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yr MAURICE MERLEAU-PONTY! 1. Se puede exhalar el grito que niega que la amistad pueda cesar de vivir. No se puede decir la muerte advenida sin herir atin, Renuncio a ello, habiéndolo intentado, para, a pesar mio llevar més alld mi home. naje. Me acojo no obstante al recuerdo de lo que senti del hombre en un momento para él de amarga paciencia 2, Qué otra cosa hacer mas que interrogar el punto que marca la hora repentina a un discurso en el que todos hemos entrado? Y su ultimo articulo, que se reproduce aqui, llamado “El ojo y el espiritu’,* hablar de él desde donde esta hecho, si doy crédito al signo de una cabeza propicia, para que yo lo escuche, desde mi lugar. 3.Son claramente la dominante y la sensible las que dan aqui a toda {2 obra su nota, Si se la considera como lo que es: la de un filésofo, en el sentido de lo que una eleccién que a los dieciséis arios vislumbra stu Provenir (lo probé) necesita ahi de lo profesional. Es decir que el lazo Propiamente universitario cubre y retiene su intencién, incluso expe- Himentada impacientemente, incluso extendida hasta la lucha publica. 4-Sin embargo, no es eso lo que inserta este articulo en el sentimien- indicado dos veces en su exordio y en su caida, de un cambio muy “tual que ha de volverse patente en la ciencia. Lo que evoca como “enlos de moda para los registros de la comunicacién, complacencia to, 193 > JACQUES LACAN alas versatilidades operacionales S010 & observado como aparien, para la a ; ci Wobe eonducir ast FaZ6n, Gia que debe & onde intentamos contibuir 8 revelatla desde (el psicoandlisis freudiano): la af in Fe qui precsamente 0 iado que eS el] nuestro cork eae era primero en toda. constituion dein sy, tro de una revision del estatuto dy as las resonancias posibles dela tra ‘da comprometido. . Ponty, como cualquiera en esta vg fez més al ojo abstracto que el con, con su correlato, un sujet, 5, Fl ojo, tomado aqui como cel comporta, no obstante, tod que el pensamiento que que Maurice Merleat| hhacer referencia una ¥ (én presupone, pcién universal. rate fenomenol6gica de la estética qu resulta de esta rarifcacin de a fe atribuida al ojoho implica cordu, nos a las virtudes de conocimiento de la contemplaci6n propuesta a i h dscesis del ous por la teorfa antigua. 4 ‘Tampoco implica demorarnos en el problema de las ilusiones 6p can yatesaber sel pao ot po a supe del agua en el stan ee trina mds grande cuando se acerca al horizonte, nos muestran ome realidad: Alain en su nube de tiza basta aqui. Digémoslo, puesto que incluso Maurice Merleau-Ponty parece dar 2 paso: por qué no ralifcar el hecho de quel tori dela per zs ae cea noconciere msala estructura dela realidad alaquela pi nos hizo acceder con la fisica. Nada es més discutible, tanto en la hi ‘ dela eiencia como en su producto terminado, que este motivo mi wa autorizar su investigaci6n surgida de la peep, vaceién cientffica deberia siempre volver a ella. Muyal a aarti, todo nos muestra que es al rechazar las intuiciones i tac del ponderal y del impetus como la dinmica de Galileo snes tielos a la Tierra, pero al precio de introducir alli Io que actualmrie tocamos en la experiencia del cosmonauta: un cuerpo que puede abri- se y cerrarse sin pesar nada ni sobre nada. espiritu, dicin en la Es por eso no puede sino cepto cartesiano de extensi médulo divino de una perce] EI hacer la erftica propiame! toria que él se vale p: tal que la constr bi # 6. fe pes teem de la percepcién es entonces algo muy distin seen oiilo ara teoria del conocimiento cuyos restos constr jos pertrechos de una psicologia precaria. 194 el —_—_ a MAURICE MERLEAU-PONTY ‘Jampoco es situable en la mira, que no habita mas en el presente que | logicismo, de un saber absoluto. lla es lo que esa saber, una colacién de experiencias a propésito de la que se debe leer el libro inaugural de Maurice Merleau-Ponty® para medi las investigaciones positivas que alli se acumuularon, y su estimu- Jacién para el pensamiento, o hasta lo irrisorio donde ellas resaltan las necedades seculares sobre la ilusién de Aristételes, e incluso el examen nico medio del oftalmélogo. Para que se pueda captar el interés de la cuestién, elijamos un hecho pequefio en la inmensa trama de covariancias de igual estilo que son comentadas en ese libro, por ejemplo, el de la pagina 360 [ed. castella- 1a, p. 325] de la iluminacién violenta que aparece con forma de cono blancuzco sobre el soporte de un disco, apenas visible por ser negeo y sobre todo por ser el tinico objeto que la detiene. Basta con interpo- her un pequeno cuadrado de papel blanco para que inmediatamente el aspecto lechoso se disipe y se separe como diferente al estar iltuminado el disco negro en su contraste. Otros miles de hechos tienen una naturaleza tal como para impo- nemos la cuestién de lo que regula las mutaciones a menudo cauti- vvantes que observamos por la adicién de un elemento nuevo en el quilibrio de es0s factores experimentalmente distinguidos que son la iluminacién, las condiciones fondo-forma del objeto, nuestro saber en relacién con ello y, como tercer elemento, aqui lo vivo, una pluralidad de gradaciones que el término color resulta insuficiente para designar, puesto que ademas de la constancia que tiende a restablecer en ciertas condiciones una identidad percibida con la gama numerable bajo lon- gitudes de onda diferentes, existen los efectos conjugados de reflejo, deirradiacion, de transparencia, cuya correlacin no es completamente reductible desde el hallazgo del arte hasta el artficio de laboratorio. Tal como se experimenta en el hecho de que el fenémeno visual del color Jocal de un objeto no tiene nada que ver con el de la gama coloreada del espectro. Basta con indicar en qué direccién el filésofo intenta articular estos hechos, en tanto que tiene fundamentos para darles cobijo, o sea, en la medida al menos en que todo un arte de la creacién humana se liga a alles lo que la realidad fisica refuta tanto menos cuanto que se aleja sada vez mas de ellos, y sin que se diga no obstante que este arte no 195 Be eee JACQUES LACAN ue el de un encanto, ¥ que no oculta al, lor 4 ten a pads esencial entOnces. iN oy, Bin ote 4 aun ser, tal V ty direcci6n exigida hacia lo que ordena las coy, 7 Esta direc Arianciag te definidas de la percepei6n, el fil6s0f0 de nyegya fo ment ie Str ti ménic en la nocién de presencia, 9 pre Te a urninoaleménede Strahan ese, debe te Ged fren poratravés-de-un cuerpo, Posie St eae aue intent captarse er el moment ant eecacelilechn, depeieteinlatrodctowdtstnads ecisiva reap? to del mundo al despertarla a la conciencia-de-si, Incluso restituida demasiado evidentemente a partic de |g Teflevicg redoblada que constituye la investigacién fenomenolégica, sta po, cin se jactaré de resturar la pureza de esta presencia en Tae da, fuera eno gue puede globalmenteantipar desu dena "1 mundo, Past ue se aden or supuestocompljdades hog del movimiento, del tacto, incluso de la audicion, eémo omitir g, tig, las que no se yuxtaponen sino que se combinan con los fend de la visién. Es esta presuposicién de que en al; unidad la que esté hecha para suspen que no sea manifesto que este lugar fisiol6gica, y que no estemos satisfed Suir en su detale ung subjetividad constituyente alli donde ella Se teje hilo por hilo, Pero sin, ‘esis asa su reveso, como quese llama aqut objetividad total Loquenos sorprende esq tura tan manifiesta en el fenémeno Merleau-Ponty el no hacer més, na Gestalt naturalista-, no pi sujeto. lel ver. Mens Guna parte haya un lugar gig der nuestro asentimiento, Nos st alejado de toda asignaig, ‘hos con sey en tltimo término, referenci iaa ningu- ara oponerle sino para acordatl le el propio MAURICE MERLEAU-PONTY cea partir della entrada significativa dela f ura de este fondo del otro. Pero el sujeto que se afirmaallven igre fone oer et i yechazo del Otro que se encarnaba en un ee Pero dénde est el primum, y por qué prenmpat nse” imum, suzgar que sea sol npercipins, cuando aqui se dibuja queessuelitin ogee eee eaplunn de la propia luz su transparencia? Haat En definitiva, nos parece que el “yo pienso” i Pienso” al que se pretende redu- cir la presencia no cesa de implicar, por mas indetermivacion s len s¢ 0 obligue, todos los poderes de la reflexién por los que se confunaen psicoanaliticasitda en el principio del desconocimiento del sueto y que Prsotros mismos hemos intentado citcunscribir en el estadio del eerie alresumirlo a él. ie Sea como fuere, hemos reivindicado en otro lugar, precisamente acerca del tema de la alucinacién verbal, el privilegio que corresponde ah perceptum del significante en la conversién que hay que realizar en la

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