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Seguimos en la 2ª carta a los corintios, ahora estamos ya cerrando el capitulo 8 de esta carta. Pablo quiere
enviar a su colaborador Tito a la ciudad Corinto, con algunos compañeros, para que se hagan cargo de las
tareas de aquella comunidad. El apóstol quiere presentarlos nuevamente con unas palabras de
recomendación. Tito ha recibido con agrado el encargo, y Pablo está tan contento de su pronta disposición
y buena voluntad que tiene que decirlo no con unas sencillas palabras sino acudiendo a un gracias sean
dadas a Dios. Esta acción de gracias es debida a que Pablo ve aquí un don de Dios a Tito.
Tito tiene la misma carga y preocupación por la Iglesia de Corinto que el mismo Pablo. Más aún, estaba
tan lleno de entusiasmo, que voluntariamente se presentó al apóstol para pedir aquel trabajo, de tal modo
que, en realidad, no fue a Corinto en virtud de un encargo del apóstol, sino que regresó de nuevo, por su
propia voluntad, allí de donde acababa de venir.
Con Tito envía Pablo dos compañeros (8,18.22), comisionados para que, lo mismo que ayudaron a Pablo
en la tarea de las colectas, ayuden ahora a Tito. Ambos son presentados a los corintios, aunque cada uno
de una manera distinta. Evidentemente, tienen diferente rango y misión en el servicio de las Iglesias.
Este pasaje es sumamente interesante precisamente por su carácter práctico. Pablo sabía muy bien que
tenía enemigos y críticos. Sabía que había algunos que no dudarían en acusarle de haberse embolsado
parte de la colecta para su propio uso, así es que tomó medidas para ponerles difícil el acusarle de tal
cosa, y se aseguró de que habría otros de toda confianza que compartieran con él la responsabilidad de
llevar la colecta a Jerusalén.
Quiénes eran los dos hermanos que se citan aquí pero no por nombre, no lo sabemos. El primero, «el
hermano que alaban todas las iglesias por su consagración al Evangelio,» se suele identificar con Lucas.
El propósito de Pablo era dejar bien claro que quería estar limpio de sospecha no sólo delante de Dios
sino también delante de los hombres.
Es sumamente interesante notar que este mismo Pablo, que sabía escribir como un gran poeta lírico y
pensar como el más profundo teólogo, cuando hacía falta, actuaba con la minuciosidad meticulosa de un
contable.
Era suficientemente grande para hacer las cosas pequeñas y prácticas supremamente bien.
ZaLu2 y Bendiciones