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17 – Antiguos funcionarios del Tawantinsuyu (yanankuna kamayoq) convertidos en


“yanacona” de los invasores y la adquisición de nuevos valores éticos

Publicada en 2020b 2da. Versión. La 1ra. En 2014b.

Eusebio Manga Quispe 1*


“Yachayninchis wiñarinanpaq”
“Investigador independiente”
eumanquis@gmail.com
“[…]“ y anaconas”] es de peor condición que un esclavo, porque si a un esclavo su amo lo da mala vida, ruega a otro que
lo compre, y como su amo lo pueda vender, vendiéndolo, sale del trabajo que tiene; ...]por cédula... se han obligado á
servilles toda su vida... como acá dicen, paresce manifiestamente ser de peor condición que esclavos” “cuando hubo
levantamientos (lo de Vilcabamba) el gobernador Pizarro dio licencia para marcarlos a fuego “dio licencia para que se
hiciesen esclavos en algunas partes, y así se herraron …“pues dan sus tierras y sus haciendas é sirven con sus personas, no
sean hechos esclavos, pues no hay por qué” (Fray Vicente Valverde [s/f. ¿1539?] 1865: pp. 92 - 137). La aclaración en
corchete y en negrita nos corresponde.
“No entiendo vuestro fin ...; como os viene el pujamiento de vuestra codicia. Somos gente vencida y rendida y, vuestro
Dios y los nuestros nos han desamparado… no me podéis negar que no vivimos agora más bárbaros que en tiempo de
nuestros Ingas”. Pedro de Quiroga ([1563] 2009 p. 462).

(el autor escribe en nombre de tres órdenes mendicantes): [A] V. Alteza, por amor a Jesucristo, lo remedie y no permita que
de aquí en adelante sean tan agraviados y maltratados los indios, porque no vuelva Dios la vara de su furor sobre
España[...]” Fray Bartolomé de Vega ([1562] 1896: p. 127).

“[…] nosotros cristianos habemos de ser de aquestas indianas gentes juzgados”. (Las Casas ([1566].1958): Tomo 106, Cap.
CCLIX, p. 421).

SUMARIO

Los polémicos “servicios gratuitos” utilizados en la “conquista”, se definen como un invento de los
españoles, como parte del sistema de producción que impusieron. En la primera fase [1532 a 1559],
Francisco Pizarro esclavizó a los “servidores” que estaban fuera de sus comunidades base como fueron los
“yanankuna kamayoq” [mal llamados yanaconas] y los “mitimaes”. Estos servidores en esta fase se
convirtieron en colaboradores de los “invasores” en calidad de “criados”, “mayordomos” y fueron los que
reemplazaron a los antiguos líderes de las comunidades que fueron los primigenios “kurajkakuna”. Estos
servidores, con el tiempo adquirieron los supuestos valores occidentales, convirtiéndose en un problema
tanto para los nativos como para los españoles.

Palabras clave: Perú, Incas, “anacona” [yanacona], Esclavos, Yanankuna kamayoq, Turnos (mit’a), Tributos en
especies, Valores occidentales, Valores andinos.

ABSTRACT

The controversial "free services" used by the "conquerors" are defined as a necessary consequenceof the
production system that the Spaniards imposed. In the first phase [1532 to 1559], the invaders turned
the"yanankuna kamayoq" into trusted "servants", a kind of "public servants" of the Tawantinsuyu, who

1
Profesor en Historia y Geografía por la Universidad de San Antonio Abad del Cusco, Estudios de Antropología por la
misma Universidad. En España incorporado como Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla.
Profesor Catedrático en Ciencias Sociales en la Comunidad de Andalucía y Valenciana (España), impartiendo la
docencia en Institutos de Formación Profesional y Bachillerato. Dedico este ensayo a mi madre Melchora Quispe
Llallikuna, natural de Huayllabamba, de dedicación curandera y partera, que supo mantener su identidad intacta
utilizando el runa simi de sus antepasados y manteniendo orgullosamente la vestimenta nativa que le correspondía
según su procedencia (valle sagrado de los Ingas). Agradezco al Antropólogo Salvador Palomino por su atenta lectura al
manuscrito y sus observaciones a algunos términos del quechua; a Diego Carrión Robles por sus acertadas
observaciones. Mi reconocimiento a la paciencia de mi compañera de alegrías María Antonieta Robles Rivas, que sabe
soportar mis frecuentes ausencias a upamarca (mundo de los mudos y sordos). eumanquis@gmail.com
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werecatalogued as the "yanaconas". In this phase, they became collaborators of the "invaders" as "butlers"
orforemen replacing the former leaders of the communities ("kurajkakuna"). These collaborators
eventuallyacquired the Western alleged values, becoming a problem for both natives and Spaniards. This
new version ofslaves of the New World were worse off than the slaves of the Old World. These new slaves
were thecomponents of agricultural production communities called the “jatun runakuna” which represented a
“familyunit”. These communities were handed over to encomenderos as a private good.

Keywords: Peru, Incas, yanaconas [yanaconas], "slavery", "mitayoq" (tax in gold).

INTRODUCCIÓN

Los Yanankuna Kamayoq funcionariado conformado por los hijos de los principales (Manga,
2022a, 3ra. Versión) y los mitimaes que se hallaban fuera de sus comunidades en actos de servicios
al estado político del Tawantinsuyu fueron raptados por los invasores para tratarlos como sus
anaconas o yananconas o “criados perpetuos” en algunos casos equivalente a esclavos y en otros a
“servidores de confianza”. Esta clase de servicios en el mundo andino fueron inexistentes, más bien
correspondían a patrones organizativos que traían los invasores. Estos servidores fueron
reconocidos con el polémico término yanacona, que fue aprovechado por algunos historiadores
hispanistas para sostener la existencia de esclavos en el tiempo del gobierno de los Ingas. Ideas
manifiestas en algunos ensayos escritos acerca de los modos de producción que pudieran haber
tenido en el Tawantinsuyu (al que denominan el “imperio de los Incas” sin ninguna argumentación)
de donde surgen la: economía esclavista, feudal y otras “istas” del lado asiático y otras variantes.
Estas conjeturas los hallamos en una recopilación que recoge esta variedad de “modos de
producción para la organización del supuesto imperio Inca (Recopilado en Espinoza Soriano, 1985).

Para ubicar en su contexto la producción y la distribución económica en el Tawantinsuyu y el


reparto del trabajo, en principio tendríamos que aclarar, si efectivamente existieron los “esclavos”
en el mundo andino, en un contexto donde no se utilizaba el comercio y, por tanto, no existía
ningún símbolo de intercambio (dinero). Y tener en cuenta que el tejido social estaba organizado
en comunidades y no individualmente, y finalmente debemos tener claro el sistema de tributación
que los nativos tenían para el sostenimiento del Estado-político. Y esta clase de trabajos, solamente
se puede realizar, haciendo intervenir a la Etnohistoria.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que los actores de la “conquista” del Tawantinsuyu venían
con 40 años de experiencia realizados en el nuevo mundo (Mejico, Centro América, Islas Caribe),
entre los que se hallaba un encomendero de Panamá que fue Francisco Pizarro Márquez.

Los invasores en el mundo andino, para denominar a los “esclavizados” utilizaron distintas
nomenclaturas como: “mis criados perpetuos”, “mis indios”, “mis yanaconas”. Yanaconas es una
corrupción del vocablo Yanankuna que se trataba de un personal al servicio del Estado (una
suerte de “funcionarios”) (Manga, (2021b, 2da. Versión), el vacablo yana como adjetivo, en el
idioma quechua, señala al color negro, este término se pluraliza con la terminación kuna lo que le
convierte en “los negros”, significado que fue relacionado con la raza negra y, a la vez, empleado
como un calificativo para identificar a los “esclavos”. La palabra quechua que identificó a los
“servidores” que actuaban fuera de las organizaciones comunales (ayllu y saya -conjunto de ayllus)
en las distintas etnias que conformaban el Tawantinsuyu.

El término “yanacona” aparece por primera vez en los escritos de Pedro Cieza de León quien
para señalar a unos servidores que estaban fuera de sus “unidades de producción” utiliza el término
“anaconas” y estos eran los que se dedicaban a cultivar las tierras particulares del Inga, tierras
que se denominaban como los “ayllukuna reales o panaka” (comunidades que cada Inga fundaba
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para sí y sus familiares – En esta civilización no se heredaba los palacios de los gobernantes
anteriores).

Así, el vocablo que definía a estos servidores surge escrito como “anacona” y este personal
aparece relacionado al cultivo de las tierras particulares de los Ingakuna, esta noticia surge, cuando
Cieza de León narraba la procedencia de los alimentos para la gente de guerra, productos
alimentarios que eran almacenados con anticipación como producto de las cosechas habidas de las
tierras del estado (mal identificados por los cronistas como tierras del Inga), estos productos eran
entregados a las autoridades estatales para rellenar los silos o qul'qakuna y, cuando no había
guerras, estos alimentos los gastaban y comían los “pobres” [término que debe entenderse dentro de
la estructura andina y valores Andinos], siguiendo con esta noticia, el propio Cieza de León aclara
que los Ingas [la élite y sus parientes] no gastaban para su alimentación particular de estos
almacenes estatales y, aquí hallamos un comentario particular e interesante del autor:

“[…] porque estando los reyes en el Cuzco ellos tenían sus anaconas que es nombre de
criado perpetuo y tantos que bastaban a labrar sus heredades y sus casas [...]” (Cieza,
[1553] 1985: Cap. XVIII, p. 76). Las aclaraciones en negrita nos corresponden.

Aquí Pedro Cieza de León, habla única y exclusivamente de los servidores que el Inga utilizaba en
la labranza y el cultivo de los terrenos (particulares del Inga) y que eran conocidos también con el
nombre de “ayllus reales” y por otro nombre tierras de la “panaka” [hermandad por línea materna].
Por tanto, el término “perpetuo” se manifiesta como una opinión propia y particular del autor, de
acuerdo a su ethos cultural, por otra parte, esta supuesta perpetuidad no se halla en ninguna
documentación. Pedro Cieza de León, en otro informe suyo redactado entre 1540 y 1550, al
referirse a este mismo personal (yanaconas), informa que acudieron a Potosí (para la explotación de
las minas) usando la libertad que usaban para moverse dentro del Estado andino.

“[…] grandes cuadrillas de anaconas, que se entiende ser indios libres que podían servir
a quien fuese su voluntad” (Cieza, [1553] 1984: Cap.CX, p. 377).

En este nuevo apunte, los supuestos “criados perpetuos” no aparecen como tales, debido a que
pueden decidir libremente a que dedicarse y a quién servir. Este personal en tiempo de la
administración Inca, estaban bajo la tutela de los gobernadores nativos, llamados los Tuqrikuq.

Por su parte, los invasores no tuvieron límites para justificar o inventar “criados perpetuos” o
esclavos, y no dudaron en recurrir a ideólogos como Aristóteles, nacido el año 384 a. C. (en teoría
un infiel y pagano para las mentalidades cristianas), para “legitimar” en la cultura cristiana la
división de los hombres en “civilizados” y bárbaros, en amos y esclavos, en señores y servidores, de
acuerdo a los antiguos cánones del mundo Griego. Haciendo, a su vez, intervenir que la
servidumbre era una consecuencia del lugar donde uno había nacido, influido por el clima, regiones,
el cielo que lo rodea, etc. Y el teólogo Ginés de Sepúlveda “conspicuo defensor de la guerra justa” y
quien “diferenciaba a los humanos por su religión”, en la Junta de Valladolid, cree que es más
provechoso que los “indios” entreguen oro y plata a cambio de virtud, humanidad y la verdadera
religión (Zavala 1993, pp. 56, 68). Estas posturas solo pueden entenderse en civilizaciones que
aceptan la dominación de unos seres a otros seres, utilizando la superioridad de las armas, o creerse
que están en posesión de la verdad y tener el supuesto y verdadero dios, lo que les permitía
convertir a los otros, en “humanos” de menor categoría que solo se utilizaban para servir a los
otros, surgiendo así la esclavitud como un modo de dominación irracional avalado por ciertas
religiones.
El presente ensayo, a priori, nos presenta y define la incomunicación que existía entre las dos
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civilizaciones (del viejo y nuevo mundo), los unos en la creencia de poseer al dios verdadero y, por
tanto, con licencia para destruir y adueñarse de vidas y haciendas y los otros conspicuos creyentes
en los dioses del nuevo mundo que se hicieron engañar con los “invasores” con las mentiras,
aprendidas en sus experiencias en Mejico y otros lugares y se presentaron a los nativos del
Tawantinsuyu de que eran “enviados” o “hijos” de Viracocha (dios del altiplano).

Entrando en materia, el objetivo de este trabajo es discutir los intereses que movieron a los
españoles a quienes les gustaba llamarse así mismos como “cristianos” para inventarse a los
“esclavos”. Y, a su vez, poner en tapete que este personal que en tiempo del Tawantinsuyu formaba
parte de los funcionarios conformados por hijos de los señores principales, Estos como los
servidores de los “cristianos” fueron los primeros que adquirieron los “nuevos valores” que los
occidentales impusieron en el nuevo mundo.

1. Imposición de un sistema de producción bajo los cánones y valores de la civilización de


los “conquistadores”

Desde la perspectiva de los invasores fue una necesidad primordial el contar con los cuerpos de
“esclavos perpetuos” debido a que su sistema de organización social y de producción feudal
requería de esta clase de servicios, con el nombre de “siervos de la gleba”.

En la península ibérica los terrenos agrícolas en general estaban distribuidos, durante la época de
los tres primeros Austrias (1517 a 1621), del siguiente modo:

El 95% del suelo hispánico estaba en manos de los grandes de España “primos del rey” y
el clero (que sumaban 1,64%), y el 5% restante se repartía entre la clase media, formada por
eclesiásticos, ciudadanos judíos conversos, campesinos ricos (3,65%) y el 94,65% de los
habitantes, llamados clases modestas o humildes no tenían participación prácticamente en
el reparto de la tierra cultivable, salvo los pastos de los pueblos realengos de alta montaña,
poseídos en régimen comunal (Vicens Vives, (1982): volúmen II y III pp. 357 - 386; 24 a
49).

El 94,65% de habitantes (correspondiente a la clase de los “modestos o humildes”) que no tenían


participación en tierras cultivables, estos fueron la soldadesca de los llamados “conquistadores” y
los ideólogos que les dirigían llegaban al nuevo mundo solo para imponer lo que ellos conocían en
su “imperio”. Los “modestos o humildes”, que tanto envidiaban a sus “amos” en su reino,
pudieron conseguir en el nuevo mundo su sueño y superaron en maldad a sus patrones de la
península y como nuevos “conversos a la riqueza”, llevaron esta emulación hasta el paroxismo de
la propia locura, que no existen términos para catalogar el comportamiento que tuvieron estos
bárbaros occidentales con los nativos del nuevo mundo.

Las extralimitaciones ocurridas en la invasión dirigida por el encomendero de Panamá que fue
Francisco Pizarro y sus hermanos y socios, cuyo objetivo primordial fue imponer sin ninguna
regulación el aprovechamiento de una mano de obra gratuita para conseguir oro, en principio
“mercando” intercambiando con baratijas y con posteridad escarbando las tumbas de los nativos
luego inventándoles nuevas formas de tributar, en este caso en especies y finalmente exigir el
tributo en oro, enviándolos para este menester a las minas, utilizando como pretexto de que no
adoraban al dios de los cristianos o tenían costumbres distintas a los occidentales. Y, finalmente
adueñándose de las tierras del estado y la iglesia nativa para la crianza de ganado vacuno y
expulsando a los nativos a zonas de altura y poco productivas.
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Desde el principio la conquista [1532] estuvo definido por un panfleto u ordenanza llamado el
“requerimiento” que recalcaba que esos territorios del nuevo mundo habían sido donados por la
bula inter caetera del Papa Alejandro VI (1493), natural de Játiva (Valencia) a los reyes Católicos de
España. Las exigencias del “avasallamiento” estaban recogidos en dicho documento que los
invasores leían antes de avazallarlos y esclavizados. Fue un documento redactado a partir de las
leyes de Burgos, fruto de la primera Junta de Teólogos y Juristas, el 27 de diciembre de 1512, esta
fue la versión que el dominico Vicente de Valverde le leyó al Inga Atawallpa el 16 de noviembre de
1532 (hay otra versión posterior que corresponde a 1533). Apuntamos una síntesis de dicho
documento (1532):

“De parte de, Don Fernando, y de su hija, Doña Juana, reina de Castilla y León,
domadores de pueblos bárbaros, nosotros sus siervos, os...hacemos saber... por virtud de
la dicha donación y consintáis y deis lugar que estos padres religiosos os declaren y
prediquen lo susodicho [la Santa Fe cristiana]. Y si así no lo hicieseis […] os certifico
que con la ayuda de Dios [...] os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus
Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos
esclavos, y como tales los venderemos...y os tomaremos vuestros bienes y os haremos todos
los males y daños que pudiéramos”. (Texto íntegro en cualquier página de Internet).

Este mandato lo cumplieron los “invasores” occidentales con creces. Aunque hubo personajes
humanistas que lucharon contra esta barbarie, como Bartolomé de las Casas y otros, que exigieron
un trato más humano a los habitantes del nuevo mundo, consiguiendo al menos en teoría la
promulgación de las leyes nuevas de 1542 para darles a los nativos una consideración más humana
en lugar de convertirlos en esclavos2.

Pero, los encomenderos o nuevos señores feudales (versión nuevo mundo), en su obsesión por
poseer “servidores gratuitos” a perpetuidad y oro con el sudor de otros, no dudaron en cuestionar a
la propia metrópoli, por su intromisión en dar normas para como tratar a los nativos. Esta
intromisión de la metrópoli desembocó en guerras internas entre los partidarios del rey (con la
esperanza de recibir premios) y los otros por defender los repartos de la encomienda 3 a
perpetuidad.

Se hallan noticias que informan sobre la temprana esclavización de los nativos dirigidos por
Francisco Pizarro. Estas aparecen en una carta [1539] enviada por Fray Vicente Valverde al rey,
donde informa que el gobernador Francisco Pizarro dio licencia para marcar a fuego a un personal
que estaba fuera de sus lugares de origen y que se trataban de los Yanankuna kamayoq y los
mitimaes, quienes fueron marcados con hierro, como así aparece en el siguiente texto:

“[…] dio licencia para que se hiciesen esclavos en algunas partes, y ansí se herraron [...]”
(Valverde, Vicente Fray ([1539] 1865): p 112).

El sistema de la “encomienda” impuesto por los españoles en el nuevo mundo era conocido en la
península ibérica y se utilizó en la edad media castellana, siglo XIII, dando a los caballeros de las
2
Esclavo: Según terminología de Miguel de Cervantes “un infierno puesto en la tierra”. En el caso del mundo andino, fue peor que
el infierno. Había nativos que preferían morir quemados para ir al infierno, con tal de no estar al lado de estos bárbaros en la otra
vida.
3
Encomienda: El reparto de encomiendas en el mundo andino: lo hicieron cinco otorgantes de encomiendas “el Marqués Francisco
Pizarro [en dos ocasiones después de la ejecución de Atawallpa (1533 y en el Cusco 1540)], el Licenciado Vaca de Castro [reparto en
1542], el Presidente La Gasca [dos repartos en 1548 y 1550], el Virrey Marqués de Cañete [1556 - 1560 - a los distinguidos en
servicios al rey] y la Audiencia Real” ( Hampe 1979: p.. 76)..
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órdenes militares terrenos baldíos como recompensa a cambio de la defensa militar de las villas
contra los musulmanes. Esta institución en el nuevo mundo tuvo otras características, a diferencia
que en el viejo mundo, en el nuevo fue un reparto de territorios cultivados con sus propios
habitantes con jurisdicción civil y penal (juez y parte) cedidos por cédula de los gobernadores, con
la condición de adoctrinarlos en la nueva religión y “darles nuevas costumbres” y “valores”, a
cambio los encomenderos recibirían tributos [sin ninguna medida]. El sistema de tributación nativa
se cambió y se impuso la entrega de estos en especies (un sistema que no se utilizaba en el mundo
andino), por tanto, en principio la entrega de tributos era en productos que cultivaban o hacían los
nativos (comida, ropa), de las tierras del estodo, al adueñarse los españoles de estas tierras, seguían
entregando tributos, esta vez, de sus propias comunidades, pero luego se aumentaron a estos los
metales preciosos, lo que empujó a los encomendados a enviar a las minas a sus encomendados en
turnos “mitayoq”. Ante el maltrato que recibieron los nativos de parte de los encomenderos, como
solución, se nombraron a los corregidores [pagados por los propios nativos, quienes, a su vez,
impusieron el comercio forzado de mercancías, como un nuevo modo de enriquecerse] resultando
estos cargos (de corregidores) peor que el de los encomenderos, quienes exigían más tributos
repercutiendo en la vida de los nativos.

Las autoridades representantes de la metrópoli pese a doblegar a los levantiscos “encomenderos”


no tuvieron fuerza ni valor para aplicar las leyes nuevas de 1542, leyes que se quedaron únicamente
como retóricas teóricas “cantos al sol” que más que efectivas fueron simples argucias para
tranquilizar las consciencias pías, y el sistema siguió funcionando por los siglos de los siglos. Por
otra parte, la muerte de Bartolomé de las Casas en 1566 dejaba libre el camino a los defensores de
la “guerra justa” y la esclavización de los “vencidos” con el pretexto de darles una nueva religión y
llevarles la verdadera “civilización”, como así se discutió, por segunda vez, en la Junta de
Valladolid [1550-51].

La lectura del requerimiento” convirtió al estado-político gobernado por Atawallpa, solo en unos
minutos, en una nación de “esclavos” por no haber creído en el dios de los extranjeros y , de
inmediato, se convirtieron en porteadores, servidores personales y, en ocasiones, ayudantes de
confianza y carne de cañón en las contiendas contra los propios nativos o en las guerras entre los
mismos invasores por el reparto del botín u en sus exigencias ante su rey por la perpetuidad del
“esclavismo”.

2. Los servidores estatales (yanankuna kamayoq) andinos (una suerte de funcionarios) fueron
los primeros que se convirtieron en “criados” perpetuos y colaboracionistas de los invasores

La población que cayó en principio como esclavos o criados de confianza en las manos de los
“invasores” fueron el personal que pertenecía al cuerpo itinerante que actuaba a modo de
“funcionarios” y que se movían por todo el territorio del Tawantinsuyu. Este personal estaba fuera
de sus “unidades de producción agrícola” [ayllus y sayas] cumpliendo deberes tributarios estatales.
Estaba conformado por los yanankuna kamayoq (hijos de los principales autoridades) (Manga,
2015). Los yanankuna kamayoq estaban bajo el mando de autoridades estatales como fueron los
gobernadores o Toqrikuq y cumplían el servicio de ayuda técnica a los líderes locales como las
jefaturas de ayllukuna y sayakuna. Este personal actuaba como técnicos, en una proporción del 2%
como puede observarse en (Murra: [1964], 1975: pp. 225-242); (Manga, 2022a 3ra. versión).
También existía un segundo grupo de itinerantes conformado por los “mitimaes” que estaban
también fuera de sus “unidades de producción” (ayllu inmersos en sus respectivas sayakuna) que
actuaban al servicio directo del Estado y bajo el mando de los gobernadores como: cuerpos de
control y resguardo de fronteras, como “ampliadores de territorios”, y como “compensadores de la
dieta alimentaria de su ecosistema” que controlaban distintos espacios geográficos, como se
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aprecia en nuestros cuatro ensayos sobre los mitimaes (Manga, 2019 a,b,c y d). Aparte estaban
también los andinos obtenidos en las “guazábaras”, súbitas incursiones de los invasores para
asaltar y tomar prisioneros a mujeres y varones y convertirlos en “servidores gratuitos”, que
después el gobernador de los invasores les legitimaba con una cédula para luego entregarlos a los
encomenderos como un bien particular. Asunto este que, ratifica el funcionario Hernando Santillán
[1563-4], confirmando que los españoles sacaron sin orden alguno a los miembros de los ayllukuna
(comunidades base del sistema organizativo económico y social, dedicados a la agricultura), tanto a
hombres como a mujeres, para hacerlos “yanaconas” en cantidades desproporcionadas. El autor,
apunta que este personal de “yanaconas y mitimaes” en tiempo de los Ingas estaban compuestos por
los más preparados, como aquí se apunta:

“[,,,] era gente más principal y más política que había y mejores trabajadores; y así el
inga muchas veces sacaba dellos para poner por curacas [jefaturas de comunidad] en
muchas provincias, por ser hombres bastante entendidos”, dice además:

“Y también este orden corrompieron los españoles, porque todos se hicieron anaconas sin
orden ni límite, sino con grand exceso, tomando de los pueblos los indios y indias que
querían; y como no tenían cuenta en ellos, se les iban por ahí perdidos, y luego hacían
otros, y así se fueron extendiendo a que ya no hay ningunos que no tengan anaconas…
hay tantos de ellos como atun lunas [jatun runakuna agricultores componentes de los
ayllukuna y las sayakuna] (Santillán, [1563-4] 1968: p. 132). La aclaración en corchete nos
corresponden

Fray Domingo Santo Tomás dice: “se sirven dellos como de animales brutos y, aún peor;
que, al asno en castilla curanle [le curan] porque les costó ocho ducados y, les hara falta
si se les muere, y, el indio pobre nó, porque si se les muere no faltará otro hasta que se
vaia [vaya] a españa, el que los tiene en encomienda...” (Fray Domingo: Carta [1550],
como apéndice en Yaranga: 1995). Las aclaraciones en corchete nos corresponden.

“los indios encomendándose por cédula, si sus amos los tratan mal, como no los puedan
vender, y se han obligado á serville toda su vida por la cédula de encomienda como acá
dicen, paresce manifestamente ser de peor condición que esclavos.” Fray Vte. Valverde
([1539] 1865: pp. 108 y 110)

Por su parte Molina el almagrista clarifica que esta forma de hacerse con servidores particulares
esclavizados en el mundo andino, fue una costumbre que ya traían, de una experiencia anterior
(Mejico, Centro América y Caribe).

“[…] hizo repartimientos y los señaló a los españoles, dando por provincias […] unas lejos
y otras cerca, diciendo que los de cerca eran para servicio personal de la casa de cada
español y suya, y de aquí quedó esta pestilencia de servicio personal en estos reinos que
tan caro cuestan a los cuerpos y a las ánimas […] aunque la costumbre ya la traían de
Tierra Firme e islas y de Nicaragua y la Nueva España, donde tanto se usaba” [el servicio
personal). (Molina almagrista [1552]1968, p. 64)

Con relación al porcentaje de mitimaes en constante movimiento y por este hecho abandonaban sus
“unidades de producción base” para cumplir con las obligaciones estatales en las diferentes
funciones que tenían. Esta noticia aparece de un modo colateral en los apuntes de Polo de
Ondegardo ([1571]1872) quien observa que una parte de la población que él calculaba en un
tercio siempre se hallaba fuera de su lugar de residencia, ya que se iban por cuatro o cinco
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meses como mitimaes fuera de sus lugares para plantar y recoger las cosechas en otras latitudes y
alturas que estaban distantes a 60 leguas o más. Según el autor esta movilidad dificultaba el pago
de los tributos a los encomenderos y la contabilización de las visitas y revisitas que no coincidían
unas con otras. (Polo, [1571]1872: pp. 136 – 140).

En los informes sobre Chincha de Castro-Ortega [1558] se muestra esta combinación o


hermanamiento de dos zonas climatológicamente distintas, para que hubiese una particular amistad
e intercambio de productos alimentarios a través de la permuta de “mitimaes”, donde se aprecia el
traslado de la zona del Chinchaysuyu al Collasuyu, que en algunos casos, superaban los 1500
kilómetros (Lorandi/Rodriguez [2003] : p. 130).

Esta forma de servicios fuera del lugar de origen, fueron aprovechados por los españoles
para sus negocios del cultivo de las hojas de la coca (producto que lo popularizaron por los
efectos que producía en el rendimiento del trabajo y fue utilizado como ahorro en la alimentación 4
(que según Vicente Valverde llegó a precio de oro), aparte los nativos también fueron utilizados en
los trabajos de obrajes particulares de los encomenderos (confección de ropa para venderlos en
Potosí). Esta forma de servicio también les sirvió a los españoles para enviar a los nativos al
cuidado de ganado traído de Europa que ocupó las tierras más fértiles y empujó a los nativos a
territorios abruptos e incultivables en beneficio de estos ganados. Todos estos “servidores”, en la
primera fase de la invasión, pasaron a formar parte como bienes particulares de los invasores (desde
1532 hasta la llegada del virrey Francisco de Toledo).

En el presente ensayo, no vamos a incidir en la siguiente fase de la destrucción del Tawantinsuyu


(conquista espiritual) que fue peor que la primera fase (conquista temporal), la siguiente fase fue
realizado por el virrey Francisco de Toledo (1568 a 1582) y que duró el papel de los extirpadores
de idolatría hasta el siglo XVIII. En este ensayo, solo nos ceñiremos a la primera fase (1532 a
1568).

3. Crónicas e informes que, directa o indirectamente niegan la existencia de estos “servicios


gratuitos” en el tawantinsuyu, llamados de los “yanaconas”

En el lado de los nativos existían servidores de mando medio llamados Yanankuna kamayoq que
entrarían en la categoría de una “suerte de funcionarios” (técnicos, animadores sociales,
promotores, capacitadores, enseñantes etc.). Este personal itinerante estaba conformado por los
yanankuna kamayoq, un grupo escogido que las documentaciones que citamos afirman que estaban
formados por los hijos de los principales y que dependían de los gobernadores [Tuqrikuq]
(Manga, 2022A. 3ra. versión). Todo este personal los españoles los detuvieron como sus servidores
particulares. Con el reparto de estos servidores y el reparto de las comunidades de producción
(ayllukuna y sayakuna) en manos de varios encomenderos y el paso de las tierras del estado y la
iglesia nativa al poder de los encomenderos. Los componentes de las unidades de producción nativa
quedaron truncos o cercenados, en los repartos no se tuvo en cuenta que la unidad mayor de
producción que fue la saya estaba compuesto de dos unidades (urinsaya y janansaya) los primeros
conformados por los llaqtayos o los originarios del lugar y los segundos por los mitimaes (janan),
en el reparto de los encomenderos esta dualidad no se tuvo en cuenta (Manga, 2019d),

4
Alimentación a cargo del Estado. En toda tributación al Estado como cultivando tierras estatales, construcción de edificios
públicos, construcción de caminos, construcción de bancales o andenerías, el propio Estado se hacía cargo de la alimentación
utilizando los silos del Estado. La Iglesia nativa hacía lo propio. En la función de los mitimaes “ampliadores de territorios”
estos recibían durante dos años ayuda alimentaria del Estado, hasta que la plantación que habían realizado diera frutos. En las
primeras etapas los españoles tuvieron que hacerse cargo de la alimentación cuando enviaban a su personal a distancias largas
para trabajar las minas, aquí se dieron cuenta que comiendo coca, comían menos alimentación (menos gasto) pero menos tiempo
de vida para los nativos.
9

repercutiendo esta infausta reorganización de los invasores en la dieta alimentaria de los nativos,
quienes empezaron a disminuir catastróficamente, llegando al genocidio, con el nacimiento de los
nuevos “señoríos feudades” versión andina, llamados las “encomiendas”. Aparte estaban los
gobernantes regionales y la élite y la mayoría de la población un 97% estaba poblado por los
tributarios de las comunidades base, llamados los jatun runakuna (insertados en los ayllukuna y
éstos en las sayakuna) y divididos en el sector urin y el sector janan.

La no existencia de “esclavos” se manifiesta desde muy temprano en varias informaciones y una en


particular, requerida como pregunta desde la metrópoli y, que iremos anotando.

Así tenemos a Fray Vicente Valverde [quien leyó el requerimiento a Atawallpa]. Este autor en una
carta informe escrita desde el Cusco, fechada el 20 de marzo de 1539, a Carlos I de España comenta
en su nuevo papel de obispo y protector de los “indios” la situación de “estos servidores” itinerantes
(yanankuna kamayoq) que estaban conformados por mujeres y varones que se hallaban fuera de
sus lugares de origen y que reclamaban volver a sus emplazamientos de origen, quienes eran
detenidos y repartidos indebidamente por el gobernador (Pizarro) o sus oficiales. Vicente Valverde
desde el cargo que ostentaba recomienda al rey que se repartan a los Kuraqkakuna y sus
comunitarios (jatun runakuna) a los españoles, con el objeto de garantizar la continuidad del cobro
de los diezmos y tributos; pero le preocupa la situación de los que él llama “estravagantes”5 . (que se
refiere a los yanankuna kamayoq y en terminología de los invasores como los “yanaconas”

“que andan por la provincia como personas libres de un pueblo a otro […] [a éstos] no se
les debe quitar su libertad, sino que sirvan á quien bien les paresciere,…; y esto mesmo se
debe guardar en los indios é indias libres que de otras tierras estuvieren en esta provincia”
[p.109]. “Ansi mesmo indios é indias libres de otras provincias, que están en esta quieren
lo usar de su libertad en esta provincia y irse á sus tierras [comunidades], han venido á mi
á que los ampare en ella, é no he podido, porque los tenientes y justicias…, y me los han
sacado de entre manos encomendándolos por cédulas y quitándoles su libertad. Suplico á
V.M. No consienta semejantes cosas […] y pues dan sus tierras y sus haciendas é sirven
con sus personas, no sean hechos esclavos, pues no hay por qué”. (Valverde, ([1539]
1865: pp. 109 y 110). La aclaración en corchete y las negritas nos corresponde.

A este personal, conformado por mujeres y varones que estaban fuera de sus lugares de origen
(comunidades) en calidad de “yanankuna kamayoq” y en servicios específicos como ayudantes a
los sacerdotes nativos, sirviendo a las autoridades regionales en cuestiones técnicas, a quienes el
autor los identifica como los “estravagantes” y añade que eran los “yanaconas” que sirven a los
cristianos.

“[...] estravagantes que andan por los pueblos y por la provincia, ansi como yanaconas,
que llaman á los indios que sirven de mozos á los cristianos [...], el gobernador o sus
tenientes los pueden encomendar por una célula […] y se han obligado á servilles toda su
vida […] como aca dicen, paresce manifiestamente ser de peor condición que esclavos”
(Valverde [1539] 1865: p. 108). El resaltado en negrita nos corresponde.

Estos textos, sin lugar a dudas o titubeos, hace traslucir la existencia de un personal itinerante
integrado por ambos sexos, quienes pidieron la intervención del Obispo para abogar y garantizar la

5
Estravagantes: En el diccionario etimológico de Joan Corominas (1986), no hallamos el significado que le corresponde en la
época. Sin embargo. al parecer, este término fue utilizado en España, en los siglos XIV y XV para referirse a frailes o sacerdotes que
no tenían puesto fijo y se les utilizaba para cumplir reemplazos. En una de sus acepciones como Extravagante (con x) en el
diccionario de la Real Academia Española: Escribano que no era de número ni tenía asiento fijo en ningún pueblo, juzgado o tribunal.
10

vuelta a sus lugares de origen, que eran sus comunidades. Sin embargo, pese al cargo que tenía, no
pudo ayudarles en esta petición, según manifiesta en su carta.
También hallamos a otro autor, el Jesuita anónimo (¿Blas Valera?), que corrobora la existencia de
un personal especializado en todos los pueblos o llaqtakuna. Estos apuntes, según este autor los
consultó en los khipu (soporte de comunicación andina). Y dice que en todos los pueblos había
oficiales y maestros [kamayoq]. Entre estas hallamos la ley civil II:

“Que en todos los pueblos haya de todos oficios y oficiales y maestros [kamayoq], y si esto
no pudiera ser, que cada provincia tenga dentro de su territorio todo lo que hubieran
menester los que habitan en ella: aquí tejedores de lana, ahi de algodón, acullá plateros,
allí carpinteros, acullá los que hacen el tocado o calzado; y a este modo de los salineros,
carboneros, canteros, albañiles, etc.” (Jesuita anónimo [1594],1868: p. 178), la aclaración
en corchete nos corresponde.

El texto precedente nos está hablando de estos especialistas que estaban en todos los pueblos, al que
nosotros lo hemos identificado como los yanankuna kamayoq.

Por su parte, Waman Poma de Ayala amplía la existencia de estos servidores en el punto de: /Qve no
avía tribvto/. El autor se refiere a los tributos en especies o la entrega de oro que los españoles
implantaron y exigieron a los nativos, tributos a los que Waman Poma cataloga como “esclavitud”,
como “Agora dize tributario, quiere dezir esclabo”. Y dice:

“De cómo no pagaua tributo al Ynga ni a la Coya [Qoya: reina] ni a los señores
principales [qhapaq kuraqkakuna, saya kuraqkakuna], cino que dauan yndios de seruicio,
yndias en este rreyno ni a los capitanes ni a nenguna persona”. (Waman Poma [1615] 1987:
p. 338).

El texto de Waman Poma, en su difícil lenguaje, nos está indicando que ni el Inga ni la Qoya ni las
autoridades étnicas, que llama señores principales [qhapaq kuraqkakuna, saya kuraqkakuna] o los
capitanes (auqa kamayoq), no recibían tributos al estilo español. Pero, acepta con el término de
“tributo” la entrega de parte de las comunidades de un personal especialista al Estado. Waman
Poma esta entrega lo interpreta como “tributo” el papel de estos “servidores” (no olvidemos que
estamos hablando de un Estado que no utilizaba el símbolo dinero). Por otra parte, estos servidores
estaban exclusivamente a cargo de los gobernadores de zona. Refiriéndose a esta entregas de
especialistas entre los que estaban también los mitimaes, dice:

“De cada pueblo se obligaua el señor [qhapaq kuraqka o los saya kuraqka] y el cabildo [los
kuraqkakuna menores] de dar yndio mitimays estrangeros [se reconocía como extranjeros a
estos servidores en el lugar a donde iban] para todo el oficio y trauajos y para las demás
cosas dauan oficiales [yanankuna kamayoq] de metales de oro y plata, estaño y cobre,
yndios labradores y canteros, aluañi[l], ollero, carpintero, platero, pintores, bordadores y
sederos y cantores, flauteros, tanboreleros, múcicos, barberos, escriuanos, contadores,
farsantes, mayordomos, labradores, justicias, pontífises, saserdotes, uírgenes,
administradores, camareros y paxes, lacayos y orriones, alauarderos, capitanes generales”.
(Waman Poma, [1615] 1987: pp. 341 y 342). Las aclaraciones en corchete nos
corresponden.

En el texto precedente, el autor habla de dos clases de servidores unos aportados por las
autoridades locales al estado que se trataría de los “oficiales” con especialidad y por otro lado
estaban los “mitimaes”. Este texto corrobora la entrega de los especialistas de la comunidad al
11

servicio del estado. Aunque en la ciudad del Cusco estaban los yachaywasis (centros donde se
estudiaban oficios organizados por la propia administración del estado).
Lo que afirma Waman Poma es que ni el Inga ni la Qoya recibían como tributo especies, pero
considera como “tributo” el sistema de entrega de “mitimaes” y los “especialistas”; pero, queda
inconcluso a falta de no saber si unos iban al servicio directo de la Qoya y los otros al servicio del
Inga o se redistribuía este personal en los adoratorios (waka) y panaka (servicio y tierras del ayllu
real), servicios para las comunidades donde se adolecía de estos especialistas, como así
probablemente sucedía con los “yanankuna kamayoq”. En el caso de los “mitmakuna” (mitimaes)
no hay confusión, ya que bien sabemos las funciones que desempeñaban a cargo del propio Estado
y de su propia comunidad, aparte de los dedicados a las “ampliaciones territoriales”, al control de
pisos ecológicos” con el fin de “equilibrar la dieta alimentaria” (Manga, 2019a, b, c, d.).

Finalmente, la existencia o no, en tiempo de los Ingas, de estos servicios personales (“yanaconas”)
con la categoría de “criados perpetuos” se indagó preguntando desde la metrópoli [1571] a Polo de
Ondegardo. En la pregunta número 9: “Ynformaros si antiguamente avía seruicios personales, y de
qué manera [...]”. La respuesta de Polo de Ondegardo, fue que después de explicar la forma como
tributaban los nativos a base de pechadas (trabajos presenciales de cultivadores o recolectores) en
turnos que no estaban obligados a cantidad o tasación fija, sino dependiendo del número de
habitantes de cada comunidad, clase de terrenos y otros factores. Con relación a la pregunta, su
respuesta fue: “a lo que su magestad pregunta y tractar con estos indios si lo que dan es servicio
personal o no,

“[…] es negocio que no se entiende [...]” (Polo 1940: pp. 164 – 167).

El autor es incapaz de analizar este hecho, pese a la acuciosidad que este funcionario demostraba
en todos sus actos administrativos, su respuesta, en este caso, es contundente. Polo de Ondegardo
no encuentra datos, ni palabras para su información, sobre esta clase de “servidumbre” en el tiempo
de los Ingas, pero acepta entre líneas que existe un servicio, aunque no tiene visos de que sean
“servicios personales” sin más. La información de este funcionario, que fue encomendero en el alto
Perú, Alcalde, Corregidor de la ciudad del Cusco, sobre la no existencia de estos servicios
equivalentes a “esclavos”, sus apuntes son contundentes en su afirmación.

Por otra parte, tenemos a los informantes de Bartolomé de las Casas quienes dicen: “Que los
capitanes tenían esclavos, pero no era la servidumbre como lo que nosotros usamos [...]” (Casas,
[1552],1958): tomo 106, Cap. CCLVI, p. 412). Aquí el término “esclavos”, con el añadido del
comentario, “pero no era como nosotros usamos”, demuestra simplemente la falta de un término
apropiado para designar una función específica del mundo andino, los españoles quedaron
prisioneros de su ecosistema lingüístico. Esto simplemente demuestra la incomunicación de dos
civilizaciones que no tuvieron puntos de encuentro, absolutamente, en ningún aspecto.

Finalmente, Juan de Betanzos, refiriéndose a unas leyes y ordenanzas, dice:

“[…] entre ellos no se usaba tener esclavos con que tratasen y contratasen sino
servidores […]” (Betanzos, [1551], 1987: Cap. XXI, p. 109).

Pedro Cieza de León, como hemos indicado en la introducción del presente ensayo, muy
diáfanamente dice en sus informes apuntados entre 1540 y 1550, al referirse al personal libre que
no dependían de las comunidades, quienes acudieron para trabajar en las minas de Potosí ([1553]:
1984: Cap.CX, p. 377).
12

Por otro lado, tenemos la aportación de los antiguos diccionarios de la lengua que se hablaba en el
Tawantinsuyu o runa simi (quechua), donde no existen términos equivalentes o referidos a “criados
perpetuos” o “esclavos”. Aunque sí hallamos un vocablo para denominar a los “criados” nativos que
los españoles “inventaron” y están denominados como: yana; yana cuna, yana; yanakuna y
yanapakuj’, respectivamente en Fray Domingo, González Holguín y Antonio Ricardo; Torres
Rubio (p. 87; p. 465; p. 98; p. 132).

Desde la perspectiva nativa hallamos una palabra en quechua (chapaq) para designar el concepto de
“apropiarse de tierras baldías para repartirse”, que sería un término quechua para designar las
colonizaciones de tierras no ocupadas. Esta misma idea fue adaptada por los nativos para designar a
los esclavizadores o “encomenderos”, pero especificando que estos se repartieron las tierras y
pueblos, incluyendo a sus habitantes. Este nuevo término (runachapaq) readaptado a las nuevas
circunstancias aparece en las siguientes denominaciones: “Chapaqquey: mi encomendero, el que se
apodera de mí como si yo fuera baldío y no libre (p. 96). Encomendero de indios. Runachapak
runayok runapchapaqquen (Gonźalez, p. 502). En Antonio Ricardo “Encomendero de Indios:
Chapaj’ chapa’qey [1586]1970: p. 104). Sin embargo, el diccionario de Fray Domingo [1560] evita
poner el término “apropiarse”, en su lugar surgen otros sentidos como el “poseedor” o señor de
alguna cosa” y como llaqta chapaq, que traduce como abogado del pueblo (juridicción), como:
observar, espiar acechando con celada (emboscada). Para sintetizar estos significados utilizamos la
versión de Jan Szemiñski (2006: pp. 90 y 91).

Por otra parte, los nativos para identificar a los esclavos que llevaban los españoles de su reino,
utilizan otro término, que no precisamente es el “yana” o “yanacona, sino otro, como fue el
“rantisqa runa” (humano comprado). Cabe aclarar que este término “comprar” es una adaptación
forzada, ya que este vocablo ranti en la concepción andina equivale a trueque. El “dar en lugar
de...” (trueque), trocar, cambiar, permutar una cosa por otra” (G. Holguín, p. 312). En González
Holguín [1609]: En el mismo autor, en el sentido de comprar, aparece el Esclauo comprado.
Rantiscaruna -rantisqa runa- (p. 513). En Diego Torres Rubio [1619] no aparece el término esclavo,
pero sí otro: cautiuo comprado, rantisca (p. 130).

Finalmente, apuntamos que los diccionarios tempranos cumplieron la función de subvertir


significados auténticos, a fin de crear un nuevo diccionario quechua acorde a los intereses de los
españoles para adaptar el nuevo vocabulario a su ecosistema lingüístico y acorde al sistema de su
tejido social o simplemente desaparecer los vocablos que tenían que ver con la cosmovisión u otras
formas de “conquista” de los nativos evitando guerras (donde intervienen los conceptos duales urin
y janan) (Manga, 2019a y b). La aseveración que acabamos de manifestar se ratifica en el vocablo
hahuanchananchic (jawanchananchis) (Gonzáles, [1609]1989: p. 145), que actuaba en una acción
que realizaban los “mitimaes” como “ampliadores de territorios” [poner lo que estaba abajo en la
posición de arriba], que fue malinterpretado maliciosamente como un personal expulsado o
desterrado, término que tiene su específica grafía. Esta mal interpretación fue causa de haber
subvertido una de las funciones más importantes de los mitimaes, ver “Mitimaes sus clases y
funciones en (2019a).

Dicho todo lo precedente, el presente ensayo ha hecho traslucir en una interrelación holística, la
necesidad que tenían los españoles de contar con un cuerpo de “criados” para conseguir sus
intereses, a través del servicio de otros, que bien cumplieron esta función estos antiguos
funcionarios del Tawantinsuyu en su nuevo papel de “capataces” o “mayordomos” que
reemplazaron a los antiguos Kurajka de Ayllu (un primus inter pares), convirtiéndose en el lenguaje
castellano en capataces, mayordomos, criados de casa, que ocuparon los cargos de “caciques” como
reemplazo a las autoridades originarias.
13

Por otra parte, en la introducción del presente ensayo, hemos explicado la procedencia del término
“yanacona”. Un desafortunado término que los “invasores” lo relacionaron con el esclavismo,
debido tal vez a que la primera parte del vocablo yanacona, nos referimos a “yana” como adjetivo
significa “negro” y “kuna” lo convierte en plural “los negros”, lo que facilitó la particular y sencilla
interpretación de los invasores, acorde a sus ethos cultural, convirtiendo un adjetivo en sustantivo
sin ningún sustento lingüistico. Por tanto, la desalmada costumbre europea de identificar a los
deudores, a los humanos que tenían otra raza u otra religión como esclavos, estaba inmerso en el
ADN de los invasores, fue bien servido de acuerdo a sus costumbres. Esta miserable consideración
a humanos de distinta raza, de distinto pensamiento, sobrevivió en la cabeza de los mestizos y aún
en los conversos indios al occidentalismo, hasta el Perú republicano ¡un modelo basado en la
Ilustración francesa!6. Esta ignominia subsistió en el Perú hasta el año de 1969 (acabando o al
menos suavizándose esta situación con la revolución de Juan Velasco Alvarado).

Por tanto, el término “yanacona” en boca de los españoles se convirtió en marcador de distintas
clases de “servidores”, sin tener en cuenta las diferencias culturales entre los dos mundos. No
obstante, desde el punto de vista de los nativos, se aprecia distintas clases de servidores, máxime
teniendo en cuenta que la ciudad del Cusco como centro político y religioso que era, estaba
exclusivamente poblada por autoridades procedentes de todo el mundo andino, aparte estaban los
“mitimaes”, los especialistas (yanankuna) con mando o kamayoq, los ayudantes o yanapaqkuna, los
sacerdotes de alto rango, los de rangos medios, los “profesionales” (de los yachaywasikuna), los
ayudantes o yanapaqkuna de los especialistas con mando (kamayoq), los cultivadores de los
terrenos de los ayllukuna reales, los cuidadores de la momia de los Ingakuna, los cultivadores de las
hojas de la coca que era un cuerpo que debía reunir ciertas características (Manga, 2022b, 3ra.
Versión). Las diferentes clases de “aqllakuna” (las escogidas).

4. Nuevos “valores” y “vicios” que adquirieron los yanaconas [yanankuna kamayoq]


conviviendo con los españoles

No todos los valores se traslucen “universales” depende de la civilización en el que se halla dicho
supuesto “valor” como sucede con la “limosma y la caridad”. En las civilizaciones occidentales
estos comportamientos están valorados y son parte del ethos judeo-cristiano. Desde tiempos muy
lejanos el Estado y la Iglesia, en las civilizaciones del viejo mundo, se repartieron el poder entre
estas dos fuerzas. Por un lado, el poder de la élite y los poderosos y, por otro lado, el poder de la
Iglesia, quienes se hacían cargo de los marginados del sistema y se dedicaban a repartir la “sopa
boba” para tranquilizar las conciencias de los primeros y utilizar esta dádiva como motivadora para
atraer a los marginados y tranquilizarlos con mitologías de que al morir recibirían premios por
haber vivido en necesidades. Esta asimétrica interconexión entre los dadores y los receptores generó
un término para “agradecer” las mijagas que recibían.

En el mundo andino, el Tawantinsuyu como una civilización prístina se desarrolló


independientemente y sin copiar a ninguna otra. Por tanto, en quechua el término “agradecer” como
tal no existe. Hay otros términos que remarcan un trabajo bien hecho allin ruasqa, o ante el regalo
de algo hermoso que no requiere compensaciones, existe un término relacionado a la reafirmación
6
“Yanaconas”. En el tiempo de la República, estos, aun utilizando el mismo nombre de “yanaconas”, seguían
trabajando gratuitamente en las fincas de los entonces llamados hacendados (nombre que reemplazó a los antiguos
encomenderos de la época de la colonia). Este trabajo se “justificaba” como pago por los terrenos cedidos a los
“yanaconas” para su sustento (similar a los siervos de la edad media). Esto sucedía en la sierra piurana (Apel 1991: 20
(2): 535-563). En los valles de la convención (Cusco) a los “yanaconas” se les cambió de nombre y se les llamó
“arrendires”; y al pago simbólico de céntimos por día, para no confundir con un pago real y legal, le llamaron
eufemísticamente con el nombre de “socorro”. En el Perú, la edad media duró hasta el año de 1969.
14

de dicho valor “pues, sí que es precioso” “si que es hermoso” o simplemente “que rico” en
consecuencia este término es un simple validador de la bondad del producto y el término añay (en
todo caso añay formaría parte del grupo de los exclamativos como el wau, añay) Ejm. Si decimos
para ti esta hermosa piña, el aceptante dirá, sí que es hermoso = añay. Para adaptarse al lenguaje de
los españoles, como al recibir “pasas” (uvas secas) que los frayles llevaban en su faltriquera para
repartir a los nativos adaptaron en su idioma, así surge la construcción quechua de “diosullpayki”
(dios se lo pague, todavía en la actualidad los nativos los utilizan) y también como “diosutimpi” o
como “diosrayco” “diosraycochasquiway” (en nombre del dios cristiano” (conceptos que se hallan
en Waman Poma, ([1615], 1987: pp. 678, 679, 681; en (González, [1609], 1989: p. 565); (Ricardo,
[1586] 1970: p. 114). Fray Domingo inventa otro término relacionado con su cultura “para dar
gracias” que es “much’ani = dar besos (1560: p. 97).

Los nuevos “criados” o “esclavos” de los invasores, (entre los años 1532 y 1568) como ya hemos
indicado estaban conformados por los antiguos yanankuna kamayoq (una suerte de funcionarios del
Tawantinsuyu) que fueron sincretizados y muy rápidamente cristianizados por los españoles. Pedro
Cieza de León, hace una interesante observación con relación a algunos de estos servidores. Y dice
que estos
“[…] criados” fueron vestidos de ropa fina que antes solo estaba permitido a las
autoridades (nativas), por tanto prefieren las costumbres de los españoles (Cieza,
[1556]: 1986: Cap. LIII, : p. 183).

Estos nuevos “servidores” gratuitos se convirtieron en los nuevos “mayordomos” y “capataces” de


los “encomenderos” y muchos de ellos fueron nombrados como los nuevos “caciques” o “curacas”,
que cumplieron la función de intermediarios entre nativos y españoles, reemplazando a los antiguos
líderes naturales los Kurajka. Estos antiguos servidores del estado andino fueron los primeros
andinos que se aficionaron a vivir a costa de otros congéneres.

Por otra parte , los informes de Castro-Ortega acerca del reino de Chincha (un reino de la costa
central), hace traslucir las preferencias que tenían los nativos costeños en servir a los extranjeros
como “yanaconas”

“siendo vna jente tan yncorregible y haragana y viciosa como son estos yungas si no
tuvieran mucha sujezion sobrellos esperenzia [experiencia] nos lo enseña en estos
tiempos que con no ser nada no se pueden valer con ellos i por andar hechos vellacos
holgazanes se hazen yanaconas”. Castro-Ortega (Informes de Chincha, [1558] 1968): p.
485). El resaltado en negrita nos corresponde.

Los yungas (costeños) al parecer fueron de siempre relajados probablemente por la abundancia de
riquezas naturales para vivir, su territorio ubicado cerca de la mar con abundancia de peces y los
grandes oasis bien regados, producían productos en abundancia. Por tanto, el papel de nuevos
curacas o caciques de cien, que tenían entre sus obligaciones exigir a cien tributarios para entregar
a los “encomenderos” les venía complicado y muy esforzado. En consecuencia, en la zona yunga
(costa) preferían hacerse yanaconas que eran servidores o criados de los españoles.

“Estos Yuncas son muy regalados y los señores viciosos y amigos de regocijos; andaban a
hombros de sus vasallos; tenían muchas mujeres, eran ricos de oro y plata y piedras y ropa
y ganados. En aquellos tiempos servíanse con pompa; delante dellos iban truhanes y
decidores; en sus casas tenían porteros; usaban de muchas religiones. Dellos de voluntad se
ofrecieron al Inca...” (Cieza, [1553] 1985: Cap. LVII, p. 168).
15

La convivencia de los nuevos “criados” al servicio de los españoles, dio como resultado la
adquisición por parte de los nativos de nuevos “valores” y “vicios”. Estas noticias surgen en
distintos autores.

Entre estos tenemos a Damián de la Bandera, corregidor de Huamanga 7 quien narra las costumbres
antiguas de los nativos y los compara con las adquiridas con las nuevas influencias.

“De antes con ser gentiles […] no había ladrones y malas mujeres, y agora toda está
corruto [corrupto], y no solo no se ha puesto remedio, antes se les ha dado licencia para
pecar y enseñándoles á ello… y agora no tienen ley suya ni nuestra, ni sirven al que tenían
por su dios ni al que los, que es el nuestro […] se les ha predicado el Evangelio, ha sido con
malos medios y con mal ejemplo, de manera que nunca la tierra ha estado más perdida ni
destruida que lo es el día de hoy” (Bandera, [1557] 1904: pp. 501 y 502). El resaltado en
negrita nos corresponde.

Juan de Matienzo [1567] que en un principio se felicitaba del papel que cumplían los yanaconas
a favor de los españoles. Pero, a la vez, recomienda no juntar a los yanaconas con los jatun
runakuna (miembros de las comunidades, dedicados a la agricultura), debido a que estos
“yanaconas” por estar en contacto con los españoles juran en falso y se hacen maliciosos (Matienzo,
[1567], 1966: Cap. VIII p. 30).

“Mas [los cristianos], los que beben demasiado, ¿cómo podrán reprehender a los indios
que se emborrachan? Los que toman las mugeres axenas, hixas de los mesmos indios y
están públicamente amancebados con ellas, ¿cómo enseñaran a que no hagan otro tanto
los probes indios? Si los cristianos hurtan y perjuran a cada paso, ¿qué han de hacer los
indios? “los yanaconas que están con los españoles […] ya han comenzado a ser
cristianos y andan entre ellos, no es razón que venga la mala costumbre de unos en otros,
de manera que estraguen a los demás” (Matienzo [1567] 1966: Cap. XXIII. p. 80).

Y compara con la situación moral que estos nuevos “servidores” tenían en tiempos anteriores a la
invasión con las costumbres traídas por los españoles,

“en tiempos antiguos, no eran menester puertas, ni arcas o caxas en que se guardase la
plata, antes se dexaba en el suelo, y no habia quien la hurtase. Agora hay muchos
yanaconas que han vivido con españoles, que agora andan holgazanes, que hurtan hasta
las lamparas de las iglesias” (Matienzo [1567],1967: Cap. XLI, p. 145).

Fray Rodrigo de Loaisa [1586] informa acerca de estos servidores y dice:

“annaconas, que son indios que se salieron de sus repartimientos [antiguas comunidades] y
se dieron a servir á españoles, y andan y tratan siempre con ellos; estos son más ladinos
[astuto, sagaz, hablan castellano] que los otros [jatun runakuna = agricultores] y tienen
más razón y pulicía [ciudad, organización política], aunque tienen más vicios y más
malicia que los otros, como aquellos que han tratado con nosotros y se les ha pegado
nuestro mentir y nuestra codicia, y nuestros vicios, porque ya se ha visto algunos destos
annaconas matar á sus amos en los caminos por robarlos lo que llevaban. Y llanamente
dicen que de nosotros han aprendido esto, que en su tiempo (como es verdad), si una manta
7
Damian de la Bandera: Se preciaba de conocer todo el Perú, salvo Huánuco y Chachapoyas estaba considerado como un
reputado hombre de experiencia en cosas de indios, el virrey Toledo le encomendó la visita de Potosí y residió en el Cusco. En
1590 todavía se halló una firma de este personaje en el Cusco.
16

se le caía en el camino á un indio, estuviera allí diez años sin que nadie se atreviera á
alzalla hasta que su dueño volviera por ella. Estos annaconas han aprendido oficios
nuestros...” (Loaisa, [1586] 1889: Cap. LX, pp. 603 y 604). Los resaltados y la aclaración
en corchetes nos corresponden.

Waman Poma: En tiempo de los Incas, no tenían puertas ni cajas, ni cerradura, ni llaves.

“Tenías sus casas cerradas con dos palillos. Agora ay grandícimos ladrones que
desserraxan y hurtan y rroban los yndios como españoles y peor que negros. En esta uida
[en este tiempo] los yndios que no tienen oficio lo[s] que no trauajan quiere y entiende solo
bestir y enborrachar y jugar a los naypes entre ellos con los españoles y negros en este
reyno” (Waman Poma, [1615]: 1987: p. 1022).

El Jesuita anónimo [¿Blas Valera?] al explicar la función de las sacerdotizas = aqllakuna [escogidas]
del Sol, la Luna, el Lucero, de quienes dice que su aprendizaje duraba tres años, tiempo en el que
se les enseñaban a hilar, tejer, bordar, hacer vinos, pan y manjares delicados, gobernar la casa y
familia, aliñar el templo, conservar el fuego sagrado. Las más jóvenes estaban apartadas de las
antiguas

“y aunque no había llaves ni puertas, porque no usaron sino antepuertas de paño o


lienzo, era tanta la sujeción y abediencia de estas, que no pasaban de las antiguas a las
novicias ni de las novicias a las antiguas, si no tenían licencia […]” (Anónimo Jesuita,
[1594], 1968: p. 171). Los resaltados en negrita nos corresponde.

En esta misma línea, hallamos otro texto donde los nativos no tenían puertas en sus casas, estos
apuntes están en Mancio Sierra, uno de los primeros que entraron a Cajamarca y al templo del
Quricancha (en Cusco), y de los últimos conquistadores que acompañaron al virrey Toledo a
Vilcabamba, para la captura de Tupac Amaru I (1572). Este personaje se arrepintió a las puertas de
su muerte y para tranquilizar su consciencia y quedar limpio y entrar al paraíso que a los
arrepentidos ofrece su civilización, hace el siguiente testamento, con la condición de que no se de a
conocer hasta 40 años después de su muerte. Apuntamos una síntesis de este testamento.

“me mueve hacer esta relación es por descargo de mi conciencia, y por hallarme culpado
en ello, pues habemos destruído con nuestro mal ejemplo gente de tanto gobierno como
eran estos naturales, y tan quitados de cometer delitos ni excesos así hombres como
mujeres [...] dejaban abierta [la casa] y puesta una escoba o un palo pequeño atravesado
en la puerta para señal de que no estaba allí su dueño […] y cuando ellos vieron que
nosotros poníamos puertas y llaves en nuestras casas, entendieron que era de miedo de
ellos, porque no nos matasen, pero no porque creyesen que ninguno tomase ni hurtase a
otros su hacienda [...] nos tuvieron en poco; y han venido a tal rotura en ofensa de Dios
estos naturales por el mal ejemplo que les hemos dado en todo [...] Y con esto suplico a
mi Dios me perdone [...]” (Testamento de Mancio Sierra, como apéndice de la Historia de la
Conquista de William Prescott (1992: pp. 590-592). Los resaltados en negrita nos
corresponde.

Fray Reginaldo de Lizárraga [1605] constata la no existencia de puertas, pero él cree que es el
resultado de las leyes severas y rigurosas que los Ingas habían impuesto, ante un hurto pena de
muerte. Hecho que entra en contradicción con las leyes que recogió Betanzos, ([1551]:1987: Cap.
XXI), que ante determinadas faltas quienes eran cuestionadas eran las autoridades de la comunidad,
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por tanto, a ellos se les exigía colateralmente por los actos de los gobernados- Norma corroborada
también por el Jesuita anónimo -Blas Valera? - ([1594]: 1968, p. 180).

“[…] porque las casas de los indios no tienen puertas, ni cerraduras, ni el día de hoy […]
mas de un haz de leña delgada o unas cañas o palos atados unos con otros; ya tienen
necesidad de puertas y cerraduras […] nuestros soldados, que en escribiéndose en la
matrícula, en poniéndose debajo de bandera, le parece que todos los vicios le son lícitos y
como naturales” Lizárraga ([1605] 1968: Cap. CXIII, p. 98). Los resaltados en negrita nos
corresponde.

Juan de Matienzo amplía la situación de los yanaconas y dice de ellos “eran bellacos, muy finos
ladrones, cuanto más ladinos son [los conversos a la nueva civilización]. Por hurtar se ha
ahorcado a muchos” (Matienzo, [1567] 1967: p. 28). La aclaración en corchete es nuestro.

Hernando de Santillán puntualiza la situación de los Yanaconas:

“y estos es una gente perdida, que ni están sujetos al cacique […] ándanse sirviendo los
españoles y con ninguno reposan mucho […] es la gente más viciosa y más sin ley que hay
en todas las Indias, y como andan entre los cristianos […] no hay vicio que no tengan:
son grandes jugadores, y ladrones y borrachos y otros vicios infinitos” (Santillán [1563-4]
1968: p. 132). Los resaltados en negrita nos corresponde.

Dicho autor opina que no se junten con los nativos de las comunidades (jatun runakuna de las sayas
y ayllus) y aún recomienda que se les separe aparte a los “yanaconas” y les den terrenos distintos
para que cultiven su alimentación, con el objeto de evitar que contaminen a los miembros de las
comunidades, que vivían en sus pueblos y que posteriormente fueron reunidos en los pueblos
fundados por los españoles, llamados las “reducciones”.

José de Acosta en su Procuranda Indorun Salute [1588] dice: “Todo el mundo esta de
acuerdo en que los indios que más tratan con los españoles son los que tienen costumbres
más depravadas. Y ahí están los hechos mismos, que dan clara fe de ello; es voz común que
los llamados yanaconas educados en las casas y al estilo de los españoles, aventajaba los
demás en todo género de maldades” (Acosta, [1588], 1984: Tomo I: p. 171 y 173). Y añade
que por ley se prohibía a los encomenderos que no vivan con sus indios para evitar malas
costumbres. Los resaltados en negrita nos corresponde.

Apuntamos, finalmente, la percepción que tuvo un “señor principal” nativo que se había convertido
al cristianismo y que estaba en proceso de aprendizaje. Este curioso texto está anotado por Fray
Domingo de Santo Thomás, uno de los primeros misioneros, que fue muy crítico con el sistema de
las encomiendas. Aprendió y cultivó el quechua y escribió una gramática (1570) del quechua que
se hablaba en la costa, desde Lima hasta Chincha. Apunta un hecho que, por su curiosidad y por qué
no, por lo importante del mensaje que lleva entre líneas, anotamos, este testimonio de primera
mano, quien dice:

“Cierto a mí me [ha] acontecido lo que diré, Que preguntando una vez, en cierta prouincia
a un cacique si era christiano, me dijo: Aún no lo soy del todo, pero ya lo comienzo a ser, y
preguntándole yo, que sabía de christiano, me dijo: Sé ya jurar a dios, y jugar un poquito a
los naypes, y comienzo ya a hurtar [...]”. Ante este hecho, el autor hace un comentario
inocente, pero sincero, y dice: “deuía [debía] pensar aquel pecador, que como ser sastre, no
era más de lo que ellos comunmente veen hazer a los sastres, que es coser, y lo mismo en los
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demás officios, assi creya (creía) que no era más, ser christiano de lo que ellos
comunmente a los christianos auian (habían) visto hazer [...]” (Santo Thomás, [1560]
1951: Gramática, f68r o p. 151). Los resaltados en negrita nos corresponde.

Relacionado a este mismo tema, hallamos otro texto que corresponde a fray Buenaventura de
Salinas y Córdova [1630], hablando de las buenas leyes piadosas dictadas por los primeros reyes
de España [reyes católicos, pero no aplicadas], atribuye la existencia de noticias contrarias a la
buena fe de estos reyes a los herejes, que por envidia y por ser enemigos de la gloria de España
los hicieron correr. Y seguidamente apunta esta reseña:

“[…] aconsejándole su amo, le dixo: Mira no te engañen, y respondió el Indio, que ya no


podía ser engañado por los Españoles, porque era Christiano como ellos. Preguntole el
amo: Y como sé a de entender esso? Y respondió el Indio: Porque sé jurar, engañar, mentir,
pleitear, robar, y matar. A esto dixo su amo: Y pues, esso es ser Christiano? Y el Indio dixo:
Si, porque vosotros nos lo aueis [habeís] enseñado, y tu lo hazes cada día” (Salinas,
[1630]1957: p. 317).

Pablo José de Arriaga [1621] relata que cuando se encontraba en Roma en 1602, encontró a dos
personajes que habían ido de Lima a España para crear la expectación de acrecentar en algunos
millones la hacienda real, con ideas como esta,,,

“[…] que se pusiese en cada ciudad (“las reducciones”) una casa de juego y se arrendase
como el estanco de naipes”. (Arriaga (1968): p. 193).

Las casas de juego son a mi entender un lugar donde el dinero de fácil ganancia, aprovechando el
nuevo valor de querer más y más, en el juego siempre caen o pierden los que tienen menos con
respecto a los que tienen más. Y, en una escala mayor, cumple la misma función los “bolsas” que
actúan en el mundo entero.

Concluyendo, en la primera fase de la invasión (conquista temporal, 1532 a 1569) los servidores
que estaban fuera de sus “comunidades base” al servicio al estado como los (yanankuna kamayoq)
fueron los que se quedaron como “servidores” de los españoles. Este personal, fue identificado por
los españoles como sus “criados”, “sus yanaconas” “sus servidores gratuitos”. Los mismos que
reemplazaron a las antiguas autoridades de comunidad como lo fueron los Kurajka y otros se
convirtieron en personal de confianza, consiguiendo identificarse en vicios y nuevas costumbres de
los españoles. La nueva religión extranjera fue un factor que facilitó la acomodación a los nuevos
valores occidentales, que hemos visto. Este personal resultó un enemigo de su propia raza. En esta
misma fase las “unidades de producción agrícola” que estaban formadas por dos partes los urin
(originarios del lugar) y los janan (los mitimaes) y que ambos grupos se complementaban para
conseguir una dieta alimentaria equilibrada, fueron repartidos en varias encomiendas a cargo de
distintos encomenderos, reorganización de los invasores que precipitó la hambrina y la catastrófica
disminución de la población nativa.

La segunda destrucción (conquista espiritual), empezó en 1570 y continuó hasta mediados del siglo
XX (época republicana), correspondió a la eliminación de las unidades de producción agrícola,
(sayakuna y ayllukuna) que estaban trabajadas por los “jatun runakuna”. Estas organizaciones
fueron obligadas, por el virrey Francisco de Toledo, a reubicarse en los nuevos pueblos de nativos,
llamados por los españoles como las “reducciones”, esta destrucción fue todo un genocidio)
(requiere otro ensayo).
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