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Generación

del 98
Colonias españolas en 1898
¿Qué provoca la pérdida de las colonias?
1. Los españoles vuelven la vista sobre sí mismos,
humillados y derrotados.
2. Se ponen de manifiesto los males del país: un
sistema político corrupto (caciquismo),
concentración de la riqueza en manos de unos
pocos (oligarquía), desarrollo industrial escaso,
pobreza e incapacidad del sistema para
responder a las demandas sociales capitaneadas
por la izquierda.
3. Mayor desgaste por la Guerra de Marruecos
que cada vez reportaba más bajas y gastos.
Características
1. Compromiso con la regeneración de
España.
2. Angustia ante el paso del tiempo y la
muerte.
3. Inquietudes religiosas, relación
compleja con Dios.
4. Interés por las personas anónimas y las
tradiciones del pueblo (intrahistoria).
5. Moral dura basada en el sacrificio y la
resistencia.
6. Huida de la ciudad industrial para
refugiarse en los pueblos y paisajes de
Castilla.
7. Lenguaje sencillo y directo.
8. Preferencia por la novela y el ensayo.
Procesión de la muerte, José Gutiérrez Solana
Procesión en Ávila, José Gutiérrez Solana
Corrida de toros
en Sepúlveda,
José Gutiérrez
Solana.
Miguel de Unamuno
(1864-1936)

o Nace en Bilbao, aunque vivió casi toda su


vida en Salamanca donde llegó a ser rector
de la universidad.

o Destacan entre sus ensayos En torno al


casticismo donde desarrolla el concepto de
intrahistoria; Vida de Don Quijote y Sancho
en la que defiende el espíritu idealista
español frente al racionalismo europeo.
La nivola
o Unamuno renovó la novela española concibiéndola
como un instrumento para expresar sus ideas
filosóficas y no como un género para contar una
historia. Denominó al nuevo género como nivola.

o La más importante es Niebla, en la que su


protagonista Augusto Pérez descubre que es un
personaje de ficción y llega a hablar con su creador,
es decir, el propio Unamuno.
«Y esta mi vida, ¿es novela, es nivola o qué es? Todo esto que me
pasa y que les pasa a los que me rodean, ¿es realidad o es ficción?
¿No es acaso todo esto un sueño de Dios o de quien sea, que se
desvanecerá en cuanto Él despierte, y por eso le rezamos y elevamos
a Él cánticos e himnos, para adormecerle, para cunar su sueño? ¿No
es acaso la liturgia toda de todas las religiones un modo de brezar el
sueño de Dios y que no despierte y deje de soñarnos?»

Niebla, Miguel de Unamuno.


José Martínez Ruíz «Azorín»
(1837-1967)

o Destacó como periodista y autor de ensayos,


entre los que destaca Castilla, en los que intenta
establecer el carácter del español a partir de una
interpretación personal del paisaje castellano y
de personajes de la tradición literaria, como don
Quijote.

o Es el inventor del término “Generación del 98”


Antonio Machado
(1875-1939)

o Antonio Machado nace en Sevilla, aunque con ocho


años se traslada a Madrid. En 1907 se establece en
Soria como profesor de francés. Allí se casa con una
joven, Leonor Izquierdo, que fallece tres años
después, sumiendo al poeta en una enorme
melancolía. La Guerra Civil le empuja a exiliarse en
Francia, donde morirá en febrero de 1939.

o Campos de Castilla: Se combina la preocupación


política (el poeta expresa su preocupación por
España, busca las causas de nuestro atraso y critica
las actitudes que considera negativas) con la
preocupación religiosa y existencial (muerte de
Leonor, enfrentamiento con Dios).
En torno al casticismo, Miguel de Unamuno.
¡Ancha es Castilla! Y ¡qué hermosa la tristeza reposada de ese
mar petrificado y lleno de cielo! Es un paisaje uniforme y
monótono en sus contrastes de y sombra, en sus tintas
disociadas y pobres en matices. Las tierras se presentan como
en inmensa plancha de mosaico de pobrísima variedad, sobre el
que se extiende el azul intensísimo del cielo. Faltan suaves
transiciones, ni hay otra continuidad armónica que la de la
llanura inmensa y el azul compacto la cubre e ilumina. No
despierta este paisaje sentimientos voluptuosos de alegría de
vivir, sugiere sensaciones de comodidad y holgura
concupiscibles: no es un campo verde y graso en que den ganas
de revolcarse, ni hay repliegues de tierra llamen como un nido.
[...]. Siempre que contemplo la llanura castellana recuerdo dos
cuadros. Es el uno un campo escueto, seco y caliente, bajo un
cielo intenso, en que llena largo espacio inmensa
muchedumbre de moros arrodillados, con las espingardas en el
suelo, hundidas las cabezas entre las manos apoyadas en tierra,
y al frente de ellos, de pie, un caudillo tostado, con los brazos
tensos al azul infinito y la vista perdida en él como diciendo:
«¡Sólo Dios es Dios!» En el otro cuadro se presentaban en el
inmenso páramo muerto, a la luz derretida del crepúsculo, un
cardo quebrando la imponente monotonía en el primer
término, y en lontananza las siluetas de Don Quijote y Sancho
sobre el cielo agonizante.

«Sólo Dios es Dios, la vida es sueño y que el sol no se ponga en


mis dominios», se recuerda contemplando estas llanuras.
Por tierras de España, Antonio Machado

El hombre de estos campos que incendia los pinares Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
y su despojo aguarda como botín de guerra, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
antaño hubo raido los negros encinares, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
talado los robustos robledos de la sierra. esclava de los siete pecados capitales.

Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares; Los ojos siempre turbios de envidia ó de tristeza
la tempestad llevarse los limos de la tierra guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
por los sagrados ríos hacia los anchos mares; ni para su infortunio ni goza su riqueza;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra. le hieren y acongojan fortuna y malandanza.

Es hijo de una estirpe de rudos caminantes, El numen de estos campos es sanguinario y fiero;
pastores que conducen sus hordas de merinos al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes veréis agigantarse la forma de un arquero,
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos. la forma de un inmenso centauro flechador.

Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto, Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas -no fue por estos campos el bíblico jardín-
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto son tierras para el águila, un trozo de planeta
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas. por donde cruza errante la sombra de Caín.
La ruta de don Quijote, “Azorín”.

Llevamos ya una hora caminando a lomos de rocines infames; las


colinas, los oteros y los recuestos se suceden unos a otros, siempre
iguales, siempre los mismos, en un suave oleaje infinito; reina un denso
silencio; allá a lo lejos, entre la fronda terrena y negra, brillan, refulgen,
irradian las paredes nítidas de una casa; un águila se mece sobre
nosotros blandamente; se oye, de tarde en tarde, el abaniqueo súbito
y ruidoso de una perdiz que salta. Y la senda, la borrosa senda que
nosotros seguimos, desaparece, aparece, torna a esfumarse. Y
nosotros marchamos lentamente, parándonos, tornando a caminar
buscando el escondido caminejo perdido entre lentiscos, chaparros y
atochares.
—Estas sendas —me dice el guía— son sendas perdiceras, y hay que
sacarlas por conjetura.
Otro largo rato ha transcurrido. El paisaje se hace más amplio, se
dilata, se pierde en una sucesión inacabable de altibajos plomizos. Hay
en esta campiña bravía, salvaje, nunca rota, una fuerza, una
hosquedad, una dureza, una autoridad indómita que nos hace pensar
en los conquistadores, en los guerreros, en los místicos, en las almas,
en fin, solitarias y alucinadas, tremendas, de los tiempos lejanos.

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