Sofía Cifuentes es una estudiante de comunicación en la Universidad
Externado. Durante su adolescencia vivió diferentes experiencias a raíz de un diagnóstico de depresión y ansiedad, lo que desencadenó que a su corta edad fuera internada en un centro profesional de psiquiatría. A pesar de ser una experiencia que en muchos casos puede resultar traumática, en su caso, fue de gran ayuda. Gracias a ese lugar aprendió a manejar los momentos de dificultad y así mismo, la capacitó para saber cómo apoyar a jóvenes que se encuentran en su misma situación. Se evidencia en su manera de hablar y expresarse que es un tema del cuál le cuesta hablar, empieza a recordar cómo fue que todo comenzó, las primeras veces que la tristeza parecía ser parte de su cotidianidad. “Toda la vida sufrí de baja autoestima, pero jamás lo vi cómo un problema trascendente, pues creí que era algo normal y que en algún momento iba a aprender a vivir con eso” Cuando cumplió 15 años, parecía que su condición empeoraba y preocupada decidió buscar ayuda profesional, inicialmente con una psicóloga. Llevó su proceso por mas de dos años, deciden suministrarle medicamentos debido a que encontraron que sus trastornos eran consecuencia de una alteración hormonal y química que había sido respaldada por su entorno. Desde el momento en que la medicaron pudo evidenciar los cambios en su cuerpo y estado de ánimo, desde cosas simples como dormir toda la noche y terminar el plato de comida; esta sensación trajo tranquilidad a su vida y le dio la esperanza de que todo acabaría muy pronto. Sofía fue muy juiciosa con su tratamiento, pero su cuerpo se acostumbró a la medicación. Ya no producía los mismos efectos. Deciden aumentar la dosis de todos los medicamentos y poco a poco el cuerpo de Sofía se volvió dependiente de estos; no sentía que mejorara, por el contrario, si pasaba al menos un día sin medicarse notaba una recaída significante. “Una vez salí de afán para el colegio y olvidé mis medicamentos, era la primera vez que me pasaba, llegué a pensar que por solo una vez no me ocurriría nada, pero me equivoqué; ese día los ataques de ansiedad fueron peores que, al principio, y no hallaba la manera de calmarme, sentía que todos mis músculos se tensionaban y no podía respirar, llegué al punto de pensar que podía morir, y me tocó llamar a mi mamá para que me llevara los medicamentos.” La impotencia se apoderaba de ella y de su familia. Nada podía calmar su dolor y recurrió a lo que la mayoría de los pacientes con estas condiciones hace, quiso encontrar una especie de nivelación a su dolor emocional con dolor físico. Por esto empieza a autolesionarse, en consecuencia, tuvo que recurrir de nuevo a un profesional. El tratamiento funcionó y finalmente habían logrado suministrar la dosis mínima de antibióticos y terapias. Pocos meses después a su aparente evolución, se enfrenta a uno de los momentos más duros de su vida, uno de sus amigos más cercanos, que aparentemente la estaba acompañando en todo su proceso, abusa sexual, física y psicológicamente de ella. - Mami, ¿qué tan mala persona he sido para merecer esto? - Tú no tienes la culpa de nada. Vamos a encontrar la manera de superar esto juntas. Causa una recaída en su salud, generando una visión distorsionada de su valor como mujer y sintiendo que era una carga para los que la rodeaban, todo esto hasta el punto de que decide que lo mejor es terminar con su vida. Damaris, madre de Sofía, recuerda ese momento preciso en el que entró al baño y la vio. Tan pequeña e indefensa. “Era casi como una muñequita de trapo. No se sostenía por si misma y no respondía a ninguno de mis llamados”.
El 18 de septiembre de 2019 aproximadamente a las 7:40 de la noche Sofía
recurre a su pastillero y se toma todas las medicinas que tenía, esperando no volver a despertar; para su fortuna su madre llega en el momento preciso, la lleva rápidamente de urgencias y le hacen una limpieza para desintoxicarla. Los médicos deciden que la mejor opción es internarla en un centro psiquiátrico, y así fue, el 22 de septiembre del mismo año es internada en la clínica Monserrat, lugar en el que pasa los siguientes 4 meses de su vida. - No quiero estar en este lugar. Hermana, sácame de aquí por favor. - Solo debes aguantar un poco Sofi, esto pasará en algún momento, recuerda. Todo llega y todo pasa. La respuesta de su hermana era lo único que la mantenía con la esperanza de salir pronto de este horrible lugar. Donde cada persona que entraba parecía tener su propio mundo. Lo único que Sofía escuchaba retumbar en su cabeza, era la voz de su hermana diciendo, “Todo llega y todo pasa”. “Vi cosas espantosas en ese lugar, tenía una enfermera 24/7 que vigilaba cada cosa que hacía, incluso mientras dormía o iba al baño, era realmente perturbador, pero en este lugar también conocí personas con problemas mucho más avanzados y fue allí donde me di cuenta de que luchar por mi vida valía la pena” Tres meses después le dieron de alta, siguió con su tratamiento y fue mejorando gradualmente. Esta experiencia cambió completamente su forma de pensar, y justo después de graduarse del colegio buscó la manera de cumplir la promesa que se había hecho al salir de la clínica, que era ayudar a jóvenes como ella.