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CAPITULO CINCO

RESUMEN 5
RAMÓN ARIAS ESPINOSA

Estos primeros años del episcopado confortiano en Parma muestran algunas


decisiones de inicio, pero sobre todo una notable prudencia del nuevo obispo.
Probablemente, recordando el período de los primeros meses de Magani, en los
cuales Mons. Conforti había vivido en primera persona las tensiones que de hecho
habían perjudicado al obispo pavés a los ojos de su presbiterio, el nuevo obispo
quiere evitar unos pasos en falso o unos desgarros demasiado violentos. Esto no
significa que él no se dé cuenta de los aspectos urgentes y que no tenga el valor
para tomar las decisiones pertinentes. Probablemente él mismo se había hecho un
programa de acción para intervenir inmediatamente en los puntos vitales de la
diócesis, como lo eran la curia y el seminario, reenviando otras intervenciones a la
conclusión de la visita pastoral. La explosión del asunto modernista en toda Italia,
y en Parma el fenómeno de las deserciones entre el clero, aceleraron a veces las
decisiones de Mons. Conforti, y a menudo confirmaron sus intuiciones.
El nuevo obispo muestra, en su Parma, una interesante capacidad para manejar y,
por así decir, para enfriar las tensiones encendidas por su predecesor sobre todo
entre el presbiterio. Por lo menos públicamente, y prescindiendo de los casos
espectaculares del padre Seta y los primeros curas "apóstatas", las diatribas y los
choques entre los sacerdotes parecen apagarse en tiempos breves, Aquí y allá
hay síntomas de viejas heridas e inquietudes, que sin embargo Mons. Conforti
lograría, en su mayoría, sanar en los períodos siguientes.

Los primeros años del episcopado parmense de Mons. Conforti son


contemporáneos a una fase delicada de la evolución del movimiento social
católico en Italia. El nuevo obispo no debe enfrentar sólo una reestructuración
formal de la organización de su diócesis, sino que se encuentra a tener que tratar,
por un lado con la figura emergente de Giuseppe Micheli, y por el otro con la
Cámara del Trabajo de Parma, que se había transformado en la vanguardia del
extremismo de izquierda. Micheli, exactamente en un colegio electoral de la
montaña parmense, resultaría electo como diputado en cambio, provocan una tal
polarización en el cuadro social y político de la provincia, que obligan a los
católicos a alinearse a favor de la asociación de los agrarios. Mons. Conforti, pues,
tendría que hacer un esfuerzo complicado para distinguir entre la Acción Católica y
el movimiento directamente político de Micheli, entre la realidad eclesial y las
contraposiciones civiles. Su postura es efectivamente equilibrada y capaz de evitar
la confusión, pero las tensiones de aquel período no permiten a los "adversarios"
captar su inspiración religiosa y no política, y a los católicos no les dejan acoger y
llevar a cabo inmediatamente sus decisiones a nivel organizativo. Son, entonces,
unos años de duro aprendizaje para el nuevo arzobispo-obispo; en Parma, sin
embargo, y en su congregación, Mons. Conforti puede contar con unas personas
de confianza.

Así como ya se mencionaba, queda todavía por estudiar el material de la primera


visita pastoral, en particular las respuestas de los párrocos al amplio cuestionario:
una investigación que es independiente de la biografía confortiano, pero que
permitiría una interpretación más profunda del contexto en el cual él se movió.

Otra documentación que hay que rastrear pacientemente y analizar con


detenimiento, podría ser la que nos hable sobre la percepción de la base: crónicas
parroquiales, cartas de los párrocos, otras pistas de las cuales deducir la manera
en que el clero recibió al nuevo obispo, su presencia en el territorio y sus
decisiones. Resultaría también interesante poder entender si en los obispos
anteriores o contemporáneos haya habido esta decisión de dedicarse a las
confesiones durante la visita pastoral: por ahora, esto parece ser una verdadera
originalidad confortiana, y una señal significativa de su manera de ser pastor entre
su gente.

Se espera, por fin, que salga a la luz un ulterior material de archivo, sobre todo
romano, que hasta ahora ha quedado oculto, que aclare algunos pliegues de las
fuentes de información y de las intervenciones del cardenal De Lai sobre Parma,
en el tiempo de la lucha antimodernista,
CAPÍTULO SIETE
RESUMEN 7
RAMÓN ARIAS ESPINOSA

Se trataba del virus de la influenza que entonces tomó el nombre de "española", y


que terminó haciendo cientos de miles de víctimas entre la población debilitada
por años a causa de una alimentación de guerra. En el boletín diocesano se
encuentran indicaciones concretas para tratar de prevenir y combatir la epidemia
La española atacaría también, aunque afortunadamente sin graves
consecuencias, a los alumnos misioneros de Campo de Marte

A pesar de esta enésima prueba, y la urgencia de reunir a los seminaristas y a los


sacerdotes que regresaban del frente de batalla, y hacer que el seminario de
Parma recomenzara prácticamente de la nada, Mons. Conforti alimentaba la
esperanza de que, una vez terminada la guerra, se pudieran retomar las riendas
del trabajo pastoral. Por eso, el obispo decidía hacer un gesto muy significativo,
también desde el punto de vista simbólico: anunciaba la tercera visita pastoral,
después de un mes exacto del armisticio. La nueva gira del obispo sobre el
territorio era motivada por la situación de la sociedad "después de los trastornos
de la guerra". Sobre la visita, era invocada la protección del Sagrado Corazón, un
aspecto característico de aquellos años. Las prioridades eran, una vez más, la
instrucción religiosa, las asociaciones y los círculos juveniles. Mons. Para una
síntesis

El decenio 1915-1924 es para Mons. Conforti el período de la edad madura: el


obispo fundador se encuentra entre los 50 y los 60 años. Es un tiempo de prueba
para toda la sociedad occidental e italiana en particular. La guerra y la postguerra
inciden negativamente sobre los ritmos pastorales de la diócesis parmense. Las
iniciativas planeadas por Mons. Conforti después de la primera visita pastoral
sufren un visible retraso, aun si el obispo hace lo posible por mantener vivo el
entusiasmo catequístico. Estos años viven también la peor situación vocacional,
sea para el clero diocesano como para el instituto misionero. Las parroquias
vacantes alcanzan ya un número preocupante, mientras que los seminarios,
vaciados primero por la propaganda anticlerical y luego por el reclutamiento para
la guerra, ya no ofrecen sustitutos, ni para la montaña parmense ni para los llanos
del Henan. En la postguerra, a pesar de los sueños de resurrección de parte del
mundo católico europeo, el clima de violencia impide el repunte sereno de la
actividad pastoral sobre el territorio.

La de Mons. Conforti es pues una madurez forjada en una época fatigosa y


compleja. El obispo no dejaría de sufrir sus consecuencias a nivel físico, pero no
se notan períodos prolongados de desaliento y de decaimiento en su actividad. Él
sigue llevando adelante su visita pastoral, predicando y escribiendo cartas,
buscando soluciones para el mantenimiento de los niveles mínimos del manejo
pastoral de las parroquias. Y no sólo, sino que se entrega para hacer surgir y que
se difunda la UMC, dando muestras, en esta iniciativa, de una notable energía.

Así como se dijo anteriormente, también la UMC, además del camino espiritual
personal y de la experiencia concreta de vida y de gobierno, le ofrecen a Mons.
Conforti elementos valiosos para la consolidación plena de su madurez
vocacional. Más tarde, con el mundo chino propiciaría un ulterior salto de calidad
de parte de Mons. Conforti en su personalidad misionera. En este período, gracias
a sus propias lecturas y reflexiones, al diálogo con el pe padre Manna, a su misma
interpretación de la situación del clero del pueblo católico, integra conscientemente
sus dos roles: obispo fundador-formador de misioneros.

En el momento en que se abren las condiciones mínimas para retomar los hilos de
su trabajo que habían sido trabados por la guerra, Mons. Conforti se dedica a
iniciativas de cierto respiro: la revisión de las reglas de su congregación y la
Acción Católica, en particular la juvenil. Algunas de estas iniciativas son intentos
por encontrar una solución a los problemas: la UMC, para recoger fondos y apoyar
las vocaciones misioneras; la escuela apostólica, para mejorar el redutamiento de
las mismas; la petición a Milán de un rector y de un padre espiritual para el
seminario que vuelve a abrirse; la iniciativa, luego no lograda, de los sacerdotes
oblatos en vista del crecimiento cuantitativo y de la mejoría cualitativa del clero
diocesano.
Frente a las tensiones y a los fermentos del contexto italiano, Mons. Conforti
confirma su opción pastoral por mantenerse a distancia de un compromiso político
directo, que en cambio sería el del padre Del Monte, su antiguo alumno en Campo
de Marte, y de muchos otros319

Hacia el fascismo, manifiesta reservas y capacidad de reacción y de defensa del


clero, pero no una profundización teórica de una línea antifascista, que sin
embargo requería de una opción de compromiso y de expresión pública. Mons.
Conforti, en cambio, coherentemente con la línea que había seguido desde los
tiempos de la huelga de 1908, opta por una colocación más despegada, para no
privarse de su total entrega al ministerio típicamente pastoral. Esta opción en
Mons. Conforti es consciente y se convierte en una brújula que le ayuda a
moverse en la tensión entre el patriotismo itálico y su fidelidad al Pontífice, durante
la guerra, así como en el momento.
CAPÍTULO 8
RESUMEN 8
RAMÓN ARIAS ESPINOSA

Así escribía Mons. Conforti desde Pekín (comunidad de la Casa Madre). Los
discursos pronunciados re fundador del 28 de diciembre en adelante, confirman
este hablaremos más sobre esto. Se podría decir, en cierto periodo que va entre el
21 de septiembre y el 28 de diciembre de1928, el largo viaje hacia China y su
regreso, asumió el signífera d de amplio Nunc dimitís. Una trama de planes,
convicciones cado seos y relaciones fue el motivo y motor del viaje. Mons.

Había salido para encontrar a sus misioneros, para intervenir penalmente en los
problemas de la misión, pero también para conocer mejor la propia misión y a los
cristianos chinos. Acerca de ellos, de China, de Asia y de la misión, tenía una serie
de certezas, de ideal y de noticias. Por debajo de todos estos hilos que lo jalaban
h es China, estaba su vocación. Estaban las imágenes de la biografía del siglo WII
de San Francisco Xavier, que había leído cuando adolescente, estaban las
narraciones de los periódicos misioneros, las tas y las fotos de los primeros
Xaverianos.

Todo este patrimonio de imágenes, recuerdos y afectos fue plenamente trastocado


por el impacto con China. La misión, la civilización, el anuncio y la cultura local
eran otra cosa. Es cierto, no era lo opuesto de lo que Mons. Conforti había soñado
y entendido al contrario. Pero probablemente, en la interioridad del fundador, todo
tenía que encontrar un nuevo orden, algunas cosas debían ser corregidas, otras
difuminadas. Pero Mons. Conforti, también gracias a sus misioneros, a Calza, a
Bonald, y también a Manna y a Constantina y a los numerosos misioneros de otras
congregaciones, volvió a encontrar, en este encuentro con la realidad, el sentido
más profundo de su llamada de casi cincuenta años antes. Ahora es un misionero
todavía más convencido de la necesidad y de la belleza de la misión: el pueblo
chino "ofrece las mejores esperanzas".
Después de esta especie de baño regenerador de la vocación ni cual y de la
intuición creativa, Mons. Conforti volvía a su diócesis poco menos de tres años le
separaban del punto de llegada de su viaje terrenal. Serían tiempos difíciles, una
vez más marcados por sufrimientos y fracasos, pero también por unas
realizaciones o por el comienzo de unas nuevas y exaltantes obras en la diócesis
y en la congregación. Pero China sería, para el espíritu de Mons. Conforti, una
especie de viático, mientras que para su físico, ya probado, el largo viaje le traería,
posiblemente, un debilitamiento aún mayor.

En China, Mons. Conforti había llegado a partir del deber canónico de la visita a la
misión y a sus religiosos, después de que la congregación había asumido su
forma jurídica estable y aprobada; pero también a partir del afecto que le ligaba a
los Xaverianos. En los años entre el final de la guerra y su viaje a China, muchos
problemas de la congregación habían salido a relucir: la situación económica, la
extensión del distrito misionero, los seminaristas y los novicios chinos, y el
superior religioso en territorio de misión. Todo esto creaba tensión, en el momento
en que en Italia el futuro de los Xaverianos era asegurado por tres casas de
formación a distintos niveles y por una afluencia de vocaciones decididamente
alentadora.

Era, como ya se dijo, una fase de transición, que requería decisiones complejas,
sea por el lado personal como por el de los recursos económicos, para no
perjudicar los desarrollos futuros de la congregación. Sin embargo, los misioneros
que estaban en el frente veían sobre todo las urgencias inmediatas: la carestía, la
situación de guerra, la necesidad de dinero para socorrer la pobreza difusa, y las
relaciones dificultosas entre misioneros desplazados a tan grande distancia y en
situaciones diferentes. Mons. Conforti sentía la necesidad de entender la situación
en Oriente, y esperaba poder ser comprendido por sus misioneros, de poder
comunicar unas decisiones de expansión en Italia y en Europa, todavía
incipientes, pero con miras a asegurar el futuro de la pía unión.

El trabajo pastoral en Italia requería de atenciones muy delicadas, porque por un


lado el gobierno y el partido al poder proclamaban que querían defender y apoyar
a la Iglesia y las tradiciones católicas, y también económicamente había signos de
este apoyo. Por otro lado, una persona experta y espiritualmente sabia como lo
era Mons. Conforti, veía los lados oscuros, sospechaba unos acomodos y unas
conversiones no demasiado convencidas en ciertas personas antes ligados al
anticlericalismo; conocía las franjas violentas y las amenazas dirigidas a muchos
de sus sacerdotes y de sus jóvenes católicos.

En este contexto, si el empeño pastoral de Mons. Conforti parece dar muestras de


una menor creatividad y de menor empuje, en realidad creo que se pueda decir
que el obispo miraba a consolidar lo que ya iba proponiendo desde hacía unos 20
años, en un clima social y cultural de tensión y de fuerte control, que requería un
suplemento de prudencia. Además, en algunos aspectos, la diócesis de Parma
vivía un período de transición con alguna analogía con respecto a la congregación
xaveriana. Las vocaciones aumentaban, pero los nuevos sacerdotes eran todavía
insuficientes para hacer frente a las exigencias de las parroquias de la diócesis.
Había que mantener unido a un grupo con pocas fuerzas, en espera de tiempos
mejores que ya se anunciaban.

El capítulo de este libro dedicado al clero, muestra todo el trabajo paciente de


Mons. Conforti para manejar el personal eclesiástico. El mismo empeño del obispo
por la consagración de las iglesias, además en zonas bastante periféricas de la
diócesis, hay que relacionarlo con esta estrategia de mantenimiento de la
estructura esencial en vista de un verdadero repunte.

"He pensado largamente... en la construcción del nuevo Seminario Episcopal de


Parma, en la Obra de los Oblatos y le pedí a Dios nuestro Señor por el buen éxito
de todas estas obras" El diario de viaje de Mons. Conforti hacia China nos ofrece
esta instantánea del pensamiento y diríamos del sueño del obispo. Podemos
imaginarle en el puente del Paul Lecat, con su mirada fija hacia el horizonte del
Mar Chino Meridional, que reflexiona, planea y se entusiasma. El viaje al Oriente
fue para Mons. Conforti también un tiempo de reflexión y de reordenación de sus
deseos, de sus ideas y de sus proyectos. Veremos cómo la última fase de la vida
del fundador de los Xaverianos ha sido rica de iniciativas. La coyuntura italiana en
este sentido facilitó un verdadero repunte del empeño de toda la vida.

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