Introducci6n
La expresién «arquitectura moderna» es ambigua; puede entenderse que
hace referencia a todos los edificios del periodo moderno con indepen-
dencia de sus fundamentos ideologies, o puede entenderse de un modo
mis especifico, como una arquitectura que es consciente de su propia
modernidad y que lucha en favor del cambio. Es en este dltimo sentido
como se ha definido generalmente en las historias de la arquitectura con-
‘emporinea; y éta es la tradicion que sigue el presente libro. Ynen el siglo
‘XIX se apreciaba una extendida insatisfaccién entre arquitectos, historia~
dores y criticos con respecto al eclecticismo. Esta actitud, perfectamente
documentada, justifica una historia de la arquitectura modema que s¢
ocupe primordialmente de las tendencias reformistas y «ranguardistase,
lugar de una historia que intente abordar el conjunto de la produccién
arguitecténica como si actzase en un campo neutral y no ideolégico.
Es en ese espacio que queda entre las utopias idealistas de las van-
guardias histéricas y las resistencias, complejidades y pluralidades de la
cultura capitalista donde este libro trata de situarse. Aunque én modo:
alguno pretende ser enciclopédica, la exposicién sigue una secuencia ero~
nolégica global e intenta ser, quiz, menos segura en su resultado y menos
triunfalista que la mayorfa de las historias anteriores del movimiento
modero. El libro se compone de una serie de ensayos que pueden leerse
como narraciones autosuficientes 0 bien como partes de un todo mis
extenso; cada uno de ellos expone un conjunto de temas relacionados que
refiejan un momento importante en el enfrentamiento de la arquitectura
con las condiciones externas de la modernidad, Si sigue siendo principal-
mente una historia de los maestros, se debe a que ésa era la naturaleza del
propio movimiento modemo, pese a sus muchas reivindicaciones en favor
del anonimato.
Unas palabras sobre terminologia: en este libro se usan de un modo
més o menos intercambiable los términos «arquitectura moderna»,
«movimiento modemo» y «vanguardia» para hacer referencia a las
corrientes progresistas de las décadas de rg10 y 1920 en su conjunto; en
‘ocasiones también se usa la expresion «vanguardia histérica», cuya inten-
cion es otorgar sentido histérico al movimiento y distinguirlo asi de la
prdctica contemporinea. No comparto las ideas de Peter Buirger (en su
libro Teoria de Ia vanguardia, 184), quien, en el contexto del foromontaje
dada, distingue entre una vanguardia que pretendfa cambiar la posicién
del arte dentro de las relaciones de produccién, y un movimicato
moderno que pretendia tan sélo cambiar sus formas. Es innegable que
estas dos posturas opuestas pueden aplicarse ala arquitectura, Pero la linea
9que las separa es dificil de determinas, ¢ incluso Ia obra de los constructi-
vistas de izquierdas y de marxistas como Hannes Meyer no se libra, a mi
entender, del esteticismo. Esto no es nada sorprendente puesto que, antes
de que pudiese ser desgajada de la teoria artistica clisico-académica, la
estética tuve que convertirse primero en una categorfa auténoma, Aparte
de los términos generales antes mencionados —que resultan ttiles preci-
samente debide a su imprecisién semantica—, se han usado otros para
definir submovimientos ya perfectamente acreditados (como ef futurismo,
el constructivismo, De Stijl, L'Esprit Nouveau y la Neue Sachlichkeit 0
nueva objetividad), o bien tendencias migratorias dentro del fendmeno
general del movimiento moderno (como organicismo, neoclasicismo,
expresionismo, funcionalismo y racionalismo). He tratado de explicar lo
que quicro decir con estos términos escurridizos en sus capitulos corres-
pondientes.
Desde cierto punto de vista, expresiones generales como «movimiento
modemo» pueden aplicarse también al art nowveaw tal como implica, de
hecho, el periodo de tiempo que abarca este libro. Intentar evitar esas
ambigiiedades seria reivindicar una légica insostenible. El art nouveau fue
tanto el final como el principio de una era, y sus logros, al igual que sus
limitaciones, fueron fruto de esta perspectiva de Jano bifronte.
Muchos aspectos de la teoria medema siguen siendo validos hoy en
dia, pero buena parte de ella pertenece al reino de lo mitico y resulta
imposible de aceptar por si misma. El propio mito ya ha llegado a ser
historia y exige una interpretaci6n critica, Una de las principales ideas
que impulsaron a los protagonistas del movimiento moderno fue esa
concepcién de Hegel de que el estudio de la historia hacia posible pre-
decir su curso en el futuro, Pere ya no resulta ni mucho menos posible
‘ereer —como al parecer hacian los artistas modernos— que el arqui-
tecto es una especie de vidente, excepcionalmente dotado del poder de
discernir el espiritu de la época y sus formas simbélicas. Semejante cre~
eneia se basaba en la posibilidad de proyectar las condiciones del pasado
sobre el presente. Para los arquitectos de mentalidad progresista del
siglo x1x y sus sucesores del xx, parecia esencial crear un estilo arquitee-
ténico unificado que reflejase su época, al igual que los estilos anteriores
habfan reflejado las suyas. Esto signified el rechazo de una tradicién
académica que habia degenerado en el eclecticismo, prisionera de una
historia que habia Legado a su fin y cuyas formas no podian sino reci-
clarse indefinidamente. Esto no suponia un rechazo de la tradicién
como tal, La arquitectura del futuro volveria a la vendadera tradicién, en
la que —asi se creia— habia existido una unidad armoniosa y orginica
entre todos los fenémenos de cada época. En los grandes periodos his-
téricos, los artistas no habian sido libres de elegir en qué estilo trabajar,
sus horizontes mentales y creativas habian quedado circunseritos por un
abanico de formas que constituian todo su universo. El artista llegaba a.
un mundo ya formado. El estudio de la historia parecia revelar que estos
periodos constituian totalidades indivisibles. Por un lado, habia elemen-
tos singulares de cada periodo; por otro, la unidad orginica que mante-
nia ligados esos elementos era en si misma una idea universal. La nueva
era debia mostrar esa totalidad cultural caracteristica de todos los pe-
tiodos histdricos.
10 INTRODUCCION
. Nunca se planteé la pregunta de cémo una totalidad cultural —que
por definicion habia dependido de una voluntad colectiva y espontines—
podia alcanzarse entonces gracias a una serie de individuos; y tampoco
parecié ocurrirseles nunca a quienes defendian esta visién que lo que
separaba el pasado del presente podia ser precisamente la ausencia de esa
unidad orginica inferida. Segin el modelo de la unidad orginica de la
cultura, la misién de los arquitectos era primero desvelar y luego creat las
formas singulares de cada época. Pero la posibilidad de hacer realidad esa
arquitectusa dependia de una definicion de la modernidad que eliminaba
los propios factores que la diferenciaban con mas fuerza de las tradiciones
anteriores: el capitalismo y la industrializacion. William Morris, el funda-
dor del movimiento arts & erafés, habia rechazado tanto el capitalismo
como |i produccién mecanizada, una postura que al menos tesultaba
coherente. Pero los tedricos del Deutsche Werkbund aunque rechazaban
el capitalismo, querian conservar la industrializacién. Estos tedricos con-
denaban lo que entendian como valores materialistas tanto del marxismo
como de la democracia liberal occidental, pero buscaban una alternativa
que combinase los beneficios de la tecnologia mederna con la vuelta a los
valores comunitarios preindustriales que el capitalismo estaba en vias de
destruir. E1 movimiento modemo era tanto un acto de resistencia a la
modernidad sacial como una aceptacién entusiasta de un fururo tecnolé-
gico abierto; anhelaba un mundo de estabilidad territorial y social, aunque
al mismo tiempo abrazaba, de modo incompatible, una economia y una
tecnologia en estado de cambio permanente; en una mitica «tercera viaw
entre el capitalismo y el comunismo, compartia estas creencias con los
movimientos fascistas de la década de 1930, y aunque seria completamente
erréneo estigmatizarlo con los crimenes del fascismo, seguramente no es
casual que su perioda de maxima intensidad coincidiese con Jos movi-
mientos polfticos totalitarios y antidemocriticos que fueron un rasgo
dominante de la primera mitad del siglo xx.
La conclusién que parece indiscutible es que esa unidad cultural y esos
principios artisticos comunes —derivados de las tradiciones populares 0
aristocraticas— que demandaba el movimiento moderno desde su inicio
estaban cada vez menos en sintonia con las realidades politicas y econé-
micas del siglo xx. Basada en una concepciin idealista y teleolégica de la
historia, la teoria moderna parece haber malinterpretado de un modo
radical el Zeitgeist, el propio espiritu de la €poca que ella misma habia
invocado, haciendo caso omiso de la naturaleza compleja e indeverminada
del capitalismo modero, con su dispersién del poder y su permanente
estado de movimiento.
La revolucién del movimiento modemo —en parte voluntaria y en
parte involuntaria— ha cambiado irrevocablemente el curso de la arqui-
tectura. Pero por el camino ella misma ha quedado transformada, Sus
ambiciones totalizadoras ya no pueden sostenerse. Sin embargo, fa aven-
tura del movimiento moderno todavia es capaz de ser la inspiracién de un
presente cuyos ideales estan detinidos con mucha menos claridad. El pro-
pésito de este libro es hacer més nitida la imagen que tenemos de esa
aventura,
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