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crea el derecho, y que estamos obligados a respetar exclusiva- ‘mente los poderes legitimos» (bid. 168). Cesare Beccaria formula su programa tebrico de reduccién de la violencia autorizada adoptando este concepto de «fuerza», aaungue, como veremos, sus argumentaciones derivan del temor hacia un posible aumento de la violencia no autorizada, Sufrimiento legal y utilidad Para Hobbes, el contrato social implica la renuncia a la ber tad por parte de los individuos, siendo el terror y el interés las causas principales de esta restriccién. A su modo de ver, la viow Jencia popular se reduce cuando la violencia ejercida por la au- toridad aumenta, Tanto Rousseau como Beccaria opinan que es Ja reduccién de la violencia institucional la que determina que haya una disminucién de la violencia antiinstitucional. Si tenemos en cuenta estas teor‘as, distintas y contradicto~ rias, setfa apropiado considerar la criminologia clisica como heredera del espiritu reformador llustrado, participe del ere- ciente movimiento humanista que se difunde durante el siglo XVIII (Beime, Messerschmidt, 1995). El grupo de intelectuales que se retine en el domicilio de Pietro Verri en el invierno de 1761-1762 se incorporara de forma entusiasta a este movimien- to, Ta «Accademia del Pugniy tenfa entre sus socios al herma- no pequefio de Verri, Alessandro, Giovan Battista Biffi, Luigi Lambertenghi y Cesare Beccaria, todos ellos entregados al es- tudio y ale discusién en un ambiente informal; el grupo crea, entre otros escritos, el brillante periédico 1! Caffé, En este cendculo intelectual se lee y discate principalmente la obra de Rousseau, cuyo Contrato social sera fuente de inspiracién para Iaclaboracién del tratado titulado De los delitos y las penas (Bec caria, [1765] 1968). Pietro Verri cuenta, en una carta dirigida a uno de los miembros de la academia, cémo Beccaria mostré el libro de Rousseau al resto de los socios; cn esta misma carta se cuenta también como el propio Verri se declara «fascinado, porque por primera vez.he encontrado los principios sobre los, ue se ticnen que basar las relaciones humanas» (ibid. 16) Estos principios son considerados necesarios para despertara Europa de su letargo, 18 nes estatales deben estar subordinados a la voluntad general; Jos ciudadanos tienen el derecho de modificar su opinién cuando lo deseen y entregar las riendas del Estado a nuevos representan- tes, Sin embargo, los gobiernos, que disponen de la fuerza auto- rizada, tratan constantemente de evadir la autoridad legislativa y sustituir la voluntad popular por la suya propia. Cuando esto Ssucede, el pacto social se destruye, los derechos politicos son violados y los ciudadanos comunes ya no estén obligados a obe- decer, en la legitima biisqueda de la libertad natural perdi Rousseatt define esta forma de democracia directa como «re piiblica», ya todoslos gobiernos legftimos los considera republi- anos. Por el contrario, los monarcas no se resignan a desempe- ‘har simplemente su labor de gobierno, sino que trataran siem- pre de despojar al pueblo de toda soberania para utilizarla en su. propio bencficio. Las monarquias «quieren» ser absolutas. Este concepto de autoridad difiere sustancialmente de la no- cién del liberalismo segéin la cual el Estado debe disminuir su presencia, para no interferir en las actividades y en las relacio- nes «libres» de los ciudadanos; para Rousseau, en cambio, es la fuerza del Estado la que contribuye a la libertad de los sujetos Sin embargo, esta fuerza no debe confundise con el poderilimi- ado del soberano defendido por Hobbes, a quien Rousseau ve como un nuevo Grocio, que divide el género humano en una serie de shordas de bestias, cada una con su amo, que las cuida con el propésito futuro de devorarlas» (Rousseau, [1762] 1973: 167). Asicomo los pastores son de naturaleza superior a sus ove- Jas, los pastores de humanos, es decir, los gobicrnos, estarfan, porencima deaquellosa los quedirigen. Casualmente, ésta tam- bién es la opinién de Caligula, segtin el cual los reyes son dioses, Yylos sibditos bestias. Rousseau incluyeen suandlisisa Caliguls, '& Grocio ya Hobbes dentro de una misma linea de pensamiento; ‘sus formulaciones a propésito del «derecho del mas fuerte» con: ducen a una nocién alternativa de contrato social. Fl pensador francés advierte que ni siquicra la élite mas poderosa es capaz.de garantizar la estabilidad, a menos que su poder se tradwzca en derecho y la obediencfa en deber: La fuerza es un atributo fisico yy no hay nada manifiestamente moral en su ejercicio; ceder a la fuerza no es un acto de voluntad, sino de necesidad, 0 como maximo un acto de prudencia, ¢Cémo puede un acto semejante transformarse en deber? «Admitamos, pues, que la fuerza no 17 men por ella actitud de los ladindores; mantienen Ia mirada Y’epunian sus arma los unos contra los otros: as fotificacio- nes, las torres y Tos easiones vila los Tits de sus reinos y Jos eopias se infiltran ente sus allegaios. Esta es una atitud de serra bt: 188) ‘Somos como nos hacen los gobiernos. Mientras que para Hobbes los males eausados por la autori- dad son menores en comparacién con los males producidos por el estado de naturaleza, para Rousseau ({1762)) 1964) las infa- ‘mias fruto de nuestras acciones podrfan ser eliminadas si vivié- ramos conforme al estado de naturaleza; el vicio no pertenece a Jos humanos, sino a los humanos mal gobernacdos. Quizé sea éste un principio potencialmente mAs atrayente para una crimi- nologfa ilustrada. En el contrato social de Rousseau Ia vaga no- cién de gobiemo es sustituida lentamente por Ia de institucio- nes, compuestas por un conjunto de organismos sociales y de filosofias capaces de «corromper» @ los seres huimanos. Un pue- ‘blo esl resultado de las aeciones de sts gobernantes; por tanto, dependiendo del contexto, la sociedad estaré formada por com- batientes, ciudadanos o malhechores, segdn la naturaleza de las instituciones que ostentan el poder politico, Rousseau entiendle por contrato social un clenco de principios que confieren lei midad a los gobiernos, un conjunto de derechos politicos que hacen aceptable la soberanfa institucional; es, en suma, un man- dato especifico ofrecido por los gobernados a quien los gobier na, La autorided politica reside en el pueblo, es inalienable y no puede ceder semejante autoridad a cualquiera, sea un monarca ‘oun representante jurfdicamente designado. «Los individuos que renuncian a la soberanfa renuncian a su cualidad de sores hu- ‘manos. Un pueblo que renuncia al ejereicio de Ia soberanta a través de un pacto de sujecin se anula a sf mismo» (ibid.: 135) Un «pacto» de este tipo no produce representantes y ciuda- danos, sino solamente amos y esclavos. Rousseait concibe los derechos politicos como efecio de los actos legislativos y como expresion de la voluntad general, argumentando que, si se re- nnuncia a este tipo de voluntad, la autoridad legitima desaparece cn favor del poder atbitrario. Los gobiernos y las adiministracio- 16 Utopias del Control y Control de las Utopias Proyecto Editorial en colaboraci6n entre ei OSPDH (Observatori del Sistema Penal {els Drets Humans de la Universitat de Barcelona) y Anthropos Editorial Coordinade por Roberto Bergalle Inaki Rivera Beiras @ OSPDH 1a criminologfa clésica, guiada por uma idea de contrato so- cial, utiliza tal idea como puro artficio intelectual; adopta una nocién de caracter mas general, segtin la cual «el contenido y la forma del derecho moderno no se fundan en la voluntad de Dios, sino ena voluntad y los deseos de los hombres que tratan de dar respuesta a sus problemas» (Morrison, 1995: 71). ‘Sin embargo, como se aclararé mas tarde, la criminologta clisica oscila entre Ia aceptaci6n y el rechazo del pensamiento hobbesiano; los aspectos de este pensamiento que son particu- Jarmente bien recibidos por los primeros crimindlogos giran en. torno a los conceptos de «venganzas y «perdény. La venganza, ‘que retribuye el daiio con el dato, no comporta tina considera- i6n de los efectos venideros, sino s6lo del mal infligido en el pasado. Por tanto, la retribucién no se preocupa de reformar a Jas personas malvadas; al contrario, s6lo el perdén constituye tuna via posible hacia la rehablitaclon, Hobbes advierte que la pena no puede ser aplicada si no es con propésitos correctivos 0 de disuasién general. La venganza es como un triunfo; sloriarse mientras se hace dafo a los demas no tiende a ningtin fin (si entendemnos fin como algo que esté por venir), y la gloria privada de un fin es vanagloria, contraria la raz6n; hacer dafo sin razén leva ala guerra [..]y a algo alo que-se le da cominmente el nombre de crueldad [Hobbes, (1651) 1987: 210], Cesare Beccaria, como veremos, concentra la eficacia de su. anélisis justamente en la crueldad, pero sin adherirse totalmente al andlisis de la violencia propuesto por Hobbes. Segsin la entn- ciacién de este tiltimo, en el origen dela violencia de Estadoesté Taviolencia de todos contra todos, tna afirmacién de la que Bec- caria no parece estar muy convencido, Sin embargo, el propio Hobbes nos habla de otra forma de violencia institucional que {rasciende la perpetrada por los seres humanos en conflicto oa la utilizada por la autoridad como legitima respuesta a ésta: se trata del conflicto internacional en forma de agresi6n, la guerra, tuna variante de violencia politica que raramente volverd a estar presente en el anilisis criminol6gico, En todas las épocas, los reyes y Jas personas que constituyen la utoridad soberana son victimas de continuas envidias y ast 15 almente en la propia conservacién y a veces en la propia frui- i6n) los individuos se intentan destruir y subyugar los tunos a Jos otros» ((bid.). La violencia es un recurso muy importante a disposicién de los seres humanos en el estado de naturaleza, un estado en el gue se encuentran ante las «tres principales causas de conflicto», competicion, desconfianza y gloria, que motivan respectivamente la bésqueda de beneficio, seguridad y reputa- ign, Segiin Hobbes, la perspectiva del beneficio empuja aadue- fharse de las mujeres, de los nifios y del ganado de los otros; la desconfianza impone la defensa de los bienes propios contra las intenciones del préjimo; finalmente la reputacién desencadena Datallas originadas por tma naderfa, una palabra, una careajada, ‘una opinién diferente o cualquier otra sefial irrespeiosa dirigi. daa la persona oa los individuos de su entorno, a los amigos, al propio pats o a la propia profesién. isin una autoridad comin, un poder artificial que «suje- te a los individuos», supondrfa vivir en una situacién constante de guerra, una guerra de todos contra todos. Esta violencia or ginaria que caracteriza las interaceiones humanas en attsencia de un poder artifical, a pesar de ser disfuncional, no es inmoral © injusta, ya que las mismas nociones de justicia e injusticia, de bien y mal, no pueden crearse sin la existeneia de un poder arti- ficial, Em efecto, el bien y el mal «son s6lo nociones aplicables a Jos hombres que viven en sociedad, no en soledads (ibfd.: 188). Ta violencia se reduce cuando los seres humanes renuncian aclla transfiriendo este derecho a otra persona; cuando esto ocu- re, nadie debe obstaculizar la tarea de la persona designada: {quien lo hace comete una injusticia, una ofensa, habiéndose pro- ducido ya la cesién.a otra entidad soberana del derecho a usarla violencia, Rebelatse contra semejante soberanta equivale a al- zarse contra la razdn, Por otro lado, ninguna accién levada a cabo por el soberano debe considerarse injuriosa al ser producto de un consenso, obtenido en virtud de un acuerdo anterior 2Cémo puede le criminologta clisica, inspirada en la Mhustra- cin, estara favor del poder ilimitado? Hobbes considera que el poder soberano debe ser tan amplio comola imaginacién pueda concebir; aunque exista el temor de que el ejercicio de tina auto- idad semejante pueda tener consecuencias nefastas, su atisen- cia ocasionatfa problemas atin mayores, es decir Ia guerra per ‘manente entre semejantes, 14 Vincenzo Ruggiero LA VIOLENCIA POL{TICA Un anilisis criminolégico Presentacién de Roberto Bergalli Traduccion de Miguel A. Pastor Pérez, G@ontrrores ASE AON 1a lect poten Un wl crimiolegicof Vincenzo Ruggiero; presenter de Roberto Berg esduclon do Miguel Pass Pere Riot Gigsclons) Antuopos Btorial; Barcelona; Observator del Sema Ponalics Bree Humane, Universitat de Baresoaa Mexico Universidad ‘Auténome Metcpaltans, Unidad Azexpetealc, 2009 "dv. 289 p20 cn (autores, Tetory Temas. Concles Sociales 63. ‘pine det Control y Control delas Utoptas) “rac “La olen pli, ani ereinalug",— bagi. 268285, SUN Siestnseones 1, Vilenla plea 2. Pde (Cencaesocies) 1 eral Rober, pes 1 Pastor Pers Mig! A, tr I, Obserratort dl Sere Pena ls rete Huunane,Unvettat de Davelona (Barons) IV; Unvesidad Aut6nome Metroaktana: Unidad Arcapotaice Tia ViColesin ‘Titulo original: La vilenen politica. Untanats criminoloyica, Laterza, ‘Roma-Bari, 2005 ‘Traducci6n del italiane: Miguel A, Pastor Pérez Primera edickin en Anthtopos Ealterial: 2009 © Vincenzo Rugeiero, 2009 © de la presontacion Roberto Bergalll, 2009 © de a traduccion Miguel A. Pastor Pérez, 2008 © Anthropos Editorial, 2009 ‘Edita: Anthropos Ealitoral. Rubt (Barcelona) ‘wwwanthropas-editorial com ‘Rn eoedicign con Ia Universidad Auténoma Metropolitana, Unidad ‘Azcapotzalco, México, y el Observator del Sistema Penat i els Drets ‘Humans de ia Universitat de Barcelona ISBN: 978-94-7658-030.4 epésito legal: B. 30,641-2009 Die, reallzacion y coordinacién: Anthropos Ealitrial ‘Nari, SL), Rubl, el: 93 697 22 96 Pax: 93 587 26 61 Inpresion: Novagrifik. Vivaldi, 5. Montcada i Reina [Impreso en spatia - Printed in Spain ‘do os deehos arn Bt piesin ne pe er reproduc al nad ken ge, ‘earns o ta po sire de tapers dese gun ea TUE ang dln sea melo Rasy Seecny, sme cep, porta ZaRr cota aie sin ernie pet or eso sia lista, por una parte, formalista, porota. Este conflicto,enel que se involucrardn otras escuelas floséficas, consiste en la contrapo~ sicién entre la sentencia ciccroniana, segsin la cual lex est sanctio ist iubens honesta et prohibens contraria, yl reflexién de Hob- bes, que afirma, por el contrario, que l ley no deriva del bien que fomenta ni del mal que prohibe: es la autoridad Ia que hace la ley. Seaiin esta tess formalista, el bien y el mal no estan insertos en a naturaleza, ni en la sabidurfa colectiva, ni mucho menos en la jurisprdencia, sino que son el resultado de decisiones tomadas por una entidad artifical, el Estado (Ferrajoli, 1989). ‘Thomas Hobbes ([1651] 1987: 183) comienza su anélisis del econtrato», eindirectamente de la violencia politica, con la afir: smacién de que la naturaleza ha produeido seres huimanos igua- les fisica y psiquicamente, y si bien hay individuos manifiesta- mente més fuertes y mas inteligentes, Hobbes cootinga: .dssin embargo, cuando consideramos el tema en su conjunto, Is diferencia entre Jos hombres no es tan evident [..] Con res- pecto a la fuerza fisica, el més débil es perfectamente capa de ‘acabar con el mas fuerte, ya sea a través de la maquinacién se- creta, o por medio de la asociacién con otros que comparten su condicion. sta es su reflexién inicial sobre la violencia, tanto individual como colectiva. En ella, Hobbes indica que toclos los seres huma- 1os tienen las mismas oportunidades de utilizar la fuerza con eft- cacia, especialmente en coalicién con ottos. Esta definicisn indi- recta de violencia politica se complementa con una observacion, crucial relativa a las facultades de la mente que, segtin su opi- nnién, estén distribuidas en los seres humanos equitativamente, [La nataraleza humana llega a al punto que, aunque haya indivi- ‘duos mas astutos, elocuentes o instruidos, es diffel aceptar que Jos dems son mejores que nosotros: vemos nuestras cualidades de cerca y las de ins otros de leos [vbt: 1841, Esta igualdad natural, afiade Hobbes, alimenta las esperan- zas de los seres humanos, que ven crecer en ellos el deseo por cosas que todos querrfan poscer: Sin embargo, dada la perenne situiaci6n de escasez, surge la competencia y la animosidad, por To cual «al tratar de alcanzar sus objetivos (que consisten princi- B La criminologia clésica, de inspiraci6n ilustrada, parece haberse apropiado de las nociones de violencia politica como violencia de Estado, como afliecién fisica institucionalizada cuyo objetivo es generar consenso, Sin embargo, a esta estra- tegia para la obtencién de consenso le faltarfa precisamente lo que trata de conseguir, es decir, una connotacién econscnsual», Los conceptos de crimen y de pena elaborados porla crimino- logfa de la Tlustracién son coherentes con esta conviccién: los delitos y las penas reflejan la falta de un marco «contractual» en el que los malhechores y las autoridades puedan negociar la naturaleza y la cantidad de «mal» que se les permite produ- cir, Entre las tareas de los crimindlogos ilustrados esta la re- dluccién del dafio gencrado por el erimen y la pena, y la perse- cucién de este objetivo se enlaza al debate que gira en torno a la idea de «contrato social», ‘Los problemas analiticos comienzan cuando examinamos esta ‘dea teniendo en cuenta las contribuciones de reformaclores como Cesare Beccaria y Jeremy Bentham, cuyas formulaciones son el resultado de un clima ilustrado mas que de ideas especificas de contrato social. Aunque se considera que la criminologia clésica esté en detida con Hume, Rousseau, Voltaire, Locke, yaun antes con Hobbes, queda por establecer qué aspecto del pensamiento de estos filésofos esté en el origen de las ideas de Beccaria y Bentham, Mas concretamente, hasta qué punto éstos tiltimos se hasan en el pensamiento filosofico para construir su propio andlisis de la violencia politica? Los fil6sofos mencionados a ve- ces expresan ideas contrarias mostrando asf cicrta rivalidad en- tre ellos y consigo mismos; emiten juicios universales 0 local ¢ hist6ricamente situados, offeciendo a la criminologia una am- plia variedad de instruments interpretativos. Bs necesario dis- tinguir algunos. Bellen Onmnium 1La separacién entre derecho y moralidad, que es uno de los temasdle mayor importancia para el pensamiento lustrado, no se produce por una evolucién lineal conducente a Ia secularizacién del derecho mismo, sino a través de un conflicto continuo entre dos concepciones opuestas del derecho natural: teolégica omora- 2 PRESENTACION ‘Muchas veces me he ocupado de lo que he denominadocomo «pensamiento criminol6gico», incluso trasladando esta expre- siGn a titulo de un volamen que tuvo su fortuna, hace ya veinti- cinco afios. Mas, lo cierto es que bajo semejante locucién no me ‘ocupé jamés de la violencia politica, tal como lo hace Vincenzo Ruggiero en esta obra que aqui presento, tarea que también ast mo en nombre de Maki Rivera Beiras como participe en la direc cin del llamado Proyecto Editorial Utopfas del Control y Control de las Utopias, emprendido entre el Observatori del Sistema Pe- nal iels Drets Humans (OSPDH) de la Universitat de Barcelona y Ja editorial Anthropos, en cuyo marco se publica el presente vo- Jumen, en su traduccién al castellano. Bfectivamente, el amigo Ruggiero se ocupa de repasarel trén- sito que la denominada criminalidad politica ha tenido a lo lar- 0 del vasto recorrido seguido por un tipo de conocimiento que uusualimente se conoce como «Criminologia» pero que, en el caso no es, al menos como yo lo veo, el que se afilia al paradigma etiolégico 0, con mas detalle, no es el que antafio se considers apropiado para identificar las causas gue provocan un tal tipo de delitos o que mueven a sus autores a realizarlos. El conoci micnto en cuyo dmbito se mueve Ruggiero nada tiene que ver con el relativo a aquel paradigma que estuvo preocupado por descubrir las falencias, defectos o anormalidades que podrfan haber aquejado aun tal tipo de autores punibles para actuar en ‘uso dela violencia, con fines politicos. Por el contrario, el andli- sis eriminol6gico con que se subiitula este volumen es aquel que hha discurrido de la mano de socidlogos, antropélogos, filésofos vu politicos y psicélogos sociales que atendieron con prevalencia a las razones estructurales con las que se ha podido vinoular la existencia y manifestaciones de lo que con toda propiedad el autor ha denominado como «violencia politica En cualquier caso, esta manifestacién de criminalidad arrai- ga en otro concepto y actividad punible que, a lo largo de la ‘Modemidad, ha ocupado al derecho penal por motivos casi ob- vios en tanto que la tipificacién de hechos punibles, aunque en origen y desde entonces una actividad juridico-politica, no ha sido tan exquisitamente de esta tiltima naturaleza que cutandose haya instalado la categoria de los «delitos politicos» en la tearfa ppenalista. El origen y la larga evolucién que este tipo de delin- ccuencia ha registrado, mereci6 sus primeros andlisis, desde la consideracién del tiranicidio en la teorfa europea-continental por elholandés Provo Klutt en su obra De Deditione Profuugorurt, en 1729 y por el ilurninista Gaetano Filangleri en el cuarto tomo de su Sciertza della legislazione de 1796. En castellano debe recurrit. se al Tratado de Derecho Penal de Luis Jiménez de Astia (tI, n° 1.017 y ss: 185-252; y t. TI, en particular en lo que atafie a la extradicién, n.° 836 y'ss.: 984-1.008, Buenos Aires: edit, Losada, 3..ed. actusilizada, 1962), que seguramente sigue siendo tinico fen su género, para tener una visiGn muy amplia y razonada de este tipo de delincuencia, ‘Sin embargo, en el presente volumen se habla de «violencia y el sentido més comtin que se atribuye al término es el que dlude a la intervencién fisica de tn individuo sobre un semejan- te ode un grupo de personas contra otro, contando siempre con queesa intervencién sea voluntaria, aunque invariablemente tam- bién ha de tener lugar contra la voluntad de quien o quienes la ppadecen, Del mismo modo y concomitante con la intervencién fisica siempre se puede generar una consecuencia psfquica so- bre elo los afectados, Mas la violencia puede ser directa o indi recta, La primera se constata cuando afecta de forma inmediata el cuerpo de quien la recibe. Fs indirecta cuando actita por e- dio de una alteracién del ambiente fisico en el cual la vietima se encuentra. En consecuencia, la «violencia politica» de la que se ‘ocupa Ruggiero le procura a la accién substantiva de violencia, {que se puede encontrar en muy diferentes tipos delictivos y tam- Dién bajo la forma de «fuerza» (generalmente sobre las cosas u objetos), una connotacién especifica, En efecto, la violencia des- vu 1 BARBARIE DE ESTADO Y SEDICION Una serie de frescos de la iglesia de Santa Maria Novella en Florencia muestra c6mo se llevaban a cabo las ejecuciones de los hherejes ylo necesaria que era la presencia de guardias para impe- dir que la muchedumbre indignada se ocupara de la tarea que Jegitimamente pertenecfa a los verdugos. En La Abadesa de Cas- ‘ro, Stendhal (1939] 1942) sostiene quie, en ocasiones semejantes, todos estaban convencidas de ser amigos intimos de la Virgen, causando més terror la multitud enardecida que los propios ver: ddgos, Hl autor omite sefalar que a veces los espectaclores esta- ‘ban mis indignadas con los justicieros que con los ajusticiados. ‘Cuando la Hustracién lucha contra la hoguera y el verdugo, sus enemigos son también la tiranfa, el oscurantismo, los mie dos irracionales y la supersticién, Tras siglos de tenebrosa vio- lencia, la razén trata de orientarse, de entender esos sistemas ‘que, segtin palabras textuales de Le Goff (1977: 55), sparecfan estar entre el deleite y el horror por la sangre derramada», Para el pensamiento ilustrado, la violencia medieval tiene st origen ‘enla cenazén mental impuesta por los poderes arcanos, en los fantasmas de la culpa y de la irracionalidad; posee una naturale- za religiosa, resultado de la confusién entre autoridad espiritual y autoridad secular: La violencia esté colimada de supersticion, {que invade al pueblo ya quieneslo gobiernan, impregnando tam- ‘bien sus leyes y a aquellos que las temen. Su principal represen- tante es la Inguisicién, que ha «iluminado» el mundo durante siglos quemando herejes, brujas y un gran niimero de infieles, pecadores y rebeldes, todos ellos incapaces o reacios a someter= seal poder celestial y terrenal de la Telesia. ‘mostrardn asimismo algunos elementos analfticos propuestos porla «criminologia de la guerra», se buscaran angumentos pa- cilistas en la propia tradicién criminoligica, que sera utiliza- dos para afirmar que la nocién de eguerra como valor» ha goza- do de una longevided inmerecida, Inspiréndome en el trabajo de Durkheim, defino la guerra como «cancer»; parafraseando a Becket; propongo que los «empresarios de Ia morals se convier- tan en sempresarios de la pazo; deseribo la guerra como crimi- nalidad de los poderosos; considero que la criminalizacién de la guetta es coherente con el abolicionismo criminol6gico;yfinal- ‘mente, sostengo que la criminologta es perfectamente compati- ble con la paz perpetua kantiana, Lasentencia de Brecht xpiedad para los patses que necesitan Iéroese se podria aplicar alos grupos sociales, ya que el antihe- ‘oismo constituye una via posible para que se produzca el cam- bio social. Es hora de reconocer en los héroes a los responsables de aquello que Voltaire ([1759} 1954) describe como «vil matan- ‘ay heroica carniceria»;es el momento de redueirlos al rango de pirémanos, asesinos, esiupradores y de, por otra parte, apreciar ‘aos antihéroes, esos perturbadores que ponen en tela de juicio ciertos valores tradicionalmente inamovibles y considcrados ver- daceros (Brombert, 1999), Este libro, que propone el andlisis de la violencia politica, es también un himno a los antiheroes, 10 cempefia un papel crucial cuando se emplea en politica, como ‘Mario Stoppino (I. Violeta e potere politico, en la vor Vi lenza», del Dizionario di politica dirigido por N. Bobbio, N. Mat- teuciyN. Pasquiino, Turin: Tea-Utet, 1983-1990: 1.222 y'ss.), tan- to en politica internacional en la que acttia como un factor pri- mario constitutivo de las conductas y de las expectativas que se ‘manifiestan, como en politica interna por cuanto se configura como un rasgo caracteristico del poder politico o poder de go- bicrno, As{una de las definiciones mas penetrantes y difusas del poder politico, con orfgenes en la filosofia politica y especi ‘mente eneel pensamiento ce Hobbes, pero con sentido sociol6 co, es la que ha sido fijada por Max Weber como el monopolio de la violencia legitima. Mas, en esa perspectiva sélo dicha violen- cia se legitima cuando la misma es ejercida en lo que el propio Weber llam6 «comunidades politicas plenamente desarrolladas», las cuales se configuran como comportamientos politicos, reve~ Jadas por partidos que procuran conquistar el poder politico, aunque desde fuera se manifiesten asimismo unos grupos de presién que buscan influenciarlo, En estas comunidades politi- cas eplenamente desarrolladase la violencia es usada por medio de aparatos predispuestos al efecto (policias, jurisdiccién, cétce- les 0 lo que he denominado en una expresién como el «sistema penal activo»). Hasta este punto la violencia que proviene del alto actia supuestamente en beneficio del conjunto, pero jamais puede constituirse en el fundamento principal del poder politi co. De otra manera, cuando el poder se deslegitima y pierde 0 extravfa la fuente de legitimidad (1a voluntad popular, expresada de forma democrética),entonces la violencia puede adquitir tanto formas descontroladas en su eercicio (no previstas legalmente) como exacerbadas en sus aplicaciones. De aqui a la aparicién del terror hay generalmente poca distancia y a violencia, enton- ces, puede perder toda medida y previsién, dando lugar a los conocides como «terrorismos de Estado», Claro est que aun cuando el poder actéc legitimamente, éste puede ser cuestiona- do desde el bajo yas pretensiones para desalojarlo que no aguar- dan las formas constitucional y jurfdicamente establecicas para ello pueden acudir al ejercicio de la violencia. En tales circuns- tancias y si tal ejercicio se desborda hacia cl empleo del terror, entonces sus agentes pueden ser ffeilmentecalificados como «te- rroristas» y a sus respectos se desplegard toda una baterfa de 1 respuestas desde el Estado, algunas de las cuales son las que habitualmente estén previstas por el orden jurfdico, mas en el mayor ntimero de casos son imprevistas con lo que se incurte en crear una legislaci6n ex post, De tal modo, no tnicamente se viola un principio basico y fundamental de las férmulas Estado constitucional de derecho 0 Ruile of Law, sino que se alimenta el concepto de la emergencia como fuente de las reglas juridicas. Y, ala emergencia, se responde con la excepcionalidad; con las leyes de excepeién, alas que recurren ciertos sistemas politicos que se autotitulan edemocraticos» y uconstitucionales de derecho», poniendo de manifiesto asi la prucba de la fragilidad de estas adjetivaciones. En Europa continental yen tiempos no muy lejanos, ante la cafda de los niveles de bienestar, muchos reclamos sociales asu- mieron elrecurso de la violencia politica, la que casi de inmedia- to fue calificada como terrorismo, no sélo y no tanto porque las acciones desplegadas por los grupos que se armaron para atacar el poder politico recurrieron al terror indiscriminado (o diseri- ‘minado, segtin los casos), sino por cuanto, en ciertas situacio- nes, las respuestas estatales bordearon o superaron también los limites del terror. Claro esté, nunca mediante recursos extrema- damente aberrantes, tales como las «detenciones-desapariciones» ollos métodos genocidas empleados por regfinenes de auténtico ‘error; tanto en América como en Africa y Asia. Pero ratificando asf a inconsistencia de las formas legitimas de Estado a las que Jos respectivos poderes politicos decfan adecuarse. La tortura y las cérceles aberrantes han sido y siguien siendo rasgos de los sistemas penales contemporiineos; los ejemplos abundan, pero sobre todo sobresalen y resaltan cuando tales muestras se han exhibido descle poderes politicos ejercidos ab- solutamente fuera de control, Todos y todas entendemos este Ienguaje... El pasado sistema de gobiemo en los Estados Unidos de Norteamérica no ha escatimado modelos de barbarie puniti- va, Al terror del 1 de septiembre de 2001 respondié con perver- siones como las de Abu Ghraib, Guanténamo y las céreeles se- cretas dispersas en territorios de pafses que «colaboraron» con la instalacion de similares alojamientos, cuando no cooperaron Adejando libres sus espacios 2éreos o prestando aeropuertos part st nocién de responsabilidad coleetiva. Las victimas del terrorismo xno son individuos concretos ¢ identificables cuya conducta es considerada inicua o despreciable, sino poblaciones enteras que son agredidas por su nacionalidad, origen étnico, religi6n o cre- do politico.? Esta definicién no s6lo nos trae a la mente episo- dios de terrorismo internacional, sino que incluso nos puede re- cordar de forma més directa las caracteristicas de las guerras ‘contemporéneas. En este capitulo se observartin los rasgos que ‘comparten el terrorismo y la guerra y se analizaré cémo el pri- ero alimenta al segundo y viceversa. Desdc este punto de vista, Jos terroristas internacionales de la actualidad son una especie de «clones» de quienes declaran Ia guerra contra ellos, es decir, Jos que utilizan la violencia «pura» indiscriminadamente contra civiles y no combatientes. Una breve reflexi6n sirve de colofiin aesta obra. Una vez cons- tatado que la violencia antiinstitucional puede derivar precisa- mente en algo semejante a lo que combate, es decir, en terroris- ‘mo, numerosos ex miembros de organizaciones armadas se han sometido a um proceso de severa autocritica que los ha llevadoa una declaraci6n unilateral de «alto el Fuego». Son muchos los que han llegado a la conviceién de que la violencia antiinstitu- cional no constituye una violencia «final», esto es, que no posee Ja capacidad de extinguirse a si misma ni a ningxin otro tipo de violencia futura (Ricoeur; 1999). El suefio de Prometeo, sceén el cual un solo acto violento traeré la paz perpetua, esta condenado ‘seguir siendo un suefio, al menos por ahora. Sin embargo, todo esto incluye también la violencia institucional, que normalmen- te acttia como base de violencias futuras, en el sentido de que, ‘mas que suprimi; se alimenta a sf misma y alienta Ja violencia de los otros. El Gltimo capitulo, La criminologia como wn alto el fuego, invoca el abandono general de las hostilidades y reclama Jacriminalizaci6n de la guerra, la forma més extrema de violen- cia autorizada, y se ocuparti no s6lo de los crimenes de guerra, sino también y especialmente de la guerra como crimen. Se 2, Seguramente algunos estidioxos del torrorismos estarén on desacuer- do con esta deflntcldn, que sdlo considera Ia violencia indiscriminada, no slectiva, Sin embargo, quisiera decir que se trata de una definiclén «nego cial tras lrgas diseusiones con les que los propios estudiosos definivian coino vex terroristasy,definicion totalmente rechazada por estos titimos. esta onganizacién y de su actividad politica través delos instru. ‘mentos que ofrecen las dstintas escuelas de pensamiento crimi- nolégico. Elcapitulo 8 posce una estiuctura andloga y describe el naci- ‘miento, el desarrollo, la aparente derrota y el reciente resungir de las Brigadas Rojas. El titulo de este capitulo, Golpe al corazon del Estado, es uno de los esloganes més caracteristicos utilizados or la organizacién durante sus aos de vida, Una peculiar tra- yectoria ideol6gica lleva a las Brigadas Rojas de la accién politi ca en el Ambito laboral de la industria, medio en el que se mue- ven en un primer momento, a la accién contra representantes del mundo de la politica oficial, en el que creen poder influ: Los homicidios y los secuestros que conforman la historia de la or ganizaci6n reflejan su propio andlisis de la situacién econémica y su particular lectura de los acontecimientos internacionales como, por ejemplo, el golpe de Estado de Pinochet en Chile, En este capitulo se observaré la evolucién de las Brigadas Rojas, marcada por el uso de distintas formas de violencia no autoriza- dda; su existencia y desarrollo se interpreta como uno de los re- sultados de la creciente violencia utilizada por las instituciones para hacer frente a sus oponentes. Me serviré de algsinas catcgo- {as criminologicas para tratar de corroborar esta interpretaci6n. EI capftulo concluye con una mirada a las «nuevas» Brigadas Rojas, cuyo Giltimo homicidio se produjo en el afio 2002 y euyos miembros fueron procesados cn 2005,! Posteriormente, nuestra atencién se centrara en los eventos internacionales contemporéineos, En efecto, en el capitulo 9, Clo- nando al enemigo, se analizaran las dos formas extremas de vio~ lencia politica: la guemma y el terrorismo. Como ya hemos sefiala- do, las definiciones de terrorismo son siempre controvertidas, pero llegados a este punto el autor no puede demorar su deber, esté obligado a proponer una posible descripeién del término. Elconcepto de violencia «puray es de gran ayuda para tal props sito: la violencia pura se produce cuando fuerzas poltticas orga nizadss, de forma mas 0 menos manifesta, infligen violencia contra las masas civiles, Por tanto, el terrorismo puede definirse como violencia pura, un tipo de violencia que fricorpora tna 1. Los capitulos 7y 8 se basan en entrvistas realizadasa ex miembros de a RAP y de las BR, el traslado de acusados sin nombre y apellidos, dirigidos a la tortura. La supuesta amenaza de miltiples atentados terroristas, facilit6 la adopeién de medidas de extrema restriccién de las, ibertades y no Gnicamente en los Estados Unidas (la aproba- cién de la conocida como Patriot Act); también en el Reino Uni- doyy otros paises europeos se introdujeron profundas modifica- ciones legales,limitando los derechos de los procesados, acusa- dos oencareelados, incluso de aquellos quienes nose atribuian delitos con connotaciones terroristas, revirtiéndose de manera expresa sobre los inmigrantes «sin papeless (a quienes sin haber cometido delito alguno se los identifica como scriminales»), a lo ‘cual Espatia no sélo no es ajena, sino que también sigue dando ‘muestras cotidianas de tal actittd; todo ella a consecuencla de ‘una creciente sensacién de inseguridad colectiva, De tal manera, ‘en efecto, un sistema de terror se instala cuando se nutre con el alimento de la inseguridad y es sabido que un gobierno median- te terror (una expresién frecuente de la ms reciente biopolitica) llega a implantar un control irrestrcto. La Espatia democritica esté atravesada en sus treinta afios de historia politica y social por unos fenémenos de violencia politica, deaccién y reaccién, cuando no de interaccién, delalto y del bajo. ‘Ms alld de expresiones que se verificaron en los comienzos de la denominada como iransicion politica, después de la muerte del dictador Franco, ligados a situaciones puntuales, relativas a la conformacién de la forma del Estado constitucional de las auto- nomfas, y a las expresiones de algunos grupos que eligieron Ia violenefa para expresar reivindicaciones con escasa base social, cn todo el perfodo democrético-parlamentario se han constatado acciones yreacciones violentas, El terror desplegado por la deno- minada organizacién Fuiskadi Ta Askatasuna (en castellano: Pats ‘Vasco y Libertad), conocida por sus siglas BTA, autodeclarada in- dependentista y nacionaliste vasca, de ideologia marxista-leninis- ta que invoca la lucha armada como método para obtener sus objetivos fundamentales entre los que se encuentra de manera prioritaria Ia independencia de los Estados de Espatia y Francia de lo que el nacionalismo vasco denomins Euskal Herta, lo cual ppersiste hasta los tiempos presentes, Para ello utiliza el asesinato, el secuestro, a extorsién econdmica tanto en Espatia como, oca XE sionalmente, en Francia. Pero, pese a los gravisimos hechos que se ha auto-atribuido (masaeres, atentados con bombas, homici dios generalmente contra personal de los cuerpos policiales y mi- litares pero también contra poltticos y empresarios vascos), es mae nifiesto que pierde reconocimiento popular: Fundada por escisién de miembros del Partido Nacionalista Vasco, durante la dictadura franquista BTA conté con el apoyo de tuna parte significativa de la poblacién al ser considerada una ms de las organizaciones opuestas al régimen, si bien tras el proceso democratizador inicfado en 1977, al cual no se incorpor6, fue per diendoapoyos piblicos. Susactos han sido condenados ycalifiea- dos de terroristas por la inmensa mayorfa de las fuerzas politicas y sociales desde la aprobacién del Estatuto de Gemika en 1979 hhastallaactualidad, en a que st condicion terrorista es plenamen- te admitida por la inmensa mayorfa de los Estados, entre ellos: Espaiia, Francia, Estados Unidos, las organizaciones internacio- rales tales como el Consejo de Europa, las Nacioncs Unidas o la Europol; de la misma manera por las onganizaciones defensoras de los derechos humanos més prestigiosas. En los orfgenes de Tos gobiernos democraticos, la actuacién de ETA ha provocado reacciones en pleno ejercicio del poder politico, como fueron la aparicion y actuacién de los Grupos Antiterroristas de Liberacién (GAL). Los GAL estuvieron activos de 1983 a 1987, siendo responsables de 23 asesinatos, Actuiaron principalmente en el Pafs Vasco francés, aunque también leva- ron a cabo secuesiros, torturas y delitos econémicos en algunas zonas de Espafia, Sus atentados se dirigian contra militantes y simpatizantes de ETA, pero también afectaron a gente sin rela ci6n aparente con el terrorismno. Los Grupos Antiterroristas de Liberacién (GAL) fueron es- cuadrones de Ia muerte creados ilfeitamente por funcionarios del gobierno espartol para que combatieran a ETA. Fueron fi- nanciados y protegidos por el Ministerio del Interior de Espafa, Este periodo ¢s llamado a menudo «la guerra sueia» en la historia reciente de Espatta. El secuestro y posterior asesinato de Joxe Antonio Lasa y Joxe Ignacio Zabala en octubre de 1983 yel secuestro de Segundo Marey en 1984 marcaron el inicio de los GAL. Elhecho de que altos cargos del gobierno socialista hubieran creado y organizado los GAL, e incluso su propio presidente Fe- xu cin del interaccionismo simbélico al andlisis de la rebeldfa y delcrimen, Tras destacar que las dindmicas relacionales pueden generar armonfa 0 conflicto, la violencia politica es vista como accién que influye y que a st vez es influida por las respuestas que recibe. La violencia politica ejervida desde el pueblo como forma de «accién conjunta» no puede ser separada de uno de sus componentes esenciales: la violencia ejercida desde el Esta- do quela provoca y a la que responde. En este capftulo se eviden- ciard la deuda contraida por los tedricos del ctiquctaje con res- pecto al interaccionismo simbélico y se mostrarén los resulta- dos de suanalisis, poniéndose de manifiesto no ya los mecansmos de etiquetaje, sino de autoetiquetaje, segtin los cuales las defini- ciones de «violenciay no son aceptadas por aquellos actores que Jajercen, sino quese ven si mismos como antagonistas violen- tos de instituciones jgualmente violentas a las que pretenden modificar, aunque sea a través de medios no autorizados. Un breve estudio del caso basadlo en la experiencia de los Panteras Negras trata de demostrar la eficacia de este marco analitico. Los dos capftulos siguientes también contienen sendos esti dios de casos, referidos respectivamente a la Fraceisn del Ejérci- to Rojo (Rote Armee Fraktion 0 RAF) y a las Brigadas Rojas (BR). En el capitilo 7 se describira el ascenso de los movimnien- tos radicales en Alemania y el surgimiento de agrupaciones ar- madas centradas en el activismo politico; se examinara el papel dela eteoria critica» propucsta por los estudiosos de Frankfurty Ja nocién de «tolerancia represiva» elaborada por Marcuse y en parte adoptada porel movimiento alemén, El esuetto loco» de la RAF ha sido considerado inadecuado en un contexto de demo- cracia avanzada como el alemén; no obstante, es interpretado también como resultado del autoritarismo que tradicionalmen- te predominarfa en el pafs. Hay quien sostiene que la violencia de la RAF es consecuencia del sentimiento de culpa que arras- ‘ran las nuevas generaciones ante Ia incapacidad por parte de las pasadas de responder al nazismo con la resistencia armada, El iftulo de este capttulo, El prinado ciego de la accién, aluce a cémo perciben los miembros de la organizacién su propia actividad politica ilegal. Para algunos de ellos, atacar la propiedad o a las personas noes «revolucionatio» por los efectos que produce, sino ‘enettanto acto en si mismo ilegal, «criminal». Tras narrar breve- mente la trégica historia de la RAF, se realizard un analisis de discutiré sobre emovimientos reformistas y movimientos revo- lucionarios», mientras se da un repaso a las indicaciones de Her. bert Blumer sobre los mecanismos que permiten el surgimiento ya organizacién de tales corrientes. Enel capitulo 5, Volencia prepolitioa y hostilidad organizada, reagruparé las propuestas analiticas de los tedricos del conflicto enel émbito de la criminologia. Trataré de mostrar también cémo, cuando esta disciplina académica adopta la teoria del contflicto, se elaboran concepts como «grupos concurrentes» y avalores ‘contrastantes», alosquese les atribuye un papel esencial en la con- troversia sobre el delito, Tras haber subrayado que en el andlisis, de Georg Simmel el conflicto es uma de las formas mas vividas de interaccién humana, presentaré criticamente el concepto de spoliticidad del delito». Los tedricos del conflicto en la crimino- logfa tienden a interpretar la criminalidad convencional como forma de conclucta prepotftica, que es resultado de los intereses contrapuestos de las distintas clases sociales. Respecto a la vio- lencia antiinstituicional, estos te6ricos son partidarios de catalo- garla como una respuesta desorganizada a la violencia policial ‘que la instiga; en su opinién, por tanto, las erevueltas» no son mis que «contestacién a las fuerzas del orden». Si se observa dotenidamente la aportacién dela «nueva criminologias, es evi- dente que los tesricos del conflicto sesienten muy eémodos cuan- do analizan la violencia endémica causada por las desigualda- des; no obstante, no les resulta tan sencillo especular cuando se ‘enctientran ante actores politicos que eligen utilizar racional- mente medios violentos contra las masas. El capitulo concluye con un analisis del terrorismo y con algunas observaciones so- bbre la accién colectiva y la hostilidad organizada. Porel momen- to, trataré de evitar las dificultades que se encuentran al preten- der definir el concepto «terrorismo»: pido un poco de tiempo y algunas paginas mas, antes de mostrar mi propia definicién, Entre los individuos y los grupos se establece una serie de dinémicas relacionales que favorecen el autocontzol y fornenten Iainteraccién cooperativa, Estas dinémicas prevalecen en socic- dades altamente cohesionadas, donde recae sobre los individuos y sus acciones «la respuesta universal de la colectividad. El ca- pitulo 6, Suicidio revolucionario, examina atentamente el penss- mento de George Herbert Mead y su aportacién a los émbitos de Ia sociologfa y de Ia criminologfa, que consiste en la aplica- 6 lipe Gonaéilee fuera acusado de ser la misteriosa «X» que los dirigfa, fue un factor determinante en la derrota del Partido So- cialista Obrero Espafiol (PSOE) en las elecciones generales es- pafiolas (1996), tras las que GonzAlez. renunci6 al liderazgo del partido. No obstante, el PSOE jamas ha reconocido responsabi- lidad alguna respecto a los GAL, y GonzAlez-nunca ha sido acu- ssado por estos hechos. El posterior gobierno consetvador, presi- ido por José Maria Aznar, obr6 con cierta prodigalidad al con- ceder indultos a los socialistas convictos por delitos de los GAL. Segrin se revel6 en los juicios, los atentados y secuestros de Jos GAL fueron perpetrados en su mayoria por mercenatios fran- ceses contratadas por policfas espaiioles, financiades con fon- dos reservados, y organizados desde el propio ministerio del In- terior, a través de responsables de la lucha antiterrorista en el Pafs Vasco. Algunos de los condenados fueron: + José Barrionuevo, ministro del Interior + Rafael Vera, director para la Seguridad del Estado, * Ricardo Garefa Damborenea, secretario general del PSOE en Vizcaya. + Francisco Alvarez, el jefe de la Lucha Antiterrorista, * Miguel Planchuelo, jefe de la Brigada de Informacion de Bilbao. + José Amedo, policfa, + Julién Sancrist6bal Antes del GAL, hubo otros grupos terroristas supuestamente antiterroristas (prineipalmente durante a dictadura de Francis- co Franco), coma la Triple A, el Batallén Vasco Espanol (BVE), Jos Comandos Antimarxistas, los Grupos Armados Espatioles y ‘Antiterrorismo ETA (ATE). Empero, con sorpresa, muchos productores de opinion creen {que los GAT fueron un factor de peso que garantiz6 la supervi vencia de ETA hasta los afios de 1990 y més alla, al justificar la tesis de la «guerra entre Euskal Hervia y el Estado espafols con Ja que justifican sus acciones, y pretenden despertar simpatia hacia ellos en otros passes. Haber expuesto los casos de violencia politica registrados en Ja Espafia democrética no ha sido una decisién sin mayor justi- xm ficacién. Por el contrario, ello se explica porque aun frente a las tensiones que genera una creciente voluntad de reconstruir la ‘memoria colectiva de la sociedad espafiola, tratando de investi- garlos horribles crfmenes cometidos por la dictadura franquis- fa, debe tratar de explicarse (que no justificarse) el empleo de la violencia en la lucha por el control del poder politico, Llegados a este punto es posible concluir diciendo que los conienidos del volumen que aquf se presenta ser de una indu- able ayuda para aleanzar una mayor comprensién de las vicisi- sy alternativas que rodean los miiltiples e interminables ten siones que rodean el ejercicio del poder politico en las socieda- des contemporéneas. La politica, como forma de imponer ‘modelos de convivencia, y tal como se puede leeren esta obra de Vincenzo Ruggiero, muchas veces recurre al empleo de la violen- cia, tanto cuando se expresa desde el poder institucionalizado para conservarlo, como cuando se manifiesta desde fuera para instituir nuevos poderes, Personalmente me congratulo que este libro dé Ruggiero pueda llegar aun piblico lector en lengua cas- tellana, gracias a la difusién que pueda darie editorial Anthro- pos, en el marco de las iniciativas que impulsa el Observatori del Sistema Penal i els Drets Humans (OSPDH). ROBERTO BERGALL President del Consell Cientific Internacional ‘OSPDH Barcelona, febrero de 2009 x ccapacidad analitca y que son aplicables la violencia como com- portamiento colectivo. La violencia politica, por ejemplo, puede ser el resultado del debilitamiento de la fuerza de regulaci6n in. herente a las normas morales, en especial cuando el cambio eco- némico y poltice altera el diagrama de las expectativas indi duales y de grupo, En este capitulo se mostrar también cémo el primer funcionalisno se ha preocupado por establecer un limite entre adivisién del trabajo» y «diferenciacién» y cémo el propio Durkheim ve en la primera una fuerza vital y en Ja segunda una manifestacién de morbilidad socialmente debilitadora, Su and lisis del socialismo y del comunismo traza una linea divisoria similar entre una «propuesta razonable» de cambio y un «pro: ¢grama anémalos de destruccién social. Se aftade también como materia de reflexidn el estudio critico del bolchevismo por parte de Marcel Mauss, una extensién coherente de la crftica del co- munismo llevada a cabo por Durkheim. El eapfaulo concluye con Jos testimonios de Talcott Parsons, con su nocién de «evolucién cultural», y de Robert Merton y su definicién de «rebeli6rm. El desarrollo urbano viene acompafiado de movimientos de poblacién y el asentamiento de masas que traspasa lo que los, sociélogos de Chicago denominan «cl punto natural de satura ciéns, En resumen, el crecimiento de la ciudad provoca un do- ble proceso de desorganizacién y reorganizacién que obliga cons- tantemente a los individuos a adaptarse a los cambios. Sin em- bargo, cuando tna ciudad crece de forma caética, los elementos de desorganizacién prevalecen: las ciudades se convierten en. «purgatorios de almas perdidase que sellenan de «espiritus ima- zinativos y rebeldes». En estos purgatorios surgen clubes poltt. ‘cos que asumen importancia especifica en tiempo de elecciones En el trabajo de los soci6logos de Chicago que presentaré en el capitulo 4, Politicos, gdnsteres y militarcia violenta, la violencia politica coincide con la violencia institucional, Se describen las, distintas modslidades de concesi6n de la violencia sdadaen con- trata» a grupos criminales organizados, en bencficio de ciertos ‘cargos institucionales, Crimen organizado y politica oficial son representados como aliados, dependientes reciprocamente de los servicios que ambos pueden proporeionar: En el capitulo seana- lizarén también algunas variantes de violencia popular como, por ejemplo, Ia que ests presente en los conflictos entre «movi- ientos sindicales, clase propietaria y Estado». Por dltimo, se nologia clisica, particularmente las que encontramosen las obras de Cesare Beccaria y Jeremy Bentham. Tras delinear el eniorno filosdfico de sus trabajos, me centraré en las nociones de contra- tosocial que inspiran a ambos autores, Beccaria dedica sus estu- dios a la Barbarie de Estado y sedicién, es decir, a la violencia institucional, yadvierte que ésta puede ser contearzestada porla colectividad oprimida en forma de explosién antiinstitucional. ‘Segiin su opinién, un exceso de violencia autorizada puede pro- vocar respuestas especulares, aunque no autorizadas, Su capaci- dad para prever futuras aceiones violentas contra el orden esta- blecido queda demostradacon el estallido de la Revolucién Fran- cesa sélo algunos afios después de la publicacién de su célebre obra, Jeremy Bentham, a pesar de su constante defensa de los ‘eastigos juiciosos, parece renunciar a toda racionalidad cuando se encuentra ante el efanatismo» y ante todas aquellas conduc- tas que él define como «crimenes contra el Estado, Enel capitulo 2, Asesinos filéntropos y regicidas, me ocuparé de estas dos categorias, pero también de los anarquistas, los ni- hilistas y otros sujetos que componen el elenco de rebeldes revoluclonatios estudiado por la Escuela positivista y creado a partic de los afios turbulentos de su existencia, Cesare Lombraso y Enrico Ferri tratan de darun sentido ala violencia que azotaba Europa en 1848 y que fue la consecuencia de distintos aconteci- 0s, como la instauracion de Ia Comuna de Paris la difa- si6n del nihilismo ruso, el crecimiento del movimiento socialista © incluso el surgimiento de aquellos individualistas del homtci- io que asesinaban porque no podian soporiar «el triunfo de los ricos mientras habfa tantos pobres», Los positivistas sugieren que la violencia politica no es eatévicas sino xevolutivas, ya que tiende a cacelerar el futuro», a anticipar los sistemas sacio-pol ticos que estén por llegar. Sin embargo, veremos cémo estos minélogos, marcando tna diferencia clara entre rebeli6n yrevo- lucién y vislumbrando ciertos aspectos patol6gicos en la prime- ray ciécios aspectos evolutivos en la segunda, acaban poniendo Ja ctiqueta de satavismo» més a unas formas de violencia poltt- caquea otras. Bnel capftulo 3, Bférvescencia morbosa, se discutirin os con- ceptos de violencia politica propuestos por Ia tradicién funcio- nalista, El clésico estudio de Durkheim sobre el suicidio contie- ne una gran cantidad de ideas y argumentos que poseen cierta 4 INTRODUCCION Uno de los temas preferidos por Esquilo es aquel segtin el ‘cual Ia violencia genera violencia hasta que se aleanza una for ma de reconciliacién sobrehumana. En su versién del mito, Pro- meteo es el primer rebelde: proporciona el fuego, la tecnologia y Ia esperanza a los oprimidos y trata de traer la paz a la tierra a través de una tinica accién violenta, Prometeo, el eprevidente» 0 <1 «providentes, se encarga de dar plenitud a los humanos sepa- indolos de los dioses. A pesar de su eprevidencias, su rivalidad con Zeus lehace fracasar y ser atrozmente castigado. Eneadena- do en uno de los puntos més elevados del Caucaso, Prometeo recibe la visita de un Aguila que le devora el higado durante el fa; el Grgano se regenera durante la noche, perpetudindose de cesta manera su condena y su sufrimiento (Kerényi, 1951; Ca- ‘mus, 1951; Shelley, 1974). ‘Ninguna otra figura mitolégica define mejor la trégica sinte- sis del concepto de violencia politica. Este concepto implica la distinciénentre fuerza autorizada y fuerza no autorizada, la pri- ‘mera entendida como violencia ejercida por la autoridad y la segunda como expresién del desafio dirigido contra la autori- dad, La fuerza autorizada consiste en una violencia innovadora que crea leyes y que tiene la capacidad de establecer nuevos sis- temas y designar nuevas autoridades. Sin embargo, también puede presentarse como mera violencia de conservaci6n cuando Jo que se pretende es proteger la estabilidad del sistema y refor- zar la autoridad constituida (Benjamin, 1996; Derrida, 1992). ‘Ambos tipos de violencia son definidos como violencia institu- ‘ional (0 violencia ejercida «desde arriba»). Usaré el término vio- 1 lencia antiinstitucional (0 violencia ejercida «desde abajo») para designar la fuerza ilegal dirigida contra la autoridad, La violencia politica no s6lo pertenece a la tragedia antigua, sino también a la moderna, especialmente sis interpretaca como ppugna entre Ja necesidad de un cambio radical y los costes hu- ‘manos precisos para que ese cambio tenga lugar (Bagleton, 2003). ‘Sin embargo, a violencia institucional y la violencia antiinstitue ional estén intimamente relacionadas, conexién que resulta a su vez trégica (Williams, 1966). Este libro examina dicha rela- ciéna través de los recursos conceptuales que ofrece la crimino- logfa, dando cabida incluso a aquellas nociones abandonadas, bien por vergiienza © por miedo, por la comunidad académica desde hace ya largo tiempo; de hecho, muchos estudiosos se han. congratulado de la lenta caida en el olvido de algunos de estos conceptos. Los distintos capitulos de esta obra tratan de localie zary poner de relieve las ideas de violencia politica diseminadas alo largo de la historia del pensamiento criminolisico. A veces, estas ideas se ocultan detras de formulaciones tedricas y prec. ppaciones précticas, pero otras veces estén ah, explicitas y direc- tas: una vez desenterradas, la herrumbre desaparece y se revelan instrumentos dotados atin de una brillante capacidad analitica, Los estuios més exhaustivos sobre la relacién entre violen~ cia y enacimiento de la sociedad moderna» han observado las indmicas de urbanizacién conjuntamente con la evolueién de Jos homicidios y han abicrto una amplia discusién acerca de los, provesos de civilizacién y de cambio social. Sin embargo, es ex- ‘raordinario cémo, inchiso eneste tipo de estudios, se excluye la violencia politica de estas dindmicas y procesos (Eisner, 2003). Ante tan clamorosa omisién, algunos crimindlogos exigen que se incluyan en su campo de andlisis todas las formas de protesta colectiva y de conflicto politico, comprendidas las distintas va- riedades de contestacién violenta. Quien protesta, en el fondo uusa.a veces medias ilfcitos, se enfrenta a la legitimidad del siste- ma contra el que lucha; en resumen, «la protesta puede llegar a ser tan amenazante como criminal» (Shoothill, Peelo, Taylor, 2002: 144). Por ello, alunos estudiosos han. propuesto que las ideas criminolégicas usadas en el andlisis de la violencia «co- imtin» sean aplicadas al estudio de la violencia politica, Se supo- ne, por ejemplo, que ambos tipos de violencia persiguen un obje- tivoclaramente reconocible. También la violencia no politica esta 2 encaminada a la consecuci6n de un fin: «obtener algode alguien o administrar justicia para castigar un agravio» (Rosenfeld, 2002: 3). En la percepcién de quien hace uso de ella, la violencia (polt- tica ono) es el resultado de una provocaciGn previa y tiene como objetivo resarcir un dafio, neutralizando o ereformando» a aquel gue ha perpetraclo dicho mal. En este sentido, la violencia politi- ca, que persigue un fin y se inspira en un desco de justicia, no es distinta de la violencia efercida por una banda criminal: es tam- bién una forma de eautotutelas. Como dice una vieja maxima de Thomas Svasz, desde un punto de vista cientifico, la diferencia entre la violencia politica y la violencia comtin es la misma que hay entre el agua comtin y el agua bendita (bfd.: 4). “Este libro, en cambio, trata de demostrar que el agua bendi- ta es completamente distinta del agua comin, una teorfa res- paldada por la larga historia de las ideas que han defendido el dlasicismo, el positivismo, el funcionalismo, el interaccionis- mo simbélico, es decir, las grandes escuclas interpretativas que forman el patrimonio del pensamiento criminol6gico. Dentro de este patrimonio encontramos numerosos autores que apli- can el concepto de eriminalidad politica a los delitos cometi- dos por representantes del Estado y por aquellos consocios que ‘ocupan una posicién social de prestigio (Carrabineer al, 2002) Otros estudios importantes analizan las atrocidades perpetra- das por ciertos miembros de las instituciones y las distintas formas de rechazo consciente, inconsciente, cultural, personal uuoficial que las acompafian (Cohen, 2001), El término «crimi- nalidad polfticay designa a menudo el crimen estatal, la co- rrupcién politico-administrativa o incluso toda una serie de delitos cuya responsabilidad recae en las élites. De este modo, se excluye de dicha categoria cualquier forma de violencia no autorizada adoptada por un grupo politico con la intencién de provocar un cambio social En los capftulos que vienen a continuacién, se adopta el mar co tedrico que el pensamiento criminol6gico ha ido ereando pau latinamente; se analizaran los distintos tipos de violencia insti- tucional y antiinstitucional y, mientras se van mostrando pagina a pagina las distintas épocas y sus confflictos violentos, se discu- tirdn las definiciones y las controversias te6ricas caracterfsticas de aquellas épocas. En el capitulo 1, por ejemplo, trataré de ha- llar las definiciones de violencia politica ofrecidas por la erimi- sideran.a Cristo como a un amado eényuge. Ademés, «la pasién por el martirio, que depende més del sentimiento que dela ra~ 26n, germina més fuertemente en la mujer que en el hombres. En San Petersburgo, en esta época, hay numerosas mujeres nihilistas debido a que en la ciudad habitaba un porcentaje muy alto de solteras, lo cual «impide constituir la familia» y «sustrae ‘ala mujer del ambito que es mas adecuado para el desarrollo de sus facultades», Una vez alejadas de su edeber natural», las mu- Jeres se lanzan a la actividad politica, y muchas de estas mujeres russ van a la Universidad: Son estas estudiantes, omujeras hombres, como les encanta Ila- _marse, Jas que, cuando no participan en kas conjuras mis graves, dan caza a los ricos patrimonios para engrosar las arvas de la Liga, lieran a los prisioneros corrompiendo a los guardias, en- tran en todas partes como camareras o enfermeras y hacen pro- paganda como séloellas son capaces, hasta el punto de se lama. das por el propio Bakunin su mds precio tesoro libid: 228}, ‘Sin embargo, éstas son solo excepciones, Fs en las revueltas, ms que en las revohiciones, donde las mujeres son mas nume- rosas y empujana los hombresa la lucha con su propio ejemplo; esto se debe a su innato eretismo, que las expone completamen- tea las «epidemias imitativas», arrastréndolas a cualquicr tipo de exceso. En los accesos de locura colectiva, las mujeres son. mis tendentes a la excitabilidad y a la exaltacién de los senti- ientos quelos homibres, tanto para lo bueno como paralo malo. En Talia adn se recuerda a aquellas mujeres de Palermo que, en los tristes dfs del mes de septiembre de 1866, troceaban, ver «fan y comfan a carne de os carabineros, como se hizo en Népo- les en 1799 con Ta carne de los republicanos [..]. En 1789, Jas peseaderas empusiazon alos hombres a la revolucién y ellas mis mas se unieron a las tropas y @ los amotinados: masaeraron a sus enexnigos; ocuparon el ugar preferente en las flestas atid ticas y formaron varios alubes de Férninas Republicanss [ibéd.: 228-223), En los dias de las ejecuciones solernes, las mujeres ocupe- ban la zona frontal en torno a Ja guillotina, tradicionalmente reservadasacllas, ya que estas «furiass desean observarde cerca 50 Bn laportada de la tercera edicién de la obra De los delitos ylas penas, vemos ala Justicia alejarse horrorizada de un hombre que ‘empufia una espada y que lleva en sit otra mano tres cabezas re- cién cortadas; a su ver, la Justicia observa benévola los instru- ‘mentos del dttoy itil trabajo social. ELhombrees un ser abyecto, Ja personificacién de un Estado brutal caya legalidad no reposa sobre la voluntad general, sino sobre la exaltacién de unos pocos. Abramos los libros de historia, y veremos que las leyes, que son © deberian ser fruto del acuerdo entre hombres libres, no han sido mds que el instrumento de las pasiones de unos povds, @ hhan nacido de una fortuita y pasajera necesidad, cuando no dic- tadas por un frfo examinador de la naturaleza humana [ibid 3). La violencia institucional encuentra su expresién tfpica en la crueldad de la pena, esa fuerza aplicada de forma errénea, «mal encaminada», que constituye todo un ejemplo de atrocidad legi- tima a sangre Iria, Beccaria se sorprende de que tal violencia no sea condenada: ‘Los gemidos de los débiles sacrificados a la eruel ignorancia y a Incémoda indolencia, los barbaras tormentos aplicades con pré- dig e indil severicad por delitos 0 no probados, o quiméieos, Ja desolacién y los horrores de una prisién, aumentados por el més cruel verdugo de entre los miserables, la incertidumbre, deberfan despertar la reaccién de los grandes magistrados que gufan las opiniones de la hurnanidad (ibid: 5) Aun asi, Beccaria acepta que existe un pacto fundacional segtin el cual los seres humanos independientes y aislados se uunen en sociedad; estén cansados de vivir en un interminable estado de guerra yen tna condicién de libertad inttil debido a la incertidumbre que surge con respecto a la conservacién de su autonomfa, Adoptando una premisa hobbesiana, Beccaria considera que los individuos estan dispuestos a renunciara una parte de su libertad para poder gozar de seguridad y tranquili- dad. Y si es verdad que la suma de estas porciones de libertad sacrificadas por el bien de todos constituye la soberania de una nacién, y que el soberano es el depositario legitimo y el admi- nistrador de estas libertades, es también verdad que ese depé- sito de libertad esté celosamente protegido... 19 {..1 de las usurpaciones privadas de los hombres, en particular de aquellos que buscan siempre retirar del depésito no sélo su propia porelén, sino ustrpar las de Tos otros, Bran necesarios ciertos motivos sensibles para evitar que el despético énimo de Jos hombres sumiera de nuevo en el caos las leyes de la socie- dad. Estos motives sensibles som las penas establecidas contra los infractores de las leyes [ibid 6] La distancia con respecto a Hobbes es aqui evidente. Seatin Beccaria, del pacto social se derivan algunas importantes conse- cuencias: en primer lugar, que solo la ley puede establecer Ja naturaleza elas penas administradas, y que esta autoridad resi- de exclusivamente en el legislador, el cual representa a toda la sociedad unida por el contrato social. La segunda consecuencia 8 que «si cada individuo esté vinculado & la sociedad, ésta est igualmente vinculada a cada individuo a través de un contrato ‘que obliga a las dos partes»; la tercera consecuencia es que. {..1 si se probara que Ia atrocidad do las penas es, si no total ‘mente optiesta al bien ptiblico y al fin mismo de impedir el deli to, al menos inviti, éta serfa no sélo contraria a las virtudes Denéficas que son efecto de una razén iluminads, que prefiere dbigira hombres felices antes que a una caterva de esclavos tambien seria contraria a la Justicia, y ala naturaleza del contra. to social misino (ibid: 9, 1a violencia institucional se equipara a una forma de comup- cin judicial, expresada a través del buen o mal uso que el juez hace de la Hogica, de sus humores caprichosos, cuando no de su «malsana digestién». La injusticia es el resultado de la turbulen- cia de Ins emociones, de la debilidad de la parte esa; depende de las relaciones queel juez establece con la acusacién y deuna vasta nebulosa de presiones sociales o institucionales. De este modo el destino de los ciudadanos cambia varias veces en el curso del pro- ‘ceso; los imputados se convierten en victimas de los razonamien- tos falaces o de las asperezas en el cardcter de quien los juzga, le quien toma como legftima interpretacién de la ley los impulsos arbitrarios y confusos que le pasan por la mente, Beccaria define esto como la inestabilidad errante de las in terpretaciones, baséindose en las argumentaciones de Hume, so- bre el que nos detendremos més adelante; centra su atencién en 20 diferencias entre los individuos, aunque aceptadas, conducen a Ja lucha por la supervivencia, En formas extremas de violencia politica, los positivistas destacan wna fucrza vital que las clases ‘mas débiles liberan contra las més fuertes, arriesgando incluso. su propia existencia, ‘Mujeres y violencia politica 1a Escuela Positivista, que ha estudiado de forma gener zada pero muy ampliamente a las «mujeres criminales», no deja de lado la categoria especifica de las mujeres implicadas en ac- tos de violencia politica (Lombroso, 1876; Lombroso, Ferrero, 1893), Se ha dicho delas mujeres que fueron enardecidas prota- zgonistas de la Revolucién Francesa, especialmente cuando Ia paticipacién en tumultos y revueltas estaba de moda; no obs- fante, ante Ias ideas revolucionarias el pénico toma ventaja entre ellas, principalmente en provincias, donde se dice que son abier- tamente antirrevolucfonarias, suponiendo de este modo un obs- téculo para el cambio, Historiadores como Michelet (1978: 75) confirman lo siguiente: las mujeres son grandes predicadoras, contrarrevolucionarias; en casa, sinceras y genuinamente apa- sionadas, loran y sufren; sus palabras son ios gemidos de un corazén destrozaclo», una fuerza inmensa, invencible; cuando la Revolucién golpea, aftade Michelet, las mujeres contraatacan con «lagrimas, hipidos y gritos mas penetrantes que un puial», ‘Sin embargo, hay excepciones: en Rusia, por ejemplo, tres de cada diez revolucionarios eran mujeres, y trabajaban en las fs- bricas con el propésito de convertira los hombres a la causa, En 1 proceso porel homicidio del zar Alejandro I, dos de los impu- tados perteneefan al sexo femenino y una de ellas, Perovskaja, habia participado activamente en la organizacion del atentado. Lombroso y Laschi (1890: 227) atribuyen la relativa importa cia de las mujeres en el movimiento nihilista no tanto a las in- fluencias étnicas y sociales, sino a Ios rasgos mistico-religiosos que el movimiento posee y que se traducen en convicciones pol ticas debido al horror que producen «las carestias, las inunda- ciones y los incendios». El componente mistico del nihilism emerge de forma manifiesta cuando las mujeres se refieren a la revoluici6n del mismo modo en que las monjas y las santas con- 9 dindmicas espectticas imitativas y a tradiciones histéricas con- textuales, Tomandontievamente como referencia a Maquiavelo, Jos positivstas consideran que todas las revoluciones dejan un smecanismo de engranaje» politico, o también un «surco creat vo» que las ftturas revoluciones podrém utilizar: Por ejemplo, la (Comuna de Paris encuentra um «punto de enganches creado por Ja Revolucién de 1789, que a su vez encuentra su propio «sutco» en anteriores revueltas campesinas. «En Paris las barricadas se hhan convertido en una costumbre decenal, como las revolucio: nes militares en Espatia y los asesinatos de los zares de Rusia» ibid: 180) ‘No obstante, las causas econdmicas constituyen, obviamen- te, un factor crucial, Las revoluciones son cl resultado de wna excesiva polarizacién de la riqueza, como demuestra la burgue- sfa francesa que, excluida de las decisiones tomadas en materia ‘econémica, se alfa con el pueblo para derrocar a Ja Corona y la aristocracia, Pero en este punto la burguesfa se sepaté de la plebe, que contl- ‘nué la revolucién por su cuenta y lalew alos excesos del terror; luego arremetis contra su antigua aliada a través de espoliacio- nes, saqueos ¢ impuestos progresivos, bajo el nombre de présta- mos forzosos sin intereses [ibid 194) EL nihilismo ruso, anélogamente, tiene st origen en el con- icto entre la pobreza rural y el capital comercial en alza, en tiempos en los que se garantizan ventajas a los comerciantes ya Jos pequefios empresarios y se imponen limitaciones al poder econémico de la aristocracia. Por otra parte, es initil poner en discusién Ta importancia del factor econsmico en el futuro de un pais, Fl problems contiatia siendo tal y como lo describia Avist6teles; el Filésofo afirma que los gobiernos aristocriticos estan amenazados por ka revolucisn, ‘cuando una parte de la poblacién es rica y otra pobre; se estable- ce también que, en fos goblernas democréticos y republicanos, ‘cuando las clases desfavorecidas aumentan desmesuradamen te, el sistema politico debe sufrir una revohuelon [itd: 198]. Amenudo, los positivistas, completamente convencidos dela idea de evolucién, hacen referencia a Darwin, segdn el cual las 48 Jadistribucién inadecuada de las penas, que genera una parado- ja, segtin la cual «los castigos sancionan los delitos que han cau- sadon. Advicrte ademas que, si una pena igual responde a dos, erimenes que datian a la sociedad de forma distinta, no evitard Jos delitos graves sino que resultaré particularmente ventajosa para el criminal. La verdadera medida del delito va en funcién de In cantidad de darto causado 2 la sociedad. En un pasaje crucial de su céle- bre libro y a través de Ia nocién de «usta medidas, Beccaria desplaza su atencién de la violencia autorizada a la no autoriza- da, Segiin el autor italiano, hay crimenes que destruyen ditecta- ‘mente la sociedad o a sus representantes, y crimenes que minan, la seguridad personal de los ciudadanos. Los primeros son con- siderados «los mas grandes crfmeness, ya que son sumamente perjudiciales; estos delitos son también denominados de «lesa majestad» y corresponden a la sediciGn, Todos los erfmenes, in- , un odio por lo nuevo que esté fuertemente arraigado en la naturaleza humana y que inevitablemente justifica la introduccién de fé- reas legislaciones. Las revoluciones difleren de la sedicién y de las revueltas en que las primeras implican un proceso lento pero necesario, bien preparado, que puede sufrir una aceleracién gracias a las capa- cidades de algain «genio neurético 0 debido a algan incidente histérico imprevisible. Las revueltas, al contrario, son el resulta- do de una incubacién precipitada y artificial, a una temperatura ‘excesivamente clevada, de embriones causantes de una muerte segura, Las revoluciones son el resultado de un proceso evoluti- ‘vo: un sistema especffico que ya no puede responder a las expec- tativas de aquellos que lo forman debe ser cambiado con el mii ‘mo coste yel méximo provecho, Las revueltas pueden preseniar sve como componente necesario de los procesos revolucionatios, pero tienen una corta duracién: son como las fisuras abiertas en un cascardin de huevo, que muestran la presencia de una cria de ave. Elrasgo principal de las revoluciones es su carécter triunfal (ibfa.:32); no las organizan criminales, sino shombres de pasién, y de genio»; raramente son dirigidas por personas eretr6gradas», Y tras ellas siempre hay motivos serios y elevados ideales. La Revolucién Francesa comienza con una campaiia contra el mo- nopolio del comercio del grano, pero los insurgentes dirigen toda su rabia contra la Bastilla, més que contra los panaderos, Las revueltas cesan con la muerte de sus cabecillas, mientras {que las revoluciones se avivan a través de la inmolacién de sus, lideres. Los dirigentes revolucionarios (como Cristo) advierten de Ia necesidad de un cambio, del que luego se beneficiaré tina mul- titi de personas; pueden perder batallas, pero finalmente estén, destinados a triunfar: En alia y Hungrfa, en losafios 1848 y 1849 respectivamente, los dirigentes de la lucha politica armada fueron liminados, pero sus acciones resultaron esenciales para a futura, conquista de la independencia. Las revueltas son «convulsion mas ‘que movimiento», son més frecuentes en pases célidos wdonde la alta presién atmosférica provoca anoxia, mientras que las revolu 46 de la fortuna y hacer estremecer a los tiranos. Beccaria no pare- ce ser consciente de que su invectiva contiene el presagio de la violencia politica que muy pronto golpearfa a Francia. Clisico de Ia condena de la violeneia institucional, su tratado desofdo revela las preocupaciones de aquellos que consideran contrapro- Gucentes los excesos de la violencia autorizada. Fl deseo de que Jas leyes sean fruto de un estudio aséptico de la naturaleza hu- mana y no de la pasién de unos pocos, de las necesidades transi- torlas 0 de los eventos fortuitos, pone de relieve el temor de que Jos seres humanos, en el fondo, no pueden examinar tan fria~ mente su propia condicién, Este temor se combate con la con- viccion de que es posible dar fundamento a uma verdadera ¢ inédlta «ciencia del hombre», Laciencia del hombre Beccaria afirma que los castigos excesivamente severos no hacen més que aumentar la desesperacién de los individuos y fomentar respuestas populares igtalmente severas; a su modo de ver los intereses generales de Ia sociedad se persiguen mas cficazmente si el sufrimiento infligido se suministra de forma atenuada. Su método racional para el anélisis de la pena se apo- yaenlanocién de «céleulo» sugerida por Jeremy Bentham, igual- ‘mente comprometido con la cefensa de los «intereses generales» de la sociedad (Morrison, 1995). El eélculo racional, a su vez, esté relacionado con la doctrina del libre albedrio y con el emer- gente determinismo en el que David Flume se basa, antes inclu so que Beccaria y Bentham, para fundar una «ciencia del hom- bre» sobre una serie de principios semejantes a los que confor- man las ciencias naturales (Beirne, Messerschmidt, 1995). Es interesante examinar las relaciones ambivalentes que fluyen en- ‘tre esta ciencia y la criminologia elisica, ‘Tras afirmar que la religién no ofrece un xcuadro privilegia- do del género humano», Hume ({1739] 1978) ve necesaria una ciencia de la naturaleza humana basada en la experiencia y en consonancia con los principios de observacién de Newton y del empirismo floséfico de Locke (Porter, 2003). Los seres hurna- 1nos se convierten en objeto de estudio cientifico cuando los pre~ Juicios antropocéntricos y los dictados de la fe pierden tempo- 23 ralmente su vigencia, El Trafado sobre la naturaleza humana se abre con una serie de consideraciones sobre la capacidad que tienen los indlividuos para conocerse a sf mismos y el mundo que los rodea, Esta capacidad esté tristemente limitada, ya que se basa en meras impresiones y en observaciones discontinuas; la propia identidad es contingente eimprecisa, un flujo de sent mientos privaclo de trayectoria y unidad, Cuando Hume se ob- serva a s{ mismo, afirma que se encuentra ante una serie de sen- saciones contradictorias: calor y frio, lazy sombra, amor y odio, dolory placer. Son epercepeiones» que se suceden con extrema rapidez, en un constante girar sin direccién alguna, Su empiris- ‘mo lo empuja a rebatir que la frecuente asociacién entre Ay B proporciona tna prueba sdlida para que Ay B contintien asocta- das en el futuro, No hay una eonviccisn racional: si pensamos ‘queel fuego quetna y el agua refresca es porque somos demasi do perezosos para pensar de otro modo (Russell, 1962). Nuestro sentido de las personas y de las cosas es tan tenue que necesita ‘mos un apoyo constante de naturaleza artificial, intelectual 0 institucional, que garantice la continuidad de nuestra vida social y psiquica. «A través de Ia consolidacién de un todo se crea un ‘sentido de identidad artificial, de asociacién, de afiliacion, para asf evitar la tendencia al colapso» (Porter; 2003: 333); ésta es la gran pesadilla de Hume, pero no sélo para él. Parece paradéjico que una incertidumbre ontol6gica seme- jante pueda inspirara representantes de la criminologfa clasica, como es el caso de Beccaria y Bentham, ambos comprometidos en la cuantificacién detallada de los delitos y de las penas, en la preparacién de listas ideales de castigos que infligir, en el disefio de sistemas carcelarios perfectos y en la clasificacién cientifica de las manifestaciones de la condicta humana, Ks precisamente este esfuerzo «cientifico» el que ayuda a los crimindlogos de la Tlustracién a superar e! escepticisino, a evitar las fluctuaciones del 4nimo y a crear los instrumentos artiticiales necesarios para rechazar lo que Hume ve como «tendencia al colapso», La re- duccién del sufrimiento y el control de la violencia institucional son las inieiativas propuestas por Beccaria para prevenir los bro- tes de violencia antiinstitucional que, sin embargo, no tardarfan en produeirse, Bentham, por su parte, niega la relacién entre violencia antorizada y violencia no autorizada a través de recur. sos teéricos y arquitecténicas, 24 nes de Venecia y Florencia también respondian a las presuntas conjuras con una fuerza brital incluso en la actualidad, een los estados democriticos de Norteamérics, aquellos que atentan contra Ja Constitucién o contra sus principios son ejecutadoss. En Elderecho poltico y las revoluciones, Lombroso y Laschi se preguntan sis apropiado aplicar la etiqueta de «delineuentes a Jos presos politicos, considerados por ellos «juridicamentes con- denables, pero no «social y moralmente. En Italia, de entre los 521 mértires de nuestro «Risongimenton, ‘cuyos rostros pudieron ser estudiados, encontramos 454 nor- males y 64 anormales, de los que 23 presentaban dos caracteres degenerativos y 3 un Claro tipo eximinal; por tanto, e 0,57 % es ‘una proporcién eatro veces inferior ala del Upo criminal entre Jos sujetos honestos, que se estima en un 2 % [ibid.: 250), Variables fisiognémicas aparte, Lombroso y Laschi coinci- den con Feri, cuyo anilisis de las revoluciones y de los procesos evolutivos plantea lo siguiente: existe una distancia inmensa en- ‘re revalucién y rebelién, como entre evolucién y cataclismo 0 entre crecimiento natural y metéstasis. Ambos autores sostic- nen, desde tn fotal optimism, que las cauisas del crimen poltt co, constantemente presentes en la historia, tienden lentamente a desaparecer, como por ejemplo la opresién basada en la nacio- nalidad o la represién resultante del disenso religioso o filos6fi- co.Porello, mientras quesea fécil y e6modo erradicar las causas delas revoluciones, que serain muy escasas, las rebeliones se pro- ducirtin con ta frecuencia cada vez mayor. En efecto, hay per sonas que tienen stefios rayanos en Ia patologfa, que «como pom pas de jabén, irdiscentes pero vacfas, brillan y estallan al mas levecontactor. ‘Vemos asomarse, més allé del republicano y del socialista, que tienen tna justa raz6n histérica y econémica para exist, al co- ‘munista y al anarquista, que son y se declaran la negacién més absoluta del Estado; reniegan incluso de los deberes del ciuda- ddano, y quieren destruir de golpe los lazos que hacen al ser hu~ ‘mano actual relativamente feliz [itd 91 Aligual que Ferti, Lombroso y Laschi afirman que el progre= so humano discurre con lentitud y que las personas y Ias socie- 45 juciones violentas. La violencia politica, aunque resulte vietorio- sa, no incide sobre el «desarrollo social, cultural y moral» y esta deficiencia s6lo puede ser compensada a través de sucesivos pro- ‘cesos evolutives que hardin a la sociedad consciente de los bene- ficios producidos por aquella violencia, Las revoluciones fraca~ ‘san porque no estén en sintonfa cor! la evoluci6n natural de los seres humanos y de las sociedades. ‘Esta es una de las interpretaciones, sugeridas por la crimino- logia positivista, de aquel planteamiento marxista que atribuye mayores posibilidades de éxito a las revoluciones ssociales» que alas puramente «polticas». Esto recuerda la nocién gramsciana de hegemonta, segtin Ia cual Ias sociedades camnbian cuando los cbaluartes» materiales, institucionales ¢ ideol6gicos de un siste- ‘ma son lentamentc ocupados por nuevos grupos y clases. En Ja formnulacién de Ferri se advierten los rasgos propios de los and- lisis sociol6gicos més recientes: Aron (1965: 244) sugiere que las evoluciones pueden llevarse a cabo sin derramamiento de san- exe, «porque, como norma, un régimen cae cuando nadie esté ispuesto a combatir para defenderlo». En otras palabras, un {gobierno puede ser objeto del desprecto del pueblo, hasta el pun- to do ser abandonado por aquellos que deberian protegerlo. Revoluciones y rebeliones El andlisis de Ferri, ya casi olvidado, contiene algunos ele- mentos sorprendentemente actuales. Caincide con las propues- tas de otros positivistas, que analizan el crimen politico en res- puesta a los colegas que dudai de la existencia de tal tipo de Uelito, Lombroso y Laschi (1890: 6) resaltan que los fenémenos de violencia politica se encuentran en todas las épocas y en todo tipo de sistemas y que s6lo la indolencia intelectual, la incomo- didad y el despotismo han excluido estos fendmenos del rea del anilisis cientifico. La importancia de la violencia politica no au- torizada se evidentcia por la violencia autorizada que desencade- na: en Ja antigua Atenas a aquel que era sospechoso de llevar a ceabo actividades antigubernamentales se le sentenciaba a muer- te; en Esparta Jos enemigos de la repablica eran sacrificados a los diases de ultratumba, mientras que en Ja repabliea romana 4uien conspiraba contra el pueblo era decapitado. Las poblacio- 44 Laiinfluencia de Hume en la obra de Benthamn ([1776] 1967), el cual subraya los defectos del sistema legal y las (dafonciones del derecho, se manifiesta por parte de este iltimo en su intento por reformar las pricticas de su tiempo a través de una nueva eciencia del derecho; segtin su opinién, una determinada socie- dad puede considerarse politica cuando los actos de obediencia predominan sobre los actos de desobediencia que se producen enella, Por tanto: 1La autoridad de un gobierno deja cle ser efectiva cuando se pro- duce, entre un mimero suficiente de personas gobernadas, cier- to grado de desobediencia consciente, abierta y cokerente, co- nocida en todas ls socledades con el nombre de talel6n [Harri- son, 1967: XXVIL En este sentido, la violencia politica ejercida desde abajo es ‘ana forma de traiciGn que niega el principio de utilidad, ya que no busca la mayor felicidad para el mayor ntimero de personas posible. La naturaleza pone a los seres humanos bajo el gobier- 10 de dos amos-soberanos: el dolor y el placer; comresponde ex clusivamente a estos dos soberanos «indicar qué deberiamos hacer, también determinar finalmente qué haremos» (Bentham, [1776] 1967; 125), Aquel que esté en el poder también deberd someterse a estos dos amos y hacer lo posible para aumentar el placer y Ia felicidad del pueblo. Sin embargo, los gobernados debersn obedecer solo ehasta que Tas desventajas de la obedien- cia no superen las desventajas de la desobediencia; esl deber de Jos gobernados acatar Ia autotidad, al menos hasta que la obe- diencia sea itil para sus intereses» (ibfd.: 55). Los individuos y Jos grupos pueden apelar al principio de utilidad y manifestar piiblicamente su descontento, asociarse y elaborar planes de ac- ‘in, teniendo siempre en cuenta que ta coyuntura exige actos colectivos no sediciosos. Bentham no reivindica un cambio radi- cal ouna sustancial reorganizacién dela sociedad, sino medidas de reforma que climinen los obstéculos legales que conducen al progreso; «no habla de utopfas, simplemente reflexiona sobre qué se puede esperar razonablemente de un gobierno en una sociedad razonabler (Harrison, 1967: XXXIX). Bentham se basa, para la realizacién de su anélisis sobre la violencia politica, en las observaciones recabadas a partir de las 25 cconsecuencias de los «actos daftinos», que pueden ser «origina- les», cuando afectan a una victima especifica, 0 «derivados», cuando van dirigidos contra un sector ms amplio de la socie~ dad, Los actos dafiinos del segundo tipo causan doloryy son peli- ‘gr080s, ya que pueden extenderse y afectar a toda la sociedad. ‘Segtin Bentham, las consecuencias que de ellos se derivan pro- ducen una forma de edolor de aprebensién» y pueden «reforzar la tendencia a producir actos del mismo géneror. La fuerza y la constancia son las caracteristicas de algunas acciones particu- larmente peligrosas, sobre todo si estsn motivadas por la ven- ganza y por la religion, Para Bentham, la violencia politica esta entre Jas acciones mas peligrosas, especialmente si se apoya en ‘conviceiones religiosas: «Un acto pernicioso que se comete por :otivos religiosos es més dafiino que un acto cuyo origen reside nla maldad> (Bentham, [1776] 1967: 280). Las motivaciones de cardcter religioso y politico se engloban en un mismo grupo bajo el término de «famatismos, descrito como el estado mental de quien esta preparado para asesinar con sus propias manos o con la espada de la justicia a todos aquellos considerados herejes, es decir, personas que opinan 0 simplemente hablan de manera distinta sobre una cuestion que ni los propios contendientes entienden por completo, Un indivi- duo de este tipo est siempre dispuesto a emputiar les armas, porque el fanatismo nunca desaparece, {..J]no se sacia nunca; a filantropia no lo detiene, ya que se jacta de pisotear la filantropia; la conciencia no puede frenarlo por- ‘que Ia conciencia est a sit servicio, Ala avidez, la lujuia y la vverganza se les opone la piedad, la benevolencia y el honor; 10 hay nada que se oponga al fanatismo [ibid.: 280]. En su tipificacidn de los delitos, Bentham aclara cualquier duda sobre cémo se clasifica la violencia politica: hay erfmenes privados, semipiiblicos, autocentrados y ptiblicos. Los crfme- nes privados agreden a personas especificas. Tenemos un ejem- plo del segundo tipo cuando hay personas dafiadas por el deli- to, pero que no estin concretamente individualizadas: por ello, Jos crimenes son semiptiblicos en cuanto afectan a un sector 0 ‘atma comunidad limitada, Los autocentrados van en detrimento de quien los comete. Los puiblicos amenazan a tuna «multitud 26 ppenaian de la ideas politieas, sino de los sentimientos politicos de los italianas. Ee elerto que conspiraban tanto los republica- -n0s como los monérquiicos y se abstenfan aquellos que no po- sefan un fuerte sentimento patriético [ibéd: 14]. En cuanto a las respuestas institucionales a los movirnientos sociales, Ferri repite que la violencia represiva, en forma de una legislaci6n mas 0 menos excepeional, es contraproducente y fo- ‘menta el exesentimiento de clase». Las ideas socialistas son com batidas con otras ideas, después de que se haya reconocido la parte de verdad que contienen. Algunos socialistas son principalmente hombres de acci6n, dotados de tna escasa instruccién, amargamente desesperados por la pobreza, psicolégicamente inestables, capaces de trans- formar cualquier idea en una oportunidad y en una justificacton para delinquir; Ferri considera éstos una minorfa que transfor ma su disposicion antisocial en rebelién socialista o nihilista. Por ejemplo: ‘Leo en los perfédics la condens a muerte de un cantero ilan- dés por el asesinato de Burko, subsecretario de Ilanda, asesina- do junto con lord Cavendish. A través del retrato del asesino, se puede apreciar na posible hidrocefaliay unas mandbulas enor ‘mes; durante el proceso, el acusado refa alegremente, debido & ‘una innata insensibilidad moral |... Poresta y otras circunstan- cias, estoy convencido de que se trata de un verdadero delin- ccuente, cuyos ideales sobre la liberacién agraria 0 politica de su pals no son mas que un pretexto para desatar sus propios instin- tos; probablemente, su eardcter lo habria empujado a cometer més actos criminosos sin que su profesado socialismo fuera el ‘inico mévil lib: 51). Por otra parte, hay socialistas de accion que muestran un comportamiento honesto porque saben, gracias a su sensibili dad moral, gue el delito constituye un obstéculo para el triunfo dle sus ideas: el crimen instiga sospecha, temores y aversién en- tre la mayoria de los individuos y de las clases soctales. Los 50- cialistas cienttficos, entre los cuales Ferri incluye al ehonorable Karl Marzo, estén de acuerdo con esta opinidn, ya que estén convencidos de que las ideas se realizan a través de un lento proceso evolutivo, espontiineo, y raramente por medio de revo- 43 criminales. Por otra parte,

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