actos sensuales pasivamente, no sin harta desgana suya […].
Que, como, en fin, estas dos partes son un supuesto, ordinariamente participan
entrambas de lo que una recibe, cada una a su modo; porque, como dice el Filó-
sofo, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo del mismo re-
cipiente”44.
La segunda causa sería externa, preternatural, demoníaca, que con imágenes se-
xuales intenta turbar al alma en oración45. La tercera causa corresponde a lo que
Viktor Frankl ha llamado “angustia expectante”. Frankl llama así a episodios de
obsesión o fobia producidos por el temor mismo a tener esos episodios. Ese temor
lleva a que se atienda a ellos con angustia y se los termine provocando46. Varios
siglos antes, san Juan de la Cruz describe un fenómeno semejante: “El tercer ori-
gen, de donde suelen proceder y hacer guerra estos movimientos torpes, suele ser
el temor que ya tienen cobrado estos tales a estos movimientos y representaciones
torpes; porque el temor que les da la súbita memoria en lo que ven o tratan o pien-
san, les hace padecer estos actos sin culpa suya”47.
Señala el santo también que algunas personas, por su impulsividad constitucio-
nal (su “natural”) pueden tener mayor inclinación a tener movimientos sexuales
involuntarios:
“Hay también algunas almas, de naturales tan tiernos y deleznables, que, en vi-
niéndoles cualquier gusto de espíritu o de oración, luego es con ellos el espíritu
de la lujuria, que de tal manera les embriaga y regala la sensualidad, que se ha-
llan como engolfados en aquel jugo y gusto de este vicio; y dura lo uno con lo
otro pasivamente; y algunas veces echan de ver haber sucedido algunos torpes y
rebeldes actos. La causa es que, como estos naturales sean, como digo, delezna-
44
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 2, p. 492.
45
Cfr. San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 3, p. 493.
46
Cfr. V. E. Frankl, La idea psicológica del hombre, Rialp, Madrid, 1999, pp. 19-26.
47
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 4, p. 494.
62 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
bles y tiernos, con cualquier alteración se les remueven los humores y la sangre,
y suceden de aquí estos movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece cuan-
do se encienden en ira o tienen algún alboroto o pena”48.
Finalmente se refiere a una lujuria espiritual que cae más propiamente en el te-
rreno del defecto moral. Se trata del apego afectivo y pseudo-espiritual a algunas
personas que tendría como causa oculta una atracción sexual:
“Cobran algunos de éstos aficiones con algunas personas por vía espiritual, que
muchas veces nacen de lujuria, y no de espíritu; lo cual se conoce ser así cuan-
do, con la memoria de aquella afición, no crece más la memoria y amor de
Dios, sino remordimiento en la conciencia. Porque, cuando la afición es pura-
mente espiritual, creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda de
ella, tanto más se acuerda de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo uno
crece en lo otro; porque eso tiene el espíritu de Dios, que lo bueno aumenta con
lo bueno, por cuanto hay semejanza y conformidad. Pero cuando el tal amor na-
ce del dicho vicio sensual, tiene los efectos contrarios; porque cuanto más crece
lo uno, tanto más decrece lo otro y la memoria juntamente; porque, si crece
aquel amor, luego verá que se va resfriando en el de Dios y olvidándose de él
con aquella memoria y algún remordimiento en la conciencia; y, por el contra-
rio, si crece el amor de Dios en el alma, se va resfriando en el otro y olvidándo-
le, porque, como son contrarios amores, no sólo no ayuda el uno al otro, mas
antes el que predomina apaga y confunde el otro y se fortalece en sí mismo,
como dicen los filósofos”49.
En este caso se ve claramente cómo el principiante, que se ignora a sí mismo, es
manipulado sin saberlo del todo, por sus afectos, por inclinaciones insidiosas cuya
naturaleza desconoce y que no han sido sanadas por la gracia.
Es interesante también el análisis que hace de la imperfección a la que llama
“gula espiritual”. Se trata de un “engolosinamiento” sensible en las cosas espiritua-
les que hace a estas personas capriochosas y tercas. Toda su vida espiritual consiste
en hallar gusto y placer en los actos de piedad, que si no lo tienen les parece que no
son provechosos. Algunos incluso caen en un engolosinamiento morboso, maso-
quista, en las penitencias corporales, que el santo critica severamente por su irra-
cionalidad:
“Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la sujeción y obe-
diencia, que es penitencia de razón y discreción, y es por eso a Dios más acepto
48
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 5, p. 494.
49
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 7, pp. 494-495.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 63
y gustoso sacrificio que todos los demás, a la penitencia corporal, que, dejada
estotra parte, no es más que penitencia de bestias, a que también se mueven por
el apetito y gusto que allí hallan”50.
Debido a la imperfección de la gula espiritual, cuando no hallan sabor en las co-
sas espirituales, los invaden con frecuencia movimientos de ira desregulada51. A
veces, esta ira que brota del desabrimiento interior se descarga sobre los demás a
causa de los vicios que supuestamente tienen: “se airían contra los vicios ajenos
con cierto celo desasosegado, notando a otros; a veces se les dan ímpetus de re-
prenderlos enojosamente, y aun hacen algunas veces, haciéndose ellos dueños de la
virtud52“. Otro caso de ira espiritual es el enojo contra sí mismos, causado por el
perfeccionismo de la soberbia, por no verse tan perfectos como querrían:
“cuando se ven imperfectos, con impaciencia no humilde se airían contra sí
mismos; acerca de lo cual tienen tanta impaciencia, que querrían ser santos en
un día. De estos hay muchos que proponen mucho y hacen grandes propósitos,
y como no son humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tan-
to más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar a que se
lo dé Dios cuando él fuere servido”53.
Para terminar, estos principiantes son con frecuencia carcomidos por una envi-
dia insidiosa y oculta de la perfección espiritual ajena, lo que los mueve a intentar
disminuir la opinión que otros tienen del prójimo:
“Porque acerca de la envidia muchos de estos suelen tener movimientos de pe-
sarles el bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible que les lle-
ven ventaja en este camino, y no querrían verlos alabar; porque se entristecen
de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario,
deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como dicen, el ojo no
hacerse con ellos otro tanto, porque querrían ser ellos preferidos en todo”54.
Según el Santo, por más esfuerzos que activamente hagamos por quitarnos estos
defectos e imperfecciones, las solas fuerzas naturales no alcanzan, porque están
profundamente radicados en nuestra personalidad y porque se trata de elevarse al
orden sobrenatural: “Porque, por más que el principiante en mortificar en sí se
50
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 6, 2, p. 497.
51
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 6, 1-2, pp. 495-496.
52
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 5, 2, p. 496.
53
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 5, 3, p. 496.
54
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 7, 1, pp. 500-501.
64 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
ejercite todas sus acciones y pasiones, nunca del todo, ni con mucho, puede hasta
que Dios lo hace pasivamente por medio de la purgación de la dicha noche”55.
4. La acidia y la melancolía
Como decíamos, entre estos vicios espirituales a purificar, está la acedia o aci-
dia. San Juan de la Cruz le dedica un espacio muy limitado, si lo comparamos con
otros vicios como la soberbia y la lujuria. En gran parte, esto se debe a que la aci-
dia o acedia es un vicio que por su propia naturaleza es espiritual, especialmente tal
como lo entiende santo Tomás de Aquino, que define a la acedia como tristeza del
bien divino56. Esa acedia de santo Tomás, especialmente si es consciente, implica
un estado del alma más grave que el que san Juan de la Cruz advierte en los princi-
piantes, porque es un vicio que se opone a la caridad, o a uno de sus efectos, el
gozo espiritual57. En san Juan de la Cruz, la acidia es una especie de tedio de las
cosas espirituales que es propia de quien está apegado a un modo bajo y sensiblero
de vivir la espiritualidad, como es el del principiante, al que le cuesta elevarse al
orden espiritual:
“También, acerca de la acidia espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son
más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto
sensible; porque, como ellos están tan saboreados en las cosas espirituales, en
no hallando sabor en ellas le fastidian. Porque, si una vez no hallaron en la ora-
ción la satisfacción que pedía su gusto (porque en fin conviene que se le quite
Dios para probarlos), no querrían volver a ella, o a veces la dejan o van de mala
gana. Y así, por esta acidia, posponen el camino de perfección, que es el de la
negación de su voluntad y gusto por Dios, al gusto y sabor de su voluntad, a la
cual en esta manera andan ellos por satisfacer más que a la de Dios. Y muchos
de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de que-
rer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios.
De donde les nace que, muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y
gusto, piensen que no es voluntad de Dios; y que, por el contrario, cuando ellos
se satisfacen, crean que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo, y no a sí
mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que él mismo enseñó en el Evan-
55
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 7, 5, p. 502.
56
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologia, II-II, q. 35, a. 1.
57
Cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 35, a. 3.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 65
gelio (Mt., 16, 25), diciendo que el que perdiese su voluntad por él, ese la gana-
ría, el que la quisiese ganar, ése la perdería. Estos también tienen tedio cuando
les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Estos, porque se andan al regalo y
sabor del espíritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, he-
chos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda co-
sa áspera, y oféndense de la cruz, en que están los deleites del espíritu; y en las
cosas más espirituales más tedio tienen, porque, como ellos pretenden andar en
las cosas espirituales a sus anchuras y gusto de su voluntad, háceles gran triste-
za y repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt., 7, 14), de
la vida”58.
Como se ve, no se trata del grave estado de quien, como consecuencia de la
pérdida de la caridad, se enfría en su amor hacia Dios y las cosas espirituales, sino
más bien de una situación de pereza y tedio por falta de purificación de la sensuali-
dad, de una espiritualidad que se vive muy sensiblemente, con todos los defectos
que la afectividad sensitiva no purificada conlleva. La acidia como imperfección,
al igual que los otros defectos de los principiantes, debe ser purificada por la noche
del sentido.
Por su parte, la palabra “melancolía” designa en san Juan de la Cruz claramente
una alteración de la salud. No tiene un significado primeramente psicológico ni
moral, sino médico. Sin embargo, este trastorno afecta a la vida mental. Al tratar
de la lujuria espiritual, claramente nuestro autor afirma que a quienes padecen de
melancolía, las obsesiones sexuales les afectan más gravemente.
“La segunda causa, de donde a veces proceden estas rebeliones, es el demonio,
que, por desquietar y turbar el alma al tiempo que está en oración o la procura
tener, procura levantar en el natural estos movimientos torpes, con que, si al
alma se le da algo de ellos, le hace harto daño. Porque no sólo por el temor de
esto aflojan en la oración, que es lo que él pretende, por ponerse a luchar con
ellos, mas algunos dejan la oración del todo, pareciéndoles que en aquel ejerci-
cio les acaecen más aquellas cosas que fuera de él, como es la verdad, porque se
las pone el demonio más en aquella que en otra cosa, por que dejen el ejercicio
espiritual. Y no sólo eso, sino que llega a representarles muy al vivo cosas muy
feas y torpes, y a veces muy conjuntamente acerca de cualesquier cosas espiri-
tuales y personas que aprovechan sus almas, para aterrarlas y acobardarlas; de
manera, que los que de ello hacen caso, aun no se atreven a mirar nada ni poner
la consideración en nada, porque luego tropiezan en aquello. Y esto en los que
58
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 7, 2-3, pp. 501-502.
66 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
son tocados de melancolía acaece con tanta eficacia y frecuencia, que es de ha-
berlos lástima grande, porque padecen vida triste, porque llega a tanto en algu-
nas personas este trabajo cuando tienen este mal humor, que les parece claro
que sienten tener consigo acceso el demonio, sin ser libres para poderlo evitar,
aunque algunas personas de éstas puedan evitar el tal acceso con gran fuerza y
trabajo. Cuando estas cosas torpes acaecen a los tales por medio de la melanco-
lía, ordinariamente no se libran de ellas hasta que sanan de aquella calidad de
humor, si no es que entrase en la noche oscura el alma, que la priva sucesiva-
mente de todo”59.
Mientras que la acidia pertenece al orden de los vicios, la melancolía se coloca
claramente en el orden biomédico, y no es ni siquiera una consecuencia psicológica
de un desorden moral, sino que tiene como causa “un mal humor”, es decir un des-
equilibrio puramente orgánico60. Se trata de un problema constitucional (una
“constitución psicopática” lo llamarían después los psiquiatras europeos de la pri-
mera mitad del siglo XX) que predispone a la obsesión, a la angustia y a la tristeza,
o de un desequilibrio transitorio del “humor negro”.
La noche oscura produce en el alma un sufrimiento que, por sus signos externos
y por las pasiones que conlleva, como la tristeza, la angustia y el temor, podría ser
confundida fácilmente o con la melancolía, es decir, con una enfermedad, o con la
acidia, es decir, con un vicio. Esta es la descripción de nuestro autor:
“La primera purgación o noche es amarga y terrible para el sentido, como ahora
diremos. La segunda no tiene comparación, porque es horrenda y espantable pa-
ra el espíritu, como luego diremos. […]
Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de Dios es bajo y
que frisa mucho con su propio amor y gusto, como arriba queda dado a enten-
der, queriendo Dios llevarlos adelante […]; ya que se han ejercitado algún
tiempo en el camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que
59
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 4, 3, p. 493.
60
Para la concepción de la melancolía, cfr. J. Pigeaud, La maladie de l’âme. Étude sur la relation
de l’âme et du corps dans la tradition médico-philosophique antique, Les Belles Lettres, París, 2006,
pp. 122-138.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 67
con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las cosas del
mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con que tienen algo re-
frenados los apetitos de las criaturas, con que podrán sufrir por Dios un poco de
carga y sequedad sin volver atrás, al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto
andan en estos ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce
el sol de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la puerta
y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando en Dios todas las
veces y todo el tiempo que ellos querían; porque, como eran flacos y tiernos, no
había puerta cerrada para éstos, como dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8). Y
así, los deja tan a oscuras que no saben dónde ir con el sentido de la imagina-
ción y el discurso, porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían,
anegado ya el sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas que no sólo
no hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos ejercicios en que solían
ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en lugar de esto, hallan por el contrario
sinsabor y amargura en las dichas cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya
Dios aquí algo crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de mantillas los des-
arrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza a andar por sus
pies; en lo cual sienten ellos gran novedad porque se les ha vuelto todo al re-
vés”61.
En síntesis, en la noche del sentido, el principiante deja de percibir el gusto sen-
sible que tenía en las actividades espirituales, que se le hacen difíciles y tediosas, a
lo que se suma una gran dificultad para meditar y un sentimiento de alejamiento de
Dios. Esto produce un estado interior de confusión, desorientación y sufrimiento.
Una parte importante del sufrimiento de la noche oscura está en sentirse incom-
prendido, pues su sequedad es confundida con frecuencia con la enfermedad o el
pecado, como le había sucedido a Job:
“Porque algunos padres espirituales, por no tener luz y experiencia de estos ca-
minos, antes suelen impedir y dañar a semejantes almas que ayudarlas al ca-
mino, hechos semejantes a los edificantes de Babilonia que, habiendo de admi-
nistrar un material conveniente, daban y aplicaban ellos otro muy diferente, por
no entender ellos la lengua (Gn., 11, 1-9), y así no se hacía nada. Por lo cual es
recia y trabajosa cosa en tales sazones no entenderse una alma ni hallar quien la
entienda. Porque acaecerá que lleve Dios a una alma por un altísimo camino de
oscura contemplación y sequedad, en que a ella le parece que va perdida, y que,
estando así, llena de oscuridad y trabajos, aprietos y tentaciones, encuentre
61
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 8, 2-3, pp. 503-504.
68 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
quien le diga, como los consoladores de Job (2, 11-13) o que es melancolía, o
desconsuelo, o condición, o que podrá ser alguna malicia oculta suya, y que por
eso la ha dejado Dios; y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber
sido muy mala, pues tales cosas pasan por ella.
Y también habrá quien le diga que vuelve atrás, pues no halla gusto ni consuelo
como antes en las cosas de Dios; y así doblan el trabajo a la pobre alma. Porque
acaecerá que la mayor pena que ella siente sea del conocimiento de sus miserias
propias, en que le parece que ve más claro que la luz del día que está llena de
males y pecados, porque le da Dios aquella luz del conocimiento en aquella no-
che de contemplación, como adelante diremos; y, como halla quien conforme
con su parecer, diciendo que serán por su culpa, crece la pena y el aprieto del
alma sin término, y suele llegar a más que morir. Y no contentándose con esto,
pensando los tales confesores que procede de pecados, hacen a las dichas almas
revolver sus vidas y hacer muchas confesiones generales, y crucificarlas de
nuevo; no entendiendo que aquél, por ventura, no es tiempo de eso ni de esotro,
sino de dejarlas así en la purgación que Dios las tiene, consolándolas y animán-
dolas a que quieran aquella hasta que Dios quiera; porque hasta entonces, por
más que ellas hagan y ellos digan, no hay más remedio”62.
Como se ve, es la contemplación misma la que produce la noche. En un primer
momento, la infusión de mayor luz produce el descubrimiento de esos defectos,
con frecuencia inconscientes, que conforman los vicios espirituales. San Juan de la
Cruz advierte además que algunos fenómenos parecidos a la noche del espíritu se
adelantan en algunos que están en la noche del sentido y que están llamados a pa-
sar por la del espíritu. Se trata de fenómenos preternaturales de profunda turbación
y obsesión, que también podrían ser confundidos fácilmente con fenómenos psico-
patológicos:
“Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el alma; la
cual, en los que después han de entrar en la otra más grave del espíritu, para pa-
sar a la divina unión de amor (porque no todos, sino los menos, pasan ordina-
riamente), suele ir acompañada con graves trabajos y tentaciones sensitivas, que
duran mucho tiempo, aunque en unos más que en otros. Porque a algunos se les
da el ángel de Satanás (2 Cor., 12, 7), que es el espíritu de fornicación, para que
les azote los sentidos con abominables y fuertes tentaciones, y les atribule el es-
píritu con feas advertencias y representaciones más visibles en la imaginación,
que a veces les es mayor pena que el morir.
62
San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, Prólogo, pp. 113-114.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 69
Otras veces se les añade en esta noche el espíritu de blasfemia, el cual en todos
sus conceptos y pensamientos se anda atravesando con intolerables blasfemias,
y a veces con tanta fuerza sugeridas en la imaginación, que casi se las hace pro-
nunciar, que les es grave tormento.
Otras veces se les da otro abominable espíritu, que llama Isaías (19, 14) spiritus
vertiginis, no porque caigan, sino porque los ejercite; el cual de tal manera les
oscurece el sentido, que los llena de mil escrúpulos y perplejidades tan intrinca-
das al juicio de ellos, que nunca pueden satisfacerse con nada, ni arrimar el jui-
cio a consejo ni concepto; el cual es uno de los más graves estímulos y horrores
de esta noche, muy vecino a lo que pasa en la noche espiritual”63.
Como vemos, el Santo menciona tres fenómenos de purificación con causa pre-
ternatural, y no sólo originados por los propios defectos: el “espíritu de fornica-
ción”, por el cual al sujeto le invaden fuertes obsesiones de naturaleza sexual; el
“espíritu de blasfemia”, que consiste en la imaginación pasiva de palabras blasfe-
mas acompañadas de impulsos, a duras penas contenidos, de blasfemar; el “espíritu
de vértigo”, que confunde a tal punto la capacidad discursiva que llena a la persona
de escrúpulos y de enredos conceptuales, sufrimiento que san Juan de la Cruz ve
muy próximo a lo que sucede en la noche del espíritu.
Para distinguir pues los fenómenos propios de la noche oscura del sentido, de
otros fenómenos patológicos, viciosos o preternaturales, san Juan de la Cruz pone
algunas señales que guíen el discernimiento del maestro espiritual:
“Pero, porque estas sequedades podrían proceder muchas veces, no de la dicha
noche y purgación del apetito sensitivo, sino de pecados o de imperfecciones, o
de flojedad o tibieza, o de algún mal humor o indisposición corporal, pondré
aquí algunas señales en que se conozca si es la tal sequedad de la dicha purga-
ción, o si nace de algunos de los dichos vicios”64.
Los signos son estos tres: 1) La persona no encuentra consuelo ni en las cosas
de Dios, ni en las del mundo, es decir se encuentra triste y desmotivada respecto de
todo; no basta que el tedio se lo provoquen las cosas divinas, pero no las creadas,
porque eso puede ser signo de un simple enfriamiento en el amor de Dios. San
Juan de la Cruz usa la palabra “acidia” ya no en el sentido del vicio, sino de la
pasión del mismo nombre, para referirse a este tedio y tristeza profunda que se da
63
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 14, 1-3, pp. 528-529.
64
San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 9, 1, p. 506.
70 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
en la noche oscura65; 2) por esta carencia de gozo en las cosas de Dios, siente una
pena profunda de no servirlo, y piensa que retrocede espiritualmente, aunque no
puede determinar ninguna falta grave que sea causa de este sentimiento; 3) no pue-
de meditar, es decir discurrir con su imaginación y con su razón acerca de las cosas
espirituales, y a veces tampoco sobre las temporales, lo que es consecuencia del
inicio de la contemplación infusa66. Estos tres signos deben darse juntos para poder
sospechar que la persona atraviesa la noche del sentido:
“Estas tres señales ha de ver en sí juntas, por lo menos, el espiritual para atre-
verse seguramente a dejar el estado de meditación y del sentido y entrar en el de
contemplación y del espíritu. Y no basta tener la primera sola sin la segunda,
porque podría ser que no poder ya imaginar y meditar en las cosas de Dios co-
mo antes, fuese por su distracción y poca diligencia; para lo cual ha de ver tam-
bién en sí la segunda, que es no tener gana ni apetito de pensar en otras cosas
extrañas. Porque, cuando procede de distracción o tibieza el no poder fijar la
imaginación y sentido en las cosas de Dios, luego tiene apetito y gana de poner-
la en otras cosas diferentes y motivo de irse de allí. Ni tampoco basta ver en sí
la primera y segunda señal, si no viere juntamente la tercera; porque, aunque se
vea que no puede discurrir ni pensar en las cosas de Dios, y que tampoco le da
gana pensar en las que son diferentes, podría proceder de melancolía o de al-
guno otro jugo de humor puesto en el cerebro o en el corazón, que suelen causar
en el sentido cierto empapamiento y suspensión que le hacen no pensar en nada,
ni querer ni tener gana de pensarlo, sino de estarse en aquel embelesamiento sa-
broso. Contra lo cual ha de tener la tercera, que es noticia y atención amorosa
en paz, etc., como habemos dicho”67.
De la noche del espíritu aquí no podemos tratar, porque es más profunda, con
menores manifestaciones externas inmediatas y, por lo tanto, menos confundible
con la melancolía y la acedia. Pero también los aprovechados deben ser purifica-
dos, teniendo en su voluntad a veces profundas deformaciones68, tanto más firme-
65
Cfr. San Juan de la Cruz, Noche oscura, I, c. 13, 9, p. 526: “Las acidias y tedios que aquí tiene de
las cosas espirituales tampoco son viciosas como antes; porque aquéllos procedían de los gustos
espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los hallaba; pero estos tedios no proceden
de esta flaqueza del gusto, porque se le tiene Dios quitado acerca de todas las cosas en esta purgación
del apetito”. Sobre la acedia como pasión, y no como vicio, es decir como una “tristeza que paraliza”,
cfr. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 35, a. 8, co: “Si vero intantum procedat talis
aggravatio [tristitiae], ut etiam exteriora membra immobilitet ab opere, quod pertinet ad acediam”.
66
Cfr. E. Stein, Ciencia de la Cruz, pp. 64-65.
67
San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, II, c. 13, 5-6, pp. 236-237.
68
Cfr. San Juan de la Cruz, Noche oscura, II, c. 2, 1, p. 534.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 71
mente arraigadas, cuanto que son más espirituales. Por eso el sufrimiento interior
de esta noche es más intenso69.
San Juan de la Cruz demuestra tener plena consciencia de que puede ser difícil
en ocasiones diferenciar las características psicológicas de una purificación espiri-
tual respecto tanto de las de algunos vicios, como de variedades patológicas de la
afectividad, y da algunos criterios, por supuesto siempre subordinados a la capaci-
dad de discernimiento del director espiritual. ¿Tiene algún eco esta doctrina en la
psicología y la psicopatología contemporánea?
Ya William James señalaba que en general la psicología contemporánea enfoca
el estudio de los fenómenos místicos de una manera reduccionista70. Y Nietzsche
pretendía reducir la religión misma a neurosis:
69
Basten las siguientes citas para dar cuenta del profundo sufrimiento de la purificación de la noche
del espíritu: “Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es embesti-
da de esta divina luz, porque embistiendo en el alma esta luz pura, a fin de expeler la impureza del
alma, siéntese el alma tan impura y miserable, que le parece estar Dios contra ella, y que ella está
contraria a Dios”, San Juan de la Cruz, Noche oscura, II, c. 5, 5, p. 543; “en la fuerza de esta opresión
y peso se siente el alma tan ajena de ser favorecida, que le parece, y así es, que aún en lo que solía
hallar algún arrimo se acabó con lo demás, y que no hay quien se compadezca de ella”, II, c. 5, 7, p.
544; “en esto humilla Dios al alma para ensalzarla mucho después y, si él no ordenase que estos
sentimientos, cuando se avivan en el alma, se adormeciesen presto, moriría muy en breves días; mas
son interpolados los ratos en que siente su íntima viveza. Lo cual a veces se siente tan a lo vivo, que
la parece al alma que ve abierto el infierno y la perdición”, II, c. 6, 6, p. 548; “siente en sí un profun-
do vacío y pobreza de tres maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que son temporal,
natural y espiritual; viéndose puesta en los males contrarios, conviene a saber: miserias de imperfec-
ciones, sequedades y vacíos de las aprehensiones de las potencias y desamparo de espíritu en tinie-
bla”, II, c. 6, 4, p. 547; etc.
70
Cfr. W. James, Las variedades de la experiencia religiosa, Ediciones Península, Barcelona,
2002, pp. 37-38: “Materialismo médico parece, en realidad, el apelativo adecuado para el sistema de
pensamiento demasiado ingenuo que ahora consideramos. El materialismo médico acaba con san
Pablo cuando define su visión en el camino de Damasco como una lesión del córtex occipital, y a él
como un epiléptico; con santa Teresa como una histérica y san Francisco de Asís como un degenera-
do congénito. El desacuerdo de George Fox con las falsedades de su época y su fijación en la verdad
espiritual se los considera un síntoma de trastornos del colon; y se justifica la tendencia a la melanco-
72 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
“(La neurosis religiosa aparece como una forma del ‘ser malvado’: de ello no
hay duda). ¿Qué es esa neurosis? Quaeritur. Hablando a grandes rasgos, el ideal
ascético y su culto sublimemente moral, esa ingeniosísima, despreocupadísima
y peligrosísima sistematización de todos los medios de desenfreno del senti-
miento bajo la protección de propósitos santos se ha inscrito de un modo terri-
ble e inolvidable en la historia entera del hombre”71.
En esta línea, a finales del s. XIX y principios del XX con frecuencia la religión
y particularmente la mística (reducida a los fenómenos carismáticos) son identifi-
cados por los alienistas como trastornos psicopatologógicos, especialmente neuró-
ticos72. Son conocidas las explicaciones reduccionistas de Freud en obras como El
porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura o Totem y tabú. Sobre la reduc-
ción de la religión a transformaciones de la sexualidad inconsciente (mecanismo
que, como hemos visto, san Juan de la Cruz no ignoraba, pero que no universaliza-
ba para impugnar la experiencia mística), dice William James:
“Me parece que hay pocas concepciones menos instructivas que esta reinterpre-
tación de la religión como sexualidad pervertida. Hace falta recordar, por la fre-
cuencia con que se emplea crudamente, la famosa burla de que la reforma se en-
tendería mejor si recordásemos que su fons et origo fue el deseo de Lutero de
casarse con una monja. Los efectos son infinitamente más amplios que las su-
puestas causas, y la mayoría de naturaleza opuesta. Ciertamente, de la amplia
colección de fenómenos religiosos, algunos son claramente eróticos (por ejem-
plo, detalles sexuales y ritos obscenos en el politeísmo, sentimientos extáticos
de unión con el Salvador en ciertos místicos cristianos), pero entonces, ¿por qué
no afirmar igualmente que la religión es una aberración de la función digestiva
y probar esta afirmación con la adoración de Baco y Ceres, o por los sentimien-
tos de éxtasis de algunos santos acerca de la eucaristía? El lenguaje religioso se
arropa con los pobres símbolos que nuestra vida le proporciona y todo el orga-
nismo hace alusiones indirectas cuando la mente está fuertemente incitada a ex-
presarse. El lenguaje del comer y del beber es probablemente tan corriente en la
literatura religiosa como el especializado en la vida sexual. Tenemos ‘hambre y
lía de Carlyle como un enfriamiento gastroduodenal. Todas estas excesivas tensiones mentales, cuan-
do se llega al fondo de la cuestión, se afirma, no son más que simples problemas de diátesis (con
mayor probabilidad: autointoxicaciones) debidas a la acción patológica de algunas glándulas que la
fisiología descubrirá. Por ello, el materialismo médico piensa que la autoridad espiritual de estos
personajes resulta eficazmente socavada”.
71
Cfr. F. Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1995, p. 166.
72
Por ej., cfr. P. Janet, De l’angoise a l’ extase, Societé d’Imprimerie Periodiques et d’Edition,
París, 1975.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 73
sed’ de justicia, encontramos que ‘El Señor tiene un gusto dulce, lo probamos y
observamos que es bueno’. ‘Leche espiritual para niños americanos, tomada de
los pechos de los dos Testamentos’, es un subtítulo por el que fue famoso el
New England Primer, y la literatura devota cristiana, en realidad, flota sobre le-
che […].
Estos razonamientos son tan buenos como muchos de los razonamientos a favor
de la teoría sexual, pero los seguidores de esta última dirán que su principal ar-
gumento no tiene nada de semejante con aquéllos. Los dos fenómenos principa-
les de la religión, a saber, la melancolía y la conversión, afirmarán, son esen-
cialmente fenómenos de adolescencia y, por consiguiente, sincrónicos con el
desenvolvimiento de la vida sexual. […] no es sólo la vida sexual la que des-
pierta durante la adolescencia, sino toda la vida mental superior. De todas for-
mas, también podría proponerse la tesis de que el interés por la mecánica, la fí-
sica, la lógica, la filosofía y la sociología, que aparecen durante los años de la
adolescencia, junto con el interés por la religión y la poesía, constituye también
una perversión del instinto sexual, pero eso sería demasiado absurdo. Por otro
lado, si ha de decidir el argumento de la sincronía, ¿qué haremos con el hecho
de que la edad religiosa par excellence parece ser la vejez, cuando la excitación
sexual ha pasado?”73.
En Carl G. Jung se da una aparente valoración positiva de la espiritualidad, co-
mo en la posterior psicología transpersonal, si bien en ambos casos se trata de un
tipo de espiritualidad de corte inmanentista. Algunos autores consideran que el
mensaje es básicamente el mismo en Jung que en la espiritualidad cristiana, inclu-
yendo la “noche”. Es el caso del benedictino Anselm Grün:
“Para el encuentro con la imagen de Dios, necesaria para la salud psíquica, Jung
ofrece al hombre los mismos medios y métodos que los autores espirituales.
Habla de sacrificio por el que el hombre se entrega a Dios y en el que ofrece al-
go de su Yo para ganarse a sí mismo. La introversión que Jung exige a los
hombres en la mitad de la vida se realiza en la meditación y la ascesis. Soledad
y ayuno voluntario son para Jung ‘los medios conocidos desde antiguo para
proteger aquella meditación que debe abrir el paso al inconsciente’.
Esta entrada en el inconsciente, profundización en sí mismo, significa renova-
ción y nuevo nacimiento. El tesoro del que habla Cristo, esta en el inconsciente
y solamente los símbolos y medios de la religión hacen al hombre capaz de des-
73
Cfr. W. James, Las variedades de la experiencia religiosa, pp. 34-37 (nota 1).
74 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
cubrir ese tesoro. Así como Cristo en su muerte bajó al Hades, el hombre tiene
también que pasar por la noche del inconsciente, por el descenso a los infiernos
del autoconocimiento para con la fuerza del inconsciente volver a nacer”74.
Sin embargo, a pesar de las semejanzas superficiales, en el caso de Jung se trata
de un gnosticismo explícito expresado en términos de psicología profunda75. Aun-
que Jung sostiene que en la mitad de la vida se da una especie de neurosis que ten-
dría una causa espirtual (el inconsciente colectivo), describiendo fenómenos que se
pueden parecer a la noche oscura, no se trata de una transformación espiritual cau-
sada por la gracia de Dios, sino por el contrario, un alejamiento de Dios como Bien
para ponerse “más allá del bien y del mal”.
Quizá el autor más interesante por su asimilación de la doctrina de la “noche”
en un sentido cristiano y positivo sea el psiquiatra austríaco Rudolf Allers76. Este
autor, discípulo de Alfred Adler, comparte con su maestro la concepción sobre la
neurosis. Esta consistiría en un desequilibrio psicológico y orgánico que tendría
como causa un tipo de personalidad, el carácter neurótico. El carácter neurótico se
distinguiría por un marcado egocentrismo y por padecer unos profundos sentimien-
tos de inferioridad e inseguridad super-compensados por una tendencia exagerada
a la superioridad, no buscada de manera rectilínea, sino por caminos extraños y
sinuosos, incluso a través de la debilidad. El neurótico manipularía su propia vida
psicológica, su percepción, su memoria y afectos, mediante mecanismos a los que
Adler llama “arrangements”. Detrás de estos mecanismos habría vicios inconscien-
tes como el orgullo, la vanidad o la envidia77. Los síntomas corporales serían con-
secuencia de una manipulación inconsciente del cuerpo. Así el neurótico, mediante
el “lenguaje de los órganos”, manifestaría su desarreglo interior. Según Allers, el
neurótico se encuentra en una situación peculiar. La suya no sería una enfermedad
74
A. Grün, La mitad de la vida como tarea espiritual. La crisis de los 40-50 años, Narcea, Madrid,
1998 pp. 104-105. Cfr. también V. White, Victor, Dios y el inconsciente. Prologo de C. G. Jung,
Gredos, Madrid, 1955.
75
Cfr. R. Noll, The Jung Cult: Origins of a Charismatic Movement, Princeton University Press,
Princeton, 1994; R. Noll, The Aryan Christ: The Secret Life of Carl Jung, Random House, New York,
1997.
76
Cfr. M. F. Echavarría, “Aportes de Rudolf Allers a la fundamentación antropológica de la psico-
terapia”, Espíritu, 2013 (146), pp. 419-431.
77
A. Adler, El carácter neurótico, Planeta de Agostini, Barcelona, 1994, p. 302: “La psiconeurosis
es el resultado de la vanidad y su objetivo final es preservar al individuo de la colisión entre su obje-
tivo en la vida y la realidad”.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 75
en sentido estricto78, pero los defectos psicomorales que están en la base de su des-
orden tampoco serían pecados conscientes, sino defectos caracteriales inconscien-
tes79. Se trataría, por lo tanto, de una situación interesante, porque se colocaría en
una posición intermedia respecto de los vicios y la enfermedad, que son los dos
fenómenos que san Juan de la Cruz diferencia de la noche oscura80.
78
Cfr. R. Allers, “Aridité symptôme et aridité stade”, Études Carmélitaines, 1939 (22), pp. 132-
153; p. 135: “ils ne sont malades qu’en tant qu’ils souffrent et même une névrose n’est pas une mala-
die dans le sens ordinaire”.
79
R. Allers., “Aridité symptôme et aridité stade”, p. 149: “On peut donc se demander si, entre le
névrosé et l’homme qui participe à certaines expériences supranormales, il y a différence essentielle
ou s’il n’y a qu’une différence de degré. Bien entendu, on ne peut supposer qu’il y ait graduellement
transition de la névrose à (dissons en bref) la sainteté. La première est un état purement naturel, la
seconde dépend de l’influence de la grâce divine. Mais il y a lieu de se demander s’il n’existe pas une
relation assez intime entre la névrose et le péché. (Je passe outre la question très difficile, mais très
intéressante, des rélations entre les phénomènes d’origine démoniaque et certains symptômes de
névrose). L’idée d’une curieuse proximité entre la situation du pécheur et celle du névrosé s’impose
avec une certaine force devant l’attitude de ces malades qui, sachant ce qu’ils devraient faire et se
sentant capables de le faire, persistent néanmoins dans leurs habitudes anormales ou vicieuses. Il y a
dans le comportement de ces êtres quelque chose qui rappelle beaucoup la conduite du pécheur endu-
rci”. Esta relación entre moral y neurosis, en el fondo, además de en Adler, estaba presente en Freud,
para quien detrás de los síntomas neuróticos habría un conflicto inconsciente entre un deseo inmoral y
el yo con sus ideales morales, situación que en Freud servía para desacreditar a la moral cristiano-
occidental. Sin embargo, el psicoanalista católico Igor Caruso, en su primera etapa intelectual, inver-
tía el argumento de Freud, vislumbrando detrás de este conflicto la sombra de la soberbia; Cfr. I.
Caruso, Análisis psíquico y síntesis existencial, Herder, Barcelona, 1958.
80
Ciertamente, el tipo de carácter neurótico descripto por la escuela adleriana y recogido por Allers
existe y hay en él implicados desórdenes morales, a veces más y a veces menos graves, y muchas
estructuras inconscientes viciosas de automanipulación, a tal punto que se las podría llamar neurosis
ethógenas, que sólo pueden sanarse radicalmente llegando a las raíces de los vicios, defectos e imper-
fecciones enquistados en la personalidad. Este tipo de etiología pueden encontrarse con frecuencia en
ambientes morales y espirituales sofisticados. Sin embargo, no debemos apresurarnos a considerar
que todo síntoma que pudiera calificarse de psicógeno tenga un origen próximamente ni exlusivamen-
te moral, a no ser en un sentido muy amplio. No haríamos así justicia a la complejidad del ser hu-
mano. Aunque según Freud y Adler no hay una predisposición orgánica específica para las neurosis,
Janet, Kretschmer, Schneider y Frankl, por mencionar unos cuantos clásicos, ya señalaban, y hoy
tenemos de ello bastante evidencia científica, que gran parte de las neurosis no son puramente psicó-
genas sino que tienen como origen un problema constitucional (una “constitución psicopática” se la
llamaba entonces) que predispone a tener ese tipo de sintomatología ante algún detonante vivencial,
que por supuesto puede tener un ingrediente moral (“reacciones anormales a eventos”, las llamaba
Schneider). Hoy la neurosis como categoría nosológica única y unívoca tiende a desaparecer de los
tratados de psicopatología. Cada uno de estos trastornos tiene unas bases orgánicas y unas circunstan-
cias psicosociales activantes diferentes que requieren un diagnóstico y un tratamiento específicos.
76 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
Aunque hay discusión sobre las bases biológicas de las fobias (que parecen suficientemente explica-
bles por los factores relativos al aprendizaje), e incluso de los trastornos disociativos (en los que el
factor traumático sigue teniéndose por importante), pocas dudas caben sobre la base fuertemente
orgánica de los trastornos obsesivo-compulsivos; Cfr. J. A. Cruzado Rodríguez, “Trastorno obsesivo-
compulsivo y trastornos relacionados”, en V. E. Caballo / I. C. Salazar / J. A. Carrobles (dirs.), Ma-
nual de psicopatología y trastornos psicológicos, 2ª edición, Pirámide, Madrid, 2016, pp. 260-265.
Pero, con mucha frecuencia, el desequilibrio orgánico que predispone a estos trastornos, si se detecta
a tiempo, se puede compensar mediante una educación integral de la personalidad que debería tener
en cuenta esas disposiciones; cfr. V. E. Frankl, Teoría y terapia de las neurosis, Gredos, Madrid,
1964: “La base psicopático-constitucional de las neurosis es, por lo tanto, perfectamente compensable
(pedagógica y terapéuticamente). Como que la neurosis no es otra cosa quizá que un ‘fenómeno de
descompensación’, la descompensación de una ‘constitución insuficiente’”. Esta compensación peda-
gógica o terapéutica, en la medida en que consiste en una integración armónica de las disposiciones
en el contexto de la organización total de la personalidad, no puede sino tener una dimensión ética y
espiritual decisiva, como la tienen los eventos humanos que activan a veces los síntomas neuróticos.
Con mucha frecuencia, además, hay un complejo entrecruzamiento entre el terreno de la predisposi-
ción psicosomática y el terreno moral-espiritual, debido a la unión sustancial del ser humano y a la
orientación natural de lo psico-vital a integrarse con lo psico-espiritual, por eso siempre es deseable
que la terapia tengo una dimensión moral y espiritual, y no sólo puramente técnica. Es lo que, con los
conocimientos médicos de su tiempo, hace san Juan de la Cruz al tener en cuenta las interacciones
entre melancolía y noche oscura.
81
R. Allers, “Aridité symptôme et aridité stade”, p. 132. Evidentemente, Allers admite que una
persona neurótica pueda, estando previamente en ese estado, ser transformada por la gracia, por lo
cual la purificación tendrá características peculiares por estar mezclado con ella el carácter y los
síntomas neuróticos.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 77
82
R. Allers, “Aridité symptôme et aridité stade”, pp. 133-134.
78 MARTÍN F. ECHAVARRÍA
83
R. Allers, “Aridité symptôme et aridité stade”, pp. 149-150.
84
R. Allers, “Aridité symptôme et aridité stade”, p. 149: “Entre la névrose et les phénomenes de la
vie intérieure, il y a pourtant de très grandes différences. On les découvre quand on considère non pas
des états isolés, mais le cours de toute une vie. Il n’y a pas d’enrichissement dans la névrose, elle
n’est jamais en soi une étape d’un mouvement progressif, le temps qu’elle dure est presque absolu-
ment perdu. Personne ne profite du fait d’avoir passé par une névrose; guéri, le sujet aura peut-être
acquis certaines connaissances de la nature humaine et il aura une notion plus exacte de sa propre
personnalité, mais il aurait pu acquérir cette connaissance à meilleur compte, sans passer par la
névrose. Les stades de la vie intérieure, pour anormaux qu’ils puissent paraître, aboutissent à un
progrès réel”.
85
R. Allers, Naturaleza y educación del carácter, Labor, Barcelona, 1950, p. 311.
ACTUALIDAD DE LA PSICOLOGÍA DE LA PURIFICACIÓN DE SAN JUAN DE LA CRUZ 79
7. Conclusión